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Aproximacion Al Origen de Las Desigualdades Sociales

Este documento discute las desigualdades sociales a través de la historia. Explica que Rousseau argumentó que la desigualdad surgió cuando el hombre pasó del estado natural a la vida en sociedad. También analiza diferentes puntos de vista sobre el origen de la desigualdad y cómo ha afectado a la política, economía y cultura a lo largo del tiempo. Finalmente, plantea que es importante entender el origen de la desigualdad para construir una sociedad más justa e igualitaria.
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Aproximacion Al Origen de Las Desigualdades Sociales

Este documento discute las desigualdades sociales a través de la historia. Explica que Rousseau argumentó que la desigualdad surgió cuando el hombre pasó del estado natural a la vida en sociedad. También analiza diferentes puntos de vista sobre el origen de la desigualdad y cómo ha afectado a la política, economía y cultura a lo largo del tiempo. Finalmente, plantea que es importante entender el origen de la desigualdad para construir una sociedad más justa e igualitaria.
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APROXIMACIÓN AL ORIGEN DE LAS

DESIGUALDADES SOCIALES
JOSÉ HERNANDO SÁENZ MENESES

INTRODUCCIÓN

Las desigualdades sociales son un mal precario que ha vivido la sociedad desde
sus orígenes hasta la época actual, estas desigualdades acechan los sistemas de
organización política, económica, y cultural. Cuando las diferencias son extremas
hacen que las sociedades entren en crisis, a tal punto de colapsar. Pero las
crecientes desigualdades en la sociedad se han vuelto un tema común en el que
el deterioro del hombre y la posibilidad de su propia autodestrucción, han pasado
al plano de la inconciencia, olvidando el sentido por sí mismo y el sentido de vivir
en sociedad, hechos que atentan su naturaleza pensante y social.

Lo que está ocurriendo con el modelo de globalización en las sociedades actuales


es una muestra de la tendencia agresiva, de cómo se puede pasar de la división
entre países ricos y pobres a una aldea global dividida entre la opulencia de unos
pocos que dominan y la miseria de una mayoría oprimida. La representación
política, que tiene la mayoría de los países periféricos, no logra hacer equilibrio en
la balanza del poder que se maneja en organismos internacionales como las
Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos, creados precisamente
para reducir las desigualdades sociales.

La democracia, por naturaleza, buscan que las desigualdades sociales se


reduzcan a una mínima expresión, porque las desigualdades amenazan la
estabilidad del Estado y afectan la gobernabilidad. Cuando hay políticas
constitucionales y estrategias gubernamentales para que la desigualdad entre los
ciudadanos sea acortada, se está vitalizando la democracia, porque el fin de la
democracia es promover la igualdad de las personas, la armonía en las relaciones
de los miembros de un Estado, y la posibilidad de elegir y ser elegido, tres
principios democráticos imposibles de llevar a la praxis, sin estar mediados por la
igualdad.

Si la política es una actividad humana inspirada en principios fundamentales, tal


como concebir al hombre como un ser capaz de organizarse socialmente, lo cual
ha sido demostrado en todas las culturas de todas las épocas, es necesario tener
presente que las crecientes desigualdades sociales han hecho que las
organizaciones humanas se debiliten hasta el punto que se hace necesario
analizar: ¿hasta qué punto la inequidad puede llevar a colapsar las actuales
sociedades, más aún, cuando priman intereses económicos de organizaciones
con capacidad de maniobrar y controlar a sociedades enteras, aumentando la
desigualdad en todas las esferas?
Las desigualdades afectan los sistemas directa o indirectamente, como la
economía, la política y la cultura; aún, si se tiene presente que al frente de estos
sistemas, se encuentran individuos que orientan las sociedades, se puede deducir
que son los seres humanos y no las sociedades como tales, las que causan las
desigualdades. Y si estas desigualdades generan conflictos en los gobiernos, se
hace necesario establecer un orden que busque reducir los extremos.

Este tema sobre las desigualdades sociales ha sido interpretado de diferentes


formas a lo largo de la historia. Por un lado, ha estado la posición de quienes
defendían la idea de que la desigualdad es inherente a la condición y esencia de
la humanidad. Desde este punto de vista se creía que la desigualdad en los
hombres era una situación inserta en el orden lógico del universo, lo que daba
energía y motivación a la vida social. Poseer lo que sólo pueden tener unos pocos,
era un signo de predestinación cuya dinámica resultaba ser la fuente del progreso,
de la civilización y de la historia.

Pero, desde otra posición, como la que representó Juan Jacobo Rousseau en su
Discurso sobre el origen de las desigualdades entre los hombres, escrito en 1754,
el estado natural del ser humano, es el que vive cada uno con la naturaleza. Cada
persona intenta sobrevivir con los medios que dispone, sin más dificultades.
Según Rousseau, el problema surgió a partir del tránsito del hombre del estado de
naturaleza a la vida en sociedad.

En esa situación de convivencia o de conjugación de libertades, era necesaria una


serie de reglas que impidieran o frenaran a los más poderosos para que no
esclavizaran y dominaran a los débiles o a los que tienen menos recursos.
Rousseau abogó por un tipo de sociedad donde existieran diferencias, pero que
sean las propias de un trabajo personal, donde la herencia, la sucesión y el linaje
estuviesen excluidos y nadie fuera predestinado a ser rico o pobre. Sin embargo,
la propuesta de Rousseau no fue suficiente, pues, las desigualdades continuaron
acrecentándose en la sociedad.

En los últimos tiempos se ha tratado de planificar diversas soluciones, una de ellas


es la educación, entendida como una herramienta, siendo ésta capaz de inculcar
en los ciudadanos los sentimientos de cohesión y solidaridad necesarios para la
vivencia colectiva. Además, se ha hecho necesario apoyar las políticas educativas
para mantener la educación en el centro de la construcción del Estado. Pero el
Estado necesita una construcción diaria y, sólo un sistema educativo configurado
con esa función, puede asegurar su futuro. Sin embargo, uno de los principales
desafíos a los que se han venido enfrentando los modelos pedagógicos es el de
garantizar la preparación para la vida social.

Por esa razón, se hace necesario formular planteamientos filosóficos que


expliquen por qué y a pesar de todos los esfuerzos por mejorar el problema social
de las desigualdades, éstas continúan en la sociedad ocasionando los mismos
conflictos en la política, la economía y la cultura. Es posible pensar que las
desigualdades que existen en la sociedad, tengan su raíz en otra parte, que no
sea la misma sociedad.

De aquí que se pregunte, a partir de la obra el Discurso sobre el origen de las


desigualdades entre los hombres, de Juan Jacobo Rousseau: ¿hastaqué punto la
desigualdad social tiene raíz en la desigualdad natural?Conocer el origen de las
desigualdades sociales es importante paracomprender por qué los sistemas
tienden a generar diferencias y,además, se podrían identificar las condiciones
necesarias para laconstrucción de una sociedad justa y equitativa.
CAPÍTULO I
EL HOMBRE EN EL ESTADO NATURAL

No es empresa sencilla la de conocer perfectamente un estado que ya no existe,


que tal vez no ha existido, que probablemente no existirá jamás, y del cual es necesario,
sin embargo, tener nociones justas (Rousseau, 1990, p. 111).

Para comprender la propuesta de Rousseau, es menester conocer las ideas sobre


la sociedad a través de la historia, con el objeto de descubrir el proceso social que
ha tenido el ser humano hasta la época en que este filósofo planteó su propuesta.

Según la historia, el origen de la sociedad está definido por la necesidad del


hombre de antaño de lograr satisfacer sus necesidades individuales, pero, al ver
que son muchas, éste se asocia con otros de su misma especie.

Para Platón, la sociedad nace del egoísmo del hombre. Es decir, que en una
condición de impotencia frente a la naturaleza y buscando su propio bien y
felicidad, el hombre decide asociarse, solidarizarse con otros de su especie y
organizarse para lograr objetivos comunes. En la cultura griega clásica es difícil
hallar una concepción del hombre aislado y solitario, el hombre al no bastarse por
sí mismo se ve en la necesidad de agruparse, para lograr cubrir sus necesidades
materiales y espirituales.

Para el griego clásico lo verdaderamente relevante era la organización de la vida


común, con ciertas equivalencias funcionales a lo que hoy se busca en la
organización política. Existían colectivos ordenados para conseguir el logro de sus
objetivos, pero no se consideraba que lo más importante fuera lo económico, sino
la gestión de los asuntos comunes, es decir, los político-sociales. El ideal era
lograr estabilidad y armonía, lo que los filósofos consideraron como reflejo de la
armonía del cosmos.

Los seres humanos, en cuanto que tales, son idénticos en su naturaleza y todas
las diferencias que se encuentran en ellos son fruto de convenciones sociales
muchas veces arbitrarias e injustas. Así llegan a posturas de carácter socialmente
revolucionario propugnando un igualitarismo ante la ley como una lógica
consecuencia de las leyes de la naturaleza cósmica. Estas ideas fueron la base
del desarrollo político de la democracia griega en su lucha con quienes defendían
las desigualdades entre amos y esclavos, ciudadanos y extranjeros, entre otros.

A lo largo de la Escolástica medieval, el pensamiento cristiano apunta a concebir a


la sociedad como un “cuerpo místico”; une a todos los fieles con la cabeza en
Cristo, haciéndoles partícipes en común de los bienes del cuerpo y del espíritu. La
Iglesia se autodenomina como comunión, corresponsabilidad y comunidad.
Si bien, filosóficamente son griegas las raíces del pensamiento cristiano, sin
embargo, la idea del bien común que más contribuyó en la filosofía medieval y
posmedieval fue la romana. Para los pensadores medievales y posteriores
cualquier influjo de la Antigüedad estuvo mediado por el pensamiento cristiano.

La propiedad privada y la corrupción vienen del pecado y, por ende, la


desigualdad y la esclavitud también. Los bienes del mundo han sido creados por
Dios para aprovechamiento común del linaje humano; el objetivo contrario está
opuesto a la voluntad de Dios.

En san Agustín se puede observar como la autoridad del Emperador romano viene
de Dios, prescribiendo a los súbditos el deber de obediencia y exhortando al
Emperador a defender a la Iglesia contra los cismas y las herejías. San Agustín y
otros Padres de la Iglesia de aquel tiempo están ubicados, en forma similar a
Séneca y a los estoicos, ante un dualismo inquietante y aparentemente irreducible:
lo espiritual y lo material, lo bueno y lo malo, la Iglesia y el Mundo, la autoridad
espiritual y la autoridad secular.

