Magallanes La Magia de Sus Mitos y Leyendas
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Magallanes La Magia de Sus Mitos y Leyendas
Fundación Teraike
www.fundacionteraike.cl
[email protected]
© Inscripción Nº 284062
ISBN Nº 978-956-09072-0-2
Diseño
Sonia Valenzuela Feldman
Edición
Francisca Vogt Jara
Impresor
La Prensa Austral
Noviembre 2017
Magallanes:
La magia de sus mitos y leyendas
La flor del hielo
Calafate era la hija preciada del jefe de una tribu tehuelche. La hermosa joven
poseía llamativos ojos color miel y era muy respetada por todos.
Un día arribó al clan un joven selknam que debía cumplir ahí el ritual de iniciación
impuesto por su tribu. Los tehuelches solían despreciar a los selknam, pero
permitieron a este muchacho de dieciocho años permanecer entre ellos para
superar las pruebas.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que el jefe de los tehuelches descubrió
este amor secreto, prohibiendo a Calafate seguir viendo al joven selknam. Pese a
que siempre había sido obediente a su padre, la joven no tuvo más opción ante un
amor tan fuerte y junto a su enamorado, planearon escaparse juntos.
Constanza Palma Lagos
Así, una noche, ambos dejaron el
asentamiento y huyeron a través
de la estepa patagónica. Cuando el
jefe descubrió que su hija se había
fugado, entró en cólera y recurrió a
la chamán de la tribu.
La figura femenina más extraordinaria de los selknam era Luna, jefa indiscutida de
las mujeres, y por lo tanto de los varones. Su marido, Sol, como todos los hombres,
debía realizar las principales tareas.
Luna decidía cuándo debía celebrarse un Hain para que las jóvenes fueran
introducidas a la vida adulta, y para que los hombres recordaran que los espíritus
eran aliados de las mujeres. Los preparativos de la ceremonia se realizaban en
riguroso secreto.
Los hombres rara vez veían a Xalpen, enterándose de su presencia por los gritos
aterrorizadores con los que las mujeres la recibían y que ellos oían desde fuera de
la choza. La aparición de otros espíritus era anunciada por los cantos femeninos
desde el interior del Hain para que los hombres supieran de su presencia.
Un día, Sol, al volver de cacería con un guanaco, llegó muy cerca de
la choza ceremonial. Escuchó las voces de dos mujeres y se aproximó
sigilosamente. Ahí las vio ensayando las escenas que iban a representar
para hacer creer a los hombres que eran espíritus reales. Comprendió
entonces el engaño de las mujeres para mantenerlos sometidos.
El teniente de artillería Miguel José Cambiaso, se encontraba arrestado en Punta Arenas por
reiterados actos de indisciplina, cuando la noche del 24 de noviembre de 1851 fue liberado por
la guardia. Con el apoyo de toda la guarnición, se apoderó del cuartel y de la plaza de la ciudad,
y el grupo proclamó al general José María de la Cruz como nuevo presidente de la República.
Los rebeldes desconocían la elección de Manuel Montt , el primer civil electo como presidente
de Chile, y formaron parte de la guerra civil que vivió el país llamada “Revolución de 1851”.
Cambiaso fusiló a varios de sus opositores y luego saqueó edificios, incendió la iglesia, el
hospital y la gobernación. Al día siguiente, asaltó la goleta británica Elisa Cornish, que llevaba
un cargamento de barras de oro.
Cambiaso escapó, abandonando a sus seguidores en la destruida Punta Arenas, pero fue
aprehendido cuando navegaba rumbo a Chiloé. El tesoro, en cambio, nunca pudo ser encontrado.
Así, se corrió la voz de que este cruel bandido lo había ocultado en alguna parte de la ciudad.
Desde ese tiempo, no ha cesado la búsqueda del botín. Dice la leyenda, que en la noche de San
Juan pueden observarse fuegos que indicarían la presencia del oro, pero aún nadie ha podido
encontrar el tesoro de José Cambiaso.
En la provincia de Última Esperanza había una estancia cuyos propietarios tenían una hija muy bella,
ante cuya figura caían rendidos los jóvenes lugareños. La joven, de apenas diecisiete años, sentía un
gran cariño por sus padres y, además, tenía una especial predilección por su perro regalón Pol, que en
lengua aonikenk significa negro.
Un día, mientras paseaba con su mascota, recogiendo flores silvestres, los ojos del demonio se posaron
en la bella muchacha. Transformado en un atractivo galán, se le acercó y la fue conquistando. Así, el
diablo hizo que la joven se alejara cada vez más de la casa paterna.
En cada oportunidad que los muchachos paseaban juntos, eran acompañados por el fiel Pol, que no los
dejaba a sol ni a sombra, presintiendo los oscuros planes del enamorado. En una oportunidad, este se
las ingenió para extraviar al can, llevándose a la muchacha hasta una gran figura rocosa e invitándola a
que lo acompañara a ingresar por unos intrincados pasadizos que solo él conocía.
Engañada, la niña entró al roquerío y se perdió para siempre. El perro, guiado por su olfato, llegó hasta
el lugar, sin embargo, no logró encontrar la entrada que le hubiera permitido seguir a su ama. Allí se
quedó, esperando hasta que murió de hambre.
Quienes visitan la roca con forma de silla, ubicada camino al Parque Nacional Torres del Paine, pueden
ver que cada cierto tiempo un águila se posa en lo alto. Es el demonio que vigila. Cerca de esta piedra
hay otra gran formación que tiene la figura de un perro recostado en espera de su ama que desapareció
para siempre.
