Romancero Viejo y Nuevo - Caracteristicas Unla

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Romancero Viejo y Nuevo.

Características:
1. Los Romanceros:

El romancero viejo. Llamamos Romancero viejo al inmenso conjunto de


romances que se cantaban por los juglares y por el pueblo desde mediados o
fines del siglo XIV, y a lo largo de todo el siglo XV. Es una poesía de
tradición oral y de carácter narrativo, regida por las dos fuerzas que rigen
la poesía popular: la conservación y la renovación.

El romancero nuevo: se llama a los romances compuestos por poetas cultos


durante los siglos XVI y XVII. Descollaron autores como Cervantes, Lope
de Vega, Góngora y Quevedo que renovaron grandemente su contenido
temático y sus recursos formales.

2. Vigencia del romance:

Desde fines del siglo XVII hasta casi finales del XVIII declinó esta afición
romanceril de los poeas cultos. Pero fue restaurada por Meléndez Valdes, en
el setecientos. El romance gozó de la predilección de los poetas románticos,
como el Duque de Rivas y José Zorrilla, en el siglo XIX. Y en el siglo XX,
los más líricos -los Machado, Unamuno, Gerardo Diego, García Lorca,
Rafael Alberti, etc- han mostrado su preferencia por este género,
eminentemente tradicional y español.

La conservación permite que un texto perdure en la memoria colectiva


durante años (y aun siglos), pasando de boca en boca sin cambios
fundamentales.
Al mismo tiempo, existe también un deseo de renovar y mejorar lo que se
posee, y esto da lugar a las variaciones que van remodelando los textos y
cambiándolos poco o mucho. Les llamamos “versiones del mismo romance”.

Conservación de los romances. La atención que, a partir del siglo XV ,


merece a los humanistas renacentistas la poesía popular ha hecho que se
conserven numerosos romances. Estos nos han llegado por varios caminos:

1 Cancioneros manuscritos, como el famoso Cancionero musical de


Palacio (finales del s. XV), que conserva las canciones de la
corte de los Reyes Católicos; contiene 38 romances.

2 Antologías impresas, como el Cancionero general recopilado por


Hernando del Castillo y publicado en 1511; entre sus muchos
poemas, hay 48 romances; hubo muchas de estas antología.

3 Romanceros, es decir, volúmenes formados exclusivamente por


romances, como el famosísimo Cancionero de romances,
publicado por el tipógrafo Martín Nucio, en Amberes, hacia
1547 que contiene 150 romances; fueron también muchos los
romanceros que se publicaron después: El cancionero de 1550
(editado por el mismo Martín Nucio; la Silva de Zaragoza
(1551). Según Di Stefano, “La difusión impresa del romancero
antiguo en el siglo XVI” fueron 54 cancioneros y romanceros
con un total de 104 ediciones. Sin embargo, El Romancero
nuevo desplaza al viejo en el gusto del público e invade libros y
pliegos. El gran auge del Romancero viejo, en lo que se refiere
a su publicación masiva, termina hacia 1580.

4 Pliegos sueltos; eran cuadernillos de ocho, dieciséis y hasta treinta y


dos hojas, que se vendían por ferias y ciudades, a muy bajo
precio; por su fragilidad, se han perdido en su mayor parte: hoy
se conservan sólo unos doscientos cincuenta del siglo XVI, en
diversas bibliotecas del mundo, que los guardan comoo objetos
preciadísimos.

5 La tradición oral moderna; en efecto, el pueblo continuaba hasta


hace poco aún cantando romances; se han recogido en la
península, en Canarias, en Hispanoamérica, entre los judíos
sefardíes repartidos a lo largo del Mediterráneo y entre los
hispanos en Estados Unidos.

3. Origen de los romances:

Los romances fueron originariamente fragmentos de de un cantar de gesta


que el público hacía repetir al juglar, porque le gustaban especialmente, y
que luego eran cantados como poemillas autónomos. Los versos del cantar
que se fijaron en 16 sílabas rimando todos con una sola rima, se dividieron
en versos de 8 sílabas y, por tanto, con rima en los pares quedando sueltos
los impares.

Más tarde, esos fragmentos constituyeron un género aparte y los poetas


compusieron centenares de romances inventados como tales, es decir, ya no
desgajados de un cantar de gesta.

Los temas se ampliaron, e hicieron su entrada en el género, junto con los


temas de las gestas antiguas (es decir, de los siglos XII, XIII y XIV) otros
temas: hechos actuales de la Reconquista, asuntos novelescos, peripecias de
los personajes épicos franceses, y hasta asuntos puramente líricos, bíblicos,
religiosos, etc.

Tal es la tesis tradicionalista, sustentada por Ramón Menéndez Pidal y su


escuela; según dicha tesis, habría continuida entre los cantares y los
romances; de aquellos se habría pasado a estos, como eslabones de una
misma cadena.

