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Catecismo

Ortodoxo
“Ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la fe y en
el amor que es en Cristo Jesús” (2 Tim. 1:13).

Contenido: Instrucción. Sobre La Divina Revelación. Sobre la Sagrada Tradición y las Sagradas Escritu-
ras. Sobre las Sagradas Escrituras en particular. La Composición del Catecismo. Primera Parte del Ca-
tecismo Ortodoxo Sobre la Fe. Sobre los artículos del Símbolo de la fe. La Segunda parte del Catecismo
Ortodoxo. Sobre la esperanza. Tercera parte del Catecismo Ortodoxo. Sobre el amor. Conclusión.

Instrucción

Pregunta: ¿Qué es el Catecismo Ortodoxo?


Respuesta: El Catecismo Ortodoxo es la enseñanza en la fe cristiana ortodoxa, para instruir a cada cris-
tiano a fin de agradar a Dios y salvar su alma.
Pregunta: ¿Cuál es el significado de la palabra Catecismo?
Respuesta: Es una palabra griega que significa instrucción, o enseñanza oral. Ha sido usada desde los
tiempos de los Apóstoles para dar el conocimiento elemental de la fe cristiana ortodoxa, necesaria a todo
cristiano (Lucas 1:4; Hechos 18:25).
Pregunta: ¿Qué es necesario para agradar a Dios y para salvar nuestra alma?
Respuesta: En primer lugar, conocer al verdadero Dios y tener fe en El. En segundo lugar, llevar una
vida acorde con la fe y realizar buenas obras.
Pregunta: ¿Por qué la fe es necesaria en primer término?
Respuesta: Porque según el testimonio de la palabra de Dios: “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebr.
11:6).
Pregunta: ¿Por qué debe ser inseparable de la fe la realización de buenas obras?
Respuesta: Porque según el testimonio de la Palabra de Dios: “La fe sin obras está muerta” [Santiago
(Jacobo) 2:20].
Pregunta: ¿Qué es la fe?
Respuesta: De acuerdo con la definición de San Pablo: “Es, pues, la fe, la sustanciación de lo que se
espera, la demostración de lo que no se ve” (Heb. 11:1). Es la certeza en lo que no se ve, como si lo es-
tuviésemos viendo; en lo deseado y esperado, como si estuviese presente.
Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre conocimiento y fe?
Respuesta: El conocimiento tiene por objeto las cosas visibles y comprensibles. La fe, tiene por objeto
las cosas que son invisibles e incluso incomprensibles. El conocimiento está fundado en la experiencia,
en el examen de un objeto. En cambio, la fe se basa en la confianza al testimonio de la verdad. El cono-
cimiento pertenece propiamente al intelecto aunque puede actuar también sobre el corazón. La fe perte-
nece principalmente al corazón, pese a que comienza en pensamientos.
Pregunta: ¿Por qué es necesaria la fe y no sólo el conocimiento en la instrucción religiosa?
Respuesta: Porque el objeto principal de esta instrucción es Dios invisible e incomprensible, y la Sabidu-
ría de Dios oculta en un misterio. Consecuentemente, gran parte de esta enseñanza no se puede alcan-
zar mediante el conocimiento, pero se debe recibir mediante la fe. La fe, dice San Cirilo de Jerusalem,
“es el ojo que ilumina toda conciencia y le da el conocimiento al hombre.” Pues, como dice el profeta: “Si
no creyereis, no entenderéis” (Isaías 7:9; Cir. Cat. 5).
Pregunta: ¿Cómo se puede ilustrar más la necesidad de la fe?
Respuesta: San Cirilo ilustra esa necesidad así: “No sólo entre nosotros llevamos el nombre de Cristo,
no sólo para nosotros la fe es algo tan grande, sino que todo lo que es hecho en el mundo, incluso por
personas desconectadas de la Iglesia, es hecho por fe. La agricultura está fundada en la fe. Porque na-
die que no crea que obtendrá aumentados para sí los frutos de la tierra emprendería los trabajos de la
siembra. Los marinos están guiados por la fe cuando se confían a un débil madero y prefieren la agita-
ción de las aguas inestables a los estáticos elementos de la tierra. Se entregan a expectativas inciertas,
y no retienen para sí mismos más que la fe en la que confían; confían más en la fe que en las anclas”
(Cir. Cat. 5).
Sobre La Divina Revelación

Pregunta: ¿De dónde proviene la enseñanza de la Fe Ortodoxa?


Respuesta: De la Revelación Divina.
Pregunta: ¿Qué se entiende por las palabras Revelación Divina?
Respuesta: Que Dios mismo se reveló a los hombres para que puedan creer en El con rectitud, para su
salvación y para honrarlo como se merece.
Pregunta: ¿Otorgó Dios esa revelación a todos los hombres?
Respuesta: La otorgó a todos, porque la revelación es necesaria a todos por igual, y es capaz de llevar
salvación a todos. Pero, dado que no todos los hombres pueden recibir inmediatamente la Revelación de
Dios, El empleó personas especiales como heraldos, para presentarla a todos los que desean recibirla.
Pregunta: ¿Por qué no todos los hombres son capaces de recibir la Revelación directamente de
Dios?
Respuesta: Debido a la impureza de sus pecados y a la fragilidad de su cuerpo y de su alma.
Pregunta: ¿Quiénes fueron los heraldos de la Revelación Divina?
Respuesta: Adán, Noé, Abraham, Moisés y otros profetas recibieron y predicaron los Principios de la
Revelación Divina; pero fue el Hijo de Dios encarnado, Nuestro Señor Jesucristo, quien la trajo a la tierra
en toda su plenitud y perfección y la expandió por todo el mundo por medio de sus discípulos y apósto-
les. El Apóstol San Pablo dice en el comienzo de su Epístola a los Hebreos: “De manera fragmentaria y
de muchos modos habló Dios a nuestros Padres por medio de los Profetas; en éstos últimos tiempos nos
ha hablado por medio del Hijo a quien puso como heredero de todo, por Quien también creó al mundo.”
El mismo Apóstol escribe a los Corintios: “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría
oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de
este siglo conoció... Dios nos la reveló a nosotros por su Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña,
aun lo profundo de Dios” (1Cor. 2:7-8 y 10). El Evangelista San Juan escribe: “A Dios nadie lo vio jamás;
el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, El lo ha dado a conocer” (Juan 1:18). Jesucristo mismo
dice: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre lo conoce nadie sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo
lo quiera revelar” (Mat. 11:27).
Pregunta: ¿Entonces el hombre no puede tener ningún conocimiento de Dios sin una especial re-
velación de El?
Respuesta: El hombre puede tener cierto conocimiento de Dios contemplando las cosas que El ha crea-
do. Pero este conocimiento es imperfecto e insuficiente y puede servir solamente como preparación para
la fe, o como una ayuda ante el conocimiento de Dios por su revelación. “Porque las cosas invisibles de
El, su eterno poder y divinidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo en-
tendidas por medio de las cosas hechas” (Rom. 1:20). “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los
hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos y los
límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, pueden hallarle, aun-
que ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en El vivimos, nos movemos y somos”
(Hechos 17:26-28). “Con respecto a la fe en Dios, está precedida por la idea de que 'Dios Es'. Recibimos
esta idea de las cosas que fueron creadas. Examinando atentamente la creación del mundo, percibímos
que Dios es Omnisciente, Todopoderoso y Bueno. Percibimos también sus propiedades invisibles. Por
esos medios lo reconocemos como Soberano Supremo. Viendo que Dios es el Creador del mundo ente-
ro y que nosotros formamos parte del mundo, se deduce que Dios es también nuestro Creador. De este
conocimiento viene la fe, y de la fe viene la adoración” (San Basilio el Grande, Epíst. 232).

Sobre la Sagrada Tradición y las Sagradas Escrituras

Pregunta: ¿Cómo se difunde la Divina Revelación entre los hombres y cómo se preserva en la
verdadera Iglesia?
Respuesta: Por medio de: la Sagrada Tradición y las Sagradas Escrituras.
Pregunta: ¿Qué se entiende bajo el nombre de Sagrada Tradición?
Respuesta: Por el nombre de Sagrada Tradición entendemos la enseñanza de la fe, la Ley de Dios, los
Sacramentos y los ritos que nos fueron transmitidos por los verdaderos creyentes y adoradores de Dios
de generación en generación.
Pregunta: ¿Hay algún depositario de la Sagrada Tradición?
Respuesta: Todos los verdaderos creyentes unidos por la Sagrada Tradición de la fe, colectiva y sucesi-
vamente, por la voluntad de Dios componen la Iglesia. Y la Iglesia es la segura depositaria de la Sagrada
Tradición. Como expresa San Pablo: “La Iglesia del Dios viviente, el pilar y fundamento de la verdad” (1
Tim. 3:15).

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San Ireneo escribe: “No debemos buscar entre otros la verdad que podemos obtener buscándola
en la Iglesia. Porque en Ella, como en una rica Casa del Tesoro, los Apóstoles nos dejaron en su pleni-
tud todo lo que pertenece a la verdad, de manera que quien la busque, reciba de Ella el alimento de vida.
Ella es la puerta a la vida” (Adv. Haeres. T. 3 C. 4).
Pregunta: ¿Qué son las llamadas Sagradas Escrituras?
Respuesta: Son libros escritos por el Espíritu de Dios, a través de hombres santificados por Dios, llama-
dos Profetas y Apóstoles. La reunión de estos libros se llama Biblia.
Pregunta: ¿Qué significa la palabra Biblia?
Respuesta: Es un término griego que significa “Libros.” El nombre indica que los Libros Sagrados mere-
cen atención antes que cualesquiera otros.
Pregunta: ¿Qué es más antigua, la Sagrada Tradición o las Sagradas Escrituras?
Respuesta: El más antiguo instrumento para difundir la Divina Revelación es la Sagrada Tradición. De
Adán a Moisés no hubo libros sagrados. Nuestro Señor Jesucristo mismo dio su divina enseñanza y fun-
damentos a sus Apóstoles por la palabra y el ejemplo, y no por la escritura. El mismo método fue segui-
do por los Apóstoles al principio, cuando difundieron la fe y establecieron la Iglesia de Cristo. La necesi-
dad de tradición es más evidente, si se entiende que los libros eran y son accesibles sólo a una pequeña
parte de la humanidad, mientras que la tradición llega a todos.
Pregunta: ¿Por qué, entonces, fueron dadas las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Para que la Sagrada Tradición sea preservada más exactamente y permanezca sin modifi-
caciones. En las Sagradas Escrituras leemos las palabras de los Profetas y Apóstoles como si estuvie-
sen vivos y las oyésemos de ellos mismos, a pesar de que los libros sagrados fueron escritos un milenio
o varios cientos de años antes de la era Cristiana.
Pregunta: ¿Debemos seguir la Sagrada Tradición incluso si poseemos las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Debemos seguir la Tradición que está de acuerdo con la Divina Revelación y con las Santas
Escrituras, como nos lo expresan éstas. El Apóstol San Pablo dice: “Así pues, hermanos, manteneos
firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por Epístolas” (2 es.
2:15).
Pregunta: ¿Por qué la Tradición es necesaria en la actualidad?
Respuesta: Como guía para la correcta comprensión de las Sagradas Escrituras, para la correcta admi-
nistración de los Sacramentos y para preservar los sagrados ritos y ceremonias en la pureza de su insti-
tución original. San Basilio el Grande dice sobre esto lo siguiente: “Las enseñanzas y los mandamientos
se conservan en la Iglesia. Algunas están y otras las recibimos por Tradición Apostólica. Todas tienen la
misma fuerza mediante la devoción. Lo dicho no puede ser impugnado, aun por los que tienen poco co-
nocimiento en las disposiciones de la Iglesia. Porque si rechazáramos las costumbres no escritas, como
si tuvieran poca importancia, estaríamos, sin duda alguna, mutilando el Evangelio en lo más importante,
o de lo contrario, de los sermones de los Apóstoles dejaríamos el nombre vacío.
Por ejemplo, en primer lugar mencionamos sobre lo más común: Para que los esperanzados en el
nombre de Nuestro Señor Jesucristo se signen a sí mismos con la señal de la Cruz, ¿quién lo enseño
por escrito? ¿Qué escritura enseña a dirigirse a Oriente para rezar? Respecto a las Palabras para la
transmutación del Pan Eucarístico y del Cáliz de las bendiciones, ¿cuál de los santos nos lo dejó por
escrito? No nos conformamos con las palabras que el Apóstol dice y el Evangelio registra, sino que an-
tes y después pronunciamos otras, de gran fuerza para el Sacramento, que hemos recibido por ense-
ñanza no escrita. ¿En qué Escritura se nos habla sobre la forma en que debemos bendecir las aguas
para el Bautismo, el aceite de la unción y a la persona misma que es bautizada? Por una tradición silen-
ciosa y secreta. ¿Qué más? La práctica misma de ungir con aceite, la norma de la triple inmersión y el
resto de las ceremonias del Bautismo, la renuncia a satanás y sus ángeles, ¿de qué Escritura están to-
madas? ¿No son acaso todas esas enseñanzas inéditas y privadas las que nuestros Padres conserva-
ron, por medio del silencio, de la curiosidad y las disquisiciones profanas, habiendo sido instruidos en el
principio de resguardar por el silencio la santidad de los misterios? ¿Por qué publicar por escrito la en-
señanza referente a lo que no se les permite a los no bautizados siquiera ver?” (Can. 97, sobre el Espíri-
tu Santo, cap. 27).

Sobre las Sagradas Escrituras en particular

Pregunta: ¿Cuándo fueron escritos los Libros Sagrados?


Respuesta: Fueron escritos en distintas épocas, algunos antes del nacimiento de Cristo, otros después.
Pregunta: ¿Tienen estas dos divisiones de los Libros Sagrados sus propios nombres?
Respuesta: Sí. Los escritos antes del nacimiento de Cristo son llamados Libros del Antiguo Testamento,
mientras que los escritos después del nacimiento de Cristo son llamados Libros del Nuevo Testamento.

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Pregunta: ¿Qué son el Antiguo y el Nuevo Testamento?
Respuesta: Dicho en otras palabras, son la Antigua y la Nueva Alianza de Dios con los hombres.
Pregunta: ¿En qué consiste el Antiguo Testamento?
Respuesta: Consiste en que Dios prometió a los hombres un Divino Salvador, y los preparó para recibir-
lo.
Pregunta: ¿Cómo preparó Dios a los hombres para recibir al Salvador?
Respuesta: Dios preparó a los hombres con revelaciones graduales, profecías y preimágenes.
Pregunta: ¿En qué consiste el Nuevo Testamento?
Respuesta: Consiste en que Dios dio a los hombres un Divino Salvador, su Hijo Único, Jesucristo.
Pregunta: ¿Cuántos son los libros del Antiguo Testamento?
Respuesta: San Cirilo de Jerusalem, San Atanasio el Grande y San Juan Damasceno dicen que son
veintidós libros, coincidiendo con los judíos, que así los numeraban en la lengua hebrea original (Atanas.
Ep. 39, J. Damasc. Theol., líbro 4, c. 17).
Pregunta: ¿Por qué debemos respetar el recuento de los hebreos?
Respuesta: Porque, como dice el Apóstol San Pablo, a ellos les fueron confiados los oráculos de Dios. Y
los libros sagrados del Antiguo Testamento fueron recibidos por la Iglesia Cristiana en el Nuevo Testa-
mento (Rom. 3:2).
Pregunta: ¿Cómo enumeraron San Cirilo y San Atanasio los libros del Antiguo Testamento?
Respuesta: De la siguiente forma:
1. El Libro del Génesis.
2. Éxodo.
3. Levítico.
4. El Libro de los Números.
5. Deuteronomio.
6. El Libro de Josué, hijo de Nun.
7. El Libro de los Jueces, y con él, como apéndice, el Libro de Ruth.
8. El Primero y Segundo Libro de los Reyes (1y 2 Samuel), como dos partes de un mismo Libro.
9. El Tercer y Cuarto Libro de los Reyes (1y 2 Reyes).
10. El Primer y Segundo Libro de Paralipómenos (Crónicas).
11. El Primer Libro de Esdras y el Segundo o, como se lo titula en griego, el Libro de Nehemías.
12. El Libro de Esther.
13. El Libro de Job.
14. Los Salmos.
15. Los Proverbios de Salomón.
16. El Eclesiastés, también de Salomón.
17. El Cantar de los Cantares, también de Salomón.
18 El Libro del Profeta Isaías.
19. De Jeremías.
20. De Ezequiel.
21. De Daniel.
22. De los Doce Profetas.

Pregunta: ¿Por qué no se nombra en esta enumeración de los Libros del Antiguo Testamento al Libro
de la Sabiduría del hijo de Sirac y a algunos otros?
Respuesta: Porque no existen en el Antiguo Testamento Hebreo.
Pregunta: ¿Cómo debemos considerar estos Libros?
Respuesta: Atanasio el Grande dice que eran indicados por los Padres para ser leídos por aquellos que
se preparaban para su admisión en la Iglesia.
Pregunta: ¿Hay alguna división de los Libros del Antiguo Testamento, que dé una idea aproximada
de su contenido?
Respuesta: Pueden ser divididos en:
1. Libros de la Ley, que forman la base del Antiguo Testamento.
2. Libros Históricos, que contienen principalmente la historia de la religión.
3. Instructivos, que contienen la enseñanza de la religión.
4. Proféticos, que contienen profecías o predicciones del futuro, y especialmente sobre Jesucristo.
Pregunta: ¿Cuáles son los Libros de la Ley?
Respuesta: Los cinco Libros escritos por Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
Jesucristo mismo da a estos Libros el nombre general de “Ley de Moisés” (Lucas 24:44).
Pregunta: ¿Qué contiene en particular el Libro del Génesis?

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Respuesta: Contiene el relato de la creación del mundo y el hombre, y la historia de las reglas religiosas
en los primeros tiempos de la humanidad.
Pregunta: ¿Qué contienen los otros cuatro Libros de Moisés?
Respuesta: Contienen la historia de la religión en el tiempo del Profeta Moisés, y la Ley dada por Dios a
través de él.
Pregunta: ¿Cuáles son los Libros históricos del Antiguo Testamento?
Respuesta: Los Libros de Josué, hijo de Nun; Jueces; Ruth; Reyes; Crónicas; Esdras; Nehemías y Est-
her.
Pregunta: ¿Cuáles son los instructivos?
Respuesta: El Libro de Job, los Salmos y los Libros de Salomón.
Pregunta: ¿Qué observaciones particulares debemos hacer sobre el Libro de los Salmos?
Respuesta: Este Libro, junto con la enseñanza de la religión, contiene alusiones sobre su historia, y mu-
chas profecías concernientes a nuestro Salvador Jesucristo. Es un perfecto manual de oración y alaban-
za, y por ese motivo es de uso continuo en los Divinos Servicios de la Iglesia.
Pregunta: ¿Qué Libros son proféticos?
Respuesta: Los de los Profetas: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y los otros doce.
Pregunta: ¿Cuántos son los Libros del Nuevo Testamento?
Respuesta: Veintisiete.
Pregunta: ¿Hay libros de la ley en el Nuevo Testamento, es decir, que formen su base?
Respuesta: Sí. El Evangelio, que consiste en los cuatro Libros de los Evangelistas Mateo, Marcos, Lucas
y Juan.
Pregunta: ¿Qué significa la palabra Evangelio?
Respuesta: Es una palabra griega que significa Buena Nueva.
Pregunta: ¿Qué Buena Nueva tenemos de los Libros llamados Evangelios?
Respuesta: De la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, de su advenimiento y vida sobre la tierra, de
sus milagros y enseñanza salvadora, y finalmente de su muerte en la Cruz, su Gloriosa Resurrección y
Ascensión a los cielos y de su victoria sobre el infierno y que nos concedió la salvación.
Pregunta: ¿Por qué se llama Evangelio a estos libros?
Respuesta: Para el hombre no puede haber nada mejor ni más gozoso que la novedad de un Divino Sal-
vador y de la Salvación eterna. Por esta razón, el Evangelio que se lee en la Iglesia, es precedido y
acompañado por las alegres exclamaciones: “Gloria a Ti, Señor, Gloria a Ti.”
Pregunta: ¿Son históricos algunos de los libros del Nuevo Testamento?
Respuesta: Sí. El Libro de los Hechos de los Santos Apóstoles.
Pregunta: ¿Sobre qué relata este libro?
Respuesta: Sobre el Descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la expansión de la Iglesia de
Cristo.
Pregunta: ¿Qué es un Apóstol?
Respuesta: La palabra Apóstol significa Enviado. Es el nombre dado a aquellos discípulos elegidos por
Nuestro Señor Jesucristo, a los que El envió a predicar el Evangelio.
Pregunta: ¿Cuáles de los libros del Nuevo Testamento son instructivos?
Respuesta: Las siete Epístolas Universales, o sea: una del Apóstol Santiago (Jacobo), dos de San Pe-
dro, tres de San Juan, una de San Judas Tadeo y catorce Epístolas del Apóstol San Pablo: una a los
Romanos, dos a los Corintios, una a los Gálatas, una a los Efesios, una a los Filipenses, una a los Colo-
senses, dos a los Tesalonisenses, dos a Timoteo, una a Tito, una a Filemón y una a los Hebreos.
Pregunta: ¿Hay entre los libros del Nuevo Testamento alguno profético?
Respuesta: Sí. El Libro del Apocalipsis.
Pregunta: ¿Qué significa la palabra Apocalipsis?
Respuesta: Significa Revelación, en griego.
Pregunta: ¿Cuál es el contenido de este Libro?
Respuesta: Es la revelación mística del futuro de la Iglesia Cristiana y del mundo entero.
Pregunta: ¿Con qué cuidado debemos leer las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Primero, debemos leerlas con devoción, como palabra de Dios, y orar para comprenderlas.
Segundo, hay que leerlas con el puro deseo de instruirse en la fe y despertar a las buenas obras. Terce-
ro, debemos aceptarlas en conformidad con las interpretaciones de la Iglesia Ortodoxa y de los Santos
Padres.
Pregunta: Cúando la Iglesia propone la enseñanza de la Divina Revelación y de las Sagradas Es-
crituras al pueblo por primera vez ¿qué signos ofrece de que en realidad es la Palabra de Dios?
Respuesta: La Iglesia ofrece los siguientes signos:
1. Lo sublime de la enseñanza, que testimonia que no puede ser invención de la razón humana.

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2. La pureza de esta enseñanza, que muestra que es la purísima mente de Dios.
3. Las profecías.
4. Los milagros.
5. El poderoso efecto de esta enseñanza sobre el corazón de los hombres, por el Poder Divino.

Pregunta: ¿De qué manera las profecías son señales de una verdadera Revelación de Dios?
Respuesta: Esto se puede demostrar por un ejemplo. Cuando el Profeta Isaías predijo el nacimiento del
Salvador Jesucristo de una doncella (algo que la razón natural del hombre no podía imaginar) y cuando
cientos de años después de esta profecía Nuestro Señor Jesucristo nacío de la Purísima Doncella Ma-
ría, se ve que la profecía era la palabra del Dios Omnisciente, y su cumplimiento la obra del Dios Todo-
poderoso. Por eso también San Mateo el Evangelista, cuando relata el nacimiento de Cristo menciona la
profecía de Isaías: “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor, que habla por me-
dio del Profeta: He aquí que una doncella concebirá y dará a luz un hijo. Y llamará su nombre Emma-
nuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:22-23).
Pregunta: ¿Qué son los milagros?
Respuesta: Son hechos que no pueden ser realizados por el poder o arte de los hombres, sino sólo por
el poder de Dios Todopoderoso; por ejemplo, despertár a los muertos.
Pregunta: ¿Cómo se sabe que los milagros son la señal de la palabra de Dios?
Respuesta: El que realiza verdaderos milagros lo hace por el poder de Dios. Consecuentemente, está a
favor de Dios y participa de su Divino Espíritu; para ello debe hablar sólo la verdad pura. Cuando un
hombre así habla en nombre de Dios, estámos seguros de que su boca expresa realmente la Palabra de
Dios.
Nuestro Señor Jesucristo mismo obra milagros como poderoso testimonio de su Divina misión: “Las
obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, de
que el Padre me ha enviado” (S. Juan 5:36).
Pregunta: ¿Dónde podemos ver particularmente el poderoso efecto de la Enseñanza de Cristo?
Respuesta: En los doce Apóstoles, elegidos entre gente pobre e inculta, de la clase más baja, que por su
enseñanza superaron y subyugaron para Cristo a los fuertes, a los sabios, a los ricos, a los reyes y sus
reinos.

La Composición
del Catecismo

Pregunta: ¿Cómo se debe componer correctamente la presentación de la instrucción catequística de la


religión?
Respuesta: Para esto debemos seguir el libro de la Confesión Ortodoxa, aprobado por los Patriarcas
Orientales; y tomar como base lo dicho por el Apóstol San Pablo, que toda ocupación del cristiano en la
vida presente tiene que estar compuesta por tres cosas: fe, esperanza y amor. “Y ahora permanecen la
fe, la esperanza y el amor, estos tres” (1Cor. 13:13). Así, el cristiano necesita: primero, enseñanza
sobre la fe en Dios y sobre los Sacramentos que El revela; segundo, enseñanza sobre la esperanza en
Dios y los medios para basarse sobre ella; tercero, enseñanza sobre el amor a Dios, y todo lo que El nos
manda amar.
Pregunta: ¿Qué usa la Iglesia como instrumento para introducirnos en la enseñanza de la fe?
Respuesta: El Símbolo de la fe.
Pregunta: ¿Qué debemos tomar como guía para la enseñanza de la esperanza?
Respuesta: Las bienaventuranzas de Nuestro Señor y la oración del Señor.
Pregunta: ¿Dónde podemos encontrar los elementos de la enseñanza del amor?
Respuesta: En los Diez Mandamientos de la Ley de Dios.

Primera Parte del Catecismo


Ortodoxo Sobre la Fe

Sobre el Símbolo de la fe
en general y su origen.

Pregunta: ¿Qué es el Símbolo de la fe?


Respuesta: El Símbolo de la fe es una exposición, en pocas pero precisas palabras, de la enseñanza
sobre la fe cristiana.
Pregunta: ¿Cuáles son las palabras de dicha exposición?

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Respuesta: Son las siguientes:

Creo en el Único Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra y de


todo lo visible e invisible.
Y en un sólo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, que nació del Padre
antes de todos los siglos; Luz de Luz; Dios verdadero de Dios verdadero; nacido,
no creado; consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho; quién por noso-
tros, los hombres, y para nuestra salvación, descendió de los cielos, encarnó del
Espíritu Santo y María Doncella y se hizo Hombre; fue crucificado, también por no-
sotros, en tiempos de Poncio Pilatos; padeció, fue sepultado y al tercer día resuci-
tó conforme con las Escrituras; subió a los cielos, está sentado a la diestra del
Padre; vendrá otra vez con gloria, a juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino
no tendrá fin.
Y en el Espíritu Santo, Señor vivificador, que procede del Padre, que con el
Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado; que habló por los profetas.
Y en la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica; confieso un sólo
bautismo para la remisión de los pecados; espero la resurrección de los muertos y
la vida del siglo venidero. Amén.

Pregunta: ¿Quién redactó de esta manera la enseñanza de la fe?


