Estatuto Jurídico Del Comerciante y Agentes Del Comercio (17-03)
Estatuto Jurídico Del Comerciante y Agentes Del Comercio (17-03)
Estatuto Jurídico Del Comerciante y Agentes Del Comercio (17-03)
Al revisar las distintas concepciones que han tratado de explicar el Derecho comercial
como una rama autónoma especial del derecho privado, hemos visto cómo aquella
noción subjetiva fundacional del mismo, como derecho de y para los comerciantes, ha
ido evolucionando hasta llegar a construcciones modernas que lo incardinan en un
ámbito normativo material más amplio y omnicomprensivo, como es el denominado
derecho del mercado en cuanto derivación de un Derecho comercial de los actos
realizados en masa y de un Derecho de la empresa.
Lo anterior no significa, con todo, que el C. de C. abandone por esta vía la concepción
objetiva y despersonalizada del acto de comercio, pues ya hemos dicho que es ésta la
que impera hasta hoy ex artículo 3º del C. de C. El Derecho comercial será aplicable,
por ende, tanto al que ejecuta aisladamente un acto de comercio como a aquel que lo
hace de manera profesional y habitual; pero sólo este último tendrá la calidad jurídica de
comerciante (artículo 7º del C. de C.).
Para ser comerciante, sin embargo, basta en efecto con la capacidad común o general,
sin necesidad de que dicho comercio se ejerza personalmente (aunque sí a nombre
propio según se dirá). De esta forma, por ejemplo, es comerciante el menor de edad y la
mujer divorciada o separada de bienes que sea menor de dieciocho años (artículos 10 y
16 del C. de C. chileno), aunque no puedan ejercer por sí mismos el comercio, lo que el
codificador Ocampo tuvo precisamente en cuenta al reemplazar la expresión "capacidad
legal para ejercer el comercio" por "capacidad para contratar" 218.
Del artículo 7º del C. de C. y sin perjuicio de lo dicho supra, pueden extraerse como
elementos distintivos a) la capacidad para contratar; b) la ejecución de actos de
comercio; c) la habitualidad y profesionalidad, y d) que se actúe a nombre propio, esto
es, adquiriendo derechos y obligaciones como consecuencia del ejercicio del comercio.
Mención especial requiere en esta parte lo que dispone el artículo 19 del C. de C., que
en apariencia parece reconocer la existencia de un elenco de personas a las que les está
prohibido ejercer el comercio.
Como se dijo supra, la regla general en materia mercantil es la libertad de comercio
como manifestación del derecho fundamental de libertad en materia económica (art. 19
Nº 21 de la C.P.), y la plena capacidad de ejercicio. Sin embargo, por excepción la ley
contempla algunas prohibiciones aplicables a algunos comerciantes, respecto de ciertos
y determinados contratos. Así ocurre, por ejemplo, en el artículo 331 del C. de C., que
prohíbe a los factores o dependientes de comercio "traficar por su cuenta y tomar
interés en nombre suyo a ajeno en negociaciones del mismo género que las que hagan
por cuenta de sus comitentes, a menos que fueren expresamente autorizados para ello" ;
o con la situación que regula el artículo 404 Nº 4 del mismo Código, que prohíbe a los
socios de una sociedad colectiva "explotar por cuenta propia el ramo de industria en
que opere la sociedad (...)" ; o con aquella que contempla por último el artículo 57, que
prohíbe a los corredores "ejecutar operaciones de comercio por su cuenta o tomar
interés en ellas, bajo nombre propio o ajeno (...)".
Pues bien, respecto de estos casos el artículo 19 del C. de C. señala que "Los
contratos celebrados por personas a quienes esté prohibido por las leyes el ejercicio
del comercio, no producen acción contra el contratante capaz; pero confieren a éste
derecho para demandar a su elección la nulidad o cumplimiento de ellos, a menos que
se pruebe que ha procedido de mala fe", incurre con ello en una evidente impropiedad
de lenguaje al hablar de personas a quienes esté prohibido el ejercicio del comercio ,
pues lo cierto es que la ley no establece tales incapacidades de ejercicio. Simplemente, y
como se acaba de explicar, lo que hace en los casos recién mencionados es establecer
ciertas y determinadas prohibiciones, concretas y acotadas como también se dijo, las
que más que prohibiciones constituyen meras restricciones o limitantes que la ley
establece en el marco de determinadas actividades de comercio lícitas.
Siguiendo la concepción objetiva del Derecho comercial chileno, debe reiterarse que
los actos de comercio son los que la ley señala y no los que las partes crean, en ejercicio
de la autonomía de la voluntad.
Por lo anterior, es comerciante aquella persona natural o jurídica que realiza o ejecuta
algunos de los actos que la ley califica como comerciales en el artículo 3º del C. de C.219
.
Debe aclararse también, por otro lado, que si bien la reiteración antes mencionada
constituye un elemento de común ocurrencia de cara a la actividad del comerciante, no
es en modo alguno indispensable para configurar en ciertos casos dicha condición.
Podemos decir con PALMA 226 , en efecto, que la persona que compra por ejemplo un
establecimiento de comercio que después decide no explotar simplemente, es
igualmente un comerciante; mientras que aquella que opera normalmente con letras de
crédito en su negocio de renta inmobiliaria, pese al carácter de mercantilidad formal de
cada operación individualmente considerada, no será un comerciante.