Para Santo Tomás la justicia implica igualdad. La justicia es el hábito según el


cual, en constante y perpetua voluntad, se da a cada cual su derecho, la justicia se
divide en conmutativa, que regula las relaciones entre los individuos, pero siempre
según pautas orientadas al bien común, y la distributiva que es la relación entre el
cuerpo social y los individuos que lo componen.

Esta experiencia inmediata le permitió a Rousseau generar y exponer ideas


propias de su época que se remontan, más propiamente, a los siglos X y Xl,
cuando las sociedades europeas efectúan la transición del esclavismo a la
sociedad feudal caracterizada por la estructuración de clases, desde entonces
definidas: nobleza, clero, artesanos, campesinos y siervos. La propiedad de la
tierra y el ejercicio del poder corresponden a la nobleza y al clero, y la producción
y servidumbre a los artesanos, campesinos y siervos. La concepción religiosa, la
degradación moral de los estratos dominantes y la dialéctica social y del
pensamiento irían constituyendo el desgaste del poder.

En los aspectos políticos y sociales, la sociedad feudal estaba integrada por


nobleza y clero, apoyados mutuamente por sus respectivos poderes: la nobleza
por su poder militar, la Iglesia por su poder espiritual, y por artesanos, campesinos
y siervos y la burguesía que había crecido con los mercaderes venecianos y
portugueses.

En lo económico, la riqueza se encuentra distribuida entre la Iglesia católica con


sus limosnas y diezmos, la nobleza con sus ingresos de impuestos y la producción
agrícola de sus tierras y la burguesía con las ganancias del comercio.

De este modo, la cultura se convirtió en patrimonio exclusivo de las escuelas


palatinas, los monasterios y las escuelas catedralicias, las cuales habrían de
derivar en las universidades.
Además, se puede considerar que el contexto producido por el humanismo de los
siglos XI al XV estaba preparado para el desarrollo de otro movimiento de la
humanidad, sólo que ya no sería parcial, sino que repercutiría en lo político, social,
económico, cultural, educativo, filosófico y religioso. En ese mundo de grandes
cambios, se amplió la actividad comercial con la llegada de los españoles a
América y la circunnavegación del continente africano en el siglo XV.

Se cuestiona el poder de la nobleza y los intelectuales burgueses confrontan los


descubrimientos científicos con los dogmas religiosos. Este período evolutivo fue
el Renacimiento, que aparece en los siglos XV y XVI, en la etapa denominada
Baja Edad Media.

Esta época fue el desarrollo de corrientes filosóficas como el panteísmo


lógico, conceptualismo, misticismo, intelectualismo, voluntarismo,
individualismo metafísico; asimismo, se dio la emancipación de la ciencia y
la filosofía de su concepción medieval, en esto jugaron un papel destacado
Copérnico, Galileo, Descartes y Francisco Bacon; se dan cambios
revolucionarios en las matemáticas, geografía, astronomía, física, química
(Fraile, G. 1978, p. 924).

Desde el punto de vista filosófico y cultural, se produce un profundo escepticismo


y una búsqueda de nuevos caminos, debido principalmente a la escisión del
cristianismo que se venía produciendo en los últimos momentos de la Edad Media
y que culmina con la Reforma protestante y el inicio de un largo ciclo de guerras
de religión. Se establece una fuerte separación entre los países de mayoría
protestante y católica. El cisma religioso trae como consecuencia la secularización
del conocimiento y de la ciencia, basada exclusivamente en la razón. El
racionalismo y empirismo son las corrientes características de este período
histórico.

El descubrimiento de América y de las sociedades indígenas profundiza el


humanismo y antropocentrismo renacentista, estableciendo una antinomia entre la
naturaleza y la sociedad civilizada, entre la vida natural, propia de los aborígenes y
la vida social, característica de los estados europeos.

Durante este período, siglo XVI, se incrementó el número de universidades, entre


ellas, Oxford y Cambridge en Inglaterra, la de París en Francia, la de Colonia en
Alemania y la de Salamanca en España. En estos centros de enseñanza se dio un
auge a la educación humanista, en donde el ser humano es el centro y mayor
preocupación del proceso de enseñanza-aprendizaje. “La ciencia pedagógica tuvo
un importante desarrollo con las ideas de los pensadores como Erasmo, Tomás
Moro, Montaigne, Loyola, Tomás Campanella” (Fraile, G. 1978, p. 924).

A nivel socioeconómico evoluciona la implantación de formas capitalistas


vinculadas al desarrollo urbano y preindustrial, que van perfilando los rasgos de la
sociedad capitalista. Estas transformaciones económicas corren paralelas al
proceso de expansión de la actividad económica y de colonización y van dando
protagonismo a nuevos grupos sociales muy dinámicos en su comportamiento, los
burgueses o capitalistas, recurriendo a estrategias reformistas o revolucionarias
para salvaguardar sus intereses y poco a poco ir obteniendo mayor participación
en el poder político.

Este nuevo marco cultural junto con las corrientes filosóficas, racionalismo y
empirismo, da lugar a una nuevo espíritu humanista caracterizado por una
supervaloración de la razón práctica, y del progreso social, el espíritu de la
Ilustración, un movimiento intelectual que produce una nueva cosmovisión. En la
mayor parte de los pensadores ilustrados, la naturaleza humana deja de ser
considerada mala o egoísta, y empieza a divulgarse el concepto de "bondad
natural" que consistía en resaltar los rasgos naturales en el hombre. Los
problemas e injusticias sociales, no pertenecen a la condición o estado natural,
sino a una deficiente organización social, causa de las desigualdades sociales, y
contraria a la inocencia del estado de naturaleza.

En el marco de ese entorno, desarrolló su pensamiento filosófico uno de los


hombres más preclaros, el cual marcó pautas de primer orden para comprender el
desarrollo de la sociedad, el filósofo y humanista, Juan Jacobo Rousseau.

JUAN JACOBO ROUSSEAU nació en Ginebra, Suiza en 1712. El 12 de junio de


1754 firmó el prólogo del Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los
hombres, que presentaría a un concurso en la Academia de Dijón. Pensador de
espíritu apasionado y escritor sistemático, expuso en aquellas páginas el filón
central de su pensamiento: el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la
que corrompe su condición natural. Quizás el estado natural no haya existido
nunca, acepta Rousseau, pero es necesario plantearlo como hipótesis de partida,
punto de comparación e ideal por conseguir. Rousseau veía la decadencia y
podredumbre en la que se había sumido la sociedad que lo rodeaba. Revela su
espíritu innovador, compensado por un optimismo humanista que lo llevó a
convertirse en un hombre de ferviente soledad al mismo tiempo que lo hizo uno de
los pensadores más influyentes de la Revolución francesa de 1789.

Para entender al hombre como tal, Juan Jacobo Rousseau plantea primeramente
la necesidad de rescatar como principio inicial, la libertad del ser humano como
ser natural y como ciudadano, en donde se pueda manifestar integradamente a
una sociedad política y moral, a pesar de sus diferencias individuales. Se trata de
comprender al hombre como un ser “bueno y libre por naturaleza, que no conoce
la propiedad ni la desigualdad social que ella produce” (Rousseau, 1990, p. 109).

Es una bondad natural que le ha sido dada y que en condición social ha sido
cambiada.
Los hombres no son naturalmente ni reyes, ni potentados, ni cortesanos, ni
ricos: todos nacieron pobres y desnudos, sujetos todos a las miserias de la
vida, a los pesares, a los males, a las necesidades, a toda especie de
duelos, condenados en fin, a muerte. Esto sí es propio del hombre, de ello
no está exento ningún mortal (Rousseau, 1990, p. 113).
Rousseau inicia el discurso, marcando la separación tajante entre el progreso
material y el moral. Intenta desvelar la génesis y la estructura profunda de su
sociedad, situando los males sociales en ese origen y estructura, construida por
hombres y, por tanto, reformable por ellos.

El hombre civilizado aparece enmascarado, en agitación continua, viviendo


sometido a la opinión de los otros y aparentando lo que no es. El núcleo del
malestar moderno es esa vida de apariencias y la imposibilidad de hacer lo que
realmente desea. Esto no es producto de la naturaleza humana, sino del
desarrollo de las estructuras sociales en las que está inmerso.

Rousseau propone la naturaleza del hombre como el modelo, el punto de inicio


que permite la introducción crítica de lo actual y la legitimación teórica para una
nueva situación que se está creando.

Es esta ignorancia de la naturaleza del hombre la que arroja tanta


incertidumbre y oscuridad sobre la verdadera definición del derecho natural;
pues la idea del derecho y más aún, la del derecho natural son
manifiestamente ideas relativas a la naturaleza del hombre. (Rousseau,
1990, p. 112)

La descripción de la vida del hombre en la naturaleza es el paso previo para


conocer el grado de desviación impuesto por la evolución social. El hombre se ha
ido distanciando de sí mismo y de los demás en la medida que ha ido adquiriendo
más conocimiento y progreso material.

Esta naturaleza humana sería una hipótesis lógica, que no pretende ser un estado
real, y que se convertiría en una herramienta para la comprensión del hombre, es
decir, permitiría medir el grado de represión impuesto por los sistemas sociales.

Se hace necesario conocer el estado de naturaleza propuesto por Juan Jacobo


Rousseau para identificar la génesis de las desigualdades sociales. Ese origen de
la exaltación por lo natural es la idea de que existe una “naturaleza humana”
común a todos los individuos. Según Bargallo, Rousseau utiliza el término como
un estado primitivo, de pre-cultura, un estado en el que las cosas deben
detenerse. “Por eso la naturaleza es buena, no porque requiera dominio de sí,
virtud, sino sólo por primitiva, por inocente” (Bargallo, J. M. 1952, p. 71).

En el lenguaje filosófico, afirma Bargallo, la palabra naturaleza es causa formal del


ser en cuanto lo constituye en lo que es.

