Antropologia Filosofica
Antropologia Filosofica
Antropologia Filosofica
ANTROPOLOGIA
¿Qué quimera es, pues, el hombre? ¡Qué novedad, qué monstruo, qué caos, qué sujeto de
contradicción, qué prodigio! ¡Juez de todas las cosas, imbécil gusano, depositario de la verdad,
cloaca de incertidumbre y de error, gloria y excelencia del universo…! Reconoced, pues, soberbios,
qué paradoja sois para vosotros mismo.”
(Blaise pascal.)
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JUSTIFICACION
La pregunta por el hombre data de los primeros tiempos, pues es la pregunta por el sentido de la
existencia. Todos los hombres, de alguna manera, han tratado de responder esta pregunta. Par los
griegos fue la pregunta por su ser, su constitución, su origen, es decir por el arjé.
1.1. EL HOMBRE
¿QUE ES?
El hombre está alcanzando cimas insospechadas de poder e inteligencia: puede dar la vuelta al mundo
en pocas horas, la luna y otros planetas se encuentran ya a su alcance; poderosas computadoras
procesan en segundos millones de elementos de información, las noticias circulan casi al mismo
tiempo que los hechos y en general las ciencias y la tecnología avanzan rápidamente.
El progreso eleva cada vez más el nivel de vida, pero, contradictoriamente, el hombre se pierde en él
cada vez más. Hay progreso en la tecnología y en las ciencias, y sin embargo el hombre no encuentra
la orientación de su propia existencia, el sentido de su ser, de su vida.
Debemos reconocer que, entre todas las ciencias humanas, la que estudie al hombre y responda a
interrogantes tales como: ¿qué es el hombre? ¿Quién soy yo?, debe ser la más importante. Sin
embargo, no es la más estudiada ni cultivada. La antropología es uno de los tratados más antiguos de
la filosofía y designa cualquier doctrina que nos hable sobre el hombre, sobre su naturaleza y sobre
su situación en el universo.
EL PROBLEMA ANTROPOLÓGICO
La antropología estudia el problema del hombre desde distintos ángulos. Por ejemplo:
La antropología física estudia al hombre en cuanto animal, abarcando dos grandes ramas: una
primera que estudia el cuerpo humano desde la anatomía y fisiología, llamada somatología; y una
segunda que trata el origen y la evolución de las especies, llamada paleontología.
La antropología cultural estudia los orígenes y evolución de los comportamientos humanos a lo
largo de la historia. A ella pertenecen: la arqueología, la etnología, la lingüística, el folklor y la historia
cultural.
La antropología filosófica estudia al hombre como un sujeto personal y lo estudia en su globalidad,
su apertura al futuro, su sentido último, su sentido de la vida humana y su libertad. La antropología
filosófica es el presupuesto para la ética, la política, para la acción humana, individual y colectiva.
Para comprender al hombre es necesario observarlo desde diversos ángulos, con el fin de percibirlo
y reconocerlo desde todos sus ámbitos posibles, desde sus múltiples facetas y sus dimensiones, sin
perder de vista que dentro de la problemática del hombre estamos metidos nosotros como hombres,
y comprender el problema antropológico significa, también, comprendernos un poco nosotros
mismos.
La búsqueda continua del cosmos, por parte de los pensadores griegos los condujo a descubrirse como
parte integrante de ese cosmos y, en consecuencia, a preguntarse por sí mismos. Esta pregunta por el
hombre nos ha permitido, desde aquellos tiempos hasta hoy, comprender el mundo y darle sentido.
Como indicadores de este discurso de la filosofía, que recibe el nombre de antropología, encontramos
a tres figuras fundamentales: Sócrates, Platón y Aristóteles.
Estas palabras de Heráclito tuvieron eco entre los sofistas, quienes llevaron a extremos
insospechados la investigación sobre el secreto del hombre. Al ser el hombre la medida de todas las
cosas –según decían algunos-, no podía establecerse un conocimiento verdadero, ni sobre el hombre
–porque todos los hombres piensan y actúan distinto-, ni sobre la naturaleza.
