Eloy Gonzalo

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BORRADOR ARTÍCULO ELOY GONZALO

Álvaro Panadero Jiménez

En el libro nº 1703 de la Inclusa de Madrid tenemos constancia de que un recién nacido llegó en
1868, acompañado de la siguiente nota: “Este niño nació a las 6 de la mañana, está sin bautizar
y rogamos que le ponga por nombre Eloy Gonzalo García, hijo legítimo de Luisa García, soltera,
natural de Peñafiel. Abuelos maternos, Santiago y Vicenta.” Esta será solo la punta del iceberg
de toda una serie de duros sucesos que marcarían la vida del mencionado, Eloy Gonzalo García
y que en la presente exposición mostraremos que tuvieron una importante repercusión en el
devenir de su vida. Así mismo, queremos y tenemos la intención de reivindicar su figura histórica
dando a conocer una vida que no tiene nada que envidiar a ningún otro personaje de la tan
denostada historia española del XIX.

Eloy Gonzalo sería adoptado por el matrimonio de Francisco Díaz Reyes y Braulia Miguel, como
destaca el legajo 497 de Registros de la Inclusa. Francisco Díaz era un Guardia Civil perteneciente
a la 4ª compañía del Primer Tercio del cuerpo mencionado con anterioridad. Por aquel entonces,
se sabe que la pareja, residente en la localidad de San Bartolomé de Pinares en la provincia de
Ávila, no tenían hijos; es más, Braulia había perdido un hijo recientemente, hecho que le
permitía ejercer como madre de cría, que no era sino poder lactar al recién nacido Eloy. Al
desempeñar esta vital función, se le abonaría un total de 60 reales bimensuales condicionados
para con la solvencia económica de la institución de la Inclusa. Tres años después, Díaz recibe
una notificación de traslado que le obliga a movilizarse junto con su esposa y el infante Eloy al
municipio de Robledo de Chavela, en la Sierra Oeste de Madrid. Poco tiempo después le llegó
un segundo aviso comunicándole un nuevo traslado a la localidad de Chapinería, localidad
situada también en la Sierra Oeste madrileña. El infante Eloy, no superaría los cinco años de
edad por aquel entonces, cuya corta existencia transcurriría tranquilamente en el hogar de la
casa-cuartel en la plaza actual que lleva el nombre de nuestro protagonista. No obstante, la
familia tenía serias dificultades para llegar a fin de mes, económicamente hablando se vieron
salvaguardados por los 268 reales que Braulia percibía de la Inclusa de Madrid.
Una vez finalizado el servicio militar de Díaz en Chapinería, retornaron a San Bartolomé de
Pinares, produciéndose un drástico acontecimiento en 1879 que cambiaría la vida de Eloy
Gonzalo por completo. Aquel año se producía el último pago de los 60 reales de manutención
estatal a Braulia, lo que les llevo a tomar una difícil decisión: desentenderse de las dietas de un
Eloy ya casi entrado en la pubertad; por aquel entonces tendría 11 años. No sin sentirse
desamparado, nuestro aún menor protagonista decide armarse de valor y emprender un viaje
de no retorno desde San Bartolomé de Pinares hacia Chapinería, de la que tenía bellos recuerdos
de sus años allí transcurridos. Eloy llevó a cabo esta proeza, un trayecto que en la actualidad
podemos calcular de unas diez horas y diecisiete minutos, que debido a la época y a la dificultad
añadida de los accidentes geográficos, así como la falta de carreteras, habría que sumar unas
horas más de viaje. No podemos afirmar con total rotundidad de si en este viaje recibió ayuda
externa, si alguien bienintencionadamente le llevó en algún transporte hasta la localidad en
cuestión.

De lo que sí estamos seguros es de que llegó a Chapinería, bajo el cobijo del conocido
comúnmente por la gente del pueblo como el tío Guillermo, con el que vivió en la Calle del Clavel
y del que aprendió el oficio de pastor. Más tarde pasará a estar bajo la tutela de Fermín Díaz y
de su esposa Narcisa, ejerciendo toda una serie de oficios que irían desde bracero, ganadero,
albañil, carpintero, labrador y barbero. Muchos de estos oficios figuran en los expedientes
castrenses, mientras que otros han sido transmitidos de generación en generación por tradición
oral. En 1889 su vida vuelve a dar un nuevo giro de acontecimientos, cuando decide alistarse a
la edad de 21 años, con el fin de hacer carrera militar. Al no hallarse empadronado en la
localidad, la autoridad competente rehusó de llamarlo a quintas, por lo que finalmente decidiría
ingresar a través del Ayuntamiento en Caja con sus amigos y camaradas, los conocidos como
quintos de 1888: Pedro, Antonio, Ángel, Antolín, Eusebio. Eloy y Leonardo Ribagorda Hernández.

Este supone el comienzo del inicio del periplo militar en la vida de Eloy Gonzalo, en donde
podemos hacer un contrapunto por medio de este breve repaso de su infancia, adolescencia y
juventud con el que podemos hacernos una idea a groso modo de cómo una serie de
circunstancias adversas que lo ponían a la contra de la época que le había tocado vivir; los
complejos cambios decimonónicos de la segunda mitad del XIX, desde la Gloriosa Revolución, el
Gobierno Provisional, el Sexenio Democrático y la restauración monárquica bajo la figura de
Alfonso XII de Borbón, pasando a la regencia de María Cristina y el bipartidismo entre los
Partidos Conservador y Liberal. Y cómo: la denominada como Guerra Necesaria o de Cuba, en la
que nuestro protagonista pasaría a la historia como héroe indiscutible, si bien no reconocido y
quizás hasta olvidado por la historiografía más especializada.

