ARANA. Xabier - Drogas Legislaciones y Alternativas
ARANA. Xabier - Drogas Legislaciones y Alternativas
ARANA. Xabier - Drogas Legislaciones y Alternativas
Drogas,
legislaciones y alternativas.
Drogas, legislaciones y alternativas.
Xabier Arana
S A R E A K
© de esta edición:
TERCERA PRENSA-HIRUGARREN PRENTSA S.L.
Peña y Goñi, 13, 1º - 20002 Donostia/San Sebastián
Correo electrónico: [email protected]
www.gakoa.com
ISBN: 978-84-96993-33-4
PARTE PRIMERA
Dimensión internacional y estatal de las legislaciones sobre el fenómeno
de las drogas tóxicas estupefacientes y sustancias psicotrópicas
I. Convenios Internacionales sobre drogas tóxicas, estupefacientes y
sustancias psicotrópicas ......................................................................... 29
Convención Única de 1961 sobre estupefacientes ................................... 35
Convenio de 1971 sobre sustancias psicotrópicas ................................... 41
Convención contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias
psicotrópicas de 1988 .......................................................................... 42
Conclusiones ............................................................................................ 48
II. Análisis del ámbito europeo .................................................................. 53
Conclusiones ............................................................................................ 73
III. Estudio comparativo de las políticas y legislaciones europeas ........... 77
Alemania .................................................................................................. 77
Holanda .................................................................................................... 84
Italia ......................................................................................................... 93
Conclusiones ............................................................................................ 105
IV. Política criminal española en materia de drogas tóxicas,
estupefacientes y sustancias psicotrópicas. .......................................... 107
Desde enero de 1981 hasta la Ley Orgánica 8/1983, de 25 de junio ....... 107
Desde la Reforma de 1983 hasta la Reforma de 1988, de 24 de marzo ... 109
Desde la Reforma de 1988 hasta diciembre de 1990 ............................... 130
Reformas desde la década de los años noventa hasta la actualidad ......... 136
Conclusiones ............................................................................................ 144
PARTE SEGUNDA
La sentencia como discurso: (re)construcción de los discursos de las
sentencias
V. Personajes de la enunciación ................................................................... 151
Miembros del Tribunal ............................................................................. 151
Ministerio Fiscal ...................................................................................... 160
La Policía ................................................................................................. 165
Personas acusadas .................................................................................... 173
Defensa .................................................................................................... 184
Denuncias ciudadanas y acusación particular .......................................... 185
Testigos .................................................................................................... 186
Otros agentes ........................................................................................... 187
Conclusiones ............................................................................................ 188
VI. Reconstrucción de los discursos sobre los hechos: la descripción de
los hechos como fuente de aproximación a la realidad judicial del tráfico
ilegal de drogas en el Territorio Histórico de Gipuzkoa ..................... 191
Desde enero de 1981 hasta la Ley Orgánica 8/1983, de 25 de junio ....... 193
Desde la Reforma de 1983 hasta la Reforma de 1988, de 24 de marzo ... 201
Desde la Reforma de 1988 hasta diciembre de 1990 ............................... 213
Conclusiones ............................................................................................ 234
VII. Discurso jurídico-político .................................................................... 237
Estado social y democrático de Derecho ................................................. 237
Principios del Estado social y democrático de Derecho .......................... 238
Otras referencias constitucionales ............................................................ 249
Conclusiones ............................................................................................ 252
VIII. Discurso técnico-jurídico. ................................................................. 255
Aspectos penales sustantivos ................................................................... 255
Aspectos procesales penales .................................................................... 264
Fallo judicial ............................................................................................ 266
Especial referencia a los delitos de contrabando y de receptación .......... 268
Conclusiones ............................................................................................ 274
IX. Discurso económico .............................................................................. 277
El tráfico ilícito de drogas como negocio ................................................ 281
El tráfico ilícito de drogas como negocio ilegal ...................................... 284
El tráfico ilícito de drogas en la universalización del intercambio .......... 288
Conclusiones ............................................................................................ 291
X. Discurso médico ..................................................................................... 295
Conclusiones ............................................................................................ 299
XI. Discurso ideológico ............................................................................... 301
El círculo vicioso del reduccionismo en el fenómeno social de las drogas 301
Ámbito legal y su aplicación ................................................................... 313
Conclusiones ............................................................................................ 321
PARTE TERCERA
Hacia una política alternativa en el fenómeno social de las drogas
XII. Efectos primarios y secundarios relacionados con el fenómeno de las drogas 327
Efectos primarios ..................................................................................... 327
Efectos secundarios .................................................................................. 327
XIII. Bases para una política alternativa en clave de normalización 357
Evidencias ................................................................................................ 357
Crisis de la política prohibicionista.......................................................... 359
Bases para una propuesta alternativa ....................................................... 362
Bibliografía .................................................................................................. 379
Hemeroteca .................................................................................................. 405
INTRODUCCIÓN 7
Prólogo
A principios de los años ochenta, siendo el autor estudiante de tercer curso de la Licencia-
tura en la Facultad de Derecho de San Sebastián, de la UPV/EHU, tuve ya el honor de que
él, y algunos estudiantes más de la Parte Especial de Derecho Penal, me solicitaran la
coordinación de un trabajo titulado «La realidad jurídica de la drogadicción ilegal». Este
texto se conserva inédito pero encontró la oportunidad de ser leído por L.F. Rey Huidobro,
entonces Fiscal de la Audiencia de San Sebastián, que lo cita en su libro El delito de
tráfico ilegal de drogas tóxicas publicado en 1990 (pág. 256).
Desde aquellos años ochenta en los que el autor, siendo estudiante universitario, dedi-
caba también su tiempo en participar en movimientos sociales sobre las problemáticas,
especialmente complejas, que planteaba la «cuestión droga», y en ámbitos sociales espe-
cialmente carentes de recursos para desentrañarlas, ha llovido mucho. Con esta referencia
literaria quiero destacar que desde entonces han brotado muchas y novedosas reflexiones
y prácticas, institucionales y sociales, sobre dichas problemáticas. Los tiempos se han ido
haciendo tiempo y también las palabras se han ido haciendo palabras. En este hacerse del
tiempo y las palabras, la obra que ahora tengo la enorme satisfacción de prologar, es una
magnífica muestra.
La obra de Xabier Arana que se presenta es un buen exponente del tiempo en el proce-
so de avanzar en profundidad en la solución de los «problemas sociales». Presentada
como Tesis Doctoral en el año 2011 en la Facultad de Derecho de la UPV/EHU como
«Tesis europea», mereció la calificación de «Sobresaliente ‘cum laude’» por unanimidad
y, sin duda, que también recoge un importante cambio de las palabras para hablar de las
problemáticas, ahora, de las drogas denominadas ilegales.
Si bien, en razón del Título de la Tesis Doctoral, este trabajo analiza «Los discursos de
las Sentencias sobre el tráfico ilícito de drogas», durante la década de los ochenta en la
Audiencia Provincial de San Sebastián, Gipuzkoa, ya el mismo título, al hacer referencia
a «los discursos», recoge una amplísima complejidad, y al referirse a la década de los
ochenta, una problemática temporal de enorme importancia en el proceso de interpreta-
ción y aplicación de los ilícitos penales relativos a las drogas denominadas ilegales bajo
la rúbrica, claramente cuestionable aunque de gran importancia interpretativa y delimitadora
de los «delitos contra la salud pública».
Para desentrañar los caminos, los cursos, que contienen los «discursos jurispruden-
ciales» el autor no solo analiza la estructura de las propias sentencias sino también los
propios textos y contextos de las mismas. Para ello toma en cuenta todos los sujetos,
10 Drogas, legislaciones y alternativas.
actores, agentes, partícipes, los enunciados judiciales, también los hechos en ellos re-
construidos y la inseparable simbiosis jurídico-política, técnico-jurídica, económica,
médica e ideológica, en la multiplicidad de lenguajes, significados, que encierran los
discursos judiciales y, por tanto, en la multiplicidad de sus lecturas. Es, a mi entender, un
extraordinario análisis jurisprudencial que recupera expresivamente la pluralidad de sen-
tidos que encierran aunque terminen, en apariencia, unificándose «more iurídico».
Pero el autor no se queda solo en ello. Si en la «Parte Primera» ofrece una amplia
panorámica internacional y estatal de la legislación sobre drogas, estupefacientes y sus-
tancias psicotrópicas y sus correspondientes direcciones político-criminales, la «Parte
Tercera» la dedica a exponer direcciones de «Políticas Alternativas» al fenómeno social
de las drogas. En esta parte final continúa el autor en el empeño de superar el reduccionismo
al que han llevado, entre otras razones, las políticas prohibicionistas, planteando los efec-
tos sociales, primarios y secundarios de las políticas sobre las drogas denominadas ilega-
les y estableciendo las bases para unas políticas alternativas en clave de normalización.
El trabajo de Xabier Arana, a quien agradezco las satisfacciones que me ha brindado
por ofrecerme la dirección de su Tesis Doctoral, es una magnífica obra, muy pensada y
documentada, con análisis deconstructivos de realidades como el fenómeno social de las
drogas que se han venido narrando no solo de manera reductiva sino también de modo
instrumental a favor de intereses tantas veces ocultos pero, sin embargo, útiles a la circu-
lación ilegal del capital transnacional y a relaciones de control sobre las poblaciones, por
señalar algunas «utilidades». Descubrir lo que recoge este texto, será , sin duda, una
buena manera de seguir desvelando lo que encierra la realidad no contada sobre las dro-
gas al ofrecer recursos para seguir aprendiendo y desaprendiendo sobre los así llamados,
y construidos, desde quien domina, «problemas sociales».
Introducción
La década de los años ochenta fue un período histórico relativamente convulso en algu-
nas cuestiones relacionadas con los cambios políticos y sociales que se estaban produ-
ciendo en el estado español. Desde 1977 hasta 1985 se produjo una «fuerte recesión
económica y de destrucción de ocupación» (PALLARÉS 2003:148), con una brutal re-
conversión industrial que trajo consigo la pérdida de casi dos millones de puestos de
trabajo fijos, cuestión ésta que afectó sensiblemente a la incorporación de jóvenes al
mercado laboral y supuso «un aumento de los problemas y tensiones sociales» y, tam-
bién, la introducción de «medidas de flexibilización en el mercado laboral, abriendo la
etapa de precarización y desprotección social».
En la década de los años ochenta, la droga ocupaba «el primer lugar en el campo de
problemas de la sociedad española, seguido del paro y del terrorismo» (RODRÍGUEZ
CABRERO 1993:85-86), por lo menos, así era como lo percibía la opinión pública según
se señalaba en los sondeos de opinión. Jesús LAGUARDIA (1986), Asesor del Lendakari
para la lucha contra la drogodependencia, en mayo de 1986, describía la situación de la
época, en los siguientes términos: «La novedad del problema, su irrupción de la noche a
la mañana, el desconocimiento de cómo afrontarlo, la falta de profesionales, cogieron
desprevenida a nuestra sociedad que ante la droga carecía de criterios, de ideas, de hom-
bres que supieran hacer frente al problema. Hay que reconocer que en los primeros mo-
mentos fueron pocos los que, desafiando dificultades, aceptaron el riesgo de confundirse
para abrir brecha buscando soluciones al problema. Había que curar, había que formar
profesionales, e investigar sobre lo que pasaba y se hacía, había que educar a nuestros
escolares, había que perseguir el tráfico. Había que hacerlo todo desde la carencia más
absoluta de recursos: no había educadores que orientaran al joven frente a lo que desde
fuera se le ofrecía, no había médicos trataran el problema, se carecía de una conciencia
social. Muy pocos afrontaban el tema.
Evidentemente que hubo que derrochar imaginación para diseñar estructuras que des-
de la nada buscaran curar, formar profesionales, educar. Y estas estructuras fueron na-
ciendo y cumpliendo su papel aglutinando ideas donde casi no las había, recogiendo
experiencias, difundiendo inquietud y conocimiento sobre las drogas a una sociedad que
paulatinamente se iba concienciando del problema».
Es en este contexto donde se enmarca la presente investigación, concretamente, en el
análisis de los discursos de las sentencias relacionadas con el tráfico ilícito de las denomi-
nadas drogas tóxicas, estupefacientes y psicotrópicos –en la década de los años ochenta–
12 Drogas, legislaciones y alternativas.
1
Reforma de 25 de junio de 1983 y reforma de 24 de marzo de 1988.
13
El motivo de la investigación viene justificado por los fuertes cambios acaecidos dentro
del fenómeno social de las drogas en general y, más particularmente, de las drogas deno-
minadas ilegalizadas en la década de los años ochenta. De un lado, gran parte de las
personas que permanecieron durante algún periodo de esa época en la cárcel, aunque
fueron consumidoras de sustancias actualmente ilegales, estuvieron privadas de libertad
no por tráfico de este tipo de sustancias sino por otro tipo de delitos, mayoritariamente
contra la propiedad; por otro lado, en la década de los ochenta hubo dos reformas
–reforma de 25 de junio de 1983 y reforma de 24 de marzo de 1988– del art. 344 del
Código penal, ambas con criterios político criminales diferentes, pese a ser la misma
mayoría parlamentaria, representada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Las personas juzgadas por delitos contra la salud pública en la década de los ochenta,
como se verá posteriormente, fueron juzgadas en virtud de tres criterios de política crimi-
nal diferentes, con lo cual, es necesario evaluar los efectos de dichas políticas y, sobre
todo, examinar si tales políticas fueron coherentes o no con los motivos expresados por el
legislador al realizar los consabidos cambios. Hace más de tres décadas, la Resolución 6
del Comité de Ministros del Consejo de Europa2 –relativa a «los aspectos penales del
abuso de drogas»–, resaltaba la importancia de realizar investigaciones para analizar los
efectos de la legislación penal en materia de drogas denominadas estupefacientes y
psicotrópicas.
contexto de las sentencias. Algunos autores creen que la labor del sociólogo del Derecho
no se debe centrar tanto en las normas de Derecho positivo, «cuanto a la luz del contexto
social en el que se sitúa el fenómeno jurídico contenido» (TREVES 1988:148) en el
documento a analizar.
A modo de introducción, es forzoso hacer referencia –aunque sólo sea brevemente– a
la peculiar estructura de la sentencia. CORTÉS DOMINGUEZ, al analizar la estructura
externa de la sentencia –siguiendo el art. 142 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal–
distingue (CORTÉS DOMINGUEZ 1992): a) Encabezamiento, donde se exponen el lu-
gar y la fecha donde se dicten los hechos que dieron lugar a la formación de la causa, los
nombres y los apellidos de los acusadores (si los hubiere) y de los acusados (constando de
estos últimos el apodo, la edad, estado, domicilio, profesión, y cualquier otra circunstan-
cia personal que hubiera sido averiguada en la causa). También constará en el encabeza-
miento el nombre y apellido del Magistrado ponente: b) Motivación fáctica o anteceden-
tes de hecho: diferencia, por un lado, los fundamentos fácticos –cotidianamente denomi-
nados resultando de hechos probados– donde, en virtud del art. 142.2 de la Ley de Enjui-
ciamiento Criminal, se señalan en Resultados numerados y en párrafos separados «los
hechos que estuvieren enlazados con las cuestiones que hayan de resolverse en el fallo,
haciendo declaración expresa y terminante de los que se estimen probados»; por otro
lado, los antecedentes fácticos donde se recogen las conclusiones definitivas de la acusa-
ción y de la defensa; c) Motivación jurídica o fundamentos de derecho, donde se incluyen
los fundamentos doctrinales y legales de los hechos probados, la calificación de la parti-
cipación de las personas acusadas, la existencia o no de agravantes, atenuantes o eximen-
tes de responsabilidad penal; d) El fallo, indicando si es absolutorio o condenatorio. En
este último caso constará la pena o las penas a las que han sido condenadas las personas
acusadas en el proceso.
Para la estructuración de las sentencias, nos basamos en el análisis de contenido3,
entendido éste como técnica, o mejor, conjunto de técnicas de investigación capaces de
analizar la realidad social a través de la observación y el análisis de documentos –en el
presente caso las sentencias citadas– producidos en una determinada sociedad, por proce-
dimientos sistemáticos y objetivos de descripción del contenido de los mensajes4. El esti-
lo del texto viene condicionado por el material a analizar, en el presente caso sentencias
con las peculiaridades anteriormente expuestas. Por medio del análisis de contenido pre-
tendemos la obtención de datos que posteriormente nos permitan analizar las relaciones
existentes entre los actores, junto con las evoluciones y las diferencias habidas en las
sentencias de la década de los años ochenta.
La unidad de información de la investigación corresponde al modelo de ficha codifi-
cada5 (ARANA 1996:221-231). Los datos recogidos de la unidad de información de las
3
Sólo inicialmente nos basaremos en el análisis de contenido a la hora de examinar los discursos de las
sentencias. Desde nuestra perspectiva, para un adecuado análisis de los discursos de las sentencias, es necesaria
una contextualización que supere la mera categorización de las sentencias.
4
Para una mayor profundización en el análisis de contenido: L. BARDIN (1986), E. LÓPEZ-ARANGUREN
(1990), T. MIRALLES (1982) Y J.I. RUIZ OLABUÉNAGA; M.A. ISPIZUA (1989).
15
sentencias han sido procesados a través del DBase III, el cual fue explotado mediante el
programa de la Organización Mundial de la Salud denominado Epi. Info., versión 5.01.
Con el objetivo de conseguir y concretar el contenido de cada sentencia diferenciamos
entre unidad de información y unidad de estudio de las sentencias6. En nuestro caso, la
unidad de información, es la ficha codificada de cada uno de los textos de las sentencias
dictadas por la Audiencia Provincial de San Sebastián respecto al art. 344 del Código
penal, de enero de 1981 hasta diciembre de 1990. La totalidad de las sentencias del art.
344 del Código penal forman el corpus de la investigación, en el presente caso 430 sen-
tencias que no son una muestra sino la totalidad de las sentencias, las cuales han sido
localizadas en el Libro de Sentencias que la Audiencia posee.
Entendemos por unidad de estudio, o caso jurídico, la relación entre una persona
acusada y un delito concreto. De esa manera, en los casos que se juzga a una persona por
un delito del art. 344 del Código penal coincidirá el caso jurídico con la unidad de infor-
mación. Por el contrario, si el número de acusados supera la unidad y/o el número de
delitos supera el delito contra la salud pública, no coincidirán el caso jurídico y la unidad
de información. Ésta seguirá siendo la unidad, pero aumentará el número de casos jurídi-
cos. Así, si en una determinada sentencia se procesa a tres personas y cada una de ellas es
acusada por dos delitos, se rellenarán seis fichas diferentes.
La ficha codificada cuenta con elementos de medición cuantitativos y cualitativos,
por considerar que ambos métodos son complementarios y necesarios para el objetivo
propuesto en la investigación. Dicha ficha ha sido categorizada en diversas partes, prece-
didas de unos datos técnicos7 y de la propia composición del tribunal:
1. DATOS GENERALES
Es una aproximación general a las sentencias. Se trata de saber el número de personas
inculpadas y el número de delitos de cada sentencia, así como el juzgado de procedencia
de la causa y el tiempo que ha trascurrido desde la fecha de la detención hasta el día de la
sentencia.
5
La confección de la ficha codificada está basada fundamentalmente en dos investigaciones precedentes: J.
ELZO; J.M. LIDÓN; M.L. URQUIJO (1992) y A. BERISTAIN; B. CASARES; J.L. DE LA CUESTA; I.
MUÑAGORRI; L.M. MUÑOZ; M.J. VIRTO, (1983). Asimismo se han realizado aportaciones propias
derivadas de la especificidad del delito analizado (ARANA 1996:221-231).
6
En estos aspectos, hemos seguido los pasos de la investigación realizada por J. ELZO; J.M. LIDÓN; M.L.
URQUIJO (1992), op. cit. pp. 17 y 18.
7
Nos referimos al número de ficha, número de sentencia, número de acusado y de delito que se hace referencia.
16 Drogas, legislaciones y alternativas.
secundaria y los criterios empleados, puede ayudarnos a discernir que el fenómeno del
tráfico ilegal de drogas no es únicamente lo reflejado en los textos de las sentencias, sino
una realidad mucho más amplia y compleja.
En este apartado, se recopilan los datos personales de las personas inculpadas, es de-
cir, de los protagonistas principales sobre los que gira la sentencia: sexo, edad, lugar de
nacimiento y de residencia, estado civil, situación socio-profesional, condición de consu-
midor y/o dependiente de drogas, antecedentes penales, situación durante la tramitación
del procedimiento y en el momento del juicio.
Al analizar la situación económica de las personas en este tipo de delitos, a través de
las variables situación socio-profesional y solvencia, nos hemos encontrado con algunas
dificultades para la plena validez de los datos obtenidos. Respecto a la primera de las
variables citadas, hemos de reconocer su dificultad al determinar la misma en las senten-
cias porque, de un lado, en los sumarios se recogen conjuntamente algo que debería ir por
medio de dos variables diferentes (GONZÁLEZ AUDICANA e ITZA 1987: 279): una de
ellas es la profesión y la otra si está activo o no. Aunque son realidades diferentes, en la
mayoría de los sumarios aparecen como una única realidad. A esto hay que añadir la
dificultad de discernir la categoría dentro de algunas profesiones, cuando éstas son men-
cionadas con un único término «mecánico», «marino», etc., sin especificar ningún otro
dato. Por otro lado, en el período comprendido desde la reforma de 1988 hasta finales de
1990, en más de la mitad de los casos (53,2%) no consta ese dato, con lo que la fiabilidad
es considerablemente menor.
De igual manera, en la variable solvencia nos topamos con una dificultad al no cons-
tar, en más de la mitad de los casos, si los individuos eran solventes o no, siendo ésta una
característica observable en la totalidad de los periodos. Normalmente ello está motivado
por la peculiaridad de este tipo de delitos contra la salud pública, denominados también
delitos sin víctima, donde rara vez existe la acusación particular dando pie, al no haber
presencia de letrado que indague sobre la solvencia de la persona acusada, a que no se
investiga de oficio, algo que fundamentalmente debería realizar el Ministerio Fiscal aun-
que, como posteriormente haremos referencia, el propio Fiscal Jefe de la Audiencia Pro-
vincial reconocía que no se llevó a cabo un seguimiento adecuado en relación a la solven-
cia de determinadas personas procesadas.
Finalmente, quisiéramos hacer mención a otras dos dificultades encontradas: de un
lado, pretendíamos diferenciar entre consumidores y dependientes de drogas, tanto de las
legalizadas como de las ilegalizadas. No ha sido posible tal distinción por la insuficiente
información encontrada en las sentencias. Hemos optado por el análisis de la variable
dependencia, por disponer de una mayor información y por las repercusiones que la mis-
ma suele tener en el proceso judicial respecto a las personas acusadas. De otro lado, a la
hora de querer presentar la pureza existente en las diversas sustancias nos hemos topado
con serios obstáculos para poder evaluarla: no posee la misma pureza un alijo aprehendi-
do en la frontera venida directamente del país productor, que la dosis encontrada a un
consumidor. Incluso se dan casos en los que un individuo dispone de una misma sustancia
con purezas diferentes.
17
3. DISCURSOS
Por las características propias de la sentencia es el discurso técnico-jurídico el que super-
ficial y mayoritariamente aflora, aunque también están presentes otros discursos como el
discurso sobre los hechos, el jurídico-político, el económico, el médico, el ideológico,
etc. En este apartado, nos limitaremos a categorizar cada uno de los discursos. Posterior-
mente, una vez analizado el marco donde están insertados estos discursos, tras una ade-
cuada contextualización, podremos llegar a gran parte del conjunto de estrategias de la
política criminal empleada en materia de drogas ilegales en la década de los ochenta, lo
cual, permite una buena aproximación al Derecho penal y al papel que éste juega en los
procesos de criminalización y de control social en materia de sustancias denominadas
estupefacientes y psicotrópicos.
denominados sin víctima. Como hemos señalado anteriormente, en los delitos contra la
salud pública, las denuncias de los particulares son escasas, con lo cual, es la policía la
que realiza las labores de control y selección de la clientela. La reconstrucción de los
hechos, nos permite analizar el grado de preparación policial, personas y sustancias en las
que centran su investigación, implicación policial en los delitos contra la salud pública, la
falta o no de garantías procesales en sus actuaciones, y algunas de las peculiaridades que
ha tenido la represión del fenómeno del tráfico ilegal de sustancias denominadas estupe-
facientes y psicotrópicos en el Territorio Histórico de Gipuzkoa.
9
Dentro de los aspectos penales sustantivos analizamos, entre otros, los siguientes aspectos: Bien Jurídico
protegido, elemento objetivo, elemento subjetivo, naturaleza del delito, antijuricidad, culpabilidad, iter criminis,
autoría y participación, circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal y determinación de la
pena. Entre los aspectos procesales penales se analizan: Prueba directa, prueba indirecta o indiciaria y el fallo
judicial.
19
5. EL TRIBUNAL (B)
El Tribunal, órgano colegiado compuesto por tres magistrados, detecta la labor de juzgar
a una serie de personas previamente seleccionadas por los cuerpos policiales, en virtud de
una legislación concreta, muchas veces socialmente exigido para dar una respuesta con-
tundente –cuando no ejemplar– al presunto traficante de este tipo de sustancias. A través
de la sentencia, como hemos indicado anteriormente, se reconstruyen los hechos, muchas
veces con gran precisión pero, la precisión, la descripción y la claridad de los conceptos
no significa claridad en la producción de esos conceptos, con lo cual, el proceso real de la
toma de decisión suele ser muy diferente. En este sentido, es muy importante tener en
cuenta todo el proceso de contextualización y representación –función interna o particu-
lar (F)– que cada uno de los miembros del tribunal tiene del fenómeno analizado.
22 Drogas, legislaciones y alternativas.
que ésta resultaría inexplicable, es decir, en qué medida el uso del lenguaje de las senten-
cias constituyen un medio de poder y control.
Para realizar el análisis de los discursos de las sentencias, no nos limitamos a una labor
de categorización sino que intentamos efectuar una hipótesis estructural del lenguaje que
en primer lugar implica, como señala ORTI (1990:183): «que la significación cultural del
discurso (esto es, su condición de comunicación simbólica) nos remite a un sistema de
signos intersubjetivos, cuyas reglas de articulación, valores diferenciales y significados
deben ser (obviamente) comprendidos, si queremos entender el valor práctico de las pro-
puestas enunciadas por el sujeto hablante. Entre ambos sujetos –emisor y receptor (...)–,
la compresión del discurso intercala la lengua, en principio une (en la medida en que el
sistema de signos es común a ambos), pero que también puede separar: pues dada la
polisemia inherente al lenguaje, todo discurso es más o menos ambiguo, entraña la posi-
bilidad de ‘malentendidos’ y plantea la cuestión radical del sentido último de la proposi-
ciones del sujeto hablante, tanto en su orientación referencial hacia la realidad, como en
su (supuesta) determinación motivacional interna. Planteada así, en se-gundo lugar, la
cuestión radical del sentido del discurso –las cuestiones del ¿por qué? y del ¿para qué?
del discurso–, se abre un abismo, que todo análisis sociológico trata inútilmente de col-
mar, pero en el que desde un punto de vista pragmático (esto es, de orientación de la
propia respuesta verbal o activa) se hace necesario penetrar, atreviéndose a realizar inter-
pretaciones del discurso.»
Las sentencias motivo de investigación están construidas en base a una normativa
muy concreta justificada en sus correspondientes Exposiciones- de Motivos y Preámbu-
los, lo que permite realizar la siguiente hipótesis general: los motivos expresados por el
legislador en la Exposición de Motivos de la reforma urgente y parcial del Código penal
del 25 de junio de 1983 –en lo referente al art. 344 del citado Código–, y en el Preámbulo
de la reforma del mismo art. el 24 de marzo de 1988, no se ajustan a los efectos produci-
dos por el proceso de selección de los acusados y de aplicación del citado artículo y que,
en realidad, dicho art. ha servido fundamentalmente de coartada para ampliar el control
social hasta límites insospechados en el Estado social y democrático de Derecho.
Por medio del estudio de los datos obtenidos mediante el análisis de contenido y de su
contextualización, estamos en condiciones de realizar las pertinentes inferencias que nos
permitan comprobar si las expectativas plasmadas en la Exposición de Motivos y en el
Preámbulo de las normas han sido realizadas o, por el contrario, no se han satisfecho. De
igual modo, podemos aproximarnos «al papel que la justicia penal desarrolla en los pro-
cesos de criminalización y en la definición institucional de la delincuencia» (BERISTAIN
et al. 1983:124). Un estudio donde, junto a las sentencias que aplican derecho a hechos
sociales entendidos como conflictos, el referente social también va a estar contextualizado.
Este referente social delimita o interpreta tanto los contenidos de las sentencias como las
hipótesis normativas desde fuera de la construcción surgida. Por medio de la contextualiza-
ción en la estructura económico-social –situación macro–, podemos llegar a la compren-
sión del por qué y del para qué de la criminalización de determinados actos relacionados
25
con las sustancias ilegalizadas que aparecen recogidos en los textos de las sentencias –
situación micro.
No quisiéramos concluir esta sinopsis del análisis de los discursos de las sentencias,
investigados desde los textos y desde el contexto de producción, sin expresar los límites
de la investigación y la labor del investigador. Dichos límites vienen impuestos por las
restricciones derivadas de los textos de las sentencias analizadas. Como hemos indicado,
se trata del análisis de las sentencias del tráfico ilícito de drogas en la Audiencia Provin-
cial de San Sebastián, de enero de 1981 hasta diciembre de 1990. Es un análisis de la
realidad judicial de las sentencias del tráfico ilícito de la Audiencia, por tanto, en ningún
momento se puede extrapolar a la realidad social del tráfico ilícito, ni a la realidad pre-
judicial y judicializada en primera instancia de dicho tráfico en el Territorio Histórico de
Gipuzkoa porque no está reflejado el tráfico ilícito que no ha sido controlado por la poli-
cía –la denominada cifra negra– ni los casos inspeccionados por ésta que no llegaron a la
Audiencia Provincial. Tampoco se analiza, al no aparecer recogido en las sentencias, el
debate del proceso de toma de decisión por parte del Tribunal.
26 Drogas, legislaciones y alternativas.
27
PARTE PRIMERA
I
Convenios Internacionales sobre drogas tóxicas,
estupefacientes y sustancias psicotrópicas.
Las bases de la prohibición global de drogas, apenas tienen más de un siglo de existen-
cia11. Una breve, pero necesaria, contextualización, obliga a mencionar dos cuestiones
importantes relacionadas con la génesis y la evolución de las políticas emanadas de los
convenios internacionales sobre drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas:
el desarrollo del prohibicionismo en Estados Unidos y la estructuración política mundial
tras la II Guerra Mundial.
El desarrollo del prohibicionismo en Estados Unidos tuvo dos vertientes: la interna y
la externa (ROMANÍ 1999:45-47): Desde su ámbito interno, como construcción de la
gran nación americana: tras el genocidio de los indígenas, se necesitaba potenciar un
modelo unitario capaz de aglutinar a una muy amplia heterogeneidad sociocultural. Gra-
cias a la gran influencia de los grupos religiosos puritanos, el modelo fue el retrato de la
clase media WASP (blanca, anglosajona y protestante). En este proceso las drogas fueron,
una vez más, un buen chivo expiatorio para eludir «las verdaderas causas de todos los
tipos de conflictos con los que tropezaba la construcción de la gran nación, y se les atribu-
yó la causa de muchos males, los cuales se identificaban con diversas minorías étnicas
que el modelo no contemplaba».
En su ámbito externo, la lucha emprendida contra el opio, dadas las circunstancias
referidas en el párrafo siguiente, a juicio de ROMANÍ, se pueden enlazar con tres aspec-
tos fundamentales de la política exterior de EE.UU., por aquel tiempo una potencia en
pleno auge: «eliminación de una importante base económica de Inglaterra, hasta entonces
primera potencia mundial y, por lo tanto, la competidora más directa; la apertura de un
inmenso mercado como era el chino; y el liderazgo mundial que, en muchos sentidos,
podía ofrecer una iniciativa como ésta, muy conveniente con el momento expansivo de
EE.UU».
11
Con anterioridad, se registraron serios conflictos internacionales, como por ejemplo, las denominadas
Guerras del opio, pero no existía una prohibición global de este tipo de sustancias. Para una mayor
profundización sobre las Guerras del opio, puede verse: BERISTAIN, A. (1977): «Dimensiones histórica,
económica y política de las drogas en la Criminología crítica»; ROMANÍ, O. (1999): Las drogas: Sueños y
razones; ESCOHOTADO, A. (2000): Historia elemental de las drogas; BROCHU, S. y ZAMBRANA, C.
(2005): «Globalización económica y drogas».
30 Drogas, legislaciones y alternativas.
economía dirigida17, «constituían una razón aparentemente ‘natural’ para que la prohibi-
ción fuera la mejor respuesta a las drogas peligrosas».
Con los conocimientos científicos actuales, gran parte de las cuestiones en las que se
han sustentado la inclusión de sustancias como el cannabis o la hoja de coca en los Con-
venios Internaciones, ya no tienen razón de ser18. En el caso del cannabis, «se han exage-
rado burdamente los graves riesgos a largo plazo por su consumo»19, y se le han atribuido
a la sustancia una serie de potencialidades que no son ciertas. La extendida creencia de
que por medio del consumo de cannabis, se potencia las acciones violentas y delictivas,
cuestión ésta basada en la antigua leyenda árabe del Viejo de la Montaña donde, en ver-
sión de Marco Polo, esta persona creó la orden de los haschischins, formado por un grupo
de personas jóvenes a las que les daba gran cantidad de cannabis antes de iniciar el com-
bate20. H. J. ANSLIGER21, personaje clave por su capacidad de influir en la política prohibi-
cionista, conocido como «el gran manipulador de su época», por la capacidad de influen-
cia que tenía –tanto en políticos como en la prensa–, mediante la narración de historias
sensacionalistas donde se detallaban las supuestas maldades del cannabis, en 1937, escri-
bió junto con COOPER, en el The American Magazine que «en el año 1090 se fundó en
Persia la orden religiosa y militar de los Asesinos, cuya historia no es otra que la de la
crueldad, la barbarie y el crimen llevados a cabo con fines nobles; todos sus miembros
consumían hachís o marihuana, y es del término árabe hashishin de donde sale la palabra
‘asesino’» (IVERSEN 2001:44-49).
Sin embargo, desde hace años, diversos informes demuestran que la asociación entre
el consumo de cannabis y la comisión de actos violentos, no tienen base científica. El
informe Indian Hemp Drugs Comision, además de señalar que el uso moderado era la
regla y el uso excesivo la excepción, reconoce que «hay muy poca o ninguna conexión
entre el uso de las drogas del cáñamo y el crimen»22. Los doctores GOLDMAN y GILMAN,
/... este tipo de sustancias, contribuiría decisivamente a la anulación de la voluntad de las personas consumi-
doras, a la degeneración de su dignidad moral y de su salud física y, al final, a su muerte.
16
Como resultado de la potenciación de los estereotipos creados, era impensable que alguien en su sano
juicio pudiera desear utilizar sustancias de ese tipo si no era bajo criterio de un profesional de la medicina.
17
En los inicios del siglo pasado, existía una gran confianza en un Estado fuerte y en su capacidad para dirigir
tanto la producción como el cambio social.
