Resumen Contratos Parte General Barbier Rocca

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CONTRATOS PARTE GENERAL EZEQUIEL SOBRINO REIG ENRIQUE ORLEGO

II. Las clasificaciones legales


1. Contratos unilaterales y bilaterales.
(i) Concepto Según el artículo 966 del Código Civil y Comercial los contratos son
unilaterales “cuando una de las partes se obliga hacia la otra sin que ésta quede
obligada” y son bilaterales “cuando las partes se obligan recíprocamente la una hacia la
otra”.
En los contratos unilaterales una sola de las partes queda obligada a satisfacer una o más
prestaciones hacia la otra, mientras que en los bilaterales ambas partes quedan
recíprocamente obligadas.
(ii) Distinción con los actos jurídicos unilaterales o bilaterales
Es muy importante no caer en la confusión de asimilar esta clasificación con la de los actos
jurídicos, que también pueden ser bilaterales o unilaterales.
Los actos jurídicos son unilaterales o bilaterales según sean fruto de una sola voluntad o de
más de una. El testamento es un acto jurídico unilateral; el matrimonio o el contrato importan
en cambio un acto jurídico bilateral. El caso del contrato es siempre el de un acto jurídico
bilateral o plurilateral. La clasificación entre unilateral o bilateral refleja entonces si
una o ambas partes resultan obligadas a partir del consentimiento
(iii) Requisitos para que un contrato sea bilateral
Para que un contrato sea bilateral, deben darse las siguientes condiciones:
- ambas partes deben quedar obligadas;
- esas obligaciones deben ser recíprocas: debe mediar entre ellas una relación de
interdependencia, cada obligación debe encontrar su razón de ser en la existencia de la otra:
es lo que recibe el nombre de sinalagma. Esa interdependencia entre obligaciones se da a
partir del nacimiento del contrato y se llama sinalagma genético. Ese vínculo se mantiene
durante el período de ejecución y se denomina sinalagma funcional, en el sentido de que el
cumplimiento de cada una de las obligaciones constituye el presupuesto lógico del
cumplimiento de las otras.
(iv) Efectos de la clasificación
El hecho de que el contrato sea bilateral produce importantes efectos prácticos, por ejemplo:
- la cláusula resolutoria por incumplimiento es implícita en los contratos bilaterales (art.
1087);
- la suspensión del cumplimiento hasta tanto la otra parte no cumpla con las obligaciones a
su cargo lógicamente se aplica únicamente a los contratos bilaterales, pues en el otro caso
una de las dos partes nada debe (art. 1031);
- el vicio de lesión solo puede existir en los contratos bilaterales (art. 332); - la caducidad del
plazo rige los contratos bilaterales (art. 353); - existen supuestos de contratos unilaterales
susceptibles de revocación (arts. 1329 y 1569).

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(v) Contratos plurilaterales


El artículo 966 del Código Civil y Comercial prevé que “las normas de los contratos
bilaterales se aplican supletoriamente a los contratos plurilaterales”.
La dogmática jurídica piensa al contrato plurilateral como una subespecie de los contratos
bilaterales o como una tercera categoría al lado de los unilaterales y bilaterales. Lo que
distingue a estos contratos es la presencia de la manifestación negocial de más de dos
partes. Se ha dicho que se considera contrato plurilateral al que tiene, originaria o
potencialmente, más de dos centros de intereses diferenciados, sin que exista reciprocidad o
interdependencia entre todas las prestaciones nacidas del contrato. Sus notas relevantes
son ciertos fenómenos que no encuentran una perfecta adecuación al contrato bilateral:
- las obligaciones no son correlativas para las partes sino que cada una adquiere derechos y
obligaciones respecto de todas las demás;
- el vicio del consentimiento de uno de los contratantes afecta su adhesión pero no
necesariamente anula el contrato;
- son contratos de tracto sucesivo;
- las obligaciones de las partes pueden ser de objeto diferente pero confluyen en un fin
común;
- admite el ingreso de una nueva parte o el retiro de alguna de ellas;
- el incumplimiento de una de las partes no trae consigo necesariamente la resolución del
contrato ni tampoco permite oponer la excepción de incumplimiento contractual.
Contratos onerosos y gratuitos
(i) Distinción entre ambos supuestos
Dispone el artículo 967 del Código Civil y Comercial, que un contrato es oneroso cuando la
ventaja que otorga a una parte le es concedida por una prestación que ella ha hecho o se
obliga a hacer a la otra. Es a título gratuito cuando aseguran a uno u otro contratante alguna
ventaja independiente de toda prestación a su cargo. De modo que todo contrato bilateral es
oneroso. Los unilaterales pueden ser gratuitos u onerosos.
Resulta así de la propia naturaleza de los contratos onerosos que exista cierta equivalencia
entre la prestación y la contraprestación. Demostrar esa existencia no resulta dificultoso. No
se busca una equivalencia exacta y matemática sino una relación de equilibrio que
contemple integralmente todas las obligaciones de las partes.
No existe, en cambio, esa correspondencia entre bilateral-oneroso frente a unilateral-gratuito.
En el caso de los contratos unilaterales, se pueden presentar onerosidad como gratuidad
(ej.: mutuo sobre el que pueden o no pagarse intereses).
(ii) La regla es la onerosidad
Es posible afirmar que en nuestro derecho actual la regla es la onerosidad, si se piensa en
que nuestro sistema jurídico está íntimamente relacionado con la vida económica, y el
contrato es el instrumento más ampliamente usado en este sentido.
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Es evidente la mayor rigurosidad con que la ley recepta a los contratos gratuitos y que
reafirma, en última instancia, lo que venimos diciendo. Puede verse en tal sentido desde la
solemnidad absoluta en materia de donación de inmuebles hasta el hecho de que sean
pasibles de las acciones de reducción o colación. Se trata de reglas que desalientan su
realización.
(iii) Efectos de la clasificación legal
Solo se aplica a los contratos onerosos el vicio de lesión, la obligación de saneamiento (art.
1033) y los vicios redhibitorios (art. 1051). En materia de interpretación, el artículo 1068 del
CC -expresiones oscuras- prevé que en el caso de los contratos gratuitos se la debe
entender en el sentido menos gravoso para el obligado, mientras que si es oneroso en el
sentido que produzca un mayor equilibrio para las partes.
Esta clasificación también puede ser relevante para el ejercicio de la acción revocatoria
según lo prevé el artículo 339, inciso c, o por ejemplo para proteger a un subadquirente de
buena fe y a título oneroso de cosas registrables frente a los efectos reipersecutorios de la
acción de nulidad (art. 392).
3. Contratos conmutativos y aleatorios
(i) Concepto
Dispone el artículo 968 del Código, que son contratos conmutativos aquellos en los cuales
las obligaciones mutuas están determinadas de una manera precisa; se suponen
equivalentes desde el punto de vista económico. (ej.: la compraventa).
Los contratos aleatorios implican que las ventajas o las pérdidas dependen, para al menos
una de las partes, de un acontecimiento incierto. (ej.: renta vitalicia)
Los contratos conmutativos y aleatorios son una subespecie dentro de los contratos
onerosos.
(ii) Efectos
Como regla general solo los contratos conmutativos están sujetos a resolución o reducción
de las prestaciones por lesión, pues en los aleatorios las partes asumen el riesgo de que el
contrato pueda resultar desventajoso. Por excepción, puede admitirse la aplicación de la
lesión también a los contratos aleatorios cuando la diferencia de las contraprestaciones sea
de tal carácter que ni el alea pueda justificarla. Se pone como ejemplo de este último caso un
contrato oneroso de renta vitalicia y se trae a colación la transferencia de un inmueble cuyo
precio se paga con una renta vitalicia, y el monto de ella es inferior al valor locativo del bien.
(No entendí un carajo )
Por su parte, expresa la parte final del artículo 1091, la imprevisión sólo se torna aplicable a
los contratos aleatorios “si la prestación se torna excesivamente onerosa por causas
extrañas a su alea propia”.
4. Contratos formales y no formales
(i) Concepto

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Prevé el artículo 969 del Código Civil y Comercial: Los contratos para los cuales la ley exige
una forma para su validez, son nulos si la solemnidad no ha sido satisfecha. Cuando la forma
requerida para los contratos, lo es sólo para que éstos produzcan sus efectos propios, sin
sanción de nulidad, no quedan concluidos como tales mientras no se ha otorgado el
instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las partes se obligaron a cumplir
con la expresada formalidad. Cuando la ley o las partes no imponen una forma determinada,
ésta debe constituir sólo un medio de prueba de la celebración del contrato.
(ii) Los contratos no formales
Tal como surge de la última parte del artículo antes transcripto y también del artículo 1015
del código que sienta el principio rector en esta materia: “Sólo son formales los contratos a
los cuales la ley les impone una forma determinada”. De modo que la regla es la libertad de
formas y la libre elección por las partes de los modos de exteriorizar su voluntad.
(iii) Los contratos formales
- los contratos sujetos a formas absolutas cuya inobservancia priva al acto de cualquier
efecto jurídico;
- aquellos para los que se exigen formas relativas cuya omisión hace valer el contrato como
un compromiso para las partes de cumplir con la formalidad pendiente;
- los contratos que tienen previstas formalidades con fines probatorios.
5. Contratos nominados e innominados
(i) Concepto
Son contratos nominados los que están previstos y regulados en la ley. Son los contratos
con mayor tradición y frecuencia. Están especialmente regulados por el código y también por
leyes especiales (ej.: contrato de seguro). Esta regulación tiene la única finalidad de facilitar
el tráfico negocial y de orden, ya que en la esfera contractual rige el sistema de numerus
apertus, por la autonomía de la voluntad de los particulares.
(ii) Texto legal
Dispone el artículo 970 del Código Civil y Comercial:
Los contratos son nominados e innominados según que la ley los regule especialmente o no.
Los contratos innominados están regidos, en el siguiente orden, por: a) la voluntad de las
partes; b) las normas generales sobre contratos y obligaciones; c) los usos y
prácticas del lugar de celebración; d) las disposiciones correspondientes a los
contratos nominados afines que son compatibles y se adecuan a su finalidad.
(iii) Acerca de la calificación empleada por el legislador
La calificación empleada para formular la distinción puede inducir a engaño por lo cual la
doctrina suele utilizar los teminos “típicos y atípicos”, según su régimen se encontrara o no
disciplinado por ley.
(iv) Regulación de los contratos innominados o atípicos

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La regla que gobierna la materia es la atipicidad. La complejidad de las relaciones


negociales modernas vuelve muy poco frecuente que un diseño contractual se presente
absolutamente puro.
Desde este punto de partida es que el código establece entonces las fuentes del contrato
innominado. El artículo 969 dice que en este caso rige: a) la voluntad de las partes; b) las
normas generales sobre contratos y obligaciones; c) los usos y prácticas del lugar de
celebración; d) las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son
compatibles y se adecuan a su finalidad.
a) La voluntad de las partes
En su artículo 958, nuestro sistema normativo reconoce la libertad de las partes para
celebrar un contrato y determinar su contenido dentro de los límites impuestos por la ley, el
orden público, la moral y las buenas costumbres. La disposición se integra además con la
previsión contenida en el artículo 962, según la cual las normas legales relativas a los
contratos son supletorias de la voluntad de las partes, a menos que de su modo de
expresión, de su contenido, o de su contexto, resulte su carácter indisponible.
La voluntad de las partes, que la norma razonablemente privilegia, debe ser interpretada de
acuerdo a la voluntad común de las partes y la Buena Fe (art 1061); en el sentido menos
gravoso para el obligado a titulo gratuito y en el sentido que produzca un ajuste equitativo de
los intereses de las partes, a titulo oneroso (art 1068). En caso de haber construido las
partes una regulación completa del vínculo contractual innominado no será necesario
desarrollar una labor de integración, reduciéndose la tarea a la interpretación del contenido y
alcances de los enunciados normativos de autonomía.
b) Las normas generales sobre contratos y obligaciones
Esta disposición conduce a una adecuada integración armónica de todo el sistema
normativo. De modo que las disposiciones del contrato deben necesariamente sujetarse, por
ejemplo, al principio de buena fe (arts. 9, 729, 961, 1061y conc.), evitar situaciones de abuso
de derecho (art. 10) o de posición dominante (art. 11).
c) Los usos y prácticas del lugar de celebración
A partir de lo expresamente establecido en los artículos 10 y 964, inciso c, del Código Civil y
Comercial, con los que necesariamente cabe vincular la norma, los usos, prácticas y
costumbres del lugar de celebración del contrato, resultan un elemento integrador valioso,
siempre que no sean contrarios a derecho o que su aplicación sea irrazonable.
El legislador presupone que las partes han querido ajustar la ejecución del contrato a lo que
es de práctica en el lugar de su celebración, lo que puede permitir establecer pautas, desde
cuestiones como los lapsos otorgados para el pago de lo debido hasta otras como los
criterios constructivos y los materiales empleados en un contrato de obra.
d) Las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son compatibles
y se adecuan a su finalidad
De no haberse logrado completar la integración del contenido por las alternativas
correspondientes a los estadios de evaluación anteriores, será necesario evaluar qué

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elementos de qué contratos nominados, compatibles con la finalidad perseguida por las
partes, presenta el vínculo sometido a estudio.
En caso de advertir que prevalecen elementos de un determinado contrato, cabe aplicar el
criterio de la absorción y adoptar sus normas para la integración. En cambio, de verificarse
que existen varias prestaciones principales que corresponden a varios contratos nominados,
se hará presente el criterio de combinación: permitirá entonces al juez construir las normas
aplicables al caso y tomar los elementos de los distintos tipos contractuales aplicables.
(v) Contratos con tipicidad social
Se presentan en la práctica numerosos casos de relaciones contractuales que no están
nominadas en los códigos o las leyes especiales pero son conocidas por la propia realidad
negocial y adquieren caracteres propios. Suele identificarse en este grupo, como ejemplo, al
contrato de garaje; pero lo cierto es que, antes de ser reconocidos como nominados, muchos
contratos transitaron este camino. Sirve el ejemplo de los bancarios o algunos de
comercialización, como el de distribución, el leasing o la franquicia.
Lo trascendente del punto es la gran importancia de los usos y prácticas del lugar de
celebración como norma integradora. Esta pauta va a jugar un rol central especialmente
entre los contratantes habituales de un determinado rubro.
(vi) Contratos conexos
El Código Civil y Comercial define los contratos conexos en el artículo 1073 como aquellos
contratos autónomos que se hallan vinculados entre sí por una finalidad económica común
previamente establecida, de modo que uno de ellos ha sido determinante del otro para lograr
el resultado perseguido.
Los contratos conexos tienen como característica la coexistencia de dos o más contratos con
una finalidad económica común: un único negocio fraccionado jurídicamente. Intervienen
normalmente más de dos sujetos pero uno de ellos tiene una posición dominante. Sirven
como ejemplos los contratos de medicina prepaga, de tarjeta de crédito o de los
denominados paquetes turísticos.
En estos casos, los contratos no pierden su individualidad en lo que estrictamente se ciñe a
su régimen jurídico, pero la conexidad tiene verdadera relevancia en orden a la
interpretación, responsabilidad por incumplimiento, etc.
III. Clasificación de los contratos según el momento de su ejecución
1. Alcance de esta distinción
De acuerdo con el momento en que se ejecutan, pueden ser de ejecución inmediata o
diferida, de ejecución instantánea o de tracto sucesivo.
2. Contratos de ejecución inmediata o diferida
En los contratos de ejecución inmediata las partes cumplen con todos sus derechos y
obligaciones en el mismo momento de la celebración del contrato.

