Autoridad Espiritual
Autoridad Espiritual
Autoridad Espiritual
MANANTIAL DE VIDA
MANANTIAL DE VIDA
MALDAD: Término que designa lo que no está en armonía con el orden divino. En la Biblia
se muestran claramente dos aspectos distintos: el moral y el físico. Dios ha
permitido la maldad para que su justicia pudiera manifestarse al castigarla y su
gracia al perdonarla (Ro 9:22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer
notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para
destrucción,
Ro 9:23. y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los
vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria,).
La maldad o el pecado moral es cualquier falta de conformidad con la ley moral
de Dios y es la causa de la existencia de la maldad física o natural. La maldad
moral entró en el mundo con la desobediencia de Adán y Eva. Las consecuencias
de su decisión afectaron su vida así también como la creación (Gn 3:16-19). En el
NT Pablo indica la relación entre la maldad moral y natural en(Ro 8:18 Pues tengo
por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la
gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
Ro 8:19. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación
de los hijos de Dios.
Ro 8:20. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad,
sino por causa del que la sujetó en esperanza;
Ro 8:21. porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de
corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Ro 8:22. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con
dolores de parto hasta ahora;)
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MANANTIAL DE VIDA
Según el orden de la creación de Dios, él hizo a Adán antes que a Eva. A Adán
le dio autoridad y a Eva la puso bajo la autoridad de Adán. Dios puso a estos
dos: al uno como autoridad y a la otra para estar sujeta. Tanto en la vieja
creación como en la nueva, este orden de prioridades es la base de la autoridad.
Quien fue creado primero debe ser la autoridad; quien fue salvo primero debe
serlo igualmente. Por consiguiente, adondequiera que vayamos, nuestro primer
pensamiento debe ser averiguar quiénes son las personas a las cuales Dios
quiere que nos sometamos. Por todas partes podemos ver la autoridad y en
cualquier tiempo podemos aprender a ser obedientes a ella.
La caída del hombre se debió a la desobediencia a la autoridad de Dios. En vez
de obedecer a Adán, Eva tomó su propia decisión al ver que el fruto era bueno
y agradable a los ojos.
Descubrió su cabeza. El hecho de que comiera del fruto no se originó en la
sumisión sino en su propia voluntad. No sólo violó la oren de Dios, sino que
También desobedeció a Adán. Rebelarse contra la autoridad que representa a
Dios es 10 mismo que rebelarse contra Dios.
Las acciones del hombre no deben ser gobernadas por el conocimiento del bien
y del mal; deben ser motivadas por un sentido de obediencia. El principio del
bien y del mal consiste en vivir según lo bueno y lo malo.
Adán y Eva descubrieron una fuente de bien y de mal en algo diferente de Dios.
Por consiguiente, después de la caída los hombres no necesitan hallar en Dios
el sentido del bien y del mal. Lo tienen en sí mismos. Esto es el resultado de la
caída.
No hay autoridad sino de parte de Dios; todas las autoridades han sido
instituidas por él. La obra de Dios no es hecha por el poder sino por la autoridad.
El sustenta todas las cosas por la poderosa palabra de su autoridad. Su palabra
de mandato es autoridad.
Estamos bajo la autoridad de los hombres, así como tenemos hombres bajo
nuestra autoridad.
Hasta el Señor Jesús, cuando estaba en la tierra, se sometió, no solamente a
Dios, sino también a la autoridad de otra persona. Cada vez que se reúnen
algunos hermanos en Cristo se establece de inmediato un orden espiritual.
No debemos ocuparnos en lo correcto o incorrecto, en el bien o el mal; más bien
debemos saber quién es la autoridad que está sobre nosotros. Una vez que
sabemos a quién debemos sujetarnos descubrimos, naturalmente, nuestro lugar
en el cuerpo de Cristo.
Cada cual cree que puede distinguir entre el bien y el mal y juzgar sobre lo
correcto e incorrecto. A cada cual le parece que sabe más que Dios. Esta es la
Insensatez de la caída. Necesitamos ser librados de tal engaño, porque esto no
es otra cosa que rebelión.