Por último, la habitualidad que exige aquí la ley no involucra en modo alguno la
exclusividad de parte del comerciante, de manera que este último bien puede ejercer
simultáneamente otra profesión distinta sin dejar de serlo.
Desde el punto de vista del sujeto activo, el presupuesto objetivo de esta tesis radica,
por ende, en la apariencia jurídica230 que genera la conducta del comerciante aparente,
que lleva a presumir consecuencialmente el carácter mercantil de la actividad que éste
desarrolla. Tal conducta debe ser además imputable en el caso de una persona jurídica,
ya sea porque ésta ha creado la apariencia referida o porque la ha tolerado y/o
mantenido a sabiendas.
Desde el punto de vista del tercero, para ser merecedor de protección éste debe
encontrarse de buena fe, de manera que el conocimiento o el desconocimiento por culpa
grave lo convierten en un tercero de mala fe 231. La mera invocación del sujeto activo,
de no ser comerciante, no opera con efecto retroactivo, de manera que en el juicio
respectivo no podrá ser oída, a menos que se pruebe alguna de las circunstancias
subjetivas recién apuntadas. Como señala Canaris 232, además, ese tercero debe haber
sido inducido, precisamente por su confianza en la calidad de comerciante de su co-
contratante, a ejecutar o celebrar un determinado acto o contrato, debiendo acreditar por
contrapartida el comerciante aparente la falta de causalidad entre su conducta y el daño
sufrido por el tercero.
Por último, debe aclararse que la figura que tratamos sólo puede invocarse en contra
del comerciante aparente, y nunca a su favor 233.
g) Las sociedades securitizadoras que regula el Título XVIII de la misma ley, cuyo
objeto consiste en adquirir créditos y títulos de crédito transferibles en gene ral, para la
ulterior emisión de títulos securitizados.
De lo dicho supra se desprende que los auxiliares prestan sus servicios remunerados
al comerciante o principal en virtud de un contrato, normalmente un mandato u otro de
índole laboral. Como señala GARRIGUÉS 255, "un concepto amplio de auxiliar de
comercio comprende toda persona que emplea su actividad en la misma dirección o
finalidad del comerciante de modo que todo aquel que en virtud de un contrato queda
obligado a realizar una prestación a favor del comerciante, viene por este hecho a
'auxiliarle' en su comercio". Según esto, entonces, los auxiliares o agentes de comercio
"ayudan al comerciante en el cumplido y eficaz desempeño de su actividad", ya sea
porque toman a su cargo la atención de un determinado aspecto del negocio; o porque lo
vinculan con ciertas personas con quienes aquél desea contratar, o porque facilitan
simplemente la realización de ciertos bienes del comerciante.
2. CLASIFICACIÓN
Hemos señalado supra que los auxiliares de comercio pueden estar más o menos
vinculados a la figura del principal, dependiendo del carácter subordinado o
independiente que asuma su gestión como tales. A los primeros los denominaremos
auxiliares dependientes o internos, mientras que a los restantes los llamaremos
auxiliares independientes o externos. A su vez, dentro del primer grupo se encuentran
los factores y los mancebos o dependientes; y en el segundo los comisionistas, los
agentes de negocio , los corredores y los martilleros .
3.1.1. Concepto
En el ámbito laboral, como apunta SIERRA 259, puede existir además un factor notorio
, cuyas facultades de representación del empleador surgen del artículo 4º del Código del
Trabajo y cuya finalidad, en cuanto instituto especial del Derecho laboral, consiste en
proteger al trabajador que ha actuado con base en la apariencia que genera la actividad
de dirección empresarial que desarrolla el representante aparente, principalmente, en
aspectos como el emplazamiento judicial y la celebración de pactos y contratos
laborales. Se trata —agrega este autor— "de un gerente o administrador 'notorio',
circunscrito a la relación entre empresa y trabajadores".
Nada impide que un empresario tenga más de un factor, y que cada uno de ellos actúe
en forma autónoma y separada del resto. En tal caso, cada uno de dichos factores
dependerá directamente del empresario, sin intermediario alguno.
Al momento de dictarse el C. de C., y tal como ocurría con las codificaciones que le
sirvieron de antecedente, las relaciones internas entre el comerciante y el auxiliar de
comercio participaban de las características de un mandato. Así lo confirman, por
ejemplo, las normas sobre la comisión y los comisionistas (artículos 234 y ss.), o
aquellas que regulan la figura de los factores y dependientes (artículos 325 y ss.), a
quienes el Código considera derechamente como mandatarios (artículo 337). Nos
parece, sin embargo, que lo anterior involucra un error del legislador de la época, ya que
se confunde aquí la figura del mandato con la representación que normalmente ejerce el
auxiliar.
Según el artículo 339 inciso 1º del C. de C., "Los factores deben ser investidos de un
poder especial otorgado por el propietario del establecimiento cuya administración se
les encomiende" , agregando en su inciso 2º la obligación de registrar y publicar dicho
poder en la forma prescrita en el párrafo 1, Título II, Libro I.
