Poemas de Amor

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ANTOLOGÍA (57)

El desayuno, de Luis Alberto de Cuenca (sí)


Vagaba yo perdido en mis miserias, de Luis Alberto de Cuenca (sí)
Fe de erratas, de Luis Alberto de Cuenca (sí)
Volveremos a vernos, de Luis Alberto de Cuenca
Bébetela, de Luis Alberto de Cuenca
DNA, de Luis Alberto de Cuenca
Viajar a marte…, de Luis Alberto de Cuenca
Corazón coraza, de Mario Benedetti (sí)
Te quiero, de Mario Benedetti (sí)
No te salves, de Mario Benedetti (¿)
Poema 6, de Pablo Neruda (No)
Poema 15, de Pablo Neruda (Sí)
Poema 20, de Pablo Neruda (sí)
Rima LI, de Gustavo Adolfo Bécquer (sí)
Rima XLII, de Gustavo Adolfo Bécquer (sí)
Rima XXX, de Gustavo Adolfo Bécquer (sí)
Todo amor es efímero, de Ángel González (sí)
Siempre lo que quieras, de Ángel González (sí)
Muerte en el olvido, de Ángel González (sí)
Procuro recordarte, de Carlos Pardo (sí)
Una mujer y un hombre, de Juan Gelman (no)
Vengo de olvidarte, de Belén Reyes (sí)
Te quiero (prosa poética), de Jaime Sabines
Tu cuerpo está a mi lado, de Jaime Sabines
Libre te quiero, de Agustín García Calvo
La caricia perdida, de Alfonsina Storni
Nocturno, de Antonio Colina
A trabajos forzados me condena, de Antonio Gala
Si me quieres, quiéreme entera, de Dulce María Loynaz
Hipérbole del amoroso, de Carlos Edmundo Ory
El pasó con otra, de Gabriela Mistral
Vivamos, mía Lesbia…, de Catulo
Sucesiva, de Gerardo Diego
Pienso mesa y digo silla, de Gloria Fuertes
Cuando te nombran…, de Gloria Fuertes
La hora, de Juana de Ibarbourou
Ayer te besé en los labios, de Pedro Salinas
Si me llamaras, de Pedro Salinas
¿Fue como beso o como llanto?, de Pedro Salinas
Hoy tengo acordeones por peldaños, de Joaquín Lera
In illo tempore, de Jaime Gil de Biedma
Dime cuál es el puente que separa…
Peeping Tom, de Jaime Gil de Biedma
Amor más poderoso que la vida, de Jaime Gil de Biedma
El lugar del crimen de Luis García Montero
Señor de la noche, de Luis García Montero
¿Recuerdas aquel cuello…?, de Miguel Hernández
Te quiero, de Luis Cernuda
Cómo no me vas a querer…, de Jairo Anibal Niño
Amor. Posología…, de Ana Istarú
Ahuyentemos el tiempo, amor, de Gioconda Belli
Así, de José Agustín Goytisolo
A veces, de José Agustín Goytisolo
Dos cuerpos frente a frente, de Octavio Paz
Gacela del amor desesperado, de Federico García Lorca
Soneto de la dulce queja, de Federico García Lorca
Enigma, de Amalia Bautista
Ida y vuelta, de Amalia Bautista
El puente, de Amalia Bautista
Chico Wrangler, de Ana Rosetti
Soneto V, de Garcilaso de la Vega
Desmayarse…, de Lope de Vega
POEMAS DE AMOR

El desayuno

Me gustas cuando dices tonterías,


cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

Luis Alberto de Cuenca


(El hacha y la rosa, 1993)

Corazón coraza

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía


porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro
porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.

Mario Benedetti

Te quiero

Tus manos son mi caricia


mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia

si te quiero es porque sos


mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos

tus ojos son mi conjuro


contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro

tu boca que es tuya y mía


tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía

si te quiero es porque sos


mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos

y por tu rostro sincero


y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero

y porque amor no es aureola


ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso

si te quiero es porque sos


mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Mario Benedetti

Señor de la noche

(Luis García Montero - Joan Manuel Serrat)

POEMA 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.


La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.


Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.


Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.


La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.


Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.


Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.


Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.


Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.


Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,


Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,


y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda

POEMA 15

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,


y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma


emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.


Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio


claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.


Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda

POEMA 6

Te recuerdo como eras en el último otoño.


Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera,


las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:


boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.

Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.


Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.

Pablo Neruda

Rima LI

De lo poco de vida que me resta


diera con gusto los mejores años,
por saber lo que a otros
de mí has hablado.

Y esta vida mortal, y de la eterna


lo que me toque, si me toca algo,
por saber lo que a solas
de mí has pensado.