18
Para una mayor profundización en las cuestiones relacionadas con el cannabis, puede verse: ARANA y
GERMÁN (2005).
19
Afirmación realizada por IVERSEN (2001:336). Este autor es consciente de la necesidad de evaluar los
riesgos potenciales a largo plazo, como en el caso del tabaco.
20
ESCOHOTADO (2000:44-45) reconoce que «de ahí viene la palabra ‘asesino’. Naturalmente, los haschis-
chins no eran asesinos sino guerreros, menos crueles y arbitrarios que su enemigo –el cruzado europeo–,
pero los cronistas ingleses y franceses de aquellas guerras veían las cosas desde su lado».
21
Representante permanente de Estados Unidos en la Comisión de Estupefacientes y, también, director del
Federal Bureau de Narcotics –desde su fundación (1930) hasta 1962–, a lo largo de los años treinta emprendió
una gran campaña contra el cannabis (BROECKERS 2002), donde no dudó en servirse de policías que
mostraban fotos de crímenes horribles, con el objetivo de demostrar lo peligro de la hierba asesina.
22
Informe publicado por el gobierno británico en el año 1894, se convirtió en un referente para llevar a cabo
un análisis serio del consumo y de las consecuencias del mismo en la India.
33
que la coca es causa de adicción y la de los que lo desmienten. Pero hay que añadir una
tercera: la de los miembros de la Comisión de la ONU, que mantienen que no es una
adicción pero que debería de ser tratada como tal, ya que es un hábito pernicioso». Pese a
las divergencias existentes sobre esta cuestión, el Comité de Expertos en Farmaco-
dependencias de la OMS, dictaminó en 1952 y 1953 que la masticación de coca debería
considerarse como una forma de cocainismo. Durante muchos años, desde la inclusión de
la hoja de coca entre las sustancias denominadas estupefacientes, no ha existido ningún
intento serio, en el ámbito internacional, para certificar científicamente la presunta adicción
de la coca. En la primera década de los años noventa (1992-1994), un informe de la OMS
y el UNICRI sobre la coca y la cocaína, «echó finalmente por tierra lo que quedaba del
argumento de la adicción de la coca (…) En los últimos años, incluso estudios contrarios
al consumo tradicional de coca –como la encuesta DEVIDA/INEI, realizada en 2004 en
Perú– han tendido a eludir la cuestión por completo, tratándola como un asunto del pasa-
do y afirmando rotundamente: ‘… últimamente se ha aceptado que el consumo de hojas
de coca no afecta a la salud de sus consumidores ni produce problemas de uso excesivo ni
patrones de abuso de la sustancia, habituación fisiológica, degradación moral, anomalías
de comportamiento, etc., tales como las que suelen observarse en el consumo de estupe-
facientes ilícitos’» (HENMAN y METAAL 2009:14-15).
El cannabis y la hoja de coca, dos de las tres sustancias con mayor peso específico en
los Convenios Internacionales en materia de sustancias estupefacientes, fueron incorpo-
radas a dichos Convenios, en base a unos criterios donde las aportaciones científicas
estuvieron, en gran medida, supeditadas a la presión de una visión etnocéntrica y excesi-
vamente ideologizada del fenómeno social de las drogas.
Los Convenios analizados a continuación, no son ni los primeros ni los únicos firma-
dos en materia de estupefacientes en este siglo XX: con anterioridad a la década de los
sesenta fueron firmados varios acuerdos, convenciones y protocolos internacionales23,
23
MÉNDEZ (1998:196) cita como los principales acuerdos internacionales sobre drogas:
· 1912 Convenio internacional de La Haya sobre restricción en el empleo y tráfico de opio, morfina, cocaína
y sus sales (23 de enero de 1912).
· 1925 Convenio internacional sobre restricciones en el tráfico de opio, morfina y cocaína (Ginebra, 19 de
febrero de 1925).
· 1931 Convenio internacional sobre fabricación y reglamentación de la distribución de estupefacientes
(Ginebra, 13 de julio de 1931).
· 1936 Convenio para la supresión del tráfico ilícito de drogas nocivas (Ginebra, 26 de junio de 1936).
· 1948 Protocolo de París sobre fiscalización internacional de drogas sintéticas (19 de noviembre de1948).
· 1953 Protocolo sobre la adormidera y opio (Nueva York, 23 de junio de 1953).
· 1961 Convención Única sobre estupefacientes (Nueva York, 30 de marzo de 1961).
· 1971 Convenio sobre sustancias psicotrópicas (Viena, 21 de febrero de 1971)
·1972 Protocolo de modificación de la Convención Única sobre estupefacientes (Nueva York, 25 de mayo de
1972).
· 1988 Convención de las Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas
(Viena, 20 de noviembre de 1988).
Para una mayor profundización en estos acuerdos internacionales y en otros posteriores, ver: SEQUEROS,
F. (2000:3-20): El tráfico de drogas ante el ordenamiento jurídico.
Existen otros acuerdos internacionales donde directa o indirectamente se hace referencia al tráfico ilegal .../
35
llones de personas, omite la cuestión económica y política subyacente (DEL OLMO 1987).
No disponemos de datos sobre el porcentaje de personas que a comienzos de los años
sesenta podían acceder a medicamentos pero, en la actualidad, según ha manifestado
Intermón Oxfam, la inmensa mayoría de la humanidad (el 85%) «no puede pagar los
medicamentos que necesita» (DE BENITO 2007:39). Si, en general, los servicios médi-
cos –sin lugar a dudas abarcan muchos más aspectos que recetar medicamentos– no lle-
gan a grandes sectores de la población mundial, en los casos de prescripción de morfina
se evidencia más claramente las desigualdades existentes entre los denominados países
ricos y países pobres. D.G. McNEIL (2007:2-3), tras analizar los datos recabados por un
organismo de Naciones Unidas, llegaba a la siguiente conclusión: «En los países ricos se
sufre menos». En el año 2005, seis países (Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania,
Reino Unido y Australia) consumían el 79% de la morfina de todo el mundo, por el
contrario, el 80% de la población mundial (los países con rentas bajas y medias) sólo
consumía aproximadamente el 6%. En países como India, donde se ha venido usando
desde hace siglos el opio y el cannabis para usos terapéuticos, la puesta en práctica en la
legislación estatal de los criterios expuestos en la Convención Única de 1961, ha supues-
to no poder hacer usos terapéuticos de las sustancias citadas, en un escenario donde un
sector significativo de la población, por su situación de pobreza, no tiene la posibilidad de
acceder al uso médico de fármacos y, por tanto, se ve abocada a recurrir irremediable-
mente al mercado ilegal de opio y de cannabis para hacer frente a parte de sus padeci-
mientos (CHARLES 2005).
Tanto el Título de la Convención como el Preámbulo y el articulado, hacen referencia
al término estupefaciente. Éste aparece definido en el art. 1 como «cualquiera de las
sustancias de las Listas I y II, naturales o sintéticas». Por el contrario, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) entiende por droga «la sustancia, natural o sintética, cuya
consumición repetida, en dosis diversas provoca en las personas: 1º) el deseo abrumador
o necesidad de continuar consumiéndola (dependencia psíquica), 2º) la tendencia a au-
mentar la dosis (tolerancia) y 3º) la dependencia física u orgánica de los efectos de la
sustancia que hace verdaderamente necesario su uso prolongado, para evitar el síndrome
de abstinencia». Aunque para MUÑOZ CONDE (2004:660-661) este «mismo concepto
es aplicable a los estupefacientes y sustancias psicotrópicas», ni todas las sustancias de
las Listas I y II responden a la definición dada por la OMS, ni están en las Listas I y II
sustancias que cumplen los requisitos expresados por la OMS. Al tratarse de delitos con-
tra la salud pública, este autor es consciente de la gran importancia que tiene este concep-
to médico pero también pone claramente de manifiesto «que no son sólo los criterios
médicos o sanitarios los que se tienen en cuenta a la hora de decidir cuáles son las circuns-
tancias cuyo tráfico debe ser prohibido». Pone como ejemplo el caso del cannabis y sus
derivados que, desde un punto de vista puramente médico, no responde a todas las carac-
terísticas señaladas en la definición y, además, «no son más nocivas que otras cuyo con-
sumo y tráfico es legal o incluso fomentado públicamente», como son el alcohol y el
tabaco. Por todo ello, es sorprendente que las Partes preocupadas por la salud física y
moral de la humanidad integren en estas Listas, por ejemplo, a la hoja de coca y no hagan
37
referencia en las mismas al alcohol y tabaco, sustancias que sí pueden producir toxico-
manía25.
Los términos incorporados del discurso médico –abuso, dependencia, toxicomanía,…–,
además de ser conceptos que han variado a lo largo del tiempo, «son fenómenos muy
complejos que tiene que ver con la dosis, la calidad de la sustancia, la forma de ingerirla,
la problemática anterior del consumidor y el contexto social» (DEL OLMO 1992:114).
En el año 1957, el Comité de Expertos de la OMS definía la dependencia en base a la
distinción entre hábito (dependencia física) y costumbre (dependencia psíquica). Esta
definición tenía como base cuatro parámetros: a) deseo de consumir la sustancia; b) nivel
de tolerancia; c) síndrome de abstinencia, y d) efectos negativos tanto para el individuo
como para la sociedad. Posteriormente la definición se consideró inadecuada y, en el año
1965, fue modificada por una definición paraguas, según señala YOUNG (ARNAO
1990:24), donde los efectos de la definición se aprovechan para la retroalimentación de
amplificación que se produce y, a la vez, estos resultados influyen para amplificar todavía
más dichos efectos (BRAVO 2009). Nos encontramos ante una definición que, a juicio de
GOODE (ARNAO 1990:24), está «vacía de cualquier utilidad y aporta más confusión
que certeza», por tanto, permite una selección discrecional de las sustancias que, desde
una perspectiva política, pueda interesar incluir dentro de las Listas de las sustancias
denominadas estupefacientes y psicotrópicas.
Más recientemente la OMS (1992:103-104), en su Clasificación Internacional de En-
fermedades (CIE-10), se refería a la dependencia como un «conjunto de manifestaciones
fisiológicas, comportamentales y cognoscitivas en el cual el consumo de una droga, o de
un tipo de ellas, adquiere la máxima prioridad para el individuo, mayor incluso que cual-
quier otro tipo de comportamiento de los que en el pasado tuvieron el valor más alto»26. El
25
Un informe de la OMS afirma que «el consumo de alcohol provoca importantes problemas de salud
pública» y aporta los siguientes datos: Por lo menos mueren 2,3 millones de personas al año en el mundo por
causas relacionadas con el alcohol. A la ingesta de alcohol se le atribuye el 4,4% de la carga mundial de
morbilidad y, también, es el quinto factor de muerte prematura y de discapacidad en todo el mundo. (http://
www.elmundo.es/elmundosalud/2007/05/17/medicina/1179421304.jtml, consultado el 21/06/2007.
Margaret Chan, directora general de la OMS, al presentar un informe sobre la epidemia mundial del tabaco,
aportaba los siguientes datos: El tabaco mata a 4,5 millones de personas al año, de las cuales, un 80% vive en
los denominados países en desarrollo. Durante el siglo XX 100 millones de personas murieron por dolencias
relacionadas con el tabaquismo. Si no se intensifican las medidas, para el año 2030 se prevé que las muertes
anuales en el mundo por consumo de tabaco asciendan a 8 millones (BASSETS 2008:29).
26
Según el CIE-10, sólo se llevará a cabo un diagnóstico de dependencia si en el último año han estado
presentes tres o más de las siguientes manifestaciones:
a) Deseo intenso o vivencia de una compulsión a consumir la sustancia.
b) La persona reconoce una menor capacidad para controlar, bien el comienzo del consumo de una sustancia,
o bien para detenerlo o disminuir la cantidad consumida.
c) Síntomas somáticos de un síndrome de abstinencia cuando el consumo de la sustancia se reduce o cesa,
cuando se confirme por: el síndrome de abstinencia, o el consumo de la misma sustancia (u otra muy parecida),
con la intención de aliviar o evitar los síntomas de abstinencia.
d) Aumento de tolerancia: se requiere de un aumento progresivo de la dosis de la sustancia para lograr el
mismo efecto que originalmente se producían con dosis bajas.
e) Abandono progresivo de otras fuentes de placer o diversión, a causa del consumo de la sustancia. .../
38 Drogas, legislaciones y alternativas.
Manual diagnóstico y estadístico de los tratados mentales (DSM-IV-TR), señala que «la
característica esencial de la dependencia de sustancias consiste en un grupo de síntomas
cognoscitivos, de comportamiento y fisiológicos que indican que el individuo continúa
consumiendo la sustancia, a pesar de la aparición de problemas significativos relaciona-
dos con ella». Los criterios que utiliza el DSM-IV para la dependencia de sustancias se
resume en: «Un patrón desadaptativo de consumo de la sustancia que conlleva un deterio-
ro o malestar clínicamente significativos, expresado por tres o más ítems27 en algún mo-
mento de un período continuado de 12 meses». (LÓPEZ-IBOR 2003:218-225). En los
últimos años se observa un nuevo enfoque del concepto de dependencia a una droga que
«dista bastante de concepciones anteriores dentro de este campo. Significa que para diag-
nosticar a una persona dependencia a una sustancia no tiene por qué darse necesariamen-
te ni tolerancia ni dependencia física» (IVERSEN 2001:152).
ROMANÍ (1999:58-60) ha observado que, en determinados contextos, cuando se
menciona el término dependencia, «se hace de tal manera que parece claro que se trata de
un fenómeno intrínsecamente perverso». Por ello, cree que es posible –tanto desde la
coherencia teórica como desde la práctica clínica de las distintas dependencias– plantear
la cuestión de otra manera. Propone abordar la dependencia «en relación a lo que llama-
mos un ‘estilo de vida’ determinado, sobre todo para señalar que no se trata única y
principalmente de los efectos farmacológicos de una sustancia sobre un individuo, sino
que estamos ante un constructo sociocultural en el que confluyen procesos de identifica-
ción, de construcción del yo, estrategias de interacción, negociación del rol, en fin, todo
/... f) Persistencia en el consumo de la sustancia a pesar de sus consecuencias perjudiciales.
Siguiendo estos criterios, un informe del Institute of Medicine de 1999, reconocía que el 9% de las personas
que habían probado el cannabis se volvieron dependientes. Este dato contrasta con los riesgos de dependencia
generados por otras sustancias como el tabaco (32%), la heroína (23%), la cocaína (17%) y el alcohol (15%)
(IVERSEN 2001).
27
Los ítems recogidos son:
«(1) tolerancia, definida por cualquiera de los siguientes ítems:
a) Una necesidad de cantidades marcadamente crecientes de la sustancia para conseguir la intoxicación
o el efecto deseado
b) El efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye claramente con su consumo continuado
(2) abstinencia, definida por cualquiera de los siguientes ítems:
a) El síndrome de abstinencia característico para la sustancia
b) Se toma la misma sustancia (o una muy parecida) para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia
(3) la sustancia es tomada con frecuencia en cantidades mayores o durante un período más largo de lo que
inicialmente se pretendía
(4) existe un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o interrumpir el consumo de la sustancia
(5) se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia, en el consumo de
la sustancia o en la recuperación de los efectos de la sustancia
(6) reducción de importantes actividades sociales, laborales o recreativas debido al consumo de la sustancia
(7) se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de problemas psicológicos o físicos recidivantes
o persistentes, que parecen causados o exacerbados por el consumo de la sustancia».
Siguiendo estos criterios, un informe del Institute of Medicine de 1999, reconocía que el 9% de las personas
que habían probado el cannabis se volvieron dependientes. Este dato contrasta con los riesgos de dependencia
generados por otras sustancias como el tabaco (32%), la heroína (23%), la cocaína (17%) y el alcohol (15%)
(IVERSEN 2001).
39
esos cultivos. Nuevamente nos encontramos ante una distorsión de la realidad, donde el
peso de la protección de la salud pública se centra en la prohibición del cultivo de deter-
minadas sustancias –no de todas– que producen dependencia, justamente las cultivadas
en los Estados llamados periféricos.
La lucha contra el tráfico ilícito y las disposiciones penales aparecen recogidas en los
arts. 35 y 36 de la Convención. En el primero de estos arts., se exponen los criterios de
actuación contra dicho tráfico ilícito, siempre –«teniendo debidamente en cuenta sus re-
gímenes constitucional, legal y administrativo»– de las Partes. Se potencia en el plano
estatal «una coordinación de la acción preventiva y represiva contra el tráfico ilícito», y
también proclama ayuda mutua y cooperación internacional para realizar dicho cometido.
Por medio de las disposiciones penales del art. 36, «cada una de las Partes se obliga»
a criminalizar todo el ciclo de los estupefacientes, incluida la posesión28, resaltando en el
número 2.a), que cada delito de este tipo, si se comete en varios Estados diferentes, se
considerará como delito distinto. En este tipo de delitos, la participación, la tentativa, los
actos preparatorios y las operaciones financieras son considerados como delitos. En la
base donde se cimentan las disposiciones penales de la Convención, se observa con total
nitidez la no presencia del principio de intervención mínima, ni la aplicación de la pena
como ultima ratio, sino una criminalización totalmente desproporcionada e irracional
para la cuestión que se quiere abordar. En el art. 37 prevé la aprehensión y decomiso de
toda sustancia y utensilio empleado para la comisión de cualquier delito de los tipificados
en el art. 36.
La Convención, bajo la aparente intención de dar respuesta a las personas dependien-
tes de sustancias denominadas estupefacientes, que hayan realizado este tipo de delitos,
hace mención a la posibilidad de someterlos a medidas de tratamiento, educación,
postratamiento, rehabilitación y readaptación social (arts. 36.1.b) y 38). Decimos aparen-
te intención porque en ningún momento cita expresamente a los dependientes de estupe-
facientes, sino a los que hagan uso indebido de estupefacientes. Anteriormente hemos
comentado la no aclaración de tal concepto por parte del Convenio, aunque parece des-
prender que el uso indebido lo equiparan a uso no médico. Dentro de éste se dan diferen-
tes tipos de consumos –muchos de ellos con bastantes más aspectos positivos que negati-
vos– donde nada tienen que ver con la dependencia. Así pues, el sometimiento de un
individuo a tratamiento, por el mero hecho de consumir alguna sustancia, o por ser depen-
diente de la misma –aunque haya cometido un delito–, vuelve a chocar frontalmente con
los principios garantistas, y hace aflorar la actitud moralista inspiradora de esta Conven-
ción, más preocupada por evitar determinados consumos, que de abordar global y cohe-
rentemente la denominada salud pública.
La Convención en su art. 49, contiene una previsión y una peligrosa prohibición.
Prevé la posibilidad de las Partes para reservarse el derecho de autorizar temporalmente
el uso de opio con fines casi médicos y para fumarlo, la masticación de la hoja de coca29
28
A juicio de CALDERÓN SUSÍN (2000:14-17), el art. 36 «recomendaba (o algo más) a las partes que la
simple o mera posesión de sustancia estupefaciente, que no estuviera cubierta por una finalidad médica o
científica, fuera castigada como delito».
41
y el uso del cannabis y sus derivados con fines no médicos. Dicha reserva también alcan-
za la producción, fabricación y comercio de las sustancias citadas, siempre y cuando se
realicen para los fines que se especifican. Este derecho de reserva no fue ejercido por el
estado español, lo cual supuso desaprovechar una buena ocasión que «podía haber abierto
el camino para que la legislación española diferenciase la regulación y la incriminación
de las conductas relativas a las diversas sustancias estupefacientes. Hubiera sido el pri-
mer paso para un inteligente programa de educación pública que posibilite una legisla-
ción mucho más liberal que pronto se impondrá en esta materia; legislación que deje el
uso (y abuso) de las drogas (de la inmensa mayoría de ellas) a la libre elección del ciuda-
dano...» (BERISTAIN 1973:69-70).
Pero junto con la citada previsión, en el núm. 2 e) y f) del art. 49, se prohíbe expresa-
mente la masticación de coca y el uso de cannabis –si no es con fines médicos y científi-
cos–, en un plazo de veinticinco años desde la entrada en vigor de la Convención. Esta
prohibición sobre sustancias que ni siquiera crean dependencia –a hoja de coca–, o sola-
mente crean dependencia psíquica, que no física –cannabis y sus derivados–, supone una
imposición y un atropello a las peculiaridades sociales y culturales de determinados pue-
blos, y no tiene nada que ver con la preocupación por la salud de la humanidad.
29
El presidente de Bolivia, Evo MORALES, en marzo de 2009, realizó una solicitud formal a BAN KI
MOON, secretario general de Naciones Unidas, para eliminar los artículos 49 c) (posibilidad de reservarse el
derecho de autorizar la masticación de la hoja de coca) y 49 e) (posibilidad de reservarse el derecho de
autorizar la producción, la fabricación y el comercio, entre otras sustancias, de la hoja de coca) de la Convención
Única sobre Estupefacientes, de 1961.
42 Drogas, legislaciones y alternativas.
migo externo se focaliza en el narcotráfico, término tan ambiguo como «útil comodín
político» (DEL OLMO 1996:141).
Previamente a la aprobación de la presente Convención, la Asamblea General de Na-
ciones Unidas, emitió dos resoluciones32 donde situaban el consumo de sustancias deno-
minadas estupefacientes como «problema que exige una inmediata intervención, ya que
supone (…), una grave amenaza para el desarrollo económico y social de los pueblos,
para su salud pública, su bienestar físico y moral y su integridad». Sin embargo, se ocul-
taba conscientemente la diferencia de trato entre cuestiones tan diferentes como el consu-
mo, la producción y el tráfico, en el momento de criminalizar y sancionar dichos compor-
tamientos (SAEZ 1989:18). Finalmente, transcurrido algo más de un cuarto de siglo des-
de la Convención Única de 1961, a finales de 1988, se terminó de elaborar en Viena, la
Convención contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas, consti-
tuida por un Preámbulo y 34 artículos. Se observan diferencias sustanciales con relación
a los dos convenios anteriores: éstos, como hemos señalado anteriormente, proclaman la
necesidad de incidir en la salvaguarda de la salud (protección de la salud –física y moral–
de la humanidad), mientras que la Convención de 1988, resalta las repercusiones políti-
cas, económicas y culturales del tráfico ilícito de sustancias denominadas estupefacientes
y psicotrópicas. A juicio de DÍEZ RIPOLLÉS (1992:74) «nos encontramos por primera
vez ante una Convención sobre drogas que se ocupa casi exclusivamente de la represión
y persecución penales, con el propósito confesado de perfeccionar los instrumentos re-
presivos existentes e introducir otros nuevos para cubrir ámbitos hasta ahora descuida-
dos»33.
El propio Preámbulo recoge la preocupación por los efectos del tráfico de drogas y, la
cada vez mayor capacidad –por parte de los traficantes–, para corromper las estructuras
políticas y financieras, donde –en ocasiones– llega a afectar directamente a la estabilidad,
seguridad y soberanía de los Estados. Igualmente expresa la pretensión de «fortalecer y
complementar» lo dispuesto en los anteriores Convenios, con la finalidad de afrontar «la
magnitud y difusión del tráfico ilícito y sus graves consecuencias». Pese al grave empeo-
ramiento de la situación, fundamentalmente debido a la política prohibicionista, la Con-
vención en ningún caso hace una evaluación y una crítica que lleve a cuestionarse dicho
modelo de actuación en el seno de Naciones Unidas.
/... No obstante, esta autora señala a R. NIXON como promotor de la estrategia contemporánea cuando, en
septiembre de 1969, puso en marcha la operación Intercept contra la marihuana que venía de México. «Desde
ese momento, cada presidente de Estados Unidos ha peleado en esta guerra involucrando, de una forma y
otra, a presidentes de otros países, porque desde 1969 la constante ha sido la de asumir que la principal
estrategia para reducir el consumo de drogas en Estados Unidos es eliminar la oferta en la fuente de producción
en el exterior».
32
Resolución 39/141 y Resolución 39/142, ambas con fecha 14 de diciembre de 1984.
33
Para una mayor profundización sobre las diversas cuestiones relacionadas con el Convenio contra el tráfico
ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas, de 1988, ver: DÍEZ RIPOLLÉS (1992): «Alternativas a
la actual legislación sobre Drogas». Cuadernos de Política Criminal, 73-115. DÍEZ RIPOLLÉS (1989): Los
delitos relativos a drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas. Estudio de las modificaciones
introducidas por la Ley Orgánica 1/1988, de 24 de marzo.
44 Drogas, legislaciones y alternativas.
asistencial o en sus inmediaciones, si quien delinque ha sido declarado culpable por deli-
tos análogos –tanto en el extranjero como en el propio Estado–, el párrafo 5º del art. 3º
prevé que los tribunales puedan tener en cuenta este tipo de circunstancias por su particu-
lar gravedad, dando lugar, en la práctica, a agravantes del tipo básico en gran parte de las
legislaciones penales.
El amplio art. 3º de la presente Convención de 1988, tras poner las bases para la
penalización absoluta de todo el ciclo de las drogas denominadas estupefacientes o sus-
tancias psicotrópicas –consumo personal incluido–, posteriormente, ofrece un amplio es-
pectro de sanciones –penas privativas de libertad, sanciones económicas, decomiso, am-
plias medidas de seguridad, medidas sustitutorias de la pena. En el marco de la política
prohibicionista, la suma de estas dos realidades, además de crear una gran inseguridad
jurídica –sobre todo para las personas consumidoras de este tipo de sustancias–, supone
alejarse del rumbo necesario para profundizar y poner en práctica un Derecho penal
garantista. Como señalan VERVAELE y ROOD (1993:367), «así comprobamos de nue-
vo que la materia ‘droga’ es muchas veces el laboratorio para la realización de reformas
jurídicas muy controvertidas».
Estos mismos autores (VERVAELE y ROOD 1993:370), consideran el art. 5 –referen-
te al decomiso–, el «más importante y más innovador» de la presente Convención. En el
art. 37 del Convenio de 1961, se hacía referencia al decomiso, pero no definía qué debía
entenderse por tal. Contrariamente, el art. 1 de la Convención de Viena de 1988, define,
tanto el decomiso, como el embargo preventivo o incautación. El decomiso o la incauta-
ción, se realiza del producto derivado de los delitos, de los bienes equivalentes a dicho
producto, o de los estupefacientes y sustancias psicotrópicas y también, de los materiales,
equipos u otros instrumentos utilizados para realizar los delitos previstos en el art. 3.
Especial importancia tiene el párrafo 3º del artículo referido al decomiso, donde se
señala que las Partes facultarán a sus tribunales u otras autoridades competentes a ordenar
la presentación o la incautación de documentos bancarios, financieros o comerciales,
para lo cual, las Partes no se podrán negar en base al secreto bancario. Aunque este párra-
fo, aparte de su novedad, supone un avance para afrontar la cuestión económica dentro
del tráfico ilegal de las sustancias estupefacientes y sustancias psicotrópicas, es de lamen-
tar la tardanza con que ha llegado. En el párrafo 4º, se prevé la cooperación internacional
en materia de decomiso, y en el párrafo 5º hace referencia a la posibilidad de destinar la
totalidad o una parte de los productos o bienes decomisados, según la forma prevista en el
derecho interno, a organismos intergubernamentales especializados en la lucha contra el
tráfico ilícito y el uso indebido de estupefacientes y sustancias psicotrópicas, o repartirlos
con otras Partes según criterios preestablecidos. Otra de las novedades del artículo dedi-
cado al comiso, en el párrafo 7º, prevé la posibilidad de las Partes, si es compatible con
los principios de su derecho interno, de invertir la carga de la prueba en caso de origen
ilícito del producto u otros bienes sujetos a decomiso. Nos encontramos ante una viola-
ción de los principios del Derecho penal clásico que, poco a poco, se ha ido asentando en
los códigos penales de muchos países, incluso, de los denominados democráticos.
46 Drogas, legislaciones y alternativas.
facultades necesarias para poder acabar con sus propios regímenes nacionales de prohibi-
ción de drogas» (LEVINE 2003:78). En este contexto, el estado español, como Estado
Parte de esta Convención «ha acogido plenamente estas directrices» (MUÑOZ 2001:125)
y las ha incorporado a su derecho interno.
La globalización de la política prohibicionista, sirve para erosionar la ya limitada so-
beranía de un importante número de Estados –sobre todo de Latinoamérica y de Asia– y,
al mismo tiempo, para reducir el presente y el futuro democrático de estos países a una
democracia de baja intensidad. El proceso de degradación de soberanía y de democracia
se produce tanto directa como indirectamente: directamente, por medio de la presencia
militar (Colombia, Panamá,...), y mediante la exigencia de lo que Londoño (1996:98)
denomina certificación de buena conducta, necesaria para conseguir ayuda económica
de Estados Unidos; (Naciones Unidas, OMS, BMI...) y de las empresas multinacionales.
La globalización de la política prohibicionista en materia de drogas proporciona un
buen caldo de cultivo para la globalización de la corrupción. Los sobornos, la seducción
y/o la perversión, los daños y los beneficios a gran escala, encuentran en la globalización
económica y en la globalización de las políticas prohibicionistas en materia de drogas un
marco idóneo para proporcionar grandes rentabilidades –económicas y políticas–, donde
se legitima el poderío de los grupos que controlan la internacionalización de la economía
y se deja al margen derechos políticos y sociales de muchas personas.
Cada vez hay más personas, grupos, movimientos sociales, representantes de determi-
nadas instituciones que cuestionan la política prohibicionista por lo que tiene de imposi-
ción, de antidemocrático y por las consecuencias que tienen tanto para los consumidores
como para toda la sociedad en general. La globalización de la política prohibicionista,
está erosionando la capacidad de determinados Estados para asentar un presente y un
futuro democrático. Es fundamental globalizar las políticas de drogas en clave diferente,
de profundización en la democracia, es decir, en clave de respeto a los cultivos, a los
consumidores, a los Derechos Humanos, al desarrollo sostenido de los pueblos, y a una
economía no agresiva con el medio ambiente. Es necesario también superar la actual
cultura autoritario-represiva, los consensos represivos que tienen, aunque no sólo, en el
fenómeno social de las drogas uno de sus fundamentales asentamientos para restringir
derechos y libertades a sectores importantes de la población mundial (ARANA:2003).
Conclusiones
* Un análisis histórico del surgimiento y consolidación de la política prohibicionista en
materia de sustancias denominadas estupefacientes y psicotrópicos, evidencia su asen-
tamiento sobre unos pilares extremadamente frágiles y endebles, en virtud de los co-
nocimientos actuales: nos encontramos ante un localismo –la doctrina puritana en
materia de drogas reinante en Estados Unidos, a finales del siglo XIX– globalizado
–en la medida que Estados Unidos consigue una influencia determinante en el ámbito
mundial, sobre todo tras la II Guerra Mundial, con una preponderancia taxativa en
Naciones Unidas y en los organismos creados en su seno.
49
* Algunos de los mitos sobre los que se ha construido esta política prohibicionista, no
son ciertos. No corresponde con la verdad, por ejemplo, que la hoja de coca crea
dependencia, o que el consumo de cannabis fomente la comisión de actos violentos o
delictivos.
* Se aprecia un planteamiento claramente dicotómico –uso médico frente a uso indebi-
do, toxicomanía,…– ante un fenómeno caracterizado por una amplia gama de matiza-
ciones. Desde hace siglos se realizan usos terapéuticos –donde se incluye el uso médi-
co, pero que no lo abarca en su totalidad– de derivados de cannabis, opiáceos y hoja de
coca, que han contribuido a mitigar dolores en millones de personas y se han visto
fuertemente restringidos, al no estar controlados por la industria farmacéutica o por
determinadas corporaciones médicas. De igual modo, es sorprendente las diferentes
varas de medir empleadas frente a la preocupación por la toxicomanía: cuando se trata
de sustancias denominadas estupefacientes, estos Convenios «conscientes de su obli-
gación de prevenir y combatir ese mal», optan fundamentalmente por la represión
penal, incluso para las personas consumidoras. Sin embargo, para afrontar otras toxi-
comanías a las que se les atribuyen millones de muertes anuales (tabaco, alcohol y
fármacos), sustancias éstas no sólo no prohibidas sino permitidas –cuando no poten-
ciadas (mediante publicidad, promoción y patrocinios, tanto por empresas privadas
como por instituciones públicas)–, desde Naciones Unidas se opta fundamentalmente
por la no sanción de las personas consumidoras, por la prevención, por la asistencia y
por la inserción.
* Tras el intento de presentar estos Convenios con base en criterios científicos, se apre-
cia un uso parcial e ideologizado del discurso médico, centrado –en gran medida–
sobre el término dependencia. Este concepto, además de haber sufrido significativos
cambios desde la década de los años cincuenta hasta la actualidad, ha sido utilizado
para incorporar en las Listas sobre sustancias denominadas estupefacientes, sustan-
cias que no creaban dependencia –por ejemplo la hoja de coca–, y para dejar fuera
otras –alcohol y tabaco–, que sí cumplían con los requisitos. Tras el nuevo enfoque
que se ha dado al término dependencia a una determinada sustancia, es posible su
existencia sin que se dé obligatoriamente ni tolerancia, ni dependencia física.
* Con la mención en el Preámbulo del Convenio sobre estupefacientes de 1961 a la
preocupación por la salud física –e incluso moral– de la humanidad, se realiza una
amalgama entre el discurso médico y el discurso moralizador que ha caracterizado y
condicionado las políticas en materia de drogas a lo largo del siglo pasado. Bajo la
aparente preocupación por la salud física y moral de la humanidad, y por las repercu-
siones políticas, económicas y culturales del tráfico ilícito de estas sustancias, las ba-
ses de la política criminal prohibicionista –plasmadas en estos Convenios– ocultan
una concepción etnocéntrica del fenómeno social de las drogas, donde no se tiene
suficientemente en cuenta otras realidades culturales, otros estilos de vida, e incluso,
otras opciones políticas, económicas y sociales de afrontar este fenómeno.
50 Drogas, legislaciones y alternativas.
* Pese a las evidencias científicas y los graves efectos negativos que estos Convenios
tienen en una parte significativa de los Estados –sobre todo en aquéllos no caracteriza-
dos por la existente de un Estado fuerte y con serios problemas de tráfico ilícito–, no
se aprecia una voluntad política para enmendar errores históricos de este tipo.
* Es necesario, desde los conocimientos científicos actuales y desde la profundización
en una cultura democrática de respeto a las diversas sensibilidades existentes, una
profunda revisión de las políticas sobre este tipo de sustancias, para que dejen de ser
una nueva –o no tan nueva– forma de colonialismo y sirvan para poner en práctica
políticas donde los aspectos sociales, educativos, preventivos, de salud, y de respeto a
los Derechos Humanos, primen sobre la política criminal.
52 Drogas, legislaciones y alternativas.
53
II
Análisis del ámbito europeo
34
Francia, República Federal de Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
35
Reunión del Comité de Ministros, celebrada el 19 de enero de 1973, con motivo de la 217ª reunión.
36
Como objetivo general presenta «la disminución del sufrimiento humano movilizando la opinión pública,
protegiendo a las personas en peligro, ayudando a los farmacodependientes y reprimiendo el tráfico de
drogas».
54 Drogas, legislaciones y alternativas.
37
La presente investigación se enmarca en dicho contexto.
