Catecismo Ortodoxo PDF
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Ortodoxo
“Ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la fe y en
el amor que es en Cristo Jesús” (2 Tim. 1:13).
Contenido: Instrucción. Sobre La Divina Revelación. Sobre la Sagrada Tradición y las Sagradas Escritu-
ras. Sobre las Sagradas Escrituras en particular. La Composición del Catecismo. Primera Parte del Ca-
tecismo Ortodoxo Sobre la Fe. Sobre los artículos del Símbolo de la fe. La Segunda parte del Catecismo
Ortodoxo. Sobre la esperanza. Tercera parte del Catecismo Ortodoxo. Sobre el amor. Conclusión.
Instrucción
Pregunta: ¿Cómo se difunde la Divina Revelación entre los hombres y cómo se preserva en la
verdadera Iglesia?
Respuesta: Por medio de: la Sagrada Tradición y las Sagradas Escrituras.
Pregunta: ¿Qué se entiende bajo el nombre de Sagrada Tradición?
Respuesta: Por el nombre de Sagrada Tradición entendemos la enseñanza de la fe, la Ley de Dios, los
Sacramentos y los ritos que nos fueron transmitidos por los verdaderos creyentes y adoradores de Dios
de generación en generación.
Pregunta: ¿Hay algún depositario de la Sagrada Tradición?
Respuesta: Todos los verdaderos creyentes unidos por la Sagrada Tradición de la fe, colectiva y sucesi-
vamente, por la voluntad de Dios componen la Iglesia. Y la Iglesia es la segura depositaria de la Sagrada
Tradición. Como expresa San Pablo: “La Iglesia del Dios viviente, el pilar y fundamento de la verdad” (1
Tim. 3:15).
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San Ireneo escribe: “No debemos buscar entre otros la verdad que podemos obtener buscándola
en la Iglesia. Porque en Ella, como en una rica Casa del Tesoro, los Apóstoles nos dejaron en su pleni-
tud todo lo que pertenece a la verdad, de manera que quien la busque, reciba de Ella el alimento de vida.
Ella es la puerta a la vida” (Adv. Haeres. T. 3 C. 4).
Pregunta: ¿Qué son las llamadas Sagradas Escrituras?
Respuesta: Son libros escritos por el Espíritu de Dios, a través de hombres santificados por Dios, llama-
dos Profetas y Apóstoles. La reunión de estos libros se llama Biblia.
Pregunta: ¿Qué significa la palabra Biblia?
Respuesta: Es un término griego que significa “Libros.” El nombre indica que los Libros Sagrados mere-
cen atención antes que cualesquiera otros.
Pregunta: ¿Qué es más antigua, la Sagrada Tradición o las Sagradas Escrituras?
Respuesta: El más antiguo instrumento para difundir la Divina Revelación es la Sagrada Tradición. De
Adán a Moisés no hubo libros sagrados. Nuestro Señor Jesucristo mismo dio su divina enseñanza y fun-
damentos a sus Apóstoles por la palabra y el ejemplo, y no por la escritura. El mismo método fue segui-
do por los Apóstoles al principio, cuando difundieron la fe y establecieron la Iglesia de Cristo. La necesi-
dad de tradición es más evidente, si se entiende que los libros eran y son accesibles sólo a una pequeña
parte de la humanidad, mientras que la tradición llega a todos.
Pregunta: ¿Por qué, entonces, fueron dadas las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Para que la Sagrada Tradición sea preservada más exactamente y permanezca sin modifi-
caciones. En las Sagradas Escrituras leemos las palabras de los Profetas y Apóstoles como si estuvie-
sen vivos y las oyésemos de ellos mismos, a pesar de que los libros sagrados fueron escritos un milenio
o varios cientos de años antes de la era Cristiana.
Pregunta: ¿Debemos seguir la Sagrada Tradición incluso si poseemos las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Debemos seguir la Tradición que está de acuerdo con la Divina Revelación y con las Santas
Escrituras, como nos lo expresan éstas. El Apóstol San Pablo dice: “Así pues, hermanos, manteneos
firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por Epístolas” (2 es.
2:15).
Pregunta: ¿Por qué la Tradición es necesaria en la actualidad?
Respuesta: Como guía para la correcta comprensión de las Sagradas Escrituras, para la correcta admi-
nistración de los Sacramentos y para preservar los sagrados ritos y ceremonias en la pureza de su insti-
tución original. San Basilio el Grande dice sobre esto lo siguiente: “Las enseñanzas y los mandamientos
se conservan en la Iglesia. Algunas están y otras las recibimos por Tradición Apostólica. Todas tienen la
misma fuerza mediante la devoción. Lo dicho no puede ser impugnado, aun por los que tienen poco co-
nocimiento en las disposiciones de la Iglesia. Porque si rechazáramos las costumbres no escritas, como
si tuvieran poca importancia, estaríamos, sin duda alguna, mutilando el Evangelio en lo más importante,
o de lo contrario, de los sermones de los Apóstoles dejaríamos el nombre vacío.
Por ejemplo, en primer lugar mencionamos sobre lo más común: Para que los esperanzados en el
nombre de Nuestro Señor Jesucristo se signen a sí mismos con la señal de la Cruz, ¿quién lo enseño
por escrito? ¿Qué escritura enseña a dirigirse a Oriente para rezar? Respecto a las Palabras para la
transmutación del Pan Eucarístico y del Cáliz de las bendiciones, ¿cuál de los santos nos lo dejó por
escrito? No nos conformamos con las palabras que el Apóstol dice y el Evangelio registra, sino que an-
tes y después pronunciamos otras, de gran fuerza para el Sacramento, que hemos recibido por ense-
ñanza no escrita. ¿En qué Escritura se nos habla sobre la forma en que debemos bendecir las aguas
para el Bautismo, el aceite de la unción y a la persona misma que es bautizada? Por una tradición silen-
ciosa y secreta. ¿Qué más? La práctica misma de ungir con aceite, la norma de la triple inmersión y el
resto de las ceremonias del Bautismo, la renuncia a satanás y sus ángeles, ¿de qué Escritura están to-
madas? ¿No son acaso todas esas enseñanzas inéditas y privadas las que nuestros Padres conserva-
ron, por medio del silencio, de la curiosidad y las disquisiciones profanas, habiendo sido instruidos en el
principio de resguardar por el silencio la santidad de los misterios? ¿Por qué publicar por escrito la en-
señanza referente a lo que no se les permite a los no bautizados siquiera ver?” (Can. 97, sobre el Espíri-
tu Santo, cap. 27).
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Pregunta: ¿Qué son el Antiguo y el Nuevo Testamento?
Respuesta: Dicho en otras palabras, son la Antigua y la Nueva Alianza de Dios con los hombres.
Pregunta: ¿En qué consiste el Antiguo Testamento?
Respuesta: Consiste en que Dios prometió a los hombres un Divino Salvador, y los preparó para recibir-
lo.
Pregunta: ¿Cómo preparó Dios a los hombres para recibir al Salvador?
Respuesta: Dios preparó a los hombres con revelaciones graduales, profecías y preimágenes.
Pregunta: ¿En qué consiste el Nuevo Testamento?
Respuesta: Consiste en que Dios dio a los hombres un Divino Salvador, su Hijo Único, Jesucristo.
Pregunta: ¿Cuántos son los libros del Antiguo Testamento?
Respuesta: San Cirilo de Jerusalem, San Atanasio el Grande y San Juan Damasceno dicen que son
veintidós libros, coincidiendo con los judíos, que así los numeraban en la lengua hebrea original (Atanas.
Ep. 39, J. Damasc. Theol., líbro 4, c. 17).
Pregunta: ¿Por qué debemos respetar el recuento de los hebreos?
Respuesta: Porque, como dice el Apóstol San Pablo, a ellos les fueron confiados los oráculos de Dios. Y
los libros sagrados del Antiguo Testamento fueron recibidos por la Iglesia Cristiana en el Nuevo Testa-
mento (Rom. 3:2).
Pregunta: ¿Cómo enumeraron San Cirilo y San Atanasio los libros del Antiguo Testamento?
Respuesta: De la siguiente forma:
1. El Libro del Génesis.
2. Éxodo.
3. Levítico.
4. El Libro de los Números.
5. Deuteronomio.
6. El Libro de Josué, hijo de Nun.
7. El Libro de los Jueces, y con él, como apéndice, el Libro de Ruth.
8. El Primero y Segundo Libro de los Reyes (1y 2 Samuel), como dos partes de un mismo Libro.
9. El Tercer y Cuarto Libro de los Reyes (1y 2 Reyes).
10. El Primer y Segundo Libro de Paralipómenos (Crónicas).
11. El Primer Libro de Esdras y el Segundo o, como se lo titula en griego, el Libro de Nehemías.
12. El Libro de Esther.
13. El Libro de Job.
14. Los Salmos.
15. Los Proverbios de Salomón.
16. El Eclesiastés, también de Salomón.
17. El Cantar de los Cantares, también de Salomón.
18 El Libro del Profeta Isaías.
19. De Jeremías.
20. De Ezequiel.
21. De Daniel.
22. De los Doce Profetas.
Pregunta: ¿Por qué no se nombra en esta enumeración de los Libros del Antiguo Testamento al Libro
de la Sabiduría del hijo de Sirac y a algunos otros?
Respuesta: Porque no existen en el Antiguo Testamento Hebreo.
Pregunta: ¿Cómo debemos considerar estos Libros?
Respuesta: Atanasio el Grande dice que eran indicados por los Padres para ser leídos por aquellos que
se preparaban para su admisión en la Iglesia.
Pregunta: ¿Hay alguna división de los Libros del Antiguo Testamento, que dé una idea aproximada
de su contenido?
Respuesta: Pueden ser divididos en:
1. Libros de la Ley, que forman la base del Antiguo Testamento.
2. Libros Históricos, que contienen principalmente la historia de la religión.
3. Instructivos, que contienen la enseñanza de la religión.
4. Proféticos, que contienen profecías o predicciones del futuro, y especialmente sobre Jesucristo.
Pregunta: ¿Cuáles son los Libros de la Ley?
Respuesta: Los cinco Libros escritos por Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
Jesucristo mismo da a estos Libros el nombre general de “Ley de Moisés” (Lucas 24:44).
Pregunta: ¿Qué contiene en particular el Libro del Génesis?
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Respuesta: Contiene el relato de la creación del mundo y el hombre, y la historia de las reglas religiosas
en los primeros tiempos de la humanidad.
Pregunta: ¿Qué contienen los otros cuatro Libros de Moisés?
Respuesta: Contienen la historia de la religión en el tiempo del Profeta Moisés, y la Ley dada por Dios a
través de él.
Pregunta: ¿Cuáles son los Libros históricos del Antiguo Testamento?
Respuesta: Los Libros de Josué, hijo de Nun; Jueces; Ruth; Reyes; Crónicas; Esdras; Nehemías y Est-
her.
Pregunta: ¿Cuáles son los instructivos?
Respuesta: El Libro de Job, los Salmos y los Libros de Salomón.
Pregunta: ¿Qué observaciones particulares debemos hacer sobre el Libro de los Salmos?
Respuesta: Este Libro, junto con la enseñanza de la religión, contiene alusiones sobre su historia, y mu-
chas profecías concernientes a nuestro Salvador Jesucristo. Es un perfecto manual de oración y alaban-
za, y por ese motivo es de uso continuo en los Divinos Servicios de la Iglesia.
Pregunta: ¿Qué Libros son proféticos?
Respuesta: Los de los Profetas: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y los otros doce.
Pregunta: ¿Cuántos son los Libros del Nuevo Testamento?
Respuesta: Veintisiete.
Pregunta: ¿Hay libros de la ley en el Nuevo Testamento, es decir, que formen su base?
Respuesta: Sí. El Evangelio, que consiste en los cuatro Libros de los Evangelistas Mateo, Marcos, Lucas
y Juan.
Pregunta: ¿Qué significa la palabra Evangelio?
Respuesta: Es una palabra griega que significa Buena Nueva.
Pregunta: ¿Qué Buena Nueva tenemos de los Libros llamados Evangelios?
Respuesta: De la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, de su advenimiento y vida sobre la tierra, de
sus milagros y enseñanza salvadora, y finalmente de su muerte en la Cruz, su Gloriosa Resurrección y
Ascensión a los cielos y de su victoria sobre el infierno y que nos concedió la salvación.
Pregunta: ¿Por qué se llama Evangelio a estos libros?
Respuesta: Para el hombre no puede haber nada mejor ni más gozoso que la novedad de un Divino Sal-
vador y de la Salvación eterna. Por esta razón, el Evangelio que se lee en la Iglesia, es precedido y
acompañado por las alegres exclamaciones: “Gloria a Ti, Señor, Gloria a Ti.”
Pregunta: ¿Son históricos algunos de los libros del Nuevo Testamento?
Respuesta: Sí. El Libro de los Hechos de los Santos Apóstoles.
Pregunta: ¿Sobre qué relata este libro?
Respuesta: Sobre el Descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la expansión de la Iglesia de
Cristo.
Pregunta: ¿Qué es un Apóstol?
Respuesta: La palabra Apóstol significa Enviado. Es el nombre dado a aquellos discípulos elegidos por
Nuestro Señor Jesucristo, a los que El envió a predicar el Evangelio.
Pregunta: ¿Cuáles de los libros del Nuevo Testamento son instructivos?
Respuesta: Las siete Epístolas Universales, o sea: una del Apóstol Santiago (Jacobo), dos de San Pe-
dro, tres de San Juan, una de San Judas Tadeo y catorce Epístolas del Apóstol San Pablo: una a los
Romanos, dos a los Corintios, una a los Gálatas, una a los Efesios, una a los Filipenses, una a los Colo-
senses, dos a los Tesalonisenses, dos a Timoteo, una a Tito, una a Filemón y una a los Hebreos.
Pregunta: ¿Hay entre los libros del Nuevo Testamento alguno profético?
Respuesta: Sí. El Libro del Apocalipsis.
Pregunta: ¿Qué significa la palabra Apocalipsis?
Respuesta: Significa Revelación, en griego.
Pregunta: ¿Cuál es el contenido de este Libro?
Respuesta: Es la revelación mística del futuro de la Iglesia Cristiana y del mundo entero.
Pregunta: ¿Con qué cuidado debemos leer las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Primero, debemos leerlas con devoción, como palabra de Dios, y orar para comprenderlas.
Segundo, hay que leerlas con el puro deseo de instruirse en la fe y despertar a las buenas obras. Terce-
ro, debemos aceptarlas en conformidad con las interpretaciones de la Iglesia Ortodoxa y de los Santos
Padres.
Pregunta: Cúando la Iglesia propone la enseñanza de la Divina Revelación y de las Sagradas Es-
crituras al pueblo por primera vez ¿qué signos ofrece de que en realidad es la Palabra de Dios?
Respuesta: La Iglesia ofrece los siguientes signos:
1. Lo sublime de la enseñanza, que testimonia que no puede ser invención de la razón humana.
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2. La pureza de esta enseñanza, que muestra que es la purísima mente de Dios.
3. Las profecías.
4. Los milagros.
5. El poderoso efecto de esta enseñanza sobre el corazón de los hombres, por el Poder Divino.
Pregunta: ¿De qué manera las profecías son señales de una verdadera Revelación de Dios?
Respuesta: Esto se puede demostrar por un ejemplo. Cuando el Profeta Isaías predijo el nacimiento del
Salvador Jesucristo de una doncella (algo que la razón natural del hombre no podía imaginar) y cuando
cientos de años después de esta profecía Nuestro Señor Jesucristo nacío de la Purísima Doncella Ma-
ría, se ve que la profecía era la palabra del Dios Omnisciente, y su cumplimiento la obra del Dios Todo-
poderoso. Por eso también San Mateo el Evangelista, cuando relata el nacimiento de Cristo menciona la
profecía de Isaías: “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor, que habla por me-
dio del Profeta: He aquí que una doncella concebirá y dará a luz un hijo. Y llamará su nombre Emma-
nuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:22-23).
Pregunta: ¿Qué son los milagros?
Respuesta: Son hechos que no pueden ser realizados por el poder o arte de los hombres, sino sólo por
el poder de Dios Todopoderoso; por ejemplo, despertár a los muertos.
Pregunta: ¿Cómo se sabe que los milagros son la señal de la palabra de Dios?
Respuesta: El que realiza verdaderos milagros lo hace por el poder de Dios. Consecuentemente, está a
favor de Dios y participa de su Divino Espíritu; para ello debe hablar sólo la verdad pura. Cuando un
hombre así habla en nombre de Dios, estámos seguros de que su boca expresa realmente la Palabra de
Dios.
Nuestro Señor Jesucristo mismo obra milagros como poderoso testimonio de su Divina misión: “Las
obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, de
que el Padre me ha enviado” (S. Juan 5:36).
Pregunta: ¿Dónde podemos ver particularmente el poderoso efecto de la Enseñanza de Cristo?
Respuesta: En los doce Apóstoles, elegidos entre gente pobre e inculta, de la clase más baja, que por su
enseñanza superaron y subyugaron para Cristo a los fuertes, a los sabios, a los ricos, a los reyes y sus
reinos.
La Composición
del Catecismo
Sobre el Símbolo de la fe
en general y su origen.
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Respuesta: Son las siguientes:
Pregunta: ¿Qué método conviene seguir para entender mejor el Símbolo de la fe Ecuménica?