El registro del poder otorgado a los factores, a que se refiere la norma citada es aquel
que se regula a su turno en el artículo 22 Nº 3 del C. de C., ya analizado. La publicación
del mismo, en cambio, no se encuentra regulada en el C. de C., por lo que en la práctica
se ha optado por practicarla en un diario de la comuna respectiva o en uno de
circulación nacional.
Con todo, recordemos aquí que según el artículo 24 del C. de C. "Las escrituras
sociales y los poderes de que no se hubiere tomado razón, no producirán efecto alguno
entre los socios, ni entre mandante y mandatario; pero los actos ejecutados o contratos
celebrados por los socios o mandatarios surtirán pleno efecto respecto de terceros". En
consecuencia, la omisión de las formalidades apuntadas no genera la nulidad del acto o
contrato respectivo, ejecutado o celebrado por el factor, pues tal circunstancia resulta
inoponible al tercero que ha contratado válidamente con este último. Cosa distinta es
que el principal en este caso, vinculado contractualmente por el factor con el tercero,
pueda demandar luego al mandatario por los perjuicios que haya experimentado261 .
Nótese, por último, que la ley sólo exige "poder especial" y no "poder expreso". El
factor, según el artículo 237 del C. de C., dirige o administra el negocio o
establecimiento del principal "según se prudencia por cuenta de su mandante" ,
contando para ello con todas las facultades necesarias para el buen desempeño de su
encargo, a menos que el comitente se las restrinja expresamente en el poder que le diere
(artículo 339). En consecuencia, mientras que la designación del factor en cuanto tal
debe ser expresa —única forma de cumplir con los requisitos anteriores y con lo
dispuesto por el artículo 35 del Reglamento del Registro de Comercio—, no ocurre lo
mismo con las facultades ordinarias del mandatario. Estas últimas, según se dijo, serán
las que requiera el factor de cara al giro ordinario del negocio o establecimiento
administrado, de manera que la exigencia del poder "expreso" queda restringida sólo a
aquellos casos en que el mandante quiera limitar las facultades que la ley le confiere al
factor, o cuando pretenda aumentarlas y/o complementarlas con otras que excedan de
las ordinarias de administración. Así lo señaló la CS en una sentencia de principios del
siglo pasado, cuyos fundamentos resultan todavía plenamente aplicables:
"4º Que, por otra parte, cualquiera que sea la índole o naturaleza jurídica del
contrato [mandato] a que se refiere el ya citado documento de fs. 2, y aun cuando
hubiere de aplicarse a él la legislación comercial para la resolución del juicio
seguido en estos autos, no habría tampoco violación de los artículos del Código de
Comercio, que se dicen infringidos, toda vez que ese contrato no corresponde al giro
ordinario del negocio para cuya administración se confirió el poder, ni se ha
pretendido siquiera que hubiese sido celebrado por orden del comitente, ni que el
resultado de la negociación se hubiere convertido en provecho de este mismo;
En síntesis, podemos afirmar con OLAV ARRÍA 263que el factor podrá, ordinariamente
y a modo de ejemplo, recaudar y percibir dineros, pagar impuestos, realizar operaciones
con títulos de crédito 264, abrir cuentas corrientes y reconocer saldos 265, abrir y cerrar
cuentas corrientes bancarias y operar en ellas, hacer depósitos bancarios, contratar y
despedir trabajadores, interrumpir prescripciones y, en fin, todos aquellos actos a que se
refiere el artículo 2132 del C.C. en el marco de un mandato general de administración.
En todos estos casos, además, se entenderá que el factor ha obrado por cuenta de su
mandante (artículo 328 Nº 1 del C. de C.). Las facultades restantes, en consecuencia,
requieren de mención expresa.
Tal como ocurre con el mandato en general, en el caso del factor de comercio pueden
darse dos formas de cumplirlo o ejecutarlo: actuando por cuenta del comerciante o
haciéndolo a nombre propio.
A) Por cuenta del comerciante.
Esta forma de actuación constituye la regla general de actuación del factor, quien
normalmente lo hará a nombre y por cuenta del comerciante. Cuando se trata de la
suscripción de documentos, sin embargo, el factor debe anteponer a su firma la
declaración de que lo hace por el principal, pues de lo contrario se obliga personalmente
(artículo 325). Actuando de esta forma —agrega el artículo 326—, los efectos de los
contratos que celebren los factores se van a radicar inmediatamente en el patrimonio del
comerciante/principal, sin quedar aquellos personalmente obligados; lo que no significa
que el tercero no pueda acreditar por su parte que el contrato vincula al comerciante, en
aquellos casos a que se refiere el artículo 328 y que pasamos a revisar.
B) A nombre propio.
La ley no contiene una regla concreta a esta tercera posibilidad, en que el factor
contrata sin indicar si lo hace por el principal o a nombre propio. La solución, sin
embargo, puede encontrarse en el texto del artículo 328 Nº 1 del C. de C., ya
mencionado, según el cual el contrato se entenderá ajustado por cuenta del
comitente/principal "Cuando tal contrato corresponda al giro ordinario del
establecimiento que administran".
