Zine Louthing
Zine Louthing
Zine Louthing
Esta es la tercera entrega de este folleto que como propósito tiene enaltecer la verdad.
¿Quién sabe? No tan sólo el saber, sino la voz, tal vez, un día reencarnada por ellos, reconstruirá el
mundo nuevo que nuestros cerebros y nuestras armas habían querido crear.
Léon Degrelle.
Recordando siempre que “el viaje del mundo exterior es apenas un pálido reflejo del camino que
realizamos en nuestro interior”.
Vamos a volver ahora a la cuestión, recogida en este caso por Nietzsche, referente al tema de la
raza pura y de la necesaria purificación racial. En sus estudios, el filósofo alemán defiende que es
la raza y no la moral la que determina las naciones o las personas y entiende que el judeo-
cristianismo, como el marxismo, actúa contra el principio aristocrático de la vida y en beneficio de
lo inferior, lo degenerado y lo decadente; es decir, en beneficio del mal.
En su libro “El Crepúsculo de los ídolos”, Nietzsche hace un duro ataque contra el judeo-
cristianismo, señalándolo como elemento infectado y creado por el judaísmo. De esta forma critica
cómo, por ejemplo, en la Edad Media, al “cristianizarlos”, se echaba a perder a los antiguos
aristocráticos germanos, bajo la pretendida idea de “mejorarlos”: “Se daba caza en todas partes a
los más bellos ejemplares de la “bestia rubia”, se mejoró por ejemplo a los aristocráticos
germanos. Pero ¿qué aspecto ofrecía luego ese germano “mejorado” -dice Nietzsche-, llevado
engañosamente al monasterio? El de una caricatura de hombre, el de un engendro: había sido
convertido en un “pecador”, estaba metido en una jaula, había sido encerrado entre conceptos
todos ellos terribles... Allí yacía ahora, enfermo, mustio, aborreciéndose a sí mismo; lleno de odio
contra los impulsos que incitan a vivir, lleno de sospechas contra todo lo que continuaba siendo
fuerte y feliz. En suma, un “cristiano”... Dicho fisiológicamente: en la lucha con la bestia, el ponerla
enferma puede ser el único medio de debilitarla. Esto lo entendió la Iglesia: echo a perder al
hombre, lo debilitó, pero pretendió haberlo “mejorado”...
En 1888 Nietzsche conoció el “Código de Manú” o “Ley de Manú”. En parte todavía vigente, es el
más antiguo de la India y comprende las antiguas prescripciones religiosas, morales y sociales.
Podemos leer una carta escrita en Turín, en mayo de 1888 a Peter Gast, en la cual Nietzsche, se
refiere a lo importante que es garantizar la pureza racial, e impedir la amenaza del mestizaje:
“Querido amigo... A estas últimas semanas les debo una enseñanza esencial: he encontrado el
“Código Manú” en una traducción francesa, realizada en la India bajo rigurosísimo control de los
más altos sacerdotes y doctos de allí. Este producto absolutamente ario, un código sacerdotal de
la moral, basado en los “Vedas”, en la idea de casta y en una ascendencia antiquísima, no
pesimista, aun cuando sí sacerdotal, completa de la manera más notable mis ideas sobre la
religión. Confieso mi impresión de que todas las otras grandes legislaciones morales que
poseemos me parecen un remedo e incluso una caricatura de esta: ante todo el “egipticismo”,
pero incluso Platón me parece en todos los puntos cardinales, sencillamente bien instruido por un
bramán. Los judíos aparecen en este aspecto como una raza de chandalas, la cual aprende de sus
señores los principios en que se basan los sacerdotes para alcanzar luego el dominio y organizar
un pueblo... También los chinos parecen haber producido su Confucio y su Lao-Tse bajo la
impresión de este antiquísimo Código clásico. La organización medioeval ofrece el aspecto de un
extraño tanteo destinado a recuperar todas las ideas sobre las que reposaba la antiquísima
sociedad ario-india, pero con valores pesimistas, que proceden del terreno de la “decadence
racial”. Los judíos parecen también aquí simples intermediarios, no inventan nada”.