Respuesta: Debemos advertir que hay una división en doce artículos o partes y considerar cada artículo
individualmente.
Pregunta: ¿Qué se expresa en cada artículo del Símbolo de la fe?
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Respuesta: El Primer artículo del Símbolo de la fe habla de Dios como primer origen, particularmente de
la primera Persona de la Santísima Trinidad, Dios Padre, y Dios como Creador del mundo. El Segundo,
de la segunda Persona de la Santísima Trinidad, Jesucristo el Hijo de Dios. El Tercer artículo, de la En-
carnación del Hijo de Dios. El Cuarto artículo, del sufrimiento y muerte de Jesucristo. El Quinto artículo,
de la Resurrección de Jesucristo. El Sexto artículo, de la Ascensión de Jesucristo al cielo. El Séptimo
artículo, de la Segunda Venida de Jesucristo a la tierra. El Octavo artículo, de la tercera Persona de la
Santísima Trinidad, el Espíritu Santo. El Noveno artículo, de la Iglesia. El Décimo artículo, del Bautismo,
en el cual están implicados también los otros Sacramentos. El Undécimo artículo, de la futura Resurrec-
ción de los muertos. El Duodécimo artículo, de la Vida Eterna.
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bondad de Dios, Jesucristo mismo dice: “Ninguno hay bueno sino uno: Dios” (Mat. 19:17). El Apóstol
Juan dice: “Dios es amor” (1 Juan 4:16). David canta: “El Señor es bondadoso y misericordioso, muy pa-
ciente y grande en misericordia. Bueno es el Señor para con todos, y sus bondades sobre todas sus
obras” (Sal. 145 [144]: 8-9). De la omnisciencia de Dios, el Apóstol San Juan Dice: “Dios es mayor que
nuestro corazón, y todo lo conoce” (1 Juan 3:20). El Apóstol San Pablo exclama: “¡Oh, profundidad de la
riqueza, de la sabiduría y de la razón de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus
caminos!” (Rom. 11:33). Sobre la recta justicia de Dios, David canta: “Porque Dios es recto y ama la ver-
dad. Su rostro ve la verdad.” El Apóstol San Pablo dice: “El cual pagará a cada uno conforme con sus
obras,” y “porque no hay acepción de personas en Dios” (Rom. 2:6-11). Sobre el poder de Dios, el Sal-
mista dice: “Porque El dijo y fue hecho, El mandó y se formó” (Sal. 33 [32]: 9). El Arcangel dice en el
Evangelio: “Porque no hay nada imposible para Dios” (Lucas 1:37). La omnipresencia de Dios la descri-
be David así: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos,
allí estás Tú. Si bajara al Hades, ahí estas Tú. Si tomare alas del alba y habitare en el extremo del mar,
aun allí me guiará tu mano y me asirá tu diestra. Si dijere: ciertamente las tinieblas me cubrirán; aun la
noche resplandecerá alrededor mío. Ya que la penumbra no se oscurecerá ante Ti, y la noche se ilumi-
nará como día” (Sal. 139 [138]: 7-12). El Apóstol Santiago (Jacobo) dice: ..”.del Padre de las Luces, en el
cual no hay mutación, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). El Apóstol San Pablo escribe que “Ni es
honrado por mano de hombre, como si necesitase algo; pues El es quien da a todos vida y aliento, y to-
do” (Hechos 17:25). El mismo Apóstol llama a Dios: “Sólo Soberano, Rey de reinantes y Señor de seño-
res” (1 Tim. 6: 15).
Pregunta: Si Dios es Espíritu, ¿cómo las Sagradas Escrituras le adscriben partes del cuerpo, como
corazón, ojos, oídos y manos?
Respuesta: Las Sagradas Escrituras siguen en esto el lenguaje común del hombre. Pero debemos en-
tender dichas expresiones en un sentido más alto y espiritual. Por ejemplo, el corazón de Dios significa
su bondad o amor. Los ojos y oídos significan su omnisciencia. Las manos, su poder.
Pregunta: Si Dios está en todas partes, ¿por qué dicen las personas que Dios está en el cielo, o en
el templo?
Respuesta: Dios está en todas partes, pero en los cielos tiene una especial presencia manifestada en
gloria eterna a los espíritus bienaventurados. En los templos tiene una especial, graciosa y misteriosa
presencia, devotamente reconocida por los fieles, y manifestada muchas veces por signos extraordina-
rios.
Jesucristo dice: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de
ellos” (Mat. 18:20).
Pregunta: ¿Cómo deben entenderse las palabras del Símbolo de la fe: “Creo en el Único Dios Pa-
dre”?
Respuesta: Esto debe entenderse con referencia al misterio de la Santísima Trinidad. Porque Dios es
uno en sustancia, pero Trino en personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la Trinidad consustancial
e indivisible.
Pregunta: ¿Cómo se habla de la Santísima Trinidad en las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Los principales textos del Nuevo Testamento sobre este punto, son los siguientes: “Por tan-
to, id y convertid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu San-
to” (Mat. 28:19). “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: El Padre, la Palabra y el Espíritu
Santo; y éstos tres son uno” (1 Juan 5:7).
Pregunta: ¿Está mencionada también la Santísima Trinidad en el Antiguo Testamento?
Respuesta: Sí. Sólo que no tan claramente. Por ejemplo: “Por la palabra de Dios fueron hechos los cie-
los, y su ejército por el aliento de su boca” (Salmo 33 [32]: 6). “Santo, Santo, Santo es el Señor de los
ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3).
Pregunta: ¿Cómo es un Dios en tres Personas?
Respuesta: No podemos comprender este misterio inherente a la Divinidad. Pero lo creemos en el infali-
ble testimonio de la palabra de Dios. “Las cosas de Dios no las conoce el hombre, sino el Espíritu de
Dios” (1 Cor. 2:11).
Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre las personas de la Santísima Trinidad?
Respuesta: La diferencia consiste en que El Padre no nace ni procede de ninguna otra persona; el Hijo
ha nacido del Padre en la eternidad y el Espíritu Santo, desde la eternidad, procede del Padre.
Pregunta: ¿Las tres Hipóstasis o Personas de la Santísima Trinidad tienen igual dignidad?
Respuesta: Sí. Todas de absolutamente igual Divina dignidad. El Padre es verdadero Dios, el Hijo es
igualmente verdadero Dios y el Espíritu Santo es verdadero Dios también. Así, en tres Personas hay un
sólo Dios tri-personal.
Pregunta: ¿Por qué es llamado Dios Todopoderoso, Pantocrator?
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Respuesta: Porque El contiene, en su poder y voluntad, todo lo que existe.
Pregunta: ¿Qué significan las palabras del Símbolo de la fe: “Creador del cielo y de la tierra y de
todo lo visible e invisible”?
Respuesta: Esto significa que todo fue hecho por Dios, y que nada puede ser sin Dios.
Pregunta: ¿Son tomadas estas palabras de las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Sí. El Libro del Génesis comienza así: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” El
Apóstol Pablo, hablando de Jesucristo, el Hijo de Dios, dice: “Por El todo fue creado, lo que hay en los
cielos y lo que hay en la tierra, visible e invisible, sean tronos, sean dominios, sean principados, sean
potestades; todo fue creado por El y para El” (Colos. 1:16).
Pregunta: ¿Qué quiere decir en el Símbolo de la fe la palabra invisible?
Respuesta: Se refiere al mundo invisible o espiritual, al cual pertenecen los Angeles.
Pregunta: ¿Qué son los Angeles?
Respuesta: Son Espíritus puros, con inteligencia, voluntad y poder.
Pregunta: ¿Qué significa la palabra Angel?
Respuesta: Significa Mensajero.
Pregunta: ¿Por qué son llamados así?
Respuesta: Porque Dios los envía para anunciar su Voluntad. Por ejemplo, Gabriel fue enviado para
anunciar a la Santísima Doncella María la concepción del Salvador.
Pregunta: ¿Qué fue creado primero, lo visible o lo invisible?
Respuesta: Lo invisible fue creado antes que lo visible, y los Angeles antes que el hombre (Confesión
Ortodoxa, parte 1, preg. 18).
Pregunta: ¿Podemos encontrar algún testimonio de esto en las Sagradas Escrituras?
Respuesta: En el Libro de Job, Dios mismo habla de la creación de la tierra así: “¿Quién puso su piedra
angular? Cuando las estrellas fueron creadas, todos mis Angeles me alababan con fuerte voz” (Job 38:6-
7).
Pregunta: ¿De dónde sale el nombre de Angel Guardián?
Respuesta: De las siguientes palabras de las Sagradas Escrituras: “Pues a sus Angeles mandará cerca
de ti, que te guarden en todos tus caminos” (Sal. 91 [90]:11).
Pregunta: ¿Tiene cada uno de nosotros su Angel Guardián?
Respuesta: Sin duda. Podemos estar seguros de ello, por las siguientes palabras de Jesucristo: “No me-
nospreciéis a ninguno de estos pequeños; porque os digo que sus Angeles en los cielos ven siempre el
rostro de Mi Padre que está en los cielos” (Mat. 18:10).
Pregunta: ¿Son todos los Angeles buenos o benefactores?
Respuesta: No. Hay ángeles malos, llamados también diablos.
Pregunta: ¿Cómo llegaron a ser malos?
Respuesta: Fueron creados buenos, pero se apartaron de su obligación de perfecta obediencia a Dios, y
así cayeron en malos sentimientos, orgullo y malicia. De acuerdo con las palabras del Apóstol Judas Ta-
deo: “Estos son ángeles que no guardaron su primacía, sino que abandonaron su propia morada...” (Ju-
das 6).
Pregunta: ¿Qué quiere decir el nombre diablo?
Respuesta: Significa calumniador, seductor.
Pregunta: ¿Por qué a los ángeles malos se los llama diablos, es decir calumniadores o seducto-
res?
Respuesta: Porque ponen trampas a los hombres, buscando atraerlos malignamente para inspirarles
falsas nociones y malos deseos. A propósito, sobre esto, hablando de los judíos escépticos, Jesucristo
dice: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido
homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando
habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso y padre de la mentira” (Juan 8:44).
Pregunta: ¿Qué nos revelaron las Sagradas Escrituras acerca de la creación del mundo?
Respuesta: En el principio creó Dios los cielos y la tierra: y la tierra era sin forma y vacía. Después Dios
sucesivamente produjo: en el primer día del mundo, la luz; en el segundo, el firmamento o cielo visible;
en el tercero, la reunión de las aguas y la tierra, las tierras emergidas y lo que crece en ellas; en el cuar-
to, el sol, la luna y las estrellas; en el quinto, peces y aves; en el sexto, criaturas cuadrúpedas terrestres
y al hombre. Con él finalizó la creación. En el séptimo día Dios descansó de todas sus obras. De aquí
que el séptimo día se llamó sabbath, que en hebreo significa descanso (Gén 2:2).
Pregunta: ¿Las criaturas visibles fueron creadas como las vemos hoy?
Respuesta: No. En la creación todo era muy bueno, es decir, puro, hermoso y no agresivo.
Pregunta: ¿Estamos informados de algo particular sobre la creación del hombre?
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Respuesta: Dios en la Santísima Trinidad dice: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen y semejanza”
(Gén. 1:26). Y Dios hizo el cuerpo del primer hombre, Adán, de la tierra. Sopló en su cara el aliento de la
vida, lo llevó al Paraíso y le dio por alimento, además de los frutos del Paraíso, el fruto del árbol de la
vida. Y finalmente, habiendo tomado una costilla de Adán mientras dormía, formó de ella la primera mu-
jer, Eva (Gén. 2:22).
Pregunta: ¿En qué consiste la imagen de Dios?
Respuesta: Consiste, como está explicado por el Apóstol San Pablo, “en rectitud y santidad de la verdad”
(Ef. 4:24).
Pregunta: ¿Qué es el aliento de vida?
Respuesta: Es el alma, una sustancia espiritual e inmortal.
Pregunta: ¿Qué es el Paraíso?
Respuesta: La palabra Paraíso significa Jardín. Es el nombre dado a la hermosa y dichosa primera mo-
rada del hombre, descripta en el Génesis como un jardín.
Pregunta: ¿El Paraíso donde el hombre vivió inicialmente fue material o espiritual?
Respuesta: Para el cuerpo del hombre el Paraíso era material, una morada visible y bienaventurada. Pe-
ro para el alma era espiritual, un estado de comunión con Dios por medio de la gracia y una contempla-
ción espiritual de las criaturas (Greg. Theol., Serm. 38: 42; J. Damasc. Theol. libro 2, c. 12, v. 3).
Pregunta: ¿Qué es el árbol de la vida?
Respuesta: Un árbol del cual se nutría el hombre, y que lo libraba de la enfermedad y de la muerte.
Pregunta: ¿Por qué fue hecha Eva con una costilla de Adán?
Respuesta: Para que toda la humanidad, por su origen, sea un mismo cuerpo, y para que los hombres,
naturalmente, se inclinen a amar y cuidar el uno del otro.
Pregunta: ¿Con qué designios creó Dios al hombre?
Respuesta: Para que lo conozca, ame y glorifique, y así sea por siempre bienaventurado.
Pregunta: ¿Cómo se llama en la enseñanza de la fe el hecho de que Dios haya destinado al hom-
bre para la eterna bienaventuranza?
Respuesta: Se llama la Predestinación de Dios.
Pregunta: ¿Permanece invariable la predestinación de Dios, ya que ahora el hombre no es bien-
aventurado?
Respuesta: Sí. Permanece invariable. Porque Dios en su precognición e infinita misericordia, predestinó
para el hombre apartado del camino de bienaventuranza, un nuevo camino de bienaventuranza, por su
Hijo Unigénito Jesucristo. “Nos escogió en El antes de la fundación del mundo,” palabras del Apóstol San
Pablo (Ef. 1:4).
Pregunta: ¿Cómo debemos entender la predestinación de Dios, con respecto a los hombres en
general, y a cada uno en particular?
Respuesta: Dios ha predestinado dar, y dio en realidad, a todos los hombres gracia y medios suficientes
para alcanzar la bienaventuranza. Y a aquellos que reciben voluntariamente la gracia por El dada, utili-
zan los medios de salvación por El otorgados y van por el camino de la bienaventuranza por El indicado,
en particular los predestinó a la bienaventuranza.
Pregunta: ¿Qué se dice de esto en la Palabra de Dios?
Respuesta: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó...” (Rom. 8:29).
Pregunta: ¿Cómo comenta la Iglesia Ortodoxa este punto?
Respuesta: En la Exposición de la Fe de los Patriarcas Orientales se dice: “Como El previó que algunos
usarían bien su libre albedrío, mas otros lo usarían mal, predestinó a los primeros para la gloria y conde-
nó a los últimos” (Art. 2).
Pregunta: ¿Luego de la creación del mundo y del hombre, qué acción de Dios prosiguió en rela-
ción con el mundo y especialmente para con el hombre?
Respuesta: La Divina Providencia.
Pregunta: ¿Que es la Divina Providencia?
Respuesta: La Divina Providencia es la constante acción del poder, sabiduría y bondad de Dios, por la
cual El preserva el ser y la fuerza de sus criaturas, los dirige a buen fin y los asiste en todo lo bueno. Y
corta o corrige el mal que surge de apartarse del bien, y le hace producir buenos resultados.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de la Divina Providencia?
Respuesta: Jesucristo mismo dice: “Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan, ni recogen en
graneros, y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mat. 6:26).
De estas palabras se demuestra la providencia general de Dios sobre las criaturas y la providencia
especial sobre el hombre. Todo el Salmo 91 [90] es una descripción de la providencia especial y mani-
fiesta de Dios sobre el hombre.
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Sobre el segundo artículo
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Respuesta: Jesucristo mismo habla de Sí y de Dios Padre de esta forma: “Yo y el Padre somos uno”
(Juan 10:30).
Pregunta: ¿Qué se demuestra por las siguientes palabras del Símbolo de la fe: “por quien todo fue
hecho las cosas”?
Respuesta: Que Dios Padre creó todas las cosas por medio de su Hijo, su eterna Sabiduría y su eterna
Palabra. “Todo fue por medio de El, y sin El nada de lo que fue, fue” (Juan 1:3).
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Pregunta: ¿Puede entonces el alma morir, como el cuerpo?
Respuesta: Puede morir, pero no como el cuerpo. El cuerpo, cuando muere, pierde sentido y se disuel-
ve. El alma, cuando muere por el pecado, pierde la luz espiritual, la felicidad y la bienaventuranza, pero
no se disuelve ni es aniquilada, sino que permanece en un estado de oscuridad, angustia y sufrimiento.
Pregunta: ¿Por qué mueren todos los hombres, y no murieron únicamente los primeros hombres?
Respuesta: Porque todos venimos de Adán desde su infección por el pecado, y además todos pecamos.
Como de una fuente infectada naturalmente fluye una corriente infectada, así de un padre infectado por
el pecado, que es consecuentemente mortal, naturalmente procede una posteridad infectada por el pe-
cado, y como él, también mortal.
Pregunta: ¿Cómo hablan de esto las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Dicen: “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la
muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12).
Pregunta: ¿Tuvo el hombre algún beneficio del fruto del Arbol de la vida, después de haber peca-
do?
Respuesta: Después que pecó, el hombre no pudo comer más de él, pues fue expulsado del Paraíso.
Pregunta: ¿Quedó entonces al hombre alguna esperanza de salvación?
