Pensar Lo Contemporáneo: de La Cultura Situada A La Convergencia Tecnológica
Pensar Lo Contemporáneo: de La Cultura Situada A La Convergencia Tecnológica
Pensar Lo Contemporáneo: de La Cultura Situada A La Convergencia Tecnológica
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Miguel Ángel Aguilar, Eduardo Nivón,
María Ana Portal, Rosalía Winocur
(Coords.)
PENSAR LO CONTEMPORÁNEO:
DE LA CULTURA SITUADA A
LA CONVERGENCIA TECNOLÓGICA
Bibliografías
ISBN 978-84-7658-917-5
1. I. Nivón, Eduardo, coord. II. Portal, María Ana, coord. III. Winocur,
Rosalía, coord. IV. Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa (México) V.
Colección
© UAM-Iztapalapa, 2009
© Miguel Ángel Aguilar Díaz et alii, 2009
© Anthropos Editorial, 2009
Edita: Anthropos Editorial, Rubí (Barcelona)
www.anthropos-editorial.com
En coedición con la División de Ciencias Sociales y Humanidades.
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, México
ISBN: 978-84-7658-917-5
Depósito legal: B. -2009
Diseño, realización y coordinación: Anthropos Editorial
(Nariño, S.L.), Rubí. Tel.: 93 697 22 96 Fax: 93 587 26 61
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CONTEXTOS, CONCEPTUALIZACIONES Y
USOS DE LA IDEA DE INTERCULTURALIDAD
Daniel Mato
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a las artes, sean «populares» o «de élite», ni a las industrias cultu-
rales, ni a los museos, sino comprensiva de los aspectos de sentido
que resultan significativos en las más diversas prácticas sociales.
Dado ese punto de partida, resulta pertinente comenzar la
indagación sobre los usos del término «interculturalidad» con
una posición deliberadamente abierta, considerando que el uni-
verso de aplicaciones potenciales de la idea incluye a todos aque-
llos tipos de casos en los cuales las diferencias nombradas o per-
cibidas como «culturales» o de «sentido» o «visión de mundo»,
se presentan con relación a referentes étnicos y también de gé-
nero, generación, religiosidad, clase o posición social, territorio,
ideología política, orientación sexual, preferencias de consumo/
s, organizacionales, institucionales, profesionales, ocupaciona-
les, etc. De este modo, no resulta plausible suponer que existiría
un campo «objetivamente» delimitado de asuntos que serían de
suyo propio «culturales», o de relaciones que a priori cabría con-
siderar como «interculturales». La amplitud del campo de apli-
caciones y conceptualizaciones de la idea de interculturalidad
depende de los usos de la idea que hagan los agentes sociales.
Formas de entender la idea de «cultura» que conducen a aplicar
la idea de «interculturalidad» más allá de los referentes étnicos y
nacionales frecuentes en el campo de los así llamados estudios
sobre cultura son, por ejemplo, aquellas que llevan a hablar de
culturas profesionales, culturas institucionales, culturas políti-
cas, culturas urbanas, etcétera.
Otro punto de partida de este texto es la afirmación de la
necesidad de diferenciar entre «interculturalidad» e «intercultu-
ralismo», entendiendo por este último a un conjunto de políticas
y prácticas (gubernamentales o no) orientadas a construir cierto
tipo de experiencias u orden social. Si ponemos cuidado en rea-
lizar esta diferenciación, resultará sencillo comprender que con-
ceptualmente la idea de «interculturalidad» puede incluir tanto
casos de colaboración entre agentes que se perciben como «cul-
turalmente» diferentes, como en casos de conflicto e incluso de
confrontación. En Europa Occidental, Estados Unidos y Améri-
ca Latina no es frecuente diferenciar entre interculturalidad e
interculturalismo y además suele atribuirse apriorísticamente
rasgos positivos a ambas ideas.
Al respecto, resulta interesante referir lo que me ocurrió unos
años atrás, cuando, en el marco de una conversación más am-
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plia, pregunté un tanto casualmente a tres colegas que me acom-
pañaban si la idea de «interculturalidad» se usaba en sus respec-
tivos países. Uno de estos colegas venía de Benin, otro de Pakis-
tán y la tercera de la India. El primero de ellos respondió que
vista desde Benin esta idea remitía a relaciones interétnicas y a
enfrentamientos interétnicos, mientras que los colegas de India
y Pakistán respondieron que ellos asociaban la idea a conflictos
interreligiosos. Notablemente, en todos estos casos el énfasis es-
tuvo puesto en la idea de conflicto y no en la de construcción de
armonía con la que suele asociarse la idea en las regiones del
mundo primeramente mencionadas.
