Constelaciones. Luz Aurora Pimentel
Constelaciones. Luz Aurora Pimentel
Constelaciones. Luz Aurora Pimentel
nuestra cultura sino en la vida cotidiana, ha producido un cúmulo tal de reflexiones teóricas
y críticas sobre el relato, que de todos estos trabajos ha surgido, en los últimos cuarenta años,
teoría de los textos narrativos” (Bal, 1985 [1980], 3), o, en palabras de Gerald Prince, como
reales o ficcionales en una secuencia temporal” (1982, 4). Pero el término resulta polémico,
porque muchos de estos estudios, como bien lo ha hecho notar Gérard Genette, constituyen
un análisis lógico o semiológico del contenido narrativo del relato, haciendo caso omiso de
su forma de transmisión (oral, escrita, cinematográfica, etc.); en tanto que otros son análisis
Por lo visto entonces habría lugar para dos tipos de narratología: la una
temática, en sentido lato (análisis de la historia o contenidos narrativos), la otra
formal, o más bien modal: el análisis del relato como modo de “representación”
de las historias, opuesto a los modos no narrativos como el dramático (...) Pero
sucede que los análisis de contenido —las gramáticas, lógicas, semióticas
narrativas— hasta hoy apenas si han reivindicado el término de narratología,
el cual queda así como propiedad exclusiva (¿provisionalmente?) de los
analistas del modo narrativo. Esta restricción me parece, en suma, legítima ya
que la sola especificidad de lo narrativo reside en el modo, y no en su
contenido, mismo que puede muy bien adaptarse a una “representación”
dramática, gráfica u otra (Genette, 1983, 12).1
campo de la narratología con objeto de justificar nuestra opción por un término menos
polémico, teoría narrativa, bajo el cual habremos de elaborar un panorama sintético de las
que fuese único u homogéneo. Sería quizá ocioso plantear siquiera la posibilidad de una
teoría del relato unificada y formalizada; más bien, al hablar de teoría narrativa estaríamos
de significación.
sobre el relato, habremos de definirlo de manera más precisa como la construcción verbal,
interacción humanas que evoluciona en el tiempo, y cuyo referente puede ser real o ficcional.
1 En éste, como en todos los demás casos, la traducción al español es mía. Habría que observar, sin embargo,
que la vertiente temática de la narratología constituye también un estudio formal, ya que el nivel de abstracción
en el que se realiza el análisis de las articulaciones de la historia lo sitúa en un plano de análisis formal indudable.
Ver, entre otros, los estudios de Propp, 1965; Barthes, 1966; Bremond, 1966, 1973. Lo que desde luego es
innegable es que este tipo de estudios sobre las articulaciones lógicas del relato tiende a no tomar en
consideración el modo de transmisión; mientras que los estudios narratológicos strictu sensu toman al narrador
y a la perspectiva narrativa como objeto central de sus indagaciones. Ver, entre otros, los estudios de Bal, 1985;
Booth, 1961; Genette, 1972, 1983; Prince, 1982; Rimmon-Kennan, 1983; Scholes & Kellogg, 1966; Stanzel,
1984/ 86. Esta preocupación por el narrador y la perspectiva ha estado presente desde las reflexiones de Henry
James sobre la novela. Casi podría afirmarse que con James, hace ya bastante más de un siglo, se sientan las
bases de lo que habría de constituir la narratología anglosajona.
2
Así definido, en primer lugar, hemos cerrado lo narrativo únicamente a las narraciones
indispensable del relato. Tal constricción conceptual obedece a la necesidad de una rigurosa
narratividad profunda, como el ballet, la tira cómica o la mímica, presentan una serie de
variables que, aunque lo incluyen, van mucho más allá de lo específicamente narrativo. Así
definidas, en segundo lugar, las narraciones verbales abarcan desde la anécdota más simple,
pasando por la crónica, los relatos verídicos, folklóricos o maravillosos y el cuento corto,
acción humana, este atributo también le es esencial, incluso cuando los agentes de la acción
constituyen siempre en sujetos de una acción que no puede ser clasificada de otra manera
sino como humana. Más aún, la acción humana, en sí misma, acusa ya un modo de ser
plenamente narrativo. Como diría Paul Ricoeur, “la historicidad de la experiencia humana
antes de que contemos historias o escribamos la historia. “El juego de narrar ya está incluido
en la realidad narrada” (1981, 294). De ahí la ambigüedad, que no es otra cosa que una fértil
3
transformaciones se encadenan unas con otras de manera sucesiva para construir una
elemental: “uno tras otro”, en contigüidad espacial, está en equivalencia con “uno después
del otro” en el tiempo. Pero no basta la sola secuencia para tener una “historia” que contar;
decir, con sentido: una secuencia no sólo cronológica sino lógica. En general el sentido más
(uno tras otro), y que luego se transpone a la cronología representada (uno después de otro),
Greimas, por ejemplo, aborda el concepto de narratividad en dos niveles: las estructuras
semio-narrativas que conciernen la estructura profunda del discurso y que están definidas por
discursivas que competen a la instancia de la enunciación. Es por ello que “la narratividad
generalizada”, al quedar “liberada del sentido restrictivo que la ligaba a las formas figurativas
de un estado de cosas a otro, es constitutiva de todas las formas de discurso, lo es aún más
de las formas figurativas que proponen un mundo de acción, con o sin mediación narrativa.