Respuesta: Cuando nuestros primeros padres confesaron ante Dios su pecado, Dios, en su misericordia,
les dio una esperanza de salvación.
Pregunta: ¿En qué consiste esta esperanza?
Respuesta: Dios prometió que “la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente” (Gén. 3:15).
Pregunta: ¿Qué significa esto?
Respuesta: Que Jesucristo vencería al diablo que tentó al hombre, y libraría al hombre del pecado, de la
maldición y de la muerte.
Pregunta: ¿Por qué Jesucristo es llamado la simiente de la mujer?
Respuesta: Porque nació en la tierra sin hombre, de la Santísima Doncella María.
Pregunta: ¿Qué beneficio hubo en esta promesa?
Respuesta: Que desde el tiempo de la promesa, el hombre podía creer salvamente ***en el Salvador que
iba a venir, como ahora nosotros creemos que el Salvador ha venido.
Pregunta: ¿Creía realmente la gente, en los tiempos antiguos, que iba a venir un Salvador?
Respuesta: Algunos sí, pero la mayor parte olvidaron la promesa de Dios sobre un Salvador.
Pregunta: ¿Repitió Dios su promesa?
Respuesta: Muchas veces. Por ejemplo, hizo a Abraham la promesa sobre el Salvador en las siguientes
palabras: “En tu semilla, todas las naciones de la tierra serán benditas” (Gén. 22:18). La misma promesa
la repitió a David en las siguientes palabras: “Yo afirmaré tu simiente tras de ti, y estableceré Su trono
para siempre” (2 Samuel 7:12-15).
Pregunta: ¿Qué debemos entender por la palabra Encarnación?
Respuesta: Que el Hijo de Dios tomó para Sí cuerpo humano, sin pecado, y se hizo Hombre sin dejar de
ser Dios.
Pregunta: ¿De dónde se tomó la palabra Encarnación?
Respuesta: De las palabras del Evangelista San Juan: “Y la Palabra se hizo carne” (Juan 1:14).
Pregunta: ¿Por qué el Símbolo de la fe, después que se dice que el Hijo de Dios fue encarnado, se
agrega que se hizo Hombre?
Respuesta: Para que nadie pueda imaginar que el Hijo de Dios tomó solamente una carne y cuerpo, sino
que se reconozca en El un Hombre perfecto e integrado en cuerpo y alma.
Pregunta: ¿Tenemos de éste algún testimonio en las Sagradas Escrituras?
Respuesta: El Apóstol San Pablo escribe: “Hay un sólo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo
Hombre” (1 Tim. 2:5).
Pregunta: ¿Entonces hay una sola naturaleza en Cristo?
Respuesta: No, en El hay, sin separación y sin confusión, dos naturalezas: la divina y la humana.
Pregunta: ¿No hay, entonces, dos personas?
Respuesta: Hay una persona, Dios y Hombre a la vez. En una palabra, un Dios-Hombre.
Pregunta: ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras sobre la Encarnación del Hijo de Dios por el Espíritu
Santo, de la Doncella María?
Respuesta: El Evangelista San Lucas relata que cuando la Doncella María preguntó al Angel que le
anunció la concepción de Jesús “¿cómo será esto? pues no conozco varón,” el Angel le respondió: “El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también lo
Santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:34-35).
Pregunta: ¿Quién era la Doncella María?
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Respuesta: Una Santa Doncella del linaje de Abraham y de David, de cuya estirpe el Salvador habría de
venir por la promesa de Dios. Estaba comprometida con José, un hombre del mismo tronco familiar, para
que él fuese su guardián, pues Ella estaba dedicada a Dios con un voto de perpetua virginidad.
Pregunta: ¿Permaneció María siempre Virgen?
Respuesta: Permaneció y permanece siempre Virgen, antes del parto, durante el parto y después del
parto del Salvador; y por ello es llamada la siempre Doncella.
Pregunta: ¿Con qué otro gran título honra la Iglesia Ortodoxa a la Santísima Doncella María?
Respuesta: Con el de Madre de Dios.
Pregunta: ¿Puede demostrarse el origen de este título por las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Está tomado de las siguientes palabras del Profeta Isaías: “He aquí que la doncella concebi-
rá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel, esto es Dios con nosotros” (Isaías 7:14; Mateo
1:23). Así también la recta Elizabeth llama a la Santísima Doncella como Madre del Señor, es decir la
Madre de Dios: “¿De dónde es esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lucas 1:43).
Pregunta: ¿En qué sentido es llamada la Santísima Doncella como Madre de Dios?
Respuesta: Pese a que Jesucristo nació de Ella no en su Divinidad, que es eterna sino en humanidad,
ella es justamente llamada Madre de Dios; porque el que nació de ella era ambas cosas en la concep-
ción misma (Dios y Hombre), y en su nacimiento carnal de ella, era Verdadero Dios.
Pregunta: ¿Qué debemos pensar sobre la dignidad de la Santísima Doncella María?
Respuesta: Como Madre del Señor, ella excede a toda criatura en gracia y cercanía a Dios, y no sólo en
dignidad. Por ello, la Iglesia Ortodoxa la honra mucho más que a los Querubines y los Serafines.
Pregunta: ¿Qué otro argumento existe para remarcar el nacimiento de Jesucristo de la Santísima
Doncella María?
Respuesta: Que ese nacimiento fue perfectamente santo y exento de pecado, y sin dolor (J. Damasc.
Teólog. libro 4, cap. 14, 6.).
Pregunta: ¿Qué providencia preparó Dios para que la humanidad conociese el nacimiento del Sal-
vador?
Respuesta: Hubo muchas predicciones exactas sobre las circunstancias de su nacimiento y vida sobre la
tierra. Por ejemplo, el Profeta Isaías predijo que el Salvador nacería de una doncella (Is. 7:14). El Profeta
Miqueas predijo que el Salvador iba a nacer en Belén. Y esto lo comprendieron los judíos aun antes de
que se enterasen de su cumplimiento (Miqueas 5:1-4 y Mateo 2:4-6). El Profeta Malaquías, después de
la construcción del segundo templo de Jerusalem, profetizó que la venida del Salvador estaba cerca, y
que El vendría a este templo, y que antes que El sería enviado un Precursor semejante al Profeta Elías,
entendiéndose éste como claramente referido a San Juan Bautista (Mal. 3:1 y 4:5). El Profeta Zacarías
predijo la entrada triunfal del Salvador en Jerusalem (Zac. 9:9). El Profeta Isaías, con maravillosa clari-
dad, predijo los sufrimientos del Salvador (Is. 53:3-12). David, en el Salmo 22 [21], describe los sufri-
mientos del Salvador en la Cruz con tanta exactitud como si lo hubiera escrito al pie de la Cruz misma. Y
Daniel, 490 años antes de Jesucristo, predijo la aparición del Salvador, su muerte en la Cruz y la subse-
cuente destrucción del Templo y de Jerusalem, y la abolición de los sacrificios del Antiguo Testamento
(Daniel 9).
Pregunta: ¿Reconocieron en realidad los hombres a Jesucristo como el Salvador en la época que
nació y vivió en la tierra?
Respuesta: Muchos lo reconocieron, y de varias maneras. Los sabios de Oriente lo reconocieron por la
estrella que apareció en Oriente antes de su nacimiento. Los pastores de Belén lo supieron por los ánge-
les, que dijeron que el Salvador había nacido en la ciudad de David. Simeón y Ana, por revelación espe-
cial del Espíritu Santo, lo conocieron cuando El fue llevado al Templo, cuarenta días después de su na-
cimiento. San Juan Bautista, al bautizarlo en el río Jordán, lo reconoció por revelación, por el descenso
del Espíritu Santo sobre el Salvador, en forma de paloma, y por la voz de Dios Padre que provino del
cielo: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mat. 3:17). Una voz semejante fue oída por los
Apóstoles Pedro, Santiago (Jacobo) y Juan durante la Transfiguración: “Este es mi Hijo amado, en quien
me complazco; a El oíd” (Marcos 9:7). Además, muchos lo reconocieron por la excelencia de su ense-
ñanza y especialmente por los milagros que obró.
Pregunta: ¿Qué milagros obró Jesucristo?
Respuesta: Curó personas poseídas por demonios y a enfermos incurables, por una simple mirada suya,
por una palabra, o por el toque de su mano, e incluso fueron curadas al tocar ellos su ropa. Una vez con
cinco y otra vez con siete panes, alimentó en el desierto a varios miles de personas. Caminó sobre las
aguas y con una palabra calmó la tormenta. Resucitó a los muertos: al hijo de la viuda de Naín, a la hija
de Jairo y a Lázaro al cuarto día después de su muerte.
Pregunta: ¿En qué forma efectuó el Hijo de Dios nuestra salvación?
Respuesta: Por su enseñanza, su vida, su muerte y su resurrección.
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Pregunta: ¿Cuál era la enseñanza de Cristo?
Respuesta: El Evangelio del reino de Dios, o, en otras palabras, la enseñanza de la salvación y biena-
venturanza eterna, la misma que es profesada en la Iglesia Ortodoxa (Marcos 1:14-15).
Pregunta: ¿Cómo tenemos salvación por la enseñanza de Cristo?
Respuesta: Cuando la recibimos con todo nuestro corazón, y actuamos de acuerdo con ella. Porque así
como las palabras mentirosas del diablo recibidas por nuestros ancestros, se convirtieron en ellos en
semilla del pecado y la muerte, por el contrario la verdadera Palabra de Cristo, recibida de corazón por
los cristianos, se convierte en ellos en semilla de vida santa e inmortal. En las palabras del Apóstol San
Pedro: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que
vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23)
Pregunta: ¿De qué manera es salvadora para nosotros la vida de Cristo?
Respuesta: Imitándola. Porque El dice: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también
estará mi servidor” (Juan 12:26).
Pregunta: ¿Cómo ocurrió que Jesucristo fue crucificado siendo que sus enseñanzas y sus obras debían
haber impulsado a los hombres a reverenciarlo?
Respuesta: Los jefes de los judíos y los escribas lo odiaban, porque El rebatía sus falsas enseñanzas y
sus malas vidas. Y le envidiaban, porque el pueblo que escuchaba sus enseñanzas y veía obrar sus mi-
lagros, lo estimaba más que a ellos. Por ello lo acusaron falsamente y lo condenaron a muerte.
Pregunta: ¿Por qué se dice que Jesucristo fue crucificado en tiempos de Poncio Pilatos?
Respuesta: Para indicar en qué momento histórico fue crucificado.
Pregunta: ¿Quién fue Poncio Pilatos?
Respuesta: El gobernador romano de Judea, que estaba sujeta al Imperio Romano.
Pregunta: ¿Por qué es digna de remarcarse esta circunstancia?
Respuesta: Porque en ella vemos el cumplimiento de la profecía de Jacobo: “No será quitado el cetro de
Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga el Reconciliador; y a él se le congregarán los
pueblos” (Gén. 49:10).
Pregunta: ¿Por qué no se dice solamente en el Símbolo de la fe que Jesucristo fue crucificado,
sino que también sufrió?
Respuesta: Para mostrar que su crucifixión no fue sólo una apariencia de sufrimiento y muerte, como
dicen algunos herejes, sino un real sufrimiento y muerte.
Pregunta: ¿Por qué se menciona también que fue sepultado?
Respuesta: Esto también es para reafirmarnos que realmente murió y que resucitó, pues sus enemigos
pusieron una guardia ante su sepulcro y lo sellaron herméticamente.
Pregunta: ¿Cómo pudo Jesucristo sufrir y morir, siendo Dios?
Respuesta: Sufrió y murió, no en su Divinidad, sino en su humanidad. Y esto no porque no pudiese evi-
tarlo, sino porque quiso sufrir. El mismo dijo: “Yo entrego mi vida para volverla a tomar. Nadie me la qui-
ta, sino que Yo por mí mismo la entrego. Tengo poder para entregarla y tengo poder para volverla a to-
mar” (Juan 10: 17-18).
Pregunta: ¿En qué sentido se dice que Jesucristo fue crucificado para y por nosotros?
Respuesta: En el sentido de que, por su muerte en la Cruz, nos libró del pecado, la maldición y la muer-
te.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de esta liberación?
Respuesta: Se refieren a la liberación del pecado: “En Quien tenemos redención por su sangre, el per-
dón de los pecados según las riquezas de su gracia” (Efes. 1:7). Se refieren, asimismo, a la liberación de
la maldición: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” (Gál. 3:13). Y a
la liberación de la muerte: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, El también parti-
cipó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al
diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servi-
dumbre” (Hebr. 2: 14-15).
Pregunta: ¿De qué manera la muerte de Jesucristo en la Cruz nos libra del pecado, la maldición y
la muerte?
Respuesta: Para que podamos comprender más rápidamente el misterio, la palabra de Dios hace la
comparación de Jesucristo con Adán. Adán es, por naturaleza, la cabeza de toda la humanidad, que es
una con él por ser su descendencia. Jesucristo, en quien la divinidad está unida a la humanidad, gracio-
samente hizo de sí mismo la nueva y todopoderosa cabeza del hombre, al que unió a sí mismo por la fe.
Es así que, como en Adán caímos en el pecado, la maldición y la muerte, en Jesucristo nos liberamos
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para siempre del pecado, la maldición y la muerte. Su sufrimiento voluntario y la muerte en la Cruz por
nosotros, siendo de infinito valor y mérito, como muerte del Unico Sin Pecado, Dios y Hombre en una
misma persona, es una perfecta satisfacción a la justicia de Dios, que nos condenó a muerte por el pe-
cado. Es un mérito infinito, que nos otorgó gracias a El el derecho sin discriminación a la justicia, para
darnos a nosotros los pecadores el perdón por nuestros pecados y la gracia para obtener la victoria so-
bre el pecado y la muerte.
“Pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas
de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col.
1:26-27); “Pues si por la transgresión de uno sólo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno
sólo, Jesucristo” (Rom. 5:17); “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Je-
sús, los que no andan conforme con la carne, sino conforme con el Espíritu. Porque la ley del Espíritu de
vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para
la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a
causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en noso-
tros, que no andamos conforme con la carne, sino conforme con el Espíritu” (Rom. 8:1-4).
Pregunta: ¿Estrictamente hablando, fue por todos nosotros que Jesucristo sufrió?
Respuesta: El se ofreció a Sí mismo como sacrificio estrictamente para todos, y obtuvo para todos gracia
y salvación; pero esto beneficia sólo a aquellos de nosotros que, por nuestro propio libre albedrío tene-
mos “participación de sus padecimientos, llegando a ser semejantes a El en su muerte” (Filip. 3:10)
Pregunta: ¿Cómo podemos tener participación en los padecimientos y muerte de Jesucristo?
Respuesta: Tenemos participación en los padecimientos y muerte de Jesucristo por una viva y sincera
fe, por la participación en los Sacramentos, en los que están contenidas y selladas las virtudes de sus
salvadores sufrimientos y muerte. Y, finalmente, por la crucifixión de nuestra carne con sus concupiscen-
cias y pasiones. Dice el Apóstol: “Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo
en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gal. 2:19-
20); “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en
su muerte?” (Rom. 6:3); “Así pues, todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la
muerte del Señor anunciáis hasta que El venga” (1 Cor. 11:26); “Los que son de Cristo, han crucificado
la carne con sus concupiscencias y pasiones” (Gál. 5:24).
Pregunta: ¿Cómo podemos crucificar la carne con sus concupiscencias y pasiones?
Respuesta: Refrenando las concupiscencias y pasiones, y haciendo lo que es contrario a ellas. Por
ejemplo, cuando la ira nos impulsa a atacar a un enemigo y a hacerle daño, si entonces resistimos ese
deseo recordando que Jesucristo en la Cruz oró por sus enemigos, y rogando igualmente por los nues-
tros, crucificamos nuestra pasión de la ira.
Pregunta: ¿Cuál es la primera y más seria prueba dada por Jesucristo, de que sus padecimientos y
muerte trajeron salvación para nosotros hombres?
Respuesta: Que resucitó, y así puso los cimientos para nuestra también bendita resurrección. “Mas aho-
ra Cristo ha resucitado de los muertos, haciéndose primicia para los muertos” (1 Cor. 15:20).
Pregunta: ¿Qué podemos pensar del estado en que Jesucristo estuvo después de su muerte y
antes de su resurrección?
Respuesta: Esto está descrito en el siguiente himno de la Iglesia: “Corporalmente, en el sepulcro; como
Dios, en el hades con el alma; en el paraíso con el malhechor, asimismo estabas en el Trono, Cristo, con
el Padre y el Espíritu, ¡oh! Indescriptible, que todo lo llenas.”
Pregunta: ¿Qué es el hades o infierno?
Respuesta: Hades es una palabra griega que significa lugar privado de luz. En teología se entiende por
este nombre una prisión espiritual, es decir, el estado de aquellos espíritus que están separados, por el
pecado, de la visión del semblante de Dios y de la luz y bendición que ello confiere (Judas 1:6; Octoecos
tono 5; Stijarion 2. 4).
Pregunta: ¿Para qué descendió Jesucristo al Hades?
Respuesta: Para proclamar allí también su victoria sobre la muerte y liberar a las almas que con fe
aguardaban su venida.
Pregunta: ¿Hablan de esto las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Se refieren a ello en el siguiente pasaje: “Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió
una sola vez por los pecados, el Recto por los no rectos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu. En
el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados” (1Pedro 3:18-19).