Aunque en América Latina las interpretaciones más frecuen-
tes de la idea de interculturalidad suelen investirla de atributos
positivos, existen también otras visiones de la misma. Así, en
entrevistas realizadas he encontrado que algunos intelectuales y
dirigentes indígenas suelen enfatizar que esta idea también ha
sido y es utilizada con propósitos de «aculturación». En efecto,
los primeros registros escritos del término que he logrado iden-
tificar en lengua castellana, señalan que esta idea proviene de los
aportes de la Antropología Aplicada estadounidense de la época
a programas de «cooperación técnica» en salud que, desde 1951,
se desarrollaron en Brasil, Colombia, México y Perú, con fondos
y asistencia técnica estadounidense. Estos programas estuvie-
ron orientados a lograr «la gradual substitución de las creencias
tradicionales por ideas modernas sobre la salud y la prevención
de las enfermedades»; el incremento en la disposición de la gen-
te de acudir al médico para su tratamiento y la voluntad de re-
emplazar conocimientos tradicionales por «ideas modernas»
(Foster, 1955: 28 [1951]). En línea con esa orientación y aportes
teóricos al desarrollo de la idea de interculturalidad y sus rela-
ciones y diferencias con la de «aculturación», que bien justifica-
rían un estudio específico, el antropólogo mexicano Gonzalo
Aguirre Beltrán publicó en la década de 1950 dos libros que tu-
vieron importante impacto no sólo en México, sino en otros paí-
ses latinoamericanos (Aguirre Beltrán, 1994 [1955], 1992 [1957]).
Aparentemente habría sido desde entonces que la idea de «in-
terculturalidad» ha sido interpretada y resignificada de diversas
maneras en diversos contextos sociales, institucionales y disci-
plinarios a lo largo y ancho de la región. A partir de esas expe-
riencias en el área de salud y otras de orientación semejante en
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educación, la idea de interculturalidad ha sido apropiada y re-
elaborada política, ética y teóricamente por intelectuales, diri-
gentes y organizaciones indígenas, quienes han resignificado la
idea de «interculturalidad» para formular interpretaciones de
sus experiencias de vida en el seno de sociedades nacionales re-
sistentes a reconocer y valorar las diferencias culturales, así como
para organizarse, orientar sus luchas dentro de éstas y desarro-
llar elaboraciones teóricas (Dávalos, 2002; Mato, 2008a y 2008b).
Adicionalmente, ese pasado problemático de aplicaciones de la
idea de interculturalidad y algunas experiencias recientes que
no se apartan suficientemente del mismo, ha dado lugar a dos
vertientes de usos y conceptualizaciones del término. Por un lado,
existe un número creciente de dirigentes e intelectuales indíge-
nas y afrodescendientes, así como de antropólogos, educadores,
sociólogos y otros profesionales que sostienen relaciones de co-
laboración con ellos, que suelen hablar en términos de «intercul-
turalidad con equidad». Por otro, existe un número probable-
mente mayor que ignora, o decide pasar por alto ese capítulo del
pasado y da por sobreentendido que la idea «interculturalidad»,
de suyo y sin adjetivos, comporta valores de reconocimiento y
respeto mutuo, o bien que hay que trabajar para investirla de
estos otros atributos (Mato, 2008).
Otro punto de partida de este texto es destacar la necesidad
de superar la compulsión a pensar que, cuando dos agentes so-
ciales que se perciben como culturalmente diferenciados entran
en relación, necesariamente en algún momento, deberían aca-
bar coproduciendo algún tipo de nuevo tipo de práctica, produc-
to o tipo de agente, al cual, según la aproximación teórica que se
adopte, cabría calificar de «mestizo», «híbrido», o «sincrético».
Como sabemos, la historia de numerosos (si no de todos) los
«productos» mestizos, híbridos, o sincréticos, está asociada a
conflictos, sea que estos resulten más o menos violentos, pero en
todo caso, al momento de observarlos y calificarlos de híbridos,
mestizos, o sincréticos, ya habría ocurrido una cierta estabiliza-
ción de los términos del conflicto, ya se habría coproducido un
cierto «resultado», en el cual ambos componentes —de alguna
manera— se habrían combinado. Sin embargo, no necesaria-
mente todos los encuentros entre agentes que se perciben como
diferentes deben dar lugar a resultados relativamente estables.
Al menos hipotéticamente es posible que esto no ocurra, o que lo
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único estable que resulte de tal encuentro sea más conflicto, como
pienso que efectivamente podemos observar no pocos casos de
la conflictiva experiencia humana.