55
En la década de los ochenta, fueron varias las recomendaciones realizadas por el Con-
sejo de Europa respecto al fenómeno de las drogas38, aunque, por las peculiaridades de la
presente investigación, nos centraremos en la Recomendación 989 relativa a la lucha
contra abuso y tráfico de drogas, realizada en la Asamblea Parlamentaria del 27 de sep-
tiembre de 1984, incluida en el 36º período de sesiones.
La presente Recomendación comienza con una referencia a la preocupación por el
aumento del uso de drogas y estupefacientes, sobre todo de la cocaína, y por el fenómeno
de la politoxicomanía. También manifiesta la alarma ante la bajada constante de la edad
de los consumidores y evidencia el fracaso de las vías represiva, reinsertadora y preven-
tiva, en virtud de los medios invertidos.
El balance positivo del inicio de diálogo entre los Estados miembros del Consejo de
Europa contrasta con las considerables dificultades encontradas: imposibilidad de inter-
cambiar datos comparativos para realizar un intercambio de experiencias, los enfoques
preventivo y educativo no están lo bastante desarrollados, por lo menos en algunos países
y, sobre todo, se enfatiza en las grandes divergencias –entre los miembros del Consejo de
Europa– en materia represiva en relación al abuso y tráfico de drogas. Considera un
avance la decisión del Comité de Ministros de 1980 de integrar el Grupo Pompidou en el
Consejo de Europa y se congratula de la Declaración final de la 7ª Conferencia de Minis-
tros de dicho Grupo39, así como de la adhesión del Gobierno español al Grupo Pompidou.
Concluye con la recomendación de elaborar de una estrategia coherente y pluridisciplinaria,
para lo cual realiza las siguientes proposiciones:
* Dentro de las acciones contra el tráfico de drogas, se reafirma –pese a las grandes
divergencias respecto a la política represiva a seguir– que tanto el tráfico de drogas
denominadas duras como el de las denominadas blandas constituyen delito y deben
ser perseguibles, aunque remarca la necesidad de la lucha contra el gran tráfico, eso sí,
uniendo en el ámbito internacional con las redes de tráfico de armas y del terrorismo.
* No se realiza un diagnóstico global sobre los efectos de la cuestión económica del
denominado blanqueo de dinero procedente del tráfico ilícito de este tipo de sustan-
cias, sino que se efectúa –tras la incorporación del Grupo Pompidou–, una sesgada
equiparación, según la cual, la cuestión económica derivada de la venta ilegal de sus-
tancias denominadas estupefacientes y psicotrópicos preocupa fundamentalmente por-
que se utilizan para financiar el terrorismo internacional.
38
Entre otras: Recomendación 4, sobre la prevención de los problemas provocados por el alcohol especialmente
entre jóvenes. Recomendación 5, sobre la prevención de la toxicomanía y el especial papel de la educación
para la salud. Recomendación 6, relativa al tratamiento y a la resocialización de los toxicómanos (las tres
recomendaciones se realizaron el 16 de marzo de 1982, 344ª reunión de Delegados de Ministros).
Recomendación 19, relativa a la Carta Europea contra la droga en el deporte (Comité de Ministros celebrado
el 15 de septiembre de 1984, 375ª reunión de Delegados de Ministros).
39
El Grupo Pompidou se creó en 1971, para realizar labores de cooperación policial en materias de lucha
contraterrorista y contra el abuso y tráfico de drogas. La 7ª Conferencia del Grupo Pompidou se celebró los
días 12 y 13 de septiembre de 1984 en París y tuvo como centro de debate dos temas: la importancia de la
represión del tráfico ilícito como medio de lucha contra la droga y la prevención y tratamiento de las
toxicomanías.
56 Drogas, legislaciones y alternativas.
40
Recomienda para prevenir la toxicomanía realizar labores de prevención (primaria, secundaria y terciaria),
no sólo centrándose en la prevención específica sino también en la inespecífica. Para ello aconseja la disposición
de medios suficientes para llevar a buen puerto tal labor y que la misma se centre, fundamentalmente, en
niños y en jóvenes.
57
41
COMISION DE INVESTIGACION DEL PROBLEMA DE LAS DROGAS EN LOS PAISES DE LA
COMUNIDAD EUROPEA: «Informe sobre los resultados de la investigación», Ponente, Sir Jack STEWART-
CLARK. Parlamento Europeo. Bruselas. 1987.
42
D.O. Comunidades Europeas, nº C 283/80, del 10 de noviembre de 1986.
43
Op. cit. p. 20.
44
Op. cit. p. 22.
58 Drogas, legislaciones y alternativas.
las mismas– pueden entrar dentro de ese supuesto, pero el peligro no deviene de la sustan-
cia inicial, sino de la mezcla producida.
El Informe STEWART-CLARK al analizar las medidas jurídicas de ámbito comunita-
rio, menciona como una de las dificultades más importantes que tenía Europa –en la
década de los años ochenta–, dentro de las medidas contra los traficantes de drogas, era la
falta de unificación en la legislación y en las penas que se aplicaban en los diversos
Estados miembros. Por este motivo, exhortó a la aplicación de penas similares ante los
mismos hechos en los diversos Estados de la Comunidad Europea. Reconoce también
que el sistema judicial era demasiado lento en muchos de los Estados miembros y aboga
por un enfoque común no sólo en las sentencias relacionadas con el tráfico de drogas,
sino también, sobre la firma de un acuerdo multilateral europeo para poder llevar a cabo
extradiciones en este tipo de delitos.
Para afrontar los aspectos financieros derivados del tráfico ilícito de este tipo de sus-
tancias el Informe aboga por una legislación común capaz de poner en práctica el embar-
go de fondos y la inversión de la carga de la prueba, así como la elaboración de directrices
que ayuden a las instituciones financieras comunitarias a detectar situaciones del llamado
blanqueo de dinero y proporcionen los medios suficientes para combatirlos.
El Informe menciona la actitud ambivalente de la sociedad en relación a las personas
consumidoras de este tipo de sustancias: de un lado, se reconoce que son víctimas de los
grandes traficantes y, de otro lado, que son los responsables de gran parte de la denomina-
da inseguridad ciudadana. En esta doble dimensión, que es contradictoria e incluso se
anula, el carácter de víctimas puede ser transformado en carácter de receptores de repro-
ches sociales y/o penales en la medida que se les hace responsables de la llamada insegu-
ridad ciudadana. También distingue entre dos figuras que frecuentemente se pretende
mezclar en el ámbito del tráfico ilícito de este tipo de sustancias: el gran traficante, en
quien debería centrarse el control penal y el pequeño vendedor –con frecuencia consumi-
dor de dichas sustancias–, con quien se debe adoptar una actitud más en relación con su
situación de consumo y tratamiento que con su castigo. Critica la imposición, en muchos
de los Estados de la Comunidad Económica Europea, de penas de cárcel a drogo-
dependientes por pequeñas cantidades de estupefacientes dedicadas al propio consumo.
Pese a recalcar que ese tipo de condenas son contraproducentes y originan problemas
mayores, el Informe es partidario de las penas de cárcel por tenencia de drogas ilegalizadas
en los casos donde se cuente con centros de rehabilitación, en caso contrario, aconseja la
pena de multa o alguna forma de trabajo social, dependiendo de la gravedad del delito.
Las medidas jurídicas de ámbito comunitario concluyen con una crítica a los argumentos
en favor de la legalización de las drogas. Sorprendentemente, tras reconocer el fracaso de
la política prohibicionista en Estados Unidos y en Europa, se posiciona por el manteni-
miento de la situación actual, eso sí, animando a que se tomen medidas para la estimulación
de un debate científico sobre esa cuestión45.
45
La política sobre drogas es abordada más detalladamente en la última parte de la investigación,
59
con los consumidores de drogas en general sino con determinados consumidores de de-
terminadas drogas que son consumidas por vía intravenosa, y no por la sustancia en sí,
sino por compartir jeringuillas que no reúnen las garantías sanitarias necesarias. Para
evitar estos riesgos propone la facilitación de agujas y jeringuillas en condiciones a los
consumidores de drogas por vía intravenosa. En consonancia con el inapropiado vocabu-
lario, importado de la Convención Única sobre estupefacientes de 1961, se insta a la
realización de una investigación «para establecer los vínculos existentes entre el Sida y el
consumo y uso indebido de drogas».
En materia de investigación e información el Informe constata la existencia de opinio-
nes contrapuestas sobre la mayoría de las cuestiones analizadas. Se propugna la investi-
gación científica independiente que contribuya a la elaboración de una política coherente,
capaz de asentar o cambiar las bases de dicha política, en virtud de los resultados de la
investigación. Se manifiesta a favor de la creación de un Centro Europeo de Investiga-
ción e Información que tenga una base de datos sobre el fenómeno de las drogas y que
«estudie nuevos métodos para combatir todas las toxicomanías e indique con exactitud
los efectos prejudiciales provocados por el consumo de ‘nuevas drogas’»49. Igualmente es
partidario de evaluar periódicamente los resultados obtenidos en los diferentes tratamien-
tos y en las labores de prevención, para realizar los acoplamientos necesarios. Finalmente
propone la posibilidad que el Parlamento Europeo, hasta que se termine de formular una
política europea coherente en materia de drogas, cree una comisión de control sobre el
uso indebido de drogas que trabaje en colaboración con el Grupo Pompidou.
El Informe STEWART-CLARK, bajo el título «Opinión Minoritaria», acoge de forma
resumida las propuestas de algunos miembros de la Comisión de Investigación. Previa-
mente critica la participación en las votaciones de diputados que no habían participado –
o lo hicieron escasamente–, en la comisión, por tanto, dicho Informe no recoge adecuada-
mente las diferencias habidas en la misma50. Inicialmente, la opinión minoritaria recono-
ce que el consumo de drogas ilegales en Europa crea fundamentalmente tres tipos de
problemas: un primer nivel, sobre el estado físico y psíquico de la persona consumidora;
un segundo nivel, las consecuencias derivadas para el entorno social de quien consume
dichas drogas. Finalmente, un tercer nivel, sobre los efectos relacionados con la «desmo-
ralización y corrupción del aparato policial y con el desarrollo del tráfico ilícito de drogas
bien organizado y que mueve cuantiosos capitales»51. Para este sector minoritario, aun-
que la circunstancia más conocida para la mayoría de la población es el fenómeno del
consumo de drogas, lo más preocupante es la aparición de organizaciones multinaciona-
les criminales que intervienen preocupantemente en el sistema económico y suponen un
grave perjuicio para la sociedad en general. Esta situación seguirá igual mientras no se
cambie la actitud y la legislación sobre el fenómeno social de las drogas.
49
Op. cit. p. 91.
50
DÍEZ RIPOLLES pone de manifiesto las continuas diferencias entre los grupos de derecha –que apoyaban
el Informe STEWART-CLARK– y los grupos que apoyaron la opinión minoritaria –grupos parlamentarios
socialistas, comunista y arco iris: (DÍEZ RIPOLLÉS 1987:362).
51
Op. cit. p. 93.
61
Propugna una normalización del fenómeno de las drogas, por este motivo, dicho fenó-
meno se debe de abordar globalmente. Por tanto, deben ponerse en práctica medidas en
diferentes ámbitos: rehabilitador, formativo, educativo... en resumen, medidas encamina-
das a lograr una forma de vida sana. Recalca que las drogas más perjudiciales y difundi-
das en Europa son el alcohol, la nicotina y los medicamentos, todas ellas legales, sin que
lleguen a considerarse problemáticas desde un punto de vista social. No se explica la
razón del por qué unas son perseguidas y otras no, si tanto las primeras como las segundas
perjudican a la salud. Para erradicar el tráfico ilícito de drogas propone el estudio, en el
ámbito europeo, de un proyecto de legalización de las mismas. Asimismo plantea la posi-
bilidad de realizar una conferencia internacional para profundizar y debatir sobre la polí-
tica a seguir en materia de drogas52.
En lo referente a la sustitución de cultivos constata la situación económica de extrema
pobreza en que se encuentra la mayoría de los Estados donde se producen y exportan las
sustancias ilegalizadas, por tanto, el objetivo prioritario no es en principio la sustitución
de cultivos sino el «ayudar a esos países a liberarse de la necesidad económica y de las
inmensas ganancias que derivan de la producción ilegal de estupefacientes»53. Propugna
desde Europa la utilización de la política comercial y la diplomática, pero no como medi-
da de presión, sobre todo, si se tiene en cuenta que desde Europa se obligó a cultivar
drogas en los Estados denominados periféricos y que, actualmente, se exportan otras
drogas (alcohol y medicamentos) a los mismos.
Respecto a las medidas jurídicas de carácter comunitario, la opinión minoritaria es
partidaria de la armonización de las leyes, distinguiendo entre las denominadas drogas
blandas y drogas duras, así como, entre la tenencia de sustancias ilegales destinadas al
consumo personal o al tráfico ilícito. La venta de pequeñas cantidades de drogas no debe-
ría estar sancionada y se debería ofrecer opción de tratamiento a las personas dependientes.
La rehabilitación y tratamiento los presenta como un objetivo concreto de todos los
miembros de la Comunidad Europea, que es partidaria del suministro de metadona
–aunque reconoce sus limitaciones–, y dentro de la prevención del Sida propone el sumi-
nistro de jeringuillas esterilizadas. Para la prevención de las drogodependencias plantea
la existencia de programas de educación sanitaria que deben llegar a todas las edades y a
toda la sociedad. Es partidaria de la no realización de recortes presupuestarios en materia
de sanidad y, especialmente, en programas de prevención de las drogodependencias que
debe abarcar tanto las drogas legalizadas como las ilegalizadas, siempre procurando que
tanto los niños como los jóvenes posean actitudes críticas y autónomas en relación al
consumismo reinante.
52
En el Parlamento Europeo han existido sectores de opinión que propugnaban un cambio de política criminal,
como lo refleja el «Informe de la Comisión de Libertades Públicas y de Asuntos Interiores sobre la política en
materia de drogas», presentada el 24 de enero de 1994, siendo ponente TARADASH. En el Informe presentado
por el eurodiputado TARADASH se solicita una conferencia internacional sobre el porqué del fracaso de la
política prohibicionista y sobre la necesidad de nuevas medidas para afrontar global y coherentemente el
fenómeno social de las drogas.
53
Op. cit. p. 95.
62 Drogas, legislaciones y alternativas.
ción europea –impulso del Mercado Único– y, por otro lado, la apertura institucional
hacia fenómenos sobre los que comienza a tener competencia la Comunidad Europea,
especialmente en materia de medio ambiente y de la denominada cohesión económica y
social. Así, en 1987, por primera vez la Comunidad participó en el marco de la conferen-
cia internacional sobre el abuso y el tráfico ilegal de drogas para la aprobación de un
nuevo Convenio Internacional. En este contexto (conferencia de Viena y probabilidad de
un nuevo Convenio Internacional), el Consejo57, a propuesta de la Comisión58, decidió
dotar a la Comunidad de un proyecto estructurado y global sobre la droga en sus relacio-
nes de cooperación con los Estados productores y de tránsito. Al año siguiente la Comu-
nidad participó en la fase final de la negociación del Convenio de Viena de 1988, por
tener competencia en materia de precursores químicos y farmacéuticos, algo que también
aparecía recogido en un artículo concreto del citado Convenio. De este modo se llegó a
reconocer a la Comunidad como un socio de pleno derecho en la denominada lucha inter-
nacional contra los estupefacientes.
En 1985 se firmó el Acuerdo de Schengen que regula aquellos aspectos relativos a la
supresión de fronteras interiores, derivados de la creación de un mercado único que pre-
supone la libre circulación de personas y mercancías dentro de los Estados de la Unión
Europea. Una de las mayores preocupaciones en la confección de la Unión Europea fue el
afrontar los problemas derivados de la supresión de las fronteras interiores (ARANA
1996). El debate se centró alrededor del miedo por la pérdida de control y seguridad
debido a la creación de una Europa sin fronteras. Este debate fue instrumentalizado por
las diversas policías para justificar la necesidad de mayores medidas de control social
capaces de hacer frente a la realidad que se avecinaba. Para ello exigieron una mayor
ampliación de sus aparatos de control, se creó un sistema de control de la información, el
llamado Sistema de Información Schengen, centrándose en tres pilares básicos: el control
del tráfico ilícito de drogas, de los inmigrantes, y de la criminalidad organizada. Una de
las peculiaridades tanto del Acuerdo de Schengen como de la Convención de Schengen,
firmada esta última en 1990, es que las negociaciones eran intragubernamentales, es de-
cir, acuerdos entre gobiernos y no formaban parte del Derecho comunitario, con lo cual
faltaba un control democrático de los parlamentos estatales sobre la actividad realizada
por sus respectivos gobiernos en materias vinculadas a los derechos fundamentales
(RECASENS 1996). Si a esto le añadimos el secretismo policial con que fueron llevadas
las negociaciones, la situación es doblemente preocupante (VERVAELE y ROOD 1993).
Por medio del Capítulo VI del Acuerdo de Schengen59, dedicado a los estupefacientes, las
57
Máximo órgano de la Comunidad, formado por los Jefes de Estado miembros y es quien define las
orientaciones generales del proceso comunitario y de las diferentes políticas a seguir.
58
Órgano formado por 17 comisarios nombrados por el Consejo de Ministros a propuesta de los Estados
miembro y tiene como función principal velar por el cumplimiento de las políticas comunitarias y a su vez
ser órgano ejecutor y quien detenta, fundamentalmente, la iniciativa legislativa dando cumplimiento a las
orientaciones dadas por el Consejo.
59
El estado español, el 23 de julio de 1993, ratificó la adhesión al Acuerdo de Schengen de 14 de junio de
1985 relativo a la supresión gradual de los controles en las fronteras comunes, firmado en Schengen el 19 de
junio de 1990 (BOE, martes 5 de abril de 1994).
64 Drogas, legislaciones y alternativas.
El tercer pilar (cooperación policial y judicial en materia penal), como aparece reco-
gido dentro del art. K.1 del título VI del Tratado de Unión Europea, en las cuestiones de
interés común, sin perjuicio de las competencias de la Comunidad Europea, están la lucha
contra la toxicomanía, la cooperación judicial en materia civil y penal, la cooperación
aduanera, la cooperación policial para la lucha contra el terrorismo, el tráfico de drogas y
otras formas graves de delincuencia internacional, y también, la creación de EUROPOL.
A pesar de que en asuntos de cooperación judicial en materia penal, de cooperación adua-
nera y de cooperación policial para la prevención de la lucha contra el tráfico ilícito de
drogas, tenían competencia exclusiva los Estados miembros, la cooperación en materia
de Interior y Justicia disponía de métodos diferentes de funcionamiento a las demás polí-
ticas comunitarias, por tanto, no seguían los procedimientos y controles comunitarios
ordinarios. El Parlamento al no disponer de ningún poder decisorio en este tipo de mate-
rias y el Tribunal de Justicia no tenía competencia para enjuiciar las políticas derivadas de
esta cooperación. Es sorprendente que la Unión Europea, tan preocupada por la defensa
de los Derechos Humanos, en ámbitos tan importantes para el respeto a los mismos como
son Interior y Justicia –donde están en juego derechos y libertades fundamentales–, haya
separado éstos de los procedimientos y controles comunitarios ordinarios65. La coordina-
ción en materia de Interior y Justicia, aunque venía desarrollándose desde mediados de la
década de los ochenta es, como hemos indicado, en el título VI del Tratado de Unión
Europea donde se amplió66, sobre todo, en tres aspectos: precursores, el llamado blan-
queo de dinero procedente del tráfico ilegal de drogas y, por último, la cooperación judi-
cial, aduanera y policial.
* Precursores:
Consecuencia de la aplicación del Convenio Internacional de Viena de 1988 contra el
tráfico ilegal de estupefacientes y sustancias psicotrópica67, el Consejo creó un reglamen-
to comunitario68 para el control de la exportación de este tipo de productos –necesarios
para la fabricación de determinadas sustancias actualmente ilegalizadas– a otros Estados.
Por medio de la Directiva 92/109/CEE, de 14 de diciembre de 1992, referente a la fabri-
cación y comercialización de los productos citados, se pretendió el control dentro de la
Comunidad de los precursores. Dicha Directiva debió haberse incorporado al derecho
interno de los Estados miembros antes del 1 de julio de 1993, pero no todos los Estados
realizaron tal labor.
65
Además de los campos citados, también afectan a la política de asilo, a la entrada de personas por las
fronteras exteriores, a la política de inmigración y, finalmente, a la lucha contra la defraudación a escala
internacional.
66
En la reunión del Consejo de Justicia e Interior –noviembre de 1993–, se aceptó un plan de acción en
materia de droga, EUROPOL y blanqueo de dinero que ampliara la cooperación intergubernamental y la
acción comunitaria, que aparecían recogidos en los planes europeos.
67
En el art. 12 del mismo se recoge la necesidad de controlar el comercio de los precursores.
68
Reglamento CEE nº 3677/90 del Consejo de 13 de diciembre de 1990, modificado posteriormente –en
marzo de 1992– por el Reglamento CEE nº 900/92 del Consejo, aplicado por el Reglamento nº 3769/92 de la
Comisión, de diciembre de 1992, siendo éste modificado por el Reglamento nº 2959/93 de la comisión, en
octubre de 1993.
68 Drogas, legislaciones y alternativas.
políticas estatales, y encaminarlas hacia a la mejora de la salud pública. Este art. 152
dedicó un párrafo72 –de manera exclusiva e independiente– a las drogas. A juicio de CAL-
VETE (2000:43), ello «supone un cambio cualitativo respecto a la redacción anterior en
la que sólo se hacía una mención al hablar de la prevención de enfermedades. Este nuevo
enfoque sólo cabe interpretarlo como fruto del deseo de los firmantes de dar una mayor
relevancia al asunto, posición que hay que compartir. El enfoque que hasta ahora se ha
mantenido en la Comunidad sobre este asunto ha sido, sobre todo, el de la cooperación
policial, es decir, desde el prisma de los delitos y la conflictividad social que este proble-
ma genera en cuanto traspasa las fronteras; la redacción actual del artículo 152, según la
cual la Comunidad complementará las acciones dirigidas a ‘reducir los daños a la salud
producidos por las drogas’73, supone un cambio en dicho enfoque situando el problema de las
drogas en el campo de la salud pública, sin que ello signifique descuidar los demás aspectos».
Sin embargo, el propio Tratado de Ámsterdam, en el ámbito de cooperación policial y
judicial en materia penal entre Estados de la Unión Europea, tuvo en cuenta la necesidad
de que la ciudadanía dispusiera de un alto grado de seguridad en el contexto de la crea-
ción de un espacio de libertad, seguridad y justicia y, por tanto, también afrontó la pre-
vención y lucha contra la delincuencia –organizada o no– relacionada con el tráfico ilícito
de estas sustancias, mediante una mayor cooperación entre cuerpos policiales, aduaneros
y otras autoridades competentes (jueces…) y, cuando sea necesario, la armonización de
las normas de los países que componen la Unión Europea en materia penal. Con el objeto
de garantizar la aplicación correcta de estas cuestiones la Comisión y el Consejo presen-
taron un Plan de Acción74 donde se recogía «la amenaza que las drogas constituían tanto
individual como colectivamente, y la conveniencia de desarrollar al máximo las posibili-
dades que el Tratado de Ámsterdam preveía, y ello articulado esencialmente mediante un
Plan de Acción específico sobre drogas para el período 2000-2004, que en aquellos mo-
mentos se estaba discutiendo por la Comisión y el Consejo (OLESTI 2002:117-118).
La entrada en vigor del Tratado de Lisboa* significó un cambio en la manera de tomar
las decisiones dentro de la UE (el Parlamento Europeo se une a las otros dos instituciones
que decidían las directrices políticas sobre drogas, es decir, la Comisión Europea y el
Consejo de la UE) y, en relación con el fenómeno social de las drogas, el Tratado de
Lisboa refuerza «la capacidad de la UE para actuar en diversos ámbitos de la política
sobre drogas» (OEDT 2010:24) desde la perspectiva de la salud pública y, también, desde
el espacio de libertad, seguridad y justicia. Anteriormente, las cuestiones relacionadas
con la cooperación judicial penal y la cooperación policial, formaban parte del tercer
pilar, donde las instituciones europeas, al no ser competentes, no estaban en condiciones
de poner en práctica ningún tipo de reglamento o de directiva. En la actualidad, el Trata-
72
«La Comunidad completará la acción de los Estados miembros dirigida a reducir los daños a la salud
producidos por las drogas, lo que incluirá la información y la prevención».
73
Según ESTIEVENART (2006:23), «por primera vez en el campo de la salud pública, la noción de ‘reducción
de los daños’ fue reconocida y consagrada en el texto legal fundamental de la Unión Europea».
74
Aceptado en el Consejo Europeo, celebrado en Viena, en diciembre de 1998.
*
Firmado en Lisboa en diciembre de 2007, entró en vigor en diciembre de 2009, sustituyó al proyecto de
Constitución Europea.
70 Drogas, legislaciones y alternativas.
artículo, se equipara droga a las sustancias ilegalizadas en virtud de los textos citados,
donde no aparece una definición de droga sino que se hace referencia al término estupe-
faciente, –definido éste como cualquiera de las sustancias de las diferentes Listas, sean
naturales o sintéticas– o a sustancias psicotrópicas. También contrasta la definición del
art. 1º de la citada Decisión Marco con el propio título de la misma (relativa al estableci-
miento de disposiciones mínimas de los elementos constitutivos de delitos y penas apli-
cables en el ámbito del tráfico ilícito de drogas) y con el Plan de acción de la Unión
Europea en materia de lucha contra la droga (2000-2004), donde define drogas ilegales
como las sustancias que figuran en los tres Convenios de la ONU de 1961, 1971 y 1988.
El Plan (2000-2004), en el capítulo segundo, asevera la necesidad de disponer de infor-
mación objetiva, fiable y comparable sobre la situación de la droga para establecer unas
políticas y estrategias eficaces y sólidas en dicha materia. Con tal finalidad, apuesta por la
exigencia de una definición y unos conceptos comunes que, como puede observarse, van
variando en el citado Plan (ARANA 2002:93) y en documentación posterior, como es la
Decisión Marco analizada. Equiparar droga a droga ilegal, es una construcción ideológi-
ca, sin base científica alguna, que contribuye en gran medida a la ceremonia de la confu-
sión reinante en el fenómeno social de las drogas. No es fácil de entender –y mucho
menos de explicar– cómo en la Unión Europea, con la cantidad de expertos disponibles y
con la meticulosidad terminológica empleada en otras cuestiones, cometa tales disparates
conceptuales en un texto que pretende ser un referente que permita un enfoque común a
escala de la Unión Europea de la lucha contra el tráfico ilícito de drogas.
El cuarto considerando hace mención al principio de subsidiariedad, es decir, que la actua-
ción de la Unión Europea se centre en los delitos más graves en materia de tráfico ilícito de
drogas. Sin embargo, al analizar las conductas que se consideran delictivas (art. 2º) y las
sanciones correspondientes (art. 4º), dicho principio queda tremendamente mermado. Las
conductas punibles son: a) producción, fabricación, extracción, preparación, oferta, oferta
para la venta, distribución, venta, entrega en cualesquiera condiciones, corretaje, expedición,
envío en tránsito, transporte y la importación o exportación de drogas; b) cultivo de la ador-
midera, del arbusto de coca o de la planta del cannabis; c) posesión o adquisición de
cualquier droga con el objeto de efectuar alguna de las actividades enumeradas en la letra
a); y, d) la fabricación, el transporte o la distribución de precursores, a sabiendas de que
van a utilizarse en la producción o la fabricación ilícitas de drogas o para dichos fines. La
expresión del punto a) la entrega en cualesquiera condiciones, añadida a la suma de las
demás conductas, puede suponer la criminalización de comportamientos hoy en día
despenalizados por la jurisprudencia, como algunos casos de consumo compartido, etc.
Sin embargo, en virtud del apartado 2 del art. 2º, estas conductas no serán sanciona-
bles si se destinan exclusivamente para el consumo personal, tal y como lo defina la
legislación nacional. La referencia al consumo personal para la no sanción de lo tipifica-
do en el apartado primero (aunque en el considerando cuarto se reconoce expresamente
que la exclusión del ámbito de aplicación de la presente Decisión Marco de determinados
tipos de comportamiento relativos al consumo personal no constituye una orientación del
Consejo sobre el modo en que los Estados miembros deben abordar estos casos en sus
72 Drogas, legislaciones y alternativas.
que pretende prevenir y, en su caso sancionar. Igualmente hubiera sido deseable concretar
los supuestos más graves para evitar o al menos reducir la vaguedad y la amplitud
interpretativa de dicha expresión de gravedad. Por otra parte, la insistencia en la pena de
prisión, además de la severidad punitiva que supone y que resulta más preocupante ante
la vaguedad (…) de los supuestos delictivos, tiene como finalidad no disimulada la de
aplicar la orden de detención europea a los supuestos calificados como euro-delitos. Se
trata en todo caso, de un documento que responde de manera manifiesta y contundente a
las políticas prohibicionistas»76 (MUÑAGORRI y ARANA 2006:146).
Cuando apenas había transcurrido un mes de la publicación en el Diario Oficial de la
Unión Europea de la Decisión Marco relativa al establecimiento de disposiciones míni-
mas a los elementos constitutivos de delitos y las penas aplicables en el ámbito del tráfico
ilícito de drogas, concretamente el 15 de diciembre del año 2004, el Parlamento Europeo
aprobó una Recomendación destinada al Consejo y al Consejo Europeo sobre la estrate-
gia europea en materia de lucha contra la droga (2005-2012) (2004/2221[INI]), donde se
menciona la necesidad de tener en cuenta las evaluaciones realizadas de los objetivos
principales establecidos en la Estrategia antidroga de la Unión Europea (2000-2004) por-
que «ninguno de ellos ha conseguido resultados favorables y que de todo ello se han de
sacar las consecuencias políticas y legislativas al elaborar la Estrategia europea en mate-
ria de lucha contra la droga 2005-2012 y los correspondientes planes de acción».
Tras la significativa constatación, por parte del Parlamento Europeo, del fracaso de las
políticas en materia de drogas, no hubiera estado de más que antes de elaborar una Deci-
sión Marco con tanta trascendencia para un sector de la ciudadanía de la Unión Europea,
se analizara el por qué del fracaso de los objetivos principales de la Estrategia Europea en
materia de drogas, sobre todo, la necesidad de examinar los efectos que dichas políticas
tienen tanto en la población en general, como en las poblaciones más vulnerables.
Conclusiones
* Desde la primera mitad de la década de los años setenta, diversos estudios e institucio-
nes del ámbito europeo han manifestado la necesidad de poner en práctica una política
coherente y global para luchar contra el abuso de drogas, en virtud de las disposicio-
nes internacionales existentes, especialmente las concebidos en el seno de Naciones
Unidas. A mediados de los años ochenta, cuando los países que formaban parte del
Consejo de Europa realizaron un diagnóstico del fenómeno, exteriorizaron su preocu-
76
Esta valoración fue recogida en la Opinión minoritaria al Informe de la comisión de Libertades y Derechos
de los Ciudadanos, Justicia y Asuntos Interiores del Parlamento Europeo en la sesión del 23 de febrero del
año 2004, última reunión donde se llevó a cabo el debate sobre esta Decisión Marco. La opinión minoritaria,
señalaba que «las enmiendas presentadas por el Parlamento en primera lectura, que tenían por objeto limitar
el ámbito de la directiva marco al narcotráfico ilegal internacional, fueron desdeñadas por el Consejo.
Posteriormente, tras su nueva presentación en segunda lectura, las enmiendas fueron rechazadas. El resultado
de la aprobación de esta decisión marco, dejando aparte la humillación sufrida por el Parlamento frente al
Consejo, será el fortalecimiento del régimen prohibicionista internacional, el aumento de los beneficios de
los traficantes, la corrupción de las instituciones y la represión de los consumidores de drogas».
74 Drogas, legislaciones y alternativas.
minaba sino que también condicionaba los otros ámbitos. La declaración de buenas
intenciones y la ambigüedad de la terminología empleada, han sido algunos de los
recursos utilizados que han permitido, a veces, un consenso en determinados docu-
mentos (Estrategias, Planes,…), entre fuerzas políticas que aportan alternativas muy
diferentes.
* En este contexto, las políticas y programas de Reducción de Daños, no han sido una
excepción, y también se han visto afectados por los citados discursos y prácticas. Sin
embargo, algunos de dichos programas (dispensación de jeringuillas y otros utensilios
esterilizados, mantenimiento con metadona,…), pese a las fuertes críticas recibidas,
gracias a su eficacia probada y a las labores de sensibilización llevadas a cabo por
sectores profesionales en ámbito socio-sanitario y por las propias personas consumi-
doras de drogas y sus agrupaciones, tienen una amplia aceptación dentro de la Unión
Europea.
* La referencia del art. 152 del Tratado de Ámsterdam y del art. 168 del Tratado de
Lisboa a la posibilidad, por parte de la Comunidad, de completar la labor de los Esta-
dos miembros dirigida a reducir los daños a la salud producidos por las drogas (inclui-
da la información y la prevención), es muy relevante porque supone la aceptación de
dichas políticas y programas. Algún autor (ESTIEVENART) considera que este artí-
culo supone un cambio de enfoque del fenómeno de las drogas, al situarlo en el ámbito
de la salud pública, aunque sin descuidar otros aspectos. A pesar de ello, hubiera sido
deseable una referencia clara para que la reducción los daños en materia de drogas no
se limitara a reducir los daños a la salud producidos por las drogas, sino que también
se ampliara a otros ámbitos, entre ellos, a los daños producidos por las políticas de
drogas
* El esfuerzo por sentar las bases para el establecimiento de disposiciones mínimas a los
elementos constitutivos de delitos y las penas aplicables en el ámbito del tráfico de los
denominados estupefacientes y sustancias psicotrópicas, evidencia que actualmente
no existe un criterio común entre los Estados miembros respecto al consumo personal,
cuestión ésta generadora de fuertes dosis de inseguridad jurídica, sobre todo, para
personas consumidoras que se desplazan por diversos países europeos. De igual modo,
pone en evidencia, la falta de coherencia entre las Recomendaciones del Parlamento
Europeo y la Decisión Marco.
76 Drogas, legislaciones y alternativas.
77
III
Estudio comparativo de las políticas y legislaciones
europeas
1. Alemania
1.1. POLÍTICAS
El Plan Nacional de Lucha contra la Droga, consensuado durante la última parte de la
década de los años ochenta, se elaboró en 1990 y abarcaba la prevención, la asistencia y
la represión relacionadas con el fenómeno social de drogas. Por el carácter de la presente
investigación no haremos un análisis de la totalidad del Plan, más bien nos centraremos
en diversas cuestiones que nos permitan acercarnos a las políticas en materia de drogas:
principios básicos, medidas para reducir la demanda, medidas adoptadas contra el crimen
–en materia de los denominados estupefacientes–, así como las propuestas legislativas y
las relativas a la cooperación internacional.