Borrador de Articulo de Eloy Gonzalo (Batalla de Cascorro)

Rafael Jiménez Pinuaga

A principios de 1896, cuando Valeriano Weyler llego a Cuba, la situación militar era desesperada
para las tropas españolas. Su energía, resistencia y métodos de combate comenzaron a dar sus
frutos en la segunda mitad del año. Desde aquel momento se marcó el tiempo en que las tropas
coloniales españolas comenzaron a imponerse, mientras los mambises cubanos hubieron de
batirse a la defensiva. La defensa de los fuertes del poblado de Cascorro y su asedio inmortalizó
a un soldado, un héroe popular, del pueblo, su nombre Eloy Gonzalo García.

En la Cuba sublevada de 1896, las guerrillas de los mambises, abastecidas por los buques
corsarios yankies de las costas de Florida y Alabama que acosaban a los ejércitos coloniales. Los
ejes del control militar español eran las trochas y los blocaos-construcciones fortificadas-,
repartidos por toda la isla. Valeriano Weyler, dirigía sus tropas con mano de hierro y en el bando
contrario, Máximo Gómez sostenía en Camaguey, con firmeza, su temible campaña circular,
donde se mantenía bajo presión y asedio a las extensas y vulnerables posiciones españolas.

Uno de esos pueblos aislados era Cascorro situado a 63 km de Camagüey, en la confluencia de


los ríos Sol y Camagüey. La posición la componían tres fuertes, enlazados por pequeñas
trincheras. La guarnición estaba compuesta por 170 hombres del Primer Batallón del Regimiento
de María Cristina nº63, al mando del capitán Francisco de Neila y Ciria.

El 22 de septiembre, comienzo el asedio de la posición por parte de los mambises, de Calixto


García y Máximo Gómez, la mayoría tropa de irregulares, aproximadamente unos mil quinientos
hombres, poseían tres cañones con los abrieron juego. Neila solo tuvo tiempo de enviar unos
mensajeros a Camagüey, donde el jefe de la circunscripción de Puerto Príncipe, general Adolfo
Giménez Castellanos, envió una columna de refuerzo de 1.800 fusileros, 300 jinetes y alguna
artillería. Rápidamente la columna fue atacada a campo abierto por los cubanos, los combates
se sucedieron: ocho en diez días, con la columna en avance que vaciló y, al final se detuvo entre
el 4 y el 5 de octubre, no lejos de su objetivo a unos 3km.

Mientras la situación en Cascorro, la situación parecía perdida, los mambises habían traído seis
baterías, disparando 195 granadas y aunque solo 35 alcanzaron los fortines, estos estaban casi
derruidos. A pesar del ataque y de los bombarderos, las bajas fueron muy bajas, solo cuatro
muertos, once heridos y seis contusos. Lo peor eran los enfermos: casi toda la guarnición padecía
disentería, malaria, tifus y sarna. El agua se defendía a muerte, pero se habían acabado y las
municiones escaseaban. Neila había rechazado cuatro invitaciones a rendirse, sabe que la
columna enviada por Jiménez Castellanos intenta alcanzar el lugar pero que tiene grabes
problemas, que sus soldados están al límite de la resistencia física y moral y además para
complicar las cosas los cubanos han ocupado las casas próximas al fuerte “Principal”, desde
donde disparan a placer a sus tropas.

Un contrataque al mando del teniente Perier con 25 hombres, logra desalojar a los guerrilleros
de la primera casa impidiendo la instalación de una pieza artillera, pero quedaba la segunda
casa, que fue tomada por los mambises al inicio del asedio aprovechando su cercanía al fuerte
“Principal” y desde ella acosaban a los defensores. Neila reúne a sus hombres en la tarde del
cinco de octubre y les explica la situación, que por supuesto todos conocen. Cuando está a punto
de pedir voluntarios para arrasar la amenaza de la casa y volar el bohío, un soldado sale de las
filas y se ofrece voluntario para cumplir la acción.

Su nombre es Eloy Gonzalo García, un soldado alto, fuerte y que solo pide una larga cuerda atada
a la cintura, porque está seguro de morir y quiere que sus compañeros rescaten su cadáver. El
voluntario porta, una lata de petróleo de 10 litros, un fusil máuser, un ascua o antorcha y una
soga. Al anochecer, Eloy se desliza a rastras, sobrepasa la vigilancia cubana y se introduce en la
maleza. La cuerda se tensa y se destensa, los defensores no ven ni oyen nada, los minutos pasan,
solo se oyen las voces de los guardianes enemigos. Los españoles piensan que se ha fracasado
en el empeño, que ha sido acuchillado por los guardias enemigos o capturado, pero de repente
la cuerda se mueve, Eloy avanza.

De pronto surge un ascua en la espesura y al instante un arco rojizo ilumina el campo cubano,
el bohío o surtidor revienta y explota el fuerte enemigo e incendia la casa. De repente brotan
alaridos e insultos, desde el fuerte de cascorro los españoles vitorean. Ya pueden ver a Eloy
rodilla en tierra disparando sin cesar contra los cubanos que huyen y aquellos que intentan
apagar las llamas. El teniente Perier une a un grupo de voluntarios, 20 soldados y un cabo y se
dirigen a auxiliar a Eloy, dispersando a los mambises.

Todos los soldado que han participado en la batalla, regresan al fuerte con un prisionero, cajas
de municiones y efectos personales de los rebeldes, todo ello de la casa incendiada. Los
mambises levantan el campo y se repliegan, desmoralizados por la resistencia de la guarnición,
el golpe de Eloy y presionados por las tropas de Jiménez Castellanos, que entra en el fuerte poco
después. Cascorro se ha salvado y Eloy Gonzalo se convierte en leyenda.

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