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El ejemplo más evidente es el de la compraventa al contado de una cosa mueble donde,


contra el pago del precio, se entrega una botella de gaseosa.
Los contratos de ejecución diferida, en cambio, son aquellos en los cuales las partes
postergan el cumplimiento de sus obligaciones para un momento o varios momentos
posteriores. Sucede con la compraventa de un mueble hecho a medida a pagar en un plan
de cuotas; tanto el pago del precio como la entrega se difieren en el tiempo y pueden o no
coincidir en el plazo estipulado.
Una de las consecuencias prácticas más relevantes que ha extraído la doctrina se vincula
con que la revisión del contrato por excesiva onerosidad sobreviniente (teoría de la
imprevisión) solo puede alcanzar a los contratos de ejecución diferida. La aplicación del
instituto de la lesión, en cambio, puede alcanzar ambos supuestos.
3. Contratos de ejecución instantánea y de tracto sucesivo
No debe confundirse esta distinción con la explicada anteriormente. La ejecución instantánea
implica el cumplimiento de una sola vez, de un modo único, suficiente para agotar el negocio.
En este contexto, y según lo visto antes, esa circunstancia puede tener lugar de manera
inmediata o diferida en el tiempo.
En el contrato de tracto sucesivo, en cambio, las prestaciones tienen lugar de modo
continuado o periódico, tal como sucede por ejemplo con la locación de inmuebles. El inicio
de las prestaciones puede tener lugar inmediatamente de celebrado el contrato (y en ese
caso será de ejecución inmediata) o bien a partir de una fecha que tenga lugar un tiempo
después de celebrado (y será entonces de ejecución diferida).
4. Contratos de larga duración
En este tipo de contratos, el vínculo que une a las partes, y por ende sus obligaciones, no
debe entenderse como un vínculo aislado sino como un verdadero proceso destinado a durar
en el tiempo asentado en los principios de buena fe y lealtad contractual. Sirven como
ejemplo los contratos de suministro.
Es así que el artículo 1011 del Código Civil y Comercial prevé:
En los contratos de larga duración el tiempo es esencial para el cumplimiento del objeto, de
modo que se produzcan los efectos queridos por las partes o se satisfaga la necesidad que
las indujo a contratar. Las partes deben ejercitar sus derechos conforme con un deber de
colaboración, respetando la reciprocidad de las obligaciones del contrato, considerada en
relación a la duración total.
La parte que decide la rescisión debe dar a la otra la oportunidad razonable de renegociar de
buena fe, sin incurrir en ejercicio abusivo de los derechos.
Como su propia lectura lo demuestra, la norma apunta a la importancia del factor tiempo en
este tipo de contratos. Esto pone de especial manifiesto las dificultades que puede acarrear
el hecho de que alguna de las partes pretenda tanto la extinción del contrato de forma
abrupta e incausada como la inmodificabilidad absoluta de sus cláusulas; pues es esencial
aquí la voluntad de renegociación sobre la base de los principios de buena fe y lealtad que
gobiernan la materia.

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1. La declaración expresa y tácita de la voluntad

La expresión positiva es aquella que se exterioriza “oralmente, por escrito, por signos
inequívocos o por la ejecución de un hecho material”; la tácita “resulta de los actos por los
cuales se puede conocer con certidumbre.
No presenta mayores complicaciones la expresión positiva oral o escrita. Pero se ha
controvertido el carácter de manifestación de la voluntad que se infiere de los “signos
inequívocos” o bien de todas aquellas situaciones de las cuales la ley deriva la existencia de
una voluntad, ya que se asemejan bastante a la manifestación tácita de la voluntad, la cual,
requiere siempre de una inferencia interpretativa de un comportamiento o conducta.
El concepto de la declaración tácita de la voluntad se explica en razón de que no es
necesario que la declaración de voluntad se realice siempre mediante una actitud o
conductas que tiendan directamente a la declaración de tal voluntad; sino que puede
declararse indirectamente, con palabras y actos que tengan otro fin próximo pero de los
cuales pueda inferirse el sentido de la voluntad negocial.

2. El silencio como manifestación de la voluntad


En sentido jurídico no se circunscribe a la ausencia de palabra oral. Comprende también la
ausencia de escritura y de cualquier otro acto capaz de interpretarse como una forma de
expresión que permita inferir la voluntad de una persona. El lenguaje gestual no es silencio ni
lo es ninguna expresión codificada.
El principio es que el silencio no es válido como manifestación de voluntad, ni como
asentimiento ni rechazo salvo “en los casos en que haya un deber de expedirse que puede
resultar de la ley, de la voluntad de las partes, de los usos y prácticas, o de una relación
entre el silencio actual y las declaraciones precedentes”. El silencio puede producir una
obligación:

(i) Acuerdo entre las partes: consecuencia lógica de la autonomía de la voluntad y la libertad
para contratar de las personas. Son las propias partes del contrato quienes, de antemano,
prevén efectos jurídicos específicos para el silencio.

(ii) La obligación de expedirse por la ley: existe cuando se impone una carga o una sanción
que consiste específicamente en dar por presumido el consentimiento.

(iii) El silencio frente a los usos y prácticas: prevista en el artículo 1, el 1063 y el 964, inci c.

(iv) Relación entre el silencio y las declaraciones precedentes: se presenta cuando se guarda
silencio si de este resulta, atendiendo las circunstancias exteriores o precedentes que lo
acompañen, una voluntad declarada en forma inequívoca o con certidumbre.

3. La recepción de la voluntad declarada

Toda declaración requiere de cierta posibilidad de reconocimiento por parte de los terceros,
ya que de lo contrario serían irrelevantes. La voluntad declarada llega a la otra parte
mediante una recepción efectiva o una recepción ficta.
En el primer caso, se trata de una comunicación verbal que la otra parte reconoce recibir o
que surge entregada en sus propias manos.

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En el segundo, en cambio, puede ocurrir que la declaración llegue pero no sea efectivamente
conocida por el receptor sin perjuicio de lo cual la norma le imputa igualmente sus efectos.
Lo trascendente es que ingrese en la esfera del control del destinatario.

III. La fase previa y la gestación del contrato

El artículo 971 prevé: “Formación del consentimiento. Los contratos se concluyen con la
aceptación de una oferta o por una conducta de las partes que sea suficiente para demostrar
la existencia de un acuerdo”.

Un “comportamiento concluyente”, refiera a ciertos actos con virtualidad expresiva de una


actitud de asunción de un compromiso en particular.
Un contrato requiere de contactos previos entre los interesados -“Las tratativas previas”- que
comprenden comunicaciones entre sujetos que carecen de los elementos para ser
consideradas ofertas; Tienen ineptitud para concluir el contrato y con ellas, los sujetos
intentan determinar la oportunidad de celebrar un contrato. Aparecen como instancia
necesaria de construcción de un umbral básico de entendimiento que sirva de plataforma
para la negociación futura.

Artículo 990: “Las partes son libres para promover tratativas dirigidas a la formación del
contrato, y para abandonarlas en cualquier momento”, y seguidamente, en el refuerzo de la
regla de la buena fe:

Durante las tratativas preliminares, y aunque no se haya formulado una oferta, las partes
deben obrar de buena fe para no frustrarlas injustificadamente.
El incumplimiento de este deber genera la responsabilidad de resarcir el daño que sufra el
afectado por haber confiado, sin su culpa, en la celebración del contrato (art. 991).

IV. La oferta
1. Naturaleza jurídica de la oferta y aceptación: acto jurídico o acto prenegocial

La oferta es un acto jurídico unilateral y recepticio. Su finalidad es ser dirigida para


conocimiento de otra persona diferente de la que la emite y tiene por intención el promover la
creación de un contrato.
Para ser eficaz, debe revestir los requisitos del art 260 del Código Civil y Comercial:
discernimiento, intención y libertad. (Es un acto juridico)
Otros sostienen que la oferta como manifestación unilateral de voluntad encaminada a la
celebración de un contrato no puede surtir efectos sin el concurso de la aceptación del
destinatario y que, por tanto, no puede aspirar a revestir el carácter de negocio jurídico.
Desde este punto de vista, la oferta es un simple acto voluntario susceptible de producir los
efectos previstos por la ley revistiendo entonces el ropaje de simple acto lícito y no de acto
jurídico.

2. La oferta contractual
(i) Concepto.

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Art 972 del Código: “La oferta es la manifestación dirigida a persona determinada o
determinable, con la intención de obligarse y con las precisiones necesarias para establecer
los efectos que debe producir de ser aceptada”.

Es una proposición unilateral que una de las partes dirige a la otra para celebrar con ella un
contrato. No es un acto preparatorio del contrato sino que es una de las declaraciones
contractuales. Así, pues, sólo hay oferta cuando el contrato puede quedar cerrado
(perfeccionado) con la mera aceptación de la otra parte, sin necesidad de una ulterior
declaración del que hizo la oferta.

(ii) Recaudos de la oferta.

a) Dirigida a persona determinada o determinable: la declaración de voluntad destinada a


crear un contrato debe estar dirigida a alguien en particular con quien se pretende hacer
nacer esas relaciones jurídicas de carácter patrimonial.
La de “persona determinable” es propio de la flexibilización de la contratación moderna. (Por
ejemplo, ofrecer la celebración de un contrato a todos los presentes en un lugar
determinado, como podría ser el aula de una facultad).

b) Intención de obligarse del oferente: hace a la seriedad de la declaración unilateral de


voluntad emitida por el oferente e implica asumir las consecuencias obligacionales en caso
de que sea aceptada.
Existen declaraciones de voluntad que se realizan en broma (animus jocandi), o con la
intención de enseñar (animus docendi), o con la mera finalidad de autoinformación, como un
pedido de informes sobre la existencia de determinadas mercaderías que por carecer de
este elemento – intención de obligarse– no constituyen oferta.

c) Autosuficiencia de la oferta: completitud de la oferta. Solo bastará la aceptación para que


el contrato quede perfeccionado. La oferta deberá realizarse de forma tal que se esté en
condiciones de conocer el alcance de las obligaciones que surgen del acuerdo y decidir si
quiere o no contratar.

Invitación a ofertar.

Artículo 973: La oferta dirigida a personas indeterminadas es considerada como invitación


para que hagan ofertas, excepto que de sus términos o de las circunstancias de su emisión
resulte la intención de contratar del oferente. En este caso, se la entiende emitida por el
tiempo y en las condiciones admitidas por los usos.

La invitación a ofertar es entendida como la solicitud hecha a una o varias personas para que
se hagan oferentes de un contrato. Se diferencia de la oferta en que no requiere ser
completa, es decir, no debe referenciar todos los elementos esenciales del contrato en miras,
aun cuando quien formula la invitación establezca los parámetros dentro de los cuales debe
ofertarse. Se trata de una convocatoria y no de una proposición.
Tal invitación carece de carácter vinculante para quien la efectúa reservándose el derecho a
rechazarlas. Para que haya contrato quien formula la invitación a ofertar debe aceptar alguna
de las ofertas realizadas de conformidad a su convocatoria.
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Conviene señalar, que el supuesto que aquí estudiamos difiere de los efectos de la
publicidad que el artículo 1103 dispone para el contrato de consumo. Sucede que la
publicidad que el proveedor realiza de sus bienes, con las modalidades y precisiones que en
ella se hayan establecido, lo obliga al integrar la etapa negocial previa a la celebración del
contrato.

(v) Efecto vinculante de la oferta.


