Leyendas Chiapas
Leyendas Chiapas
Leyendas Chiapas
Una noche húmeda y cálida como siempre en Chiapas,para ser mas exacto en un
pueblito llamado Tehuacan pasando el municipio de Cintalapa, si mal no recuerdo
en los meses de marzo o abril, platicando con mi abuela acerca de cuentos y
leyendas, y tras tanta insistencia ella se animó a contarme una de las tantas
leyendas que sus abuelos le habian contado: la de San Pascualito.
Entusiasmado me senté a escuchar el increible relato que por mucho tiempo habia
anhelado, asi pasaron horas de platica y la vez atención que pocas veces le
prestaba a mi viejita. Pero llegó la hora de dormir y a pesar del miedo que sentía
inconscientemente me hice el valiente para dormir solo en un cuarto de aspecto
sombrio, espelusnante y tenebroso.
Cual fue mi sorpresa, en plena madrugada me levanté por un vaso de agua, eran
como las 2 de la mañana, aclaro que estaba en un ranchito asi que ya imaginaran
el tipo de casa: de madera vieja, rechinidos por doquier, olores raros y bichos por
todos lados.
Pero asi trastabillando llegue a mi cama improvisada pegada a la pared que estaba
a ras de calle. Al recostarme escuche claramente a lo lejos un ruido, si increible un
ruido de una carreta, de una carreta jalada mínimo por un caballo.
Al momento que lo escuche entre en shock, como iba a poder ser real una leyenda
que según yo era para espantar niños, cada vez escuchaba mas cerca el rechinido
de las llantas de madera en las piedras de la calle, y el andar de la bestia que la
halaba.
No podia ni con mi alma, el miedo cubrio todo mi cuerpo, empecé a sudar frio, pero
como dicen la curiosidad mato al gato, logré asomarme unos centímetros a la venta
para ver que iba en la calle.
Nunca he podido borrar la imagen tan extraña cosa, era una especie de carreta de
madera jalada por un caballo, mas bien una silueta de caballo y arriba un sombra
profundamente negra que la conducia sosteniendo en su mano derecha una especie
de haza puntiaguda.
De inmediato me tire al colchón y me puse a rezar por cualquier cosa nos fuera a
ser la de malas y asi me agarro el sueño.
Había en la iglesia dos santos crucificados a los lados del santuario: Dimas al lado
derecho, representando el bien, y Gestas a la izquierda, representando al mal.
Todos los brujos le rezaban y le llevaban ofrendas misteriosas. El anciano don
Nicanor rezaba todos los días a Dimas, quien le indicó que para salvar a los niños
y mujeres de la amenaza de los “tzuyoyas” deberían tomar una piedra, hacer la
señal de la cruz y arrojársela.
“Cuando era niño –cuenta un anciano– me mandaron por agua a la laguna, pero me
sorprendí mucho cuando, al sumergir el cántaro para llenarlo de agua, saltó un pez
de oro, de legitimo oro, entrando al recipiente. Le tuve miedo y lo deje ir. Las
personas a las que le comenté lo que había hecho con el pez, me dijeron que había
soltado mi suerte”. Hasta la fecha es misterio para muchos, el hecho de que islotes
flotantes (hasta de 30 x 10 metros aproximadamente) recorren a lo largo y ancho de
la laguna.
“Recuerdo que cuando éramos chamacos –cuenta otra persona de esa localidad–
quisimos quemar un tapesco de ese zacate (el monte del islote) con la lumbre de
orilla de palma que fuimos a traer. Hice una escoba para prenderla y acercarla al
tapesco, cuando vimos que el zacate se fue retirando ¡como si hubiera visto que lo
íbamos a quemar! como ya no lo alcanzaba le tire la escoba y se incendió el zacate,
con una tronazón que daba gusto, huyendo de nosotros”.
Días después de! hallazgo de la codiciada presa. Paco no cesaba de frecuentar aquel rumbo del
puente de Colón, que por esa época no lo hacían primeras veces que la veía aprovechaba cuando
Chepa iba al río Sabinal por agua. Muchas veces le cargó el cántaro hasta cerca de la tranca de su
casa, porque los padres de ia chica ignoraban el idilio. Los padres del niño Paco menos que lo
supieran, pues cuando la veía en la tarde engañaba a sus padres que iba al colegio. Llegó a tanto
su amor que no se aguantaron y ella muy decidida le dijo a Paco: me voy contigo donde rué lleves.
