TEOLOGIA DEL CULTO - Chávez PDF
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TEOLOGIA
DEL CULTO
Por Moisés Chávez
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PROLOGO
EL ENFOQUE
DE LA TEOLOGIA DEL CULTO
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Resulta que la Teología del Culto tiene tanta conexión con la Teología Práctica
como con la Homilética Interrelacional. Ambas tienen que ver con los principios teológicos
relativos al culto que son llevados a su aplicación práctica empezando por la determinación
del locus de culto y adoración, en nuestro caso, las iglesias evangélicas.
Uno de los principios compartidos de la Teología del Culto y la Teología Práctica es
que la presencia de Dios en medio de su pueblo está garantizada si se cumplen ciertos
requisitos de santidad, concebida como higiene y decencia. El principio deriva de las
palabras de Deuteronomio 23:14: “Ciertamente, YHVH tu Dios se pasea en medio de tu
campamento, para librarte y para entregar a tus enemigos delante de ti. Por eso tu
campamento deberá ser santo, de modo que él no vea en medio de ti alguna cosa indecente
y se aparte de ti.”
Este principio que en su contexto se refiere a la higiene en un campamento en un
lugar desierto, se aplica también al escenario del culto a Dios en las iglesias evangélicas.
Debemos ser conscientes de que Dios está presente en medio de su pueblo congregado, por
lo cual no debe ocurrir ninguna cosa indecente que ofenda su Majestad.
Proverbios 9:10 dice: “El comienzo de la sabiduría es el temor de YHVH, y el
conocimiento del Santísimo es la inteligencia.” Estas palabras, para un hombre de Israel
significan simple y llanamente que quien no respeta a Dios no es inteligente, y por lo tanto
no es efectivo en la vida.
La Teología del Culto, como la Teología del Culto tiene el objetivo de enseñar el
respeto y la reverencia debidos a Dios en el acto del culto público. La palabra “reverencia”
es sinónimo de “temor de Dios”, que consiste en tener presente a Dios en la raíz de cada
uno de nuestros actos.
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EL CULTO Y LA RELIGION
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El tema referente al culto y la adoración es incluido por Randall y Buchler, bajo “la
interpretación de la religión”.1 Por esto debemos partir en nuestro estudio definiendo lo que
es la religión considerada como un factor de la conducta humana, tanto porque es producto
del hombre, como porque el hombre es producto de su religión. ¡Hasta este extremo
alcanzan las cosas en el plano existencial como para darse el lujo de relativizarlas!
La religión puede ser estudiada desde dos puntos de vista:
Un punto de vista considera cómo funciona en la sociedad, como un fenómeno de la
conducta que asume diferentes formas en diferentes grupos humanos y aun en diferentes
individuos. En este sentido constituye una rama de las ciencias sociales, abarcando
conclusiones derivadas de la historia, de la sociología, de la antropología y de la psicología.
Otro punto de vista respecto de la religión es filosófico y científico. La filosofía de
la religión intenta descubrir qué es lo que las variadas formas de religión tienen en común y
conduce a una disciplina considerada científica: La Religión Comparada (inglés:
Comparative Religion). A su vez ésta conduce a la Teología Científica o Teología
Bíblica.
EL RITUAL Y LA ADORACION
1
Randall y Buchler, “The Interpretarion of Religion”, Philosophy, An Introduction (Logic,
Epistemology, Axiology, Aesthetics, Ethics, Metaphysics. Pág. 271 en adelante, Barnes & Noble Inc., New
York, 1952.
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todas las religiones organizadas, el culto está asociado con la ejecución de ritos, no obstante
puede ser hecha la distinción entre ritual y adoración.
El término “ritual” puede ser entendido de manera amplia como que incluye actos
que son privados. Pero si un individuo, en un momento dado ha de caer sobre sus rodillas
en un gesto repentino, eso expresaría adoración. A pesar del acto físico implicado, no
constituye un ritual, porque es espontáneo, no programado.
La oración puede combinar los elementos de adoración y ritual. Ya sea pública o
privada, puede implicar, en adición a una actitud meditativa una práctica habitual.
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La Teología Científica tiene una importante contribución sobre este tema particular
al mostrarnos que los términos que se traducen como “adoración”, tanto en hebreo como en
griego tienen un fondo ritual definido, que es ponerse de rodillas ante el Señor.
El término hebreo es baréj, que deriva de bérej, “rodilla”, y significa originalmente
“ponerse de rodillas”, aunque con el tiempo el ritual pueda haber cedido a la actitud.
El término griego es proskyníso que también significa “arrodillarse delante de”.
Sin embargo, Jesús no enfatizó el ceñirse al ritual y utilizó el término para enfatizar
una actitud.
Por otro lado, el concepto de “culto” se relaciona también con la acción de servicio
o trabajo representativo del pueblo que adora (hebreo: avodáh). Este concepto está asociado
con el de “ministerio” o “servicio” sacerdotal en un espacio considerado sagrado.
Lamentablemente, el término “ministerio” ha perdido en español su consonancia de
“servicio” y se ha revestido de una connotación ritualista y personal.
La Teología del Culto enfoca también el culto personal, que no hay que confundir
con el culto a la personalidad, pues es la relación de todo ser humano con lo sagrado o con
Dios.
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De los conceptos expresados resulta que el culto es una necesidad innata del
hombre. El culto tiene factores sine qua non que nos corresponde analizar teológicamente
para poder responder a la pregunta: ¿Por qué el creyente que no está sujeto a los temores
del animismo tiene necesidad de rendir culto a Dios?
Quizás es San Agustín quien ha dado la mejor respuesta: “Mi alma no tiene
descanso hasta que halle su descanso en ti, oh Dios.”
