Retos de Evaluación Formativa
Retos de Evaluación Formativa
Retos de Evaluación Formativa
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Dialogo informado sobre politicas publicas
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Nadie podrá dudar que la evaluación es fundamental para aprender y que las evidencias nos
permiten tomar decisiones más eficientes sobre nuestro trabajo como docente. Sin embargo,
es importante también que seamos conscientes de los grandes retos que estas dos
afirmaciones nos plantean. Ambas suponen generar cambios en la cultura y en las prácticas
escolares, que involucran a los docentes, las familias y sobre todo a los estudiantes,
nuestros protagonistas más importantes.
1.
Cambiar nuestras prácticas de evaluación
Esto supone comprender que la evaluación es una oportunidad que tenemos los docentes
para acompañar a nuestros estudiantes permanentemente y durante los procesos mismos
de aprendizaje. Supone, además, utilizar el error para seguir aprendiendo y para facilitar
procesos de aprendizajes adecuados; comprender, por ejemplo, que quizá una conversación
informal puede ayudar más a nuestros estudiantes que colocarle una nota. La investigación
nos dice que ayuda de manera muy eficiente a desanudar alguna dificultad en el proceso.
Nos exige comprender que es indispensable fomentar el trabajo y la evaluación entre pares
para ayudarse en los procesos de aprendizaje; que es muy útil fomentar también la
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autoevaluación como herramienta para aprender y para autorregular los propios
aprendizajes. Cambiar nuestra idea de la evaluación formativa supone reconocer que todos
podemos evaluar y no solo los docentes. Para esto, es evidente que los criterios que
estamos esperando de determinadas actuaciones o productos, tienen que ser compartidos
por todos y por qué no, con el tiempo, consensuados con los estudiantes.
2.
Distinguir niveles de logro y trabajar diferenciadamente para cumplirlos
Un segundo reto tiene que ver con establecer (desde que iniciamos un proyecto, un estudio
de caso o una unidad) las metas a dónde queremos llegar, los niveles de logro que estamos
proponiendo, y trabajar de manera diferenciada para lograr que cada uno y cada una de
nuestros estudiantes avance. Compartir estos criterios de evaluación no solo es
indispensable para generar aprendizajes (“todos sabemos hacia dónde vamos”) sino que es
fundamental para democratizar las relaciones maestro-estudiante.
El conocer los criterios y niveles de logro (a través de rúbricas u cualquier otro instrumento)
permite as estudiante entender lo que se espera de él o ella, pero también le permite
conversar sobre sus calificaciones y plantear inquietudes sobre la conclusión que un docente
ha emitido. Esto es muy importante, aunque sea difícil para nosotros los docentes entablar
una conversación con un estudiante y aceptar que nos podemos haber equivocada al sacar
una conclusión.
3.
Reconocer el papel fundamental de las emociones en el aprendizaje
Las emociones juegan un papel fundamental en los aprendizajes, tanto como en las
evaluaciones que experimentan los estudiantes. Que los estudiantes no se sienten a gusto
cuando los evaluamos no es un secreto. Es por eso necesario que nos sientan como aliados
y no como “evaluadores” y ese es quizá uno de nuestros mayores retos: lograr plantear
evaluaciones en las cuales todos perciban algún nivel de logro que les permita y les motive a
seguir aprendiendo.
4.
Crear ambientes amables y de confianza
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Un cuarto reto tiene que ver con lograr crear ambientes amables y de confianza para que la
información fluya en todo sentido y en todas direcciones. Lograr que nuestros estudiantes
expresen dudas, sin temor a que se burlen los compañeros, sin temor a que el profesor los
“crea torpes” es indispensable. De allí que garantizar un clima de respeto y confianza
resulta un elemento clave para que la evaluación formativa se convierta en una realidad.
5.