Dispone el artículo 974: La oferta obliga al proponente, a no ser que lo contrario resulte de
sus términos, de la naturaleza del negocio o de las circunstancias del caso. La oferta hecha
a una persona presente o la formulada por un medio de comunicación instantáneo, sin
fijación de plazo, sólo puede ser aceptada inmediatamente. Cuando se hace a una persona
que no está presente, sin fijación de plazo para la aceptación, el proponente queda obligado
hasta el momento en que puede razonablemente esperarse la recepción de la respuesta,
expedida por los medios usuales de comunicación. Los plazos de vigencia de la oferta
comienzan a correr desde la fecha de su recepción, excepto que contenga una previsión
diferente.

(vi) Retractación de la oferta.


El Código Civil y Comercial determina que la oferta puede ser revocable o irrevocable. La
regla es que la oferta con plazo es irrevocable a menos que se diga expresamente lo
contrario. No obstante, y sobre la base de lo previsto por el artículo 975, la oferta es
susceptible de ser retirada si esa decisión llega al destinatario antes o simultáneamente con
la oferta.

Podemos resumirlo entonces de esta manera:


- Cualquier oferta, incluso concebida como irrevocable o con plazo de vigencia, dirigida a
persona determinada, es eficazmente retirada si la comunicación llega al destinatario antes o
al mismo tiempo que la oferta (art. 975). La norma se justifica a poco que se piense que
mientras la oferta no llegue a conocimiento del destinatario no produce efectos jurídicos y, de
ese modo, mal pudo haber creado una expectativa en su persona. De esta forma, quien la
emitió podrá cambiar de idea y retractar la oferta.
- Después de la recepción de la oferta, y mientras esté vigente, solo puede ser retirada si ha
sido concebida expresamente como revocable.

(vii) Caducidad de la oferta.

Media caducidad de la oferta cuando, por circunstancias atinentes a la persona del oferente
hacia la actitud del destinatario, pierde toda virtualidad. Ello ocurre cuando: a) es rechazada;
b) vence el plazo fijado por el proponente; c) queda sin efecto la oferta sin plazo o d) muere o
se incapacita el oferente.

a) Oferta rechazada: El destinatario no la acepta o la rechaza de plano. También cuando


realiza una nueva propuesta, pues muta en una nueva oferta.
b) Vencimiento del plazo de la oferta: En ocasiones, el oferente fija un término demarcando
el plazo dentro del cual debe producirse la aceptación. Su transcurso sin la correspondiente
aceptación determina la caducidad de la propuesta.
c) Oferta sin plazo: “la oferta hecha a una persona presente o la formulada por un medio de
comunicación instantáneo, sin fijación de plazo, sólo puede ser aceptada inmediatamente”.
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“Cuando se hace a una persona que no está presente, sin fijación del plazo para la
aceptación, el proponente queda obligado hasta el momento en que puede razonablemente
esperarse la recepción de la respuesta, expedida por los medios usuales de comunicación”.
Una oferta sin plazo no puede ser asimilada a una oferta perpetua, sino, por el contrario,
impone la determinación razonable de su vigencia adecuada a las circunstancias del negocio
propuesto.

d) Fallecimiento o incapacidad del oferente: la propuesta pierde eficacia si el oferente fallece


o pierde su capacidad de contratar “antes de la recepción de su aceptación”. Daño al interés
negativo: quien “aceptó la oferta ignorando la muerte o incapacidad del oferente y que a
consecuencia de su aceptación ha hecho gastos o sufrido pérdidas tiene derecho a reclamar
su reparación”.

(viii) La oferta irrevocable.


La oferta es por naturaleza revocable. Sin embargo, esta cualidad puede ser sujeta a
modalidad, o bien al establecer el oferente un término dentro del cual se compromete a
mantener la oferta, o bien por renunciar a la facultad de revocarla dentro de determinado
plazo o sin término para ello. Quiere decir que la regla es que el ofertante puede renunciar a
la facultad de revocar y se transforma en una declaración de voluntad obligatoria en el
sentido de que se obliga a mantener su oferta, y el aceptante puede, durante ese tiempo,
aceptarla.

V. La aceptación

1. La aceptación de la oferta

El primer requisito de la aceptación es su identidad con la oferta.

artículo 979: toda declaración o acto del destinatario que revela conformidad con la oferta
constituye aceptación. esta operación no agrega ni un punto a la oferta original. A la oferta le
caben los requisitos de completitud y autosuficiencia, pero a la aceptación le basta un “sí,
acepto”.
Una aceptación que no coincida totalmente con la oferta, porque le introduce un aditamento
o le efectúa cualquier variación, no produce efectos jurídicos como tal sino que se convierte
en una nueva oferta.

artículo 978: Para que el contrato se concluya, la aceptación debe expresar la plena
conformidad con la oferta. Cualquier modificación a la oferta que su destinatario hace al
manifestar su aceptación, no vale como tal, sino que importa la propuesta de un nuevo
contrato, pero las modificaciones pueden ser admitidas por el oferente si lo comunica de
inmediato al aceptante.¨(1)

(1) No obstante, la aceptación puede contener una oferta alternativa, sin que implique
rechazo de la oferta originaria; en efecto, al aceptar, puede hacerse una contraoferta y
si esta es rechazada, quedar firme el contrato en los términos de la oferta primigenia.
Es el caso de quien acepta los términos ofertados, pero, por ejemplo, en cambio del
pago al contado, ofrece financiación con mayor precio, pero para el caso de no ser
aceptada esta variante deja firme la condición de venta ofrecida originalmente.
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Por otro lado, y excepcionalmente, la aceptación puede implicar algo más que una simple
conformidad a la oferta: ello sucede en las ofertas que deliberadamente dejan librado al
aceptante la facultad de completar algún punto en forma expresa.

2. La aceptación como manifestación de la voluntad


La aceptación, como un modo de expresión de la voluntad, puede ser efectuada en forma
expresa o tácita. Se aplica concretamente la regla del artículo 979 del código:

Toda declaración o acto del destinatario que revela conformidad con la oferta constituye
aceptación. El silencio importa aceptación sólo cuando existe el deber de expedirse, el que
puede resultar de la voluntad de las partes, de los usos o de las prácticas que las partes
hayan establecido entre ellas, o de una relación entre el silencio actual y las declaraciones
precedentes.

3. La retractación de la aceptación
El artículo 981 del Código Civil y Comercial dispone: “La aceptación puede ser retractada si
la comunicación de su retiro es recibida por el destinatario antes o al mismo tiempo que ella”.
Oferta y aceptación son actos jurídicos unilaterales y recepticios que deben concurrir sobre
el mismo objeto y causa para que exista contrato. (lo aplicado a la retractación de la oferta se
aplica a la retractación de la aceptacion)

VI. Perfeccionamiento del contrato


1. Distintos sistemas para la formación del consentimiento

Hasta finales del siglo XVIII, el concepto de distancia se correspondía con el de tiempo. A
mayor distancia mayor tiempo, porque el correo así lo requería. Esto cambió con el teléfono,
porque se tardaba lo mismo en conversar con alguien a cien metros que a cien kilómetros.
Contratar no es cosa de un instante sino de un proceso temporal, debe establecerse cuándo
y dónde queda celebrado el contrato.

(i) Teoría de la declaración: el contrato se perfecciona en el lugar y momento en que se


verifica la exteriorización de la voluntad de aceptar la oferta. Demolombe: el contrato exige el
concurso de dos voluntades, y estas han concurrido desde el momento en que la aceptación
de la oferta tiene lugar; luego, desde ese momento, el contrato está formado.

(ii) Teoría de la información: para que el contrato se encuentre perfeccionado es necesario


que se tenga noticia de la aceptación. Ej.: si la aceptación se exteriorizó mediante una carta,
será necesario que esa carta sea leída. Se sostiene, como apoyo, que es recién entonces
que concurren ambas voluntades.

(iii) Teoría de la expedición: (ubicada entre las 2 anteriores) para que el contrato se
perfeccione, “que el aceptante se haya desprendido de su exteriorización de voluntad; que la
carta escrita que pone en evidencia la voluntad del aceptante sea enviada o este el buzón.

(iv) Teoría de la recepción: exige que la declaración del aceptante llegue a poder del oferente
sin que sea necesario que este tome conocimiento de ella. Ejemplo: que la carta haya sido
recibida.
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2. Contrato entre presentes en el Código Civil y Comercial

En la contratación entre presentes la respuesta debe ser inmediata, de lo contrario la oferta


perdería virtualidad jurídica . Artículo 980: “La aceptación perfecciona el contrato: a) entre
presentes, cuando es manifestada; b) entre ausentes, si es recibida por el proponente
durante el plazo de vigencia de la oferta”.

VII. Formación del contrato plurilateral

1. Texto legal
Artículo 977 del Código Civil y Comercial: Si el contrato ha de ser celebrado por varias
partes, y la oferta emana de distintas personas, o es dirigida a varios destinatarios, no hay
contrato sin el consentimiento de todos los interesados, excepto que la convención o la ley
autoricen a la mayoría de ellos para celebrarlo en nombre de todos o permitan su conclusión
sólo entre quienes lo han consentido.

2. Concepto de contratos plurilaterales y formación del consentimiento

En los contratos plurilaterales lo esencial es la presencia de más de dos centros de interés.


En este tipo de contrato, que se suele identificar con el asociativo, lo característico además
de lo ya apuntado es un esfuerzo conjunto para el desarrollo de una actividad teniendo en
miras un fin común.
Esta categoría de contratos presenta como excepción que, frente a la oferta de contrato y en
función de la existencia de más de dos centros de interés, la no concurrencia de uno de ellos
no afecta al perfeccionamiento del contrato en la medida que la ley o la voluntad de las
partes así lo admita.

VIII. Acuerdos parciales

2. La solución legal
El artículo 982 del Código Civil y Comercial le reconoce virtualidad a los acuerdos parciales
de esta forma:
Los acuerdos parciales de las partes concluyen el contrato si todas ellas, con la formalidad
que en su caso corresponda, expresan su consentimiento sobre los elementos esenciales
particulares. En tal situación, el contrato queda integrado conforme a las reglas del Capítulo
1. En la duda, el contrato se tiene por no concluido. No se considera acuerdo parcial la
extensión de una minuta o de un borrador respecto de alguno de los elementos o de todos
ellos.

3. La formación progresiva del contrato: las minutas, borradores, cartas de intención


Las negociaciones suelen producir “papeles de trabajo” cuyo contenido y finalidad resulta de
variado alcance. En general, puede decirse que suelen testimoniar los avances obtenidos en
aspectos parciales de la negociación, pues para la continuidad en el proceso consensual es
esperable que las partes pretendan pisar en firme para avanzar hacia la siguiente etapa.

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Recuerda Rivera que el diccionario de la Real Academia define a la minuta como el “extracto
o borrador que se hace de un contrato, y otra cosa, anotando las cláusulas o partes
esenciales, para copiarlo después y extenderlo con todas las formalidades necesarias para
su perfección”, mientras que al borrador como “escrito provisional en que pueden hacerse
modificaciones”.
El elemento común es su provisoriedad. el código les niega carácter vinculante, con
independencia del valor interpretativo que puedan tener llegado el caso.
Luego, la solución debe ser también concordada con lo previsto por el artículo 993 y las
cartas de intención, nominación que comprende a los “instrumentos mediante los cuales una
parte, o todas ellas, expresan un consentimiento para negociar sobre ciertas bases, limitado
a cuestiones relativas a un futuro contrato”. Se les asigna un carácter limitado a partir de
aconsejar una interpretación restrictiva a la hora de asignar efectos vinculantes y se agrega:
“sólo tienen la fuerza obligatoria de la oferta, si cumplen sus requisitos”.

II. Definición del contrato por adhesión

Artículo 984 del Código Civil y Comercial: “El contrato por adhesión es aquel mediante el
cual uno de los contratantes adhiere a cláusulas generales predispuestas unilateralmente,
por la otra parte o por un tercero, sin que el adherente haya participado en su redacción”.

Diez-Picazo: contratos por negociación son aquellos en que las partes debaten, discuten o,
por lo menos, se encuentran en posición de debatir y discutir el contenido del que el futuro
contrato ha de ser dotado. Son contratos por adhesión aquellos en que existe una previa pre-
redacción unilateral del contrato que es obra de una de las partes contratantes, por medio de
formularios, impresos, pólizas o modelos preestablecidos y a la otra solo le es permitido
declarar su aceptación o eventualmente su rechazo.

III. Ámbito de aplicación de esta categoría contractual

Es trascendente entender que no necesariamente la existencia de un contrato por adhesión


da lugar a que hablemos de un contrato de consumo: eso explica, en definitiva, la existencia
de esta categoría. En este sentido, es absolutamente habitual que el régimen de adhesión
tenga lugar también entre empresas (por ejemplo, para contratar un transporte de
mercaderías o un seguro) que distan de presentar las condiciones de vulnerabilidad propias
del consumidor constitucionalmente tutelado. La adhesión es en definitiva una
caracterización de cómo tiene lugar el acto unilateral de aceptación que integra el
consentimiento.
La comisión que elaboró el proyecto del Código explica que el sistema queda ordenado asi:

a.- Contratos discrecionales: en ellos hay plena autonomía privada.


b.- Contratos celebrados por adhesión: cuando se demuestra que hay una adhesión a
cláusulas generales redactadas previamente por una de las partes, hay una tutela basada en
la aplicación de este régimen.
c.- Contratos de consumo: cuando se prueba que hay un contrato de consumo, se aplica el
Título III, sea o no celebrado por adhesión, ya que este último es un elemento no tipificante.