Gustavo Adolfo Bécquer

Rima XLII
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡y entonces comprendí por qué se llora!
¡y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor... con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.
Gustavo Adolfo Bécquer

Rima xxx

Todo amor es efímero

Ninguna era tan bella como tú


durante aquel fugaz momento en que te amaba:
mi vida entera.

Ángel González

Siempre lo que quieras

Cuando tengas dinero regálame un anillo,


cuando no tengas nada dame una esquina de tu boca,
cuando no sepas qué hacer vente conmigo
-pero luego no digas que no sabes lo que haces.

Haces haces de leña en las mañanas


y se te vuelven flores en los brazos.
Yo te sostengo asida por los pétalos,
como te muevas te arrancaré el aroma.

Pero ya te lo dije:
cuando quieras marcharte ésta es la puerta:
se llama Ángel y conduce al llanto.

Ángel González

Échale a él la culpa

A José María Álvarez y Carmen Marí

Hoy te has ido de fiesta con amigas,


y sin que tú lo sepas me regalas
un tiempo de estar solo que ya empieza
a ser raro en mi vida, un tiempo útil
para intentar pensar en ti como si fueras
lo que siempre debiste seguir siendo
cuando pensaba en ti: aquella persona,
en todo semejante a cualquier otra,
que una noche lejana tuvo el gesto
generoso y extraño de entregarme su amor.
Pero el amor nos cambia, nos convierte en espías
ridículos del otro, en implacables jueces
que condenan sin pruebas y comparten
sus estúpidas penas con el reo.
El amor nos confunde y trata ahora
de que vea en tu fiesta una traición.

Por huir de esa trampa me amenazo


con los nombres que cuadran al que cae en su vacío:
egoísta, ridículo, inseguro, celoso...
Y como un ejercicio de humildad pienso en ti
divirtiéndote sola: te imagino bailando
y mirando a otros hombres;
al calor del alcohol
confiesas a una amiga algunas cosas
que te irritan de mi sin que yo lo sospeche,
y por unos instantes saboreas
una vida distinta que esta noche te tienta
porque eres humana, aunque no me haga gracia.

Ahora caigo en la cuenta de que dudas


como yo dudo a veces, y que también te aburres,
y que incluso algún día habrás soñado
follar como una loca con el tipo que anuncia
la colonia de moda.
Para calmarme un poco
tras la última idea, yo me digo
que el amor es un juego donde cuentan
mucho más los faroles que las cartas,
y procuro ponerme razonable,
pensar que es más hermoso que me quieras
porque existen las fiestas, y las dudas,
y los cuerpos de anuncio de colonia.

Lo que quiero que sepas es que entiendo


mejor de lo que piensas ciertas cosas,
que soy tu semejante, que he pensado besarte
cuando llegues a casa; y que es el amor
-ese tipo grotesco y marrullero-
el que va a hacerte daño con palabras
absurdas de reproche cuando vuelvas,
porque ya estás tardando, mala puta.

Vicente Gallego

Procuro recordarte

EN VERDAD EL colegio comenzaba


en los días lluviosos, entrado el mes de octubre,
cuando había aceptado la rutina
de resguardarme en los portales cálidos
de la lluvia y el frío matinal,
para coger la ruta.
¿Y por qué si recuerdo ahora tu imagen
utilizo este tópico de los días lluviosos?
En el fondo así eran
cuando en medio de clase me atrevía
a mirarte a los ojos, siempre alerta,
y me seguiste el juego moviéndolos despacio,
con lentitud forzada,
casi un guiño.

Solía caminar algunas tardes


–también tardes lluviosas–
por lugares cercanos a tu casa
para ver si el azar me acercaba un momento
junto a ti:
pero las pocas veces que nos vimos
apenas respondía a tus palabras
–también algo confusas–
con un saludo frío y rutinario.

Y la huida final mirando al suelo


cubierto de hojas húmedas de lluvia.
Igual pasó en las fiestas,
donde yo nunca estaba muy bien visto
por mis gustos ajenos a los vuestros
–además me iba siempre, forzado por el ron
que me bebí por parecer simpático,
con alguna actuación “poco elegante”.

He de reconocer que hubo un momento


en el que creo recordarte
–no estoy seguro, creo–
bastante más sincera que otras veces:
contándonos historias
teñidas por la edad y por algún
indicio de querernos, pero fue el tiempo justo
para que entre nosotros se formase
una lluvia deforme en intenciones.

Como ya ves, procuro recordarte


con el sabor fingido de una historia
que siempre fue distinta a lo que quise.
No quiero que con esto
–suponiendo que llegues a leerlo–
pienses que sigo enamorado:
no te perdonaré que me ocultases
señales por el miedo
a lo que los demás pensaran
–repito que no estaba muy bien visto–;
no habría malgastado tanto tiempo
en crearme una imagen demasiado bonita
para ti, quizá te habría visto como eres
y como siempre fuiste: mucho menos.

