Verdad y Metodo
Verdad y Metodo
Verdad y Metodo
Primer Capitulo
En el primer capítulo se habla sobre las ciencias naturales que a su vez está acompañada de
las ciencias del espíritu. La ciencia del espíritu tiene validez con el método inductivo que
subyace a toda ciencia empírica. Según Gadamer, las llamadas ciencias del espíritu se
ocupan de realidades –como la filosofía, el arte o la historia–, que quedan fuera de la
verdadera ciencia: “formas de experiencia en las que se expresa una verdad que no puede
ser verificada con los medios de que dispone la metodología científica” (Gadamer, 2001.
p.9). No obstante, tienen una pretensión de verdad que se trata de legitimar filosóficamente,
y Gadamer defiende la experiencia de verdad que se da en el arte y en la tradición histórica
por encima de las limitaciones que pueda suponer el aplicar conceptos de verdad científica.
La verdad, en la historia y en el arte, es producida por la interpretación.
Para que las ciencias del espíritu alcancen validez, tienen que reconciliarse con la tradición,
admitiéndola como fuente de verdad, pero sin la pretensión de hacerlo de forma científica.
Ya que este conocimiento no puede tomar el fenómeno concreto como una regla general.
Los modos de conocimiento que sirven de modelo a la verdad que producen las ciencias del
espíritu, son, según H.-G. Gadamer, la comprensión del pasado y la interpretación de la obra
de arte, dos procesos que no pueden reducirse a la ciencia moderna. Para Gadamer destaca
al respecto principalmente los trabajos del científico Helmholtz, para quien habría dos tipos
de inducción: la lógica y la artística-instintiva. La primera se aplica a las ciencias naturales y
la otra a las ciencias del espíritu. Ambos modos de conocimiento se servirían de la
conclusión inductiva; pero el ejercicio de la inducción en las ciencias del espíritu estaría
vinculado a condiciones tales como la existencia de un cierto tacto, riqueza de memoria y
reconocimiento de autoridades, mientras que en el caso de las ciencias naturales este
ejercicio reposaría exclusivamente en el ejercicio de la razón.
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En este sentido el individuo se encuentra constantemente en el camino de la
formación y de la superación de su naturalidad ya que el mundo en el que va
entrando está conformado humanamente en lenguaje y costumbres. Hegel acentúa el
hecho de que es en éste su mundo donde un pueblo se da a sí mismo la existencia. Lo
que él es en sí mismo lo ha elaborado y puesto desde sí mismo. (Gadamer, 2001.
p.16)
Esto significa que no es una enajenación y una ruptura de sí mismo, por el contrario, es un
retorno de si, por lo tanto, las ciencias del espíritu trabajan en esencia a la sensibilidad y del
tacto artístico, donde el espíritu le da una movilidad libre. En el concepto de formación una
idea como la de “tacto” – que difícilmente se puede explicar con métodos científicos-
adquiere un papel fundamental al igual que la de memoria, esta última fundamental para el
ser-humano, pues determina y construye su historia y que también requiere ser formada pues
tener memoria de muchas cosas no constituye como tal un saber. El tacto tiene una
determinada sensibilidad y capacidad de percepción, ayuda a mantener la distancia, ayuda a
conocer. El tacto es estético como histórica, el sentido estético sabe lo que es bello de lo feo,
el sentido histórico sabe determinar lo que es posible y no en determinado momento y sabe
determinar el presente como el pasado.
Por otro lado, es fundamental comprender que la ciencia del espíritu desde la antigüedad
remite a un sentido histórico y comunitario, el hablar bien (la retórica) es fundamental,
como lo fue en la antigua Grecia, donde el arte de encontrar argumentos se encontraba
aparentada con lo ético con lo justo “virtudes éticas”. Sin embargo, todas estas
consideraciones de la ciencia del espíritu decaen ya que demuestran dificultades a la
aplicación moderna del concepto de método.
Este sentido de lo estético y lo histórico no son innatos, se aprenden; lo que hace necesario
hablar con razón de conciencia estética e histórica más que, como lo indica Gadamer, de
sentido de lo uno o de lo otro.
Siguiendo el esquema de Gadamer, el gusto (Geschmack) remite a un juicio moral más que
estético, pues el concepto del gusto según se sustenta en la interacción social. Para Gadamer
lo anterior no hace sino poner de manifiesto la referencia del concepto del gusto a un modo
de conocer que se asemeja más bien a un sentido para el que no se necesita tener un
conocimiento razonado previo; no siendo una cosa privada, sino a la inversa, un fenómeno
social de primer rango cuya posesión da la capacidad de distanciarse respecto a uno mismo
y a las preferencias privadas.
La historia del concepto del gusto sigue a la historia del absolutismo desde España
hasta Francia e Inglaterra, y coincide con la prehistoria del tercer estado. El gusto no
sólo representa el ideal que plantea una nueva sociedad, sino que bajo el signo de
este ideal (del buen gusto) se plantea por primera vez lo que desde entonces recibirá
el nombre de «buena sociedad. (Gadamer, 2001. p.27)
El gusto representa no solo el ideal de una nueva sociedad, sino que plantea por vez primera
lo que se llamará una “buena sociedad”: sociedad que busca reconocerse y legitimarse a sí
misma sólo por la comunidad de sus juicios o, mejor dicho, “por el hecho de que acierta a
erigirse por encima de la estupidez de los intereses y de la privacidad de las preferencias,
planteando la pretensión de juzgar” (Gadamer, 2001. p.27)