El Cambio Climatico

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EL CAMBIO CLIMATICO, LA COYUNTURA QUE PERMITIRA REPLANTEAR

NUESTRA NOCION DE MORAL Y RESPONSABILIDAD HUMANA.

Antes de enfocarse en el cambio climático como una consecuencia exclusiva de las

acciones humanas, es preciso atender a lo afirmado por el British Geological Survey,

donde se afirma que “un clima que cambia ha sido la norma durante los 4-6 billones de

años de historia de la tierra” (BGS, s.f.). En este informe se dice que con el pasado

geológico reciente, las oscilaciones climáticas nos han dado repetidas glaciaciones

separadas por intervalos más calientes.

Esto indica que el clima está íntimamente ligado a la evolución de la vida que involucra

“erosión, formación de rocas y aún generación de montañas, y que todas estas cosas son

igualmente responsables por la evolución del clima” (Ibid). No obstante, la responsabilidad

humana es indudable, principalmente en lo relacionado con la emisión progresiva de gases

de efecto invernadero asociadas a la industrialización.

En un artículo publicado en EL PAIS de España, titulado “El hombre, responsable del

cambio climático”, se señalan los principales lineamientos del Grupo Intergubernamental

de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) reunido en Bruselas para analizar el informe

sobre El Cambio Climático 2007: Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad. En él se

determina que los cambios en el siglo XXI serán, muy probablemente mas notorios que en

el siglo XX, por lo que el calentamiento será mayor en la tierra que en el mar, la capa de

nieve disminuirá, los hielos polares se encogerán, sobre todo en el Artico. Aumentará la

frecuencia de las olas de calor y las precipitaciones catastróficas. Los ciclones tropicales

serán más intensos con el aumento de precipitaciones en latitudes altas y disminución en las
regiones subtropicales, y al mismo tiempo el nivel del mar subirá entre 18 y 59 cm. (Rivera,

2007. s.p)

De acuerdo a lo anterior y teniendo como base que el clima está íntimamente ligado a la

evolución de la vida, por lo que el cambio climático se constituye como una norma general

natural, existe, no obstante, la responsabilidad humana para establecer hasta qué punto se

puede crear una norma, no ya natural, sino moral, para permitir que este cambio climático

no sea fruto de las malas prácticas humanas, relacionadas con su insaciable voluntad para

depredar en nombre de lo que huela a dinero.

Y es precisamente bajo esta perspectiva, que los científicos invocan la voluntad de los

gobiernos para frenar la capacidad de destrucción, personificada no ya en grupos humanos

específicos, sino en entes corporativos, en los que la responsabilidad social por la

supervivencia del planeta y por una ética para mantener la dignidad humana, son

inexistentes. Así, en este ámbito, la pregunta sería: ¿Cómo invocar responsabilidad a

gobiernos supuestamente establecidos para mantener el bienestar social, pero que en

realidad sólo están interesados en sostener la productividad de organizaciones, cuya única

responsabilidad es para con ellas mismas?

Sin duda, algo tiene que cambiar en la definición contemporánea de la moral, en la que

el viejo imperativo categórico kantiano que considera el acto moral como ése que busca la

felicidad ajena permitiendo al mismo tiempo la propia con miras a un valor fundamental, a

saber, el valor de la humanidad (Rivera, 2004, p. 4) se ha convertido mas bien en la

consideración del acto moral como la satisfacción corporativa producto de las buenas

prácticas de la competitividad, la cual se ha establecido como el valor fundamental a ser

tenido en cuenta como ley universal.


El mercado proporciona sin duda una herramienta económica poderosa (y también la

tentación de consumir en lugar de producir). Los imperativos “morales” de la filosofía de

la economía de mercado se pueden resumir en ciertos principios que matizan bajo un

disfraz de moralidad, la grave consecuencia que resulta de la interacción entre déficit

comercial y deterioro social y medioambiental. Uno de estos principios, de acuerdo al

consultor Pérez de Calleja (1995), se denomina principio de costes sociales y

medioambientales, el cual afirma que:

“No somos competitivos porque nuestros costos incluyen un alto grado de protección

social y, cada vez mas, una estricta legislación en materia de protección del medio

ambiente. Así, no competirás conmigo a menos que equipares tu legislación con la mía”.