Pero Paco era un niño mimado y un poco temeroso, no se hallaba con ánimos de tomar aquella
arriesgada decisión que sólo la podía tomar un buen varón que fácilmente
pudiera independizarse de la tutela de sus padres. Paco decía: si me la llevo a la casa, quien sabe
lo que digan los amigos de mi familia. Pues aunque ella no parecía de rain i ha indígena, porque era
muy güera, no dejaba de ser una patarrajada. La chepa insistía: llévame Paco, ¡lévame a donde
queras. Paco debía dejar de ser hombre para no aceptar la propuesta que lo comprometía. Fue así
como
Sí mi reina, te llevo a donde nadie nos vea. aunque se opongan a nuestro amor. Mira Paco, por aquí
cerca está una cueva, aquí ñor Yuquiz, si no tenes a dónde llevarme, allí haremos nuestro hogar v
nadie sabrá donde estamos, ¿qué decís? ¿vamos allí?. Paco muy resuelto, le dijo que lo esperara,
que al día siguiente por la tardecita se iría con ella, que iría por su ropa, por algunas cosas para
poder pasar las noches. Y así fue. muy normal, al atardecer del sábado, regresó con un pequeño
bulto en el que escondía también un pumpo. Chepa, que estaba esperando con ansia ¡a deseada
huida de la casa, salió por e! portillo del corral de aguaría y como gacela tropeleó dispuesta a seguir
a su compañero, pronto desaparecieron por los matorrales que van hacia Yuquiz hallando al fin la
cueva donde dieron
Los padres de ambos, al ver que no llegaban a su casa uno y otro, ya que ignoraban esos amores,
los buscaban muy afligidos pensando que podían haberlos matado o que la Tisigua hubiera
extraviado a Paco. Por informes de algunos que los veían por el río. dijeron a los padres lo que
habían observado, no folió quien los viera escapar muy cautelosos. Fue as; como se conocieron
ambas familias y se dedicaron a buscarlos,
Cuando se dirigían por el rumbo cerca de donde estaba ia cueva, vieron de lejos que paco iba solo.
Sin seguirlo. esperaron que regresara a su casa y cuando llegó no dijo
nada a nadie de lo que había hecho. Sus padres no insistieron en saber lo ocurrido, mientras tanto,
Chepa se quedó ocuiía en la cueva esperando, sin que 1 Segara Paco a verla. Ella tenía ¡a
esperanza del ¡egreso del infiel y lo esperó varios días, sustentándose con los frutos que a
escondidas hallaba en ei campo. Sus padres nunca la hallaron, pues cuando llegaron a la cueva eila
no estaba allí.
Por fin desfallecida por ei hambre, agotada y más que todo decepcionada por el pago 1 del ingrato,
murió. Años después la encontraron cubierta toda de guano, estiércol de murciélagos, ya toda
descompuesta despidiendo fétidos olores. Fue el escándalo del pueblo de que la Chepa la habían
encontrado, por fin, en la cueva del rumbo de la Picdrona. Desde entonces llaman así a la cueva, “la
cueva de la Chepa”.
EL FANTASMA DEL ORIENTE
Hace muchos años, cuando ia ciudad de Tuxtla, Gutierrez: era pequeña. los
moradores de la zona oriente de esí; ciudad, contaban con mucho miedo, que por
las noche: cuando comenzaba a oscurecer, transitaba un fantasm; acompañado de
su perro negro que aullaba lastimeramente.
A pesar de que se le pararon los pelos por el miedo, Don Ezequiel le preguntó al
espectro, el motivo de su aparición en este mundo y le ofreció ayuda para que
terminara su penar.
El fantasma le contestó con una voz tenebrosa, como si saliera del fondo de la tierra,
acompañada por el gruñido del perro que no dejaba de acecharlo con sus ojos rojos
y centellantes: ¡ Ay de mí! cuando yo pertenecía a este mundo de los vivos, tenía
por nombte Pedro Cnanona Cundapí, trabajaba en la agricultura, tenía a mi esposa
y a mis cuatro hijos, mí vida transcurría entre la pobreza y el cansancio, pero éramos
felices. Mi única riqueza era mi familia y este terreno, aunque árido y poco
productivo, era codiciado por un rico terrateniente Don Patrocinio Castellanos.