Es, por ejemplo, esa permanencia de los actores en y a pesar de las transformación que sufren
4
balletísticos o pictóricos. No obstante, habría que insistir en un factor de capital importancia:
si bien una pieza de ballet, un drama o un cuadro pueden ser definidos, incluso leídos, como
caso omiso del problema de la enunciación, presuponiendo así una especie de falsa identidad
entre textos narrativos en su estructura profunda y textos narrativos que, además, tienen un
exclusivamente al modo narrativo de enunciación del relato verbal. Desde esta perspectiva
podría incluso llegar a definírselo de la siguiente manera: alguien narra algo a alguien.
aislar los componentes de lo que llamaríamos un “sistema narrativo”, componentes que nos
permitirán formular algunas de las preguntas a las que los diversos estudios sobre teoría
5
I. ¿Quién narra? (“alguien narra algo a alguien”)
Formular esta pregunta nos conduce a toda suerte de indagaciones sobre el narrador
2. la posición temporal y espacial del narrador en el acto mismo de narrar: qué valor
relación establece el narrador entre ese espacio (de ser explícito) y el espacio de
la ficción;4
testigo;5
6
6. el grado de confiabilidad/ subjetividad del narrador: la subjetividad del narrador
Definición del discurso narrativo frente a otras formas del discurso (amoroso,
intertextualidad).
7
B. Entre las diversas estrategias narrativas podrían mencionarse:
1. el orden en el que se narran los acontecimientos (las figuras temporales que pueden dibujar
2. el ritmo de la narración, que depende de la cantidad de detalles con los que se narran los
3. las formas de presentación de los lugares, los personajes y los acontecimientos (en
4. la selección de los acontecimientos (por qué se elige cierta información y se omite otra);
la trama, que participa tanto de la representación (una historia con identidad propia) como
del discurso (la trama literalmente como un “tejido”, una materialidad “textil”/ textual);15
5. la perspectiva narrativa (códigos de focalización a los que acude el narrador para filtrar la
lectura asignadas al receptor en la materialidad del texto narrativo; los puntos de vista
8
IV. ¿Qué es lo que se narra? (“alguien narra algo a alguien”)
En el centro mismo de la identidad del relato como tal está la historia: ese mundo de
acción humana construido por el relato que se define como su contenido narrativo, y que es
Estudiar el relato desde la perspectiva del receptor abre toda una gama de
posibilidades analíticas:
relato;20
Dado el carácter de síntesis muy general que tiene este estudio, sería imposible dar
y crítica que se han realizado en torno a todos y cada uno de estos componentes del sistema
17 Cfr. Bal, 1985; Chatman, 1978; Genette, 1972, 1983; Rimmon-Kennan, 1983.
18 Cfr. Barthes, 1966, 1970; Bremond, 1966, 1973; Propp, 1965.
19 Cfr. Forster, 1927; Ricoeur, 1981, 1983.
20 Cfr. Eco, 1981; Iser, 1978.
21 Cfr. Booth, 1988; Genette, 1972; Prince, 1973.
22 Cfr. Booth, 1961, 1988; Iser, 1974, 1978; Suleiman, 1980; Todorov, 1980.
9
narrativo. Es por ello que hemos remitido, de manera representativa, a un buen número de
estudiosos del relato que se han ocupado de uno u otro de estos componentes. En las
reflexiones que siguen solamente abordaremos, de manera muy general, algunos de los
componentes que nos parecen centrales a la identidad del relato: a) ¿qué es narrar? b) la
narrativa.