Así entendida la palabra naturaleza, no se opone a cultura ni a historia. El


esfuerzo y el logro cultural es natural al hombre y exige para su cosecha el
decurso histórico y la tradición, el hombre consiste en historia, porque
posee naturaleza, sobre la que ésta se apoya, y precisamente en gracia a
las características particulares de su naturaleza puede crear cultura
(Bargallo, J.M. 1952, p. 72).
Pero antes de hablar de cultura, es necesario comprender cómo para Rousseau,
el concepto de desigualdad, guarda una connotación natural; en tanto que ha sido
la misma naturaleza la que le ha dado al ser primitivo estas características que lo
hacen ver diferente, pero que se refieren únicamente a lo físico. Son las
diferencias que ha señalado la misma naturaleza:

En la especie humana creo que hay dos tipos de desigualdad: una a la que
llamo natural o física, porque viene establecida por la naturaleza, y que
consiste en la diferencias de edades, de salud, de fuerza física y de las
cualidades de la inteligencia y del alma; la otra, que puede llamarse
desigualdad moral o política, porque depende de una especie de
convención, que viene establecida o por lo menos autorizada, por el
sentimiento de los hombres (Rousseau, 1990, p. 117-118).

Rousseau concibe y distingue diversas etapas en el desarrollo de la vida humana.


En una primera, los hombres viven aislados y solitarios, sin angustias, ni temores,
como sumidos idílicamente en el seno materno. “Es el célebre estado de
naturaleza, algo semejante al del niño que no tiene aún conciencia de sí”
(Rousseau, 1990, p. 104).

En estado de naturaleza el hombre apenas se distingue de los animales; pero


preparado físicamente y sin especialización, está mejor organizado y tiene una
mayor capacidad de adaptación a distintos medios. En este estado el hombre no
es bueno ni malo. Viven separados los individuos sin apenas interferir en las vidas
de los demás.

El hombre natural es libre, inocente y bueno, precisamente porque “sus deseos no


superan sus necesidades físicas. Por eso, no tiene ambición ni siente inquietud,
carece, además, de previsión y curiosidad” (Rousseau, 1990, p. 125), y como no
tiene comunicación con sus semejantes, carece aún de lenguaje, siendo, por eso
mismo, incapaz de razonamiento y progreso.

El estado de naturaleza supone para Rousseau equilibrio, vida pacífica,


identificación inmediata y ausencia de coacción social y moral. También es un
estado vacío donde no hay pensamiento ni evolución. El salto de esta "animalidad"
a la vida social se debe a dos rasgos naturales del hombre: capacidad de
reconocerse libre y capacidad de perfeccionarse.

Esto le permite elegir las diversas alternativas; en este caso, la vida social le
permite obtener la racionalidad y el lenguaje, entre otras. El hombre salvaje no
tendría acceso a la racionalidad y sus pasiones estarían limitadas a su relación
con la subsistencia. Es en sociedad donde el ser humano puede desarrollar la
razón y la capacidad de perfeccionarse.

El primer paso del hombre es satisfacer sus necesidades que son pocas; “Él
imitará a la naturaleza que todo le proporciona, y tiene sobre los animales una
ventaja a primera vista: posee varios instintos, no uno sólo” (Herrera, F.J. 1980, p.
70), el único instrumento que conoce el salvaje es su propio cuerpo. El hombre en
estado natural, está como en un reino, sus enemigos más fuertes son los
obstáculos que le pone la misma naturaleza, las enfermedades, por ejemplo. “Las
necesidades de salud, son pocas, puesto que se vive en un ambiente sano y aún
no existen los placeres de lujuria y vicios del hombre contemporáneo” (Herrera, F.
J. 1980, p. 70).

Para el hombre que vive en estado de naturaleza no era una desgracia el andar
desnudo, ni la falta de vivienda, porque se había acostumbrado y le era natural
esa situación.

Si bien no tienen la piel peluda, no la necesitan para nada en los países


cálidos y muy pronto aprenden en los países fríos, a apropiarse de la de los
animales vencidos; si bien no tienen más que dos pies para correr, tiene en
cambio más brazos para proveer a su defensa y a sus necesidades
(Rousseau, 1990, p. 123).

El hombre no tiende a unirse a los demás espontáneamente, tampoco entra en la


lucha hobbesiana en donde según este filósofo, “el hombre es naturalmente
intrépido y no busca otra cosa que atacar y combatir” (Rousseau, 1990, p. 124).
Los hombres desarrollan la guerra y la violencia en sociedad. La dominación y la
desigualdad se crean también en las instituciones sociales. Un instinto natural es
el sentimiento de piedad, todavía no desarrollado, pero básico en la evolución del
hombre. No tiene carácter moral, sino de empatía y de identificación con el
sufrimiento ajeno.

La idea del hombre en estado natural hizo ya buen camino antes de llegar a las
modernas concepciones, por eso, resulta importante indagar si el estado de
naturaleza es estado específicamente distinto al estado social y político posterior y
encontrar la causa fundamental del tránsito de uno a otro estado.

Bargallo Cirio, hace un análisis del estado de naturaleza propuesto por Rousseau
y encuentra varias formas de interpretación de ese estado. Se puede hallar un
estado en el tiempo, es decir, la situación original o primitiva de las cosas. Un
estado dado de la técnica en que el hombre está libre del arte, o en el que se
conocen las artes prácticas más sencillas y primitivas, un estado dado de la
economía, esto es, “la sociedad humana sin propiedad privada, lo que sería el
comunismo económico”, un estado ético, “en donde hay control de los impulsos
humanos sin esfuerzo moral deliberado y consciente, sin la coacción de normas, ni
el sentimiento de pecado” (Bargallo, 1951, p. 81).

Para Rousseau, el estado de naturaleza, es un estado, idílico, premoral, casi


cabría decir prehumano. “El estado de naturaleza es un estado histórico que a su
vez se supone asocial o social sin vínculo ni poder político, pero también como
una idea de aquello en lo cual consistiría la condición del hombre sin el Estado”
(Bargallo, J.M., 1951, p. 88).
Resulta así el estado de naturaleza un estado de beatitud, de paz y calma en
donde el “buen salvaje” ignora todo drama teniendo presente únicamente la tierra
y sus instintos. Es decir, que en este estado los hombres, “no son malos
precisamente porque no saben lo que es ser buenos, pues no es ni el desarrollo
de sus facultades ni el freno de la ley, sino la calma de las pasiones y la ignorancia
del vicio lo que les impide hacer el mal (Rousseau, 1990, p. 131).

El “buen salvaje” en estado natural, provisto de una generosidad innata, es bueno


originariamente. Se diferencia del animal por su facultad de acceder o resistir a los
mandatos de la naturaleza, esto es, por su libertad. Las únicas diferencias que
Rousseau encuentra en el hombre natural son las que ha establecido la misma
naturaleza y que consisten en las “diferencias de edades, de salud, de las fuerzas
del cuerpo y las cualidades del espíritu o del alma” (Rousseau, 1990, p. 118).

Para Rousseau el estado de naturaleza es un estado original de pureza, que fue


degenerado por un proceso de civilización que desarrolló vicios, conflictos,
pasiones y desigualdad. Es por ello que entiende como erróneo atribuir esta
degeneración al estado de naturaleza. El hombre natural es perfecto; raramente
se enferma; tiene pocas necesidades y no tiene relaciones sociales permanentes.
En el estado de naturaleza el hombre está vinculado a las principales leyes
naturales: la autoconservación (opuesta al amor propio que se adquiere en la
sociedad civil y da lugar a la competencia, rivalidad, conflicto y desigualdades) y la
piedad hacia los seres sensibles.

Si el hombre natural es un ser entregado a su instinto de conservación y dotado de


un sentido de compasión por el dolor ajeno, si la mezcla de estos instintos
garantiza que el hombre sea por naturaleza un ser independiente y pacífico,
¿cómo se convierte en un ser gregario, sociable, dependiente, violento,
esclavizado?

Por eso es necesario comprender el origen de las desigualdades sociales,


planteadas por Rousseau, para entender por qué los sistemas pueden colapsar y
hasta qué punto son viables. Aunque existen medios para solucionar el asunto,
parece que la desigualdad social es un mal que ha acechado a la humanidad a
través de la historia en la cual, el hombre se hace víctima o victimario por razones
tan simples como las diferencias sociales, económicas y políticas.

El primero a quien, habiendo cercado un terreno, se le ocurrió decir, ‘esto


es mío’, y halló personas bastantes sencillas para creerle, fue el verdadero
fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos,
cuántas miserias y horrores no habría evitado al género humano aquel que
arrancando las estacas o allanando el cerco, hubiese gritado a sus
semejantes: “Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si
olvidáis que los frutos son de todos y la tierra no es de nadie”! (Rousseau,
1990, p. 191-162).
Al introducir factores económicos-sociales como la propiedad y la división del
trabajo en la explicación de dichos males (la desigualdad social), Rousseau
situaba la crítica de la sociedad sobre nuevas bases. El hombre natural bueno y
libre por naturaleza se ha convertido en un hombre social, culto y civilizado, que
hace compatible los bienes del espíritu con la desigualdad social, la violencia y la
opresión.

Tal fue, o debió ser, el origen de la sociedad y de las leyes, que dieron
nuevos obstáculos al débil y nuevas fuerzas al rico, destruyeron sin
remisión la libertad natural, fijaron para siempre la ley de la propiedad y de
la desigualdad, hicieron de una hábil usurpación un derecho irrevocable...
...Todos corrieron al encuentro de sus cadenas creyendo asegurar su
libertad (Rousseau, 1990, p. 181).

Rousseau explica la diferencia entre el hombre natural y el hombre civilizado por


un instinto diferente al de conservación y compasión. Antes de la propiedad tuvo
que producirse una institución, la familia, y con ella tuvo que introducirse la
estabilidad de relaciones humanas y, finalmente, la agricultura y la tecnología de
los minerales. Sólo entonces se desplegó algo fundamental: la división del trabajo.
De este modo, el trabajo es la forma de perfectibilidad humana que produce la
desigualdad social.

Cuando Rousseau describe la trayectoria que ha recorrido el hombre desde su


estado natural, hasta el civil o social, mostrando cómo la civilización y el progreso
cultural han traído la degeneración de la especie humana originaria, no pretende
que sus planteamientos se tomen como verdades históricas, sino como
razonamientos hipotéticos y condicionales.

El estado natural no es una verdad comprobada ni una hipótesis sobre una


condición humana probable, en el pasado o el futuro, pero es un estado ideal, no
tiene fundamento real pero es, como afirma, Roa Valero, “la vara ideal para medir
cualquier realidad” (Roa, V., 1983, p. 21). En ese sentido cumple la función de
descalificar el pasado histórico y, en consecuencia, desvalorizar el orden vigente
en cuanto que funda su validez en el pasado o en una instancia trascendente.

