El Circulo Victimal
El Circulo Victimal
El Circulo Victimal
El “círculo victimal”
en la victimización
sexual infantil
Autora: Ainara Jauregui Sansinenea
ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN
1. Interés social y académico ................................................................................... 5
II. CONTEXTUALIZACIÓN
A) Marco teórico: ¿Qué es la Victimología del desarrollo? ..................................... 8
3. Tipologías de victimización.......................................................................... 14
1. Tipologías de victimización............................................................................... 40
2. Tipologías de víctimas:
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4. Tipologías de agresores:
VII. ANEXOS
1. ANEXO 1 ........................................................................................................ 138
3
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Resumen: Mediante este estudio nos hemos acercado a la victimización sexual infantil
desde el concepto de “círculo víctimal”, entendiendo el mismo como el fenómeno en el
que víctimas de abusos sexuales en la infancia se han convertido en agresores sexuales de
menores. Tras una contextualización en la que realizamos una revisión de la bibliografía
más relevante desde la óptica adoptada, presentamos nuestro propio trabajo de campo con
datos de Gipuzkoa. Se han analizado un total de 51 sentencias, principalmente
condenatorias, emitidas tanto por la Audiencia Provincial de Gipuzkoa como por el
Juzgado de Menores de San Sebastián -incluyendo en este caso no sólo sentencias sino
también expedientes-. El periodo abarcado han sido los años 2004-2014. Dicho análisis
nos ha permitido considerar las características del abuso, de la víctima y del agresor, el
posible impacto victimal, así como la existencia o no de antecedentes de abusos en la
infancia en la vida de los agresores. Los resultados se han contrastado con los estudios
teóricos y empíricos de ámbito internacional referentes al “círculo victimal” en el ámbito
de los abusos sexuales infantiles, deteniéndonos especialmente en si la víctima fue
abusada en la familia o fuera de ella y si se convierte en abusador de su propia familia o de
alguien fuera de ella. Adicionalmente, con el objeto de introducir la voz de los propios
protagonistas, a través de fuentes secundarias, se han rescatado historiales de agresores de
menores con antecedentes de abusos. Asimismo se ha completado el trabajo de campo con
entrevistas a expertos.
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Ainara Jauregui Sansinenea
I. INTRODUCCIÓN
El abuso sexual infantil 2 constituye un grave problema de salud pública que, aún
hoy, es silenciado por muchos. Así, si bien es cierto que en la actualidad existe un gran
esfuerzo por parte de diferentes disciplinas, como la Criminología, la Psicología, la
Sociología o la Medicina, entre otras, para estudiar, pero sobre todo, para prevenir el
abuso sexual infantil, cabe señalar que aún se trata de una victimización que, en gran
parte, permanece oculta. De hecho, “(…) la mayoría de los abusos no son comunicados
ni denunciados” (López, 2014). Así, “(…) se estima que se conoce tan sólo el 58% de
los que se producen” (Estepa, 2005) . A pesar de ello, diversos estudios han intentado
establecer unas cifras de prevalencia. Centrándonos en el ámbito español, un ejemplo lo
encontramos en Pereda, Guilera, Forns y Gómez-Benito (2009), donde se estima que la
tasa de prevalencia de abuso sexual en varones menores de edad es de un 7,4%, mientras
que el de las mujeres es del 19,2%. Sin embargo, el único estudio realizado en España de
reconocimiento internacional ha sido el llevado a cabo por López et al. (1994), con una
muestra de 2000 sujetos, según el cual el 15% de los varones y el 23% de las mujeres
habían sido víctimas de abusos sexuales. En cuanto al País Vasco, existe un único
estudio llevado a cabo por De Paúl, Milner y Múgica (1995) en el que se analizó una
muestra de menores víctimas de abuso sexual y maltrato físico, la cual fue comparada
con otra muestra similar de Estados Unidos atendiendo a una posible relación entre el
maltrato físico y el sexual, al apoyo social y a la posibilidad de que tuviera lugar un
abuso.
Los estudios referentes al perfil de los abusos de una determinada comunidad, sin
embargo, son casi inexistentes, teniendo constancia de un único trabajo en territorio
español: el estudio de Cortés Arboleda, Cantón Duarte y Cantón-Cortés (2011), donde
1
Sencil, víctima de abusos sexuales por parte del párroco de su iglesia (Bonnot & Lepomellec, 2004).
2
Resulta imprescindible aclarar que el término “abuso sexual” cuanta con una acepción amplia, más allá
de las diferentes modalidades delictivas tipificadas en el Código Penal.
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Por todo ello, la presente investigación, una vez explicado en los párrafos anteriores
el interés del tema abordado, pretende aproximarse a la victimización sexual infantil en
el País Vasco, particularmente en Gipuzkoa, desde la hipótesis del “círculo victimal”
con el objetivo principal de identificar los factores relevantes en relación con el mismo y
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Ainara Jauregui Sansinenea
su posible incidencia. Para ello, dentro de un marco teórico victimológico, tras una
contextualización en la que realizamos una revisión de la bibliografía más relevante 3, se
procede a presentar un trabajo de campo propio consistente en el análisis de sentencias y
expedientes judiciales, junto con el resultado de entrevistas a expertos y la
consideración de historias de vida de infractores, obtenidas mediante fuentes
secundarias. El proceso de investigación se ha estructurado temporalmente según se
explica en la siguiente tabla.
CRONOGRAMA DE LA INVESTIGACIÓN
3
En cuanto a los estudios teóricos y empíricos que acompañan al análisis de estas sentencias, cabe
señalar que, han sido extraídos de diversas bases de datos y revistas, tales como PsychInfo, la revista
Child Abuse and Neglect, la Revista española de Medicina Legal o la revista International Journal of
Law and Psychiatry.
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
II. CONTEXTUALIZACIÓN
En primer lugar, cabe señalar que no existe una definición unánime sobre qué es el
abuso sexual infantil. Sin embargo, una de las definiciones más citadas es la de López,
Hernández y Carpintero (1995), corroborada recientemente por López (2014), según la
cual el abuso sexual infantil se establece bajo dos criterios: 1) la asimetría de la edad y 2)
la coerción. Así, se entenderá el comportamiento sexual como abuso, cuando exista una
asimetría entre las edades de víctima y agresor, de tal forma que obstaculiza la libertad
de decisión de la víctima, impidiendo una actividad sexual compartida, al existir una
gran diferencia entre ambas partes con respecto a la experiencia, madurez biológica y
expectativas. Tal asimetría supone que las posibilidades de una relación igualitaria entre
los componentes de la misma, queden anuladas (López, 2014). Asimismo, junto a esta
asimetría de edad, existe la necesidad de una coerción, entendiendo la misma como “la
utilización de la fuerza física, la presión o el engaño” (López, 2014, p.69) . De hecho
entienden que el uso de la misma debería suponer “criterio suficiente” para calificar
dichos actos como abuso sexual de un menor.
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Por otro lado, la definición que aporta De Paúl (2001), por ejemplo, es la siguiente:
“el contacto sexual de cualquier índole hacia un menor de 18 años por parte de un adulto
que se encuentre en una posición de autoridad o de poder” (p.20). Asimismo, De Paúl
aporta tres tipos de asimetría que pueden manifestarse en esa relación de víctima y
agresor: 1) asimetría de poder (la víctima es forzada por el agresor a mantener la
relación sexual, por tanto, dicha relación no puede ser tomada como un acto deseado por
ambos), 2) asimetría del conocimiento (el agresor posee un conocimiento mucho mayor
que su víctima sobre el significado de las relaciones sexuales y su implicación) y 3)
asimetría de la gratificación (la única finalidad del contacto sexual será la propia
gratificación o satisfacción del agresor).
“El abuso sexual infantil consiste en adentrar al menor en actividades sexuales que no comprende del
todo, en situaciones donde es incapaz de dar su consentimiento o carece del nivel evolutivo de
madurez adecuado para realizar dichos actos; se podrá considerar como abuso sexual toda incitación
a un menor para llevar a cabo aquellas actividades sexuales penadas legal y socialmente. Los
comportamientos que implican un abuso sexual infantil, podrán llevarse a cabo por un adulto sobre
un menor o por un menor sobre un niño cuando sea superior a él por su edad o madurez biológica o
posición de responsabilidad, confianza o poder. Esas actividades que tiene como objetivo la
satisfacción de las necesidades del agresor, implican, entre otras, las siguientes situaciones: incitar al
menor a situaciones sexuales que no son legales, explotar al menor mediante la prostitución o
cualquier otra práctica sexual ilegal o promover la explotación mediante material y exhibición
pornográfica” (p.73).
Del mismo modo, el National Center of Child Abuse and Neglect define el abuso
sexual infantil como “los contactos e interacciones entre un niño y un adulto, cuando el
adulto (agresor) usa al niño para estimularse sexualmente él mismo, al niño o a otras
personas. El abuso sexual puede también ser cometido por una persona menor de 18
años cuando ésta es significativamente mayor que el niño (la víctima) o cuando (el
agresor) está en una posición de poder o control sobre otro menor” (López, 2014, p.69).
El hecho de tener en cuenta a los menores agresores es un aspecto muy importante, ya
que, según los estudios, el 20% de las violaciones son cometidas por menores de edad y
casi el 50% de los agresores llevan a cabo su primer abuso sexual antes de los 16 años
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
(López, Hernández & Carpintero, 1995). Además, “(…) el 20% del abuso sexual
infantil está provocado por otros menores” (Echeburúa & Guerricaechevarría, 2000,
p.10).
• Mitos
Durante años, los abusos sexuales a menores han sido -y, para muchos, siguen
siendo- un tema tabú que, además, acarrea un estigma a nivel social muy importante.
Así, se ha tendido a ocultar este tipo de situaciones, resultando prácticamente imposible
disponer de información adecuada al respecto. De hecho si bien en 1896 el psicoanalista
Sigmund Freud hizo alusión en su investigación sobre la histeria a que el origen de la
misma podría estar relacionado con los abusos sexuales sufridos por sus pacientes en la
infancia, no fue hasta los años ochenta que se llevaron a cabo estudios clínicos y
epidemológicos sobre este tema (López, 2014). En el caso de España, la existencia de
estudios significativos sobre la prevalencia de los abusos sexuales no se dio hasta los
años noventa (López, 2014).Todos estos elementos, según Echeburúa y
Guerricaechevarría (2000) “han contribuído al mantenimiento de pensamientos
erróneos respecto a los abusos sexuales de menores” (p.11). A este respecto, mediante
una tabla, López (1997) estableció cuáles eran los errores y las verdades sobre el abuso
sexual:
• “Los abusos sexuales son poco frecuentes”: según López, en el territorio
español, el 23% de las mujeres y el 15% de los hombres han padecido algún
tipo de abuso sexual durante su infancia. Accediendo a datos más actuales, el
porcentaje de mujeres víctimas oscila entre el 7 y el 36%, mientras que el de
los hombres es del 3-29% (Muela, 2007).
• “En la actualidad se producen con mayor frecuencia”: de acuerdo con lo
establecido por López, actualmente existe un mayor conocimiento, ya que
antes los abusos sexuales infantiles ni eran objeto de estudio ni tampoco se
denunciaban. Además, los mecanismos de detección de los que disponemos
actuamente son mucho más avanzados y existe una mayor concienciación
sobre la necesidad de denunciar este tipo de sucesos (Muela, 2007).
• “Sólo los sufren las niñas”: López advierte que el 40% de las víctimas de
abuso sexual son niños. Junto a esto, de acuerdo con los resultados de un
estudio realizado por Finkelhor (1986), un 10% de los víctimas eran niños,
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
2. Factores de riesgo
• Ser de sexo femenino: atendiendo a los estudios existe una mayor incidencia de
abusos sexuales a niñas (2-3 niñas por cada niño), especialmente en el ámbito
intrafamiliar (Echeburúa & Guerricaechevarría, 2000). Esto puede deberse a que
los agresores son en su mayoría varones heterosexuales (Gil, 1997; Vázquez
Mezquita & Calle, 1997).
• Encontrarse en la prepubertad (especialmente entre los 6-7 y los 10-12 años)
(Finkelhor, 1993): por lo visto “más del doble de los casos de abusos sexuales a
menores se dan en la prepubertad” (Echeburúa & Guerricaechevarría, 2000, pág.
16). Es en esta etapa donde los menores empiezan a desarrollarse sexualmente,
pero, al seguir siendo niños, se les puede dominar con facilidad (López, 1989;
Pérez Cochillo & Borrás, 1996).
• Mostrar incapacidad para hablar, minusvalías (físicas o psicológicas) o retrasos
en el desarrollo: muestran una menor capacidad para resistirse a los abusos o
para darlos a conocer (Madansky, 1996).
• Estar sufriendo otro tipo de maltrato (polivictimización): desde una perspectiva
intrafamiliar, el hecho de que el progenitor se haya desinhibido hasta el punto de
maltratar al menor, incumpliendo así sus obligaciones parentales, facilita que
llegue a victimizarlo también sexualmente (Echeburúa & Guerricaechevarría,
2000).
• Carecer de afecto familiar (Pérez Cochillo & Borrás, 1996): el hecho de ser
víctima de abandono o rechazo físico o emocional por parte de sus cuidadores,
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Ainara Jauregui Sansinenea
hace que los menores estén necesitados de atención y afecto y, por tanto, sean
vulnerables ante el cariño que los adultos puedan mostrarles a cambio de sexo y
de su silencio (Vázquez Mezquita, 1995). Así, tienen una mayor probabilidad de
sentirse halagados, en un principio, ante la atención que les brinda su agresor, si
bien este placer inicial puede acarrear un posterior sentimiento de culpa.
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
3. Tipologías de victimización
Con respecto al ámbito donde se llevan a cabo los abusos, podemos distinguir dos
tipos: a) el intrafamiliar (es decir, los abusos perpetrados en el seno de la familia, “el
incesto propiamente dicho”, según Echeburúa y Guerricaecheverría (2000), p.14) y b) el
extrafamiliar (los abusos llevados a cabo fuera de la familia, también llamados
“pedofilia”). En este sentido se ha apreciado una mayor victimización de niñas en el
ámbito intrafamiliar, frente a una victimización mayor de niños en el extrafamiliar
(Echeburúa & Guerricaechevarría, 2000). De acuerdo con un estudio realizado por
Finkelhor, Hotaling, Lewis y Smith (1990) en el que analizaron a 2626 adultos, el 27%
de las mujeres y el 16% de los hombres contaban con antecedentes de abusos sexuales
durante la infancia. Teniendo en cuenta estos resultados, se observó que el 40% de los
hombres fueron abusados en el ámbito extrafamiliar (frente a un 21% de mujeres),
mientras que un 29% de las mujeres habían sido abusadas en el seno familiar (frenta a
un 11% de los hombres) (Cortés Arboleda, 2011). Asimismo, se ha observado una
diferencia respecto a la edad de inicio de ambos sexos, siendo más temprana en niñas
(7-8 años), que en niños (11-12 años) (Echeburúa & Guerricaechevarría, 2000).
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de padres-hijo”. Sin embargo, rara vez se aprecian como abusos, ya que existe
una idea generalizada de que, durante la adolescencia, es normal que los jóvenes
experimenten con su sexualidad y que sus posibles contactos con sus hermanos
pequeños no son más que parte de un “proceso natural del desarrollo sexual”
(Worling, 1995).
En lo que respecta a los estudios de los adolescentes que han abusado de sus
hermanos, se ha podido comprobar que tanto la violencia como la disfunción
familiar, suponen “variables etiológicas significativas” (Cortés Arboleda, 2011,
p.194). Así, O´Brien (1991) al analizar a 50 adolescentes que habían abusado de
sus hermanos, concluyó que en un 61% había sufrido malos tratos físicos, un
42% había sufrido abusos sexuales y un 47% vivían en un seno familiar
gravemente trastornado. En el 22% de los casos, además, existía algún otro tipo
de relación incestuosa. Del mismo modo, Worling (1995), al analizar a 90
adolescentes varones que habían abusado de sus hermanos, observó, que las
familias de estos jóvenes se caracterizaban por “conflictos matrimoniales,
castigos físicos, una atmósfera familiar más negativa, un mayor rechazo por
parte de sus padres y una menor satisfacción global con las relaciones existentes
en el seno familiar”. Además, estos jóvenes contaban con antecedentes de
abusos sexuales con mayor frecuencia. Atendiendo a estos resultados, Worling
(1995) trata de aportar una explicación a estas relaciones incestuosas entre
hermanos: a) en aquellas familias con progenitores abusivos o que rechazan a
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
sus hijos, es muy probable que los hermanos intenten buscar apoyo y afecto
entre ellos, existiendo el riesgo de que, al llegar la pubertad, dicha relación
pueda llegar a sexualizarse; b) es posible que estos jóvenes hayan encontrado en
los abusos un medio de compensar de alguna manera el maltrato y el rechazo
sufridos por ellos mismos y, finalmente, c) teniendo en cuenta que las relaciones
familiares conflictivas (conflictos matrimoniales, castigos físicos…) pueden
suponer una “fuente de modelado” para estos jóvenes, podemos decir que los
abusos pueden suponer un reflejo de la situación familiar que están viviendo.
4. Tipologías de víctimas
Para dar respuesta a este apartado, nos centraremos en dos características esenciales
en el ámbito del abuso sexual infantil, a saber, la edad y el sexo de las víctimas.
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López et al. (1994) llegaron a la conclusión de que los abusos eran más
frecuentes entre los 12 y los 13 años de edad. Sin embargo, alrededor de los
14-15 años los abusos cesan porque el menor da a conocer los abusos -o
amenaza con hacerlo- o porque muestra signos emocionales o conductuales que
llevan a que se desvelen (Cortés Arbolda, 2011). Ante este hecho, López,
Hernández y Carpintero (1995) aportaron tres posibles explicaciones: 1)
contemplaron la posibilidad de que a partir de los 13 o 14 años los sucesos de
este tipo disminuyen debido a la posibilidad de las víctimas de ofrecer
resistencia o de hacer frente al agresor; 2) establecieron también que, cuando los
abusos tienen lugar a una edad muy temprana, las víctimas presentan una mayor
dificultad para recordarlos y, finalmente, 3) atendieron a la idea de que los
preadolescentes puedan resultar más atractivos debido a que, por un lado, siguen
siendo niños, pero, por el otro, se encuentran en el inicio de la madurez sexual.
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
víctimas masculinas tienden a minimizar más los hechos, bien sea para poder
ajustarse a ese rol de género socialmente establecido o bien por miedo a que se
ponga en duda su masculinidad mediante las sospechas de una posible
homosexualidad (Cortés Arboleda, 2011).
5. Impacto victimal
Al tratarse de un suceso traumático para el menor que los padece, los abusos
sexuales pueden acarrear efectos psicológicos negativos tanto a corto (será lo más
habitual) como a largo plazo (no suele ser tan frecuente) (Echeburúa &
Guerricaechevarría, 2000). Sin embargo, resulta imprescindible resaltar que no existe
un único patrón de síntomas, sino que dependerá de una serie de factores que atenuaran
o, por el contrario, agravarán las secuelas del suceso en cada caso, por lo que no
necesariamente estarán presentes en todas y cada una de las víctimas (Cortés Arboleda,
Cantón Duarte, & Cantón-Cortés, 2011). Aún así, de no recibir un tratamiento
psicológico adecuado, el malestar psicológico que produce un acontecimiento de estas
características, puede incluso prolongarse hasta la edad adulta (Jumper, 1995).
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Junto a esto, cabe señalar, también, la existencia de algunos efectos que pueden
llegar a darse a lo largo de todo el periodo infantil, mientras que otros son
específicos de cada etapa (Dubowitz et al., 1993). Así, los efectos no serán los
mismos en menores en edad preescolar, en niños en edad escolar y en
adolescentes.