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Las investigaciones sofistas sobre el lenguaje y las costumbres tuvieron como resultado la
revitalización del conocimiento y las normas sociales, hecho que tuvo un impacto nefasto en la vida
de las ciudades griegas.
Fue precisamente frente a este peligro que Sócrates elevo su voz en los gimnasios y en el ágora de
Atenas. Allí busco señalar las falsedades y subrayar las inconveniencias de las posturas sofistas para
la sociedad griega. Esto lo hizo retomando la tradición de los antiguos sabios, pero conduciendo la
preocupación filosófica por el camino señalado por Heráclito.
¿Por qué se dice que Sócrates bajo la filosofía del cielo a la tierra?
¿Por qué, según los sofistas, no es posible un conocimiento verdadero?
A diferencia de sus antecesores, no hay en Sócrates doctrina física o cosmológica de ninguna clase.
A él solo le preocupa una cuestión fundamental, ¿qué es el hombre? La descripción de las cualidades
y propiedades de la naturaleza no dice nada acerca de lo humano, y considera que precisamente esta
investigación es mucho más importante y urgente que la investigación física.
Sócrates opina que antes de conocer el arjé, el hombre debe ser educado en el conocimiento de su
verdadera naturaleza. Su filosofía constituye así un análisis detallado de las diversas cualidades y
virtudes humanas, desde donde busca revelar la verdad ultima del hombre.
La manera de encontrar esta verdad no es desde la observación empírica y el análisis lógico sino a
partir del contacto mismo con los hombres –a través del diálogo-, de modo que se pueda penetrar su
carácter y eliminar de ellos todo saber y toda excelencia aparente.
Paradójicamente, Sócrates nunca se atrevió a dar una definición de hombre. De hecho, nunca esperó
encontrarla. Su filosofar debe entenderse como una actitud de exhortación y de educación que ocurre
en el dialogo mismo. Es a través de este dialogo que el hombre se manifiesta. Para Sócrates la verdad
del hombre es una pregunta abierta.
Para platón existen dos mundos, el mundo de las ideas, donde todo es eterno y perfecto, y el mundo
físico, imperfecto, temporal, aquel donde vivimos, que es simplemente un reflejo del otro mundo.
La verdad entonces solo es posible en ese mundo de las ideas, porque esta solo puede provenir de lo
universal y necesario. Para Platón el alma humana, que ha existido siempre en el mundo de las ideas
al encarnarse en un cuerpo dentro del mundo sensible, olvida por completo sus conocimientos y
requiere del contacto con los objetos del mundo, que son copia o imagen de las ideas, para poder
recordar la verdad del mundo suprasensible.
EL REALISMO DE ARISTOTELES
El hombre para Aristoteles es un compuesto inseparable de la materia que llamamos cuerpo y una
forma que llamamos alma. A diferencia de su maestro Platón, para Aristoteles esta unión es necesaria,
pues el alma requiere del cuerpo para cumplir las exigencias de la vida.
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JUSTIFICACION
Los filósofos medievales comprendieron al hombre como una creación de Dios. Conocer sus ideas y
planteamientos nos permitirá comprender mejor al hombre. La filosofía medieval europea dejo en
nuestro concepto del hombre una honda huella, que vamos a reconocer a lo largo de esta unidad.
LA ANTROPOLOGIA MEDIEVAL
La filosofía de la Edad Media es presentada generalmente como oscura y sin trascendencia, pero de
sus autores y doctrinas se encuentra impregnada nuestra cultura, especialmente en lo que se refiere a
la antropología.
El problema principal de la filosofía medieval europea es la relación del mundo y del hombre
con Dios, fundamentalmente con la visión cristiana de Dios. Durante largos siglos los filósofos
cristianos se dedicaron a desentrañar este problema, estando siempre atentos a no contrariar con cus
tesis las doctrinas de la fe cristina.