Respuesta: Los Padres del Primer y Segundo Concilios Ecuménicos.
Pregunta: ¿Qué es un Concilio Ecuménico?
Respuesta: Una Asamblea de los sacerdotes, obispos y feligreses de la Iglesia Católica de Cristo, en lo
posible del mundo entero, para la confirmación de la verdadera enseñanza y de la santa disciplina entre
los cristianos.
Pregunta: ¿Cuántos Concilios Ecuménicos hubo?
Respuesta: Siete:
1º. de Nicea;
2º. de Constantinopla;
3º. de Efeso;
4º. de Calcedonia;
5º. segúndo de Constantinopla;
6º. tercéro de Constantinopla;
7º. segúndo de Nicea.

Pregunta: ¿De dónde viene la regla de reunir Concilios?


Respuesta: Del ejemplo de los Apóstoles, que se reunieron en el Concilio en Jerusalem (Hechos 15).
Esto está basado en las palabras de Jesucristo mismo, que dio a las decisiones de la Iglesia tal peso,
que quien las desobedezca sea privado de la gracia, como pagano. El medio por el cual la Iglesia Ecu-
ménica pronuncia sus decisiones, es un Concilio Ecuménico. “Dilo a la Iglesia; y si no oyere a la Iglesia,
considéralo gentil y publicano” (Mat. 18:17).
Pregunta: ¿Por qué causas especiales se convocaron el Primer y Segundo Concilios Ecuménicos,
en los cuales se compuso el Símbolo de la fe?
Respuesta: El Primero se reunió para la confirmación de la verdadera enseñanza respecto del Hijo de
Dios, contra la herejía de Arrio, que sostuvo una enseñanza errónea sobre el Hijo de Dios. El Segundo,
para la confirmación de la verdadera enseñanza respecto del Espíritu Santo, contra Macedonio, que
predicaba errores respecto del Espíritu Santo.
Pregunta: ¿Hace mucho que se reunieron estos Concilios?
Respuesta: El Primero se reunió en el año 325 d. C. y el Segundo en el 381 d. C.

Sobre los artículos


del Símbolo de la fe

Pregunta: ¿Qué método conviene seguir para entender mejor el Símbolo de la fe Ecuménica?
Respuesta: Debemos advertir que hay una división en doce artículos o partes y considerar cada artículo
individualmente.
Pregunta: ¿Qué se expresa en cada artículo del Símbolo de la fe?

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Respuesta: El Primer artículo del Símbolo de la fe habla de Dios como primer origen, particularmente de
la primera Persona de la Santísima Trinidad, Dios Padre, y Dios como Creador del mundo. El Segundo,
de la segunda Persona de la Santísima Trinidad, Jesucristo el Hijo de Dios. El Tercer artículo, de la En-
carnación del Hijo de Dios. El Cuarto artículo, del sufrimiento y muerte de Jesucristo. El Quinto artículo,
de la Resurrección de Jesucristo. El Sexto artículo, de la Ascensión de Jesucristo al cielo. El Séptimo
artículo, de la Segunda Venida de Jesucristo a la tierra. El Octavo artículo, de la tercera Persona de la
Santísima Trinidad, el Espíritu Santo. El Noveno artículo, de la Iglesia. El Décimo artículo, del Bautismo,
en el cual están implicados también los otros Sacramentos. El Undécimo artículo, de la futura Resurrec-
ción de los muertos. El Duodécimo artículo, de la Vida Eterna.

Sobre el Primer artículo

Pregunta: ¿Qué es creer en Dios?


Respuesta: Creer en Dios significa tener una viva creencia en su ser, sus atributos, sus obras, y recibir
con todo el corazón su palabra revelada sobre la salvación del género humano.
Pregunta: ¿Se puede demostrar por las Sagradas Escrituras que la fe en Dios consiste en esto?
Respuesta: El Apóstol San Pablo escribe: “Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que
el que se acerca a Dios crea que existe, y que El premia a los que le buscan” (Heb. 11:6).
El mismo apóstol expresa el efecto de la fe en los cristianos en la siguiente oración por éstos a
Dios: “Para que os dé, conforme con las riquezas de su gloria, el ser fuertemente afirmados, por su Espí-
ritu, en el hombre interior; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (Efesios 3:16-17).
Pregunta: ¿Cuál debe ser el efecto constante e inmediato de una sincera fe en Dios?
Respuesta: La confesión de esta misma fe.
Pregunta: ¿Qué es la confesión de la fe?
Respuesta: Es reconocer abiertamente que guardamos la fe ortodoxa con sinceridad y firmeza; que ni
las seducciones, ni las amenazas, ni las torturas, ni la muerte misma no pueden hacer abandonar nues-
tra fe en el verdadero Dios y en Nuestro Señor Jesucristo.
Pregunta: ¿Por qué es necesaria la confesión de la fe?
Respuesta: El Apóstol San Pablo testimonia que es necesaria para la salvación. “Porque con el corazón
se cree para verdad, pero con la boca se confiesa para salvación” (Rom. 10:10).
Pregunta: ¿Por qué es necesario para la salvación no sólo creer sino confesar la fe ortodoxa?
Respuesta: Porque si alguno, para preservar su vida temporal o sus bienes terrenales, deja de confesar
la fe ortodoxa, muestra con ello que no tiene una verdadera fe en Dios el Salvador y en la vida bienaven-
turada que vendrá.
Pregunta: ¿Por qué no se dice en el Símbolo de la fe simplemente “Creo en Dios,” sino con la adi-
ción “en el Único Dios”?
Respuesta: Para contradecir el error de los paganos, que creían que había muchos dioses.
Pregunta: ¿Por qué nos enseñan las Sagradas Escrituras sobre la Unidad de Dios?
Respuesta: Las palabras del Símbolo de la fe sobre este punto están tomadas del siguiente pasaje del
Apóstol San Pablo: “No hay nada más que un Dios. Pues aunque háyan algunos que se llamen dioses,
sea en el cielo o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores) para nosotros, sin embargo,
sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos en El; y un Señor, Je-
sucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de El” (1 Cor. 8:4-6).
Pregunta: ¿Podemos nosotros conocer la verdadera esencia de Dios?
Respuesta: No. Está por encima de todo conocimiento, no sólo del hombre, sino también de los ángeles.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de este punto?
Respuesta: El Apóstol San Pablo dice que Dios es “El único que tiene inmortalidad, que habita en una
luz inaccesible, a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver.” (1 Tim. 6:16).
Pregunta: ¿Qué idea de la esencia y de los atributos esenciales de Dios puede derivarse de la Re-
velación Divina?
Respuesta: Que Dios es un Espíritu eterno, todo bueno, omnisciente, todo recto, todopoderoso, omni-
presente, inmutable, todosatisfecho y todobendito.
Pregunta: ¿Se demuestra esto por las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Jesucristo mismo ha dicho que “Dios es un Espíritu” (S. Juan 4:24). De la eternidad de Dios,
David dice: “Antes que existieran los montes y se formase la tierra y el mundo desde el siglo, y hasta el
siglo, eres Tú” (Sal. 90 [89]:2).
En el Apocalipsis leemos la siguiente invocación a Dios: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios To-
dopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir” (Apoc. 4:8). El Apóstol San Pablo dice que el
Evangelio fue manifestado “De acuerdo con el mandamiento del Dios eterno” (Rom. 16:26). Sobre la

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bondad de Dios, Jesucristo mismo dice: “Ninguno hay bueno sino uno: Dios” (Mat. 19:17). El Apóstol
Juan dice: “Dios es amor” (1 Juan 4:16). David canta: “El Señor es bondadoso y misericordioso, muy pa-
ciente y grande en misericordia. Bueno es el Señor para con todos, y sus bondades sobre todas sus
obras” (Sal. 145 [144]: 8-9). De la omnisciencia de Dios, el Apóstol San Juan Dice: “Dios es mayor que
nuestro corazón, y todo lo conoce” (1 Juan 3:20). El Apóstol San Pablo exclama: “¡Oh, profundidad de la
riqueza, de la sabiduría y de la razón de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus
caminos!” (Rom. 11:33). Sobre la recta justicia de Dios, David canta: “Porque Dios es recto y ama la ver-
dad. Su rostro ve la verdad.” El Apóstol San Pablo dice: “El cual pagará a cada uno conforme con sus
obras,” y “porque no hay acepción de personas en Dios” (Rom. 2:6-11). Sobre el poder de Dios, el Sal-
mista dice: “Porque El dijo y fue hecho, El mandó y se formó” (Sal. 33 [32]: 9). El Arcangel dice en el
Evangelio: “Porque no hay nada imposible para Dios” (Lucas 1:37). La omnipresencia de Dios la descri-
be David así: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos,
allí estás Tú. Si bajara al Hades, ahí estas Tú. Si tomare alas del alba y habitare en el extremo del mar,
aun allí me guiará tu mano y me asirá tu diestra. Si dijere: ciertamente las tinieblas me cubrirán; aun la
noche resplandecerá alrededor mío. Ya que la penumbra no se oscurecerá ante Ti, y la noche se ilumi-
nará como día” (Sal. 139 [138]: 7-12). El Apóstol Santiago (Jacobo) dice: ..”.del Padre de las Luces, en el
cual no hay mutación, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). El Apóstol San Pablo escribe que “Ni es
honrado por mano de hombre, como si necesitase algo; pues El es quien da a todos vida y aliento, y to-
do” (Hechos 17:25). El mismo Apóstol llama a Dios: “Sólo Soberano, Rey de reinantes y Señor de seño-
res” (1 Tim. 6: 15).
Pregunta: Si Dios es Espíritu, ¿cómo las Sagradas Escrituras le adscriben partes del cuerpo, como
corazón, ojos, oídos y manos?
Respuesta: Las Sagradas Escrituras siguen en esto el lenguaje común del hombre. Pero debemos en-
tender dichas expresiones en un sentido más alto y espiritual. Por ejemplo, el corazón de Dios significa
su bondad o amor. Los ojos y oídos significan su omnisciencia. Las manos, su poder.
Pregunta: Si Dios está en todas partes, ¿por qué dicen las personas que Dios está en el cielo, o en
el templo?
Respuesta: Dios está en todas partes, pero en los cielos tiene una especial presencia manifestada en
gloria eterna a los espíritus bienaventurados. En los templos tiene una especial, graciosa y misteriosa
presencia, devotamente reconocida por los fieles, y manifestada muchas veces por signos extraordina-
rios.
Jesucristo dice: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de
ellos” (Mat. 18:20).
Pregunta: ¿Cómo deben entenderse las palabras del Símbolo de la fe: “Creo en el Único Dios Pa-
dre”?
Respuesta: Esto debe entenderse con referencia al misterio de la Santísima Trinidad. Porque Dios es
uno en sustancia, pero Trino en personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la Trinidad consustancial
e indivisible.
Pregunta: ¿Cómo se habla de la Santísima Trinidad en las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Los principales textos del Nuevo Testamento sobre este punto, son los siguientes: “Por tan-
to, id y convertid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu San-
to” (Mat. 28:19). “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: El Padre, la Palabra y el Espíritu
Santo; y éstos tres son uno” (1 Juan 5:7).
Pregunta: ¿Está mencionada también la Santísima Trinidad en el Antiguo Testamento?
Respuesta: Sí. Sólo que no tan claramente. Por ejemplo: “Por la palabra de Dios fueron hechos los cie-
los, y su ejército por el aliento de su boca” (Salmo 33 [32]: 6). “Santo, Santo, Santo es el Señor de los
ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3).
Pregunta: ¿Cómo es un Dios en tres Personas?
Respuesta: No podemos comprender este misterio inherente a la Divinidad. Pero lo creemos en el infali-
ble testimonio de la palabra de Dios. “Las cosas de Dios no las conoce el hombre, sino el Espíritu de
Dios” (1 Cor. 2:11).
Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre las personas de la Santísima Trinidad?
Respuesta: La diferencia consiste en que El Padre no nace ni procede de ninguna otra persona; el Hijo
ha nacido del Padre en la eternidad y el Espíritu Santo, desde la eternidad, procede del Padre.
Pregunta: ¿Las tres Hipóstasis o Personas de la Santísima Trinidad tienen igual dignidad?
Respuesta: Sí. Todas de absolutamente igual Divina dignidad. El Padre es verdadero Dios, el Hijo es
igualmente verdadero Dios y el Espíritu Santo es verdadero Dios también. Así, en tres Personas hay un
sólo Dios tri-personal.
Pregunta: ¿Por qué es llamado Dios Todopoderoso, Pantocrator?

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Respuesta: Porque El contiene, en su poder y voluntad, todo lo que existe.
Pregunta: ¿Qué significan las palabras del Símbolo de la fe: “Creador del cielo y de la tierra y de
todo lo visible e invisible”?
Respuesta: Esto significa que todo fue hecho por Dios, y que nada puede ser sin Dios.
Pregunta: ¿Son tomadas estas palabras de las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Sí. El Libro del Génesis comienza así: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” El
Apóstol Pablo, hablando de Jesucristo, el Hijo de Dios, dice: “Por El todo fue creado, lo que hay en los
cielos y lo que hay en la tierra, visible e invisible, sean tronos, sean dominios, sean principados, sean
potestades; todo fue creado por El y para El” (Colos. 1:16).
Pregunta: ¿Qué quiere decir en el Símbolo de la fe la palabra invisible?
Respuesta: Se refiere al mundo invisible o espiritual, al cual pertenecen los Angeles.
Pregunta: ¿Qué son los Angeles?
Respuesta: Son Espíritus puros, con inteligencia, voluntad y poder.
Pregunta: ¿Qué significa la palabra Angel?
Respuesta: Significa Mensajero.
Pregunta: ¿Por qué son llamados así?
Respuesta: Porque Dios los envía para anunciar su Voluntad. Por ejemplo, Gabriel fue enviado para
anunciar a la Santísima Doncella María la concepción del Salvador.
Pregunta: ¿Qué fue creado primero, lo visible o lo invisible?
Respuesta: Lo invisible fue creado antes que lo visible, y los Angeles antes que el hombre (Confesión
Ortodoxa, parte 1, preg. 18).
Pregunta: ¿Podemos encontrar algún testimonio de esto en las Sagradas Escrituras?
Respuesta: En el Libro de Job, Dios mismo habla de la creación de la tierra así: “¿Quién puso su piedra
angular? Cuando las estrellas fueron creadas, todos mis Angeles me alababan con fuerte voz” (Job 38:6-
7).
Pregunta: ¿De dónde sale el nombre de Angel Guardián?
Respuesta: De las siguientes palabras de las Sagradas Escrituras: “Pues a sus Angeles mandará cerca
de ti, que te guarden en todos tus caminos” (Sal. 91 [90]:11).
Pregunta: ¿Tiene cada uno de nosotros su Angel Guardián?
Respuesta: Sin duda. Podemos estar seguros de ello, por las siguientes palabras de Jesucristo: “No me-
nospreciéis a ninguno de estos pequeños; porque os digo que sus Angeles en los cielos ven siempre el
rostro de Mi Padre que está en los cielos” (Mat. 18:10).
Pregunta: ¿Son todos los Angeles buenos o benefactores?
Respuesta: No. Hay ángeles malos, llamados también diablos.
Pregunta: ¿Cómo llegaron a ser malos?
Respuesta: Fueron creados buenos, pero se apartaron de su obligación de perfecta obediencia a Dios, y
así cayeron en malos sentimientos, orgullo y malicia. De acuerdo con las palabras del Apóstol Judas Ta-
deo: “Estos son ángeles que no guardaron su primacía, sino que abandonaron su propia morada...” (Ju-
das 6).
Pregunta: ¿Qué quiere decir el nombre diablo?
Respuesta: Significa calumniador, seductor.
Pregunta: ¿Por qué a los ángeles malos se los llama diablos, es decir calumniadores o seducto-
res?
Respuesta: Porque ponen trampas a los hombres, buscando atraerlos malignamente para inspirarles
falsas nociones y malos deseos. A propósito, sobre esto, hablando de los judíos escépticos, Jesucristo
dice: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido
homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando
habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso y padre de la mentira” (Juan 8:44).
Pregunta: ¿Qué nos revelaron las Sagradas Escrituras acerca de la creación del mundo?
Respuesta: En el principio creó Dios los cielos y la tierra: y la tierra era sin forma y vacía. Después Dios
sucesivamente produjo: en el primer día del mundo, la luz; en el segundo, el firmamento o cielo visible;
en el tercero, la reunión de las aguas y la tierra, las tierras emergidas y lo que crece en ellas; en el cuar-
to, el sol, la luna y las estrellas; en el quinto, peces y aves; en el sexto, criaturas cuadrúpedas terrestres
y al hombre. Con él finalizó la creación. En el séptimo día Dios descansó de todas sus obras. De aquí
que el séptimo día se llamó sabbath, que en hebreo significa descanso (Gén 2:2).
Pregunta: ¿Las criaturas visibles fueron creadas como las vemos hoy?
Respuesta: No. En la creación todo era muy bueno, es decir, puro, hermoso y no agresivo.
Pregunta: ¿Estamos informados de algo particular sobre la creación del hombre?

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Respuesta: Dios en la Santísima Trinidad dice: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen y semejanza”
(Gén. 1:26). Y Dios hizo el cuerpo del primer hombre, Adán, de la tierra. Sopló en su cara el aliento de la
vida, lo llevó al Paraíso y le dio por alimento, además de los frutos del Paraíso, el fruto del árbol de la
vida. Y finalmente, habiendo tomado una costilla de Adán mientras dormía, formó de ella la primera mu-
jer, Eva (Gén. 2:22).
Pregunta: ¿En qué consiste la imagen de Dios?
Respuesta: Consiste, como está explicado por el Apóstol San Pablo, “en rectitud y santidad de la verdad”
(Ef. 4:24).
Pregunta: ¿Qué es el aliento de vida?
Respuesta: Es el alma, una sustancia espiritual e inmortal.
Pregunta: ¿Qué es el Paraíso?
Respuesta: La palabra Paraíso significa Jardín. Es el nombre dado a la hermosa y dichosa primera mo-
rada del hombre, descripta en el Génesis como un jardín.
Pregunta: ¿El Paraíso donde el hombre vivió inicialmente fue material o espiritual?
Respuesta: Para el cuerpo del hombre el Paraíso era material, una morada visible y bienaventurada. Pe-
ro para el alma era espiritual, un estado de comunión con Dios por medio de la gracia y una contempla-
ción espiritual de las criaturas (Greg. Theol., Serm. 38: 42; J. Damasc. Theol. libro 2, c. 12, v. 3).
Pregunta: ¿Qué es el árbol de la vida?
Respuesta: Un árbol del cual se nutría el hombre, y que lo libraba de la enfermedad y de la muerte.
Pregunta: ¿Por qué fue hecha Eva con una costilla de Adán?
Respuesta: Para que toda la humanidad, por su origen, sea un mismo cuerpo, y para que los hombres,
naturalmente, se inclinen a amar y cuidar el uno del otro.
Pregunta: ¿Con qué designios creó Dios al hombre?
Respuesta: Para que lo conozca, ame y glorifique, y así sea por siempre bienaventurado.
Pregunta: ¿Cómo se llama en la enseñanza de la fe el hecho de que Dios haya destinado al hom-
bre para la eterna bienaventuranza?
Respuesta: Se llama la Predestinación de Dios.
Pregunta: ¿Permanece invariable la predestinación de Dios, ya que ahora el hombre no es bien-
aventurado?
Respuesta: Sí. Permanece invariable. Porque Dios en su precognición e infinita misericordia, predestinó
para el hombre apartado del camino de bienaventuranza, un nuevo camino de bienaventuranza, por su
Hijo Unigénito Jesucristo. “Nos escogió en El antes de la fundación del mundo,” palabras del Apóstol San
Pablo (Ef. 1:4).
Pregunta: ¿Cómo debemos entender la predestinación de Dios, con respecto a los hombres en
general, y a cada uno en particular?
Respuesta: Dios ha predestinado dar, y dio en realidad, a todos los hombres gracia y medios suficientes
para alcanzar la bienaventuranza. Y a aquellos que reciben voluntariamente la gracia por El dada, utili-
zan los medios de salvación por El otorgados y van por el camino de la bienaventuranza por El indicado,
en particular los predestinó a la bienaventuranza.
Pregunta: ¿Qué se dice de esto en la Palabra de Dios?
Respuesta: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó...” (Rom. 8:29).
Pregunta: ¿Cómo comenta la Iglesia Ortodoxa este punto?
Respuesta: En la Exposición de la Fe de los Patriarcas Orientales se dice: “Como El previó que algunos
usarían bien su libre albedrío, mas otros lo usarían mal, predestinó a los primeros para la gloria y conde-
nó a los últimos” (Art. 2).
Pregunta: ¿Luego de la creación del mundo y del hombre, qué acción de Dios prosiguió en rela-
ción con el mundo y especialmente para con el hombre?
Respuesta: La Divina Providencia.
Pregunta: ¿Que es la Divina Providencia?
Respuesta: La Divina Providencia es la constante acción del poder, sabiduría y bondad de Dios, por la
cual El preserva el ser y la fuerza de sus criaturas, los dirige a buen fin y los asiste en todo lo bueno. Y
corta o corrige el mal que surge de apartarse del bien, y le hace producir buenos resultados.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de la Divina Providencia?
Respuesta: Jesucristo mismo dice: “Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan, ni recogen en
graneros, y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mat. 6:26).
De estas palabras se demuestra la providencia general de Dios sobre las criaturas y la providencia
especial sobre el hombre. Todo el Salmo 91 [90] es una descripción de la providencia especial y mani-
fiesta de Dios sobre el hombre.

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Sobre el segundo artículo

Pregunta: ¿Cómo deben entenderse los nombres: Jesucristo, el Hijo de Dios?


Respuesta: Hijo de Dios se llama la segunda Persona de la Santísima Trinidad con respecto a su Divini-
dad. Hijo de Dios fue llamado Jesús cuando nació en la tierra como hombre.
Cristo es el nombre dado por los Profetas, que esperaban su advenimiento sobre la tierra.
Pregunta: ¿Qué significa el nombre Jesús?
Respuesta: Salvador.
Pregunta: ¿Por quién fue dado el nombre Jesús?
Respuesta: Por el Arcangel Gabriel.
Pregunta: ¿Por qué fue dado este nombre al Hijo de Dios en su nacimiento sobre la tierra?
Respuesta: Porque nació para salvar al hombre.
Pregunta: ¿Qué significa el nombre Cristo?
Respuesta: Ungido.
Pregunta: ¿De dónde viene este nombre Ungido?
Respuesta: De la unción con santos óleos, por los cuales se otorgan los dones del Espíritu Santo.
Pregunta: ¿Solamente Jesús, el Hijo de Dios se llama Ungido?
Respuesta: No. En tiempos antiguos, Ungido era título de Reyes, Sumos Sacerdotes y Profetas.
Pregunta: ¿Por qué entonces Jesús, el Hijo de Dios, es llamado el Ungido?
Respuesta: Porque en su naturaleza humana poseyó todos los dones del Espíritu Santo, en su más alto
grado: el conocimiento de Profeta, la santidad de Sumo Sacerdote y el poder de Rey.
Pregunta: ¿En qué sentido se llama a Jesucristo, Señor?
Respuesta: En el sentido que El es verdadero Dios, porque Señor es uno de los nombres de Dios.
Pregunta: ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras sobre la Divinidad de Jesucristo, el Hijo de Dios?
Respuesta: “En el principio era la Palabra, y la Palabra era en Dios, y Dios era la Palabra” (Juan 1:1).
Pregunta: ¿Por qué es llamado Jesucristo el Hijo Unigénito de Dios?
Respuesta: Esto significa que El solamente es el Hijo de Dios, nacido de la sustancia de Dios Padre y
por ello es de una misma sustancia con Dios Padre; por lo tanto excede sin comparación a todos los
santos ángeles y a todos los hombres santos, que son llamados hijos de Dios por la gracia (Juan 1:12).
Pregunta: ¿Llaman las Sagradas Escrituras a Jesús Unigénito?
Respuesta: Sí. Por ejemplo en las siguientes palabras del Evangelista Juan: “Y aquella Palabra fue
hecha carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como el Unigénito del Padre, lleno de gra-
cia y de verdad” (Juan 1:14). “A Dios nadie lo vio jamás; el Unigénito Hijo, que está en el seno del Padre,
El lo ha dado a conocer” (íd. 1-18).
1 Pregunta: ¿Por qué en el Símbolo de la fe está dicho que el Hijo de Dios es nacido del Padre?
Respuesta: Con esto se describe la propiedad por la cual El se diferencia de las otras personas de la
Santísima Trinidad.
Pregunta: ¿Para qué está escrito que El es nacido antes de todos los siglos?
Respuesta: Para que nadie piense que hubo algún momento en el cual El no existió. De otra forma: con
esto se explica que Jesucristo es también eterno Hijo de Dios, como eterno es Dios Padre.
Pregunta: ¿Qué significan en el Símbolo de la fe las palabras “Luz de Luz”?
Respuesta: Al igual que la luz visible, expresa un poco el inalcanzable nacimiento del Hijo de Dios del
Padre. Por el sol vemos luz. De esta luz se genera la luz visible en todas partes, pero una y otra son la
misma luz, indivisible y de una misma naturaleza; de la misma manera, Dios Padre es la Luz eterna
(Juan 1: 5). De El nace el Hijo de Dios, que también es Luz eterna. Dios Padre y Dios Hijo son una mis-
ma y eterna Luz, indivisible y de una misma sustancia Divina.
Pregunta: ¿Qué fuerza hay en las palabras del Símbolo de la fe “Dios verdadero de Dios verdade-
ro”?
Respuesta: Esto es que el Hijo de Dios es llamado Dios en el mismo y propio sentido que Dios Padre.
Pregunta: ¿Son éstas palabras de las Sagradas Escrituras?
Respuestas: Sí. Son tomadas del siguiente pasaje de San Juan el Teólogo: “Sabemos que el Hijo de
Dios ha venido, y nos ha dado luz y entendimiento para que conozcamos a Dios verdadero, y estemos
en su verdadero Hijo, Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna” (1Juan 5: 20).
Pregunta: ¿Por qué se agrega luego en el Símbolo de la fe que el Hijo de Dios es nacido, no crea-
do?
Respuesta: Esto fue hecho contra Arrio, que impíamente pensaba que el Hijo de Dios fue creado.
Pregunta: ¿Qué significan las palabras: “consustancial con el Padre”?
Respuesta: Significan que el Hijo de Dios es de una misma y divina sustancia con Dios Padre.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de esto?

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Respuesta: Jesucristo mismo habla de Sí y de Dios Padre de esta forma: “Yo y el Padre somos uno”
(Juan 10:30).
Pregunta: ¿Qué se demuestra por las siguientes palabras del Símbolo de la fe: “por quien todo fue
hecho las cosas”?
Respuesta: Que Dios Padre creó todas las cosas por medio de su Hijo, su eterna Sabiduría y su eterna
Palabra. “Todo fue por medio de El, y sin El nada de lo que fue, fue” (Juan 1:3).

Sobre el Tercer artículo

Pregunta: ¿De quién se dice en el Símbolo de la fe que descendió de los cielos?


