Tarea de Penal Santa Cruz
Tarea de Penal Santa Cruz
Tarea de Penal Santa Cruz
FACULTAD DE DERECHO
ESCUELA DE DERECHO
DOCENTE:
DR. JULIO CESAR SANTA CRUZ CAHUATA
AREQUIPA-PERÚ
2018
CASO LA MANADA:
HECHOS IMPUTADOS:
Se acusa por cinco delitos continuados de agresión sexual, un delito contra la intimidad, y un
delito de robo con intimidación a José Ángel Prenda Martínez, Ángel Boza Florido, Antonio
Manuel Guerrero Escudero, Alonzo Jesús Cabezuelo Entrena, Jesús Escudero Domínguez
contra “la denunciante” (su identidad permanece reservada y se le conocerá así en adelante).
Cada uno de los acusados se les imputa los delitos de agresión sexual, delito contra la
intimidad y del robo con intimidación. Los hechos que se les imputaba eran los siguientes:
1) José Ángel Prenda Martínez de 26 años, Ángel Boza Florido de 24 años, Antonio
Manuel Guerrero Escudero de 27 años, Alonzo Jesús Cabezuelo Entrena de 27 años,
Jesús Escudero Domínguez de 26 años estaban el 7 de julio de 2016 en la plaza del
Castillo de Pamplona a las 2:50 del día. La denunciante llego al mismo lugar en un
vehículo particular a las 18:30 acompañada de un amigo, ambos entablaron
conversación con dos grupos de personas de uno de estos grupos la denunciante
consiguió el número telefónico de uno de los integrantes, posteriormente el amigo fue
al lugar donde había estacionado el auto, después de separarse del grupo para entablar
una conversación con un conocido se quedó sola y se sentó en el mismo banco donde
estaba José Ángel Prenda al que luego se aproximaron los demás acusados, alrededor
de las 2:57 la denunciante llamo al grupo del cual había conseguido el número y
acordaron ir a comer algo por ahí, cita que no se concretó; después la denunciante
manifestó que iría a descansar al auto y los acusados se ofrecieron a acompañarla. A
las 3:00 las seis personas salieron de la plaza del Castillo dos de los acusados se
adelantaron y solicitaron a un hotel una habitación por horas para mantener relaciones
sexuales a lo cual el encargado les dijo que fueran a buscar otro lugar, luego uno de
los procesados empezó a cogerla de los hombros y otro de la cadera, a lo que ella se
sintió incomoda y propuso entra a la Calle Paulino Caballero.
2) José Ángel Prenda reparo en que una mujer subía a un inmueble, mantuvo una breve
conversación y luego subió al segundo piso, luego bajo, mientras tanto la denunciante
y los cuatro procesados estaban apoyados en una pared, la denunciante se besaba con
Ángel Boza; José Ángel Prenda apremio a que lo demás subieran al inmueble,
primero entraron en un rellano, para luego dirigirse a otro y de allí a un habitáculo
donde los procesados la rodearon, ella no reacciono producto de la angustia, es así
como la despojaron de sus prendas y uno de ellos acerco su mandíbula para que le
hiciera una felación, después de ello la denunciante hizo todo lo que los acusados le
decían, todos los acusados la penetraron bucalmente, Alonzo Cabezuelo y José Ángel
prenda vaginalmente y Jesús Escudero Domínguez por vía anal, durante el desarrollo
de los hechos Antonio Manuel Guerrero hizo grabaciones en seis videos de 59
segundos en total y tomo dos foto.
3) Antes de abandonar la habitación Antonio Manuel Guerrero extrajo de las prendas de
la denunciante un teléfono móvil al cual saco su chip y su tarjeta de memoria que
arrojo en el lugar de los hechos, luego la denunciante al haber salidos todos los
acusados se vistió y salió del lugar, al no tener teléfono móvil camino hasta sentarse
en una banca donde empezó a llorar desconsoladamente, una pareja se acercó y llamo
a la policía.