En una reciente sentencia, que motiva precisamente este apartado, la Corte Suprema
concluye que se trata en este caso de institutos similares entre sí, de manera que las
reglas que venimos analizando serían perfectamente aplicables a las facultades de
representación del administrador de una sociedad y a los efectos del contrato realizado
por éste. Dijo aquí la Corte:
"Noveno: Que en primer término, cabe considerar que del mérito de la copia
autorizada de la escritura pública de constitución de la sociedad (...), se desprende
que ésta es una sociedad de responsabilidad limitada comercial, atendido el objeto
para el cual la sociedad fue pactada, esto es, para la realización de algún acto de
aquellos que la ley califica de comerciales en el artículo 3º del Código de Comercio,
toda vez que basta que uno de los actos que constituyen el objeto social sea uno de
comercio para que la sociedad tenga el mismo carácter. Así se desprende del artículo
2059 del Código Civil.
Undécimo: Que por otra parte, indudablemente en el caso de autos los pactos
contenidos en la denominada 'Propuesta de compra', corresponden al del giro
ordinario de la sociedad que administra don Claudio Andía Stelzer y además, el
resultado de la negociación consiguiente se convirtió en provecho del comitente,
desde que el inmueble fue comprado por la sociedad demandada dentro del plazo
estipulado en la propuesta de compra, en la cantidad de 13.000 unidades de fomento
y luego, lo vendió transcurrido un mes aproximadamente en 14.000 unidades de
fomento. Por lo anterior, cabe concluir que el administrador de la sociedad
demandada celebró la ' propuesta de compra' por cuenta de la sociedad y los efectos
del negocio se radicaron en ella, como mandante.
Esta interpretación de los hechos, lleva a esta Corte a considerar que, si bien en una
primera etapa de la negociación don Claudio Andía Stelzer actuó sin señalar que lo
hacía por la sociedad demandada, se da el caso que luego fue esa misma sociedad la
que intervino directa y legalmente representada en la operación, circunstancia que
fue aceptada por las partes en el contrato.
Distinto es el caso de las sociedades de capital, anónimas o por accio nes, pues en tal
caso la teoría del mandato no tiene aplicación alguna. Con el surgimiento de las
sociedades de capital, en efecto, dicha tesis se hizo insuficiente para explicar la
naturaleza jurídica de la administración de la sociedad, en cuanto ente o sujeto jurídico
distinto de los socios individualmente considerados, como asimismo la función misma
de administración y/o la responsabilidad que de ella se deriva para los administradores.
Surge así la teoría del órgano, propuesta en Alemania por VON GIERKE , para quien los
administradores estatutarios no actúan como mandatarios de la sociedad sino que,
mucho más que eso, exteriorizan derechamente la voluntad de la misma. Como dice
VILLEGAS 267 , para esta doctrina los representantes estatutarios de la sociedad "son parte
de ella a diferencia de los representantes voluntarios —mandatarios— que expresan su
propia voluntad, si bien lo hacen en nombre y representación del mandante".
En otros términos, para esta teoría los administradores estatutarios constituyen
precisamente un órgano permanente de la persona jurídica y, por ende, son la sociedad
misma, que actúa y despliega en cuanto tal su capacidad de ejercicio en el orden
jurídico. Es por eso, entonces, que los actos y contratos que ejecuta y celebra ese
administrador como órgano social, se imputan directamente a la sociedad. La persona
jurídica, en fin, actúa a nombre propio pues la voluntad que manifiesta el órgano no es
la voluntad ajena de un representante, sino la de la sociedad misma.
Del mismo modo, el factor —al igual que el dependiente— tiene prohibición de
delegar sus funciones sin noticia y consentimiento del principal, lo que constituye
también una consecuencia necesaria y lógica del carácter intuito personae de su
vinculación con el principal (artículo 330). En lo demás, resultan aplicables aquí las
normas sobre delegación de la comisión mercantil contenidas en los artículos 261 a 265
del C. de C. y, en general, las normas comunes sobre indemnización.
Se refieren a este aspecto los artículos 332 y 333 del C. de C, que distinguen entre el
contrato a plazo fijo y el que no tiene asignado un plazo determinado de duración.
Si la duración del contrato no tiene asignado un plazo, cualquiera de las partes podrá
ponerle término dando aviso a la otra con a lo menos un mes de anticipación. "El
principal, en todo caso, podrá hacer efectiva, antes de vencer el mes, la despedida del
factor o dependiente, pagándole la mesada que corresponda" (artículo 335 inciso final).
Todo lo dicho, sin embargo, pierde vigencia y aplicación en aquellos casos en que el
factor se encuentra vinculado al principal a través de un contrato de trabajo, pues las
causales, plazos, formalidades e indemnizaciones por el término del contrato se regirán
en tal caso por las normas del Código del Trabajo, que podrían integrarse como parte de
un derecho general de la empresa. Sin perjuicio de lo anterior, no deben confundirse las
reglas laborales recién mencionadas, que se ocupan de las relaciones internas entre el
factor y el principal, con las normas del C. de C. sobre representación del factor, que
apuntan, en cambio, a las relaciones externas entre el factor y los clientes o terceros.