En conexión con lo anterior, parece conveniente comentar
que algunos críticos de la idea de «interculturalidad» han expre-
sado que ésta presupone la existencia de dos culturas estáticas y
separadas (es decir «discretas», según el uso de este término en
matemáticas). Efectivamente algunos usos de la idea de «inter-
culturalidad» parecen suponer, o incluso efectivamente suponen,
tal condición estática y de separación, pero es posible afirmar
que la mayoría de la bibliografía revisada no descansa en ningún
supuesto de tal tipo, sino por el contrario, en representaciones
históricas, dinámicas cambiantes de las «culturas» involucradas.
Incluso, más aún, buena parte de esta bibliografía se enfoca en
los intercambios y modificaciones que las relaciones entre esos
agentes diferentes involucran, sea para conducir a algún tipo de
situación o producto integrador, sea para explicar la acentua-
ción de conflictos.
De este modo, podemos ver que la idea de «interculturalidad»
en principio nos abre la posibilidad de pensar, analizar e interpre-
tar «relación/es» entre agentes sociales que se perciben (o son per-
cibidos) como «culturalmente» diferentes respecto de cualquier
tipo de factor de referencia (no sólo étnicos) que para el caso re-
sulte suficientemente significativo, sea que estas relaciones resul-
ten de colaboración, de conflicto, de colaboración y conflicto, o
incluso de confrontación (llevado al extremo, de guerra).
Respondiendo a las representaciones de diferencias que pro-
ducen agentes sociales que establecen algún tipo de contacto o
relación y analistas significativos de esos encuentros o relacio-
nes, nos encontramos con una cierta diversidad de formulacio-
nes de la idea de «interculturalidad» y de otras de importante
presencia en las discusiones teóricas contemporáneas y que ca-
bría considerar próximas a ella, como las de transculturación
(Ortiz, 1978 [1940]; Rama, 1982), hibridez (García Canclini, 1990
[1989]) y heterogeneidad (Cornejo Polar, 1994). De manera con-
sistente con lo hasta aquí expuesto, pienso que estas otras ideas
podrían ser vistas como clases o subconjuntos específicos den-
tro de un conjunto más amplio e impreciso que podemos definir
como el campo de aplicaciones de la idea «interculturalidad»,
dentro del cual también cabría incluir otras ideas de amplia cir-
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culación y aplicaciones particulares, como las de mestizaje, fu-
sión y sincretismo.
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mente, en algunos países de la región, este uso se ha extendido
también a casos referidos a grupos sociales como afrodescen-
dientes, migrantes de diversos orígenes europeos, asiáticos o de
países vecinos, así como a personas o colectivos diferenciados
por su religión.
Mientras tanto, en la bibliografía de estos campos producida
en España, Francia e Inglaterra, los casos de referencia más fre-
cuentes han sido los relativos a migrantes, especialmente a los
provenientes de las ex colonias u otras áreas del llamado Tercer
Mundo, en algunos casos a gitanos, judíos y musulmanes, así
como, tras la disolución de la URSS, a los provenientes de Euro-
pa Oriental.
Significativamente, en ninguno de esos países las relaciones
entre agentes e instituciones asociados a diferencias internas de
los Estados nacionales, suelen ser objeto de aplicaciones del tér-
mino (por ejemplo, de catalanes, vascos y galeses, entre otros). A
los tipos de casos tratados por la bibliografía europea antes men-
cionada la bibliografía canadiense ha agregado el tratamiento
de casos referidos a pueblos e individuos indígenas, así como al
estatus de la provincia de Quebec y a los quebequenses, lo cual
se ha expresado en estudios que han tenido importante impacto
mucho más allá de Canadá (Kymlicka, 1995).
La bibliografía estadounidense ha sido tal vez más amplia en
cuanto a casos concretos de referencia (no a clases de referen-
cias, más allá de las étnicas, raciales y religiosas ya nombradas,
excepto para las de orientación sexual), lo cual ha estado asocia-
do a la mayor diversidad de orígenes de los migrantes que hacen
sus vidas en ese país, así como de religiones visibles en el mismo
y especialmente a la importancia del movimiento de derechos
civiles y el establecimiento de políticas de acción afirmativa.
Tengo muy escaso conocimiento de la bibliografía de otras
regiones del planeta, pero las visitas a dar conferencias y las con-
versaciones con colegas, me han permitido aprender algo al res-
pecto. En Japón estos usos también se limitan a casos de dife-
rencias étnicas (respecto de los habitantes originales de Okinawa)
y más recientemente se refieren a descendientes de japoneses
nacidos en América Latina (principalmente en Brasil y Perú) que
han retornado a la tierra de sus antecesores Mientras que en
Australia, se usa en casos relacionados con los aborígenes y más
recientemente alrededor de migrantes internacionales.
