Catequesis Camino Por El Desierto
Catequesis Camino Por El Desierto
Catequesis Camino Por El Desierto
empieza a consumir. La vela, hasta que no es encendida, es un trasto que rueda por los cajones. El
día que se va al luz, la buscamos y la encendemos. En ese momento empieza a ser vela. Nuestro
ego nos impide aceptar esta perspectiva.
Lo cierto es que avanzar supone hacer opciones, renunciar a la comodidad de lo conocido y dar lugar
al cambio. Pero cambiar nos da miedo y el miedo, a veces, paraliza. Desprendernos de lo viejo y
hacer lugar a lo nuevo implica un proceso siempre enriquecedor pero también doloroso, aun cuando
sabemos que ya no sirve a nuestra vida. Por eso, escapando al dolor, preferimos evitar los riesgos en
vez de asumir el hecho de que, para dar a luz algo nuevo, necesariamente debemos tomar la
decisión de soltar lo que nos tiene anclados y no nos permite desplegarnos. A veces son personas, a
veces son hábitos, otras idealizaciones o simplemente excusas. Casi siempre es comodidad Lo cierto
es que avanzar supone hacer opciones, renunciar a la comodidad de lo conocido y dar lugar al
cambio. Pero cambiar nos da miedo y el miedo, a veces, paraliza. Desprendernos de lo viejo y hacer
lugar a lo nuevo implica un proceso siempre enriquecedor pero también doloroso, aun cuando
sabemos que ya no sirve a nuestra vida. Por eso, escapando al dolor, preferimos evitar los riesgos en
vez de asumir el hecho de que, para dar a luz algo nuevo, necesariamente debemos tomar la
decisión de soltar lo que nos tiene anclados y no nos permite desplegarnos. A veces son personas, a
veces son hábitos, otras idealizaciones o simplemente excusas. Casi siempre es comodidad
“Él te condujo por el desierto, y en esa tierra seca y sin agua ha hecho brotar para ti
un manantial de agua de la roca dura” (Dt 8,15)
El desierto te expone, en desnudez total, ante el misterio de Dios que envuelve. Nada ni
nadie podrá interferir tu encuentro, “lo verás cara a cara, y llevarás su nombre en tu
frente” (Ap 22,4). Sé consciente de que el lenguaje del Amor te es revelado como don
del Espíritu que te capacita para entenderlo y vivirlo.
El desierto es el lugar del despojo del propio yo. La inmensa aridez que te rodeará, hará
desaparecer de ti todas aquellas cosas que no son imprescindibles en tu vida. Desnudará
tu alma, y te despojará de todo, incluso de lo que consideras como más amado.
El desierto te libera, te deja desnudo delante de Él, te ayuda a comprender las cosas
desde dentro, desde otra perspectiva que todo tiene en Dios.
En el desierto la oración se simplifica mucho: descubres que orar es ser simplemente tú,
ante Él. Porque nada ni nadie te condiciona, te limitarás a estar, en la transparencia de tu
realidad ante Dios, al que buscas porque lo añoras, con un amor cada vez más fuerte. Y
aprendes a vivir con un amor confiado, abandonado, en medio del desierto, y sumergido
en el mar del Amor… consumido por su agua.
El Pueblo de Israel caminó por el desierto durante cuarenta años. Moisés vivió en él
antes de acoger la misión que Dios le quería confiar.
Jesús fue al desierto para enfrentarse a los cuarenta días de tentación y de prueba, en los
que se preparó para la predicación del Reino, después de haber vivido en la plena
voluntad del Padre que lo había enviado al mundo, para ser Palabra visible y cercana del
Amor Salvador de Dios.
María vive sus años de Nazaret, en el silencio de una vida oculta en la sencillez de lo
cotidiano, como un tiempo largo de desierto en el que se prepara para acoger el misterio
del proyecto de amor del Padre para ella, en el Espíritu.
El desierto también es indispensable para ti. Será un tiempo de gracia, ya que es una
etapa por la cual ha de pasar todo aquel que quiera dar fruto en Dios. Descubrirás la
necesidad del silencio, de la interiorización y de la renuncia a todo lo superfluo, para que
Dios pueda construir en ti su Reino y hacer crecer, en cada uno, el espíritu interior, la
vida de intimidad con Dios, en el diálogo directo con Él.
Después, purificado por la fe, alentado por la esperanza confiada, y transformado por el
Amor que te invade, podrás dar fruto, en la medida en la que tu ser interior se ha dejado
convertir al Amor.
El objetivo de tus primeros pasos, en esta experiencia espiritual que estás iniciando, es
sencillo y claro: En la serenidad y en la paz, busca el silencio. Reencuéntrate con la
unificación interior en Él.