Narrar
Narrar es un acto discursivo con propiedades particulares que lo pone en una relación
De esto derivan importantes consecuencias para la forma misma de un relato verbal. Dar
acontecimiento; dicho de otro modo, entre lo acontecido y el acto de narrar existe una
distancia temporal necesaria —hacia el pasado, o incluso hacia el futuro, en el caso de las
narraciones predictivas, oráculos o premoniciones— pues narrar presupone algo que narrar,
aun cuando los acontecimientos narrados sean inventados y no meramente referidos, aun
cuando la distancia temporal entre el “acontecer” y el “narrar” sea mínima, como en el caso
de una crónica deportiva. Es por ello que, aunque todos los tiempos gramaticales puedan ser
utilizados para narrar, los relatos tienden, “naturalmente”, a elegir el pasado como tiempo
10
narrativo privilegiado (perfecto, imperfecto y pluscuamperfecto); pendiente “natural” que
acción que anima no sólo el mundo del relato sino nuestra experiencia cotidiana. Por una
parte, en el acto de narrar está implicada la memoria, como uno de los modos posibles de
expresión de nuestra experiencia temporal; de ahí que narrar se nos presente básicamente
recuerdo sólo pueda ser comunicado en modo narrativo. Por otra parte, la narratividad, que
acontecimientos, implica una evolución en secuencia que sólo puede ser transmitida, o bien
acción no como acontecimiento, susceptible de ser narrado, sino como acción en proceso que
debe ser actuada. De hecho, en nuestra comprensión de la red significante de la acción, según
Es por ello que “el juego de narrar ya está incluido en la realidad narrada”. Y es por
ello también que, como acto verbal, narrar implica siempre la presencia de un enunciador
11
Ahora bien, desde el punto de vista formal, el discurso narrativo, en su materialidad
lingüística, se definiría frente a otras formas del discurso por su relación con los otros dos
aspectos del relato: la historia y el acto de la narración. Porque, como bien lo hace notar
Gérard Genette, “de los tres niveles [historia, discurso y narración], el del discurso narrativo
Más aún, el discurso narrativo se distingue de otras formas del discurso por la
narrativa lo que distingue al discurso narrativo del discurso doxal,23 por ejemplo; forma
de discurso éste último a la que con mucha frecuencia acude el narrador, no para narrar,
sobre lo narrado o sobre cualquier otra cosa. De ahí que narrar pueda ser definido
23Doxal: neologismo acuñado por los analistas del discurso. Su significado remite a la raíz del griego “doxa”,
opinión, doctrina, conjetura. Cfr. María Moliner, Diccionario de uso del español. Madrid, Gredos, 1975.
12
Historia y discurso.24
Desde los formalistas rusos se ha operado una división, con propósitos puramente
analíticos, entre el contenido del relato, y la forma de transmisión de ese contenido. Los
formalistas llamaban a este binomio fabula y sujet; los estructuralistas, a partir de Todorov,
segundo término del binomio, los formalistas rusos subrayan más bien el “tema” (sujet),
mientras que los estructuralistas hacen hincapié en las formas de organización discursiva
(discurso). Es evidente, entonces, que hay un grado de abstracción mayor en sujet que en
discurso, puesto que éste último remite a la materialidad del lenguaje y a su organización,
mientras que el primero se ocuparía de las formas de significación temática que orientan la
construcción de lectura, tal abstracción es susceptible de ser transmitida por otros medios de
24 Para un cuestionamiento y una elaboración considerable de estos conceptos, ver infra, “Perspectiva.”
25 Ver infra, en “Modos de representación de la conciencia”, otro ángulo desde el que se aborda el binomio
historia/discurso en términos de los polos extremos de la enunciación. Un abordaje analítico más cercano a la
propuesta original de Benveniste (1966).
26 Cfr. Entre otros, Chatman, 1978.
13
representación y de significación. De ahí que el término discurso haya sido objeto de una
extensión conceptual que le permite designar otras formas de narratividad y no sólo la del
semiótico dado.
mayoría de los estudios sobre el relato ha habido otras propuestas de biparticiones, incluso
triparticiones analíticas que vale la pena considerar por los puntos de contacto o por las
abordar el problema del discurso narrativo, definido diferencialmente en relación a los otros
dos aspectos de la realidad narrativa, vimos cómo Gérard Genette (1972, 1983) refina
la base de todo el análisis relacional que funda su teoría narrativa: las estructuras de un relato
son efecto de una relación que se establece entre la historia y el discurso (estructuras
27Cfr. Genette, 1972. En su Nouveau discours du récit (1983), Genette ofrece una serie de precisiones
respecto a lo que en 1972 había llamado “Modo” y que entonces considera más bien como “Modulaciones
narrativas”; es decir, una serie de operaciones de selección y combinación de la información narrativa que
producen la ilusión de cercanía o de distancia, y que filtran esa organización a través de un punto de vista
restrictivo.