Dentro de este largo proceso podemos destacar a dos autores muy importantes, quienes se
caracterizaron por realizar grandes obras, en donde se sintetizan los principales momentos del
pensamiento cristiano: San Agustín de Hipona y Santo Tomas de Aquino.
El hombre, para la filosofía medieval, es un ser creado a imagen y semejanza de Dios, que
recibió la responsabilidad de dominar el mundo gracias a su entendimiento.
La antropología medieval considera al hombre como una criatura de Dios, ordenada hacia la
búsqueda de la felicidad en la vida eterna.
2.2. EL RENACIMIENTO
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UN PERIODO DE TRANSICION
La época que conocemos como Renacimiento es un momento muy singular en la historia de nuestra
cultura, porque en ella se forjaron concepciones del hombre y del mundo que continúan vigentes hoy
en día.
En este periodo que abarca aproximadamente desde el s. XII hasta el s. XVI, sucedieron una serie de
transformaciones drásticas en el desarrollo de la cultura occidental.
Hay que destacar, entre otros, la implantación del método científico –que determinaría no solo el
avance del conocimiento científico, sino también distintos aspectos de la vida cotidiana, que desde
este momento estará fuertemente marcada por las comodidades que ofrece la tecnología-, y el
desarrollo técnico del arte –que creó una forma de ver el mundo basada en la perspectiva, forma que
aun hoy consideramos la más adecuada-.
Sería difícil proponer generalizaciones que dieran cuenta de lo que pudo ser el espíritu creativo e
intelectual de la época. Podríamos decir, sin embrago, que si algo reúne y caracteriza a los pensadores,
artistas y políticos del renacimiento es su compromiso con una actitud crítica frente a la herencia y
las tradiciones que recibieron del medioevo.
A partir de una misma actitud, la mayoría de filósofos y artistas generaron, sin embrago, respuestas
distintas que descansaban sobre puntos de vista particulares.
De esta manera se explica el hecho de que los filósofos de este periodo no pudieron agruparse
alrededor de una tendencia o escuela; que los artistas hayan elaborado obras que respondan a
búsquedas específicas y personales –obras que difícilmente podrían calificarse en torno a un
conocimiento-; y que las sociedades o naciones no puedan identificarse con un modelo social que las
agrupe.
LA REVOLUCION CULTURAL.
Esta actitud crítica forjo una revolución cultural que significo, en la filosofía y en las artes, la
revisión de dos asuntos fundamentales: por un lado, el análisis del lenguaje, y por el otro, el análisis
de la historia. La finalidad última de estos análisis no fue otra que la reforma de la teología y de la
religión cristiana. Además, fue a partir de estos análisis que se crearon las condiciones para la
instauración y el fortalecimiento del pensamiento, del método científico y de la filosofía moderna.
Pero, sin duda, el impacto principal del Renacimiento fue el producido a los niveles político y social.
Las fuerzas económicas emergentes encontraron en la crítica a la religión, la ocasión perfecta para
acabar con la injerencia de la iglesia en los asuntos de los estados.
En este contexto florecieron las artes, el comercio y los asuntos políticos y culturales adquirieron un
matiz definitivamente laico.
LA CRITICA FILOLOGICA.
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El principal inspirador de la actitud crítica renacentista fue el poeta Francesco Petrarca que en sus
cartas y ensayos, formulo una serie de reparos a la tradición escolástica. Su crítica fuerte fue contra
la idea de que los filósofos de prestigio tenían el monopolio de la verdad. Esta crítica se basó en la
demostración de que la tradición medieval había malinterpretado las ideas originales de los filósofos
clásicos.
Los críticos renacentistas llamaron la atención sobre el hecho de que las referencias medievales de
los textos clásicos habían partido de una lectura literal de opiniones de comentaristas, quienes, en
la mayoría de los casos, no habían tenido contacto directo con los textos y hablaban de “oídas” acerca
de las ideas de los grandes autores. Esta situación se hizo evidente cuando aparecieron en Europa las
traducciones bizantinas y árabes de los originales de los filósofos griegos.