La terminología empleada en todo el Plan, denota una filosofía fielmente seguidora de
los discursos emanados de los diversos Convenios Internacionales en materia de estupe-
facientes, en especial de la Convención de Viena de 1988. Dentro del capítulo referente a
«Principios básicos de la política antidroga», dicha política es básicamente analizada
78 Drogas, legislaciones y alternativas.
como un problema de dos caras: De un lado, analiza la existencia de personas que por
diversos motivos «están más predispuestas a caer en la tentación de la droga» y, de otro
lado, advierte la existencia de una oferta muy organizada en el ámbito internacional don-
de se abarca tanto el cultivo como los diversos aspectos del tráfico. Por todo ello, recono-
ce la necesidad de la colaboración internacional como marco para dar respuesta a todos
los aspectos de la lucha contra la droga, y admite, como punto de partida de las medidas
expuestas en el Plan, «el hecho de que una serie de sustancias, entre las que se encuentran
sobre todo la heroína, la cocaína y el hachís, están prohibidas en todo el mundo y, sobre la
base de una obligación jurídica internacional, están consideradas también en el derecho
nacional como no comerciables».
Todo ello condiciona una estrategia que, junto a ayudas al desarrollo de Estados donde
se cultivan las sustancias citadas anteriormente, prevé la agudización e intensificación de
medidas represivas, apuesta por el perfeccionamiento de la legislación para el seguimien-
to y castigo de las organizaciones de narcotraficantes. En este contexto, se hace mención
a la intensificación de la prevención, «para las personas especialmente amenazadas por la
toxicomanía», y a la terapia. El principio «terapia en vez de castigo» (DÜNKEL 1993:258-
260) es propuesto como el hilo conductor de todas las intervenciones entre personas
drogodependientes que hayan cometido delitos.
Como puede observarse, en la exposición de los principios básicos de la política anti-
droga emergen, sin ningún género de dudas, las bases del discurso prohibicionista: Fuerte
influencia moralista77, afirmaciones muy sesgadas78, necesidad de adaptar la legislación
estatal a las medidas internacionales, en resumen, un discurso continuista que apuesta
enérgicamente por la intensificación de las medidas represivas.
Cuando el Plan Nacional de Lucha contra la Droga hace referencia a las medidas
nacionales para reducir la demanda de droga, en el apartado dedicado a la prevención,
entiende que ésta no debe limitarse sólo a las sustancias ilegales, sino a toda sustancia
capaz de crear dependencia. Sin embargo, en el momento de detallar las ideas principales
que deben transmitir todas las medidas preventivas, nuevamente aparece el mito de la
ilegalidad de las sustancias: en virtud del cual, se proclama la abstinencia total de drogas
ilegales y el autocontrol voluntario de las sustancias tóxicas legales, «con el objetivo de
una abstinencia casi total». Igualmente aboga por la coordinación de diversas políticas
(sanitaria, juvenil, familiar, social, educativa y de seguridad) como prototipo de preven-
77
Expresiones como «caer en la tentación de la droga» o «Se trata de fortalecer, a todos los niveles y con la
intervención de todos los grupos sociales, la fuerza de resistencia contra la seducción que irradian las drogas,
reduciendo la propensión a ellas», son ejemplos significativos del enfoque moralista subyacente en los
principios básicos de la denominada política antidroga.
78
En el apartado referente a los principios básicos se asevera que «el consumo de drogas puede llevar
rápidamente y de modo incontrolado para el consumidor a la drogadicción y a la enfermedad. También hay
peligro de que el consumidor de drogas se convierta en un delincuente, al verse obligado a robar y a prostituirse
para adquirir la droga». Tras este tipo de afirmaciones (la mayoría de los consumos de drogas no llevan
rápidamente y de modo incontrolado a la drogadicción) y de una falta de diagnóstico sobre los efectos
criminógenos de la política prohibicionista (con excesiva frecuencia, los delitos cometidos por consumidores
de este tipo de sustancias son consecuencia de la situación de ilegalidad), se ampara una concepción del
fenómeno de las drogas que no hace sino reproducir y proyectar el pensamiento prohibicionista.
79
ción coherente, que ayude a ir «creando condiciones marco sociales que hagan superfluo
el consumo de sustancias tóxicas». Nuevamente nos encontramos ante evidentes contra-
dicciones e interrogantes, desde un punto de vista de prevención de las drogodependencias:
¿Por qué se proclama la abstinencia total de sustancias ilegales y el autocontrol respecto
a las legales? ¿Por qué el Estado potencia una prevención que haga superfluo el consumo
de drogas?79 Desgraciadamente, incluso en el campo de la prevención, la política prohibi-
cionista realiza labores de distorsión y de condicionamiento de la labor a realizar.
La lucha contra el crimen en materia de estupefacientes se centra en cuatro puntos:
evitar la producción de drogas, lucha contra el tráfico de estupefacientes80, lucha contra el
tráfico callejero y obstaculización del acceso a drogas81 y, finalmente, mejora de la estruc-
tura organizativa y de personal para quienes persiguen este tipo de delitos.
Dentro de las medidas legislativas del Plan Nacional de Lucha contra la Droga, reco-
noce en la Ley de Estupefacientes (Betäubungsmittelgesetz) el instrumento jurídico más
importante «para la lucha contra el consumo de droga» y propone la adecuación de la
legislación82 a la realidad actual del fenómeno de las drogas, entre otros motivos, porque
así lo exige la Convención de Viena de 1988. A continuación citamos algunos de los
cambios legislativos puestos en marcha en la década de los años noventa: a) Aumento de
penas en la Ley de Estupefacientes, especialmente en miembros de bandas no drogo-
dependientes83; b) Mejora de los instrumentos de investigación mediante la participación
de agentes encubiertos; c) Ampliación del campo de aplicación de diversos parágrafos del
Ordenamiento procesal criminal, referentes a la intervención de llamadas telefónicas,
detención provisional en casos de pertenecer a bandas relacionadas con el tráfico de dro-
gas, etc.; d) Creación de una normativa eficaz para confiscar los beneficios conseguidos
por medio del tráfico de drogas y también de la totalidad del patrimonio si el presunto
infractor no puede demostrar su procedencia legítima.
79
En coherencia con lo expresado anteriormente por el Plan Nacional de Lucha contra la Droga, al afirmar
que drogas son todas las sustancias que puedan crear dependencia, eso supondría crear las condiciones
sociales para hacer superfluo el consumo, entre otras sustancias, de alcohol, café, fármacos, tabaco, té,
derivados del cannabis, etc. Otra vez nos volvemos a encontrar con un inadecuado uso de la terminología
empleada: No es lo mismo consumir una sustancia que tener problemas por dicho consumo.
80
Mediante la mejora de los procedimientos para conseguir datos provenientes de empresas de transporte y
tráfico, de institutos financieros y de autoridades fiscales, y por medio de un reforzamiento de los controles
fronterizos.
81
Aunque el control debe centrarse fundamentalmente en la lucha contra las organizaciones del tráfico ilícito,
también se persigue al tráfico en pequeña escala e, incluso, la obstaculización de la adquisición de sustancias
para uso personal. Entre los poseedores de este tipo de sustancias se centra un fuerte control social, no sólo
por la posibilidad de dedicarse al pequeño comercio, sino también porque como consumidores «pueden
ofrecer indicios criminalísticos para descubrir a traficantes». La revocación del permiso de residencia para
extranjeros por cometer delitos relacionados con drogas, aparece recogido dentro de la lucha contra el pequeño
tráfico, lo cual da una idea del emigrante que se pretende controlar. Por medio de la Ausländergesetz (Ley de
extranjería) se proporcionan los fundamentos legales a tal fin.
82
No sólo de la Ley de Estupefacientes sino también del Strafgesetzbuch (Código penal) y del Strafprozess-
ordnung (Ordenamiento procesal criminal).
83
Reforma realizada por medio del parágrafo 30 a), aprobada el 15 de julio de 1992.
80 Drogas, legislaciones y alternativas.
1.2. LEGISLACIÓN
La Ley de Estupefacientes es una ley especial que reúne normas de diferente naturaleza,
entre las que destacan medidas preventivas para personas drogodependientes, normas
para la utilización de narcóticos con fines médicos y científicos, así como disposiciones
penales con la intención de hacer frente al tráfico ilícito de estupefacientes. PERRON
(1993:278) ha calificado esta Ley «como una ley penal especial con algunas partes y
alusiones administrativas». Ello demuestra, a su juicio, «que la actitud legisladora frente
al llamado problema de drogas básicamente es una actitud de amplia criminalización y
represión penal». Para una adecuada comprensión de la presente Ley –fue aprobada el 28
de julio de 1981 y entró en vigor el 1 de enero de 1982–, es necesario contemplarla desde
un punto de vista más amplio «en conexión con la discusión general sobre la seguridad
interior del Estado» (KREUZER 1982:78-79), donde la denominada cuestión droga ha
estado, frecuentemente condicionada no sólo por los estereotipos promocionados por las
corrientes prohibicionistas sino también por intereses electoralistas. No obstante, esta
legislación ha experimentado varias modificaciones en los últimos años84.
81
parágrafo 29 III, en casos especialmente graves, la pena puede oscilar entre uno y quince
años de cárcel90; un segundo modo de agravamiento de penas es realizado por medio del
parágrafo 30 I que castiga con pena de cárcel, de dos a quince años, las acciones llevadas
a cabo en los siguientes supuestos concretos: si el cultivo, la fabricación o el tráfico es
efectuado actuando como miembro de una banda constituida con tal finalidad; si es trafi-
cante profesional; si como consecuencia de la expedición, administración o entrega del
estupefaciente, ocasiona la muerte del consumidor y, finalmente, si importa cantidades no
insignificantes de drogas ilegalizadas91. El nuevo parágrafo 30 a) aprobado, el 15 de julio
de 1992, en el contexto de la ley contra la criminalidad organizada, sanciona con no
menos de cinco años el tráfico de estupefacientes realizado en grandes cantidades por
miembros de una organización profesional.
La atenuación de las sanciones puede darse92 en los supuestos de realizar cualquiera
de las actividades ilícitas –en pequeña cantidad– para autoconsumo. Igualmente está pre-
vista la atenuación de las penas en los casos menos graves –de tres meses a cinco años– de
los supuestos recogidos en el parágrafo 30 de la Ley de Estupefacientes. Finalmente esta
Ley deja al arbitrio del tribunal correspondiente, según el parágrafo 31, atenuar o prescin-
dir de la pena cuando el autor espontáneamente revele datos que contribuyan decisiva-
mente al descubrimiento del delito, más allá de su personal participación en el mismo, o
cuando el autor ponga libremente y con antelación suficiente sus conocimientos para
evitar la comisión de delitos ya previstos relacionados con estupefacientes.
Aparte de las medidas especiales expuestas en el referido Código penal, donde se
incluye, para el drogodependiente que ha cometido un delito, el internamiento obligado
en centro de desintoxicación, la Ley de Estupefacientes en los parágrafos 35 y siguientes,
ofrece diferentes opciones a las personas que se encuentren en semejante situación. Una
primera opción, recogida en el parágrafo 35, es la suspensión condicional en la ejecución
de la pena para drogodependientes condenados a penas privativas de libertad no superior
a dos años, siempre que hubieran delinquido por su dependencia y se sometieran o pro-
metieran someterse a tratamiento en un centro de deshabituación. El tiempo sometido a
tratamiento, si cumple los requisitos del parágrafo 36, es abonado para el cumplimiento
de la condena. Otra posibilidad, recogida en el parágrafo 37, es la suspensión condicional
de la persecución del delito, por medio de la misma, el Ministerio Fiscal –previo consen-
timiento del tribunal competente– puede dejar de acusar al drogodependiente acusado de
cometer un delito con pena no superior a dos años, siempre y cuando el dicho acusado
demuestre que, desde un periodo no inferior a tres meses, se encuentra en tratamiento
para abandonar su dependencia. En resumen, puede observarse en la Ley de Estupefa-
90
Los casos especialmente graves casi nunca quedan a la discreción del tribunal sino que vienen especificados
en la propia Ley mediante casos concretos: cuando el autor es traficante habitual, pone en peligro la salud de
varias personas, es mayor de 21 años que entrega las sustancias ilegales a menores de 18 o, finalmente,
cuando trafica en cantidades no insignificantes.
91
Al no realizar la Ley de Estupefacientes ninguna diferenciación entre las sustancias ilegalizadas (si causan
grave daño o no a la salud), esta labor la efectúa el Tribunal Supremo, en virtud del agente activo contenido
en cada una de las sustancias.
92
Decimos puede darse porque esta atenuación es facultativa del tribunal, no es obligatoria.
84 Drogas, legislaciones y alternativas.
2. Holanda
2.1. POLÍTICAS
Previamente a la introducción en los antecedentes legislativos de los Países Bajos es
necesario no perder de vista que, históricamente, el comercio de coca y opio reportó
grandes beneficios económicos al estado holandés. Aunque la primera Ley de Estupefa-
cientes holandesa se remonta a 1919,95 el origen de la actual Ley de Opio se sitúa en 1928
como consecuencia de la adhesión holandesa al Tratado Internacional de Estupefacientes
de Ginebra de 1925.96 El siguiente cambio legislativo se produjo en 1953, tras la ratifica-
ción holandesa del Protocolo de Reforma del Tratado contra el Tráfico de Narcóticos,
93
HASSEMER, W., «Prevención en el Derecho Penal», en Poder y Control, núm. 0. 1986, pp. 100-101.
94
Un análisis de la práctica judicial ha demostrado que gran parte de los casos de tráfico de hachís son
archivados, produciéndose, en el día a día, una sustitución del principio de legalidad por el principio de
oportunidad (KUNTZ 199).
95
Según la Ley de Estupefacientes de 1919, el transporte y venta de opio –también de sus derivados– y de
cocaína podía ser sancionado con una pena de prisión de hasta tres meses o multa de 1.000 de los antiguos
florines. El consumo personal no estaba sancionado.
96
La fabricación, venta, elaboración, importación, exportación, transporte y entrega de derivados del cáñamo
índico –sustancia que anteriormente no había estado prohibida– son sancionados con una pena que oscilaba
entre tres meses y un año y multa de 1.000 de los antiguos florines. Las mismas actividades, tanto en opiáceos
y en cocaína, como sus derivados, eran igualmente sancionadas.
85
miento real y otras por verdadera deformación de la realidad–, a la creación del mito
sobre la política holandesa en materia de estas sustancias como el lugar de Europa donde
«la droga está legalizada» o los Países Bajos como «paraíso de la droga», cuestiones que
no se ajustan a la realidad. Más correcto sería decir que la política holandesa en materia
de drogas, se ha caracterizado100, en este último periodo, por ser una política pragmática y
global, inicialmente mucho más preocupada por los aspecto de salud de las personas
consumidoras que por cuestiones de orden público. Dicha política se caracteriza por:
* Existencia de una amplia red de ayuda a los dependientes de drogas, consistente en
programas concretos de prevención, desintoxicación, asistencia y rehabilitación101.
* Intento de separar el mercado de drogas catalogadas con riesgo inaceptable,102 de las
que no lo son.103 Por medio de esta política se ha conseguido la normalización o lega-
lización de facto del consumo y comercio, en pequeña escala, de derivados del cannabis,
con el fin de evitar sanciones a los jóvenes por este tipo de hechos. Al realizar dicho
intento el legislador ha sido consciente de que el paso de los derivados del cannabis a
otro tipo de sustancias ilegalizadas, la famosa teoría de la escalada, no tiene una
relación causa-efecto sino que es una consecuencia de la ilegalidad del mercado de dichas
sustancias104. Los derivados cannábicos pueden obtenerse a través de los coffee-shops105,
100
Para un análisis más detallado sobre las características de la política holandesa en materia de drogas, ver:
KALMTHOUT, A.M. v., «Characteristics of Drug Policy in the Netherlands», en Drug Policies in Western
Europe, coordinado por H.J. ALBRECHT, Feiburg, 1989, pp. 260-291. JANSSEN, O., «Normalization of
Drugs Problem: an Outline of the Dutch Drugs Policy», en Legalizierung von Heroin - Die neue Debatte.
WE Kriminalpolitikforschung (Hrsg.). Internationales Symposium an der Universität Bremen am 3. May
1991. MANSCHOT, R.J., op. cit. pp. 1-14. SWAANINGEN, R. van; ZAITCH, D. (1996), «La Política de
‘Tolerancia’ como Control Social. El Futuro del Modelo Holandés sobre las Drogas en el Contexto Europeo».
En Normas y culturas en la construcción de la «Cuestión Droga». X. Arana y R. Del Olmo (Comp.). Barcelona:
Hacer, 233-255. VERVAELE, J.A.E., op. cit. pp. 348-380.AA.VV., Drogodependencias y su tratamiento en
siete países europeos. INTRESS, Barcelona, 1989. AA.VV., «Cueent Trends in Dutch Opiun Legislation»,
en Drug Policies in Western Europe, coordinado por H.J. ALBRECHT, Feiburg, 1989, pp. 235-257.
101
Destacan las políticas dirigidas a la prevención del sida y programas de suministro de metadona,
principalmente utilizado para contactar con dependientes de la heroína con el fin de controlar sus consumos
y encauzarlos hacia programas de desintoxicación. También existen proyectos de contactos asiduos con
dependientes que de otra manera no tendrían relación con la administración sanitaria.
102
Aparecen recogidas en un apéndice de la Ley del Opio, dentro de la Lista I, se refieren a la heroína y sus
derivados, coca-cocaína y sus derivados, LSD, anfetaminas, Éxtasis.
103
Recogidas en la Lista II, hacen referencia a los productos derivados del cáñamo, tales como la marihuana
y el hachís.
104
Según Herman VUIJSJE, «investigaciones han demostrado que, en la situación actual, casi no se pasa del
consumo de drogas blandas a drogas duras», en «La política de Amsterdam contra la droga», Ed. Departamento
Principal de Información y Relaciones Externas del ayuntamiento de Amsterdam. Amsterdam, 1993.
105
Son cafeterías donde se puede adquirir o fumar los derivados cannábicos y necesitan licencia para poder
desarrollar sus actividades. Por la venta de dichos derivados se recaudan impuestos igual que ocurre con
otras drogas como el alcohol, el tabaco, el café o el té. La policía no suele intervenir en este tipo de tiendas
siempre y cuando se respeten las siguientes reglas: vender a pequeña escala, no vender otros productos
estupefacientes o psicotrópicos, no vender a personas menores de edad, no exponer la lista de precios en la
tienda y no hacer publicidad (ZAAL 1995). Pese a las críticas realizadas desde la JIFE al sistema holandés,
sobre todo por la existencia de coffe-shops, desde los Países Bajos han insistido «en que su política funcionaba
conforme a las convenciones» (BLICKMAN 2008:34)
87
o bien, por medio del house-dealer, es decir, de un individuo autorizado para vender
dichos derivados en centros juveniles106. Dos décadas después de la puesta en marcha
de esta política, en Holanda no se ha experimentado el espectacular aumento augurado
por los detractores de dicha política, y los actuales niveles de consumo de jóvenes
holandeses «es comparable a los otros países europeos, aunque es menor que en Esta-
dos Unidos» (IVERSEN 2001:317), caracterizado por una política mucho más repre-
siva hacia las personas consumidoras de este tipo de sustancias.
* Fiel cumplimiento de la legislación vigente respecto a la elaboración y tráfico de dro-
gas denominadas de riesgo inaceptable.
Esta política ha estado encaminada hacia la disminución de los riesgos relacionados
con el consumo de drogas y se engloba dentro de una política normalizadora que pretende
la no estigmatización de las personas consumidoras de drogas por el mero hecho de serlo,
es decir, que los efectos derivados de la política en materia de drogas, no sean más perju-
diciales para quienes las consumen que los derivados por los diversos usos de las sustan-
cias. El principal objetivo de la política holandesa va encaminado a reducir los riesgos de
las personas consumidoras de drogas y su entorno, así como de la sociedad en general. En
relación a las personas consumidoras, la protección de su salud es un objetivo clave (BLOM
2001).
Tras la publicación del Informe Huslman y del Informe Baan, durante casi dos déca-
das el protagonismo de las políticas en materia de drogas estuvo en manos del Ministerio
de Sanidad. Sin embargo, desde los inicios de los años noventa, se observa un mayor
protagonismo por parte del Ministerio de Justicia y, por tanto, «un cambio de enfoque de
una perspectiva sanitaria a un enfoque más penal y del orden público» (DERKS 1999:63).
No son ajenas a estas cuestiones las presiones ejercidas desde algunos países de la Unión
Europea para que Holanda persiga también el denominado turismo de la droga, llamado
así por el número de personas que viajan a este país desde Estados vecinos, por ejemplo
Alemania o Francia, para conseguir sustancias derivadas del cáñamo (CAÑAS 2003). En
1996, el gobierno endureció algunas de las directrices del denominado modelo holan-
dés107, como por ejemplo, la reducción de la venta de cannabis, el aumento de la edad de
admisión en los coffee-shops, y la habilitación de nuevos recursos legales para que los
municipios pudieran optar por la reducción o la prohibición de coffe-shops en su término
municipal (BLICKMAN y JELSMA, 2009:97-98). Para estos autores, desde los años
cincuenta hasta la actualidad, Holanda ha pasado de la «tolerancia cero» a la «legaliza-
ción de facto», por lo menos en lo que se refiere a la «puerta principal». Sin embargo, una
de las asignaturas pendientes es la «puerta de atrás» porque para el abastecimiento de
cannabis, se recurre a un mercado ilegal y, por contradictorio que parezca, las personas
106
Mientras no haga publicidad de su actividad, pese a ser contraria a la ley, ni el ministerio fiscal ni la policía
lo suelen denunciar.
107
DERKS (1999:62) cree que no es correcta la terminología modelo holandés para explicar lo sucedido en
Holanda porque la situación en los Países Bajos se desarrolló «a partir de varias influencias y determinantes
no relacionados entre sí, y este desarrollo aún continúa». Para una mayor profundización sobre la «experiencia
holandesa con el cannabis», FROMGERG (2004:119-113), nos aporta una perspectiva muy interesante.
88 Drogas, legislaciones y alternativas.
2.2. LEGISLACIÓN
Las cuestiones del consumo y tráfico de las sustancias incluidas en las Listas de las Con-
venciones Internacionales aparecen recogidas fundamentalmente en la Ley del Opio y en
el Código penal108 aunque, para la presente investigación, nos centraremos básicamente
108
También existen normativas municipales que hacen referencia al control de locales y lugares públicos,
donde se consuma o comercie con este tipo de sustancias.
89
en la primera de ellas porque tiene también un carácter sancionador de tipo penal. Como
se ha indicado anteriormente la Ley del Opio data de 1976 y realiza una clara diferencia-
ción entre drogas de riesgo inaceptable de las que no lo son, entre estas últimas están los
derivados del cáñamo (marihuana y hachís), los barbitúricos, y los tranquilizantes (VALLS
2003). Dentro de cada una de esas agrupaciones también distingue entre importación y
exportación, de la manufacturación, venta, transporte y la posesión. En este último caso
discierne entre cantidades destinadas al comercio y cantidades destinadas al propio uso.
En relación con las drogas denominadas de riesgo inaceptable (todas las sustancias
sometidas a las Listas de los diversos Convenios Internacionales en la materia, si excep-
tuamos los derivados del cáñamo, los barbitúricos y los tranquilizantes), el art. 10 de la
Ley del Opio indica que son conductas sancionadas, la tenencia, posesión y falsificación
de prescripción permitiendo la obtención de narcóticos. La sanción prevista es de una
pena máxima de cuatro años de cárcel y/o multa de hasta 100.000 de los antiguos florines
(actualmente 45.000 euros). En caso de manufacturación, venta, transporte, producción,
distribución y preparación, la sanción máxima será de ocho años de cárcel y/o multa hasta
100.000 de los antiguos florines (45.000 euros). Finalmente, considera delito de mayor
pena la importación o exportación de este tipo de estupefacientes, pudiendo llegar la pena
de cárcel hasta doce años y/o la misma multa señalada con anterioridad. En el supuesto de
tenencia y de importación o exportación de una cantidad reducida109 para uso personal,
según el inciso 5º del art. 10, la sanción máxima será de un año de cárcel o una multa de
10.000 de los antiguos florines (4.500 euros).
En los demás supuestos, según el art. 11 de la Ley del Opio, la fabricación, venta,
adquisición, transporte, producción, propaganda, posesión o tenencia, se castiga con una
sanción máxima de dos años de cárcel y/o multa de 25.000 de los antiguos florines (11.250
euros). La sanción por importar o exportar derivados cannábicos puede llegar hasta los
cuatro años de cárcel y/o multa máxima de 100.000 de los antiguos florines (45.000
euros). Cuando se trata de una cantidad reducida para el consumo110, la sanción máxima
es de un mes de cárcel o multa de 5.000 de los antiguos florines (2.300 euros). Según el
art. 13 inciso 1º, este tipo de tenencia no es considerado como delito sino como una falta.
La Ley del Opio también afronta la cuestión de la publicidad de los estupefacientes,
así, en su art. 3 b, prohíbe expresamente la promoción publicitaria de estupefacientes, a
excepción de publicaciones a nivel de información científica y médica.
En la práctica, el uso personal no está sancionado, a no ser que se lleve a cabo en el
transporte público o donde viajan escolares. En los Países Bajos, tan importante o más
que la propia legislación existente, son los criterios de investigación y persecución de los
delitos. La política holandesa en materia de drogas ha sido en gran medida posible gracias
al principio de oportunidad que permite a policía, fiscalía y judicatura, suspender y des-
cartar casos en todas las fases del proceso penal111. Según el principio de oportunidad,
109
Según las directrices dadas por el Ministerio Fiscal, se entiende por cantidad reducida, un viaje de LSD o
medio gramo de las siguientes sustancias: anfetamina, heroína, morfina o cocaína.
110
En los productos del cáñamo la «cantidad reducida» viene determinada en la propia Ley, y suele ser menor
de 30 gramos.
90 Drogas, legislaciones y alternativas.
dada la flexibilidad existente, la fiscalía no tiene por qué perseguir todos los presuntos
delitos que puedan llegar hasta ella (DE LA CUESTA 1992), sino que suele encaminar
determinados sucesos hacia servicios sociales comunitarios, es decir, permite priorizar,
en virtud de las necesidades existentes. Como reconoce ZAAL (1995:131), «el Fiscal
tiene el derecho pero no la obligación de procesar». Todo este proceso no se pone en
práctica de manera arbitraria, muy al contrario, está basado en unas directrices, realizadas
por el Ministerio Fiscal a finales de 1979, donde se exponen los criterios para la investi-
gación y persecución de los hechos relacionados con la Ley del Opio. Con esta política se
consigue cierto grado de armonización, a través de la proclamación de líneas de orienta-
ción112 y de las directrices. VERVAELE y ROOD (1993:357-358) recogen las directrices
y los criterios de la política holandesa en materia de estupefacientes: «Indican –las direc-
trices– cuáles deberían ser las prioridades de la investigación (por la Policía) y la persecu-
ción (por el Ministerio Fiscal) de los delitos relacionados con los estupefacientes.
(…) Tienen la máxima prioridad (1) los hechos punibles relacionados con las drogas
duras. Después vienen (2) los hechos punibles relacionados con drogas blandas. La me-
nor prioridad la tienen (3) los hechos punibles relacionados con el consumo, tanto de las
drogas duras como de las drogas blandas. Se determina la prioridad dentro de estas tres
categorías según la gravedad del hecho, expresado por el grado de la pena. Todo esto
resulta en una política que se puede considerar tolerante respecto a los consumidores de
estupefacientes y los pequeños traficantes, pero dura para los grandes narcotraficantes
(internacionales) y la criminalidad relacionada con este tráfico (drug related crime)».
La aparente discrecionalidad está fuertemente condicionada por dichas directrices, y
existe un fuerte control político sobre los criterios de política general empleados por la
Fiscalía113. En los Países Bajos esta peculiar política (beleid), funciona «como un inter-
mediario entre el derecho y la práctica, y tiene un status cuasi-legal» (SWAANINGEN y
ZAICHT 1996:240). Como puede observarse, en materia de sanciones, la Ley del Opio
no es muy desigual del resto de legislaciones comparadas, más bien la diferencia radica
en el peculiar modo de averiguación y persecución de los delitos relacionados con el
tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas.
Como hemos señalado unos párrafos antes, mediados los años ochenta, la política
holandesa en materia de estupefacientes se alejó de la prioridad del enfoque sanitario,
para aumentar sus efectos el enfoque represivo. También en el estado holandés el mante-
nimiento del llamado orden público empezó a tener una mayor preferencia, así, en el año
85, se introduce en la Ley del Opio, por medio del art. 10 a114, la sanción de gran parte de
los denominados actos preparatorios115, donde se contempla una pena de hasta seis años
111
Por el contrario, el Ministerio Fiscal de los estados italiano o español, se basan en el principio de legalidad,
es decir, tienen la obligación de perseguir todo lo que contravenga la legislación en vigor.
112
Las líneas de orientación tratan en general sobre: 1) prioridad de pesquisas; 2) Aplicación o no de la
prisión provisional; 3) Modo de tramitación del caso por parte del fiscal; 4) Gravedad de las penas.
(MANSCHOT 1986:4).
113
En los Países Bajos el Ministerio de Justicia es quien responde de la política realizada por el ministerio
fiscal, posibilitando de esa manera un control del Parlamento holandés hacia el Ministerio Fiscal.
114
Ley de 4 septiembre 1985, Stb. 495.
91
de cárcel y/o multa de 100.000 de los antiguos florines. También, el art. 13 Sec. 3ª, san-
ciona el organizar, promover, participar o intentar importar o exportar drogas ilegales,
dentro o fuera del territorio holandés y el autor de dichos actos no se encuentre en territo-
rio holandés al cometerlos, pudiendo ser la pena de hasta doce años de cárcel y/o multa de
100.000 de los antiguos florines.
Las penas referidas en los arts. 10 y siguientes de la Ley del Opio se pueden agravar
en dos supuestos: Un primer supuesto, cuando la persona acusada haya cometido varios
delitos, la pena máxima puede verse aumentada en una tercera parte116; un segundo su-
puesto, la Ley del Opio recoge, en su art. 12, la posibilidad de la confiscación de las
ganancias ilegales. En este segundo supuesto realmente lo que posibilita es el aumento de la
multa a la categoría siguiente de la máxima dispuesta, siempre que se den determinadas con-
diciones, entre las que se encuentra la cantidad de beneficios obtenidos ilegalmente117.
Al cambio de rumbo acaecido en los últimos años, dentro de la política holandesa en
materia de drogas, no han sido ajenas las exigencias derivadas de la Convención de Viena
de 1988, donde el párrafo 2 del art. 3º sanciona como delito el consumo personal de
derivados del cannabis118, algo que choca frontalmente con los criterios y la práctica habi-
tualmente mantenidos en los Países Bajos. VERVAELE y ROOD (1993:369) se sorpren-
den de que Holanda se haya adherido a un Convenio en flagrante contradicción con la
política en materia de drogas en Holanda, y ven en el citado párrafo 2, al margen de ser un
motivo de discusión y de un compromiso entre los Estados, que el objeto regulado no
debe ser propósito de regulación internacional sino de regulación estatal, porque dicho
compromiso vulnera algo que «sigue siendo una materia de política interna de cada Esta-
do-parte». Este planteamiento aparece recogido, según hemos mencionado en el apartado
referente a la legislación europea, en la Decisión Marco 2004/757/JAI del Consejo de la
Unión Europea relativa al establecimiento de disposiciones mínimas de los elementos
constitutivos de delitos y las penas aplicables en el ámbito del tráfico ilícito de drogas.
En Holanda se dispone Probation y Aftercare que, entre otras cuestiones, informan al
Tribunal correspondiente, en caso de personas drogodependientes que hayan cometido
delitos, de las posibilidades de tratamiento. En virtud de dichos informes, el Tribunal
decide la imposición de una condena total o parcial, siempre y cuando la persona acusada
se someta a tratamiento. De igual modo, en el ámbito penitenciario existe los CADS
115
Entendiendo por tales el preparar o promover la importación o exportación, manufactura, producción,
preparación, venta, distribución o transporte de drogas que produzcan un riesgo inaceptable a la salud, salvo
que se trate para uso personal.
116
Este supuesto es una regla del derecho penal procesal parte general.
117
Cuando el valor de los estupefacientes o los beneficios adquiridos entera o parcialmente a base de ellos, es
superior a la cuarta parte de la multa máxima.
118
El párrafo 2 del Artículo 3 del Convenio de Viena de 1988 indica: «Con sujeción a sus principios
constitucionales y a los conceptos básicos de su ordenamiento jurídico, cada una de las Partes adoptará las
medidas que sean necesarias para tipificar como delitos penales conforme a su derecho interno, cuando se
cometan intencionalmente, la posesión, la adquisición o el cultivo de estupefacientes o sustancias psicotrópicas
para el consumo personal en contra de lo dispuesto en la Convención de 1961, en la Convención de 1961 en
su forma enmendada o en el Convenio de 1971».
92 Drogas, legislaciones y alternativas.
3. Italia
3.1. POLÍTICAS
A mediados de los años ochenta SCOTTI121 manifestó la necesidad de cambiar la Ley nº
685, de 22 de diciembre de 1975, porque en Italia había aumentado el número de perso-
nas consumidoras de las denominadas drogas duras, cuestión ésta que supuso un gran
negocio para el crimen organizado. Ante el doble peligro, de destrozar a la juventud122, y
de la consolidación de redes mafiosas, era inaplazable que el estado italiano utilizara
recursos más contundentes para combatirlos.
Fueron tres las circunstancias que entrelazadamente incidieron decisivamente en el
cambio de legislación: Primero, el golpe de timón dado por los socialistas italianos res-
pecto al fenómeno de las drogas; segundo, la fuerte crisis vivida por el Gobierno presidi-
do por el socialista CRAXI y, por último, la Convención de Viena de 1988.
Un fenómeno digno de análisis en la década de los ochenta, fue el cambio radical
realizado por el Partido Socialista Italiano (PSI) respecto al fenómeno de las drogas, en
general, y sobre la legislación en materia de los denominados estupefacientes, en particu-
lar. Al inicio de la década, el PSI era partidario de la diferenciación entre lo que se deno-
minaban drogas duras y blandas, y de no sancionar el uso de estas últimas. Fue tras un
viaje de CRAXI a Estados Unidos, en el año 1988, –donde se convirtió a la filosofía de la
severidad– cuando el PSI empezó una fuerte campaña donde se afirmaba que drogarse
era delito y, como consecuencia, debía ser castigado por la ley. Dentro de esa campaña
CRAXI pidió que fueran castigados no sólo quienes vendieran este tipo de sustancias,
sino también quienes las consumiesen. Llegó incluso a amenazar con un referéndum si su
proyecto de reforma no salía adelante, manifestando que era imposible e hipócrita acabar
121
Con el título de «Hay 400.000 adictos a las drogas duras en Italia», y siendo el subtítulo «El parlamento
italiano prepara una nueva ley destinada a la represión del gran tráfico y contra el crimen organizado», El
Diario Vasco recogía en 1985 las declaraciones de SCOTTI.
94 Drogas, legislaciones y alternativas.
con el tráfico de drogas si no se imponía también el principio de que usar drogas debía de
ser delito. En el congreso celebrado por el PSI sobre el fenómeno de las drogas en Asís,
CRAXI insistió en que legalizar la droga equivaldría «a entregar en manos de los trafi-
cantes todos los que hoy son sus víctimas, y el Estado se rendiría ante ellos» (ARIAS
1989:7). Las declaraciones realizadas por el entonces Presidente del Gobierno italiano
suponen una vez más la tan errónea como socorrida equiparación del término droga a las
sustancias incluidas en las Listas de los Convenios Internacionales en materia de sustan-
cias consideradas estupefacientes y psicotrópicas.