(Occidente y Japón: una relación problemática (1995). p. 188).

Esto implica la sumisión de los gobiernos a las grandes empresas que hacen y deshacen

en nombre del progreso y el aumento de la producción, haciendo creer a los ciudadanos que

es desarrollo y competencia leal, cuando en verdad lo que se está es ejerciendo una

competitividad absurda que está acabando con los recursos ambientales y la riqueza social.

Al final, los beneficios económicos son para esas grandes empresas y el cambio climático

acompañado de pobreza y destrucción, es para el grueso de la población en complicidad

con los gobiernos.

De acuerdo a The Guardian (2019): “La temperatura promedio del planeta comenzó a

subir de manera constante desde hace dos siglos, pero se ha disparado desde la segunda

guerra mundial cuando se elevó el consumo y la población. El calentamiento global

significa que hay más energía en la atmosfera haciendo que se produzcan eventos

climáticos más extremos y más intensos.” (Carrington & Levett. s.p.).


Lo anterior significa que no obstante los cambios climáticos naturales, producto de la

evolución de la vida misma, las políticas posguerra, provenientes de considerar la

producción y la competitividad como un valor en sí mismo, produjo un cambio en la

perspectiva económica del medio ambiente, mediante el abrazo del evangelio de la

economía de libre mercado y de la instalación de una filosofía del hacerse rico de cualquier

manera, rechazando lo público, (Moncada, 1995, p.146); ésto, cuando apenas se comenzaba

a asimilar el capitalismo moderado en Europa y cuando apenas se comenzaba a entender

qué era capitalismo en nuestra América Latina.

Ahora bien, el objetivo es reconocer que la crisis del cambio climático es la mayor

amenaza para todos los ámbitos de la vida, y esto incluye seguridad nacional, economía,

bienestar social y medio ambiente, por lo que hoy, más que nunca, se hace necesario la

adquisición de herramientas que permitan la adaptación de los países al cambio climático.

En el caso de Colombia, se necesita igualmente fijar obligaciones concretas que reduzcan

las emisiones de gases efecto invernadero y que hagan más fácil la adaptación de nuestra

naturaleza, de modo que los ecosistemas no sufran las consecuencias.

Toda crisis ambiental es sin duda, una crisis humanitaria. La desaparición de los siete

sistemas glaciares, el incremento de la deforestación de la Amazonía, la intervención

extranjera en regiones como el Chocó y la zona Andina, el desplazamiento de comunidades

campesinas e indígenas, la constante persecución de líderes ambientales, incremento de

mortalidad infantil por contaminación atmosférica en ciudades como Bogotá o Medellín, o

la desnutrición por sequias causadas por el fenómeno de El Niño, principalmente en

comunidades indígenas y la pérdida de biodiversidad entre otros (Guidi, 2016), son muestra

de esta crisis.
¿Será posible entonces, invocar la responsabilidad de un gobierno de un país rural como

Colombia, pero sometido a las directrices de un mercado global indiferente a las

necesidades específicas del país, para hacer viable una legislación que establezca

lineamientos bajo las cuales, entidades territoriales y autoridades ambientales gestionen el

cambio climático, respecto a la adaptación del clima y a la mitigación de gases de efecto

invernadero? Astrid Bernal (2018), en un artículo de opinión de la Revista Semana, dice

que con la Ley 1931 del 2018, se busca un impulso el desarrollo de acciones de mitigación

de gases efecto invernadero y de adaptación al cambio climático buscando reducir la

vulnerabilidad de la población y de los ecosistemas del país.