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
B) Efectos a largo plazo: a pesar de ser menos frecuentes que los efectos a corto
plazo, suponen un factor de riesgo de gran relevancia a la hora de desarrollar
algún tipo de psicopatología en la edad adulta (Flitter, Elhai, & Gold, 2003). En
concreto, los problemas disociativos -en especial la amnesia psicógena- son muy
habituales, particularmente si el menor es muy pequeño cuando se iniciaron los
abusos (Vázquez Mezquita & Calle, 1997). También suelen ser citados con gran
frecuencia: la baja autoestima, la depresión, las ideas o intentos de suicidio, la
ansiedad, el trastorno de estrés postraumático, los comportamientos
autodestructivos, la dependencia interpersonal, el retraimiento, posibles
problemas a la hora de entablar relaciones interpersonales, consumo de alcohol u
otro tipo de drogas, vulnerabilidad de cara a una revictimización, posibles
trastornos en el funcionamiento sexual (frigidez o promiscuidad sexual,
orientación sexual confusa, desarrollo de un interés sexual por los niños…), así
como trastornos físicos (trastornos somáticos, dolores crónicos generales,
bulimia nerviosa…) (Cortés Arboleda & Cantón Duarte, 2011). También es
posible que se muestre una inclinación a mantener relaciones afectivas con
personas potencialmente dañinas, una sensación de inutilidad para hacer frente a
los problemas de la vida diaria y, por consiguiente, la evasión ante dificultades o
una tendencia a complacer a los demás por encima de su propio bienestar.
4
Consultar ANEXO 1, p. 138
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Existe unanimidad por parte de los autores a la hora de establecer que los efectos
más relevantes se vinculan a: un mayor nivel de contacto físico, una mayor frecuencia y
duración de los abusos, que los abusos sean perpetrados por un familiar o conocido del
menor, así como a la utilización de fuerza o violencia.
• Tipo de acto sexual y uso de la fuerza: según algunos estudios sobre los efectos a
corto plazo, la utilización de fuerza y la existencia de un alto nivel de violación
física (penetración anal, vaginal o bucal), supone un mayor trauma para la
víctima (Cortés Arboleda & Cantón Duarte, 2011). Asimismo, los estudios que
han analizado los efectos a largo plazo (Russell, 1986; Bendixen, Muus, Schei,
1994) han apreciado que aquellas víctimas que durante la infancia mantuvieron
relaciones que implicaban coita vaginal, anal, felaciones… presentan un mayor
trauma.
• Relación con el agresor: si bien existe una creencia generalizada de que los
abusos sexuales perpetrados por familiares de las víctimas resultan ser más
traumáticos, los resultados de los estudios realizados dejan entrever que puede
que sea así únicamente en algunos tipos de abusos (Cortés Arboleda & Cantón
Duarte, 2011). Así, como establecen Browne y Finkelhor (1986), es posible que
los abusos cometidos por un vecino con el que la víctima se siente íntimamente
ligada puedan suponer un mayor trauma que aquellos cometidos por un tío o un
abuelo con el que apenas tiene trato. Sin embargo, sí existe una relación de
parentesco sobre la que, por lo general, los estudios han establecido un mayor
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
• Edad de inicio: los resultados de los estudios no permiten llegar a una conclusión
definitiva a este respecto (Cortés Arboleda & Cantón Duarte, 2011). Algunos
estudios establecen que las víctimas de abusos sexuales durante la prepubertad y
la adolescencia presentan trastornos más graves que aquellas abusadas a edades
más tempranas (Sirles, Smith & Kusama, 1989). Sin embargo, otros estudios
han revelado que aquellos menores que empezaron a ser objeto de abusos a
edades más tempranas (antes de los 7 u 8 años) presentaban trastornos
psicológicos más graves (Nash, Zivney & Hulsey, 1993). También existen
estudios que no han conseguido establecer una relación relevante entre la edad
de inicio de los abusos sexuales y sus efectos (Einbender & Friedrich, 1989).
Como respuesta a estas evidentes contradicciones, Beitchman et al. (1991)
establecieron una serie de posibles explicaciones: por un lado, hacen mención a
que existe la posibilidad de que las víctimas más jóvenes presenten síntomas a
edades posteriores y, por otro, hacen hincapié en una posible falta de control de
dos variables que influirían en los resultados, a saber, la duración y la gravedad
de los abusos.
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A) Los vínculos entre padres e hijos: Bowlby (1969, 1973 y 1980) hizo hincapié en
la importancia del apego entre padres e hijos al referirse al desarrollo saludable
de un niño, ya que, aquellos niños carentes de relaciones sustanciales con sus
padres tienden a desarrollar ansiedad, irritabilidad o depresión. De hecho, de
acuerdo con algunos estudios empíricos, modelos teóricos y revisiones
literarias, las relaciones disfuncionales padres-hijos son una de las
características más importantes a la hora de incrementar las probabilidades de la
adopción de conductas sexuales abusivas en el futuro (Maniglio, 2012).
Junto a esto, Ainsworth, Blehar, Waters y Wall (1978) establecieron tres tipos de
relaciones entre padres e hijos: 1) una relación confiada (posibilita al menor el
desarrollo de la autoconfianza y de aquellas habilidades necesarias para
relacionarse de manera efectiva con otros menores del ámbito extrafamiliar. Así,
el niño aprende que es querido por sus padres y, por tanto, que los demás
también pueden ser queridos por él, llevándole a confiar en sí mismo y en los
demás y desarrollando una resistencia que le permitirá hacer frente a los
problemas con surjan en su vida); 2) una relación ansioso/ambivalente (surge
cuando los padres del menor le ofrecen un nulo o muy escaso apoyo o
inconsistencia en sus respuestas. Como consecuencia, el menor carece de un
punto de vista positivo sobre sí mismo y presenta cierta ambivalencia al ansiar,
por un lado, estar con otras personas pero, por otro, al preferir mantener las
distancias por miedo a ser rechazado) y, finalmente, 3) una relación de
evitación (suele darse en los casos en los que los padres son fríos y distantes y
presentan carencias en su expresión emocional. Estos menores no suelen confiar
en los demás, por lo que procuran mantener las distancias para protegerse). Es
muy probable que tanto los menores cuya relación es ansioso/ambivalente,
como aquellos cuya relación es de evitación, presenten una “baja autoestima,
escasas habilidades para relacionarse e incapacidad para hacer frente a los
problemas diarios” (Marshall & Marshall, 2002, p.236) ya que, al estar sus
relaciones de padres-hijos cimentadas en la desconfianza, han sido incapaces de
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desarrollar esa resistencia que está tan presente en las relaciones de confianza.
Asimismo, estos menores presentarán una mayor vulnerabilidad ante el estrés,
ya que no confían ni en sí mismos ni en los demás para resolver sus problemas.
Como consecuencia de ello, estos menores se ven incapaces de resolver sus
problemas y desarrollan estilos desadaptados de afrontamiento -o bien de
evitación o bien de respuesta impulsiva o esquiva- que desemboca en el recurso
de la autoindulgencia como mecanismo para hacer frente a los problemas, una
estrategia que conservarán en la edad adulta (Marshall & Marshall, 2002). Así,
teniendo en cuenta que el apego infantil se forja en base al comportamiento
parental, de este tipo de relaciones podría surgir un apego basado en la
inseguridad, que puede suponer un factor de riesgo de la delincuencia sexual
(Maniglio, 2012). De hecho, atendiendo a los resultados del estudio llevado a
cabo por Simons, Wurtele y Durham (2008), en el que se analizó a 269 agresores
sexuales (137 violadores y 132 agresores de menores), el 94% de la muestra
manifestó escasas o inseguras relaciones de apego con sus progenitores, dándose
en el 76% de los violadores una relación de evitación y en el 62% de los
agresores de menores una relación ansioso/ambivalente.
B) El riesgo de sufrir abuso sexual: en el caso de los menores cuya relación con
sus padres es ansioso/ambivalente, al contar con una baja autoestima,
incapacidad para relacionarse con los demás y una desesperada necesidad de
atención, será más probable que estén más receptivos ante la atención que pueda
brindarles cualquier adulto. De hecho, es probable que estén dispuestos a tolerar
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relaciones de índole sexual con tal de sentir proximidad hacia otro ser humano.
Mientras tanto, aquellos menores con una relación de evitación, se mostrarán
reacios a confiar en los demás y, por tanto, será más probable que rechacen
cualquier avance de aquellos adultos que les muestren afecto físico. Por tanto,
podemos concluir que los menores con una relación ansioso/ambivalente
tendrán una mayor probabilidad de ser abusados sexualmente (Marshall &
Marshall, 2002).
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Finalmente, según los resultados del estudio realizado por Bagley, Wood y
Young (1994) donde analizaron una muestra de 117 hombres abusados en la
infancia, el mayor factor predictor del desarrollo de un interés y actividad sexual
con adolescentes varones y con niños de ambos sexos, eran la combinación de
un abuso sexual y emocional en la infancia.
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2002).
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Si no se indica lo contrario, las declaraciones siguientes pertenecen también a la misma persona
agresora.
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tanto, se dan de forma aislada. Se trata de actos que llevan a cabo “de forma episódica e
impulsiva” (Echeburúa & Guerricaechevarría, 2000, p.85). De hecho, si atendemos a su
cognición, veremos que estos sujetos perciben sus relaciones con los menores como
algo anormal y que consideran que tienen un problema (Cortés Arboleda, 2011) por lo
que no es infrecuente que después sientan profundos sentimientos de culpa y vergüenza
(Echeburúa & Guerricaechevarría, 2000): “Después de que todo pasara, después de
haber abusado era como… ya podía respirar. No sé por qué, pero eso era lo que hacía
que me sintiera mejor después. Por supuesto que después de cometer los abusos
pensaba: “¿pero, qué es lo que he hecho?” Me enfadaba conmigo mismo, me odiaba a
mí mismo por lo que hacía, pero una o dos semanas después ya ni me acordaba”
(Jean-Claude, pederasta 6) (Denavarre, 2004). Estas conductas abusivas pueden servir
como medio de compensar su autoestima o de liberar aquella hostilidad acumulada que
no pueden desatar de otra manera (Echeburúa & Guerricaechevarría, 2000). Finalmente,
cabe señalar que, tanto las situaciones de estrés como el consumo excesivo de alcohol o
de otras sustancias pueden servir como desencadenante de este tipo de conductas
(Echeburúa, et al. 1995): “(…) ¿Cómo sucedía? Cuando tenía demasiadas
frustraciones. Nosotros, al menos yo, acumulaba mis frustraciones y cuantas más
acumulaba más ganas tenía de hacerlo, no me lo planteaba, sólo esperaba el momento
adecuado y lo hacía”.
6
Las declaraciones siguientes también serán del mismo sujeto.
34
Ainara Jauregui Sansinenea
1. Objetivos específicos del trabajo de campo en relación con las fuentes utilizadas
35
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
A través de este análisis se persigue tratar de conocer cuáles han sido los factores
que han influido en que tuviera lugar el abuso y, en el caso de agresores con un historial
de abusos, qué otros factores, además del abuso pueden haber influido en ese tránsito de
víctima a agresor, de ahí el análisis de la situación familiar, entre otras cuestiones.
9
Los cuestionarios, incluidos como ANEXO 3, fueron elaborados en virtud de las capacidades de cada
profesional y remitidos a un total de 4 sujetos, pero de 2 de ellos no se obtuvo respuesta.
36
Ainara Jauregui Sansinenea
Respecto a los adultos, cabe señalar que, como consecuencia del sistema jerárquico
establecido mediante el art.14 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, la Audiencia
Provincial es competente para juzgar en primera instancia, aquellos casos donde se
exigen penas de prisión superiores a 5 años y, en segunda instancia, aquellos casos
derivados de los Juzgados de lo Penal e Instrucción mediante recursos de apelación
(delitos y faltas con penas inferiores a 5 años). Asimismo, conocerá aquellos recursos
contra sentencias dictadas por: el Juzgado de Violencia sobre la Mujer, el Juzgado de
Menores, así como el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria. Sin embargo, estos últimos
no serán tenidos en cuenta en nuestro trabajo.
37
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
38
Ainara Jauregui Sansinenea
Junto a esto, podemos ver, también, que han sido analizados un total de 69 víctimas
y de 63 agresores, pudiéndose apreciar un mayor número de víctimas frente a sus
agresores en el caso de la Audiencia Provincial (52 víctimas y 36 agresores), mientras
que en el caso del Juzgado de Menores existe un mayor número de agresores que de
víctimas (27 frente a 17). Esto se debe principalmente a que algunos de los agresores
adultos han cometido abusos a lo largo de los años contra más de una víctima (9
agresores han abusado de un total de 26 víctimas), mientras que algunos de los menores
de edad han perpetrado los abusos en grupos (frente a un total de 5 víctimas, existe un
total de 14 agresores menores).
39
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Tabla 2
1. Tipologías de victimización
10
Siguiendo la línea de análisis de este trabajo, ya indicada anteriormente, no se trata de una
clasificación penal, sino descriptiva del tipo de actos realizados que permite una mayor riqueza en el
registro de conductas.
40
Ainara Jauregui Sansinenea
Tabla 3
41
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
La presente tabla refleja tanto la naturaleza de los abusos sufridos por las víctimas,
como el número de casos en los que se han llevado a cabo ese tipo de abusos. Para ello
se han tenido en cuenta las sentencias de ambas sedes en su conjunto. Vemos cómo se
han recopilado un total de 16 tipos distintos de abusos de diversa índole. Dentro de este
abanico de modalidades abusivas, como podemos apreciar, los tocamientos de las partes
íntimas (genitales, pechos, nalgas…) son, sin lugar a dudas, los más frecuentes, dándose
en 51 casos. Se trata del tipo de abuso que más se ha llevado a cabo sin distinción alguna
de edad -de víctima y agresor-, sexo o relación entre ambos.
La tercera modalidad más habitual sería aquella en la que el agresor besa o lame
partes corporales de la víctima, dándose en 17 de los casos. En lo que respecta a
agresores adultos (un total de 10 sujetos de entre 30 y 50 años, siendo imposible
establecer la edad de 2 de ellos al figurar como “mayores de edad”), existe un número
muy significativo de abusos de esta índole en el ámbito intrafamiliar, 6 para ser más
precisos. De entre ellos, 3 son padres biológicos de las víctimas, existiendo también un
42
Ainara Jauregui Sansinenea
padrastro, un tío y un primo. También hay otro sujeto que era amigo de la madre de la
víctima y, finalmente, 2 agresores más que han resultado ser desconocidos. Por otro
lado, en cuanto a los agresores menores de edad (un total de 6 jóvenes de entre 15 y 17
años y un único menor de 11 años), han resultado ser una pareja esporádica de la
víctima, su hermano y 5 sujetos desconocidos -amigos entre sí- que abordaron
conjuntamente a una única víctima. Atendiendo al sexo y edad de las víctimas, de las 14
que suman en total, 3 han resultado ser varones (2 de ellos abusados desde los 3 o 4 años
hasta los 10 y 15 y el tercero a los 13) y las 11 restantes son mujeres de entre 4 y 17 años
de edad (la más joven abusada desde los 4 hasta los 10 años, la siguiente desde los 6
hasta los 8, otra a los 6, para seguir con otra victimizada entre los 8 y los 16 y la
siguiente desde los 10 hasta los 12. También hay 2 víctimas de 12 años, otra de 14, 3 de
15 y finalmente, una de 17).
En lo que respecta a la penetración anal fálica (un total de 13 casos, uno de los cuales
es en grado de tentativa), ha resultado ser un tipo abusivo muy presente en el ámbito
intrafamiliar, dado que 8 de los 9 agresores que suman el total, son miembros de la
familia de las víctimas, en especial padres biológicos (5 de los casos), existiendo
también 2 tíos, un primo y un hermano. En cuanto al último agresor, a pesar de no ser
familiar de la víctima, si que era alguien cercano a ella, siendo su compañero de piso.
43
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Atendiendo a sus edades, los padres se encuentran en una franja de edad entre los 25 y
los 50 años, no siendo posible conocer la edad de uno de los mismos, al constar
únicamente como “mayor de edad”. Este gran marco de edad se debe a que
prácticamente todos estos padres han venido abusando de sus retoños a lo largo de los
años, por lo que constan tanto sus edades al inicio de los abusos como en el momento de
finalizar. En cuanto a los tíos, el más joven cometió los abusos entre los 15 o 16 y los 22
años, mientras que el más mayor se encontraba en la treintena. Con respecto al hermano
y al primo, cabe señalar que ambos son adolescentes de entre 14 y 17 años. Finalmente,
el compañero de piso tenía entre 24 y 26 años durante los abusos. Atendiendo ahora a las
víctimas, podemos afirmar que son un total de 13, de las cuales 4 son varones y las 9
restantes mujeres. En cuanto a la edad, por lo general los varones han resultado ser
victimizados a edades muy tempranas y durante largos períodos de tiempo iniciándose a
los 3 o 4 años -e incluso antes- en 3 de los 4 casos y prolongándose hasta los 10-15 y a
los 7 en el caso del restante. Por lo que respecta a las mujeres victimizadas, la más joven
fue victimizada desde una edad indeterminada hasta los 6 años, habiendo 3 de entre 6 y
10 años y otras 5 de edades comprendidas entre los 11 y los 16.
44
Ainara Jauregui Sansinenea
10 agresores, 4 son menores de edad de entre 15 y 17 años. En cuanto a los restantes, son
adultos siendo el más joven de entre 18 y 22 años de edad y el mayor de 48. También
hay otro de 24-26 y otros 2 entre los 32 y los 40, siendo imposible determinar la edad del
restante, al constar como “mayor de edad”. En lo que respecta a las víctimas, la más
joven ha resultado ser una niña de 3 años, siendo las siguientes más jóvenes 2 menores
abusadas desde los 7 u 8 años hasta los 10 y 16, habiendo otra entre los 10 y los 12 y 5
más entre los 14 y los 17.
La exigencia de que la víctima se desnude o muestre sus partes íntimas, así como la
penetración anal dactilar y la exigencia de que la víctima lama o bese los genitales o
demás partes íntimas del agresor serían las siguientes 3 modalidades más habituales,
dándose en un total de 6 situaciones en el caso de la primera y en 5 en el caso de las 2
restantes. En cuanto al primer tipo de abuso, podemos decir que los agresores, un total
de 4 sujetos de entre 27 y 48 años de edad, han sido por un lado, conocidos o familiares
de las víctimas (un amigo íntimo de la madre y un padre biológico) y por otro, sujetos
desconocidos (los 2 restantes). Con respecto a las víctimas, todas ellas han sido mujeres
de entre 11 y 16 años de edad.
Para finalizar con este sexto bloque y en atención a la exigencia de que la víctima
bese o lama los genitales o demás partes íntimas del agresor, podemos decir que,
nuevamente, el ámbito intrafamiliar está muy presente en esta modalidad, siendo 4 de
los 5 agresores que suponen el total, un tío, un primo, un padre y, sorprendentemente,
una madre de las víctimas. La presencia de esta madre resulta ser excepcional, dado que
es la única agresora que consta en la totalidad de la investigación. En cuanto al 5º
agresor, podemos decir que, a pesar de no ser un miembro de la familia, era un amigo
muy íntimo de los progenitores de sus víctimas, por lo que casi se lo podría considerar
como tal. Atendiendo a las víctimas, han resultado ser un total de 5, de las cuales 3 son
45
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
varones y las 2 restantes mujeres. En cuanto a las edades, cabe señalar que todos ellos
han sido abusados a edades muy tempranas, encontrándonos con 3 de entre un año y 5
(una mujer y 2 varones, uno de los cuales fue abusado hasta los 11 años), existiendo
también otra mujer de 6 que fue abusada hasta los 8 años y, finalmente, otro varón que
fue abusado cuando tenía 8 años de edad.