A juicio de BARATTA, el PSI trató el denominado problemas de las drogas «en el
marco de una acción de disciplinamiento llevada a cabo por su líder CRAXI» y considera
que con la legislación aprobada a principios de los años noventa en Italia en materia de
sustancias denominadas estupefacientes y psicotrópicas, existe el riesgo de reproducir el
Estado pedagógico, es decir, «el Estado que por medio del derecho penal califica lo que
está bien o mal, y no el Estado que se limita a defender a los individuos y a la sociedad
contra las graves infracciones o perjuicios, como sería lo deseable» (citado por
GONZÁLEZ NAVARRO 1991:89)
Toda esta campaña populista estuvo presidida por la perentoria necesidad de mejorar
la imagen política del gobierno italiano inmerso en una grave crisis, mucho más preocu-
pado de toda esta cuestión que de afrontar real y valientemente el fenómeno de las drogas.
En este contexto, el debate, la creación y la aplicación de la Ley nº 162/1990 fue estraté-
gicamente utilizada por el gobierno italiano para conseguir una doble rentabilidad políti-
ca: por un lado, aunque fuera muy criticado por el resto de los partidos políticos123, sirvió
para crear un efecto simbólico de eficacia y mano dura contra la droga ante el fracaso de
la política en materia de drogas y la crítica de sectores de la sociedad italiana donde se
exigía dar respuestas globales al fenómeno de las drogas. Por otro, consiguió centrar la
atención hacia la polémica ley, con el fin de desviar una realidad que emergía cada día
con más fuerza en la vida política italiana: la implicación de miembros importantes del
gobierno italiano, entre ellos CRAXI, en delitos económicos y de corrupción política.
Fue muy revelador que tras el cambio de gobierno, uno de los primeros contenidos nor-
mativos que se modifican son los aspectos más polémicos de la Ley nº 162/1990 a través
de referéndum, al que nos referiremos con posterioridad. Es significativa la trayectoria de
políticos que en una época de su carrera política encabezaron la cruzada contra la droga,
donde manifestaban su preocupación por la salud de la juventud, apelaban a valores mo-
rales y fieles defensores de la actual política prohibicionista respecto a las drogas que,
posteriormente, fueron perseguidos por la justicia –cuando no prófugos de la misma– por
delitos que causan un daño social –no alarma social– mucho mayor del pretendidamente
122
Con la desafortunada equiparación entre dependientes de determinadas sustancias ilegales y juventud,
estaba contribuyendo a la potenciación de un tópico totalmente inexacto del fenómeno de las drogas.
123
El sector católico más democrático de Italia, prefería que se insistiera fundamentalmente en la prevención
y en la lucha contra los grandes traficantes. OCHETTO, acusó a CRAXI de usar en su discurso tono de
cruzada, y los radicales llegaron a hablar de terrorismo ideológico. Democracia Proletaria subrayó que una
ley represiva contra los drogadictos era el mejor regalo que se podía hacer a la mafia.
95
defendido. Lo ocurrido en Italia durante los últimos años de los ochenta y primeros de los
noventa fue una clara utilización partidista del fenómeno social de las drogas no sólo para
desviar la atención sobre otros turbios asuntos de la vida política, sino también para una
clara ocultación de los mismos.
La década de los ochenta se caracterizó por el establecimiento de un discurso político
transnacional, «se internacionaliza el control de las drogas y se declara la guerra contra
las drogas» (DEL OLMO 1987:45). Esta cuestión también fue importante en la creación
de la ley nº 162/1990. Uno de los argumentos manejados por CRAXI para justificar dicha
ley hacía referencia a los compromisos adquiridos por Italia en los Convenios Internacio-
nales en materia de estupefacientes124. También tuvo su importancia la creación de la
llamada Trilateral125 que, como recoge en las conclusiones de una de sus reuniones, pre-
tendía la homologación en menos de dos años de las leyes en materia de drogas de los tres
Estados «para que la guerra sea eficaz (ARDANAZ 1989:46). El compromiso adquirido
respecto a dicha homologación es una realidad en el estado italiano y, como luego se verá,
en el estado español. Como acertadamente han dicho GARAVELLI y CASELLI (1990:15),
la Ley nº 162/1990 constituyó «un banco de prueba» entre dos maneras diferentes de
afrontar el fenómeno de las drogas a nivel mundial.
Durante los trabajos preparatorios de la nueva ley, en la intervención que tuvo
VASSALLI ante las Comisiones de Justicia y Sanidad del Parlamento italiano, el día 4 de
octubre de 1989, reconoció que «las nuevas sanciones estaban concebidas, sobre todo,
respecto a los que todavía no habían entrado en contacto con la droga» (MANNA
1991:118).
En el año 1997, el Tribunal Constitucional italiano no admitió una petición de referén-
dum con el objetivo de someter a consideración popular una regulación diferente de los
derivados del cáñamo para uso personal, porque se trataba «de una solicitud que tiene por
objeto disposiciones de la Ley impuestas al estado italiano por las previsiones de carácter
internacional de las que Italia forma parte y por tanto de carácter ineludible» (CRUZ
BLANCA 2003:479).
3.2. LEGISLACIÓN
La primera actuación disciplinaria en materia de estupefacientes se recoge en la ley nº
396, de 18 de febrero de 1923126. Las características más importantes de esta ley (PEPI-
124
Llegó a afirmar que querer castigar a quienes usan la droga y no a sus mercaderes, y no aceptar la
distinción entre drogas duras y blandas «no implica ser reaccionario», sino simplemente era «atenerse a las
normas internacionales aceptadas por nuestro país», Diario El País, 15/09/1989.
125
En mayo de 1989, aprovechando una reunión del Grupo de Trevi, representantes de los gobiernos de los
Estados Unidos de Norteamérica, del estado italiano y del estado español, decidieron reunirse conjuntamente
para tratar cuestiones comunes respecto a las drogas. Muy probablemente la explicación a la creación de la
llamada Trilateral estaba, según declaraciones de Rafael VERA –Director de Seguridad español–, en el
especial interés que tenían los Estados Unidos de Norte América en colaborar con España e Italia en la
prevención del narcotráfico, por la influencia de estos dos países en el área sudamericana, el foco productor
de la droga que invade Norteamérica (Diario Egin, 21/06/1989, p. 24).
96 Drogas, legislaciones y alternativas.
126
Anteriormente, el 22 de febrero de 1922, se sancionó el primer Real Decreto en materia de estupefacientes,
cuya finalidad fue el adecuar la legislación italiana a los criterios de la Convención de la Haya de 1912.
127
Característica que va a ser constante en cada cambio de legislación en materia de estupefacientes.
128
Entre otros LULLIU (1988:132 y ss.) y PEPINO (1991:30 y ss.).
97
tes, prestaba atención no sólo a las sustancias, sino también a los sujetos, y despenalizó el
uso personal, en virtud de la llamada módica cantidad.
Las normas penales aparecen recogidas en el Título VIII de la Ley nº 685/1975, entre
los arts. 71 y 80. En virtud del art. 71 se sancionaba de cuatro a quince años de reclusión
y multa de uno a cien millones de las antiguas liras a quien, sin autorización, produjera,
fabricara, extrajera, ofreciera, vendiera, distribuyera, adquiriera, diera o recibiera a cual-
quier título, procura a otros, transportara, importara, exportara, transitara o ilícitamente
poseyera, fuera de las hipótesis previstas en los arts. 72 y 80, sustancias estupefacientes o
psicotrópicas, de la Lista I y III129. En caso que las sustancias correspondieran a las Listas
II y IV130 las penas se atenuaban.
No era sancionable, según el art. 80.2, el uso personal en módica cantidad de sustan-
cias estupefacientes o psicotrópicas, aunque éstas pudieran ser confiscadas, porque se
entendía que era para propio consumo. Al no venir determinado por ley el concepto de
módica cantidad, la mayor dificultad para la aplicación del citado artículo consistió en
dilucidar qué se entendía por tal, cuestión resuelta finalmente por los criterios aportados
desde la jurisprudencia
A los que destinaran o permitieran a otros en un lugar público, o a grupo privado, el
uso de sustancias estupefacientes, según el art. 73 se les sancionaba con reclusión de tres
a diez años y multa de dos a diez millones de las antiguas liras. Así mismo esta ley
preveía, en su art. 74, unas agravantes específicas por dar estupefacientes o sustancias
psicotrópicas a menores de 18 años, si el delito era realizado por persona provista de
armas, si iba disfrazada, según la cantidad de sustancia poseída, o por haber sido cometi-
do el delito por tres personas o más, pudiendo llegar con esta última agravante a penas de
reclusión comprendidas entre los quince y los veinte años, por considerarse asociación
para delinquir. La Ley nº 685/1975 no consiguió «los resultados esperados en el sentido
de constituir un muro de contención a la difusión de la toxicodependencia» (PEPINO
1991:30) porque fundamentalmente desarrolló su parte represiva, y adoleció de los mis-
mos defectos que la legislación en vigor, por ello, las críticas que se van a realizar a la Ley
nº 162/1990, son aplicables a la ley de 1975.
La actual Ley nº 162/1990 es una ley especial que consta de 136 artículos divididos en 12
títulos a través de los cuales pretende regular cuestiones administrativas, la represión de las
actividades ilícitas, la información y la prevención, competencias de los órganos y las estruc-
turas administrativas que intervienen en los servicios para drogodependientes, así como la
terapia y la rehabilitación. Debido al objeto de investigación no es posible hacer un estudio en
profundidad de toda la ley, pero sí quisiéramos profundizar en el título VIII, referente a la
represión de la actividad ilícita, y en otros aspectos que reclaman nuestro interés.
129
La Lista I se refería principalmente a opiáceos y sus derivados, hojas de coca, y sustancias semisintéticas
y sintéticas capaces de provocar dependencia psíquica y física. La Lista III hacía referencia a barbitúricos de
alto efecto hipnótico-sedante y a otros preparativos similares que tienen capacidad de provocar dependencia
psíquica y física.
130
La Lista II hacía referencia al cannabis y a sus derivados. Las sustancias que se incluían en la Lista IV eran
sustancias de corriente empleo terapéutico.
98 Drogas, legislaciones y alternativas.
Cuando se promulgó la Ley, uno de los cambios importantes de la misma, con respec-
to a la Ley nº 685/1975, era el concepto de dosis media diaria131, en virtud de la cual, si
alguien posee una cantidad mayor de dicha dosis, aunque fuera para uso personal, se
entendía que realizaba una actividad de tráfico de estupefacientes. Por el contrario, quien
posea para su propio consumo una cantidad de estupefacientes o sustancias psicotrópicas
menor a la dosis media diaria, es sancionado bien administrativamente, o bien penal-
mente132. Sin embargo, tras el referéndum de 1993, al que nos referiremos más adelante,
se suspendió el concepto de dosis media diaria y, por tanto, el uso personal no se consi-
dera ya tráfico ilícito. En el art. 72 del Texto Único, se hace mención a la prohibición del
uso personal de sustancias estupefacientes o psicotrópicas, salvo cuando sea para uso
terapéutico. La sanción prevista por importar, adquirir o de cualquier otro modo poseer
sustancias psicotrópicas en cantidad inferior a la dosis media diaria, consiste en la sus-
pensión (o prohibición de conseguir) del carné de conducir, licencia de armas, pasaporte
o documentos equivalentes, según se indica en el art. 75 del Texto Único. El tiempo de
duración de las sanciones puede ser de dos a cuatro meses, casos de drogas que causen
graven daño a la salud, y de uno a tres meses en los demás casos. Compete ejercer la
sanción administrativa al Prefecto133 del lugar donde se cometa el hecho. La labor a desa-
rrollar por el Prefecto es de dos tipos: la primera vez, si se trata de personas menores de
edad o mayores que posean sustancias estupefacientes de las Listas II y IV134, les será
decomisada la sustancia y el Prefecto realizará una invitación formal a no hacer más uso
de estas sustancias, advirtiendo de las consecuencias nocivas; la segunda vez, la misión
del Prefecto consistirá en restringir la esfera de autonomía de los sujetos, a través de las
sanciones anteriormente indicadas. En el supuesto de que la sustancia o sustancias deco-
131
Con la ley anterior, como hemos indicado anteriormente, en virtud de la módica cantidad no se sancionaba
a quien estuviera en posesión de dicha cantidad de estupefaciente, por entenderse que era para su propio
consumo.
132
El concepto de dosis media diaria ha sido muy criticado porque la determinación cuantitativa del mismo
se debía realizar, según los arts. 75.1 y 78 del Texto Único, por Decreto del Ministerio de Sanidad, el cual iba
a ser periódicamente actualizado en relación a la evolución de los conocimientos en el sector. Como ha
señalado ARNAO, basándose en informes de un grupo de técnicos que informó a la cámara italiana cuando
se estaba debatiendo la Ley nº 162/1990, la dosis media diaria no es científicamente objetivable (ARNAO:
1990). Nos encontramos ante una delicada situación donde una decisión administrativa, sin base científica
alguna, condicionaba –hasta la celebración del referéndum– el iniciar o no un proceso sancionador que podía
concluir con la criminalización de la persona consumidora, por el mero hecho de serlo, de determinadas
sustancias ilegalizadas. La idea originaria en el diseño de la Ley nº 1509/1989, era que tanto las sanciones
por tráfico como las de consumo fueran sanciones penales pero, debido a las fuertes críticas recibidas, se
optó por incluir sanciones administrativas y sanciones penales.
133
El Prefecto es el representante del Gobierno del Estado en la provincia. Es una figura similar, en la
administración del estado español, a la de Gobernador Civil. Entre sus competencias está la aplicación o no
de una sanción al menor, el juicio sobre la oportunidad o no para que el consumidor se acoja a tratamiento, el
coloquio en clave informativa y de apoyo a familiares del consumidor menor de edad. Como puede observarse
desde un principio se considera el consumo de las sustancias ilegalizadas como un problema de orden público.
134
Según el artículo 14 de la Ley nº 162/1990, la Lista II se refiere al cannabis y sus derivados, y la Lista IV
hace referencia a sustancias de corriente uso terapéutico que pueden crear dependencia física y psíquica,
menor a las anfetaminas y a los barbitúricos.
99
misadas estén comprendidas en las Listas I y III,135 el Prefecto impondrá las sanciones
administrativas propias del art. 75 del Texto Único. En caso de incumplimiento de la
sanción impuesta no se prevé sanción especial alguna en la Ley nº 162/1990, ello no
significa ausencia de sanción, sino una aplicación de sanciones a través del Código de
Circulación u otras leyes que se hubieran contravenido. Para SGUBBI el art. 72 del Texto
Único «no protege un bien jurídico: no circunda un bien-interés del cual sea titular un
individuo de protección penal en relación de la agresión de terceros.
No constituye una norma de tutela, sino –al contrario– una norma límite: una norma
que limita la libertad del particular con la finalidad de asegurar otros valores y de perse-
guir otros objetivos, todos trascendentes al individuo, como –por ejemplo– el orden pú-
blico, la tranquilidad pública, la tranquilidad de la familia. Por lo tanto, se trata de un
sacrificio y no de una protección de derechos subjetivos» (SGUBBI 1991:65).
Está prevista la intervención de la autoridad judicial, según el art. 76 Texto Único,
para quien, después de la segunda invitación del Prefecto, se niegue a realizar, o interrum-
pa el programa terapéutico y socio-rehabilitador; igual suerte correrá quien fuera sorpren-
dido, por tercera vez, con una cantidad de estupefaciente no superior a la dosis media
diaria. El elemento subjetivo de este delito lo constituyen dos hipótesis: primera, haber
cometido el ilícito del art. 75 del Texto Único y, segunda hipótesis, negarse a realizar o
interrumpir el programa terapéutico y socio-rehabilitador, o ser la tercera vez que se le
haya apreciado la tenencia de una cantidad de estupefaciente o sustancia psicotrópica
igual o menor a la dosis media diaria. El elemento subjetivo requiere la existencia de dolo
en ambas figuras. La sanción consiste en una o más de las siguientes medidas (art. 76
Texto Único): Confinamiento dentro del municipio donde tenga la residencia –salvo au-
torización por motivos de cura y de recuperación; obligación de presentarse al menos dos
veces por semana a la policía; deber de regresar a su propia vivienda dentro de una deter-
minada hora y no salir de ella hasta después de otra hora prefijada; prohibición de fre-
cuentar los lugares públicos indicados en el decreto; suspensión de carné de conducir,
licencia de armas, pasaporte o documentos equivalentes, obligación de prestar una activi-
dad no retribuida a favor de la colectividad (por lo menos de una jornada laboral a la
semana), comiso de los vehículos propiedad del autor del delito y, suspensión del permiso
de residencia si es extranjero. La duración de la sanción será de tres a ocho meses, caso de
sustancias que causen grave daño a la salud y, de dos a cuatro meses, en los demás casos.
Estas sanciones son totalmente ineficaces. En virtud de la prevención especial tratar
de intimidar con sanciones de este tipo a una persona consumidora no tiene mucho senti-
do, y en el caso concreto de una persona drogodependiente, significa no conocer sus
formas de actuar: si no dispone de carné de conducir, conducirá sin él, no respetará jamás
un horario de entrada y salida de su domicilio (en caso que lo tenga). Si se trata de con-
cienciar a quien se está iniciando en el uso de estupefacientes, existen otras alternativas
135
El Art. 14 de la Ley nº 162/1990, incluye en la Lista I, al opio y sus derivados, a la hoja de coca y sus
derivados, a sustancias tipo anfetamínico, y a otras sustancias con capacidad para crear dependencia física y
psíquica igual o superior a las sustancias indicadas en la Lista I. Por el contrario, están incluidas en la Lista
II, fundamentalmente los barbitúricos.
100 Drogas, legislaciones y alternativas.
sin llegar al Derecho penal. Esta controvertida ley, aparentemente pretendía proteger del
consumo de estupefacientes, pero consiguió la criminalización y prisionización de mucha
gente, fundamentalmente jóvenes, algunos de ellos se suicidaron en las cárceles italianas,
según señala INSOLERA (CRUZ BLANCA 2003) durante los escasos tres años que es-
tuvo en vigor la sanción penal por consumo de estupefacientes.
Las sanciones penales por producción y tráfico ilícito de estupefacientes o sustancias
psicotrópicas, están expuestas en el art. 73 Texto Único, donde se prevé cualquier hipóte-
sis de introducción de este tipo de sustancias en el mercado, a excepción de lo ya reseña-
do en los arts. 75 y 76 del Texto Único. Así, las conductas sancionadas se centran en
quien sin autorización, cultive, produzca, fabrique, venda, ofrezca, transporte, importe,
exporte, distribuya o comercie con las sustancias incluidas en las Listas I y III del art. 14
Texto Único. La sanción prevista es de pena de reclusión de ocho a veinte años y multa
de cincuenta a quinientos millones de las antiguas liras (entre 25.000 y 250.000 euros). Si
las actividades anteriormente relatadas se refieren a sustancias de las Listas II y IV, la
reclusión será de dos a seis años y la multa entre diez y ciento cincuenta millones de las
antiguas liras (entre 5.000 y 70.000 euros). Para pequeñas cantidades, superiores al uso
personal, las penas oscilan entre 1 y 6 años de prisión y multa entre 2.600 y 26.000 euros
(en caso de sustancias incluidas en las Listas I y III), y de 6 meses a 4 años de prisión y
multa entre 1.000 y 10.000 euros (sustancias de las Listas II y IV)136.
La legislación prevé la atenuación de las sanciones en las siguientes circunstancias:
* Por la leve entidad del hecho, siendo el Juez quien lo considere teniendo en cuenta,
según el art. 73.5 Texto Único, medios, modalidad y circunstancias de la acción, así
como la cualidad y la cantidad de la sustancia. En caso de estupefacientes o sustancias
psicotrópicas contenidas en las Listas I y III, la pena de reclusión era entre uno y seis
años y multa de cinco a cincuenta millones de las antiguas liras. Si, por el contrario, se
referían a sustancias comprendidas en las Listas II y IV, la pena de prisión podía osci-
lar desde seis meses hasta cuatro años y multa de dos a veinte millones de las antiguas
liras.
* Como consecuencia de la colaboración del imputado se evite una determinada activi-
dad delictiva, según el art. 73.7 Texto Único, la sanción puede disminuir de la mitad a
dos tercios de la pena.
* Por los atenuantes genéricos previstos en el art. 62 bis del Código penal italiano,
teniendo la posibilidad de reducir hasta un tercio de la pena privativa de libertad.
También está prevista la agravación de las penas en los siguientes supuestos:
* Si el hecho delictivo es cometido por tres o más personas, pudiendo aumentar la pena
hasta un tercio, según el art. 73.6 Texto Único.
* El art. 80 Texto Único se refiere a hechos que pueden agravar una pena hasta un tercio:
Cuando el destino de las sustancias estupefacientes o psicotrópicas sean menores de
edad, si es realizado en grupo, si el hecho es cometido por persona armada o disfraza-
136
Reforma realizada mediante el Decreto ley nº 272, de 30 de diciembre de 2005, entró en vigor en febrero
de 2006.
101
137
Para una mayor profundidad en el tema, ver MILITELLO, V., «Imputabilità ed assunzione di stupefacenti
tra codice e la reforma», en La Riforma della Legislazione Penale in materia di stupefacenti, G. CEDAM,
1991, pp. 139-184.
102 Drogas, legislaciones y alternativas.
El art. 97 de la Ley nº 162/1990 hace referencia expresa a la figura que se conoce con
el nombre de agente provocador. De acuerdo al citado artículo, no serán sancionados los
miembros de la policía judicial pertenecientes a unidades especiales antidroga138 que co-
mercien con estupefacientes para conseguir pruebas en delitos relacionados con el tráfico
ilícito de estupefacientes. Si tienen la autorización correspondiente pueden demorar la
confiscación de los estupefacientes con el fin de adquirir las pruebas pertinentes. Una vez
más, con la figura del agente provocador en materia de tráfico de drogas, la pretendida
represión policial es a costa de la disminución de las garantías propias del Estado social y
democrático de Derecho, respondiendo a criterios de eficacia o productividad en la perse-
cución policial de los delitos.
Transcurridos varios meses desde la aprobación de la Ley nº 162/1990 la Sala V de lo
penal del Tribunal de Roma planteó, ante el Tribunal Constitucional, una consulta sobre
la constitucionalidad o no de los arts. 73, 75 y 78 del Texto Único, porque podían atentar
contra el principio de igualdad, el principio de lesividad y en materia de reserva de ley. La
respuesta del Tribunal Constitucional aparece recogida en la Sentencia n. 333 de 1 de
julio de 1991 (MANNA 1993:106-107):
* Principio de igualdad: Para el Tribunal romano, en la expresión de MANNA (1993), la
equiparación de dos actos totalmente diferentes –consumo y tráfico– puede ser con-
traria al principio de igualdad, recogido en el art. 3º de la Constitución Italiana, funda-
mentalmente desde la perspectiva del desvalor de acción. El Tribunal Constitucional
entendió que la posesión de sustancias estupefacientes en cantidad superior a la dosis
media diaria supone entrar en el mercado general de la droga y el fenómeno de la
droga en su conjunto desapareciendo la diferencia existente entre las dos conductas,
con lo cual equipara las dos conductas «por el mero recurso a la ratio legis».
* Principio de lesividad: La Sala V de lo penal del Tribunal de Roma entendió una
violación a dicho principio, el hecho de estar sancionado penalmente, como aparece
recogido en el art. 73 Texto Único, la tenencia de más de una «dosis media diaria»
destinada al propio consumo. El máximo Tribunal al afrontar la cuestión del principio
de lesividad se refirió al bien o los bienes jurídicos protegidos en dicho artículo, indi-
cando la salud pública, la seguridad pública, el orden público y la tutela de nuevas
generaciones, pero como pertinentemente indica MANNA (1993:106), «... finalmen-
te no aplica esos bienes jurídicos al tipo de examen. En realidad, sólo de este modo
hubiera sido posible calificar el tipo como de peligro presunto o concreto (G.
FIANDACA, 1977:173 y ss.; 1982:42 y ss.; PADORI GIUSINO 1990:10 y ss.), para
luego analizar su conformidad con el principio de lesividad. Pero no ha sido así, ya
que el Tribunal Constitucional ha preferido resolver la cuestión mediante el recurso a
un silogismo de carácter formal puro».
138
La expresiones «unidad especial antidroga», «la acción antidroga», o como aparece recogida en el artículo
2 apartado g), «...en tema de droga, alcohol y tabaco», parten de una concepción estereotipada del término
droga, se basan en criterios ideológicos, sin base científica alguna y se refieren únicamente a las sustancias
ilegalizadas.
103
* Reserva de ley: La dosis media diaria se designa, según el art. 78 del Texto Único, por
medio de un Decreto del Ministerio de Sanidad, es decir, con arreglo a una disposición
administrativa, y no conforme a una ley en sentido formal como exige el art. 25.2 de la
Constitución Italiana. La dosis media diaria al ser un elemento fundamental a la hora
de construir el delito observado en los tres artículos citados, el Tribunal romano quiso
cerciorarse sobre su posible inconstitucionalidad y, también en este punto, la respues-
ta del Tribunal Constitucional italiano fue insatisfactoria por no entrar en el fondo de
la cuestión.
En la Sentencia nº 333/1991, la Corte Constitucional no se limitó exclusivamente a
indicar la manera de interpretar determinados principios generales de la teoría del deli-
to139, también realizó verdaderos cambios en la Ley nº 162/1990, dándose casos donde el
tipo penal puede quedar relegado a la apreciación del juez, cuestión que puede suponer
grandes dosis de inseguridad jurídica por los problemas que plantea en relación a los
principios de legalidad y de igualdad.
La polémica sentencia fue tomada por mayoría –no por unanimidad–, y dio pie al voto
particular que no fue utilizado precisamente para introducir una mayor claridad sino, más
bien, como afirma BARATTA, para todo lo contrario: «Y en cambio, por no incurrir en la
acusación de haber sospechado de la irracionalidad o al menos del engaño del legislador,
la Corte ha preferido sancionar una vez más con el más puro formalismo jurídico, que
nuestra Constitución admite aquel que ha estado definido, también a propósito de la ley
analizada, el delito de sospecha»140.
Sentencias de este tipo, donde se incluyen los malabarismos del Tribunal Constitucio-
nal italiano por contentar a todos los sectores, evidencian las contradicciones que crea en
el Estado de derecho la política prohibicionista y constituyen «una cuña en la labor de
revisión de la normativa sobre la posesión de estupefacientes que intenta aliviar una carga
sancionatoria especialmente severa,....» (MANNA 1993:109).
Gracias a un referéndum141 que se celebró los días 18 y 19 de abril de 1993, se abolie-
ron dos aspectos fundamentales de la ley n. 162/1990: De un lado, el objetivo principal
del mismo, fue la supresión del concepto de dosis media diaria que marcaba el límite
entre la sanción administrativa y la sanción penal. La desaparición de dicho concepto
supuso un importante paso adelante, aunque todavía quedan cuestiones a resolver como,
por ejemplo, la necesidad de buscar criterios objetivos para diferenciar cuándo estamos
en presencia de tenencia para el uso personal o para el tráfico de estupefacientes, superan-
do los criterios meramente cuantitativos. De otro lado, por medio del referéndum, tam-
bién se revocó el punto 12 del art. 75 del Texto Único142 y, por tanto, desaparece la obliga-
139
Entre los que se encuentran criterios referidos al dolo.
140
En el «Editoriale» de la Revista Dei Delitti e delle Pene, nº 3 de 1991, pp. 9 y ss., A. BARATTA realiza
una oportuna crítica a la Sentencia nº 333/1991.
141
Para una mayor profundización sobre los efectos del referéndum, ver: MANNA, A.: «Gli effetti del
referendum abrogativo sulla legislazione in materia di stupefacenti», en Dei Delitti e Delle Pene, nº 2, nov.
1993, pp. 41 y ss.
104 Drogas, legislaciones y alternativas.
toriedad del tratamiento143 y la obligación del personal sanitario de denunciar a las perso-
nas consumidoras de estas sustancias.
El citado referéndum se realizó poco tiempo después de un cambio de gobierno144,
cuando todavía no habían transcurrido tres años desde la aprobación de la Ley nº 162/
1990. Esta cuestión vino a demostrar, una vez más, dos cuestiones: una primera, el evi-
dente fracaso de la política criminal en materia de sustancias denominadas estupefacien-
tes y psicotrópicas que, en escaso periodo de tiempo, tras no conseguir los objetivos
declarados, necesitó de cambios importantes para empeorar más la situación de las perso-
nas consumidoras de dichas sustancias; una segunda, la indudable utilización política del
fenómeno de las drogas, convertida en una de las pocas realidades capaces de aunar
coyunturalmente corrientes ideológicas divergentes, aunque el precio de dicha cohesión
sea la edificación de un panorama ficticio del fenómeno de las drogas, donde una mayor
represión y un desproporcionado control social son la base y el cemento que aglutinan la
pretendida eficacia en materia de estupefacientes. En un contexto así, muchos de los
aspectos relacionados con la droga se sobredimensionan y llegan a constituirse con más
frecuencia de lo deseado en el árbol artificial y estratégicamente colocado para impedir
ver con nitidez el bosquejo de corrupciones políticas y económicas existentes a pesar –y
también al margen– de las drogas denominadas ilegalizadas.
En resumen, más que la crítica a un determinado artículo de la Ley nº 162/1990, lo
realmente preocupante de esta ley es su filosofía. Parte de una concepción estereotipada
del fenómeno de las drogas que condiciona totalmente la política a seguir. La utilización
de expresiones como «la acción antidroga» o «en tema de droga, alcohol y tabaco» no
hacen sino fomentar una imagen distorsionada del fenómeno, a través del cual, se poten-
cia el discurso prohibicionista sobre la droga. Incluso en la pretendida parte preventiva
de la ley se observa una filosofía moralizante que impregna a toda ella: así, art. 1.12 del
Texto Único se refiere a la promoción de campañas informativas orientando sobre los
efectos negativos que tiene en la salud el uso de sustancias estupefacientes.
Por medio de esta legislación el estado italiano pretendió demostrar que tenía una
actitud fuerte y decidida para acabar con la droga, pero una vez más se puso en evidencia
el fracaso –según los objetivos expuestos en la ley– de la política en materia de drogas
142
El inciso 12 del artículo 75 del Texto Único reza así: «Si el interesado no se presenta al servicio público
para la toxicodependencia dentro del plazo indicado o no empieza el programa según las prescripciones
establecidas o lo interrumpe sin motivo justificado, el prefecto lo convoca nuevamente ante sí y lo invita al
cumplimiento del programa, advirtiéndolo de las consecuencias por no realizarlo. Si el interesado no se
presenta delante del prefecto, o se niega a realizar el programa, o nuevamente lo interrumpe sin motivo
justificado, el prefecto lo informará al procurador de la República por medio del juzgado o del tribunal de
menores, transmitiendo los actos a los fines de aplicación de las medidas del artículo 76. Del mismo modo
procede cuando se hayan cometido por tercera vez los hechos referidos en los incisos 1 y 2 del presente
artículo».
143
Según el Art. 32 de la Constitución italiana, «ninguno puede ser obligado a un determinado tratamiento
sanitario si no es por disposición de ley».
144
Ya no era Presidente del gobierno el socialista CRAXI y, según iba transcurriendo el tiempo, su nombre y
el de su hermano se enlazaban con mayor fundamento a delitos relacionados con la corrupción política y
económica en el seno del estado italiano.
105
basada en el fácil recurso de una mayor represión. Según SGUBBI (1991:63), la presente
ley especial tiene muchas finalidades, pero no protege bienes jurídicos, con lo cual, «... el
derecho penal asiste y coadyuva la consecución de objetivos administrativos, el derecho
penal se hace subalterno de la disciplina administrativa, la cual viene a asumir un rol
decididamente prioritario».
Ante la ausencia de un bien jurídico protegido, falta legitimidad para la intervención
penal a no ser que se pretenda realizar funciones moralizadoras con el Derecho penal, es
decir, funciones ideológicas, «que es en lo que se convierte el Derecho penal cuando los
preceptos penales no van dirigidos a tutelar bienes jurídicos» (TERRADILLOS 1991:13).
El fenómeno de las drogas está siendo una de las justificaciones más importantes para que
el Derecho penal pase de una represión puntual de lesiones o puesta en peligro concretas
de bienes jurídicos a una prevención a gran escala de situaciones problemáticas
(HASSEMER 1991:34), lo cual evidencia un camino –¿irreversible?– hacia la administrati-
vización del control social, a través de la cual, las estructuras de control aumentan
inversamente proporcional al descenso de las garantías de los derechos de la ciudadanía.
Conclusiones
* El discurso y las prácticas emanadas de los diversos Convenios Internacionales, ade-
más de ser un serio obstáculo para racionalizar y, por tanto, normalizar el fenómeno
social de las drogas –en base a las evidencias científicas, respeto a los Derechos Hu-
manos y profundización en la democracia–, han condicionado los debates parlamenta-
rios, los planes y las legislaciones para hacer frente a esta cuestión.
* Durante la década de los años ochenta, y con posterioridad, los compromisos adquiri-
dos por Alemania, Holanda e Italia en virtud de la firma de este tipo de Convenios
Internacionales, han supuesto que el denominado problema droga se haya convertido
en una de las cuestiones centrales de la política interior de cada uno de estos países.
* Los intentos por regular de manera diferente los derivados del cannabis, tanto en un
lander alemán como en Italia (mediante un referéndum), ambos en el año 1997, fue-
ron frustrados por las autoridades administrativas (el Instituto Federal para los me-
dicamentos, en el caso Alemán) y por el Tribunal Constitucional (en Italia), este último en
base a los compromisos internacionales adquiridos por la República Italiana en los Conve-
nios Internacionales en materia de sustancias denominadas estupefacientes y sicotrópicos.
* El denominador común a estas legislaciones es la creación y aplicación de un derecho
simbólico, no encaminado hacia conseguir los objetivos declarados sino, más bien,
hacia la realización de un control social en sectores determinados de la sociedad (so-
bre todo en las personas consumidoras más vulnerables). Para ello se han empleado
los cuatro instrumentos típicos del derecho penal preventivo: criminalizar la práctica
totalidad de los actos en relación a las sustancias ilegales, propuesta de terapia a las
personas dispuestas o con medios para la socialización, unido a este último punto, una
mayor represión en caso de no aceptar dicha propuesta, obligatoriedad de medidas de
seguridad y, finalmente, duras penas para quien trafique.
106 Drogas, legislaciones y alternativas.
IV
Política criminal española en materia de drogas
tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas.
En la década de los ochenta, se realizaron en el estado español dos reformas del Código
penal relacionadas con los delitos de tráfico ilícito de drogas, estupefacientes y sustancias
psicotrópicas. Consecuentemente, las personas acusadas de dichos delitos, fueron juzga-
das en virtud de criterios político-criminales, cuanto menos, diferentes. Dado que en las
sentencias en la Audiencia Provincial de San Sebastián, también se observan los cambios
aludidos, es necesario, a modo de contextualizar los discursos de las sentencias, realizar
una breve exposición de dichas reformas y sus consiguientes políticas-criminales.