IV. Requisitos de eficacia de las cláusulas generales predispuestas


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Las cláusulas generales normalmente se redactan para ser utilizadas en todos los contratos
de la misma especie. El ejemplo más claro se ve con los contratos de seguros: contienen
disposiciones que son aplicadas a todos los contratos de la misma naturaleza, como por
ejemplo de responsabilidad civil por accidentes de automotores. Su carácter de
predispuestas, desde ya, se entiende desde que son determinadas unilateralmente por una
de las partes.
Son requisitos exigibles a estas cláusulas para que sean válidas: a) ser comprensibles; b)
ser autosuficientes; c) contener redacción clara; d) lucir completas y e) ser fácilmente
inteligibles.
Se penalizan, en cambio, con nulidad aquellas que efectúen un reenvío a textos o
documentos que no se facilitan a la contraparte del predisponente previa o simultáneamente
a la celebración del contrato.
A estos requisitos se agrega la cuestión vinculada a la redacción y el idioma.
La sanción para aquellas cláusulas que infrinjan estas reglas es la nulidad parcial. Artículo
389

V. Cláusulas particulares
Los contratos celebrados por adhesión a cláusulas predispuestas comprenden la
negociación e inclusión de una cláusula particular que complementa aquellas generales que
recién explicamos.
Puede ocurrir, en este contexto, que algún aspecto de la cláusula particular se contraponga
con lo estipulado en las condiciones generales: siempre prevalecerá la cláusula particular, ya
que en definitiva fue fruto de la negociación entre las partes.
VI. Interpretación
El artículo 987 “Las cláusulas ambiguas predispuestas por una de las partes se interpretan
en sentido contrario a la parte predisponente”.
La regla de interpretación contra el autor del contrato tipo o sometido a cláusulas
predispuestas o condiciones generales, implica que cuando el contrato revela ambigüedad u
oscuridad, debe ser entendido en favor del adherente a las condiciones predispuestas.5

VII. Cláusulas abusivas


1. Texto legal
Dispone así el artículo 988: se deben tener por no escritas: a) las cláusulas que
desnaturalizan las obligaciones del predisponente; b) las que importan renuncia o restricción
a los derechos del adherente, o amplían derechos del predisponente que resultan de normas
supletorias; c) las que por su contenido, redacción o presentación, no son razonablemente
previsibles.

2. Cláusulas que desnaturalizan las obligaciones del predisponente


Este tipo de cláusulas son aquellas que excluyen del plan prestacional la obligación esencial
que caracteriza al contrato. Ejemplo: las que liberan al propietario del garaje de su obligación
de custodia o bien al banco que ofrece el servicio de cajas de seguridad.

3. Cláusulas que importan renuncia o restricción de los derechos del adherente o amplían los
derechos del predisponente que provienen de normas supletorias: todos aquellos supuestos
en los que se actúa en agravamiento de las circunstancias del no predisponente. Por

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ejemplo, a través de la renuncia de defensas, de la imposición de una cláusula arbitral, de la


restricción de los medios probatorios…

4. Las cláusulas sorpresivas


En última instancia, el artículo 988 del código prevé el carácter abusivo de aquellas cláusulas
que “por su contenido, redacción o presentación, no son razonablemente previsibles”.

5. Control de las cláusulas abusivas


“La aprobación administrativa de las cláusulas generales no obsta a su control judicial…”.

Lo primero ocurre de manera previa a la contratación y muchas veces previsto por distintas
normas. Sirve el ejemplo de los contratos de seguros a partir de las facultades otorgadas por
las leyes Nº 20091 y 17418 a la Superintendencia de Seguros de la Nación. Luego, sí, tiene
lugar el control por parte de los jueces en el caso concreto que es sometido a su
conocimiento.
El control administrativo previo no impide que los jueces declaren abusiva esa cláusula ya
revisada con anterioridad.

En el año 2016 la Ley Nº 27266 modificó el artículo 38 de la Ley de Defensa del Consumidor
y dispuso: La autoridad de aplicación vigilará que los contratos de adhesión o similares, no
contengan cláusulas de las previstas en el artículo anterior. La misma atribución se ejercerá
respecto de las cláusulas uniformes, generales o estandarizadas de los contratos hechos en
formularios, reproducidos en serie y en general, cuando dichas cláusulas hayan sido
redactadas unilateralmente por el proveedor de la cosa o servicio, sin que la contraparte
tuviere posibilidades de discutir su contenido.
Todas las personas físicas o jurídicas, de naturaleza pública y privada, que presten servicios
o comercialicen bienes a consumidores o usuarios mediante la celebración de contratos de
adhesión, deben publicar en su sitio web un ejemplar del modelo de contrato a suscribir.
Asimismo, deben entregar sin cargo y con antelación a la contratación, en sus locales
comerciales, un ejemplar del modelo del contrato a suscribir a todo consumidor o usuario
que así lo solicite. En dichos locales se exhibirá un cartel en lugar visible con la siguiente
leyenda: “Se encuentra a su disposición un ejemplar del modelo de contrato que propone la
empresa a suscribir al momento de la contratación.

6. La nulidad como sanción para las cláusulas abusivas

“Cuando el juez declara la nulidad parcial del contrato, simultáneamente lo debe integrar, si
no puede subsistir sin comprometer su finalidad”.

De la propia lectura del precepto legal se advierte que la solución en este punto difiere de la
consagrada en el artículo 389 para el régimen general de nulidades. Allí se prevé:

Nulidad total es la que se extiende a todo el acto. Nulidad parcial es la que afecta a una o
varias de sus disposiciones. La nulidad de una disposición no afecta a las otras
disposiciones válidas, si son separables. Si no son separables porque el acto no puede
subsistir sin cumplir su finalidad, se declara la nulidad total. En la nulidad parcial, en caso de
ser necesario, el juez debe integrar el acto de acuerdo a su naturaleza y los intereses que
razonablemente puedan considerarse perseguidos por las partes.
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Es así que en materia de cláusulas abusivas, en cambio, el artículo 989 prescinde de la


valoración de la separabilidad y requiere en todo caso la integración judicial si al invalidarse
la cláusula abusiva el contrato quedase afectado en su finalidad. La inteligencia de la
solución legal es, en todo caso, la subsistencia del contrato.

2. El objeto del contrato en el Código Civil y Comercial

Supuestos de falta de objeto del acto jurídico artículo 279: El objeto del acto jurídico no debe
ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres,
al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede
ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea.

Establece en el artículo 1003 que “Debe ser lícito, posible, determinado o determinable,
susceptible de valoración económica y corresponder a un interés de las partes, aun cuando
éste no sea patrimonial”, y en el artículo 1004 reitera prohibiciones: No pueden ser objeto de
los contratos los hechos que son imposibles o están prohibidos por las leyes, son contrarios
a la moral, al orden público, a la dignidad de la persona humana, o lesivos de los derechos
ajenos; ni los bienes que por un motivo especial se prohíbe que lo sean.

El legislador suprime toda referencia a la prestación como a la finalidad tenida en miras por
los contratantes. El objeto del contrato está constituido por los bienes y hechos
(conductas). No debe confundirse el objeto del contrato con el de la obligación.
La obligación es un efecto del acto jurídico y su objeto es la prestación (dar, hacer o no
hacer). De modo que en un contrato de compraventa de inmuebles la cosa vendida y el
precio constituyen su objeto, mientras que la entrega del inmueble y el pago del precio en
dinero configuran las prestaciones.

III. Condiciones que debe reunir el objeto de los contratos


1. Texto legal y enunciación previa

Es así que sobre la base de los art 279, 1003 y 1004 del Código el objeto del contrato debe
ser:
- lícito;
- posible;
- determinado o determinable;
- susceptible de valoración económica;
- debe corresponder a un interés de las partes;
- no debe ser contrario a la moral y a las buenas costumbres;
- no debe afectar la dignidad de la persona humana.

2. La licitud del objeto


Un requisito esencial del objeto del contrato es la licitud: os bienes o hechos objeto del
contrato, integralmente considerado, deben ser lícitos.
La doctrina y la jurisprudencia identifican si la ilicitud recae en el objeto o en la causa. Si se
desprende del propio contenido del contrato; o si recae en el móvil o finalidad perseguida por

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las partes, a pesar de que el contrato se presente como ajustado a los requisitos legales de
licitud, en cuyo caso el elemento afectado será la causa.
Los hechos ilícitos tampoco pueden ser objeto de los actos jurídicos. La licitud del acto es
una exigencia primaria. Ejemplo: el objeto de un acto jurídico no puede consistir en la
formación de una sociedad para cometer delitos o para vender influencias, como tampoco la
celebración de un contrato de servicios profesionales con un sujeto que carece de título
habilitante.

3. Posible
Tenemos que decir, en principio, que la posibilidad debe ser tanto material como jurídica.
Para ser imposible, el hecho no debe ser factible de realizar para ninguna persona; si otros
pueden pero el deudor no, será incumplimiento y no imposibilidad. La ineptitud de la parte se
traduce en un incumplimiento de la prestación.
Imposibilidad: tocar el cielo con las manos (imposibilidad física) o constituir una hipoteca
sobre un bien mueble en lugar de un inmueble (imposibilidad jurídica).

4. Determinable
(i) Regla general.
El objeto del contrato debe ser determinado o determinable. Es determinado cuando las
partes, al celebrar el negocio, precisan con exactitud cuál es su objeto: un inmueble Padua
N° 10 de CABA.
Será en cambio determinable cuando estén identificados su especie o género aunque no lo
esté su cantidad. Bueres: es nulo el contrato por carecer de objeto determinado cuando se
acuerda genéricamente la venta de un animal, porque puede ser un perro, una vaca o un
gato; pero es eficaz la venta de un caballo, pues la cosa en este caso está determinada en
su especie.

(ii) Bien determinado por su especie o género.


A falta de precisiones sobre el objeto del contrato, resultan aplicables:

- si la obligación es de género, y no resulta otra cosa de lo acordado entre las partes, la


elección será hecha por el deudor y recaerá en una cosa de calidad media (art. 762);
- si la obligación es de género limitado (art. 785), se aplican las reglas de las obligaciones
alternativas y puede el deudor elegir entre cualquiera de ellas (art. 779).

(iii) Determinación por un tercero.


Las partes pueden delegar la determinación del objeto en cabeza de un tercero. Si por
alguna hipótesis, el tercero designado no llegara a determinar el precio, por ejemplo por su
muerte o la restricción de su capacidad, y las partes no previeron un modo de sortear esa
imposibilidad, podrán recurrir al proceso judicial más abreviado para determinar el objeto
contractual.

5. Conforme a la moral y a las buenas costumbres


Hay autores que vinculan las buenas costumbres con aquellos hábitos o comportamientos
observables en una comunidad, que se encuentran legitimados por ser los mayoritariamente
practicados por sus miembros, en un momento determinado de su evolución histórica.
Concepto mutable, de contenido variable y sujeto a una permanente revisión.

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6. No debe afectar la dignidad humana


los contratos en los cuales se menoscabe al ser humano, como los que impliquen el
sometimiento a alguna forma de servidumbre o esclavitud, los que impliquen el
aprovechamiento económico de personas con disminuciones físicas, etc… “contratos
deshumanizantes”

7. No debe ser contrario al orden público


“El orden público es una organización social de la comunidad o sus principios fundamentales
y rectores que quedan sustraídos a la disponibilidad de los particulares”.

8. Debe ser susceptible de valoración económica y responder a un interés de las partes

El artículo 1003 establece que el objeto del contrato debe ser susceptible de valoración
económica. La prestación de la obligación siempre debe tener contenido patrimonial, y el
interés protegido, que puede ser humano, científico, cultural, etc., y siempre será, en
definitiva, digno de tutela.

VI. Bienes futuros

1. Principio general y supuestos admitidos


El artículo 1007 : “Los bienes futuros pueden ser objeto de los contratos. La promesa de
transmitirlos está subordinada a la condición de que lleguen a existir, excepto que se trate de
contratos aleatorios”.

las posibilidades de contratar sobre bienes futuros variarán fundamentalmente según se trate
de un contrato conmutativo o de uno aleatorio.

(i) Contrato conmutativo sobre cosa a construir.


Se trata del contrato conmutativo que prevé que la cosa o bien requiere un proceso de
construcción o de elaboración. Podríamos calificar aquí al inmueble a construir. En este
supuesto, ante la negligencia no habrá posibilidad de reclamar la obligación de entrega, pero
sí la indemnización por incumplimiento.

(ii) Contrato condicionado a la existencia de la cosa futura.


Este supuesto acapara aquellos contratos que versan sobre bienes futuros condicionados a
que lleguen a existir. Puede ser el caso de la cosecha vendida pero no recolectada, en la
que el precio se establece por quintal; la entrega se efectuará de acuerdo a la cantidad
habida y el precio será proporcional a la cantidad.

(iii) Contratos aleatorios.


La última posibilidad, finalmente, es que el contrato sea concebido como aleatorio. Una de
las partes asume el riesgo de que el bien llegue o no a existir.

2. Supuestos en que la ley limita o prohíbe a los bienes futuros como objeto de los contratos

El caso de la compraventa futura del artículo 1131. Se impone al vendedor la obligación de


realizar las tareas y esfuerzos que resulten del contrato o de las circunstancias, para que la
cosa llegue a existir en las condiciones y tiempo convenidos.
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Distinto es el caso de la donación donde los bienes futuros no pueden ser objeto del
contrato. Así lo establece el artículo 1551 en consonancia con el antiguo artículo 1800 del
Código Civil: la donación no puede tener por objeto la totalidad del patrimonio del donante, ni
una alícuota de él, ni cosas determinadas de las que no tenga el dominio al tiempo de
contratar. Si comprende cosas que forman todo el patrimonio del donante o una parte
sustancial de éste, sólo es válida si el donante se reserva su usufructo, o si cuenta con otros
medios suficientes para su subsistencia.