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En cualquiera de los ámbitos nacionales y regionales antes
delineados, podemos observar que la bibliografía de los mencio-
nados campos (estudios sobre cultura, sociología cultural, an-
tropología cultural) que hacen uso de la idea de «interculturali-
dad» ha estado referida principalmente a casos relacionados con
diferencias étnicas, religiosas, raciales o del país de origen de
poblaciones migrantes. En estos campos, también es posible
observar que las temáticas de referencia de estos estudios —y
por tanto las elaboraciones de la idea de «interculturalidad» aso-
ciadas a éstos— han sido principalmente las de educación, vida
cotidiana, comunicación, identidades y patrimonios culturales,
salud, religiosidad, ciudadanía y derechos humanos, sistemas y
políticas públicas sectoriales o también, producciones e inter-
pretaciones de mensajes de medios de comunicación masiva.
Sin embargo, como afirmaba anteriormente, también es posible
identificar algunas excepciones en este limitado universo de usos
que se registran al interior de estos campos en particular.
En contraste con el universo relativamente limitado de las
aplicaciones observables en los mencionados campos, es posible
observar que en la actualidad la idea de «interculturalidad» sea
aplicada a un universo más amplio no sólo por investigadores de
otros campos, sino también por otros tipos de agentes sociales
(por ejemplo, agencias gubernamentales, empresas, etc.) en nu-
merosos contextos y para hacer referencia a diversos tipos de
relaciones y articulaciones, incluyendo tanto formas de colabo-
ración, como de conflicto, que establecen entre sí agentes socia-
les cuyas diferencias «culturales» resultan significativas para los
asuntos que —precisamente— son materia de sus relaciones.
Numerosas publicaciones académicas y para la formación
profesional y de organizaciones sociales y agencias gubernamen-
tales e intergubernamentales, permiten afirmar que en la actua-
lidad la idea de «interculturalidad» es utilizada de maneras ex-
plícitas, aunque en ocasiones sobrepuestas con otras categorías
—digamos— «vecinas» (en especial con la de multiculturalidad);
así como también de maneras implícitas no sólo por investiga-
dores y autores de textos de formación profesional en varios cam-
pos (antropología y más allá de la antropología cultural, sociolo-
gía y más allá de la sociología de la cultura, comunicación, ge-
rencia, negocios, publicidad y mercadeo, turismo, salud,
educación, desarrollo, traductología, ciencias políticas, relacio-
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nes internacionales, filosofía y derecho, entre otros), sino tam-
bién por agencias gubernamentales e intergubernamentales (de-
dicadas a asuntos tales como salud, educación, justicia, migra-
ciones, ciudadanía, vivienda, desarrollo, turismo, «sector cultu-
ra» e «industrias culturales», entre otros); partidos políticos;
empresas, organizaciones de pueblos indígenas, organizaciones
de descendientes de las poblaciones africanas que fueron objeto
del tráfico de esclavos, organizaciones dedicadas a intereses es-
pecíficos (derechos humanos, orientaciones sexuales, etc.), líde-
res religiosos y profesionales dedicados a prácticas aplicadas en
varias especialidades, entre otros.
El campo de los estudios y el de las prácticas y políticas de
salud ha sido desde hace tiempo un ámbito privilegiado para el
desarrollo de diversas conceptualizaciones de la idea de inter-
culturalidad. Anteriormente, en este mismo texto, mencioné la
importancia de los programas de cooperación técnica en el tema,
así como, más allá de juicios y posiciones al respecto, el impacto
que parecen haber tenido las contribuciones de Aguirre Beltrán
en la circulación del término en América Latina. Antropólogos
de la salud, biólogos e investigadores de medicina y farmacolo-
gía, agencias de salud nacionales e internacionales, han produ-
cido bibliografía sobre encuentros, desencuentros, conflictos y
experiencias de colaboración entre distintos sistemas indígenas
y de medicina «occidental», así como entre el sistema médico y
los pacientes. Además existen numerosos posgrados dedicados
al tema, sobre el cual incluso cada año se celebran congresos,
talleres y seminarios. Hay entonces un amplio y diverso conjun-
to de agentes que viene dando lugar a experiencias de colabora-
ción intercultural en el tema, así como a un diverso corpus bi-
bliográfico (Alarcón y otros, 2003; Fernández Juárez, coordina-
dor, 2006; Menéndez, 2005, Mignone y otros, 2007).
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) sostiene
un programa de Salud para Pueblos Indígenas, en cuyo marco
se han discutido y documentado numerosas iniciativas de este
tipo, alrededor del cual además ha producido ya un buen núme-
ro de publicaciones (PAHO, 2002). A modo de ejemplo, puede
señalarse el caso del Programa de Salud Intercultural impulsado
por la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana
(AIDESEP) que ha venido dando valiosos resultados e incluye
además un programa de formación de Técnicos en Enfermería
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Intercultural con apoyo de la Agencia Nórdica de Cooperación y
Desarrollo (http://www.servindi.org/archivo/2008/3148; http://www.
aidesep.org.pe/index.php?id=20,155,0,0,1,0; visitados: 10/09/08).