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Pregunta: ¿Qué debemos remarcar en las siguientes palabras del Símbolo de la fe: “y resucitó al
tercer día conforme con las Escrituras”?
Respuesta: Estas palabras están en el Símbolo de la fe, tomadas del siguiente pasaje de la Epístola a
los Corintios: “Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros
pecados, conforme con las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme con las
Escrituras” (1Cor. 15:3-4).
Pregunta: ¿Qué significado hay en las palabras “conforme con las Escrituras”?
Respuesta: Por estas palabras se muestra que Jesucristo murió y resucitó, precisamente como fue escri-
to de El, proféticamente, en los libros del Antiguo Testamento.
Pregunta: ¿Dónde, por ejemplo, hay algo escrito sobre esto?
Respuesta: En el capítulo 53 del libro del Profeta Isaías, los sufrimientos y muerte de Jesucristo se prefi-
guran particularmente: “El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó
el castigo que nos trae la paz, y con sus heridas hemos sido curados” (Is. 53: 5). Sobre la resurrección
de Cristo, el Apóstol San Pedro toma las palabras del Salmo 16 (15): ..”. no abandonarás mi alma en el
hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción” (Hechos 2: 27).
Pregunta: ¿Está en algún otro lugar del Antiguo Testamento que Jesucristo resucitaría precisa-
mente al tercer día?
Respuesta: Una profecía sobre ello está prefigurada en el Profeta Jonás: “Y Jonás estuvo en el vientre
del pez tres días y tres noches” (Jon. 2: 1).
Pregunta: ¿Cómo se supo que Jesucristo había resucitado?
Respuesta: Los soldados que montaban guardia en su sepulcro supieron de ello, se aterrorizaron cuan-
do un Angel del Señor apartó la piedra que cerraba la tumba y al mismo tiempo hubo un gran terremoto.
Asimismo, hubo Angeles que anunciaron la Resurrección de Cristo a María Magdalena y otras santas
mujeres. Jesucristo mismo, el día de su Resurrección, se apareció a muchos, como a las mujeres miró-
foras, a San Pedro, a los dos discípulos en el camino de Emaús y finalmente a todos los Apóstoles en la
casa, estando cerradas las puertas. Después se mostró varias veces a ellos en el período de cuarenta
días; y un día fue visto por más de quinientos creyentes a la vez (1 Cor. 15:6).
Pregunta: ¿Por qué se mostró Jesucristo a los Apóstoles por espacio de cuarenta días?
Respuesta: En este tiempo continuó enseñándoles los misterios del reino de Dios (Hechos 1:3).
Pregunta: ¿Está tomada de las Sagradas Escrituras la descripción de la Ascensión de Nuestro Señor
en el sexto artículo del Símbolo de la fe?
Respuesta: Está tomada de los siguientes pasajes de las Sagradas Escrituras: “Este que bajó es el mis-
mo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo” (Ef. 4:10); “Tenemos un Sumo Sacerdo-
te tal, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos” (Hebr. 8:1).
Pregunta: ¿Fue en su divinidad o en su humanidad que Jesucristo ascendió a los cielos?
Respuesta: En su humanidad. En su divinidad siempre estuvo, está y estará en el cielo.
Pregunta: ¿Por qué se dice que Jesucristo está sentado a la diestra del Padre, siendo que Dios
está en todas partes?
Respuesta: Esto debe ser entendido espiritualmente. Jesucristo tiene una misma e igual majestad y glo-
ria con Dios Padre.
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Pregunta: ¿Será la segunda venida de Cristo semejante a la primera?
Respuesta: No, será muy diferente. Vino para sufrir por nosotros con gran humildad, pero vendrá para
juzgarnos: “En su gloria, y todos los santos ángeles con El” (Mat. 25:31).
Pregunta: ¿Juzgará a todos los hombres?
Respuesta: A todos sin excepción.
Pregunta: ¿Cómo los juzgará?
Respuesta: La conciencia de cada hombre será expuesta ante todos, y serán revelados todos los actos
que hizo durante su vida en la tierra, las palabras que pronunció y sus deseos y pensamientos secretos.
“Hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intencio-
nes de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Cor. 4:5).
Pregunta: ¿Nos condenará incluso por las malas palabras y pensamientos?
Respuesta: Sin duda, a menos que las borremos por el arrepentimiento, por la fe y que enmendemos
nuestra vida: “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta
el día del juicio” (Mat. 12:36).
Pregunta: ¿Vendrá pronto Jesucristo para el Juicio?
Respuesta: No lo sabemos, y por lo tanto nos corresponde vivir de tal forma para estar siempre prepara-
dos a ello. “El Señor no retarda su promesa, como algunos piensan, sino que es paciente para con noso-
tros, no queriendo que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Se-
ñor vendrá como ladrón en la noche” (2 Pedro 3:9-10). “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora
en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Mat. 25:13).
Pregunta: ¿Nos han sido revelados algunos signos de la proximidad de la venida de Cristo?
Respuesta: En la palabra de Dios nos fueron revelados algunos signos, como la pérdida de fe y el amor
entre los hombres, la abundancia de iniquidad y calamidades, la predicación del Evangelio a todas las
naciones y la venida del Anticristo.
Pregunta: ¿Qué es el Anticristo?
Respuesta: El adversario de Cristo, que tratará de vencer a la cristianismo, pero en lugar de ello obten-
drá para sí mismo un fin terrible (2 Tes. 2:8).
Pregunta: ¿Qué es el Reino de Cristo, o sea el Reino de Dios?
Respuesta: Es el Reino de los creyentes en Cristo fundado por El y de los que se esfuerzan por cumplir
con la voluntad del Padre celestial. Este Reino de Dios, abierto con la venida de Cristo Salvador a la tie-
rra, fija su morada en el alma de la gente en forma imperceptible y la prepara en la tierra para el recibi-
miento del Reino de los cielos, que se manifestará en el fin de los siglos.
Pregunta: ¿De cuál de éstos se dice en el Símbolo de la fe que no tendrá fin?
Respuesta: Del Reino de Gloria.
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que de ninguna manera decimos que procede del Hijo, sino que sólo lo llamamos Espíritu del Hijo”
(Theol. lib. 1 c.2 v. 4).
Pregunta: ¿De dónde surge que el Espíritu Santo es igual al Padre y al Hijo, y debe ser, junto con
ellos, adorado y glorificado?
Respuesta: Surge de que Jesucristo mandó bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu San-
to (Mat. 28:19).
Pregunta: ¿Por qué se dice en el Símbolo de la fe que el Espíritu Santo habló por los profetas?
Respuesta: El Apóstol San Pedro escribe: “Porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad huma-
na, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo han hablado de parte de Dios” (2 Pedro 1:21).
Pregunta: ¿Habló también el Espíritu Santo por los Apóstoles?
Respuesta: Ciertamente lo hizo. “Les fue revelado a los profetas que, no a sí mismos, sino a nosotros
servían con este mensaje que ahora es anunciado por los que evangelizan por medio del Espíritu Santo
enviado del cielo” (1 Pedro 1:12).
Pregunta: ¿Por qué, entonces, no se menciona a los Apóstoles en el Símbolo de la fe?
Respuesta: Porque en el tiempo cuando fue compuesto el Símbolo de la fe nadie dudaba de la inspira-
ción de los Apóstoles.
Pregunta: ¿Se manifestó el Espíritu Santo a algunos hombres en una manera especial?
Respuesta: Sí. Descendió sobre los Apóstoles en forma de lenguas de fuego, al quincuagésimo día des-
pués de la resurrección de Jesucristo.
Pregunta: ¿Se comunica hoy el Espíritu Santo a los hombres?
Respuesta: Es comunicado a todos los verdaderos cristianos: “¿No sabéis que sois santuarios de Dios y
que el Espíritu Santo habita en vosotros?” (1 Cor. 3:16).
Pregunta: ¿Cómo podemos ser partícipes del Espíritu Santo?
Respuesta: Por la oración ferviente y por los Sacramentos. “Si pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar
cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que lo pidan!”
(Lucas 11: 13); “Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres,
él nos salvó, no por obras de rectitud que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por
medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que El derramó con abundancia so-
bre nosotros por medio de Jesucristo Nuestro Salvador” (Tito 3:4-6).
Pregunta: ¿Cuáles son los principales dones del Espíritu Santo?
Respuesta: Los principales y más generales son, según el Profeta Isaías, los siguientes siete:
1) El espíritu de temor de Dios.
2) El espíritu de conocimiento.
3) El espíritu de fuerza.
4) El espíritu de consejo.
5) El espíritu de inteligencia.
6) El espíritu de sabiduría.
7) El espíritu del Señor o el don de piedad e inspiración en su máximo grado (Isaías 11:2).
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solemne y asamblea de los primogénitos inscriptos en los cielos, y a Dios, Juez universal, y a los espíri-
tus de los rectos llegados ya a su consumación, y a Jesucristo, mediador de la nueva Alianza” (Heb.
12:22-24).
Pregunta: ¿Cómo podemos estar seguros de que la Gracia de Dios está en la verdadera Iglesia?
Respuesta: Primero, porque su cabeza es Jesucristo, Dios y Hombre en una sola persona, lleno de gra-
cia y de verdad, que llena su cuerpo — es decir la Iglesia — con igual gracia y verdad (Juan 1: 14-17).
Segundo, porque El prometió a sus discípulos que el Espíritu Santo estaría con ellos para siempre, y que
de acuerdo con su promesa, el Espíritu Santo señala a los pastores de su Iglesia. El Apóstol San Pablo
dice de Jesucristo que Dios Padre “nos lo dio como cabeza de todas las cosas de la Iglesia, que es su
cuerpo” (Ef. 1:22-23). El mismo Apóstol dice a los pastores de la Iglesia: “Tened cuidado de vosotros y
de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como obispos, para apacentar la Igle-
sia de nuestro Señor y Dios, que El se adquirió con su propia sangre” (Hechos 20:28).
Pregunta: ¿Cómo podemos estar seguros que la Gracia de Dios está en la Iglesia hasta ahora, y
que continuará en ella hasta el fin del mundo?
Respuesta: De esto estamos seguros por las siguientes palabras de Jesucristo mismo y de sus Apósto-
les: “Yo construiré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mat. 16:18); “Estaré
con vosotros siempre, hasta el fin del mundo. Amén” (Mat. 28:20); “A El, Dios Padre, la gloria en la Igle-
sia por Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos” (Ef. 3:21)
Pregunta: ¿Por qué la Iglesia es Una?
Respuesta: Porque ella es un cuerpo espiritual, tiene una cabeza, Cristo, y está animada por un Espíritu,
el de Dios: “Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados.
Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos” (Ef. 4:4-6).
Pregunta: ¿Tenemos otra seguridad más de que Jesucristo es la única cabeza de la Única Igle-
sia?
Respuesta: “Edificio de Dios... Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el
cual es Jesucristo” (1 Cor. 3:9-11). Por ello, la Iglesia como Cuerpo de Cristo, no puede tener otra cabe-
za que Jesucristo. Estando la Iglesia destinada a estar eternamente por todas las generaciones, necesita
una cabeza también eterna, y ésta es sólo Jesucristo. Por ello, los Apóstoles no tomaron títulos más al-
tos que el de servidores de la Iglesia (1 Col. 1:24-25).
Pregunta: ¿Qué obligación nos impone la unidad de la Iglesia?
Respuesta: El “esforzarse en guardar la unidad del Espíritu en unión de paz” (Ef. 4:3).
Pregunta: ¿Cómo se hace concordar con la unidad de la Iglesia el que haya muchas iglesias sepa-
radas e independientes, como las de Jerusalem, Antioquía, Alejandría, Constantinopla, Rusia?
Respuesta: Éstas son iglesias particulares o partes de una Iglesia Católica (Universal); la visible separa-
ción de su estructura no quita que todas ellas sean miembros del cuerpo de la Iglesia Universal, que tie-
ne una cabeza, Cristo, y un espíritu de fe y de gracia. Esta unidad está expresada exteriormente por la
unidad del Símbolo de la fe y por la comunión en la oración y los sacramentos.
Pregunta: ¿Hay una unidad semejante entre la Iglesia terrestre y la celestial?
Respuesta: Sin duda que la hay. Por su común relación con la cabeza única, Nuestro Señor Jesucristo, y
por la comunión mutua.
Pregunta: ¿Qué tipo de comunión tiene la Iglesia en la tierra con la celestial?
Respuesta: La oración de fe y amor. El fiel que pertenece a la Iglesia militante sobre la tierra, ofreciendo
sus oraciones a Dios, llama al mismo tiempo en su ayuda a los santos que pertenecen a la Iglesia del
cielo; y éstos, por estar en la proximidad de Dios, por sus oraciones e intercesiones purifican, fortalecen
y ofrecen ante Dios las oraciones de los fieles que viven sobre la tierra, por la voluntad de Dios, gracio-
samente y benéficamente, sea por virtud invisible, por distintas apariciones y otros medios.
Pregunta: ¿En qué se basa la regla de la Iglesia sobre la tierra de invocar en oración a los santos
de la Iglesia en el cielo?
Respuesta: En Santa Tradición, el principio de la cual puede verse también en las Sagradas Escrituras.
Por ejemplo, el Profeta David clama en plegaria: “¡Oh!, Dios de Abraham, Isaac y de Israel, nuestros pa-
dres,” haciendo mención de santos en ayuda de su oración, exactamente como ahora la Iglesia Orto-
doxa, ruega a Cristo nuestro verdadero Dios, por las oraciones de su Purísima Madre y de todos sus
Santos (1Crón. 29:18). San Cirilo de Jerusalem, en su explicación de la Divina Liturgia, dice: “Hacemos
mención también de aquellos que han partido, primero de los Patriarcas, Profetas, Apóstoles y Mártires,
para que por sus súplicas e intercesión Dios reciba nuestras oraciones” (Cat. Myst. 5. c. 9). San Basilio
el Grande, en su sermón sobre el día de los Cuarenta Santos Mártires, dice: “Cualquiera que esté afligi-
do recurra a los Cuarenta, y cualquiera que está contento acuda a los mismos. Unos, para encontrar ali-
vio para su dolor, y los otros para conservar su felicidad. Así, la mujer piadosa ruega por sus hijos, otra
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pide el retorno de su esposo ausente, otra la restauración de la salud para el enfermo. Que vuestras pe-
ticiones sean hechas con los Mártires.”
Pregunta: ¿Hay algún testimonio en las Sagradas Escrituras sobre la oración mediadora de los
santos en el cielo?
Respuesta: El Evangelista San Juan, en el Apocalipsis, muestra en el cielo un Angel, al cual “se le dio
mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba de-
lante del trono. Y de la mano del Angel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oracio-
nes de los santos” (Apoc. 8:3-4).
Pregunta: ¿Hay algún testimonio en las Sagradas Escrituras sobre apariciones de santos del cie-
lo?
Respuesta: El Evangelista San Mateo relata que después de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo en
la Cruz “se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos, que habían dormido, se levantaron; y
saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de El, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a
muchos” (Mat. 27:52-53). Y como un milagro tan grande no podía ocurrir sin un fin adecuado, debemos
suponer que dichos santos aparecieron para anunciar el descenso de Jesucristo a los infiernos, y su
triunfal resurrección, y así impulsar a los hombres nacidos en la Iglesia del Antiguo Testamento a pasar
más rápidamente a la del Nuevo, recién fundada.
Pregunta: ¿Qué testimonios hay que nos confirmen la creencia de que los santos, después de su
partida, obran milagros por ciertos medios terrenales?
Respuesta: El Segundo Libro de los Reyes testifica que, por tocarlo con las reliquias del Profeta Eliseo,
un muerto fue traído nuevamente a la vida (2 Reyes 13:21). El Apóstol San Pablo obró curaciones y mi-
lagros no sólo en persona, sino por pañuelos y delantales tomados de su cuerpo (Hechos 19:12). Por
este ejemplo, podemos entender que los santos, incluso después de su muerte, pueden obrar benéfica-
mente por medios terrenales que Dios les otorgó por sus santas virtudes. San Gregorio el Teólogo, en su
primer discurso contra Juliano, dice: “Tú no reverenciaste los sacrificios ofrecidos por Cristo ni temiste a
los grandes ascetas, Juan, Pedro, Pablo, Santiago (Jacobo), Esteban, Lucas, Andrés, Tecla y el resto
que antes y después de éstos sufrieron por la verdad, que soportaron fuego y espada, torturas y todos
los sufrimientos, como si su cuerpo no fuese de ellos, o como si no tuviesen cuerpo. ¿Por qué? Para no
traicionar ni con una palabra su devoción a Dios. Para los cuales hay, con justa razón, grandes honores
y triunfos: son expulsados diablos, se curan enfermedades, aparecen en visiones y profetizan. Cuyos
cuerpos, aunque separados, al ser tocados o reverenciados, tienen poder como sus santas almas. Y
gotas de cuya sangre, tomadas de sus sufrimientos, tienen poder como en sus cuerpos.” San Damasce-
no escribe: “Las reliquias de los santos nos fueron dadas por Nuestro Señor Jesucristo como fuentes de
salud, de las que fluyen múltiples bendiciones.” Y como una explicación de esto subraya que a través de
la mente sus cuerpos también estaban habitados por Dios (Theol. lib. 4 cap. 15, v. 3-4).
Pregunta: ¿Por qué es Santa la Iglesia?