ARTICULO 1. OBJETO. La presente ley tiene por objeto establecer las directrices para la

gestión del cambio climático en las decisiones de las personas públicas y privadas, la

concurrencia de la Nación, Departamentos, Municipios, Distritos, Areas Metropolitanas y

Autoridades Ambientales principalmente en las acciones de adaptación al cambio

climático, así como en mitigación de gases efecto invernadero, con el objetivo de reducir la

vulnerabilidad de la población y de los ecosistemas del país frente a los efectos

del mismo y promover la transición hacia una economía competitiva, sustentable

y un desarrollo bajo en carbono. (Ley 1931, 2018).

A pesar de la buena intención de la ley, los fines a los que va dirigida, economía

competitiva y sustentable, no es más que la retórica disfrazada de moralidad, orientada no

obstante, al beneficio de la gran economía de mercado transnacional. El geógrafo brasileño

Milton Santos (1993) advierte en su obra Los espacios de la globalización,

“que las formas concretas dominantes de realización de la globalidad son el vicio, la

violencia, el empobrecimiento material, cultural y moral, hechos posibles por el discurso y


la práctica de la competitividad a todos los niveles. No es la unión lo que se pretende, sino

más bien la unificación”. (Santos, 1993. P. 75).

Con esto en mente, corresponde a los ciudadanos, los que conforman los diferentes

subespacios, frenar esa unificación que es solo el refuerzo de las firmas mundiales para

aumentar su poder. Es necesario optar por un reparto que tenga en cuenta las aspiraciones

de la colectividad como actor principal en la nueva reconstrucción del orden mundial. Y

esto solo se logra en la calle, presionando a los líderes mundiales para buscar medidas

efectivas en la protección del medio ambiente; porque sin planeta no se puede ejercer la

vida, y la vida no puede someterse al dios mercado creado y adorado por elites financieras

enfermas de poder.

REFERENCIAS

British Geological Survey (2019): Climate Change. Disponible en

https://www.bgs.ac.uk/discoveringGeology/climateChange/home.html?src=topNav.

Rivera, Alicia (2007): El hombre, responsable del cambio climático. Paris. Disponible en

https://elpais.com/diario/2007/02/03/sociedad/1170457201_850215.html).

Rivera Castro, Faviola (2004): El imperativo categórico en la Fundamentacion de la Metafisica de

las Costumbres. En Revista Digital Universitaria. 10 de diciembre 2004 • Volumen 5 Número 11 •

ISSN: 1067-6079. Disponible en http://www.revista.unam.mx/vol.5/num11/art81/dic_art81.pdf.

Perez de Calleja, Antón (1995): Occidente y Japón: Una relación problemática. En Entre Bloques y

Globalidad.Edit. Complutense. Madrid. ISBN: 84-89365-24-5.


Moncada, Alberto (1995): Los Estados Unidos en la era de Clinton. En Entre Bloques y Globalidad.

Edit. Complutense. Madrid.

Guidi, Ruxandra (2016): Crisis humanitaria en Colombia a causa de El Niño. Periodismo

ambiental independiente. Disponible en https://es.mongabay.com/2016/01/crisis-humanitaria-

en-colombia-a-causa-de-el-nino/

Bernal Rubio, Astrid (2019): Ley de cambio climático: una oportunidad para Colombia. En

Rev. Semana Sostenible. Disponible en

https://sostenibilidad.semana.com/opinion/articulo/ley-de-cambio-climatico-una-oportunidad-

para-colombia/42028.

Ley 1931 Sobre Directrices para la Gestión del Cambio Climático (2018). Disponible en

https://www.ambienteysociedad.org.co/ley-no-19312-7jul2018-por-la-cual-se-establecen-

directrices-para-la-gestion-del-cambio-climatico/

Santos, Milton (1993): Los espacios de la Globalización. En Anales de la geografía de la Universidad

Complutense. , n. 13, 69-77 - Ed. Comp., Madrid, 1. Disponible en

http://pdfhumanidades.com/sites/default/files/apuntes/Santos_espaciosGlob.pdf.

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