En este sentido, el culto tiene como propósito dar descanso al alma, así como sanar
el alma significa poner a la persona en correcta relación con las leyes físicas, mentales y
espirituales de Dios. También en este sentido, cuando el Salmista declara, “Me guiará por
sendas de justicia por amor de su Nombre”, aquellas “sendas de justicia” no son para el
pensamiento bíblico ningún concepto abstracto, sino sendas que tienen estrecha relación
con las responsabilidades del creyente para con su Creador y para con su prójimo, y que al
ser tomadas en cuenta resultan en la preservación del hombre y de la sociedad humana.
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Aquí se hace necesario que aclaremos la relación que hay entre el servicio a los
demás y el servicio como culto a Dios.
El servicio como culto es indicado en hebreo por la palabra avodáh, “servicio” o
“culto”. La expresión avodáh zaráh se traduce como “culto extraño”, es decir, tiene un
propósito y características que no se relacionan con la persona y la voluntad del Dios de
Israel.
El culto como adoración nos infunde optimismo. Nos da bríos y fuerzas para
enfrentarnos a los problemas de la vida. Nos hace ver el lado bueno de las personas y las
circunstancias. Nos hace tomar plena conciencia de todo lo que valemos y podemos. Nos
impulsa hacia el valor y el trabajo. Nos hace experimentar a Dios como Padre amoroso que
quiere para cada uno de nosotros lo mejor; que nos compromete a una actitud permanente
de superación y progreso y nos lleva de la mano a la meta de nuestras aspiraciones.
he dado la gloria que tú me has dado, para que sean uno, así como también nosotros somos
uno. . .”
El comentario de Lagdom para esta primera pregunta dice así en las páginas 15-17:
El hombre fue puesto por el Creador sobre la Tierra con un objeto perfectamente
determinado al cual tiene que sujetar todas sus actividades. Adam fue puesto en el Edén
para que lo labrara y lo guardara (Génesis 2:15), pero el objeto que Dios persiguió fue
hacerlo feliz, muy feliz, como resultado de una vida entregada a la glorificación de su
Hacedor, dentro de la cual el trabajo sería una preciosa bendición.
Es verdad que el hombre tiene diversos objetos en la vida, siendo uno de los más
útiles para él el de trabajar, por lo que todo hombre o mujer debe trabajar; pero existe un
objeto superior a éste y es el de glorificar a Dios.
Se debe entender por glorificar a Dios, no solamente reconocerlo como el Creador
y Conservador de cuanto existe, y por consiguiente, darle a él toda la alabanza, sino
también manifestar a otros esta misma gloria.
Nos es obligatorio reconocer la gloria de Dios, honrarlo y alabarlo por esa gloria,
y procurar hacerla manifiesta a los demás. Para ello es necesario alabar a Dios en todo
tiempo y en todas partes (Salmo 113:1-3); pero también obrar de tal modo que los demás
se sientan obligados a glorificarle con tanto placer y gratitud como nosotros (Mateo 5:16).
Entonces, el anhelo diario en la vida, en todo lo que se piensa, en todo lo que se
habla, en todo lo que se hace, debe ser la gloria de Dios tal como lo enseña su Santa
Palabra.
Somos hechos también para gozar de Dios. . . Existen placeres sanos que nos
proporcionan gran satisfacción porque están de acuerdo con la pureza de los hijos de
Dios, pero todos ellos no tienen la importancia que tiene el de gozar de Dios mismo. Gozar
de Dios es tenerlo como nuestro y encontrar en él nuestro más alto bien, nuestra más
completa felicidad.
EL CULTO A DIOS
Y LAS RELACIONES HUMANAS
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Pero resulta que, a pesar del paso de milenios, aun se requiere re-insertar el
concepto de “justicia” dentro del panorama de los estudios de la Teología del Culto.
Lograrlo será una contribución valiosa para esta disciplina que actualmente está
adquiriendo mucho énfasis en las publicaciones de la revista, Apuntes Pastorales.
Las cosas se han enfocado generalmente desde el punto de vista litúrgico y
homilético, y así me he referido al enfoque de la Teología del Culto en la separata, Areas de
la educación teológica. Pero también se requiere enfocar el criterio ético e interrelacional,
como hacemos en la separata, La homilética interrelacional, y en la presente separata sobre
Teología del Culto.
Este enfoque integral puede sacar el culto del púlpito y de la iglesia local para
enfocarlo en un ámbito vital.
EL LUGAR DE LA LITURGIA
Un lugar especial ocupa el tema de la liturgia u orden de los rituales y contenido del
culto público. Esto involucra la interrelación entre la predicación, la oración, la lectura
bíblica y la música. Por cierto, esta es una adaptación del concepto cuya etimología (griego:
litos, “del pueblo”, “del público”; y érgon, “trabajo”, “servicio”) apunta a un cargo público,
a la actividad de una persona que es considerada como servidor de la comunidad.
La liturgia es uno de los aspectos culturales distintivos de las diversas comunidades
cristianas. Estudiarla, conocerla y practicarla bien compete a los dirigentes de la Iglesia. Sin
embargo, no está de más que cualquier creyente de la iglesia pueda conocer los entretelones
de la liturgia, sobre todo en nuestra época cuando nuevos vientos en la liturgia, en la
alabanza y en la adoración han empezado a transformar el perfil de la Iglesia Evangélica.
Nos referimos concretamente a los efectos de las modalidades de adoración propaladas por
los movimientos de Restauración en Estados Unidos y en América Latina.
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En los últimos tiempos, diversos sectores de la Iglesia han tenido que revisar su
liturgia o manifestación convencional del orden del culto a partir de los cambios que se han
producido en la vida y en la cultura de los pueblos. A continuación mencionamos algunos
de tales cambios:
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El profeta Amós está citando las palabras de Dios respecto de las manifestaciones
del culto israelita en Betel, en Guilgal, en Beersheva, y otros lugares cúlticos de prestigio
nacional. Sus palabras han sido interpretadas a menudo como un nuevo énfasis respecto del
culto a Dios, el cual desecha los rituales y formulismos del culto tradicional.