14
hecho la mayoría de los estudios narratológicos se organizan, o bien en torno al binomio
Aunque en muchos sentidos debatible (tan sólo habría que considerar hasta qué punto
Forster nos lleva a observar el concepto “historia” desde otra perspectiva: no como un
monolito, sino como un continuum entre historia y trama: literalmente tejido con varios hilos,
organizan al relato. Podríamos decir que esta noción de “trama” se ubica, aunque vagamente,
en su relación con la historia, no como una oposición sino como un fenómeno de construcción
28 Basta con examinar los índices de muchos libros sobre narratología para constatar el valor organizador que
el binomio historia/discurso y el trinomio historia/ discurso/ narración han llegado a tener. Como ejemplo,
podríamos remitir a los estudios de Bal, 1985; Chatman, 1978; Prince, 1982; Rimmon-Kennan, 1983 o
Sánchez-Rey, 1991.
15
acontecimiento que tenga sentido, no se restringe a una ocurrencia singular, aislada de otras,
sino que se define como el “hacer” propio de un agente en relación con otros, dentro de ese
entramado conceptual que llamamos acción y que incluye motivaciones, etapas de planeación
y de anticipación; que incluye, asimismo, el acto efectivo, orientado por los otros aspectos
de la acción, pero también la interacción con otros y con las circunstancias aleatorias y
no como ocurrencias aisladas, la serie acusa entonces una doble organización temporal: por
una parte se ordenan los acontecimientos serialmente en una cronología; por otra, no
selección orientada que busca una finalidad, una totalidad significante. “La historia es, a un
interior de la “historia”, al concebirla como un todo ya estructurado por una doble dimensión
orientada que es la que permite abstraer un “tema” o “finalidad” de la historia. 29 De ese modo
29“El acontecimiento entones debe de ser más que una ocurrencia singular. Recibe su definición por su
contribución al desarrollo de la intriga. Una historia, por otra parte, debe ser más que una enumeración de
sucesos en un orden serial, debe organizarlos en una totalidad inteligible, de tal manera que pueda uno
preguntarse cuál es el ‘tema’ de la historia. En pocas palabras, el acto de tramar (la mise en intrigue) es la
operación que saca de una simple sucesión una configuración” (Ricoeur, 1983, 102).
16
el acto configurante que transforma los acontecimientos en historia nos permite concebir una
historia como algo ya estructurado, “tejido”: una trama: una verdadera figura. Una historia
justamente porque es una “trama”, una “intriga”: una historia “con sentido”.
El narrador
construye el mundo de acción humana: es un mediador entre ese mundo y el lector. Y es que,
como hemos venido insistiendo, en una narración verbal el narrador no es un factor optativo
sino constitutivo; como bien lo dice Stanzel, la “mediación es la característica genérica que
enunciación, como narraciones en primera, segunda y tercera personas. Sin embargo, como
bien lo ha hecho notar Genette (1972, 252), “todo narración está hecha virtualmente en
primera persona”, puesto que esa voz narra puede decir “yo” en cualquier momento. El
El narrador es una posición sintáctica, en tanto que enunciador de un acto discursivo; pero
también es un rol narrativo que se define, no sólo en la elección pronominal, sino en términos
de una relación de participación con respecto a la historia que narra. Lo que habitualmente
llamamos una narración en primera persona describe, en realidad, una participación efectiva
del narrador en el mundo narrado, ya sea como protagonista o como observador. Genette
17
narrativa en el contenido narrativo. La narración homodiegética puede ser de dos tipos:
narrados (cfr. Genette, 1972, 252 ss). Es importante subrayar que, si bien un narrador
homodiegético participa en la acción narrada, no lo hace qua narrador, sino en tanto que
actor. De ahí que un narrador cumpla con dos funciones distintas: la una vocal (narrar), la
otra diegética (actuar u observar). Dicho de otro modo, el “yo” que narra, en tanto sujeto de
diferencia del homodiegético, el narrador heterodiegético sólo tendría una sola función: la
vocal.
cierto que sólo el narrador homodiegético puede estar presente en el mundo narrado, no es
menos cierto que un narrador heterodiegético puede hacer sentir su presencia discursiva en
el acto mismo de la narración; es decir, que si está ausente del universo diegético, no
30Además de Genette, remitimos a las reflexiones de Dorrit Cohn (1978) sobre la memoria en los monólogos
de memoria, especialmente.
