Diez de La Cortina Montemayor, Elena - Los Filósofos Presocráticos PDF
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ÍNDICE
FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS
1
Ahora bien, la escisión entre lo profano (razón, filosofía, ciencia) y lo
sagrado (creencia, mito, religión) no es tan evidente. El arte adivinatorio ha
utilizado siempre logoi, razones o mensajes divinos que debían ser
astutamente interpretados. La pitonisa era una hermeneuta y su mántica
(éxtasis, delirio, locura sagrada) degeneró en una razón dialéctica o
discursiva que hundía sus raíces en el asombro, en el enigma. Y el primer
enigma que sorprende al hombre es la physis, la Naturaleza, torrente de
todo brotar y surgir que ha de ser interpretado, conocido, para ser
dominado. El conocimiento, como la mántica implica una "anticipación", una
previsión de futuro que sólo puede darse si se conocen las reglas, los
principios que rigen (mandan) el aparente caos del acontecer. La pregunta
por el principio, por el arjé de la physis caracteriza a los filósofos
presocráticos, que respondieron a ella de muy diversas maneras.
"De donde las cosas tienen origen, hacia allí tiene lugar también su perecer,
según la necesidad; pues dan justicia y pago unas a otras de la injusticia
según el orden del tiempo."
2
Heráclito de Efeso (mitad del siglo VI y principios del V) fue el último de
los presocráticos que vivió en Jonia. Familiarizado con los cultos mistéricos
(Deméter) su escritura es premeditadamente enigmática, de igual manera
que el logos mántico lo es, motivo por el cual se le dio el sobrenombre de
"el Oscuro". Afirmó que el origen de todas las cosas es la "guerra", la lucha
y oposición de contrarios de la que surge la armonía, según una inexorable
ley que remite a una unidad oculta: el logos, el fuego eterno que "se
enciende según medida y se apaga según medida". Todas las cosas están
sujetas a un devenir perpetuo donde todo fluye y nada permanece, y donde
el nacer o perecer de un ser implica necesariamente el nacer o perecer de
su contrario. La Naturaleza es conflicto, lucha de presencias y
ocultamientos: "Nos bañamos y no nos bañamos en el mismo río; somos y
no somos".
Pitágoras consideró que el alma era inmortal, "del linaje de los dioses", cuya
unión con el cuerpo significaba un hundimiento, una "prueba" que esta
debía sufrir antes de su definitiva liberación (o hundimiento) de los ciclos de
las reencarnaciones. Muy importante fue su doctrina del número, según la
cual, éste es concebido como la arjé, el principio de todo lo presente y de
todo lo pensable. Pero el número ha de entenderse cualitativamente y como
determinación ontológica, no cuantitativamente. Dentro de esta doctrina,
los pitagóricos le concedieron especial importancia al tetrraktys, es decir, a
la serie númerica 1+2+3+4 cuya suma es igual a 10 (década), igual que
son diez los principios de los opuestos e incluso los cuerpos celestes: nueve
visibles y una Anti-Tierra añadida (Antikton). El movimiento de los planetas
y las estrellas produce una música celestial (armonía de las esferas)
inaudible a los hombres pues es el silencio que acoge y en el que tiene lugar
todo sonido.
3
También habría que citar a Empédocles de Agrigento, mago profeta y
adivino que estableció la teoría de los cuatro elementos (fuego, aire, tierra y
agua) como principios genéticos y rectores del Cosmos. De suma
importancia son también Demócrito de Abdera (aprox. 460-370 a. de C.)
y Leucipo, que desarrollaron la teoría del atomismo, según la cual el
mundo está compuesto (arjé) exclusivamente de átomos en movimiento en
un espacio vacío, explicación que ha venido a denominarse mecanicismo y
que será desarrollada en siglos posteriores por pensadores como Descartes
o Hobbes. Estos átomos son eternos, distinguiéndose únicamente por su
distinta figura, posición y orden. De los movimientos azarosos de los
átomos en el espacio vacío, surgen "vórtices" o torbellinos que originan
infinitos mundos, uno de los cuales habitamos nosotros.