Cuenta la leyenda aonikenk que cuando el sol, Xaleshen, se escondía, los malos
espíritus provocaban desórdenes y en la oscuridad, los gigantes prodigaban males
y desgracias. En busca de una solución, Kooch, el creador, iluminó las noches para
que los espíritus malignos se alejaran. Alzó sus manos y en un rincón del horizonte
dibujó a Keengenkon, la luna.
Fuente: Mi Calendario ”Cuentos y leyendas del gran tesoro aonikenk,” Mariela Andrade G.
Laura Núñez Maldonado
Josefa Ormeño Vargas
Kamshout y el otoño
Hubo un tiempo en que las hojas del bosque eran siempre verdes. Fue entonces cuando el joven
selknam Kamshout partió en un largo viaje para conocer nuevas tierras.
Pasaron los meses, muchos más de lo esperado, y el joven no regresaba. Todos extrañaban al muchacho
y lo esperaban con ansias, pero después de un tiempo lo dieron por muerto. La aldea estuvo muy triste
y cuando ya nadie creía en su regreso, apareció Kamshout. Volvió muy alterado y empezó a relatar su
sorprendente incursión en un lugar mágico en el lejano norte.
En ese país, los bosques eran interminables y los árboles perdían sus hojas en otoño hasta parecer
completamente muertos. Sin embargo, con los primeros calores de la primavera, pequeños brotes
parecían renacer y las hojas verdes volvían a salir. Nadie creyó la historia y la gente se rió de Kamshout.
Triste y muy enojado, el viajero decidió irse para siempre.
Cuando llegó el otoño, un gran loro comenzó a revolotear de árbol en árbol, y al rozarlos con las
plumas rojas de su pecho, fue tiñendo todas las hojas. Era Kamshout que reaparecía.
Así coloreadas, las hojas empezaron a caer y todo el mundo temió la muerte de los árboles. Esta vez fue
Kamshout quien disfrutó riéndose de los hombres.
En la primavera, las hojas volvieron a lucir su verdor, demostrando la veracidad de la aventura vivida
por Kamshout. Desde entonces, los loros se reúnen en las ramas de los árboles para reírse de los
incrédulos y así vengar al mítico viajero.
La creación del arcoíris
Hace muchos años, entre los canales australes, vivía una hermosa joven kawéskar.
Era alegre y traviesa y le gustaba jugar con los niños y ayudar a los mayores,
entregando felicidad a quienes la rodeaban.
El dios que estaba en lo alto, sintió pena por ella y decidió transformarla en algo
bello. Cuentan los antiguos habitantes de esas tierras que su cuerpo comenzó
a evaporarse en el aire. De cada gota que emanaba de él salían colores que
alegraban la tarde.
Dicen que así se formó el arcoíris y que ahora, cada vez que termina la lluvia gris,
sale a colorear el paisaje. Todas las personas tratan de atrapar un trocito, pero
ninguna lo ha logrado. Si esto ocurriera, el afortunado sería feliz para siempre.
Fuente: Aprendiendo de nuestro pasado indígena: la etnia Kawéskar. María Angélica Andrade.
Karla Cárdenas Díaz
Ian Altamirano Aguilar
Choiols, la leyenda de la Cruz del Sur
Un grupo de cazadores aonikenk salió un día a la pampa a cazar ñandúes. Provistos de sus boleadoras,
se acercaron sigilosamente hacia una parvada de aves, eligiendo atrapar a la más grande y hermosa,
para aprovechar su carne y sus plumas. Esa tarde acababa de llover y entre las nubes había salido el sol,
que se iba poniendo lentamente.
Cuando se disponían a bolearlo, el ñandú escapó, huyendo velozmente hacia el sur. Los cazadores
corrieron tras él, arrojándole flechas y boleadoras, pero ninguna pudo alcanzarlo. Korkoronke, el más
ligero y resistente de los hombres, estaba a punto de darle alcance, cuando el ñandú divisó una escalera
de hermosos colores. Era un arcoíris por el cual subió al cielo, dejando sus huellas marcadas. El hombre
le lanzó su boleadora, en un último intento por atraparlo, pero esta pasó a su lado y el ave escapó para
siempre de sus cazadores.
Al regresar, los hombres debieron soportar las burlas de todo el campamento, que no creyó la historia
del arcoíris.
Cuando cayó la noche, el cielo les dio la razón, porque vieron brillar nuevas estrellas. Una de
las huellas que el ñandú dejó en su carrera quedó para siempre grabada en el cielo, dibujada
con cuatro estrellas. La llamaron Choiols, que significa “huella de ñandú en el cielo”. Esta
constelación es hoy nombrada Cruz del Sur, y es el punto de referencia del hemisferio austral.
Korkoronke no pudo hallar sus boleadoras en el suelo. Estaban en el cielo, convertidas en una nueva
constelación que recibió el nombre de Cheljelén, la que conocemos como las Tres Marías.
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Magallanes es una región fértil en mitos y leyendas. Los primeros surgen de sus
pueblos originarios, luego son los conquistadores y colonos que siguen nutriendo
de historias esta zona, a las que se suman las leyendas urbanas. Diversos relatos que
han sido transmitidos de generación en generación y crecen junto con el misterio
que rodea a esta tierra austral.