145
Para una mayor profundización en las características de la Reforma del art. 344 del Código penal de 1971,
v.: BERISTAIN, A. (1973): «Las drogas y su legislación en España». DÍEZ RIPOLLÉS, J.L. (1987): «La
política sobre drogas en España, a la luz de las tendencias internacionales. Evolución reciente». FERNANDEZ
ALBOR, A (1977): «Reflexiones criminológicas y jurídicas sobre las drogas». LANDROVE DÍAZ, G. (1989):
«La contrarreforma de 1988 en materia de tráfico de drogas». LORENZO SALGADO, J.M. (1983): Las
drogas en el ordenamiento penal español. PRIETO RODRÍGUEZ, J.I. (1986): El delito de tráfico y el consumo
de drogas en el ordenamiento jurídico penal español. AA.VV. (1989): Repensar las drogas.
108 Drogas, legislaciones y alternativas.
146
En lo esencial, recoge la disposición penal del art. 36 de la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes,
el cual, en su apartado 1.a) dice: «A reserva de lo dispuesto por su Constitución, cada una de las Partes se
obliga a adoptar las medidas necesarias para que el cultivo y la producción, fabricación, extracción, preparación,
posesión, ofertas en general, ofertas de venta, distribución, compra, venta, despacho de cualquier concepto,
corretaje, expedición, expedición en tránsito, transporte, importación y exportación de estupefacientes, no
conformes a las disposiciones de esta Convención o cualesquiera otros actos que en opinión de la Parte
puedan efectuarse en infracción de las disposiciones de la presente Convención, se consideren como delitos
si se cometen intencionalmente y que los delitos graves sean castigados en forma adecuada, especialmente
con penas de prisión u otras penas de privación de libertad» (el subrayado es nuestro).
147
No toda la doctrina coincidió con esta apreciación. La presente polémica se desarrolla con mayor amplitud
en el apartado dedicado al elemento objetivo del art. 344 Código penal.
148
La jurisprudencia, insistentemente se pronunció sobre la no penalización del consumo, ni de la tenencia
para consumir.
149
Los autores de Repensar las drogas (1989:50), recogen las críticas vertidas por la doctrina al art. 344 del
Código penal, por no respetar los principios derivados del principio de legalidad:
«a) Principio de intervención mínima: Se pretende resolver un problema social mediante el recurso a la pena,
sin acudir a otras vías de intervención.
b) Principio de proporcionalidad. Se pena la invitación a un porro más que el auxilio al suicidio.
c) Principio de determinación legal de la conducta punible: La cláusula abierta de incriminación produce la
mayor inseguridad jurídica.
d) Principio de determinación de la pena. Excesivo arbitrio judicial sin referencia clara a los presupuestos de
atenuación y agravación.»
109
de los psicotrópicos como objeto material del delito154. Ello contribuyó, en gran manera,
a limitar el arbitrio judicial que disponían hasta entonces por los tribunales.
A pesar de las críticas de un sector de la doctrina155, la mayoría de ésta la valoró muy
positivamente porque, entre otras cuestiones, «supuso un serio esfuerzo de adaptación de
la ley sustantiva penal a los valores y principios constitucionales» (BELLOCH 1988:71),
en un contexto de «cambio de enfoque (…) más atento a las soluciones preventivas y
suavizador de la represión, que es sentido por la doctrina como desacorde con las persis-
tentes tendencias represivas internacionales (DÍEZ RIPOLLÉS 1987:375-376). La refor-
ma de 1983, aún con sus deficiencias, «supuso en España una reformulación muy aplau-
dida de los delitos de tráfico de drogas. Respetuosa de los principios de legalidad y de
seguridad jurídica, definió de manera precisa los comportamientos punibles, distinguió el
tratamiento penal de las drogas duras y blandas y redujo el excesivo arbitrio judicial
anterior» (DE LA CUESTA 1998:90). Por todo ello, significó «un paso adelante en el
intento de poner racionalidad en el tema de restituir al derecho penal a sus principios
constitucionales»156, e incluso, para TORÍO (1989:940-941) «esta reforma supuso un evi-
dente distanciamiento del modelo represivo y, simultáneamente, una aproximación al
paradigma antagónico de la tolerancia estatal frente al problema del tráfico de sustan-
153
Cuando el tráfico ilegal se realizara entre menores de 18 años, en unidades militares, establecimientos
penitenciarios, la persona o personas pertenecieren a organización para traficar, y cuando la cantidad de
sustancia fuera de notoria importancia, se permitía la imposición de la pena superior en grado (máximo de
doce años cuando las sustancias produjeran grave daño a la salud. En los demás casos no podían superar los
seis años).
154
Consecuencia de la firma por el estado español del Convenio de Naciones Unidas sobre sustancias
psicotrópicas de 1971.
155
Como puso de manifiesto QUINTERO OLIVARES (1992:63), la doctrina estudiosa del tema «consideró
timorata» la reforma, a pesar de reconocer la importante mejora que supuso. Algunas de las cuestiones que
dejó sin resolver fueron: no distinción entre posesión para consumo y para tráfico, no aportó criterios para
distinguir el riesgo de grave daño a la salud, utilizó conceptos indeterminados (notoria importancia, difusión,
extrema gravedad), la cuestión del concurso de normas (en relación a la legislación en materia de contrabando),
y las cuestiones relacionadas con el pequeño tráfico llevado a cabo para financiar el consumo.
LLORENS BORRÁS (1986:108-109), a pesar de reconocer el avance que significó la reforma, criticó «el
descenso en la gravedad de las penas imponibles respecto al tráfico» porque significaba una atenuación en
relación con la legislación comparada, y manifestaba su preocupación por haber ocurrido este cambio «en un
momento de la gran difusión del consumo en nuestro país». De igual modo, BARBERO SANTOS (1985:84-
85), tras reconocer que la reforma dejó impunes el consumo y la posesión de pequeñas cantidades, consideró
que era una «regulación prácticamente sin parangón en el Derecho comparado y que viola (…) convenciones
internacionales signadas por España, v.gr., el Convenio sobre estupefacientes de 1961». VIVES ANTÓN
(1987:251), a la vez que observaba en esta reforma, desde el punto de vista de la seguridad jurídica, una
«mejoría notoria», también afirmaba que «esto no significa que la (…) redacción sea enteramente satisfactoria»,
sobre todo en las siguientes cuestiones: deberían haberse señalado qué sustancias son las que causan grave
daño a la salud y las que no o, por lo menos, los criterios para dirimir sobre la cuestión, la cantidad necesaria
para existir la otoria importancia, concretar cuáles son los casos de extrema gravedad, etc.
156
AA. VV.: Repensar... p. 51. Estos mismos autores critican como vacíos de la nueva legislación, la no
posibilidad de atenuación por razón de la toxicodependencia, también critican algunas agravantes, y la
indeterminación de las «sustancias peligrosas» o de la «notoria importancia».
La reforma de 1983 tampoco tuvo en cuenta la dimensión económica del tráfico ilegal de drogas.
111
157
Para este autor son cuatro los procesos interrelacionados los que definen una crisis de drogas: 1º Rápida
expansión de formas de alta intensidad de consumir ciertas drogas hasta entonces desconocidas o de un uso
minoritario; 2º Generación de una fuerte alarma social que provoca una institucionalización en las formas de
afrontarlo. 3º Crecimiento de una nueva economía –informal o ilegal– que posibilita una mayor disponibilidad
de las sustancias. 4º Desarrollo de un problema de salud pública que produce un daño sanitario masivo y
cuantificable.
112 Drogas, legislaciones y alternativas.
164
El consejero de Sanidad del Gobierno Vasco, FREIRE, aseguró que «El porcentaje de SIDA en la CAV es
tres veces mayor que en el Estado» (Egin 18/10/1988) y que «El País Vasco tiene el mayor índice de enfermos
de SIDA y la mitad de ellos se encuentran en Guipúzcoa» (El Correo Español-El Pueblo Vasco, 18/10/1988).
165
«Aumento alarmante de enfermos de sida entre los drogadictos» (El Diario Vasco 16/08/1988).
166
Según BARBERO GUTIÉRREZ (1999:196) «la prevalencia de infección en los inyectores recluidos en
las cárceles españolas oscilaba entre el 82,7% en Carabanchel y Ocaña durante los años 1985–1987 y era del
54,4% en una cárcel de Cataluña en el período 1987–1988. GAMELLA (2008:291) recoge, en palabras de
Julián, la situación vivida en una de las prisiones de Madrid durante esa época: «Me pasaron heroína y
empecé a ponerme. Si tienes dinero, en el talego está la mejor jaca de tó Madrid. Lo difícil es encontrar
jeringas. Es mucho más difícil meter una chuta que meter el burro en sí. Unos polvillos pasan entre cualquier
cosa. A veces teníamos una puta pa´tó la galería, trescientos tíos. De tanto usarla se despuntaba y teníamos
que afilarla con cajas de cerillas.»
114 Drogas, legislaciones y alternativas.
esos datos, el diputado TRÍAS DE BES I SERRA, manifestó que «si ello es cierto» el
problema de la droga era más amplio y complejo, de ahí la necesidad de un plan en
materia de drogas170. Tuvieron que pasar varios años para poder matizar algunos de esos
datos: así, en mayo de 1987, GARCIA VARGAS, Ministro de Sanidad y Consumo, admi-
tió, en los primeros años del gobierno socialista, una carencia de datos171, posteriormente
reconoció la difusión de datos exagerados sobre la relación entre drogas y delincuencia y
también que ésta relación no era tan directa como se pensaba172. De igual modo el porta-
voz del Grupo Socialista en el Congreso, LUNA GONZALEZ (1987 b]:3883), señalaba
como discurso incompleto el «que sin más establece un nexo causal entre droga y delin-
cuencia». Aunque la asociación de los términos droga y delincuencia suele aparecer como
una unión axiomática, cuando se analiza detalladamente el vasto material empírico dispo-
nible, brotan demasiadas evidencias –semánticas y metodológicas– que, con frecuencia,
enmascaran la interesada adherencia ideológica entre ambos conceptos y, por supuesto,
su clara rentabilidad política. OTERO (1996), tras analizar más de medio centenar de
investigaciones empíricas sobre ambos fenómenos, advierte esas dificultades: evidencias
semánticas porque, por un lado, no existe unanimidad respecto al vocablo droga, en la
mayoría de las investigaciones se refieren a drogas ilegales, generalmente a la heroína;
por otro lado, si bien ocurre lo mismo con el término delincuencia, aquí la cuestión se
complica porque se va más allá del campo semántico, adentrándose en otro campo total-
170
«Pero es que el señor Ministro hizo una afirmación importante. No es que este Grupo Parlamentario o el
Diputado que les habla tenga una especial manía en el problema de la droga, ni mucho menos, pero es que el
señor Ministro reconoció que aproximadamente el 75 por ciento, o las tres cuartas partes, como dijo él, de los
delitos que hoy se producen contra personas y contra cosas, delitos violentos, tenían detrás un problema de
droga. Si ello es cierto, el problema supera el estricto tema de la droga en sí, es mucho más amplio, mucho
más complejo y, por tanto, de ahí la oportunidad de la interpelación, y de ahí, quizá, la oportunidad de que el
Gobierno presente un plan ante esta Cámara. (El resaltado en negrilla es nuestro) (TRÍAS DE BES 1984:237
y ss).
171
HUIDOBRO DÍEZ (1987 a]:356 y ss.) constataba este hecho cuando en una comparecencia del Ministro
de Sanidad y Consumo en la Comisión de Política Social y Empleo, celebrada el 14 de mayo de 1987: «Sin
embargo, reconoce el señor Ministro que hasta entonces no había datos sobre los problemas de la drogadicción.
En 1982 y 1983 el Gobierno socialista tampoco tenía datos».
Anteriormente, en 1985, el Fiscal General del Estado también advertía la ausencia de datos e, incluso, iba
más lejos: «No basta con decir una y otra vez que el 80 o el 90 por 100 de los delitos tiene su origen en la
droga. Es preciso concretar las categorías de delitos en los que las drogas influyen causalmente, diferenciar
el efecto criminógeno de unas y otra sustancias e intentar en todo caso cuantificar el fenómeno para conocerlo
en sus auténticas dimensiones. Venimos intentando desde principios de 1985 (...) acopiar datos al efecto,
para lo cual se ha requerido a los Fiscales para que remitan una nota en la que expresen, concisa y
suficientemente, los casos en que adviertan que, en algún sentido, el hecho delictivo por el que se cometió
como consecuencia o bajo los efectos de una intoxicación, aunque la respuesta a la iniciativa ha sido desigual».
(Memoria del Fiscal General del Estado, Madrid, 1985).
172
GARCIA VARGAS (1987:366) comentó que «la delincuencia y la droga no están relacionadas de una
manera tan directa, según el estudio que hizo el Ayuntamiento de Barcelona y según los últimos datos que
está empezando a sistematizar el propio Ministerio del Interior. En este sentido, se han dado cifras exageradas
de que el 80 y hasta el 90 por ciento de la delincuencia en la calle está provocada por la drogodependencia.
Empieza a no estar tan claro y esperamos que dentro de poco podamos disponer de datos precisos en este
sentido».
117
mente diferente: el campo del poder. La generalidad de las investigaciones dan una defi-
nición jurídica o sociológica sobre quién es el delincuente, pero muy pocas analizan quién
tiene el poder para decidir qué es delito y cuáles son los motivos e intereses para tomar tal
decisión173. Evidencias metodológicas porque gran parte de las investigaciones se basan
en informes oficiales, es decir, informes interesados, parciales (no recogen la llamada
cifra negra de delincuencia, registran consumos y conductas de sectores muy concretos
de población), los cuales, con excesiva frecuencia, han servido para hacer creer que las
conclusiones de dichos informes era la realidad. De igual modo, el OEDT (2007:1-4) ha
reconocido la existencia de «grandes diferencias en lo que se entiende por ‘delincuencia
relacionada con la droga’ entre distintas disciplinas y profesionales». Por ello, es partidario de
una «definición clara» de dicho término para poder llevar a cabo una correcta evaluación.
En este proceso de construcción de la realidad no fue ajeno el principal partido de la
oposición, que utilizó el fenómeno de las drogas de un modo fuertemente partidista desde
el comienzo de la reforma de 1983 hasta la reforma de 1988. Sin transcurrir un año de la
primera reforma, el representante del Grupo Popular RUIZ GALLARDON (1984:228)
«veía el origen del mal» en la mala reforma del Artículo 344 del Código penal y en la
reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal del mismo año incluso se llegó a criticar al
Gobierno socialista de ser el responsable de la inseguridad ciudadana existente y de haber
legalizado la droga. Por ejemplo, el 13 de abril de 1987, Felipe BENITEZ BARRUECO
(1987:333), Diputado del Grupo Parlamentario Coalición Popular, preguntaba al Presi-
dente del Gobierno: «¿Era consciente el señor Presidente del Gobierno del gravísimo
problema que iba a producir la legalización de la droga en España? Si lo era, ¿por qué la
legalizó? Si no lo era, y a la vista de la pérdida de vidas humanas que dicha Ley está
produciendo, ¿por qué no deroga dicha ley? ¿Quiere decir el señor Presidente del Gobier-
no a la sociedad española cuál es su cuota-parte de responsabilidad ante estos hechos?».
Este tipo de tergiversación, presente no sólo en un sector del poder legislativo sino tam-
bién en determinados medios de comunicación, no se ajustaba a la realidad y, como puso
de manifiesto CARBONELL MATEU (1986:343), hablar «de ‘despenalización de la dro-
ga blanda’ es cuanto menos, erróneo y, cuanto más deshonesto y fraudulento».
Durante este período la actuación del Gobierno en materia de represión del tráfico
ilícito se centró fundamentalmente en la criminalización de las personas consumidoras
más vulnerables174 y traficantes de pequeña escala, sin poner los medios adecuados para
afrontar el denominado blanqueo de dinero y la creación de redes criminales a nivel
internacional. Respecto a estas dos últimas cuestiones, es significativo el análisis realiza-
do por el Fiscal General del Estado en la Memoria del Fiscal General del Estado de 1985,
173
En este sentido, es sumamente significativa la división entre la situación legal de diferentes sustancias
(alcohol, tabaco, fármacos, derivados del cannabis, derivados de la hoja de coca y derivados del opio) y los
efectos perversos derivados de esa absurda división.
174
El consumo no estaba penalizado, pero un importante número de consumidores eran detenidos por tener
sustancias ilegales y entender la policía que dicha tenencia era para traficar. Posteriormente, muchos de ellos,
tras pasar un período de tiempo en la cárcel, eran absueltos al entender el tribunal que la cantidad poseída era
para consumo y no para traficar.
118 Drogas, legislaciones y alternativas.
referida al año 84: tras un adecuado diagnóstico de la realidad, donde destaca que la
perspectiva económica y el control social ejercido sobre consumidores son consecuencia
directa de la ilegalidad de algunas drogas, considera la misma como algo inevitable y
forzoso: «Y por último, no la drogodependencia ni directamente el consumo de drogas,
sino la misma existencia de la droga ilegal como mercancía superlativamente deseada y
valorada determina la aparición de esa forma de criminalidad organizada –quizá la más
grave de las de nuestro tiempo– que es el gran tráfico de estupefacientes. Conviene insis-
tir en ello: el más claro factor de la que podemos llamar criminalidad drogo-inducida no
es el drogadicto, tan fácil y emocionalmente ‘criminalizado’ por ciertos medios de comu-
nicación y las gentes poco avisadas, sino el gran traficante, a menudo anónimo, que pri-
mero crea y luego explota la drogadicción y que, gracias a los ingentes beneficios que le
proporciona el narcotráfico, entra en competencia con los mismos poderes legítimos me-
diante la corrupción de sus titulares o servidores. Aquí está el efecto criminógeno más
grave de la droga: en el riesgo inminente de que, como consecuencia de su propia condi-
ción ilegal –inevitable y forzosa, por otra parte– su comercio clandestino favorezca la
consolidación de redes criminales con poder económico insospechado, siempre dispues-
tas a poner a su servicio, mediante prácticas venales de la más variada especie, a cuantos
niveles de la Administración sean útiles para sus propósitos. Riesgo que entre nosotros se
ha convertido ya, más de una vez, en lamentable y preocupante realidad».175
En este momento, no entramos aquí en el análisis de algunas afirmaciones del Fiscal
General del Estado, reproductoras del status quo. Por el contrario, es importante destacar
la consciencia desde la Fiscalía General del Estado, sobre la existencia de corrupción y de
redes organizadas en materia de tráfico ilegal de drogas, desde mediados de la década de
los ochenta en el estado español.
Un terreno abonado por una concepción ideologizada del fenómeno de las drogas y
una ausencia de datos empíricos sobre lo que realmente estaba aconteciendo, junto con
irracionales críticas del primer partido de la oposición y la inadecuada actuación del Go-
bierno socialista en esta materia, unido a la amplificación de todo ello en los medios de
comunicación (mediante el reforzamiento de los aspectos más moralizantes y represivos
y el ocultamiento de sus vertientes económica, política y de control social), sirvió para la
creación de una determinada imagen de realidad del fenómeno de las drogas y se actuó de
acuerdo a la misma.
175
Memoria del Fiscal General del Estado (1985:90 -91). Del mismo modo, en la Memoria de 1988, el Fiscal
General del Estado describía la situación de esa fecha, consolidada desde años atrás, de la siguiente manera:
«Por otra parte, la Costa del Sol –no desde ahora sino desde hace años– viene constituyendo refugio magnífico
estable para delincuentes de diversas nacionalidades que convierten las localidades costeras en campo de sus
fechorías. Auténticas ‘mafias’ relacionadas con el tráfico de armas y drogas, con la prostitución y el juego, se
han introducido en estas tierras. Asimismo, ese fenómeno turístico pasajero ha permitido un clima evidente
de deterioro o degradación moral (droga, alcohol, prostitución) que empapa estas zonas en donde se desarrolla
con un natural fomento de actividades delictivas.
(...) El tráfico de estupefacientes es realizado por verdaderas organizaciones, en su mayoría internacionales,
que emplean medios y tienen un potencial económico muy por encima de los empleados por la Policía»
(1985:111).
119
sustancias denominadas ilegalizadas179 y, por tanto, ignora en gran medida «las tremen-
das repercusiones de las toxicomanías producidas por las adicciones a las drogas legales»
(MARKEZ, GURRUTXAGA y BARRIOS 1989:13). En el punto que menciona al Plan
Nacional como «una política coherente y coordinada», incide en la necesidad de una
política general180 y consenso de toda la sociedad para «luchar contra el abuso indebido
de drogas y mitigar sus consecuencias». En función de este objetivo, el Plan trata también
de afrontar «el fenómeno global del uso y abuso de drogas», priorizando –respecto al
tráfico y a la asistencia al consumidor–, en los problemas creados por las drogas denomi-
nadas ilegales. No hubiera estado de más que, además de estas cuestiones, se hubieran
tenido en cuenta los problemas generados como consecuencia de la ilegalidad en la que se
encuentran la mayoría de los comportamientos relacionados con esas sustancias.
Los objetivos propuestos en el Plan Nacional sobre Drogas eran la reducción de la
oferta y la demanda, la disminución de la inseguridad ciudadana, la oferta de una red
pública de atención y la coordinación y cooperación entre administraciones e institucio-
nes sociales implicadas en el denominado problema de la droga.
El apartado dedicado a la prevención, presentaba unos criterios generales donde se
integraba la prevención en el marco de una política integral de educación para la salud, se
tenía en cuenta las dificultades sociales existentes, y mencionaba posteriormente, la im-
portancia de la prevención inespecífica (mejora de condiciones de vida, prevención de la
marginalidad,...), que, al igual que la prevención específica, necesita corresponsabilidad
del resto de la sociedad. Sin embargo, conviene no olvidar que la prevención, además de
ser un término polisémico está siempre afectada y condicionada por lo que se quiere
prevenir. Por tanto, es necesario concretar qué se quiere prevenir y, en qué contexto181
porque, muchas veces, el término prevención se ha ligado al fenómeno social de las dro-
gas, para conseguir un objetivo político que incluye, desde la imposición de una moral
sobre formas de vida, hasta la creación de consensos políticos capaces de mantener un
vínculo de identificación acrítico de la ciudadanía con los autores de las políticas denomi-
nadas preventivas basadas en criterios contrarios a los que deben sustentar el Estado
social y democrático de Derecho, es decir, sin diferenciar claramente la cuestión moral de
la cuestión sancionadora.
En el campo de la reducción de la oferta manifestaba la complementación de las medi-
das vigentes, mediante cambios legislativos que perfeccionen los Convenios Internacio-
nales firmados por el estado español y una mayor colaboración, en el ámbito internacio-
nal, respecto a ayudas a países productores, incluso con programas de sustitución de
cultivos. Para todo ello se proponía, entre otras medidas, la creación de la Ley de Estupe-
facientes y Psicotrópicos, modificación del control de decomisos, agravación de penas
179
Simplemente hace referencia al alcohol como sustancia que posee un mayor número de consumidores
habituales, pero omite consumos sobre el tabaco y, en el punto de la introducción titulado «En cuanto al
problema», se centra en las sustancias consideradas ilegales.
180
Para «frenar y reducir el consumo de sustancias que dañan la salud individual y colectiva, provocan
procesos de marginación social, deterioran la seguridad ciudadana y vulneran la autonomía del individuo».
181
Para una mayor profundización en la cuestión, ver: ARANA, X. (2000): «Drogas: prevención del uso
indebido y usos ¿indebidos? de la prevención».
121
vino motivada porque, desde que el PSOE accedió al Gobierno del Estado, fue duramente
criticado por no actuar contundentemente en relación a los denominados problemas de la
droga y de la denominada inseguridad ciudadana. Entre las medidas con carácter priori-
tario para el Plan Nacional sobre Drogas, en el bienio 1985-1986, estaba la creación de
una Fiscalía Especial para la prevención y represión del tráfico ilícito de drogas con
medios personales y materiales para el adecuado desarrollo de su función. Sin duda pudo
ser un buen instrumento para coordinar y perseguir el tráfico de drogas a gran escala y el
denominado blanqueo de dinero procedente de dicho tráfico pero, desgraciadamente, la
falta de voluntad política del Gobierno para afrontar esta realidad, hizo que, como hemos
señalado anteriormente, la Fiscalía citada naciera vacía de contenido, siendo un órgano
inoperante y, como consecuencia, se produjera la coherente dimisión de JIMENEZ
VILLAREJO, primer Fiscal Especial para la prevención y represión del tráfico ilícito de
drogas, harto de ser simplemente un ciudadano mejor informado en relación al tráfico
ilícito de drogas.187 Preguntado su sustituto, ABAD FERNANDEZ, sobre los medios que
disponía la Fiscalía Especial para desarrollar su cometido, contestó que ya disponía de
una oficina adecuada, cosa que no disponía el anterior Fiscal Especial y, respecto a los
medios afirmó que «nunca me han faltado los que en estos momentos necesito: conserva-
ción de mobiliario y material de oficina»188.
Asimismo entre las medidas prioritarias del Plan Nacional sobre Drogas, en el bienio
1985-1986, se contemplaba la ampliación de dotaciones de personal y medios por parte
de la Brigada Central de Estupefacientes y de Secciones Regionales y Especiales. Como
claramente se desprende del GRÁFICO Nº 2, en los dos años siguientes a la creación del
Plan Nacional sobre Drogas, concretamente en los años 1986 y 1987, prácticamente se
duplicó el número de detenciones en relación tráfico ilícito de drogas, pasando de 12.863
detenidos en 1985, a 25.545 en 1987. Si bien es cierto que el tráfico de sustancias ilícitas
187
Crítica realizada tanto desde el propio Parlamento (Proposición no de Ley presentada por la Agrupación
de Diputados del PDP, III Legislatura, 20 de octubre de 1986, 376) como por los propios fiscales (Memoria
del Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de San Sebastián 1986:7).
188
Respuesta dada por el Fiscal Especial para la represión del tráfico ilegal de drogas, en su comparecencia
en la Comisión de Presupuestos del Congreso de los Diputados (ABAD FERNÁNDEZ 1986: 281).
124 Drogas, legislaciones y alternativas.
aumentó durante ese período, de igual modo es necesario tener en cuenta los criterios
empleados por el Gobierno para combatir dicho tráfico ilegal: control social sobre traficantes
a pequeña escala, muchos de los cuales eran consumidores de las sustancias ilegalizadas,
acompañado dicho control con grandes operaciones de imagen. Junto con el Plan Sur y el
Plan Galicia se realizaron por todo el estado español las famosas operaciones policiales, lla-
madas «operaciones estacionales» porque coincidían con las cuatro estaciones del año, dirigi-
das a la disminución del pequeño tráfico y de la denominada inseguridad ciudadana, normal-
mente realizadas en los puntos más marginales y conflictivos de las grandes ciudades.
La propia Memoria del Fiscal General del Estado, tras aseverar que sólo un 7,48% de
los procedimientos correspondieron a casos de droga de notoria importancia, llegó a la
conclusión que: «... el peso de la actuación policial recae sobre las ‘drogas blandas’ y los
pequeños traficantes o sujetos que están al final de la cadena del tráfico, existiendo
preocupantes lagunas de impunidad en el ámbito de las ‘drogas duras’ y el tráfico organi-
zado, especialmente entre los organizadores del tráfico a gran escala, que sólo excepcio-
nalmente caen en las redes policiales»189.
Seguidamente reconoció que la situación había empezado a cambiar y, unos meses
después, el propio Gobierno declaraba que actuaba tanto contra los grandes traficantes
como contra los pequeños. Así, en comparecencia del Ministro del Interior BARRIO-
NUEVO, en la Comisión de Justicia e Interior del Congreso de los Diputados por denun-
cias de la Coordinadora de Barrios de Madrid ante la inactividad policial en la cuestión
del tráfico ilícito de drogas, aseguraba como falsa la polémica que diferenciaba entre
pequeño y gran traficante, precisamente porque la acción policial debía abarcar todo el
tráfico ilegal y resaltaba la necesidad de luchar contra los pequeños traficantes «que son
los que dan una sensación de mayor inseguridad en los barrios de las poblaciones directa-
mente afectadas, que los ven de una manera cotidiana»190. De igual modo, el Ministro de
Sanidad y Consumo, al realizar el balance del primer año de aplicación del Plan Nacional
sobre Drogas, para justificar que la represión policial llegaba tanto al gran como al pe-
queño traficante dijo que el 5% de las detenciones condujeron al 95% de las cantidades
decomisadas y, consecuentemente, también efectuó la lectura inversa: con el 95% de las
detenciones sólo se logró el 5% de las cantidades decomisadas191. En la misma comparecen-
cia reconoció el gran aumento experimentado en medios materiales y humanos por los dife-
rentes Cuerpos y Fuerzas de Seguridad encargados de la represión del tráfico ilegal de drogas.
189
Se entendía por notoria importancia a partir de un kilogramo de hachís y entre 60 y 80 gramos de heroína
(Memoria del Fiscal General del Estado, Madrid, 1986, p. 175). Tras la celebración el 19 de octubre de 2001
de un Pleno no jurisdiccional de la Sala Penal del Tribunal Supremo, se han cambiado la cantidad de dosis
para la consideración de la agravante de notoria importancia (ÍÑIGO y RUÍZ DE ERENCHUN 2007),
cuestión ésta a la que haremos referencia en el Capítulo VIII.
190
Curiosamente, la víspera de la comparecencia del Ministro del Interior en la referida Comisión se dio en
Madrid, en palabras de BARRIONUEVO (1987:329) la «feliz coincidencia» de la incautación de unos sesenta
kilos de heroína, lo cual es presentado por el Ministro como «una muestra contundente de lo que es la acción
de la policía en la ciudad de Madrid».
191
Intervención de GARCIA VARGAS (1987:353) en la Comisión de Política Social y Empleo del Congreso
de los Diputados.
125
ñol, sino más bien un intento de presionar a estos dos Estados, con afirmaciones falsas o
ideologizadas, para armonizar sus legislaciones conforme a las políticas imperantes en la
comunidad internacional. Desde 1985, apenas transcurridos dos años de la reforma de
1983, el Gobierno ya tenía preparado un proyecto de reforma de la legislación en materia
de drogas ilegalizadas, que dispuso, en pocos meses, de varios borradores según iban
cambiando los criterios en determinados organismos internacionales, como por ejemplo
el Consejo de Europa. De esta manera, «el precio que paga España por entrar en Europa
es adecuar su legislación en estos terrenos»197.
Aunque, desde un sector de la sociedad se responsabilizó de la situación existente a la
reforma de 1983, LABARTA I FERRER (1987:2314) sostuvo que «no es el factor legis-
lativo el único al que cabe cargar con las culpas» porque, entre otras cuestiones, también
estuvieron presentes otros factores como la falta de centros para los tratamientos de las
personas consumidoras, las carencias de personal especializado, la ineficacia en el con-
trol de los puestos fronterizos o la corrupción a diferentes niveles de la Administración.
En este período histórico, entre las reformas del art. 344 Código penal de 1983 y 1988,
se hacía especial referencia al fenómeno que estaba ocurriendo como el problema de la
droga, o el problema droga. Presentar un determinado fenómeno como problema, supone
enmarcarlo en una perspectiva que «reclama un pronunciamiento ‘moral’ por parte del
ciudadano y más aún del científico» (PALLARÉS 1994:21, y 33-38). Para este autor, el
problema de la droga, tiene un significado claro de «priorizar ciertos aspectos de los usos
de drogas, generalizándolos de tal forma que el resto queda totalmente escondido y olvi-
dado. De manera que los referentes de lo que se entiende como ‘problema de la droga’
llegan a ‘construir’ lo que objetivamente sucede». A su juicio «el éxito de la prohibición
y de la concepción de las drogas en términos de problema», reside en la combinación de
aspectos reales y simbólicos capaces aglutinar «en el hecho de que lo que se define como
‘la droga’ y por su extensión los usuarios, son percibidos en términos de amenaza –real y
simbólica–». Concebir el uso de algunas drogas como problema, da pie a «mantener un
discurso ambivalente frente las sustancias y los usuarios, y las características que se les
refiere respecto a la sociedad», entre otras cuestiones, en lo relacionado con las políticas
de drogas, con su aplicación selectiva, con la utilidad médica o no de algunas sustancias,
y con la manipulación de los conceptos técnicos.
Este mismo autor, en otra ocasión (PALLARÉS 2003:138-139) ha señalado: «la pro-
hibición y su extensión en la ‘guerra contra las drogas’ o ‘el problema de la droga’ ha
capitalizado el discurso actual y de los últimos años sobre el fenómeno drogas, encu-
briendo y dificultando la aparición de otros posicionamientos y representaciones, que,
aunque existen, deben luchar contra el discurso oficial, el cual dificulta y rehúsa incluso
investigaciones cuando le son contrarias. En la práctica, implica priorizar ciertos aspectos
de los usos de drogas (dependencia, delincuencia, etc.) olvidando que algunos son conse-
cuencia de la misma prohibición y generalizándolos de manera que otras dimensiones
196
DÍEZ RIPOLLES, J.L.: «La política sobre drogas en España, a la luz de las tendencias internacionales.
Evolución reciente». Anuario de Derecho Penal, Tomo XL, Fasc. II, 1987, p. 361.
197
M. PAVARINI, Diario El Observador, 02/03/1991, p. 20.
128 Drogas, legislaciones y alternativas.
quedan olvidadas. En cierta manera, es como una autoprofecía que se cumple, el discurso
llega a ‘construir’ lo que en parte sucede, que debidamente difundido acaba justificando
y legitimando el estado de las cosas.
Sin ánimo de agotar el tema y para seguir avanzando, veamos algunas de las conse-
cuencias más importantes de la concepción de las ‘drogas como problema’:
* Percibir a los consumidores en términos de amenaza, pues son descritos como delin-
cuentes o enfermos, y una vez estigmatizados, son identificados estereotipadamente
con subculturas juveniles y delincuenciales, aumentando la alarma y la reacción social
hacia ellos.
* Mantener la ambivalencia respecto a la clasificación y penalización de las drogas en
legales e ilegales, y a la vez respecto a sus consumidores, puesto que no se basa en
criterios médicos ni científicos. Medicamentos ineficaces para ciertas dolencias susti-
tuyen a drogas (opiáceos, cannabis) que habían dado resultados positivos. Lo cual
favorece la difusión de las substancias legales que en muchos casos dejan de verse
como drogas, aunque algunos fármacos no logren desprenderse de cierta ambivalencia
que los aproxima a las drogas, y así sucede, como ha señalado SZASZ (1993:196),
que en EE.UU. los médicos no recetan las dosis adecuadas de analgésicos opiáceos en
casos de pacientes terminales, agónicos y con cáncer, y que las enfermeras tiendan a
administrar dosis una cuarta parte por debajo de lo recetado por los médicos.
* Legitima un mayor intervencionismo estatal sobre los individuos mediante políticas
de control, fundamentadas en criterios médicos y penales, pero utilizadas de manera
discriminatoria sobre diferentes poblaciones (principalmente jóvenes, marginados y
minorías), y en general trasmitiendo unos modelos de salud y de valores morales con-
cretos y muy relacionados con el puritanismo.
* Priorizar el problema de las drogas frente a otros problemas sociales, lo que implica
una redefinición de su importancia, y a la vez conseguir un consenso social en torno a
lo definido como ‘problema’.