Carlos Pardo

Vagaba yo perdido en mis miserias


–ínfima parte de las mezquindades
y estrecheces del mundo– cuando tú
apareciste, y de repente todo
lo que nos rodeaba se borró,
como en una película romántica,
y vi que había estrellas en tus labios
centelleando sin cesar, y supe
que me obsequiabas ese firmamento
sin pedir nada a cambio, y que en tu gloria
había sitio para mi tristeza.
De modo que instalé en tu corazón
mi tienda de campaña, y tú cerraste
con llave las ventanas de tu pecho,
y nos quedamos a vivir allí,
calentitos, felices.

Luis Alberto de Cuenca


(La vida en llamas, 2006)

Fe de erratas

Te mentí, vida mía. Donde dije


"te quiero", pon "te quiero con locura".
Donde dije "me muero por tus huesos",
quise decir "me muero por tu carne".
Donde dije "lo nuestro es para siempre",
debí decir "lo nuestro es donde nunca",
en un mundo en que no mueren las rosas,
en un mundo de fe, libre de erratas.

Luis Alberto de Cuenca

Una mujer y un hombre

Una mujer y un hombre llevados por la vida,


una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.
Juan Gelman
(Gotán, 1962)

Vengo de olvidarte...
pero llego a casa y me tropiezo contigo,
en las cosas que me miran con tus ojos,
en las pelusas del pasillo
que me enredan leves,
con tu olvido.

Vengo de olvidarte...
y puede
que cambie de casa
y siga viniendo de olvidarte,
que cambie de cuerpo
y te siga deseando,
que cambie de vida
y te siga viviendo.

Vengo de olvidarte.
Tiro el bolso
y se cae el pintalabios,
un beso metálico en el parquet
me recuerda la ausencia de tu boca.

Con vocación de olvidarte


me muevo.
Cada minuto y centímetro
que salgo de mí misma
hago eso, insisto en ello.

Mi obstinación es olvidarte
mi trabajo es olvidarte
mi verso es olvidarte
mi insulto es olvidarte,
mi presente y mi futuro es olvidarte.
Y vengo y voy
para olvidarte.

Me duermo y me despierto
para olvidarte.
Soy lo que soy
para olvidarte.

Me voy a otras cosas


a otras casas
a otros seres
a otras páginas.
Me voy a otros versos
a otras voces
a otros canales
a otros ríos.

Me voy, me voy, me voy


continuamente.
Y cuando vuelvo…
abro la puerta
tiro el bolso
el pecho
la careta
y el tabaco…

y sé que vengo de olvidarte.

Belén Reyes
(Ponerle un bozal al corazón, 2002)

TE QUIERO

Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi
alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las
tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo
diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del
odio que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de
algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no
hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda
entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de
Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.

Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que
no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me
preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo.

Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?

Jaime Sabines
(Diario semanario y poemas en prosa, 1961)

Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.

Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.

Alta te quiero,
como chopo que al cielo
se despereza.
Pero no mía.

Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

Agustín García Calvo


(Canciones y soliloquios, 1976)

La caricia perdida

Se me va de los dedos la caricia sin causa,


se me va de los dedos... En el viento, al rodar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida, ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,


pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,


si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va,

si no ves esa mano ni esa boca que besa,


si es el aire quien teje la ilusión de llamar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida ¿me reconocerás?

Alfonsina Storni
(Languidez, 1920)

Nocturno

Perdámonos más allá, más allá todavía,


en las lomas de las piedras de bronce,
en las montañas negras de septiembre,
en cuyas hondonadas
pronto alzarán los chopos sus hogueras.

Perdámonos o deja que me pierda


en ti, o acaso tras las tapias,
también de bronce,
de este mínimo huerto.
Detrás veo un nogal
y a su sombra hallaríamos
tu paz y la mía.

Llévame, o tráeme, o piérdeme


por esta amarga y dulce tierra nuestra,
pero este anochecer del verano moribundo
no me saques del laberinto sin salida
de tus ojos.

Antonio Colinas
(Libro de la mansedumbre, 1997)

A trabajos forzados me condena


mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena.

No concibe mi mente mayor pena


que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.

No creo en más infierno que tu ausencia.


Paraíso sin ti, yo lo rechazo.
Que ningún juez declare mi inocencia,

porque, en este proceso a largo plazo,


buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo.
Antonio Gala
(27 sonetos de La Zubia, 1987)

Si me quieres, quiéreme entera,


no por zonas de luz o sombra...
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
y morena...
Quiéreme día,
quiéreme noche...

¡Y madrugada en la ventana abierta!...

Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda... O no me quieras!

Dulce María Loynaz


(Versos, 1920-1938)

Hipérbole del amoroso

Te amo tanto que duermo con los ojos abiertos.