Se hizo necesario realizar un estudio de las palabras griegas – a la luz de un cuidadoso análisis
histórico- para precisar su más correcta traducción al latín. Esta investigación fue llevada a cabo por
Lorenzo Valla, quien realizo un exhaustivo trabajo de crítica textual, buscando determinar el
verdadero sentido de los conceptos filosóficos usados por la tradición. Con la misma pretensión,
este autor examino el texto de las sagradas escrituras.
LA CRTITICA TEOLOGICA.
La investigación sobre la interpretación de las sagradas escrituras no solo dio pie para un reformular
las argumentaciones escolásticas, sino que también promovió nuevas posturas filosóficas. Tal fue el
caso de Nicolás de Cusa, quien planteo una nueva concepción de Dios y del hombre, al concebirlos
como los dos polos opuestos de una relación de contrarios que se atraen, en donde el hombre reconoce
las limitaciones de su capacidad discursiva (docta ignorancia), pero también el lugar preponderante
que ocupa en la creación, gracias al entendimiento que tiene de Dios.
Otra fue la posición de Marsilio Ficino, para quien la crítica a la concepción teológica del hombre
debía comenzar con el análisis de ideas aún más antiguas que las concepciones filosóficas griegas y
latinas. Sus estudios de alquimia, por ejemplo, le mostraron la necesidad de analizar la sabiduría
egipcia, persa y griega, anterior a Platón. A Ficino le interesaba señalar la concordancia entre estas
posturas míticas y mágicas –pero también místicas y filosóficas- con el cristianismo y su doctrina.
Según esta concepción, el hombre puede erguirse frente a la naturaleza como un “segundo Dios”,
gracias a sus poderes intelectuales y a sus facultades espirituales. La comprensión de estos asuntos
por parte del hombre significaba una identificación del saber, la ética y la pietas, es decir, de la fe y
el culto divino. Ésta es una “filosofía piadosa” o “religión ilustrada”, en la que se unían el
conocimiento y la fe. Para Ficino, el hombre autentico era al mismo tiempo un filósofo y un místico,
que a medida que adquiría sabiduría, se convertía en un mejor hombre cristiano, que alcanzaría el fin
de su vida en Dios.
1. ¿Qué es el renacimiento?
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La filosofía moderna es de gran importancia para la comprensión del hombre moderno, pues en dos
siglos realizo, de forma acelerada, grandes adelantos técnicos. El hombre moderno, dominador de la
naturaleza, lógico, eminentemente racional, productivo, científico, es fruto del desarrollo de la
filosofía moderna.
EL RACIONALISMO.
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El concepto de racionalismo nace dentro de la filosofía moderna gracias a los aportes y al camino que
abrió el pensamiento renacentista. Algunos de los elementos que llevaron al racionalismo en la
filosofía moderna fueron la liberación progresiva de los sistemas medievales, que no permitían la
experimentación; la nueva afición por las ciencias de la naturaleza y la experimentación; las nuevas
teorías sobre la astronomía y la física planteados por Nicolás Copérnico y Johannes Kepler; y la
creación y la implantación del método experimental en el estudio de los fenómenos naturales.
Jean Jaques Rousseau fue posiblemente el más profundo y original de los hombres del siglo XVII y
el que más influyó en el mundo contemporáneo. Para Rousseau el hombre se encuentra en la paradoja
del ser natural y libre que es el estado en el cual nace, y el ser artificial o social, que es la estructura
que se le impone. El hombre en su estado natural, primitivo, es enteramente libre, luego la desigual
dad aparece con la sociedad: El hombre es bueno pero la sociedad lo corrompe. El ideal natural de la
humanidad será entonces, retornar al estado primitivo, semejante al que los exploradores europeos
vieron en los pueblos primitivos de América y Oceanía.