Respuesta: Del Hijo de Dios.
Pregunta: ¿Cómo descendió de los cielos siendo que Dios está en todas partes?
Respuesta: Es verdad que está en todas partes, en la tierra y en el cielo; pero en la tierra El era antes
invisible y luego apareció en cuerpo. En este sentido se dice que descendió de los cielos.
Pregunta: ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras respecto de esto?
Respuesta: He aquí las propias palabras de Jesucristo: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del
cielo; el Hijo del Hombre que está en el cielo” (Juan 3:13).
Pregunta: ¿Para qué descendió de los cielos el Hijo de Dios?
Respuesta: Por nosotros los hombres y para nuestra salvación, como dice el Símbolo de la fe.
Pregunta: ¿En qué sentido se dice que el Hijo de Dios descendió de los cielos por nosotros los
hombres?
Respuesta: En el sentido de que vino a la tierra no para una nación ni para algunos hombres solamente,
sino para todos.
Pregunta: ¿A salvarnos de qué vino el Hijo de Dios a la tierra?
Respuesta: Del pecado, de la maldición y de la muerte.
Pregunta: ¿Qué es el pecado?
Respuesta: La transgresión de la Ley. “El pecado es la transgresión de la Ley” (1 Juan 3:4).
Pregunta: ¿De dónde le viene el pecado al hombre, visto que éste fue creado a imagen de Dios, y
Dios no puede pecar?
Respuesta: Del diablo. “El que comete pecado es del diablo; porque el diablo pecó desde el principio” (1
Juan 3:8).
Pregunta: ¿Cómo pasó el pecado del diablo al hombre?
Respuesta: El diablo sedujo a Eva y Adán, y los indujo a transgredir el mandamiento de Dios.
Pregunta: ¿Qué mandamiento?
Respuesta: Dios mandó a Adán en el Paraíso no comer el fruto del Arbol del conocimiento del bien y del
mal, y le advirtió que tan pronto como lo comiere, morirá con muerte.
Pregunta: ¿Por qué traería la muerte al hombre el hecho de comer del Arbol del conocimiento del
bien y del mal?
Respuesta: Porque representaba desobediencia a la voluntad divina, y así separaba al hombre de Dios y
de su Gracia, y lo enajenaba de la vida de Dios.
Pregunta: ¿Qué propiedad había en el nombre del Arbol del bien y del mal?
Respuesta: Comiendo su fruto el hombre sabría lo que hay de bueno en obedecer la voluntad de Dios, y
lo que hay de malo en desobedecerla.
Pregunta: ¿Cómo pudieron Adán y Eva escuchar al diablo contra la voluntad de Dios?
Respuesta: Dios, en su bondad, en la creación del hombre, le dio la voluntad naturalmente dispuesta a
amar a Dios, pero libre; y el hombre usó de esa libertad para el mal.
Pregunta: ¿Cómo sedujo el diablo a Adán y Eva?
Respuesta: Eva vio en el Paraíso una serpiente, que le aseguró que si el hombre comiera el fruto del
Arbol del conocimiento del bien y del mal, conocería el bien y el mal, y serían como dioses. Eva fue ten-
tada por esta promesa y por la belleza del fruto, y comió de él. Adán comió después, siguiendo su ejem-
plo.
Pregunta: ¿Qué es lo que sucedió al pecado de Adán?
Respuesta: La maldición y la muerte.
Pregunta: ¿Qué es la maldición?
Respuesta: Es la condenación del pecado por el recto juicio de Dios, y del mal que el pecado trajo a la
tierra para el castigo del hombre. Dios dijo a Adán: “Maldita es la tierra por tu causa” (Gén. 3:17).
Pregunta: ¿Cuál es la muerte que vino por el pecado de Adán?
Respuesta: Es doble. Corporal, cuando el cuerpo pierde el alma que la anima. Y espiritual, cuando el
alma pierde la gracia de Dios, que la anima con la más alta vida espiritual.

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Pregunta: ¿Puede entonces el alma morir, como el cuerpo?
Respuesta: Puede morir, pero no como el cuerpo. El cuerpo, cuando muere, pierde sentido y se disuel-
ve. El alma, cuando muere por el pecado, pierde la luz espiritual, la felicidad y la bienaventuranza, pero
no se disuelve ni es aniquilada, sino que permanece en un estado de oscuridad, angustia y sufrimiento.
Pregunta: ¿Por qué mueren todos los hombres, y no murieron únicamente los primeros hombres?
Respuesta: Porque todos venimos de Adán desde su infección por el pecado, y además todos pecamos.
Como de una fuente infectada naturalmente fluye una corriente infectada, así de un padre infectado por
el pecado, que es consecuentemente mortal, naturalmente procede una posteridad infectada por el pe-
cado, y como él, también mortal.
Pregunta: ¿Cómo hablan de esto las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Dicen: “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la
muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12).
Pregunta: ¿Tuvo el hombre algún beneficio del fruto del Arbol de la vida, después de haber peca-
do?
Respuesta: Después que pecó, el hombre no pudo comer más de él, pues fue expulsado del Paraíso.
Pregunta: ¿Quedó entonces al hombre alguna esperanza de salvación?
Respuesta: Cuando nuestros primeros padres confesaron ante Dios su pecado, Dios, en su misericordia,
les dio una esperanza de salvación.
Pregunta: ¿En qué consiste esta esperanza?
Respuesta: Dios prometió que “la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente” (Gén. 3:15).
Pregunta: ¿Qué significa esto?
Respuesta: Que Jesucristo vencería al diablo que tentó al hombre, y libraría al hombre del pecado, de la
maldición y de la muerte.
Pregunta: ¿Por qué Jesucristo es llamado la simiente de la mujer?
Respuesta: Porque nació en la tierra sin hombre, de la Santísima Doncella María.
Pregunta: ¿Qué beneficio hubo en esta promesa?
Respuesta: Que desde el tiempo de la promesa, el hombre podía creer salvamente ***en el Salvador que
iba a venir, como ahora nosotros creemos que el Salvador ha venido.
Pregunta: ¿Creía realmente la gente, en los tiempos antiguos, que iba a venir un Salvador?
Respuesta: Algunos sí, pero la mayor parte olvidaron la promesa de Dios sobre un Salvador.
Pregunta: ¿Repitió Dios su promesa?
Respuesta: Muchas veces. Por ejemplo, hizo a Abraham la promesa sobre el Salvador en las siguientes
palabras: “En tu semilla, todas las naciones de la tierra serán benditas” (Gén. 22:18). La misma promesa
la repitió a David en las siguientes palabras: “Yo afirmaré tu simiente tras de ti, y estableceré Su trono
para siempre” (2 Samuel 7:12-15).
Pregunta: ¿Qué debemos entender por la palabra Encarnación?
Respuesta: Que el Hijo de Dios tomó para Sí cuerpo humano, sin pecado, y se hizo Hombre sin dejar de
ser Dios.
Pregunta: ¿De dónde se tomó la palabra Encarnación?
Respuesta: De las palabras del Evangelista San Juan: “Y la Palabra se hizo carne” (Juan 1:14).
Pregunta: ¿Por qué el Símbolo de la fe, después que se dice que el Hijo de Dios fue encarnado, se
agrega que se hizo Hombre?
Respuesta: Para que nadie pueda imaginar que el Hijo de Dios tomó solamente una carne y cuerpo, sino
que se reconozca en El un Hombre perfecto e integrado en cuerpo y alma.
Pregunta: ¿Tenemos de éste algún testimonio en las Sagradas Escrituras?
Respuesta: El Apóstol San Pablo escribe: “Hay un sólo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo
Hombre” (1 Tim. 2:5).
Pregunta: ¿Entonces hay una sola naturaleza en Cristo?
Respuesta: No, en El hay, sin separación y sin confusión, dos naturalezas: la divina y la humana.
Pregunta: ¿No hay, entonces, dos personas?
Respuesta: Hay una persona, Dios y Hombre a la vez. En una palabra, un Dios-Hombre.
Pregunta: ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras sobre la Encarnación del Hijo de Dios por el Espíritu
Santo, de la Doncella María?
Respuesta: El Evangelista San Lucas relata que cuando la Doncella María preguntó al Angel que le
anunció la concepción de Jesús “¿cómo será esto? pues no conozco varón,” el Angel le respondió: “El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también lo
Santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:34-35).
Pregunta: ¿Quién era la Doncella María?

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Respuesta: Una Santa Doncella del linaje de Abraham y de David, de cuya estirpe el Salvador habría de
venir por la promesa de Dios. Estaba comprometida con José, un hombre del mismo tronco familiar, para
que él fuese su guardián, pues Ella estaba dedicada a Dios con un voto de perpetua virginidad.
Pregunta: ¿Permaneció María siempre Virgen?
Respuesta: Permaneció y permanece siempre Virgen, antes del parto, durante el parto y después del
parto del Salvador; y por ello es llamada la siempre Doncella.
Pregunta: ¿Con qué otro gran título honra la Iglesia Ortodoxa a la Santísima Doncella María?
Respuesta: Con el de Madre de Dios.
Pregunta: ¿Puede demostrarse el origen de este título por las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Está tomado de las siguientes palabras del Profeta Isaías: “He aquí que la doncella concebi-
rá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel, esto es Dios con nosotros” (Isaías 7:14; Mateo
1:23). Así también la recta Elizabeth llama a la Santísima Doncella como Madre del Señor, es decir la
Madre de Dios: “¿De dónde es esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lucas 1:43).
Pregunta: ¿En qué sentido es llamada la Santísima Doncella como Madre de Dios?
Respuesta: Pese a que Jesucristo nació de Ella no en su Divinidad, que es eterna sino en humanidad,
ella es justamente llamada Madre de Dios; porque el que nació de ella era ambas cosas en la concep-
ción misma (Dios y Hombre), y en su nacimiento carnal de ella, era Verdadero Dios.
Pregunta: ¿Qué debemos pensar sobre la dignidad de la Santísima Doncella María?
Respuesta: Como Madre del Señor, ella excede a toda criatura en gracia y cercanía a Dios, y no sólo en
dignidad. Por ello, la Iglesia Ortodoxa la honra mucho más que a los Querubines y los Serafines.
Pregunta: ¿Qué otro argumento existe para remarcar el nacimiento de Jesucristo de la Santísima
Doncella María?
Respuesta: Que ese nacimiento fue perfectamente santo y exento de pecado, y sin dolor (J. Damasc.
Teólog. libro 4, cap. 14, 6.).
Pregunta: ¿Qué providencia preparó Dios para que la humanidad conociese el nacimiento del Sal-
vador?
Respuesta: Hubo muchas predicciones exactas sobre las circunstancias de su nacimiento y vida sobre la
tierra. Por ejemplo, el Profeta Isaías predijo que el Salvador nacería de una doncella (Is. 7:14). El Profeta
Miqueas predijo que el Salvador iba a nacer en Belén. Y esto lo comprendieron los judíos aun antes de
que se enterasen de su cumplimiento (Miqueas 5:1-4 y Mateo 2:4-6). El Profeta Malaquías, después de
la construcción del segundo templo de Jerusalem, profetizó que la venida del Salvador estaba cerca, y
que El vendría a este templo, y que antes que El sería enviado un Precursor semejante al Profeta Elías,
entendiéndose éste como claramente referido a San Juan Bautista (Mal. 3:1 y 4:5). El Profeta Zacarías
predijo la entrada triunfal del Salvador en Jerusalem (Zac. 9:9). El Profeta Isaías, con maravillosa clari-
dad, predijo los sufrimientos del Salvador (Is. 53:3-12). David, en el Salmo 22 [21], describe los sufri-
mientos del Salvador en la Cruz con tanta exactitud como si lo hubiera escrito al pie de la Cruz misma. Y
Daniel, 490 años antes de Jesucristo, predijo la aparición del Salvador, su muerte en la Cruz y la subse-
cuente destrucción del Templo y de Jerusalem, y la abolición de los sacrificios del Antiguo Testamento
(Daniel 9).
Pregunta: ¿Reconocieron en realidad los hombres a Jesucristo como el Salvador en la época que
nació y vivió en la tierra?
Respuesta: Muchos lo reconocieron, y de varias maneras. Los sabios de Oriente lo reconocieron por la
estrella que apareció en Oriente antes de su nacimiento. Los pastores de Belén lo supieron por los ánge-
les, que dijeron que el Salvador había nacido en la ciudad de David. Simeón y Ana, por revelación espe-
cial del Espíritu Santo, lo conocieron cuando El fue llevado al Templo, cuarenta días después de su na-
cimiento. San Juan Bautista, al bautizarlo en el río Jordán, lo reconoció por revelación, por el descenso
del Espíritu Santo sobre el Salvador, en forma de paloma, y por la voz de Dios Padre que provino del
cielo: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mat. 3:17). Una voz semejante fue oída por los
Apóstoles Pedro, Santiago (Jacobo) y Juan durante la Transfiguración: “Este es mi Hijo amado, en quien
me complazco; a El oíd” (Marcos 9:7). Además, muchos lo reconocieron por la excelencia de su ense-
ñanza y especialmente por los milagros que obró.
Pregunta: ¿Qué milagros obró Jesucristo?
Respuesta: Curó personas poseídas por demonios y a enfermos incurables, por una simple mirada suya,
por una palabra, o por el toque de su mano, e incluso fueron curadas al tocar ellos su ropa. Una vez con
cinco y otra vez con siete panes, alimentó en el desierto a varios miles de personas. Caminó sobre las
aguas y con una palabra calmó la tormenta. Resucitó a los muertos: al hijo de la viuda de Naín, a la hija
de Jairo y a Lázaro al cuarto día después de su muerte.
Pregunta: ¿En qué forma efectuó el Hijo de Dios nuestra salvación?
Respuesta: Por su enseñanza, su vida, su muerte y su resurrección.

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Pregunta: ¿Cuál era la enseñanza de Cristo?
Respuesta: El Evangelio del reino de Dios, o, en otras palabras, la enseñanza de la salvación y biena-
venturanza eterna, la misma que es profesada en la Iglesia Ortodoxa (Marcos 1:14-15).
Pregunta: ¿Cómo tenemos salvación por la enseñanza de Cristo?
Respuesta: Cuando la recibimos con todo nuestro corazón, y actuamos de acuerdo con ella. Porque así
como las palabras mentirosas del diablo recibidas por nuestros ancestros, se convirtieron en ellos en
semilla del pecado y la muerte, por el contrario la verdadera Palabra de Cristo, recibida de corazón por
los cristianos, se convierte en ellos en semilla de vida santa e inmortal. En las palabras del Apóstol San
Pedro: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que
vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23)
Pregunta: ¿De qué manera es salvadora para nosotros la vida de Cristo?
Respuesta: Imitándola. Porque El dice: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también
estará mi servidor” (Juan 12:26).

Sobre el Cuarto artículo

Pregunta: ¿Cómo ocurrió que Jesucristo fue crucificado siendo que sus enseñanzas y sus obras debían
haber impulsado a los hombres a reverenciarlo?
Respuesta: Los jefes de los judíos y los escribas lo odiaban, porque El rebatía sus falsas enseñanzas y
sus malas vidas. Y le envidiaban, porque el pueblo que escuchaba sus enseñanzas y veía obrar sus mi-
lagros, lo estimaba más que a ellos. Por ello lo acusaron falsamente y lo condenaron a muerte.
Pregunta: ¿Por qué se dice que Jesucristo fue crucificado en tiempos de Poncio Pilatos?
Respuesta: Para indicar en qué momento histórico fue crucificado.
Pregunta: ¿Quién fue Poncio Pilatos?
Respuesta: El gobernador romano de Judea, que estaba sujeta al Imperio Romano.
Pregunta: ¿Por qué es digna de remarcarse esta circunstancia?
Respuesta: Porque en ella vemos el cumplimiento de la profecía de Jacobo: “No será quitado el cetro de
Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga el Reconciliador; y a él se le congregarán los
pueblos” (Gén. 49:10).
Pregunta: ¿Por qué no se dice solamente en el Símbolo de la fe que Jesucristo fue crucificado,
sino que también sufrió?
Respuesta: Para mostrar que su crucifixión no fue sólo una apariencia de sufrimiento y muerte, como
dicen algunos herejes, sino un real sufrimiento y muerte.
Pregunta: ¿Por qué se menciona también que fue sepultado?
Respuesta: Esto también es para reafirmarnos que realmente murió y que resucitó, pues sus enemigos
pusieron una guardia ante su sepulcro y lo sellaron herméticamente.
Pregunta: ¿Cómo pudo Jesucristo sufrir y morir, siendo Dios?
Respuesta: Sufrió y murió, no en su Divinidad, sino en su humanidad. Y esto no porque no pudiese evi-
tarlo, sino porque quiso sufrir. El mismo dijo: “Yo entrego mi vida para volverla a tomar. Nadie me la qui-
ta, sino que Yo por mí mismo la entrego. Tengo poder para entregarla y tengo poder para volverla a to-
mar” (Juan 10: 17-18).
Pregunta: ¿En qué sentido se dice que Jesucristo fue crucificado para y por nosotros?
Respuesta: En el sentido de que, por su muerte en la Cruz, nos libró del pecado, la maldición y la muer-
te.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de esta liberación?
Respuesta: Se refieren a la liberación del pecado: “En Quien tenemos redención por su sangre, el per-
dón de los pecados según las riquezas de su gracia” (Efes. 1:7). Se refieren, asimismo, a la liberación de
la maldición: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” (Gál. 3:13). Y a
la liberación de la muerte: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, El también parti-
cipó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al
diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servi-
dumbre” (Hebr. 2: 14-15).
Pregunta: ¿De qué manera la muerte de Jesucristo en la Cruz nos libra del pecado, la maldición y
la muerte?
Respuesta: Para que podamos comprender más rápidamente el misterio, la palabra de Dios hace la
comparación de Jesucristo con Adán. Adán es, por naturaleza, la cabeza de toda la humanidad, que es
una con él por ser su descendencia. Jesucristo, en quien la divinidad está unida a la humanidad, gracio-
samente hizo de sí mismo la nueva y todopoderosa cabeza del hombre, al que unió a sí mismo por la fe.
Es así que, como en Adán caímos en el pecado, la maldición y la muerte, en Jesucristo nos liberamos

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para siempre del pecado, la maldición y la muerte. Su sufrimiento voluntario y la muerte en la Cruz por
nosotros, siendo de infinito valor y mérito, como muerte del Unico Sin Pecado, Dios y Hombre en una
misma persona, es una perfecta satisfacción a la justicia de Dios, que nos condenó a muerte por el pe-
cado. Es un mérito infinito, que nos otorgó gracias a El el derecho sin discriminación a la justicia, para
darnos a nosotros los pecadores el perdón por nuestros pecados y la gracia para obtener la victoria so-
bre el pecado y la muerte.
“Pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas
de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col.
1:26-27); “Pues si por la transgresión de uno sólo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno
sólo, Jesucristo” (Rom. 5:17); “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Je-
sús, los que no andan conforme con la carne, sino conforme con el Espíritu. Porque la ley del Espíritu de
vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para
la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a
causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en noso-
tros, que no andamos conforme con la carne, sino conforme con el Espíritu” (Rom. 8:1-4).
Pregunta: ¿Estrictamente hablando, fue por todos nosotros que Jesucristo sufrió?
Respuesta: El se ofreció a Sí mismo como sacrificio estrictamente para todos, y obtuvo para todos gracia
y salvación; pero esto beneficia sólo a aquellos de nosotros que, por nuestro propio libre albedrío tene-
mos “participación de sus padecimientos, llegando a ser semejantes a El en su muerte” (Filip. 3:10)
Pregunta: ¿Cómo podemos tener participación en los padecimientos y muerte de Jesucristo?
Respuesta: Tenemos participación en los padecimientos y muerte de Jesucristo por una viva y sincera
fe, por la participación en los Sacramentos, en los que están contenidas y selladas las virtudes de sus
salvadores sufrimientos y muerte. Y, finalmente, por la crucifixión de nuestra carne con sus concupiscen-
cias y pasiones. Dice el Apóstol: “Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo
en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gal. 2:19-
20); “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en
su muerte?” (Rom. 6:3); “Así pues, todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la
muerte del Señor anunciáis hasta que El venga” (1 Cor. 11:26); “Los que son de Cristo, han crucificado
la carne con sus concupiscencias y pasiones” (Gál. 5:24).
Pregunta: ¿Cómo podemos crucificar la carne con sus concupiscencias y pasiones?
Respuesta: Refrenando las concupiscencias y pasiones, y haciendo lo que es contrario a ellas. Por
ejemplo, cuando la ira nos impulsa a atacar a un enemigo y a hacerle daño, si entonces resistimos ese
deseo recordando que Jesucristo en la Cruz oró por sus enemigos, y rogando igualmente por los nues-
tros, crucificamos nuestra pasión de la ira.

Sobre el Quinto artículo

Pregunta: ¿Cuál es la primera y más seria prueba dada por Jesucristo, de que sus padecimientos y
muerte trajeron salvación para nosotros hombres?
Respuesta: Que resucitó, y así puso los cimientos para nuestra también bendita resurrección. “Mas aho-
ra Cristo ha resucitado de los muertos, haciéndose primicia para los muertos” (1 Cor. 15:20).
Pregunta: ¿Qué podemos pensar del estado en que Jesucristo estuvo después de su muerte y
antes de su resurrección?
Respuesta: Esto está descrito en el siguiente himno de la Iglesia: “Corporalmente, en el sepulcro; como
Dios, en el hades con el alma; en el paraíso con el malhechor, asimismo estabas en el Trono, Cristo, con
el Padre y el Espíritu, ¡oh! Indescriptible, que todo lo llenas.”
Pregunta: ¿Qué es el hades o infierno?
Respuesta: Hades es una palabra griega que significa lugar privado de luz. En teología se entiende por
este nombre una prisión espiritual, es decir, el estado de aquellos espíritus que están separados, por el
pecado, de la visión del semblante de Dios y de la luz y bendición que ello confiere (Judas 1:6; Octoecos
tono 5; Stijarion 2. 4).
Pregunta: ¿Para qué descendió Jesucristo al Hades?
Respuesta: Para proclamar allí también su victoria sobre la muerte y liberar a las almas que con fe
aguardaban su venida.
Pregunta: ¿Hablan de esto las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Se refieren a ello en el siguiente pasaje: “Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió
una sola vez por los pecados, el Recto por los no rectos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu. En
el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados” (1Pedro 3:18-19).

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Pregunta: ¿Qué debemos remarcar en las siguientes palabras del Símbolo de la fe: “y resucitó al
tercer día conforme con las Escrituras”?
Respuesta: Estas palabras están en el Símbolo de la fe, tomadas del siguiente pasaje de la Epístola a
los Corintios: “Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros
pecados, conforme con las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme con las
Escrituras” (1Cor. 15:3-4).
Pregunta: ¿Qué significado hay en las palabras “conforme con las Escrituras”?
Respuesta: Por estas palabras se muestra que Jesucristo murió y resucitó, precisamente como fue escri-
to de El, proféticamente, en los libros del Antiguo Testamento.
Pregunta: ¿Dónde, por ejemplo, hay algo escrito sobre esto?
Respuesta: En el capítulo 53 del libro del Profeta Isaías, los sufrimientos y muerte de Jesucristo se prefi-
guran particularmente: “El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó
el castigo que nos trae la paz, y con sus heridas hemos sido curados” (Is. 53: 5). Sobre la resurrección
de Cristo, el Apóstol San Pedro toma las palabras del Salmo 16 (15): ..”. no abandonarás mi alma en el
hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción” (Hechos 2: 27).
Pregunta: ¿Está en algún otro lugar del Antiguo Testamento que Jesucristo resucitaría precisa-
mente al tercer día?
Respuesta: Una profecía sobre ello está prefigurada en el Profeta Jonás: “Y Jonás estuvo en el vientre
del pez tres días y tres noches” (Jon. 2: 1).
Pregunta: ¿Cómo se supo que Jesucristo había resucitado?
Respuesta: Los soldados que montaban guardia en su sepulcro supieron de ello, se aterrorizaron cuan-
do un Angel del Señor apartó la piedra que cerraba la tumba y al mismo tiempo hubo un gran terremoto.
Asimismo, hubo Angeles que anunciaron la Resurrección de Cristo a María Magdalena y otras santas
mujeres. Jesucristo mismo, el día de su Resurrección, se apareció a muchos, como a las mujeres miró-
foras, a San Pedro, a los dos discípulos en el camino de Emaús y finalmente a todos los Apóstoles en la
casa, estando cerradas las puertas. Después se mostró varias veces a ellos en el período de cuarenta
días; y un día fue visto por más de quinientos creyentes a la vez (1 Cor. 15:6).
Pregunta: ¿Por qué se mostró Jesucristo a los Apóstoles por espacio de cuarenta días?
Respuesta: En este tiempo continuó enseñándoles los misterios del reino de Dios (Hechos 1:3).

Sobre el Sexto artículo

Pregunta: ¿Está tomada de las Sagradas Escrituras la descripción de la Ascensión de Nuestro Señor
en el sexto artículo del Símbolo de la fe?
Respuesta: Está tomada de los siguientes pasajes de las Sagradas Escrituras: “Este que bajó es el mis-
mo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo” (Ef. 4:10); “Tenemos un Sumo Sacerdo-
te tal, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos” (Hebr. 8:1).
Pregunta: ¿Fue en su divinidad o en su humanidad que Jesucristo ascendió a los cielos?
Respuesta: En su humanidad. En su divinidad siempre estuvo, está y estará en el cielo.
Pregunta: ¿Por qué se dice que Jesucristo está sentado a la diestra del Padre, siendo que Dios
está en todas partes?
Respuesta: Esto debe ser entendido espiritualmente. Jesucristo tiene una misma e igual majestad y glo-
ria con Dios Padre.

Sobre el Séptimo artículo

Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de la segunda venida de Cristo?


Respuesta: “Este mismo Jesús que se ha elevado desde vosotros al cielo, volverá de la misma manera
que le habéis visto irse al cielo” (Hechos 1:11). Esto fue dicho por los Angeles a los Apóstoles en el mo-
mento mismo de la Ascensión del Señor.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de su futuro Juicio?
Respuesta: “Porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que
hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; pero los que hicieron lo malo, irán a resurrección de
condenación” (Juan 5:28-29). Éstas son palabras de Cristo mismo.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras del reino que no tendrá fin?
Respuesta: “Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David
su padre; y reinará sobre la casa de Jacobo para siempre y su reino no tendrá fin” (Lucas 1:32-33). Éstas
son palabras del Angel a la Madre de Dios.

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Pregunta: ¿Será la segunda venida de Cristo semejante a la primera?
Respuesta: No, será muy diferente. Vino para sufrir por nosotros con gran humildad, pero vendrá para
juzgarnos: “En su gloria, y todos los santos ángeles con El” (Mat. 25:31).
Pregunta: ¿Juzgará a todos los hombres?
Respuesta: A todos sin excepción.
Pregunta: ¿Cómo los juzgará?
Respuesta: La conciencia de cada hombre será expuesta ante todos, y serán revelados todos los actos
que hizo durante su vida en la tierra, las palabras que pronunció y sus deseos y pensamientos secretos.
“Hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intencio-
nes de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Cor. 4:5).
Pregunta: ¿Nos condenará incluso por las malas palabras y pensamientos?
Respuesta: Sin duda, a menos que las borremos por el arrepentimiento, por la fe y que enmendemos
nuestra vida: “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta
el día del juicio” (Mat. 12:36).
Pregunta: ¿Vendrá pronto Jesucristo para el Juicio?
Respuesta: No lo sabemos, y por lo tanto nos corresponde vivir de tal forma para estar siempre prepara-
dos a ello. “El Señor no retarda su promesa, como algunos piensan, sino que es paciente para con noso-
tros, no queriendo que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Se-
ñor vendrá como ladrón en la noche” (2 Pedro 3:9-10). “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora
en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Mat. 25:13).
Pregunta: ¿Nos han sido revelados algunos signos de la proximidad de la venida de Cristo?
Respuesta: En la palabra de Dios nos fueron revelados algunos signos, como la pérdida de fe y el amor
entre los hombres, la abundancia de iniquidad y calamidades, la predicación del Evangelio a todas las
naciones y la venida del Anticristo.
Pregunta: ¿Qué es el Anticristo?
Respuesta: El adversario de Cristo, que tratará de vencer a la cristianismo, pero en lugar de ello obten-
drá para sí mismo un fin terrible (2 Tes. 2:8).
Pregunta: ¿Qué es el Reino de Cristo, o sea el Reino de Dios?
Respuesta: Es el Reino de los creyentes en Cristo fundado por El y de los que se esfuerzan por cumplir
con la voluntad del Padre celestial. Este Reino de Dios, abierto con la venida de Cristo Salvador a la tie-
rra, fija su morada en el alma de la gente en forma imperceptible y la prepara en la tierra para el recibi-
miento del Reino de los cielos, que se manifestará en el fin de los siglos.
Pregunta: ¿De cuál de éstos se dice en el Símbolo de la fe que no tendrá fin?
Respuesta: Del Reino de Gloria.

