Miss Amnesia

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En el siguiente texto se han omitido intencionalmente todos los acentos. Agrégalos.

Pon mucha atención en las palabras monosílabas.

MISS AMNESIA

La muchacha abrio los ojos y se sintio apabullada por su propio desconcierto. No


recordaba nada. Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas. Vio que su falda era marron y
que la blusa era crema. No tenia cartera. Su reloj pulsera marcaba las cuatro y cuarto.
Sintio que su lengua estaba pastosa y que las sienes le palpitaban. Miro sus manos y
vio que las uñas tenian un esmalte transparente. Estaba sentada en el banco de una
plaza con arboles, una plaza que en el centro tenia una fuente vieja, con angelitos, y
algo asi como tres platos paralelos. Le parecio horrible. Junto a su pie izquierdo vio un
trozo de espejo, en forma de triangulo. Lo recogio. Fue consciente de una enfermiza
curiosidad cuando se enfrento a aquel rostro que era el suyo. Fue como si lo viera por
primera vez. No le trajo ningun recuerdo. Trato de calcular su edad. Tendre dieciseis o
diecisiete años, penso. Curiosamente, recordaba los nombres de las cosas, pero no
podia situarse a si misma en un lugar y en un tiempo. Volvio a pensar, esta vez en voz
alta: “Si, debo tener dieciseis o diecisiete”, solo para confirmar que era una frase en
español. Se pregunto si ademas hablaria otro idioma. Nada. Un mundo de gente
pasaba junto al banco, sin prestarle atencion. Solo algun muchacho la miraba.
Entonces alguien se separo de la corriente. Era un hombre cincuenton, bien vestido,
peinado impecablemente, con alfiler de corbata y portafolio negro. Ella intuyo que le
iba a hablar. ¿Me habra reconocido? penso. Y tuvo miedo de que aquel individuo la
introdujera nuevamente en su pasado. Se sentia tan feliz en su confortable olvido.
Pero el hombre simplemente vino y pregunto: “¿Le sucede algo, señorita?” Ella lo
contemplo largamente. La cara del tipo le inspiro confianza. En realidad, todo le
inspiraba confianza. “Hace un rato abri los ojos en esta plaza y no recuerdo nada,
nada de lo de antes.” Tuvo la impresion de que no eran necesarias mas palabras. Se
dio cuenta de su propia sonrisa cuando vio que el hombre también sonreia. El le
tendio la mano. Dijo: “Mi nombre es Roldan, Felix Roldan”. “Yo no se mi nombre”,
dijo ella, pero estrecho la mano.

MARIO BENEDETTI
La muerte y otras sorpresas
(Fragmento adaptado)
MISS AMNESIA

La muchacha abrió los ojos y se sintió apabullada por su propio desconcierto. No


recordaba nada. Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas. Vio que su falda era marrón y
que la blusa era crema. No tenía cartera. Su reloj pulsera marcaba las cuatro y cuarto.
Sintió que su lengua estaba pastosa y que las sienes le palpitaban. Miró sus manos y
vio que las uñas tenían un esmalte transparente. Estaba sentada en el banco de una
plaza con árboles, una plaza que en el centro tenía una fuente vieja, con angelitos, y
algo así como tres platos paralelos. Le pareció horrible. Junto a su pie izquierdo vio un
trozo de espejo, en forma de triángulo. Lo recogió. Fue consciente de una enfermiza
curiosidad cuando se enfrentó a aquel rostro que era el suyo. Fue como si lo viera por
primera vez. No le trajo ningún recuerdo. Trató de calcular su edad. Tendré dieciséis o
diecisiete años, pensó. Curiosamente, recordaba los nombres de las cosas, pero no
podía situarse a sí misma en un lugar y en un tiempo. Volvió a pensar, esta vez en voz
alta: “Sí, debo tener dieciséis o diecisiete”, sólo para confirmar que era una frase en
español. Se preguntó si además hablaría otro idioma. Nada. Un mundo de gente
pasaba junto al banco, sin prestarle atención. Sólo algún muchacho la miraba.
Entonces alguien se separó de la corriente. Era un hombre cincuentón, bien vestido,
peinado impecablemente, con alfiler de corbata y portafolio negro. Ella intuyó que le
iba a hablar. ¿Me habrá reconocido? pensó. Y tuvo miedo de que aquel individuo la
introdujera nuevamente en su pasado. Se sentía tan feliz en su confortable olvido.
Pero el hombre simplemente vino y preguntó: “¿Le sucede algo, señorita?” Ella lo
contempló largamente. La cara del tipo le inspiró confianza. En realidad, todo le
inspiraba confianza. “Hace un rato abrí los ojos en esta plaza y no recuerdo nada,
nada de lo de antes.” Tuvo la impresión de que no eran necesarias más palabras. Se
dio cuenta de su propia sonrisa cuando vio que el hombre también sonreía. Él le
tendió la mano. Dijo: “Mi nombre es Roldán, Félix Roldán”. “Yo no sé mi nombre”,
dijo ella, pero estrechó la mano.

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