18
narrador de El Quijote, por ejemplo, no sólo hace sentir su presencia con sus juicios y
opiniones en torno a lo que va narrando, sino que incluso se enfrasca en discusiones ficticias
con el traductor, o con el “autor” original, Cide Hamete Benengeli. De la misma manera, los
narradores de la novela del siglo XVIII y XIX, con algunas excepciones, consideran el
novelas. A partir de autores como Flaubert, esa “voz autorial”, audible, comienza a
discurso narrativo. La voz que narra se hace transparente, y en esa transparencia se genera la
ilusión de ausencia, como si nadie narrara. Claro está que no es más que eso, una ilusión,
pues el fenómeno de mediación no por ello desparece; “alguien” continúa narrando, aunque
sea desde el punto de vista puramente sintáctico; porque es esa “tercera persona” aunada al
tiempo verbal de la narración lo que constituye la huella, y por tanto la presencia última del
ésta con frecuencia funge como un puente entre narración en primera y segunda persona. Por
principio de cuentas, es interesante hacer notar que la narración testimonial, en muchos casos,
elige otras formas pronominales, no solamente la primera persona del singular. El “testigo”
puede ser colectivo, como en el caso de “A Rose for Emily”, de Faulkner, relato a cargo de
toda una comunidad y, por lo tanto, enunciado en la primera persona del plural: “nosotros”.
un “nosotros”, el discurso en estos relatos acude a una forma poco común de narración
“tú” para que valide su información testimonial sobre lo que ocurrió con un tal Urbano
19
Gómez —“Sólo que te falle mucho la memoria, no te has de acordar de eso”. En estos casos,
debido a que “yo” y “tú” son solidarios, una narración en segunda persona implica
necesariamente la presencia de un “yo” que narra, aun cuando ese “yo” no se enuncie
directamente o lo haga de manera esporádica. En el cuento de Rulfo, ese “yo” no se deja oír
sino al final —“Tú te debes acordar de él, pues fuimos compañeros de escuela y lo conociste
como yo”. En estos relatos, la fuerte orientación al “tú”, sin que se pierda la presencia
“ausencia” que sólo es posible en una narración en tercera persona. Más aún, conforme
Ismael desaparece como voz narrativa, el relato se focaliza cada vez más en la conciencia del
persona conlleva una especie de prefocalización: quien narra en “yo” no puede acceder a otra
conciencia que no sea la suya; podrá especular, tratar de adivinar, pero nunca narrar desde el
primeras páginas de El Gran Gatsby, por ejemplo, en nada difieren de otros relatos en primera
persona: Nick Carraway nos habla de sus ideas, de su familia y tradiciones; de cómo decidió
31Para una breve elaboración de las formas de narración en segunda persona, ver infra “¿Y tú quien soy?
Brevísimas notas sobre el monodiálogo como forma narrativa”.
20
abandonar el Medio Oeste natal para probar fortuna en el Este de los Estados Unidos. Pero
secciones de La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. Pero ciertas formas de narración
en segunda persona, aun cuando el “tú” se mantiene inevitablemente solidario del “yo”, ya
rincón, cerrando a medias los párpados”, aunque en segunda persona, tiene los rasgos
persona la tornan inestable, por lo que el lector tiende a asimilarla, o bien a una narración
verbal es que la información sobre el mundo construido nos viene en gran medida de la voz
o las voces que narran. Debido a este fenómeno de la mediación, el lector tiende a confiar
implícitamente en la voz que va narrando. La confianza, sin embargo, es una función del
grado de subjetividad que percibimos en la voz que narra: a mayor presencia del narrador,
a sí misma, permite crear la ilusión de que los acontecimientos ahí narrados ocurren frente a
nuestros ojos y son “verídicos”. Mientras que un narrador que se señala a sí mismo con sus
21
juicios y prejuicios define abiertamente una posición ideológica, se sitúa en una zona de
puede sustraerse a este desfasamiento, pues narrar algo a alguien implica, justamente, tener
algo que narrar (aunque esto mismo sea una ficción, una invención). Esa relación entre el
acto de narrar y los acontecimientos narrados obliga al narrador a adoptar una posición
Siguiendo a Genette (1972, 228 ss), son cuatro los tipos básicos de narración de
narrador es anterior a los acontecimientos que narra, para lo cual elegirá el futuro (futuro y
futuro perfecto). Los dos últimos tipos de narración, a diferencia de los dos primeros, se
ubican dentro del mundo narrado. En narración simultánea, el narrador da cuenta de lo que
ocurre en el momento mismo de la narración, y por ello gravita hacia los tiempos verbales en
presente (presente, presente perfecto y futuro); en narración intercalada, típica de los relatos
simultánea, eligiendo por lo tanto verbos en pasado y presente, según se detenga para narrar
22
acontecimientos que ya pertenecen al pasado, por muy reciente que sea, o para dar cuenta de
Una vez ubicadas las posiciones temporales del acto de la narración, es necesario
reflexionar sobre las implicaciones que tal elección tiene en la significación temporal del
esquemáticas, orientadas más hacia una tipología de las elecciones gramaticales abiertas al
narrador, que a una verdadera reflexión sobre la temporalidad del acto de la narración. Habría
que cuestionar hasta qué punto estas elecciones temporales realmente significan una
que hay una zona de convergencia entre la posición enunciativa y la posición temporal que
adopta el narrador.