La denunciante conoció a los acusados en la madrugada del día 7 de julio de 2016, por lo que
resulta impensable la existencia de enemistad, animadversión o resentimiento anterior que
pudiera enturbiar la veracidad de su relato. No obstante, las defensas han introducido la
hipótesis de que el modo en que los acusados abandonaron el portal, dejándola medio
desnuda y sola y sustrayendo uno de ellos su teléfono móvil, unido al hecho de que las
relaciones mantenidas, sin duda de enorme sordidez y crudeza, le hubieran resultado
insatisfactorias y emocionalmente traumáticas, podrían haber provocado en ella
remordimientos una vez concluidas, así como el
llanto de amargura y el enorme abatimiento emocional que percibieron todos los testigos que
se acercaron a ella en aquellos momentos. Añaden que, tal y como declaró en juicio la agente
de Policía Municipal nº, la denunciante era conocedora de que le habían grabado en vídeo y
que la afirmación de que había sido víctima de una agresión sexual no surgió
espontáneamente de ella, sino que, simplemente, fue asintiendo a las preguntas sugestivas
que tanto la
pareja que se acercó a ella en el banco, como de los policías que acudieron a los pocos
minutos al lugar, le fueren formulando después de que ella espontáneamente se hubiera
limitado a decir que le habían robado el móvil, desencadenándose un movimiento
institucional (y también social) que, partiendo de un a priori no cuestionado, han considerado
inconcebibles las prácticas sexuales en grupo mantenidas el día de autos, y que le ha
proporcionado amparo y refuerzo durante el desarrollo de todo el procedimiento. Estiman
también que pudo ser el temor de que las imágenes grabadas pudieran ser difundidas lo que,
tal vez, alentó de algún modo su denuncia. Que la relación resultara insatisfactoria y
emocionalmente traumática es algo que puede admitirse sin mayores reparos si consideramos
lo sórdido y crudo de esta y lo deplorable de las circunstancias en que se produjo. La pareja
formada por B. y M. que acudió en su ayuda cuando
la vieron llorando en el banco, coincidieron en manifestar que lo primero que mencionó la
denunciante fue que le habían robado el móvil.
A esto salió del paso la denunciante explicando en juicio que “yo cuando vi que no
encontraba el teléfono móvil y no podía llamar a R., pues me empecé a poner muy nerviosa
y empecé ya a llorar y no me fijé en nada; simplemente cogí mi riñonera y me fui llorando
porque lo que quería era el teléfono móvil y no lo tenía, me lo habían robado” así como que:
“(...) quería llamar a R., era la única persona que tenía, a la que quiero en Pamplona,
entonces después de eso lo único que quería era llamarle y decirle que viniera a buscarme,
que no sabía dónde estaba pero que viniera; y no podía. Entonces fue cuando me entró toda
la impotencia y todo el miedo... es que no tengo ni el móvil. Pero no era por el teléfono
móvil, me da igual el móvil, simplemente era por poder localizarle.” Asimismo, a preguntas
del Letrado Sr. Martínez Becerra, manifestó: “yo cojo la riñonera y veo que no tengo el móvil,
entonces es cuando me pongo más nerviosa porque yo quería el móvil para llamar a mi
amigo y no.... entonces salgo del portal hacia la calle y, pretendiendo ir hacia el coche,
antes de llegar decidí sentarme en un banco para tranquilizarme por lo que me había
ocurrido.” Igualmente, a la pregunta de si le preocupó muchísimo la pérdida del móvil y
cómo iba a explicar esa pérdida, respondió que: “No, o sea, yo me senté en el banco porque
estaba... salí llorando del portal y decidí tranquilizarme para no hacer el camino por una
ciudad que no conozco, eh... llorando; entonces me
senté y es cuando me doy cuenta de lo que ha ocurrido, en el banco, pero no me siento en
el banco para pensar cómo explicar la pérdida del móvil, no.” El Letrado de la defensa