En el “Crepúsculo de los ídolos” Nietzsche señala y valora positivamente las leyes raciales de la
India recogidas en la “Ley de Manú”. Dice así: “Tomemos el otro caso de la llamada moral, el caso
de la cría de una determinada raza y especie. El ejemplo más grandioso de esto nos lo ofrece la
moral india, sancionada como religión en la “Ley de Manú”. La tarea aquí planteada consiste en
criar nada menos que cuatro razas: una sacerdotal, otra guerrera, una de comerciantes y
agricultores, y finalmente una raza de sirvientes, los sudras. Es evidente que aquí no nos
encotramos ya entre domadores de animales: una especie cien veces más suave y racional de
hombres es el presupuesto para concebir siquiera el plan de tal cría. Viniendo del aire cristiano,
que es un aire de enfermos y de cárcel, uno respira aliviado al entrar en este mundo más sano,
más elevado, más amplio. ¡Qué miserable es el “Nuevo Testamento” comparado con Manú, qué
mal huele!. Pero también esta organización tenía necesidad de ser “terrible”, esta vez no en lucha
con la bestia, sino con su concepto antitético, con el hombre “no-de-cria”, el “hombre-mestizo”, el
“chandala”. Y, de nuevo, para hacerlo inocuo, para hacerlo débil, esa organización no tenía ningún
otro medio que ponerlo enfermo, era la lucha con el “gran número”. Acaso nada contradiga más a
nuestro sentimiento que esas medidas preservativas de la moral india. El tercer edicto, por
ejemplo (Avadana-Sastra I), el de “las legumbres impuras”, prescribe que el único alimento
permitido a los chandalas sean los ajos y las cebollas, en atención a que la Escritura sagrada
prohíbe darles grano o frutos que tengan granos, darles agua o fuego. Este mismo edicto establece
que el agua que necesiten no la tomen ni de los ríos ni de las fuentes ni de los estanques, sino
únicamente de los accesos a los charcos y de los agujeros hechos por las pisadas de los animales.
Asimismo se les prohibe lavar sus ropas y lavarse a sí mismos, puesto que el agua que
graciosamente se les concede sólo es lícito utilizarla para aplacar la sed. Finalmente, se prohibe a
las mujeres sudras asistir en el parto a las mujeres chandalas, y asimismo se prohibe a estas
últimas asistirse entre sí en este caso... El éxito de tal política sanitaria no tardó en llegar:
epidemias mortíferas, enfermedades sexuales horribles, y, a consecuencia de ello, de nuevo, la
“ley del cuchillo”, que prescribe la castración para los niños, la amputación de los labios menores
de la vulva para las niñas. Manú mismo dice: “los chandalas (los mestizos o hijos del caos y la
confusión racial) son fruto de adulterio, incesto y crimen (esta es la consecuencia necesaria del
concepto de cría). Como vestidos tendrán sólo andrajos de los cadáveres, como vajilla, cacharros
rotos, como adorno, hierro viejo, como culto, sólo espíritus malignos; vagarán sin descanso de un
lado para otro. Les está prohibido escribir de izquierda a derecha y servirse de la mano derecha
para escribir: el empleo de la mano derecha y de escritura de izquierda a derecha está reservado a
los virtuosos, a la gente de raza”. Así dice el Código de Manú”.
“Estas disposiciones son bastante instructivas: en ellas tenemos, por un lado, la humanidad aria,
totalmente pura, totalmente originaria, aprendemos que el concepto “sangre pura” es la antítesis
de un concepto banal. Por otra parte, se hace claro cuál es el pueblo en el que el odio, el odio de
los chandalas contra esa “humanidad”, se ha perpetuado, dónde se ha convertido en “religión”,
dónde se ha convertido en “genio”... Desde este punto de vista los Evangelios son documento de
primer rango; y lo es el “Libro de Enoch”. El cristianismo, brotado de la raíz judía y sólo
comprensible como planta propia de ese terreno, representa el “movimiento opuesto” a toda
moral de cría, de la raza, del privilegio: es la “religión anti-aria par excellence”: el cristianismo,
transvaloración de todos los valores arios, victoria de los valores chandalas, el evangelio predicado
a los pobres, a los inferiores, rebelión completa de los pisoteados, miserables, malogrados,
fracasados, contra “la raza”, venganza inmortal de los chandalas disfrazada como “religión de
amor”...”
Ignacio Ondargáin.
Antisemitismo
la verdadera razón del antisemitismo es una cuestión que va mas allá. en nuestro universo todo
está en continuo movimiento y transformación, se fortalece o debilita... El hombre que contempla
esta realidad puede sentir el vértigo de un universo inabarcable y en el que el tiempo no se puede
detener. Conocedores de la finitud de todas las cosas sensibles, algunos hombres a lo largo del
tiempo han tratado de encontrar un sentido a este eterno devenir. El transcurrir del tiempo y de
los acontecimientos, no pareciera existir un significado más allá de lo puramente anecdótico en lo
que somos y en lo que hacemos. Tampoco pareciera haber un sentido en la historia humana...