En cuanto al froteurismo, cabe señalar que la gran parte de los agresores son
miembros de la familia de las víctimas (3 de 4), siendo 2 de ellos los padres biológicos
y uno el tío. El 4º agresor ha resultado ser un vecino de la víctima. En cuanto a las
edades, 2 de ellos se encuentran entre los 42 y los 45 años, resultando imposible
establecer la de los 2 restantes, al figurar únicamente como “mayores de edad”.
Atendiendo a las víctimas, son un total de 4, 3 mujeres y un varón. Cabe señalar que
las mujeres han resultado ser victimizadas desde edades más tempranas y durante un
tiempo más prolongado, siendo una de ellas abusada desde los 7 u 8 años hasta los 12,
otra desde los 3 años hasta los 10 y, finalmente, otra desde una edad indeterminada
hasta los 11 años. En lo que respecta al varón, fue abusado de forma puntual cuando
tenía 11 años.
46
Ainara Jauregui Sansinenea
podemos decir que 2 de los 3 agresores han resultado ser padres de las víctimas (uno
biológico y el otro adoptivo) y el tercero era la pareja de una amiga íntima de la madre
de la víctima. Los 3 agresores se encuentran entre los 31 y los 48 años de edad.
Atendiendo a las víctimas, son un total de 3: 2 mujeres de entre 12 y 16 años y un
varón de 10.
47
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
estudio solamente registró 34 casos de abusos sexuales sin contacto físico (12,6%
[1,6%]), mientras que en lo que respecta a los abusos con contacto físico, los
tocamientos (del agresor a la víctima o de la víctima al agresor) resultaron ser los más
habituales, dándose en 169 casos (62,8% [7,8%]), existiendo, a su vez, 66 víctimas
(24,5% [3,1%]), que sufrieron sexo oral, penetración (anal o vaginal) o ambos.
En este apartado se han tenido en cuenta las diversas relaciones presentadas en las
51 sentencias analizadas tomando como referencia a los 63 agresores que suman el
total. Así, se han recopilado un total de 65 situaciones referentes al ámbito de los
abusos. La razón por la que la presente cifra es superior al número de agresores, se
debe a la existencia de varias situaciones en las que un mismo sujeto ha abusado de
diversas víctimas en ámbitos diferentes, al ser condenado por abusar, por ejemplo de
un familiar y posteriormente de un menor conocido.
48
Ainara Jauregui Sansinenea
• Padre: de acuerdo con los resultados del presente estudio, 10 de los 25 casos
(40%) llevados a cabo en el ámbito intrafamiliar, han sido protagonizados por
los padres biológicos de las víctimas. Así, un total de 10 agresores han
perpetrado abusos de índole sexual contra 12 víctimas, de entre las cuales 3
eran varones y las 9 restantes mujeres.
Con respecto a las víctimas varones, podemos afirmar que han sido abusados
desde que contaban aproximadamente con 3 o 4 años de edad, hasta los 10-15
años, con una duración de 6 años -en el caso más tempranamente detectado- y
de 11 o 12 años en los otros dos casos restantes.
13
Pág. 61
49
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Considerando a los agresores, los 10 sujetos que han resultado de este estudio
son varones de entre 30-50 años -atendiendo al momento de iniciarse los
abusos y de interponer la denuncia-. Junto a esto, cabe señalar que uno de los
agresores padece un trastorno mental y otro una minusvalía que le dificulta
comunicarse de forma adecuada.
Con respecto al impacto victimal, podemos apreciar que es mucho más notorio
en aquellas víctimas abusadas durante un tiempo más prolongado (entre 6 y 11
años), y que han sido victimizadas mediante tocamientos de sus genitales y
50
Ainara Jauregui Sansinenea
otras partes íntimas y/o han sido objeto de penetraciones de alguna índole.
Asimismo, se ha observado que la mitad de estas víctimas han sufrido, a su
vez, malos tratos físicos y/o emocionales (6 casos de 12). Así, el impacto
victimal presente en cada una de las víctimas, atendiendo a la edad, duración y
al tipo de abuso sufrido, sería el siguiente:
Víctima 1: abusada durante 11 o 12 años (desde los 3 o 4 años hasta los 15).
Sufrió tocamientos (partes íntimas) y penetraciones anales dactilares y fálicas.
También era objeto de maltrato físico y emocional
Consumo abusivo de sustancias desde los 12 años (cannabis y alcohol), baja higiene
corporal, problemas de comportamiento entre iguales (aislamiento, falta de
relaciones sociales, ansiedad ante distintos contextos sociales y sentimientos de
soledad), conductas autodestructivas y autolesivas, trastorno de conducta, rasgos
disociales de personalidad, Sd depresivo, sintomatología ansiosa-depresiva,
sentimientos de inutilidad, irritabilidad, pensamientos molestos y tendencia a ver las
cosas desde la perspectiva más negativa, miedo a perder el control e impulsividad.
Víctima 2: abusada durante 6 años (desde los 4 años hasta los 10). Sufrió
tocamientos (partes íntimas) y penetraciones anales dactilares y fálicas.
También era objeto de maltrato físico y emocional
Ansiedad, dificultades con el grupo de iguales y aislamiento social, además de
pensamientos intrusivos recurrentes.
Víctima 3: abusada durante un año (desde los 2 años hasta los 3). Sufrió
tocamientos (partes íntimas)
Masturbación compulsiva.
51
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Víctima 5: abusada durante 7 años (desde los 3 años hasta los 10). Fue víctima
de froteurismo en sus genitales. También era víctima de abandono emocional
Síntomas de maltrato emocional, como comportamientos auto-agresivos y de
agresividad hacia los demás, sintomatología depresiva con sufrimiento infantil,
pega, muerde e insulta, retraso cognitivo, temor a encontrarse con su agresor,
ansiedad, problemas de socialización (aislamiento social y rechazo), interés sexual
inadecuado y conductas sexualizadas inadecuadas para su edad.
Víctima 7: abusada durante 4 años (desde los 12 años hasta los 16).
Inicialmente (a los 12 años) el agresor le exhibió una película pornográfica,
después le mostró sus genitales y la convenció de que le mostrara los suyos,
para después obligarla a realizarle una felación. A partir de ese momento fue
sometida a tocamientos (partes íntimas), así como a penetraciones bucales,
anales y (a partir de los 16 años) también vaginales fálicas
Miedo hacia su agresor y vergüenza por lo sucedido.
52
Ainara Jauregui Sansinenea
Víctima 10: abusada durante 2 años (desde los 10 años hasta los 12). Sufrió
tocamientos (partes íntimas), besos por todo el cuerpo, penetraciones vaginales
fálicas y también era obligada a tocar el pene de su agresor
Nerviosismo, dificultades para conciliar el sueño, problemas alimentarios (anorexia
nerviosa), miedo a quedarse sola por la noche y notable disminución de su
rendimiento escolar.
Víctima 11: abusada desde una edad indeterminada hasta los 11 años. Fue
sometida a tocamientos (partes íntimas) y a froteurismo por parte de su agresor.
También sufría abandono y malos tratos tanto físicos como emocionales y
ambos progenitores llevaban a cabo conductas inapropiadas (tanto la víctima
como su hermano un año menor dormían en la cama con sus padres)
Grave deterioro psicológico, ansiedad, aumento de peso, falta de habilidades sociales
(no sabe relacionarse de forma normalizada con iguales o adultos. Falta de recursos),
inmadurez (no sabe jugar, bromear, decir no, pedir atención, reconocer cuándo se ha
equivocado), sufrimiento derivado de la percepción de sus propias carencias, de su
incapacidad para expresar el sufrimiento pasado y pedir ayuda; estrategias de
búsqueda de atención extrañas, indicadores de posible sexualización traumática
(juegos, dibujos, comentarios…), búsqueda de contacto físico, fuertes dificultades en
la adquisición de aprendizajes escolares, importante retraso escolar asociado a la falta
de motivación y de interés por el aprendizaje, déficits de atención, concentración…
53
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Víctima 12: con respecto a esta víctima (de 12 años sometida a tocamientos en sus
partes íntimas, besos en la boca y penetraciones vaginales fálicas en 2 ocasiones), se
desconoce el impacto victimal que los abusos han podido ejercer sobre ella 14.
Con respecto al varón, fue abusado con 10 años de edad durante un año,
mientras que las féminas: una de ellas fue abusada durante 4 años (desde los 4
hasta los 8 años) y la otra durante 8 años (desde los 8 hasta los 16). Por tanto, al
contrario que en el caso de los padres biológicos, en este caso vemos que, a pesar
de que una vez más el número de víctimas resulta escaso, las mujeres han sido
victimizadas a una edad más temprana y durante más tiempo.
Atendiendo a los agresores, los 3 eran varones de entre 30-40 años -teniendo en
cuenta tanto el inicio de los abusos como el momento de interponer la denuncia-.
Uno de ellos presenta una parafilia pedofílica por la cual solamente siente
14
A lo largo de la sentencia, en ningún momento se hace referencia a los posibles daños psicológicos que
los hechos hayan podido acarrear a la víctima, centrándose únicamente en el informe facilitado por el
Equipo Psicosocial que estimaba la veracidad de su relato.
54
Ainara Jauregui Sansinenea
Víctima 1: abusada durante 4 años (desde los 4 años hasta los 8). Fue sometida a
abusos con componente sadomasoquista. También era víctima de agresiones
físicas de gravedad muy elevada. Posteriormente, en la edad adulta fue violada
por su pareja mediante una penetración vaginal instrumental
Ausencias constantes del hogar, relaciones conflictivas con su madre, desequilibrio
en la estructura de personalidad con disociación, grave descontrol de la impulsividad,
severas dificultades a nivel empático, trastornos en el apego, consumos de tóxicos
desde la adolescencia, conductas de riesgo a nivel afectivo – sexual, maltrato físico
prenatal hacia su hijo, escasez de redes sociales, así como personalidad
autodestructiva (busca parejas maltratadoras o con perfiles de alta peligrosidad).
Víctima 2: abusada durante 8 años (desde los 8 años hasta los 16). Sufrió besos
y tocamientos (partes íntimas), a partir de los 11 era lamida por su agresor
(partes íntimas) y a partir de los 12 también sufrió penetraciones vaginales
dactilares y fálicas. Además, había sido víctima de malos tratos por parte de su
55
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
padre biológico
Tristeza, llanto, re-experimentación de algunos episodios así como olvido de los
aspectos más dolorosos de la vivencia sexual mantenida con el agresor y baja
autoestima, ambivalencia hacia el agresor, miedo a revelar los hechos, inestabilidad
emocional, estado de ánimo decaído, dificultades a la hora de dormir, carencia de
apetito, así como sintomatología ansiosa, depresiva e infravalorizante.
Víctima 3: abusada durante un año (cuando contaba con 10 años de edad). Fue
utilizada para elaborar material pornográfico. También había sido víctima de
malos tratos físicos y abandono por parte de su familia de origen y fue abusada
sexualmente por un grupo de desconocidos
Promiscuidad, conductas sexuales de riesgo, comportamientos disruptivos y
predelincuentes, consumos abusivos de cannabis, conducta violenta intra y extra
familiar con agresiones físicas y verbales y amenazas de agresiones físicas e incluso
de muerte a su padre, peleas en la calle con iguales, absentismo escolar,
funcionamiento desordenado con respecto a la alimentación, higiene y sueño;
diagnóstico de Trastorno de déficit de Atención con Hiperactividad de tipo
combinado, fugas del domicilio y no cumplimiento de los horarios.
• Madre: de entre estos 25 casos, tan sólo uno de ellos (4%) presenta a una
mujer como agresora, siendo ésta la madre de 2 menores de edad (un varón y
una mujer), de los que abusó (durante prácticamente 11 y 6 años
respectivamente) conjuntamente con su marido y padre biológico de los
menores. Su edad oscilaba entre la veintena y los 31 años -atendiendo al inicio
de los abusos de la primera víctima y al momento de la denuncia-.
56
Ainara Jauregui Sansinenea
En cuanto a las víctimas, todas ellas eran mujeres de entre 6 y 15 años de edad,
que fueron abusadas en varias ocasiones. Cabe señalar que todas ellas vivían en
un ámbito familiar maltratante.
57
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Atendiendo a los agresores, todos ellos son varones, siendo 2 de ellos de entre 15
o 16 y 30 años de edad y resultando imposible establecer la edad de los 2
restantes al figurar únicamente como “mayores de edad”. Cabe señalar que uno
de ellos agredió a 3 de sus sobrinos, iniciando los abusos de su primera víctima
al rededor de los 15 o 16 y los de sus otras 2 víctimas -sin dejar de abusar de la
primera- a los 18, prolongándose esta situación hasta que el agresor contaba con
22 años. Asimismo, parece ser que otro de los agresores había llevado a cabo
conductas similares con la hermana de su víctima.
Víctima 1: abusada durante 4 o 5 años (desde que tenía 7 u 8 años hasta que tenía
12). Sufrió inicialmente froteurismo y tocamientos (trasero) y, a partir de los 12
años, también tocamientos de sus pechos
Pesadillas (la víctima ha estado en tratamiento psicológico a causa de los abusos).
Víctima 2: abusada durante 2 años (desde los 6 años de edad hasta los 8). Fue
sometida a tocamientos (partes íntimas), penetraciones anales fálicas y también
solía ser lamida en los genitales por su agresor. Además, era obligada a lamer el
pene del mismo
No se ha podido establecer por el tiempo transcurrido desde los abusos (12 años).
Víctima 3: en cuanto a esta víctima abusada en varias ocasiones durante un mismo año
(cuando tenía 7 años de edad) que fue sometida a penetraciones anales fálicas, no se
58
Ainara Jauregui Sansinenea
Víctima 4: abusada durante 3 años (desde que tenía 10 u 11 años hasta los 13 o
14). Sufrió penetraciones anales fálicas
Miedo y evitación hacia su agresor.
15
No consta una evaluación psicológica de la víctima, ya que no llegó a denunciar los hechos.
59
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Con respecto a las víctimas varones, uno de ellos era de 8 años y el otro de 13 y
fueron abusados en una situación puntual mientras que la mujer contaba con 15
años y fue abusada durante 7 meses.
Víctima 2: con respecto a esta la víctima abusada en una situación puntual (cuando
tenía 8 años de edad) a la que, tras exhibirle una película pornográfica penetraron
analmente de forma instrumental y le exigieron que lamiera el pene de su agresor (sin
que llegara a hacerlo), se desconoce el impacto victimal que los abusos han podido
ejercer sobre ella. Si se sabe, sin embargo, que en el momento de los hechos la víctima
estaba recibiendo tratamiento psicológico como consecuencia de la muerte de su padre
y del inicio de una relación sentimental por parte de su madre. También presentaba un
interés excesivo por la sexualidad 16.
16
No consta una evaluación psicológica de la víctima.
60
Ainara Jauregui Sansinenea
Gráfico 2
Tipo de agresor en el ámbito intrafamiliar
45%
40%
40%
35%
30%
25%
20% 16%
15% 12% 12% 12%
10%
5%
4% 4% Intrafamiliar
0%
61
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Y luego también otro factor de riesgo es el educativo, es decir, ¿cómo puedes prevenir
el abuso sexual? Pues hablando de ello, por ejemplo en el maltrato infantil es muy
importante que los niños entiendan y sepan qué es el maltrato infantil y hay que hablar
con ellos de qué son situaciones maltratantes” (E2 17). En nuestro caso, esa ausencia de
supervisión ha resultado ser crucial en la gran mayoría de los casos intrafamiliares
analizados, en especial en el caso de los padres biológicos, que aprovechaban la
ausencia de las madres para abusar de sus víctimas.
Con respecto al tipo de agresor más habitual en el ámbito intrafamiliar, uno de los
expertos en materia de abusos sexuales infantiles afirma que “una de las relaciones más
estudiada es la de la figura paterna, sea padre o padrastro, pero ello no supone que sea
la más frecuente sino sobre la que existe más investigación al respecto” (C1).
En opinión del otro experto, “los padres, padrastros, tíos, abuelos y hermanos
mayores, suelen ser los más habituales. La figura del padrastro suele ser muy habitual y
a veces más frecuente que la del padre porque parece que cuando hay unos lazos de
sangre, hay una inhibición de llevar a cabo ese tipo de conductas, pero también es
verdad que, a veces, esa inhibición bajo los efectos del alcohol, bajo los efectos de un
deterioro psicológico… por parte del padre puede romperse y puede llevar a cabo
también conductas de abuso sexual con su propia hija, vamos, no sólo con su hijastra”
(E1).
17
E= Entrevista
C= Cuestionario Ambos pueden hallarse en el ANEXO 3
62
Ainara Jauregui Sansinenea
Finalmente, la terapeuta que trabaja con víctimas de abusos sexuales afirma que los
abusos se dan con mayor frecuencia “en el ámbito intrafamiliar, siendo los agresores
más habituales padres, padrastros, abuelos, tíos, primos etc.”(C2).
En cuanto a las víctimas varones, cabe señalar que contaban con edades de entre
1 y 13 años, habiendo sido abusado el más joven durante 2 años (desde que tenía
1 año hasta los 3) por un íntimo amigo de sus padres y los 2 restante (de 11 y 13
años de edad), durante aproximadamente un mes por 4 de sus amigos.
18
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Víctima 6: en el caso de esta víctima abusada de forma puntual (cuando tenía 16 años)
mediante una penetración vaginal fálica, no se establece el impacto que los hechos
hayan podido ejercer sobre ella 19.
19
No consta una evaluación psicológica de la víctima.
66
Ainara Jauregui Sansinenea
emocional
Crisis de ansiedad, tendencia a juntarse con malas compañías y dificultades para
detectar situaciones de riesgo.
20
No consta una evaluación psicológica de la víctima, ya que no quiso denunciar los hechos.
67
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Cabe señalar que ambos menores fueron abusados de manera puntual y que
fueron sometidos a tocamientos (partes íntimas). Junto a esto, el varón fue
víctima de froteurismo y la mujer de una penetración vaginal fálica. Una de las
víctimas padece una discapacidad física y psicológica que le dificulta tomar
decisiones sobre sus propios actos. Además tiene conducta infantil y pocas
habilidades sociales.
En lo que respecta a los agresores, ambos son varones, siendo uno de 45 y el otro
de 16 años de edad. Cabe señalar que uno de ellos padece un leve retraso mental
que le impide moderadamente comprender la ilicitud de sus actos -de hecho está
legalmente incapacitado-. Ambos agresores se valieron de diversas artimañas
para atraer a sus víctimas: uno de ellos le ofreció a la víctima unos cromos para
atraerla hasta su habitación y el otro le dijo a su víctima que dieran un paseo
porque debía contarle algo. Asimismo, uno de los agresores empleó fuerza para
someter a su víctima y le dijo "que no tuviera miedo porque ya lo había hecho
más veces", de lo cual podemos deducir que puede haber otras víctimas. El otro,
sin embargo, al haberse quedado su víctima completamente paralizada mientras
se perpetraban los hechos, no tuvo que emplear violencia, si bien tras finalizar -y
también posteriormente- la amenazó con que si contaba algo de lo sucedido lo
volvería a repetir.
68
Ainara Jauregui Sansinenea
Con respecto al impacto victimal, la propia sentencia alude a que los menores
apreciaron los abusos como parte del “reconocimiento médico”, como algo
normal, y que, por tanto, no se aprecia un impacto victimal en ninguno de ellos.
Si bien los progenitores de uno de los menores referían episodios de enuresis
nocturna, no ha resultado posible deducir una relación directa con los hechos.