Para Kant, existe en todos los hombres una ley moral universal a la
cual deben acomodar sus conductas. Esta ley es común a todos los
hombres por ser expresión de su naturaleza racional y exige la
autonomía del hombre, ya que el obrar moralmente consiste en
cumplir la ley por respeto a la ley misma. La antropología kantiana
percibe al hombre libre y autónomo, bajo la tutela de un ser
supremo, que garantiza el cumplimiento del deber ser,
recompensado con la felicidad eterna.
Las corrientes filosóficas posteriores a Kant y a la Ilustración, mantuvieron posiciones opuestas frente
a cuál es el criterio que garantiza la verdad en el conocimiento. Por un lado, se encontraba el idealismo
liderado por Hegel y, opuesto a esta corriente, el positivismo de Comte. Cada uno generó desde sus
ideas y su forma de ver el mundo un concepto antropológico diverso. El positivismo es, tal vez, la
corriente que más influencia generó por varias razones:
Todos estos factores contribuyeron a centrar a la filosofía en problemas más concretos, inmediatos y
urgentes, y a que fueran analizados desde un ángulo experimental y empírico, propio de las ciencias
positivas. Esta inclinación filosófica, unida a los elementos del idealismo hegeliano, conducen a la
filosofía al desarrollo de nuevas ciencias, como la sociología y la economía, y desde ellas a hacer una
nueva lectura del hombre.
Por otro lado, también se encuentra en la filosofía del siglo XIX una tirante discusión contra la
consideración de lo concreto y lo idealista, que afectaría fuertemente la sociedad y la cultura europeas.
En este siglo surgieron tendencias culturales que intentaron separarse de estas posiciones. Tal es el
caso del Romanticismo, que desde la literatura y el arte combatió las posturas racionales y positivistas.
De las posturas que surgieron del idealismo hegeliano cabe destacar la obra de Karl Marx, quien en
su intento por hacer una lectura to- tal de la naturaleza humana, destaca ante todo el carácter social
del hombre y el valor del trabajo como medio de realización. Para Marx, el hombre hace su historia
y logra desarrollarse plenamente sólo en la sociedad, a través de las relaciones con los demás. Su
trabajo le permitirá adquirir los medios materiales que le garanticen la satisfacción
Los conceptos marxistas afectaron no sólo la filosofía sino también la política, la economía y en
general los modelos de vida propuestos por la nueva sociedad industrializada. La visión de Marx
destaca al hombre como un ser capaz de crear a través de su trabajo y, por lo tanto, generador de una
nueva sociedad donde la producción industrial sirva para el bien común.
En la segunda mitad del siglo XIX y opuestas al positivismo, surgen una serie de posiciones
filosóficas que explican el hombre a la luz de la existencia, de la vida y de la individualidad. Estos
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pensadores fue- ron generando explicaciones del hombre y del mundo diversas a la orientación
racionalista, por lo cual los calificaron con el título de anti intelectuales.
Las razones de este viraje en la orientación filosófica son múltiples y variadas. Algunas de las más
importantes son:
Los primeros pensadores con esta orientación fueron llamados vita- listas, quienes se caracterizaron
por considerar la vida, en toda su compleja realidad, como el centro de cualquier investigación
filosófica.
Si miramos la historia, se puede considerar el vitalismo, sobre todo el de Friederich Nietzsche, como
un intento de finalizar con la tradición filosófica de Occidente, que pretendió sistematizar y organizar
el conjunto de las experiencias humanas desde el ángulo de la razón o del método científico.
• LA VOLUNTAD DE VIVIR
La filosofía de Nietzsche y su postura con respecto al hombre se ubica en un momento filosófico muy
particular. Durante el s. XIX -un siglo de pobreza, hambre y ruina-la filosofía europea fue afianzan-
do la idea de defender al hombre individual en aquello que le compete y no puede compartir con
ninguno otro: su propia existencia. Frente a preocupaciones de orden político o económico con miras
al presente o al futuro de las sociedades humanas, como las del marxismo, algunos pensadores
consideraron al individuo como un valor absoluto y como al único constructor responsable de un
sentido ple- no de la vida.