Hacía muchos años que pretendía comprármelo, porque según decían que había
un filón de oro enterrado en cierto espacio de mí tierra.
No acepté su oferta; primero, porque ofrecía una miseria, y la otra razón, porque
esta tierra me proporcionaba lo poco que comíamos mi familia y yo.
Cansado de mi negativa de venderle, una noche negra y fría de! mes cíe diciembre,
ordenó a sus hombres prender fuego a mi casa, sin importar que mis hijos, mi
esposa y yo. quedáramos atrapados dentro de las llamas y nos quemáramos vivos.
En mi desesperación, a lo lejos escuchaba los aullidos de Cuervo, nii noble perro,
que no pudo hacer nada por salvarnos, y que por varios días permaneció en el lugar
donde quedaron nuestros restos sin probar agua ni alimento, esperando la muerte
para reunirse con nosotros. Desde entonces, mi espíritu y el de mi perro, vagamos
por estos matorrales en busca de las almas de mis hijos y mi esposa.
Entonces. Don Ezcquiel le dijo: ¿Dime qué podemos hacer para que encuentres la
paz que necesitas?
El fantasma contestó: Que le den cristiana sepultura a los restos de los cuerpos de
mi familia, y que este terreno se destine para la construcción de un parque, para
que ios niños alegren el lugar con sus juegos y sus risas.
Dice un extenso poema épico de Galiíeo Cruz Robles, escrito en 1928. sobre la
batalla del Sumidero: Es el Chiapa. su esposa y el producto de aquel amor que fue
grande y sincero y que al perder el último reducto se arrojan con valor al Sumidero!
Y mientras tanto, sigue el sacrificio de aquel grupo de héroes y bravos que pretieren
lanzarse ai precipicio a la vergüenza de vivir de esclavos.
O sea, de acuerdo con lo que dicen, al día siguiente las autoridades hacen
investigaciones y, después de la autopsia de ley, no encuentran absolutamente
ningún factor que pueda determinar que el muchacho haya muerto por asesinato,
envenenamiento, suicidio, etc. Siempre el resultado es un infarto y lo curioso es que
aparentemente se trata de hombres saludables que jamás habían presentado
problemas cardiacos. Entonces la conseja popular es que mueren de susto por
haberse topado con la Titchanila.
EL MISTERIOSO RELOJ DE CHIAPA DE CORZO
Esta historia se da lugar en Chiapa de Corzo en la primera mitad del siglo XVII, donde vivía
don Alberto Cerda, un rico terrateniente. Jacinto López, su principal criado se encontraba
en un estado de salud delicado, y se encontraban esperando su fallecimiento, y así fue,
dejando bajo la tutela de don Alberto a su hijo José. El niño fue criado con ciertos privilegios
sobre los demás muchachos de la hacienda, de los cuales doña Caridad, esposa de don
Alberto, nunca quiso que le fueran dados al pequeño, y a que ella era despiadada y
arrogante. Y eso no era todo, pues el matrimonio tenía una hija llamada Concepción, que
contaba con la misma edad que José.
Pasado el tiempo, ambos muchachos crecieron, José seguía de criado y Concepción que
cada día era más linda, encerrada en su casa. Su único paseo era el que hacía con su papá
por las márgenes del río, llevando a José como remero.
El muchacho se enamoró de ella, don Alberto estuvo de acuerdo con el noviazgo, pero no
así doña Caridad, y no teniendo a nadie de la casa de su parte, buscó la ayuda de un joven
rico y tenorio del pueblo, Fernando Gutiérrez, el cual según doña Caridad siempre había
deseado cortejar a su hija, y sin pérdida de tiempo le propuso que se llevará a Concepción
lejos de la hacienda y la amara, así todo terminaría con el casamiento de ambos jóvenes.
Fernando tuvo la oportunidad de cometer su fechoría, pero ésta no salió como lo habían
planeado, pues resultó que la muchacha se defendió, y este al sentirse despreciado e
impotente, sacó un puñal y lo clavó en el pecho de la joven. Cuando recapacitó de lo que
acababa de hacer, corrió al lado de doña Caridad con una mentira, diciendo que
Concepción prefirió morir antes que traicionar a José y que sorpresivamente le sacó el puñal
que siempre llevaba en su cinto y antes que pudiera evitarlo, se partió el corazón.