Dejar de asociar la calificación con premios y castigos
Dejar de tomar las calificaciones como fuente de premios y castigos es otro gran reto. Quizá
aún mayor mientras mayores son nuestros estudiantes. Todos solemos decir con mucha
seguridad que la motivación debe ser intrínseca al aprendizaje, pero de alguna u otra
manera sentimos o pensamos que, si no calificamos, los estudiantes van a dejar de estudiar.
6.
Usar la información para saber cómo ayudar y no para censurar
Un sexto reto, que nos exige un trabajo profundo con las familias, tiene que ver con el
verdadero sentido de la evaluación: sus resultados aportan información útil para apoyar el
desarrollo de las competencias de nuestros hijos. Las familias no pueden esperar los
resultados de la evaluación para dar o negar permisos a los hijos o hijas.
Esa información les debe ayudar a conversar con ellos y ver cómo pueden ayudarlos a
avanzar en los aprendizajes esperados. Necesitamos convencer a las familias que la
expresión de confianza, y el apoyo incondicional pueden resultar fundamental para alcanzar
los logros.
7.
Tomar decisiones en base a evidencias
En un proceso de cambio curricular, como el que estamos viviendo, que supone un cambio
de paradigma hacia un enfoque por competencias, tenemos que preguntarnos cuánto hemos
desarrollado nuestras capacidades para generar experiencias de aprendizaje que a su vez
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generen evidencias (ya sea productos o actuaciones de nuestros estudiantes), que nos
permitan concluir acerca del nivel de competencia de nuestros estudiantes.
Mostrar experiencias exitosas que modelen alternativas de trabajo es también un reto para
todos nosotros que muchas veces tenemos temor o recelo de compartir lo logrado.
8.
Evaluar nuestra propia actuación a partir de los resultados de una evaluación
Es común también que pensemos que la evaluación es una evaluación solo en relación a las
actuaciones de nuestros estudiantes. Sin embargo, tenemos que aceptar que los resultados
y las conclusiones también nos permite evaluar nuestras propias actuaciones y, por lo tanto,
mejorar de forma continua nuestras competencias docentes y pedagógicas. Los resultados
de nuestros estudiantes nos permiten sacar conclusiones sobre si tomamos las decisiones
correctas o si debemos cambiar algunas de las secuencias de aprendizaje
9.
Comprender la función de la calificación en un enfoque de competencias
Otro reto, quizá el más importante para docentes de secundaria, consiste en comprender la
relación intrínseca entre un enfoque de competencias y una calificación en una escala
“pequeña”, cualitativa y discreta. Dejar de hacer equivalencias será un reto fundamental.
Comprender que entrar a un enfoque de competencias implica reconocer los distintos
niveles de logro (que deben ser descritos) será otro gran reto. Compartir inquietudes,
seguridades y experiencias que demuestran que utilizar este tipo de escala no implica
renunciar a alcanzar altos niveles en las competencias, es una afirmación fácil de decir, pero
difícil de aceptar. Es en esa línea que debemos seguir conversando y compartiendo
experiencias que lleven a dejar de lado algunos mitos, basando afirmaciones en evidencias.
10.
Guardar equilibrio entre las evaluaciones nacionales y las de aula
Necesitamos encontrar equilibrio entre el peso que le damos a las pruebas nacionales, ya
sea censales o muestrales, y el peso que le damos en nuestros discursos a las evaluaciones
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de aula. Eso supone encontrar el verdadero sentido a los estándares de aprendizaje,
comprendiéndoles como referentes de progresión y no como instrumentos de
homogenización, lo que requerirá un gran trabajo de todos nosotros. Discutir más en
profundidad el papel de los estándares y de los niveles de logro allí descritos es lo que nos
permitirá hacer realidad el enfoque de atención a la diversidad.
No solo tenemos retos como Estado, como escuela y como docentes. También tenemos un
conjunto de certezas o seguridades que necesitamos valorar:
No olvidemos que nos hace felices descubrir que todos y todas las estudiantes con los
cuales compartimos un aula logran alcanzar sus metas. La evaluación formativa es en
ese sentido, la herramienta por la cual apostamos.
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