Las calidades de empleado y representante, en fin, corresponden a dimensiones jurídicas
distintas, que perfectamente pueden coincidir en una misma persona. Así, por ejemplo,
si el factor encargado de la venta de maquinaria del principal actúa con abierta violación
de sus instrucciones, se apropia del resultado de su gestión o abusa de la confianza del
primero, podrá ser despedido con sujeción a las causales del artículo 160 del Código del
Trabajo; pero el contrato celebrado por aquél con terceros le es plenamente oponible al
principal según dispone por su parte el artículo 327 del C. de C.
Los elementos que surgen de la definición legal son tres entonces, y se resumen (a) en
la existencia de una actividad económica comercial del principal, (b) en una relación
interna de carácter dependiente y remunerado, y (c) en la prestación de servicios
comerciales. Este último aspecto, que nos parece determinante para definir si se está o
no en presencia de un dependiente de comercio, resulta sin embargo difícil de definir en
términos genéricos, por lo que su establecimiento dependerá de las circunstancias de
cada caso en concreto. La doctrina comparada propone para este fin atender
básicamente a la visión del tráfico mercantil de cada comerciante o empresario. "La
cuestión de si la actividad es comercial —dice SCHMIDT 271— no se resuelve con saber
si el empleado está visible mente dedicado a negocios de venta. Más bien resulta
importante si la actividad presupone la capacidad y la confiabilidad que, conforme a la
visión del tráfico, caracteriza al empleado de comercio. Así, por ejemplo, el contador o
el 'Prokurist´ empleado es un dependiente de comercio, mientras que la vendedora de
entradas de cine no lo es".
Relacionado con lo anterior, en ciertos casos es incluso la propia ley la que le asigna
facultades limitadas de representación al dependiente, sin necesidad de autorización
expresa del principal. Es lo que ocurre, concretamente, cuando el dependiente presta sus
servicios de manera directa a la clientela, vendiendo las mercaderías o productos que
pertenecen a al giro del negocio o establecimiento en tiendas o depósitos. Es lo que
señala el artículo 346 del C. de C., que distingue entre las ventas que hace el
dependiente al por mayor o al por menor:
a) Los que venden al por menor se reputan autorizados para cobrar el producto de las
ventas que hicieren, pero deberán emitir a nombre del comitente los recibos que
otorgaren (artículo 346 inciso 1º).
b) Los que venden al por mayor gozarán de la misma facultad recién indicada, pero
sólo cuando las ventas se hagan al contado y que el pago se verifique en el mismo
almacén que administren (artículo 346 inciso 2º). En los demás casos, el recibo de pago
deberá ser emitido por el principal o por un tercero facultado para ello en los términos
del artículo 344 del C. de C., ya analizado.
En esta parte tiene plena aplicación aquello que hemos dicho para los factores (vid.
supra.) . Tratándose de los dependientes o mancebos, sin embargo, lo normal será que
éstos se encuentren vinculados laboralmente con el principal o empleador, relación que
se encuentra sometida por ende a las normas del Código del Trabajo.
Según el artículo 235 del C. de C., " El mandato comercial toma el nombre de
comisión cuando versa sobre una o más operaciones mercantiles individualmente
determinadas ". Consiste entonces en un contrato por el cual una persona, llamada
comitente , le encarga a otra llamada comisionista la realización de una o más
operaciones mercantiles lícitas e individualmente determinadas, pagándole por ello una
retribución u honorario.
La comisión, dice el artículo 240, " no se acaba por la muerte del comi tente: su s
derechos y obligaciones pasan a sus herederos ".
B) Revocab ilidad.
Por otra parte, la referencia al interés de los terceros debe entenderse hecha además en
relación con lo que dispone a su turno el artículo 1449 del C.C., de manera que si la
comisión involucra una estipulación del comitente a favor de otro —el tercero—, ésta
deberá ser necesariamente aceptada por el señalado beneficiario. En tanto ello no
ocurra, nos parece que la comisión puede ser revocada por el comitente, a su arbitrio;
pero si el tercero la aceptó, la regla del artículo 241 resulta plenamente aplicable.
C) D elegación.
El m andato civil puede ser delegado por el mandatario, salvo prohibición expresa del
mandante. No estando expresamente autorizado para hacerlo, " responderá de los
hechos del delegado, como de los suyos propios ", lo que se aplicará " aun cuando se le
haya conferido expresamente la facultad de delegar, si el mandante no le ha designado
la persona, y el delegado era notoriamente incapaz o insolvente " (artículo 2135 del
C.C.).
En estos casos, entonces, el comitente debe notificar a la brevedad al comitente " para
que provea lo que más conveniere a sus intereses ", absteniéndose de delegar su
encargo . En otros términos, si el negocio encomendado no es urgente y, pese a ello, el
comisionista delega su encargo en persona que no sea digna de crédito y confianza de
cara a la naturaleza del negocio encomendado, deberá responder de los daños y
perjuicios derivados de la delegación.
Por último, en todos aquellos casos en que la elección de la persona del delegado la
hace directamente el comisionista, sea porque existe una autorización implícita para ello
o porque en la explícita no se incluyó el nombre del delegado, la ley hace responsable al
comitente de los daños y perjuicios que sobrevengan al comitente cuando el delegado
no es persona notoriamente capaz y solvente, o si al delegar el comisionista alteró la
forma de la comisión (artículo 265).