Sobre el Octavo artículo

Pregunta: ¿En qué sentido es llamado Señor el Espíritu Santo?


Respuesta: En el mismo sentido que el Hijo de Dios, esto es, como Dios verdadero.
Pregunta: ¿Hay testimonio de ello en las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Está claro en las palabras del Apóstol San Pedro para amonestar a Ananías: “¿Por qué entró
Satanás en tu corazón para hacerte mentir al Espíritu Santo?,” y más adelante: “Le has mentido a Dios,
no a los hombres” (Hechos 5:3-4).
Pregunta: ¿Qué debemos entender cuando el Espíritu Santo es llamado el Vivificador?
Respuesta: Quiere decir que El, junto con Dios Padre y el Hijo, dan vida a toda criatura, y especialmente
vida espiritual al hombre: “El que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”
(San Juan 3:5).
Pregunta: ¿De dónde sabemos que el Espíritu Santo procede del Padre?
Respuesta: Lo sabemos por las siguientes palabras de Jesucristo mismo: “Cuando venga el Consolador,
el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, y que Yo os enviaré desde el Trono del Padre, el que da
testimonio de Mí” (San Juan 15:26).
Pregunta: ¿La enseñanza de la procedencia del Espíritu Santo admite algún cambio o agregado?
Respuesta: No. Primero, porque la Iglesia Ortodoxa en su enseñanza repite las verdaderas palabras de
Jesucristo, y sus palabras sin ninguna duda son la exacta y perfecta expresión de la verdad. Segundo,
porque el Segundo Concilio Ecuménico, cuyo objetivo principal fue establecer la verdadera enseñanza
respecto del Espíritu Santo, lo puso suficientemente de manifiesto en el Símbolo de la fe; y la Iglesia Ca-
tólica (Universal) lo reconoció tan decididamente que el Tercer Concilio Ecuménico, en su séptimo ca-
non, prohibe la composición de cualquier nuevo Símbolo de la fe. Por esta causa San Juan Damasceno
escribe: “Acerca del Espíritu Santo decimos que es del Padre y lo llamamos Espíritu del Padre, mientras

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que de ninguna manera decimos que procede del Hijo, sino que sólo lo llamamos Espíritu del Hijo”
(Theol. lib. 1 c.2 v. 4).
Pregunta: ¿De dónde surge que el Espíritu Santo es igual al Padre y al Hijo, y debe ser, junto con
ellos, adorado y glorificado?
Respuesta: Surge de que Jesucristo mandó bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu San-
to (Mat. 28:19).
Pregunta: ¿Por qué se dice en el Símbolo de la fe que el Espíritu Santo habló por los profetas?
Respuesta: El Apóstol San Pedro escribe: “Porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad huma-
na, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo han hablado de parte de Dios” (2 Pedro 1:21).
Pregunta: ¿Habló también el Espíritu Santo por los Apóstoles?
Respuesta: Ciertamente lo hizo. “Les fue revelado a los profetas que, no a sí mismos, sino a nosotros
servían con este mensaje que ahora es anunciado por los que evangelizan por medio del Espíritu Santo
enviado del cielo” (1 Pedro 1:12).
Pregunta: ¿Por qué, entonces, no se menciona a los Apóstoles en el Símbolo de la fe?
Respuesta: Porque en el tiempo cuando fue compuesto el Símbolo de la fe nadie dudaba de la inspira-
ción de los Apóstoles.
Pregunta: ¿Se manifestó el Espíritu Santo a algunos hombres en una manera especial?
Respuesta: Sí. Descendió sobre los Apóstoles en forma de lenguas de fuego, al quincuagésimo día des-
pués de la resurrección de Jesucristo.
Pregunta: ¿Se comunica hoy el Espíritu Santo a los hombres?
Respuesta: Es comunicado a todos los verdaderos cristianos: “¿No sabéis que sois santuarios de Dios y
que el Espíritu Santo habita en vosotros?” (1 Cor. 3:16).
Pregunta: ¿Cómo podemos ser partícipes del Espíritu Santo?
Respuesta: Por la oración ferviente y por los Sacramentos. “Si pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar
cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que lo pidan!”
(Lucas 11: 13); “Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres,
él nos salvó, no por obras de rectitud que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por
medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que El derramó con abundancia so-
bre nosotros por medio de Jesucristo Nuestro Salvador” (Tito 3:4-6).
Pregunta: ¿Cuáles son los principales dones del Espíritu Santo?
Respuesta: Los principales y más generales son, según el Profeta Isaías, los siguientes siete:
1) El espíritu de temor de Dios.
2) El espíritu de conocimiento.
3) El espíritu de fuerza.
4) El espíritu de consejo.
5) El espíritu de inteligencia.
6) El espíritu de sabiduría.
7) El espíritu del Señor o el don de piedad e inspiración en su máximo grado (Isaías 11:2).

Sobre el Noveno artículo

Pregunta: ¿Qué es la Iglesia?


Respuesta: La Iglesia es la comunidad humana instituida por Dios, unida por la fe ortodoxa, la Ley de
Dios, la jerarquía y los Sacramentos.
Pregunta: ¿Qué es creer en la Iglesia?
Respuesta: Es honrar piadosamente a la verdadera Iglesia de Cristo, y obedecer su enseñanza y man-
damientos, por la convicción de que la Gracia habita en ella, y que obra, enseña y gobierna para la sal-
vación, que fluye por ella de su única cabeza, el Señor Jesucristo.
Pregunta: ¿Cómo puede la Iglesia, que es visible, ser objeto de fe, cuando la fe, según dice el
Apóstol, es la demostración de lo que no se ve?
Respuesta: Primero, pese a que la Iglesia es visible, la Gracia de Dios que está en ella y en los que ella
santifica, no lo es. Y esto es lo que propiamente constituye el objeto de la fe en la Iglesia. Segundo, la
Iglesia, pese a ser visible porque está sobre la tierra y contener a todos los cristianos ortodoxos que vi-
ven sobre la tierra, es al mismo tiempo invisible, porque está parcialmente en el cielo y contiene a todos
aquellos que han partido en verdadera fe y santidad.
Pregunta: ¿En qué basamos la idea que la Iglesia es al mismo tiempo de la tierra y del cielo?
Respuesta: En las siguientes palabras del Apóstol San Pablo dirigidas a los cristianos: “Os habéis acer-
cado al Monte Sión, a la ciudad de Dios vivo, la Jerusalem celestial, y a miríadas de ángeles, reunión

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solemne y asamblea de los primogénitos inscriptos en los cielos, y a Dios, Juez universal, y a los espíri-
tus de los rectos llegados ya a su consumación, y a Jesucristo, mediador de la nueva Alianza” (Heb.
12:22-24).
Pregunta: ¿Cómo podemos estar seguros de que la Gracia de Dios está en la verdadera Iglesia?
Respuesta: Primero, porque su cabeza es Jesucristo, Dios y Hombre en una sola persona, lleno de gra-
cia y de verdad, que llena su cuerpo — es decir la Iglesia — con igual gracia y verdad (Juan 1: 14-17).
Segundo, porque El prometió a sus discípulos que el Espíritu Santo estaría con ellos para siempre, y que
de acuerdo con su promesa, el Espíritu Santo señala a los pastores de su Iglesia. El Apóstol San Pablo
dice de Jesucristo que Dios Padre “nos lo dio como cabeza de todas las cosas de la Iglesia, que es su
cuerpo” (Ef. 1:22-23). El mismo Apóstol dice a los pastores de la Iglesia: “Tened cuidado de vosotros y
de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como obispos, para apacentar la Igle-
sia de nuestro Señor y Dios, que El se adquirió con su propia sangre” (Hechos 20:28).
Pregunta: ¿Cómo podemos estar seguros que la Gracia de Dios está en la Iglesia hasta ahora, y
que continuará en ella hasta el fin del mundo?
Respuesta: De esto estamos seguros por las siguientes palabras de Jesucristo mismo y de sus Apósto-
les: “Yo construiré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mat. 16:18); “Estaré
con vosotros siempre, hasta el fin del mundo. Amén” (Mat. 28:20); “A El, Dios Padre, la gloria en la Igle-
sia por Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos” (Ef. 3:21)
Pregunta: ¿Por qué la Iglesia es Una?
Respuesta: Porque ella es un cuerpo espiritual, tiene una cabeza, Cristo, y está animada por un Espíritu,
el de Dios: “Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados.
Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos” (Ef. 4:4-6).
Pregunta: ¿Tenemos otra seguridad más de que Jesucristo es la única cabeza de la Única Igle-
sia?
Respuesta: “Edificio de Dios... Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el
cual es Jesucristo” (1 Cor. 3:9-11). Por ello, la Iglesia como Cuerpo de Cristo, no puede tener otra cabe-
za que Jesucristo. Estando la Iglesia destinada a estar eternamente por todas las generaciones, necesita
una cabeza también eterna, y ésta es sólo Jesucristo. Por ello, los Apóstoles no tomaron títulos más al-
tos que el de servidores de la Iglesia (1 Col. 1:24-25).
Pregunta: ¿Qué obligación nos impone la unidad de la Iglesia?
Respuesta: El “esforzarse en guardar la unidad del Espíritu en unión de paz” (Ef. 4:3).
Pregunta: ¿Cómo se hace concordar con la unidad de la Iglesia el que haya muchas iglesias sepa-
radas e independientes, como las de Jerusalem, Antioquía, Alejandría, Constantinopla, Rusia?
Respuesta: Éstas son iglesias particulares o partes de una Iglesia Católica (Universal); la visible separa-
ción de su estructura no quita que todas ellas sean miembros del cuerpo de la Iglesia Universal, que tie-
ne una cabeza, Cristo, y un espíritu de fe y de gracia. Esta unidad está expresada exteriormente por la
unidad del Símbolo de la fe y por la comunión en la oración y los sacramentos.
Pregunta: ¿Hay una unidad semejante entre la Iglesia terrestre y la celestial?
Respuesta: Sin duda que la hay. Por su común relación con la cabeza única, Nuestro Señor Jesucristo, y
por la comunión mutua.
Pregunta: ¿Qué tipo de comunión tiene la Iglesia en la tierra con la celestial?
Respuesta: La oración de fe y amor. El fiel que pertenece a la Iglesia militante sobre la tierra, ofreciendo
sus oraciones a Dios, llama al mismo tiempo en su ayuda a los santos que pertenecen a la Iglesia del
cielo; y éstos, por estar en la proximidad de Dios, por sus oraciones e intercesiones purifican, fortalecen
y ofrecen ante Dios las oraciones de los fieles que viven sobre la tierra, por la voluntad de Dios, gracio-
samente y benéficamente, sea por virtud invisible, por distintas apariciones y otros medios.
Pregunta: ¿En qué se basa la regla de la Iglesia sobre la tierra de invocar en oración a los santos
de la Iglesia en el cielo?
Respuesta: En Santa Tradición, el principio de la cual puede verse también en las Sagradas Escrituras.
Por ejemplo, el Profeta David clama en plegaria: “¡Oh!, Dios de Abraham, Isaac y de Israel, nuestros pa-
dres,” haciendo mención de santos en ayuda de su oración, exactamente como ahora la Iglesia Orto-
doxa, ruega a Cristo nuestro verdadero Dios, por las oraciones de su Purísima Madre y de todos sus
Santos (1Crón. 29:18). San Cirilo de Jerusalem, en su explicación de la Divina Liturgia, dice: “Hacemos
mención también de aquellos que han partido, primero de los Patriarcas, Profetas, Apóstoles y Mártires,
para que por sus súplicas e intercesión Dios reciba nuestras oraciones” (Cat. Myst. 5. c. 9). San Basilio
el Grande, en su sermón sobre el día de los Cuarenta Santos Mártires, dice: “Cualquiera que esté afligi-
do recurra a los Cuarenta, y cualquiera que está contento acuda a los mismos. Unos, para encontrar ali-
vio para su dolor, y los otros para conservar su felicidad. Así, la mujer piadosa ruega por sus hijos, otra

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pide el retorno de su esposo ausente, otra la restauración de la salud para el enfermo. Que vuestras pe-
ticiones sean hechas con los Mártires.”
Pregunta: ¿Hay algún testimonio en las Sagradas Escrituras sobre la oración mediadora de los
santos en el cielo?
Respuesta: El Evangelista San Juan, en el Apocalipsis, muestra en el cielo un Angel, al cual “se le dio
mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba de-
lante del trono. Y de la mano del Angel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oracio-
nes de los santos” (Apoc. 8:3-4).
Pregunta: ¿Hay algún testimonio en las Sagradas Escrituras sobre apariciones de santos del cie-
lo?
Respuesta: El Evangelista San Mateo relata que después de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo en
la Cruz “se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos, que habían dormido, se levantaron; y
saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de El, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a
muchos” (Mat. 27:52-53). Y como un milagro tan grande no podía ocurrir sin un fin adecuado, debemos
suponer que dichos santos aparecieron para anunciar el descenso de Jesucristo a los infiernos, y su
triunfal resurrección, y así impulsar a los hombres nacidos en la Iglesia del Antiguo Testamento a pasar
más rápidamente a la del Nuevo, recién fundada.
Pregunta: ¿Qué testimonios hay que nos confirmen la creencia de que los santos, después de su
partida, obran milagros por ciertos medios terrenales?
Respuesta: El Segundo Libro de los Reyes testifica que, por tocarlo con las reliquias del Profeta Eliseo,
un muerto fue traído nuevamente a la vida (2 Reyes 13:21). El Apóstol San Pablo obró curaciones y mi-
lagros no sólo en persona, sino por pañuelos y delantales tomados de su cuerpo (Hechos 19:12). Por
este ejemplo, podemos entender que los santos, incluso después de su muerte, pueden obrar benéfica-
mente por medios terrenales que Dios les otorgó por sus santas virtudes. San Gregorio el Teólogo, en su
primer discurso contra Juliano, dice: “Tú no reverenciaste los sacrificios ofrecidos por Cristo ni temiste a
los grandes ascetas, Juan, Pedro, Pablo, Santiago (Jacobo), Esteban, Lucas, Andrés, Tecla y el resto
que antes y después de éstos sufrieron por la verdad, que soportaron fuego y espada, torturas y todos
los sufrimientos, como si su cuerpo no fuese de ellos, o como si no tuviesen cuerpo. ¿Por qué? Para no
traicionar ni con una palabra su devoción a Dios. Para los cuales hay, con justa razón, grandes honores
y triunfos: son expulsados diablos, se curan enfermedades, aparecen en visiones y profetizan. Cuyos
cuerpos, aunque separados, al ser tocados o reverenciados, tienen poder como sus santas almas. Y
gotas de cuya sangre, tomadas de sus sufrimientos, tienen poder como en sus cuerpos.” San Damasce-
no escribe: “Las reliquias de los santos nos fueron dadas por Nuestro Señor Jesucristo como fuentes de
salud, de las que fluyen múltiples bendiciones.” Y como una explicación de esto subraya que a través de
la mente sus cuerpos también estaban habitados por Dios (Theol. lib. 4 cap. 15, v. 3-4).
Pregunta: ¿Por qué es Santa la Iglesia?
Respuesta: Porque está santificada por Jesucristo, por su pasión, por su enseñanza, por su oración y
por los Sacramentos. “Como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por ella, para santificarla,
habiéndola purificado en la palabra con baño de agua, a fin de presentársela a Sí mismo, una Iglesia
gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef.
5:25-27). En su oración a Dios Padre por los creyentes, Jesucristo dice entre otras cosas: “Santifícalos
en tu verdad; tu palabra es verdad. Y por ellos yo me santifico a Mí mismo, para que también ellos sean
santificados en la verdad” (Juan 17:17-19).
Pregunta: ¿Por qué es santa la Iglesia si tiene dentro de ella a hombres pecadores?
Respuesta: Los hombres que pecan, pero que se purifican por el verdadero arrepentimiento, no hacen
que la Iglesia deje de ser santa, pero los pecadores impenitentes son separados del cuerpo de la Iglesia
por acto visible de la autoridad eclesiástica o por el juicio invisible de Dios. Por ello es que también res-
pecto a eso se conserva santa. “Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Cor. 5:13); “El fun-
damento de Dios está firme, teniendo este sello: conoce el Señor a los que son suyos; y apártese de ini-
quidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Tim. 2:19)
Pregunta: ¿Por qué la Iglesia es llamada Conciliar, o Católica, o Ecuménica?
Respuesta: Porque no está limitada a ningún lugar ni tiempo ni pueblo, sino que contiene a los verdade-
ros creyentes de todos los lugares, tiempos y pueblos. El Apóstol San Pablo dice que “el Evangelio exis-
te en todo el mundo, y crece y da fruto” (Colos. 1:5-6), y que en la Iglesia cristiana “no hay griego ni ju-
dío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo y en todos”
(Colos. 3:11). “Los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (Gál. 3:9).
Pregunta: ¿Qué gran privilegio tiene la verdadera Iglesia Universal?
Respuesta: Sólo ella tiene la promesa que “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”; que el
Señor estará con ella hasta el fin del mundo; que en ella habitará la gloria de Dios en Jesucristo por to-

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das las generaciones, eternamente; y consecuentemente, que ella nunca será apóstata de la fe, ni peca-
rá contra la verdad de la fe, ni caerá en error. “Nosotros confesamos sin duda, que la Iglesia Universal no
puede pecar ni errar ni proferir falsedad en lugar de verdad: porque el Espíritu Santo actuando a través
de sus fieles ministros los Padres y Doctores de la Iglesia, la preservan de todo error” (Misiva de los Pa-
triarcas Orientales sobre la Fe Ortodoxa, Art. 12).
Pregunta: ¿Si la Iglesia Católica Ortodoxa contiene a todos los verdaderos creyentes del mundo,
debemos entender como necesario para la salvación que todo creyente debe pertenecer a ella?
Respuesta: Es exactamente así. Desde que Jesucristo, en las palabras de San Pablo, es la cabeza de la
Iglesia, y El es el Salvador del cuerpo, se deduce que para tener parte en su salvación, debemos nece-
sariamente ser miembros de su cuerpo, esto es, de la Iglesia (Efes. 5:23). El Apóstol San Pedro escribe
que el bautismo salva conforme con la imagen del Arca de Noé. Todos los que fueron salvados del Dilu-
vio Universal, lo fueron sólo en el Arca. Así pues, todos los que obtienen salvación eterna, la obtienen
sólo en la única Iglesia Universal.
Pregunta: ¿Qué pensamientos y rememoraciones debemos asociar con el nombre de Iglesia
Oriental?
Respuesta: En el Paraíso, plantado en el Este, se fundó la primera Iglesia de nuestros Padres en ino-
cencia; y en el Este, después de la caída, se puso una nueva fundación de la Iglesia de los redimidos, en
la promesa de un Salvador. En el Este, en el país de Judea, Nuestro Señor Jesucristo, habiendo finali-
zado la obra por nuestra salvación, fundó su propia Iglesia cristiana, que desde allí se expandió por todo
el universo. Y hasta hoy la fe Católica (Universal) Ortodoxa Ecuménica, confirmada por los Siete Conci-
lios Ecuménicos, es conservada sin cambios en su pureza original en las antiguas Iglesias del Este, co-
mo lo hace, por la gracia de Dios, la Iglesia Rusa.
Pregunta: ¿Por qué es llamada Apostólica la Iglesia?
Respuesta: Porque tiene de los Apóstoles, sin interrupción ni cambio, su enseñanza y la sucesión de los
dones del Espíritu Santo, por la imposición de las manos consagradas. En el mismo sentido, la Iglesia es
llamada también Ortodoxa (o de alabanza o creencia correcta): “Así que ya no sois extranjeros ni adve-
nedizos sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el funda-
mento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del angulo Jesucristo mismo” (Efes. 2:19-
20).
Pregunta: ¿Qué nos enseña el Símbolo de la fe cuando dice que la Iglesia es Apostólica?
Respuesta: Nos enseña a guardar firmemente la enseñanza y tradición apostólica, y evitar enseñanzas y
maestros que no se afirmen en la de los Apóstoles. El Apóstol San Pablo dice: “Así que, hermanos, es-
tad firmes y retened la enseñanza que habéis aprendido, sea por palabra o por carta nuestra” (2 Tes.
2:15); “Al hombre que es un hereje, después de una y otra amonestación, deséchalo” (Tito 3:10); “Por-
que hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la cir-
cuncisión, a los cuales es preciso taparles la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganan-
cia deshonesta lo que no conviene” (Tito 1:10-11); “Y si no oyere a la Iglesia, tenle por gentil y publicano”
(Mat. 18:17).
Pregunta: ¿Qué institución eclesiástica existe para preservar y conservar la sucesión del ministe-
rio apostólico?
Respuesta: La Jerarquía Eclesiástica.
Pregunta: ¿Dónde se originó la Jerarquía de la Iglesia Cristiana Ortodoxa?
Respuesta: De Jesucristo mismo, y del descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, desde cuyo
tiempo continuó en sucesión ininterrumpida por la imposición de las manos, en el Sacramento del Sa-
cerdocio. “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pas-
tores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
Cuerpo de Cristo” (Efes. 4:11-12)
Pregunta: ¿Qué autoridad jerárquica es capaz de extender su esfera de acción por sobre toda la
Iglesia Católica (Universal)?
Respuesta: El Concilio Ecuménico.
Pregunta: ¿Bajo qué autoridades jerárquicas están las principales partes de la Iglesia Católica
(Universal)?
Respuesta: Bajo los Patriarcas Ortodoxos y el Santísimo Sínodo.
Pregunta: ¿Bajo qué autoridad jerárquica están las provincias ortodoxas menores y ciudades?
Respuesta: Bajo metropolitanos, arzobispos y obispos.
Pregunta: ¿Qué rango en la jerarquía tiene el Santísimo Sínodo?
Respuesta: El mismo rango que el de los Santos Patriarcas Ortodoxos (Ver las Epístolas de los Santos
Patriarcas sobre la institución del Santísimo Sínodo).

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Pregunta: ¿Si alguno quiere cumplir sus deberes de obediencia a la Iglesia, cómo puede aprender
lo que ella requiere de sus hijos?
Respuesta: Lo puede aprender de las Sagradas Escrituras, de las Reglas de los Santos Apóstoles, de
los Santos Concilios Ecuménicos y locales, de los Santos Padres y de los Reglamentos Eclesiásticos.

Sobre el Décimo artículo

Pregunta: ¿Por qué el Símbolo de la fe menciona al Bautismo?


Respuesta: Porque la fe es sellada por el Bautismo y los otros misterios o Sacramentos.
Pregunta: ¿Qué es un misterio o Sacramento?
Respuesta: Un misterio o Sacramento es un acto sagrado, por el cual la Gracia, o en otras palabras, el
poder salvador de Dios, actúa misteriosamente sobre el hombre.
Pregunta: ¿Cuántos son los Sacramentos?
Respuesta: Siete:
1. Bautismo;
2. Unción con Miro (Confirmación);
3. Comunión;
4. Arrepentimiento;
5. Sacerdocio ;
6. Matrimonio;
7. Unción con Santos Óleos.
Pregunta: ¿Qué fuerza hay en cada Sacramento?
Respuesta: 1. En el Bautismo el hombre nace misteriosamente a la vida espiritual. 2. En la Unción con
Miro recibe la gracia de crecimiento espiritual y fortaleza. 3. En la Comunión es nutrido espiritualmente.
4. En el Arrepentimiento es sanado de las enfermedades espirituales, es decir, del pecado. 5. En el Sa-
cerdocio recibe la gracia espiritual para regenerar y educar a otros, por la enseñanza y los Sacramentos.
6. En el Matrimonio recibe la gracia que santifica la vida de casados, la procreación natural y la educa-
ción de los hijos. 7. En la Unción con los Santos Óleos, se cura incluso de las enfermedades del cuerpo,
por medio de la curación de las enfermedades espirituales.
Pregunta: ¿Por qué el Símbolo de la fe menciona solamente el Bautismo y no los demás Sacramentos?
Respuesta: Porque sobre el Bautismo existía la duda de si era necesario o no rebautizar a algunas per-
sonas que salieron de la herejía; y por eso era necesaria una resolución que fue incluida en el Símbolo
de la fe.

Sobre el Bautismo

Pregunta: ¿Qué es el Bautismo?


Respuesta: Es un Sacramento por el que a una persona que cree, se la sumerge tres veces en agua en
el nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, muriendo a la vida carnal de pecado, y naciendo nueva-
mente del Espíritu Santo a una vida espiritual y santa: “El que no nazca de agua y de Espíritu no puede
entrar en el Reino de Dios” (Juan 3:5).
Pregunta: ¿Cuándo y cómo comenzó el Bautismo?
Respuesta: Primero, “Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en
Aquél que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo” (Hechos 19: 4). Luego, Jesucristo por su
propio ejemplo santificó el bautismo, cuando lo recibió de Juan. Finalmente, después de su Resurrec-
ción, dio a los Apóstoles este solemne mandamiento: “Id y enseñad a todos los pueblos, bautizándolos
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28: 19).
Pregunta: ¿Qué es lo más esencial en la administración del Bautismo?
Respuesta: La triple inmersión en agua, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Pregunta: ¿Qué se requiere de quien desea ser bautizado?
Respuesta: Arrepentimiento y fe. Por esta causa, también antes del Bautismo se recita el Símbolo de la
fe: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo, para perdón de los peca-
dos; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2: 38); “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”
(Marcos 16: 16).
Pregunta: ¿Por qué son, entonces, bautizados los niños?
Respuesta: Por la fe de sus padres y padrinos, que están obligados a enseñarles la fe, tan pronto como
estén en edad de aprender.
Pregunta: ¿Cómo puede demostrarse por las Sagradas Escrituras que debemos bautizar a los niños?

