Piedras

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PIEDRAS PRECIOSAS, LA IRRESISTIBLE TENTACION

Hace millones de años, cuando nuestro planeta planeta comenzó a solidificarse, las capas
exteriores se enfriaron relativamente aprisa para formar las rocas de grano fino de que está
compuesta casi la totalidad de la Tierra. Pero las capas inferiores se enfriaron más
lentamente y de ahí se formaron los minerales cristalinos que hoy en día se conocen con el
nombre de.

Magia y superstición

Nuestros antepasados ignoraban lo anterior y como sucedía con todo lo que no


comprendían, crearon leyendas para explicar el orígen de los hermosos “capullos” que
encontraban, y no sólo inventaban historias acerca de las gemas, sino que las dotaban de
poderes mágicos y extraños. Como ejemplo, Juan sin Tierra, rey de Inglaterra, usaba una
turquesa para descubrir si alguno de sus alimentos contenía veneno.
El uso de piedras simbólicas probablemente se inició en el siglo XVIII, pero sus orígenes
anteceden a la historia antigua. El Éxodo, segundo libro del Pentateuco, describe las 12
piedras del peto del gran Sacerdote: la primera hilera constaba de piedras de sardio, topacio
y carbúnculo; la segunda, de esmeralda, zafiro y diamante; la tercera de ligurita, ágata y
amatista; la cuarta, de berilo, ónice y jaspe.
Varias de éstas no son probablemente las que conosemos en la actualidad con ese
nombre. El diamante, por ejemplo, no pudo ser cortado y pulido hasta el siglo XV, no es
difícil que el “diamante” haya sido lo que conocemos como cristal de roca; el “zafiro” era tal
vez lapislázuli; el “granate” y el “rubí” quizá fueron carbúnculo y el “berilo”, peridoto.
El ámbar fue posiblemente la más primitiva de las gemas usadas para adorno personal,
pues se pensaba que eran los rayos del sol de ocaso, solidificados por las aguas frías del
mar. Los hombres en la antigüedad emplearon las piedras, primero como adorno y luego
como talismanes, para ganarse el favor de los dioses y rechazar a los espíritus malignos.

Piedras famosas

De los muchos minerales que existen, sólo unos cuantos se califican como gemas. De éstas
solamente reciben el nombre de `piedras preciosas' el diamante, la esmeralda, el zafiro y el
rubí.
Esta particularidad se debe a que exhiben en grado máximo cualidades como: rareza,
belleza, color y dureza. La en una piedra se establece en la proporción en la que los demás
minerales la pueden rayar.
Entre más duro es el mineral, ocupa el lugar más alto en la escala de Mohs, llamada así en
honor de un mineralogista vienés. El diamanate es la substancia natural más dura y límpida
que se conoce, fue encontrado en la India a mediados del siglo XV, Tavernier, un joyero
francés, llevó a su país relatos fabulosos de los diamantes. Cada una de esas piedras tenía
su propia historia. Tavernier llevó consigo un diamanate azul y lo vendió al rey Luis XVI. Fue
robado durante la Revolución Francesa y se cree que lo convirtieron en el famoso
diamanate Hope, de muy mala suerte. El Orloff, hurtado del ojo de un ídolo en un templo
brahmán, llegó a formar parte de las joyas de la corona rusa. Se piensa que originalmente
fue parte del Gran Mogol, la piedra más grande que se conoce, también de la India, y que ha
permanecido perdida durante mucho tiempo.
Otros diamantes famosos son el Kohi-nur (montaña de luz) y el Regente que perteneció a
Napoleón y que ahora se exhibe en el Louvre. El diamante de mayor tamaño en el mundo, el
Cullinam, fue descubierto en 1905. Pesaba 3,106 quilates (casi 700 gramos), era más de
tres veces del tamaño de cualquier diamante y fue encontrado en África del Sur. El gobierno
de Transvaal lo obsequió al rey Eduardo VII de Inglaterra. Una falla en su centro hizo
necesario trozar la piedra. Las gemas (4) más grandes procedentes del Cullinam, conocidas
como las `Estrellas del África son parte de las joyas de la corona de Inglaterra.
Entre otras piedras, destacan un zafiro Estrella de la India de 563 quilates (el mayor del
mundo); el rubí De Long de 100 quilates; el zafiro anaranjado, conocido como Paparadscha
que sólo puede encontrarse en Ceilán.
Si bien los diamantes son inapreciables, una esmeralda que no tenga la menor hendidura es
tan rara, que quilate por quilate vale más que un diamante fino.
Una leyenda dice que cuando Satanás fue expulsado del cielo, una esmeralda cayó de su
corona y que de esta piedra se talló el Santo Grial (vaso de esmeralda), en el que Jesucristo
bebió durante la Ultima Cena.