VII. Bienes ajenos GUIA


VIII. Bienes litigiosos, gravados o embargados GUIA

IX. Herencias futuras


1. Principio general
El artículo 1010 establece que: “La herencia futura no puede ser objeto de los contratos
ni tampoco pueden serlo los derechos hereditarios eventuales sobre objetos
particulares…”.
La herencia futura es aquella que todavía no tiene causante. Cualquier persona, aun cuando
fuera a suceder al titular de ese patrimonio, no tiene ningún derecho sobre esos bienes y no
pueden entonces ser objeto de contrato.

2. Distintos supuestos

- en el pacto institutivo: el causante instituye contractualmente a alguien en su


heredero/legatario.
- en el pacto dispositivo: los futuros herederos realizan contratos con terceros, onerosos o
gratuitos, que tienen por objeto los bienes que eventualmente integrarán la herencia;
- el pacto renunciativo: es aquel por el cual el futuro heredero abdica de los derechos que
pudieran corresponderle;
- el pacto distributivo: es aquel por el cual los herederos dividen su futura herencia.

3. Pactos válidos
El segundo párrafo del artículo 1010 dispone:

Los pactos relativos a una explotación productiva o a participaciones societarias de cualquier


tipo, con miras a la conservación de la unidad de la gestión empresaria o a la prevención o
solución de conflictos, pueden incluir disposiciones referidas a futuros derechos hereditarios
y establecer compensaciones en favor de otros legitimarios. Estos pactos son válidos, sean o
no parte el futuro causante y su cónyuge, si no afectan la legítima hereditaria, los derechos
del cónyuge, ni los derechos de terceros.

Muchas empresas familiares han alcanzado a imponerse en el mercado y perdurar en el


tiempo, como un giro comercial importante e incidencia social. La falta de una regulación
que armonice el derecho sucesorio con esta realidad impide muchas veces realizar
planificaciones a largo plazo por los conflictos personales que suelen acompañar a las
cuestiones hereditarias, entre otros.
Por esto, el Código hizo más flexible la prohibición del pacto de herencia futura, y da validez
a contratos que tiendan a proteger la continuidad de la explotación de la empresa familiar, se
trate o no de una explotación productiva o una participación societaria, que tengan por fin la
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conservación de la unidad de la gestión empresarial o a la prevención o solución de


conflicto (vinculado con los emprendimientos familiares) por un lado, y por otro, que estos
acuerdos no afecten la legítima hereditaria ni los derechos del cónyuge ni de terceros.
En este último caso, puede dar lugar a compensaciones, a fin de no tornar estéril la previsión
legal, de manera tal que impida la validez de lo acordado. El artículo nada dice sobre la
participación del futuro causante y de su cónyuge en este tipo de pactos, de modo que su
viabilidad o no deberá examinarse según las decisiones concretas que se adopten.

X. Contratos de larga duración

1. Características de los contratos involucrados en esta categoría


El artículo 1011 del Código Civil y Comercial dispone: En los contratos de larga duración el
tiempo es esencial para el cumplimiento del objeto, de modo que se produzcan los efectos
queridos por las partes o se satisfaga la necesidad que las indujo a contratar. Las partes
deben ejercitar sus derechos conforme con un deber de colaboración, respetando la
reciprocidad de las obligaciones del contrato, considerada en relación a la duración total.
La parte que decide la rescisión debe dar a la otra la oportunidad razonable de renegociar de
buena fe, sin incurrir en ejercicio abusivo de los derechos.

Messineo, al explicar la clasificación de los contratos señala: En contraposición se perfila la


categoría del contrato de duración, de tracto sucesivo, o de ejecución continuada o periódica,
que es aquel en que al dilatarse el cumplimiento por cierta duración es condición para que el
contrato produzca el efecto querido por las partes y satisfaga la necesidad (durable o
continuada) que las indujo a contratar; la duración no es tolerada por las partes que es
querida por ellas, por cuanto la utilidad del contrato es proporcional a su duración.

Nuestro CC, en relación a estos contratos, toma como elemento definitorio al tiempo, como
esencial para el cumplimiento del objeto. comprende aquellos contratos en los cuales las
inversiones de las partes necesitan que el negocio se ejecute durante determinado tiempo
para amortizar: concesión de un bar o con el alquiler de un inmueble para instalar una
estación de servicio.

2. Deber de colaboración
Es similar al que se exige en las tratativas precontractuales y enfocado a contratos
nominados que ingresan en esta categoría: agencia, franquicia, concesión o distribución.
En vez del contrato irrevocable, fijo, estático y cristalizado de ayer, conocemos un contrato
dinámico, flexible, que las partes deben adaptar para que pueda sobrevivir, aun sacrificando
alguno de sus intereses.
Implica entonces una nueva concepción del contrato. Se trata, en definitiva, de reformular el
contrato constantemente y de mostrar una comprensión dinámica frente a un objeto
contractual de perfil particular en lo vinculado a su extensión temporal.

3. Deber de renegociar
La parte que decide la rescisión debe dar a la otra la oportunidad razonable de renegociar de
buena fe.
La obligación de renegociar, previa a la rescisión contractual, tiene relación con la buena fe y
la equidad. También se explica, desde luego, por el solidarismo contractual: cada parte de un

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contrato debe mostrar colaboración y lealtad con la otra y eso abarca no solo la negociación
previa y la celebración del negocio jurídico, sino también su ejecución y culminación.

1. Causalismo
El causalismo tuvo como principal referente en el siglo XVII a Domat. Este jurista francés
recopiló buena parte de las ideas y concluyó que debían ser incorporadas a los elementos
esenciales de los contratos en el código francés de 1804.
Para esta corriente la causa es un elemento principal del contrato con independencia del tipo
contractual del que se hable. Es posible hallar la causa con características comunes en los
contratos onerosos, donde el compromiso de una de las partes es el fundamento del
compromiso de la otra; en los reales, donde la causa equivale a la prestación que se anticipa
y acepta y obliga a restituir, y en los gratuitos, algún motivo razonable y justo.

2. Anticausalismo
A partir de un artículo publicado en Bélgica por Ernst, la teoría de la causa sufrió embates.
Se refutaba la superposición entre causa y objeto; así, el rol desempeñado por el elemento
causa cabía perfectamente en el marco del objeto.

3. Neocausalismo GUIA

III. Noción de causa fin


Los autores se han referido especialmente a la idea de la finalidad, identificándose la causa
con el fin inmediato que las partes se proponen conseguir al obligarse, o como la razón, el
móvil concreto, individual y variable por el que un contratante se vincula con otro,
permitiendo apreciar el acto en función de los propósitos que han determinado a las partes a
concluirlo.

Artículo 281 “también integran la causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y
hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para
ambas partes”. En esa línea, los Fundamentos del Código Civil y Comercial destacan que la
causa fin abarca tres posibilidades:
a) fin inmediato determinante de la voluntad,
b) motivos exteriorizados e incorporados expresamente y
c) motivos esenciales para ambas partes, supuesto en el cual, pueden ser tácitamente
deducidos.

IV. Presunción de causa en los contratos


El artículo 282 del Código: “Aunque la causa no esté expresada en el acto se presume que
existe mientras no se pruebe lo contrario. El acto es válido aunque la causa expresada sea
falsa si se funda en otra causa verdadera”.
Lo que en definitiva ocurre es que la presunción de causa soluciona el conflicto resultante de
la necesidad de satisfacer la carga de la prueba de la causa. Las personas normalmente se
obligan de forma razonable, y no es habitual, en ese sentido, que alguien se obligue sin
ningún motivo.

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V. Necesidad de causa

Dispone el artículo 282 del Código: que se presume que la causa existe mientras no se
pruebe lo contrario y aunque no esté expresada en el acto.
La solución legal es perfectamente lógica: las personas no se obligan si no tienen al menos
un motivo para hacerlo.
Por esas razones, nuestra ley presume la existencia de causa y solo admite que aquel que
alegue su inexistencia cargue con la prueba de esa afirmación.

VI. Falsa causa en los contratos


El contrato que expresa una causa irreal es válido si se funda en otra causa verdadera,
siempre y cuando esta última sea lícita. Así lo dispone expresamente el artículo 282 . Quien
pretenda la subsistencia del acto debe probar que ese acto tiene causa y que ella es lícita.
Por esa razón, bien puede ocurrir que un negocio jurídico simulado sea válido. Ej.: la
simulación lícita.

VII. Causa ilícita en los contratos


Dispone el artículo 1014 del Código Civil y Comercial: El contrato es nulo cuando: a) su
causa es contraria a la moral, al orden público o a las buenas costumbres; b) ambas partes
lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común. Si sólo una de ellas ha obrado por un
motivo ilícito o inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra, pero ésta
puede reclamar lo que ha dado, sin obligación de cumplir lo que ha ofrecido.

La primera parte del inciso b contempla específicamente el aspecto subjetivo de la causa del
contrato. En esos casos, la norma dispone también la nulidad del contrato cuando ambas
partes lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común.
La segunda parte del inciso b del artículo 1014 se encarga de regular aquellos casos en que
una sola de las partes ha obrado por un motivo ilícito o inmoral. De darse ese supuesto,
podrá la parte que obró sin esa finalidad ilícita reclamar lo que ha dado, sin obligación de
cumplir con lo que ha ofrecido.

1. La declaración expresa y tácita de la voluntad

La expresión positiva es aquella que se exterioriza “oralmente, por escrito, por signos
inequívocos o por la ejecución de un hecho material”; la tácita “resulta de los actos por los
cuales se puede conocer con certidumbre.
No presenta mayores complicaciones la expresión positiva oral o escrita. Pero se ha
controvertido el carácter de manifestación de la voluntad que se infiere de los “signos
inequívocos” o bien de todas aquellas situaciones de las cuales la ley deriva la existencia de
una voluntad, ya que se asemejan bastante a la manifestación tácita de la voluntad, la cual,
requiere siempre de una inferencia interpretativa de un comportamiento o conducta.

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El concepto de la declaración tácita de la voluntad se explica en razón de que no es


necesario que la declaración de voluntad se realice siempre mediante una actitud o
conductas que tiendan directamente a la declaración de tal voluntad; sino que puede
declararse indirectamente, con palabras y actos que tengan otro fin próximo pero de los
cuales pueda inferirse el sentido de la voluntad negocial.

2. El silencio como manifestación de la voluntad


En sentido jurídico no se circunscribe a la ausencia de palabra oral. Comprende también la
ausencia de escritura y de cualquier otro acto capaz de interpretarse como una forma de
expresión que permita inferir la voluntad de una persona. El lenguaje gestual no es silencio ni
lo es ninguna expresión codificada.
El principio es que el silencio no es válido como manifestación de voluntad, ni como
asentimiento ni rechazo salvo “en los casos en que haya un deber de expedirse que puede
resultar de la ley, de la voluntad de las partes, de los usos y prácticas, o de una relación
entre el silencio actual y las declaraciones precedentes”. El silencio puede producir una
obligación:
(i) Acuerdo entre las partes: consecuencia lógica de la autonomía de la voluntad y la libertad
para contratar de las personas. Son las propias partes del contrato quienes, de antemano,
prevén efectos jurídicos específicos para el silencio.
(ii) La obligación de expedirse por la ley: existe cuando se impone una carga o una sanción
que consiste específicamente en dar por presumido el consentimiento.
(iii) El silencio frente a los usos y prácticas: prevista en el artículo 1, el 1063 y el 964, inciso
c.

(iv) Relación entre el silencio y las declaraciones precedentes: se presenta cuando se guarda
silencio si de este resulta, atendiendo las circunstancias exteriores o precedentes que lo
acompañen, una voluntad declarada en forma inequívoca o con certidumbre.

3. La recepción de la voluntad declarada

Toda declaración requiere de cierta posibilidad de reconocimiento por parte de los terceros,
ya que de lo contrario serían irrelevantes. La voluntad declarada llega a la otra parte
mediante una recepción efectiva o una recepción ficta.
En el primer caso, se trata de una comunicación verbal que la otra parte reconoce recibir o
que surge entregada en sus propias manos.
En el segundo, en cambio, puede ocurrir que la declaración llegue pero no sea efectivamente
conocida por el receptor sin perjuicio de lo cual la norma le imputa igualmente sus efectos.
Lo trascendente es que ingrese en la esfera del control del destinatario.
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III. La fase previa y la gestación del contrato


El artículo 971 prevé: “Formación del consentimiento. Los contratos se concluyen con la
aceptación de una oferta o por una conducta de las partes que sea suficiente para demostrar
la existencia de un acuerdo”.
Un “comportamiento concluyente”, refiera a ciertos actos con virtualidad expresiva de una
actitud de asunción de un compromiso en particular.
Un contrato requiere de contactos previos entre los interesados -“Las tratativas previas”- que
comprenden comunicaciones entre sujetos que carecen de los elementos para ser
consideradas ofertas; Tienen ineptitud para concluir el contrato y con ellas, los sujetos
intentan determinar la oportunidad de celebrar un contrato. Aparecen como instancia
necesaria de construcción de un umbral básico de entendimiento que sirva de plataforma
para la negociación futura.
Artículo 990: “Las partes son libres para promover tratativas dirigidas a la formación del
contrato, y para abandonarlas en cualquier momento”, y seguidamente, en el refuerzo de la
regla de la buena fe:
Durante las tratativas preliminares, y aunque no se haya formulado una oferta, las partes
deben obrar de buena fe para no frustrarlas injustificadamente.
El incumplimiento de este deber genera la responsabilidad de resarcir el daño que sufra el
afectado por haber confiado, sin su culpa, en la celebración del contrato (art. 991).