La vuelta a la naturaleza de la que habla Rousseau no es, por tanto, una vuelta a
la animalidad, al hombre salvaje primitivo, sino “a un estado superior al que hay
que ascender a través de la corrupción y degradación” (Roa Valero, 1983, p. 21),
no se trata, por ello de anular al hombre como ser social ni de renunciar por
completo a los bienes de la cultura. Para Rousseau esta naturaleza es una norma,
un deber ser, una exigencia por la cual el hombre se afirma como ser
verdaderamente humano.

La vida social trajo grandes conflictos en el desarrollo de la humanidad, la


naturaleza es pura y en ese estado no hay mayor complicidad, ni conflictos, pues
todo lo provee y su misma armonía es armonía para sus integrantes.
CAPÍTULO II
DESIGUALDADES SOCIALES ACTUALES

...fue preciso hacer muchos progresos, adquirir industria y luces,


transmitirlas y aumentarlas de edad en edad antes de llegar a este término
último de estado de naturaleza. (Rousseau, 1990, p. 162)

La idea de la desigualdad es a la vez muy simple y muy compleja. “En un nivel, es


la más simple de todas las ideas y ha conmovido a la gente con una atracción
inmediata difícilmente igualada por cualquier otro concepto. Pero en otro nivel es
una noción extraordinariamente compleja, lo que vuelve muy problemáticas las
aseveraciones sobre la desigualdad”. (Sen, A. 2001, p. 9).

El problema de la desigualdad ha continuado y continúa acrecentándose con los


tiempos, parece que es un mal inevitable, que requiere del planteamiento de
estrategias óptimas para llevar a cabo la disminución de esta situación, esto es, la
igualdad, pero ¿de qué clase de igualdad se habla?

Literalmente entendida, la igualdad es un ideal que incita a la traición.


Hombres y mujeres comprometidos lo traicionan, o parecen hacerlo, tan
pronto como organizan un movimiento a favor de la igualdad y distribuyen
poder, posiciones e influencia entre ellos. (Walzer, M. 1997, p. 9).

La igualdad en una sociedad compleja es el ideal en la que se cultiva con acierto


el arte de la separación. Separar consiste en reconocer que hay bienes que han
de distribuirse aisladamente (con criterios distintos) para así concebir una igualdad
social que surge como su resultado. La distribución ha de estar de acuerdo con el
significado específico de cada bien, de cada práctica institucional o social, y no
puede reducirse a la preeminencia de un bien sobre los demás, de un principio de
distribución, por ejemplo, el mérito sobre los demás (la necesidad de ese bien, el
talento, etc.) No hay, por tanto, un único principio de justicia distributiva que se
pueda aplicar a todos los bienes públicos o sociales. La multiplicidad de bienes y
de intereses denota la complejidad de las actividades y esferas de valor de las
sociedades contemporáneas, esto es, el pluralismo de significados sociales.

El igualitarismo parece requerir un sistema político mediante el cual el


Estado sea capaz de mantener continuamente a raya a aquellos grupos
sociales y ocupacionales que, en virtud de sus capacidades, de educación
o de sus atributos personales, podrían de otro modo exigir una participación
desproporcionada de las recompensas de la sociedad. La manera más
efectiva de mantener a tales grupos bajo control es negándoles el derecho
a organizarse políticamente. (Parkin, F. 1972, p. 183).

Pero, una sociedad en igualdad, sería un mundo de falsas apariencias donde los
individuos, de hecho no siendo iguales entre sí, estarían obligados a verse y a
actuar como si lo fueran. Sencillamente esto tiene que ver con el reconocimiento
mutuo como seres humanos, como miembros de una misma especie, distintos,
pero también muy semejantes.
Lo que conlleva a formular esta clase de teorías, es la desigualdad en todos los
aspectos de la vida social que se da entre los hombres, no sólo personales, sino
también, comunitarios, culturales, económicos, políticos, etc.

Si miramos el sistema económico y social actual, éste ha generado unos


elementos de segregación y unos procesos de exclusión que muestran la
dualización social o sociedad dual. Hoy día, el conflicto ya no consiste en tener
más o menos, sino en estar dentro o fuera, incluidos o excluidos (personas,
colectivos sociales y países enteros que son arrojados fuera del sistema y su
preocupación básica es únicamente poder vivir el día de hoy).

La organización social actual tiene en su interior una población sobrante,


población excedente: quedan fuera de la rueda del sistema, son inútiles,
inservibles, no importan, están fuera del mercado, no son rentables ni
competitivos. El que está abajo, el inadaptado y el que está en la periferia
tienen en común que se encuentran dentro del sistema (Tortosa, J. M.
1993, p. 58).

Los excluidos sociales están amenazados por la desigualdad, tanto en lo que se


refiere a la insuficiencia de recursos económicos, como a la carencia de poder. La
exclusión social se presenta como una historia sin sujeto o cuyos sujetos son sus
propias víctimas. Desde esta perspectiva, podría afirmarse –como hacen los
defensores de la globalización– que la exclusión de colectivos sociales es el precio
que hay que pagar por el progreso.

Pero el estar excluido no significa que se está por fuera de la sociedad, sigue
perteneciendo a ella de forma marcada, es un integrante de la sociedad. Ningún
ser humano, si obviamos la excepcionalidad del “buen salvaje”, propuesto por
Rousseau, queda fuera de la sociedad. Por tanto, los individuos diferentes tienen
diversos grados de conexión social, están insertos en distintos ámbitos, las
características de su medio social son distintas (rico-pobre, poderoso-débil,…).

La exclusión no designa una categoría social precisa, sino una situación


polivalente compartida en diversos grados por distintos individuos. Podría ser
considerada, entonces, como una manifestación extrema de desigualdad social en
la que diversos colectivos heterogéneos de individuos quedan, por causas
estructurales –esto es, no debidas a su propia voluntad–, imposibilitados para
obtener por sí mismos y de forma honesta los recursos necesarios (de todo tipo,
aunque esencialmente económicos) para poder obtener una vida digna.

Se ha propuesto como solución a la exclusión social, la inserción que no es otra


cosa que la explotación en el trabajo, causa fundamental de la desigualdad social,
de la miseria de amplios sectores sociales, de la precariedad, del riesgo personal y
de la opresión.

Se representa a la sociedad como una pirámide y se establece un arriba y abajo.


El factor básico es de tipo económico y la imagen es la desigualdad social y la
preocupación por la pobreza. Entonces, ¿cómo lograr la cohesión social?, ¿cómo
estar incluido, integrado en la sociedad? Se puede afirmar que la sociedad actual
se mantiene cohesionada mediante el trabajo productivo, como principio de
inclusión económica, el consumo, como inclusión social, la protección de los
derechos políticos y sociales, como inclusión política, la competitividad, como
inclusión cultural.

Pero, dentro de la sociedad actual (El Estado de Derecho, libertad, igualdad,


fraternidad) perviven modelos jurídicos greco-romanos (amos y esclavos), o
medievales (señores-siervos), llamados con otro nombre, enmascarados en otro
espacio, de manera que hay diferencia de derechos para unos y para otros, esto
es evidente.

Cuando se habla de políticas de integración se piensa enseguida en medidas


concretas: en educación, vivienda, trabajo y en acciones interculturales.
Naturalmente que todo eso es imprescindible, pero no es suficiente e incluso
puede ser una coartada para no dar pasos claros hacia el primer terreno de la
integración: la igualdad en los derechos.

A través de la historia, esta clase de temas, ha conllevado a formular modelos de


desarrollo que propendan por la igualdad, en donde los seres humanos puedan
tener deberes y derechos, sin embargo, la diferencia entre pobres y ricos,
incluidos y excluidos sigue evidenciándose en el día a día, entonces, ¿dónde
continúa prevaleciendo la raíz de esta desigualdad?, ¿radicará en la naturaleza de
los propios individuos, por su desigualdad física o intelectual, por su
incompetencia para realizar un trabajo o no estar dispuestos a transigir con las
normas y costumbres dominantes en la sociedad? o, ¿es la propia sociedad la
que, por su organización y estructura, expulsa a grupos de individuos?

La pobreza, por ejemplo, amenaza la dignidad de la vida humana. No existe para


la humanidad totalmente pobre, aquella que está en la miseria, satisfacer las
necesidades básicas. Esta pobreza es el resultado de una variedad de
circunstancias previas, y por tanto serán diversas las modalidades de enfrentarse
a la condición en que viven los hombres en esta condición, que resulta no ser otra,
que la imposibilidad para lograr condiciones de vida aptas en el ejercicio pleno de
los derechos que le competen como seres humanos. Es casi un círculo perverso
donde se reproducen las condiciones de marginalidad. Esto demuestra que las
desigualdades no aumentan por casualidad, sino por la manera en que los
procesos económicos y políticos se estructuran y funcionan.

“La pobreza debilita lo más básico de la vida de billones de niños, mujeres y


hombres a quienes se niegan no sólo los beneficios de una riqueza creciente, sino
incluso los beneficios del acceso a las necesidades básicas de la vida”. (Tortosa,
J. M., 1993, p. 132). El exceso de consumo y el desarrollo, por un lado,
corresponde al hambre, la enfermedad y al sufrimiento por el otro.
Lo que conlleva a generar una teoría igualitaria no es el hecho de que hayan ricos
o pobres, sino, dice Michael Walzer, “es la posibilidad de que el rico ’exprima al
pobre’, de que le imponga la pobreza, de que determine su comportamiento
sumiso” (Walzer, M. 1997, p.10). De la misma manera, no es la existencia de
aristócratas y personas comunes o de funcionarios y ciudadanos ordinarios y, por
supuesto, tampoco la existencia de diferentes razas y sexos, lo que origina las
demandas populares de abolición de las diferencias sociales y políticas, sino “lo
que los aristócratas hacen con las personas comunes, lo que los funcionarios
hacen a los ciudadanos ordinarios: lo que los individuos con poder hacen a otros
sin él” (Walzer, M. 1997, p. 11).