Esta actitud, iniciada por pensadores como Arthur Schopenhauer y Soren Kierkegaard -que fue
llevada hasta sus últimas posibilidades por Friedrich Nietzsche-comenzó con una fuerte crítica a los
ideales de la Ilustración y de la cultura cristiana protestante, que ter- minó por desencadenar un fuerte
sentimiento de decepción, de melancolía y de nihilismo ante las posibilidades futuras de la humanidad
europea -que sobrevivía a duras penas a la miseria y a la guerra, sobre todo durante la primera mitad
del siglo-. Ante esta situación había que evidenciar una voluntad de vivir que rompiera con los valores
huecos y las vanas esperanzas de la tradición filosófica occidental. Y esta fue, precisamente, la
posición asumida por Friedrich Nietzche.
1. ¿A qué se debe el cambio experimentado por las tendencias filosóficas que surgieron por
oposición al materialismo?
2. ¿En qué se diferencian el materialismo y el vitalismo?
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• LO DIONISIACO Y LO APOLÍNEO
Para Nietzsche la naturaleza humana estaba constituida por un elemento racional y un elemento
desconocido, que podríamos denominar instinto. Estos dos elementos determinaban la esencia natural
del hombre, conformando un todo.
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Nietzsche representa estos dos principios básicos en dos figuras tomadas de la mitología griega: el
dios Apolo, símbolo de la serenidad, del equilibrio y la medida, y el dios Dionisio, símbolo de lo
instintivo, impulsivo y excesivo. La vida para Nietzsche corresponde a una relación entre estos dos
principios, pero que debe ser dominado por la propuesta dionisiaca: el erotismo, el placer sin límite,
el afán des- bordante de vivirlo todo.
Frente a cualquier tipo de manifestación cultural, Nietzsche destaca siempre la importancia de la vida.
La vida es, ante todo, el despliegue de todas las capacidades humanas, en busca de potenciar todas
las habilidades del hombre que afirmen la vida, tales como el arte, el afán de conocer, el desear y el
actuar.
• LA VOLUNTAD DE PODER
Llevando aún más lejos las doctrinas de su maestro Schopenhauer, Nietzsche se aferró a la idea de la
voluntad de vivir para llevar a cabo la tarea que vencería el estado de postramiento y decadencia
mo-ral en el que se había sumido Occidente: la transvaloración de los valores.
Esto quería decir invertir todos los valores que la tradición occidental había privilegiado, en donde se
afirmaban las capacidades intelectuales en detrimento de lo sensual, instintivo y material. Según
Nietzsche, la metafísica en sentido platónico y cristiano era la verdadera culpable de que la cultura
europea hubiera terminado en la decepción y el nihilismo, y para vencer esta situación era necesario
crear un hombre nuevo, cuyo principal valor fuera la vida, entendida como voluntad de poder, es
decir, un querer actuar creativamente, una vida pugnando siempre por ir más allá de sí misma.
El verdadero hombre, dice Nietzsche, es aquel que ha desarrollado una voluntad de poder, de crear,
de actuar; aquel que, librándose de los valores tradicionales, pone en marcha su verdadera existencia.
La voluntad de vivir es la voluntad de poder. El hombre debe superarse, terminar en algo que esté por
encima de él, como el hombre está por en- cima del mono, esto es, el superhombre.
Para Nietzsche, el superhombre será aquel que no privilegia la razón sobre los apetitos, las pasiones,
los sentimientos, sino que vive plenamente en el mundo de los sentidos, mirando la vida a través de
sus instintos, sin temor a enfrentarse continuamente con la muerte. Este nuevo hombre será capaz de
comprender que su individualidad sólo tiene sentido en el mundo del devenir. Sumergido en este
mundo de muerte, el superhombre está dispuesto a crear belleza, a dar lo mejor de sí. El superhombre
es aquel que es capaz de conciliar los elementos contrarios que determinan su existencia y de construir
un verdadero porvenir para la humanidad.