continuó señalando si, como joven en formación universitaria no se planteó que lo primero
que debía hacer era denunciar la agresión que había sufrido, a lo que la testigo respondió:
“Por eso buscaba el móvil, para poder llamar a R., para poder pedirle la ayuda, pero no lo
tenía; entonces, al ver que no podía llamar a la persona que más confianza estaba conmigo
en Pamplona en ese momento, eh..., ya, mi..., mi shock incrementó y me senté para
tranquilizarme, ir al coche y ya ahí, hablar con R. y dio la casualidad de que justo unos
chicos se sentaron también y me ayudaron a poder llamar; pero yo lo que quería era hablar
con R. porque no había podido porque me habían robado el móvil.” Y preguntada acerca de
cuál fue la razón por la que lo primero que mencionara a la pareja que la auxilió fue el robo
de su móvil y no la agresión sexual que había sufrido, señaló: “(...) no le puedo dar una
explicación.; simplemente yo salí, yo estaba muy nerviosa, quería coger mi móvil, no lo
encontraba, entonces, quería coger el móvil para llamar a R., para explicarle la situación
y como no encontraba el móvil yo pensé: “no tengo el móvil, no puedo llamar a R.; no tengo
el móvil, no puedo llamar a R.”; para explicarle la situación.” Resulta más que comprensible
su explicación acerca de cómo la sustracción de su móvil pudo incrementar su zozobra
emocional en aquellos momentos, al impedirle alcanzar -como dijo- el apoyo, la ayuda y el
consuelo del único referente afectivo que tenía a su alcance aquella noche en Pamplona y
entender hasta qué punto aquella circunstancia pudo aumentar su sensación de abandono y
desvalimiento, sin embargo, no deja de resultar sorprendente que a preguntas de otra de las
defensas, cuando se le pide que explique qué hizo hasta el día siguiente, una vez que la dejan
en el piso, su respuesta fue: “¿Qué hice?¿Eh... vale... pues me duché, luego, bueno, R. no
sabía nada, lo único que sabía es que me habían robado el móvil, yo no le conté nada hasta
que, en el piso, después de ducharme, estábamos los dos solos y ahí yo se lo conté y después
yo me eché a dormir (...)” y poco más adelante, en respuesta a la misma Letrada, añade: “R.,
o sea lo que ocurre es que, cuando yo llego al coche después de poner la denuncia, yo llego
y le digo “nada, R., me han robado el móvil” y me dice “pero, ¿todo bien?” y le digo, “sí,
sí, no te ralles” Y es aquí donde quiebra la coherencia pues, si bien podría resultar
comprensible que la sustracción de su móvil aflorara en primer lugar por la congoja de no
poder contactar con su amigo, no se entiende que, en el momento en que finalmente y después
de todas sus vivencias de aquella noche su reencuentro se produce, recurra nuevamente a la
mención del móvil para, al menos, posponer lo que tanto la había angustiado y que era no
poder contactar con su amigo para poder contarle a él lo verdaderamente dramático que había
sufrido aquella
noche y más llamativo resulta aún que, una vez ya producido el reencuentro entre los dos,
reencuentro propiciado por la propia policía que, después de formular la denuncia, la lleva
hasta el lugar donde tenía aparcado el coche, cuando surge la necesidad de que la denunciante
tenga que volver según indicó “a la científica a poner las huellas” (en realidad a una toma
de muestras que en su primera asistencia médica no se había realizado), R. se quede en el
coche esperando su regreso y no la acompañe tal y como ella misma explica “No, R. se queda
en todo momento, no me acompaña R.”; todo ello hace pensar que no era el anhelo por la
compañía de R. “para explicarle la situación” la única razón por la que la sustracción del
móvil, usando sus palabras, incrementó su shock; lo revela las primeras palabras que le
dirigió: “sí, sí, no te ralles”.