Es un hecho que la desigualdad tiende a crecer en cualquiera que sean sus


expresiones tomadas como referencia y tanto a nivel personal como global de
regiones o países. La desigualdad no se da sólo, ni principalmente, entre clases,
entre colectivos conformados objetivamente en virtud de una determinada posición
social frente a los derechos o al uso de los recursos, sino que se produce en el
mismo seno de éstos. La desigualdad no proporciona una imagen de la sociedad
en términos de grandes manchas, entendiéndose estas manchas como la
evidencia de diferencias notorias, sino una especie de suma de muchas
variedades, sin perfiles nítidos entre los grupos en términos de clases o estratos
sociales. Hoy día, sin embargo, se comprueba que se alcanza un alto nivel de
desigualdad incluso entre grupos de personas con el mismo nivel educativo. Las
desigualdades tanto entre los que están dentro como los que están fuera del
sistema hacen ver a los que están dentro como unos privilegiados que en cierta
forma son responsables de la exclusión, ignorando que en su mayor parte son
objeto de la explotación y opresión del sistema.

Las desigualdades sociales y económicas habrán de disponerse de tal


modo que sean tanto para proporcionar la mayor expectativa de beneficio a
los menos aventajados como para estar ligadas con cargos y posiciones
asequibles a todos bajo condiciones de una justa igualdad de
oportunidades (Rawls, 1978, p. 105).

De ahí que el objetivo de una sociedad que busque reducir la desigualdad sea una
sociedad libre de dominación. La dominación siempre es ejercida por un grupo de
personas que haciendo uso de un conjunto de bienes sociales dados conduce a
situaciones de desigualdad.

La idea de la igualdad entre los hombres se ha referido a un tipo de criterio


mediante la distinción entre hechos arbitrarios desde un punto de vista moral, es
decir, hechos ajenos a la responsabilidad social de cada uno, y hechos de los
cuales se es plenamente responsable. Esto para decir, que una sociedad justa
debe tender, en lo posible, a igualar a las personas en sus circunstancias, de tal
modo, que lo que ocurra con sus vidas privadas quede bajo su propia
responsabilidad.
Las instituciones básicas de la sociedad, sostiene John Rawls, no deben
distinguirse simplemente por ser ordenadas y eficientes: “Ellas deben ser, sobre
todo, justas. Y si no lo son, entonces, deben ser reformadas o abolidas” (Rawls,
1971, cap. 1).

En las actuales sociedades democráticas, los ciudadanos son titulares de


derechos civiles, tales como los morales, la libertad de pensamiento y de
expresión o los materiales, como el de la propiedad privada. También disponen de
derechos políticos inherentes a la vida democrática, como son los de asociación y
de participación (representación y voto), y disfrutan de derechos sociales, bien
sean los relativos a la salud, a la educación o al bienestar necesario para poder
desarrollar un tipo de vida percibida como digna por el conjunto social. Todos esos
derechos están amparados por las instituciones estatales, las cuales asumen la
responsabilidad colectiva.

Luis Moreno observa como crucial para la ciudadanía social el desarrollo de


políticas públicas sociales, pues, los efectos de estas políticas posibilitarían
comunidades más cohesionadas y un enriquecimiento de la vida civilizada.

Aunque no evitarían la reproducción de la desigualdad social, las políticas sociales


sí pueden procurar una mayor nivelación de recursos entre las clases. Además,
facilitarían la “igualdad de oportunidades”, es decir, harían posible que al margen
de las diferencias de clase, edad, raza o género, los ciudadanos tuviesen los
mismos derechos para desarrollar sus potencialidades vitales. (Moreno, L, 2003, p.
2).

Entendido de esta forma las políticas sociales son generalmente de carácter


redistributivo ya que comportan transferencias y equilibrios de recursos y
capacidades entre unos ciudadanos y otros. La justificación predominante en la
sociedad a favor de la distribución se basa en la idea de ‘la igualdad de
oportunidades’, más aún, de una justicia que sea distributiva. Pero las
desigualdades en la distribución del ingreso, en el acceso a los recursos
productivos, a los bienes y servicios sociales básicos, a los mercados y a la
información han creado "estructuras de desventajas" que se refuerzan y se
transmiten de unos a otros.

La idea de la justicia distributiva afirma Walzer, “guarda relación tanto con el ser y
el hacer como con el tener, con la producción tanto como con el consumo, con la
identidad y el status tanto como con el capital o las posesiones personales”.
(Walzer, M. 1997, p. 17). Las ideologías y configuraciones políticas justifican y
hacen valer distintas formas de distribuir la pertenencia, el poder, el honor, el
conocimiento, la riqueza, la seguridad física, el trabajo, los castigos y una serie de
bienes más estrecha y materialmente concebidos. Hay sistemas distributivos
simples, sin embargo, no existe una vía de acceso única a este mundo de
ideologías y procedimientos distributivos de manera unánime.

A lo largo de la historia, el mercado ha sido uno de los mecanismos más


importantes para la distribución de los bienes sociales, pero nunca ha sido y en
ningún lado es hoy un sistema distributivo completo. Tampoco ha existido un
criterio decisivo único a partir del cual todas las distribuciones sean controladas.
Ningún poder estatal ha sido tan incisivo que pueda regular todos los esquemas
de compartir, dividir, e intercambiar.

Las teorías sobre la justicia distributiva se centran en un proceso netamente


social, es decir, todos los bienes que la justicia distributiva considera son bienes
sociales. De hecho, las personas mantienen una relación con el conjunto de
bienes. Pero los significados sociales poseen carácter histórico, al igual que las
distribuciones. Éstas, justas e injustas, cambian a través del tiempo y del espacio y
los bienes han de distribuirse siempre de acuerdo a “razones pertinenentes”, pues,
no en todas las sociedades los conceptos pueden ser comprendidos en el mismo
contexto en que son propuestos.

Todo bien social o conjunto de bienes sociales constituye, por así decirlo, una
esfera distributiva dentro de la cual sólo ciertos criterios y disposiciones son
apropiados. Pero frente a esto aparece otro aspecto importante de mencionar y es
el criterio de la necesidad. “’A cada quien de acuerdo con sus necesidades’ como
la famosa máxima de Marx: ‘hemos de distribuir la riqueza de la comunidad de
modo que las necesidades de sus miembros sean satisfechas’” (Walzer, 1997, p.
38). De hecho aparece en esta máxima una propuesta distributiva. La necesidad
genera una esfera distributiva particular dentro de la cual ella misma es el principio
distributivo apropiado.

La idea de la justicia distributiva presupone un mundo con demarcaciones dentro


del cual las distribuciones tengan lugar, por ejemplo, en la división, el intercambio
y el compartimiento de los bienes sociales. Rawls, dice que:

El objeto primario de la justicia es la estructura básica de la sociedad o,


más exactamente, el modo en que las instituciones sociales más
importantes distribuyen los derechos y deberes fundamentales y
determinan la división de las ventajas provenientes de la cooperación
social. Por instituciones más importantes entiendo la constitución política y
las principales disposiciones económicas y sociales. (Rawls, 1971, p, 19).

Pero para esto se necesita de una sociedad bien organizada u ordenada, en


donde reinen las circunstancias de justicia, no exista ni una extrema escasez ni
una abundancia de bienes, es decir, en donde las personas sean más o menos
iguales entre sí, como lo afirmó Rousseau. Pero también aparecen otras teorías
las cuales son menos ambiciosas en donde proponen un Estado mucho menos
ambicioso, esto es un “Estado mínimo” como le llama Nozick, dedicado
exclusivamente a proteger a las personas y a respaldar el cumplimiento de los
contratos celebrados entre los individuos.

Una teoría de justicia no merece ser reconocida si permite que las personas
resulten beneficiadas o perjudicadas por circunstancias ajenas a su voluntad, esto
es, por circunstancias ajenas a sus propias elecciones.
La idea de ser seres morales iguales contiene la pretensión de que ninguno se
encuentra inherentemente subordinado a la voluntad de otros, “ninguno llega al
mundo como propiedad de otro, o como súbdito. Todos nacimos libres e iguales”
(Kymlicka, W. 1995, p. 74).

Se hace necesario un nuevo instrumento para descubrir las implicaciones de la


igualdad moral, un instrumento que impida que la gente se aproveche de sus
ventajas arbitrarias al elegir los principios de justicia. Pero, la gente se encuentra,
dice Rawls, tras un “velo de la ignorancia” de tal modo que “nadie sabe cuál es su
lugar en la sociedad, su posición, su clase o su status social; nadie conoce
tampoco cuál es su suerte con respecto a la distribución de ventajas y
capacidades naturales, su inteligencia, su fortaleza, etc.” (Rawls, 1971, p. 12).

Algunos pensadores actuales creen que una forma de existir equivalencia entre
las desigualdades es la distribución, es decir, que “todos los bienes sociales
primarios –libertad, igualdad de oportunidades, renta, riqueza, y las bases de
respeto mutuo– han de ser distribuidos de un modo igual, a menos que una
distribución desigual de uno o de todos estos bienes redunde en beneficio de los
menos aventajados” (Rawls, 1978, p. 341).

Pero para que haya una buena distribución se hace necesario entender y aplicar el
concepto de justicia y más aún, este concepto debe ser comprendido a nivel
social. Ahora bien, si la justicia, dice Rawls, es la primera virtud de las instituciones
sociales, estos principios de la justicia social deben proporcionar un modo
adecuado para asignar derechos y deberes entre los integrantes de la sociedad.

El objeto primario de la justicia es la estructura básica de la sociedad o,


más exactamente, el modo en que las instituciones sociales (la constitución
política y las principales disposiciones económicas y sociales) más
importantes distribuyen los derechos y los deberes fundamentales y
determinan la división de las ventajas provenientes de la cooperación
social. (Rawls, 1971, p. 23).

De esta forma una sociedad que se encuentre bien organizada afirma la


autonomía de las personas. El principal problema de la justicia distributiva es la
elección del sistema social. Pues el sistema social ha de estructurarse de manera
que la distribución resultante sea justa a pesar de todo. “Para conseguir este fin,
es necesario establecer el proceso económico y social sobre las bases de una
política adecuada y de instituciones legales” (Rawls, 1978, p. 312).

También hay que tener presente que la justicia es relativa a los significados
sociales, dice Walzer, que existe un número infinito de vidas posibles,
configuradas por un número infinito de culturas, religiones, lineamientos políticos,
condiciones geográficas, etc, posibles. Todo esto influye a la hora de hablar de
igualdad.
Una sociedad determinada es justa si su vida esencial es vivida de cierta
manera –esto es, de una manera fiel a las nociones compartidas de sus
miembros– (Cuando los individuos disienten acerca del significado de los
bienes sociales, cuando las nociones son controvertidas, entonces la
justicia exige que la sociedad sea fiel con la disensión suministrando
canales institucionales para expresarla, mecanismos de adjudicación y
distribuciones alternativas) (Walzer, 1997, p. 322).