gramatical elegido, en el cual se activa la naturaleza doble de los tiempos verbales: tanto
elementos del discurso como indicadores temporales. La dualidad en el tiempo verbal está
referencia temporal en la narrativa, y de manera especial en la única forma que ella considera
estrictamente narrativa que es el relato en tercera persona —“ficción épica”, como ella la
llama. Según Hamburguer, “la ficción narrativa ocupa un lugar decisivo en el sistema de la
lengua, que marca la frontera entre el género ficcional o mimético (...) y el sistema
23
se remite al sujeto de la enunciación, como sí ocurre en los llamados “enunciados de
referencia del contenido del enunciado; es decir, tanto el tiempo como el espacio y la
experiencia se refieren a ese yo que enuncia. En el relato de ficción, sin embargo, el contenido
la deixis de referencia no es, pues, narratorial, sino figural (cfr. Stanzel, 1986). Esto tiene
esté narrado en tercera persona, aun cuando la forma de narración sea retrospectiva y el
sistema de tiempos verbales elegido sea el perfecto, el sentido temporal no es el pasado sino,
en realidad, el presente. Este presente, sin embargo, no tiene valor temporal en relación con
el narrador; no es, en ese sentido, un verdadero presente, puesto que lo es sólo para el
Cortázar.
Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo
sostenían en el aire (...) Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta
camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca
la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del
hotel, sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así?
(...) tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad.
No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a
través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal
contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido
casi un alivio (...) Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina.
Ahora volvía a ganarlo el sueño (...) Quizá pudiera descansar deveras.33
33 Julio Cortázar, “La noche boca arriba” en Final de juego, (1978, 163). El subrayado es mío.
24
La lectura del fragmento citado pone en evidencia este curioso fenómeno de la
del relato (el narrador), sino a la conciencia figural; es decir, al personaje. A diferencia de
narraciones de recuerdos, en las que la distancia temporal que separa la experiencia vivida
boca arriba”, las formas de la sala que distingue el enfermo no son cosa del pasado, van
pertenece al aquí y ahora de la conciencia del motociclista, y la pregunta al médico aún está
en el futuro. Así, el tiempo verbal en pasado, más que una marca de temporalidad es una
como por ejemplo: “Ahora VOLVÍA a ganarlo el sueño”. Afirma Hamburguer que “la ficción
épica es el único espacio cognitivo donde el Yo-Origen (la subjetividad) de una tercera
persona puede representarse como tal” (1986, 88). Este ingreso a la conciencia del otro es
la marca distintiva de la narrativa de ficción, y es por ello que “la ficcionalización anula la
significación temporal de las marcas de tiempo” (99). Al hacer del tiempo una experiencia
ficcional y no una realidad significada por y para el enunciador, los tiempos verbales se
convierten en algo neutro, un mero soporte material para la narración. Sólo en la narración
narración, el presente y el pasado tienen un valor temporal real, puesto que están referidos al
25
Estas son algunas de las paradojas que distinguen a la temporalidad de la narración
de otras formas de enunciación: que no importa en qué tiempo estén narrados, los
acontecimientos serán siempre presentes, aunque nada tengan que ver con el presente de
quien narra ni con el presente del lector; que entre tiempo gramatical y tiempo narrativo se
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