Hay que tomar en consideración también que, preguntados al respecto, los policías que
intervinieron en los primeros momentos en la Avenida Roncesvalles y que la acompañaron,
primero al hospital y después a dependencias policiales para denunciar, manifestaron que la
testigo en ningún momento les pidió que llamaran a su amigo, ni explicaron que les dijera
que lo avisaran de cualquier modo o la llevaran a encontrarse con él. Hasta tal punto esto
hubiera resultado comprensible que lo que sorprende es que no lo hiciera. Tampoco consta
que hiciera ninguna manifestación en ese
sentido a la trabajadora social que le dio apoyo en aquellos primeros momentos, Dña. Ana
Fernández Garayalde. Es más, si atendemos a lo declarado en juicio por la misma, fue la
propia Sra. Fernández quien sugirió a la denunciante que hablara con su amigo de lo ocurrido
y que este le acompañara al piso que el Ayuntamiento le ofreció en aquel momento. Según
la Sra. Fernández Garayalde, la denunciante le hizo caso y cuando llegaron, después de la
denuncia, al lugar donde tenía aparcado el coche, le contó lo sucedido a R. que se encontraba
allí y describe su reacción con estas palabras: “Pues se queda completamente paralizado,
muy paralizado e intenta un poco como de... muestras como de... no sé, de... pues de ayudarle
un poco, y así, pero estaba completamente paralizado el chico”. Sin embargo, este testimonio
entra en frontal contradicción no solo con lo declarado en juicio por la denunciante, sino
también con lo que manifestó el Policía Municipal nº que llevó a la denunciante al Soto de
Lezkairu y posteriormente, volvió a buscarla para llevarla nuevamente al Hospital y que, a la
pregunta de qué le contó la denunciante a R. cuando se encontró con él respondió: “Pues, en
principio, yo creo que... yo creo que nada. Interpreto por la reacción de la segunda vez que
bajé a buscar a la chica que nada. En principio yo creo que no le dijo nada.” Asimismo, y
según resulta de las cámaras de seguridad ciudadana que la grabaron, al salir del portal se
dirigió a la Avda. Roncesvalles donde se sentó en un banco (adoptando, no la posición fetal
que se ha referido en el atestado policial, sino la que podríamos
definir como “posición buda” o “flor de loto” como claramente se observa en el fotograma
que consta en el folio 550 de la causa). Y tampoco trató de buscar auxilio o pedir ayuda en
modo alguno. Resulta patente por las grabaciones, por más que se quiera insistir en que la
calle estaba poco transitada o que, en los escasos pasos que recorrió hasta llegar al banco, no
se cruzara con nadie, que la avenida -pese a ser las 3:30 horas de la madrugada- se encontraba
transitada por algunas personas y así resulta de las grabaciones reproducidas en juicio y, de
haberlo pretendido, hubiera encontrado auxilio inmediato y desde luego, de haber intentado
buscar ayuda, hubiera visto el coche de protección ciudadana que, en esos momentos, se ve
circular a escasos metros de ella. Cierto es que quizá ella no reparara en su presencia, pero
no menos cierto es que no hubiera podido dejar de reparar en él si hubiera estado pendiente
de llamar la atención de alguien para ser auxiliada. Resulta asimismo que, cuando sale del
portal, no toma la dirección que llevaba antes de entrar al mismo y que trató de justificar
afirmando que entendió que ese era el camino más rápido al coche
(Calle Paulino Caballero), sino que toma justamente la dirección contraria, volviendo sobre
sus pasos a la Avda. Roncesvalles; no pide ayuda, ni dentro del edificio, ni después en la
calle; cuando la auxilian no denuncia la agresión sino la sustracción del móvil; son los
testigos (pareja y policía) los que, sobre su disgusto, construyen la supuesta agresión y ella
se limita a asentir a sus preguntas; en ningún momento reclama que la lleven con R. o que
traten de avisarlo de alguna manera. Afirma que no sabía de memoria su teléfono, pero sí
sabía dónde estaba y es de suponer que sabría dar razón de cuál era su coche, siquiera para
que alguien lo fuera a buscar, sin embargo, no lo hace y cuando finalmente se encuentra con
él, tampoco le dice nada. Ciertamente, los hechos casan mal con lo que declara para justificar
su sorprendente mención de la desaparición del móvil y su inicial silencio sobre la gravísima
agresión que después denunciará.