* Encarecer los productos ilegales, lo cual influye en su pureza cuando llegan a la calle
y en su adulteración, así como en el tipo de sustancias disponibles en el mercado negro
y en las formas y prácticas de administración. Lo cual favorece la presencia y oferta de
sustancias con cualidades farmacológicas más potentes (heroína en lugar de opio, etc.),
y en algunos consumidores, vías de administración con mayor riesgo (endovenosa).
* Facilitar una cierta atracción hacia las drogas puesto que al aparecer cargadas de con-
notaciones más allá de lo farmacológico, su uso tiene una carga simbólica para los
consumidores, que les permite canalizar y expresar otros comportamientos y necesi-
dades.
* Mediatiza los servicios de asistencia y tratamiento en la atención de una serie de crisis
y problemas que, en muchos casos, más que comportamientos dependientes, son com-
portamientos sociales no aceptados que expresan o canalizan otros conflictos, llegán-
dose incluso a situaciones paradójicas como la actual, en que para evitar una sanción
administrativa dineraria, acuden a los centros jóvenes que no tienen ningún problema
sanitario ni dependiente por su relación con la sustancia.
129
* Hablar genéricamente del ‘problema droga’ favorece que todas las substancias sean
vistas de igual manera, con lo que tienden a desaparecer las diferencias farmacológicas
y de riesgos entre las distintas substancias».
En síntesis, PALLARÉS considera el problema de la droga como «un proceso de
‘construcción social’ de las drogas y sus usos, que se impone a la mayoría de la sociedad
llegando a incidir incluso en los discursos ‘científicos’ sobre la cuestión, y en los propios
usuarios». La política prohibicionista, la salud pública y lo ideológico, son los tres ele-
mentos que relacionándose vivamente entre ellos, «han servido de apoyo y configuran las
dimensiones y bases del ‘problema droga’», el cual, simultáneamente «ha legitimado
diferentes actuaciones que aunque desde la urgencia (por la magnitud del problema) han
tenido una validación política y científica».
No es de extrañar que en este período, «los políticos y administradores (legisladores,
jueces, etc.), como agentes institucionales de producción de sentido, van tomando con-
ciencia de la envergadura del fenómeno, no sólo como realidad empírica que salta a la
vista, sino como objeto del discurso –discurso político y electoral, discurso moral–,
manipulable y polisémico y, sobre todo, con importantes connotaciones irracionales, en
el sentido emocional-afectivo, motivacional y movilizador de energías sociales»
(RAMÍREZ GOICOECHEA 1993:57). ROMANÍ (2003:16-17) nos ofrece un «ángulo
de análisis» que puede ser de gran ayuda para comprender algunos de los significados
elementales de la droga en la sociedad española, desde los años ochenta hasta la actuali-
dad. A juicio de este autor, los discursos corporativos (tipo policial, jurídico, médico,
periodístico y de los profesionales del fenómeno social de las drogas) «forman parte de
las estrategias corporativas de reproducción y expansión de dichos sectores, que luchan
por imponer su hegemonía y la adopción por parte del Estado de su formulación del
problema. Esta lucha corporativa se da en el contexto de los procesos de transición polí-
tica de la dictadura a la democracia y la posterior consolidación institucional y, en este
sentido, dichos intereses corporativos forman parte de conflictos más generales, a través
de los cuales se ha ido definiendo un determinado modelo de sociedad. Un modelo de
sociedad democrática en el que las formas de control social también se han tendido que
redefinir y, en esta redefinición, ha jugado un papel destacado la construcción social del
problema de la droga, por su contribución a los reajustes entre mecanismo de control
social hard, que se irán dirigiendo hacia poblaciones específicas, y los soft, de carácter
más polivalente y con una progresiva mayor presencia en nuestra sociedad».
En este contexto, fue especialmente obsceno el proceso por el cual, las demandas de
personas que vivieron más cerca el sufrimiento derivado de lo que se denominaba el
problema droga, fueron «manipulada(s) e interpretada(s) en clave represiva y utilizada(s)
como argumento y coartada ideológica para aumentar las penas, manejando hábilmente
el fetiche de la ilusión represiva e ignorando las denuncias y mensajes más válidos de su
protesta: la corrupción policial generalizada por la política de prohibición y la injusta
discriminatoria persecución de los más débiles, situados en los escalones más explotados
del ciclo de la economía de la droga» (GONZÁLEZ ZORRILLA 1988:49).
130 Drogas, legislaciones y alternativas.
nes: a) aumento sostenido de la droga en España, y, por tanto, crecimiento del tráfico y el
consumo; b) mayor presión en los medios de comunicación en la vinculación de delitos
graves y violentos con personas consumidoras de este tipo de sustancias; c) presencia en
el estado español de responsables de organizaciones dedicadas al tráfico de estupefacien-
tes; d) fomento de un discurso donde se enfatizaba que la reforma de 1983 había incidido
negativamente en la denominada inseguridad ciudadana y, consecuencia de dicho discur-
so el Gobierno recibe fuertes críticas dentro y fuera del país; e) cambios relevantes produ-
cidos en las reformas legislativas realizadas en el derecho comparado. Todos estos aspec-
tos empujan al Gobierno «a abordar no exclusivamente la reforma penal del tráfico de
drogas, sino a crear un proyecto político en el que de manera globalizadota se traten los
problemas preventivos, los problemas asistenciales, los problemas de tratamiento, pero
en el que también se proceda a incrementar el rigor legislativo a fin de reducir la presen-
cia de este tipo de conductas delictivas en nuestro territorio».
No obstante, DÍEZ RIPOLLÉS (1989:54-57) recoge los dos «factores fundamenta-
les» que, a su juicio, explican la reforma y con los cuales, en gran medida, nos identifica-
mos: (…) un afán de granjearse la aprobación internacional tras un período en que la
política española sobre drogas, debido especialmente a ciertos equívocos, había sufrido
fuertes reproches en diversos foros internaciones, y (…) un segundo factor ha sido la
incapacidad para atender a las demandas de acción por parte de la opinión pública espa-
ñola de un modo coherente199, falto de oportunismo: ha sido más rentable a corto plazo
interpretar las demanda sociales predominantemente en clave represiva, que intensificar
los esfuerzos preventivos o asistenciales, o crear un verdadero sistema de sustitutivos
penales para los delincuentes drogodependientes, por no citar la ausencia de todo intento
de suscitar en la sociedad el debate sobre alternativas al continuo incremento de la repre-
sión, o de informar contrastadamente sobre la exagerada creencia en la conexión entre
drogas y seguridad ciudadana».
Las características fundamentales de la Ley Orgánica 1/1988 de 24 de marzo fueron:
En el tipo básico200 se produce un cambio sustancial con respecto a la Reforma del 83,
donde estaba perfectamente delimitado dicho tipo penal. Desde la Ley Orgánica 1/1988
de 24 de marzo, con la expresión «o de otro modo promuevan, favorezcan o faciliten el
consumo ilegal...», se produce una ampliación desmesurada de las conductas prohibidas,
y se llega a penalizar cualquier mínima aportación respecto al consumo. Tanto la dona-
ción como la invitación al consumo entran –sin tener que estar incluidas–, dentro del
199
Si bien es cierto que hubo una demanda social donde se exigía mayores sanciones, no es menos cierto que
también hubo una significativa demanda social, no recogida en la reforma, partidaria de no condenar al
drogodependiente que roba para conseguir su dosis (62,2%) y de no ingresar en prisión a un drogodependiente
sino, de «ser sometido a tratamiento en centro especializado» (98%) (BELLOCH 1988:88-89).
200
El art. 344 Cp., en el punto primero dice: «Los que ejecuten actos de cultivo, elaboración o tráfico, o de
otro modo promuevan, favorezcan o faciliten el consumo ilegal de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias
psicotrópicas, o las posean con aquellos fines, serán castigados con la pena de prisión menor en su grado
medio a prisión mayor en su grado mínimo y multa de un millón a cien millones de pesetas si se tratare de
sustancias o productos que causen grave daño a la salud, y de arresto mayor en su grado máximo a prisión
menor en su grado medio y multa de quinientas mil a cincuenta millones de pesetas en los demás casos».
132 Drogas, legislaciones y alternativas.
a penas de privación de libertad. Sin embargo, por las condiciones impuestas para su
aplicación208, no sólo no resultaba demasiado generosa, sino más bien «puede llegar a
convertirse en un obstáculo añadido a la concesión de la remisión condicional»
(LANDROVE DÍAZ 1989:759)209. DÍEZ RIPOLLÉS (1989:112-113) recuerda que este
artículo «ha suscitado reacciones muy contrapuestas», entre quienes han sido promotores
del mismo, entre los que se encuentra CASAS (1988) y, entre la totalidad de la doctrina y
un importante sector parlamentario [que lo] han cogido muy críticamente».
Por la reforma de este artículo, se le ha tachado al legislador de «cicatero» (BOIX
REIG 1988:336) y, en la misma línea, DE LA CUESTA (1989:232) cree que la reforma
del art. 93 bis, es «completamente insuficiente» porque «no sirve para resolver frecuentes
situaciones en las que la drogodependencia del sujeto se produce con posterioridad a la
comisión del delito por el sujeto, el cual, no obstante, se encuentra en esa situación cuan-
do es presentado para su enjuiciamiento» y, además, «el art. 93 bis sólo opera en el mo-
mento de la condena, pero ¿qué sucede hasta entonces?». Este autor, tras poner de mani-
fiesto el largo período de tiempo que transcurre desde la comisión del hecho hasta el fallo
de la sentencia, se muestra partidario de una reforma de la legislación –procesal, penal y
penitenciaria– para una mayor flexibilización de la regulación vigente, en coherencia con
el derecho comparado, para poder dar respuesta a los problemas de las personas que
cometen delitos por su adicción.
A los cuatro años de la entrada en vigor del artículo 93 bis, desde la Fiscalía se escu-
chaban serias quejas por su «escasísima aplicación»210. Un año antes, el fiscal ZARAGO-
ZA, en virtud de los datos que disponía sobre su aplicación sentenciaba que «es absoluta-
mente desolador. Aparte de las propias limitaciones que tiene en sí ese precepto, se ha
aplicado exclusivamente en unas diez o doce provincias de España, con un total de 76
casos en el año 88, de los cuales 51 han sido en una provincia. Es la única en la que se ha
producido cierto juego»211.
En el ámbito procesal, la presente reforma se consumó con la instauración de la Fisca-
lía Especial para la Prevención y Represión del Tráfico Ilegal de drogas quien rápidamen-
te puso de manifiesto «las insuficiencias de la regulación española respecto de la Conven-
ción de Viena, aprobada el mismo año, y demandó una nueva reforma del Código Penal y
de la legislación procesal, fundamentalmente con objeto de incriminar el blanqueo y el
tráfico de precursores» (DE LA CUESTA 1998:90-91).
208
Fueron tres las condiciones para poderse beneficiar de la remisión condicional: 1ª que quede probada en
la sentencia la dependencia del individuo y que el acto delictivo fue motivado por esa situación; 2ª Certificación
por centro homologado de la deshabituación o sometimiento a tratamiento; 3ª Que no reincida ni haya gozado
de la remisión condicional.
209
Este mismo autor indica cómo la propia Fiscalía especial para la prevención y represión del tráfico ilegal,
puso en interrogante la posibilidad práctica del art. 93 bis del Código penal.
210
«La Fiscalía antidroga reprocha al Gobierno la falta de medios para perseguir el blanqueo de dinero». El
País, 14/02/1992, 16.
211
Tras la intervención de Carlos GONZÁLEZ ZORRILLA, esta publicación recoge el debate producido. La
cita, es fruto de la intervención de Javier ZARAGOZA en dicho debate y, se recoge en: GONZALEZ
ZORRILLA, C. (1991): «Drogas y Perspectiva Antiprohibicionista». En ¿Legalizar las drogas? Criterios
Técnicos para el Debate. Madrid: Popular, 181.
134 Drogas, legislaciones y alternativas.
En un contexto donde «no caben imprevisiones ni lecturas inocentes», este autor sostiene
que «el objetivo complementario de la reforma (…), ha sido impedir la suavidad detecta-
da en cierta jurisprudencia que no se corresponde con los nuevos tiempos. Había que
impedir decisiones peligrosas de algunos Tribunales. Para ello se cierra el círculo de la
criminalización de manera expresa. Incluyendo conductas y formas de participación ex-
pulsadas fuera del campo de la prohibición penal por vía de cierta praxis judicial. Hacien-
do imposible, cuando menos muy difícil, las libertades provisionales, que tanto desmora-
lizan y escandalizan a los aparatos policiales. Salir al paso, en definitiva, a las posturas
más radicalmente garantistas que se manifiestan, en este como en otros muchos temas, en
el seno de la Magistratura, sentidas como barreras a rebasar en la ardua guerra contra la
droga, cuyas premisas exigen duras y ejemplares condenas sobre todos y cualquiera de
los ejemplares de la fauna que vive en el mundo del mercado clandestino sin distinción».
De igual modo, BELLOCH (1988:88-89) criticaba el proyecto de reforma, entre otras
cuestiones, porque «no ofrece a los jueces medios reales para hacer posibles [determina-
das] demandas sociales», relacionadas con el no ingreso en prisión y propuesta de otro
tipo de sanciones para personas drogodependientes.
La crítica a esta reforma no ha venido sólo del ámbito doctrinal y judicial, sino tam-
bién desde otros lugares. Por ejemplo, para ESCOHOTADO (1998:317-319), el caso
español «es realmente ilustrativo» del «vaivén de las normas, y la nueva corrupción».
Tras recordar la postura de importantes dirigentes del PSOE respecto al cannabis, cuando
este partido estaba en la oposición, este autor sostiene que la reforma de 1988 respondió
a un «móvil puramente electoralista» para responder, de un lado, a las críticas que recibía
de la derecha donde se vinculaba la inseguridad ciudadana con la permisibilidad de la
reforma de 1983 y, de otro, a las demandas de la embajada norteamericana. «Con unas
Cortes dominadas por el electoralismo (…), el Gobierno dijo que con la reforma cumplía
las peticiones de mayor ‘eficacia’. En ningún momento entendió que las gentes podían
estar pidiendo menos corrupción policial, y que acabara la política de represión selectiva,
con casos tan flagrantes de cohecho judicial como la excarcelación del mafioso Bardellino».
Para finalizar este apartado, es oportuno traer a colación las reflexiones realizadas por
TORÍO (1989:936) sobre el tratamiento jurídico penal del tráfico y consumo de drogas
que «debería encontrarse a la altura de los tiempos y no incurrir en extremismos unilate-
rales», aunque, como él mismo reconoce, «esto supondría, en primer lugar, huir de imá-
genes excesivamente simples y atender a todos los planos significativos. En este sentido,
sería preciso contar con información criminológica suficiente, tanto en lo que se refiere a
los aspectos psicológicos y sociológicos más coherentes para la comprensión del fenóme-
no del tráfico y del consumo. En la discusión española no se atiende, a nuestro juicio, a
ninguna de estas exigencias. La discusión presenta un marcado acento ideológico –como
sucedió anteriormente en el debate del aborto y de los delitos socio económicos».
/... contrarias a la ley, etc. Tras estas reflexiones, llega a la siguiente conclusión: «estamos asistiendo, de
modo flagrante, a una insostenible degradación de las garantías del proceso penal que vaticina la confirmación
de un Derecho procesal-penal ilegítimo.
136 Drogas, legislaciones y alternativas.
214
Para una mayor profundización en la Ley Orgánica 8/1992, v.: BOIX REIG, J. (1993) «Delitos relativos a
drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas». DE LA CUESTA, J.L. (1998): «La política criminal
en materia de drogas en España, tras el nuevo código penal». DÍEZ RIPOLLÉS, J.L. (1995): «El blanqueo de
capitales procedentes del tráfico de drogas. La recepción de la legislación internacional en el ordenamiento
penal español». RODRIGUEZ DEVESA y SERRANO GOMEZ (1994), Derecho Penal Español. parte
especial.
215
Son los siguientes:
8º Cuando el culpable participe en otras actividades delictivas organizadas.
9º Cuando el culpable participare en otras actividades ilícitas cuya ejecución se vea facilitada para la comisión
del delito.
10º Cuando los hechos descritos en el Artículo 344 fueren realizados mediante menores de 16 años o
utilizándolos.
Los dos primeros son criticados por RODRIGUEZ DEVESA y SERRANO GOMEZ por la inseguridad
jurídica que producen, op. cit. pp. 1080 y 1081.
137
nueva redacción del art. 344 bis e), referente al comiso, y se agregaron otras figuras
dentro del propio art. 344 Código penal, como el tráfico de precursores, y otras en la Ley
de Enjuiciamiento Criminal, como es la circulación o entrega vigilada de drogas.
La presente reforma también ha recibido duras críticas por parte de un sector de la
doctrina porque, tras escasos cuatro años de la anterior reforma, donde teóricamente tam-
bién se afrontaban estas cuestiones, no se afrontaron de manera correcta. Para DÍEZ
RIPOLLÉS (1995:170-173), esta reforma «responde a un significativo cambio de la po-
lítica criminal española respecto a las demandas internacionales en materia de tráfico de
drogas» donde «ya no se trata de asumir sin reservas las propuestas internacionales, sino
de una absoluta renuncia a cualquier a cualquier intento utilizar los concepto jurídicos
propios». Este autor llega a afirmar «que la legislación penal sobre blanqueo de capitales
surgida en 1992 es una legislación colonial», que ocasiona tres consecuencias: una pri-
mera, la introducción en el ordenamiento jurídico español preceptos muy imperfectos
técnicamente; una segunda: una copia inadecuada de los textos internacionales, con cla-
ras repercusiones negativas en el ordenamiento interno; y c) la fidelidad a la citada Con-
vención y Directiva, únicamente se fractura de manera consciente para ampliar las san-
ciones, por ejemplo en las conductas imprudentes del denominado blanqueo de dinero
(art. 33 bis h).3, más allá de lo propuesto por la Convención del Consejo de Europa. En
resumen, nos encontramos ante una reforma «que ha supuesto la creación de un auténtico
galimatías jurídico» que «ni siquiera ha conseguido atender a todos los requerimientos de
los instrumentos internacionales, como era el confesado propósito del legislador (DÍEZ
RIPOLLÉS 1995:180-181).
Aunque no es una reforma en el ámbito penal, sino en el administrativo, el mes de
febrero de 1992, se aprobó la Ley Orgánica 1/1992, sobre la Protección de la Seguridad
ciudadana, donde, entre otras cuestiones, se consideran infracciones graves contra la
seguridad ciudadana: a) el consumo en lugares, vías, establecimientos o transportes pú-
blicos (art. 25.1) de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas; b) la tole-
rancia del consumo ilegal de las sustancias citadas, en locales o establecimientos públicos
o la falta de diligencia en orden a impedirlos por parte de los propietarios, administrado-
res o encargados de los mismos (art. 23. h); c) la tenencia ilícita, aunque no estuviera
destinada al tráfico de estas sustancias (art. 25. l).
La sanción por este tipo de infracciones graves contra la seguridad ciudadana, puede
oscilar entre los 300,5 y los 6.010 euros. Según el art. 28.2 de esta ley, las infracciones
previstas en el art. 25, podrán ser sancionadas, además, con la suspensión del permiso de
conducir de vehículos de motor hasta tres meses y con la retirada del permiso o licencia
de armas, procediéndose desde luego, a la incautación de las sustancias. El art. 25.2,
prevé la posibilidad de suspender las sanciones impuestas «si el infractor se somete a un
tratamiento de deshabituación en un centro o servicio debidamente acreditado, en la for-
ma y por el tiempo que reglamentariamente se determine». La terminología empleada se
somete, es especialmente reveladora porque no sólo significa hacer que alguien reciba o
soporte cierta acción, sino también humillar a una persona, o subordinar un juicio o una
decisión a la de otras personas. Muchas de las personas sometidas a tratamiento por tener
138 Drogas, legislaciones y alternativas.
vigor del actual Código penal, respecto a los delitos que venimos analizando, las penas de
prisión aumentaron considerablemente en relación con el Código penal anterior. En el
tipo básico, de uno a tres años para las sustancias que no causen grave daño a la salud y,
de tres a nueve años en caso de que causen grave daño a la salud. La pena fue incrementada
considerablemente si tiene un agravante de primer grado (de tres años a cuatro años y
medio, en sustancias que no causen grave daño a la salud y de nueve a trece años, en los
demás casos). En los supuestos de agravantes de segundo grado, la pena puede llegar a
superar, en caso de drogas que causen grave daño a la salud, los veinte años. Si al aumen-
to de las penas de prisión por este tipo de delitos, le añadimos la imposibilidad de dismi-
nuir el tiempo de cumplimiento de prisión efectiva como se venía realizando con el Códi-
go penal anterior (bien a través de redenciones de pena por trabajo o por otro tipo de
beneficios penitenciarios [MUÑAGORRI 1996:105-108]), se observa con claridad la «ra-
tificación del impulso represivo» de la política criminal sobre el tráfico ilícito de estas
sustancias (VALLE MUÑÍZ, FERNÁNDEZ PALMA 1996: 1013).
Entre las novedades del Código penal de 1995 se encontraban las pautas utilizadas
para establecer la pena de multa que aparece recogido en el art. 377 Código penal. A
diferencia del Código penal anterior, donde los límites del importe de multa estaban deta-
llados por ley, con esta reforma, según sea el tipo (básico, agravación de primer grado,
agravación de segundo grado), el valor final del producto podría multiplicarse desde el
doble hasta seis veces más221. Se puede llegar a unas cantidades desproporcionadas, sobre
todo, si tenemos en cuenta que la pena de multa se puede aplicar conjuntamente con la
pena de comiso.
Una de las novedades del Código penal actual es la creación de la eximente por intoxi-
cación tanto de drogas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas como por la toma de
bebidas alcohólicas en el momento de cometer la infracción. La eximente puede ser com-
pleta (art. 20.2 Código penal)222, o incompleta (art. 21.1ª y 2ª Código penal)223, se requie-
re, para la exención de la responsabilidad criminal, el que no se haya buscado la intoxica-
ción, o no se hubiere previsto o podido prever, con la intención de realizar la infracción
penal.
220
Mantiene, según el art. 370 Código penal, los mismos casos recogidos en el art. 369 Código penal, cuando
las conductas sean de extrema gravedad (expresión de fuerte carácter valorativo, muy criticada por la doctrina,
como hemos señalado al analizar las reformas anteriores) o cuando se trate de jefes, administradores o
encargados de organizaciones que tuvieren por finalidad difundir este tipo de sustancias ilegalizadas.
221
Con la reforma del año 2003, las multas podrían llegar al cuádruplo.
222
Según el art. 20.2 Código penal, «está exento de responsabilidad penal, el que a tiempo de cometer la
infracción penal se halle en estado de intoxicación plena por el consumo de bebidas alcohólicas, drogas
tóxicas, estupefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan efectos análogos, siempre que no
haya sido buscado con el propósito de cometerla o no se hubiese previsto o debido prever su comisión, o se
halle bajo la influencia de un síndrome de abstinencia, a causa de su dependencia a tales sustancias, que le
impida comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión».
223
En virtud del art. 21.1 y 2, son circunstancias atenuantes: «1ª Las causas expresadas en el capítulo anterior,
cuando no concurrieren todos los requisitos necesarios para eximir de responsabilidad en sus respectivos
casos. 2ª La de actuar el culpable a causa de su grave adicción a las sustancias mencionadas en el número 2º
del artículo anterior».
140 Drogas, legislaciones y alternativas.
Igualmente se encuentra entre las novedades del presente Código penal, la atenuación
por delación (art. 376 Código penal), ya introducida anteriormente para los delitos de
terrorismo. El Código penal vigente confirma que la respuesta administrada a ambos
delitos es bastante parecida, no solamente respecto a la delación sino al desmesurado
espectro de conductas que se incluyen en cada uno de los tipos penales, la extremada
dureza de la penalidad soportada, y también por las excepcionales ventajas de las que
pueden llegar a gozar. El art. 376 Código penal permite al tribunal imponer la pena infe-
rior en uno o dos grados en delitos contra la salud pública cuando la persona, además de
confesar a las autoridades la infracción, colabora con la policía para impedir la comisión
de un delito o descubre los autores de un delito. En estas condiciones no es de extrañar
que VALLE MUÑIZ y FERNÁNDEZ PALMA (1996:1033), concluyan que la atenua-
ción por delación «ni es tan privilegiada, ni de tan ‘fácil’ acceso».
Para hacer frente al denominado blanqueo de dinero procedente del tráfico ilícito de
drogas, en el art. 374 Código penal, se contempla el comiso de cualquier tipo de bien que
haya servido de instrumento en la comisión de delitos relacionados con este tipo de tráfi-
co ilegal, siempre y cuando no pertenezcan a un tercero de buena fe.
La suspensión de la ejecución de la pena de prisión para personas drogodependientes
está presente por medio del art. 87 Código penal. Tras las fuertes críticas recibidas por el
art. 93 bis del Código penal antiguo, ya señaladas al mencionar las características de la
reforma de 1988, las del art. 87 Código penal actual, no lo fueron tan estrictas: permitía
suspender la ejecución de las penas no superiores a tres años (en la actualidad, tras la
reforma de 2003, se ha ampliado a cinco años), siempre que se certificara suficientemente
que la persona condenada se encontrara deshabituada o sometida a tratamiento. La reinci-
dencia o existencia de antecedentes penales no limita la aplicación de este artículo.
La introducción de medidas de seguridad para personas que se encuentren en estado
de intoxicación plena por el consumo de drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias psico-
trópicas o bebidas alcohólicas (art. 20.2 Código penal) es considerada como otra de las
novedades del Código penal, junto a la posible aplicación de las mismas en los supuestos
de eximente incompleta (art. 104 Código penal). El art. 102 Código penal prevé para
estos casos la medida de internamiento en un centro de deshabituación público o privado
debidamente acreditado. El tiempo de internamiento en ningún caso superará el tiempo
que hubiera durado la pena privativa de libertad. En el art. 103 se da la potestad al juez o
tribunal, durante la ejecución de la sentencia, de decretar el cese de cualquier medida de
seguridad, de sustituir una medida por otra o el dejar en suspenso la ejecución de la
medida en atención al resultado obtenido.
El presente Código penal, bautizado por algunos sectores como Código penal de la
democracia, detenta muy poco de democrático a la hora de regular las diferentes acciones
relacionadas con este tipo de sustancias.
141
armas para cometer este tipo de delitos; por otro, en virtud del nº 10, se prohíbe introducir
o sacar ilegalmente este tipo de sustancias de España, o favorecer dichos actos. Mediante
el segundo apartado de este mismo art., prevé, para los supuestos comprendidos en las
circunstancias 2ª (pertenecer a organización o asociación con finalidad de difundir tales
sustancias o productos, aunque sea de modo ocasional), 3ª (participar en otras actividades
organizadas o cuya ejecución se vea facilitada por la comisión del delito), y 4ª (los hechos
fueran realizados en establecimientos abiertos al público por los responsables o emplea-
dos de los mismos) del apartado anterior «la posibilidad de imponer a la organización,
asociación o al titular del establecimiento una multa del tanto al triplo del valor de la
droga, el comiso y alguna consecuencia accesoria, incluida la pérdida de beneficios fisca-
les o de la seguridad social» (MUÑOZ CONDE 2009:622).
Respecto a las modificaciones realizadas en la cualificación especial del art. 370 Có-
digo penal –donde se posibilita el aumento de las penas del art. 368 Código penal en uno
o dos grados–, éstas pueden sintetizarse en: a) utilización de menores de edad, o de dismi-
nuidos psíquicos para la comisión de este tipo de delitos225; b) ser jefe, administrador o
encargado de las organizaciones a las que se refieren las circunstancias 2ª (pertenecer a
organización o asociación con finalidad de difundir tales sustancias o productos, aunque
sea de modo ocasional) y 3ª (participar en otras actividades organizadas o cuya ejecución
se vea facilitada por la comisión del delito) del art. 369.1 Código penal; c) las conductas
descritas en el art. 368 Código penal, fueran de extrema gravedad. A juicio de ORTS
(2008:576) «gracias a la ley orgánica 15/2003, se han concretado los supuestos de extre-
ma gravedad, pero no del todo, pues en particular el referido a que la cantidad de droga
‘excediere notablemente de la considerada como de notoria importancia’, adolece de una
agravada, podríamos decir, falta de determinación, pues si ya es indeterminada la notoria
importancia para fundar la agravación del art. 369.6ª, mucho más lo es la del 370, que
requiere la previa fijación de la ‘notoria importancia’, para sobre ella construir el exceso
notable».
Aunque esta «reforma del año 2003 ‘mejora técnicamente’ lo relacionado con este
tipo de delitos, al modificar su descripción, la determinación de los distintos supuestos
agravados y atenuados, con sus correspondientes consecuencias en la pena, y la amplia-
ción del alcance de la figura del comiso» (MORANT 2005:70), conviene no perder de
vista, como recoge SUBIJANA (2004:66), que «la Ley Orgáni-ca 15/2003 ratifica la
línea político-criminal partidaria de la criminalización del contexto criminógeno que flu-
ye en torno al narcotráfico. Puede sostenerse, por lo tanto, que constituye una continua-
ción de los paradigmas jurídico penales introducidos por la reforma operada con Ley
Orgánica 1/1988 de 24 de marzo, corroborados por la modificación introducida por la
Ley Orgánica 8/1992, de 23 de diciembre, y consolidados en el Código Penal de 1995».
225
Con anterioridad a la reforma de 2003, la utilización de menores –hasta 16 años– era considerada una
agravante de primer grado, en el antiguo art. 369 Código penal
143
226
También se experimentan modificaciones en el art. 369 Código penal (se suprimen las circunstancias 2ª y
10ª del apartado 1, se suprime el apartado 2, y se añade el art. 369 bis) y en el art. 370 Código penal (se
modifica el ordinal 2º y el párrafo segundo del ordinal 3º).
227
Hasta esta reforma, el mínimo coincidía (3 años), pero el máximo se ampliaba hasta los 9 años.
144 Drogas, legislaciones y alternativas.
Conclusiones
* En un período inferior a tres lustros se han producido cuatro reformas del Código
penal –reforma de 1983, reforma de 1988, reforma de 1992 y nuevo Código penal de
1995– relacionados con los delitos del tráfico ilegal de las denominadas sustancias
estupefacientes, todas ellas con un parlamento donde el Grupo Socialista tenía la ma-
yoría y el presidente del gobierno era miembro del PSOE. De igual modo, en el año
1992, entró en vigor la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana, de
ámbito administrativo donde, entre otros aspectos, sanciona administrativamente el
consumo y la mera tenencia de este tipo de sustancias en público. En el año 2003, esta
vez con mayoría en las cámaras del Grupo Popular y con un gobierno presidido por el
presidente del Partido Popular, se volvió a realizar una reforma amplia del Código
penal que también afectó al fenómeno que venimos analizando. Recientemente, en el
año 2010, se ha aprobado una nueva reforma. Estos continuos cambios evidencian, no
sólo un fracaso de la política criminal de cara al fenómeno social de las drogas
–respecto a la disminución de la oferta y la demanda–, sino también la reiterada insis-
tencia de optar por una política criminal donde el Derecho penal, se ha convertido en
su principal protagonista, capaz de condicionar –cuando no frustrar– otros aspectos
básicos como la prevención y las políticas sociales.
* Hasta la reforma de 1983, la legislación estatal en materia de tráfico ilícito de este tipo
de sustancias criminalizaba la mayoría de los comportamientos relacionados con este
fenómeno, disponía de una cláusula de incriminación abierta «de otro modo promue-
van, favorezcan o faciliten el uso» –expresión que, como se ha reiterado, se mantiene
actualmente– y, también permitía y la actual legislación permite, salvo interpretacio-
nes restrictivas, un fuerte arbitrio judicial. Todas estas cuestiones afectaban directa-
mente al principio de seguridad jurídica que debe estar presente en la legislación pe-
nal. Desde amplios sectores, se solicitó reiteradamente, cambios sustanciales.
* La reforma del año 1983 fue necesaria para adecuar a la realidad social el Código
penal en la cuestión del tráfico ilícito de drogas. Con esta reforma se consiguió una
restricción más correcta de las conductas prohibidas, diferenciación entre sustancias
que causen grave daño a la salud y las que no, concreción legal de los agravantes, y la
agregación de los psicotrópicos como objeto material del delito. Estos aspectos favo-
recieron, en gran medida, a la limitación del arbitrio judicial existente hasta esta refor-
ma. Sin embargo, otras cuestiones quedaron sin resolver (no distinguir entre posesión
para consumo o para tráfico, no se dieron criterios para distinguir el riesgo de grave
daño a la salud, utilización de conceptos indeterminados [notoria importancia, extre-
ma gravedad], y la relación de este tipo de delitos con los de contrabando), o no se
afrontaron (el denominado blanqueo de dinero proveniente de este tipo de delitos).
* La corta duración de esta reforma, menos de cinco años, imposibilitó una adecuada
evaluación de su eficacia respecto a los objetivos propuestos.
* Tras los cambios acontecidos en la transición política, en un contexto de recesión
económica, la década de los años ochenta es un claro ejemplo de la construcción so-
145
cial del denominado problema droga, entendido éste –según se ha recogido en la ex-
posición– como un proceso de priorización de determinados aspectos de los usos de
drogas, llegándose a generalizar de tal manera que las demás cuestiones quedan prác-
ticamente escondidas y olvidadas. Desde esta perspectiva, la interacción activa entre
política prohibicionista, la denominada salud pública, y lo ideológico, ha dado lugar al
sostenimiento de un discurso ambivalente, de cara a las sustancias y a las personas
usuarias de drogas, y las características que se les refiere en relación a la sociedad,
entre otras cuestiones, en lo relacionado con las políticas de drogas, con su aplicación
selectiva, con la utilización médica o no de algunas sustancias y, también, con la ma-
nipulación de los conceptos técnicos.
1. Pese a los serios problemas de salud relacionados con los consumos de algunas
drogas (alcohol, tabaco,…), desde diversos espacios –parlamentario, medios de
comunicación,…– se sobredimensionaron los efectos de los consumos y de las
consecuencias sobre la salud de las sustancias denominadas estupefacientes (sobre
todo lo relacionado con los derivados de opiáceos y –en menor medida- con los
derivados del cannabis).
2. Se llevó a cabo una rápida y directa equiparación entre droga e inseguridad ciudada-
na, donde el término droga básicamente englobaba a las sustancias denominadas ile-
gales y, donde no se distinguía entre problemas de inseguridad ciudadana creados por
el consumo de este tipo de sustancias, de los problemas creados por la actual polí-
tica prohibicionista, y de los derivados de la diversidad de problemas sociales.
3. Entre un sector de los políticos y de los medios de comunicación conservadores, se
interpretó la reforma de 1983, en clave de legalización de la droga, cuestión no
cierta, pero que sirvió para exigir mayores sanciones en relación a este tipo de delitos.
4. Las demandas de un sector de la población que vivió más de cerca el sufrimiento
del denominado problema droga, fueron manipuladas e interpretadas en clave de
populismo punitivo, para aumentar las sanciones por estos delitos
* La construcción de esta realidad, se basó en la ausencia de datos fiables, en la proyección
de una imagen social muy sesgada del fenómeno (donde primó el deseo de agradar a
organismos internacionales en la materia, a Estados Unidos –y a otros países de Euro-
pa–, además de un interés electoralista), y en la proliferación de discursos y prácticas
empleados en diversos ámbitos –policial, judicial, de la salud, de los medios de comunica-
ción y de los profesionales del fenómeno social de las drogas–, que sirvieron para impo-
ner criterios de resolución de problemas sociales, donde los aspectos represivos –
sobre todo hacia un sector de personas vulnerables– primaron sobre los de salud pública.