D) Autocontratación.
Puede definirse el autocontrato como "el acto jurídico que una persona celebra
consigo misma, y en el cual actúa, a la vez, como parte directa y como representante de
la otra, o como representante de ambas partes"274 .
E) Solidaridad.
Las obligaciones del comisionista son las propias de todo mandatario, con las
particularidades que pasamos a revisar.
La primera y principal obligación del comisionista, propia de todo man dato, consiste
precisamente en cumplir con el encargo que se le ha conferido. El artículo 245 del C. de
C. señala en este sentido que " Aceptada expresa o tácitamente la comisión, el
comisionista deberá ejecutarla y concluirla, y no haciéndolo sin causa legal,
responderá al comitente de los daños y perjuicios que le sobrevinieren ".
De conformidad al artículo 268 del C. de C., en este caso el comisionista debe ceñirse
rigurosamente a las instrucciones recibidas de su comitente.
Sin perjuicio de lo anterior, cobra plena aplicación en este caso lo dispuesto por el
artículo 2133 del C.C., en relación con el artículo 2º del C. de C., de manera que el
comisionista no se entenderá autorizado para alterar la sustancia del mandato, ni para
los actos que exigen poderes o cláusulas especiales atendido el giro comercial de que se
trate. Del mismo modo, y como lo ha señalado la jurisprudencia, la cláusula de libre
administración —o de " obrar del modo que más conveniente le parezca"— no habilita
tampoco al comisionista para prescindir del contexto negocial del cual surge su
mandato, ni de su naturaleza y fines. En estos casos, en fin, el mandatario deberá actuar
de buena fe y de manera leal y honesta, teniendo especialmente en cuenta los aspectos
recién mencionados. Así lo señaló precisamente la Corte de Apelaciones de Santiago:
9º) Que, de todo lo anterior son conclusiones legales indubitables las siguientes:
9.1. Que el legislador ha querido que la ejecución del contrato de mandato se ajuste
a las instrucciones convenidas y ellas deben ser interpretadas básicamente teniendo
en cuenta la voluntad del mandante.
9.2. Que, en segundo lugar, la interpretación de los contratos debe hacerse
siguiendo, entre otras bases, la buena fe, principio general de derecho (López Santa
María, Jorge; Los Contratos, Parte General, Tomo II, Ed. Jurídica, 2ª Edición,
p. 391 y ss.). De acuerdo a esto, los contratos deben interpretarse ' presuponiendo
una lealtad y una corrección en su misma elaboración, es decir, entendiendo que las
partes al redactarlos quisieron expresarse según de modo normal propio de gentes
honestas y no buscando circunloquios, confusiones deliberadas u oscuridades'.
Tal principio implica asimismo, que ' el contrato debe ser interpretado de man era
que el sentido que se le atribuya, sea el más conforme para llegar a un
desenvolvimiento leal de las relaciones contractuales y para llegar a las
consecuencias contractuales exigidas conformes a las normas éticas' (Diez Picazo,
Luis; Fundamento del Derecho Civil Patrimonial, volumen primero, Editorial
Civitas, Madrid, 1996, p. 398). En este sentido, resulta conveniente recordar lo
señalado por Fried que expresa que la ' latitud de la redacción de un contrato no
debe ser usada para forzar una ganancia o nuevas concesiones de la otra parte
contratante' (Fried, Charles; La Obligación Contractual. El Contrato como promesa,
traducción de Pablo Ruiz Tagle, Ed. Jurídica de Chile, 1996, p. 130).
9.3. Que, por otra parte, este principio de la buena fe debe trasladarse a la ejecución
del contrato. Sería absurdo, en este sentido, que se limitara el escrutinio
interpretativo del contrato a ' las cuatro esquinas del documento mismo' como señala
Fried (Ob. cit., p. 129).
9.4. Que por más amplias e indefinidas que hayan quedado redactadas las facultades
del mandato no podría entenderse incorporada, en modo alguno, la facultad de
castigar la deuda que M.T.P. tenía con la demandante, ni menos aduciendo que debía
incorporarla en el pasivo de la demandante por la obligación legal que tiene el
gerente de las sociedades anónimas de llevar los libros y registros sociales" 277 .
4.1.2.2. Custodiar y
conservar los efectos puestos a su cuidado
Según el artículo 250 del C. de C., "El comisionista debe comunicar oportunamente
al interesado todas las noticias relativas a la negociación de que estuviere encargado
que puedan inducir a su comitente a confirmar, revocar o modificar sus instrucciones ".
La cuenta a que se refiere esta disposición coincide entonces con lo que señala por su
parte el artículo 2155 del C.C., de manera que aquella deberá ser justificada
documentalmente por el comisionista. Nos parece, además, que en virtud de la norma
recién citada el comitente puede liberar al comisionista de la obligación de documentar
su cuenta y, aunque el C. de C. nada dice al respecto —y precisamente por eso—, de
rendir la cuenta propiamente tal. Lo anterior, claro está, es sin perjuicio de los cargos
que igualmente pueda formular el comitente en tales casos, según lo advierte también el
artículo 2155 inciso final del C.C.
Lo contempla el artículo 239 del C. de C., al señalar que "La comisión es por su
naturaleza asalariada".