La sumisión que enseña la Biblia tiene que ver con el someterse a las
autoridades establecidas por Dios. Así como la fe es el principio por el cual
obtenemos la vida, así también la obediencia es el principio por el cual vivimos
esa vida. Los problemas que enfrentamos en nuestros días se deben a hombres
que viven al margen de la autoridad de Dios.
Dios está ocupado en recobrar la unidad del cuerpo. Pero para lograr esto, debe
existir primero la vida de la Cabeza, seguida luego por la autoridad de esta
Cabeza. Sin la vida de la Cabeza, no puede haber cuerpo. Sin la autoridad de la
Cabeza, no puede haber unidad en el cuerpo. Para mantener la unidad del cuerpo
debemos dejar que gobierne la vida de la Cabeza.
Todos los miembros del cuerpo deben someterse unos a otros. Cuando así
ocurre, el cuerpo es uno consigo mismo y con la Cabeza. No hay nadie que
obedezca a la autoridad de Dios sin que la misericordia de Dios descanse sobre
él. Aprendamos, por lo tanto, algunas lecciones.
1.- Tengamos un espíritu de obediencia.
2.- Practiquemos la obediencia, los que se han ejercitado en la obediencia no se
sienten obligados, sea cual fuere el lugar en que se le ponga.
3.- Aprendamos a ejercer la autoridad delegada. Una vez que hayamos
aprendido a estar bajo la autoridad de Dios, nos estimaremos como nada,
incluso después que Dios nos confié mucho.
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MANANTIAL DE VIDA
David estaba en una posición muy difícil, pero creía firmemente que no podía matar
a Saúl. Hacerlo sería revelarse contra la autoridad de Dios, dado que todavía estaba
la unción del señor sobre Saúl. Aunque éste había sido rechazado, era, sin embargo,
el ungido de Dios, uno a quien Dios había establecido. Prefería retrasar su propio
ascenso al trono que ser rebelde. Por eso es que finalmente llegó a ser la autoridad
delegada de Dios.
Una vez que Dios hubiera puesto a Saúl por rey y a David bajo la autoridad de Saúl,
David habría tenido que pagar el precio de la rebelión si hubiera llegado al trono
matando a Saúl. Habría tenido que convertirse en rebelde. La autoridad es un asunto
de implicaciones sumamente profundas.
David era una persona que conocía la autoridad de Dios en su corazón. Esto revela un
hecho importante: La sumisión a la autoridad no consiste en someterse a una persona
sino en someterse a la unción que esta sobre esa persona, la unción que vino sobre
ella cuando Dios la ordeno como autoridad.
Saúl desobedeció el mandamiento de Dios, por lo cual Dios lo rechazó. Sin embargo,
esto fue entre Saúl y Dios, la responsabilidad de David ante Dios era someterse al
ungido de Jehová.
DAVID MANTUVO LA AUTORIDAD DE DIOS
David apoyaba plenamente la autoridad de Dios. Es precisamente esta característica
la que Dios desea recobrar.
¿Quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente? 1 Samuel 26:9
David prefería ser obediente a Dios y mantener la autoridad de Dios antes que salvar
su propia vida.
MANANTIAL DE VIDA
Cuando vino a este mundo, el Señor se había despojado de tal modo de la gloria,
del poder, del estado y de la forma de su divinidad que nadie de los que vivían
entonces lo conoció o reconoció como Dios, a menos que fuera por medio de
una revelación. Como Hijo, él se somete voluntariamente a la autoridad del Padre.
Así pues, hay perfecta armonía en la Deidad. Dios viene a ser el emblema de la
autoridad mientras que Cristo adopta el símbolo de la obediencia.