Esto sería una sociedad donde los significados sociales se encuentran integrados.
Pero hablar de una igualdad es mucho más cómodo si se refiere a armonía que a
justicia, pues, la justicia tiene que ver con la equidad y esto es precisamente el
problema actual, no existe equidad y si no hay equidad no hay, por tanto, armonía,
no hay igualdad. Es necesario, una justicia distributiva en donde los derechos
sociales estén amparados, defendidos y promulgados de tal forma que los
integrantes de la sociedad tengan acceso no solamente a cubrir sus necesidades
básicas, sino a exigir y cumplir esos derechos que son en últimas, quienes más
persiguen ideales de justicia y equidad para todos los integrantes de una
sociedad.

Según Norberto Bobbio, “la razón de ser de los derechos sociales como a la
educación, el derecho al trabajo, el derecho a la salud, es una razón igualitaria”
puesto que “tienden a hacer menos grande la desigualdad entre quienes tienen y
quienes no tienen, o a poner un número de individuos siempre mayor en
condiciones de ser menos desiguales respecto a individuos más afortunados por
nacimiento o condición social” (Bobbio, 1995, p. 151). Un desarrollo basado en la
justicia social conlleva la decisión de una sociedad de vivir entre iguales, no
implicando homogeneidad en las formas de vivir y pensar, sino una
institucionalidad incluyente que asegura a todos las oportunidades de participar en
los beneficios de la vida colectiva y en las decisiones que se toman respecto
a cómo orientarla.

“La justicia de un esquema social depende esencialmente de cómo se asignan los


derechos y deberes fundamentales, y de las oportunidades económicas y las
condiciones sociales en los diversos sectores de la sociedad” (Rawls, 1978, p. 24).

La igualdad entre los hombres, sigue siendo una posibilidad, el establecimiento de


una sociedad igualitaria no será el fin de la lucha por la igualdad, es menester
conocer los problemas que sufre la sociedad y plantear soluciones de tal forma
que por lo menos exista una preocupación por el tema, no se pretende aniquilarlos
de un solo impacto, sino más bien como afirma Walzer: “Todo lo que se puede
esperar es que esta lucha se suavice, conforme los seres humanos aprendan a
vivir con la autonomía de las distribuciones y reconozcan que resultados diferentes
para individuos diferentes en esferas diferentes hacen justa a una sociedad”
(Walzer, 1997, p. 329).
Pero para ello es necesario, conocer, argumentar y proponer alternativas viables,
de lo contrario, siempre se continuará en la lamentación y en sufrimiento causado
por hombres y sistemas sociales.

CAPÍTULO III
LA NATURALEZA SOCIAL DEL HOMBRE TIENDE A CREAR
SISTEMAS DE DESIGUALDAD
...los ciudadanos no dejan oprimirse más que en tanto que movidos por una ciega ambición y
miran más por debajo que por encima de ellos, con lo que la dominación se le torna más querida
que la independencia, estando dispuestos a llevar cadenas para poder imponerlas a su vez.
(Rousseau, 1990, p. 195).

¿Es acaso la consecuencia de una ley natural, el origen de la desigualdad entre


los hombres? En las investigaciones sobre el origen de las desigualdades sociales
se encuentran que son el resultado de la pertenencia a un determinado núcleo,
incluso de un conjunto de condiciones heredadas. La desigualdad es una
condición que se va generando a lo largo del desarrollo humano y, en una gran
medida, con independencia del origen social. Si el ideal de todo sistema social es
procurar una vida buena, para que esto se logre, algunas condiciones deben ser
necesarias para llevar a cabo este compromiso. Rawls llama a las principales
necesidades bienes primarios; dentro de los cuales se encuentran los sociales y
naturales:

Los bienes sociales primarios que son directamente distribuidos por las
instituciones sociales, como los ingresos y la riqueza, las oportunidades, los
poderes, los derechos y las libertades y los bienes naturales como la salud,
la inteligencia, el vigor, la imaginación y las aptitudes naturales que resultan
afectados por las instituciones sociales, pero que son directamente
distribuidos por ellas. (Kymlicka, 1995, p. 78).

La crítica a la sociedad apunta a señalar la falta de libertad como resultado del


origen de la desigualdad social. Rousseau, plantea la necesidad de rescatar como
principio inicial, la libertad en el ser humano, entendido éste como ser natural y
como ciudadano, de tal forma que le permita manifestarse como un miembro
integrado a una sociedad política y moral, teniendo presente sus diferencias
individuales, que como ser natural según Rousseau posee de una igualdad
indestructible y real.

Sin embargo, el problema de la libertad surge a partir del momento en que el


hombre se asocia y descubre una diversidad de intereses. Se entiende que la
libertad como manifestación del género humano tiende aún en lo social a
mantener la misma proporción de la libertad inicial, pero es necesario normatizar
la organización social de suerte tal que “la asociación sea capaz de defender y
proteger con toda la fuerza común la persona y bienes de cada uno de los
asociados, pero de modo que cada uno de éstos, uniéndose a todos, sólo
obedezca a sí mismo y quede tan libre como antes” (Rousseau, 1987, p.14). Sin
embargo, en la actualidad multitud de normas o leyes implícitas o explícitas rigen
el orden de la sociedad, pero a tal punto que se pierde la libertad puesto que el
hombre con estas normas ha terminado en un lugar con barreras disimuladas, las
mismas normas lo coartan y sólo puede actuar si no se somete a ellas, con la
consigna de que si se respetan podrá vivir tranquilo. De esta forma, “se constriñe
la libertad para la acción y en su defecto se normatiza a los individuos y se les
induce a moverse solamente en los marcos definidos de antemano y de acuerdo
con una disciplina esencialmente conformista” (Cortés y Carillo, 2003, p. 302).

Para que el hombre pueda desarrollarse como persona autónoma y libre a nivel
social, es menester que se realice como ser racional, pues, el pensamiento y la
razón lo conducen a la búsqueda de un modelo de organización que es la base de
su convivencia, una vez que se ha reconocido que “cada uno de nosotros no
puede vivir sin los demás”.

Rousseau menciona, que la esclavitud, es un estado social que no tiene razón de


ser, que nacemos libres en un territorio que nos pertenece y con condiciones de
igualdad, que “por naturaleza, nadie tiene autoridad sobre sus semejantes y que la
fuerza no produce ningún derecho, solo quedan las convenciones por base de
toda autoridad legítima entre los hombres” (Rousseau, 1987, p. 8).

Es decir, el hecho de que el hombre se agrupe, no le implica someterse ni someter


totalmente a los demás, sino, sólo para establecer acuerdos que le permitan una
mejor convivencia y una mutua protección. “La acción emancipatoria y libertaria
del ciudadano, es pues, la manera de construir y de preservar para sí el poder sin
violencia” (Cortés y Carillo, 2003, p. 305).

Por lo tanto, una persona que ingresa a un grupo, no pierde el derecho a ser libre
y de ninguna manera, a tener esclavos, pero el hombre se las ha ingeniado para
esclavizar a otros hombres pese a estar atentando contra la naturaleza del ser
humano. Este hecho lamentablemente se presenta debido al abuso del poder
emanado de la fuerza de un grupo sobre otro más débil.

Algunos hombres que han sido sometidos, permanecen así por cobardía, y no se
esfuerzan por recuperar su libertad, pero aún más, existen hombres que aceptan
así su realidad y se la inducen a sus descendientes, a lo cual Rousseau señala
“aún cuando el hombre pudiese enajenarse a sí mismo no puede enajenar a sus
hijos; estos nacen libres, su libertad les pertenece; nadie más puede disponer de
ella” (Rousseau, 1987, p. 9).

Con estas observaciones se comprende la relevancia que Rousseau da a la


naturaleza sobre las leyes que el hombre ha creado en sociedad para regirse. Lo
que se pretende es que el ser humano, aprenda a convivir con las normas
establecidas de tal forma que no pierda su esencia natural de libertad como ser
natural.
Pero en la actualidad se sigue reconociendo que las desigualdades sociales son
un problema porque, son causa de conflictos entre los seres humanos y aunque
se presentan alternativas mediante las cuales se pretende mejorar esta situación,
la pregunta es: ¿Por qué estas alternativas no son funcionales?

Como dice Hannah Arendt, sencillamente se ha llegado a “lo que hoy día
llamaríamos conformismo inherente a toda sociedad” (Arendt, 2005, p. 63), que
todo el mundo conoce y no se preocupa más que por conseguir el bienestar
personal olvidando que éste también depende del bienestar colectivo.

Lo que se pretende es que haya menos iniquidad, es decir, disminuir


gradualmente la gran brecha que divide a los más fuertes de los más débiles, y
que es la fuente de las injusticias y de los conflictos que agobian la sociedad. Se
busca un modelo de sociedad y de Estado que permita superar las irregularidades
del orden económico y social, para poder construir, una “democracia” viva y
vigorosa. Un sistema en el que incluya la integración, es decir, “el proceso de
unificación de una sociedad, que tiende a convertirla en una civitas armoniosa,
basada en un orden que cada uno de sus miembros siente como tal” (Duverger,
1990, p. 205). Pero para lograr un compromiso de esta magnitud no es necesario
que todos los miembros piensen o actúen de igual manera sino más bien, que
todos sean capaces de discernir y encontrar las causas de desigualdad y de
proponer soluciones a este respecto.

Es evidente que la desigualdad no se limita a las categorías económicas,


educativas o de oportunidades restringidas o ambiciones truncadas; también hace
relación a la democracia. Y es bien conocido que una de las funciones del Estado
es buscar reducir las desigualdades entre los ciudadanos a través de la calidad de
las instituciones públicas.

Pero aunque existen sistemas viables como la democracia, sin embargo, se


presencia en ésta una debilidad y es precisamente porque los funcionarios no son
lo suficientemente competentes y coherentes para mantener viva la funcionalidad
del sistema democrático. La debilidad de la democracia para reducir
completamente las desigualdades sociales, explica en gran parte por qué, a pesar
de las garantías consagradas en las constituciones, no se pueden resolver los
problemas de pobreza y desigualdad. Pero, ¿qué significa la democracia?, Jonh
Dewey, dice que la democracia es:

Un modo de vida regido por una fe activa en las posibilidades de la


naturaleza humana. Esta creencia está desprovista de fundamento y de
significación si no se funda en el potencial de la naturaleza humana que se
manifiesta en todo ser humano, sin tener en cuenta su raza, color, sexo,
nacimiento, familia, riqueza material o cultural (Dewey, 1939, p. 3).