Te amo tanto que hablo con los árboles.
Te amo tanto que como ruiseñores.
Te amo tanto que lloro joyas de oro.
Te amo tanto que mi alma tiene trenzas.
Te amo tanto que me olvido del mar.
Te amo tanto que las arañas me sonríen.
Te amo tanto que soy una jirafa.
Te amo tanto que a Dios telefoneo.
Te amo tanto que acabo de nacer.

Carlos Edmundo de Ory(Poemas, 1969)

Él pasó con otra;


yo le vi pasar.
Siempre dulce el viento
y el camino en paz.
¡Y estos ojos míseros
le vieron pasar!
Él va amando a otra
por la tierra en flor.
Ha abierto el espino;
pasa una canción.
¡Y él va amando a otra
por la tierra en flor!
Él besó a la otra
a orillas del mar;
resbaló en las olas
la luna de azahar.
¡Y no untó mi sangre
la extensión del mar!
Él irá con otra
por la eternidad.
Habrá cielos dulces.
(Dios quiere callar)
¡Y él irá con otra
por la eternidad!

Gabriela Mistral

Desolación, 1922

Vivamus, mea Lesbia, atque amemus

Vivamos, Lesbia mía, y amémonos,


y que las habladurías de los viejos severos
nos importen todas un pimiento.
Los soles pueden ponerse y salir;
nosotros, en cuanto acabe nuestra efímera luz,
habremos de dormir una noche perpetua.
Dame mil besos, después cien,
después otros mil, después otros cien,
después hasta dos mil, después otro ciento;
luego, cuando lleguemos a muchos miles,
los confundiremos para no saberlos
y para que ningún malvado pueda envidiarnos,
sabiendo la cuenta de nuestros besos.

Gayo Valerio Catulo


(Siglo I a.C.)

Sucesiva

Déjame acariciarte lentamente,


déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente.

Onda tras onda irradian tu frente


y, mansamente, apenas sin rizarte,
rompen sus diez espumas al besarte
de tus pies en la playa adolescente.

Así te quiero, fluida y sucesiva,


manantial tú de ti, agua furtiva,
música para el tacto perezosa.

Así te quiero, en límites pequeños,


aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,
y tu unidad después, luz de mis sueños.

Gerardo Diego
(Alondra de verdad, 1941)

Pienso mesa y digo silla,


compro pan y me lo dejo,
lo que aprendo se me olvida,
lo que pasa es que te quiero.
La trilla lo dice todo;
y el mendigo en el alero,
el pez vuela por la sala,
el toro sopla en el ruedo.
Entre Santander y Asturias
pasa un río, pasa un ciervo,
pasa un rebaño de santas,
pasa un peso.
Entre mi sangre y el llanto
hay un puente muy pequeño,
y por él no pasa nada,
lo que pasa es que te quiero.

Gloria Fuertes
(Todo asusta, 1958)

AMOR MÁS PODEROSO QUE LA VIDA

La misma calidad que el sol en tu país,


saliendo entre las nubes:
alegre y delicado matiz en unas hojas,
fulgor de un cristal, modulación
del apagado brillo de la lluvia.

La misma calidad que tu ciudad,


tu ciudad de cristal innumerable
idéntica y distinta, cambiada por el tiempo:
calles que desconozco y plaza antigua
de pájaros poblada,
la plaza en que una noche nos besamos.

La misma calidad que tu expresión,


al cabo de los años,
esta noche al mirarme:
la misma calidad que tu expresión
y la expresión herida de tus labios.

Amor que tiene calidad de vida,


amor sin exigencias de futuro,
presente del pasado,
amor más poderoso que la vida:
perdido y encontrado.
Encontrado, perdido...

Jaime Gil de Biedma


(Poemas póstumos, 1968)

Tu cuerpo está a mi lado


fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente
con los ojos cerrados
y yo te miro y fumo
y acaricio tu pelo enamorado.
Esta mortal ternura con que callo
te está abrazando a ti mientras yo tengo
inmóviles mis brazos.
Miro mi cuerpo, el muslo
en que descansa tu cansancio,
tu blando seno oculto y apretado
y el bajo y suave respirar de tu vientre
sin mis labios.
Te digo a media voz
cosas que invento a cada rato
y me pongo de veras triste y solo
y te beso como si fueras tu retrato.
Tú, sin hablar, me miras
y te aprietas a mí y haces tu llanto
sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas
se ponen a escuchar lo que no hablamos.

Jaime Sabines
(Recuento de poemas, 1962)
Quizás también le interese:

La hora

Tómame ahora que aún es temprano


y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aún es sombría


esta taciturna cabellera mía.