En lo que respecta a la edad de las mismas, oscila entre los 4 y los 12 años,
siendo la víctima de 4 años excepcional, ya que las otras 2 víctimas son de
edades comprendidas entre los 10 y los 12. Asimismo, la víctima más joven ha
resultado ser abusada durante un periodo más corto de tiempo, tratándose de una
situación puntual, mientras que la más adulta fue abusada en 2 ocasiones en un
periodo de 2 meses. Atendiendo al tipo de abuso sufrido, ambas víctimas
coinciden en que les fue exhibido material pornográfico, siendo la más joven
convencida, además, para realizarle una felación a su agresor. La víctima de 10
69
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
años, sin embargo, ha resultado ser abusada durante el tiempo más prolongado
(un año) y, a su vez, ha sufrido abusos de mayor gravedad que la de 12, siendo
sometida a penetraciones vaginales fálicas a diario. Es importante señalar que la
madre de una de las víctimas sospecha de posibles abusos sexuales previos a los
enjuiciados por parte del padre biológico de la menor. Además, cabe establecer,
también, que una de las víctimas presentaba escasas habilidades para afrontar y
enfrentar situaciones y baja autoestima, lo que dificultó que revelara los abusos.
Atendiendo ahora a la figura del agresor, todos ellos eran varones de edades
comprendidas entre los 35 y 48 años, siendo el tercero de 40. Cabe señalar que
uno de los agresores llevaba años -y, de hecho, continuaba- abusando de su hija
biológica en el momento de perpetrar los abusos de la presente víctima y que
otro también llevó a cabo abusos contra otra menor aprovechando la estrecha
amistad que unía a su pareja con la madre de ésta. Asimismo, uno de los
agresores contaba con antecedentes por amenazas hacia su ex-mujer y
presentaba rasgos psicopáticos y falta de empatía.
Víctima 3: abusada durante un año (desde que tenía 10 años de edad hasta los
11). Sufrió penetraciones vaginales fálicas diarias
Vergüenza.
70
Ainara Jauregui Sansinenea
En lo que respecta a la edad de las víctimas, todas ellas se encuentran entre los
14 (3 de los casos) y los 16 años (2 de los casos, ya que una de las víctimas fue
abusada desde los 14 hasta los 16 años). Resulta importante matizar que 2 de las
4 víctimas han sido abusadas de forma puntual, existiendo otra abusada en dos
ocasiones durante un mismo día. Finalmente, en lo que respecta a la cuarta
víctima, como ya hemos adelantado al referirnos a la edad, ha resultado ser
victimizada durante un periodo más duradero, iniciándose los abusos a los 14
años y finalizando a los 16.
71
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Considerando a los agresores, los 6 sujetos que han resultados de este estudio
son varones en su mayoría adolescentes, siendo 2 de ellos de 14 años de edad,
uno de 15 y otros 2 de 16. Sin embargo, existe también un sujeto de 24 años de
edad, quien ha perpetrado los abusos durante un tiempo más prolongado (hasta
que contaba con 26). En cuanto al tipo de relación que les unía a sus víctimas:
uno de los agresores era el compañero de piso de la víctima, otro de ellos era
compañero de un centro de ocio, otro era compañero de la clínica en la que
estaba ingresada la víctima y, finalmente, los 3 restantes -que actuaron
conjuntamente- eran sus compañeros de clase. Cabe señalar que 5 de los 6
agresores se valieron de la fuerza y la violencia para llevar a cabo los actos y que
en 3 de los casos amenazaron a sus víctimas con que si lo contaban habría
consecuencias para ellas mismas o para alguno de sus seres queridos. Asimismo,
resulta vital establecer que uno de los agresores intentó un acercamiento previo
con la hermana de su víctima, pero al ser ésta mayor y oponer resistencia, cesó
en su empeño y se fijó en la víctima, a la que vio como más vulnerable. Además,
otro de los agresores presenta comportamientos disruptivos como violencia
filio-parental, baja empatía y escaso control de los impulsos, incapacidad para
responsabilizarse de sus actos, dificultades para manejar la frustración, así como
un escaso control emocional, en especial la ira, acompañado de elevada
impulsividad en forma de conductas agresivas reactivas al malestar que siente.
Finalmente, otro de los agresores reconoce que la víctima es más vulnerable y
que era consciente de ello, por lo que “no lo harían con otras chicas”.
Respecto al tipo de agresión sexual, en todos los casos existe una penetración
vaginal fálica consumada (3 de los casos) o en grado de tentativa (uno de los
casos). También es notable la presencia de tocamientos (partes íntimas),
dándose en 3 de los 4 casos analizados en este ámbito. Asimismo, existen 2
víctimas que también han sido penetradas vaginalmente de forma dactilar,
existiendo, en una de ellas, también una tentativa de penetración anal fálica.
Junto a esto, también se puede apreciar cómo la víctima abusada durante un
periodo más prolongado es la que, a su vez, presenta un mayor impacto victimal.
Así, atendiendo a la edad, duración y al tipo de abuso sufrido, el impacto
victimal presente en cada una de las víctimas sería el siguiente:
72
Ainara Jauregui Sansinenea
Víctima 1: abusada durante 2 años (desde los 14 hasta los 16 años de edad). Fue
sometida a penetraciones vaginales (dactilares y fálicas) y a una tentativa de
penetración anal fálica
Estado de decaimiento y tristeza, evitación de situaciones en las que pudiera coincidir
con el agresor, cambios de hábitos y comportamiento, deterioro emocional con
síntomas de ansiedad y depresión, temor incluso a salir sola a la calle (que se mantiene
en el momento del juicio), embarazo no deseado (la víctima decidió interrumpirlo),
anulación de cualquier tipo de vida social, falta de concentración, sintomatología de
estrés postraumático y de re-experimentación.
21
Pág. 75
73
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
En cuanto a la posible relación entre víctima y agresor, cabe señalar que uno de
los agresores conoció a su víctima horas antes de llevarse a cabo los hechos,
mientras que el otro mantenía con su víctima una amistad “especial” incluyendo
relaciones sexuales consentidas un par de veces, pero siendo principalmente
amigos. Asimismo, resulta importante establecer que ambas víctimas iniciaron
un contacto sexual consentido, pero en un momento dado quisieron parar, siendo
forzadas por sus agresores a los abusos que se presentan a continuación.
En lo que respecta al tipo de agresión e impacto victimal, una de las víctimas fue
sometida de forma puntual a tocamientos (partes íntimas), besos (en boca y
pezones), así como a una penetración bucal fálica y a otras 2 penetraciones
vaginales (una dactilar y la otra fálica). Presenta crisis de ansiedad (gritos, lloros
e hiperventilación), así como repercusiones en la esfera afectivo-emocional.
Por otro lado, en lo que respecta a la segunda víctima, podemos decir que ya ha
sido analizada con anterioridad, siendo la víctima número 10 del apartado
“Amigo”, por lo que resulta innecesario volver a analizarla.
74
Ainara Jauregui Sansinenea
Gráfico 3
Tipo de agresor en el ámbito extrafamiliar conocido
60%
50%
48%
40%
30%
26%
20%
9% 4% 13% 9%
10%
0%
Extrafamiliar
conocido
De acuerdo con uno de los expertos en materia de abusos sexuales “(…) muchas
veces, muchos abusadores sexuales, cuando son de ese círculo de amistades, o sea
cuando no son del círculo estrictamente intrafamiliar, se aprovechan de ciertas
víctimas más vulnerables. Más vulnerables son, pues, personas que son digamos hijos
únicos, personas que tienen una relación familiar mala y, por tanto, carecen de afecto y
entonces les venden el sexo o les ofrecen el sexo por la vía del afecto, les entran por la
vía del afecto y de esa manera consiguen tener una relación sexual en personas que son
más vulnerables porque no tienen ese nivel de afecto en casa. Otras veces, otras
personas vulnerables también son personas, por ejemplo, discapacitadas, porque
realmente no tienen conciencia de lo que está ocurriendo y la capacidad de testificar,
por ejemplo, acerca de la agresión sexual de la que están siendo objeto pues es mucho
menor. O personas inmigrantes, por ejemplo, digo personas inmigrantes o niños
procedentes de un orfanato, es decir, donde no tienen una red social o familiar de apoyo
que pueda realmente contrarrestar ese tipo de situación” (E1). En nuestro caso, hemos
visto cómo muchos de los agresores, en especial en la sección “Compañero” se han
75
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Con respecto a las víctimas femeninas, podemos decir que, como en apartados
anteriores, se trata de un grupo muy heterogéneo, siendo la víctima más joven de 5 años
de edad y la más adulta de 17 (2 víctimas). En cuanto a las siguientes víctimas más
jóvenes, son 2 menores de 7 años, habiendo, también, 2 de 10 años, una de 11, 4 de 12,
2 de 13, 2 de 14 y, finalmente, otra más de 16 años de edad. Cabe señalar que todas ellas
fueron abusadas de forma puntual. En el momento de los hechos, una de las víctimas se
hallaba acogida en un centro de menores y presentaba importantes carencias afectivas,
lo cual la llevaba a ser extremadamente confiada con los adultos. Otra de las víctimas se
encontraba manteniendo relaciones sexuales con su pareja cuando fueron abordados por
el grupo de jóvenes autores de los abusos.
Por tanto, vemos cómo el único varón de esta sección ha resultado ser victimizado
durante un tiempo más prolongado, un hecho nada usual en abusos llevados a cabo por
desconocidos. Por ello, resulta indispensable establecer cuál fue la situación en la que se
llevaron a cabo dichos abusos: su agresor contactó con él por internet, mediante una red
social para jóvenes, haciéndose pasar por un menor de edad. Así, iniciaron un contacto
que se prolongó durante 26 días en el que el agresor convenció a la víctima para que se
desnudara delante de la webcam y se tocara, ofreciéndole, para ello, dinero en forma de
recargas del saldo de su teléfono móvil. Cabe señalar que el agresor ya había contactado
antes con otros jóvenes con iguales propósitos.
76
Ainara Jauregui Sansinenea
Considerando ahora a los agresores, podemos decir que todos ellos son varones
cuyas edades, como en el caso de las mujeres victimizadas, resultan ser de lo más
heterogéneas. Así, cabe señalar que, de estos 17 agresores 9 son menores de edad: los
más jóvenes (2 chicos) tienen 14 años, también hay 2 de 15, otros 2 de 16 y, finalmente,
3 más de 17 años de edad. Por otro lado, en cuanto a los agresores adultos, encontramos
a 3 “mayores de edad” -al tratarse de casos apelados ante la Audiencia-, otro agresor de
entre 27 y 28 años, 2 más de 36 y 37 años respectivamente y, finalmente, uno de 43 y el
más longevo de 63. Resulta imprescindible hacer constar las siguientes circunstancias
de dichos agresores:
a) uno de los agresores no conocía a su víctima pero sí al amigo que la acompañaba;
b) 4 de ellos ofrecieron algún regalo o recompensa a sus víctimas con el fin de perpetrar
los abusos, mientras que 6 se valieron de amenazas con objetos potencialmente
peligrosos para la vida o la integridad física. También hay 2 agresores que emplearon la
fuerza para asegurar sus propósitos;
c) 2 de los agresores aprovecharon que estaban ayudando a sus víctimas para abusar de
ellas;
d) otros 3 agresores contaban con antecedentes: uno por agresión sexual y violencia de
género, otro por hechos similares a los enjuiciados y, finalmente, otro más por 2 delitos
de lesiones;
e) podría apreciarse una posible parafilia pedofílica en 3 de los sujetos;
f) en el momento de los hechos 2 de los agresores presentaban sus capacidades volitivas
disminuidas -y, en uno de los casos, también las intelectivas-, al presentar uno de ellos
un leve retraso mental y el otro un estado de embriaguez;
g) un único agresor abusó de un total de 7 víctimas;
h) 6 de los agresores estaban acogidos en un centro de menores y carecían de un gran
número de amistades apreciándose, además, incapacidad para asumir la responsabilidad
de los hechos enjuiciados en 5 de ellos e incapacidad para entender las consecuencias
sufridas por las víctimas en 2, y,
i) 3 de los agresores han llevado a cabo comportamientos conflictivos en sus respectivos
centros.
77
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
así como las penetraciones (dactilares o fálicas) vaginales (3 casos) y bucales (un caso),
siendo uno de ellos en grado de tentativa. A pesar de la gravedad de esta última
modalidad de abusos, llama la atención cómo en la gran mayoría de ellos no se ha
reparado en el posible impacto victimal que los mismos hayan podido acarrear a la
víctima. Así, mediante los escasos datos de los que disponemos, podemos apreciar
únicamente que las víctimas más afectadas han resultado ser el único varón (cuyos
abusos se prolongaron durante 26 días) y la víctima más joven de todas, una niña de 5
años de edad. A pesar de la escasa información, resulta imprescindible describir tanto la
edad de las víctimas, como la naturaleza de los abusos sufridos, la duración de los
mismos y otros posibles elementos que hayan podido contribuir a una afección
psicológica mayor:
Víctima 2: en el caso de esta víctima abusada de forma puntual (cuando contaba con
alrededor de 15 años de edad) que fue sometida a tocamientos (partes íntimas) y su
agresor también intentó besarla en la boca, no se hace referencia al posible impacto
victimal que los hechos han podido ejercer sobre ella 22.
22
Al tratarse de un recurso de apelación, la Audiencia Provincial sólo se pronuncia respecto a las
cuestiones planteadas por las partes y el posible impacto victimal no es una de ellas.
78
Ainara Jauregui Sansinenea
Víctima 5: en lo que respecta a esta víctima abusada de forma puntual a los 10 años de
edad mediante tocamientos de sus partes íntimas, la sentencia no establece el posible
impacto victimal 23.
Víctima 8: en cuanto a esta víctima abusada de forma puntual (con 11 años de edad) a
la que su agresor le exigió que se levantara la camiseta (se negó) y después le exhibió el
pene, no se hace referencia al posible impacto victimal 24.
Víctima 9: con respecto a esta víctima abusada de forma puntual (cuando tenía 10 años
de edad) a la que su agresor, le exigió que le tocara el pene después de exhibírselo (se
negó), no se establece un posible impacto victimal.
Víctima 10: en referencia a esta víctima abusada de forma puntual (cuando tenía 12
años) a la que su agresor le exhibió el pene y le obligó a tocárselo, no se establece un
23
Al tratarse nuevamente de un recurso de apelación, la Audiencia Provincial no hace referencia al
posible impacto victimal.
24
Las víctimas 8 a la 14 fueron objeto de abusos por un mismo agresor y no consta una evaluación
psicológica de ninguna de ellas.
79
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Víctima 11: con respecto a esta víctima abusada a los 14 años de edad de forma
puntual a la que su agresor le exhibió el pene, le obligó a mostrarle sus pechos, le
sometió a tocamientos (pechos) y le exigió que le masturbara (fue interrumpido), no se
establece un posible impacto victimal.
Víctima 12: en cuanto a esta otra víctima abusada de forma puntual (cuando tenía 12
años de edad) a la que su agresor le exhibió el pene, le exigió que lo tocara (no lo hizo)
y tras obligarla a mostrarle sus pechos la sometió a tocamientos, no se hace referencia a
un posible impacto victimal.
Víctima 13: en lo que respecta a esta víctima abusada de forma puntual a los 12 años de
edad mediante la exigencia por parte de su agresor de que le tocara el pene tras
exhibírselo, no se establece el posible impacto victimal que pueda presentar.
Víctima 14: en referencia a esta víctima de abusos de forma puntual a la que su agresor
exhibió el pene, le exigió que lo tocara (no lo hizo) y la sometió a tocamientos (pechos),
no se establece un posible impacto victimal.
Víctima 15: Víctima abusada de forma puntual (cuando tenía 13 años de edad.
Sufrió tocamientos (partes íntimas): no presenta secuelas.
Víctima 16: con respecto a esta víctima abusada de forma puntual (cuando tenía 17
años) a la que un total de 5 agresores sometieron a tocamientos (partes íntimas), besos
(por todo el cuerpo), así como a una penetración vaginal dactilar, no se establece el
posible impacto victimal que los hechos hayan podido suponer para ella 25.
Víctima 17: abusada de forma puntual a los 5 años de edad. Su agresor le mostró
sus genitales y la sometió a una penetración bucal fálica
Resistencia a hablar cuando se le pregunta por los hechos, estallidos de llanto cuando se
le pide que los recuerde, evitación, angustia y sensaciones de agobio; ansiedad y
nerviosismo y miedo a quedarse sola en el lugar de los hechos.
25
No consta una evaluación psicológica de la víctima, sólo el informe de las lesiones físicas que sufrió.
80
Ainara Jauregui Sansinenea
Víctima 18: en cuanto a esta víctima abusada de forma puntual mediante una
penetración vaginal fálica (cuando tenía 17 años de edad), no se hace referencia al
impacto victimal 26.
Víctima 19: con respecto a esta víctima de 17 años de edad a la que de forma puntual
intentaron someter a una penetración vaginal fálica, tampoco se establece el posible
impacto victimal que ha podido sufrir.
En primer lugar, cabe señalar que de acuerdo con los resultados del estudio llevado
a cabo por Cortés Arboleda, Cantón Duarte y Cantón-Cortés (2011), de los 269 casos de
abuso sexual que resultaron de la muestra, 142 (52,8% [6,6%]) fueron llevados a cabo
por un familiar de las víctimas y los 127 restantes (47,2% [5,9%]) por sujetos sin
relación de parentesco, de los cuales únicamente un 10% eran desconocidos,
suponiendo un 21,3% de los abusos extrafamiliares. Del mismo modo, estudios como el
de Arcila, Castaño, Osorio y Quiroz (2013), aseguran que la mayoría de agresores (un
93%) son familiares o conocidos de sus víctimas. Un dato similar es el que aporta el
documental “En la mente de un pedófilo”, donde se establece que “el 80% de los
pederastas abusan de los niños de su entorno”. En nuestro caso, hemos visto cómo de
un total de 65 situaciones abusivas, 25 (38% del total) han resultado ser protagonizadas
por familiares de las víctimas, mientras que las 40 (61%) restantes lo han sido por
sujetos sin relación de parentesco, de los cuales 17 (%26) han resultado ser
desconocidos. Por tanto, si analizamos los tres ámbitos -intrafamiliar, extrafamiliar
conocido y extrafamiliar desconocido- por separado, vemos que la diferencia entre ellos
tampoco resulta tan abismal, al ser el ámbito intrafamiliar el más habitual pero
únicamente separándose por un 3% del extrafamiliar conocido y por un 12% del
desconocido.
26
En las víctimas 18 y 19, tampoco consta una evaluación psicológica de las mismas.
81
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Según uno de los expertos en materia de abusos sexuales, “el [ámbito] intrafamiliar,
probablemente, [sea el más habitual]. Pero, por un motivo, primero, porque los niños
están mucho más tiempo realmente con las familias, la confianza está cimentada en ese
aspecto y las posibilidades de que eso quede impune es mucho mayor, por ese concepto
de que “los trapos sucios se lavan en casa” o “lo que ocurre en casa no tiene que
traspasar las paredes del hogar”. Sin embargo, no duda en afirmar que, “(…) así como
en las agresiones sexuales de personas adultas se da prácticamente el fenómeno
opuesto, básicamente, el abuso sexual a menores se produce por personas conocidas,
aquellas personas que suscitan un nivel de confianza en la víctima, fundamentalmente
del entorno intrafamiliar y también lo es de personas que no están viviendo en el mismo
entorno familiar, pero que son de confianza, que se ganan la confianza realmente del
menor: profesores, monitores, sacerdotes, gente que ha tenido una relación muy
estrecha con el ámbito de los menores, es decir, que abusan de la confianza del menor,
el menor no los capta como posibles enemigos y entonces realmente son esas personas
quienes aprovechando esa situación llevan a cabo el abusos sexual. En cambio, el
abuso sexual de un menor que vaya solo por la calle y que le coja de repente un adulto
y abuse sexualmente de él, que normalmente ese abusador sexual sea un pederasta,
pues son circunstancias relativamente poco frecuentes. Es decir, el peligro no está en el
“Hombre del Saco” como se decía antes, sino que el peligro está en personas que están
mucho más vinculadas, por así decirlo, a la proximidad del menor” (E1).