Es importante mantener la idea de que la democracia tiene como fundamento la


práctica social humana. Esto es, la preocupación por la formación de una sociedad
en donde se reconozca la defensa de la dignidad de la persona, es decir, su
libertad. Las sociedades con instituciones, culturas y tradiciones democráticas más
arraigadas son las que muestran mejores niveles de vida y mayores grados de
integración y cohesión social.

El Estado es el que debe garantizar la igualdad de oportunidades para todos los


ciudadanos asegurando que puedan competir en igualdad de condiciones.

El Estado es el mecanismo institucional y burocrático apenas necesario


para realizar los mandatos de una voluntad soberana, la cual define a
través de la intervención deliberativa de sus asociados, la forma de
alcanzar los fines colectivos (Cortés y Carillo, 1999, p. 154).

Los sistemas democráticos afrontan serios problemas de funcionamiento desde


sus instituciones. Éstos no son capaces de suplir las demandas que la ciudadanía
reclama y ello afecta su legitimidad y genera una insatisfacción con la democracia.
Se trata de una debilidad estructural de la constitución que se concibe, para
responder a intereses y de las burocracias. “La burocratización de los partidos y la
corrupción administrativa que se genera y expande a la sombra de un ejercicio
inmoral del poder político” (Cortés y Carrillo, 2003, p. 242).

Las mismas fuerzas que han dado lugar a las formas de gobierno democrático, los
poderes ejecutivos y legislativos elegidos por el voto de la mayoría, también han
provocado unas condiciones que obstruyen los ideales sociales y humanos que
exigen la utilización del gobierno como instrumento genuino de un público
integrador y fraternalmente asociado.

La sociedad actual no dispone de organismos políticos dignos. “En gran medida el


público democrático sigue en un estado rudimentario y desorganizado” (Dewey,
2003, p. 115). Las obligaciones en materia de derechos fundamentales de las
instituciones públicas deben consistir en seguir políticas en favor de los excluidos
y aplicar procesos de formulación de políticas que garanticen los derechos
fundamentales para una buena convivencia y calidad de vida.

Esto conlleva a plantear un sistema que garantice la plena vigencia del Estado
social de Derecho y evaluando la democracia, y para ello se hace necesario
replantear las leyes o normas que mantengan vivo el espíritu del sistema. Pero,
para que las leyes civiles sean efectivas se debe contar con el poder como medio
necesario para hacer cumplir las leyes a todos. Porque el poder, “que tendrá la
potestad de proveer leyes determinadas y específicas que fijen patrones objetivos
de conducta que deben ser garantizados y así asegurar que todos y cada uno de
los individuos actúen en conformidad con las leyes” (Cortés y Carrillo, 2003, p.
147).

Esto sólo puede lograrse si las leyes garantizan un igual tratamiento en el sentido
de una igualdad de derechos. Pero, más que un conjunto de reglas, la democracia
debe “implicar” el reconocimiento del otro, la inclusión de todos los ciudadanos en
una comunidad política, la promoción de la participación activa y el rechazo a toda
forma de exclusión. En fin, la democracia requiere el primado de un principio de
justicia social.

“La democracia se construye poniendo en su base la justicia como equidad,


posibilitando con ello la “inclusión” de quienes han sido excluidos por sus
condiciones económicas, sociales y culturales” (Cortes y Carillo, 2003, p. 321).

La justicia tiene, necesariamente, que formar parte de un sistema que pretenda


construir una sociedad equitativa, con igualdad de derechos. De esta forma se
puede pensar en una sociedad organizada en donde la estructura básica tenga un
sistema social que satisfaga las necesidades de todos sus miembros y no sólo los
privilegiados por el sistema.

Una sociedad está bien ordenada no sólo cuando está diseñada para
promover el bien de sus miembros, sino cuando está efectivamente
regulada por una concepción de la justicia. Esto quiere decir que se trata de
una sociedad en la que cada cual acepta y sabe que los otros aceptan los
mismo principios de justicia y las instituciones sociales básicas satisfacen
generalmente estos principios y se sabe que lo hacen. (Rawls, 1971, 221).

Pero es precisamente justicia lo que necesita la sociedad y más aún cuando está
demostrado que la corrupción en los administradores públicos son los que se
benefician a nivel individual olvidando para qué fueron elegidos por la colectividad.
Lo que Dewey menciona como abuso de poder: “La gloria, la riqueza y el poder de
los gobernantes constituyen en sí mismos una invitación a aprovechar y explotar el
cargo, lo cual añade una complicación más” (Dewey, 2003, p. 100). Por lo que se
torna más complicado hablar y buscar la igualdad social y más que igualdad cubrir
las necesidades básicas de ésta.

El ciudadano, el individuo socializado, ve transcurrir su vida en un mar de


descontento y de continua guerra con los otros en procura de satisfacer los
anhelos antinaturales que la cultura le ha impuesto por falta de justicia y equidad.

Toda la historia demuestra cuán difícil es que los seres humanos tengan
presente, de modo efectivo, los objetos para cuyo supuesto servicio están
investidos de poder y pompa; y demuestra de igual modo la facilidad con
que utilizan sus panoplias en beneficio de sus intereses privados y de clase
(Dewey, 2004, p. 100).

Pero tanto la convicción de que es menester utilizar a los demás para lograr sus
fines, como la realidad de que se es instrumentalizado por otros para lograr los
suyos, reducen la vida en sociedad a un entramado de superficiales relaciones en
las que importa nada más la interdependencia.

Para Rousseau, el uso de meros eufemismos y frases rimbombantes, como


"división del trabajo", "cooperación", "servicio mutuo", etc., la sociedad no es más
que un conjunto de individuos yuxtapuestos, una serie de relaciones utilitarias,
cuyo sostén es la desigualdad antinatural.

Rousseau propone un ideal de extremos totalmente encontrados, preservar la


sociedad pero convertida en auténtica comunidad solidaria. Decir adiós a la
sociedad basada en hábitos, costumbres e instituciones masivas e impersonales y
dar lugar a una nueva idea de sociedad en donde los seres humanos se
identifiquen más los unos con los otros. Una sociedad en la que una profunda
solidaridad haga surgir una dependencia de la comunidad y no de alguien en
particular.

Pero son precisamente esta clase de ideales los que han desaparecido y más
ahora en esta sociedad en la que la tecnología ha hecho que el hombre ya no
necesite de los demás, las máquinas han remplazado la ayuda y compañía de los
otros. Es lo que Rousseau llamó en algún momento “Nostalgia por la comunidad”,
que él veía como conveniente para mejorar la sociedad de su época. Una
comunidad de hombres naturales, guiados por la irracionalidad de sus
sentimientos, verdaderamente libres puesto que no siguen ni la razón, ni la cultura,
ni la civilización sino las tendencias e insinuaciones de su yo natural. Pero una
comunidad que ha de tener, en su modo de ver las cosas, como función básica, la
satisfacción inmediata de las emociones y los sentimientos. “Lo esencial es ser
bueno para con la gente con la que se vive” (Rousseau, 1986, p. 238). No significa
volver a estas alturas a la prehistoria, sino más bien, conservar las características
naturales que el hombre poseía en esa época y que posee por naturaleza.

Si el hombre en su condición natural es puro sentimiento y pasión, experimenta


necesidades que únicamente pueden llenarse gracias a relaciones personales
generadoras de gratificantes emociones esto es, vida en comunidad. Es de la vida
del grupo y en el grupo que surge la auténtica humanización al promoverse la
destrucción y supresión de todo egoísmo individualista. Entre más comunitario o
social es el hombre, se puede decir que es más libre.

La libertad es la firme liberación y el cumplimiento de aquellas potencialidades


personales que sólo tienen lugar en una asociación rica y múltiple con los demás.
La igualdad denota la participación sin trabas que cada miembro individual de la
comunidad tiene en las consecuencias de la acción asociada. “La democracia es
equitativa porque se mide únicamente en la necesidad y la capacidad de ser útil y
no por unos factores extraños que privan a uno para que otro pueda tomar y tener”
(Dewey, 2004, p. 139).

Todo este ideal de igualdad entre los hombres, de profunda solidaridad y mutuo
compromiso, de conductas resultantes, no de morales o normas exteriores y
convencionales, sino del más puro ser del hombre, sólo podrá concretarse, según
Rousseau, cuando surja el hombre natural.

Se propone que la sociedad ha de ser una unión de ideales en donde se respeten


los derechos de todos sus integrantes, si ha de ser verdaderamente sociedad
humana. La igualdad denota una consideración efectiva por todo lo que sea
distintivo y único en cada uno, con independencia de las desigualdades físicas y
psicológicas. Es el fruto de la sociedad cuando su acción está dirigida por su
carácter comunitario.

Pero de nada sirve que aquí se reconozca, la relativa importancia de instituciones


como el derecho, si lo que se demanda de la vida societaria está siempre más allá
de las funciones que atañen a las instituciones que hacen posible la convivencia.

Rousseau demuestra que la desigualdad acecha el sistema social y lo convierte


en problemático e inestable. Muchas formas planteadas para mejorarlo, muchas
soluciones, pero al momento de aplicarlas se tornan difíciles porque no existe la
suficiente habilidad ni aplicabilidad convenientes para llevarlas a cabo. Razón por
la cual se sigue enfrentando el hecho de que se vive en un mundo desigual, en
medio de injusticias que nadie debió poseer, porque el mundo es de todos y por
naturaleza le pertenece a la humanidad. Y los encargados de establecer los
medios necesarios para ejecutar esta acción son los primeros abusadores y
establecedores de desigualdad.

Rousseau analizó el tránsito del hipotético estado de naturaleza al estado social


como una degeneración (no un progreso) producto de las desigualdades sociales
que surgieron con la propiedad privada, el derecho para protegerla, y la autoridad
para que se cumpla ese derecho.

Las leyes establecidas en toda sociedad son siempre las leyes que defienden al
poderoso frente a los no poseedores de propiedad, los débiles. Según Rousseau
esta situación no es superable, pero puede ser mitigada a través de una sana
vuelta a la naturaleza y una educación que fomente la independencia del hombre,
esto es, que las injusticias sociales y la fractura de "clase" pueden mitigarse no
sólo a través de la educación, sino transformando el orden social endógenamente,
es decir, desde el interior de la misma sociedad y sin violencia.