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Respuesta: En los tiempos del Antiguo Testamento los niños eran circuncidados al octavo día de su na-
cimiento; pero el Bautismo tomó el lugar de la circuncisión en el Nuevo Testamento y por lo tanto, los
niños también deben ser bautizados.
Pregunta: ¿De dónde es tomado que el Bautismo ocupó el lugar de la circuncisión?
Respuesta: De las siguientes palabras del Apóstol San Pablo a los creyentes: “Fuisteis circuncidados
con circuncisión no hecha por mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circunci-
sión de Cristo, sepultados con El en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con El, perdo-
nándoos todos los pecados” (Colos. 2: 11-12).
Pregunta: ¿Para qué hay padrinos en el Bautismo?
Respuesta: Para que respondan ante la Iglesia por la fe del bautizado, y después del Bautismo se ocu-
pen de confirmarlo en la fe (Dion. Areop. sobre Jer. Ecles. c. 2).
Pregunta: ¿Para qué antes del Bautismo se hace el exorcismo?
Respuesta: Para alejar al diablo, que desde la caída de Adán tiene acceso al hombre y ejerce poder so-
bre él, lo cautiva y esclaviza. El Apóstol San Pablo dice que todos los hombres sin gracia “andan de
acuerdo con la maldición de este mundo, de acuerdo con el príncipe de la potestad del aire, el espíritu
que ahora opera en los hijos de la adversidad” (Efes. 2: 2).
Pregunta: ¿Dónde radica la fuerza del exorcismo?
Respuesta: En el nombre de Jesucristo invocado con oración y con fe. Jesucristo dio a los creyentes
esta promesa: “En mi nombre expulsarán demonios” (Marc. 16: 17).
Pregunta: ¿Qué fuerza tiene la señal de la Cruz usada en ésta y otras ocasiones?
Respuesta: Lo que representa el nombre de Jesucristo Crucificado cuando los labios lo pronuncian con
fe, vale igual cuando la señal de la Cruz se hace con fe por el movimiento de la mano, o es representada
de cualquier otra manera. San Cirilo de Jerusalem escribe: “No nos avergoncemos de confesar al Cruci-
ficado; hagamos fervientemente la señal de la Cruz sobre la frente, y sobre todo: sobre el pan que co-
memos, sobre las copas en que bebemos; hagámosla en nuestras idas y venidas; cuando nos acosta-
mos a dormir y cuando nos levantamos; cuando viajamos y cuando descansamos: es una gran salva-
guarda, dada al pobre sin costo alguno, al débil sin esfuerzo. Porque ésta es la Gracia de Dios, un signo
para los fieles y terror para los malos espíritus” (Cat. Lect. 13: 36).
Pregunta: ¿Desde cuándo usamos la señal de la Cruz?
Respuesta: Desde los mismos tiempos de los Apóstoles (Dion. Areop. sobre la Jer. Ecles. c. 2 y 5. Tertu-
liano de Coron. cap. 3, de Resurr. cap. 8).
Pregunta: ¿Qué significa la ropa blanca que es puesta después del bautismo?
Respuesta: La pureza del alma y de la vida cristiana.
Pregunta: ¿Por qué se le cuelga al bautizado una cruz?
Respuesta: Como expresión visible y continua evocación del mandamiento de Cristo: “Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mat. 16:24).
Pregunta: ¿Qué significa la procesión del bautizado alrededor de la fuente con una vela?
Respuesta: Alegría espiritual, unida con iluminación espiritual.
Pregunta: ¿Qué significa confesar en el Símbolo de la fe un Bautismo?
Respuesta: Que el Bautismo no puede ser repetido.
Pregunta: ¿Por qué no puede ser repetido el Bautismo?
Respuesta: El Bautismo es un nacimiento espiritual: el hombre nace sólo una vez, por eso es bautizado
sólo una vez.
Pregunta: ¿Qué puede decirse de aquellos que pecan después del Bautismo?
Respuesta: Son más culpables en sus pecados que los no bautizados, desde que tienen de Dios una
ayuda especial para obrar bien, y la dejan de lado. “Si habiéndose escapado ellos de las contaminacio-
nes del mundo con el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y enredándose otra vez en ellas son
vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero” (2 Pedro 2:20)
Pregunta: ¿Hay algún medio de conseguir perdón para el que pecó después del Bautismo?
Respuesta: Sí. El Arrepentimiento.

Sobre la Unción con miro.

Pregunta: ¿Qué es la Unción con Miro?


Respuesta: La Unción con Miro es un Sacramento por el cual el creyente bautizado, al ser ungido con
santo miro en ciertas partes del cuerpo, en el nombre del Espíritu Santo, recibe los dones del Espíritu
Santo para el crecimiento y fortalecimiento en la vida espiritual.
Pregunta: ¿Este Sacramento es mencionado en las Sagradas Escrituras?

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Respuesta: La acción interior de este Sacramento es expresada por el Apóstol San Juan, de la siguiente
forma: “Vosotros, en cambio, tenéis unción recibida del Santo y todos tenéis conocimiento. En cuanto a
vosotros, la unción que recibisteis de El permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe;
sino que tal como su unción os enseña sobre todo - y es verdad y no mentira -, tal como os enseño,
permaneced en El” (1Juan 2: 20 y 27). De la misma manera dice el Apóstol Pablo: “Y el que nos confirma
con vosotros en Cristo, y el que nos ungió es Dios, el cual también nos ha signado, y nos ha dado com-
promiso del Espíritu a nuestros corazones” (2 Cor. 1: 21-22). De aquí son tomadas las palabras pronun-
ciadas en la Unción, el signo del don del Espíritu Santo.
Pregunta: ¿Es mencionada la forma visible de la Unción con Miro en las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Debe entenderse que las palabras de San Juan se refieren a la unción visible tanto como a
una unción interior; pero es más certero pensar que los Apóstoles, para impartir al bautizado los dones
del Espíritu Santo, usaron la imposición de las manos (Hechos 8: 14-16). Los sucesores de los Apósto-
les, sin embargo, en lugar de esto introdujeron la Unción con Miro, tomándola aparentemente del prece-
dente de la unción usada en el Antiguo Testamento (Éxodo 30: 25; I Reyes 1: 39; Dion. Areop. de Jer.
Ecles. cap. 4).
Pregunta: ¿Que debe remarcarse sobre el Santo Miro?
Respuesta: Que su consagración corresponde únicamente a las más altas autoridades eclesiásticas,
como sucesores de los Apóstoles, que usaban la imposición de sus propias manos para comunicar los
dones del Espíritu Santo.
Pregunta: ¿Qué significa la unción de la frente?
Respuesta: La santificación de la mente, de los pensamientos.
Pregunta: ¿Y la unción del pecho?
Respuesta: La santificación del corazón o deseos.
Pregunta: ¿Qué significa la unción de los ojos, orejas y labios?
Respuesta: La santificación de los sentidos.
Pregunta: ¿Qué significa la unción de las manos y los pies?
Respuesta: La santificación de las obras y de todo comportamiento del cristiano.

Sobre la Comunión

Pregunta: ¿Qué es la Comunión?


Respuesta: La Comunión es un Sacramento por el cual el creyente ingiere, bajo la forma de pan y vino,
el verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo para la vida eterna.
Pregunta: ¿Cómo fue instituido este Sacramento?
Respuesta: Jesucristo, inmediatamente antes de su Pasión, lo consagró por vez primera, exhibiéndolo
por anticipación a la imagen viviente de sus sufrimientos para nuestra salvación; y después de haberlo
administrado a los Apóstoles, les dio al mismo tiempo un mandamiento para perpetuar este Sacramento.
Pregunta: ¿Qué debe advertirse sobre el Sacramento de la Comunión con respecto al santo oficio cris-
tiano?
Respuesta: Que conforma la parte esencial y principal del santo oficio.
Pregunta: ¿Cuál es el nombre del santo oficio en el cual el Sacramento de la Comunión es consagrado?
Respuesta: La liturgia.
Pregunta: ¿Qué significa la palabra liturgia?
Respuesta: Oficio colectivo. Pero la palabra liturgia es especialmente apropiada para el santo oficio en el
que se consagra el Sacramento de la Comunión.
Pregunta: ¿Qué debe hacerse notar sobre el lugar donde se celebra la liturgia?
Respuesta: Debe ser consagrada siempre en un templo. Este Sacramento es oficiado sobre la santa
mesa o el antimension, los cuales deben haber sido consagrados anteriormente por un obispo.
Pregunta: ¿Por qué se llama Iglesia al templo?
Respuesta: Porque los fieles que componen la Iglesia se reúnen en él para la oración y participar de los
Sacramentos.
Pregunta: ¿Por qué se llama trono a la mesa donde se consagra el Sacramento de la Comunión?
Respuesta: Porque Jesucristo está presente en él como Rey, místicamente.
Pregunta: ¿Qué orden se puede observar en el oficio de la liturgia?
Respuesta: Primero, se preparan los elementos para el Sacramento; segundo, los fieles se preparan
para el Sacramento; tercero, el Sacramento mismo es consagrado.
Pregunta: ¿Cuál es el nombre de la parte de la liturgia en la que se preparan las sustancias para el Sa-
cramento?
Respuesta: Proscomidia.

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Pregunta: ¿Cuál es el significado de la palabra Proscomidia?
Respuesta: Ofrenda, u ofrecimiento.
Pregunta: ¿Por qué se dio este nombre a la primera parte de la liturgia?
Respuesta: Por la costumbre de los primitivos cristianos de traer a la iglesia pan y vino como ofrenda
para la celebración del Sacramento. De la misma manera, este pan es llamado Prósfora, que significa
oblación.
Pregunta: ¿En qué consiste la Proscomidia como parte de la Liturgia?
Respuesta: En que con la recordación de las profecías y prototipos, y parcialmente de los sucesos mis-
mos de antes del nacimiento y sufrimiento de Jesucristo, se toma una porción de la prósfora para usarla
en el Sacramento, y una porción de vino es mezclada con agua y vertida en el santo Cáliz, mientras el
celebrante hace conmemoración de toda la Iglesia, honra a los santos glorificados, ruega por los vivos y
los muertos, ruega también especialmente por los gobernantes y por los que, a medida de su fe y su es-
fuerzo, trajeron prósforas u oblaciones.
Pregunta: ¿Cómo debe ser el pan para el Sacramento?
Respuesta: Como el nombre mismo de pan, la santidad del misterio y el ejemplo de Jesucristo y los
Apóstoles lo requieren, esto es: pan leudado, puro y de trigo.
Pregunta: ¿Qué significa que es sólo uno el pan que se usa para la Comunión?
Respuesta: Significa, como lo explica el Apóstol San Pablo, que “siendo uno sólo el pan, nosotros, con
ser muchos, somos un cuerpo; pues todos comulgamos de aquel mismo pan” (1Cor. 10: 17).
Pregunta: ¿Por qué se lo llama el Cordero al pan preparado para la Comunión?
Respuesta: Porque es la figura de Jesucristo sufriente, como era en el Antiguo Testamento el Cordero
Pascual.
Pregunta: ¿Qué era el Cordero Pascual?
Respuesta: El Cordero que los israelitas, por mandamiento de Dios, mataban y comían en memoria de
su liberación de la destrucción en Egipto.
Pregunta: ¿Por qué se mezcla con agua el vino para el Sacramento de la Comunión?
Respuesta: Porque toda esta celebración está ordenada de acuerdo con los sufrimientos de Cristo; y
cuando El sufrió, fluyó sangre y agua de su costado atravesado por la lanza.
Pregunta: ¿Qué nombre tiene la parte de la liturgia en la que los fieles son preparados para el Sacra-
mento?
Respuesta: Los antiguos la llamaban liturgia de los catecúmenos, porque aparte de los comulgantes,
también los catecúmenos que se están preparando para el Bautismo, y los penitentes, que no son admi-
tidos para la Comunión, pueden estar presentes en ella.
Pregunta: ¿Con qué comienza esta parte de la liturgia?
Respuesta: Con la bendición, o glorificación del Reino de la Santísima Trinidad.
Pregunta: ¿En qué consiste esta parte de la liturgia?
Respuesta: En oraciones, cantos y lecturas de los libros de los Apóstoles y los Evangelios.
Pregunta: ¿Con qué termina?
Respuesta: Con la orden dada a los catecúmenos de salir de la Iglesia.
Pregunta: ¿Cuál es el nombre de esta parte de la liturgia, en que el Sacramento mismo es celebrado y
consagrado?
Respuesta: La liturgia de los fieles. Porque sólo los fieles, es decir los bautizados, tienen derecho de es-
tar presentes en este oficio.
Pregunta: ¿Cuál es el acto esencial en esta parte de la liturgia?
Respuesta: La pronunciación de las palabras que Jesucristo dijo al instituir el Sacramento: “Tomad y
comed, éste es mi Cuerpo; bebed de ella todos, pues ésta es mi Sangre de la Nueva Alianza” (Mat. 26:
27-28). Después de esto, la invocación del Espíritu Santo y la bendición de los dones, es decir del pan y
el vino, que fueron ofrecidos.
Pregunta: ¿Por qué es tan esencial?
Respuesta: Porque en este momento el pan y el vino son convertidos o transustanciados en el verdadero
Cuerpo de Cristo y en la verdadera Sangre de Cristo.
Pregunta: ¿Cómo debemos entender la palabra transustanciación?
Respuesta: En la exposición de la fe de los Patriarcas Orientales se dice que la palabra transustancia-
ción no debe ser tomada para definir la manera en que el pan y el vino son convertidos en el Cuerpo y la
Sangre del Señor, porque esto nadie lo puede comprender, sino Dios. Sólo muestra que verdadera, real
y sustancialmente el pan se hace el verdadero Cuerpo del Señor y el vino se hace la misma Sangre del
Señor. De igual manera San Juan Damasceno, tratando sobre los Santos e Inmaculados Misterios del
Señor, escribe: “Es verdaderamente aquel Cuerpo unido con la Divinidad, que tuvo su origen en la San-
tísima Doncella; no porque ese Cuerpo que ascendió, descienda del cielo sino porque el pan y el vino

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mismos se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Dios. Pero si tú buscas la forma en que esto ocurre,
sea suficiente para ti que te diga que es por el Espíritu Santo; de la misma manera, por el mismo Espíritu
Santo, el Señor se encarnó a Sí mismo, y en Sí mismo, de la Madre de Dios; más aun, sabemos y es
suficiente que la palabra de Dios es verdadera y poderosa, pero su manera de obrar es inescrutable” (L.
4 cap. 13. 7).
Pregunta: ¿Qué es requerido individualmente de quien desea aproximarse al Sacramento de la Comu-
nión?
Respuesta: Que examine su conciencia ante Dios y la limpie con el arrepentimiento de sus pecados; pa-
ra lo cual tiene ayuda en el ayuno y la oración: “Examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y
beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el Cuerpo del Señor, come y
bebe para sí su propio juicio” (1Cor. 11: 28-29).
Pregunta: ¿Qué beneficios recibe el que comulga con el Cuerpo y la Sangre de Cristo?
Respuesta: Que está unido en la manera más íntima a Jesucristo, y en El se hace partícipe de la vida
eterna: “El que come mi Cuerpo y bebe mi Sangre, permanece en Mí y Yo en él” (Juan 6: 56); “El que
come mi Cuerpo y bebe mi Sangre tiene vida eterna” (Juan 6: 54).
Pregunta: ¿Debemos comulgar frecuentemente de los Sagrados Misterios?
Respuesta: Los primitivos cristianos comulgaban cada día del Señor. Pero ahora muy pocos tienen tal
pureza de vida como para estar siempre preparados para aproximarse a tan grande Misterio. La Iglesia,
con voz maternal, llama a los celosos de la vida en veneración, a confesarse ante su padre espiritual y
comulgar en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, mensualmente, si no es posible, cuatro veces al año, pero
requiere de todos sin excepción recibirlo al menos una vez al año (Ver Orthod. Confess. 1° parte, preg.
90).
Pregunta: ¿Qué participación tienen en la divina liturgia aquellos que sólo la oyen, sin aproximarse a la
Santa Comunión?
Respuesta: Ellos pueden y deben participar en la liturgia con oración y fe, y especialmente con la conti-
nua conmemoración de Nuestro Señor Jesucristo, que expresamente nos mandó: “Haced esto en con-
memoración Mía” (Lucas 22: 19).
Pregunta: ¿Qué debemos recordar en el momento de la liturgia en que se hace la Procesión con el
Evangelio?
Respuesta: A Jesús apareciendo para predicar el Evangelio. Por ello, cuando se lee el Evangelio debe-
mos tener la misma atención y reverencia que si estuviésemos escuchando a Jesucristo mismo.
Pregunta: ¿Qué debemos recordar en el momento de la liturgia en que se hace la Procesión con los
Dones al altar?
Respuesta: A Jesucristo yendo a sufrir voluntariamente, como víctima del sacrificio, mientras más de
doce legiones de ángeles lo rodean para cuidarlo y escoltarlo como a su Rey: “El Rey de reinantes y Se-
ñor de los señoreadores, viene para ser sacrificado” (Himno de la Liturgia del Gran Sábado).
Pregunta: ¿Qué debemos recordar en el momento de la consagración del Sacramento, y cuando el cle-
ro comulga en el altar?
Respuesta: La Cena Mística de Jesucristo mismo con sus Apóstoles, sus sufrimientos, muerte y sepultu-
ra.
Pregunta: ¿Qué representa después de esto la apertura del velo, de las puertas reales, y la aparición de
los Santos Dones?
Respuesta: La aparición de Jesucristo mismo después de su resurrección.
Pregunta: ¿Qué representa la última aparición de los Santos Dones a los fieles, después de lo cual son
retirados de su vista?
Respuesta: La Ascensión de Jesucristo a los cielos.
Pregunta: ¿Continuará el uso del Sacramento de la Santa Comunión en la verdadera Iglesia de Cristo?
Respuesta: Continuará siempre, hasta la nueva venida de Cristo, de acuerdo con las palabras del Após-
tol San Pablo: “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis de esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que El venga” (1Cor. 11: 26).

Sobre el Arrepentimiento

Pregunta: ¿Qué es el arrepentimiento?


Respuesta: El arrepentimiento es un Sacramento en el cual, quien confiesa sus pecados, por la visible
manifestación sacerdotal de perdón, es liberado de éstos invisiblemente por Jesucristo mismo.
Pregunta: ¿Cuál es el origen de este Sacramento?
Respuesta: Los que se llegaban a San Juan Bautista, que predicaba el bautismo de arrepentimiento para
la remisión de los pecados, confesaban sus pecados (Marcos 1: 4-5). A los Apóstoles, Jesucristo les

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prometió poder para perdonar los pecados, cuando El dijo: “Todo lo que atareis en la tierra, será atado
en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mat. 18: 18). Y después de su
resurrección, El realmente les dio ese poder, diciendo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonareis
los pecados, les serán perdonados; y a quienes se los retuviereis, les serán retenidos” (Juan 20: 22-23).
Pregunta: ¿Qué se requiere por parte del arrepentido?
Respuesta: Contrición por sus pecados, con un pleno propósito de enmendar su vida, fe en Jesucristo y
esperanza en su misericordia: “La tristeza, pues, de ofender a Dios, produce arrepentimiento para salva-
ción, de lo cual no hay que arrepentirse” (2 Cor. 7:10); “Y cuando el impío se apartare de su impiedad y
obrare juicio y verdad, en ellos vivirá” (Ezeq. 33:19). “De Este (de Jesucristo) dan testimonio todos los
profetas, de que todos los que en El creyeren recibirán perdón de pecados por su Nombre” (Hechos
10:43).
Pregunta: ¿Hay algún medio de preparación y ayuda para el arrepentimiento?
Respuesta: Sí: son el ayuno y la oración.
Pregunta: ¿Utiliza la Iglesia algún otro medio especial para la purificación y pacificación de la conciencia
del pecador arrepentido?
Respuesta: Sí. Este medio se llama epitimia.
Pregunta: ¿Qué es epitimia?
Respuesta: Esta palabra griega indica prohibición, o bien, ejercicio espiritual con el fin de vencer o domi-
nar a las costumbres pecaminosas (ver 2 Cor. 2:6). Bajo este nombre se prescriben al arrepentido, de
acuerdo con la necesidad, diversos ejercicios de piedad, y diversas abstinencias y privaciones que sir-
ven para dominar hábitos pecaminosos. Por ejemplo, ayunar más de lo que está prescrito para todos; o,
por pecados gravísimos, la suspensión de la Santa Comunión por un tiempo determinado.

Sobre el Sacerdocio

Pregunta: ¿Qué es el Sacerdocio?


Respuesta: El Sacerdocio es un Sacramento por el cual el Espíritu Santo, mediante la imposición de las
manos del obispo, ordena al que ha elegido correctamente para administrar Sacramentos, y apacentar al
rebaño de Cristo: “Téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los Misterios
de Dios” (1 Cor. 4:1); “Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo
os ha puesto por obispos, para apacentar la Iglesia del Señor y Dios, la cual El se adquirió por su propia
Sangre” (Hechos 20:28).
Pregunta: ¿Qué es apacentar a la Iglesia?
Respuesta: Instruir al pueblo en la fe, en la devoción y en las buenas obras por amor a Jesucristo.
Pregunta: ¿Cuántos grados necesarios hay del Sacerdocio?
Respuesta: Tres: Obispo, Presbítero y Diácono.
Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre ellos?
Respuesta: El Diácono sirve en la consagración de los Sacramentos; el Sacerdote consagra los Sacra-
mentos bajo la dependencia del Obispo; el Obispo no sólo consagra los Sacramentos por sí mismo sino
que tiene poder para impartir a otros, por imposición de sus manos, el gracioso don para consagrarlos.
Sobre el poder episcopal, el Apóstol San Pablo escribe a Tito: “Por esta causa te dejé en Creta, para que
corrigieses lo deficiente, y establecieses presbíteros en cada ciudad” (Tito 1:5). Y a Timoteo: “No impon-
gas con ligereza las manos a ninguno” (1 Tim. 5:22).

Sobre el Matrimonio

Pregunta: ¿Qué es Matrimonio?


Respuesta: Es un Sacramento mediante el cual, por la libre promesa de mutua fidelidad del novio y la
novia ante el Sacerdote y la Iglesia, se bendice su unión conyugal en imagen de la unión espiritual de
Cristo con la Iglesia, y se ruega para que se les conceda la gracia de una pura unión, una bendecida
procreación y educación cristiana de sus hijos.
Pregunta: ¿De dónde sabemos que el Matrimonio es un Sacramento?
Respuesta: De las siguientes palabras del Apóstol San Pablo: “Dejará el hombre a su padre y a su ma-
dre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este Sacramento; mas yo digo esto
por Cristo y por la Iglesia” (Efes. 5:31-32).
Pregunta: ¿Es obligación para todos casarse?
Respuesta. No. La virginidad es mejor que el matrimonio, si alguno tiene el don de mantenerla inmacula-
da. Sobre esto, Jesucristo mismo dijo expresamente: “No todos son capaces de recibir esto, sino aque-
llos a quienes es dado. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba” (Mat. 19:11-12). Y el Apóstol San

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Pablo dice: “Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no
tienen el don de continencia, cásense... El soltero tiene cuidado de lo del Señor, de cómo agradarle; pero
el casado tiene cuidado de lo mundano, de cómo agradar a su mujer... El que da para casamiento a su
virgen hace bien, y el que no la da para casamiento hace mejor” (1 Cor. 7:8-9, 32-33 y 38).

Sobre la Unción con Óleo

Pregunta: ¿Qué es la Unción con Óleo (aceite)?


Respuesta: La Unción con Óleo es un Sacramento en el cual, mientras el cuerpo es ungido con aceite,
se invoca la gracia de Dios sobre el enfermo, para curarlo de enfermedades del cuerpo y del alma.
Pregunta: ¿Dónde se origina este Sacramento?
Respuesta: De los Apóstoles, que habiendo recibido poder de Jesucristo, ungían con aceite a muchos
que estaban enfermos, y los curaban (Marc. 6:13). Los Apóstoles dejaron este Sacramento a los sacer-
dotes de la Iglesia, como una evidencia de las siguientes palabras del Apóstol Santiago (Jacobo): “¿Está
alguno enfermo entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y oren por él, ungiéndolo con acei-
te en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvara al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere co-
metido pecados, le serán perdonados” (Santiago 5:14-15).

Sobre el Undécimo artículo

Pregunta: ¿Qué es la Resurrección de los muertos, que según las palabras del Símbolo de la fe espe-
ramos o aguardamos los cristianos?
Respuesta: Es un acto de Dios Todopoderoso, por el cual todos los cuerpos de los muertos, reunidos
con sus almas, retornarán a la vida y serán, de ahí en más, espirituales e inmortales. “Se siembra cuerpo
con alma, se levantará cuerpo espiritual” (1 Cor. 15:44); “Es necesario pues, que esto corruptible se vista
de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (Id. 53).
Pregunta: ¿Como resucitará el cuerpo después de corrompido y descompuesto en la tierra?
Respuesta: Dado que Dios formó originariamente el cuerpo de la tierra puede igualmente restaurarlo
después que se haya descompuesto en ella. El Apóstol San Pablo ilustra esto por la analogía de una
semilla, que perece en la tierra, pero de la cual nace luego una planta, o árbol: “Lo que tú siembras no se
vivifica, si no muere antes” (1 Cor. 15:36).
Pregunta: ¿Exactamente todos resucitarán?
Respuesta: Todos los que murieron, sin excepción; mas los que en tiempos de la resurrección general
estén vivos, tendrán sus cuerpos carnales instantáneamente transformados en espirituales e inmortales:
“No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos,
al sonar la trompeta final, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transfor-
mados” (1 Cor. 15:51-52).
Pregunta: ¿Cuándo ocurrirá la Resurrección de los muertos?
Respuesta: Al final de este mundo visible.
Pregunta: ¿Entonces el mundo entero llegará a su fin?
Respuesta: Sí. Este mundo corruptible llegará a su fin y será transformado en otro incorruptible: “Tam-
bién la creación misma será liberada de la esclavitud de la corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos
de Dios” (Rom 8:21); “Nosotros esperamos, según Su promesa, cielos nuevos y tierra nueva, en los cua-
les mora la verdad” (2 Pedro 3:13).
Pregunta: ¿Cómo será transformado el mundo?
Respuesta: Por el fuego. “Los cielos y la tierra que existen ahora están reservados por la misma palabra,
guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro 3:7).
Pregunta: ¿En qué estado estarán las almas de los muertos hasta la resurrección general?
Respuesta: Las almas de los rectos están en la luz y el reposo, parecido a la bienaventuranza eterna. Y
las almas de los impíos en un estado contrario a éste.
Pregunta: ¿Por qué no se adscribe a las almas de los rectos bienaventuranza perfecta inmediatamente
después de la muerte?
Respuesta: Porque está ordenado que la completa retribución de acuerdo con las obras sea recibida por
el hombre completo, después de la resurrección del cuerpo, después del último juicio de Dios. El Apóstol
San Pablo dice: “Por lo demás, me está guardada la corona de verdad, la cual me dará el Señor, Recto
Juez, en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que aman su venida” (2 Tim. 4:8); y “Es necesario
que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que
haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Cor. 5:10).