De forma similar, la terapeuta que trabaja con víctimas de abusos sexuales afirma
que, según su experiencia, “por lo general el abusador es un miembro de la familia
inmediata del niño/a (padres, padrastros, abuelos, tíos, primos etc.) o alguien a quien el
niño/a conoce y en quien confía (amigos de los padres, padrinos, vecinos etc.)” (C2), si
bien estima que se dan con mayor habitualidad en el ámbito intrafamiliar.
Asimismo, el otro experto en materia de abusos sexuales advierte que “se habla de
abusos sexuales intrafamiliares y de personas del entorno del menor y abusos
extrafamiliares. Dividirlos en intrafamiliares y personas del entorno es poco frecuente.
Las víctimas suelen hablar de familiares y personas del entorno como victimarios
principales. El hecho que haya o no una relación sanguínea, biológica, de familia no es
lo grave. Estas dos tipologías se unen porque en ambas el abusador es una persona
cercana y de confianza del menor. Esto es lo que supone graves efectos psicológicos
82
Ainara Jauregui Sansinenea
para la víctima” (C1). Por tanto, si siguiendo estas indicaciones uniéramos los
resultados de los ámbitos intrafamiliar y extrafamiliar conocido, veremos que resultan
ser los más habituales, obteniendo una puntuación de 48 (74%) frente a los 17
desconocidos (26%).
En segundo lugar, respecto a la forma de llevar a cabo el abuso, uno de los expertos
en materia de abusos sexuales afirma que los abusos a menores cuentan “con la
peculiaridad de que, en el aspecto positivo, no se utilizan conductas violentas
adicionales, porque se doblega la resistencia que tiene el menor por las mayores
estrategias que tiene un adulto de seducción, de engaño, de comprar su afecto de otra
manera…” (E1). En este mismo sentido, el estudio de Cortés Arboleda, Cantón Duarte
y Cantón-Cortés (2011), establece que el empleo de fuerza y amenazas por parte del
agresor suele ser poco común (entre un 13 y un 18%), aunque advierten que es necesario
reparar en la edad del agresor y en las características tanto situacionales como de la
víctima. La razón por la que resulta interesante tener en cuenta este hecho en el apartado
del ámbito de los abusos se debe a que, en nuestro caso, vemos cómo el empleo de
violencia, que ha resultado ser escaso (19 víctimas frente a un total de 50), se ha
concentrado mayoritariamente en aquellas situaciones donde el agresor era desconocido
(4 casos con un total de 10 víctimas y 8 agresores), que, en ausencia de estrategias
mejores, se han tenido que valer de la violencia para poder llevar a cabo sus actos. Cabe
señalar que estos agresores han resultado ser principalmente jóvenes de entre 15 y 17
años, existiendo un único caso de un adulto de entre 27 y 28 años. En cuanto a sus
víctimas, han sido mujeres de entre 10 y 17 años. Pero, también observamos que se ha
recurrido al uso de la fuerza por parte de los conocidos, a saber: 1) por parte de
compañeros de las víctimas (3 casos con un total de 3 víctimas y 5 agresores), b) amigos
de las víctimas (2 casos con un total de 3 víctimas y 5 agresores), c) un vecino y d) una
pareja esporádica. En lo que respecta a los agresores, son sujetos nuevamente jóvenes en
su mayoría, de edades comprendidas entre los 14 y los 17 años, existiendo 2 agresores
de 24-26 y 45 años. Centrándonos ahora en las víctimas, de un total de 8, 5 son mujeres
de entre 14 y 17 años de edad, mientras que los 3 restantes son varones de 11 y 13 años.
Finalmente, también existen 2 casos intrafamiliares donde los padres de las víctimas (un
padre y un padrastro de entre 32 y 40 años), se han valido de la fuerza y las amenazas
para perpetrar sus actos desde el momento en que sus hijas (2 mujeres de entre 12 y 16
años de edad) alcanzaron la madurez psicológica suficiente para darse cuenta de que
83
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
84
Ainara Jauregui Sansinenea
ejerce en secreto. Y luego romper ese ciclo de coacción que existe entre la víctima y el
agresor es muy complicado. La víctima está totalmente agarrada, llega un momento en
que tiene mucho miedo a que le pasen cosas, llega a temer por su vida, entonces, claro,
ahí temes por tu vida, es decir, el poder más fuerte que se tiene en una agresión es que
alguien te venga y te diga, pero no necesariamente un abusador sexual, imagínate que
alguien te viene y te dice “mira te voy a matar” entonces aunque te lo diga en broma o,
bueno, una supuesta broma, y haya pocas probabilidades de que suceda, la experiencia
psicológica es traumática, o sea, la experiencia psicológica de que alguien te diga “te
voy a matar” tiene un impacto emocional que deja una tremenda huella. Entonces,
claro, si tú le das total fiabilidad a ese mensaje lo que ocurre es que estás bajo su
merced, porque te lo crees y tiene un gran impacto emocional sobre ti” (E2).
“Él decía que no podían contar lo que ocurría a sus padres porque era un secreto. Si
lo contaba ya no sería vuestro amigo” (testimonio de la Víctima 1 de la sección
“Amigo” a través de la psicóloga-forense que la evaluó); “Tras avisar a [la víctima]
de que mataría a su madre y le alejaría de su familia para siempre si gritaba o se
resistía, le quitó la ropa y le tumbó en la cama (… )Después de realizar el acto
sexual, [el agresor] advirtió a [la víctima], si contaba lo ocurrido, con decirlo todo a
su madre a quien iba a explicar que era ella quien lo había querido y buscado, y con
hacerle lo mismo a su hermana” (fragmentos extraídos de los hechos probados
correspondientes a la Víctima 1 de la sección “Compañero”); “(…) En las ocasiones
en que hablaban de esta situación durante el día, [la víctima] le decía que se tenía
que acabar, que no quería, que le dejara en paz, insistiendo [el agresor] en que él le
quería, que era normal entre padres e hijas, y que ella también le quería a él,
porque no se resistía. (…) Le decía que le quería como algo más que su hija, que no
lo contara, que era su secreto, que lo hacían los padres con las hijas” (extracto de
los hechos probados de la sentencia correspondiente a la Víctima 2 de la sección
“Padrastro/padre adoptivo”).
85
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Asimismo, respecto al grupo de edad que podría verse más afectado estima que “no
está claro y probablemente es variable de unos casos a otros. En principio, podemos
pensar que los menores, cuanto más pequeños son, mayor impacto van a sufrir porque
tienen menores recursos psicológicos y menores estrategias de afrontamiento. Pero,
también es verdad que cuando los niños son mayores, cuando hablamos de mayores me
refiero a que están más cercanos a la adolescencia, pues realmente, aunque tienen más
recursos de afrontamiento y puedan frenar probablemente el abuso sexual antes, al
mismo tiempo son más conscientes de la gravedad de lo ocurrido, porque tienen un
nivel de desarrollo cognitivo en que se dan cuenta de que eso se trata de un abuso
86
Ainara Jauregui Sansinenea
sexual y, por tanto, el nivel de impacto psicológico es mayor, mientras que los menores
más pequeños pueden no darse cuenta de que lo que son toqueteos o lo que son caricias,
dónde termina lo que es una caricia y dónde empieza una conducta explícitamente
sexual, puede parecer más difuminado, por así decirlo. Entonces no hay una
explicación realmente convincente. Si estamos hablando de mayores donde se inicia ya
la penetración por ejemplo, entonces claro la conducta indudablemente se agrava, qué
duda cabe, pero no está claro el factor edad. Yo diría que, en principio, cuanto más
menor es peor y diría también que un elemento determinante es el aspecto de la
prolongación del hecho, es decir habitualmente son situaciones duraderas, pero cuanto
más duraderas sean, mayor es el riesgo de que haya un impacto psicológico y una
victimización mayor” (E1).
Sin embargo, dos de los otros profesionales consultados lo tienen más claro. Así, la
terapeuta que trabaja con víctimas de abusos sexuales, dice lo siguiente: “Mi opinión,
verificada en la práctica clínica y por numerosos estudios es que cuanto más pequeño
es el niño, el impacto a futuro y el daño psíquico es mayor. Se están empezando a
detectar en algunos países como Francia (equipo de Martine Nisse) que existen abusos
de madres a bebés que son devastadores para la construcción del psiquismo. Asimismo
se sabe ahora que en un número importante de trastornos psiquiátricos graves han
existido prácticas abusivas que si bien no aparecían hasta hace poco era sobre todo
porque nunca nadie hacia la pregunta. Es relevante como actualmente, los
profesionales mejor preparados en este tema y que preguntan a los enfermos sobre
posibles abusos encuentran con mucha frecuencia respuestas afirmativas” (C2).
Asimismo, el psicoterapeuta que trabaja tanto con menores victimizados como con
agresores, establece que “como todos los casos de maltrato infantil en general, cuanto
más temprano es el maltrato, mayor es el impacto psicológico. El abuso sexual, como
todos los casos de maltrato, tiene un mayor impacto psicológico que físico, el físico se
puede curar en unos meses dependiendo de cómo sea, pero el emocional, sin embargo,
puede durar toda la vida. Entonces, para valorar el impacto de un hecho traumático, lo
que tienes que tener en cuenta son las capacidades que tú tienes para hacerle frente. Es
decir, a nivel cognitivo y emocional, el niño tiene menos capacidades cuando tiene 6
años o 7 años que cuando tiene 14, principalmente porque lo que está ocurriendo no lo
entiende y porque tienen menos capacidades para gestionarlo. Tenemos limitaciones
87
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
2. Tipologías de víctimas
2.1. Sexo de las víctimas
Gráfico 4
Género de la víctima
26% Mujer
74%
Varón
88
Ainara Jauregui Sansinenea
En el ámbito científico, son muchos los estudios que han mostrado un mayor
número de víctimas femeninas frente a masculinas (Simón Gil, 2014; Pereda & Abad,
2013; Cortés Arboleda, Cantón Duarte & Cantón-Cortés, 2011; Stoltenborgh et al.,
2011; Pereda, Guilera, Forns & Gómez-Benito, 2009; Briere & Elliott, 2003), entre
otros.
En este sentido, uno de los expertos en materia de abusos sexuales a menores afirma
que “siempre es más habitual primero, que los menores sean las menores o sea, que
sean chicas, ¿por qué? porque normalmente los abusadores sexuales son
heterosexuales, entonces experimentan una excitación mayor en el hecho de
encontrarse con niñas (…)” (E1).
Junto a esto, el psicoterapeuta que trabaja tanto con víctimas como con agresores
dice lo siguiente:“Creo que en estos momentos las estadísticas no se confunden en que
son más los casos de abuso sexual de niñas que de niños, excepto en otros entornos con
unas características muy especiales como, por ejemplo, el entorno eclesiástico donde se
han dado más casos de abuso sexual de niños, pero yo creo que, a nivel general, se dan
más casos de abuso sexual sobre niñas que sobre niños y eso se ve en todas partes del
planeta. Y no sólo en los casos de abusos sexuales a nivel intrafamiliar, sino, por
ejemplo, en las zonas ocupadas o en las zonas de guerra (…) Entonces, yo creo que se
sigue dando más en niñas que en niños, claramente” (E2).
Del mismo modo, la terapeuta que trabaja con víctimas de abusos sexuales a
menores establece que “los estudios están en lo cierto, debido a mi entender a la
influencia cultural de una sociedad todavía muy impregnada por el patriarcado y el
machismo donde la mujer es considerada objeto sexual. Es cierto, sin embargo que en
89
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
la práctica clínica están apareciendo cada vez con más frecuencia casos de niños
abusados. Los estudios, los medios de comunicación... están permitiendo visibilizar
más esta lacra y es más fácil ahora que hace unas décadas atreverse a denunciar o
hablar de los abusos sexuales también perpetrados con demasiada frecuencia en
escuelas, u otros sistemas jerárquicos como la Iglesia, la armada, las experiencias de
guerra o de dictadura” (C2).
Siguiendo esta idea, Kohn Maikovich-Fong y Jaffee (2010) advierten que existe un
predominio de muestras femeninas en los estudios sobre abusos sexuales infantiles,
existiendo muy pocos donde la muestra esté formada exclusivamente por varones y
que, además, estas muestras han resultado ser bastante escasas en cuanto a número de
participantes y de perfiles, siendo la mayoría varones adultos de grupos especializados
provenientes de entornos terapéuticos como pedófilos encarcelados, presos comunes o
pacientes internos que, evidentemente no son representativos de la población victimal
masculina. Además, establecen que aún hoy, las denuncias de varones víctimas de
abusos sexuales infantiles son escasas, atribuyendo este hecho a tres razones
primordiales: 1) en primer lugar al miedo de ser etiquetados como homosexuales
cuando su agresor ha sido un varón; 2) en segundo lugar, cuando el agresor es una
mujer, a que es posible que estos varones vean esta relación como una forma de
iniciación sexual socialmente aceptada, por lo que deberían sentirse “afortunados” en
lugar de victimizados y, finalmente, 3) a que los agresores tienden a emplear una
mayor violencia o amenazas más graves cuando advierten a los varones victimizados
de que no cuenten lo sucedido, lo cual puede hacer que se sientan más intimidados a la
hora de denunciar los hechos.
90
Ainara Jauregui Sansinenea
Por tanto, podemos deducir que, si bien tanto sus predecesores como el estudio
actual muestran un mayor número de víctimas femeninas, asegurar que la prevalencia
de abusos sexuales sobre mujeres es siempre superior a la de los hombres sería una
generalización, sobre todo teniendo en cuenta que la “cifra negra” en este ámbito es
abismal y que dependerá del contexto estudiado.
91
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Se trata de cifras muy similares a las obtenidas por Simón Gil (2014), ya que, de
acuerdo con sus resultados, la franja de edad más habitual para ambos sexos era la
establecida entre los 10 y los 14 años, seguida de aquella entre los 5 y los 9.
Respecto a la edad, uno de los expertos en materia de abusos sexuales infantiles dice
que “(…) el menor muchas veces no distingue lo que es sexual de lo que es afectivo,
claro, dependiendo también de la edad del menor. No es lo mismo que estemos
hablando de una persona de 13-14 años que es menor técnicamente, jurídicamente
hablando, que una persona que tiene 3-4 años. Estamos hablando de casos distintos,
donde el nivel de conciencia acerca del acto abusivo pues realmente es diferente” (E1).
Asimismo, el psicoterapeuta que trabaja tanto con menores victimizados como con
agresores, establece que “(…) las niñas por ejemplo en la pre-adolescencia pues están
encantadas con que les atiendan los adultos porque están en plena efervescencia
sexual y física y bueno, el hecho de que un adulto, un hombre mayor les haga caso,
incluso que las pueda encontrar atractivas, les puede resultar muy excitante. Lo que
ocurre es que es el adulto el que frena esa situación y es el adulto el que dice “no, no, yo
contigo no pienso establecer ninguna relación porque no está bien” (E2).
92
Ainara Jauregui Sansinenea
Gráfico 6
Duración de los abusos respecto al ámbito de los mismos
30%
26%
25% Intrafamiliar
25%
20%
Extrafamiliar
14%
15% conocido
10% 9%
6% 6% 6% Extrafamiliar
5% 4%
3% desconocido
1%1% 1% 1%
0% 0% 0% 0% 0%
0%
Situación Varias 1 mes a 6 7 meses a 2 años a 7 8 años a
puntual ocasiones meses 1 año años 13 años
93
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
frecuente, limitándose a 4 casos (6%) en los que, como ha ocurrido con los conocidos,
los agresores sólo han podido llevar a cabo los abusos una sola vez. Cabe señalar, sin
embargo, que se sospecha que uno de estos agresores intrafamiliares -un abuelo-
hubiera podida abusar en más de una ocasión de su víctima -y, de hecho, también había
abusado de su hija en la infancia-, pero no ha podido ser probado.
Refiriéndonos ahora a los abusos llevados a cabo en varias ocasiones, vemos cómo
ha resultado ser bastante escaso en los 3 ámbitos, estando más presente en el
intrafamiliar (3 casos que suponen un 4% del total) que en el extrafamiliar (un caso en el
ámbito conocido y otro más en el desconocido). Cabe señalar que la presencia de este
agresor desconocido resulta de lo más inusual, ya que la gran mayoría de abusos por
parte de desconocidos se limita a situaciones puntuales -como en gran parte de los casos
del presente estudio-.
Sin embargo, en lo que respecta a las franjas establecidas entre los 7 meses y el año
de duración y el de 2 años a 7, vemos cómo giran las tornas, imponiéndose el ámbito
intrafamiliar frente al conocido, con un total de 16 casos (23%) frente a 3 (4%). Con
respecto a estos 3 casos de conocidos, cabe señalar que se trata de agresores adultos con
una relación muy estrecha con sus víctimas, existiendo, en todos los casos, una
convivencia entre ambos -permanente en 2 de los casos y habitual en el tercero- y es
precisamente debido a este hecho, que han podido llevar a cabo abusos que se prolongan
entre un año y 2. Por otro lado, en lo que respecta al ámbito intrafamiliar, podemos decir
que no resulta sorprendente que predomine frente al conocido y, sobre todo, al
desconocido, ya que, al tratarse de un entorno familiar, resulta más fácil para los
agresores mantener el contacto con sus víctimas y, al existir una relación afectiva
-especialmente en los casos de progenitores o hermanos-, la confianza de las víctimas
hacia sus agresores es mayor.
94
Ainara Jauregui Sansinenea
De acuerdo con los resultados obtenidos por Cortés Arboleda, Cantón Duarte y
Cantón-Cortés (2011), las situaciones puntuales resultaron ser las más habituales,
dándose en 134 casos de los 269 que sumaban el total (49,8% [6,2%]), seguidas de una
continuidad en el tiempo con 72 casos (26,8% [3,3%]) y, finalmente, se estableció la
presencia de abusos en varias ocasiones con 63 casos (23,4% [2,9%]). En lo que
respecta a estos hechos prolongados, el tiempo máximo fue de 5 o 6 años, dándose
únicamente en 12 de los casos.
Teniendo en cuenta que lo habitual es que los abusos sean perpetrados por familiares
o personas cercanas a la víctima, uno de los expertos en materia de abusos sexuales
establece que “el aspecto negativo, es que [los abusos sexuales a menores] no se limitan
a hechos puntuales, cosa que ocurre en la vida adulta: cuando una persona es víctima
de una agresión sexual, lo es una vez, no lo vuelve a ser repetidamente, bueno, excepto
en situaciones excepcionales, es decir, secuestros, situaciones de prisión, donde hay un
ambiente forzado, donde está retenida una persona, en los demás casos no y aquí en
cambio cuando se produce, es decir, cuando el abusador rompe sus inhibiciones para
llevar a cabo una conducta de abuso sexual con un menor, ésta tiende a ser repetida,
porque ya considera que lo tiene en el bote o que si ya lo ha hecho una vez, ya sabe
cómo volver a hacerlo sin que ofrezca resistencias, por así decirlo, por parte del o de la
menor” (E1).
95
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
4. Tipologías de agresores
Mujer
98% Varón
Como claramente ilustra el Gráfico 7, del total de 63 agresores que han sido
analizados en el presente estudio 62 (98% del total) han resultado ser varones,
existiendo una única mujer que ha resultado ser una madre que abusaba de sus 2 hijos
conjuntamente con su marido y padre de los menores.
En el ámbito de la literatura científica, son muchos los estudios que han afirmado la
existencia de un número significativamente superior de agresores masculinos (Simón
Gil, 2014; Cortés Arboleda, Cantón Duarte & Cantón-Cortés, 2011; Salter et al., 2003 o
Briere & Elliott, 2003), entre otros. De hecho, según uno de los expertos en materia de
abusos sexuales infantiles, “(…) es excepcional que el abuso sexual esté protagonizado
por mujeres, puede darse algún caso, pero es excepcional. Mayoritariamente los
abusadores son hombres, ¿por qué motivos? Primero porque todos los delitos sexuales,
incluso todas las parafilias, son mucho menos frecuentes en mujeres que en hombres.
