Sesión: 3 El Ser Humano Como Persona: Dignidad y Problema Del Mal

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Sesión: 3 El ser humano como persona: dignidad y

problema del mal

Docente: Rosa María Sánchez García

Alumno: David Juárez Mendoza

Fecha: 10 de octubre de 2019


Persona, en nuestra cultura, se opone a cosa y a animal, aunque de distinto modo. En
cuanto opuesto a cosas y a animales el término persona se aproxima al término hombre.
Sin embargo, no se superpone con él:

Persona humana añade algo no sólo a “persona” sino también a “humano”. El hombre
recibe una determinación importante cuando se le considera como persona, así como la
persona recibe una determinación no menos importante cuando se la considera como
humana. Por tanto, no es lo mismo hombre que persona, como tampoco es lo mismo
hombre que ciudadano. “Hombre” es un término más genérico o indeterminado, que linda
con el “mundo zoológico” (decimos hombre de las cavernas, pero sería ridículo decir
persona de las cavernas); “persona” es un término más específico que tiene que ver con
el “mundo civilizado” o, si se prefiere, con la constelación de los valores morales, éticos o
jurídicos propios de este mundo. La misma etimología de la palabra persona demuestra
que es un concepto sobreañadido al concepto de hombre. Un refrán de origen jurídico,
también lo recuerda: homo plures personas sustinet, es decir, el hombre sostiene o
desempeña muchas máscaras o papeles (un mismo hombre es empresario y delincuente,
es padre y metalúrgico, etc.). “Persona” era, en efecto, la máscara o careta que usaban
los actores de la tragedia para hablar –per sonare–. No decimos que los hombres
actuales puedan no ser personas; decimos que cabe un concepto de hombre al margen
del concepto de persona. En el derecho romano los esclavos eran
hombres, pero no eran personas. Lo que queremos subrayar es que aquellos juristas
romanos que usaban el concepto de hombre lo disociaban del concepto de persona; de
suerte que, históricamente, ocurre como si nuestro concepto actual de persona, como
equivalente a hombre, fuese el resultado de una ampliación del concepto de persona a los
esclavos. Según esto cabría decir que el concepto de persona apareció como resultado
de un proceso vinculado a la liberación, al menos teórica, de los esclavos (o de los
bárbaros) y no como un mero concepto abstracto, mental, intemporal. {SV 115119}

Sustancia y accidente El ser real se puede dividir en varias categorías. Según Aristóteles,
las categorías son diez: sustancia, cantidad, cualidad, acción, pasión, relación posición,
hábito lugar y tiempo.

Todo ser real puede ser incluido en una de estas categorías: puede ser sustancia o
cantidad, o cualidad, etc.

En esta frase se tienen todas las categorías: El gran (cantidad) caballo (sustancia)
blanco (cualidad) del caballero (relación) relincha (acción), es castigado (pasión) y queda
ensillado (hábito) y echado (posición) por la mañana (tiempo) en el patio (lugar).
La categoría principal es la sustancia y las otras nueve son accidentes.

Es sustancia el ser que está en si y accidente el ser que está en otro. El accidente está
en la sustancia, o dicha de otra forma, la sustancia sirve de sujeto a los accidentes.
Ejemplo: En un lápiz (sustancia) distinguimos varios accidentes: el tamaño (cantidad), el
color (cualidad), del alumno (relación) y está encima de la mesa (posición).

Individuo humano / Persona humana

El proceso de transformación del hombre (del sujeto o del individuo humano) en persona
(en sociedad de personas) se desenvuelve en dos planos diferentes, aunque interferidos.
Los individuos humanos evolucionan hacia su condición personal, siempre en tanto que esa
evolución individual esté dada a través de la evolución global de la sociedad de la que
forman parte. Hay que distinguir entre un progressus histórico (podríamos llamarlo, con
menos rigor, filogenético, de la especie, o social) del hombre hacia la sociedad de personas
y hay un progressus (biográfico, individual, psicológico) del sujeto humano hacia su
personalidad. Es evidente que éste no podría darse al margen de aquél y tampoco
recíprocamente. Sin embargo, ambos procesos no son simultáneos, ni siquiera
conmensurables –sus ritmos son diversos–, porque el proceso histórico se mantiene a una
escala diferente y, por sí misma, paradójicamente impersonal, puramente objetiva. En este
sentido, cabe afirmar que el proceso de transformación del hombre como individuo en
persona no es un proceso que haya tenido lugar en un momento más o menos preciso del
tiempo histórico, sino que una vez comenzado con el propio inicio del tiempo histórico (si
se quiere, en un “tiempo eje”)

Como en todo, ni la afirmación de Rousseau, ni la de Segrelles, encierran una verdad


absoluta. Es preciso mirar al contexto para entender el alcance de la afirmación. Si miramos
hacia la realidad que aguarda al futuro del niño, cuyas blancas páginas mentales se llenan
poco a poco de irracionalidad a medida que recibe las influencias sociales, Rousseau
parece tener razón. Si miramos a la realidad consumista de la sociedad capitalista y su
consecuente destrucción del medio, a la que el que el niño empieza a rendir culto con el
excesivo consumo de pañales desechables, Segrelles parece tener la razón. La realidad es
que el ser humano, el homo sapiens-sapiens, no nace bueno ni malo; nace con una gran
herencia cultural que lo potencializa para ser lo uno o lo otro, dependiendo de los fines que
fija para sus acciones, y de los medios que elige para alcanzarlos. es un proceso que se
renueva una y otra vez en cada época histórica y en cada generación.