Respuesta: Porque está santificada por Jesucristo, por su pasión, por su enseñanza, por su oración y
por los Sacramentos. “Como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por ella, para santificarla,
habiéndola purificado en la palabra con baño de agua, a fin de presentársela a Sí mismo, una Iglesia
gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef.
5:25-27). En su oración a Dios Padre por los creyentes, Jesucristo dice entre otras cosas: “Santifícalos
en tu verdad; tu palabra es verdad. Y por ellos yo me santifico a Mí mismo, para que también ellos sean
santificados en la verdad” (Juan 17:17-19).
Pregunta: ¿Por qué es santa la Iglesia si tiene dentro de ella a hombres pecadores?
Respuesta: Los hombres que pecan, pero que se purifican por el verdadero arrepentimiento, no hacen
que la Iglesia deje de ser santa, pero los pecadores impenitentes son separados del cuerpo de la Iglesia
por acto visible de la autoridad eclesiástica o por el juicio invisible de Dios. Por ello es que también res-
pecto a eso se conserva santa. “Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Cor. 5:13); “El fun-
damento de Dios está firme, teniendo este sello: conoce el Señor a los que son suyos; y apártese de ini-
quidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Tim. 2:19)
Pregunta: ¿Por qué la Iglesia es llamada Conciliar, o Católica, o Ecuménica?
Respuesta: Porque no está limitada a ningún lugar ni tiempo ni pueblo, sino que contiene a los verdade-
ros creyentes de todos los lugares, tiempos y pueblos. El Apóstol San Pablo dice que “el Evangelio exis-
te en todo el mundo, y crece y da fruto” (Colos. 1:5-6), y que en la Iglesia cristiana “no hay griego ni ju-
dío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo y en todos”
(Colos. 3:11). “Los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (Gál. 3:9).
Pregunta: ¿Qué gran privilegio tiene la verdadera Iglesia Universal?
Respuesta: Sólo ella tiene la promesa que “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”; que el
Señor estará con ella hasta el fin del mundo; que en ella habitará la gloria de Dios en Jesucristo por to-
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das las generaciones, eternamente; y consecuentemente, que ella nunca será apóstata de la fe, ni peca-
rá contra la verdad de la fe, ni caerá en error. “Nosotros confesamos sin duda, que la Iglesia Universal no
puede pecar ni errar ni proferir falsedad en lugar de verdad: porque el Espíritu Santo actuando a través
de sus fieles ministros los Padres y Doctores de la Iglesia, la preservan de todo error” (Misiva de los Pa-
triarcas Orientales sobre la Fe Ortodoxa, Art. 12).
Pregunta: ¿Si la Iglesia Católica Ortodoxa contiene a todos los verdaderos creyentes del mundo,
debemos entender como necesario para la salvación que todo creyente debe pertenecer a ella?
Respuesta: Es exactamente así. Desde que Jesucristo, en las palabras de San Pablo, es la cabeza de la
Iglesia, y El es el Salvador del cuerpo, se deduce que para tener parte en su salvación, debemos nece-
sariamente ser miembros de su cuerpo, esto es, de la Iglesia (Efes. 5:23). El Apóstol San Pedro escribe
que el bautismo salva conforme con la imagen del Arca de Noé. Todos los que fueron salvados del Dilu-
vio Universal, lo fueron sólo en el Arca. Así pues, todos los que obtienen salvación eterna, la obtienen
sólo en la única Iglesia Universal.
Pregunta: ¿Qué pensamientos y rememoraciones debemos asociar con el nombre de Iglesia
Oriental?
Respuesta: En el Paraíso, plantado en el Este, se fundó la primera Iglesia de nuestros Padres en ino-
cencia; y en el Este, después de la caída, se puso una nueva fundación de la Iglesia de los redimidos, en
la promesa de un Salvador. En el Este, en el país de Judea, Nuestro Señor Jesucristo, habiendo finali-
zado la obra por nuestra salvación, fundó su propia Iglesia cristiana, que desde allí se expandió por todo
el universo. Y hasta hoy la fe Católica (Universal) Ortodoxa Ecuménica, confirmada por los Siete Conci-
lios Ecuménicos, es conservada sin cambios en su pureza original en las antiguas Iglesias del Este, co-
mo lo hace, por la gracia de Dios, la Iglesia Rusa.
Pregunta: ¿Por qué es llamada Apostólica la Iglesia?
Respuesta: Porque tiene de los Apóstoles, sin interrupción ni cambio, su enseñanza y la sucesión de los
dones del Espíritu Santo, por la imposición de las manos consagradas. En el mismo sentido, la Iglesia es
llamada también Ortodoxa (o de alabanza o creencia correcta): “Así que ya no sois extranjeros ni adve-
nedizos sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el funda-
mento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del angulo Jesucristo mismo” (Efes. 2:19-
20).
Pregunta: ¿Qué nos enseña el Símbolo de la fe cuando dice que la Iglesia es Apostólica?
Respuesta: Nos enseña a guardar firmemente la enseñanza y tradición apostólica, y evitar enseñanzas y
maestros que no se afirmen en la de los Apóstoles. El Apóstol San Pablo dice: “Así que, hermanos, es-
tad firmes y retened la enseñanza que habéis aprendido, sea por palabra o por carta nuestra” (2 Tes.
2:15); “Al hombre que es un hereje, después de una y otra amonestación, deséchalo” (Tito 3:10); “Por-
que hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la cir-
cuncisión, a los cuales es preciso taparles la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganan-
cia deshonesta lo que no conviene” (Tito 1:10-11); “Y si no oyere a la Iglesia, tenle por gentil y publicano”
(Mat. 18:17).
Pregunta: ¿Qué institución eclesiástica existe para preservar y conservar la sucesión del ministe-
rio apostólico?
Respuesta: La Jerarquía Eclesiástica.
Pregunta: ¿Dónde se originó la Jerarquía de la Iglesia Cristiana Ortodoxa?
Respuesta: De Jesucristo mismo, y del descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, desde cuyo
tiempo continuó en sucesión ininterrumpida por la imposición de las manos, en el Sacramento del Sa-
cerdocio. “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pas-
tores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
Cuerpo de Cristo” (Efes. 4:11-12)
Pregunta: ¿Qué autoridad jerárquica es capaz de extender su esfera de acción por sobre toda la
Iglesia Católica (Universal)?
Respuesta: El Concilio Ecuménico.
Pregunta: ¿Bajo qué autoridades jerárquicas están las principales partes de la Iglesia Católica
(Universal)?
Respuesta: Bajo los Patriarcas Ortodoxos y el Santísimo Sínodo.
Pregunta: ¿Bajo qué autoridad jerárquica están las provincias ortodoxas menores y ciudades?
Respuesta: Bajo metropolitanos, arzobispos y obispos.
Pregunta: ¿Qué rango en la jerarquía tiene el Santísimo Sínodo?
Respuesta: El mismo rango que el de los Santos Patriarcas Ortodoxos (Ver las Epístolas de los Santos
Patriarcas sobre la institución del Santísimo Sínodo).
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Pregunta: ¿Si alguno quiere cumplir sus deberes de obediencia a la Iglesia, cómo puede aprender
lo que ella requiere de sus hijos?
Respuesta: Lo puede aprender de las Sagradas Escrituras, de las Reglas de los Santos Apóstoles, de
los Santos Concilios Ecuménicos y locales, de los Santos Padres y de los Reglamentos Eclesiásticos.
Sobre el Bautismo
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Respuesta: En los tiempos del Antiguo Testamento los niños eran circuncidados al octavo día de su na-
cimiento; pero el Bautismo tomó el lugar de la circuncisión en el Nuevo Testamento y por lo tanto, los
niños también deben ser bautizados.
Pregunta: ¿De dónde es tomado que el Bautismo ocupó el lugar de la circuncisión?
Respuesta: De las siguientes palabras del Apóstol San Pablo a los creyentes: “Fuisteis circuncidados
con circuncisión no hecha por mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circunci-
sión de Cristo, sepultados con El en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con El, perdo-
nándoos todos los pecados” (Colos. 2: 11-12).
Pregunta: ¿Para qué hay padrinos en el Bautismo?
Respuesta: Para que respondan ante la Iglesia por la fe del bautizado, y después del Bautismo se ocu-
pen de confirmarlo en la fe (Dion. Areop. sobre Jer. Ecles. c. 2).
Pregunta: ¿Para qué antes del Bautismo se hace el exorcismo?
Respuesta: Para alejar al diablo, que desde la caída de Adán tiene acceso al hombre y ejerce poder so-
bre él, lo cautiva y esclaviza. El Apóstol San Pablo dice que todos los hombres sin gracia “andan de
acuerdo con la maldición de este mundo, de acuerdo con el príncipe de la potestad del aire, el espíritu
que ahora opera en los hijos de la adversidad” (Efes. 2: 2).
Pregunta: ¿Dónde radica la fuerza del exorcismo?
Respuesta: En el nombre de Jesucristo invocado con oración y con fe. Jesucristo dio a los creyentes
esta promesa: “En mi nombre expulsarán demonios” (Marc. 16: 17).
Pregunta: ¿Qué fuerza tiene la señal de la Cruz usada en ésta y otras ocasiones?
Respuesta: Lo que representa el nombre de Jesucristo Crucificado cuando los labios lo pronuncian con
fe, vale igual cuando la señal de la Cruz se hace con fe por el movimiento de la mano, o es representada
de cualquier otra manera. San Cirilo de Jerusalem escribe: “No nos avergoncemos de confesar al Cruci-
ficado; hagamos fervientemente la señal de la Cruz sobre la frente, y sobre todo: sobre el pan que co-
memos, sobre las copas en que bebemos; hagámosla en nuestras idas y venidas; cuando nos acosta-
mos a dormir y cuando nos levantamos; cuando viajamos y cuando descansamos: es una gran salva-
guarda, dada al pobre sin costo alguno, al débil sin esfuerzo. Porque ésta es la Gracia de Dios, un signo
para los fieles y terror para los malos espíritus” (Cat. Lect. 13: 36).
Pregunta: ¿Desde cuándo usamos la señal de la Cruz?
Respuesta: Desde los mismos tiempos de los Apóstoles (Dion. Areop. sobre la Jer. Ecles. c. 2 y 5. Tertu-
liano de Coron. cap. 3, de Resurr. cap. 8).
Pregunta: ¿Qué significa la ropa blanca que es puesta después del bautismo?
Respuesta: La pureza del alma y de la vida cristiana.
Pregunta: ¿Por qué se le cuelga al bautizado una cruz?
Respuesta: Como expresión visible y continua evocación del mandamiento de Cristo: “Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mat. 16:24).
Pregunta: ¿Qué significa la procesión del bautizado alrededor de la fuente con una vela?
Respuesta: Alegría espiritual, unida con iluminación espiritual.
Pregunta: ¿Qué significa confesar en el Símbolo de la fe un Bautismo?
Respuesta: Que el Bautismo no puede ser repetido.
Pregunta: ¿Por qué no puede ser repetido el Bautismo?
Respuesta: El Bautismo es un nacimiento espiritual: el hombre nace sólo una vez, por eso es bautizado
sólo una vez.
Pregunta: ¿Qué puede decirse de aquellos que pecan después del Bautismo?
Respuesta: Son más culpables en sus pecados que los no bautizados, desde que tienen de Dios una
ayuda especial para obrar bien, y la dejan de lado. “Si habiéndose escapado ellos de las contaminacio-
nes del mundo con el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y enredándose otra vez en ellas son
vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero” (2 Pedro 2:20)
Pregunta: ¿Hay algún medio de conseguir perdón para el que pecó después del Bautismo?
Respuesta: Sí. El Arrepentimiento.
25
Respuesta: La acción interior de este Sacramento es expresada por el Apóstol San Juan, de la siguiente
forma: “Vosotros, en cambio, tenéis unción recibida del Santo y todos tenéis conocimiento. En cuanto a
vosotros, la unción que recibisteis de El permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe;
sino que tal como su unción os enseña sobre todo - y es verdad y no mentira -, tal como os enseño,
permaneced en El” (1Juan 2: 20 y 27). De la misma manera dice el Apóstol Pablo: “Y el que nos confirma
con vosotros en Cristo, y el que nos ungió es Dios, el cual también nos ha signado, y nos ha dado com-
promiso del Espíritu a nuestros corazones” (2 Cor. 1: 21-22). De aquí son tomadas las palabras pronun-
ciadas en la Unción, el signo del don del Espíritu Santo.
Pregunta: ¿Es mencionada la forma visible de la Unción con Miro en las Sagradas Escrituras?
Respuesta: Debe entenderse que las palabras de San Juan se refieren a la unción visible tanto como a
una unción interior; pero es más certero pensar que los Apóstoles, para impartir al bautizado los dones
del Espíritu Santo, usaron la imposición de las manos (Hechos 8: 14-16). Los sucesores de los Apósto-
les, sin embargo, en lugar de esto introdujeron la Unción con Miro, tomándola aparentemente del prece-
dente de la unción usada en el Antiguo Testamento (Éxodo 30: 25; I Reyes 1: 39; Dion. Areop. de Jer.
Ecles. cap. 4).
Pregunta: ¿Que debe remarcarse sobre el Santo Miro?
Respuesta: Que su consagración corresponde únicamente a las más altas autoridades eclesiásticas,
como sucesores de los Apóstoles, que usaban la imposición de sus propias manos para comunicar los
dones del Espíritu Santo.
Pregunta: ¿Qué significa la unción de la frente?
Respuesta: La santificación de la mente, de los pensamientos.
Pregunta: ¿Y la unción del pecho?
Respuesta: La santificación del corazón o deseos.
Pregunta: ¿Qué significa la unción de los ojos, orejas y labios?
Respuesta: La santificación de los sentidos.
Pregunta: ¿Qué significa la unción de las manos y los pies?
Respuesta: La santificación de las obras y de todo comportamiento del cristiano.
Sobre la Comunión
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Pregunta: ¿Cuál es el significado de la palabra Proscomidia?
Respuesta: Ofrenda, u ofrecimiento.
Pregunta: ¿Por qué se dio este nombre a la primera parte de la liturgia?
Respuesta: Por la costumbre de los primitivos cristianos de traer a la iglesia pan y vino como ofrenda
para la celebración del Sacramento. De la misma manera, este pan es llamado Prósfora, que significa
oblación.
Pregunta: ¿En qué consiste la Proscomidia como parte de la Liturgia?
Respuesta: En que con la recordación de las profecías y prototipos, y parcialmente de los sucesos mis-
mos de antes del nacimiento y sufrimiento de Jesucristo, se toma una porción de la prósfora para usarla
en el Sacramento, y una porción de vino es mezclada con agua y vertida en el santo Cáliz, mientras el
celebrante hace conmemoración de toda la Iglesia, honra a los santos glorificados, ruega por los vivos y
los muertos, ruega también especialmente por los gobernantes y por los que, a medida de su fe y su es-
fuerzo, trajeron prósforas u oblaciones.
Pregunta: ¿Cómo debe ser el pan para el Sacramento?
Respuesta: Como el nombre mismo de pan, la santidad del misterio y el ejemplo de Jesucristo y los
Apóstoles lo requieren, esto es: pan leudado, puro y de trigo.
Pregunta: ¿Qué significa que es sólo uno el pan que se usa para la Comunión?
Respuesta: Significa, como lo explica el Apóstol San Pablo, que “siendo uno sólo el pan, nosotros, con
ser muchos, somos un cuerpo; pues todos comulgamos de aquel mismo pan” (1Cor. 10: 17).
Pregunta: ¿Por qué se lo llama el Cordero al pan preparado para la Comunión?
Respuesta: Porque es la figura de Jesucristo sufriente, como era en el Antiguo Testamento el Cordero
Pascual.
Pregunta: ¿Qué era el Cordero Pascual?
Respuesta: El Cordero que los israelitas, por mandamiento de Dios, mataban y comían en memoria de
su liberación de la destrucción en Egipto.
Pregunta: ¿Por qué se mezcla con agua el vino para el Sacramento de la Comunión?
Respuesta: Porque toda esta celebración está ordenada de acuerdo con los sufrimientos de Cristo; y
cuando El sufrió, fluyó sangre y agua de su costado atravesado por la lanza.
Pregunta: ¿Qué nombre tiene la parte de la liturgia en la que los fieles son preparados para el Sacra-
mento?
Respuesta: Los antiguos la llamaban liturgia de los catecúmenos, porque aparte de los comulgantes,
también los catecúmenos que se están preparando para el Bautismo, y los penitentes, que no son admi-
tidos para la Comunión, pueden estar presentes en ella.
Pregunta: ¿Con qué comienza esta parte de la liturgia?
Respuesta: Con la bendición, o glorificación del Reino de la Santísima Trinidad.
Pregunta: ¿En qué consiste esta parte de la liturgia?
Respuesta: En oraciones, cantos y lecturas de los libros de los Apóstoles y los Evangelios.
Pregunta: ¿Con qué termina?
Respuesta: Con la orden dada a los catecúmenos de salir de la Iglesia.
Pregunta: ¿Cuál es el nombre de esta parte de la liturgia, en que el Sacramento mismo es celebrado y
consagrado?
Respuesta: La liturgia de los fieles. Porque sólo los fieles, es decir los bautizados, tienen derecho de es-
tar presentes en este oficio.
Pregunta: ¿Cuál es el acto esencial en esta parte de la liturgia?