Esta postura, que podemos catalogar como de “justicia versus liturgia” o de
“justicia antes que ritual” podría abrirse camino nuevamente como énfasis teológico en
nuestro tiempo.
Sin embargo, no debemos enfatizar esta postura teológica socavando las actuales
manifestaciones cúlticas, ya sea de Israel o del pueblo evangélico con connotaciones
carismáticas, sino más bien subrayando el concepto más importante que derivamos de la
revelación divina: Que la actitud de justicia y la práctica del derecho que constituyen la
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relación horizontal del hombre con sus semejantes define la relación vertical del hombre
con Dios.
A la luz de lo dicho, muchas manifestaciones cúlticas de la religiosidad actual
pueden desmoronarse como consecuencia de la reflexión personal y eclesial que el presente
documento pueda producir.
En el desarrollo del aspecto conceptual partimos del concepto de religión. Luego
seguimos en dirección del concepto del culto y del ritual, y poco a poco nos centramos en la
revelación bíblica acerca de la justicia como relación vertical y horizontal entre Dios y el
hombre, y entre los hombres que adoran. Según la enseñanza bíblica, sin el factor de la
justicia no existe culto ni religión.
EL ENFOQUE DE LAS
RELIGIONES COMPARADAS
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Añadiendo estos dos factores que constituyen la experiencia religiosa de Israel a los
factores propios de la experiencia religiosa universal tenemos que los factores del culto
judeo-cristiano son:
1. Amor a Dios y alabanza de su gloria, tal como lo expresa el Catecismo de
Westminster.
2. Sentido de contrición por haber faltado a las condiciones establecidas del pacto
con Dios.
3. Ofrendas que no involucran sacrificios humanos.
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La Teología del Culto es un tema que está de moda en la agenda de las instituciones
relacionadas con el pueblo evangélico. El Dr. Moisés Chávez la incluye entre las
disciplinas de los Estudios Pastorales, y en su separata académica sobre las Areas de la
Educación Teológica, se refiere a ella en términos de la liturgia y los conceptos teológicos
que yacen en el sustrato. Pero en sus clases en el Aula Magna de la CBUP ha ampliado su
enfoque a los principios teológico-bíblicos que dan razón de ser al culto y a la adoración
como una manifestación visible y patética de la interrelación con Dios y con la comunidad
de creyentes que aludimos como “pueblo de Dios”, o como la denomina Achtemeier, “la
comunidad en relación de pacto”.
El mismo reflexiona sobre bases sistemáticas respecto del acto de culto a Dios a la
luz de los parámetros de las Escrituras y de la cultura de que los adoradores forman parte.
Esta disciplina examina todas las manifestaciones cúlticas a la luz de principios bíblicos
que deben normar los actos de culto y adoración, tanto en los templos como en cualquier
otro lugar, sea de manera pública o privada.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros
cuerpos como sacrificio, vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de
vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena,
agradable y perfecta.
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Jesús ha sido categórico al señalar desde el principio en el Sermón del Monte, que el
primero y el último objetivo, el ultimate concern es Dios y su Reino, realizado y
visualizado en la persona y en la actuación de Jesús el Mesías.
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LA ADORACION
EN ESPIRITU Y EN VERDAD
Le dijo la mujer:
Señor, veo que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y
vosotros decís que en Jerusalem está el lugar donde se debe adorar.
Jesús le dijo:
Créeme mujer, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusa lem
adoraréis al Padre. . . Pero la hora viene. . . cuando los verdaderos adoradores adorarán
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al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a tales que le adoren.
Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad.
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La adoración en espíritu
2. No es una adoración relacionada con ningún tipo de ritual, no obstante que el ser
humano necesariamente expresa su adoración mediante rituales.
Las palabras hebrea y griega que se traducen “adorar” expresan el hecho físico
intrínseco, pues significan “postrarse” a la manera en que suelen adorar los musulmanes
hasta el día de hoy: De rodillas, y con la cara pegada al suelo. Y así adoraban también los
judíos en los tiempos de Jesús.
Aunque este es el sentido original del verbo “adorar” (en hebreo: hishtajavót, y en
griego: proskinín), la forma de adoración no se ha mantenido necesariamente como lo
indica la etimología del verbo español “adorar”.
La adoración en espíritu no precisa pues de ninguna posición o postura. En ningún
lugar se estipula que debemos orar con los ojos cerrados, o de rodillas, o remolineándose, o
levantando las manos, y menos las espadas de cartón prensado al estilo Rony Chaves. Si así
fuera, pobres de los que no tienen brazos ni piernas.
La adoración no es más eficaz si se hace de pie o sentados. Tampoco es conforme a
la revelación de Dios si se lleva a cabo de manera quieta o con salterío y arpa.
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Observa que en 2 Samuel 7:18, cuando dice, “entonces David entró y se sentó
delante de YHVH”, el comentario de la Biblia The Disciple’s Bible dice: “Que David se
sentó indica que cualquier posición es apropiada para la adoración, si la actitud es de
humildad. Las partes de esta importante oración no pueden ser entendidas aparte de su frase
climáctica y central en el versículo 24. David empezó con un humilde reconocimiento de la
elección de Dios de su familia real con propósitos divinos. En tal luz la humildad de su
reconocimiento fue acentuada por rehusar cuestionar el dictum de Dios de que él no
construiría el Templo. David se sometió a la absoluta autoridad de la voluntad de Dios.