Para nosotros, los hombres, ser obedientes debiera ser sencillo, pero para Cristo el
ser obediente no es una cosa tan sencilla. Para él es mucho más difícil ser Porque
tiene que despojarse de toda la gloria y poder de su divinidad y tomar forma de siervo
antes de estar calificado para obedecer. La obediencia es iniciada por el Hijo de
Dios.
Voluntariamente tomó el lugar de un esclavo, aceptando las limitaciones humanas
de espacio y tiempo. Dios exalta al que se humilla. Este es un principio divino.
MANANTIAL DE VIDA
Así que Dios está resuelto a establecer su autoridad entre sus criaturas. El quiere que
obedezcamos, no solamente a la autoridad directa que él mismo ejerce, sino también a las
autoridades delegadas que instituye.
MANANTIAL DE VIDA
La cabeza solicita la obediencia del cuerpo sin ruido ni compulsión, sin conflicto y en
perfecta armonía. Pero hay muchos hoy que sólo están dispuestos a obedecer
mandamientos. Esto no es conveniente, porque tras el mandamiento está la
voluntad y en ella está la ley de la vida. Ahora bien, tan sólo la obediencia perfecta
puede considerarse como obediencia a la ley de la vida. No puede considerarse
obediencia la que sea menos que lo que un cuerpo le rinde a su cabeza. La
obediencia obligada no se conforma a la regla de obediencia.
El Señor nos puso en su cuerpo, en el cual hay completa unión y perfecta obediencia.
Pero cada uno de nosotros tenga cuidado para no ser un miembro enfermo y que
produzca fricciones. Al vivir bajo la autoridad de Dios debemos ser capaces de
obedecer con toda naturalidad.
La iglesia no es tan sólo un lugar para la comunión de los hermanos sino también
para la manifestación de la autoridad.
RESISTIR A LA AUTORIDAD DE LOS MIEMBROS ES RESISTIR A LA CABEZA
Es imposible hacer de cada miembro un cuerpo entero. Aceptar las funciones de los
otros miembros es aceptar las riquezas de la cabeza. Ningún miembro puede darse
el lujo de ser independiente. El problema de hoy es que todos quieren tener todo en
sí mismos, rehusando aceptar la provisión de los otros miembros.
Esto crea pobreza en los miembros que actúan así, como asimismo en la iglesia. La
autoridad no es más que otra manifestación de las riquezas de Cristo.
La insubordinación produce pobreza. "Así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo
estará lleno de luz" (Mateo 6:22); de igual modo, si tu oído es bueno todo tu
cuerpo oirá.
Recordemos siempre que no somos más que un miembro; necesitamos aceptar las
operaciones de los otros miembros. Todo el que tenga un don tiene un ministerio, y
todo el que tenga un ministerio tiene autoridad. El ministerio que Dios otorga es
autoridad; nadie debe rechazarlo. La mayoría de las personas quieren tener la
autoridad directa de Dios; pero el modo más frecuente de Dios es establecer
autoridades indirectas o delegadas para que las obedezcamos. Por medio de ellas
debemos recibir la provisión espiritual.
Si procuramos llevar toda la carga sobre nuestros propios hombros, nos fatigaremos.
Pero si la carga se distribuye entre varios miembros, nos sentiremos descansados. Al
someternos a la autoridad de otros miembros experimentamos una gran
emancipación. Pero estar en el lugar de otro nos hace sentir muy obligados.
Obedecer es natural; desobedecer es difícil.
El Señor nos llama a aprender la obediencia en el cuerpo, la iglesia, así como también
en el hogar y en el mundo. La iglesia es donde debemos comenzar a aprender la
obediencia. Es el lugar de la realización lo mismo que de la prueba. Si fracasamos
aquí, fracasaremos en todas partes.
En tiempos pasados, tanto la autoridad como la obediencia eran objetivas, esto es,
una sumisión externa a un poder también externo. Hoy la autoridad se ha convertido
en una cosa viviente, algo interno. La autoridad y la obediencia tienen un mutuo
encuentro en el cuerpo de Cristo. Ambas se vuelven instantáneamente subjetivas y
ambas se combinan en una. La autoridad y la obediencia alcanzan su consumación
en el cuerpo. El lugar donde tenemos un encuentro con la autoridad está en el
cuerpo. Si no reconocemos la autoridad aquí, no hay ninguna posibilidad de que lo
hagamos en otro lugar.