En todos los casos de pedofilia, de exhibicionismo, bueno quitando el exhibicionismo
con finalidades políticas o ideológicas pero que no es con un fin sexual, es con un fin
llamativo. Cuando hablamos de un fin sexual el exhibicionismo es exclusivo de
hombres, la pedofilia, si utilizamos como criterio la gente que se detiene, lo que se ve en
internet, el número de personas metidas en la cárcel por delitos sexuales…
96
Ainara Jauregui Sansinenea
fundamentalmente es de tipo masculino. Son datos que son objetivos, es rarísimo ver
una mujer. (…) En general la impulsión sexual está mucho más presente en los hombres
que en mujeres. (…)¿Puede ser que haya mujeres que intervengan en estos aspectos de
manera más sutil? Puede ser, estamos hablando de una minoría (…) habitualmente, yo
diría que el caso de la mujer, excepto que se trate de una mujer con un deterioro
psicológico muy grave, que esté muy aislada socialmente, que sea una persona a veces
colaboradora con un abusador sexual, es decir, que esté manejada, debido al grado de
emparejamiento con él, que eso puede hacer que muchas personas lleven a cabo
conductas como cómplices necesarios, no tanto por el hecho de que eso les produzca un
placer sexual genuino, parece, como en cambio ocurre en el ámbito de los hombres.”
(E1).
Sin embargo, Finkelhor (1994), por ejemplo, estima que aproximadamente un 20%
de los varones victimizados son abusados por una mujer, mientras que Mendel (1995)
asegura que el 60% de sus pacientes masculinos afirmó haber sufrido abusos por parte
de una mujer de edad superior a la suya. Asimismo, los propios Briere y Elliott (2003)
hacen referencia a que es muy posible que el ámbito de investigación de los abusos
sexuales infantiles haya subestimado el número de agresoras femeninas, especialmente
cuando la víctima es un varón.
97
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Gráfico 8
Edad de los agresores a lo largo de la comisión de los abusos
50%
44%
45%
40%
35%
30%
25% 21%
20%
14%
15% 11%11%
10% 8% 6% 6%
5% 1% 3% 3% 1% 1% 1% 1%
0%
98
Ainara Jauregui Sansinenea
vemos que es notoriamente superior al de los menores de edad (57 adultos que suponen
el 87% del total frente a un total de 29 menores que representan un 45%). Por otro lado,
en lo que respecta a ese único agresor menor de 14 años, podemos decir que realmente
no figura como tal -de hecho, es también una víctima de abusos-, pero al haber llevado a
cabo conductas abusivas de índole sexual contra otra de las víctimas, ha resultado
imprescindible incluirlo en este apartado -y en todos los referentes a los agresores-.
En lo que respecta a los agresores adultos, vemos cómo el mayor número de ellos
figura como “mayores de edad”, lo cual se debe a que todos estos casos han sido
conocidos por la Audiencia Provincial mediante recursos de apelación contra sentencias
del Juzgado de lo Penal, por lo que, al contrario que las sentencias emitidas en primera
instancia donde figura la fecha de nacimiento de los agresores, la única información que
se aporta en los recursos de apelación es que son “mayores de edad”, resultando
imposible situarlos en la franja de edad a la que realmente deberían pertenecer.
Teniendo esto en cuenta, vemos cómo la franja de edad más habitual sería la
establecida entre los 26 y los 37 años (con un total de 23 agresores que suponen un
36%), seguida por aquella establecida entre los 38 y 49 años (10 agresores que suponen
el 15% del total). La siguiente franja más habitual sería la establecida entre los 18 y los
25 años (7 agresores, 11% del total) y, finalmente, la menos frecuente sería aquella que
va desde los 50 hasta los 65 años, con un total de 6 agresores (4%).
Según el psicoterapeuta que trabaja tanto con menores victimizados como con
agresores, “En ellos [los agresores de menores] se da una especie de distorsión de las
necesidades de los niños. Es como que, de repente, las necesidades propias las
proyectan en el otro, es decir, “están enamorados de mí”, “lo he hecho porque ellos me
99
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
necesitan”, entonces tienen una distorsión cognitiva importante y para minimizar ese
hecho horrible que están cometiendo, lo que hacen es minimizarlo cognitivamente y
transformarlo y proyectar en los demás lo que ellos necesitan. En vez de decir “yo
necesito mantener relaciones sexuales con una niña”, fíjate, claro, esto no lo puedes
aceptar a nivel ético, entonces lo transformas, si yo dijese “yo necesito tener relaciones
con mi hija y necesito penetrarla” claro, si lo dices así, esto éticamente no lo puede
resistir ninguna mente, bueno, a no ser que tengas claros indicadores de psicopatía.
Entonces, claro, como son personas que están adaptadas en la sociedad, quiero decir,
tienen su familia, su trabajo, sus relaciones… parece ser que no tienen grandes
indicadores de psicopatía, así que lo que hacen es transformarlo. Entonces lo que
hacen es pensar que “somos diferentes pero estamos enamorados”, “ella me entiende,
tú no puedes entrar en nuestra relación porque tú no nos entiendes” es como que el
vínculo que ha generado es un vínculo de enamoramiento que está por encima de todo,
por encima de todas las cosas, “el verdadero amor es el que resiste”, “nos queremos”,
entonces, “que sea mi hija, pues ya, que tenga 12 años, pues ya, el amor no tiene edad”
(E2).
Añade, “(…) El caso de las mujeres agresoras es similar, establecen una relación
con alguien más joven y tienen carencias, al fin y al cabo hablamos de carencias para
relacionarte con los de tu edad, es decir, cuando una persona está buscando en los
niños o en los adolescentes, relaciones que no pueden tener con los adultos, es que en
las relaciones simétricas tienes dificultades para hablar de la intimidad, al final de lo
que estás hablando es de que tienes dificultades para establecer relaciones íntimas con
tus iguales y para construir un modelo de pareja o de familia y un modelo de cómo
sentirte en esa relación. Entonces, quiero decir que ahí la dificultad principal es similar
es “no puedo establecer relaciones con mi pareja o con otras personas adultas en
simetría, porque no confío en las relaciones, porque me han hecho mucho daño o
porque son frustrantes o porque tiene muchas exigencias… entonces lo hago con los
niños” que están en una situación de indefensión y, al final, en una relación asimétrica,
es decir, para ellos el cuerpo y las emociones van a niveles diferentes, eso es de lo que
no se dan cuenta los abusadores, es decir, que a ese cuerpo, en general, no le
corresponde el mismo crecimiento emocional, eso se ve en chicas de 12 o 13 años o
imagínate, una chica de 11 años y ya tiene la menstruación, en teoría está
biológicamente preparada para ser madre y emocionalmente está a años luz. El
100
Ainara Jauregui Sansinenea
101
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
presentan una serie de observaciones que suelen darse de forma habitual y que
comentaremos, a continuación, en relación con los resultados de nuestro trabajo de
campo:
1. Con frecuencia, este tipo de sujetos han sido víctimas de maltrato físico,
psicológico o sexual: establecer una relación entre el hecho de haber sufrido
abusos en la infancia y la subsecuente adopción de conductas abusivas es algo
complejo. Así, estudios han establecido que las características del abuso, tales
como la utilización de violencia o la vivencia de otras experiencias familiares no
abusivas, juegan un papel importante. De hecho, se ha podido establecer que los
adolescentes que llevan a cabo abusos sexuales, cuentan con las mismas
características que aquellos delincuentes adolescentes no sexuales provenientes
de un entorno problemático. Estudios recientes también han observado una
presencia importante de algún tipo de maltrato en aquellos agresores
adolescentes analizados (Hackett, Phillips, Masson, & Balfe, 2013). Asimismo,
de acuerdo con el estudio llevado a cabo por Dresdner et al. (2010), en el que se
analizó a 42 violadores encarcelados, estos sujetos provenían de entornos
familiares disfuncionales protagonizados por el consumo de sustancias
-principalmente alcohol- por parte de los progenitores o cuidadores, la violencia
intrafamiliar -maltrato físico y psicológico- y la delincuencia. En la presente
investigación, 6 de los 29 sujetos sufrieron malos tratos físicos y emocionales
durante su infancia, siendo 2 de ellos testigos directo de las peleas entre sus
progenitores. Además en 5 de esos 6 casos el padre era autoritario.
102
Ainara Jauregui Sansinenea
103
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
104
Ainara Jauregui Sansinenea
robo de coche, robo de pertenencias y dinero; c) por pequeños robos (pilas, chocolate,
pequeñas cantidades de dinero…), d) por hurtos, sustracción de un perro y lesiones; e)
por robo con fuerza, lesiones y sustracción de perro; f) por robo con violencia,
sustracción de dinero, tentativa de robo con fuerza, robo con intimidación, lesiones y
agresión; y, finalmente, g) por 2 delitos de lesiones. Se trata, pues, de sujetos que ven en
la violencia un medio de resolución de sus conflictos. Sin embargo, también existen
sujetos que presentan una personalidad sumisa (7 casos), de los cuales 6 tienen rasgos
conformistas y 5 también histriónicos.
105
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Agresor 1 27
27
En los historiales facilitados en el ANEXO 2 figura como Agresora 2 debido a que ya existe otro
Agresor 1, pero, al carecer de antecedentes de abusos sexuales no será tenido en cuenta en este apartado.
Por ello, todos los agresores posteriores figurarán con un número inferior al que les corresponde en el
ANEXO 2.
106
Ainara Jauregui Sansinenea
Agresor 2
En lo que respecta a los abusos sexuales sufridos, el menor, desde su primera infancia,
fue testigo de las relaciones sexuales que mantenían sus progenitores, siendo animado a
participar tocando a su padre, lamiendo los pechos de su madre y sufriendo tocamientos
en el pene, así como penetraciones anales fálicas por parte de su padre.
Agresor 3
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Agresor 4
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Ainara Jauregui Sansinenea
109
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
“Está casado y tiene 2 hijos. Sus progenitores murieron cuando él era pequeño y su
cuidadora lo sometió a malos tratos físicos, psicológicos y sexuales -lo vestía como a
una niña y le puso un nombre de mujer-. Mantenía relaciones sexuales tanto con
mujeres como con hombres y presenta una homosexualidad que se niega a admitir, por
lo que su identidad sexual es confusa. Está convencido de que sus delitos son culpa de
las mujeres que desde pequeño siempre le han hecho daño y le han rechazado. Por
ello, ve a sus víctimas como mujeres que tenían que pagar por todo lo que le había
pasado a él. También veía en sus actos una forma de autoafirmarse como un
“macho””.
110
Ainara Jauregui Sansinenea
“Está soltero. De pequeño era una persona tímida y retraída, que no tenía amigos
íntimos y que era objeto de las bromas y burlas de sus compañeros de clase. Abandonó
los estudios y nunca ha tenido un empleo estable. A pesar de asegurar que su infancia
era normal, reconoce haber sufrido abusos sexuales por parte de uno de sus hermanos
-le obligó a masturbarle- cuando tenía 10 años, hecho que recuerda como algo muy
desagradable y negativo. En la actualidad no dispone de amigos de su edad y todas sus
actividades giran en torno a juegos y salidas con los niños del barrio. Nunca ha
mantenido una relación de pareja estable y sus contactos sexuales, al margen de los
abusos, se han limitado a relaciones con prostitutas en dos ocasiones. Presenta una
pedofilia preferencial de tipo homosexual por la que se siente atraído por menores
varones, si bien aparece de forma esporádica una excitabilidad sexual con mujeres
adultas. Siempre ha preferido la compañía de chicos menores tanto social como
sexualmente. La mayor parte de su tiempo libre lo dedica a estar con menores o a
cuestiones asociadas a aspectos sexuales (ver películas pornográficas, leer revistas de
este mismo estilo, visitar sex-shops o las secciones de películas eróticas de los
videoclubs, etc.). Presenta ideas erróneas y distorsiones cognitivas, así como fantasías
sexuales inadecuadas que favorecen la existencia de las conductas sexuales abusivas.
Por otra parte, presenta un grado de madurez emocional y cognitiva deficiente y una
importante carencia de habilidades de comunicación y de manejo de las relaciones
interpersonales. Todo ello contribuye a que se desenvuelva con mayor comodidad en
relaciones con personas de edad inferior a la suya. Asimismo, se detectan rasgos
propios del trastorno límite de personalidad -aunque no llega a cumplir los criterios
mínimos exigidos por el diagnóstico, según el DSM-IV-, que se caracteriza por un
patrón general de inestabilidades en las relaciones interpersonales y una gran
reactividad en el ámbito afectivo, así como por una gran impulsividad. Respecto a
otras variables psicopatológicas asociadas, presenta un nivel relativamente elevado
de ansiedad (STAI-E = 35) y síntomas depresivos no muy acentuados (BDI = 14). Sin
embargo, el paciente no percibe un malestar clínicamente significativo”.
111
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
“Nunca quería estar sólo. Reconoció ante el juez que bebía todos los días y que eso le
empujaba a realizar tales actos. Tenía un pensamiento muy conservador. Los dos
informes técnicos que le realizaron hablaban de una homosexualidad no asumida, sólo
podía pasar a la acción con chicos jóvenes, de entre 13 y 14 años: “Cuando tenía 13
años me violó un sacristán. Yo era uno de los niños del coro y venía para preparar la
misa de la tarde a eso de las seis y media. El sacristán aprovechó que el cura no estaba
para cogerme en la sacristía y violarme”. “Más tarde el sacerdote explicaría que
aquella violación le bloqueó totalmente. Guardó el secreto hasta el día de su
detención”.
Como consecuencia de los abusos sufridos confiesa ser incapaz de mirar a sus parejas
adultas de cintura para abajo o de tocarlas en esa zona, ya que recuerda los actos que era
obligado a realizar con su madre. Reconoce también que lo acaba sexualizando todo, de
tal forma que ni siquiera es consciente de que piense tanto en la sexualidad. Asimismo,
declara que los abusos los llevaba a cabo tras ir acumulando frustraciones, ya que
112
Ainara Jauregui Sansinenea
cuantas más acumulaba más ganas tenía de cometer los abusos, sintiéndose liberado
tras perpetrar los hechos. Dice que después se arrepentía de sus actos, que se odiaba a sí
mismo, que no podía creerse que pudiera hacer algo así, pero semanas después volvía a
hacerlo. También manifiesta que nunca quiso tener hijos, que nunca quiso tenerlos
porque temía que pudiera abusar de ellos, cosa que, finalmente, pasó.
Delincuente sexual desde los 14 años. Abusó de sus hermanas, después de su hija y,
finalmente, de niñas de su entorno.
Ha estado casado, pero él mismo reconoce que sus matrimonios eran una tapadera.
Proviene de una familia abusiva donde tanto su padre como su abuelo abusaban de sus
hermanas y de él. Declara que su madre lo sabía, pero que al no hacer nada la considera
también cómplice de los abusos. Confiesa que hasta los 12 años, los abusos eran vistos
como algo normal tanto por sus hermanas como por él. Sin embargo, llegó un momento
en que sus hermanas empezaron a negarse a ser abusadas, pero que él siguió siendo
victimizado, llegando un momento en que él mismo empezó a abusar de sus hermanas.
Después abusó de su hija cuando ésta tenía 10 años.
Como consecuencia de los abusos sufridos y, en especial, por sentirse traicionado por
sus allegados cuando confesó los abusos, manifiesta una gran desconfianza hacia los
adultos, llegando a desarrollar una atracción sexual desviada hacia niñas pre-púberes,
ya que después se convierten en mujeres y ya no puede confiar en ellas.
113
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
agresores sexuales más propensos a declarar haber sido victimizados. Así, el hecho de
haber sufrido abusos en la infancia resultó ser un factor importante en la vida de los
agresores sexuales, hallando, a su vez, una posible relación con otros aspectos presentes
en familias problemáticas.
En la misma línea, Glasser et al. (2001), tras analizar una muestra de 843 pacientes
(747 hombres y 96 mujeres) de un centro de psicoterapia, observaron que de los 747
sujetos varones, 227 (30%) eran agresores de menores, 79 de los cuales contaban con
antecedentes de abusos sexuales en la infancia (frente a 146 agresores de menores sin
antecedentes). En el caso de las mujeres, sólo 2 eran agresoras y únicamente una de ellas
contaba con antecedentes de abusos sexuales.
114
Ainara Jauregui Sansinenea
115
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Por otro lado, cabe señalar que, según Salter et al. (2003), el hecho de ser varón y
haber sido abusado sexualmente en la infancia, son los dos factores de riesgo más
citados a la hora de ejercer un papel de abusador en la edad adulta, de hecho, muchos
profesionales que trabajan con menores abusados creen que la gran mayoría de sus
agresores fueron, a su vez, abusados en la infancia. En este sentido, uno de los expertos
en materia de abusos sexuales infantiles afirma que “cuando la víctima es un varón y el
suceso ocurre en repetidas ocasiones o con la misma persona durante un tiempo
prolongado, existe un mayor riesgo de que esa persona se convierta en un agresor,
porque en este caso, como él lo único que ha vivido es el sexo violentado, por así
decirlo, porque a él le han violentado ante ese tipo de situación, puede aprender que eso
que ha experimentado en carne propia, también es la forma en la que él va a obtener el
mismo tipo de sexo” (E1). En nuestro caso, hemos visto que de los 10 agresores 9 han
resultado ser varones, una cifra nada descabellada si tenemos en cuenta las cifras
expuestas en el apartado “Sexo del agresor”. Asimismo, podemos apreciar cómo los
abusos sufridos por prácticamente todos los agresores analizados en este apartado, han
sido prolongados en el tiempo.
Sin embargo, si analizamos todos estos casos podemos decir que el hecho de haber
sufrido abusos sexuales en la infancia no ha llevado directamente a estos sujetos a
convertirse en agresores, sino que, también se han dado otros factores que, en su
conjunto, han supuesto esa transformación de víctima a agresor. Así, por ejemplo, los
propios expertos que evaluaron al “Agresor 3” afirman que “(…) la causa única de los
hechos enjuiciados no puede atribuirse a la agresión sexual sufrida por el propio
acusado, sino que éste ya presentaba unos rasgos de personalidad determinados sobre
la que actuó dicha agresión”. De hecho, debemos considerar que el hecho de que un
agresor sexual fuera objeto de abusos sexuales en la infancia no supone una relación
causa y efecto, ya que son muchos los factores que pueden llegar a influir en el hecho de
que una víctima de abusos sexuales llegue a convertirse o no ella misma en agresora
(Dhawan & Marshall, 1996). El ámbito donde sufrieron esos abusos, sin embargo, no
parece tener especial relevancia a la hora de darse dicha transformación, o al menos los
resultados de los escasos estudios que lo han tenido en cuenta así lo indican, siendo el de
Salter et al. (2003) uno de ellos. Del mismo modo, todos los profesionales consultados
sobre este aspecto han recalcado la existencia de otros factores de riesgo además del
abuso sexual en la infancia:
116
Ainara Jauregui Sansinenea
Así, uno de los expertos en materia de abusos sexuales establece que “el abuso
sexual infantil es un factor de riesgo para la comisión de conductas antisociales o
delictivas en la edad adulta. Sencillamente, es un factor que sitúa al menor en una
mayor posición de riesgo para estas conductas. (…) El abuso sexual es un factor de
riesgo y como tal debe entenderse. Existen otros factores de riesgo que también
posicionan al menor en un mayor riesgo de cometer conductas delictivas. La
acumulación de factores de riesgo incrementa esta probabilidad” (C1).
En una línea muy similar, el otro experto refiere lo siguiente: “(…)Yo creo que hay
otros factores que tienen una mayor influencia [que haber sido victimizado sexualmente
en la infancia], por ejemplo, el hecho de que una persona tenga unas tendencias
psicopáticas, de que tenga componentes de personalidad impulsivos, de que no haya
tenido una relación familiar adecuada o esté aislado o no haya adquirido una
conciencia moral acerca de lo que es bueno y lo que es malo, de que consuma alcohol,
de que se relacione con gente asocial, por así decirlo, esos pueden ser factores en donde
lleguen a pensar que las personas están a su servicio y quieran buscar emociones
fuertes y como, a lo mejor, ya han tenido relaciones con chicas, a lo mejor pueden
pretender tener otras relaciones con menores como un elemento de excitación. Pero
otro elemento de riesgo sería indudablemente tener una orientación pedofílica, que es
un factor de riesgo realmente muy importante” (E1).