IV. La oferta
1. Naturaleza jurídica de la oferta y aceptación: acto jurídico o acto prenegocial

La oferta es un acto jurídico unilateral y recepticio. Su finalidad es ser dirigida para


conocimiento de otra persona diferente de la que la emite y tiene por intención el promover la
creación de un contrato.
Para ser eficaz, debe revestir los requisitos del art 260 del Código Civil y Comercial:
discernimiento, intención y libertad. (Es un acto juridico)
Otros sostienen que la oferta como manifestación unilateral de voluntad encaminada a la
celebración de un contrato no puede surtir efectos sin el concurso de la aceptación del
destinatario y que, por tanto, no puede aspirar a revestir el carácter de negocio jurídico.
Desde este punto de vista, la oferta es un simple acto voluntario susceptible de producir los
efectos previstos por la ley revistiendo entonces el ropaje de simple acto lícito y no de acto
jurídico.

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2. La oferta contractual
(i) Concepto. Art 972 del Código: “La oferta es la manifestación dirigida a persona
determinada o determinable, con la intención de obligarse y con las precisiones necesarias
para establecer los efectos que debe producir de ser aceptada”.

Es una proposición unilateral que una de las partes dirige a la otra para celebrar con ella un
contrato. No es un acto preparatorio del contrato sino que es una de las declaraciones
contractuales. Así, pues, sólo hay oferta cuando el contrato puede quedar cerrado
(perfeccionado) con la mera aceptación de la otra parte, sin necesidad de una ulterior
declaración del que hizo la oferta.

(ii) Recaudos de la oferta.


a) Dirigida a persona determinada o determinable: la declaración de voluntad destinada a
crear un contrato debe estar dirigida a alguien en particular con quien se pretende hacer
nacer esas relaciones jurídicas de carácter patrimonial.
La de “persona determinable” es propio de la flexibilización de la contratación moderna. (Por
ejemplo, ofrecer la celebración de un contrato a todos los presentes en un lugar
determinado, como podría ser el aula de una facultad).

b) Intención de obligarse del oferente: hace a la seriedad de la declaración unilateral de


voluntad emitida por el oferente e implica asumir las consecuencias obligacionales en caso
de que sea aceptada.
Existen declaraciones de voluntad que se realizan en broma (animus jocandi), o con la
intención de enseñar (animus docendi), o con la mera finalidad de autoinformación, como un
pedido de informes sobre la existencia de determinadas mercaderías que por carecer de
este elemento – intención de obligarse– no constituyen oferta.

c) Autosuficiencia de la oferta: completitud de la oferta. Solo bastará la aceptación para que


el contrato quede perfeccionado. La oferta deberá realizarse de forma tal que se esté en
condiciones de conocer el alcance de las obligaciones que surgen del acuerdo y decidir si
quiere o no contratar.
Invitación a ofertar.
Artículo 973: La oferta dirigida a personas indeterminadas es considerada como invitación
para que hagan ofertas, excepto que de sus términos o de las circunstancias de su emisión
resulte la intención de contratar del oferente. En este caso, se la entiende emitida por el
tiempo y en las condiciones admitidas por los usos.

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La invitación a ofertar es entendida como la solicitud hecha a una o varias personas para que
se hagan oferentes de un contrato. Se diferencia de la oferta en que no requiere ser
completa, es decir, no debe referenciar todos los elementos esenciales del contrato en miras,
aun cuando quien formula la invitación establezca los parámetros dentro de los cuales debe
ofertarse. Se trata de una convocatoria y no de una proposición.
Tal invitación carece de carácter vinculante para quien la efectúa reservándose el derecho a
rechazarlas. Para que haya contrato quien formula la invitación a ofertar debe aceptar alguna
de las ofertas realizadas de conformidad a su convocatoria.
Conviene señalar, que el supuesto que aquí estudiamos difiere de los efectos de la
publicidad que el artículo 1103 dispone para el contrato de consumo. Sucede que la
publicidad que el proveedor realiza de sus bienes, con las modalidades y precisiones que en
ella se hayan establecido, lo obliga al integrar la etapa negocial previa a la celebración del
contrato.

(v) Efecto vinculante de la oferta.


Dispone el artículo 974: La oferta obliga al proponente, a no ser que lo contrario resulte de
sus términos, de la naturaleza del negocio o de las circunstancias del caso. La oferta hecha
a una persona presente o la formulada por un medio de comunicación instantáneo, sin
fijación de plazo, sólo puede ser aceptada inmediatamente. Cuando se hace a una persona
que no está presente, sin fijación de plazo para la aceptación, el proponente queda obligado
hasta el momento en que puede razonablemente esperarse la recepción de la respuesta,
expedida por los medios usuales de comunicación. Los plazos de vigencia de la oferta
comienzan a correr desde la fecha de su recepción, excepto que contenga una previsión
diferente.

(vi) Retractación de la oferta.


El Código Civil y Comercial determina que la oferta puede ser revocable o irrevocable. La
regla es que la oferta con plazo es irrevocable a menos que se diga expresamente lo
contrario. No obstante, y sobre la base de lo previsto por el artículo 975, la oferta es
susceptible de ser retirada si esa decisión llega al destinatario antes o simultáneamente con
la oferta.

Podemos resumirlo entonces de esta manera:


- Cualquier oferta, incluso concebida como irrevocable o con plazo de vigencia, dirigida a
persona determinada, es eficazmente retirada si la comunicación llega al destinatario antes o
al mismo tiempo que la oferta (art. 975). La norma se justifica a poco que se piense que
mientras la oferta no llegue a conocimiento del destinatario no produce efectos jurídicos y, de
ese modo, mal pudo haber creado una expectativa en su persona. De esta forma, quien la
emitió podrá cambiar de idea y retractar la oferta.

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- Después de la recepción de la oferta, y mientras esté vigente, solo puede ser retirada si ha
sido concebida expresamente como revocable.

(vii) Caducidad de la oferta.

Media caducidad de la oferta cuando, por circunstancias atinentes a la persona del oferente
hacia la actitud del destinatario, pierde toda virtualidad. Ello ocurre cuando: a) es rechazada;
b) vence el plazo fijado por el proponente; c) queda sin efecto la oferta sin plazo o d) muere o
se incapacita el oferente.

a) Oferta rechazada: El destinatario no la acepta o la rechaza de plano. También cuando


realiza una nueva propuesta, pues muta en una nueva oferta.
b) Vencimiento del plazo de la oferta: En ocasiones, el oferente fija un término demarcando
el plazo dentro del cual debe producirse la aceptación. Su transcurso sin la correspondiente
aceptación determina la caducidad de la propuesta.
c) Oferta sin plazo: “la oferta hecha a una persona presente o la formulada por un medio de
comunicación instantáneo, sin fijación de plazo, sólo puede ser aceptada inmediatamente”.
“Cuando se hace a una persona que no está presente, sin fijación del plazo para la
aceptación, el proponente queda obligado hasta el momento en que puede razonablemente
esperarse la recepción de la respuesta, expedida por los medios usuales de comunicación”.
Una oferta sin plazo no puede ser asimilada a una oferta perpetua, sino, por el contrario,
impone la determinación razonable de su vigencia adecuada a las circunstancias del negocio
propuesto.

d) Fallecimiento o incapacidad del oferente: la propuesta pierde eficacia si el oferente fallece


o pierde su capacidad de contratar “antes de la recepción de su aceptación”. Daño al interés
negativo: quien “aceptó la oferta ignorando la muerte o incapacidad del oferente y que a
consecuencia de su aceptación ha hecho gastos o sufrido pérdidas tiene derecho a reclamar
su reparación”.

(viii) La oferta irrevocable.


La oferta es por naturaleza revocable. Sin embargo, esta cualidad puede ser sujeta a
modalidad, o bien al establecer el oferente un término dentro del cual se compromete a
mantener la oferta, o bien por renunciar a la facultad de revocarla dentro de determinado
plazo o sin término para ello. Quiere decir que la regla es que el ofertante puede renunciar a
la facultad de revocar y se transforma en una declaración de voluntad obligatoria en el
sentido de que se obliga a mantener su oferta, y el aceptante puede, durante ese tiempo,
aceptarla.

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V. La aceptación

1. La aceptación de la oferta

El primer requisito de la aceptación es su identidad con la oferta.

artículo 979: toda declaración o acto del destinatario que revela conformidad con la oferta
constituye aceptación. esta operación no agrega ni un punto a la oferta original. A la oferta le
caben los requisitos de completitud y autosuficiencia, pero a la aceptación le basta un “sí,
acepto”.
Una aceptación que no coincida totalmente con la oferta, porque le introduce un aditamento
o le efectúa cualquier variación, no produce efectos jurídicos como tal sino que se convierte
en una nueva oferta.

artículo 978: Para que el contrato se concluya, la aceptación debe expresar la plena
conformidad con la oferta. Cualquier modificación a la oferta que su destinatario hace al
manifestar su aceptación, no vale como tal, sino que importa la propuesta de un nuevo
contrato, pero las modificaciones pueden ser admitidas por el oferente si lo comunica de
inmediato al aceptante.¨(1)

(1) No obstante, la aceptación puede contener una oferta alternativa, sin que implique
rechazo de la oferta originaria; en efecto, al aceptar, puede hacerse una contraoferta y si
esta es rechazada, quedar firme el contrato en los términos de la oferta primigenia. Es el
caso de quien acepta los términos ofertados, pero, por ejemplo, en cambio del pago al
contado, ofrece financiación con mayor precio, pero para el caso de no ser aceptada esta
variante deja firme la condición de venta ofrecida originalmente.

Por otro lado, y excepcionalmente, la aceptación puede implicar algo más que una simple
conformidad a la oferta: ello sucede en las ofertas que deliberadamente dejan librado al
aceptante la facultad de completar algún punto en forma expresa.

2. La aceptación como manifestación de la voluntad


La aceptación, como un modo de expresión de la voluntad, puede ser efectuada en forma
expresa o tácita. Se aplica concretamente la regla del artículo 979 del código:

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Toda declaración o acto del destinatario que revela conformidad con la oferta constituye
aceptación. El silencio importa aceptación sólo cuando existe el deber de expedirse, el que
puede resultar de la voluntad de las partes, de los usos o de las prácticas que las partes
hayan establecido entre ellas, o de una relación entre el silencio actual y las declaraciones
precedentes.

3. La retractación de la aceptación
El artículo 981 del Código Civil y Comercial dispone: “La aceptación puede ser retractada si
la comunicación de su retiro es recibida por el destinatario antes o al mismo tiempo que ella”.
Oferta y aceptación son actos jurídicos unilaterales y recepticios que deben concurrir sobre
el mismo objeto y causa para que exista contrato. (lo aplicado a la retractación de la oferta se
aplica a la retractación de la aceptacion)

VI. Perfeccionamiento del contrato


1. Distintos sistemas para la formación del consentimiento

Hasta finales del siglo XVIII, el concepto de distancia se correspondía con el de tiempo. A
mayor distancia mayor tiempo, porque el correo así lo requería. Esto cambió con el teléfono,
porque se tardaba lo mismo en conversar con alguien a cien metros que a cien kilómetros.
Contratar no es cosa de un instante sino de un proceso temporal, debe establecerse cuándo
y dónde queda celebrado el contrato.

(i) Teoría de la declaración: el contrato se perfecciona en el lugar y momento en que se


verifica la exteriorización de la voluntad de aceptar la oferta. Demolombe: el contrato exige el
concurso de dos voluntades, y estas han concurrido desde el momento en que la aceptación
de la oferta tiene lugar; luego, desde ese momento, el contrato está formado.

(ii) Teoría de la información: para que el contrato se encuentre perfeccionado es necesario


que se tenga noticia de la aceptación. Ej.: si la aceptación se exteriorizó mediante una carta,
será necesario que esa carta sea leída. Se sostiene, como apoyo, que es recién entonces
que concurren ambas voluntades.

(iii) Teoría de la expedición: (ubicada entre las 2 anteriores) para que el contrato se
perfeccione, “que el aceptante se haya desprendido de su exteriorización de voluntad; que la
carta escrita que pone en evidencia la voluntad del aceptante sea enviada o este el buzón.

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(iv) Teoría de la recepción: exige que la declaración del aceptante llegue a poder del oferente
sin que sea necesario que este tome conocimiento de ella. Ejemplo: que la carta haya sido
recibida.

2. Contrato entre presentes en el Código Civil y Comercial

En la contratación entre presentes la respuesta debe ser inmediata, de lo contrario la oferta


perdería virtualidad jurídica . Artículo 980: “La aceptación perfecciona el contrato: a) entre
presentes, cuando es manifestada; b) entre ausentes, si es recibida por el proponente
durante el plazo de vigencia de la oferta”.

VII. Formación del contrato plurilateral

1. Texto legal
Artículo 977 del Código Civil y Comercial: Si el contrato ha de ser celebrado por varias
partes, y la oferta emana de distintas personas, o es dirigida a varios destinatarios, no hay
contrato sin el consentimiento de todos los interesados, excepto que la convención o la ley
autoricen a la mayoría de ellos para celebrarlo en nombre de todos o permitan su conclusión
sólo entre quienes lo han consentido.

2. Concepto de contratos plurilaterales y formación del consentimiento

En los contratos plurilaterales lo esencial es la presencia de más de dos centros de interés.


En este tipo de contrato, que se suele identificar con el asociativo, lo característico además
de lo ya apuntado es un esfuerzo conjunto para el desarrollo de una actividad teniendo en
miras un fin común.
Esta categoría de contratos presenta como excepción que, frente a la oferta de contrato y en
función de la existencia de más de dos centros de interés, la no concurrencia de uno de ellos
no afecta al perfeccionamiento del contrato en la medida que la ley o la voluntad de las
partes así lo admita.