Según la programación moderna, el “hombre” sería básicamente un ser “igual”. Este postulado
defiende que todos nacemos “iguales” y que solamente las diferentes condiciones sociales y de
ambiente llegarían a conformar nuestra personalidad y nuestro ser. Es decir, según inculca el
Poder Mundial actual, somos un mero fruto de la casualidad, una anécdota cósmica carente de
cualquier sentido más allá de la dinámica aparente de este mundo. Pero, muy al contrario,
podemos ver cómo todos nacemos diferentes unos de otros. Así, vemos cómo en una misma
familia, con unos mismos padres y en un mismo ambiente, los diferentes hermanos y hermanas,
cada uno, tiene una personalidad propia, única e irrepetible. Además, participamos de elementos
cuya naturaleza y dinámica no son de este mundo.
En esta línea de tratar de hallar una definición a cada realidad, el concepto de “raza” nos está
indicando un origen, un linaje, una “especie” y nos señala un carácter hereditario representado
por cierto número de individuos. Con toda la diversidad marcada, la raza viene a señalar un
carácter “colectivo” marcado por un origen sanguíneo.
De esta forma, más allá de cada individuo, existiría una “colectividad” que vendría a marcar
nuestra condición, nuestro género y nuestro destino. El sentido de este “destino colectivo” es el
que vendría a conformar una unidad dentro del cuerpo de lo que viene a llamarse “humanidad”.
De los géneros humanos, por así llamarlos, que existirían dentro de la “humanidad”, la ariosofía
entiende que existen dos polos contrapuestos y antagónicos: El nacional socialista es el espíritu
que hace que el hombre se alce sobre la faz de la tierra, mientras que el judío es el virus destructor
que anida principalmente a cobijo de los elementos más débiles e insanos.
Esta preocupación por la imparable degeneración de la raza, a todos los niveles y señalada ya a
finales del siglo XIX, fue una cuestión que entonces inquietaría a grandes sectores de la población
en los países industrializados de Europa y USA. De este modo, muchos expertos presentaron a la
sociedad el problema y propusieron diversas medidas e ideas. En diversos estados y países, como
USA, ya antes del III Reich, llegarían a aplicarse leyes eugenésicas contra la procreación de
enfermos crónicos, débiles y criminales, así como contra el mestizaje.
Adolf Hitler, en “Mi Lucha” (Volumen I, cap. 11. “La nacionalidad y la raza”), analiza la función de
la raza y de cómo, en su opinión, la decadencia de las civilizaciones sucede por la pérdida de la
integridad racial:
“Todas las grandes culturas del pasado cayeron en la decadencia debido únicamente a que la raza
de la cual habían surgido envenenó su sangre.
Un examen de los diferentes pueblos, desde tal punto de vista, confirma el hecho de que, en los
orígenes, casi no se habla de pueblos constructores, sino siempre, por el contrario, de depositarios
de una civilización.
De este breve esbozo sobre el desarrollo de las naciones depositarias de una civilización se
desprende también el cuadro de la vida y muerte , los verdaderos fundadores de la cultura en esta
tierra. (...) Como conquistador, La mezcla de sangre, y por consiguiente, la decadencia racial son
las únicas causas de la desaparición de las viejas culturas: pues los pueblos no mueren como
consecuencia de guerras perdidas, sino por la anulación de aquella fuerza de resistencia que sólo
es propia de la sangre pura incontaminada.
La aparente cultura que posee el judío no es más que el acervo cultural de otros pueblos,
corrompido ya en gran parte por las mismas manos judías. El judío no posee fuerza alguna
susceptible de construir una civilización y eso por el hecho de no poseer, ni nunca haber poseído,
el menor idealismo, sin el cual el hombre no puede evolucionar en un sentido superior. Ésta es la
razón por la que su inteligencia nunca construirá ninguna cosa; por el contrario, actuará sólo
destruyendo. Cuanto más, podrá dar un incentivo pasajero, llegando entonces a ser algo así como
un prototipo de una “fuerza que, aun deseando el mal, hace el bien”. No por él, sino a pesar de él,
se va realizando de algún modo, el avance de la Humanidad.