Respuesta: La pronunciación de las palabras que Jesucristo dijo al instituir el Sacramento: “Tomad y
comed, éste es mi Cuerpo; bebed de ella todos, pues ésta es mi Sangre de la Nueva Alianza” (Mat. 26:
27-28). Después de esto, la invocación del Espíritu Santo y la bendición de los dones, es decir del pan y
el vino, que fueron ofrecidos.
Pregunta: ¿Por qué es tan esencial?
Respuesta: Porque en este momento el pan y el vino son convertidos o transustanciados en el verdadero
Cuerpo de Cristo y en la verdadera Sangre de Cristo.
Pregunta: ¿Cómo debemos entender la palabra transustanciación?
Respuesta: En la exposición de la fe de los Patriarcas Orientales se dice que la palabra transustancia-
ción no debe ser tomada para definir la manera en que el pan y el vino son convertidos en el Cuerpo y la
Sangre del Señor, porque esto nadie lo puede comprender, sino Dios. Sólo muestra que verdadera, real
y sustancialmente el pan se hace el verdadero Cuerpo del Señor y el vino se hace la misma Sangre del
Señor. De igual manera San Juan Damasceno, tratando sobre los Santos e Inmaculados Misterios del
Señor, escribe: “Es verdaderamente aquel Cuerpo unido con la Divinidad, que tuvo su origen en la San-
tísima Doncella; no porque ese Cuerpo que ascendió, descienda del cielo sino porque el pan y el vino
27
mismos se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Dios. Pero si tú buscas la forma en que esto ocurre,
sea suficiente para ti que te diga que es por el Espíritu Santo; de la misma manera, por el mismo Espíritu
Santo, el Señor se encarnó a Sí mismo, y en Sí mismo, de la Madre de Dios; más aun, sabemos y es
suficiente que la palabra de Dios es verdadera y poderosa, pero su manera de obrar es inescrutable” (L.
4 cap. 13. 7).
Pregunta: ¿Qué es requerido individualmente de quien desea aproximarse al Sacramento de la Comu-
nión?
Respuesta: Que examine su conciencia ante Dios y la limpie con el arrepentimiento de sus pecados; pa-
ra lo cual tiene ayuda en el ayuno y la oración: “Examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y
beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el Cuerpo del Señor, come y
bebe para sí su propio juicio” (1Cor. 11: 28-29).
Pregunta: ¿Qué beneficios recibe el que comulga con el Cuerpo y la Sangre de Cristo?
Respuesta: Que está unido en la manera más íntima a Jesucristo, y en El se hace partícipe de la vida
eterna: “El que come mi Cuerpo y bebe mi Sangre, permanece en Mí y Yo en él” (Juan 6: 56); “El que
come mi Cuerpo y bebe mi Sangre tiene vida eterna” (Juan 6: 54).
Pregunta: ¿Debemos comulgar frecuentemente de los Sagrados Misterios?
Respuesta: Los primitivos cristianos comulgaban cada día del Señor. Pero ahora muy pocos tienen tal
pureza de vida como para estar siempre preparados para aproximarse a tan grande Misterio. La Iglesia,
con voz maternal, llama a los celosos de la vida en veneración, a confesarse ante su padre espiritual y
comulgar en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, mensualmente, si no es posible, cuatro veces al año, pero
requiere de todos sin excepción recibirlo al menos una vez al año (Ver Orthod. Confess. 1° parte, preg.
90).
Pregunta: ¿Qué participación tienen en la divina liturgia aquellos que sólo la oyen, sin aproximarse a la
Santa Comunión?
Respuesta: Ellos pueden y deben participar en la liturgia con oración y fe, y especialmente con la conti-
nua conmemoración de Nuestro Señor Jesucristo, que expresamente nos mandó: “Haced esto en con-
memoración Mía” (Lucas 22: 19).
Pregunta: ¿Qué debemos recordar en el momento de la liturgia en que se hace la Procesión con el
Evangelio?
Respuesta: A Jesús apareciendo para predicar el Evangelio. Por ello, cuando se lee el Evangelio debe-
mos tener la misma atención y reverencia que si estuviésemos escuchando a Jesucristo mismo.
Pregunta: ¿Qué debemos recordar en el momento de la liturgia en que se hace la Procesión con los
Dones al altar?
Respuesta: A Jesucristo yendo a sufrir voluntariamente, como víctima del sacrificio, mientras más de
doce legiones de ángeles lo rodean para cuidarlo y escoltarlo como a su Rey: “El Rey de reinantes y Se-
ñor de los señoreadores, viene para ser sacrificado” (Himno de la Liturgia del Gran Sábado).
Pregunta: ¿Qué debemos recordar en el momento de la consagración del Sacramento, y cuando el cle-
ro comulga en el altar?
Respuesta: La Cena Mística de Jesucristo mismo con sus Apóstoles, sus sufrimientos, muerte y sepultu-
ra.
Pregunta: ¿Qué representa después de esto la apertura del velo, de las puertas reales, y la aparición de
los Santos Dones?
Respuesta: La aparición de Jesucristo mismo después de su resurrección.
Pregunta: ¿Qué representa la última aparición de los Santos Dones a los fieles, después de lo cual son
retirados de su vista?
Respuesta: La Ascensión de Jesucristo a los cielos.
Pregunta: ¿Continuará el uso del Sacramento de la Santa Comunión en la verdadera Iglesia de Cristo?
Respuesta: Continuará siempre, hasta la nueva venida de Cristo, de acuerdo con las palabras del Após-
tol San Pablo: “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis de esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que El venga” (1Cor. 11: 26).
Sobre el Arrepentimiento
28
prometió poder para perdonar los pecados, cuando El dijo: “Todo lo que atareis en la tierra, será atado
en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mat. 18: 18). Y después de su
resurrección, El realmente les dio ese poder, diciendo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonareis
los pecados, les serán perdonados; y a quienes se los retuviereis, les serán retenidos” (Juan 20: 22-23).
Pregunta: ¿Qué se requiere por parte del arrepentido?
Respuesta: Contrición por sus pecados, con un pleno propósito de enmendar su vida, fe en Jesucristo y
esperanza en su misericordia: “La tristeza, pues, de ofender a Dios, produce arrepentimiento para salva-
ción, de lo cual no hay que arrepentirse” (2 Cor. 7:10); “Y cuando el impío se apartare de su impiedad y
obrare juicio y verdad, en ellos vivirá” (Ezeq. 33:19). “De Este (de Jesucristo) dan testimonio todos los
profetas, de que todos los que en El creyeren recibirán perdón de pecados por su Nombre” (Hechos
10:43).
Pregunta: ¿Hay algún medio de preparación y ayuda para el arrepentimiento?
Respuesta: Sí: son el ayuno y la oración.
Pregunta: ¿Utiliza la Iglesia algún otro medio especial para la purificación y pacificación de la conciencia
del pecador arrepentido?
Respuesta: Sí. Este medio se llama epitimia.
Pregunta: ¿Qué es epitimia?
Respuesta: Esta palabra griega indica prohibición, o bien, ejercicio espiritual con el fin de vencer o domi-
nar a las costumbres pecaminosas (ver 2 Cor. 2:6). Bajo este nombre se prescriben al arrepentido, de
acuerdo con la necesidad, diversos ejercicios de piedad, y diversas abstinencias y privaciones que sir-
ven para dominar hábitos pecaminosos. Por ejemplo, ayunar más de lo que está prescrito para todos; o,
por pecados gravísimos, la suspensión de la Santa Comunión por un tiempo determinado.
Sobre el Sacerdocio
Sobre el Matrimonio
29
Pablo dice: “Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no
tienen el don de continencia, cásense... El soltero tiene cuidado de lo del Señor, de cómo agradarle; pero
el casado tiene cuidado de lo mundano, de cómo agradar a su mujer... El que da para casamiento a su
virgen hace bien, y el que no la da para casamiento hace mejor” (1 Cor. 7:8-9, 32-33 y 38).
Pregunta: ¿Qué es la Resurrección de los muertos, que según las palabras del Símbolo de la fe espe-
ramos o aguardamos los cristianos?
Respuesta: Es un acto de Dios Todopoderoso, por el cual todos los cuerpos de los muertos, reunidos
con sus almas, retornarán a la vida y serán, de ahí en más, espirituales e inmortales. “Se siembra cuerpo
con alma, se levantará cuerpo espiritual” (1 Cor. 15:44); “Es necesario pues, que esto corruptible se vista
de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (Id. 53).
Pregunta: ¿Como resucitará el cuerpo después de corrompido y descompuesto en la tierra?
Respuesta: Dado que Dios formó originariamente el cuerpo de la tierra puede igualmente restaurarlo
después que se haya descompuesto en ella. El Apóstol San Pablo ilustra esto por la analogía de una
semilla, que perece en la tierra, pero de la cual nace luego una planta, o árbol: “Lo que tú siembras no se
vivifica, si no muere antes” (1 Cor. 15:36).
Pregunta: ¿Exactamente todos resucitarán?
Respuesta: Todos los que murieron, sin excepción; mas los que en tiempos de la resurrección general
estén vivos, tendrán sus cuerpos carnales instantáneamente transformados en espirituales e inmortales:
“No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos,
al sonar la trompeta final, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transfor-
mados” (1 Cor. 15:51-52).
Pregunta: ¿Cuándo ocurrirá la Resurrección de los muertos?
Respuesta: Al final de este mundo visible.
Pregunta: ¿Entonces el mundo entero llegará a su fin?
Respuesta: Sí. Este mundo corruptible llegará a su fin y será transformado en otro incorruptible: “Tam-
bién la creación misma será liberada de la esclavitud de la corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos
de Dios” (Rom 8:21); “Nosotros esperamos, según Su promesa, cielos nuevos y tierra nueva, en los cua-
les mora la verdad” (2 Pedro 3:13).
Pregunta: ¿Cómo será transformado el mundo?
Respuesta: Por el fuego. “Los cielos y la tierra que existen ahora están reservados por la misma palabra,
guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro 3:7).
Pregunta: ¿En qué estado estarán las almas de los muertos hasta la resurrección general?
Respuesta: Las almas de los rectos están en la luz y el reposo, parecido a la bienaventuranza eterna. Y
las almas de los impíos en un estado contrario a éste.
Pregunta: ¿Por qué no se adscribe a las almas de los rectos bienaventuranza perfecta inmediatamente
después de la muerte?
Respuesta: Porque está ordenado que la completa retribución de acuerdo con las obras sea recibida por
el hombre completo, después de la resurrección del cuerpo, después del último juicio de Dios. El Apóstol
San Pablo dice: “Por lo demás, me está guardada la corona de verdad, la cual me dará el Señor, Recto
Juez, en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que aman su venida” (2 Tim. 4:8); y “Es necesario
que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que
haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Cor. 5:10).
30
Pregunta: ¿Por qué adjudicamos a las almas de los rectos un anticipo de gloria antes del último juicio?
Respuesta: Por el testimonio de Jesucristo mismo, que dijo en la parábola que el recto Lázaro fue al se-
no de Abraham inmediatamente después de su muerte (Lucas 16:22).
Pregunta: ¿Este anticipo de gloria está unido con la gracia gloriosa de ver a Jesucristo mismo?
Respuesta: Es así más especialmente con los santos, como nos fue dado a entender por el Apóstol San
Pablo: “Teniendo deseo de partir, y estar con Cristo” (Filip. 1:23)
Pregunta: ¿Qué debe señalarse respecto de aquellas almas que partieron con fe, pero que no tuvieron
tiempo de realizar dignas obras de arrepentimiento?
Respuesta: Que pueden ser ayudadas para alcanzar una bendita resurrección por las oraciones ofreci-
das en su sufragio, especialmente aquellas que son ofrecidas en unión con la oblación del Sacrificio In-
cruento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, y por las obras de misericordia hechas con fe, en su memoria.
Pregunta: ¿En qué esta basada esta enseñanza?
Respuesta: En la constante tradición de la Iglesia Católica (Universal), las fuentes de lo cual pueden ser
vistas incluso en la Iglesia del Antiguo Testamento. Judas Macabeo ofreció sacrificio por los soldados
caídos (2 Mac. 12:43). La oración por los que han partido es parte fija de la Divina Liturgia, desde la pri-
mera liturgia del Apóstol Santiago (Jacobo). San Cirilo de Jerusalem dice: “Grandes serán los beneficios
para aquellas almas por las cuales se ofrece oración en el momento en que el Santo y Terrible Sacrificio
es expuesto” (Lec. Myst. 5, cap. 9). San Basilio el Grande, en sus oraciones de Pentecostés, dice: “El
Señor concede recibir de nosotros oraciones propiciatorias y sacrificios por aquellos que están en el
hades, y permite la esperanza de obtener para ellos paz, alivio y libertad.”
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Respuesta: Estas meditaciones nos ayudan para abstenernos del pecado, y para quitar nuestras aficio-
nes a las cosas terrenas. Nos consuelan por la ausencia o pérdida de bienes terrenales, nos incitan a
guardar nuestras almas y cuerpos puros, a vivir para Dios y la eternidad, y así alcanzar salvación eterna.
La Segunda parte
del Catecismo Ortodoxo
Sobre la esperanza
Sobre la oración
Pregunta: ¿Hay algún testimonio de la palabra de Dios sobre la oración como medio de alcanzar la es-
peranza salvadora?
Respuesta: Jesucristo mismo une la esperanza de recibir nuestros deseos con la oración: “Y todo lo que
pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Juan 14: 13).
Pregunta: ¿Qué es la oración?
Respuesta: La elevación de la mente y el corazón manifestada por las palabras devotas del hombre
hacia Dios.
Pregunta: ¿Qué debe hacer el cristiano cuando eleva su corazón y su mente hacia Dios?
Respuesta: Primero, glorificarlo por su divina perfección; segundo, agradecerle por sus misericordias;
tercero, rogarle por lo que necesita. Así, hay tres géneros principales de oración: Alabanza, Agradeci-
miento y Petición.
Pregunta: ¿Puede el hombre orar sin palabras, en silencio?
Respuesta: Puede, con la mente y el corazón. Un ejemplo de esto puede verse en Moisés antes del pa-
saje por el Mar Rojo (Éx. 14:15).
Pregunta: ¿Tiene este tipo de oración un nombre especial?
Respuesta: Es la llamada espiritual, u oración del corazón y la mente, en una palabra, oración interior;
mientras, por otra parte, la oración expresada en palabras y acompañada por otros signos de devoción,
es llamada oral o externa.
Pregunta: ¿Puede haber oración exterior sin la interior?
Respuesta: Puede. Cuando alguien emite palabras de oración sin atención ni fervor.
Pregunta: ¿Alcanza la oración exterior para obtener la gracia?
Respuesta: Está tan lejos de obtener la gracia que, por el contrario, ofende a Dios. Dios mismo declaró
su desagrado por tal plegaria: “Este pueblo me honra con los labios, mas su corazón está lejos de Mí,
pues en vano me honran” (Mat. 15:8-9).
Pregunta: ¿Es suficiente la oración interior sin la exterior?
Respuesta: Esto es como preguntar si el alma sola le alcanza al hombre, sin el cuerpo. Dios tuvo com-
placencia en crear al hombre consistente de alma y cuerpo; de la misma manera, es innecesario pregun-
tarse si la oración interior es suficiente sin la exterior. Dado que tenemos cuerpo y alma, debemos glorifi-
car a Dios en nuestros cuerpos y en nuestras almas, que son de Dios, siendo natural que de la abun-
dancia del corazón habló la boca. Nuestro Señor Jesucristo era espiritual en grado sumo, pero incluso El
expresó su oración espiritual por palabras y gestos devotos del cuerpo; a veces, por ejemplo, elevando
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sus ojos al cielo, a veces arrodillándose o postrando su rostro en el suelo (1 Cor. 6:20; Mat. 12:34; Juan
17:1; Lucas 22:41; Mat. 26:39).
Pregunta: ¿Hay una oración que puede ser definida como oración general del cristiano, y modelo de
todas las oraciones?
Respuesta: Sí. Ésta es la Oración del Señor.
Pregunta: ¿Qué es la Oración del Señor?
Respuesta: Una oración que Nuestro Señor Jesucristo enseñó a los Apóstoles, y que ellos extendieron a
todos los creyentes.
Pregunta: ¿Cómo dice esa oración?
Respuesta: Padre nuestro que estás en los cielos,
1. santificado sea tu Nombre,
2. venga a nosotros tu reino,
3. hágase tu voluntad así como es en el cielo, en la tierra.
4. El pan nuestro sustancial de cada día dánosle hoy.
5. Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
6. No nos dejes caer en la tentación,
7. mas líbranos del maligno.
Pues tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
(Mateo 6: 9-13).
Pregunta: ¿Para considerar mejor la Oración del Señor, cómo podemos dividirla?
Respuesta: En la Invocación, Siete Peticiones y la Doxología.
Sobre la Invocación
Pregunta: ¿Qué es el Reino de Dios, expresado en la segunda petición de la Oración del Señor?
Respuesta: El Reino de Gracia que, como dice San Pablo, es “verdad, paz y bienaventuranza en el Espí-
ritu Santo” (Rom. 14:17).
33
Pregunta: ¿Vino ya este Reino?
Respuesta: Para algunos todavía no vino en su plenitud; mientras que para otros ni siquiera vino, en tan-
to que el pecado reina en sus cuerpos mortales: “De modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias”
(Rom. 6: 12).
Pregunta: ¿Cómo viene?
Respuesta: Secretamente, interiormente: “El Reino de Dios no vendrá con advertencia, porque el Reino
de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:20-21).