Por otro lado, sin entrar en consideraciones ahora acerca de si existió o no consentimiento
para la práctica de las relaciones sexuales enjuiciadas, la forma en que los cinco acusados
abandonaron el portal, dejando sola a la denunciante del modo en que lo hicieron, constituye
un acto que puede provocar, sin necesidad de mayor exigencia argumental, todo un torrente
de sentimientos, y también resentimiento, en quien lo sufra, lo que unido al resto de las
circunstancias que se han expuesto, alimenta sin esfuerzo la duda acerca de si una relación
sexual insatisfactoria y emocionalmente traumática, mantenida por una sola mujer con cinco
desconocidos en un portal, con una tasa de alcohol en ese momento superior a 1g/l en sangre
y que concluye con el abandono de la mujer en el portal, dejándola sola y medio desnuda, así
como la sustracción de su móvil, aun cuando ella no se hubiera negado a mantenerla, podría
ser una explicación razonable a su estado emocional después de los hechos y, en su caso, el
supuesto estrés post traumático sobre el ya me he pronunciado, y respecto del que las
psicólogas Dña.
María Jesús Muñiz y Dña. Esperanza Astiz, después de haber quedado patente que solo
habían barajado una única hipótesis, la de una agresión sexual (que ahora la sentencia
unánimemente considera como no probada), y cuando así se les puso de manifiesto,
reconocieron también que una relación sexual insatisfactoria y emocionalmente traumática
(despojada de toda connotación de agresión) hubiera podido provocar también los efectos
que ellas expresan en su informe. Este cúmulo de circunstancias y su consiguiente estado
emocional, teniendo en cuenta que, en aquellos primeros momentos, no consta que la
denunciante hiciera un relato libre de lo que le hubiera podido ocurrir, sino que se limita a ir
respondiendo parcamente a las
preguntas de terceros (testigos y policías), que le van sugiriendo (acertadamente o no) la
existencia de la agresión sexual que dio origen a esta causa, impiden afirmar más allá de toda
duda razonable que el testimonio de cargo se halle libre de toda sombra en cuanto a su
credibilidad subjetiva se refiere.
Finalmente, sobre el temor de la denunciante a que los vídeos que fueron grabados en
el lugar de los hechos fueran objeto de difusión, que también ha sido apuntado por las
defensas como posible componente de un móvil espurio, dando por supuesto que la
misma era conocedora de dicha grabación, debe traerse a colación lo declarado tanto por
el Subinspector de Policía Municipal nº como por su compañera, la cuestionada (por las
acusaciones y ahora también por la sentencia mayoritaria) Agente nº Las dudas a este
respecto han surgido a la vista de los dos últimos párrafos que obran en la denuncia al folio
20 de autos y que, sin relación alguna con lo que se recoge en los párrafos que los preceden
y les siguen, literalmente expresan: “Que manifiesta que tiene el teléfono móvil programado,
de tal manera, que en cuanto hace fotos, estas suben directamente a su cuenta de golee (sic).
Que la dirección de golee (sic) es: (…) y la contraseña (…)”. Preguntado a este respecto el
Subinspector de Policía Municipal nº indicó que realizar averiguaciones sobre las
imágenes de la tarjeta SIM de la denunciante recuperada en el portal fue decisión de la
policía, manifestando que: “a ver... la idea nuestra era poder... a veces la línea de
investigación cuando tomamos una declaración es muy amplia, hay que intentar buscar
cualquiera que sea posible. Entonces, quizás, durante la noche, mientras conoció a estos
chicos en una situación de conversación pues pudo hacerse una foto con alguien en la calle
y que, en esa foto, casualmente estuviese uno de ellos”. La explicación resulta inconsistente;
bastaba haber preguntado a la denunciante si sacó alguna fotografía mientras estuvo
conversando con los acusados y, en todo caso, sorprende el modo inconexo en que este dato
fue introducido en la denuncia que, según el Subinspector fue larga, meticulosa y
cuidadosamente matizada, y sorprende más todavía que en el informe de extracción y clonado
del contenido de la referida tarjeta que posteriormente fue incorporado a la causa y que obra