Precisando el contenido de este derecho, el artículo 275 señala que "El comisionista
tiene derecho a que se le retribuyan competentemente sus servicios" , entregando
además diversas reglas y pautas para su concreta determinación:
A) En primer término, la remuneración será la que acuerden las partes (artículo 275
del C. de C. y artículo 2117 inciso 2º del C.C.).
Según el artículo 272 del C. de C., " Cuando la comisión requiera provi sión de
fondos, y el comitente no la hubiere verificado en cantidad suficiente, el comisionista
podrá renunciar su encargo en cualquier tiempo o suspender su ejecución, a no ser que
se hubiere obligado a anticipar las cantidades necesarias al desempeño de la comisión
bajo una forma determinada de reintegro ".
El comisionista no está obligado a suminis trar los fondos necesarios para la ejecución
del encargo, a menos que así se estipule expresamente. En este último caso, según se
dijo supra, el comisionista puede exigir que se le paguen al contado sus an ticipaciones,
intereses corrientes y costos, aun cuando no haya evacuado cumplidamente el negocio
cometido ( artículo 274), a menos que se haya constituido en mora de rendir cuenta
(artículo 283).
Según el artículo 254 del C. de C., el comisionista puede actuar en nombre propio o a
nombre de sus comitentes.
Sin perjuicio de las reglas precedentes, la ley faculta a su vez al comitente para
declarar a los terceros contratantes que el contrato celebrado por el comisionista le
pertenece a él, haciéndose cargo de su cumplimiento. En tal caso, sin embargo, el
comisionista no queda liberado de su responsabilidad como contratante a nombre propio
(pues fue su patrimonio el que los terceros tuvieron en cuenta para contratar),
asumiendo en tal caso el comitente el carácter de fiador del primero —deudor
subsidiario por ende—respecto de las obligaciones que resulten del contrato respectivo
(artículo 258).
En caso de duda, por último, la ley presume que el comisionista ha actuado a nombre
propio (artículo 259).
Entre otras tantas creaciones del derecho mercantil medieval, los corredores surgen en
las ciudades italianas como fedatarios y mediadores en la celebración de contratos entre
comerciantes. Aparecen por primera vez en Florencia con el nombre de mezzani, sensali
o missetti 284, en el año 1299, y se regulan posteriormente en las Ordenanzas de Bilbao
hasta llegar al C. de C. chileno tras inspirar las disposiciones respectivas del Código
español de 1829.
4.2.1. Concepto
b) No responden del negocio concluido entre las partes. De ahí que, en conformidad
al artículo 65 del C. de C., los corredores no están obligados personalmente a cumplir
los contratos celebrados por su mediación ni a garantizar la solvencia de sus clientes.
d) Por no ser partes del contrato en que intervienen ni mandatarios de las mismas, los
corredores pueden ser considerados como cómplices de quiebra fraudulenta cuando,
después de declarada la quiebra, "intervinieren en cualquier operación comercial del
fallido, con perjuicio de la masa" (artículo 221 de la Ley de Quiebras, Libro IV del C.
de C.).
4.2.2. Clasificación
El carácter mixto que la ley chilena le asigna a este instituto, junto con su natural
evolución y la especialización objetiva de la actividad de corretaje en el tiempo,
permiten agrupar a los corredores en dos grandes grupos:
A) En atención a su nombramiento.
Según si los corredores son nombrados o no por la autoridad pública, éstos pueden
clasificarse en oficiales o titulados y en libres, privados o particulares.
a) Corredores oficiales.
b) Corredores privados.
"Al corredor de comercio que no es oficial público porque no tiene nombramiento del
Presidente de la República le son aplicables, sin embargo, las disposiciones del
Título III del Libro I del Código de Comercio en cuanto son compatibles con la
circunstancia de carecer de dicho nombramiento, ya que el mencionado Código
autoriza a cualquiera persona que reúna las condiciones legales para ejercer
libremente esta clase de mandato comercial, sin exceptuarla expresamente de las
obligaciones impuestas a los corredores"289 .
Con todo, las diferencias entre ambos tipos de corredores —oficiales y libres— son
casi imperceptibles, lo que ha llevado —como destaca PALMA 292— a que en Chile los
primeros hayan sido ampliamente desplazados por estos últimos.
A los corredores, titulados o no según hemos planteado supra, les son aplicables todas
las normas que derivan del ejercicio de la actividad de corretaje propiamente tal, según
la naturaleza de la misma.
Las obligaciones que deberán cumplir estos auxiliares independientes son las que
señala en general el artículo 56 del C. de C., a las que se suman las siguientes:
Esta norma, sin embargo, al igual que las que se relacionan con ella (artículos 68, 70
y 72) deben entenderse reemplazadas por aquellas de la Ley de Mercado de Valores que
regulan la actividad de los corredores de bolsa y agentes de valores, a las que nos
referiremos más adelante.