También existen casos demarcados por relaciones de explota-
ción por parte de corporaciones farmacéuticas relacionados con
la apropiación de conocimientos etnobotánicos y sus aplicacio-
nes terapéuticas, respecto de las cuales existen, aunque no abun-
dan, investigaciones académicas.
El campo de la educación es, junto con el de la salud, el otro
gran campo de prácticas e investigación en el cual la idea de
interculturalidad es ampliamente y diversamente aplicada. Los
usos de la idea de interculturalidad por parte, no sólo de investi-
gadores del área de educación, sino también de agencias guber-
namentales e intergubernamentales, organizaciones indígenas y
de profesionales son cuantiosos y tienen ya una larga y significa-
tiva trayectoria. Es así que tanto en América Latina, como en
Canadá y Estados Unidos, estos usos han estado predominante-
mente asociados a las políticas y programas de educación dirigi-
dos a individuos, comunidades y pueblos indígenas. Según va-
rias fuentes (Hornberger, 2000; López, 2000) el enfoque inter-
cultural para la educación bilingüe aparentemente se habría
iniciado, al menos en el caso de los países andinos, con los apor-
tes del antropólogo venezolano Esteban E. Mosonyi y colabora-
dores a comienzos de la década de 1970 (Mosonyi y González,
1974; Mosonyi y Rengifo, 1986). En todo caso, desde entonces,
este enfoque parece haber tenido especial desarrollo y consoli-
dación en esa región, en cuyo contexto destaca la labor formati-
va y de producción del Programa de Educación Intercultral Bi-
lingüe, PROEIB (López, 2000). Aparentemente, este campo ha-
bría operado de manera análoga al de salud, antes comentado,
como fuente de origen para la circulación, apropiaciones y re-
significaciones de la idea.
Según varios autores y entrevistados para esta investigación,
habría sido a través de sus usos en este campo que la idea de
interculturalidad habría sido apropiada y resignificada por or-
ganizaciones e intelectuales indígenas, inspirando incluso las
plataformas pluri e interculturales de partidos políticos con im-
portante presencia electoral (un ejemplo notable es el de Pachaku-
tic en Ecuador) y reformas constitucionales que reconocen el
carácter plurinacional de los Estados (Dávalos, 2002; Muñoz,
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1998). Un capítulo relativamente reciente de las iniciativas de
educación intercultural en países latinoamericanos es el de las
universidades indígenas, algunas de las cuales explícitamente se
plantean como interculturales (en Bolivia, Ecuador y Colombia),
así como las de universidades y otras instituciones de educación
superior (IES) públicas y privadas, nacionales o regionales (sub-
nacionales) explícitamente interculturales (en México y Nicara-
gua), o bien programas creados al interior de universidades e
IES más amplias (en no menos de doce países de la región). En
muchos de estos casos la idea de interculturalidad no aplica sólo
de manera general a relaciones entre visiones de mundo y mo-
dos de conocimiento «indígenas» y «occidental», como es más
usual, sino también a diversos pueblos indígenas y afrodescen-
dientes (CGEIB, 2006; Mato, 2008b; Mato, coord., 2008; Pancho
y otros, 2004; Universidad Intercultural Amawtay Wasi, 2004).
La bibliografía producida en España permite concluir que en
ese país los programas de educación intercultural han estado diri-
gidos principalmente a migrantes (en especial de América Latina
y África del Norte) y en menor medida a gitanos. Según estas fuen-
tes, en España esta expresión no suele utilizarse para hacer refe-
rencia a situaciones, políticas o programas que involucren a las
diferentes nacionalidades o autonomías que conforman el Estado
español. Más precisamente, en España parece estar ocurriendo
algo semejante a los casos ya comentados de algunos países de
América Latina en el sentido de que el uso de esta idea en el cam-
po educativo ha dado lugar a críticas por el carácter parcial de su
aplicación (al referirse sólo a inmigrantes o gitanos y no a la tota-
lidad de la población) y por su sesgo integracionista (de los «dife-
rentes» a la sociedad «mayoritaria»), así como a que la idea de
interculturalidad ha sido apropiada por intelectuales, críticos, or-
ganizaciones de migrantes, centros de investigación relacionados
con la vida política nacional (Fundación CIDOB, 2002) y algunas
agencias de gobiernos locales y fundaciones de empresas (Jesús
Conil coord., 2002) para extender su uso a otros ámbitos, particu-
larmente al de derechos de ciudadanía diferenciada y de relacio-
nes interétnicas en sentido amplio.