al folio 646 de autos tampoco se hiciera constar razón alguna que le dé sentido. Por otro lado,
en el curso de su comparecencia en el plenario, sobre este extremo el Subinspector de
Policía Municipal nº dio otra nueva y distinta razón para el examen de la referida tarjeta de
la denunciante cuando se le preguntó por una de las defensas por qué la habían examinado:
“primero, porque la tarjeta no sabíamos exactamente de quien era, apareció en el portal;
podía haber sido de la víctima o podía haber sido de uno de los autores (...)”; explicación
que tampoco parece muy consistente pues hubiese bastado con preguntar a
la denunciante si era la suya. Sin embargo, la agente nº quien fue la encargada de tomar
personal y directamente declaración a la denunciante, manifestó que esta reconoció su tarjeta
SIM, que espontáneamente relató que tiene su móvil programado para subir
automáticamente las imágenes a su cuenta de Google y refirió cuál era su cuenta y la clave
de acceso a la misma. Y preguntada sobre si “¿En algún momento le dijo algo sobre unas
posibles fotografías o fotos que le hubieran hecho? ¿De forma espontánea?”, afirmó por
dos veces y con absoluta firmeza que la denunciante le dijo que “la grabaron con el
teléfono”. Todas las acusaciones coincidieron en tachar como “no creíble” a la agente bajo
el argumento de que, si efectivamente la
denunciante hubiera reconocido que la habían grabado con su móvil, tal grabación en tanto
que constitutiva de un delito, no se hubiera omitido jamás en la denuncia. No contemplaron
como hipótesis que, de no haberse presumido como no consentida la toma de imágenes, no
había delito alguno que reseñar, como tampoco que no se trata de un delito perseguible de
oficio (art. 201.1 CP). El hecho de que lo manifestado por la agente no convenga a
la tesis acusatoria no es razón para desechar como no creíble su testimonio y suponer, como
se hace en la sentencia mayoritaria, que “Posiblemente y dado que ese mismo día se
encontraron videos en los teléfonos móviles de los procesados ello le llevó a error”,
constituye una presunción contra reo que no puedo suscribir.
Las explicaciones del Subinspector nº en este punto no resultan convincentes, las del
Subinspector de Policía Municipal nº tampoco lo son, ambas además se contradicen.
Finalmente, no tiene sentido que la denunciante de forma espontánea y en el curso de una
denuncia por una agresión sexual de semejantes características, comience a dar razón, de
pronto, y sin más, acerca del modo en que tenga o no programada su cuenta de Google si
para ello no hay una razón que lo justifique. Tal razón no se ha dado en el juicio, la agente
declaró bajo juramento lo que declaró y el contenido de la denuncia es el que consta en autos.
A ello puede añadirse que, si como recoge la denuncia, la denunciante la reconoció como
suya, no se entiende qué motivos pudiera tener la Policía Municipal para investigar el
contenido de la tarjeta SIM de la denunciante y tampoco para dudar de que no se hicieron
fotos si esto fue lo que ella les hubiera dicho. Y si al referirse a la grabación que menciona la
agente, nada se afirmara que hiciera pensar que fuera inconsentida, resulta perfectamente
razonable que no quedara referido en la denuncia. Y en relación con este último aspecto no
puede obviarse que la grabación de los vídeos no fue denunciada en ningún momento y que
la primera alusión que la denunciante hace a ella es en su escrito de acusación en el cual y en
este concreto aspecto, reproduce el presentado previamente por el Ministerio Fiscal, que
tampoco, hasta ese momento, había mencionado nada al respecto.
HECHOS PROBATORIOS:
A. La denunciante (18 años) y su amigo R. alrededor de las 18:30 horas del día 6 de julio
subieron a la Plaza del Castillo donde se estaba celebrando un concierto. En ese lugar
conocieron a un grupo de personas y a las 1:30 horas R. se fue de la plaza a su coche.
La denunciante permaneció en el grupo e intercambio su número telefónico con A.
Sin embargo, se perdió de vista, trato de dar con el grupo, pero al no lograrlo se sentó
en el banco donde estaba José con quien inicio una conversación.