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Pregunta: ¿Por qué adjudicamos a las almas de los rectos un anticipo de gloria antes del último juicio?
Respuesta: Por el testimonio de Jesucristo mismo, que dijo en la parábola que el recto Lázaro fue al se-
no de Abraham inmediatamente después de su muerte (Lucas 16:22).
Pregunta: ¿Este anticipo de gloria está unido con la gracia gloriosa de ver a Jesucristo mismo?
Respuesta: Es así más especialmente con los santos, como nos fue dado a entender por el Apóstol San
Pablo: “Teniendo deseo de partir, y estar con Cristo” (Filip. 1:23)
Pregunta: ¿Qué debe señalarse respecto de aquellas almas que partieron con fe, pero que no tuvieron
tiempo de realizar dignas obras de arrepentimiento?
Respuesta: Que pueden ser ayudadas para alcanzar una bendita resurrección por las oraciones ofreci-
das en su sufragio, especialmente aquellas que son ofrecidas en unión con la oblación del Sacrificio In-
cruento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, y por las obras de misericordia hechas con fe, en su memoria.
Pregunta: ¿En qué esta basada esta enseñanza?
Respuesta: En la constante tradición de la Iglesia Católica (Universal), las fuentes de lo cual pueden ser
vistas incluso en la Iglesia del Antiguo Testamento. Judas Macabeo ofreció sacrificio por los soldados
caídos (2 Mac. 12:43). La oración por los que han partido es parte fija de la Divina Liturgia, desde la pri-
mera liturgia del Apóstol Santiago (Jacobo). San Cirilo de Jerusalem dice: “Grandes serán los beneficios
para aquellas almas por las cuales se ofrece oración en el momento en que el Santo y Terrible Sacrificio
es expuesto” (Lec. Myst. 5, cap. 9). San Basilio el Grande, en sus oraciones de Pentecostés, dice: “El
Señor concede recibir de nosotros oraciones propiciatorias y sacrificios por aquellos que están en el
hades, y permite la esperanza de obtener para ellos paz, alivio y libertad.”

Sobre el duodécimo artículo

Pregunta: ¿Qué es la vida del mundo por venir?


Respuesta: La vida que será después de la resurrección de los muertos y el juicio general de Cristo.
Pregunta: ¿Qué clase de vida será?
Respuesta: Para aquellos que creen, que aman a Dios y hacen lo bueno, será tan bienaventurada, que
no podemos concebir ahora tal bienaventuranza: “Y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser”
(1Juan 3: 2). “Conozco a un hombre en Cristo — dice el Apóstol San Pablo — que fue arrebatado al Pa-
raíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (2 Cor. 12: 2-4).
Pregunta: ¿De dónde procede tan grande bienaventuranza?
Respuesta: De la contemplación de Dios en luz y gloria, y de la unión con El: “Ahora vemos por espejo,
oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré co-
mo fui conocido” (1 Cor. 13:12). “Dios sea todo en todos” (1 Cor. 15:28); “Entonces los rectos resplande-
cerán como el sol en el reino de su Padre” (Mat. 13:43).
Pregunta: ¿Participará también el cuerpo en la bienaventuranza del alma?
Respuesta: Sí. El cuerpo también será glorificado con la luz de Dios, como lo fue el Cuerpo de Cristo en
su Transfiguración en el Monte Tabor: “Se siembra en deshonra, resucitará en gloria” (1 Cor. 15:43); “Y
así como hemos traído la imagen de lo terrenal (por Adán), traeremos también la imagen de lo celestial”
(Id. 49).
Pregunta: ¿Serán todos igualmente felices?
Respuesta: No. Habrá diferentes grados de bienaventuranza, en proporción a los esfuerzos de cada uno
aquí en fe, amor y buenas obras: “Una es la gloria del sol, otra la de la luna, y otra la gloria de las estre-
llas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos” (1
Cor. 15:41-42).
Pregunta: ¿Pero, cuál será el destino de los incrédulos y transgresores?
Respuesta: Serán entregados a la muerte eterna, es decir, al fuego eterno, al tormento eterno, con los
diablos: “Y el que no se halló inscripto en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apoc. 20: 15);
“Ésta es la segunda muerte” (íd. 14); “Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo
y sus ángeles” (Mat. 25:41); “E irán éstos al castigo eterno, y los rectos a la vida eterna” (íd. 46); “Mejor
te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos, ser echado al infierno, donde el gusa-
no de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9:47-48).
Pregunta: ¿Por qué será usada tal severidad con los pecadores?
Respuesta: No porque Dios quiera que perezcan, sino que “ellos mismos sucumben por cuanto no acep-
taron el amor de la verdad para ser salvos” (2 Tes. 2:10).
Pregunta: ¿Qué beneficio obtendremos al meditar sobre la muerte, la resurrección, el último juicio, la
bienaventuranza eterna y el tormento eterno?

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Respuesta: Estas meditaciones nos ayudan para abstenernos del pecado, y para quitar nuestras aficio-
nes a las cosas terrenas. Nos consuelan por la ausencia o pérdida de bienes terrenales, nos incitan a
guardar nuestras almas y cuerpos puros, a vivir para Dios y la eternidad, y así alcanzar salvación eterna.

La Segunda parte
del Catecismo Ortodoxo

Sobre la esperanza

Definiciones de la esperanza cristiana, sus fundamentos


y medios para lograrla.

Pregunta: ¿Qué es la esperanza cristiana?


Respuesta: Es la tranquilidad del corazón en Dios, con la verdadera confianza de que El siempre cuida
por nuestra salvación, y nos dará la bienaventuranza que prometió.
Pregunta: ¿Cuál es la base de la esperanza cristiana?
Respuesta: El Señor Jesucristo es nuestra esperanza, o el fundamento de nuestra esperanza (1 Tim.
1:1). “Esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado” (1 Pedro
1:13).
Pregunta: ¿Cuáles son los medios para alcanzar una esperanza salvadora?
Respuesta: Los medios para esto son: primero, la oración y segundo, la verdadera enseñanza sobre la
bienaventuranza y el real seguimiento u aplicación de la misma.

Sobre la oración

Pregunta: ¿Hay algún testimonio de la palabra de Dios sobre la oración como medio de alcanzar la es-
peranza salvadora?
Respuesta: Jesucristo mismo une la esperanza de recibir nuestros deseos con la oración: “Y todo lo que
pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Juan 14: 13).
Pregunta: ¿Qué es la oración?
Respuesta: La elevación de la mente y el corazón manifestada por las palabras devotas del hombre
hacia Dios.
Pregunta: ¿Qué debe hacer el cristiano cuando eleva su corazón y su mente hacia Dios?
Respuesta: Primero, glorificarlo por su divina perfección; segundo, agradecerle por sus misericordias;
tercero, rogarle por lo que necesita. Así, hay tres géneros principales de oración: Alabanza, Agradeci-
miento y Petición.
Pregunta: ¿Puede el hombre orar sin palabras, en silencio?
Respuesta: Puede, con la mente y el corazón. Un ejemplo de esto puede verse en Moisés antes del pa-
saje por el Mar Rojo (Éx. 14:15).
Pregunta: ¿Tiene este tipo de oración un nombre especial?
Respuesta: Es la llamada espiritual, u oración del corazón y la mente, en una palabra, oración interior;
mientras, por otra parte, la oración expresada en palabras y acompañada por otros signos de devoción,
es llamada oral o externa.
Pregunta: ¿Puede haber oración exterior sin la interior?
Respuesta: Puede. Cuando alguien emite palabras de oración sin atención ni fervor.
Pregunta: ¿Alcanza la oración exterior para obtener la gracia?
Respuesta: Está tan lejos de obtener la gracia que, por el contrario, ofende a Dios. Dios mismo declaró
su desagrado por tal plegaria: “Este pueblo me honra con los labios, mas su corazón está lejos de Mí,
pues en vano me honran” (Mat. 15:8-9).
Pregunta: ¿Es suficiente la oración interior sin la exterior?
Respuesta: Esto es como preguntar si el alma sola le alcanza al hombre, sin el cuerpo. Dios tuvo com-
placencia en crear al hombre consistente de alma y cuerpo; de la misma manera, es innecesario pregun-
tarse si la oración interior es suficiente sin la exterior. Dado que tenemos cuerpo y alma, debemos glorifi-
car a Dios en nuestros cuerpos y en nuestras almas, que son de Dios, siendo natural que de la abun-
dancia del corazón habló la boca. Nuestro Señor Jesucristo era espiritual en grado sumo, pero incluso El
expresó su oración espiritual por palabras y gestos devotos del cuerpo; a veces, por ejemplo, elevando

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sus ojos al cielo, a veces arrodillándose o postrando su rostro en el suelo (1 Cor. 6:20; Mat. 12:34; Juan
17:1; Lucas 22:41; Mat. 26:39).

Sobre la Oración del Señor

Pregunta: ¿Hay una oración que puede ser definida como oración general del cristiano, y modelo de
todas las oraciones?
Respuesta: Sí. Ésta es la Oración del Señor.
Pregunta: ¿Qué es la Oración del Señor?
Respuesta: Una oración que Nuestro Señor Jesucristo enseñó a los Apóstoles, y que ellos extendieron a
todos los creyentes.
Pregunta: ¿Cómo dice esa oración?
Respuesta: Padre nuestro que estás en los cielos,
1. santificado sea tu Nombre,
2. venga a nosotros tu reino,
3. hágase tu voluntad así como es en el cielo, en la tierra.
4. El pan nuestro sustancial de cada día dánosle hoy.
5. Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
6. No nos dejes caer en la tentación,
7. mas líbranos del maligno.
Pues tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
(Mateo 6: 9-13).
Pregunta: ¿Para considerar mejor la Oración del Señor, cómo podemos dividirla?
Respuesta: En la Invocación, Siete Peticiones y la Doxología.

Sobre la Invocación

Pregunta: ¿Por qué nos atrevemos a llamar a Dios “Padre”?


Respuesta: Por fe en Jesucristo, y por la gracia de la regeneración.
"Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su Nombre, les dio potestad de ser hechos hijos
de Dios; los cuales no son engendrados ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”
(Juan 1:12-13).
Pregunta: ¿Debemos decir “Padre Nuestro” incluso cuando oramos solos?
Respuesta: Ciertamente, debemos.
Pregunta: ¿Por qué?
Respuesta: Porque el amor fraterno cristiano requiere nombrar a Dios y pedirle cosas buenas para todos
nuestros hermanos, no menos que para nosotros mismos.
Pregunta: ¿Por qué en la invocación decimos “que estás en los cielos”?
Respuesta: Porque entrando en la oración, debemos dejar de lado todo lo terreno y corruptible, y elevar
nuestras mentes y corazones a lo celestial, eterno y divino.

Sobre la primera petición

Pregunta: ¿Es santo el Nombre de Dios?


Respuesta: Ciertamente es santo en sí mismo, “Santo es su Nombre” (Lucas 1:49).
Pregunta: ¿Cómo, entonces, puede ser santificado?
Respuesta: Puede ser santificado en el hombre, es decir, su eterna santidad puede ser manifestada en
ellos.
Pregunta: ¿Cómo?
Respuesta: Primero, cuando nosotros, teniendo en nuestros pensamientos y corazón el Nombre de Dios,
vivimos como su santidad lo requiere, y por ello glorificamos a Dios; segundo, cuando otros, viendo
nuestras buenas vidas, glorifican a Dios. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean
vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16).

Sobre la segunda petición

Pregunta: ¿Qué es el Reino de Dios, expresado en la segunda petición de la Oración del Señor?
Respuesta: El Reino de Gracia que, como dice San Pablo, es “verdad, paz y bienaventuranza en el Espí-
ritu Santo” (Rom. 14:17).

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Pregunta: ¿Vino ya este Reino?
Respuesta: Para algunos todavía no vino en su plenitud; mientras que para otros ni siquiera vino, en tan-
to que el pecado reina en sus cuerpos mortales: “De modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias”
(Rom. 6: 12).
Pregunta: ¿Cómo viene?
Respuesta: Secretamente, interiormente: “El Reino de Dios no vendrá con advertencia, porque el Reino
de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:20-21).
Pregunta: ¿Puede el cristiano pedir por algo más, bajo el nombre del Reino de Dios?
Respuesta: Puede pedir por el Reino de Gloria, es decir, por la perfecta bienaventuranza del fiel: “Te-
niendo deseo de partir y estar con Cristo” (Filip. 1:23).

Sobre la tercera petición

Pregunta: ¿Qué significa la petición “hágase tu voluntad”?


Respuesta: Por ella pedimos a Dios que todo lo que hacemos y todo lo que nos acontece sea ordenado
no según nuestra voluntad, sino como le complazca a El.
Pregunta: ¿Por qué necesitamos pedir esto?
Respuesta: Porque muchas veces erramos en nuestros deseos, pero Dios es infalible, e incomparable-
mente más que nosotros mismos, El desea para nosotros todo lo bueno, y está siempre listo para pro-
veerlo, pese a nuestra terquedad y obstinación: “A Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas
mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a
El sea la gloria en la Iglesia” (Efes. 3:20-21).
Pregunta: ¿Por qué pedimos que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra como en el cielo?
Respuesta: Porque en el cielo los Santos Angeles y los Santos en gloria, todos sin excepción, siempre y
en todo, cumplen con la voluntad de Dios.

Sobre la cuarta petición

Pregunta: ¿Qué es el “pan sustancial”?


Respuesta: El pan que necesitamos para subsistir o vivir, tanto material como espiritualmente.
Pregunta: ¿Con qué pensamiento debemos pedir a Dios este pan?
Respuesta: En primer lugar, de acuerdo con la instrucción de Nuestro Señor Jesucristo, debemos pedir
el pan para la subsistencia, es decir, el alimento necesario, y la vestimenta y abrigo igualmente necesa-
rios para vivir. Todo lo que en lo material sobrepase esto y no sirve tanto a la necesidad como a la grati-
ficación, debemos dejarlo a la voluntad de Dios; y si nos lo da, agradecerle; y si no nos lo da, estar con-
tentos sin ello.
Pregunta: ¿Por qué se pide pan para la subsistencia sólo para este día?
Respuesta: Porque no debemos estar demasiado ansiosos sobre el futuro, sino confiar en Dios: “Así que
no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su
propia preocupación” (Mat. 6:34); “Pues vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas es-
tas cosas” (Mat 6:32).
Pregunta: ¿Qué más debemos pedir bajo el nombre del pan de la subsistencia?
Respuesta: Dado que el hombre está hecho de sustancia corporal y espiritual y que la sustancia del al-
ma es mucho más excelsa que la del cuerpo, en segundo lugar debemos pedir para el alma también el
pan de la subsistencia, sin el cual el hombre interior perece de hambre (ver Ciril. Hier. Lect. Mit. 4: 15);
(Orthod. Confes. p. 2 preg. 19).
Pregunta: ¿Cuál es el pan de la subsistencia para el alma?
Respuesta: La palabra de Dios, y el Cuerpo y la Sangre de Cristo. “No sólo de pan vivirá el hombre, sino
de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4). “Mi Cuerpo es alimento verdadero, y mi Sangre
bebida verdadera” (Juan 6:55).

Sobre la quinta petición

Pregunta: ¿Qué se entiende en la Oración del Señor por “nuestras deudas”?


Respuesta: Nuestros pecados.
Pregunta: ¿Por qué nuestros pecados son llamados deudas?
Respuesta: Porque nosotros, habiendo recibido todo de Dios, estamos obligados a devolver todo a El, es
decir, estamos sujetos a su voluntad y ley; y si no lo hacemos, quedamos como deudores de su justicia.
Pregunta: ¿Quiénes son nuestros deudores?

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Respuesta: Gente que no nos dio lo que debía según la ley de Dios. Por ejemplo, los que no nos mostra-
ron amor, sino enemistad.
Pregunta: ¿Cómo podemos quedar perdonados por Dios de nuestras deudas?
Respuesta: Por la mediación de Jesucristo. “Porque hay un sólo Dios, y un sólo mediador entre Dios y
los hombres: Jesucristo Hombre, que se entregó a Sí mismo para la liberación de todos” (1 Tim. 2: 5-6).
Pregunta: ¿Cuál sería la consecuencia, si pedimos a Dios que perdone nuestros pecados sin perdonar
nosotros los de nuestros deudores?
Respuesta: En ese caso ninguno será perdonado: “Porque si perdonáis a los hombre sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mat. 6:14-15).
Pregunta: ¿Por qué Dios no nos perdona a nosotros, si no perdonamos a los demás?
Respuesta: Porque así mostramos nuestra propia maldad, y nos alejamos de la bondad y misericordia
de Dios.
Pregunta: ¿Qué disposición debemos tener, entonces, para usar correctamente las palabras de la Ora-
ción del Señor “así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”?
Respuesta: Estas palabras exigen absolutamente que cuando oremos no tengamos malicia ni odio sino
que tengamos paz y amor con todos: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu
hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mat. 5:23-24).
Pregunta: ¿Pero, qué debo hacer si no puedo encontrar prontamente a aquel que me odia, o si él se
muestra sin deseo de reconciliarse?
Respuesta: En tal caso, es suficiente reconciliarse con él en el corazón, ante los ojos de Dios que todo lo
ve. “Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, guardad paz con todos los hombres” (Rom. 12:18).

Sobre la sexta petición

Pregunta: ¿Qué se entiende en la Oración del Señor por “tentación”?


Respuesta: Todas las circunstancias en las que hay inminente peligro de perder la fe o de caer en gran
pecado.
Pregunta: ¿De dónde provienen tales tentaciones?
Respuesta: Del diablo, de nuestra carne, del mundo y de otras personas.
Pregunta: ¿Qué pedimos en las palabras de la Oración “no nos dejes caer en la tentación”?
Respuesta: Primero, que Dios no permita que seamos llevados a la tentación; segundo, que si es nece-
sario que seamos probados y purificados a través de la tentación, El no nos entregue enteramente a ella
ni permita que caigamos.

Sobre la séptima petición

Pregunta: ¿Qué pedimos en las palabras de la Oración “líbranos del maligno”?


Respuesta: Pedimos por la liberación de todo mal que pueda alcanzarnos en el mundo, el que desde la
caída de Adán está bajo el maligno (1Juan 5: 19). Pero más especialmente del mal del pecado, y de las
malas sugestiones y trampas del espíritu del mal, que es el diablo.

Sobre la Doxología

Pregunta: ¿Por qué después de la Oración del Señor agregamos la Doxología?


Respuesta: Primero, porque cuando pedimos misericordia para nosotros mismos a nuestro Padre celes-
tial, debemos al mismo tiempo rendirle el honor que le es debido; segundo, que por el pensamiento de
su eterno Reino, Poder y Gloria, estamos más establecidos en la esperanza de que El nos dará lo que
pedimos, porque esto está es su poder, y hace a su gloria.
Pregunta: ¿Qué significa la palabra “Amén”?
Respuesta: Significa “verdadero” o “así es.”
Pregunta: ¿Por qué se añade esta palabra a la Doxología?
Respuesta: Para expresar que ofrecemos la oración en plena fe y sin dudar, como nos dice que haga-
mos el Apóstol Santiago (Santiago 1: 6).

Sobre la enzeñanza de la bienaventuranza

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Pregunta: ¿Qué debemos unir a la oración, para estar fundamentados en la esperanza de salvación y
bienaventuranza?
Respuesta: Nuestros propios esfuerzos para alcanzar la santidad. Sobre este punto el Señor mismo di-
ce: “Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis las cosas que digo?” (Lucas 6:46); “No todo el que me
dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está
en los cielos” (Mat. 7:21).
Pregunta: ¿Qué enseñanza debemos tomar como guía en nuestros esfuerzos?
Respuesta: La enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo, que está brevemente expuesta en sus biena-
venturanzas.
Pregunta: ¿Cuántas son estas bienaventuranzas?
Respuesta: Las nueve siguientes:

1. Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.


2. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
3. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
4. Bienaventurados los hambrientos y sedientos de la verdad, porque ellos serán saciados.
5. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia.
6. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
7. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
8. Bienaventurados los perseguidos por causa de la verdad, porque de ellos es el Reino de los cie-
los.
9. Bienaventurados sois cuando os injurian y persiguen, y dicen toda clase de mal contra vosotros
por mi causa, mintiendo. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos
(Mat. 5:3-12).

Pregunta: ¿Qué debe observarse sobre todas estas bienaventuranzas, para su correcta comprensión?
Respuesta: Que el Señor propuso en estas palabras la enseñanza para alcanzar la bienaventuranza
como está expresamente dicho en el Evangelio: “Abrió su boca y enseñó”; mas siendo humilde de cora-
zón y manso, propuso su enseñanza no en forma de mandato, sino de bendición a aquellos que por su
propia libre voluntad la reciben y cumplen. Consecuentemente, en cada bienaventuranza debemos con-
siderar, primero, la enseñanza o mandamiento, y segundo, el ensalsamiento o promesa de recompensa.

Sobre la primera bienaventuranza

Pregunta: ¿Cuál es el primer mandamiento del Señor para lograr la bienaventuranza?


Respuesta: Aquel que desee bienaventuranza deberá ser pobre en espíritu.
Pregunta: ¿Qué es ser pobre en espíritu?
Respuesta: Es tener la convicción espiritual de que no tenemos nada propio, nada sino lo que Dios
nos concede, y que no podemos hacer nada bueno sin la ayuda y la gracia de Dios, y poniéndonos en
todo bajo la misericordia de Dios, considerándonos a nosotros mismos como nada. En resumen, como
explica San Juan Crisóstomo “pobreza espiritual es humildad” (Hom. in Mat. 15).
Pregunta: ¿Puede el rico también ser pobre en espíritu?
Respuesta: Sin duda puede, si considerara que las riquezas visibles son corruptibles y pasan pronto, y
que no pueden compensar nunca la búsqueda de bienes espirituales: “Porque, ¿qué aprovechará al
hombre, si ganare todo el mundo y perdiere su alma? ¿O, qué recompensa dará el hombre por su alma”
(Mat. 16:26).
Pregunta: ¿Sirve la pobreza física a la perfección de la espiritual?
Respuesta: Sirve, si el cristiano la elige voluntariamente, por la causa de Dios. Sobre esto, Jesucristo
mismo dijo al rico: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás teso-
ro en el cielo; y ven y sígueme” (Mat. 19:21).
Pregunta: ¿Qué promete el Señor al pobre en espíritu?
Respuesta: El Reino de los cielos.
Pregunta: ¿Cómo es suyo el Reino de los cielos?
Respuesta: En la vida presente, internamente, y en primer grado por fe y esperanza; pero en la vida ve-
nidera lo será perfectamente, por haber sido hechos partícipes de la beatitud eterna.

Sobre la segunda bienaventuranza

Pregunta: ¿Cuál es el segundo mandamiento del Señor para la bendición?

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Respuesta: Que el que desea bienaventuranza debe saber llorar.
Pregunta: ¿Qué se entiende en este mandamiento por la palabra llorar?
Respuesta: Dolor y contrición del corazón, con lágrimas genuinas, por lo imperfectamente que servimos
al Señor y porque merecemos su cólera por nuestros pecados. “La tristeza, pues, de ofender a Dios,
produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse” (2 Cor. 7:10).
Pregunta: ¿Qué promesa especial hizo el Señor a los que lloran?
Respuesta: Que serán consolados.
Pregunta: ¿Qué clase de consuelo debe entenderse aquí?
Respuesta: El de la Gracia, consistente en el perdón de los pecados y la paz de la conciencia.
Pregunta: ¿Por qué esta promesa está unida a un mandamiento sobre el llanto?
Respuesta: Para que el dolor por el pecado no llegue a la desesperación.

Sobre la tercera bienaventuranza

Pregunta: ¿Cuál es el tercer mandamiento del Señor para la bienaventuranza?


Respuesta: Que el que desea bienaventuranza debe ser manso.
Pregunta: ¿Qué es mansedumbre?
Respuesta: Una calma disposición del espíritu, unida con el cuidado de no irritar a nadie ni irritarnos por
nada.
Pregunta: ¿Cuáles son los especiales efectos de la mansedumbre cristiana?
Respuesta: Que nunca murmuremos contra Dios ni contra los hombres, cuando algo sale contra nues-
tros deseos, ni dar lugar a la ira ni a la obstinación.
Pregunta: ¿Qué promete el Señor a los mansos?
Respuesta: Que heredarán la tierra.
Pregunta: ¿Cómo debe entenderse esta promesa?
Respuesta: Referida a los fieles cristianos, es una predicción que se ha cumplido generalmente, pues los
mansos cristianos, en lugar de haber sido destruidos por la furia de los paganos, heredaron el mundo,
que los paganos anteriormente poseían. Pero el otro sentido de esta promesa referida a los cristianos,
general e individualmente, es que recibirán una herencia, como dice el salmista, en el país de los vivos;
es decir, donde los hombres viven y nunca mueren. En otras palabras, que recibirán la beatitud eterna
(Salmo 27 (26): 13).

Sobre la cuarta bienaventuranza

Pregunta: ¿Cuál es el cuarto mandamiento del Señor para la bienaventuranza?


Respuesta: Que aquel que desea la bendición debe ser hambriento y sediento de verdad.
Pregunta: ¿Qué significa aquí la palabra verdad?
Respuesta: Pese a que esta palabra puede usarse para cualquier virtud que el cristiano desee, como si
fuere su comida y su bebida, debemos entenderla especialmente como la verdad de que nos habla el
libro de Daniel: “Para traer la verdad perdurable.” Es decir, la justificación del hombre culpable ante Dios,
por la gracia y fe en Jesucristo (Dan. 9:24). El Apóstol San Pablo dice sobre esto: “La verdad de Dios por
medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en El. No hay diferencia, por cuanto todos peca-
ron, y están privados de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por la Gracia mediante la
redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como la purificación por medio de la fe en su san-
gre, para manifestar su verdad, para el perdón de los pecados pasados” (Rom. 3:22-25).
Pregunta: ¿Quiénes son los hambrientos y sedientos de verdad?
Respuesta: Los que amando hacer el bien, no se cuentan a sí mismos como rectos ni descansan en sus
buenas obras, mas se reconocen a sí mismos como pecadores y culpables ante Dios; y que por el deseo
y la oración de fe, tienen hambre y sed de justificación de Gracia por Jesucristo, como de comida y bebi-
da espiritual.
Pregunta: ¿Qué promete el Señor a los hambrientos y sedientos de verdad?
Respuesta: Que serán satisfechos.
Pregunta: ¿Qué significa aquí ser satisfechos?
Respuesta: Como la satisfacción del cuerpo produce, primero, el fin de la sensación de hambre y sed,
así la satisfacción del alma significa, primero, la paz interior del pecador perdonado; segundo, la adquisi-
ción de la fortaleza para hacer el bien, dada por la Gracia justificadora. Sin embargo, la perfecta satisfac-
ción del alma creada para disfrutar el bien eterno se alcanzará en la vida eterna, de acuerdo a las pala-
bras del salmista: “En cuanto a mí, seré satisfecho en cuanto me presente ante tu Gloria” (Salm. 17 (16):
15)

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Sobre la quinta bienaventuranza

Pregunta: ¿Cuál es el quinto mandamiento del Señor para la bienaventuranza?


Respuesta: Que los que deseen bienaventuranza deben ser misericordiosos.
Pregunta: ¿Cómo debemos cumplir este mandamiento?
Respuesta: Por obras de misericordia corporales y espirituales; porque, como dice San Juan Crisósto-
mo: “Las formas de la misericordia son múltiples, y este mandamiento amplio” (Hom. in Mat. 15).
Pregunta: ¿Cuáles son las obras corporales de misericordia?
Respuesta: 1. Dar de comer al hambriento;
2. Dar de beber al sediento;
3. Vestir al desnudo, o a aquel que no tiene ropa necesaria o decente;
4. Visitar al enfermo, servirle, procurar su mejoría o ayudarle a una cristiana preparación para la
muerte;
5. Mostrarse hospitalario con los extranjeros;
6. Visitar a los que están en prisión;
7. Sepultar a los que han muerto en pobreza.

Pregunta: ¿Cuáles son las obras espirituales de misericordia?


Respuesta:
1. Mediante la exhortación, convertir al pecador del camino equivocado (Santiago 5: 20);
2. instruir al ignorante en la verdad y la virtud;
3. Dar a nuestro prójimo buen consejo en la dificultad, o en cualquier peligro en que esté inadverti-
damente;
4. Rogar por otros a Dios;
5. Consolar al afligido;
6. No devolver el mal que otros nos hayan cometido;
7. Perdonar de corazón las ofensas.