Esmeraldas, Zafiros y Rubíes

El nombre “esmeralda” tiene dos acepciones, por un lado se dice que procede de la palabra
persa zummurrund, que significa verde, y por el otro, se le adjudica el nombre latín
smaragdus. Cuando Francisco Pizarro, el conquistador espanol, condujo a sus hombres por
territorio sudamericano, encontró los enseres de los incas cubiertos de esmeraldas. Ningún
tormento logró que los indios revelaran el sitio de las minas de donde provenían. Sólo una
ha sido descubierta.
Por lo que se refiere a los zafiros y rubíes, cuando éstos son tallados adecudamente, una
estrella de seis picos se refleja en las diminutas cavidades que están paralelas a las seis
aristas del cristal. A este fenómeno óptico se le llama asterismo. El sello de Salomón era un
zafiro estrella y se dice que los Diez Mandamientos fueron escritos en zafiro.
Los rubíes (del latín ruber, que significa rojo) han sido apreciados desde hace mucho
tiempo. Un italiano experto en el amor, fijó el valor de los rubíes como ocho veces más que
el de los diamantes, porque le atribuyó cualidades pasionales. Muchas piedras que se
tomaron como rubíes resultaron ser espinelas, una piedra semipreciosa que se encuentra
cerca de las minas de rubíes.

Piedras artificiales

En la Edad Media, los alquimistas buscaron la manera para convertir los metales en oro, y
las piedras comúnes en gemas. Pero carecían del suficiente conocimiento acerca de cómo
la naturaleza creaba las piedras que ellos pretendían producir en el laboratorio. El primer
hombre que consiguió crear piedras falsas fue Moisson, un químico francés que construyó
un horno de arco voltaico en 1892. Mezcló carbón puro y acero, los calentó a una
temperatura de 4,000 grados centígrados y luego sumergió la masa en agua fría. El
experimento dio como resultado unos cuantos diamantes de tamaño microscópico.
No fue sino en 1904, cuando Verneuil, otro químico francés, fabricó zafiros y rubíes
sintéticos exitosamente. Estos son casi tan perfectos como los que produje la naturaleza,
pero carecen de rareza y no se les considera piedras preciosas.
En la actualidad se fabrican piedras sintéticas o artificiales de todas las variedades, tanto
preciosas como semipreciosas. Las más recientes son los diamantes, que no se utilizan
para hacer joyas, sino para la industria.
Por supuesto, ha habido imitaciones de gemas mucho antes de que existieran los piedras
sintéticas. Los egipcios obtuvieron buenas ganancias comerciando con excelentes copias
hechas de vidrio de color. Como ya se dijo, existen atribuciones y creencias hechas a las
piedras preciosas y semipreciosas. Algunas de ellas son las siguientes:

Diamante: símbolo de la invencibilidad y el valor. En la India creían que les traía buena
suerte.
Esmeralda: una de las gemas más costosas. Se creía que servía para predecir el futuro,
ayudaba a la vista y aguzaba la inteligencia del que la usaba.
Rubí: le sigue al diamante en dureza, su color es rojo en diferentes tonalidades. Ha sido
apreciado desde hace tiempo como un auxiliar para la pasión amorosa de su poseedor.
Zafiro: igual de duro que el rubí, pero en color azul, lo usaron los monarcas para prevenirse
del mal; también como antídoto de venenos y se le consideraba gema sagrada. El Papa
Inocencio III (1198 a 1216) ordenó a todos sus obispos que usaran sortijas con esta piedra,
“La amada de Saturno”, pues se le atribuía proteger la castidad del que la usaba.
Granate: generalmente de color rojo obscuro, se le consideraba en la antigüedad como
talismán en contra de los rayos. Se dice que es símbolo de la virtud. La leyenda del Talmud
(Libro santo de los judíos) dice que un granate iluminó el camino del Arca de Noé.
Amatista: es una variedad de cuarzo de color bioleta, que gozó de fama entre los griegos y
los romanos. Se creía originalmente que curaba la embriaguez; más tarde fue símbolo de la
serenidad.
Alejandrina: llamada así en honor del Zar Alejandro II, tiene la notable peculiaridad de
aparecer de color verde a la luz del día y rojo a la luz artificial.
Aguamarina: de color azul transparente, era empleada como protección en el campo de
batalla y en los tribunales.
Perla: con su dureza nacarada, es la única gema simbólica del mar pues se forma en el
interior de las madreperlas, aunque también existen perlas cultivadas, idénticas a las
naturales; se asocia con la belleza de las mujeres.
Topacio: esta piedra de color amarillo es muy dura y transparente. El de color dorado es el
más estimado. Simboliza la pasión.
Sardónice: ágata de color amarillo con franjas obscuras muy usada en los camafeos; se
cree que aleja la melancolía.
Peridoto: este silicato verde era el emblema de la persuasión; también era usado como
talismán contra los espíritus nocturnos.
Turquesa: su color es azul verdoso y es una piedra antigua estimada por los aztecas, persas
y egipcios como representación de la fecundidad.
Circón: su color es amarillo rojizo; la fama de esta piedra se debe a las propiedades que
tiene de refractar la luz con una brillantez casi comparable a la del diamante. Se le llama
“jacinto” cuando su color es rojo ciruela.
En toda la historia las gemas han sido atesoradas: primero por los poderes que se les
atribuían y después, por su belleza y valor intrínseco.
Basta decir que, como talismanes, amuletos, adornos, ejemplos de habilidad artesanal,
inversión o erramientas indispensables para la industria, las piedras -antiguas o recién
talladas- como negocio o como innegable tentación, han pasado de generación en
generación como emblemas de riqueza y valor; fáciles de transportar y dispuestas a ser
lucidas siempre.

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