Ahora, que tengo la carne olorosa


y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora, que calza mi planta ligera


la sandalia viva de la primavera.

Ahora, que en mis labios repica la risa


como una campana sacudida aprisa.

Después..., ¡ah, yo sé
que ya nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo,


como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aún es temprano


y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca


y se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. Oh amante, ¿no ves


que la enredadera crecerá ciprés?

Juana de Ibarbourou
(Las lenguas de diamante, 1919)
Volveremos a vernos

Volveremos a vernos donde siempre es de día


y los feos son guapos y eternamente jóvenes,
donde los poderosos no abusan de los débiles
y cuelgan de los árboles juguetes y tebeos.

En ese hogar de luz que no hiere los ojos


volveremos tú y yo a decirnos bobadas
cogidos de la mano, viendo morir las olas
sin agobios ni prisas, donde el sol no se pone.

Y viviré en tus labios el amor que la Tierra


sintiera por el Cielo cuando el mundo era un niño,
y el tiempo dejará de salmodiar su lúgubre
canción de despedida mientras nos abrazamos.

Luis Alberto de Cuenca


(El hacha y la rosa, 1993)

De tanto amarte y tanto no quererte


te has cansado de mí y de mis locuras
y le has prendido fuego a nuestra historia.
Tu ropa no perfuma ya la casa.
No queda una palabra de cariño
suspendida en el aire, ni una hebra
de azabache en la almohada. Sólo flores
secas entre las páginas del libro
de nuestro amor, y cálices de angustia,
y un delirio de sombras en la calle.

Luis Alberto de Cuenca


(Por fuertes y fronteras, 1996)

BÉBETELA

Dile cosas bonitas a tu novia:


«Tienes un cuerpo de reloj de arena
y un alma de película de Hawks.»
Díselo muy bajito, con tus labios
pegados a su oreja, sin que nadie
pueda escuchar lo que le estás diciendo
(a saber, que sus piernas son cohetes
dirigidos al centro de la Tierra,
o que sus senos son la madriguera
de un cangrejo de mar, o que su espalda
es plata viva). Y cuando se lo crea
y comience a licuarse entre tus brazos,
no dudes ni un segundo:
bébetela.

Luis Alberto de Cuenca


(Sin miedo ni esperanza, 2002)
DNA

DNA o ADN, poco importa


si en castellano o inglés: el caso
es que me muero por tus proteínas,
por tus aminoácidos, por todo
lo que fuiste una vez, cuando tus padres
vinieron de cenar algo achispados
y, después de tirar de la cadena,
hicieron una nueva con tu nombre,
con tus curvas y con tus fantasías.
Dame una foto de tu DNA
tamaño DNI, que me retuerzo
de ganas de mirarla a todas horas.

Luis Alberto de Cuenca


( Por fuertes y fronteras, 1996)

Ayer te besé en los labios.


Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;


estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
-¿adónde se me ha escapado?-
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.

Pedro Salinas
(La voz a ti debida, 1933)

Hoy tengo acordeones por peldaños.


Un mar de margaritas en mi alfombra.
.Hoy cambio mis derrotas por abrazos
......y juego con la nieve de tu boca.
..Hay silencios parecidos a tormentas.
...Botellas con mensaje en el desierto.
...Hay bosques bailando en tus ojeras,
......arco iris en el óleo de tu cuerpo.
...Hoy llueven serpentinas en tu pelo.
.Germino en el zaguán de tu sombrero.
Hoy barro el alquitrán de tus pulmones,
...me adhiero al paraíso de los sueños.
...Hay sirenas en el teatro de la calle.
..Madreselva en tu alma trasnochada.
..Hay anhelos con sabor a mandarina,
golondrinas anidando en tu almohada.
...Hoy cambio tu ausencia por el eco.
..La tristeza por el zumo de tus labios.
.Hoy sueño que soñé que ya no sueño,
que al despertar soñaba entre tus manos.
......Hay lágrimas azules en cuartillas.
......Tristeza en el rímel de un payaso.
......Hay pétalos guardando tu semilla,
....diapasones con el tiempo trastocado.
....Hoy tengo acordeones por peldaños.
......Mañana despeinamos los espejos.

Joaquín Lera
(La fragilidad de los espejos, 2009)

Si me llamaras

Si me llamaras, sí...
¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:


telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.

Nunca desde los labios que te beso,


nunca desde a voz que dice:
"No te vayas."
Pedro Salinas

IN ILLO TEMPORE

Tus padres se habían ido a no sé dónde


y la casa quedó para nosotros,
lo mismo que el convento abandonado
del poema de Jaime Gil de Biedma.
Con la música a tope, preparaste
una mezcla explosiva en una jarra
mientras yo te quitaba, dulcemente,
la ropa de cintura para arriba.
Llenaste las dos copas hasta el borde.
Bebimos. Nos entró la risa tonta,
y se nos puso un brillo en la mirada
que subrayaba nuestra juventud,
y nos besamos como en las películas,
y nos quisimos como en las canciones.