Pregunta: ¿Es contrario a la misericordia el castigo de los criminales por la justicia civil?
Respuesta: No del todo, si se hace como según la ley y con buena intención, es decir, para corregirlo o
para preservar a los inocentes de sus crímenes.
Pregunta: ¿Qué prometió el Señor a los misericordiosos?
Respuesta: Que ellos obtendrán misericordia.
Pregunta: ¿Qué se entiende aquí por misericordia?
Respuesta: Ser librado de la condenación eterna por el pecado, en el Juicio de Dios.

Sobre la sexta bienaventuranza

Pregunta: ¿Cuál es el sexto mandamiento del Señor para la bienaventuranza?


Respuesta: El que quiera bienaventuranza debe ser puro de corazón.
Pregunta: ¿No es la pureza del corazón lo mismo que la sinceridad?
Respuesta: La sinceridad, que no finge buenas disposiciones ajenas al corazón, sino que muestra real-
mente la buena disposición del corazón por las buenas acciones, es sólo el grado inferior de la pureza
del corazón. Esta última la obtiene el hombre por la constante vigilancia sobre sí mismo, alejando de su
corazón todo pensamiento y deseo ilícito, y toda afición por las cosas terrenales, conservando siempre el
recuerdo de Dios y Nuestro Señor Jesucristo con fe y amor.
Pregunta: ¿Qué prometió el Señor a los puros de corazón?
Respuesta: Que verán a Dios.
Pregunta: ¿Cómo debe entenderse esta promesa?
Respuesta: La palabra de Dios compara el corazón del hombre con el ojo, y dice que los perfectos cris-
tianos tienen “iluminados ojos del corazón” (Efes. 1:18). Como el ojo que claramente puede ver la luz, así
el corazón puro puede contemplar a Dios. Pero, dado que ver el semblante de Dios es la verdadera fuen-
te de la bendición celestial, la antedicha promesa de que verán a Dios es la del más alto grado de biena-
venturanza eterna.

Sobre la séptima bienaventuranza

Pregunta: ¿Cuál es el séptimo mandamiento del Señor para la bienaventuranza?

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Respuesta: Que aquellos que quieran bienaventuranza deben ser pacificadores.
Pregunta: ¿Cómo debemos cumplir este mandamiento?
Respuesta: Debemos vivir amigablemente con todos los hombres y no dar ocasión para desavenencias.
Si alguna aparece, debemos por todos los caminos detenerla, aun cediendo nuestro propio derecho, ex-
cepto que esto sea contra los deberes de otro o le sea lesivo. Si otros están enemistados, debemos
hacer todo lo posible para reconciliarlos, y si fallamos debemos rogar a Dios por su reconciliación.
Pregunta: ¿Qué prometió el Señor a los pacificadores?
Respuesta: Que serán llamados Hijos de Dios.
Pregunta: ¿Qué significa esta promesa?
Respuesta: Significa la sublimidad de la recompensa por el esfuerzo de los pacificadores, dado que en
su esfuerzo imitan al Hijo Unigénito de Dios, que vino al mundo para reconciliar al hombre caído con la
justicia divina. Por ello, se les promete el bendito nombre de hijos de Dios, sin duda un grado de bendi-
ción acorde con él.

Sobre la octava bienaventuranza

Pregunta: ¿Cuál es el octavo mandamiento del Señor para la bienaventuranza?


Respuesta: Los que deseen la bienaventuranza deberán estar listos a padecer persecución por causa de
la verdad.
Pregunta: ¿Qué cualidades son requeridas por este precepto?
Respuesta: Amor por la verdad, constancia y firmeza en la virtud, valentía y paciencia cuando se está
sometido a calamidad o peligro por rehusarse a traicionar la verdad y la virtud.
Pregunta: ¿Qué promete el Señor a aquellos que son perseguidos por causa de la verdad?
Respuesta: El Reino de los cielos, como recompensa por lo que perdieron a causa de la persecución; de
igual manera que lo prometió a los pobres en espíritu, para sostenerlos en la sensación de necesidad y
privación.

Sobre la novena bienaventuranza

Pregunta: ¿Cuál es el noveno mandamiento del Señor para alcanzar la bienaventuranza?


Respuesta: Los que deseen bienaventuranza deberán estar listos para tomar con alegría reproches,
persecución, sufrimientos y la muerte misma, por el nombre de Cristo y por la Fe Ortodoxa.
Pregunta: ¿Cuál es el nombre del esfuerzo espiritual requerido por este mandamiento?
Respuesta: El martirio.
Pregunta: ¿Qué prometió el Señor a los que sigan este camino?
Respuesta: Una gran recompensa en el cielo; es decir, un especial y alto grado de bienaventuranza.

Tercera parte del


Catecismo Ortodoxo

Sobre el amor

Sobre la unión en fe y amor

Pregunta: ¿Cuál será el efecto y el fruto de la verdadera fe en el cristiano?


Respuesta: Amor y buenas obras conformes con esto. “En Cristo Jesús - dice el Apóstol San Pablo - ni
la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (Gál. 5:6).
Pregunta: ¿No es suficiente la fe sola para el cristiano, sin amor ni buenas obras?
Respuesta: No, porque la fe sin amor y buenas obras es inactiva y muerta, y así no puede conducir a la
vida eterna. “El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (1Juan 3: 14); “Hermanos míos, ¿de
qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? ... Porque como el
cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:14 y 26).
Pregunta: ¿Puede un hombre ser salvado por el amor y las buenas obras, sin tener fe?
Respuesta: Es imposible que un hombre que no tiene fe en Dios realmente lo ame. Por otra parte, el
hombre, arruinado por el pecado, no puede realmente hacer buenas obras si no recibe por la fe en Jesu-
cristo la fortaleza espiritual o Gracia de Dios. “Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario
que el que se acerca a Dios crea que es, y que premia a los que le buscan” (Heb. 11:6); “Aquellos que
son de las obras de la Ley están bajo maldición, pues escrito está: maldito todo aquel que no preserva

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en todo lo escrito en el libro de la ley, y no lo lleva a la práctica” (Gál. 3:10); “Pues nosotros, por el Espíri-
tu, aguardamos por fe la esperanza de la verdad” (Gál. 5:5); “Porque por Gracia sois salvados por medio
de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe” (Efes.
2:8-9).
Pregunta: ¿Qué debe pensarse de un amor que no es acompañado de buenas obras?
Respuesta: Tal amor no es real, porque el verdadero amor se muestra naturalmente por buenas obras.
Jesucristo dice: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que Me ama... El que Me ama,
guardará mi palabra” (Juan 14:21 y 23). El Apóstol San Juan escribe: “Pues este es el amor a Dios, que
guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3); “No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y de
verdad” (1 Juan 3:18).

Sobre la Ley de Dios


y los Mandamientos

Pregunta: ¿Qué medios tenemos para distinguir las buenas obras de las malas?
Respuesta: La ley interior de Dios, o sea el testimonio de nuestra conciencia, y la ley externa de Dios, o
Mandamientos de Dios.
Pregunta: ¿Hablan las Sagradas Escrituras de la ley interna de Dios?
Respuesta: El Apóstol San Pablo dice acerca de los paganos: “Mostrando la obra de la Ley escrita en
sus corazones, testificándolo su propia conciencia y los razonamientos que unas veces los acusan y
otras los defienden” (Rom. 2:15).
Pregunta: ¿Si hay en el hombre una ley interior, por qué fue dada la exterior?
Respuesta: Fue dada porque el hombre no obedece la ley interior, mas vive su vida carnal y pecadora, y
acalla en sí la voz de la ley espiritual y así fue necesario poner manifiestamente la ley en su mente por
medio de los mandamientos: “¿Para qué sirve la Ley? Fue añadida a causa de las transgresiones” (Gál.
3:19).
Pregunta: ¿Cuándo y cómo fue dada la ley exterior de Dios a los hombres?
Respuesta: Cuando el pueblo hebreo, descendencia de Abraham, fue liberado milagrosamente de la
cautividad en Egipto, en su camino a la tierra prometida en el desierto sobre el Monte Sinaí, Dios mani-
festó su presencia en fuego y nubes por la mano de Moisés, su conductor.
Pregunta: ¿Cuáles son los mandamientos generales de esta ley?
Respuesta: Los siguientes diez, que fueron escritos sobre dos tablas de piedra:

1. Yo soy el Señor, tu Dios, no tengas otros dioses más que a Mí.


2. No hagas escultura, ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en los cie-
los, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la
tierra, no te postres antes ellas ni les sirvas.
3. No tomes el nombre del Señor, tu Dios, en vano.
4. Recuerda el día sábado para santificarlo, seis días haz y ocúpate de to-
dos tus tareas, más el séptimo día, sábado, dedícalo al Señor, tu Dios.
5. Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se prolonguen y sean
buenos en la tierra.
6. No mates.
7. No cometas adulterio.
8. No robes.
9. No digas falso testimonio contra tu prójimo.
10. No codicies la mujer de tu prójimo, ni la casa de tu prójimo, ni sus
campos, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que le
pertenezca. (Deut. 5: 6-21)

Pregunta: ¿Estos mandamientos que fueron dados al pueblo de Israel, debemos también nosotros se-
guirlos?
Respuesta: Sí. Porque son en su sustancia las mismas leyes que, de acuerdo con las palabras de San
Pablo, fueron escritas en el corazón de todos los hombres, para que todos marchen de acuerdo con
ellas.
Pregunta: ¿Enseñó Jesús que los hombres deben guiarse por los Diez Mandamientos?

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Respuesta: El pidió a los hombres que si querían alcanzar la vida eterna debían guardar los mandamien-
tos y nos enseñó a entenderlos y cumplirlos más perfectamente que cuando habían sido dados, antes de
su venida (Mat. 19:17 y cap. 5)

Sobre la división de los


mandamientos en dos tablas

Pregunta: ¿Qué significa la división de los mandamientos en dos tablas?


Respuesta: Que contienen dos clases de amor: amor a Dios y amor al prójimo, y prescriben dos diferen-
tes tipos de deberes correspondientes.
Pregunta: ¿Dijo Jesucristo algo sobre esto?
Respuesta: Cuando se le preguntó cuál es el mayor mandamiento de la Ley, El replicó: “Ama al Señor tu
Dios con todo el corazón y con toda tu alma y con toda tu mente, éste es el primero y mayor mandamien-
to. Y el segundo es semejante a éste: ama a tu prójimo como a ti mismo. Sobre estos dos mandamientos
se basan toda la ley y los profetas” (Mat. 22: 36-40).
Pregunta: ¿Son todos los hombres nuestro prójimo?
Respuesta: Sí, todos, porque todos son la creación de un sólo Dios y descienden de un hombre; mas
nuestros prójimos en la fe son doblemente prójimos para nosotros, siendo hijos de un Padre Celestial
por fe en Jesucristo.
Pregunta: ¿Por qué no hay un mandamiento de amarnos a nosotros mismos?
Respuesta: Porque nos amamos a nosotros mismos naturalmente y sin ningún mandamiento. “Nadie
aborreció jamás su propia carne, sino que la sustenta y la cuida” (Efes. 5:29).
Pregunta: ¿Qué relación hay entre nuestro amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos?
Respuesta: Debemos amarnos no por nosotros mismos sino por causa de Dios, y parcialmente por la de
nuestro prójimo. Debemos amar a nuestro prójimo por la causa de Dios, pero debemos amar a Dios por
El mismo y por sobre todas las cosas. El amor propio debe ser sacrificado por el amor al prójimo y amo-
res deben ser sacrificados por el amor a Dios. “Nadie tiene mayor amor que éste, que uno dé su vida por
sus amigos” (Juan 15:13). “El que ama a padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí, el que ama a
hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí” (Mat. 10:37).
Pregunta: ¿Si toda la ley está contenida en dos mandamientos, por qué está dividida en diez?
Respuesta: Para que entendamos más claramente nuestras obligaciones hacia Dios y nuestro prójimo.
Pregunta: ¿En cuáles de los diez mandamientos somos enseñados acerca de nuestras obligaciones
para con Dios?
Respuesta: En los cuatro primeros.
Pregunta: ¿Cuáles son éstas obligaciones?
Respuesta: En el primer mandamiento somos instruidos para conocer y adorar al verdadero Dios; en el
segundo a abstenerse de las falsas adoraciones; en el tercero, a no pecar contra la adoración a Dios ni
siquiera en palabra; en el cuarto, a guardar un cierto orden en el tiempo y actos de la adoración a Dios.
Pregunta: ¿En cuáles de los diez mandamientos somos instruidos acerca de nuestras obligaciones para
con el prójimo?
Respuesta: En los últimos seis.
Pregunta: ¿Cuáles son estas obligaciones?
Respuesta: En el quinto mandamiento se nos enseña a amar y honrar al prójimo, principalmente a aque-
llos que están más próximos a nosotros, comenzando por nuestros padres; en el sexto, a no herir la vida
de nuestro prójimo; en el séptimo, a no herir la pureza de su moral; en el octavo, a no lesionar su propie-
dad; en el noveno, a no herirlo por la palabra; en el décimo, a no desearles mal.
Pregunta: ¿No incluyen los diez mandamientos las obligaciones para con nosotros mismos?
Respuesta: Sí. Estas obligaciones están implícitas en los mandamientos de la segunda tabla relativos a
nuestro prójimo, porque nuestra obligación es amar al prójimo como a nosotros mismos.

Sobre el primer mandamiento

Pregunta: ¿Que significan las palabras “Yo Soy el Señor, tu Dios”?


Respuesta: Por estas palabras, Dios se presenta a Sí mismo al hombre y así le manda conocerlo como
el Señor su Dios.
Pregunta: ¿Qué obligaciones particulares deducimos del mandamiento de conocer a Dios?
Respuesta: 1. Debemos buscar aprender el conocimiento de Dios como el más esencial de todos los
conocimientos. 2. Debemos atender las instrucciones de Dios y sus obras en la Iglesia, y en las conver-
saciones de materia religiosa en el hogar. 3. Debemos leer o escuchar leer libros de instrucción en el

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conocimiento de Dios; en primer lugar las Sagradas Escrituras y segundo los escritos de los Santos Pa-
dres.
Pregunta: ¿Qué significa las palabras “no tengas otro Dios más que a Mí”?
Respuesta: Somos instruidos a volvernos al Único Verdadero Dios; en otras palabras a adorarlo devo-
tamente.
Pregunta: ¿Qué obligaciones hay respecto a la adoración interior de Dios?
Respuesta: 1. Creer en Dios.
2. Andar delante de Dios; esto es tenerlo siempre en mente y en todas las cosas andar circunspec-
tamente, a causa de que El ve no sólo nuestros actos sino nuestros más secretos pensamientos.
3. Temer a Dios, es decir, pensar que la ofensa a nuestro Padre Celestial es el peor mal que puede
acontecernos y por ello, cuidarse de no ofenderlo.
4. Tener esperanza en Dios.
5. Amar a Dios.
6. Obedecer a Dios; es decir estar siempre listo a hacer lo que nos mande y no murmurar cuando
nos rige de manera distinta a los que deseamos.
7. Adorar a Dios como Ser Supremo.
8. Glorificar a Dios como Perfecto.
9. Agradecer a Dios como nuestro Creador, Sostenedor providencial y Salvador.
10. Invocar a Dios como nuestro Bueno y Poderoso Ayudador en toda buena obra que emprenda-
mos.
Pregunta: ¿Qué obligaciones hay referentes a la adoración exterior a Dios?
Respuesta: 1. Confesar a Dios, es decir reconocer que es nuestro Dios y no negarlo, inclusive si por
confesarlo debemos sufrir e incluso morir.
2. Tomar parte en los Divinos Servicios instituidos por Dios y oficiados por la Iglesia Ortodoxa.
Pregunta: ¿En el sentido de comprender y guardar mejor el primer mandamiento, podemos saber qué
pecados están contra él?
Respuesta: 1. El ateísmo, cuando los hombres llamados locos por el Salmista buscando alejarse del te-
mor de Dios, dicen en su corazón: “No hay Dios” (Salmo 14 (13): 1).
2. Politeísmo, cuando en lugar de un Dios verdadero, los hombres reconocen un número de falsas
deidades.
3. Incredulidad, cuando los hombres que admiten la existencia de Dios no creen en su Providencia
y su revelación.
4. Herejía, cuando las personas mezclan con la enseñanza de la fe opiniones contrarias a la Ver-
dad Divina.
5. Cisma, o sea el apartamiento voluntario de la unidad de los Divinos Servicios y de la Iglesia Ca-
tólica Ortodoxa de Dios.
6. Apostasía, cuando alguien deja la verdadera fe por temor a los hombres.
7 Desesperación, cuando los hombres abandonan toda esperanza de obtener de Dios gracia y sal-
vación.
8 Brujería, cuando los hombres dejando de lado la fe en Dios, ponen su confianza en poderes se-
cretos y en su mayor parte malignos de criaturas, especialmente malos espíritus, y buscan actuar por
sus medios.
9. Superstición, cuando el hombre pone su fe en cualquier cosa común como si tuviese poder divi-
no y confía en ella en lugar de confiar en Dios, o la teme en lugar de temer a Dios, por ejemplo, cuando
pone su confianza en un viejo libro y piensa que no puede ser salvado por ningún otro y que no debe
usar uno nuevo, siendo que el libro nuevo contiene la misma enseñanza y la misma forma del Divino
Servicio.
10. Pereza, con respecto a aprender religión o respecto a la oración y los públicos Servicios de
Dios.
11. Amor a las criaturas más que amor a Dios.
12. Complacencia, cuando alguien busca complacer a los hombres, quedando descuidados sus
deberes de complacer a Dios.
13. Confianza en los hombres, cuando alguno pone su confianza en sus propios medios y fortaleza
y no en la misericordia y ayuda de Dios.
Pregunta: ¿Por qué debemos pensar que complacer a los hombres y poner en ellos la confianza está en
contra del primer mandamiento?
Respuesta: Porque el hombre a quien complacemos, o a quien confiamos como para olvidar a Dios, es
para nosotros en cierta manera otro Dios, en lugar del verdadero Dios.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de la complacencia de los hombres?

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Respuesta: El Apóstol San Pablo dice: “Pues si todavía tratara de agradar a los hombres, no sería siervo
de Cristo” (Gál. 1: 10).
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de poner confianza en los hombres?
Respuesta: “Así ha dicho Dios: Maldito el varón que confía en los hombres y pone carne por su brazo, y
su corazón se aparta de Dios” (Jer. 17:5).
Pregunta: ¿Para alcanzar el mejor cumplimiento de sus obligaciones hacia Dios, cómo debe ser el hom-
bre consigo mismo?
Respuesta: Debe negarse a sí mismo. “El que quiera venir en pos de Mí — dice Jesucristo — niéguese a
sí mismo” (Marcos 8:34).
Pregunta: ¿Qué es negarse a sí mismo?
Respuesta: San Basilio el Grande lo explica así: “Se niega a sí mismo el que aparta al hombre viejo con
sus obras, porque es corrupto de acuerdo con los placeres de perdición; el que renuncia a todas las afi-
ciones mundanas que puedan atentar contra sus intenciones de santidad. La perfecta negación de sí
mismo consiste en que cese de tener afición por la vida misma y que lleve el juicio de muerte sobre sí
mismo, para que no crea en sí mismo” (Can. Long. Resp. 8).
Pregunta: ¿Qué consuelo hay para aquel que negándose a si mismo, pierde muchas gratificaciones na-
turales?
Respuesta: La consolación de la gracia, un divino consuelo que los sufrimientos mismos no pueden dis-
minuir. “De la manera en que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el
mismo Cristo nuestra consolación” (2 Cor. 1:5)
Pregunta: ¿Si el primer mandamiento nos enseña a adorar religiosamente sólo a Dios, cómo se concilia
con este mandamiento el honrar a los ángeles y hombres santos?
Respuesta: Prestarles el debido honor es conciliable con este mandamiento, porque en ellos honramos
la gracia de Dios, que está y obra en ellos, y por ellos buscamos la ayuda de Dios.

Sobre el segundo mandamiento

Pregunta: ¿Qué es una escultura, como se dice en el segundo mandamiento?


Respuesta: El segundo mandamiento mismo explica que una escultura o ídolo, es una semejanza con
alguna criatura del cielo o de la tierra, o de las aguas, ante quien los hombres se inclinan y sirven en lu-
gar de hacerlo con Dios.
Pregunta: ¿Qué prohibe, entonces, el segundo mandamiento?
Respuesta: Nos prohibe reverenciar esculturas o ídolos como supuestas deidades.
Pregunta: ¿No está prohibido así tener cualquier tipo de representación sagrada?
Respuesta: De ninguna manera. Esto aparece desde que el mismo Moisés, por el cual Dios dio los man-
damientos, recibió de Dios al mismo tiempo una orden de emplazar en el Tabernáculo, o Templo portátil
de los israelitas, representaciones sagradas de querubines en oro, y ubicarlas en la parte interior del
Templo, hacia donde se tornaba el pueblo para adorar a Dios.
Pregunta: ¿Por qué este ejemplo es digno de remarcarse para la Iglesia Ortodoxa Cristiana?
Respuesta: Porque ilustra su uso de los santos íconos.
Pregunta: ¿Qué es ícono?
Respuesta: Es una palabra griega que significa imagen o representación. En la Iglesia Ortodoxa este
nombre designa representaciones sagradas de Nuestro Señor Jesucristo, Dios encarnado, su Madre y
sus Santos.
Pregunta: ¿El uso de íconos se concilia con el segundo mandamiento?
Respuesta: No lo haría si alguien hiciera de ellos dioses, pero honrarlos como representaciones sagra-
das y usarlos para la recordación religiosa de las obras de Dios y sus Santos es permitido. “Pues así los
íconos son libros, escritos en la forma de personas y cosas en lugar de con letras” (ver Greg. Grande. Li.
9, carta 9 ad Serien. Episc.).
Pregunta: ¿Qué disposición de ánimo debemos tener cuando reverenciamos los íconos?
Respuesta: Así como los miramos con los ojos, mentalmente debemos mirar a Dios y los Santos que
están representados en ellos.
Pregunta: ¿Qué nombre tiene, en general el pecado contra el segundo mandamiento?
Respuesta: Idolatría.
Pregunta: ¿Hay otros pecados contra el segundo mandamiento?
Respuesta: Aparte de la idolatría, hay una serie de pecados más sutiles, a los que pertenecen:
1. avaricia;
2. sensualidad, glotonería y ebriedad;
3. orgullo, al que pertenece también la vanidad.

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Pregunta: ¿Cómo la avaricia está relacionada con la idolatría?
Respuesta: El Apóstol San Pablo dice expresamente que “avaricia es idolatría” (Col. 3: 5), porque el
hombre avaro sirve al dinero antes que a Dios.
Pregunta: ¿Si el segundo mandamiento prohibe el amor al lucro, a qué nos enseña?
Respuesta: Al no amontonamiento de riquiezas y a la generosidad.
Pregunta: ¿Por qué los “servidores del vientre” son idólatras?
Respuesta: Porque buscan la gratificación sensual antes que cualquier otra cosa. Y por ello el Apóstol
San Pablo dice que “su dios es el vientre” o, en otras palabras, que su vientre es su ídolo (Filip. 3: 19).
Pregunta: Si el segundo mandamiento prohibe el servicio al vientre, ¿qué obligaciones tenemos que
cumplir por el contrario?
Respuesta: La templanza y el ayuno.
Pregunta: ¿Por qué el orgullo y la vanidad están referidos a la idolatría?
Respuesta: Porque el hombre orgulloso valora ante todo sus propias habilidades y excelencias, y así
viene a ser su ídolo; el vanidoso quiere, además, que otros adoren ese mismo ídolo. Este orgullo y vani-
dad están sensiblemente ejemplificados en Nabucodonosor, rey de Babilonia, que hizo erigir un ídolo de
oro de su persona y ordenó que todos lo adoraran (Daniel 3).
Pregunta: ¿Hay algún otro vicio cercano a la idolatría?
Respuesta: La hipocresía. Cuando un hombre usa los aspectos exteriores de la religión, como el ayuno y
la estricta observancia de las ceremonias, para obtener el respeto de la gente, sin pensar en enmendar
interiormente su corazón (Mat. 6:5-7).
Pregunta: Si el segundo mandamiento prohibe el orgullo, la vanidad y la hipocresía, ¿qué virtudes con-
trarias se prescriben?
Respuesta: La humildad, y hacer el bien en secreto.

Sobre el tercer mandamiento

Pregunta: ¿Cuándo es tomado el nombre de Dios en vano?


Respuesta: Es tomado o expresado en vano, cuando se cita su nombre en conversaciones vanas e inúti-
les, y aun más, cuando se lo expresa mintiendo o irreverentemente.
Pregunta: ¿Qué pecados prohibe el tercer mandamiento?
Respuesta: 1. Blasfemia, o emitir palabras contra Dios.
2. Murmuración, o sea quejarse contra la Providencia Divina.
3. Profanación, cuando las cosas divinas son tomadas en broma o insultadas.
4. Distracción en la oración.
5. Perjurio, cuando una persona afirma con un juramento algo falso.
6. Ruptura de juramento, cuando las personas no mantienen justa y legalmente los juramentos.
7. Ruptura de votos hechos a Dios.
8. Juramentos banales, o emitir juramentos irreflexivos en las conversaciones comunes.
Pregunta: ¿Están dichos juramentos expresamente prohibidos en las Sagradas Escrituras?
Respuesta: El Salvador dice: “Yo os digo: No juréis en ninguna manera, ni por el cielo, porque es el trono
de Dios... Pero sea vuestro hablar: sí, sí, no, no, porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mat.
5:34 y 37).
Pregunta: ¿No prohibe esto todo juramento en materia civil?
Respuesta: El Apóstol Pablo dice: “Los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos
el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más
abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento”
(Heb. 6: 16-17). De esto debemos concluir que, si Dios mismo por una manifestación inmutable usa un
juramento, más aun nosotros, en ocasiones graves y necesarias, requeridos por autoridades legales,
tomemos un juramento religiosamente con la firme intención de no romperlo.

Sobre el cuarto mandamiento

Pregunta: ¿Por qué se manda guardar el séptimo día, más que cualquier otro, como santo para Dios?
Respuesta: Porque Dios hizo el mundo en seis días y al séptimo descansó de la Creación.
Pregunta: ¿El Sabbath es guardado en la Iglesia Cristiana?
Respuesta: No es guardado, estrictamente hablando, como día santo, mas en memoria de la Creación
del mundo y como continuación de su observancia original, se lo distingue de los demás días de la se-
mana por una mitigación de las reglas de ayuno.
Pregunta: ¿Cómo obedece, entonces, la Iglesia Cristiana el cuarto mandamiento?