117
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
durmieran junto a ellos- y al hecho de que su padre abusó de su hermana hasta los 11
años, también podríamos estimar posibles abusos por parte de sus progenitores hacia él.
Asimismo, 3 -4 si contamos con el “Agresor 4”- de ellos tienen hermanas que también
fueron abusadas por los mismos perpetradores, existiendo en los 4 casos una
participación, como agresora (3 casos) o encubridora (un caso) de las madres o tutoras.
En los agresores 5, 9 y 10, esta presencia femenina ha contribuido a que presentaran
dificultades a la hora de mantener relaciones con mujeres adultas, siendo incapaz el
“Agresor 9” de mirar a las mujeres que ha habido en su vida de cintura para abajo y
desarrollando, los agresores 5 y 10 un odio (“Agresor 5”) y una desconfianza (“Agresor
10”) hacia ellas. Junto a esto, los agresores 2, 3 y 6 presentan una baja autoestima. De
hecho, el “Agresor 6” reconoce que sus agresiones tenían el único propósito de sentirse
superior. Asimismo, en los agresores 2, 3 y 7 se pueden apreciar retraimiento y
sentimientos depresivos, dándose también en los agresores 2, 3 y 4 miedo o
desconfianza hacia los adultos. Los agresores 1, 2, 3 y 4 también estaban aislados
socialmente, dándose en los casos 3, 4 y 7 dificultades para relacionarse con los demás.
Por otro lado, los agresores 3 y 8 presentan consumos abusivos de alcohol que les
ayudaban a perpetrar sus actos, dándose en el caso de los agresores 5 y 8 una
homosexualidad no asumida que los ha llevado a cuestionar su identidad. Finalmente,
cabe señalar que los agresores 7, 8 y 9 presentan una pedofilia, mientras que el “Agresor
8” padece un trastorno de la capacidad empática.
En este sentido, basándose en estudios previos, Salter et al. (2003) enumeraron una
serie de posibles factores de riesgo y otros de protección que pudieran contribuir o
inhibir conductas abusivas por parte de aquellos varones victimizados sexualmente en la
infancia. Después, analizando una muestra total de 224 sujetos dividida en 2 grupos -el
formado por aquellas víctimas que ahora eran abusadores y el formado por aquellas
118
Ainara Jauregui Sansinenea
víctimas que no eran abusadores-, comprobaron cuál era la presencia de cada uno de
estos factores. Así, los factores de riesgo serían: a) haber sido victimizado por una
mujer, b) haber experimentado maltrato físico, c) haber sido testigo de maltrato
intrafamiliar, d) haber padecido negligencia física (falta de supervisión adecuada de
acuerdo con la edad del menor), e) haber sufrido rechazo por parte de los cuidadores
(incluyendo el maltrato emocional) y, finalmente, f) discontinuidad en el cuidado del
menor (atendiendo a una posible separación de los padres, periodos de cuidado en el
hogar del menor o en un hogar de acogida, o ambos). En base a sus resultados,
concluyeron que su investigación refuerza la idea de la importancia de la violencia
intrafamiliar como mediador entre ser víctima de abusos sexuales y convertirse en
agresor sexual. Asimismo, apreciaron una notoria relevancia del rechazo emocional
parental, de los efectos de ser testigo y experimentar violencia física y de la ausencia de
cuidado material o negligencia, por lo que entienden que las experiencias vividas a una
edad temprana pueden aumentar sustancialmente el riesgo de desarrollar un
comportamiento sexualmente abusivo, más allá de una victimización sexual. Cabe
señalar que el estudio de Salter et al. (2003) no ha sido el único que ha apreciado la
relevancia de la existencia de otro tipo de malos tratos además de la victimización
sexual, como (Craissati, McClurg & Browne, 2002; Simons, Wurtele & Durham, 2008;
Dresdner et al., 2010 o Spatz Widom, Czaja & DuMont, 2015), entre otros. En el
presente estudio, se puede apreciar cómo de los 10 casos analizados, en 6 de ellos los
agresores también sufrieron malos tratos físicos y/o emocionales por parte de sus
progenitores o tutores al tiempo que se perpetraban los abusos sexuales, dándose en el
caso de otro de ellos -el “Agresor 7”-, un maltrato psicológico en el ámbito escolar.
119
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
120
Ainara Jauregui Sansinenea
Siguiendo esta misma idea, Simons, Wurtele y Durham (2008) afirman que está
claro que no todas las víctimas de abusos sexuales se convierten en agresores y
que no todos los agresores han sufrido este tipo de malos tratos de forma
exclusiva. Así, los antecedentes de abusos en la infancia únicamente podrían
influir en conductas abusivas futuras cuando se hayan llevado a cabo en
contextos donde exista una patología sexual y escasas relaciones padres-hijos.
De forma muy similar, Lambie et al. (2015) afirman que un gran número de
víctimas de abusos no se convierten en agresoras. Así, entrevistando a 47 sujetos
no agresores victimizados en la infancia para conocer el por qué de no haberse
convertido en agresores, han establecido cuatro factores principales: 1) la
empatía, 2) la moral, 3) la existencia de un bajo deseo sexual y, finalmente, 4)
una combinación de las anteriores. Asimismo, indican que un gran número de
estos sujetos manifestó que la razón por la que no han cometido abusos estaba
directamente relacionada con la victimización sufrida por ellos mismos.
121
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
122
Ainara Jauregui Sansinenea
eso tampoco responde a la realidad. O sea quiero decir que, primero, porque
empíricamente no se da esa situación, existe una cierta relación, pero no hay
una relación de causa-efecto, una relación de determinismo de la conducta. Y,
en segundo lugar, porque a nivel psicológico, las víctimas alcanzarían un nivel
de angustia al saber que su futuro ya está determinado por lo que han vivido y
luego, a los auténticos agresores, les daría pie para señalar que en función de
ese determinismos de la conducta, ellos no tienen más remedio que ser así, con
lo cual realmente justificarían sus actos, intentarían que en los tribunales se
utilizasen mecanismos exculpatorios en función de la situación que hayan
tenido”(E1).
123
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
V. CONCLUSIONES
3. Sobre el trabajo de campo aportado. Existen muy pocos estudios específicos para
el País Vasco y, en concreto, para Gipuzkoa. Esta investigación ha incluido un limitado
estudio empírico exploratorio, sobre la criminalidad registrada judicialmente en este
territorio, que ha sido contrastado con la bibliografía consultada, así como con las
entrevistas a expertos y las narrativas de agresores, obtenidas de fuentes secundarias.
124
Ainara Jauregui Sansinenea
la gran mayoría han sido varones (62, que suponen el 98% del total, frente a una única
mujer) adultos (57 (87% del total) frente a un total de 29 menores (45%)), de edades
comprendidas entre los 26 y los 37 años (23 sujetos que suponen un 36%) y los 38 y 49
años (10 sujetos que equivalen al 15%).
El agresor más habitual en el ámbito intrafamiliar es el padre (10 casos, 40% del
total), mientras que en el extrafamiliar son los amigos de la propia víctima o de sus
progenitores (11 casos, 48%). Asimismo, se ha apreciado una mayor presencia de
abusos con contacto físico (145) que sin contacto físico (26), siendo el tipo de abuso
más presente los tocamientos (51 casos). En cuanto a la víctima, la gran mayoría han
sido mujeres (51, que suponen el 74% del total, frente a 18 varones, 26%) y la franja de
edad más habitual en ambos sexos ha sido la establecida entre los 10 y los 14 años,
dándose en un 42% en el caso de las mujeres y en un 22% en el caso de los varones. Con
respecto a la duración de los abusos, en los ámbitos extrafamiliar conocido y
desconocido han primado las situaciones puntuales (17 (25%) y 18 casos (26%)
respectivamente), mientras que en el intrafamiliar el mayor número se concentra entre
los 7 meses y los 7 años (26%). En cuanto al impacto victimal, ha resultado ser muy
heterogéneo. Cabe destacar, en todo caso, la falta de evaluaciones psicológicas por
parte de los diversos equipos psicosociales de muchas de las víctimas, especialmente
en el ámbito extrafamiliar desconocido, lo cual ha supuesto un obstáculo para la
presente investigación.
Se constata que entran en juego muchos factores como el tipo de abuso, la relación
entre víctima y agresor o la duración de los abusos. En todo caso, se ha apreciado un
mayor impacto en aquellas víctimas abusadas durante un tiempo más prolongado y en
edades más tempranas. Asimismo, cabe señalar que se han apreciado circunstancias
personales muy relevantes a la hora de determinar el grado de afección psicológica de
cada una de las víctimas, dándose en un gran número de casos -especialmente en el
ámbito intrafamiliar- malos tratos físicos o negligencia además de los abusos. Además,
también se han detectado bastantes casos de revictimización, siendo los casos
analizados en la presente investigación la segunda vez que estas víctimas eran
abusadas sexualmente. Por otro lado, cabe señalar que 3 de las víctimas presentaban
un déficit intelectual, haciendo que no fueran totalmente conscientes de la gravedad de
los hechos, lo cual también ha influido en su impacto victimal.
125
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
En lo que respecta al “círculo victimal”, cabe señalar, en primer lugar que, al igual
que en el caso de las víctimas, se ha apreciado una muy notoria carencia de
evaluaciones de los agresores en el ámbito de los adultos. Así, mientras en la justicia de
menores el Equipo Técnico de cada Juzgado está obligado por ley a evaluar a dichos
menores infractores, en la justicia de adultos, este tipo de evaluaciones dependen
prácticamente de manera exclusiva de la defensa del reo. Como consecuencia de ello y,
teniendo en cuenta que en muchas ocasiones los abogados defensores no tienen acceso
a sus defendidos hasta el mismo día de la vista oral, la realización de una evaluación de
este tipo queda relegada a un segundo e incluso tercer plano. Esta precisa carencia de
evaluaciones ha supuesto un gran obstáculo para la presente investigación, impidiendo
analizar los antecedentes infantiles de la gran mayoría de los agresores adultos. Por
ello, mediante este trabajo se considera que se trata de una carencia que hay que suplir,
ya que una de las finalidades primordiales de la Criminología es la prevención del
delito, ¿pero, cómo evitar la comisión de nuevos delitos, nuevas agresiones, si
ignoramos cuál es el origen de sus agresores?
126
Ainara Jauregui Sansinenea
Siguiendo esta misma idea, Simons, Wurtele y Durham (2008) afirman que está
claro que no todas las víctimas de abusos sexuales se convierten en agresores y que no
todos los agresores han sufrido este tipo de malos tratos de forma exclusiva. Así, los
antecedentes de abusos en la infancia únicamente podrían influir en conductas abusivas
futuras cuando se hayan llevado a cabo en contextos donde exista una patología sexual y
escasas relaciones padres-hijos. De forma muy similar, Lambie et al. (2015) afirman
que un gran número de víctimas de abusos no se convierten en agresoras. Así,
entrevistando a 47 sujetos no agresores victimizados en la infancia para conocer el por
qué de no haberse convertido en agresores, han establecido cuatro factores principales:
1) la empatía, 2) la moral, 3) la existencia de un bajo deseo sexual y, finalmente, 4) una
combinación de las anteriores. Asimismo, indican que un gran número de estos sujetos
manifestó que la razón por la que no han cometido abusos estaba directamente
relacionada con la victimización sufrida por ellos mismos.
De forma muy similar, otro estudio presentado por Spatz Widom, también en 2015,
esta vez junto a Massey, en el que se agrupó a menores de entre 0 y 11 años de edad
víctimas de maltrato físico o sexual (908 sujetos) y se creó un grupo equivalente
127
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
respecto a la raza, edad, sexo y clase social de menores no victimizados (667 sujetos),
para después realizar un seguimiento de ambos grupos hasta que alcanzaron los 51 años
de edad, observaron cómo aquellos sujetos varones con historiales de maltrato físico y
negligencia corrían un riesgo significativamente mayor de ser detenidos por delitos
sexuales, mientras que los abusos sexuales no mostraron un riesgo significativo. De
estos resultados, por tanto, podríamos deducir que los malos tratos físicos o la
negligencia pueden suponer un mayor factor de riesgo que la victimización sexual
durante la infancia.
128
Ainara Jauregui Sansinenea
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137
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
ANEXOS
ANEXO 1
Tabla 1
138
Ainara Jauregui Sansinenea
ANEXO 2
AGRESORES 1, 2 y 3
Tras una consulta particular que la madre realiza al pediatra, éste, que llevaba tiempo
constatando los diversos hematomas que el niño presentaba, y su actitud temerosa y
asustadiza ante la exploración médica, decidió poner el caso en conocimiento de los
Servicios Sociales de la Excma. Diputación Provincial de Guipúzcoa, y tras la
139
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
Los Servicios Sociales del Ayuntamiento son alertados por el Colegio en el que cursaba
estudios la Víctima 1 de los comportamientos disruptivos que el niño presentaba. Se
solicita la intervención de la Excma. Diputación Foral de Guipúzcoa, quien de nuevo
somete a la familia al programa familiar y evoluciona negativamente. Por ello se opta
por iniciar con la familia otro programa que se mantiene durante un año, fecha en la
que, ante la gravedad de la crisis de la pareja y su repercusión negativa en los niños, se
decide someter a los menores a un "servicio de respiro" en forma de acogimiento
residencial, por un plazo máximo de treinta días. Ese mismo año, la madre firma la
cesión formal de la guarda de ambos menores a favor de la Excma. Diputación Foral de
Guipúzcoa.
140
Ainara Jauregui Sansinenea
Informe del nuevo programa: se constata, hacia los dos menores, la existencia de
abandono físico a nivel leve, en el área de alimentación y sueño, abandono emocional
moderado, en el área de estimulación cognitiva y relación social, así como en la
expresión adecuada de sentimientos y emociones, maltrato emocional de nivel medio,
hacia la Víctima 1, porque le rechazan y le transmiten visión negativa de sí mismo y
porque instrumentalizan a ambos niños, en el conflicto de pareja, siendo incapaces
como padres de controlar la conducta de los hijos, sobretodo de la Víctima 1. Ya en este
período la trabajadora familiar manifiesta que la Víctima 1 le ha expresado que no
merece la pena vivir, que desearía estar muerto, elude hablar de su familia presentando
en tales ocasiones un comportamiento regresivo, tiene episodios auto-lesivos,
poniéndose en constante riesgo, se golpea contra la pared, iba a sitios altos, con
intención de tirarse, refiere episodios de violencia de su padre hacia su madre, y hacía
él, vivencia la masculinidad como agresiva y amenazante, tiene sentimientos
depresivos, de "patito feo", de ser feo, torpe, distinto. Pide a la trabajadora familiar y a
ella misma que les llevaran, que no le dejasen allí, tratándose de una petición que
también fue expresada por la Víctima 2. La Víctima 1 tenía ya importantes dosis de
sufrimiento y los dos progenitores tenían conductas de rechazo hacia el niño, al que
decían "contigo no sé puede, eres malo".
Al día siguiente, habló con la Víctima 1, quién ya sabía lo que había pasado con la
Víctima 2, y éste confesó que "mi papá me toca, me pega, pero la culpa es mía por
dejarle". Esta manifestación la hizo en un estado de gran nerviosismo, saltando de una
141
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
cama a otra.
La Víctima 2, por el contrario, era una niña introvertida, no se relacionaba con nadie,
sin embargo, al ser separada de su hermano y trasladada al otro piso cambió su
comportamiento, inicialmente el comportamiento pasivo e inhibido demostrado, pasó a
ser activo evidenciando claros síntomas de estrés-postraumático, manifestando un
comportamiento muy sexualizado, con masturbaciones, intentos de tocamientos a otros
niños, con un conocimiento sexual claramente impropio para su edad, que también se
manifestó en el ámbito escolar, se bajaba la ropa en clase, iba con otros compañeros al
baño para intentar tocarles, tuvieron que solicitar ayuda en el colegio.
142
Ainara Jauregui Sansinenea
La Víctima 2 era una niña con un comportamiento muy sexualizado, que con otro niño
un año y medio mayor, decía "estamos jugando a hacer el amor", esta circunstancia
obligó a que tuvieran que adoptar medidas especiales, prohibiendo jugar en las
habitaciones de la casa, pidiendo permiso para entrar en la habitación de cada residente,
fijando límites físicos en el sofá, con clara distinción entre adultos y niños. Se trataba de
un comportamiento repetido, que la menor realizaba tanto en el colegio, como en la
miniresidencia, con otros niños de la misma.
143
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
apretaba, y no le dejaba respirar. Dice que se pone nervioso al ver a la gente fumar,
porque le recuerda que su padre fumaba y luego le quemaba. Le dijo que él les iba a
cuidar para que no se pusiesen malos, no quiere que nadie tome café porque la gente se
pone nerviosa con eso.
La Víctima 2 presentaba una sexualidad muy temprana para su edad, muy despierta,
con un tipo de juego muy inadecuado tanto en el hogar como en el colegio, se bajaba los
pantalones, decía "voy a follar", desnudaba a las muñecas barbies, y decía que iban a
follar, escenificando con ellas el acto sexual, tomando parte activa en este tipo de
144
Ainara Jauregui Sansinenea
La Víctima 1 invitaba a otras niñas a tener relaciones con él diciendo "es que a mí me
han enseñado mal, a hacerlo, me han enseñado a follar".
Suele ser habitual, según contesta a las preguntas de la defensa del acusado, que los
niños expresen el abuso una vez separados del entorno donde se ven sometidos al
mismo, las figuras sonríen porque al niño en algún momento le tratarían bien, está
confuso, asustado, le presentarían las relaciones como algo agradable, normal, y el
niño, que sabe que está siendo abusado, por otro lado lo vive como fuente de cariño,
generando una gran confusión el abuso sexual intrafamiliar, sobre todo si participa una
mujer, a la que el niño chupa los senos.
AGRESOR 4
145
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
víctima y no siéndolo de hacer ahora algo parecido. Afirmó que está descubriendo su
personalidad, que, al no fluir antes la misma, pudo consumir alcohol para desinhibirse y
que debe finalizar el tratamiento, tanto si permaneciera en prisión, como si saliera en
libertad.
Los médicos forenses expusieron que el informado refiere haber tenido dos novias que
terminaron la relación por decisión de ellas al poco tiempo de iniciadas, que no se sentía
capaz de llevar ninguna iniciativa, que tenía dificultades incluso para realizar compras,
que mantiene los amigos de la infancia al no haber sido capaz de entablar nuevas
relaciones, que se sentía inferior al resto de la gente, que hace referencia a haber sufrido
146
Ainara Jauregui Sansinenea
agresiones sexuales en la preadolescencia por parte de un conocido mayor que él, que
no se atrevió a contárselo a nadie, que es bebedor de fin de semana, que no presenta
trastornos psicóticos, pero que sus rasgos de personalidad permiten orientar hacia un
trastorno de personalidad por evitación (301.82) del DSM IV R, que dicho trastorno, en
relación a los hechos enjuiciados, no implica una modificación de las facultades
intelectivas y volitivas del informado, si bien, en el contexto de consumo de alcohol
previo a la realización de los mismos y la desinhibición asociada a dicho consumo,
podría entenderse una limitación de sus capacidades volitivas, sin afectar a las
intelectivas.