El judío no es nómada, pues hasta el nómada tuvo ya una noción definida del concepto “trabajo”,
que habría podido servirle de base para una evolución ulterior, siempre que hubieran concurrido
en él las condiciones intelectuales necesarias. El idealismo como sentimiento fundamental, no
cabe en el judío, ni siquiera enormemente apagado; es por esto que, en todos sus aspectos, el
nómada podrá parecer extraño a los pueblos arios, pero nunca desagradable. Eso no sucede con el
judío. Éste nunca fue nómada y sí un parásito en el organismo nacional de otros pueblos, y si
alguna vez abandonó su campo de actividad, no fue por voluntad propia, sino como resultado de
la expulsión que, de tiempo en tiempo, sufriera de aquellos pueblos de cuya hospitalidad había
abusado. “Propagarse” es una característica típica de todos los parásitos, y así es como el judío
busca siempre un nuevo campo de nutrición.
Con el nomadismo eso nada tiene que ver, porque el judío no piensa en absoluto abandonar una
región por él ocupada, quedándose allí, fijándose y viviendo tan bien acomodado, que incluso la
fuerza difícilmente logra expulsarlo. Su expansión, a través de los países siempre nuevos, sólo se
inicia cuando en ellos se dan las condiciones necesarias para asegurarles la existencia, sin tener
necesidad de cambiar de asentamiento como el nómada. El judío es y será siempre el parásito
típico, un bicho, que, como un microbio nocivo, se propaga cada vez más, cuando se encuentra en
condiciones adecuadas. Su acción vital se parece a la de los parásitos de la Naturaleza. El pueblo
que le hospeda será exterminado con mayor o menor rapidez.
El judaísmo nunca fue una religión, sino un pueblo con unas características raciales bien definidas.
Para progresar tuvo que recurrir bien temprano a un medio para distraer la sospecha que pesaba
sobre sus congéneres. ¿Qué medio más conveniente y más inofensivo que la adopción del
concepto de “comunidad religiosa”? Pues bien, aquí también todo es prestado o, mejor dicho,
robado. La personalidad primitiva del judío, por su misma naturaleza, no puede poseer
organización religiosa, debido a la ausencia completa de un ideal y, por eso mismo, de la creencia
en la vida futura. Desde el punto de vista ario, es imposible imaginarse, de cualquier forma, una
religión sin la convicción de vida después de la muerte. En verdad, el Talmud tampoco es un libro
de preparación para el otro mundo, pero sí para una vida presente dominante y práctica”.
La lucha eterna entre las tendencias o fuerzas luminosas y las fuerzas oscuras recogida por la
ariosofía y que, como vemos, adoptará en su cosmovisión Adolf Hitler y el nacionalsocialismo, es
una lucha a todos los niveles en todo el universo, en todas sus manifestaciones, que se reproduce
en cada ser humano, como parte e imagen del universo, y en el cuerpo de la misma “humanidad”.
Gobineau en su “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas” (Capítulo: conclusión). dice
que “un pueblo tomado colectivamente y en sus diversas funciones, es un ser tan real como si se
le viera condensado en un sólo cuerpo”. Esto es, “como es arriba es abajo, como es abajo es
arriba” (“El Kybalion”). La misma ley se repite en todo el universo, en todas sus manifestaciones.
En definitiva, vemos cómo en este universo, todo es sujeto y parte de esta eterna lucha entre las
fuerzas luminosas de la vida y las fuerzas oscuras de la muerte.
Siguiendo con esta argumentación, podremos ver cómo el virus judío tratará de hacerse con el
control de la humanidad, pero su propia naturaleza vírica le hará imposible dominar el cuerpo sin,
a su vez, destruirlo. Tal vez percibiendo esto, el judío tratará de dominarle, como un vampiro que
se aprovecha de la energía vital de su víctima. Puede ser que por un tiempo consigan dominar este
cuerpo enfermo y moribundo (que es la “civilización moderna”), pero finalmente el ciclo se cerrará
y todo ese edificio colapsará, derrumbándose. En el final, las razas de color de la tierra, esto es, las
bacterias de la putrefacción, ahora tan prolíficas devorarán el cadáver de lo que un día fuera una
civilización.
Una vez hayan devorado el cadáver, arruinada la civilización, las razas telúricas, volverán a sus
chozas, al caos terrestre del que un día surgieran y del que su naturaleza forma parte. El virus
judío, cumplida su función e infectar y destruir la civilización, perderá la víctima de la cual
succionaba su sustento de vida. Su razón de existir en tal caso, deberá darse por terminada.