El existencialismo empieza a desarrollarse desde la segunda mitad del siglo XIX y es quizá la más
popular de las corrientes contemporáneas, por haber permeado todos los campos de la cultura en el
siglo XX, dejando una importante huella en la literatura y las artes.
Podemos decir que el existencialismo, como una forma de pensar, ganó fuerza y vigencia tras el
cataclismo de dos guerras mundiales que dejaron al hombre inseguro y con un gran interrogante sobre
el sentido de la vida, además de hundir los ideales de la modernidad, como el progreso y la ciencia,
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Jean Paul Sartre intentó elaborar la filosofía a partir de la conciencia de sus propias experiencias. Para
él, la conciencia del hombre le descubre su existencia y con ello la angustia de la libertad, al
enfren-tarse a la búsqueda del sentido de su quehacer en el mundo.
Para Sartre la esencia del hombre es su misma existencia, es decir, lo que hace y siente el hombre;
por ello el hombre no sólo es libre, sino que está condenado a la libertad, a una libertad absurda que
le ha sido impuesta sin su consentimiento y que además no conduce a ningún sitio.
Sartre considera al hombre como una pasión inútil, por lo cual lo identifica con la nada, que es la que
determina el sentido de la existencia humana. ,
Heidegger es uno de los filósofos más representativos del siglo XX. En el análisis de la vida cotidiana,
este autor encuentra que el hombre es un ser arrojado al mundo y que para vivir auténticamente
necesita proyectarse hacia el futuro y conocer sus posibilidades. Al igual que Sartre, Heidegger
descubre que la vida humana está asentada sobre la nada.
Esto es así porque en la búsqueda de su futuro, el hombre percibe que es un ser para la muerte. Por lo
tanto, la muerte pasa q ser parte de la esencia del hombre. Desde esta certeza, el hombre descubre su
propia finitud, su falta de razón para existir y encuentra que es un ser para la nada.
El sentimiento que acompaña desde entonces al hombre es la angustia, que es la expresión del
reconocimiento de que el existente huma- no es un ente arrojado al mundo para morir en él y, por
tanto, sin ninguna razón para existir.
JUSTIFI CACIÓN
La antropología contemporánea nos presenta una síntesis de los planteamientos filosóficos que
intentan definir al hombre y trata de superar definitivamente los conceptos que lo explican desde un
solo punto de vista. El hombre contemporáneo es considerado como un ser pluridimensional que se
comprende como una totalidad.
Pero este fenómeno se debió no sólo a la presencia y al ejemplo impuesto por el modelo
científico, sino que respondió, sobre todo, al planteamiento de una pregunta estrictamente
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antropológica que tiene que ver con la manera como debemos llevar a cabo la investigación
filosófica sobre el hombre.
Como vimos en el capítulo dedicado a los métodos filosóficos, el éxito del método científico
en el estudio de la naturaleza planteó la necesidad de determinar un método similar para la
resolución de los problemas humanos.
Fue entonces cuando, a finales del siglo XIX, Wilhem Dilthey postuló una "ciencia del
hombre" que debería surgir del estudio de los ob- jetos propiamente humanos, es decir, de la
historia. Para ello, fundó un saber a partir de la determinación de las condiciones de la
realidad en donde se expresa la totalidad de la naturaleza humana, sus ideas, sus valores, sus
deseos, etc. Y la materia prima de dicha realidad son precisamente los actos humanos, que se
desprenden de los componentes de su naturaleza. Por lo· tanto, el conocimiento del hombre
debe hallarse en la compilación de sus hechos, es decir1 en la historia.
• EL HISTORICISMO
Las teorías diltheanas mostraron que hay una relación de circularidad y simetría entre la
historia y el conocimiento, donde los actos humanos determinan las ideas humanas y
viceversa. Esta cuestión abrió paso a una pluralidad de posiciones y concepciones científicas
y filosóficas -llamadas historicismo -que consideraron que la labor fundamental de la
filosofía era descubrir la estructura general de la conciencia. De esta manera se postularon
las ciencias humanas, o ciencias del espíritu, tales como la sociología, la antropología, la
sicología, etc.