Doña Caridad, que nunca esperó esta tragedia, lo único que hizo fue arreglar un nuevo
trato, en donde le echaba la culpa de la muerte a José, quien fue juzgado y condenado a
morir en la horca, exactamente cuando el reloj de la plaza tocara la primera campanada de
las doce de la noche. Por su parte don Alberto, que se encontraba deshecho, descargaba
toda su ira en el infeliz de José, creyéndolo, de igual modo, culpable.
Llegado el día de la ejecución, toda la gente del pueblo se congregó en la plaza, y al llegar
la hora, las manecillas del reloj marcaron las doce de la noche, pero jamás se escuchó
ninguna campanada. El pueblo de Chiapa vio asombrado que los minutos transcurrieron
sin que las campanas sonaran. Así el reloj salvó la vida de José.
Fernando, que hasta entonces presenciaba la ejecución, de repente enloqueció y comenzó
a gritar: "Yo la Maté", "Yo la maté", al mismo tiempo que acusaba a doña Caridad como su
cómplice.
Días después, en lugar de José, Fernando fue colgado y doña Caridad encerrada por
cómplice.
Aparentemente todo volvió a la normalidad en el pueblo, pero sus habitantes recordarían
aquella noche del 9 de agosto, en que el misterioso reloj de la plaza de chiapa había salvado
a un hombre inocente.
EL SOMBRERON
Muchas veces lo vieron los viejos vaqueros. Uno de ellos relataba su aparición todavía con
irrefrenable emoción, contagiando el estupor a los jóvenes que lo escuchábamos. Como la
aparición de un tenue relámpago que se pierde en corto espacio, una luz del fondo de la
oscuridad de la noche reventaba en el aire antes de escucharse un silbido. Silbido hondo y
melancólico seguido luego por la música de una armónica bocal, cuyas notas se fundían en
el arpegio de todos los sonidos del campo, cuando la noche secuestra las figuras
entenebrece.
Era un hombre que vestía con ropa de cualquier clase, siempre portaba morral, machete y
un sombrero de gran tamaño.
Aparecía en lugares despoblados. A las personas siempre las llevaba al lugar contrario del
que se dirigían. Y cuando consideraba que los había perdido, entonces se alejaba
burlándose y haciendo contracciones en el rostro, para infundirles miedo, y hacerlos saber
que él era “ El Sombrerón ”
El lugar donde con más frecuencia aparecía, era al Sur de Tuxtla, atrás del Hospital Civil,
antes “El Aguacate”.
LA “TUMBA DE LA SIRENA”
En ese entonces fue cuando comenzó la leyenda de “La Sirena”, que se encuentra
al sur del Camposanto; quienes conocen la historia narran que a sus 24 años,
Enedina García, poseía una fortuna derivada de su trabajo como bruja.
Cuando falleció fue sepultada con todos sus bienes, ya que la sociedad de ese
entonces consideraba su riqueza como un fraude y amenazaron a los familiares con
condenarlos, en caso de conservar el dinero. Según varias versiones el dinero fue
puesto a su lado derecho ya a quien intentara sustraerlo le caería una maldición.
La tumba tiene unas sirenas en lo alto y los que cuentan la leyenda representa un
símbolo de sabiduría; algunos aseguran que cuando la última sirena caiga por
deterioración, el espíritu de Enedina será liberado del lastre que de ella pende.
"Sí es cierto que le rinden culto, pero preguntando con mi familia, porque ella es
hermana de mi abuelo, no es cierto que sea bruja, ya que ella era curandera".
Alejandra cuenta que su tía abuela en realidad era curandera. Tuvo muy buenos
resultados tratando a personas enfermas con hierbas.
Sobre el significado de las sirenas talladas en la cúspide del nicho, dijo que eran un
distintivo de la difunta, quien tenía un rancho en el municipio de Ocosingo, de donde
era originaria.
Al igual que en otros años, se espera que la cripta sea de las más visitadas y se
llene de ofrendas florales, dulces, licor, velas y veladoras. Ya que Enedina fue
considerada también, por muchos, como el médico de la ciudad.
Pese a una serie de historias que se han creado en torno a la tumba de Enedina
García, nadie conoce la causa de su muerte, solo se sabe que nació un 6 de mayo
de 187