Cuando la realidad era el deseo


y nuestro reino no era de este mundo.

Luis Alberto de Cuenca.

Dime cuál es el puente que separa


tu vida de la mía,
en qué hora negra, en qué ciudad lluviosa,
en qué mundo sin luz está ese puente
y yo lo cruzaré.

Amalia Bautista

Peeping Tom

Ojos de solitario, muchachito atónito


que sorprendí mirándonos
en aquel pinarcillo, junto a la Facultad de Letras,
hace más de once años,

al ir a separarme,
todavía atontado de saliva y de arena,
después de revolcarnos los dos medio vestidos,
felices como bestias.

Te recuerdo, es curioso
con qué reconcentrada intensidad de símbolo,
va unido a aquella historia,
mi primera experiencia de amor correspondido.

A veces me pregunto qué habrá sido de ti.


Y si ahora en tus noches junto a un cuerpo
vuelve la vieja escena
y todavía espías nuestros besos.

Así me vuelve a mí desde el pasado,


como un grito inconexo,
la imagen de tus ojos. Expresión
de mi propio deseo.

Jaime Gil de Biedma

Cuando te nombran

Cuando te nombran, me roban un poquito de tu nombre;


parece mentira que media docena de letras digan tanto.
Mi locura sería deshacer las murallas con tu nombre,
iría pintando todas las paredes,
no quedaría un pozo sin que yo asomara
para decir tu nombre,
ni montaña de piedra
donde yo no gritara
enseñándole al eco
tus seis letras distintas.
Mi locura sería enseñar a las aves a cantarlo,
enseñar a los peces a beberlo,
enseñar a los hombres que no hay nada
como volverme loco y repetir tu nombre.
Mi locura sería olvidarme de todo,
de las 22 letras restantes, de los números,
de los libros leídos, de los versos creados.
Saludar con tu nombre.
Pedir pan con tu nombre.
- siempre dice lo mismo- dirían a mi paso,
y yo, tan orgullosa, tan feliz, tan campante.
Y me iré al otro mundo con tu nombre en la boca,
a todas las preguntas responderé tu nombre
- los jueces y los santos no van a entender nada-
Dios me condenaría a decirlo sin parar para siempre.

Gloria Fuertes

El lugar del crimen


Más allá de la sombra
te delatan tus ojos,
y te adivino tersa,
como un mapa extendido
de asombro y de deseo.
Date por muerta
amor,
es un atraco.
Tus labios o la vida.
Luis Alberto de Cuenca

¿Recuerdas aquel cuello, haces memoria


del privilegio aquel, de aquel aquello
que era, almenadamente blanco y bello,
una almena de nata giratoria?

Recuerdo y no recuerdo aquella historia


de marfil expirado en un cabello,
donde aprendió a ceñir el cisne cuello
y a vocear la nieve transitoria.

Recuerdo y no recuerdo aquel cogollo


de estrangulable hielo femenino
como una lacteada y breve vía.

Y recuerdo aquel beso sin apoyo


que quedó entre mi boca y el camino
de aquel cuello, aquel beso y aquel día.

Te quiero.

Te lo he dicho con el viento,


jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;

Te lo he dicho con el sol,


que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,


frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,


leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,


vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:


más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.

Luis Cernuda

COMO NO ME VAS A QUERER

Cómo no me vas a querer


si soy un bombero heroico
que acaba de salvar a un gato
al que se le incendiaban
Seis de sus siete vidas.
Cómo no me vas a querer
si soy el capitán de la nave
que se posa suavemente
en una América del sur
de un planeta lejano.
Cómo no me vas a querer
si acabo de ganar
-por amplio margen-
la Vuelta a Colombia en bicicleta
y el Tour de Francia.
Y definitivamente
cómo no me vas a querer
si soy capaz de soñar todos los sueños,
incluso el más lindo de todos:
soñar que tú me amas.

Jairo Anibal Niño

ANA ISTARÚ, poeta caribeña

Amor
Posología: Ingiérase cualquier tarde
si llueve o si hay extraños
astros rojos en el aire, o los
hombros arden
como estrellas o mares.
Precaución: Como cualquier milagro
de rocío: es frágil.
Mantenerse lejos del alcance
de los que usan corazón de bolsillo
y dejan guardados los besos
bajo llave.
(de La Estación de Fiebre)

Ahuyentemos el tiempo, amor...

