La Personalidad Del Yo Lírico Dentro de Los Poemas en Prosa Del Poemario Espantapájaros de Oliverio Girondo

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La personalidad del yo lírico dentro de los poemas en prosa del poemario

Espantapájaros de Oliverio Girondo.

La personalidad, según Eysenck ​“​Una organización más o menos estable y


duradera del carácter, temperamento, intelecto y físico de una persona, que
determina su adaptación única al ambiente” (​Eysenck, ​1982). Por lo cual, podemos
adaptar esta definición y configurar el “ambiente”, como todos los poemas en prosa
del poemario y ver las respuestas únicas que presenta el yo lírico a lo largo de
estos, para identificar su personalidad. Lo primero que debemos notar es que ​“la
primera persona (del singular y del plural) que asume el papel de hablante en la
mayoría de los textos aparece de manera fragmentaria, como una congregación
dispar de sensaciones, pulsiones, pensamientos” (Corral, pag 337). No obstante, tan
solo empezando el planteamiento tenemos un problema, que es la negación de una
personalidad por parte del propio yo lírico, como se puede ver en la siguiente cita:

Yo no tengo una personalidad, yo soy un cocktail, un conglomerado, una


manifestación de personalidades. En mí, la personalidad es una especie de
furunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin
que me nazca una nueva personalidad (Girondo, pag 14).

Creer en las palabras del yo lírico, sería algo muy ingenuo; aunque, sí podemos
señalar que la personalidad que construye el yo lírico, tiene una carácter pluriforme,
en permanente mutación. Caracterizado por el cambio constante de lo que Corral
denomina “Identidad”. Esta identidad expansiva y gozosa puede, en otro de los
textos, "transmigrar de un cuerpo a otro" y franquear incluso los límites de lo
"humano" para abarcar otros reinos: "La certidumbre del origen común de las
especies fortalece tanto nuestra memoria, que el límite de los reinos desaparece”
(Corral, pag 337 - 338). Lo curioso, del caso es que esta “capacidad” del yo lírico, no
sólo se limita a cambiar de cuerpos, con seres humanos, sino que también puede
realizarlo con animales; lo cual le da una dimensión más mística. Como se puede
apreciar en la siguiente cita:
Poseer una virgen es muy distinto a experimentar las sensaciones de la
virgen mientras la estamos poseyendo, y una cosa es mirar el mar desde la
playa, otra contemplarlo con unos ojos de cangrejo.

Por eso a mí me gusta meterme en las vidas ajenas, vivir todas sus
secreciones, todas sus esperanzas, sus buenos y sus malos humores.

Por eso a mí me gusta rumiar la pampa y el crepúsculo personificado en una


vaca, sentir la gravitación y los ramajes con un cerebro de nuez o de castaña,
arrodillarme en pleno campo, para cantarle con una voz de sapo a las
estrellas.

¡Ah, el encanto de haber sido camello, zanahoria, manzana, y la satisfacción


de comprender, a fondo, la pereza de los remansos… y de los camaleones!…
(Girondo, pag 29)

En consideración, a lo visto podríamos considerar que el yo lírico, al ser fluctuante,


no tiene una personalidad dada o predeterminada. Sino, que esta se adapta al
“cuerpo” en el que se ubica. Esto podría ser cierto, si es que no existiera un
elemento en común dentro de la mayoría de los poemas en prosa; este elemento
hace referencia a la mujer.

No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias
o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una
importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento
afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de
soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de
zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo
ningún pretexto, que no sepan volar (Girondo, pag 5)

Lo primero que podemos notar, es la presencia de la idealización de la mujer; en


específico la idealización de una mujer inalcanzable. No es coincidencia, que
aquella mujer apta para el yo lírico, sea una relacionada con el cielo, una mujer libre
no anclada en la tierra. Por ende, es una mujer que se puede movilizar; es decir,
que comparte esa misma capacidad de transmutación. No obstante, la mujer, no
solo tiene un lado idealizado; sino también un lado oscuro o traumatizante; en el
primer poema, se puede encontrar el indicio de esto, al ver el constante rechazo que
presenta el yo lírico contra todas las mujeres que no llegan a entrar en los cananos
que exigen. Como se puede ver en la siguiente cita:

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer


pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni
tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando (Girondo,
pag 6)

Por lo visto, el yo lírico configura una versión ambivalente de la mujer, no solo en el


primer poema; sino a lo largo del poemario. “Si en el primer texto se contrapone la
mujer etérea, ligera, que sepa volar, a la mujer pedestre o terrestre, en otros,
aparecen distintas variedades de mujeres peligrosas” (Corral, pag 338). Sin
embargo, el peligro que estas mujeres representan, para el yo lírico, es minimizado
por la presencia de la comicidad que envuelve los recursos puestos en práctica para
defenderse de tales mujeres, como se puede ver en la siguiente cita, del poema
numero veintidos:

Contra las mujeres de sexo prensil, en cambio, casi todas las formas
defensivas resultan ineficaces. Sin duda, los calzoncillos erizables y algunos
otros preventivos, pueden ofrecer sus ventajas; pero la violencia de honda
con que nos arrojan su sexo, rara vez nos da tiempo de utilizarlos, ya que
antes de advertir su presencia, nos desbarrancan en una montaña rusa de
espasmos interminables (Girondo, apg 39).