Apreciación Personal:
MANANTIAL DE VIDA
¿En qué aspectos particulares se manifiesta con mayor evidencia la rebelión del hombre? En
las palabras, en los razonamientos y en los pensamientos. A menos que haya tratos prácticos
en estos aspectos, hay muy pocas esperanzas de liberación de la rebelión.
1. LAS PALABRAS
LAS PALABRAS SON EL ESCAPE DEL CORAZÓN
El hombre que es rebelde de corazón bien pronto proferirá palabras rebeldes, porque de la
abundancia del corazón habla la boca. Para conocer la autoridad, debemos tener
primeramente un encuentro con ella; de otro modo nunca vamos a obedecer.
La lengua es difícil de domar. Bien pronto la rebelión de un hombre se expresa por medio de
su lengua. La gente de la sociedad actual es rebelde; solamente sirve de labios y se somete
aparentemente. La iglesia debe ser diferente; en ella debe haber obediencia de corazón
Supongamos que uno es enviado a cierto lugar como representante y portavoz de su
gobierno; sin duda uno tratará arduamente de memorizar lo que le han encomendado decir;
no se atrevería a añadir ninguna de sus palabras. Aunque Eva veía a Dios todos los días, no
reconoció la autoridad; así que descuidadamente añadió sus propias palabras.
Si fuéramos sumisos a la autoridad, seguramente refrenaríamos la lengua y no nos
atreveríamos a hablar con tanta libertad.
Todos los que tienen un encuentro con Dios deben desechar sus propios razonamientos.
Solamente podemos basarnos en la obediencia. No nos entremetamos con nuestros
argumentos, tratando de ser consejeros de Dios.
La dificultad fundamental que hoy día tenemos los hombres es que todavía vivimos basados
en el principio de la ciencia del bien y del mal, bajo el poder del razonamiento. Si la Biblia
fuera un libro de argumentos, de seguro que discutiríamos todo.
Dios actúa sin razón. Aun cuando no entiendo lo que él hace, todavía aprendo a adorarlo;
porque no soy más que un siervo. El que conoce a Dios se conoce a sí mismo y por lo tanto
es librado de la razón.
La manera de conocer a Dios es por medio de la obediencia. Ninguno de los que aún viven
en sus razonamientos lo ha conocido. Tan sólo los obedientes conocen verdaderamente a
Dios.
Cuando Dios actúa no tiene ninguna obligación de decirnos la razón, porque sus caminos son
más altos que los nuestros. Si bajamos a Dios con razonamientos, lo perderemos, porque lo
haremos uno de los nuestros. En los razonamientos no tendremos adoración; en cuanto falta
la obediencia, se pierde la adoración. Al juzgar a Dios con nuestra razón, nos constituimos a
nosotros mismos en dioses. Ojalá que la gloriosa aparición del Señor ponga fin a todos
nuestros razonamientos.
Apreciación Personal:
MANANTIAL DE VIDA
as autoridades que Dios ha establecido en la familia son los padres con relación a sus
L hijos, el marido con relación a su esposa.
En el mundo, las autoridades son los reyes con relación a sus súbditos, y los gobernadores
con relación a sus gobernados. En la iglesia, son los ancianos con relación al pueblo de Dios
y los obreros con relación a su obra.
Todas estas diversas autoridades tienen sus respectivas condiciones.
Los maridos. La Biblia enseña que las casadas deben estar sujetas a sus maridos; pero los
maridos deben ejercer la autoridad con una condición. 3 veces en Efesios 5 se les dice a los
maridos que amen a sus mujeres como se aman a sí mismos. Indudablemente, hay autoridad
en la familia. El ejemplo máximo es el amor de Cristo, así como el ama a la iglesia, así
también el marido debe amar a su esposa.
