Saber Hablar
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Saber Hablar
¿De dónde salió ese decir? ¿Qué habló en mí? ¿Desde dónde?
Los análisis
Es el relato de tres análisis.
A mis catorce años, organizando los stands de la feria del libro judío,
me encuentro con la edición de la obra completa de la literatura en
yiddish en 98 tomos bellamente encuadernados. Los quería. ¿Cuándo
podría tenerlos? A la semana, en una de mis visitas secretas, al abrir
la puerta de la casa de mi Zeide, allí estaban, en una biblioteca
especialmente comprada. Brillaban. Mi abuelo una vez más adivinó mi
deseo. “¿Los querés? Llevalos, son tuyos.”
Era una pregunta que me dejaba espiando con los oídos diálogos de
otros. Fundamento neurótico de mi deseo de analista. Pero cada vez
que hablaba temía que eso se escapara. Una defensa bastante
efectiva fue la lectura y el estudio.
La construcción
Un vez más me encontraba relatando el camino de “mi mito” infantil,
como le decía equívocamente. ¡Ese “paraíso de la infancia”! Mi abuelo
vivía en la calle Muñecas.Vivía solo, viudo tras la muerte temprana de
su mujer Berta, de la que -se habrán enterado algunos ahora- llevo el
nombre. La secuencia cronológica es: mis padres se casan, a los dos
meses muere mi abuela y a los dos meses me conciben. Nací en
pleno momento de duelo para mi joven madre. Duelo que nunca
terminó del todo.
“La mirada que mata”, dijo el analista. Esa mirada que calla, esa
mirada superyoica, que exige. ¡Goza! ¡Calla! Volvió el recuerdo de un
fallido respecto de la imagen, que había tenido en el primer análisis.
Hablando con un grupo de colegas acerca de la figura de mi primer
analista, dije: sí, ¡pero aquellos ojos verdes! La carcajada fue
unánime. Ese analista tenía ojos marrones. Los ojos verdes eran los
de mi madre.
y la angustia vuelve. Esta vez con una gran fuerza en el cuerpo. Una
sensación de “pulmones llenos”. Me agitaba, me faltaba el aire,
sensación de muerte. Fueron los tiempos más difíciles.
¿Qué era eso?
El analista trauma
El pasaje del significante amo al agujero en el lenguaje no se hace sin
restos. La sensación de los pulmones llenos se había reducido.
“Dejar de llevar la otra muerta encima”, fue lo que dije en una sesión
que duró lo que esa frase.
A los días me envió un mail con una fecha, un solo día que él sí iba a
estar.
Que si yo estaba por ahí … , bueno, que tendría una sesión. Y luego
el texto que ya había establecido hacía varios meses, con unas
correcciones sobre unas cifras que él había dado mal. En realidad
algún cero de más, otro de menos, o sea, nada.
kukymildiner@yahoo.com.ar
Notas
1Kuky (Berta) Mildiner es miembro de la Escuela de la Orientación
Lacaniana (EOL),AE de la Escuela Una.