Limites Premios y Castigos
Limites Premios y Castigos
Limites Premios y Castigos
LIMITES
PREMIOS Y
CASTIGOS
1. HÁBITOS y RUTINAS.
Los hábitos y rutinas forman una parte importante de nuestra vida diaria (levantarnos,
vestirnos, comer, dormir, etc.). Estos hábitos nos facilitan la vida porque sería muy difícil
tener que pensar cada pequeña acción, se automatizan y dejan espacio para pensar en
cosas más importantes.
Al mismo tiempo, la repetición y “aburrida” monotonía de los hábitos nos dan un
sentimiento de seguridad y una capacidad de previsión en la vida que pueden sernos de
gran ayuda, sobre todo en épocas de estrés.
Los niños no nacen con hábitos establecidos, sino que se desarrollan cuando se repiten
una y otra vez. Cuando antes se introduzca al niño en la rutina familiar para las
actividades cotidianas, tanto más fácil será la integración. Así, si introducimos buenos
hábitos y rutinas en los horarios, comidas, aseo, conductas, etc., evitaremos muchos
problemas en el establecimiento de límites y normas, evitando el castigo.
2. LÍMITES Y NORMAS.
2.1. ¿Por qué necesitan los niños los límites?
No existen fórmulas mágicas en la educación. Cada niño es un mundo, lo que para uno le
viene bien para otro es negativo (un premio, un castigo, etc.).
Podríamos adoptar unos principios educativos básicos en los que transmitamos al niño el
siguiente mensaje:
- Sé que puedes.
- Por eso te enseño y te exijo.
- Y como sé que te cuesta esfuerzo, te lo reconozco.
Los niños necesitan tener puntos de referencia (límites) claros sobre lo que debe o no
debe hacer y esta necesidad es tan vital como alimentarse. Para el niño, tener los límites
educativos claros es importante por tres motivos:
- Porque le ayuda a entender e integrar las normas que rigen el mundo en el que vive.
- Porque le ayuda a sentirse seguro.
- Porque le ayuda a “portarse bien”, a ser “mejor persona” y, por tanto, a tener buen
concepto de sí mismo.
Igual que nos ocurre a nosotros, al niño le resulta más fácil portarse bien si tiene límites
claros y si tiene incentivos que le animen a hacerlo.
Cuando el niño se porta mal, aunque no lo manifieste abiertamente, se siente mal y su
autoestima se deteriora.
Para que puedan crecer en armonía los niños necesitan tener claro a qué atenerse.
Por ello es fundamental que tengan:
1. Pautas. Son guías que ayudan a regular los comportamientos sin presiones. Se
basan en modelos.
2. Normas. Son ordenanzas que regulan la vida cotidiana y evitan conflictos en las
relaciones sociales.
3. límites. Son medios de ayuda, pilares importantes para limitar el terreno de juego,
para que el niño pueda moverse en él de una forma segura y protegida. Si no los
ponemos, se angustia.
La imposición de límites es un proceso de aprendizaje y que está muy relacionado con las
distintas etapas evolutivas.
El proceso de separación de los padres comienza ya en la primera infancia. Los bebés
muestran claramente que también tienen opinión propia.
Cada nuevo estadio de desarrollo hace que los niños se vuelvan más independientes.
Pero para llegar a ser autónomos deben distanciarse de los padres y éstos deben
aprender a separarse de sus hijos.
Las normas también son muy necesarias sobre todo para los niños más pequeños, ya que
les ofrecen unas pautas claras de conducta a la que aferrarse y tener como referencia.
Los niños necesitan tener unos padres en los que confiar y sentirse seguros. Por tanto es
necesario que haya autoridad no autoritarismo.
Algunas ideas generales para poder poner en práctica.
1. Crear un clima familiar cálido, abierto y cariñoso. Cuando los niños se sienten
reconocidos y queridos están más dispuestos a aceptar las normas.
2. Los padres sólo inspiran confianza cuando están totalmente convencidos de lo que
exigen a sus hijos y mantienen sus ideas. Deben estar dispuestos al cumplimiento de
las normas que deben ser adecuadas al nivel evolutivo del niño.
3. Es mejor proponer sólo unas pocas normas, claras, precisas y concisas y de fácil
ejecución. El clima familiar será más agradable si no hay demasiadas reglas para
obedecer. Un exceso crea confusión, limitación y acaba siendo ineficaz.
4. No hay que perder la flexibilidad: es importante repasar de forma constante la validez
de los límites y de las normas impuestas. Las limitaciones que tienen un sentido en
un determinado momento pueden tal vez ser retiradas posteriormente. No hay que
defender ideas fijas sino adoptar una mentalidad flexible.
5. Los límites deben ser respetados, así como las normas. No olvidemos que los niños
nos ponen constantemente a prueba. Esto es sano y dependerá del adulto su
eficacia.