Una de las grandes cuestiones de la filosofía es la de si el ser humano nace bueno y


luego se hace malo o algo de maldad ya nace con nosotros. Y hay diversas
posturas, un tanto enfrentadas, pero antes deberíamos preguntarnos qué es eso de la
naturaleza humana. ¿Alguien la ha visto? Sabemos muy poco de ella, o mejor, nada. A
veces escuchamos que algo es “antinatural”, la homosexualidad, por ejemplo. Pero para
poder saber cuál es la verdadera naturaleza humana tendríamos que encontrarnos con un
ser humano en estado de naturaleza, un ser precivilizado, y eso no es posible porque el
ser humano es un ser social. Es cierto que en la historia de la filosofía algunos han
formulado hipótesis sobre cómo era ese ser humano salvaje o no civilizado.
Freud

Ante dos posiciones tan enfrentadas, una respuesta más consensuada es la que
dice que la naturaleza humana contiene la potencia o facultad tanto de ser bueno
como malo. Lo sabemos porque somos capaces de hacer tanto el bien como el mal. ¿De
qué depende? Freud ofrece una respuesta y dice que el ser humano está dirigido por dos
instintos básicos, eros y tánatos: amor y muerte u odio. Lo que hacemos estaría
determinado o motivado por cualquiera de los dos instintos.

Freud reconoce ambos impulsos como constitutivos. Necesito ambos. ¿En serio?
¿Por qué iba a necesitar el odio o destruir? Para construir. Se necesita una destrucción
constructiva en términos sociales, incluso individuales. Un artista destruye un prejuicio
cuando crea una obra, así como una nueva teoría destruye otra. Pero sin ponernos tan
abstractos, cuando comemos también estamos destruyendo. La violencia es una parte
constitutiva de la naturaleza humana, fundamental para defendernos y seguir viviendo

Erich Fromm, autor de libros como El arte de mar o Ser y tener, desde otro punto de
vista también ofrece una respuesta aglutinadora. En El corazón del hombre plantea
que, en realidad, no existe una condición humana natural, no se puede decir que el
hombre es bueno o malo, sino que existe un conflicto humano existencial: por un lado,
somos animales con instintos, pero a diferencia de ellos, nuestros instintos no son
suficientes para la supervivencia. En cierto modo, resulta que somos los animales más
vulnerables. Por eso nos organizamos en comunidades que nos dan protección,
seguridad.

Para poder formar esas sociedades echamos mano de nuestro aspecto racional:
llegamos a acuerdos y consensos porque sabemos muchas cosas, nos conocemos a
nosotros mismos y a los otros, y sabemos que entre todos surgirán conflictos. Además,
sabemos que hay pasado, que existe un futuro donde me proyecto y sabemos también
que vamos a morir. El perro y la hormiga no saben nada de eso, no sienten el conflicto, se
sienten parte de la naturaleza y responden a sus leyes y nada más, sin pensar. Nosotros
sí valoramos, “esto es bueno o malo”, y según Fromm, ese aspecto racional es el que nos
hace sentirnos separados de la naturaleza, no comulgamos de forma total con ella como
lo hacen el caballo o el gato… Fromm hace hincapié en ese conflicto y frente a él plantea
dos posturas:

 Recuperar la unidad primordial, sentirnos uno con la naturaleza… Tema


que, por cierto, ya trató Platón en El Banquete. Esta opción constituiría una
regresión porque significa que los impulsos toman las riendas, las pasiones
mandan en esa búsqueda de la unidad primordial. Es una búsqueda que en
vez de humanizarnos nos devuelve a un estado animal.
 Progresión sería controlar los impulsos que nos deshumanizan avanzando
hacia una auténtica humanidad, y siempre teniendo en cuenta que nadie es
bueno o malo y menos de forma permanente, sino que hacemos cosas buenas
y malas. Son las decisiones las que nos ponen a prueba, de modo que, al
optar, lo hacemos por aquello que nos humaniza o no, por la progresión o la
regresión.

Reyes M.. (5 abril de 2018). ¿El ser humano es bueno o malo por naturaleza?. 09 octubre
2018, de Filosofía & co.Filosofía & co. Sitio web: https://www.filco.es/el-ser-humano-es-
bueno-o-malo-por-naturaleza/

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