Este no seria, la unica vez que se produciría esta relación entre mujer; en
consideración a su sexualidad; y el miedo o el peligro, también se reproduce en el
poema número el texto “decimoséptimo se conjugan la fascinación y el terror
ancestrales ante el sexo femenino, sexo concebido como una boca voraz,
insaciable” (Corral, pag 338). Como se puede ver en la siguiente cita:

Me estrechaba entre sus brazos chatos y se adhería a mi cuerpo, con una


violenta viscosidad iba envolviendo, poco a poco, hasta lograr inmovilizarme.
De cada uno de sus poros surgía una especie de uña que me perforaba la
epidermis. Sus senos comenzaban a hervir. Una exudación fosforescente le
iluminaba el cuello, las caderas; hasta que su sexo - lleno de espinas y de
tentáculos - se incrustaba en mi sexo, precipitándose en una serie de
espasmos exasperantes (Girondo, pag 31)

En consideración a las mujeres peligrosas, que habíamos mencionado con


anticipación; gracias al poema numero veintidos, podemos clasificarlas gracias al
poema en prosa numero veintidos de la siguiente manera; cabe aclarar que todas
estas mujeres están relacionadas con el sexo:

Las mujeres vampiro son menos peligrosas que las mujeres con un sexo
prensil.

Desde hace siglos, se conocen diversos medios para protegernos contra las
primeras

Contra las mujeres de sexo prensil, en cambio, casi todas las formas
defensivas resultan ineficaces (...)

Entre las creaciones que inventa el sexualismo, las mencionadas, sin


embargo, son las menos temibles. Mucho más peligrosas, sin discusión
alguna, resultan las mujeres eléctricas, y esto, por un simple motivo: las
mujeres eléctricas operan a distancia (Girondo, pag 39)

La atmósfera aterradora crece hasta que una nota amena deshace el hechizo y
confirma la naturaleza onírica de la primera escena: " ¡Bonita fiesta la de ser un
durmiente que usufructúa de la predilección de los súcubos" (Girondo, pag 32). El
erotismo que configura en el texto anterior una suerte de "cuerpo del horror,
mitigado o conjurado por el humor, es sinónimo de absorción violenta y
aniquilamiento” (Corral, pag 339). No obstante, no todo el erotismo es negativo
dentro del poema; esto lo podemos corroborar al analizar el poema
décimo-segundo, el único poema en verso - si es que eliminamos el caligrama
inicial, el cual tiene al incio una construcción- son aquí sinónimo de actividad:
actividad lúdica de los cuerpos que se aman y, paralelamente, actividad de las
palabras que se acoplan y desacoplan como los cuerpos.

Se miran, se presienten, se desean,


se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan [. . .] (p. Girondo, pag 21)

Este poema, podría significar una destrucción de todo lo desarrollado hasta este
momento. Por lo cual, nos vemos obligados a dar una respuesta s u presencia. La
primera de ellas, es en relación a la mujer idealizada que se había presentado al
inicio de todo este ensayo. Este poema, podría representar el encuentro deseado
desde el inicio del poemario; entre el yo lírico y esta mujer soñada e idealizada. La
segunda respuesta, es desarrollada por Corral, quien explica que este poema tiene
como “significativo, pues, este poema en verso en el conjunto caótico de
Espantapájaros: constituye una pausa, una reconciliación momentánea, recobrada a
través del acto erótico” (Corral, pag 339 -340).

Por lo tanto, podemos concluir que la personalidad del yo lírico, a pesar de ser
mutable; si presenta rasgos identificables, rastreables e inmovibles; estos rasgos
están relacionados con la mujer; teniendo dos perspectivas de la misma, la primera
es una idealización de la mujer, dando atributos similares o parecidos a los que el se
atribuyó y el segundo es el miedo a la mujer que posee actividad sexual y su
incapacidad para defenderse de la misma.
Bibliografía

Girondo, O (192). ​Espantapájaros (al alcance de todos),​ Editorial Proa Buenos Aires.

Corral, R. (1990). ​Aproximación a un texto de vanguardia: Espantapájaros (Al alcance de


todos) de Oliverio Girondo,​ Nueva Revista de Filología Hispánica, T. 38, No. 1, México, pp.
333-341.

Eysenck, H. J., & Bordas, M. D. (1982). ​Fundamentos biológicos de la personalidad​, 6


edicion, Barcelona: Fontanella.

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