Rousseau coloca en su crítica a la vida social la idea de que la sociedad no es el


estado "natural" ni idóneo del hombre, entre otras razones, porque la ambición, el
egoísmo, el anhelo de sobresalir por encima de los demás, ha destruido al yo
"auténtico"; también porque la sociedad ha estrangulado la libertad al someter a
los humanos a una serie de observancias, hábitos y exigencias, desde el mismo
nacimiento hasta la muerte.

El gobierno no es sino la expresión y encarnación de los intereses de los ricos y


poderosos. Como ente coactivo no hace sino mantener sometidos a los pobres y a
los débiles, en una clara manifestación de cómo se perdió la igualdad con el
aparecimiento de la propiedad privada.

Según Rousseau, debe empezarse por reconocer que la vida en sociedad ha


provocado enormes pérdidas visibles, en la depravación, la degeneración, la
alienación y la artificialidad de la vida a la que ha conducido la sociedad. La
sociedad empuja a los seres humanos a vivir fuera de sí mismos, de la opinión
ajena y en la opinión ajena.

Esta vida fundada equivocadamente en lo artificial, provoca un condenable amor


propio.

Todos buscan su felicidad en la apariencia, ninguno se preocupa de la


realidad. Todos cifran su ser en el parecer; todos, esclavos y víctimas del
amor propio, no viven en absoluto para vivir, sino para hacer creer que han
vivido (Rousseau, 1990, p. 42).

Pero, si se procede con la naturaleza se logra una visión intuitiva y una liberación
interior. De ahí que el retorno a la naturaleza, el vivir conforme a ella, sea parte
esencial de lo que Rousseau entiende por libertad. Vivir y ser naturalmente,
ponderar lo natural en el hombre, por encima de todo artificio civilizado, es todo lo
que se requiere. La naturaleza ha dispuesto potencias, fuerzas, capacidades,
dones, leyes, y por supuesto un fin absoluto e indiscutible. Es la naturaleza y no
los hombres la que tiene que indicar al ser humano lo que debe hacer.

El hombre natural está allí. Subyace a todo disfraz que la vida en sociedad le ha
obligado a emplear. Necesario es hacerlo surgir y brillar, pero sólo se logrará en la
medida en que se eduque y se forme para ello, que esté dispuesto a la
cooperación y la comprensión de su ser natural. Entonces ahí aparecerá la base
de la convivencia entre los hombres: el sentimiento de identificación con los otros
y la solidaridad.

La cuestión está en hallar una forma de asociación que defienda y ampare


con toda la fuerza común la personalidad y los bienes de cada asociado, y
en la cual cada uno, estando unido con todos, pueda seguir no obstante
obedeciéndose a sí solamente y permanezca tan libre como antes
(Rousseau, 1987, p. 39).

Para Rousseau queda demostrado cómo la propiedad privada fue la causante de


las adversidades y males que agobian el sistema, la mayoría de desdichas son
producto de la vida en sociedad, si los hombres son perversos es porque la mala
educación y el medio ambiente los ha corrompido. Estas causas son las adversas
situaciones sociales, las leyes injustas y los gobiernos, entre otros factores.

Como Rousseau dejó escrito, la desigualdad social y política no es natural, no


deriva de la voluntad divina, ni tampoco es una consecuencia de la desigualdad
natural entre los hombres. Por el contrario, su origen es el resultado de la
propiedad privada, de la apropiación privada de la riqueza del mundo entero y de
los beneficios privados derivados de esa apropiación.

Lo cierto de la situación de las desigualdades sociales es que son un hecho que


causan deterioro en el ser humano, lo convierte en ambicioso, deshonesto y lleno
de sentimientos que destruyen su propia naturaleza y no solamente la suya propia,
sino también la de los demás, con el objetivo de defender ideales y filosofías,
conduciéndose en la violencia, con la consigna de defender los derechos del
ciudadano y del territorio, y con esta situación caen miles de víctimas de un
sistema que en el fondo evitaría toda esta presentación si fuera equitativo y justo.

Es mejor como menciona Arendt, en la condición humana, en vista de que las


desigualdades siempre van a estar presentes en la sociedad: “No es de gran
importancia que una nación esté formada por iguales o desiguales, ya que la
sociedad siempre exige que sus miembros actúen como si lo fueran de una
enorme familia con una sola opinión e interés” (Arendt, 2005, p. 63). Esto es si en
la comunidad nacen y se cultivan sentimientos como la solidaridad y el diálogo
entre otros, entonces se puede hablar de convivencia.

El objetivo de pertenecer y ser formado en una sociedad no es para fomentar


diferencias irreconciliables, es para que sus miembros actúen con prudencia y
sentido de pertenencia, en pro de una sociedad que reclama su conservación y no
su destrucción. Mejorar los sistemas debe ser el objetivo de toda sociedad que se
quiere construir, que desea cubrir las necesidades básicas, fomentar los derechos
fundamentales y procurar mantenerlos vigentes, no por un período determinado,
pues los derechos del ciudadano son para toda la vida y la vida de los que
vendrán después, es conservar los sentimientos naturales de cada ser humano
pero en sociedad.

CONCLUSIONES

Al término de esta investigación sobre las desigualdades en el hombre se puede


concluir que:

• En el concepto filosófico de desigualdad propuesto por Rousseau, hay que


distinguir dos clases de desigualdad, la primera son las desigualdades inevitables,
propias de las diferencias entre las personas como la belleza, la inteligencia, el
carácter y temperamento, la bondad e incluso la cuota de poder que poseen. La
segunda clase es la desigualdad proveniente de la injusticia humana y que es por
lo mismo intrínsicamente nociva. Pero, si existen desigualdades justas entre los
hombres, aquellas derivadas de las tremendas desigualdades sociales,
económicas y culturales provocadas por los hombres o grupos de ellos que
acumulan riquezas e intereses en forma desproporcionada y egoísta, resultan
atentatorias a la dignidad humana y no pueden ser toleradas.

• Las desigualdades tengan su origen en la naturaleza del ser humano o en la


sociedad, son un problema que conduce al deterioro de la humanidad y, por eso,
es necesario que el desarrollo intelectual del hombre conduzca al objetivo de
reducirlas a tal punto que exista una mejor convivencia, en la que valores como la
solidaridad, el respeto, entre otros, sean claves en el desarrollo de la vida en
comunidad.
• El estado natural es una hipótesis necesaria para comprender al hombre actual y
no a representar los orígenes históricos de la humanidad.

• El ideal roussoniano es el que el hombre, en apego a su naturaleza, no aspira,


sino a satisfacer las urgencias básicas de la supervivencia, y se deja guiar por la
visión de la vida, liberada de toda atadura cultural.

• Rousseau mantuvo una crítica y un rechazo frontal hacia la sociedad por


considerarla artificial en todo aspecto y, por ende, corruptora de la naturaleza
humana.

• La desigualdad trae consigo el desencanto, la desesperanza que se une a la


irritación, al malestar social y que finalmente puede generar la violencia
autodirigida o externalizada hacia alguna representación de la autoridad
establecida.

• Rousseau entiende la libertad como un apego a los sentimientos y a las


pasiones de los cuales la naturaleza ha dotado al ser humano; atarse a la
costumbre, la ley o la moral convencionales, es perder la libertad que le es propia
del hombre por naturaleza.

• Para Rousseau, el hombre auténtico es esencialmente bueno y solidario por lo


que la propiedad colectiva o social es manifestación de esa naturaleza y, a la vez,
garantía de la unidad, la cohesión y la armonía de la vida en común.

• Para Rousseau, la desigualdad social y política no es natural, no deriva de la


voluntad divina, ni tampoco es una consecuencia de la desigualdad natural entre
los hombres. Su origen es el resultado de la propiedad privada que cambió todo el
curso que la naturaleza tenía destinada para el hombre.

• La introducción de la propiedad privada condujo a la desigualdad, a la división


del trabajo, a la opresión y a la dependencia entre los individuos. “El hombre es
esencialmente bueno, pero la sociedad lo ha corrompido”. La restauración de la
comunidad debe conducir a satisfacer emocionalmente al hombre gracias a la
experiencia filial.

• La crítica a la propiedad como origen de las desigualdades y la explotación del


hombre por el hombre, la confianza en la regeneración de los seres humanos, el
énfasis en lo "social", y la transformación de la sociedad en una comunidad
solidaria debe ser el objetivo del desarrollo del hombre en colectividad.

• La influencia de Rousseau ha sido enorme en la filosofía y, particularmente, en la


pedagogía y filosofía política. Claramente se hallan influencias de su pensamiento
donde sea que se haga énfasis en la necesidad de ubicar la sociedad en
comunidad y con el objetivo de disminuir las desigualdades producidas por el
hombre en sociedad.
• Uno de los caminos que hoy día se muestra factible para reducir el problema de
las desigualdades es la educación, siempre y cuando logre ser financiada
totalmente por el Estado, de manera tal, que forme para la igualdad y no sea
propiciadora de desigualdades.

• El principal objetivo de la educación debe ser formar ciudadanos para la vida


comunitaria, dentro de un estado social de derecho.

A partir de estas conclusiones surgen interrogantes como:

• ¿Hasta qué punto la democracia es un sistema suficiente para lograr la cohesión


social teniendo como uno de sus principales objetivos la disminución de las
crecientes desigualdades sociales?

• Encontrar causas de las desigualdades no es suficiente, es necesario apuntar a


modelos de desarrollo que pugnen por una vida digna en donde no haya incluidos
ni excluidos, ¿qué hacen las instituciones educativas para mejorar esta condición
de desigualdad en las sociedades?

• ¿En qué medida los modelos de educación se ajustan a las necesidades


sociales sin causar el crecimiento de las desigualdades?

• ¿Hasta qué punto se comprometen las instituciones en pro de una educación en


la que persistan modelos de convivencia con equidad?

• Dentro de un sistema capitalista generador de desigualdades, ¿cómo abordar el


problema de la desigualdad social si se evidencia constantemente el irrespeto por
los derechos del ser humano?

• ¿Cuál sería el papel del Estado como mecanismo de control y disminución de las
desigualdades sociales?

• ¿Cómo hacer vigentes las propuestas filosóficas en una sociedad en donde


persisten modelos de competencia e iniquidad aumentando las desigualdades
sociales?

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