La Mujer en La Antigua Roma

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La mujer en la Antigua Roma

Publicado el 7 marzo, 2018 por Víctor Bertran

La mujer en la Antigua Roma, aunque siempre a la sombra del varón, tuvo más derechos
y libertades que la mayoría de pueblos de la antigüedad, incluida la antigua Grecia.

Sabemos poco de la mujer romana: La historia de Roma se ha escrito por varones. Una
civilización basada en firmes estructuras patriarcales, con hombres en todas las
posiciones de poder.

A pesar de ello, podemos afirmar que la mujer romana tuvo más derechos y
libertades que la mayoría de pueblos de la antigüedad.

A diferencia de la mujer ateniense, recluida en casa y dominada por el varón en todas


las facetas de su vida, las romanas gozaron siempre de una cierta independencia
respecto al esposo, sobre todo si procedían de una familia acaudalada.

A pesar de ello, la situación de la mujer no era fácil ya desde el inicio de sus vidas. Las
niñas eran relegadas a un papel secundario: al nacer no tenían nombre propio,
adoptaban el del padre en femenino, y las no deseadas eran abandonadas, y si
sobrevivían, condenadas a la esclavitud.

Hasta los 12 años asistían a la escuela pública (las de la clase patricia tenían sus
preceptores en casa), donde la enseñanza que recibían estaba encaminada a hacer
de ellas buenas esposas: aprendían canto, matemáticas, recitado de poemas y
costura.
A los 12 años, o a veces incluso más jóvenes, contraían matrimonio. A ojos de hoy,
esto parece escandaloso, pero puesto en contexto histórico social no lo era en absoluto.
La esperanza de vida era muy menor que en la actualidad. La mayoría solo llegaba a
los 25 o 35 años, con un poco de suerte.

En el caso de las mujeres, muchas morían en el parto o debilitadas por tener


demasiados niños sin respiro.

Se esperaba de ellas que tuvieran tantos bebés como pudieran porque muchos no
alcanzarían la madurez.

No es de extrañar pues, que la anticoncepción y el aborto fueran frecuentemente


utilizados por las mujeres.

En el mundo rural la igualdad era más presente, trabajando igual que los hombres en
las labores agrícolas.

En la ciudad, podían llegar a ser incluso a ser comerciantes y llevar sus propios
negocios, aunque siempre bajo la tutela de los hombres.

A diferencia de las mujeres griegas, que les estaba prohibida la vida social, las
romanas (sobre todo en la época imperial) llevaban una intensa vida propia y
andaban libres por las calles; acudían a los banquetes y actos oficiales junto al marido,
iban al mercado y asistían a los espectáculos (en los asientos reservados para ellas,
con peor visibilidad).
Todo ello siempre con la cabeza cubierta como señal de recato.

En el plano sentimental, los romanos compartían la distinción griega entre el afecto por
la esposa por una parte y las bajas pasiones por otro.

El matrimonio era muy importante en Roma. Sin embargo, el amar a la esposa era
algo que pocos se lo tomaban en serio. La unión tenía como objetivo perpetuar el linaje,
y en las clases altas, forjar alianzas políticas y sociales.

La sociedad romana era muy clasista, y las mujeres no escapaban de dicha


jerarquización de clases, agravando aún más la situación de aquellas que se
encontraban entre las clases más humildes.
Por el contrario, las mujeres pertenecientes a la clase alta, aportando una cuantiosa
dote al matrimonio, gozaban de una mayor independencia, ya que en caso de divorcio
esa parte del patrimonio común regresaba íntegro a ella. Las viudas eran las que
disfrutaban de una mayor libertad: controlaban su propio patrimonio y no dependían
de ningún hombre más allá de la autoridad que sus hijos varones trataban de ejercer
sobre ellas.

A nivel político, como en Grecia, las mujeres romanas estaban excluidas de la vida
política y ciudadana: no podían votar ni acceder a las magistraturas. Ahora parece
inaudito, pero hace tan solo 100 años que la mujer pudo votar por primera vez, en el
Reino Unido, después de largos años de reivindicaciones.
Lamentablemente, nunca sabremos lo que pensaban las mujeres romanas acerca de
su inferior posición social.

Durante la edad media, se acentuó la visión de la mujer como un ser “inferior”. Esta
visión no comenzó a disolverse hasta el Renacimiento, tomando a la mujer como
ejemplo de pureza y honestidad, pero aún sin derechos sociales.

La Revolución francesa marcó un punto de inflexión, pero no fue hasta entrado el siglo
XX cuando hubo una verdadera intención de eliminar diferencias entre hombres y
mujeres.

Aun así, a mediados del s.XX, el papel de las mujeres todavía se limitaba a tareas
domésticas y cuidar de los hijos, sin grandes avances respecto a la antigua Roma.
Es en las últimas décadas, más de 1.500 años después de la caída de Roma, cuando,
por fortuna, la situación de la mujer, ha cambiado.

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