Pregunta: ¿Puede el cristiano pedir por algo más, bajo el nombre del Reino de Dios?
Respuesta: Puede pedir por el Reino de Gloria, es decir, por la perfecta bienaventuranza del fiel: “Te-
niendo deseo de partir y estar con Cristo” (Filip. 1:23).
34
Respuesta: Gente que no nos dio lo que debía según la ley de Dios. Por ejemplo, los que no nos mostra-
ron amor, sino enemistad.
Pregunta: ¿Cómo podemos quedar perdonados por Dios de nuestras deudas?
Respuesta: Por la mediación de Jesucristo. “Porque hay un sólo Dios, y un sólo mediador entre Dios y
los hombres: Jesucristo Hombre, que se entregó a Sí mismo para la liberación de todos” (1 Tim. 2: 5-6).
Pregunta: ¿Cuál sería la consecuencia, si pedimos a Dios que perdone nuestros pecados sin perdonar
nosotros los de nuestros deudores?
Respuesta: En ese caso ninguno será perdonado: “Porque si perdonáis a los hombre sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mat. 6:14-15).
Pregunta: ¿Por qué Dios no nos perdona a nosotros, si no perdonamos a los demás?
Respuesta: Porque así mostramos nuestra propia maldad, y nos alejamos de la bondad y misericordia
de Dios.
Pregunta: ¿Qué disposición debemos tener, entonces, para usar correctamente las palabras de la Ora-
ción del Señor “así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”?
Respuesta: Estas palabras exigen absolutamente que cuando oremos no tengamos malicia ni odio sino
que tengamos paz y amor con todos: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu
hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mat. 5:23-24).
Pregunta: ¿Pero, qué debo hacer si no puedo encontrar prontamente a aquel que me odia, o si él se
muestra sin deseo de reconciliarse?
Respuesta: En tal caso, es suficiente reconciliarse con él en el corazón, ante los ojos de Dios que todo lo
ve. “Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, guardad paz con todos los hombres” (Rom. 12:18).
Sobre la Doxología
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Pregunta: ¿Qué debemos unir a la oración, para estar fundamentados en la esperanza de salvación y
bienaventuranza?
Respuesta: Nuestros propios esfuerzos para alcanzar la santidad. Sobre este punto el Señor mismo di-
ce: “Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis las cosas que digo?” (Lucas 6:46); “No todo el que me
dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está
en los cielos” (Mat. 7:21).
Pregunta: ¿Qué enseñanza debemos tomar como guía en nuestros esfuerzos?
Respuesta: La enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo, que está brevemente expuesta en sus biena-
venturanzas.
Pregunta: ¿Cuántas son estas bienaventuranzas?
Respuesta: Las nueve siguientes:
Pregunta: ¿Qué debe observarse sobre todas estas bienaventuranzas, para su correcta comprensión?
Respuesta: Que el Señor propuso en estas palabras la enseñanza para alcanzar la bienaventuranza
como está expresamente dicho en el Evangelio: “Abrió su boca y enseñó”; mas siendo humilde de cora-
zón y manso, propuso su enseñanza no en forma de mandato, sino de bendición a aquellos que por su
propia libre voluntad la reciben y cumplen. Consecuentemente, en cada bienaventuranza debemos con-
siderar, primero, la enseñanza o mandamiento, y segundo, el ensalsamiento o promesa de recompensa.
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Respuesta: Que el que desea bienaventuranza debe saber llorar.
Pregunta: ¿Qué se entiende en este mandamiento por la palabra llorar?
Respuesta: Dolor y contrición del corazón, con lágrimas genuinas, por lo imperfectamente que servimos
al Señor y porque merecemos su cólera por nuestros pecados. “La tristeza, pues, de ofender a Dios,
produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse” (2 Cor. 7:10).
Pregunta: ¿Qué promesa especial hizo el Señor a los que lloran?
Respuesta: Que serán consolados.
Pregunta: ¿Qué clase de consuelo debe entenderse aquí?
Respuesta: El de la Gracia, consistente en el perdón de los pecados y la paz de la conciencia.
Pregunta: ¿Por qué esta promesa está unida a un mandamiento sobre el llanto?
Respuesta: Para que el dolor por el pecado no llegue a la desesperación.
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Sobre la quinta bienaventuranza
Pregunta: ¿Es contrario a la misericordia el castigo de los criminales por la justicia civil?
Respuesta: No del todo, si se hace como según la ley y con buena intención, es decir, para corregirlo o
para preservar a los inocentes de sus crímenes.
Pregunta: ¿Qué prometió el Señor a los misericordiosos?
Respuesta: Que ellos obtendrán misericordia.
Pregunta: ¿Qué se entiende aquí por misericordia?
Respuesta: Ser librado de la condenación eterna por el pecado, en el Juicio de Dios.
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Respuesta: Que aquellos que quieran bienaventuranza deben ser pacificadores.
Pregunta: ¿Cómo debemos cumplir este mandamiento?
Respuesta: Debemos vivir amigablemente con todos los hombres y no dar ocasión para desavenencias.
Si alguna aparece, debemos por todos los caminos detenerla, aun cediendo nuestro propio derecho, ex-
cepto que esto sea contra los deberes de otro o le sea lesivo. Si otros están enemistados, debemos
hacer todo lo posible para reconciliarlos, y si fallamos debemos rogar a Dios por su reconciliación.
Pregunta: ¿Qué prometió el Señor a los pacificadores?
Respuesta: Que serán llamados Hijos de Dios.
Pregunta: ¿Qué significa esta promesa?
Respuesta: Significa la sublimidad de la recompensa por el esfuerzo de los pacificadores, dado que en
su esfuerzo imitan al Hijo Unigénito de Dios, que vino al mundo para reconciliar al hombre caído con la
justicia divina. Por ello, se les promete el bendito nombre de hijos de Dios, sin duda un grado de bendi-
ción acorde con él.
Sobre el amor
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en todo lo escrito en el libro de la ley, y no lo lleva a la práctica” (Gál. 3:10); “Pues nosotros, por el Espíri-
tu, aguardamos por fe la esperanza de la verdad” (Gál. 5:5); “Porque por Gracia sois salvados por medio
de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe” (Efes.
2:8-9).
Pregunta: ¿Qué debe pensarse de un amor que no es acompañado de buenas obras?
Respuesta: Tal amor no es real, porque el verdadero amor se muestra naturalmente por buenas obras.
Jesucristo dice: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que Me ama... El que Me ama,
guardará mi palabra” (Juan 14:21 y 23). El Apóstol San Juan escribe: “Pues este es el amor a Dios, que
guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3); “No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y de
verdad” (1 Juan 3:18).
Pregunta: ¿Qué medios tenemos para distinguir las buenas obras de las malas?
Respuesta: La ley interior de Dios, o sea el testimonio de nuestra conciencia, y la ley externa de Dios, o
Mandamientos de Dios.
Pregunta: ¿Hablan las Sagradas Escrituras de la ley interna de Dios?
Respuesta: El Apóstol San Pablo dice acerca de los paganos: “Mostrando la obra de la Ley escrita en
sus corazones, testificándolo su propia conciencia y los razonamientos que unas veces los acusan y
otras los defienden” (Rom. 2:15).
Pregunta: ¿Si hay en el hombre una ley interior, por qué fue dada la exterior?
Respuesta: Fue dada porque el hombre no obedece la ley interior, mas vive su vida carnal y pecadora, y
acalla en sí la voz de la ley espiritual y así fue necesario poner manifiestamente la ley en su mente por
medio de los mandamientos: “¿Para qué sirve la Ley? Fue añadida a causa de las transgresiones” (Gál.
3:19).
Pregunta: ¿Cuándo y cómo fue dada la ley exterior de Dios a los hombres?
Respuesta: Cuando el pueblo hebreo, descendencia de Abraham, fue liberado milagrosamente de la
cautividad en Egipto, en su camino a la tierra prometida en el desierto sobre el Monte Sinaí, Dios mani-
festó su presencia en fuego y nubes por la mano de Moisés, su conductor.
Pregunta: ¿Cuáles son los mandamientos generales de esta ley?
Respuesta: Los siguientes diez, que fueron escritos sobre dos tablas de piedra:
Pregunta: ¿Estos mandamientos que fueron dados al pueblo de Israel, debemos también nosotros se-
guirlos?
Respuesta: Sí. Porque son en su sustancia las mismas leyes que, de acuerdo con las palabras de San
Pablo, fueron escritas en el corazón de todos los hombres, para que todos marchen de acuerdo con
ellas.
Pregunta: ¿Enseñó Jesús que los hombres deben guiarse por los Diez Mandamientos?
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Respuesta: El pidió a los hombres que si querían alcanzar la vida eterna debían guardar los mandamien-
tos y nos enseñó a entenderlos y cumplirlos más perfectamente que cuando habían sido dados, antes de
su venida (Mat. 19:17 y cap. 5)
41
conocimiento de Dios; en primer lugar las Sagradas Escrituras y segundo los escritos de los Santos Pa-
dres.
Pregunta: ¿Qué significa las palabras “no tengas otro Dios más que a Mí”?
Respuesta: Somos instruidos a volvernos al Único Verdadero Dios; en otras palabras a adorarlo devo-
tamente.
Pregunta: ¿Qué obligaciones hay respecto a la adoración interior de Dios?
Respuesta: 1. Creer en Dios.
2. Andar delante de Dios; esto es tenerlo siempre en mente y en todas las cosas andar circunspec-
tamente, a causa de que El ve no sólo nuestros actos sino nuestros más secretos pensamientos.
3. Temer a Dios, es decir, pensar que la ofensa a nuestro Padre Celestial es el peor mal que puede
acontecernos y por ello, cuidarse de no ofenderlo.
4. Tener esperanza en Dios.
5. Amar a Dios.
6. Obedecer a Dios; es decir estar siempre listo a hacer lo que nos mande y no murmurar cuando
nos rige de manera distinta a los que deseamos.
7. Adorar a Dios como Ser Supremo.
8. Glorificar a Dios como Perfecto.
9. Agradecer a Dios como nuestro Creador, Sostenedor providencial y Salvador.
10. Invocar a Dios como nuestro Bueno y Poderoso Ayudador en toda buena obra que emprenda-
mos.
Pregunta: ¿Qué obligaciones hay referentes a la adoración exterior a Dios?
Respuesta: 1. Confesar a Dios, es decir reconocer que es nuestro Dios y no negarlo, inclusive si por
confesarlo debemos sufrir e incluso morir.
2. Tomar parte en los Divinos Servicios instituidos por Dios y oficiados por la Iglesia Ortodoxa.
Pregunta: ¿En el sentido de comprender y guardar mejor el primer mandamiento, podemos saber qué
pecados están contra él?
Respuesta: 1. El ateísmo, cuando los hombres llamados locos por el Salmista buscando alejarse del te-
mor de Dios, dicen en su corazón: “No hay Dios” (Salmo 14 (13): 1).
2. Politeísmo, cuando en lugar de un Dios verdadero, los hombres reconocen un número de falsas
deidades.
3. Incredulidad, cuando los hombres que admiten la existencia de Dios no creen en su Providencia
y su revelación.
4. Herejía, cuando las personas mezclan con la enseñanza de la fe opiniones contrarias a la Ver-
dad Divina.
5. Cisma, o sea el apartamiento voluntario de la unidad de los Divinos Servicios y de la Iglesia Ca-
tólica Ortodoxa de Dios.
6. Apostasía, cuando alguien deja la verdadera fe por temor a los hombres.
7 Desesperación, cuando los hombres abandonan toda esperanza de obtener de Dios gracia y sal-
vación.
8 Brujería, cuando los hombres dejando de lado la fe en Dios, ponen su confianza en poderes se-
cretos y en su mayor parte malignos de criaturas, especialmente malos espíritus, y buscan actuar por
sus medios.
9. Superstición, cuando el hombre pone su fe en cualquier cosa común como si tuviese poder divi-
no y confía en ella en lugar de confiar en Dios, o la teme en lugar de temer a Dios, por ejemplo, cuando
pone su confianza en un viejo libro y piensa que no puede ser salvado por ningún otro y que no debe
usar uno nuevo, siendo que el libro nuevo contiene la misma enseñanza y la misma forma del Divino
Servicio.
10. Pereza, con respecto a aprender religión o respecto a la oración y los públicos Servicios de
Dios.
11. Amor a las criaturas más que amor a Dios.
12. Complacencia, cuando alguien busca complacer a los hombres, quedando descuidados sus
deberes de complacer a Dios.
13. Confianza en los hombres, cuando alguno pone su confianza en sus propios medios y fortaleza
y no en la misericordia y ayuda de Dios.
Pregunta: ¿Por qué debemos pensar que complacer a los hombres y poner en ellos la confianza está en
contra del primer mandamiento?
Respuesta: Porque el hombre a quien complacemos, o a quien confiamos como para olvidar a Dios, es
para nosotros en cierta manera otro Dios, en lugar del verdadero Dios.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de la complacencia de los hombres?
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Respuesta: El Apóstol San Pablo dice: “Pues si todavía tratara de agradar a los hombres, no sería siervo
de Cristo” (Gál. 1: 10).
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de poner confianza en los hombres?
Respuesta: “Así ha dicho Dios: Maldito el varón que confía en los hombres y pone carne por su brazo, y
su corazón se aparta de Dios” (Jer. 17:5).
Pregunta: ¿Para alcanzar el mejor cumplimiento de sus obligaciones hacia Dios, cómo debe ser el hom-
bre consigo mismo?
Respuesta: Debe negarse a sí mismo. “El que quiera venir en pos de Mí — dice Jesucristo — niéguese a
sí mismo” (Marcos 8:34).
Pregunta: ¿Qué es negarse a sí mismo?
Respuesta: San Basilio el Grande lo explica así: “Se niega a sí mismo el que aparta al hombre viejo con
sus obras, porque es corrupto de acuerdo con los placeres de perdición; el que renuncia a todas las afi-
ciones mundanas que puedan atentar contra sus intenciones de santidad. La perfecta negación de sí
mismo consiste en que cese de tener afición por la vida misma y que lleve el juicio de muerte sobre sí
mismo, para que no crea en sí mismo” (Can. Long. Resp. 8).
Pregunta: ¿Qué consuelo hay para aquel que negándose a si mismo, pierde muchas gratificaciones na-
turales?
Respuesta: La consolación de la gracia, un divino consuelo que los sufrimientos mismos no pueden dis-
minuir. “De la manera en que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el
mismo Cristo nuestra consolación” (2 Cor. 1:5)
Pregunta: ¿Si el primer mandamiento nos enseña a adorar religiosamente sólo a Dios, cómo se concilia
con este mandamiento el honrar a los ángeles y hombres santos?
Respuesta: Prestarles el debido honor es conciliable con este mandamiento, porque en ellos honramos
la gracia de Dios, que está y obra en ellos, y por ellos buscamos la ayuda de Dios.
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Pregunta: ¿Cómo la avaricia está relacionada con la idolatría?
Respuesta: El Apóstol San Pablo dice expresamente que “avaricia es idolatría” (Col. 3: 5), porque el
hombre avaro sirve al dinero antes que a Dios.
Pregunta: ¿Si el segundo mandamiento prohibe el amor al lucro, a qué nos enseña?
Respuesta: Al no amontonamiento de riquiezas y a la generosidad.
Pregunta: ¿Por qué los “servidores del vientre” son idólatras?
Respuesta: Porque buscan la gratificación sensual antes que cualquier otra cosa. Y por ello el Apóstol
San Pablo dice que “su dios es el vientre” o, en otras palabras, que su vientre es su ídolo (Filip. 3: 19).
Pregunta: Si el segundo mandamiento prohibe el servicio al vientre, ¿qué obligaciones tenemos que
cumplir por el contrario?
Respuesta: La templanza y el ayuno.
Pregunta: ¿Por qué el orgullo y la vanidad están referidos a la idolatría?
Respuesta: Porque el hombre orgulloso valora ante todo sus propias habilidades y excelencias, y así
viene a ser su ídolo; el vanidoso quiere, además, que otros adoren ese mismo ídolo. Este orgullo y vani-
dad están sensiblemente ejemplificados en Nabucodonosor, rey de Babilonia, que hizo erigir un ídolo de
oro de su persona y ordenó que todos lo adoraran (Daniel 3).
Pregunta: ¿Hay algún otro vicio cercano a la idolatría?
Respuesta: La hipocresía. Cuando un hombre usa los aspectos exteriores de la religión, como el ayuno y
la estricta observancia de las ceremonias, para obtener el respeto de la gente, sin pensar en enmendar
interiormente su corazón (Mat. 6:5-7).
Pregunta: Si el segundo mandamiento prohibe el orgullo, la vanidad y la hipocresía, ¿qué virtudes con-
trarias se prescriben?
Respuesta: La humildad, y hacer el bien en secreto.
Pregunta: ¿Por qué se manda guardar el séptimo día, más que cualquier otro, como santo para Dios?
Respuesta: Porque Dios hizo el mundo en seis días y al séptimo descansó de la Creación.
Pregunta: ¿El Sabbath es guardado en la Iglesia Cristiana?
Respuesta: No es guardado, estrictamente hablando, como día santo, mas en memoria de la Creación
del mundo y como continuación de su observancia original, se lo distingue de los demás días de la se-
mana por una mitigación de las reglas de ayuno.