4.2.4.1. Concepto
La definición legal recién transcrita no resulta del todo acertada por ende, toda vez
que según ella los corredores de bolsa y los agentes de valores, a diferencia de los
corredores regulados en el C. de C., no son meros intermediarios o mediadores que
ponen en contacto a las partes. Más que eso, aquellos intervienen directamente en las
operaciones e incluso a nombre propio, con las responsabilidades consiguientes, lo que
involucra la obligación consecuencial de pagar el precio de una determinada transacción
intermediada o la de entregar los valores pertinentes, según el caso (artículo 33 inciso 3º
de la LMV). Más que corredores entonces, en la acepción que les da el C. de C., los
corredores de bolsa y agentes de valores son verdaderos comisionistas.
4.2.4.2. Clasificación
Con todo, los bancos que actúen directamente en el mercado de capitales deben
hacerlo a través de filiales bancarias creadas para tal efecto, las que deben inscribirse en
el Registro de Corredores de Bolsa y Agentes de Valores. Tales socied ades filiales son
también fiscalizadas por la SVS.
a) Deben estar inscritos en los registros que para estos efectos lleva la SVS (artículo
24 inciso final de la LMV). Sin embargo, según el artículo 25 los bancos e instituciones
financieras no están obligados a registrarse como corredores de bolsa o agentes de
valores, sin perjuicio de ser fiscalizados por la SVS.
b) Deben ser autorizados por la SVS, mediante resolución que deberá dictarse dentro
de los 30 días siguientes a la solicitud respectiva (artículo 28 de la LMV).
Una vez subsanados los defectos o efectuadas las complementaciones, según el caso,
y vendido que sea el plazo señalado, la SVS estará obligada a practicar la inscripción
dentro de tercero día (artículo 28 inciso final).
c) El solicitante deberá reunir determinadas condiciones de solvencia patrimonial y
liquidez.
a) Sólo pueden optar al cargo de corredor de bolsa los agentes de valores debidamente
inscritos en el registro pertinente de la SVS (artículo 45 de la LMV).
b) Una vez aceptado como corredor de bolsa, éste deberá adquirir la acción de la
bolsa que corresponda. Si se desempeña en más de una, deberá adquirir una acción en
cada una de ellas (artículo 40 Nº 5 y Nº 6 de la LMV).
A) Deben sujetar sus operaciones con sujeción a la LMV, a las instruccio nes de la
SVS y a los estatutos de las bolsas o de las asociaciones de agentes de valores a que
pertenezcan, según el caso (artículo 33 de la LMV).
B) Los corredores de bolsa deben guardar reserva sobre el origen de las órdenes de
compra o venta de valores mobiliarios que reciban (artículo 44 letra f de la LMV).
G) Los corredores o agentes de valores que mantengan valores por cuenta de terceros
pero a nombre propio, deberán inscribir en un registro especial y anotar separadamente
en su contabilidad estos valores con la individualización completa de la o las personas
por cuenta de quien los mantienen (artículo 179 de la LMV).
A) Responsabilidad Civil.
a) Los que hicieren oferta pública de valores sin cumplir con los requisi tos de
inscripción en el Registro de Valores que exige esta ley o lo hicieren respecto de valores
cuya inscripción hubiere sido suspendida o cancelada.
b) Los que utilicen la expresión reservada " corredor de bolsa" o " agente de valores
".
C) Responsabilidad Administrativa.
Se trata aquí de las sanciones que las bolsas pueden imponer a sus miembros
(corredores) para el caso de incumplimiento de las normas internas sobre
funcionamiento de la actividad bursátil y sobre ética comercial, y también de aquellas
que aplica la SVS o la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras —
SBIF— según corresponda.
A los martilleros nos hemos referido ya al tratar sobre las empresas de martillo como
acto de comercio, contempladas en el artículo 3º Nº 7 del C. de C. Dijimos allí que su
regulación actual se contiene en la ley Nº 18.118, de 22 de mayo de 1982, que regula el
"Ejercicio de la actividad de Martillero Público" y que define a los martilleros en su
artículo 1º señalando que "Son personas naturales o jurídicas inscritas en un registro en
conformidad a la ley, para vender públicamente al mejor postor bienes corporales
muebles". Nos remitimos, en consecuencia, a lo señalado en esa oportunidad.
c) Alterar el juego normal de las posturas y el precio natural de las subastas mediante
maniobras de cualquier índole.
Según esto entonces, en los remates voluntarios los martilleros pueden considerarse
como verdaderos comisionistas para vender, sirviendo en tal sentido como auxiliares
independientes del comercio. Distinto nos parece el caso de las ventas forzadas
ordenadas por los tribunales de justicia, pues allí desaparece todo vestigio de
voluntariedad de las partes en cuanto a la designación del martillero y a las facultades
del mismo para llevar a cabo el encargo. En tales circunstancias, por el contrario, el
martillero asume el carácter de un auxiliar de la administración de justicia que no hace
más que cumplir un mandato judicial, intermediando simplemente entre las partes sin
que puedan observarse, por ende, indicios de comisión o mandato mercantil entre éstas
y aquél. Así lo ha entendido también la jurisprudencia, al señalar:
"3º) Que de lo expuesto en las disposiciones legales comentadas [artículo 17] surge
con nitidez que en las subastas públicas que se realizan en las ferias de animales los
martilleros son meros intermediarios entre el vendedor del animal y el comprador del
mismo y cuya misión es vender públicamente al mejor postor"295 .