Luego alabó a Dios por su singularidad y atribuyó la singularidad de Israel a la elección de
la gracia de Dios. La grandeza de Israel no fue inherente en sí misma, sino que derivaba de
su Fuente. La oración demuestra fe en un Dios soberano y sumisión a su manera de actuar
aun cuando nuestra manera de actuar no prospere” (Págs. 369, 370).
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Todas las formas de adoración son válidas desde el punto de vista visible o sensorial
y desde el punto de vista de las manifestaciones del culto, pero no constituyen por ello una
adoración espiritual, ya que la adoración espiritual no está definida por nada físico.
¿Cómo, entonces, se ha de definir la adoración espiritual?
Nuestra adoración es espiritual sólo cuando Dios la acepta como tal sobre la base de
una relación inquebrantada de nuestro espíritu con su Espíritu, y nuestro espíritu penetra al
santuario de su Espíritu Santo, en plena comunión.
Igualmente, no importan el momento ni las circunstancias. El gran debate con
respecto al día de guardar, si el Sábado o el primer día de la semana, ha sido solucionado
gracias a la exposición del Dr. Moisés Chávez en el Aula Magna de la CBUP. Por medio de
un gráfico conceptual nos mostró cómo las horas 6-12 de la noche del séptimo día podían
ser Sábado para los romanos, mientras que ya eran el primer día de la semana para los
judíos, como lo ilustra el gráfico a continuación:
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La adoración en verdad
La adoración en verdad tampoco es avalada como tal por el ser humano o por
ninguna institución humana. Quien la avala es Dios mismo, quien acepta o rechaza nuestra
adoración según la verdad o autenticidad que la respalda. En este sentido, el concepto de
“verdad” es sinónimo del concepto de justicia que venimos dilucidando a lo largo del
desarrollo de la presente Tesis de Grado.
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JUSTICIA Y CULTO EN
LAS IGLESIAS EVANGELICAS
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Es verdad que muchos sermones que se predican desde el púlpito, más que una
exposición digna y ordenada de la Palabra de Dios parecen omeletas de huevos batidos. En
dichos sermones no se puede distinguir la clara de la yema, es decir, una estructura interna
e ideas y objetivos coherentes. Pero el estudio de la homilética contribuye a dignificar el
acto central del culto de manera que se realice lo que dice la Biblia: “La exposición de tu
Palabra alumbra; hace entender a los ingenuos” (Salmo 119:130).
Sin embargo, el radio de enfoque de la Homilética es más amplio que el tema de la
predicación y el sermón. Abarca todos los detalles del acto del culto o adoración, tanto en
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lo relativo a la persona y desempeño del predicador, como todo lo que se lleva a cabo a
partir del púlpito y en la congregación de los adoradores.
Un enfoque integral de la homilética ha de destacar la participación de todos los
adoradores, tanto como individuos como congregación, pues la predicación no se lleva a
cabo en un vacío, ante las cuatro paredes de un salón o ante las butacas vacías de un teatro.
El enfoque interrelacional
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En Lucas 24:14, el verbo griego homiléo aparece en la frase que la Biblia RVA
traduce “hablando entre sí”: “Iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían
acontecido.”
En el versículo 15 traduce “conversando”: “Sucedió que, mientras iban conversando
y discutiendo el uno con el otro, el mismo Jesús se acercó e iba con ellos.”
El pasaje en que aparecen estos versículos se refiere a la conversación de unos
discípulos del Señor en el camino a Emaús, después de los tristes acontecimientos de la
Pascua recientemente pasada cuando Jesús fue muerto y sepultado.
En Hechos 20:11, homiléo se traduce “hablar”: “Después de subir, de partir el pan y
de comer habló largamente hasta el alba.”
El pasaje trata de la visita de Pablo a Troas, y este versículo se refiere
evidentemente a un acto de culto público.
El verbo indicaría que antes de un discurso o sermón convencional, lo que siguió a
la cena habría sido una plática informal de sobremesa en la cual podía haberse dado el
diálogo y las interrupciones esporádicas y bienvenidas por parte de los presentes, ya sea
con preguntas o con comentarios, o con testimonios personales.
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Esta habría sido una de las características más resaltantes de la predicación en los
primeros tiempos de la Iglesia del Primer Siglo cuando las congregaciones no tenían un
lugar propio aparte de las casas privadas de los creyentes en las cuales se congregaban
alrededor del rollo sagrado de la Toráh, la Palabra de Dios.
No hubo, pues, en aquella ocasión ni debe haber un sermón de siete o más
horas. Y si aquel joven, Eutico, se quedó dormido y se sacó la chochoca, no fue porque el
acto de adoración fuera tan aburrido, sino por estar ausente, un tanto alejado del acto del
culto, y sentado en un lugar peligroso como la ventana (Hechos 20:7-12).
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Algo parecido, si no también peor les puede esperar a los que asisten al culto con el
propósito de estar ausentes del mismo.
3. La homilía cristiana
Como hemos dicho antes, el uso de la palabra homilía con el sentido de “sermón” es
posterior a los tiempos del Nuevo Testamento, cuando la sencilla exposición de las
Escrituras a la manera de la sinagoga fue cediendo lugar a la retórica propia de los
discursos de griegos y romanos.
En el mismo tiempo ocurría un fenómeno muy interesante: Los edificios públicos
romanos, como eran las basílicas, fueron siendo adoptados y adaptados como templos
cristianos.
Es la época de los Padres de la Iglesia y de los grandes predicadores como Juan
Crisóstomo, cuya audiencia era considerable en número y cuyos sermones el texto de los
cuales se ha conservado hasta nuestros días destacan por su estructura homilética
altamente evolucionada. Una evaluación de dos importantes sermones predicados por Juan
Crisóstomo aparece en la obra del Dr. Chávez intitulada, Ginecología: La mujer en la
civilización cristiana.