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Respuesta: Después de seis días guarda un séptimo, sólo que no el último día de la semana, el Sab-
bath, sino el primer día de la semana, que es el Día de la Resurrección o Día del Señor (Domingo).
Pregunta: ¿Desde cuándo festejamos el día del Señor?
Respuesta: Desde el mismo tiempo de la Resurrección.
Pregunta: ¿Hay alguna mención en las Sagradas Escrituras acerca de festejar el Día de la Resurrec-
ción?
Respuesta: En el libro de los Hechos de los Apóstoles se menciona que los discípulos, es decir los cris-
tianos, se reunían el primer día después del sábado, que era el primer día de la semana o Día de la Re-
surrección.
Pregunta: ¿Hay algo más para comprender bajo el nombre del séptimo día o Sabbath?
Respuesta: En la Iglesia del Antiguo Testamento el nombre de Sabbath se entendía aplicando a diversos
otros días guardados como el Sabbath para festivales o ayunos, como la fiesta de la Pascua y el Día de
la Expiación. Asimismo, nosotros en la Iglesia Cristiana guardamos algunos otros, aparte del Día del Se-
ñor, fechas instituidas como festivos para la gloria de Dios y para honrar a la Santísima Doncella y otros
Santos, o como días de ayuno (Ver Orth. Confess. pág. 3, preg. 60 pág.1, preg. 88).
Pregunta: ¿Cuáles son las principales fiestas?
Respuesta: Las indicadas en memoria de los principales sucesos relativos a la Encarnación del Hijo de
Dios para nuestra salvación, y las manifestaciones de la divinidad; después de ellas, las indicadas en
honor a la Madre de Dios, la Santísima Siempre Doncella María, como instrumento del Misterio de la En-
carnación. El orden de los sucesos es el siguiente:
1. El día del Nacimiento de la Santísima Madre de Dios.
2. El día de su Presentación en el Templo para su dedicación a Dios.
3. El día de la Anunciación; es decir, cuando el Angel anunció a la Santísima Doncella la Encarna-
ción de Ella del Hijo de Dios.
4. El día del Nacimiento de Jesucristo.
5. El día del bautismo de Nuestro Señor, y la Epifanía o manifestación de la Santísima Trinidad.
6. El día de la recepción en el Templo de Nuestro Señor por Simeón.
7. El día de la Transfiguración de Nuestro Señor.
8. El día de la Entrada de Nuestro Señor a Jerusalem.
9. La Pascua, fiesta de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, la fiesta de las fiestas, la anti-
cipación de la fiesta eterna o bendición eterna.
10. El día de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo a los cielos.
11. La fiesta de Pentecostés, en memoria del Descenso del Espíritu Santo, y en honor de la Santí-
sima Trinidad.
12. El día de la Exaltación de la Cruz de Nuestro Señor, descubierta por la Emperatriz Elena.
13. El día del Reposo de la Santísima Madre de Dios (Dormición).
Pregunta: ¿Cuál la abstinencia más importante?
Respuesta: La Gran Cuaresma.
Pregunta: ¿Por qué se llama Cuaresma?
Respuesta: Porque dura cuarenta días, además de la semana de la Pasión de Cristo.
Pregunta: ¿Por qué se estableció que la Gran Cuaresma debe continuar cuarenta días?
Respuesta: Según el ejemplo de Jesucristo mismo, que ayunó cuarenta días (Mat. 4: 2).
Pregunta: ¿Por qué se estableció el ayuno los días miércoles y viernes?
Respuesta: Los miércoles, en recuerdo de la traición a Cristo Jesús para que sufriese, y los viernes, en
recuerdo de sus sufrimientos y muerte.
Pregunta: ¿Por qué causa se ayuna antes de las fiestas de la Natividad, de la Dormición de la Madre de
Dios y del Día de los Santos Apóstoles?
Respuesta: Las primeras dos como ejercicios preparatorios de abstinencia, para mejor honrar a esas
fiestas; la última no sólo por igual razón sino por imitación de los Apóstoles, que ayunaban preparándose
para la obra de predicar el Evangelio (Hechos 13: 3).
Pregunta: ¿Cómo debemos usar nuestro tiempo en los Domingos y demás grandes días santos, para
cumplir el cuarto mandamiento?
Respuesta: Primero, en estos días no debemos trabajar u ocuparnos de negocios mundanos o tempora-
les; segundo, debemos guardarlos como santos, es decir, usarlos para obras santas y espirituales, para
la gloria de Dios.
Pregunta: ¿Por qué se nos prohibe trabajar en los días santos?
Respuesta: Para que los empleemos más completamente en obras buenas y santas.
Pregunta: ¿Qué cosa en particular deben cumplirse en los días santos?

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Respuesta: Primero, ir a la iglesia, para la adoración pública y la instrucción en la palabra de Dios. Se-
gundo, en el hogar, dedicarnos a la oración y la lectura o la conversación edificante. Tercero, dedicar a
Dios una parte de nuestros medios, subvencionando las necesidades de la Iglesia y sus Ministros, y en
limosnas a los pobres, y a visitar a los enfermos, los prisioneros, y otras obras de caridad cristiana.
Pregunta: ¿No debemos hacer estas obras en los días de labor también?
Respuesta: Es cierto, si se puede; pero aquel a quien sus ocupaciones no se lo permiten, debe a toda
costa dedicar los días santos a esas obras. Pero la oración es nuestra ineludible obligación de cada día,
a la mañana y a la noche, antes y después del almuerzo y de la cena, y en lo posible, al comenzar y fina-
lizar cualquier trabajo.
Pregunta: ¿Qué debemos pensar de aquellos que en días santos se permiten juegos o exhibiciones
obscenas, cantos inútiles y excesos en la comida y la bebida?
Respuesta: Esa gente desacraliza grandemente los días santos. Pues si hasta las obras inocentes y úti-
les para la vida presente son inadecuadas para estos días de fiesta, cuánto más lo serán estas otras
obras inútiles, carnales y viciosas.
Pregunta: ¿Cuando el cuarto mandamiento habla de trabajar seis días, no condena con ello a los que no
hacen nada?
Respuesta: Sin duda condena a aquellos que en días laborales no se entregan a obras convenientes,
sino que pasan su tiempo en la pereza y la disipación.

Sobre el quinto mandamiento

Pregunta: ¿Qué obligaciones especiales están prescritas por el quinto mandamiento respecto a los pa-
dres, bajo la frase general de honrarlos?
Respuesta: 1. Guardarles respeto.
2. Obedecerlos.
3. Mantenerlos y consolarlos en la vejez y enfermedad.
4. Rogar por la salvación de sus almas, durante sus vidas y después de sus muertes; y cumplir
fielmente su última voluntad, mientras no sea contraria a la ley divina y civil (ver 2 Mac. 12: 43-44; Jerem.
35: 18-19; J. Damasc. Serm. de Mort.).
Pregunta: ¿Qué grado de pecado hay en la deshonra a los padres?
Respuesta: Así como es fácil y natural amar y honrar a nuestros padres, a quienes debemos el ser, así
de grave es el pecado de deshonra hacia ellos. Por esta causa, en la ley de Moisés se condenaba a
muerte al que maldecía a su padre o a su madre (Éxodo 21: 17).
Pregunta: ¿Por qué este mandamiento en particular contiene una promesa de prosperidad y larga vida a
los que honran a sus padres?
Respuesta: Para que los hombres tengamos una recompensa visible que nos impulse a mejor cumplir
este mandamiento, sobre el cual se basa el orden de las familias y del cual depende, en consecuencia,
toda la vida social.
Pregunta: ¿Cómo se cumple esta promesa?
Respuesta: Los ejemplos de los antiguos Patriarcas y Padres muestran que Dios da especial fuerza a la
bendición de los padres (Gén. 27); “La bendición del padre afianza la casa de los hijos” (Eclesiástico 3:
9). Dios en su sabiduría y recta providencia protege especialmente la vida, y dispone la prosperidad de
quienes honran a sus padres en la tierra; mas para el perfecto premio a la perfecta virtud, El da vida
eterna y bienaventurada en la patria celestial.
Pregunta: ¿Por qué en los mandamientos que enseñan a amar al prójimo se menciona primero a los
padres?
Respuesta: Porque los padres están naturalmente más cerca de nosotros que el resto de la gente.
Pregunta: ¿Hay otras personas que debemos comprender en el quinto mandamiento bajo el nombre de
padres?
Respuesta: Sí. Todos los que de alguna manera están relacionados con nosotros en lugar de nuestros
padres.
Pregunta: ¿Quiénes están en lugar de nuestros padres?
Respuesta: 1. Nuestro mandatario y nuestro país, pues un Estado es como una gran familia en la que el
mandatario debe ser como un padre y los ciudadanos como los hijos del mandatario y del país.
2. Nuestros pastores y maestros espirituales, porque mediante sus enseñanzas y los Sacramentos
nos hacen nacer a la vida espiritual y nos nutren en ella.
3. Nuestros mayores en edad.
4. Nuestros benefactores.
5. Nuestros superiores en diferentes condiciones.

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Pregunta: ¿De qué manera hablan las Sagradas Escrituras del honor debido a los mandatarios?
Respuesta: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte
de Dios, y las que las hay, por parte de Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la
autoridad, a lo establecido por Dios se resiste” (Rom. 13:1-2); “Por lo cual es necesario estarle sujetos,
no solamente por razón de la ira, sino también por causa de la conciencia” (Rom. 13:5); “Teme a Dios,
hijo mío, y al rey, y no te opongas a ninguno de los dos” (Prov. 24:21); “Dad al César lo que es para el
César, y a Dios lo que es para Dios” (Mat. 22:21); “Teme a Dios, honra al rey” (1 Pedro 2:17).
Pregunta: ¿Cuánto debemos amar a nuestro mandatario y a nuestro país?
Respuesta: Hasta estar dispuestos a dejar la vida por ellos (Juan 15: 13).
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras acerca de la obligación de honrar a nuestros pastores
y maestros espirituales?
Respuesta: “Obedeced a vuestros instructores y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas co-
mo quienes han de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y no lamentándose, cosa que no
os traería ventaja alguna” (Heb. 13:17).
Pregunta: ¿Hay en las Sagradas Escrituras algún mandato acerca de honrar a los mayores en edad
como a nuestros padres?
Respuesta: El Apóstol San Pablo escribe así a Timoteo: “Al anciano no lo reprendas con dureza, sino
ruégale como a un padre; a los jóvenes como a hermanos y a las ancianas como a madres” (1 Tim. 5: 1-
2); “Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano; teme a tu Dios” (Levít. 19: 32).
Pregunta: ¿Cómo sabemos que debemos honrar a nuestros benefactores como padres?
Respuesta: Por el ejemplo de Jesucristo mismo, que estaba sujeto a José, pese a que José no era su
padre, sino sólo su tutor (Luc. 2:51).
Pregunta: Aparte de éstos ¿quiénes son nuestros superiores, a quienes debemos honrar como a pa-
dres?
Respuesta: A aquellos que toman el lugar de nuestros padres en la educación, como las autoridades y
maestros en las escuelas; los que nos preservan de irregularidades y desórdenes de la sociedad, como
los magistrados civiles; los que nos protegen de las ofensas por el poder de la ley, como los jueces; los
que el mandatario encarga como defensores de la seguridad pública contra los enemigos, como los co-
mandantes militares.
Pregunta: ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras sobre nuestros deberes hacia las autoridades en gene-
ral?
Respuesta: “Dad a cada uno lo debido: a quien el tributo, el tributo; a quien el impuesto, el impuesto; a
quien el respeto, el respeto; a quien el honor, el honor” (Rom. 13:7).
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras del respeto mutuo entre los empleados y sus patro-
nes?
Respuesta: “Siervos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y respeto, en la sencillez de
vuestro corazón, como a Cristo; no sirviéndoles sólo para ser vistos, como quienes agradan a los hom-
bres, sino como siervos de Cristo, que hacen la voluntad de Dios con toda el alma” (Efes. 6:5-6); “Cria-
dos, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos, no solamente a los buenos y afables, sino también
a los difíciles de soportar” (1 Pedro 2:18).
Pregunta: Si las Sagradas Escrituras prescriben deberes hacia los padres ¿prescribe de la misma ma-
nera deberes respecto de los hijos?
Respuesta: Sí. Prescriben obligaciones para con los hijos de acuerdo con la dignidad de padres: “Y vo-
sotros, padres, no provoquéis la ira a vuestros hijos, sino criadlos en la enseñanza y amonestación del
Señor” (Efes. 6:4).
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras acerca de los deberes de los pastores hacia su reba-
ño espiritual?
Respuesta: “Apacentad el rebaño de Dios que está entre vosotros, vigilando, no obligando por la fuerza,
sino de buen grado, según Dios; y no por sórdida ganancia, sino por generosidad; no como tiranizando a
vuestros propios fieles, sino siendo modelos para el rebaño” (1Pedro 5:2-3).
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras acerca de los deberes de las autoridades?
Respuesta: “Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros
tenéis un Amo en los cielos” (Colos. 4:1).
Pregunta: ¿Cómo debemos actuar, si nuestros padres o gobernantes nos piden que hagamos algo con-
trario a la fe o a la ley de Dios?
Respuesta: En tal caso, debemos responder como lo hicieron los Apóstoles a los jefes de los judíos:
“Juzgad si sería justo ante Dios obedeceros a vosotros más que a Dios” (Hechos 4:19). Y, por causa de
la fe y de la ley de Dios, debemos estar preparados para soportar las consecuencias, cualesquiera sean.
Pregunta: ¿Cuál es el nombre de la virtud requerida por el quinto mandamiento?

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Respuesta: Obediencia.

Sobre el sexto mandamiento

Pregunta: ¿Qué está prohibido por el sexto mandamiento?


Respuesta: El homicidio. Es decir, quitar la vida de nuestro prójimo en cualquier forma.
Pregunta: ¿Cómo debe considerarse el homicidio involuntario, cuando un hombre mata accidentalmente
y no intencionadamente?
Respuesta: El hombre que es culpable de homicidio involuntario no puede considerarse inocente, a me-
nos que haya tomado todas las precauciones contra el accidente; de todas maneras, debe limpiar su
conciencia de acuerdo con los cánones de la Iglesia.
Pregunta: ¿Con qué casos deben relacionarse los asesinatos y violaciones de este mandamiento?
Respuesta: Aparte del homicidio, por cualquier medio, el mismo pecado puede ser cometido en los si-
guientes casos y otros similares:
1. Cuando un juez condena a un prisionero sabiendo que es inocente.
2. Cuando se oculta o facilita la fuga del asesino, y así se le da oportunidad de renovar sus críme-
nes.
3. Cuando alguien puede salvar la vida de un prójimo, pero no lo hace, como cuando un rico ve que
un pobre se muere de hambre.
4. Cuando alguien carga excesivamente con trabajos pesados y castigos a los que le están someti-
dos, y así acelera su muerte.
5. Cuando alguien, por falta de templanza y otros vicios, acorta su propia vida.
Pregunta: ¿Qué debemos pensar sobre el suicidio?
Respuesta: Que es el más criminal de los homicidios. Porque si es contrario a la naturaleza matar a un
hombre, tanto más lo es matarnos a nosotros mismos. Nuestra vida no nos pertenece sino a Dios, que
nos la dio.
Pregunta: ¿Qué debemos pensar acerca de los duelos para decidir disputas privadas?
Respuesta: Desde que la resolución de las disputas privadas pertenece al gobierno, y los duelistas, en
lugar de acudir a la ley, voluntariamente recurren a un acto que implica peligro manifiesto de muerte para
ambos, es evidente que el duelo implica tres crímenes terribles: rebelión, asesinato y suicidio.
Pregunta: ¿Además de la eliminación física, existe el homicidio espiritual?
Respuesta: Sí. El homicidio espiritual es inducir al pecado; cuando uno provoca que el prójimo caiga en
la incredulidad o la iniquidad, y así somete su alma a la muerte espiritual. El Salvador dice: “El que es-
candalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más vale que se cuelgue al cuello una de esas pie-
dras de molino que mueven los asnos, y se hunda en lo profundo del mar” (Mat. 18:6)
Pregunta: ¿Existen formas sutiles de homicidio?
Respuesta: A este pecado pueden referirse todos los actos y palabras contra el amor, todo lo que injus-
tamente afecte la paz y seguridad de nuestro prójimo, y, finalmente, toda la malicia contra él, aunque no
se muestre abiertamente. “Todo el que aborrece a su hermano es un homicida” (1Juan 3: 15).
Pregunta: Cuando se nos prohibe dañar la vida de nuestro prójimo, ¿qué se nos está ordenando?
Respuesta: Hacer todo lo que está a nuestro alcance para asegurar su vida y su bienestar.
Pregunta: ¿Qué deberes se desprenden de esto?
Respuesta: 1. Ayudar a los pobres;
2. asistir a los enfermos;
3. confortar a los afligidos;
4. aliviar la pena del desgraciado;
5. proceder atentamente con todos, con humildad y amor;
6. reconciliarnos con los ofendidos;
7. perdonar las ofensas, y hacer el bien a nuestros enemigos.

Sobre el séptimo mandamiento

Pregunta: ¿Qué está prohibido con el séptimo mandamiento?


Respuesta: El adulterio.
Pregunta: ¿Qué formas de pecado están prohibidas bajo el término de adulterio?
Respuesta: El Apóstol San Pablo aconseja que los cristianos ni siquiera hablen de tales impurezas (Efes.
5:3). Es sólo por necesidad de advertir a la gente contra estos pecados, que nombramos aquí algunos
de ellos, como:
1. Fornicación, o amor carnal desvergonzado entre personas no casadas entre sí, o solteras;

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2. adulterio, cuando personas casadas, ilegalmente dan el amor que mutuamente les corresponde,
a extraños;
3. Incesto, cuando parientes próximos entran en unión semejante al matrimonio.
Pregunta: ¿Qué nos enseña el Salvador sobre el adulterio?
Respuesta: “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”
(Mat. 5:28).
Pregunta: ¿Qué debemos hacer para guardarnos de este sutil adulterio interior?
Respuesta: Debemos evitar todo lo que pueda excitar sensaciones impuras en nuestro corazón, como
cantos y danzas lascivas, conversaciones obscenas, juegos y bromas deshonrosas, miradas indecoro-
sas, y la lectura de libros que contienen descripciones de amor impuro. Debemos tratar, de acuerdo con
el Evangelio, de ni siquiera mirar aquello que pueda hacernos caer en el pecado: “Si, pues, tu ojo dere-
cho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miem-
bros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.”
Pregunta: ¿Debemos, literalmente, arrancarnos el ojo inductor?
Respuesta: Debemos arrancarlo, no con la mano, sino con la voluntad. El que decidió ni siquiera mirar lo
que es ofensivo, ya arrancó de sí el ojo inductor.
Pregunta: ¿Estando prohibido el pecado del adulterio, que virtudes se relacionan con él?
Respuesta: Las del amor conyugal y la fidelidad y, para los que puedan recibirla, la pureza perfecta y
castidad.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de los deberes del hombre y de la mujer?
Respuesta: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por
ella” (Efes. 5:25); “Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza
de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el Salvador del cuerpo” (Efes. 5:22-23).
Pregunta: ¿Qué motivos nos muestran las Sagradas Escrituras, para hacernos rechazar la fornicación y
vivir castamente?
Respuesta: Nos dicen que mantengamos nuestros cuerpos en pureza, pues son los miembros de Cristo
y templos del Espíritu Santo; y el que comete fornicación peca contra su propio cuerpo, esto es, lo co-
rrompe, lo infecta con enfermedades y además hiere sus facultades mentales como la imaginación y la
memoria (ver 1 Cor. 6:15 y 18-19).

Sobre el octavo mandamiento

Pregunta: ¿Qué está prohibido con el octavo mandamiento?


Respuesta: Robar, o apropiarnos de lo que pertenece a otro.
Pregunta: ¿Qué pecados en particular están así prohibidos?
Respuesta: Los principales son:
1. Robo, es decir tomar lo que pertenece a otro por la fuerza.
2. Hurto, cuando algo es sustraído secretamente.
3. Fraude: la apropiación de cosas ajenas mediante artificios; dar moneda falsa por legítima, o mer-
cadería de mala calidad por buena; usar falsos pesos y medidas, para entregar menos de lo vendido;
ocultar los bienes, para evitar pagar las deudas; no cumplir honestamente contratos o ejecución de vo-
luntades; ocultar a culpables de deshonestidades, y defraudar así a los injuriados impidiendo la acción
de la justicia.
4. Sacrilegio: apropiarse de lo que fue dedicado a Dios o pertenece a la Iglesia.
5. Sacrilegio espiritual, cuando uno pecaminosamente da, y otro fraudulentamente recibe, algún
cargo sagrado, no por merecimiento sino por ganancia.
6. Soborno, cuando alguien recibe una suma de quien está bajo su jurisdicción para promoverlo
inmerecidamente, absolver al culpable, u oprimir al inocente.
7. Comer del pan de la ociosidad, cuando la gente recibe salario por sus obligaciones, o pago por el
trabajo que no cumple, y así en realidad roba su paga, y el beneficio que la sociedad o aquel a quien
sirve pudiera haber obtenido por su trabajo. De la misma manera, aquellos que podrían mantenerse a si
mismos trabajando, en lugar de vivir de limosnas.
8. Extorsión, cuando exhibiendo algún derecho, pero en realidad contra la equidad y la humanidad,
algunos toman ventaja de la propiedad, los trabajos y hasta el infortunio de otros. Por ejemplo, cuando
los acreedores oprimen a los deudores con la usura. Cuando los amos imponen a sus dependientes la-
bores excesivas. Cuando en épocas de hambruna algunos venden pan a precios exorbitantes.
Pregunta: ¿Cuando se nos prohiben estos pecados, cuáles son las virtudes prescritas?
Respuesta: 1. Desinterés.
2. Fidelidad.

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3. Recto juicio.
4. Misericordia con el pobre.
Pregunta: ¿Entonces, el que no muestra misericordia con el pobre peca contra el octavo mandamiento?
Respuesta: Ciertamente, si tiene los medios para asistirlo, pues todo lo que tenemos pertenece en reali-
dad a Dios, y nuestra abundancia es dada por su Providencia para asistir a los pobres. Por ello, si no les
damos de nuestra abundancia, en realidad estamos robándolos y defraudándoles de sus derechos y de
los dones de Dios.
Pregunta: ¿Existe alguna otra virtud más elevada contraria a los pecados del octavo mandamiento?
Respuesta: Sí, la absoluta pobreza, o renunciación a toda propiedad, que es propuesta por el Evangelio
no como una obligación para todos, sino como consejo para los que quieren ser perfectos: “Si quieres
ser perfecto, vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos” (Mat.
19:21).

Sobre el noveno mandamiento

Pregunta: ¿Qué está prohibido con el noveno mandamiento?


Respuesta: El falso testimonio contra nuestro prójimo, así como mentir.
Pregunta: ¿Qué se prohibe bajo las palabras falso testimonio?
Respuesta: 1. El falso testimonio en una corte de justicia es cuando alguien presta testimonio, delata o
acusa falsamente a otro.
2. Falso testimonio fuera de una corte de justicia es cuando alguien difama al prójimo, o lo inculpa
de manera injusta.
Pregunta: ¿Está permitido censurar a alguien cuando realmente es censurable?
Respuesta: El Evangelio no nos permite juzgar ni los reales vicios o faltas de nuestro prójimo, excepto
que seamos especialmente llamados para su castigo o enmienda (por un oficio judicial): “No juzguéis,
para no ser juzgados” (Mat. 7:1).
Pregunta: ¿Están permitidas las mentiras que no tienen por propósito perjudicar a nuestro prójimo?
Respuesta: No, porque son incompatibles con el amor respecto a nuestro prójimo, y son indignas de un
hombre, en especial un cristiano, que fue creado para la verdad y el amor: “Por tanto, desechando la
mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros”
(Efes. 4:25).
Pregunta: Si queremos evitar los pecados contra el noveno mandamiento, ¿qué reglas debemos seguir?
Respuesta: “Quien quiera amar la vida y ver días felices, guarde su lengua del mal, y sus labios de pala-
bras engañosas” (1 Pedro 3:10); “Si alguno se cree hombre de fe, pero no pone freno a su lengua sino
que engaña a su propio corazón, su fe es vana” (Santiago 1:26).

Sobre el décimo mandamiento

Pregunta: ¿Qué prohibe el décimo mandamiento?


Respuesta: Todos los deseos contrarios al amor hacia nuestro prójimo, y los pensamientos asociados
con esos deseos.
Pregunta: ¿Por qué están prohibidos no sólo las malas acciones sino también los malos deseos y pen-
samientos?
Respuesta: Primero, porque cuando el alma hospeda algún deseo o pensamiento malos, es ya impura a
la vista de Dios, e inmerecedora de El. Como dice Salomón: “Abominaciones son a Dios los pensamien-
tos malos” (Prov. 15:26). Por eso debemos purificarnos a nosotros mismos de estas impurezas interio-
res, como enseña el Apóstol San Pablo: “Purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, con-
sumando la santificación en el temor de Dios” (2 Cor. 7:1). Segundo, porque para prevenir actos pecami-
nosos, es necesario vencer los deseos y pensamientos pecaminosos, de los cuales como de semillas
surgen tales acciones. Como está escrito: “Desde el corazón salen las intenciones malas, homicidios,
adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias” (Mat. 15:19); “Cada uno es tentado por su
propia concupiscencia, que le arrastra y seduce. Después, la concupiscencia, cuando ha concebido, da
a luz el pecado, y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte” (Santiago 1:14-15).
Pregunta: ¿Cuando se nos prohibe desear lo de nuestro prójimo, que pasión es condenada?
Respuesta: La envidia.
Pregunta: ¿Qué está prohibido por las palabras: “No codicies la mujer de tu prójimo”?
Respuesta: Todos los pensamientos y deseos lascivos, o adulterio interior.
Pregunta: ¿Qué está prohibido por las palabras: “no codicies la casa de tu prójimo, ni sus campos, ni su
siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que le pertenezca”?

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Respuesta: Todos los pensamientos de avaricia y ambición.
Pregunta: ¿Qué deberes, correspondientes a estas prohibiciones, nos prescribe el décimo mandamien-
to?
Respuesta: Primero, conservar la pureza del corazón; segundo, contentarnos con nuestra suerte.
Pregunta: ¿Qué es necesario para purificar el corazón?
Respuesta: La frecuente y fervorosa invocación del Nombre de Nuestro Señor Jesucristo.

Conclusión

Aplicación de la enseñanza de fe y devoción

Pregunta: ¿Cómo debemos aplicar la enseñanza de fe y devoción?


Respuesta: Debemos cumplir en la práctica con aquello que conocemos bajo el temor del temible juicio
por el incumplimiento. “Sabiendo esto, seréis dichosos si lo cumplís” (Juan 13:17); “Aquel siervo que,
conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni obrado conforme con su voluntad, recibirá
muchos azotes” (Lucas 12:47).
Pregunta: ¿Qué debe hacer el hombre cuando es consciente de algún pecado?
Respuesta: No sólo debe arrepentirse inmediatamente, y resolver firmemente no volver a caer en ese
pecado en el futuro, sino que debe tratar en lo posible de reparar el escándalo o injuria que produjo, por
buenas acciones opuestas al mismo. Esto es lo que hizo Zaqueo el Publicano, cuando dijo al Señor: “Da-
ré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres, y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo”
(Lucas 19:8).
Pregunta: ¿Qué cuidado debemos tener cuando nos parece que hemos cumplido algún mandamiento?
Respuesta: Debemos disponer nuestro corazón de acuerdo con las palabras de Jesucristo: “Cuando
hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que debíamos
hacer” (Lucas 17:10).

Amplio
Catecismo Cristiano
de la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa
Publicación de la Hermandad Ortodoxa “San Sergio”
PRIMERA EDICIÓN
Buenos Aires 1996

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Missionary Leaflet # S02b
Holy Protection Russian Orthodox Church
2049 Argyle Ave. Los Angeles, California 90068
Editor: Bishop Alexander (Mileant)

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