Adolf Hitler en “Mi Lucha” (Volumen I, capítulo 3) afirma con la seguridad de un vidente que:
“Estudiando la influencia de el judío a través de largos períodos de la historia humana, surgió en
mi mente la inquietante duda de que quizás el destino, por causas insondables, le reservara el
triunfo final.
¿Se le adjudicará acaso la Tierra como premio a el judío, quien eternamente vive sólo para esta
Tierra?.
¿Poseemos nosotros realmente el derecho de luchar por nuestra propia existencia, o tal vez esto
mismo tiene tan sólo un fundamento subjetivo?.
La doctrina judía marxista niega el principio aristocrático de la naturaleza y coloca, en lugar del
privilegio eterno de la fuerza y del vigor del individuo, a la masa numérica y el peso muerto; niega
así en el hombre el mérito individual e impugna la importancia del Nacionalismo y la Raza,
ocultándole con esto a la Humanidad la base de su existencia y de su cultura. Esta doctrina
igualitarista, como fundamento del Universo conduciría fatalmente al fin de todo orden natural
concebible. Y así como la aplicación de una ley semejante en la mecánica del organismo más
grande que conocemos (la Tierra) provocaría sólo el caos, también significaría la desaparición de
sus habitantes.
Si el judío, con la ayuda del credo socialdemócrata, o bien del marxismo, llegara a conquistar las
naciones del mundo, su triunfo sería entonces la corona fúnebre de la Humanidad. Nuestro
planeta volvería a rotar desierto en el cosmos, como hace millones de años. La naturaleza eterna
inexorablemente venga la transgresión de sus preceptos. Por esto creo ahora que, al defenderme
del judío lucho por la obra del Supremo Creador.”
A partir de toda la historia en esta tierra, han caído grandes calamidades para la destrucción de la
raza y de la region, pero siempre se ha tenido un líder que guía al pueblo, para su defensa, no se
puede evitar sentir orgullo al escuchar los relatos de nuestros grandes héroes a lo largo de la
historia.
Sin embargo la historia de nuestra gran nación apenas se esta contando y reconstruyendo, en la
historia los enemigos de la verdad, de la raza, del espíritu, se han encargado de distorsionar,
destruir, manipular la verdad de esta tierra, por eso tenemos como deber, los hijos de esta nación
de contar y revivir las hazañas de nuestros ancestros, retomar la grandeza de nuestra gente y
darles el lugar de guerreros de la materia, que siempre ha corrido por las venas de sus habitantes.
Si bien los pueblos logran demostrar su grandeza a través de las pruebas más difíciles, una de las
principales es en momentos de guerra, por eso me dedicare a contarles una pequeña parte de la
historia de mi pueblo que habla sobre algunas de las guerras y batallas más importantes que
fueron desatadas por los guerreros Pastences a través de la historia, demostrando en todos los
ejemplos como este pueblo “Bravo pueblo de invicta coraza, luz interna de pétreo fanal, el
ciclópeo fortín de la raza, se hace escudo en tu diestra triunfal”. Ha demostrado por siglos su casta
de guerreros, de Berserker, dispuestos a darlo todo por su familia, su raza, su nación, su espíritu.
Sin importar nada en este mundo este pueblo de a levantado como el ave fénix una y otra ves a
pesar de todas las penurias que ha tenido que soportar, pero sin igual se a fortalecido de sus
penurias y a demostrado ser un pueblo digno de honor y lealtad, comparado con los mismos
espartanos, por sus proezas.
Cuando los españoles llegan a estas inhóspitas tierras se encuentran supuestamente con unos
barbaros, pero que reflejaban una fortaleza tan grande, son duros para trabajar, nobles, valientes,
honorables; además cuentan con un lugar geográfico mágico donde es perfecto para la agricultura
y el ganado, los españoles que llegan a nuestra región en gran parte eran nobles de verdad que
encuentran en nuestra raza aborigen algo mítico por eso como se mira es uno de los pueblos de la
actual Colombia donde mas se conservan los nativos (indios),
“Hay en la Villa de Pasto veintiocho vecinos encomenderos y sesenta y seis caciques y pueblos, y
entre ellos veinte y tres mil y setecientos y treinta y cuatro indios. Tasados en diez y siete mil y
cuatrocientos cincuenta mantas y novecientos y ochenta y siete hanegas de trigo y maíz y cebada
y frijoles, sembrado y beneficiando y cogido... "(CESPEDESIA 1983: 27).