Frente a la tesis tradicionalista se ha alzado la tesis individualista. Sostiene


que los romances fueron creados desde un principio como género
independiente de los cantares de gesta. Parece que los romances a los que
cabe atribuir fecha más antigua son líricos o novelescos, no épicos. El
género surgió por una acto de invención de algún poeta, que obtuvo un éxito
fulminante.

4. Definición de romance:

Serie indefinida de versos octosílabos que riman en asonante los pares. Si los
versos son de seis sílabas, recibe el nombre de romancillo.

5. Función del romance:

El entretenimiento.

La primera y más importante función del romance es narrar una historia


interesante de una manera atractiva y fácilmente comprensiva para la
comunidad. Para que esta historia sea apreciada tiene que ser verosímil y
estar fincada en la realidad; también tiene que tratar temas del dominio
público (incesto, adulterio, venganza, etc) o tratar de personajes o hechos
conocidos (el Cid, las guerras de frontera, la muerte del hijo del rey, etc. (…)
Pero el juglar también inventa y mucho desde personajes a hechos. El juglar,
poeta al fin, borda sobre el cañamazo de la historia, mezcla ficción y
realidad, falsea, quita, añade…

La función principal de los romances es el entretenimiento pero sirven


también para acompañar las tareas del campo o del trabajo en grupo, en las
romerías, en las peticiones de aguinaldo, en fiestas religiosas, como
distracción durante las faenas domésticas, para entretener a los niños e
incluso para arrullarlos.

5. Clases de romances:

Históricos o noticieros: se refieren a hechos contemporáneos, generalmente


tratan de sucesos correspondientes al siglo XV, aunque los hay anteriores.
Una variedad de estos son los fronterizos, que abordan historias de la
frontera entre los reinos musulmanes y cristianos.

Épicos: desarrollan temas propios de las canciones de gesta. Sus


protagonistas pueden ser el Cid, los infantes de Lara, Fernán González…
Una variedad son los carolingios que tienen como eje los personajes del
ciclo de Carlomagno y Roldán.

Líricos o novelescos: suelen contar historias de amor, y en ellos tienen las


mujeres un protagonismo fundamental. Recogen historias de leyendas
medievales francesas y tienen gran calidad literaria.

6. Características del estilo de los romances:

Esencialidad e intensidad: se elimina todo lo secundario o superfluo para


obtener la máxima expresividad.

Naturalidad: lenguaje sencillo y claro, que busca la comunicación con los


oyentes.

Dramatismo: en muchos se utiliza el diálogo, que se mezcla con la


narración, lo que les da gran viveza.

Intemporalidad: el uso de los tiempos verbales (especialmente el uso del


pretérito imperfecto, los hace propios de cualquier tiempo histórico, y le
añade una nota de irrealidad.

Lenguaje de los romances:

Locuciones arcaicas que provienen de la tradición épica.

Lenguaje formular (propio de la composición oral):

“Allí hablo Don Rodrigo, bien oiréis lo que dirá”.


Manténgate Dios, Maestre, Maestre, bien seáis llegado.
Sálveos, doña Isabel, /caballeros, bien vengades

Recurso de la repetición sintáctica ( “Si lo haces como bueno/serás de ellas


muy honrado,/si lo haces como malo/serás de ellas ultrajado”) y semántica.
En este caso puede referirse a simples palabras (”Abenámar, Abenámar…”;
“Mercedes, el rey, mercedes“. Repeticiones no textuales son aquellas en que
se utilizan palabras semejantes, palabras de conceptos análogos que
expresan una misma idea, como “llorando y gimiendo”; “miedo y pavoría”;
“niño y muchacho”.

Paralelismos en sus dos fórmulas principales: variado por sinonimia o


variado por inversión:

¿De qué vos reís, señora?/¿de qué vos reís, mi vida?


¿Qué hacéis, Virgilios? / ¿Virgilios, aquí que hacéis?

Uso de la antítesis o contraposición:

Todos se visten de verde/el obispo de azul y blanco.


Vega abajo, vega arriba
Como menguaba y crecía
La enumeración. Hay pocos romances que no la utilicen en sus varias
modalidades:
Tres hijuelos había el rey…/el uno se tornó ciervo,/el otro, se tornó can,/el
otro se tornó moro,/ pasó las aguas del mar.
¿Qué castillos son aquéllos?/ ¡Altos son y relucían!/El Alhambra era,
señor,/y la otra la Mezquita/ los otros los Alixares, /labrados a maravilla…
/El otro es Generalife, /huerta que par no tenía/ el otro Torres Bermejas,/
castillo de gran valía.

Sobriedad e impersonalidad de tono que se manifiesta en el uso parco de


los adjetivos y en la preferencia por la acción frente a la descripción.

La mayor parte de los romances empiezan “in media res” sin alusión a sus
antecedentes o entorno, y muchos de ellos concluyen antes de que la acción
haya sido llevada al término. Esto es lo que se ha llamado “saber callar a
tiempo” propio de finales repentinos (o truncados).

Mezcla de partes narrativas con partes dialogadas lo que le da un intenso


dramatismo y viveza.

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