B. La denunciante a las 2,57,09, llamó desde su teléfono móvil al teléfono de A.,
Después de esta breve llamada, “la denunciante”, dijo a los procesados que se iba a ir
al coche para descansar, ofreciéndose estos para acompañarle. Las 6 personas salieron
sobre las 03:00:45 de la Plaza del Castillo introduciéndose, en el pasillo de los
establecimientos de hostelería, donde dos de los procesados se acercaron al Hotel
Europa pidiendo una habitación para “follar”, sin embargo, el encargado del Hotel
les indico que eso no era posible; esta conversación no fue escuchada por la
denunciante.
C. “La denunciante” y procesados siguieron su camino, en este trayecto uno de los
procesados, empezó a cogerle del hombro y de la cadera, “la denunciante” sintiéndose
incómoda, propuso girar a la izquierda. Una vez en la calle Paulino, José reparó en
que una mujer accedía al portal del inmueble nº 5, después de mantener una
conversación con ella, simulando que estaba alojado, cogió uno de los ascensores y
subió al 2º piso, bajando al portal por las escaleras. José abrió la puerta. Ángel y “la
denunciante”, estaban besándose en la boca; mientras se hallaba en esa situación, José
desde la puerta de acceso al portal, que mantenía abierta, dijo "vamos, vamos". En
ese momento Ángel, quien le había dado la mano para besarse, tiró de ella hacia él,
cogiéndole de la otra mano Alfonso; ambos la apremiaron a entrar en el portal tirando
de “la denunciante”, quien entro sin violencia.
D. Cuando le introdujeron en el portal, los procesados, le dijeron "calla", tenía delante
de ella a uno de los procesados y detrás a otros. De este modo fue dirigida por los
procesados al habitáculo, donde los acusados le rodearon. Al estar en esta situación,
en el lugar recóndito con una sola salida, rodeada por 5 varones, de edades superiores
y fuerte complexión, “la denunciante” se sintió impresionada y sin capacidad de
reacción.
E. En ese momento notó como la desvestían; tuvo la sensación de angustia,
incrementada cuando uno de los procesados acercó la mandíbula de la denunciante
para que le hiciera una felación y en esa situación, notó como otro de los procesados
le cogía de la cadera y le bajaba los leggins y la tanga. “La denunciante”, sintió un
intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de
sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían
que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados.
F. En concreto y al menos “la denunciante” fue penetrada bucalmente por todos los
procesados; vaginalmente por Alfonso Jesús y José Ángel, éste último en dos
ocasiones, al igual que Jesús Escudero quien la penetró una tercera vez por vía anal,
llegando a eyacular los dos últimos y sin que ninguno utilizara preservativo. Durante
el desarrollo de los hechos Antonio Manuel, grabó con su teléfono móvil seis vídeos
con una duración total de 59 segundos y tomó dos fotos; Alfonso Jesús, grabó del
mismo modo un vídeo, con una duración de 39 segundos. Finalizados estos hechos,
los procesados se marcharon escalonadamente. Antes de abandonar cubículo,
Antonio Manuel se apoderó, en su propio beneficio, del teléfono móvil, marca
Samsung Galaxy nº IMEI 357339075242165, valorado en 199,19 €, que “la
denunciante” llevaba en su riñonera.
G. El primero en salir fue Ángel Boza, sobre las 03:27:05. siguiéndole progresivamente
los restantes procesados, hasta que formaron un grupo. Entretanto la denunciante se
vistió y buscó la riñonera para coger el teléfono y llamar a R. Cuando comprobó que
el teléfono no estaba en la riñonera, se incrementó su inquietud y desasosiego,
comenzó a llorar y salió del habitáculo.
H. “La denunciante”, accedió a las 03:29:45, a la Avenida de Roncesvalles, continuó
caminando sola y se sentó en el primer banco situado en esa zona. “La denunciante”
tomó asiento en el banco, llorando desconsoladamente, esto llamo la atención de una
pareja y se dirigieron al banco para atenderle; llamaron al 112, personándose poco
después una patrulla de la Policía Municipal.