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Se podría, pues, decir, que el uso de la palabra homilía con el sentido de “sermón”
es una contribución del cristianismo al campo de las comunicaciones. La homilía era y es
un sermón centrado en la exposición de las Escrituras a partir del púlpito.
Un hecho interesante es que la palabra homilétis, “homilético”, no se refiere en
griego a quien predica una homilía, sino a quien la escucha. Este hecho nos ha llevado a
enfocar también la participación homilética de la audiencia de la congregación en las
iglesias evangélicas. Porque es el grupo de adoradores a quienes el predicador tiene en
mente desde antes de la concepción del mensaje de su sermón.
Todos estos conceptos que conviene restaurar o redimir nos ayudan a enfocar mejor
nuestro objetivo: El principal logro de la predicación homilética es la exitosa interrelación
entre púlpito y congregación, entre el predicador y los oyentes, para elevar todos al unísono
sus corazones a Dios.
La interrelación
La interrelación vertical
Quien adora, como individuo, como miembro de la iglesia, se reúne con otros
adoradores en un acto de culto público para elevar todos sus corazones a Dios, tanto en la
alabanza como en la adoración y en el encuentro con la Palabra de Dios.
El acto de adoración establece una interrelación vertical entre el hombre y Dios, a la
manera del sacrificio ofrecido por Abel (Génesis 4:4), el cual es calificado como un acto
efectivo, que logró su objetivo.
Si un acto de culto público no se proyecta a Dios, ha perdido su razón de ser. Si
nuestra alabanza no llega a Dios como una ofrenda de grato olor, en vano será toda la
pompa, la música, el ritual y todo tipo de afanes litúrgicos. Ocurre algo semejante a lo que
pasó con el sacrificio ofrecido por Caín, cuyo olor grato se disipó a poca altura y no alcanzó
llegar a Dios (Génesis 4:5).
Acerca del tipo de culto cuya interrelación vertical es nula y contraproducente dice
el Señor en Amós 5:21-23: “Aborrezco, rechazo vuestras festividades, y no me huelen bien
vuestras asambleas festivas. Aunque me ofrezcáis vuestros holocaustos y ofrendas
vegetales, no los aceptaré, ni miraré vuestros sacrificios de paz de animales engordados.
Quita de mí el bullicio de tus canciones, pues no escucharé las salmodias de tus
instrumentos musicales.”
La relación de Abel:
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La relación de Caín:
Interrelación horizontal
Pasamos ahora a considerar el factor “justicia” en conexión con la clase de culto que
agrada a Dios.
querellantes, los sacerdotes con los adoradores, el hombre común con su familia, los
miembros de una tribu con su comunidad, la comunidad con los extranjeros y forasteros y
los pobres, y todos con Dios. Y cada una de estas relaciones trae consigo demandas
específicas, el cumplimiento de las cuales es lo que constituye la justicia.
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Las demandas pueden diferir de una relación a otra. La justicia en una situación
dada puede ser injusticia en otra situación. Además, no existe norma de justicia aparte de
la relación misma. Cuando una persona, Dios o el hombre, cumplen las condiciones
impuestas sobre ellos por una relación, se dice en términos del Antiguo Testamento, que es
justo. (Pág. 80).
Los términos para “justicia” son consistentemente tsédeq (la forma masculina) y
tsedaqáh (la forma femenina). No existe ninguna diferencia significativa en el empleo de
las formas masculina y femenina. (Pág. 81).
Había demandas en Israel que eran impuestas por las relaciones familiares. Así,
Tamar, que actuó como prostituta, fue más justa que Judá, porque ella cumplió con las
demandas familiares mientras que Judá no las cumplió (Génesis 38:26).
David fue justo porque rehusó matar a Saúl, con quien él compartía una relación de
pacto (1 Samuel 24:17; 26:23), y condenó a aquellos que asesinaron a Isboset hijo de Saúl
(2 Samuel 4:11). Pero después de la caída de la dinastía de Saúl, Mefiboset no tiene
derecho de esperar bondad de parte del nuevo rey (2 Samuel 19:28). Las demandas de la
justicia habían cambiado con la relación.
Generalmente, el hombre justo en Israel era el hombre que preservaba la paz y la
integridad de la comunidad, porque ella cumplía las demandas de la vida comunitaria.
Como Job, era una bendición para sus contemporáneos, y de esta manera la justicia es a
veces interrelacionada con “misericordia” o “gracia” (Oseas 2:19).
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El hombre justo en Israel se preocupaba por los pobres, los huérfanos y las viudas
(Job 29:12-15; 31:16-19; comparar Deuteronomio 24:13; Proverbios 29:7), aun
defendiendo sus causas ante los tribunales (Job 29:16; 31:21; comparar Proverbios 31:9).
El hombre justo en Israel contribuía con generosidad (Salmo 37:21, 26; Proverbios
21:26), y proveía también para el transeúnte y los huéspedes (Job 31:31, 32), considerando
la justicia como mejor que cualquier riqueza (Job 31:24, 25; Salmo 37:16; Proverbios
16:8).
El también era un buen mayordomo de su tierra (Job 31:38-40) y de sus animales
utilizados para el trabajo (Proverbios 12:10), y sus servidores eran tratados de manera
humana (Job 31:13).
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El vivía en paz con sus vecinos (Job 31:1-12), deseándoles a ellos solamente el bien
(Job 31:29, 30; comparar 29:24). Cuando él asumía un puesto de autoridad, su pueblo se
regocijaba (Proverbios 29:2), y él exaltaba a la nación (Proverbios 14:34).
El era un gozo para su propia familia (Proverbios 23:24). Sus senderos eran como la
alborada (Proverbios 4:18), y su memoria misma era una bendición (Proverbios 10:7). Y
cuando le iba bien, toda la ciudad se regocijaba de su prosperidad (Proverbios 11:10). El
era un factor inamovible para el bien (Proverbios 10:25, 30; 12:3, 12).
