Texto Nº13

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TEXTO Nº13

¿A qué llamamos enseñar?


Estanislao Antelo

1. Repartir y dar

Un recorrido inicial por el término enseñanza nos depara una versión bien conocida, que hace
hincapié en el reparto o en la distribución de diversas cosas. Es "un intento de alguien de transmitir
cierto contenido a otro". La enseñanza es un intento, una tentativa, un ensayo.

2. Imitar, seguir, copiar e indicar

Una variación de la versión de la enseñanza que estamos analizando es la que introduce el ejemplo.
El ejemplo puede ser moral o instrumental.

El ejemplo indica un camino para seguir, y conviene no olvidar que enseñar es, en cierta forma,
indicar con el dedo. Por un lado, en la enseñanza, se puede ver una dimensión meramente
instrumental de la indicación que uno le da al otro, una indicación de algo que sirve para,
relativamente despojada del deseo de mostrar el sitio de lo ejemplar. Por el otro, como
destacaremos en este libro, el ejemplo puede erigirse en plan moralizador.

3.Guía para obrar en lo sucesivo

Cuando se enseña, lo que se reparte son guías para la acción. No se trata sólo del sermón que indica
en qué cosa uno debe transformarse, en el cómo debo ser, sino en cómo debo proceder. El
imperativo es el suceso y no, el deber ser.

4. Mostrar, exponer y hacer ver

Una enseñanza refiere a lo que da señas. En ese sentido, enseñar es casi como mostrar. Esto implica
dejar signos y repartirlos, es decir, mostrar o exponer. Enseñar es además dejar aparecer. A pesar
de que la enseñanza es, por definición, intención, hay muchas cosas que se enseñan sin intención.

(1., 2., 3. y 4. son versiones de la enseñanza que no se anulan entre sí, sino que, a veces, se
complementan).

¿Por qué hay que enseñar?

Provisiones y orientaciones

Hay que enseñar porque las nuevas generaciones llegan al mundo sin señas, sin signos, sin medios
de orientación. ENSEÑAR: reparto sistemático de planes de conducta que permiten que las crías se
orienten en la vida. A veces esto fracasa porque existe el azar y la contingencia, en el acto de
enseñar el que gobierna siempre es el otro. (Meirieu!)

¿Estaban equivocados aquellos cuyos cuerpos se movían al son del mandato divino? No. De
ninguna manera. ¿Por qué? Porque eso les servía como un medio de orientación. Los medios de
orientación sirven para moverse, para orientarse, para vivir. Si un alumno entra a la escuela y pega,
su pegar no cabe en la distinción malo/bueno. Puede decirse que es malo, pero eso no describe la
situación. Una pregunta que es posible hacer es: ¿qué otros medios de orientación tiene que no sean
la patada y el puño?

Enseñanza obligatoria

Lo que en el animal es pura señal química, en el Homo sapiens, es transmisión y archivo.

No se puede no enseñar, porque la enseñanza es obligatoria. Otra cuestión es lo que el otro hace
con lo enseñado. La enseñanza es obligatoria y el aprendizaje es una decisión (Meirieu).No se
puede no enseñar, porque el mundo no es sin signos. Se precisan signos y, como los que vienen al
mundo lo hacen sin signos, hay que repartirlos.

¿Para qué hay que enseñar? Dar armas y herramientas para…

Para desenvolverse en la vida, se precisan armas o herramientas. ¿De dónde las sacan las nuevas
generaciones? Se las damos nosotros.

Pero también se enseña para que uno pueda aprender a relacionarse con los demás. Porque, a vivir
con otros, se aprende. Y esas enseñanzas son las primeras armas que, en muchos aspectos,
condicionan lo que uno va a ser después toda su vida. La enseñanza, en tanto signo y seña que se
deja, es una marca.

Porque nos diferenciamos del animal y de sus caracteres adquiridos en que eso que nos ha sido
dado varía a partir de nuestras intervenciones. Siempre, por definición, traicionamos lo que nos ha
sido dado (Hassoun). El Homo sapiens es aquel animal que va siempre más allá de las marcas. Si
no, seríamos clones, copias, réplicas exactas.