La filosofía intercultural, la ética intercultural y diálogo inte-
rreligioso constituyen campos relativamente interrelacionados
en los cuales también la idea de interculturalidad ha sido objeto
de importantes elaboraciones. Entre los autores que han contri-
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buido al desarrollo de la idea tal vez los más conocidos sean
Panikar (1996) y Fornet-Betancourt (2002), pero hay muchos
otros. Este campo parece tener especial importancia en algunas
universidades de Alemania y Europa oriental, con participación
de un número considerable de filósofos y teólogos latinoameri-
canos. Incluso existen dos sitios sobre el tema en Internet, en los
cuales está disponible un buen número de publicaciones de cali-
dad. Uno de ellos es el de la Red de trabajo en Filosofía Intercul-
tural: http://prof.polylog.org/obj-es.htm (visitado 10-09-08) que
es multilingüe, mientras que el otro es de la Society for Intercul-
tural Philosophy: http://www.int-gip.de/ (visitado 10-09-08), que
trabaja exclusivamente en inglés.
El de la comunicación intercultural es uno de los campos
más prolíficos en el uso de la idea de interculturalidad. Existen
numerosas publicaciones en diversos idiomas. Las revisadas en
inglés y español permiten apreciar que se han desarrollado bási-
camente dos tipos de estudios, los centrados en las comunica-
ciones interpersonales y los enfocados en las comunicaciones
mediadas. En general los estudios se enfocan privilegiadamente
en el estudio de casos referidos a diferencias lingüísticas, étnicas
y de nacionalidad en diversos tipos de espacios: ciudades, escue-
las, turismo, empresas, fronteras, centros de salud, etc. Este es
un campo desde el cual además se han desarrollado elaboracio-
nes teóricas de interés en varias lenguas (Alsina, 1999; Baraldi,
2006; Grimson, 2000; Kim y Gudykunst, eds., 1988).
Notablemente no he logrado identificar estudios que anali-
cen experiencias comunicacionales entre diferentes «culturas
profesionales», «ocupacionales», «institucionales» o «políticas».
También son escasos los estudios y elaboraciones centrados en
lo que podríamos llamar comunicación y experiencias interme-
diales, no obstante existen algunos estudios que examinan rela-
ciones de transposición o articulación entre oralidad, escritura,
medios audiovisuales (Mato, 1990 y Ong, 1982) e incluso Inter-
net (García Canclini, 2004).
Un campo diferenciado, pero en cierto modo relacionado con
el anterior en el cual también la idea de interculturalidad viene
jugando un importante papel es el los estudios de traducción
entre lenguas, al punto que en 2003 se creó la International As-
sociation for Translation and Intercultural Studies (http://
www.iatis.org/; visitado 10-09-08).
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En el ámbito latinoamericano desde 1997 existe una número
importante de antropólogos, sociólogos y juristas dedicados al
estudio de «la pluralidad jurídica, tanto en países con minorías
étnicas y pueblos autóctonos, como en sociedades industrializa-
das», que se han organizado como Red Latinoamericana de An-
tropología Jurídica (RELAJU), la cual desde entonces ha organi-
zado cinco congresos y sostiene un sitio en internet (http://
relaju.alertanet.org/; visitado 10-04-08). Derecho constitucional,
civil, humano, de género, territorial y derechos ambientales son
los temas que más frecuentemente se ven tratados en los traba-
jos presentados en estos congresos, aunque con mucha menor
frecuencia también se presentan trabajos sobre propiedad inte-
lectual. La mayoría de estos trabajos están enfocados en casos
relativos a individuos y pueblos indígenas y en menor medida a
afrodescendientes y migrantes no indígenas.
Por otra parte, en el marco del Foro Social Mundial, el inte-
lectual portugués Boaventura de Sousa Santos, ha venido im-
pulsando la investigación y colaboración sobre el tema entre es-
pecialistas de todos los continentes (Ardito Vega, 2001; Berraon-
do López, 1999; Etxeberría, 2001; Ghai, 2003; Gómez Valencia,
2000; Greaves, ed., 1994; Krotz, ed., 2002; Randeria, 2003; Sousa
Santos, 2003; Sarango, 2004 y Sousa Filho, 2003).
