El Imperio Carolingio

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El Imperio carolingio

El Imperio carolingio es un término historiográfico utilizado para referirse al


reino franco que dominó la dinastía carolingia del siglo viii al siglo ix en Europa
occidental. Este período de la historia europea deriva de la política de los reyes
francos, Pipino el Breve y Carlomagno, que supuso un intento de recuperación de la
cultura clásica en los ámbitos políticos, culturales y religiosos de la época
medieval. La coronación de Carlomagno como emperador en Roma fue un hecho relevante
e importante como símbolo de restauración de facto del Imperio romano de Occidente,
que en realidad sirvió para legitimar el poder de la etnia germánica que había
invadido el territorio que antiguamente correspondía a los romanos. Tras su
partición por el Tratado de Verdún en 843, sería sustituido un siglo después por el
Reino de Francia en su parte oeste, y por el Sacro Imperio Romano Germánico en el
este.

En su apogeo, el imperio tenía una población de diez a veinte millones de personas


y una extensión de 1 112 000 km².1

Índice
1 Historia
1.1 Los carolingios
1.2 Carlomagno
1.3 Carolingios posteriores
1.4 Causas de la disgregación del Imperio carolingio
1.5 El legado carolingio
2 Política interior
3 Economía
4 Cultura y arte
5 Véase también
6 Referencias
6.1 Notas
6.2 Citas
6.3 Bibliografía
6.3.1 Fuentes primarias
6.3.2 Fuentes secundarias
Historia
Los carolingios
Véase también: Carolingios
La dinastía deriva del matrimonio de los hijos de Arnulfo de Metz y Pipino el
Viejo, ambos descritos por Fredegario como los señores más importantes de
Austrasia. La familia consolidó su poder desde el segundo tercio del siglo vii
consiguiendo que el oficio de mayordomo de palacio fuese hereditario, y
convirtiéndose así en los verdaderos gobernantes de los francos; mientras que los
reyes merovingios quedaban reducidos a un papel nominal, es por ello que se les
denomina «reyes holgazanes».

El mayordomo de palacio de todos los reinos merovingios, Pipino el Breve (hijo del
mayordomo Carlos Martel y descendiente de Pipino el Viejo), logró destronar a su
rey merovingio Childerico III en 751, y fue reconocido rey de los francos con apoyo
del papa Zacarías, y posteriormente ungido como rey por el papa Esteban II en 754.
Así, aunque Pipino fue rey electo, aseguró su legitimidad divina a través del papa.

En efecto, Pipino consolidó su posición en 754 al fraguar una alianza con el papa
Esteban II, quien obsequió al rey de los francos una copia de la Donación de
Constantino en París, y le ungió a él y a su familia en una majestuosa ceremonia en
Saint-Denis, declarándolo patricius Romanorum ('protector de los romanosi). El año
siguiente, Pipino cumplió la promesa hecha al papa y recuperó el exarcado de
Rávena, recientemente perdido ante los lombardos, entregándoselo al papa en lugar
de devolvérselo al emperador bizantino. Pipino entregó también los territorios
reconquistados en los alrededores de Roma, dando pie a la creación de los Estados
Pontificios en la Donación de Pipino, que dejó en la tumba de San Pedro. La
reconstruida monarquía franca proporcionaría una base de poder leal (potestas) en
la creación de un nuevo orden mundial, en que el liderazgo religioso-espiritual del
papa acrecentó su dosis de poder político-terrenal.

Carlomagno
A la muerte de Pipino en el año 768, se repartió (siguiendo la tradición franca)
entre sus hijos Carlos y Carlomán, recibiendo el primero la Aquitania marítima,
parte de Neustria y Austrasia, y zonas fronterizas de Frisia; mientras que el otro
obtuvo las áreas marginales de Alamania, Alsacia, Aquitania interior, Borgoña,
Provenza y Septimania.2 Tras diversos enfrentamientos entre ellos, la muerte de
Carlomán (711) dejó a su hermano Carlos como único rey, quién posteriormente
pasaría a ser conocido como Carlomagno.a Era un personaje poderoso, inteligente y
relativamente culto, que se convertiría en una leyenda para la historia posterior
tanto de Francia como de Alemania. Carlomagno restableció un equilibrio de poder
entre el emperador y el papa.

A partir del año 772, Carlomagno emprendió una larga guerra en la que conquistó y
derrotó a los sajones para incorporar sus territorios al Imperio franco (las
últimas incursiones de Carlomagno sobre los territorios sajones está datada en 804
por los Annales regni Francorum). Esta campaña se sumó a la práctica de líderes
cristianos no romanos que provocaban la conversión de sus vecinos por la fuerza.
Los misionarios católicos francos, junto a otros de Irlanda y de la Inglaterra
anglosajona, habían penetrado en territorio sajón desde mediados del siglo viii,
resultando en un aumento de los enfrentamientos con los sajones, que se resistían a
los empeños misionarios acompañados de incursiones militares. El principal oponente
sajón de Carlomagno, Widukind, aceptó ser bautizado en el 785, como parte de unos
acuerdos de paz, pero otros líderes sajones continuaron con la lucha. Tras su
victoria en el 782 en Verden, Carlomagno ordenó la matanza masiva de miles de
prisioneros sajones paganos. Tras varios levantamientos más, los sajones sufrieron
la derrota definitiva en el 804. Esto expandió el Imperio franco hacia el este,
hasta el río Elba, algo que el Imperio romano solo intentó una vez, y en lo que
falló en la batalla del Bosque de Teutoburgo (año 9 d. C.). Para poder cristianizar
con más efectividad a los sajones, Carlomagno fundó varias diócesis, entre las que
se cuentan las de Bremen, Münster, Paderborn y Osnabrück.

Al mismo tiempo (773-774), Carlomagno conquistó a los lombardos, incluyendo de esta


manera el norte de Italia en su esfera de influencia. Renovó el donativo al
Vaticano y la promesa al papado de continuar la protección por parte de los
francos.

En el 788, Tasilón III, duque de Baviera, se rebeló contra Carlomagno. Tras


aplastar la revuelta, este incorporó Baviera a su reino. Además de expandir los
horizontes de sus dominios, redujo de manera drástica el poder y la influencia de
los agilolfingos (la familia de Tasilón), otra de las familias influyentes de entre
los francos y sus potenciales rivales. Hasta el 796, Carlomagno continuó
expandiendo su reino todavía más hacia el sureste, hasta la actual Austria y a
partes de Croacia.

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