VIII. Acuerdos parciales

2. La solución legal
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El artículo 982 del Código Civil y Comercial le reconoce virtualidad a los acuerdos parciales
de esta forma:
Los acuerdos parciales de las partes concluyen el contrato si todas ellas, con la formalidad
que en su caso corresponda, expresan su consentimiento sobre los elementos esenciales
particulares. En tal situación, el contrato queda integrado conforme a las reglas del Capítulo
1. En la duda, el contrato se tiene por no concluido. No se considera acuerdo parcial la
extensión de una minuta o de un borrador respecto de alguno de los elementos o de todos
ellos.

3. La formación progresiva del contrato: las minutas, borradores, cartas de intención


Las negociaciones suelen producir “papeles de trabajo” cuyo contenido y finalidad resulta de
variado alcance. En general, puede decirse que suelen testimoniar los avances obtenidos en
aspectos parciales de la negociación, pues para la continuidad en el proceso consensual es
esperable que las partes pretendan pisar en firme para avanzar hacia la siguiente etapa.

Recuerda Rivera que el diccionario de la Real Academia define a la minuta como el “extracto
o borrador que se hace de un contrato, y otra cosa, anotando las cláusulas o partes
esenciales, para copiarlo después y extenderlo con todas las formalidades necesarias para
su perfección”, mientras que al borrador como “escrito provisional en que pueden hacerse
modificaciones”.
El elemento común es su provisoriedad. el código les niega carácter vinculante, con
independencia del valor interpretativo que puedan tener llegado el caso.
Luego, la solución debe ser también concordada con lo previsto por el artículo 993 y las
cartas de intención, nominación que comprende a los “instrumentos mediante los cuales una
parte, o todas ellas, expresan un consentimiento para negociar sobre ciertas bases, limitado
a cuestiones relativas a un futuro contrato”. Se les asigna un carácter limitado a partir de
aconsejar una interpretación restrictiva a la hora de asignar efectos vinculantes y se agrega:
“sólo tienen la fuerza obligatoria de la oferta, si cumplen sus requisitos”.

II. Definición del contrato por adhesión

Artículo 984 del Código Civil y Comercial: “El contrato por adhesión es aquel mediante el
cual uno de los contratantes adhiere a cláusulas generales predispuestas unilateralmente,
por la otra parte o por un tercero, sin que el adherente haya participado en su redacción”.

Diez-Picazo: contratos por negociación son aquellos en que las partes debaten, discuten o,
por lo menos, se encuentran en posición de debatir y discutir el contenido del que el futuro
contrato ha de ser dotado. Son contratos por adhesión aquellos en que existe una previa pre-

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redacción unilateral del contrato que es obra de una de las partes contratantes, por medio de
formularios, impresos, pólizas o modelos preestablecidos y a la otra solo le es permitido
declarar su aceptación o eventualmente su rechazo.

III. Ámbito de aplicación de esta categoría contractual

Es trascendente entender que no necesariamente la existencia de un contrato por adhesión


da lugar a que hablemos de un contrato de consumo: eso explica, en definitiva, la existencia
de esta categoría. En este sentido, es absolutamente habitual que el régimen de adhesión
tenga lugar también entre empresas (por ejemplo, para contratar un transporte de
mercaderías o un seguro) que distan de presentar las condiciones de vulnerabilidad propias
del consumidor constitucionalmente tutelado. La adhesión es en definitiva una
caracterización de cómo tiene lugar el acto unilateral de aceptación que integra el
consentimiento.
La comisión que elaboró el proyecto del Código explica que el sistema queda ordenado asi:

a.- Contratos discrecionales: en ellos hay plena autonomía privada.


b.- Contratos celebrados por adhesión: cuando se demuestra que hay una adhesión a
cláusulas generales redactadas previamente por una de las partes, hay una tutela basada en
la aplicación de este régimen.
c.- Contratos de consumo: cuando se prueba que hay un contrato de consumo, se aplica el
Título III, sea o no celebrado por adhesión, ya que este último es un elemento no tipificante.

IV. Requisitos de eficacia de las cláusulas generales predispuestas

Las cláusulas generales normalmente se redactan para ser utilizadas en todos los contratos
de la misma especie. El ejemplo más claro se ve con los contratos de seguros: contienen
disposiciones que son aplicadas a todos los contratos de la misma naturaleza, como por
ejemplo de responsabilidad civil por accidentes de automotores. Su carácter de
predispuestas, desde ya, se entiende desde que son determinadas unilateralmente por una
de las partes.
Son requisitos exigibles a estas cláusulas para que sean válidas: a) ser comprensibles; b)
ser autosuficientes; c) contener redacción clara; d) lucir completas y e) ser fácilmente
inteligibles.
Se penalizan, en cambio, con nulidad aquellas que efectúen un reenvío a textos o
documentos que no se facilitan a la contraparte del predisponente previa o simultáneamente
a la celebración del contrato.

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A estos requisitos se agrega la cuestión vinculada a la redacción y el idioma.


La sanción para aquellas cláusulas que infrinjan estas reglas es la nulidad parcial. Artículo
389

V. Cláusulas particulares
Los contratos celebrados por adhesión a cláusulas predispuestas comprenden la
negociación e inclusión de una cláusula particular que complementa aquellas generales que
recién explicamos.
Puede ocurrir, en este contexto, que algún aspecto de la cláusula particular se contraponga
con lo estipulado en las condiciones generales: siempre prevalecerá la cláusula particular, ya
que en definitiva fue fruto de la negociación entre las partes.
VI. Interpretación
El artículo 987 “Las cláusulas ambiguas predispuestas por una de las partes se interpretan
en sentido contrario a la parte predisponente”.
La regla de interpretación contra el autor del contrato tipo o sometido a cláusulas
predispuestas o condiciones generales, implica que cuando el contrato revela ambigüedad u
oscuridad, debe ser entendido en favor del adherente a las condiciones predispuestas.5

VII. Cláusulas abusivas


1. Texto legal
Dispone así el artículo 988: se deben tener por no escritas: a) las cláusulas que
desnaturalizan las obligaciones del predisponente; b) las que importan renuncia o restricción
a los derechos del adherente, o amplían derechos del predisponente que resultan de normas
supletorias; c) las que por su contenido, redacción o presentación, no son razonablemente
previsibles.

2. Cláusulas que desnaturalizan las obligaciones del predisponente


Este tipo de cláusulas son aquellas que excluyen del plan prestacional la obligación esencial
que caracteriza al contrato. Ejemplo: las que liberan al propietario del garaje de su obligación
de custodia o bien al banco que ofrece el servicio de cajas de seguridad.

3. Cláusulas que importan renuncia o restricción de los derechos del adherente o amplían los
derechos del predisponente que provienen de normas supletorias: todos aquellos supuestos
en los que se actúa en agravamiento de las circunstancias del no predisponente. Por
ejemplo, a través de la renuncia de defensas, de la imposición de una cláusula arbitral, de la
restricción de los medios probatorios…

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4. Las cláusulas sorpresivas


En última instancia, el artículo 988 del código prevé el carácter abusivo de aquellas cláusulas
que “por su contenido, redacción o presentación, no son razonablemente previsibles”.

5. Control de las cláusulas abusivas


“La aprobación administrativa de las cláusulas generales no obsta a su control judicial…”.

Lo primero ocurre de manera previa a la contratación y muchas veces previsto por distintas
normas. Sirve el ejemplo de los contratos de seguros a partir de las facultades otorgadas por
las leyes Nº 20091 y 17418 a la Superintendencia de Seguros de la Nación. Luego, sí, tiene
lugar el control por parte de los jueces en el caso concreto que es sometido a su
conocimiento.
El control administrativo previo no impide que los jueces declaren abusiva esa cláusula ya
revisada con anterioridad.

En el año 2016 la Ley Nº 27266 modificó el artículo 38 de la Ley de Defensa del Consumidor
y dispuso: La autoridad de aplicación vigilará que los contratos de adhesión o similares, no
contengan cláusulas de las previstas en el artículo anterior. La misma atribución se ejercerá
respecto de las cláusulas uniformes, generales o estandarizadas de los contratos hechos en
formularios, reproducidos en serie y en general, cuando dichas cláusulas hayan sido
redactadas unilateralmente por el proveedor de la cosa o servicio, sin que la contraparte
tuviere posibilidades de discutir su contenido.
Todas las personas físicas o jurídicas, de naturaleza pública y privada, que presten servicios
o comercialicen bienes a consumidores o usuarios mediante la celebración de contratos de
adhesión, deben publicar en su sitio web un ejemplar del modelo de contrato a suscribir.
Asimismo, deben entregar sin cargo y con antelación a la contratación, en sus locales
comerciales, un ejemplar del modelo del contrato a suscribir a todo consumidor o usuario
que así lo solicite. En dichos locales se exhibirá un cartel en lugar visible con la siguiente
leyenda: “Se encuentra a su disposición un ejemplar del modelo de contrato que propone la
empresa a suscribir al momento de la contratación.

6. La nulidad como sanción para las cláusulas abusivas

“Cuando el juez declara la nulidad parcial del contrato, simultáneamente lo debe integrar, si
no puede subsistir sin comprometer su finalidad”.

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De la propia lectura del precepto legal se advierte que la solución en este punto difiere de la
consagrada en el artículo 389 para el régimen general de nulidades. Allí se prevé:

Nulidad total es la que se extiende a todo el acto. Nulidad parcial es la que afecta a una o
varias de sus disposiciones. La nulidad de una disposición no afecta a las otras
disposiciones válidas, si son separables. Si no son separables porque el acto no puede
subsistir sin cumplir su finalidad, se declara la nulidad total. En la nulidad parcial, en caso de
ser necesario, el juez debe integrar el acto de acuerdo a su naturaleza y los intereses que
razonablemente puedan considerarse perseguidos por las partes.

Es así que en materia de cláusulas abusivas, en cambio, el artículo 989 prescinde de la


valoración de la separabilidad y requiere en todo caso la integración judicial si al invalidarse
la cláusula abusiva el contrato quedase afectado en su finalidad. La inteligencia de la
solución legal es, en todo caso, la subsistencia del contrato.

2. El objeto del contrato en el Código Civil y Comercial

Supuestos de falta de objeto del acto jurídico artículo 279: El objeto del acto jurídico no debe
ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres,
al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede
ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea.

Establece en el artículo 1003 que “Debe ser lícito, posible, determinado o determinable,
susceptible de valoración económica y corresponder a un interés de las partes, aun cuando
éste no sea patrimonial”, y en el artículo 1004 reitera prohibiciones: No pueden ser objeto de
los contratos los hechos que son imposibles o están prohibidos por las leyes, son contrarios
a la moral, al orden público, a la dignidad de la persona humana, o lesivos de los derechos
ajenos; ni los bienes que por un motivo especial se prohíbe que lo sean.

El legislador suprime toda referencia a la prestación como a la finalidad tenida en miras por
los contratantes. El objeto del contrato está constituido por los bienes y hechos (conductas).
No debe confundirse el objeto del contrato con el de la obligación.
La obligación es un efecto del acto jurídico y su objeto es la prestación (dar, hacer o no
hacer). De modo que en un contrato de compraventa de inmuebles la cosa vendida y el
precio constituyen su objeto, mientras que la entrega del inmueble y el pago del precio en
dinero configuran las prestaciones.

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III. Condiciones que debe reunir el objeto de los contratos


1. Texto legal y enunciación previa

Es así que sobre la base de los art 279, 1003 y 1004 del Código el objeto del contrato debe
ser:
- lícito;
- posible;
- determinado o determinable;
- susceptible de valoración económica;
- debe corresponder a un interés de las partes;
- no debe ser contrario a la moral y a las buenas costumbres;
- no debe afectar la dignidad de la persona humana.

2. La licitud del objeto


Un requisito esencial del objeto del contrato es la licitud: os bienes o hechos objeto del
contrato, integralmente considerado, deben ser lícitos.
La doctrina y la jurisprudencia identifican si la ilicitud recae en el objeto o en la causa. Si se
desprende del propio contenido del contrato; o si recae en el móvil o finalidad perseguida por
las partes, a pesar de que el contrato se presente como ajustado a los requisitos legales de
licitud, en cuyo caso el elemento afectado será la causa.
Los hechos ilícitos tampoco pueden ser objeto de los actos jurídicos. La licitud del acto es
una exigencia primaria. Ejemplo: el objeto de un acto jurídico no puede consistir en la
formación de una sociedad para cometer delitos o para vender influencias, como tampoco la
celebración de un contrato de servicios profesionales con un sujeto que carece de título
habilitante.

3. Posible
Tenemos que decir, en principio, que la posibilidad debe ser tanto material como jurídica.
Para ser imposible, el hecho no debe ser factible de realizar para ninguna persona; si otros
pueden pero el deudor no, será incumplimiento y no imposibilidad. La ineptitud de la parte se
traduce en un incumplimiento de la prestación.
Imposibilidad: tocar el cielo con las manos (imposibilidad física) o constituir una hipoteca
sobre un bien mueble en lugar de un inmueble (imposibilidad jurídica).

