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LAS BARBERIAS DE LA CRISIS
Desde hace 2 años aproximadamente he visto en Caracas, cada vez con
más frecuencia, la instalación de barberías de calle, en cualquier recoveco o esquina insospechada, 1 o 2 barberos emprendedores en medio del desastre económico que vive Venezuela, ante los inflados costos de este servicio que puede costar $5; ofrecen su oficio al transeúnte de cualquier proveniencia a solo Bs. 4.000,oo o sea menos de $1. Comienzan su actividad con escasos recursos, equipos y sin permisos tramitados, de la nada colocan un espejo de cualquier tamaño apoyado a la pared más próxima, obtienen instrumentos y accesorios quizás de su último empleo, un taburete para sentar al cliente y una pequeña mesita para colocar sus elementos de trabajo, el principal ingrediente ya lo tienen: las ganas de trabajar. Durante la noche, milagrosamente consiguen iluminar el lugar con alguna conexión obtenida ilegalmente o la energía eléctrica necesaria para que funcionen sus afeitadoras. En este caso, la Barbería Bolívar, ubicada en el centro de Caracas, colindando con la Esquina de Romualda, debajo del puente de la Av. Fuerzas Armadas. El lugar está flanqueado en 3 de sus lados, por calles con permanente tránsito automotor, mucho ruido y humo, a unos metros los atracos son costumbre. Comenzaron 2 barberos y ahora hay 4 de ellos, algunos se mantienen desde el inicio otros no tanto. Ha sido tan exitosa la iniciativa, que pintaron un mural con el nombre del negocio y allí anuncian los tipos de cortes que realizan, con apelativos que recuerdan ciertos personajes de la manga japonesa como Sayayin, y otros cuyo origen desconozco como el Degradado, Magreidi, Cresta El Español. FOTO Cada noche desinstalan sus lugares de trabajo, todo es movible, guardable o desarmable y una vez terminada la jornada, solo queda como testigo el mural, que cuidadosamente retocan cada cierto tiempo. Paralelos a los puestos de trabajo de cada barbero, ofrecen asientos a sus clientes en espera, frecuentemente se ven largas colas de hombres y mujeres que llevan a sus niños a afeitar o cortar cabello. Todos disfrutan de música mientras se encuentren allí, puede escucharse casi siempre salsa al pasar. Cuando el hambre aprieta, cada quien tiene su vianda y come en su sitio de trabajo rápidamente, porque la demanda es grande y el tiempo es dinero. Su trabajo es constante, sin importar si es domingo o día feriado, el sol y la lluvia no los perturban, después de todo tienen el puente como protección permanente. Se han hecho amigos de todos los que hacen vida en los alrededores en sus diferentes oficios: caleteros, comerciantes, panaderos, verduleros o repartidores de gas, entre otros, los saludan a su paso. Además, para comodidad de quien va en carro, se estaciona junto a la acera y hace su espera cómodamente instalado, con su lectura favorita porque el lugar es ampliamente conocido en la ciudad como “Los Libreros” de la Fuerzas Armadas, presentes a los largo de toda la parte baja del puente desde hace no menos de 4 décadas; si lo prefiere el que espera puede hacerlo jugando ajedrez porque hay 2 clubes de este milenario juego en ambos extremos del puente. Mientras todo esto ocurre debajo, por encima del puente el tránsito automotor no se detiene en sus 4 canales. La actual situación venezolana da para todo tipo de oficio y en cada acción o espacio se descubre su rentabilidad, aquí le sacamos punta hasta a una bola de billar.