Todas estas disciplinas habían sido consideradas anteriormente como tratados o temas
específicos de los sistemas filosóficos. Pero, a partir del historicismo, varios pensadores
vieron la necesidad de convertir estos tratados en disciplinas autónomas o ciencias exactas.
El personalismo se define entonces como la actitud filosófica que coloca a la persona humana
en el centro de su interpretación de la realidad. Su desarrollo se dio principalmente en Francia,
a comienzos del siglo XX, y sus autores más representativos, como Emmanuel Mounier, son
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de filiación cristiana. Para esta época la influencia del personalismo fue considerable. El
influjo de esta doctrina se refleja en la Declaración universal de los derechos del hombre de
las Naciones Unidas, aprobada en 1948 después de las guerras mundiales.
Mounier no fue amigo de las definiciones. Para él definir era acotar, limitar y, por lo mismo,
empobrecer. De ahí que, aunque la persona constituyó el centro de su reflexión, nunca se
preocupó por definir- la. Lo más aproximado a una definición de persona que podemos
encontrar en la obra de Mounier se halla en el Manifiesto al servicio del personalismo, en el
cual dice:
La persona es un ser espiritual constituido como tal por una forma de subsistencia e
independencia en su ser. Conserva esa subsistencia mediante una jerarquía de valores
libremente adoptados, asimilados y vividos con un compromiso responsable y una constante
conversión.
De este modo unifica toda su actividad en la libertad, desarrollando además con sus actos
creadores lo singular de su vocación y el sentido de su existencia. Mounier ve en la persona
distintos aspectos que la complementan, la enriquecen en su ser y la proyectan a la realidad:
• La libertad es el valor fundamental de la persona alrededor del cual giran todos los demás.
La libertad consiste en el desarrollo de las capacidades del hombre para colocarlas al servicio
de la comunidad.
• Para Mounier el individuo es el ser humano para el que las demás personas no existen,
al contrario de la persona que es el ser huma- no proyectado hacia los demás.
El personalismo recibe mucha influencia de las ideas existencialistas y vitalistas, pero a
diferencia de ellas, le brinda al hombre un sentido definido de su existencia en el concepto
de persona.
A lo largo de este tratado hemos realizado un recorrido por la his- toria de la filosofía, exponiendo
algunas de las múltiples preguntas y de las diversas respuestas que se han formulado sobre el ser
humano.
Son muchos los interrogantes que quedan, pero también muchos los planteamientos que hacen
claridad al respecto:
- el hombre es un ser que no nace hecho, sino que, por el contrario, se hace y se construye
cada día.
- el hombre recibe la vida como un quehacer y no como algo hecho,
- el hombre es llamado a ser, a hacerse, a construirse como hombre dentro de su libertad.
- en la medida en que el hombre se hace, se encuentra a sí mismo y encuentra el sentido de su
existir.
- el hombre no es un ser dividido, una dualidad irreconciliable: debe ser un todo.
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- el hombre es un ser pluridimensional que conforma una unidad, una totalidad inseparable.
El hombre se nos presenta ante todo como un ser diverso, complejo, con muchas posibilidades.
Nuestra reflexión debe orientarse entonces hacia las dimensiones fundamentales del hombre; hacia
aquellos elementos esenciales que lo constituyen y lo definen como tal, independientemente de sus
características individuales.
Como vemos, no podemos reducir al hombre a una sola de sus dimensiones, ni a unas pocas, pues
ellas conforman un todo que deberá madurar conjuntamente.
Pero tampoco podemos pensar que hemos agotado, con esto, el contenido de lo que constituye al
hombre.
La gran conclusión es que la comprensión del hombre es, como la filosofía en su conjunto, un esfuerzo
continuo.