I. Fue trasladada desde el lugar de los hechos hasta el Servicio de Urgencias
Hospitalario de Navarra, donde se le revisó ginecológicamente a partir de las 5: 20
horas, administrándosele tratamiento anticonceptivo de emergencia y profiláctico.
Como consecuencia de los hechos “la denunciante” tuvo lesiones consistentes en:
lesión eritematosa en zona de horquilla posterior en la zona de la cinco horarias para
cuya curación precisó de una primera asistencia facultativa. Se le realizó una prueba
de detección de alcohol que determino un resultado positivo de 0,91 +/- 0,05 g/l de
alcohol en sangre y 1,46 +/- 0,06 g/l de alcohol en orina.
J. A las 6.50, José Ángel, envió desde su teléfono móvil WhatsApp a dos chats: a “la
Manada", al que pertenecen todos los procesados excepto Ángel Boza, además de
otras personas y a “Disfrutones SFC.”. Antonio Manuel tiró el teléfono móvil de “la
denunciante", en una zona donde había desperdicios de Labrit; en este lugar fue
recogido sobre las 9:30 horas por Galabina. Posteriormente los 5 se fueron en autobús
al barrio de San Jorge. Posteriormente fueron detenidos a las 11:15 horas del día 7 de
julio de 2016, por agentes de la Policía Municipal de Pamplona. Los gastos irrogados
al Servicio Navarro de Salud por la asistencia sanitaria prestada a “la denunciante”
en el Servicio de Urgencia Hospitalaria y el Servicio de Obstetricia y Ginecología del
Hospital Virgen del Camino, ascienden a 1.531,37 euros."
RESOLUCIÓN SEGÚN LA LEGISLACIÓN PERUANA
PREMISA MAYOR:
Según el artículo 185º del Código Penal Peruano, interpretado desde la teoría
funcionalista, si (I) un sujeto (II) se apodera ilegítimamente de un bien mueble (III)
totalmente ajeno (IV) sustrayéndolo del lugar donde se encuentra (V) siéndole
imputable objetivamente el resultado (VI) con dolo (VII) con la finalidad de obtener
provecho. Entonces han cometido la conducta típica de hurto simple.
PREMISA MENOR:
(I) Antonio (II) toma sin tener derecho el celular (III) que era de propiedad de su
víctima (IV) tomándolo de la riñonera de la denunciante (V) existiendo de esta
manera un nexo de causalidad entre la conducta de Antonio de llevarse el celular de
la víctima y el resultado de esta conducta sería la violación de la propiedad ajena (VI)
además de tener conocimiento y voluntad (VII) y lograr obtener un beneficio
económico.
PREMISA MAYOR:
Según el artículo 170°, artículo 170° inciso 1, artículo 172º y artículo 177° del Código
Penal Peruano, interpretado desde la perspectiva funcionalista, si (I) dos o más
personas (II) aprovechándose de un entorno que impida a la persona dar su libre
consentimiento (intimidación a la víctima (III) obligan al sujeto pasivo (IV) a tener
acceso carnal por vía vaginal, anal y bucal (V) y registran estas conductas mediante
cualquier medio audiovisual y lo transmiten mediante cualquier tecnología de la
comunicación (VI) siéndoles imputable objetivamente el resultado (VII) con
conocimiento y voluntad. Entonces han cometido la conducta típica de violación
sexual en modalidad agravante
PREMISA MENOR:
(I) Los 5 hombres (II) valiéndose del estado de ebriedad de la víctima y de su
incapacidad en ese momento de resistirse por su estado de ebriedad, por el número de
agresores y por no tener escapatoria en el habitáculo en el que se encontraba (III) sin
consentimiento de la agraviada y bajo presión (IV) mantienen relaciones sexuales con
ella a través introduciendo sus miembros en la boca, vagina y ano de la misma (V)
además Antonio y Alfonso graban estos hechos y José comparte estos videos sexuales
en dos grupos de WhatsApp (V) correspondiendo la intimidación a la víctima con la
violación finalmente efectuada (VI) y a sabiendas que estaban cometiendo un delito
y aun así no adecuaron su comportamiento conforme a la ley.