6. Los padres deben tener sumamente claro qué es lo que están dispuestos a hacer con
sus hijos. Siempre es más fácil controlar el propio comportamiento –para cambiar
ciertas cosas- que el de los demás.
7. Es importante buscar siempre el motivo del comportamiento (indeseado) del niño;
para saber qué es lo que lo provocó. Así podremos o trataremos de solucionarlo.
8. Es importante dar una explicación de las propias actuaciones, para que el niño
comprenda por qué se pone el límite. Para ello los padres deben llegar también a un
acuerdo entre sus expectativas y sus fines educativos.
9. Se aprende mediante modelos de comportamiento. No es creíble aquello que no es
capaz de hacer el adulto.
10. Los padres también deben hacer comprender a sus hijos que necesitan tiempo para
ellos.
11. Cuando algo nos agrada y nos elogian por ello, tendemos a repetirlo. Si por el
contrario nos lo critican, nos insultan, nos miran mal, nos perjudica, procuramos
dejarlo cuanto antes. Podemos aplicar esta norma con los niños.
Para regular la conducta pueden utilizarse premios y castigos, veamos este asunto.
3. PREMIOS.
3.1. ¿Qué es un premio?
Desde pequeños aprendemos de forma intuitiva que dos acontecimientos que se suceden
uno detrás de otro están relacionados, por ejemplo: “Si pego a un niño, éste llora y me
regañan”. Así asocia que a pegar le sigue llorar y a llorar le sigue la regañina.
Si el segundo acontecimiento es positivo y el niño lo asocia con el primero, es probable
que la conducta se repita en el futuro. Si la consecuencia es negativa, la probabilidad de
que se repita la conducta disminuye. En conclusión: una conducta se mantiene o se
extingue dependiendo de las consecuencias.
Y ahora podemos definir al premio como todo acontecimiento que, seguido a una
conducta, aumenta la probabilidad de que esa conducta se repita en el futuro.
3.2. ¿Son necesarios los premios?
Podemos pensar que dar premios por lo que es un deber es caer en un chantaje, pero no
es así, aunque los niños pueden darle ese giro.
¿Cómo evitarlo?
El truco reside en ajustar el premio al esfuerzo y el procedimiento de darlo. Por lo general,
regalamos al niño todo lo que necesita y lo que no necesita y le pedimos a cambio unas
responsabilidades. Cuando el niño no cumple con sus responsabilidades es castigado y,
cuando lo hace, se da por hecho que está cumpliendo con su deber.
3.3. ¿Cómo saber cuándo premiar o cuándo castigar?
Como norma general, se propone lo siguiente (depende también de cada niño):
- Castigo para:
- Conductas muy negativas y poco frecuentes (por ejemplo tirar un vaso con agua al
suelo de forma intencionada).
- Por incumplir con una buena conducta que estaba establecida y no requiere
esfuerzo mantener.
- Aprobación sin más para aquellas conductas positivas consideradas ya adquiridas y
que no requieren un esfuerzo especial.
- Premio para conductas que requieren esfuerzo.
Con respecto a los premios: cada vez que haga algo bueno, aunque sea poco...
Se le presta atención.
Se le recompensa con un gesto de aprobación
Con una palabra amable, con una caricia.
O si se considera adecuado, se le da un premio.
A la hora de premiar o castigar los padres deben estar de acuerdo para que tenga
eficacia, así como ser coherentes y constantes.
5. ESTILOS EDUCATIVOS QUE UNA FAMILIA PUEDE ADOPTAR CON SUS HIJOS.
Para finalizar, y de forma breve, haremos una mención a los estilos educativos, ya que
está más que demostrado que la conducta de los padres influyen decisivamente en la
conducta de los hijos. Sirva esta último apartado para hacer un autoanálisis de nuestra
forma de educar como padres y madres.
Autoritario: Es decir con normas muy rígidas, frecuentes castigos, siendo inflexibles.
Consecuencias: Un niño huraño, agresivo, con poca iniciativa, con una autoestima baja y
también será autoritario.
Sobreprotector: Cuando se intenta controlar la vida de los hijos a través del afecto, no se
ponen límites o son poco claros, siempre solucionan los problemas de los hijos.
Consecuencias: Niños dependientes, sin autonomía y poco tolerantes a aceptar
frustraciones.
Permisivo-negligente: No exigen responsabilidades, no afirman su autoridad, no ponen
normas, no les orientan para que tomen decisiones.
Consecuencias: Hijos irresponsables, con poco autocontrol, con baja autoestima.
Inconsecuente: Son aquellos padres que se manifiestan inestables en sus
comportamientos, son poco coherentes, no son capaces de hacer lo que exigen a los
demás, no tienen normas claras ni fijas.
Consecuencias: Los niños se vuelven ansiosos, inestables, indefensos y desconfiados.