Ahuyentemos el tiempo, amor,


que ya no exista;
esos minutos largos que desfilan pesados
cuando no estás conmigo
y estás en todas partes
sin estar pero estando.
Me dolés en el cuerpo,
me acariciás el pelo
y no estás
y estás cerca,
te siento levantarte
desde el aire llenarme
pero estoy sola, amor,
y este estarte viendo
sin que estés,
me hace sentirme a veces
como una leona herida,
me retuerzo
doy vueltas
te busco
y no estás
y estás
allí
tan cerca.

Gioconda Belli

Así...

Algunas veces llego


presuroso, rodeo
tus rodillas, toco
tu pelo. ¡Ay Dios, quisiera
decirte tantas cosas!
Te compraré un pañuelo,
seré buen chico, haremos
un viaje....No sé,
no sé lo que me pasa.
Quiero morir así,
así en tus brazos.

José Agustín Goytisolo

¿Fue como beso o llanto?


¿Fue como beso o llanto?
¿Nos hallamos
Con las manos, buscándonos
A tientas, con los gritos,
Clamando; con las bocas
Que el vacío besaban?
¿Fue un choque de materia
Y materia, combate
De pecho contra pecho,
Que a fuerza de contactos
Se convirtió en victoria
Gozosa de los dos,
En prodigioso pacto
De tu ser con mi ser
Enteros?
¿O tan sencillo fue,
Tan sin esfuerzo, como
Una luz que se encuentra
Con otra luz, y queda
Iluminado el mundo,
Sin que nada se toque?
Ninguno lo sabemos.
Ni el dónde. Aquí, en las manos,
Como las cicatrices,
Allí, dentro del alma,
Como un alma del alma,
Pervive el prodigioso
Saber que nos hallamos,
Y que su dónde está
Para siempre cerrado.
Ha sido tan hermoso
Que no sufre memoria,
Como sufren las fechas,
Los nombres o las líneas.
Nada en ese milagro
Podría ser recuerdo:
Porque el recuerdo es
La pena de sí mismo,
El dolor del tamaño,
Del tiempo, y todo fue
Eternidad: relámpago.
Si quieres recordarlo
No sirve el recordar.
Sólo vale vivir
De cara hacia ese dónde,
Queriéndolo, buscándolo.

Pedro Salinas

Dos cuerpos frente a frente


son a veces dos olas
y la noche es océano.

Dos cuerpos frente a frente


son a veces dos piedras
y la noche desierto.

Dos cuerpos frente a frente


son a veces raíces
en la noche enlazadas.

Dos cuerpos frente a frente


son a veces navajas
y la noche relámpago.

Dos cuerpos frente a frente


son dos astros que caen
en un cielo vacío.

Octavio Paz
III
GACELA DEL AMOR DESESPERADO

La noche no quiere venir


para que tú no vengas
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir


para que tú no vengas
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
por las turbias cloacas de la oscuridad.

Ni la noche ni el día quieren venir


para que por ti muera
y tú mueras por mí.

Brujita de Ángel Guache

ENIGMA

El primer día que salí contigo


dijiste que era extraño tu trabajo.
Nada más. Sin embargo, yo sentía
que mi piel se rasgaba hecha jirones
cada vez que tus manos me rozaban,
y que tus ojos eran como aceros
que hacían que los míos me dolieran.
En adelante siempre fue lo mismo:
Tú te enorgullecías de tu arte,
más sutil y directo cada día,
y yo no comprendía nunca nada.
Ahora lo sé. Conozco ya tu oficio:
Lanzador de cuchillos. Has lanzado
contra mi corazón el más certero.

Amalia Bautista

Chico Wrangler

Dulce corazón mío de súbito asaltado.


Todo por adorar más de lo permisible.
Todo porque un cigarro se asienta en una boca
y en sus jugosas sedas se humedece.
Porque una camiseta incitante señala,
de su pecho, el escudo durísimo,
y un vigoroso brazo de la mínima manga sobresale.
Todo porque unas piernas, unas perfectas piernas,
dentro del más ceñido pantalón, frente a mí se separan.
Se separan.

De "Indicios vehementes" 1985

Desmayarse

Desmayarse, atreverse, estar furioso,


áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso:

no hallar fuera del bien centro y reposo,


mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso:

huir el rostro al claro desengaño,


beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño:

creer que el cielo en un infierno cabe;


dar la vida y el alma a un desengaño,
¡esto es amor! quien lo probó lo sabe.

Lope de Vega

SONETO V

Escrito está en mi alma vuestro gesto,


y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;


mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuando tengo confieso yo deberos;


por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.

Garcilaso de la Vega

Darwin se acerca a Lady Macbeth un sábado noche

Si me he acercado a ti es porque estás buena.