Si bien esta región cuenta con la sangre pura de los indígenas y españoles que los une una misma
misión, lo que lleva a entenderse y cuidarse por siglos, la misma sangre la que llama a estos
guerreros a unirse por una solo causa, el mantener una plaza despegada del enemigo.
Se crea una camaradería, que sale por fuera de este mundo materializado, y solo es concebido por
verdaderos guerreros que simplemente quieren salir de este “mundo”, pero si se los hacia saber
que cualquiera NO PODIA entrar en estas tierras así se lo hicieron saber a todos los españoles que
tenían alma usurera y solo les importaba el dinero, en 1802, unos españoles que no lo eran de raza
ni de espíritu, como diría el gran Borrego, los indios se levantan y matan a los hermanos Clavijos,
por cobrar impuestos a todo como nos lo relatan
“hermanos Clavijo intentaron aplicar en Túquerres el cobro de diezmos sobre las gallinas,
marranos, bueyes, habas, cebollas, etc, a tal punto que casi ningún producto de primera necesidad
ni de industria quedaba libre de pagar diezmo, y bajo penas gravísimas, como cárcel y embargo de
bienes de quien lo rehusase, lo que podía hacerse mediante facultad coactiva y el duro brazo de la
justicia”.
En los días siguientes los nativos se enfrentan y matan a los hermanos Clavijos, este es uno de los
miles de ejemplos de heroísmo que por todo la nación se observaban, siempre preparados para
darle contienda al enemigo que quisiera acabar con su nación, con su cultura y su tradición.
Un segundo acontecimiento sacude a nuestra nación cuando las huestes de la sinarquía mueven
su maquinaria para liberar América de España, la nación de los Pastos, se vuelve el ultimo bastión
de lucha, de honor, donde sale una vez mas la casta de la raza Pastence, donde durante de 15
años peleamos casi contra todo el norte norte de lo que ahora es Suramérica, en el que se acabo
con varios independentistas (masones), carta de el cabildeo de San juan de Pasto a Nariño.
“Esta es la felicidad pomposa a la patria que nos proponen. Nos halagan con palabras vacías de
objeto, y luego se verán en la necesidad de arrojar el rayo tempestuoso sobre los miserables que
han tenido la inconsideración de someterse a su dorado veneno...”
de Colombia, en 1813 los pastences apoyados con las guerrillas del Patia, enfrentan a Antonio
Nariño quien con mas recursos económicos y materiales cae preso en la ciudad de Pasto, después
de varios meses luchando tramo a tramo contra los Pastences, logra entrar a la ciudad de Pasto,
pero pasa algo digno de admirar las mujeres de la ciudad forman columnas y marchan contra el
enemigo, estal el temos que causa a las tropas independentistas que salen corriendo de la ciudad,
en el descontrol cae preso Nariño, a pesar de todos los perjuicios que había dicho sobre la noble
Nación de los Pastos, se le perdona la vida y se lo envía a la prisión, donde se lo atiende con la mas
noble de las actitudes por parte de este pueblo.
Fue tal el odio, el miedo que inspiro esta región hacia los judíos independentistas como Sucre,
Bolivar, Santander por esta región que siempre quisieron el aniquilamiento completo de estos, por
casi 12 años de luchas, el 22 de diciembre de 1922 (navidad negra), que sucre entra con sus tropas
y por casi 4 días Violan matan y roban de tal forma que recuerda cuando entran a Berlín en 1945
los Rusos, es el mismo ritual de exterminio sanguíneo que utilizan estos seres malvados que solo
quieren la represión del espíritu en esta cárcel.
En lo alto todo nacionalsocialista debe entregar todo de si para resplandecer como el sol que es
nuestra esvástica.
"Odiamos estas oligarquías que nos ignoran y detestamos a esta gente que odia al pueblo y cree
que ala raza colombiana se le puede volverle las espaldas y el país político puede jugar con los
dados de su actividad sobre la túnica de nuestro patriotismo”
El amor a lo nuestro nos hará libres, hombres grandes y fuertes. recordamos con orgullo, sus
sabias palabras y su mensaje de coraje honor y dignidad, con que lleno los corazones de este
pueblo, un pueblo que lejos de sus connotaciones políticas es y será pueblo, será sangre.