Aun cuando en el marco de RELAJU es posible encontrar
trabajos sobre ciudadanía, estos resultan relativamente escasos
en comparación con los otros subcampos enunciados. En cam-
bio, existen otras orientaciones de estudio que han dado lugar a
una abundante bibliografía sobre ciudadanía e interculturalidad
y sobre ciudadanía multicultural (Benessaieh, 2004; Cortina,
2002; Harvey, 2000; Kymlicka, 1995; Martín Díaz, 2003; Mato,
2004; Mijares, 2004; Morency et al., 2005). Aunque menos abun-
dante, existe interesante bibliografía sobre interculturalidad y
movimientos sociales, la cual en algunos casos examina la expe-
riencia en la coordinación de políticas entre movimientos socia-
les tan diversos como el indígena, el de mujeres, el vecinal y el de
trabajadores (Buendía, 2000).
En la bibliografía de campos de estudio y práctica profesio-
nal como gerencia, negocios internacionales o corporaciones
transnacionales, existe abundante bibliografía referida a relacio-
nes interculturales. La mayoría de estos textos tiene una orienta-
ción pragmática y orientada a la formación profesional (ver por
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ejemplo: http://www.geert-hofstede.com/books.shtml, visitado 10-
04-08). En contraste, desde el campo de los llamados estudios de
cultura, existen algunos valiosos trabajos de carácter crítico de-
dicados al análisis de casos y procesos relacionados con culturas
laborales y corporativas (Reygadas, 2002).
Aunque los asuntos relacionados con Economía y Desarrollo
constituyen un área social, política y económicamente muy im-
portante, al que algunos especialistas en antropología económica
y en desarrollo le han dedicado valiosos estudios, estos no han
recibido mayor atención por parte de los especialistas en estudios
sobre cultura, excepto respecto de los subtemas «turismo» e «in-
dustrias culturales» (Claverías Huerse y Benavente Benavente,
2006; García Canclini, 1995 y 2004; Little, 2004; Lozano, 2002;
Ramírez, 2000; Rivera Cusicanqui, 1992; Rodríguez, 2000).
En el campo de las Relaciones Internacionales la idea de «in-
terculturalidad» no siempre aparece de manera explícita, sino más
bien implícita. Pero, en cualquier caso, es un campo en el cual la
idea ha adquirido especial relevancia. Una referencia importante
en este sentido es el uso de la expresión «choque de civilizacio-
nes», puesta en circulación por Samuel Huntington en 1993 a tra-
vés de un artículo publicado en la revista Foreign Affaires, que lue-
go dio lugar a su tan difundido libro sobre el tema (1996). Como
sabemos, esta idea ha acompañado desde entonces la política ex-
terior estadounidense y ha desatado intensos debates. En contra-
punto con esta expresión, en 2001, Muhammed Jatami, por en-
tonces presidente de la República Islámica de Irán, propuso la
expresión de «diálogo de civilizaciones» que fue adoptada por la
ONU y dio lugar a la creación de una comisión ad hoc.
Más recientemente, Manuel Rodríguez Zapatero, en tanto Jefe
del Gobierno Español, planteó la idea de «alianza de civilizacio-
nes» en su presentación en la 59 Asamblea General de la ONU,
en septiembre de 2004.
41
más allá de esta diversidad, los encuentros entre diferentes son
cada día más comunes a medida que, por usar una expresión
corriente, «el planeta se achica». Por esto, cabe prever que esta
categoría adquirirá aún mayor importancia que la que ya actual-
mente posee y que los ámbitos de su aplicación serán cada vez
más amplios.
A propósito de la creciente importancia de estas situaciones
«de hecho», así como del diseño y puesta en práctica de políticas
y programas calificados, según los casos, de «interculturales» o
de «multiculturales», junto al difundido uso de la expresión «mul-
ticulturalismo», parece necesario considerar lo siguiente: a) las
palabras «intercultural» y «multicultural» son adjetivos que sue-
len utilizarse para calificar tanto situaciones sociales (una socie-
dad, una coyuntura social, un conflicto), como resultados o pro-
ductos de los mismos (un festival) y políticas sectoriales (de edu-
cación, salud, etc.); b) la expresión «multiculturalismo» en general
se utiliza para designar un principio normativo o un programa
político de mayor alcance que el unisectorial; c) en general la
expresión «interculturalismo» no se utiliza, pero cabría usarla
de manera análoga a como se usa «multiculturalismo». Adicio-
nalmente, cabe apuntar que es frecuente encontrar estudios y
documentos de políticas en los cuales los términos «intercultu-
ral» y «multicultural» se utilizan indiferenciadamente. Existen
numerosos casos en los cuales el uso de la expresión «intercultu-
ral» es acompañado de una argumentación según la cual una
política «intercultural» sería preferible a una «multicultural», por
cuanto mientras esta última sólo propone mantener a los dife-
rentes separados aunque otorgándoles reconocimiento y dere-
chos semejantes, mientras que una «intercultural» propicia el
diálogo mutuamente respetuoso y la colaboración entre diferen-
tes. Aunque los usos y argumentos varían según países, temáti-
cas, posiciones ideológicas y teóricas, cabe señalar que en todo
caso el sufijo «ismo» o «ista» claramente señala una orientación
de pensamiento y acción. Asimismo, cabe apuntar que este texto
ha sido escrito partiendo de asumir que el prefijo «inter» denota
«relación», en este caso «entre» «agentes sociales de culturas di-
ferentes», mientras que el prefijo «multi» denota existencia de
un «número» mayor a uno, en este caso «de» «agentes sociales
de culturas diferentes». Este texto procura facilitar una suerte
de mapas de usos y aplicaciones del término y algunos debates
42
sobre el mismo, pero queda mucho por elaborar al respecto. La
revisión de bibliografía conceptual en la materia puede ayudar a
elaborar con más propiedad las ideas de «interculturalidad»,
«multiculturalidad», sus usos, diferencias y relaciones (Barth,
1976; Bonfil Batalla, 1992 y 1993; Degregori, 1999; Fernández
Salvador, 2000; García Canclini, 2004; Habermas, 1994; Tourai-
ne, 1997; Tubino, 2002). Mientras tanto parece posible ofrecer
las siguientes notas para estimular las elaboraciones y debates al
respecto.