Otra cuestión sobre el para qué hay que enseñar: para hacer durar, para trascender. Y este tema
plantea, además, una tensión irresoluble en las cuestiones ligadas a la enseñanza, entre la tradición
y la innovación, entre lo viejo y lo nuevo. Es preciso recordarles a los amantes de la innovación que
la educación vive de la conservación. Por un lado, se conserva para protegerse del carácter
inexorable de la variación, del movimiento y de la libertad que presupone la intervención que todo
destinatario realiza sobre lo conservado. Es decir, se conserva por temor. ¿No es esa quizás la
definición más ajustada de conservadurismo? Por el otro, se conserva para luego poder suministrar
las guías que permiten obrar en lo sucesivo y que faltan en la cría inmadura y débil, al nacer. Es
decir que se conserva para posibilitar la vida. No hay otra chance que conservar para suministrar.
Para que el pasado diga otra cosa, hay que seleccionar un pasado, es decir, labrarlo, repartirlo y
enseñarlo. Borges escribía: "El pasado es arcilla que el presente labra a su antojo.
Interminablemente..." (1989: 493).

¿Qué hay que enseñar?

Habilitar los accesos

"Todo a todos". Eso es lo que hay que enseñar. Todo quiere decir sin restricciones. El acceso a los
signos debe ser irrestricto. Probablemente no se trate tanto de permitir, sino de provocar el acceso.
¿Dónde está la fascinación que ejerce el fascinador? En general, está en que describe el mundo de
otra manera, lo ilumina de un modo distinto, lo pinta de otra forma. O, a lo mejor, dice las mismas
cosas que ya se sabían, pero de otra manera. Y resulta que, como las dice de un modo diferente, ya
no son las mismas. El mismo Ricardo Baquero (óp. cit.) señala algo crucial en referencia al trabajo
con niños cuando afirma que es en la interacción, en ese raro y contingente intercambio inicial,
donde se labra una vida. Para que esa interacción tenga sentido, tiene que haber diferencias. Por
eso, la enseñanza siempre es la enseñanza de lo que está más lejos, de lo que es extraño, de lo no
familiar. Una enseñanza funciona cuando permite moverse. Si los destinatarios varían, si hacen otra
cosa con los signos que les hemos dado, tenemos que celebrar. El otro decide trabajar a su antojo,
sin demasiadas restricciones, sobre lo conservado pacientemente.

Por último, no se enseña solamente lo que uno piensa que está bien. Eso es mezquindad. Lo que se
enseña es el resultado de unas batallas eternas más o menos silenciosas.

¿Cómo enseñar?

Enseñando

La enseñanza es exitosa si consigue provocar, impresionar, despertar curiosidad, suscitar interés,


etcétera.

Si la enseñanza coloca como meta principal de su actividad la búsqueda de un estado determinado


en el otro, un estado emocional x, ese estado nos elude. Nada impresiona menos que un
impresionador profesional.

Ahora, las estrategias de enseñanza o los esfuerzos para enseñar mejor están teñidos por la
búsqueda de esos estados imposibles. ¿Por qué imposibles? No porque no existan; de hecho,
existen seres creativos, naturales, espontáneos y críticos. No quiere decir que no se produzcan, sino
que sólo se originan por añadidura o, como sostiene Elster, como subproductos de acciones
realizadas con otro fines. Esto no significa que, como resultado de una enseñanza, no se consiga, a
veces, que los chicos sean creativos, naturales, espontáneos y críticos. El problema es que eso
nunca se produce intencionalmente. Es más, la intencionalidad —que, en apariencia, como
sostuvimos en el comienzo, no puede faltar en el acto de enseñar- no garantiza nada y, en
ocasiones, puede ser contraproducente, tanto como la tentativa de despojarse intencionalmente de
intencionalidad.

Las autoras recuerdan que, entre enseñanza y aprendizaje, no hay una lógica causal. Una cosa no
lleva a la otra. Diferencian el esfuerzo sistemático y deliberado con la voluntad de Influenciar al
otro, del aprendizaje ocasional que sucede "en ocasiones, sin conciencia de los efectos de sus
acciones por parte de quien opera como fuente de esos conocimientos". Y afirman algo llamativo:
"En estos casos hay aprendizaje, pero no, enseñanza"

Con las cartas, ¿sucede algo similar que con la enseñanza? "¿cómo sabemos que una enseñanza
llega a destino?".
El problema, tal vez, radique en lo siguiente: aparentemente, el saber que uno produce acerca de la
enseñanza es un saber que siempre llega después de los hechos, a posteriori. SÍ uno se orienta en la
vida y pudo llegar, hubo algún plan que funcionó.

- El que manda en la enseñanza siempre es el otro.


- Existe el derecho a la indiferencia: el otro tiene derecho a no entrar en el
intercambio.

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