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Por consiguiente, se entiende por qué en la mayoría de los pasajes que se mencionan
arriba y en muchos otros del Antiguo Testamento, se contrapone al tsadíq, “justo”, con
rashá, “impío”, el “malhechor”, no porque estos violen normas éticas que existen en la
comunidad, sino porque contribuyen a la destrucción de la misma comunidad al fallar en
cumplir las demandas de la relación comunitaria.
El rashá recurre a la fuerza y a la falsedad, ignora los deberes que las afinidades
familiares y las relaciones de pacto le imponen, y pisotea los derechos de los demás. Su
pecado no es el asesinato, el robo, la estafa o el mal en sí mismo, sino un mal cometido
contra alguien con quien tiene una relación. El asesinato de alguien que no pertenece a la
comunidad puede ser considerado justo (Jueces 5:11, 26; 2 Reyes 10:9), pero el asesinato
de una persona que es asociado en un pacto es siempre injusto (Págs. 80, 81).
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Por tanto, el reclamo constante de los profetas es porque se haga justicia en las
puertas de la ciudad, porque se logre restaurar la vida comunitaria (Isaías 5:23; 29:21; 59:4,
14; Jeremías 22:3, 15; Amós 5:12; Habacuc 1:4; comparar Salmo 72:2; Proverbios 31:9).
En tales contextos no hay diferencia entre normas éticas y legales. Constituyen una sola
cosa, ambas equivalentes a las demandas de la comunidad.
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Puesto que Israel estuvo en una relación de pacto con Yahvéh, la justicia se
convirtió también en un concepto religioso. Para ser justo, Israel tenía que cumplir las
demandas de su relación con Yahvéh, y esto incluía obediencia a la Toráh de YHVH
(Salmo 1).
De esta manera, en el Antiguo Testamento no hay nada legalístico respecto de la
relación de Israel con su Dios. Es una relación basada, no en la ley, sino en la gracia y en el
amor de Yahvéh respecto de unas pocas tribus semíticas oprimidas en Egipto, para ser su
pueblo, su tesoro particular (Exodo 19:4, 5).
La Toráh no tiene significado aparte de la relación, aparte del pacto. Quien recibe la
elección de Yahvéh con fe, quien pone su vida bajo el señorío de YHVH, también sigue la
Toráh, porque la Toráh es la guía de Dios dentro de la relación de pacto. Para el que no
tiene esta fe, para el que está fuera de la relación, la Toráh no tiene sentido.
El contexto de la Toráh es la santidad, el señorío de Yahvéh. La Toráh protege este
señorío. Provee para la adoración exclusiva de Yahvéh (Exodo 20:3-7; Levítico 20:8;
Deuteronomio 6:13-15). Ella prohíbe el pecado, porque el pecado deshonra a Dios
(Levítico 18:1-5; 19:2, 32; Deuteronomio 7:6, etc.).
***
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No podemos referirnos a Dios como un Ser justo aparte del enfoque de lo que en la
teología sistemática se denomina “los atributos morales de Dios”.
Con el término “atributos morales de Dios” se expresa un esfuerzo de
sistematización de los hechos que, aparte de estar estrechamente relacionados con la
personalidad y con otros atributos naturales de Dios, se manifiestan en la manera cómo
Dios se relaciona con los seres humanos en un plano personal y existencial.
Estos atributos tienen repercusión en el aspecto moral de la experiencia humana, es
decir, en su manifestación como hijos de Dios, su Padre celestial. A la suma de ellos, Jesús
se refiere como “perfección” cuando dice: “Sed, pues, vosotros, perfectos, como vuestro
Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).
***
El sentido de estas palabras de Jesús es elemental: Aquellos que son hijos de Dios,
tienen que “sacarle”, es decir, deben parecerse cabalmente a su Padre celestial, de la misma
manera como Jesús nos revela plena y realmente al Padre. Esto enfatiza Jesús al decir: “El
que me ha visto, ha visto al Padre” (Juan 14:9).
Un encomiable esfuerzo de sistematización nos presenta cuatro atributos morales en
la Persona del la Deidad:
1. Justicia
2. Bondad
3. La verdad
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En hebreo, la palabra emét, “verdad” tiene la misma raíz que la palabra “fe” o
“fidelidad” (hebreo: emunáh). Por tanto, el atributo de la verdad nos presenta a Dios como
un Ser que genera fe y confianza: Dios es un ser digno de ser creído.
Estos conceptos se subrayan en Deuteronomio 32:4:
La palabra subrayada lleva en la Biblia RVA una nota de pie de página que dice:
“Otra traducción es Dios de verdad, hebraísmo que significa “Dios verdadero” o “Dios
fiel”. Porque como dijimos, los conceptos de “verdad” y “fidelidad” se originan en hebreo
en la misma raíz.
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Santidad
Los juicios salvíficos de Dios a favor de su pueblo en relación pactual nos llevan a
una segunda definición de tsadíq, “justo”, en la Biblia Hebrea. No solamente es justo quien
cumple las demandas de una relación, sino también aquel a quien le han sido negados sus
derechos dentro de tal relación de pacto. El juez ha de intervenir para restaurar su derecho
del cual ha sido privado. El decide a favor del que ha sufrido tal privación y ha sido sumido
en la situación del pobre y necesitado. El declara a los oprimidos y afligidos como justos, es
decir como que tienen el derecho.
JUSTICIA Y CULTO
EN EL JUDAISMO
Ahora demos una mirada a los conceptos que a nivel popular, sin pretender un
sustento teológico, han llegado a ser patrimonio del pueblo de la Biblia, de Israel. Para
lograrlo hemos de hacer un pequeño tour en la literatura rabínica de tipo midráshica.