Las psicólogas forenses informaron que realizaron una amplia batería de técnicas para
emitir su dictamen, que el acusado no presenta trastorno de la personalidad
identificado, ni una afectación global de la misma y sí un estilo de personalidad
pasivo-dependiente caracterizado por inmadurez personal, con dificultad para
mantener relaciones sociales y afectivas sólidas, que necesita apoyos externos y
presenta un autoconcepto débil y frágil, que refiere que sufrió abusos sexuales durante
su preadolescencia, manteniendo este hecho en secreto, que comenzó a leer libros de
autoayuda, que los fines de semana cuando salía consumía alcohol, que se quedaba en
algún pub que cerraba más tarde cuando sus amigos regresaban a casa, pasando en
muchas ocasiones el fin de semana fuera de casa y que en ese contexto se producían las
agresiones sexuales. Afirmaron también que en estos momentos está realizando un
proceso de reestructuración de la personalidad, fortaleciendo su identidad, seguridad,
independencia, asertividad y responsabilidad, de manera coherente y positiva, en muy
buena dirección y que no debe abandonar. Concluyeron que en los hechos enjuiciados
no sólo influyó la agresión sexual sufrida en su pubertad, sino sus rasgos de
personalidad dependiente, débil y poco comunicativa. Expusieron también que no
detectaron a lo largo de su estudio simulación alguna en el acusado y que éste muestra
una capacidad para reconocer su culpa muy importante.
Además de los peritos referidos, declararon en el acto del juicio sus padres, su hermano
menor, un amigo y un primo. Todos ellos expusieron también que el acusado
presentaba los rasgos de personalidad que fueron detectados por todos los peritos
informantes; sus padres y hermano declararon que se han enterado ahora de los
presuntos abusos que sufrió durante su niñez y ratificaron que en la época de los hechos
147
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
solía realizar "gau pasas". El hermano, el amigo y el primo manifestaron también que
en dicha época hacían "gau pasas" con el acusado, en las que bebían alcohol, aunque se
retiraban antes que él, quien seguía en la calle, incluso quedándose solo y durante gran
parte de la mañana y que era pasivo, permaneciendo al margen del grupo, que bebía
alcohol, pero no se atrevía a pedir las consumiciones en los bares…
AGRESOR 5
Ha estado bajo la tutela de la Diputación desde los 9 años de edad junto a su hermana
mayor -desde los 11-, ya que se les retiró la tutela a los padres por incapacidad parental
(presentaban signos evidentes de abandono, maltrato físico, emocional…). La dinámica
familiar precedente, desde los informes previos e información directa de los
responsables del centro de guarda, ha estado caracterizada por la desatención y el caos
así como una ideología o representación de la realidad en la que se impone la creencia
de que todo lo externo a la familia es potencialmente peligroso o persecutorio, siendo lo
único bueno lo ofertado por la familia. Parece que es la madre quien lidera la familia e
impone esta percepción sesgada de la realidad en la que se incluye también a la familia
extensa paterna, sin que el padre sea capaz de confrontar o aportar una visión
alternativa de la de la madre.
148
Ainara Jauregui Sansinenea
149
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
“H.S.T., casado y con dos hijos, actualmente cumple condena por un delito de
escándalo público, otro de amenazas, cinco raptos, dos violaciones, cuatro abusos
deshonestos y un robo con intimidación. Sus víctimas tenían entre 13 y 18 años.
Generalmente se aproximaba con un vehículo hasta las víctimas, llamaba su atención y
las introducía violentamente en él, trasladándolas hasta un descampado, camino de
tierra, etcétera, donde las agredía.
H.S.T. comete los delitos entre sus 25 y 35 años. Durante su infancia y adolescencia
lleva una vida muy tormentosa. Sus padres mueren siendo un niño y la persona que se
responsabiliza de él- su tutora- lo viste de niña y le pone nombre de mujer. Sufre malos
tratos físicos, psicológicos y sexuales. Mantiene relaciones sexuales con hombres y
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Ainara Jauregui Sansinenea
“CASO Nº 6: IGNACIO
a) Motivo de consulta
Ignacio, soltero, de 30 años, natural de San Sebastián, acude a consulta en diciembre
de 1998 para someterse a tratamiento psicológico como condición de cumplimiento
obligatorio para la suspensión de la sentencia por un delito de abuso sexual.
Asimismo, con posterioridad al inicio del tratamiento, se tiene conocimiento de la
existencia de otras dos denuncias interpuestas contra el paciente por delitos contra la
libertad sexual: una por agresión sexual a un menor; y otra por exhibicionismo y
provocación sexual.
(…)
151
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
b) Resultados de la evaluación
En relación con los delitos cometidos, el paciente reconoce su existencia, así como su
preferencia sexual por los niños pequeños. En concreto, el abuso sexual del que está
acusado tuvo lugar en una ocasión en la que el paciente salió de acampada con un
menor <<amigo>> suyo, de 11 años de edad. A éste le dijo que irían también otros
chicos, pero finalmente acudieron los dos solos. Bebieron diferentes licores y jugaron
a las cartas, apostando prendas de vestir que debían quitarse a medida que uno de los
dos perdía. El paciente acabó desnudo y, en un momento dado, propuso al menor que
le hiciera una felación. El chico se negó y fue entonces cuando Ignacio bajó la cabeza e
introdujo el pene del niño en su boca. El menor trató de apartarle, pero él finalmente
consiguió su propósito. Al poco tiempo se sintió mal y le pidió perdón.
En cuanto a la agresión sexual, según consta en la denuncia y es reconocido
posteriormente por el paciente, éste abordó a un menor que cruzaba el parque de la
ciudad, le hizo entrar en la zona ajardinada, le tiró al suelo y le realizó tocamientos en
la zona genital.
Por último, en el caso del delito de exhibicionismo y provocación sexual, el paciente
admite que alrededor de 50 menores, de edades comprendida entre los 12 y los 15
años, habían visitado su vivienda para ver películas pornográficas. También reconoce
que, en alguna de estas ocasiones, besó y acarició a alguno de estos menores, y que se
masturbaba con fantasías sobre ellos.
Al margen de las denuncias existentes, Ignacio expresa que siempre ha preferido la
compañía de chicos menores tanto social como sexualmente. Sus fantasías sexuales se
centran exclusivamente en menores, y en más de una ocasión ha abordado a niños en
sitios solitarios y luego ha salido huyendo. Asimismo, se pone de manifiesto que la
mayor parte de su tiempo libre lo dedica a estar con menores o a cuestiones asociadas
a aspectos sexuales (ver películas pornográficas, leer revistas de este mismo estilo,
visitar sex-shops o las secciones de películas eróticas de los videoclubs, etc.).
En cuanto a su historia clínica, el paciente refiere una infancia normal, pero considera
que ya de pequeño era una persona tímida y retraída, que no tenía amigos íntimos y
que era objeto de las bromas y burlas de sus compañeros de clase. Abandonó los
estudios y nunca ha tenido un empleo estable. En estos momentos se encuentra
trabajando de repartidor y vive en un piso de alquiler de protección oficial. En la
actualidad no dispone de amigos de su edad y todas sus actividades giran en torno a
juegos y salidas con los niños del barrio. Nunca ha mantenido una relación de pareja
152
Ainara Jauregui Sansinenea
estable y sus contactos sexuales, al margen de los abusos, se han limitado a relaciones
con prostitutas en dos ocasiones. Por otro lado, refiere haber sido víctima de abuso
sexual por parte de un hermano -le obligó a masturbarle- cuando contaba 10 años.
Recuerda esta experiencia como algo muy desagradable y negativo.
Por lo que se refiere a la evaluación psicológica realizada, los resultados indican la
existencia de una pedofilia preferencial de tipo homosexual, si bien aparece de forma
esporádica una excitabilidad sexual con mujeres adultas. Asimismo, se detectan
numerosas ideas erróneas y cogniciones distorsionadas (<<son mayores de 12 años y
saben lo que hacen>>, <<lo hacen también entre ellos>>, <<son ellos los que lo
buscan>>, etc.), así como fantasía sexuales inadecuadas y recurrentes que favorecen
la existencia de las conductas sexuales abusivas.
Por otra parte, el paciente presenta grado de madurez emocional y cognitiva deficiente
y una importante carencia de habilidades de comunicación y de manejo de las
relaciones interpersonales. Todo ello contribuye a que se desenvuelva con mayor
comodidad en relaciones con personas de edad inferior a la suya. Asimismo, se
detectan rasgos propios del trastorno límite de personalidad -aunque no llega a
cumplir los criterios mínimos exigidos por el diagnóstico, según el DSM-IV-, que se
caracteriza por un patrón general de inestabilidades en las relaciones interpersonales
y una gran reactividad en el ámbito afectivo, así como por una gran impulsividad.
Respecto a otras variables psicopatológicas asociadas, presenta un nivel
relativamente elevado de ansiedad (STAI-E = 35) y síntomas depresivos no muy
acentuados (BDI = 14). Sin embargo, el paciente no percibe un malestar clínicamente
significativo”.
Padre Philippe, abusó sexualmente de 9 menores durante, al menos, 5 años, era muy
querido en la comunidad. Nunca quería estar sólo (minuto 15:36). Ante el juez
reconoció que bebía todos los días y que eso le empujaba a realizar tales actos.
Utilizaba en alcohol para atraer a sus víctimas (a menudo las invitaba a restaurantes, a
beber y después se dedicaba a acariciarlos). Tenía un pensamiento muy conservador.
Los dos informes técnicos que le realizaron hablaban de una homosexualidad no
asumida, sólo podía pasar a la acción con chicos jóvenes, de entre 13 y 14 años (minuto
21:25): “Cuando tenía 13 años me violó un sacristán. Yo era uno de los niños del coro
153
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
y venía para preparar la misa de la tarde a eso de las seis y media. El sacristán
aprovechó que el cura no estaba para cogerme en la sacristía y violarme”. “Más tarde
el sacerdote explicaría que aquella violación le bloqueó totalmente. Guardó el secreto
hasta el día de su detención” (minuto 24:42).
154
Ainara Jauregui Sansinenea
penetrase, debo confesar que no supe qué decir (minuto 21:01). (…) Mi tío era mi
héroe, así que yo pensé que si se lo contaba a mi tío, él haría algo, haría algo para que
no abusasen continuamente de mí. Le conté la historia y me dijo: “espera un minuto,
voy a resolver el problema”. Llamó a mi padre y le dijo: “no está bien lo que les haces
a tus hijos. ¿Cómo puede ser que tu hijo me cuente estas cosas?” Cuando volvió me
dijo: “voy a llevarte a tu casa”. Cuando llegué a casa mi padre me estaba esperando y
me llevé una buena (minuto 21:48). (…) He sido incapaz de mirar de cintura para
abajo a las mujeres que ha habido en mi vida, incapaz. ¿Por qué? Porque en mi
infancia, voy a volver a mi infancia para explicarlo, en mi infancia fui obligado a
realizar el acto con mi madre, tocándole sus genitales. Cuando me casé no pude hacer
eso, me repugnaba demasiado, veía mucho peligro (minuto 25:40). (...) Acabas
sexualizando todo lo que pasa. Imaginemos que, todavía sigo dentro de todo esto.
Pues, cuando la mirase a usted, me la imaginaría desnuda y desearía que usted me
tocase. Después desearía tocarla yo. Da igual que usted sea una mujer o una niña, es lo
mismo. Para nosotros, todo es tan sexual que no podemos imaginarnos que pensemos
tanto en la sexualidad. ¿Cómo sucedía? Cuando tenía demasiadas frustraciones.
Nosotros, al menos yo, acumulaba mis frustraciones y cuantas más acumulaba más
ganas tenía de hacerlo, no me lo planteaba, sólo esperaba el momento adecuado y lo
hacía” (minuto 26:31).
Robert, delincuente sexual desde los 14 años. Fue condenado por primera vez por
abusos a su hija, en 2001 fue juzgado por reincidir con niñas de su entorno. En la cárcel
ha seguido una terapia: “Por desgracia mi desviación hace que sólo me atraigan las
niñas antes de la pubertad. Quizás puedan comprenderme, en cuanto la niña se
transforma en mujer se convierte en un peligro para mí, se convierte en una mujer y ya
no confío en ella, ya no puedo fijarme en ella (minuto 03:08). (...) Yo no me comporto
como un depredador. No voy a los parques, no corro detrás de las niñas, no compruebo
dónde están las niñas para aislarlas. Todo pasa en mi vecindario, con mis vecinitas.
Por desgracia, mi afecto, mi comportamiento, las atrae hacia mí. Me detuvieron, me
encarcelaron durante un largo año. Esto va a sobrecoger a muchos espectadores, pero
es así, un año de prisión que no ha cambiado nada. Está bien meter un año a uno en la
cárcel, durante un año la sociedad está protegida, ¿pero, qué ocurrirá después?
155
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
156
Ainara Jauregui Sansinenea
ANEXO 3
Entrevista 1 (E1): Experto en materia de abusos sexuales infantiles
1. Muchos autores aseguran que los abusos sexuales infantiles en los ámbitos
intrafamiliar y extrafamiliar llevados a cabo por un conocido, abarcan entre el 65
y el 85% del total. ¿En qué ámbito de los dos citados diría usted que se dan con
mayor frecuencia?
2. Dentro del ámbito intrafamiliar, ¿qué tipo de relación incestuosa diría usted que
es la más habitual?
3. La mayoría de estudios muestran un número mayor de víctimas femeninas frente
a las masculinas. ¿Diría usted que realmente son victimizadas más féminas o
sería posible que gran parte de los varones victimizados por vergüenza, etc. no
lleguen a denunciar los hechos?
4. Con respecto al impacto que producen los abusos en los menores, existen
discrepancias respecto al grupo de edad que se podría ver más afectado. Algunos
opinan que, cuanto menor sea la víctima, mayor será el impacto y otros, en
cambio, todo lo contrario. En base a su experiencia, ¿cuál sería su opinión a este
respecto?
5. En uno de los testimonios que he analizado, una de las víctimas, un varón
abusado en la infancia por el sacerdote de su parroquia, dice lo siguiente:
“Siempre que me he enamorado de una mujer he sido incapaz de expresar mi
deseo porque tenía la sensación de que si lo hacía iba a abusar de ella. Siempre
me las arreglo para estar en lugares, en entornos sin niños. No quiero tener que
enfrentarme a esta situación. Durante mucho tiempo me ha atemorizado la idea
de llegar a convertirme yo mismo en el verdugo. La idea me atormentaba, me
daba terror estar con niños”. Asimismo, uno de los pederastas (victimizado en
la infancia), aseguraba que nunca quiso tener hijos, que nunca debería haberlos
tenido porque sabía que podía llegar a abusar de ellos. ¿Este tipo de
pensamientos suelen ser habituales en las víctimas de abusos infantiles?
6. Con respecto a las mujeres agresoras, muchos autores aseguran que el número de
mujeres agresoras es muy escaso (de un 13% aproximadamente) y que
prácticamente se limita a aquellos casos en los que una mujer adulta mantiene
relaciones sexuales con muchachos adolescentes. Sin embargo, varios estudios
comparativos entre víctimas de abusos sexuales en la infancia que hoy son
157
El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
1. Muchos autores aseguran que los abusos sexuales infantiles en los ámbitos
intrafamiliar y extrafamiliar llevados a cabo por un conocido, abarcan entre el
65 y el 85% del total. ¿En qué ámbito de los dos citados diría usted que se dan
con mayor frecuencia?
2. Aunque debido a su trabajo tenga un mayor conocimiento de casos de
progenitores que abusan de sus hijos, dentro del ámbito intrafamiliar, ¿qué tipo
de relación incestuosa diría usted que es la más habitual?
158
Ainara Jauregui Sansinenea
3. En base a su experiencia, ¿cómo diría usted que suelen ser las familias en las
que se han llevado a cabo abusos sexuales?
4. La mayoría de estudios muestran un número mayor de víctimas femeninas
frente a las masculinas. ¿Diría usted que realmente son victimizadas más
féminas o sería posible que gran parte de los varones victimizados por
vergüenza, etc. no lleguen a denunciar los hechos?
5. Con respecto al impacto que producen los abusos en los menores, existen
discrepancias respecto al grupo de edad que se podría ver más afectado.
Algunos opinan que, cuanto menor sea la víctima, mayor será el impacto y
otros, en cambio, todo lo contrario. En base a su experiencia, ¿cuál sería su
opinión a este respecto?
6. Según uno de los expertos a los que he consultado, en muchos casos los abusos
llevados a cabo por los padres biológicos de los menores suelen ser menos
frecuentes que los llevados a cabo por padrastros (o padres adoptivos) ya que, al
existir una línea de consanguinidad, es posible que se produzca una inhibición
de este tipo de actos. ¿Cuál es su opinión al respecto?
7. Por lo general la literatura científica insiste en que la presencia de mujeres que
abusen sexualmente de menores suele ser excepcional. ¿En el ejercicio de su
trabajo ha podido conocer algún caso de abusos sexuales por parte de una
mujer (madre, hermana…)? De ser así, ¿cuál ha sido su papel en el ejercicio de
los abusos?
8. En base a su experiencia, ¿qué diría usted que puede llevar a un padre a abusar
de sus hijos? (¿Cómo justifican ellos sus actos?)
9. En un documental del 2004 llamado “En la mente de un pedófilo” sobre el
Instituto Pinel en Canadá, se atribuye a los pederastas características como: que
son egocéntricos y tienen miedo a los demás, que presentan mucha dificultad
para enfrentarse a determinados sentimientos como la humillación, la
culpabilidad o la vergüenza, que presentan una autoestima muy baja que
compensan encerrándose en sí mismos, que tienen un problema de empatía e
incluso que, mediante los abusos, sienten un bienestar que proyectan en sus
víctimas, llegando a pensar que ellas también están viviendo algo equivalente.
¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Estas características serían atribuibles a todos
los abusadores de menores o únicamente a los primarios?
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
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1. Muchos autores aseguran que los abusos sexuales infantiles en los ámbitos
intrafamiliar y extrafamiliar llevados a cabo por un conocido, abarcan entre el 65
y el 85% del total. ¿En qué ámbito de los dos citados diría usted que se dan con
mayor frecuencia?
2. Dentro del ámbito intrafamiliar, ¿qué tipo de relación incestuosa diría usted que
es la más habitual?
3. La mayoría de estudios muestran un número mayor de víctimas femeninas frente
a las masculinas. ¿Diría usted que realmente son victimizadas más féminas o
sería posible que gran parte de los varones victimizados por vergüenza, etc. no
lleguen a denunciar los hechos?
4. ¿Cree que realmente existe un “círculo victimal” en el ámbito de los abusos
sexuales infantiles, es decir, ese traspaso de víctima de abusos sexuales a
agresor?
5. ¿Considera usted que el hecho de haber sido abusado en la infancia es el factor
de riesgo más determinante para aquellas víctimas que se han convertido en
agresoras o cree que otros factores de riesgo (otro tipo de malos tratos, ausencia
de apoyo social…) tienen una mayor influencia?
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El “círculo victimal” en la victimización sexual infantil
1. Muchos autores aseguran que los abusos sexuales infantiles en los ámbitos
intrafamiliar y extrafamiliar llevados a cabo por un conocido, abarcan entre el 65
y el 85% del total. ¿En qué ámbito de los dos citados diría usted que se dan con
mayor frecuencia?
2. Dentro del ámbito intrafamiliar, ¿qué tipo de relación incestuosa diría usted que
es la más habitual?
3. La mayoría de estudios muestran un número mayor de víctimas femeninas frente
a las masculinas. ¿Diría usted que realmente son victimizadas más féminas o
sería posible que gran parte de los varones victimizados por vergüenza, etc. no
lleguen a denunciar los hechos?
4. Con respecto al impacto que producen los abusos en los menores, existen
discrepancias respecto al grupo de edad que se podría ver más afectado. Algunos
opinan que, cuanto menor sea la víctima, mayor será el impacto y otros, en
cambio, todo lo contrario. En base a su experiencia, ¿cuál sería su opinión a este
respecto?
5. Según su criterio, ¿cuáles serían los efectos a corto y a largo plazo más
habituales?
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