Pregunta: ¿Cómo obedece, entonces, la Iglesia Cristiana el cuarto mandamiento?
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Respuesta: Después de seis días guarda un séptimo, sólo que no el último día de la semana, el Sab-
bath, sino el primer día de la semana, que es el Día de la Resurrección o Día del Señor (Domingo).
Pregunta: ¿Desde cuándo festejamos el día del Señor?
Respuesta: Desde el mismo tiempo de la Resurrección.
Pregunta: ¿Hay alguna mención en las Sagradas Escrituras acerca de festejar el Día de la Resurrec-
ción?
Respuesta: En el libro de los Hechos de los Apóstoles se menciona que los discípulos, es decir los cris-
tianos, se reunían el primer día después del sábado, que era el primer día de la semana o Día de la Re-
surrección.
Pregunta: ¿Hay algo más para comprender bajo el nombre del séptimo día o Sabbath?
Respuesta: En la Iglesia del Antiguo Testamento el nombre de Sabbath se entendía aplicando a diversos
otros días guardados como el Sabbath para festivales o ayunos, como la fiesta de la Pascua y el Día de
la Expiación. Asimismo, nosotros en la Iglesia Cristiana guardamos algunos otros, aparte del Día del Se-
ñor, fechas instituidas como festivos para la gloria de Dios y para honrar a la Santísima Doncella y otros
Santos, o como días de ayuno (Ver Orth. Confess. pág. 3, preg. 60 pág.1, preg. 88).
Pregunta: ¿Cuáles son las principales fiestas?
Respuesta: Las indicadas en memoria de los principales sucesos relativos a la Encarnación del Hijo de
Dios para nuestra salvación, y las manifestaciones de la divinidad; después de ellas, las indicadas en
honor a la Madre de Dios, la Santísima Siempre Doncella María, como instrumento del Misterio de la En-
carnación. El orden de los sucesos es el siguiente:
1. El día del Nacimiento de la Santísima Madre de Dios.
2. El día de su Presentación en el Templo para su dedicación a Dios.
3. El día de la Anunciación; es decir, cuando el Angel anunció a la Santísima Doncella la Encarna-
ción de Ella del Hijo de Dios.
4. El día del Nacimiento de Jesucristo.
5. El día del bautismo de Nuestro Señor, y la Epifanía o manifestación de la Santísima Trinidad.
6. El día de la recepción en el Templo de Nuestro Señor por Simeón.
7. El día de la Transfiguración de Nuestro Señor.
8. El día de la Entrada de Nuestro Señor a Jerusalem.
9. La Pascua, fiesta de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, la fiesta de las fiestas, la anti-
cipación de la fiesta eterna o bendición eterna.
10. El día de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo a los cielos.
11. La fiesta de Pentecostés, en memoria del Descenso del Espíritu Santo, y en honor de la Santí-
sima Trinidad.
12. El día de la Exaltación de la Cruz de Nuestro Señor, descubierta por la Emperatriz Elena.
13. El día del Reposo de la Santísima Madre de Dios (Dormición).
Pregunta: ¿Cuál la abstinencia más importante?
Respuesta: La Gran Cuaresma.
Pregunta: ¿Por qué se llama Cuaresma?
Respuesta: Porque dura cuarenta días, además de la semana de la Pasión de Cristo.
Pregunta: ¿Por qué se estableció que la Gran Cuaresma debe continuar cuarenta días?
Respuesta: Según el ejemplo de Jesucristo mismo, que ayunó cuarenta días (Mat. 4: 2).
Pregunta: ¿Por qué se estableció el ayuno los días miércoles y viernes?
Respuesta: Los miércoles, en recuerdo de la traición a Cristo Jesús para que sufriese, y los viernes, en
recuerdo de sus sufrimientos y muerte.
Pregunta: ¿Por qué causa se ayuna antes de las fiestas de la Natividad, de la Dormición de la Madre de
Dios y del Día de los Santos Apóstoles?
Respuesta: Las primeras dos como ejercicios preparatorios de abstinencia, para mejor honrar a esas
fiestas; la última no sólo por igual razón sino por imitación de los Apóstoles, que ayunaban preparándose
para la obra de predicar el Evangelio (Hechos 13: 3).
Pregunta: ¿Cómo debemos usar nuestro tiempo en los Domingos y demás grandes días santos, para
cumplir el cuarto mandamiento?
Respuesta: Primero, en estos días no debemos trabajar u ocuparnos de negocios mundanos o tempora-
les; segundo, debemos guardarlos como santos, es decir, usarlos para obras santas y espirituales, para
la gloria de Dios.
Pregunta: ¿Por qué se nos prohibe trabajar en los días santos?
Respuesta: Para que los empleemos más completamente en obras buenas y santas.
Pregunta: ¿Qué cosa en particular deben cumplirse en los días santos?
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Respuesta: Primero, ir a la iglesia, para la adoración pública y la instrucción en la palabra de Dios. Se-
gundo, en el hogar, dedicarnos a la oración y la lectura o la conversación edificante. Tercero, dedicar a
Dios una parte de nuestros medios, subvencionando las necesidades de la Iglesia y sus Ministros, y en
limosnas a los pobres, y a visitar a los enfermos, los prisioneros, y otras obras de caridad cristiana.
Pregunta: ¿No debemos hacer estas obras en los días de labor también?
Respuesta: Es cierto, si se puede; pero aquel a quien sus ocupaciones no se lo permiten, debe a toda
costa dedicar los días santos a esas obras. Pero la oración es nuestra ineludible obligación de cada día,
a la mañana y a la noche, antes y después del almuerzo y de la cena, y en lo posible, al comenzar y fina-
lizar cualquier trabajo.
Pregunta: ¿Qué debemos pensar de aquellos que en días santos se permiten juegos o exhibiciones
obscenas, cantos inútiles y excesos en la comida y la bebida?
Respuesta: Esa gente desacraliza grandemente los días santos. Pues si hasta las obras inocentes y úti-
les para la vida presente son inadecuadas para estos días de fiesta, cuánto más lo serán estas otras
obras inútiles, carnales y viciosas.
Pregunta: ¿Cuando el cuarto mandamiento habla de trabajar seis días, no condena con ello a los que no
hacen nada?
Respuesta: Sin duda condena a aquellos que en días laborales no se entregan a obras convenientes,
sino que pasan su tiempo en la pereza y la disipación.
Pregunta: ¿Qué obligaciones especiales están prescritas por el quinto mandamiento respecto a los pa-
dres, bajo la frase general de honrarlos?
Respuesta: 1. Guardarles respeto.
2. Obedecerlos.
3. Mantenerlos y consolarlos en la vejez y enfermedad.
4. Rogar por la salvación de sus almas, durante sus vidas y después de sus muertes; y cumplir
fielmente su última voluntad, mientras no sea contraria a la ley divina y civil (ver 2 Mac. 12: 43-44; Jerem.
35: 18-19; J. Damasc. Serm. de Mort.).
Pregunta: ¿Qué grado de pecado hay en la deshonra a los padres?
Respuesta: Así como es fácil y natural amar y honrar a nuestros padres, a quienes debemos el ser, así
de grave es el pecado de deshonra hacia ellos. Por esta causa, en la ley de Moisés se condenaba a
muerte al que maldecía a su padre o a su madre (Éxodo 21: 17).
Pregunta: ¿Por qué este mandamiento en particular contiene una promesa de prosperidad y larga vida a
los que honran a sus padres?
Respuesta: Para que los hombres tengamos una recompensa visible que nos impulse a mejor cumplir
este mandamiento, sobre el cual se basa el orden de las familias y del cual depende, en consecuencia,
toda la vida social.
Pregunta: ¿Cómo se cumple esta promesa?
Respuesta: Los ejemplos de los antiguos Patriarcas y Padres muestran que Dios da especial fuerza a la
bendición de los padres (Gén. 27); “La bendición del padre afianza la casa de los hijos” (Eclesiástico 3:
9). Dios en su sabiduría y recta providencia protege especialmente la vida, y dispone la prosperidad de
quienes honran a sus padres en la tierra; mas para el perfecto premio a la perfecta virtud, El da vida
eterna y bienaventurada en la patria celestial.
Pregunta: ¿Por qué en los mandamientos que enseñan a amar al prójimo se menciona primero a los
padres?
Respuesta: Porque los padres están naturalmente más cerca de nosotros que el resto de la gente.
Pregunta: ¿Hay otras personas que debemos comprender en el quinto mandamiento bajo el nombre de
padres?
Respuesta: Sí. Todos los que de alguna manera están relacionados con nosotros en lugar de nuestros
padres.
Pregunta: ¿Quiénes están en lugar de nuestros padres?
Respuesta: 1. Nuestro mandatario y nuestro país, pues un Estado es como una gran familia en la que el
mandatario debe ser como un padre y los ciudadanos como los hijos del mandatario y del país.
2. Nuestros pastores y maestros espirituales, porque mediante sus enseñanzas y los Sacramentos
nos hacen nacer a la vida espiritual y nos nutren en ella.
3. Nuestros mayores en edad.
4. Nuestros benefactores.
5. Nuestros superiores en diferentes condiciones.
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Pregunta: ¿De qué manera hablan las Sagradas Escrituras del honor debido a los mandatarios?
Respuesta: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte
de Dios, y las que las hay, por parte de Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la
autoridad, a lo establecido por Dios se resiste” (Rom. 13:1-2); “Por lo cual es necesario estarle sujetos,
no solamente por razón de la ira, sino también por causa de la conciencia” (Rom. 13:5); “Teme a Dios,
hijo mío, y al rey, y no te opongas a ninguno de los dos” (Prov. 24:21); “Dad al César lo que es para el
César, y a Dios lo que es para Dios” (Mat. 22:21); “Teme a Dios, honra al rey” (1 Pedro 2:17).
Pregunta: ¿Cuánto debemos amar a nuestro mandatario y a nuestro país?
Respuesta: Hasta estar dispuestos a dejar la vida por ellos (Juan 15: 13).
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras acerca de la obligación de honrar a nuestros pastores
y maestros espirituales?
Respuesta: “Obedeced a vuestros instructores y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas co-
mo quienes han de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y no lamentándose, cosa que no
os traería ventaja alguna” (Heb. 13:17).
Pregunta: ¿Hay en las Sagradas Escrituras algún mandato acerca de honrar a los mayores en edad
como a nuestros padres?
Respuesta: El Apóstol San Pablo escribe así a Timoteo: “Al anciano no lo reprendas con dureza, sino
ruégale como a un padre; a los jóvenes como a hermanos y a las ancianas como a madres” (1 Tim. 5: 1-
2); “Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano; teme a tu Dios” (Levít. 19: 32).
Pregunta: ¿Cómo sabemos que debemos honrar a nuestros benefactores como padres?
Respuesta: Por el ejemplo de Jesucristo mismo, que estaba sujeto a José, pese a que José no era su
padre, sino sólo su tutor (Luc. 2:51).
Pregunta: Aparte de éstos ¿quiénes son nuestros superiores, a quienes debemos honrar como a pa-
dres?
Respuesta: A aquellos que toman el lugar de nuestros padres en la educación, como las autoridades y
maestros en las escuelas; los que nos preservan de irregularidades y desórdenes de la sociedad, como
los magistrados civiles; los que nos protegen de las ofensas por el poder de la ley, como los jueces; los
que el mandatario encarga como defensores de la seguridad pública contra los enemigos, como los co-
mandantes militares.
Pregunta: ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras sobre nuestros deberes hacia las autoridades en gene-
ral?
Respuesta: “Dad a cada uno lo debido: a quien el tributo, el tributo; a quien el impuesto, el impuesto; a
quien el respeto, el respeto; a quien el honor, el honor” (Rom. 13:7).
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras del respeto mutuo entre los empleados y sus patro-
nes?
Respuesta: “Siervos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y respeto, en la sencillez de
vuestro corazón, como a Cristo; no sirviéndoles sólo para ser vistos, como quienes agradan a los hom-
bres, sino como siervos de Cristo, que hacen la voluntad de Dios con toda el alma” (Efes. 6:5-6); “Cria-
dos, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos, no solamente a los buenos y afables, sino también
a los difíciles de soportar” (1 Pedro 2:18).
Pregunta: Si las Sagradas Escrituras prescriben deberes hacia los padres ¿prescribe de la misma ma-
nera deberes respecto de los hijos?
Respuesta: Sí. Prescriben obligaciones para con los hijos de acuerdo con la dignidad de padres: “Y vo-
sotros, padres, no provoquéis la ira a vuestros hijos, sino criadlos en la enseñanza y amonestación del
Señor” (Efes. 6:4).
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras acerca de los deberes de los pastores hacia su reba-
ño espiritual?
Respuesta: “Apacentad el rebaño de Dios que está entre vosotros, vigilando, no obligando por la fuerza,
sino de buen grado, según Dios; y no por sórdida ganancia, sino por generosidad; no como tiranizando a
vuestros propios fieles, sino siendo modelos para el rebaño” (1Pedro 5:2-3).
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras acerca de los deberes de las autoridades?
Respuesta: “Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros
tenéis un Amo en los cielos” (Colos. 4:1).
Pregunta: ¿Cómo debemos actuar, si nuestros padres o gobernantes nos piden que hagamos algo con-
trario a la fe o a la ley de Dios?
Respuesta: En tal caso, debemos responder como lo hicieron los Apóstoles a los jefes de los judíos:
“Juzgad si sería justo ante Dios obedeceros a vosotros más que a Dios” (Hechos 4:19). Y, por causa de
la fe y de la ley de Dios, debemos estar preparados para soportar las consecuencias, cualesquiera sean.
Pregunta: ¿Cuál es el nombre de la virtud requerida por el quinto mandamiento?
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Respuesta: Obediencia.
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2. adulterio, cuando personas casadas, ilegalmente dan el amor que mutuamente les corresponde,
a extraños;
3. Incesto, cuando parientes próximos entran en unión semejante al matrimonio.
Pregunta: ¿Qué nos enseña el Salvador sobre el adulterio?
Respuesta: “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”
(Mat. 5:28).
Pregunta: ¿Qué debemos hacer para guardarnos de este sutil adulterio interior?
Respuesta: Debemos evitar todo lo que pueda excitar sensaciones impuras en nuestro corazón, como
cantos y danzas lascivas, conversaciones obscenas, juegos y bromas deshonrosas, miradas indecoro-
sas, y la lectura de libros que contienen descripciones de amor impuro. Debemos tratar, de acuerdo con
el Evangelio, de ni siquiera mirar aquello que pueda hacernos caer en el pecado: “Si, pues, tu ojo dere-
cho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miem-
bros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.”
Pregunta: ¿Debemos, literalmente, arrancarnos el ojo inductor?
Respuesta: Debemos arrancarlo, no con la mano, sino con la voluntad. El que decidió ni siquiera mirar lo
que es ofensivo, ya arrancó de sí el ojo inductor.
Pregunta: ¿Estando prohibido el pecado del adulterio, que virtudes se relacionan con él?
Respuesta: Las del amor conyugal y la fidelidad y, para los que puedan recibirla, la pureza perfecta y
castidad.
Pregunta: ¿Cómo hablan las Sagradas Escrituras de los deberes del hombre y de la mujer?
Respuesta: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por
ella” (Efes. 5:25); “Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza
de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el Salvador del cuerpo” (Efes. 5:22-23).
Pregunta: ¿Qué motivos nos muestran las Sagradas Escrituras, para hacernos rechazar la fornicación y
vivir castamente?
Respuesta: Nos dicen que mantengamos nuestros cuerpos en pureza, pues son los miembros de Cristo
y templos del Espíritu Santo; y el que comete fornicación peca contra su propio cuerpo, esto es, lo co-
rrompe, lo infecta con enfermedades y además hiere sus facultades mentales como la imaginación y la
memoria (ver 1 Cor. 6:15 y 18-19).
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3. Recto juicio.
4. Misericordia con el pobre.
Pregunta: ¿Entonces, el que no muestra misericordia con el pobre peca contra el octavo mandamiento?
Respuesta: Ciertamente, si tiene los medios para asistirlo, pues todo lo que tenemos pertenece en reali-
dad a Dios, y nuestra abundancia es dada por su Providencia para asistir a los pobres. Por ello, si no les
damos de nuestra abundancia, en realidad estamos robándolos y defraudándoles de sus derechos y de
los dones de Dios.
Pregunta: ¿Existe alguna otra virtud más elevada contraria a los pecados del octavo mandamiento?
Respuesta: Sí, la absoluta pobreza, o renunciación a toda propiedad, que es propuesta por el Evangelio
no como una obligación para todos, sino como consejo para los que quieren ser perfectos: “Si quieres
ser perfecto, vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos” (Mat.
19:21).
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Respuesta: Todos los pensamientos de avaricia y ambición.
Pregunta: ¿Qué deberes, correspondientes a estas prohibiciones, nos prescribe el décimo mandamien-
to?
Respuesta: Primero, conservar la pureza del corazón; segundo, contentarnos con nuestra suerte.
Pregunta: ¿Qué es necesario para purificar el corazón?
Respuesta: La frecuente y fervorosa invocación del Nombre de Nuestro Señor Jesucristo.
Conclusión
Amplio
Catecismo Cristiano
de la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa
Publicación de la Hermandad Ortodoxa “San Sergio”
PRIMERA EDICIÓN
Buenos Aires 1996
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2049 Argyle Ave. Los Angeles, California 90068
Editor: Bishop Alexander (Mileant)
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