El Elefante Encadenado
El Elefante Encadenado
El Elefante Encadenado
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o
6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a
algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el
elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si
está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta
coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo
recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma
pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio
como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado
atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al
pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el
elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo.
La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día
siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible
día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre-
que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que
sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente
ese registro. Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…
Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió.
Ella se desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era
posible. Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que
dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no tenía caso seguir
luchando. Pero la rana saltaba cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró
salir del hoyo. Cuando salió las otras ranas le dijeron: “nos da gusto que hayas
logrado salir, a pesar de lo que te gritamos”.
La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando
a esforzarse más y salir del hoyo. Moraleja: 1. La palabra tiene poder de vida y
muerte. Una palabra de aliento compartida a alguien que se siente desanimado
puede ayudar a levantarlo. 2. Una palabra destructiva dicha a alguien que se
encuentre desanimado puede ser lo que acabe por destruirlo. Tengamos cuidado
con lo que decimos. 3. Una persona especial es la que se da tiempo para animar a
otros