No existe un campo «objetivamente» delimitado de asuntos
o relaciones «interculturales» y sería arbitrario delimitarlo a prio-
ri. Su amplitud potencialmente depende de los usos de la idea
que hagan los agentes sociales involucrados, así como otros que
—de algún modo— acaban resultando significativos para el caso,
como por ejemplo, investigadores, agencias formuladoras o apli-
cadoras de políticas, u otros.
Las relaciones entre quienes son, o se perciben como, «cultu-
ralmente» diferentes, es decir las relaciones interculturales, pue-
den darse entre agentes sociales de un mismo país o de más de
uno. Ya que según los tipos de encuentros o articulaciones entre
agentes sociales es posible que las diferencias entre ellos, que
resultan significativas para el caso en cuestión, estén asociadas a
factores de muy diversos tipos, como por ejemplo de etnicidad,
nacionalidad, ecológicos, de lengua, religión, orientación políti-
ca, ideológica o axiológica; de contextos de socialización, de cla-
ses sociales o estratos socioeconómicos, de género, de estilos de
vida cotidiana, de estilos de consumo, de orientación sexual, de
generación, de referentes territoriales, institucionales, organiza-
cionales, profesionales u ocupacionales, etcétera.
La idea de «interculturalidad» y por tanto de relaciones, arti-
culaciones y procesos interculturales, debe elaborarse de modo
que resulte aplicable a cualquier tipo de proceso social en el cual
se relacionen agentes sociales que se perciban entre sí como cul-
turalmente diferentes (o bien, diferentes en términos de su vi-
sión del mundo, sentido de la vida u otras elaboraciones seme-
jantes, según contextos y tradiciones teóricas específicas) de
maneras que resultan significativas para el tipo de caso, proceso
o articulación en cuestión.
La idea de «interculturalidad» facilita el análisis de las rela-
ciones entre agentes sociales que se perciben (o son percibidos)
43
como «culturalmente» diferentes respecto de cualquier tipo de
factor de referencia (no sólo étnicos) que para el caso resulte
suficientemente significativo, sea que estas relaciones resulten
de colaboración, de conflicto, de colaboración y conflicto, o in-
cluso de confrontación (y, llevado al extremo, de guerra). Vistas
así las cosas, las ideas de transculturación, mestizaje, fusión e
hibridación, tanto como designaciones de procesos, como de
productos, quedarían conceptualmente comprendidas dentro del
campo de la «interculturalidad». Esto como mínimo, porque en
los casos de confrontación es conceptualmente posible que no
acabe resultando una nueva forma que integre a las anteriores y
de la que pueda decirse resulta de procesos de fusión, mestizaje
o hibridación.
Lo examinado en este texto lleva a criticar el uso de la idea de
«interculturalidad», para designar una supuesta orientación de
las acciones sociales. Frecuente en diversos medios en América
Latina el término «intercultural» expresa un cierto tipo de mira-
da (a las relaciones) que puede aplicarse tanto al análisis de rela-
ciones de colaboración, como de conflicto. Pensando especial-
mente en los contextos latinoamericanos, pienso que si se trata
de formular orientaciones a la acción sería más apropiado ex-
presarlo en términos de reconocimiento y valoración mutua de
las diferencias culturales, construcción de sociedades intercul-
turales equitativas, establecimiento de diálogos honestos y res-
petuosos, de mutuo interés, que partan de reconocer que hay
diversidad de contextos y por tanto de prácticas intelectuales y
de saberes.
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