Si dijera otra cosa, mentiría.
Y quiero conocerte, de verdad,
y que tú me conozcas, con el tiempo,
que hagamos nuestros sitios que ahora mismo
no nos importan nada. Quiero echarte
de menos, que me llames y me digas
que me extrañas muchísimo, que falto.
Quiero memorizar tu piel, decirte
que tienes un lunar nuevo en el hombro,
quiero decirte «Cielo» y que te enfades
porque odias ese nombre. Quiero verte
cada día que pueda y discutir
por cosas que ahora mismo dan igual.

Quiero saber que estamos distanciándonos.


Notar cómo los días nos devoran,
irremediablemente.
Quiero que me preguntes qué nos pasa
y no tener palabras que decirte.
Cuando tú ya no estés tan buena y yo
ya no le dé importancia a ese detalle.
Porque yo no seré tampoco joven
y mis preocupaciones serán otras:
pensar cómo es posible que hoy de nuevo
nos estemos mirando como aquella
noche en que caminé hasta ti y te dije
algo — ya no me acuerdo— que quería
conocerte supongo y los dos éramos
lo mismo que ahora somos. ¿Qué me dices?

Ben Clark

Muerte en el olvido

(Ángel González)
Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la habita...

No te salves

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

IDA Y VUELTA

Cuando nos dirigimos al amor


todos vamos ardiendo.
Llevamos amapolas en los labios
y una chispa de fuego en la mirada.
Sentimos que la sangre
nos golpea las sienes, las ingles, las muñecas.
Damos y recibimos rosas rojas
y rojo es el espejo de la alcoba en penumbra.

Cuando volvemos del amor, marchitos,


rechazados, culpables
o simplemente absurdos,
regresamos muy pálidos, muy fríos.
Con los ojos en blanco, más canas y la cifra
de leucocitos por las nubes,
somos un esqueleto y su derrota.
Pero seguimos yendo.

Amalia Bautista

EL PUENTE

Si me dicen que estás al otro lado


de un puente, por extraño que parezca
que estés al otro lado y que me esperes,
yo cruzaré ese puente.
Dime cuál es el puente que separa
tu vida de la mía,
en qué hora negra, en qué ciudad lluviosa,
en qué mundo sin luz está ese puente,
y yo lo cruzaré.
Amalia Bautista, Poeta
A veces
A veces

alguien te sonríe tímidamente en un supermercado

alguien te da un pañuelo

alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la

sala de espera del dentista

alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia

alguien oye tu nombre y se pone a llorar

A veces

encuentras en las páginas de un libro una vieja foto


de la persona que amas y eso te da un tremendo

escalofrío

vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros

por hora y piensas en sus ojos y en su pelo

estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un

día luminoso

tocas un pie y te enervas como una quinceañera

regalas un sombrero y empiezas a dar gritos.

A veces

una muchacha canta y estás trsite y la quieres

un ingeniero agrónomo te saca de quicio

una sirena te hace pensar en un bombero o en un

equilibrista

una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu

prima

un viejo pantalón te hace desear con furia y con

dulzura a tu marido

A veces

explican por la radio una historia ridícula y recuer-

das a un hombre que en vida fue tu amigo

disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en

tu mujer y en tu hija

ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te

de quien no hace ni caso

hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia

apagan las luces de la sala y ya buscas la mano de tu

amigo.

A veces

esperando en un bar a que ella vuelva escribes un

poema en una servilleta de papel muy fino

hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea

morder a tu vecina
subes una escalera y piensas que sería bonito que el

chico que te gusta te violara antes del cuarto

piso

repican las campanas y amas al campanero o al cura

o a Dios si es que existiera

miras a quien te mira y quisieras tener el poder ne-

cesario o para ordenar que en ese mismo instante

se detuvieran todos los relojes del mundo.

A veces

sólo a veces gran amor.


Señor compañero,

Señor de la noche,

haz que vuelva su rostro

quien no quiso mirarme.

Que sus ojos me busquen

sostenidos y azules

por detrás de la barra.

Que pregunte mi nombre

y se acerque despacio

a pedirme tabaco.

Señor de la noche,

dios de la barra,

ángel del sí,

sota de copas,

flor del pecado:

reza por mí.

Reza por mí.

Reza por mí.

Reza por mí.

Si prefiere quedarse,

haz que todos se vayan

y este bar se despueble

para dejarnos solos


con la canción más lenta.

Si decide marcharse,

que la luna disponga

su luz en nuestro beso

y que las calles sepan

también dejarnos solos.

Haz que no cante el gallo

sobre los edificios,

que se retrase el día

y que duren tus sombras

el tiempo necesario.

Señor de la noche,

rey de los forajidos,

llévame a los jardines

de la dulce serpiente

y los sueños cumplidos.

Haz que vuelva su rostro

quien no quiso mirarme.

Que sus ojos me busquen

sostenidos y azules

por detrás de la barra.


Que pregunte mi nombre

y se acerque despacio

a pedirme tabaco.

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