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4. Determinable
(i) Regla general.
El objeto del contrato debe ser determinado o determinable. Es determinado cuando las
partes, al celebrar el negocio, precisan con exactitud cuál es su objeto: un inmueble Padua
N° 10 de CABA.
Será en cambio determinable cuando estén identificados su especie o género aunque no lo
esté su cantidad. Bueres: es nulo el contrato por carecer de objeto determinado cuando se
acuerda genéricamente la venta de un animal, porque puede ser un perro, una vaca o un
gato; pero es eficaz la venta de un caballo, pues la cosa en este caso está determinada en
su especie.
(ii) Bien determinado por su especie o género.
A falta de precisiones sobre el objeto del contrato, resultan aplicables:

- si la obligación es de género, y no resulta otra cosa de lo acordado entre las partes, la


elección será hecha por el deudor y recaerá en una cosa de calidad media (art. 762);
- si la obligación es de género limitado (art. 785), se aplican las reglas de las obligaciones
alternativas y puede el deudor elegir entre cualquiera de ellas (art. 779).

(iii) Determinación por un tercero.


Las partes pueden delegar la determinación del objeto en cabeza de un tercero. Si por
alguna hipótesis, el tercero designado no llegara a determinar el precio, por ejemplo por su
muerte o la restricción de su capacidad, y las partes no previeron un modo de sortear esa
imposibilidad, podrán recurrir al proceso judicial más abreviado para determinar el objeto
contractual.

5. Conforme a la moral y a las buenas costumbres


Hay autores que vinculan las buenas costumbres con aquellos hábitos o comportamientos
observables en una comunidad, que se encuentran legitimados por ser los mayoritariamente
practicados por sus miembros, en un momento determinado de su evolución histórica.
Concepto mutable, de contenido variable y sujeto a una permanente revisión.

6. No debe afectar la dignidad humana


los contratos en los cuales se menoscabe al ser humano, como los que impliquen el
sometimiento a alguna forma de servidumbre o esclavitud, los que impliquen el
aprovechamiento económico de personas con disminuciones físicas, etc… “contratos
deshumanizantes”

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7. No debe ser contrario al orden público


“El orden público es una organización social de la comunidad o sus principios fundamentales
y rectores que quedan sustraídos a la disponibilidad de los particulares”.

8. Debe ser susceptible de valoración económica y responder a un interés de las partes

El artículo 1003 establece que el objeto del contrato debe ser susceptible de valoración
económica. La prestación de la obligación siempre debe tener contenido patrimonial, y el
interés protegido, que puede ser humano, científico, cultural, etc., y siempre será, en
definitiva, digno de tutela.

VI. Bienes futuros

1. Principio general y supuestos admitidos


El artículo 1007 : “Los bienes futuros pueden ser objeto de los contratos. La promesa de
transmitirlos está subordinada a la condición de que lleguen a existir, excepto que se trate de
contratos aleatorios”.

las posibilidades de contratar sobre bienes futuros variarán fundamentalmente según se trate
de un contrato conmutativo o de uno aleatorio.

(i) Contrato conmutativo sobre cosa a construir.


Se trata del contrato conmutativo que prevé que la cosa o bien requiere un proceso de
construcción o de elaboración. Podríamos calificar aquí al inmueble a construir. En este
supuesto, ante la negligencia no habrá posibilidad de reclamar la obligación de entrega, pero
sí la indemnización por incumplimiento.

(ii) Contrato condicionado a la existencia de la cosa futura.


Este supuesto acapara aquellos contratos que versan sobre bienes futuros condicionados a
que lleguen a existir. Puede ser el caso de la cosecha vendida pero no recolectada, en la
que el precio se establece por quintal; la entrega se efectuará de acuerdo a la cantidad
habida y el precio será proporcional a la cantidad.

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(iii) Contratos aleatorios.


La última posibilidad, finalmente, es que el contrato sea concebido como aleatorio. Una de
las partes asume el riesgo de que el bien llegue o no a existir.

2. Supuestos en que la ley limita o prohíbe a los bienes futuros como objeto de los contratos

El caso de la compraventa futura del artículo 1131. Se impone al vendedor la obligación de


realizar las tareas y esfuerzos que resulten del contrato o de las circunstancias, para que la
cosa llegue a existir en las condiciones y tiempo convenidos.
Distinto es el caso de la donación donde los bienes futuros no pueden ser objeto del
contrato. Así lo establece el artículo 1551 en consonancia con el antiguo artículo 1800 del
Código Civil: la donación no puede tener por objeto la totalidad del patrimonio del donante, ni
una alícuota de él, ni cosas determinadas de las que no tenga el dominio al tiempo de
contratar. Si comprende cosas que forman todo el patrimonio del donante o una parte
sustancial de éste, sólo es válida si el donante se reserva su usufructo, o si cuenta con otros
medios suficientes para su subsistencia.

VII. Bienes ajenos GUIA


VIII. Bienes litigiosos, gravados o embargados GUIA

IX. Herencias futuras


1. Principio general
El artículo 1010 establece que: “La herencia futura no puede ser objeto de los contratos ni
tampoco pueden serlo los derechos hereditarios eventuales sobre objetos particulares…”.
La herencia futura es aquella que todavía no tiene causante. Cualquier persona, aun cuando
fuera a suceder al titular de ese patrimonio, no tiene ningún derecho sobre esos bienes y no
pueden entonces ser objeto de contrato.

2. Distintos supuestos

- en el pacto institutivo: el causante instituye contractualmente a alguien en su


heredero/legatario.
- en el pacto dispositivo: los futuros herederos realizan contratos con terceros, onerosos o
gratuitos, que tienen por objeto los bienes que eventualmente integrarán la herencia;

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- el pacto renunciativo: es aquel por el cual el futuro heredero abdica de los derechos que
pudieran corresponderle;
- el pacto distributivo: es aquel por el cual los herederos dividen su futura herencia.

3. Pactos válidos
El segundo párrafo del artículo 1010 dispone:

Los pactos relativos a una explotación productiva o a participaciones societarias de cualquier


tipo, con miras a la conservación de la unidad de la gestión empresaria o a la prevención o
solución de conflictos, pueden incluir disposiciones referidas a futuros derechos hereditarios
y establecer compensaciones en favor de otros legitimarios. Estos pactos son válidos, sean o
no parte el futuro causante y su cónyuge, si no afectan la legítima hereditaria, los derechos
del cónyuge, ni los derechos de terceros.

Muchas empresas familiares han alcanzado a imponerse en el mercado y perdurar en el


tiempo, como un giro comercial importante e incidencia social. La falta de una regulación
que armonice el derecho sucesorio con esta realidad impide muchas veces realizar
planificaciones a largo plazo por los conflictos personales que suelen acompañar a las
cuestiones hereditarias, entre otros.
Por esto, el Código hizo más flexible la prohibición del pacto de herencia futura, y da validez
a contratos que tiendan a proteger la continuidad de la explotación de la empresa familiar, se
trate o no de una explotación productiva o una participación societaria, que tengan por fin la
conservación de la unidad de la gestión empresarial o a la prevención o solución de conflicto
(vinculado con los emprendimientos familiares) por un lado, y por otro, que estos acuerdos
no afecten la legítima hereditaria ni los derechos del cónyuge ni de terceros. En este último
caso, puede dar lugar a compensaciones, a fin de no tornar estéril la previsión legal, de
manera tal que impida la validez de lo acordado. El artículo nada dice sobre la participación
del futuro causante y de su cónyuge en este tipo de pactos, de modo que su viabilidad o no
deberá examinarse según las decisiones concretas que se adopten.

X. Contratos de larga duración

1. Características de los contratos involucrados en esta categoría


El artículo 1011 del Código Civil y Comercial dispone: En los contratos de larga duración el
tiempo es esencial para el cumplimiento del objeto, de modo que se produzcan los efectos
queridos por las partes o se satisfaga la necesidad que las indujo a contratar. Las partes
deben ejercitar sus derechos conforme con un deber de colaboración, respetando la
reciprocidad de las obligaciones del contrato, considerada en relación a la duración total.

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La parte que decide la rescisión debe dar a la otra la oportunidad razonable de renegociar de
buena fe, sin incurrir en ejercicio abusivo de los derechos.

Messineo, al explicar la clasificación de los contratos señala: En contraposición se perfila la


categoría del contrato de duración, de tracto sucesivo, o de ejecución continuada o periódica,
que es aquel en que al dilatarse el cumplimiento por cierta duración es condición para que el
contrato produzca el efecto querido por las partes y satisfaga la necesidad (durable o
continuada) que las indujo a contratar; la duración no es tolerada por las partes que es
querida por ellas, por cuanto la utilidad del contrato es proporcional a su duración.

Nuestro CC, en relación a estos contratos, toma como elemento definitorio al tiempo, como
esencial para el cumplimiento del objeto. comprende aquellos contratos en los cuales las
inversiones de las partes necesitan que el negocio se ejecute durante determinado tiempo
para amortizar: concesión de un bar o con el alquiler de un inmueble para instalar una
estación de servicio.

2. Deber de colaboración
Es similar al que se exige en las tratativas precontractuales y enfocado a contratos
nominados que ingresan en esta categoría: agencia, franquicia, concesión o distribución.
En vez del contrato irrevocable, fijo, estático y cristalizado de ayer, conocemos un contrato
dinámico, flexible, que las partes deben adaptar para que pueda sobrevivir, aun sacrificando
alguno de sus intereses.
Implica entonces una nueva concepción del contrato. Se trata, en definitiva, de reformular el
contrato constantemente y de mostrar una comprensión dinámica frente a un objeto
contractual de perfil particular en lo vinculado a su extensión temporal.

3. Deber de renegociar
La parte que decide la rescisión debe dar a la otra la oportunidad razonable de renegociar de
buena fe.
La obligación de renegociar, previa a la rescisión contractual, tiene relación con la buena fe y
la equidad. También se explica, desde luego, por el solidarismo contractual: cada parte de un
contrato debe mostrar colaboración y lealtad con la otra y eso abarca no solo la negociación
previa y la celebración del negocio jurídico, sino también su ejecución y culminación.

1. Causalismo

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El causalismo tuvo como principal referente en el siglo XVII a Domat. Este jurista francés
recopiló buena parte de las ideas y concluyó que debían ser incorporadas a los elementos
esenciales de los contratos en el código francés de 1804.
Para esta corriente la causa es un elemento principal del contrato con independencia del tipo
contractual del que se hable. Es posible hallar la causa con características comunes en los
contratos onerosos, donde el compromiso de una de las partes es el fundamento del
compromiso de la otra; en los reales, donde la causa equivale a la prestación que se anticipa
y acepta y obliga a restituir, y en los gratuitos, algún motivo razonable y justo.

2. Anticausalismo
A partir de un artículo publicado en Bélgica por Ernst, la teoría de la causa sufrió embates.
Se refutaba la superposición entre causa y objeto; así, el rol desempeñado por el elemento
causa cabía perfectamente en el marco del objeto.

3. Neocausalismo GUIA

III. Noción de causa fin


Los autores se han referido especialmente a la idea de la finalidad, identificándose la causa
con el fin inmediato que las partes se proponen conseguir al obligarse, o como la razón, el
móvil concreto, individual y variable por el que un contratante se vincula con otro,
permitiendo apreciar el acto en función de los propósitos que han determinado a las partes a
concluirlo.

Artículo 281 “también integran la causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y
hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para
ambas partes”. En esa línea, los Fundamentos del Código Civil y Comercial destacan que la
causa fin abarca tres posibilidades:
a) fin inmediato determinante de la voluntad,
b) motivos exteriorizados e incorporados expresamente y
c) motivos esenciales para ambas partes, supuesto en el cual, pueden ser tácitamente
deducidos.

IV. Presunción de causa en los contratos


El artículo 282 del Código: “Aunque la causa no esté expresada en el acto se presume que
existe mientras no se pruebe lo contrario. El acto es válido aunque la causa expresada sea
falsa si se funda en otra causa verdadera”.

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Lo que en definitiva ocurre es que la presunción de causa soluciona el conflicto resultante de


la necesidad de satisfacer la carga de la prueba de la causa. Las personas normalmente se
obligan de forma razonable, y no es habitual, en ese sentido, que alguien se obligue sin
ningún motivo.

V. Necesidad de causa
Dispone el artículo 282 del Código: que se presume que la causa existe mientras no se
pruebe lo contrario y aunque no esté expresada en el acto.
La solución legal es perfectamente lógica: las personas no se obligan si no tienen al menos
un motivo para hacerlo.
Por esas razones, nuestra ley presume la existencia de causa y solo admite que aquel que
alegue su inexistencia cargue con la prueba de esa afirmación.

VI. Falsa causa en los contratos


El contrato que expresa una causa irreal es válido si se funda en otra causa verdadera,
siempre y cuando esta última sea lícita. Así lo dispone expresamente el artículo 282 . Quien
pretenda la subsistencia del acto debe probar que ese acto tiene causa y que ella es lícita.
Por esa razón, bien puede ocurrir que un negocio jurídico simulado sea válido. Ej.: la
simulación lícita.

VII. Causa ilícita en los contratos


Dispone el artículo 1014 del Código Civil y Comercial: El contrato es nulo cuando: a) su
causa es contraria a la moral, al orden público o a las buenas costumbres; b) ambas partes
lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común. Si sólo una de ellas ha obrado por un
motivo ilícito o inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra, pero ésta
puede reclamar lo que ha dado, sin obligación de cumplir lo que ha ofrecido.

La primera parte del inciso b contempla específicamente el aspecto subjetivo de la causa del
contrato. En esos casos, la norma dispone también la nulidad del contrato cuando ambas
partes lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común.
La segunda parte del inciso b del artículo 1014 se encarga de regular aquellos casos en que
una sola de las partes ha obrado por un motivo ilícito o inmoral. De darse ese supuesto,
podrá la parte que obró sin esa finalidad ilícita reclamar lo que ha dado, sin obligación de
cumplir con lo que ha ofrecido.

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