Los padres. Es de vital importancia que los hijos deben obedecer a sus padres; aun así, la
autoridad de los padres tiene también su responsabilidad y condición. La Sagrada Escritura
dice: "Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos." A pesar del hecho de que
los padres tienen autoridad, necesitan aprender a dominarse delante de Dios. No deben tratar
caprichosamente a sus hijos, porque los han engendrado y los crían. No es justo hacer con
los hijos lo que generalmente uno no se atrevería a hacer con los amigos, estudiantes,
subordinados o parientes.
Es necesario que los padres se dominen a sí mismos, esto es, dominarse por el Espíritu Santo.
El objeto de toda la autoridad que los padres tienen sobre sus hijos es instruir, criar a sus hijos
en disciplina y amonestación del señor. No involucra esto ninguna idea de castigo o dominio;
el propósito es la educación y amorosa protección de los hijos.
Los amos. Los siervos deben ser obedientes a sus amos; pero para ser amo se requiere
también una condición. Los amos no deben amenazar ni provocar a sus siervos. Dios no
permitirá que sus autoridades delegadas actúen inmoderadamente; ellas deben tener el temor
de Dios dentro de sí. Necesitan comprender que el que es señor de ellos y de sus siervos está
en los cielos y que con él no hay parcialidad (Efesios 6.9). Debemos recordar que los amos
también están bajo autoridad. Aunque la gente está bajo su autoridad, ellos mismos están
bajo autoridad: la autoridad de Dios.
Los ancianos. Los ancianos son las autoridades de la asamblea local. Los hermanos deben
aprender a someterse a los ancianos. Una cualidad esencial de los ancianos, según se la
enumera en Tito 1, es el dominio de sí mismo. Los incontrolados jamás podrán hacer cumplir
la ley; ni podrán los rebeldes traer la sumisión.¡Cuán prevalente entre los hombres es el
fenómeno de la falta de moderación! En consecuencia, al nombrar ancianos hay que elegir a
los que sean especialmente disciplinados.
Dios nunca constituye anciano a nadie que gusta de ponerse en el primer lugar (tal como
Diótrefes, 3 de Juan 9). Siendo la máxima autoridad de la asamblea local, los ancianos deben
ser personas que tienen dominio de sí mismas. El que sabe ser buen padre puede ser elegido
anciano. Al ejercer correctamente la autoridad en el hogar, está calificado para ser anciano
de la iglesia.
Los obreros. La condición de los obreros como autoridades delegadas en la obra. Tito no era
un anciano de la iglesia, sino servía al Señor como apóstol. Pablo lo exhortó, escribiéndole:
"Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie." Para no ser
menospreciados, tenemos que santificarnos a nosotros mismos. Si no se es diferente de otros
en vida y conducta, si se vive una vida fácil y sin disciplina, no hay forma de escapar de!
menosprecio. Requiere autodisciplina el conseguir el respeto de los demás y calificarse como
representante de Dios. Pablo le escribe a Timoteo en el mismo sentido. Aunque es cierto que
un obrero no busca la gloria y honor de los hombres, no puede, sin embargo, permitir que lo
menosprecien por su falta de santificación. Estar en autoridad es costoso; los tales necesitan
santificarse, esto es, separarse de los demás y estar dispuestos a llevar una vida solitaria. Los
que son ejemplos difieren de los demás en haberse santificado a sí mismos. Ahora bien, nadie
debe exaltarse a sí mismo; pero tampoco debe permitir que lo menosprecien.
Nunca seamos presumidos; pero tampoco jamás permitamos que nos pasen por alto. En
cuanto nos volvemos demasiado comunes somos excluidos de la obra. Se termina nuestra
utilidad y se pierde nuestra autoridad.
Es sumamente importante que se mantenga la autoridad de Dios. La autoridad se manifiesta
en la santificación, no en lo coman. Representar la autoridad es representar a Dios.