El culto, tal como lo enseña la Biblia no se reduce a la liturgia. En el libro
midráshico, Mejílta De-Rabi Ishmael 3 se incluye un comentario de lo que al fin de cuentas
constituye el culto a Dios: “Dijo Aba Shaúl: ‘Este es mi Dios, y a éste ensalzaré’ (Exodo
15:2). ¿Cómo es posible que un hombre ensalce a Dios. Es posible pareciéndose a él. Como
él es compasivo y lleno de gracia, también tú has de ser compasivo y has de practicar la
gracia.”
El culto verdadero, pues, ha de tener como efecto hacer que el adorador se parezca
cada vez más a su Dios. Si el adorador intenta lograr que Dios se parezca cada vez más a él,
si acepta la basura que muchas veces se le ofrece, estamos ante una actividad y una práctica
que tiene consecuencias trágicas.
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Respecto del resultado liberador del culto divino, manifiesto en las palabras de
Moisés al faraón egipcio para que dejara salir al pueblo de Israel para que rindiera culto a
su Dios en el desierto, dice Rabi Yojanán Ben Zakaí: “Dios no puede ser servido sino por
hombres moralmente libres y no por esclavos” (Quidushim 22b, Talmud Babilónico).
Respecto del ámbito del culto verdadero, que por cierto no se circunscribe a un
determinado local como nos enseña Jesús en su diálogo con la Mujer Samaritana, Rabi
Shimón ben Yojái dice: “Dondequiera que van los justos, la Shejináh va con ellos”
(Bereishít Rabá 86:6).
Las palabras de Rabi Shimón Ben Yojái, además, señalan el componente esencial de
la relación con Dios y con los hombres al hablarnos de los “justos” y de la justicia en
relación con el culto espiritual.
***
Algo más con respecto del aspecto educativo del culto verdadero añade Rabi
Yonatán al referirnos su analogía de los cántaros puestos dentro del horno para ser
convertidos en objetos de piedra artificial: “El alfarero, cuando prueba los cántaros de su
horno no prueba los mal cocidos que no alcanza a darles un golpe y ya se parten. El prueba
a los cántaros bien hechos, que aunque los golpea varias veces no se rompen. Así, el
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Bendito sea su Nombre no prueba a los malvados que no pueden soportar la prueba. ¿A
quién prueba? A los justos (Salmo 12:4 – Yalkut Shimoni).
CULTO Y JUSTICIA
EN EL NUEVO TESTAMENTO
El hecho de que el culto sea una interrelación entre el hombre y Dios basada en una
relación de justicia se verifica, aunque no de manera sistemática, sí de manera coherente en
los registros bíblicos. Lucas 1:5, 6 dice: “En los días de Herodes, rey de Judea, había un
sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías. Su esposa era de las hijas de Aarón y se
llamaba Elisheva. Ambos eran justos delante de Dios y vivían irreprensiblemente en todos
los mandamientos y ordenanzas del Señor.”
¿Qué significa que ambos eran “justos”?
La respuesta está dada de inmediato: Porque “vivían irreprensiblemente en todos los
mandamientos y ordenanzas del Señor”. Tal relación con Dios facultaba al sacerdote
Zacarías para ofrecer el incienso en el Templo de Dios.
Marie E. Brown observa que el incienso es el símbolo de la oración también en el
Apocalipsis de Juan: “Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro
ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa (alabanza) y copas de
oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos” (Apocalipsis 5:8). Apocalipsis
8:3, 4 añade: “Y otro ángel tenía un incensario de oro y le fue dado mucho incienso para
que lo añadiese a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante
del trono. Y el humo del incienso con las oraciones de los santos subió de la mano del ángel
en presencia de Dios.”
cumple las demandas de la relación de pacto, no puede ser considerado justo por Dios,
porque esta relación de pacto ha sido rota por el hombre.
Pero por medio del Mesías, ahora Dios ha restablecido la relación pactual haciendo
posible que el hombre vuelva a tener una relación con Dios. Esta relación restaurada pone
sobre los hombres una demanda doble: Que ellos admitan su fracaso por causa del pecado
para mantener el pacto con Dios (arrepentimiento) y acepten la relación pactual restaurada
como un acto basado, no en sus méritos sino en la gracia de Dios (fe). Además de aceptar
esta relación, el hombre debe aceptar y mantener comunión con la comunidad a la cual el
pacto de Dios ha llamado a existencia.
De manera que el Nuevo Testamento ve la justicia en dos niveles: La aceptación de
la relación de pacto con Dios (por medio del arrepentimiento, la fe y la obediencia) y la
comunidad del pacto (por medio de un comportamiento que nos es egoísta). En ambos
casos, no obstante, la justicia depende al fin de cuentas en el acto de Dios de restaurar el
pacto con los hombres pecadores por medio de Cristo. Por tanto, no puede haber una
justicia verdadera aparte de una relación de comunión con Dios. Sólo cuando Dios perdona
el pecado y restablece la relación por medio de su acto salvador en Cristo, puede el hombre
permanecer de pie dentro de esa relación, y por consiguiente, ser justo delante de Dios.
Que el Nuevo Testamento usa el concepto de “justicia” para designar una relación
entre el hombre y Dios se muestra en varios pasajes bíblicos.
Cornelio, el centurión romano es llamado “justo”, no porque actúa de acuerdo con
alguna norma moral, sino porque él es temeroso de Dios, es decir, uno cuya actitud hacia
Dios es la actitud que la relación con Dios requiere (Hechos 10:22, 35).
El mago Elimas es un “enemigo de toda justicia” porque como “hijo del diablo”, él
“tuerce los caminos del Señor al nublar los requisitos de tal relación (Hechos 13:10).