Democrático: Satisfacen las necesidades afectivas de sus hijos, los aceptan tal y como
son, razonan y negocian las normas, les enseñan a través del propio ejemplo, les ponen
límites claros, favorecen la comunicación y el diálogo, son capaces de reconocer sus
errores y aceptarlos para mejorarlos.
Consecuencias: Niños más seguros de sí mismos, son capaces de compartir y aceptar
sus responsabilidades, no son fácilmente manejables, tienen buenas relaciones sociales.
6. A MODO DE CONCLUSIÓN:
PROPUESTAS PARA UNA EDUCACIÓN PREVENTIVA
1. Respete la individualidad de sus hijos: ayude a su hijo a aceptarse tal como es, con
sus cualidades y sus defectos.
2. Refuerce la autoestima de sus hijos: reconozca y valore positivamente lo que de
bueno haya hecho el niño porque toda conducta que recibe alabanza tiende a
repetirse.
3. Eduque a sus hijos en libertad y para la libertad: enseñe a su hijo a pensar y a guiarse
por lo que es razonable.
4. Conceda a sus hijos la autonomía proporcional a su capacidad, que decida en sus
pequeños problemas. No hagan los padres lo que sea capaz de hacer el niño.
5. Favorezca en sus hijos la coherencia entre lo que piensan y lo que hacen, ayude al
niño/a a aceptar las consecuencias de sus actos. Todo el mundo tiene derecho a
equivocarse.
6. Descubra con sus hijos el gozo de compartir, ser generoso y solidario con los demás.
7. Despierte en sus hijos la curiosidad y el interés por todo lo que les rodea y aliente su
creatividad.
8. Prevenga el fracaso escolar favoreciendo el placer por la lectura y el estudio: conceda
importancia a lo que el niño aprende, valore lo que hace en la Casa de Niños y
después en el Colegio.
9. Enseñe a sus hijos a aprovechar el tiempo libre, evitando que “tiempo libre = Tiempo
muerto”: estimule la creatividad, aficiones, deporte, manualidades. Hay que saber qué
hacer cuando no se tiene nada que hacer.
10. Participe activamente en la vida de la Casa de Niños o del Colegio: hable con las
educadoras sin esperar a que surjan problemas, participe en las actividades
programadas, siempre con espíritu de colaboración y ayuda.
11. Dialogue con sus hijos de temas fuera de los estudios o su conducta. Busque temas
que favorezcan el conocimiento mutuo y el vínculo afectivo.
12. Mantengan criterios unidos entre los padres y, con estilo democrático, dialoguen con
sus hijos y transmítanles las normas y los límites de modo que ellos participen y las
asuman como propias.
5. BIBLIOGRAFÍA
ISABEL ORJALES: La Hiperactividad. Ed. CEPE.
Mª Isabel Bravo Serrano y Marta Niño Murillo: Normas y límites.
ACTIVIDADES:
1. Casos prácticos: Comentar los siguientes casos y hacer propuestas:
1. Susana tiene 5 años y todas las noches pone dificultades para acostarse porque
quiere estar en el salón son sus padres viendo la televisión.
¿Cuál ha podido ser el origen de esta conducta? ¿Cómo se podía haber prevenido?
¿Qué pueden y/o deben hacer los padres?
2. Manuel es un niño de 8 años. Hace tres meses que nació su hermana. El niño está
siempre intentando llamar la atención de sus padres porque éstos están totalmente
“volcados” con la niña. Manuel ha comenzado a cambiar su conducta: solo quiere
alimentos triturados, se hace pis en la cama, no quiere ir al colegio, quiere que lo
vistan, etc.
¿Cuál ha podido ser el origen de esta conducta? ¿Cómo se podía haber prevenido?
¿Qué pueden y/o deben hacer los padres?
3. Antonio tiene 15 años. De hecho, cuando le preguntan algo, él es esquivo y, a veces,
se enfada. En los fines de semana cada vez llega más tarde a casa con la excusa de
que sus amigos también lo hacen. El diálogo con sus padres se limita a cuando éstos
le regañan, le llaman la atención, le hacen interrogatorios interminables sobre lo que
hace en el IES o con los amigos. Antonio cada vez es más esquivo y se cierra en sí
mismo.
¿Cuál ha podido ser el origen de esta conducta? ¿Cómo se podía haber prevenido?
¿Qué pueden y/o deben hacer los padres?
4. Adela tiene 16 años, cursa 4º de la ESO. Siempre ha sido buena estudiante, pero
últimamente está abandonando sus tareas. Está obsesionada con su imagen, se
encierra en su habitación. Cuando quiere algo (irse a casa de una amiga a dormir,
llegar más tarde) se pone zalamera con su padre que siempre le deja, aunque su
madre no suele estar de acuerdo, lo que provoca frecuentes discusiones en el
matrimonio.
¿Cuál ha podido ser el origen de esta conducta? ¿Cómo se podía haber prevenido?
¿Qué pueden y/o deben hacer los padres?