Simón es “cadena de maldad” o injusticia porque con su deseo de comprar el don de
Dios, demuestra que él está fuera de una relación positiva con Dios (Hechos 8:20, 23).
Jesús llama a un juez “injusto” (Lucas 18:6) no porque el juez rehusó escuchar las
demandas de la mujer (él se decide a vindicarla), ni porque sus juicios fueron pervertidos.
Aparentemente es llamado “injusto” porque “él no temía a Dios ni consideraba a los
hombre” (Lucas 18:2), es decir, no se adecuaba a las demandas ni de la relación con Dios ni
de la relación con los hombres.
Los servidores de Satanás se abocan a la destrucción de la relación entre Dios y el
hombre, no obstante, para ganar ventaja, posan como “servidores de la justicia”, es decir,
como que sostienen tal relación antes que destruirla (2 Corintios 11:15).
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Jesús es llamado “justo” porque por su acto sacrificial trae a los hombres a Dios (1
Pedro 3:18).
De aquellos que confían en sí mismos para su justicia se dice que son menos justos
que un pecador que confiesa su pecado, que sabe que la justicia depende de su relación con
Dios (Lucas 18:9 y siguientes).
A aquellos que tienen hambre y sed de justicia se les asegura que tan ansiedad será
satisfecha por Dios (Mateo 5:6).
Juan el Bautista, quien predicó que el arrepentimiento y una nueva relación con
Dios estaban próximas a venir (Mateo 3:2), es reconocido como “justo” aun por quien le
mandara ejecutar (Marcos 6:20).
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Para Pablo, los justos son los que permanecen en una relación positiva de confianza
en Dios y que no han de unirse en yugo desigual con los injustos que están fuera de tal
relación (2 Corintios 6:14).
Sólo un hombre que se ha rendido a Dios, y de este modo ha aceptado la relación
divino-humana puede someter sus miembros como “instrumentos de injusticia” (Romanos
6:13, 19).
De veras, la justicia está ligada tan estrechamente con la relación con Dios, que una
vez, que una vez que él ha pronunciado el veredicto de “justo” nadie puede estar en
desacuerdo (Romanos 8:33).
Y la justicia de Jesús será probada al final de su vida terrenal por el hecho de que
vuelve al Padre, haciendo de esta manera evidente la relación entre él y Dios (Juan 16:8,
10).
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Las palabras “justos” e “injustos” son usadas a menudo para describir las acciones
de preservar o romper una relación entre los hombres. De esta manera, en la discusión de
Jesús acerca del mayordomo que usó su posición para su propia ventaja (Lucas 16:1 y
siguientes, la antítesis se da entre el mayordomo fiel y el injusto, es decir entre uno que es
fiel a su relación con su amo y uno que no lo es (versículo 10). El mayordomo mencionado
aquí es injusto, precisamente porque ha roto la relación de confianza con su amo (versículo
2).
De manera similar en la Parábola de los Jornaleros en la Viña, el dueño no es injusto
aunque pague el mismo salario por diferente trabajo. Ambas partes habían acordado a un
denario cuando se estableció la relación (Mateo 20:2).
Al describir el tipo de acción que es necesaria para el justo (Mateo 5:20), Jesús usa
varios ejemplos de acciones que porque no son motivadas por amor, terminarán rompiendo
la relación: Odiar a una persona definitivamente rompe la relación (versículo 21). Desear a
una mujer con lujuria definitivamente rompe la relación como si se consumara el acto
(versículo 27 y siguientes). El odiar a un enemigo destruye toda posibilidad de entrar en
una relación positiva con él (versículo 43 y siguientes). Porque imposibilitan la relación,
tales acciones son injustas.
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De nuevo, para ganar información sobre cuya base se juzgaría y condenaría a Jesús,
los judíos debían penetrar en el círculo íntimo alrededor de él. Para hacer esto, ellos envían
espías que pretenden ser “justos”, es decir, pretenden estar en una relación positiva con él
para obtener la información que necesitan (Lucas 20:20).
El dinero que se le pagó a Judas es llamado “la recompensa de su injusticia”
(Hechos 1:18), porque por su acción de traición él decisivamente rompió la relación de
confianza entre él y Jesús.
Es algo “justo” que los hijos obedezcan a sus padres, porque de esta manera se
sostiene la relación entre ellos (Efesios 6:1).
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Cuando se establece una relación de pacto, ambas partes de tal relación asumen
ciertas responsabilidades para mantenerla.
Abraham fue declarado “justo” cuando en obediencia a Dios y confiando en él
decidió ofrecer a su hijo Isaac en el altar, cumpliendo de esta manera la demanda que la
relación de pacto con Dios había puesto sobre él en aquel momento (Santiago 2:21 y
siguientes). De esta manera Santiago dice que el hombre es declarado justo “por obras y no
solamente por fe” (2:24), aunque ambas son necesarias (versículo 23).
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BIBLIOGRAFIA
Singer, S., Las Dieciocho Oraciones (Shmoneh Ezréh) del culto judío diario, en
Jewish Encyclopedia, XI (1905)
Jacky Cornelia Addington, El poder perfecto que hay en ti, Editorial Desarrollo,
Quinta Edición, 1889.
Shifra Bat Moshé, Editora, Fuentes judías: Leyendas del Talmud y del Midrash,
Organización Sionista Mundial, Departamento de Educación y Cultura Religiosas para la
Diáspora, Jerusalem 5740/1980.
Holladay, William, Editor, A Concise Hebrew and Aramaic Lexicon of The Old
Testament, Eerdmans Publishing Company, Gran Rapids, Michigan, 1983.
Dalglish, Edward R., Psalm Fifty-One in the Light of Ancient Near Eastern
Patternism, Leiden, E. J. Brill, 1962.
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