* Es en este contexto donde se fragua el consenso para la creación del Plan Nacional sobre
Drogas. Un consenso donde –además de afrontar aspectos preventivos, asistenciales y de
inserción de personas drogodependientes–, también se incluye el aumento de las penas en
este tipo de delitos. El Plan Nacional sobre Drogas fue el instrumento donde se asenta-
ron los criterios de actuación, basados en las exigencias del marco prohibicionista de
los Convenios Internacionales. Dicho Plan también fue el germen de una política mu-
cho más dura en materia de control social hacia consumidores y pequeños traficantes.
146 Drogas, legislaciones y alternativas.
PARTE SEGUNDA
Desde que fueron falladas las sentencias analizadas llevan, entre veinte y treinta años,
formando parte de los voluminosos Libros de Sentencias de la Audiencia Provincial de
San Sebastián. Estos documentos jurídicos son una porción de la historia, lejana y cerca-
na a la vez, de la manera de perseguir los delitos contra el tráfico ilícito de algunas drogas.
Por medio de la presente investigación salen a la luz, no de una en una, sino en su totali-
dad, en la suma de cada una de ellas. Aunque, como hemos mencionado en la metodolo-
gía, la sentencia penal tiene una estructura propia, cada una de las 430 sentencias que
componen el corpus analizado, es un documento único, es decir, se enmarca dentro de
una estructura común, donde diferentes combinaciones de personajes, hechos, argumen-
taciones y fallos, hacen que cada documento tenga sus propias peculiaridades. Sin embar-
go, es en la repetición donde se pueden captar «otras formas de regularidad, otros tipos de
conexiones. Relaciones de unos enunciados con otros (…), relaciones entre grupos de
enunciados así establecidos (…), relaciones entre enunciados o grupos de enunciados y
acontecimientos de un orden completamente distinto (técnico, económico, social, políti-
co). Hacer aparecer en su pureza el espacio en el que se despliegan los acontecimientos
discursivos no el tratar de restablecerlo en un aislamiento que no se podría superar; no es
encerrarlo sobre sí mismo; es hacerse libre para describir en él y fuera de él juegos de
relaciones». (FOUCAULT 1995:46-47). El análisis de los discursos de las sentencias nos
permite estudiar un tipo de prácticas sociales –las prácticas judiciales– en relación al
fenómeno del tráfico ilegal de drogas. Estas prácticas judiciales permiten «localizar la
emergencia de nuevas formas de subjetividad» (FOUCAULT 1991: 16-17).
Antes de adentrarnos en la (re)construcción de los discursos presentes en las senten-
cias, es preciso hacer referencia a los personajes de la enunciación, algunos de los cuales
forman parte de la Judicatura, del Ministerio Fiscal y de la Abogacía, es decir, del
«subsistema de actuación del derecho penal» que forma parte de los «agentes operativos
en la construcción de la criminalidad» (TORÍO 1989: 938-939). Este mismo autor remarca
la importancia que tienen los Tribunales a la hora de redefinir determinados tipos penales
caracterizados por proporcionar imágenes excesivamente abstractas del comportamiento
delictivo. Otros personajes de la enunciación son la policía, las personas acusadas de
cometer delitos contra la salud pública, y, en menor medida, los testigos, la acusación
particular, los peritos, etc.
Por medio de la (re)construcción de los discursos de las sentencias nos aproximamos
a la justicia penal «y al papel que ésta puede desempeñar en los procesos de criminalización
y en la definición institucional de la delincuencia» (BERISTAIN et al. 1983:124). Al
mismo tiempo, es una buena oportunidad para comprobar si realmente, en los delitos
relacionados con el tráfico ilícito de drogas «la sentencia judicial, y especialmente la
150 Drogas, legislaciones y alternativas.
228
Las sentencias donde no aparece citado el Tribunal que las falló, se refieren a las sentencias falladas por la
Audiencia Provincial de San Sebastián, recogidas por el autor de los libros de sentencias de la Audiencia
Provincial de San Sebastián.
229
En los delitos relacionados con la salud pública, si exceptuamos las escasas sentencias donde se persona
algún ayuntamiento como acusación particular, la inmensa mayoría de los casos están mediatizados por la
acusación policial.
230
En parecidos términos se hace referencia a la verdad judicial en la sentencia 539/88: «(… es la verdad
judicial objetivada en el resultado de hechos probados y fijada por el Tribunal tras la constatación de prueba
de cargo y de su valoración. Verdad judicial que lejos de parecer como un simple acto de volición del
Tribunal ayuno de prueba, debe aparecer fundada en el cuerpo de la resolución judicial; no interesa y más
aún es incompatible con el modelo constitucional del proceso penal de un Estado de Derecho la intuición o
creencia del Tribunal en la existencia de un determinado relato criminal o en la intervención que en él
hubiera podido tener una persona si ese juicio de certeza no aparece fundado en prueba de cargo en el sentido
ya expuesto en el anterior fundamento y en su superior credibilidad frente a las de descargo. De otro modo se
retrocedería a sistemas de enjuiciamiento inquisitorial incompatibles con nuestra realidad jurídica». Los
mismos argumentos se aportan en la sentencia 320/89.
151
V
Personajes de la enunciación
hipótesis y asimismo deben explicarse los razonamientos valorativos del derecho aplica-
do para justificar el modelo de interpretación operativa de la norma efectuada; dicho de
otro modo, el deber de la fundamentación exige la motivación de los aspectos fácticos y
jurídicos de la sentencia de una manera individualizada, de suerte que el fallo aparezca
como la conclusión final de la valoración e interpretación crítica de los hechos y del
derecho aplicado por el Tribunal. Solo así, la sentencia mantiene su inabdicable carácter
de juicio de justicia razonado y razonable y solo así se da efectiva tutela a los derechos
de los ciudadanos y se permite la posibilidad de contrastar la totalidad de los procesos deductivos
efectuados por el juzgador de primera Instancia, cuando el Tribunal superior conoce a través
del recurso. En resumen, la triple actividad que debe confirmar el quehacer judicial está cons-
tituida por: a) la constatación de prueba procesal de cargo; b) la valoración crítica de la
misma y de la de descargo en orden a formar una convicción y c) la motivación de la
sentencia en unos aspectos tácticos (hechos probados, autoría, circunstancias concurren-
tes y responsabilidad civil) y jurídicos (elección de la norma y de su interpretación).
Señala MARTÍNEZ ARRIETA (1993:71) que, según la STC 55/87, de 13 de mayo, la
exigencia constitucional de motivación de las sentencias persigue: «1º.- Poder controlar
la actividad jurisdiccional, es decir, permite al órgano que conoce de la impugnación que
pueda formularse, si se ha aplicado, o no, correctamente la norma sustantiva o procesal
aplicable; 2.- Para demostrar que no se incurre en la arbitrariedad, proscrita por el art. 9.3
de la Constitución. La expresión externa de la lógica argumental de la convicción permite
poner de manifiesto que la convicción obtenida se ampara en un razonamiento expreso y
no es arbitrario; 3.- Para tratar de convencer al acusado y demás partes del proceso, de la
bondad de la justicia realizada. El Juez, que actúa como un poder del Estado, argumenta
su decisión al individuo que se le demanda».
En los miembros del Tribunal se dan una serie de circunstancias que conviene no olvidar:
En primer lugar, como cualquier otra persona, tienen diferentes formas de ser y de
pensar, con esquemas culturales y con figuras esquemáticas particulares relacionadas,
entre otras cuestiones, con el fenómeno social de las drogas.
En segundo lugar, ejercen la labor de magistrados, es decir, disponen de una forma-
ción jurídica y, la mayoría de estas personas han superado una oposición para ser jueces.
Diversos autores se han referido a la multitud de variables existentes en torno a las perso-
nas que ejercen la labor de sentenciar las conductas sancionadas por el Código penal: su
extracción social232, la influencia de estereotipos y prejuicios233, su poder estigmatizante
232
BARATTA (1989 a]:186), en base al concepto de Dahrendorf sociedad demediada, se refiere al «hecho de
que sólo la mitad de la sociedad (estratos medios y superiores) extrae de su seno a los jueces, y que éstos
tienen frente a sí sobre todo a individuos provenientes de la otra mitad (la clase proletaria)».
233
Investigaciones diferentes han evidenciado las desiguales actitudes emotivas y valorativas de las personas
que juzgan frente a personas de clases sociales diferentes. «Ello lleva a los jueces, inconscientemente, a
tendencias de juzgamiento diversificadas, según la pertenencia social de los imputados y relativas tanto a la
apreciación del elemento subjetivo del delito (dolo, culpa), como al carácter sintomático del delito frente a la
personalidad (prognosis sobre la conducta futura del imputado) y, por tanto, a la individualización y a la
conmensuración de la pena desde estos puntos de vista. La distribución de las definiciones de criminal se
resiente, por ello, de modo particular como efecto de la diferenciación social» BARATTA (1989 a]:186-187).
153
Antes de la Reforma de 1983 del Código penal el párrafo 3 del art. 344 Cp permitía un
amplio margen al arbitrio judicial242. Aunque éste, «como ejercicio de una facultad dis-
crecional sometida a la ley y vinculada a un conjunto de criterios valorativos, debe em-
plearse conforme a las pautas de racionalidad, mesura y proporcionalidad» (GONZÁLEZ
CUSSAC 1986:145), fue uno de los recursos utilizados por el Tribunal para atemperar los
recursos punitivos que el citado artículo facultaba. Así, la sentencia 20/81 recoge que «en
atención a las circunstancias de los culpables y del hecho, habida cuenta la ausencia de
antecedentes penales de los procesados, su escasa edad y tipo de droga ocupada que lo fue
en pequeña cantidad, es por lo que procede imponerles la pena prevista en el párrafo
tercero del artículo trescientos cuarenta y cuatro del Código Penal en su grado mínimo».
Otro ejemplo en la misma línea lo observamos en la sentencia 227/82: «Considerando
que en la realización del expresado delito no concurren circunstancias modificativas de la
responsabilidad penal, sin embargo, la Sala, a la hora de imponer las penas, atendiendo a
las circunstancias de los procesados del hecho, fundamentalmente la circunstancia de
carecer de antecedentes penales, ser la primera vez que realizaron un acto como el enjui-
ciado, así como el carácter menos dañino y perjudicial que el hachís tiene para la salud
humana, con relación a otras drogas, impone la pena inferior en un grado –prisión menor-
en su extensión mínima de seis meses y un día de prisión menor, operando asimismo la rebaja
correspondiente en la pena de multa, que conjuntamente se establece para dicho delito».
En los textos de las sentencias se recogen alabanzas y críticas que el Tribunal realizó a la
Fiscalía, a la Defensa, a las personas acusadas, a los Cuerpos Policiales e, incluso, a la Direc-
ción General de Salud. Entre las loas a la Fiscalía, en la sentencia 35/88, se hace referencia a
«la abundancia y concreción de las pruebas de cargo aportadas por el Ministerio Fiscal son a
juicio de esta Sala sobradas y concluyentes a los efectos de declarar destruida la presunción de
inocencia». Una de las críticas realizadas al Ministerio Fiscal aparece en la sentencia 292/83
porque la pena solicitada por éste «cabe calificar de benévola» respecto a alguno de los acu-
sados, al tener en cuenta la modificación beneficiosa que se les aplicó con motivo de la
Reforma del art. 344 Código penal de 1983, pero no tuvo en cuenta la posible inclusión de sus
conductas en el párrafo segundo del nuevo art. 344 Código penal, con sanción más grave,
tanto por la importante cantidad de sustancia vendida, «como por la organización puesta de
relieve e incluso la venta a menores de edad, sin que pueda entrarse sin embargo en esta
calificación más grave al principio acusatorio». Otras críticas al Ministerio Fiscal estuvieron
motivadas por la no inclusión en los sumarios de las declaraciones de los policías,243 por lo
intrascendente de las aportaciones del testigo propuesto desde la Fiscalía244 y, finalmente, por
242
Algunas de las sentencias que hacen referencia a la facultad discrecional del tribunal de bajar en un grado
la pena son: 20/81; 53/81; 20/82; 57/82; 73/82; 100/82; 150/82; 168/82; 170/82; 174/82; 185/82; 208/82;
227/82; 235/82; 279/82; 298/82; 387/82; 35/83; 44/83; 75/83; 86/83; 128/83; 178/83; 263/83.
243
En el sumario de la sentencia 77/86 faltan las declaraciones de los policías que intervinieron en el atestado
inicial y, en la sentencia 133/87, el Tribunal admite la inexistencia de una prueba «que se estima fundamental
cual es la declaración de los policías que realizaron el registro».
244
Según reza en la sentencia 435/88, «la testifical aportada al efecto por el Ministerio Público ha sido a estos
efectos realmente irrelevante al no poder recordar el testigo los hechos ni la persona del acusado, ni si
realizaba o no frecuentes viajes a Eibar, como en principio se afirmaba en el atestado».
156 Drogas, legislaciones y alternativas.
otro miembro de la Policía Nacional248– , pese a la fuerte repulsa social existente, no solo
no se observa ningún tipo de reproche, sino que además, en los dos primeros casos las
penas fueron mínimas. Así, en el caso del policía nacional que suministraba cantidades de
heroína a cambio de dinero, pese a que el ministerio fiscal solicitó una pena de dos años
y un día de prisión y multa de treinta mil pesetas, el tribunal lo condenó a pena de seis
meses y un día de prisión menor. En la sentencia donde se juzgaron a los dos miembros de
la benemérita, el fiscal calificó los hechos como constitutivo de un delito de prevarica-
ción y de un delito contra la salud pública, pidiendo una sanción de ocho años de inhabi-
litación especial por el primer delito y cuatro meses de arresto mayor y accesorias y seis
años y un día de inhabilitación especial por el segundo. Ante esta petición fiscal, la repre-
sentación de los procesados mostró su conformidad y el tribunal sentenciador impuso la
pena solicitada.
Los diversos cuerpos policiales también recibieron elogios y reproches por parte del
Tribunal. Entre los primeros, destaca la «perfecta labor de colaboración entre el Grupo de
Estupefacientes y la Policía Municipal de Rentería –coordinación que por lo todavía in-
frecuente es más necesario alabar– montaron el servicio de vigilancia alrededor de la
vivienda de los procesados y a la vista –dato también importante– de unas denuncias
anónimas de ciudadanos que no tuvieron otra finalidad que hacer llegar la notitia criminis
a los funcionarios policiales» (Sentencia 350/87), y la «tan cuidada y minuciosa actua-
ción» de los inspectores del Cuerpo Nacional de Policía a la hora de la recopilación de las
pruebas (Sentencia 35/88). Las reprobaciones estuvieron motivadas por diversas irregu-
laridades empleadas (irregular o incompleta forma de llevar a cabo la instrucción249, iden-
248
Miembro de la Policía Nacional a quien se le ocuparon cuatro paquetes envueltos en plástico con cinta
aislante marrón, conteniendo 95,040 gramos una sustancia que tenía un 5,7% de heroína y heroína en un
38,4% (Sentencia 114/90 [2ª])
249
«El Tribunal decretó la libre absolución del procesado, fundamentándose en dos consideraciones: la irregular
o incompleta forma en cómo se llevó a cabo la instrucción sumarial en su dos fases, de diligencias o instrucción
policial y la fase sumarial judicial propiamente dicha, pues en la primera de ellas, se observa que en la dili-
gencia de entrada y registro llevada a cabo por la policía se efectuó en base a lo dispuesto en el art. 553 de la
Ley de Enjuiciamiento Criminal, que permite a los agentes de policía proceder por propia autoridad a efectuar
a los agentes el registro de lugar habitado, entre otro supuesto, en el caso de flagrante delito, hipótesis que
puede concurrir en el supuesto de autos, pues al procesado se le intervino una papelina de heroína, no
obstante de su propia redacción, no aparece claro que el procesado estuviera presente como exige el art. 569
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y más bien parece que el procesado se limitó a firmar el acta correspon-
diente, notándose la falta de requisito de la presencia de los dos testigos que exige el citado precepto legal y
si a ello añadimos que ni en la declaración del procesado ante la policía ni en la prestada ante el Juez de
Instrucción se le preguntó al mismo de forma concreta sobre la procedencia de la droga incautada, pareciendo
referirse el procesado, cuando se le pregunta por tal extremo, dado el tenor de sus respuestas, a la droga
intervenida inicialmente la policía es decir una papelina de heroína, y así se refiere siempre el procesado a la
«pequeña cantidad de droga ocupada», lo que realmente viene a constituir una defectuosidad procesal referida
a la forma en como la instrucción se llevó a cabo que debe favorecer al procesado y esa posible disparidad
que se observa entre el dato referido a la cantidad de droga intervenida por la policía y las declaraciones que
efectuó el procesado aparece aún más puesta de relieve, cuando el procesado al recibírsele declaración in-
dagatoria afirma que no es cierto que en su casa se le ocupase ninguna cantidad de droga, pues en ese
momento al notificársele el auto de procesamiento cuando realmente el procesado sabe o conoce la .../
158 Drogas, legislaciones y alternativas.
tificación sin cumplir los requisitos legales250, declaración sin cumplir los requisitos lega-
les establecidos251, confusión en la actuación policial252) o por la insuficiencia de datos
aportados.253
Los análisis de las sustancias se solían realizar en la Dirección de Salud de Gipuzkoa254,
pero en un momento dado al Tribunal no le duelen prendas por amonestar a la Dirección
General de Salud cuando no llevaba a cabo su trabajo de forma adecuada. Así, en un
informe de ésta, se señalaba que la sustancia en cuestión era cocaína, sin embargo, las
declaraciones del propio acusado, los partes de la Casa de Socorro y el análisis efectuado
por la policía judicial evidenciaron que se trataba de heroína. El Tribunal constató que
«aquel Organismo viene dando resultados poco fiables en los análisis de droga» (Senten-
cia 215/84).
La Fiscalía de la Audiencia de San Sebastián llegó a considerar una «labor realmente
encomiable y meritoria la de los Magistrados que componen la plantilla de la Audiencia
/... cantidad que se dice ocupada en su domicilio, pues ese dato no se da a conocer en la primera declaración
que la recibe el Juez Instructor y en las diligencias policiales, concretamente en el acta de entrada y registro,
como ya se dijo, parece que el procesado se limitó a firmar dicha acta, sin que en la misma se haga constar
que la diligencia en entrada y registro a que se refiere el acta, se hubiera celebrado en presencia del mismo
procesado y dos testigos, constando solamente la misma que los funcionarios cuentan con el consentimiento
del procesado, quien facilitó las llaves de su piso y su no presencia la reconoció el propio procesado en el
acto del Juicio oral, afirmando que la Policía no le preguntó sobre el origen del polvo de opio supuestamente
intervenido en cantidad de 31,1 gramos, de todo ello se deduce que falta una prueba suficiente de cargo, o
que no está suficientemente asentada en una sólida base procesal, como para disipar las dudas, (...)» (Sentencia
296/82).
250
Sentencia 329/84: «Como consecuencia de las indagaciones practicadas sobre consumidores habituales
de droga, por el Grupo Fiscal Antidroga de esta Capital, para la identificación y detención de personas que se
dedicaban al tráfico de Estupefacientes en el denominado Casco Viejo de esta Ciudad, fue detenido el procesado
E.A.L.G., mayor de edad y sin antecedentes penales, a quien una de estas consumidoras habituales de droga
había identificado a través de una fotografía de archivo, que le fue exhibida en las dependencias de la Comisaría
de Policía. No ha resultado suficientemente acreditado que el procesado se dedicara al Tráfico de Drogas».
Del mismo modo, la sentencia 503/88, no deja lugar a dudas: «La Sala considera que las diligencias de
reconocimiento en rueda efectuadas a lo largo del sumario para esclarecer los delitos Contra la Salud Pública
ahora examinados son todas, excepto una, irregulares (…) incumplen las precisas normas contenidas en los
autos 368 y 369 y siguientes de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ya que solo participaron en ella las
personas como sospechosos o como mucho se mezclaban con personas de un sexo diferente».
251
«La manifestación de los Policías de que el acusado dijo que el dinero procedía de la venta de droga, fue
hecha antes de prestar declaración en la forma legalmente establecida, negando siempre el procesado tal
origen de la sustancia y diciendo que provenía de un préstamo…» (Sentencia 185/85).
252
La sentencia 493/87 recoge un caso donde la confusión de las actuaciones policiales al remitir las sustancias
ocupadas «han venido a producir una total falta de prueba de la composición de aquellos dos gramos que,
según siempre el atestado policial, le fueron ocupados al acusado (…); ello obliga ya de principio a tener por
improbada la comisión de la conducta atípica, pero a mayor abundamiento no puede dejarse de hacer mención
a la falta de prueba de la pretendida operación de venta».
253
Sentencia 8/86: «El procesado fue sorprendido por la policía municipal, en la plaza de la Constitución de
esta Ciudad, junto a una bolsa que contenía 149,61 gramos de hachís y una cucharilla, sin que se haya
acreditado suficientemente que dicha bolsa perteneciese al procesado ni que el mismo se dedicase a operaciones
de tráfico de la mentada droga».
254
Entre otras, sentencia 73/82.
159
2. Ministerio Fiscal
En los inicios de la década de los años ochenta, la situación de la Fiscalía de la Audiencia
Provincial de San Sebastián distaba muy mucho de ser la adecuada para dar respuesta a
sus cometidos. Una de las Memorias de la Fiscalía de esta Audiencia (1982:85) la califi-
caba como de «calamitosa situación (…), todavía peor –si cabe– que los años anteriores,
con vacantes y más vacantes y plazas cubiertas por compañeros con edades merecedoras
de la jubilación». Dos años más tarde desde la Memoria de la Fiscalía de la Audiencia
Provincial de San Sebastián (1984:5-10) se advertía del alarmante número de causas
incoadas por delitos contra la propiedad, «… y todavía produce más desasosiego el exa-
minar el excesivo número de diligencias previas, que se archivaron por ser desconocido
el autor: 10.412, de las que gran parte corresponden a delitos contra la propiedad». La
mayoría de las personas que cometían este tipo de delitos eran varones jóvenes, de 16 a
25 años, muchos de ellos consumidores de heroína.
A finales de los años ochenta la situación de la Fiscalía había mejorado sensiblemen-
te257 aunque, todavía dos años antes, el Fiscal Jefe se lamentaba de una dotación insufi-
ciente de fiscales.258 Varias de las personas que ejercieron de Fiscales en la Fiscalía de la
Audiencia Provincial de San Sebastián, con posterioridad han formado parte de la Fisca-
lía Especial para la Prevención y Represión del Tráfico Ilegal de Drogas, de la Fiscalía de
la Audiencia Nacional y de la Fiscalía del Tribunal Supremo.
Generalmente la Fiscalía, en los delitos contra la salud pública, basaba las acusaciones
en los datos aportados por la policía, una parte de los mismos no fueron suficientemente
sólidos para destruir la presunción de inocencia y condenar a las personas acusadas. No
es extraño observar sentencias donde la Fiscalía retiraba la acusación inicial en sus con-
257
«Como ya se apuntaba en el año anterior, su rendimiento ha mejorado notablemente, al ver sus efectivos
personales prácticamente cubiertos (…) mejoría que necesariamente ha de continuar en el futuro con el
aumento ya anunciado de su plantilla técnica, lo que necesariamente debería ir acompañado del aumento del
personal auxiliar, hasta alcanzar una deseada y necesaria paridad numérica entre ambas» (Memoria de la
Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián 1990:4).
258
Según se recoge en la Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián de 1988 (1 y 2),
«Desgraciadamente y para el futuro no es tan halagüeña la situación de la Fiscalía, y así, frente a la deseada
y necesaria aparición de nuevos Órganos Jurisdiccionales, no se ha producido de forma paralela el aumento
de la dotación de Fiscales, lo que unido a la cada vez más necesaria y requerida presencia del Fiscal ante
Órganos Jurisdiccionales no penales y a la asunción plena de las funciones que su Estatuto le otorga de
representar y defender a los que carecen de representación y capacidad y de proteger a los menores y desvalidos,
actividades que en el futuro requerirán una cada vez mayor atención, determinó que la situación de la Fiscalía
llegara a ser en algunos momentos agobiante, produciéndose incluso la suspensión de vistas en algunos
Juzgados ante la imposibilidad material de que el Fiscal estuviese presente en las mismas».
161
clusiones definitivas o tras celebrarse el Juicio Oral. Así en la sentencia 225/84, «el Mi-
nisterio Fiscal, en sus conclusiones definitivas, retiró la acusación contra ambos procesa-
dos por entender que no se había cometido el delito imputado». De igual modo, la senten-
cia 399/87 señala: «Tras la celebración del Juicio Oral, el Ministerio Fiscal retiró la acu-
sación en principio mantenida contra la procesada ante la falta de pruebas sobre los he-
chos por los que se le acusaba».
Especialmente significativo es el caso al que hace referencia la sentencia 259/88: una
persona senegalesa fue detenida en el barrio donostiarra de Altza, a finales de marzo de
1985, en posesión de una papelina que contenía 150 miligramos de heroína valorada en
unas 2.700 de las antiguas pesetas. En las conclusiones provisionales el Fiscal estableció
como hechos que el procesado pretendía traficar en unión de otro individuo no identifica-
do y calificó los hechos como constitutivos de un delito contra la salud pública, solicitan-
do la imposición de una pena de dos años de prisión menor y multa de 50.000 de las
antiguas pesetas. Finalmente, a la vista de las pruebas practicadas, el Fiscal retiró la acu-
sación provisional que había formulado y solicitó la libre absolución del procesado. Estas
cuestiones ponen de manifiesto cómo, en los delitos contra el tráfico ilícito de sustancias
llamadas estupefacientes, el recurso a la utilización del derecho penal fue mucho más allá
de lo exigido en un Estado social y democrático de Derecho, es decir, de su empleo como
ultima ratio.
Otro recurso empleado en los juicios celebrados en la Audiencia Provincial de San
Sebastián relacionados con los delitos contra la salud pública fue la conformidad mutua-
mente aceptada entre el Ministerio Fiscal y la Defensa. La conformidad evita la continua-
ción del juicio oral y da paso a que se dicte sentencia en consonancia con la calificación
aceptada por la acusación y la defensa. Sin entrar a valorar las ventajas y los inconvenien-
tes de la conformidad, fue un recurso utilizado tanto por la Fiscalía como por miembros
de la Defensa. Unas veces, era el propio Ministerio Fiscal quien proponía a la Defensa
una pena inferior a la prevista a cambio de la conformidad. Otras veces eran los represen-
tantes de las personas acusadas quienes solicitaban la conformidad ante el temor de que
pudieran recaer largas penas de prisión en sus defendidos. La sentencia 293/84 hace refe-
rencia a un caso donde la policía le encontró al procesado un kilo de hachís escondido en
su automóvil y 30.000 de las antiguas pesetas. Tras un posterior registro de su domicilio
encontraron 97.000 de las antiguas pesetas y 21,4 gramos de la misma sustancia que
pensaba dedicar al comercio y venta. El Ministerio Fiscal solicitó 3 meses de arresto
mayor y 100.000 pesetas de multa. En el acto del juicio, el procesado manifestó estar de
acuerdo con la pena solicitada por el Fiscal.
Dos sentencias que estuvieron relacionados con parte de un mismo alijo, concluyeron
en conformidad: la primera de ellas, sentencia 290/84, relata los hechos ya recogidos
anteriormente: a dos personas que estaban fumando hachís en los jardines del Palacio
Miramar, se les acercó un individuo para ofrecerles hachís. Dichas personas se identifica-
ron como Guardias Civiles y, tras mostrar sus carnés oficiales, registraron su mochila y se
quedaron con el kilogramo de hachís, dejando marchar al individuo que les había intenta-
do vender la sustancia. Una parte del hachís se la quedaron para el consumo y, la otra
162 Drogas, legislaciones y alternativas.
ha sabido hasta ahora combatirles a pesar de la conciencia del Estado sobre la gravedad
del problema» (1984: 5-6).
Pese a los halagos citados anteriormente por parte de la Fiscalía hacia los miembros
del Tribunal, también se observan diferencias entre ambas instituciones, en cuestiones
como si una determinada sustancia es gravemente perjudicial para la salud pública y qué
cantidad de sustancia es o no importante. En los casos donde la Sala disentía del Ministe-
rio Fiscal, éste mantenía los criterios de la Circular, de 4 de Julio de 1984, sobre la interpreta-
ción del art. 344 del Código penal259. Incluso, en una ocasión, la Fiscalía interpuso recur-
so de casación por infracción de ley contra una sentencia por aplicación indebida del art.
9-1º en relación con el art. 8-3º del Código penal porque, además de ser una cuestión que
ni siquiera había planteado la defensa, la Fiscalía entendía que la interpretación dada por
la Sala a una eximente era errónea y pugnaba con la ratio legis y los antecedentes histó-
rico-legislativos de un precepto, que había sido reformado por la Ley Orgánica 8/83260.
A lo largo de la segunda parte de la década analizada, la labor del Fiscal Jefe tuvo un
protagonismo especial porque además de realizar el 50% del trabajo que le correspondía
en el Juzgado al que estaba adscrito, se encargaba del «despacho de aquellos asuntos
especialmente complejos o con connotaciones políticas por la naturaleza de los hechos,
así como aquellos en los que están implicados miembros de los Cuerpos y Fuerzas de
Seguridad del Estado, reservándose asimismo la asistencia a las vistas de los mismos, así
como su seguimiento en la fase de instrucción261. Los casos complejos relacionados con
delitos contra la salud pública serán analizados en el próximo capítulo, cuando se hace
referencia a la reconstrucción de los discursos sobre los hechos.
Pese a la escasa presencia en las sentencias de implicación de miembros de los Cuer-
pos de la Seguridad del Estado en delitos contra la salud, el Fiscal Jefe de la Audiencia de
San Sebastián, en la Memoria del año 1989 manifestaba su preocupación en los siguien-
tes términos: «Igualmente significativo es el capítulo de los delitos ‘comunes’ cometidos
por miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, generalmente infraccio-
nes Contra la Propiedad y Salud Pública, de forma que si bien su número no es ciertamen-
te alarmante, no lo es menos que estas conductas tienen un enorme poder corrosivo en la
opinión de la ciudadanía y producen en ella un sentimiento de desánimo, minando de
forma injusta y generalizada el prestigio y la credibilidad de la que tienen que estar ador-
nados los miembros de estos Cuerpos para el cumplimiento de las funciones que por Ley
le son encomendadas. A lo largo del año 1989, fueron varios los procedimientos que se
celebraron por este motivo,…».
A principios del año 1989, el Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de San Sebastián
comenzó una investigación sobre el narcotráfico en el Territorio Histórico de Gipuzkoa,
con base en los testimonios aportados por diferentes confidentes. Los resultados de dicha
investigación se recogieron unos meses más tarde en lo que popularmente se conoció
como Informe Navajas262. Dicho informe recoge la siguiente conclusión literal: «existe
259
Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián (1984:73).
260
Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián (1986:43-45).
261
Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián (1988:44).
164 Drogas, legislaciones y alternativas.
Este rumor, solo creíble por quienes simpatizan con dicha Organización terrorista,
tiene una sola finalidad: sembrar y ampliar el odio a España, –lo cual aquí no es difícil–
haciéndola responsable con sin par cinismo, de tan odioso tráfico»265.
A mediados del año 1988, José BARRIONUEVO, ministro del Interior, manifestó
ante el Pleno del Senado que no se había podido demostrar que ETA tuviera relación con
el tráfico de drogas. Señaló tener «constancia de que miembros de ETA y simpatizantes
están implicados»,266 pero aseguró que no existían pruebas que relacionaran a ETA como
organización con el tráfico de drogas. Como apuntaba BARRIONUEVO, «el crimen de
ETA debe combatirse con todas las armas, pero no pueden imputarse acusaciones que no
están demostradas y que en caso de ser infundadas se volverían contra el que las realiza».
3. La Policía
Más allá de las diversas definiciones teóricas que pueden darse sobre la policía y su
labor267, es oportuno contemplar a «la policía no como un concepto metafísico, sino como
un hecho político» que tiene características diferentes en un Estado totalitario o en un
Estado social y democrático de Derecho. BUSTOS (1983:63), reconoce la necesidad de
analizar «toda la estructura socio-económica y política en que está enclavada la policía
para poder hacer una caracterización que tenga una utilidad».
Como una cuestión de tal envergadura va mucho más allá de los objetivos de la pre-
sente investigación, nos limitaremos a aportar brevemente algunos criterios que ayuden a
contextualizar la situación en la que se encontraban las diferentes policías en la década de
los años ochenta en el Territorio Histórico de Gipuzkoa: los Cuerpos y Fuerzas de Segu-
ridad del Estado (fundamentalmente Policía Nacional y Guardia Civil), no gozaban de
especial afecto, más bien todo lo contrario, por parte de grandes sectores de la población
que les seguían identificando con las labores de represión y observaban, años después de
la muerte del dictador, Francisco FRANCO, cómo no se habían producido cambios signi-
ficativos entre los máximos responsables de dichos cuerpos. Además, la década analiza-
da, estuvo mediatizada por una fuerte actividad de ETA que tenía entre sus objetivos a los
miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. La prioridad de la lucha de
estos cuerpos estuvo centrada en la lucha frente al terrorismo de ETA.
Al inicio de los años ochenta la Ertzaintza todavía no estaba creada. Tras la dictadura
franquista, este cuerpo policial crece de manera organizada desde 1982, por ello, en la
década señalada, la Ertzaintza no se había desplegado en todo el Territorio Histórico de
Gipuzkoa. Fue en 1984 cuando iniciaron esta labor en Arrasate, Bergara y Beasain. Un
año más tarde, en Tolosa, y, en el año 1986, se asentaron en Zarautz y Zumarraga. Poste-
riormente, en el año 1989 abrieron comisarías en Azkoitia y en Hernani. Sin embargo, no
265
Memoria del Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de San Sebastián (1982:8-9).
266
«Barrionuevo asegura que no se ha podido demostrar que ETA tenga relación con el tráfico de drogas». El
Diario Vasco, País Vasco, 15/06/1988, p. 6.
267
«Una de las instituciones esenciales del Estado» que se encarga «de la aplicación de las leyes y del
mantenimiento del orden público» (RICO, citado por J. BUSTOS (1983:63).
166 Drogas, legislaciones y alternativas.
fue hasta la década de los años noventa cuando tomaron las competencias en las poblacio-
nes más importantes (Rentería y Eibar, en 1991) y en la capital donostiarra y en Irún, en
ambos casos, en el año 1994268.
La terminología Policías Municipales, engloba realidades muy diferentes donde se
abarca desde la Policía Municipal de pequeños municipios con escasos recursos, hasta la
Policía Municipal de Donostia o de los pueblos más importantes de Gipuzkoa. De cara al
fenómeno que estamos analizando, la mayoría de las Policías Municipales no disponían
de efectivos para dedicarse a realizar labores de investigación y, las que hicieron tales
labores, en los primeros años de la década, no estaban suficientemente preparadas. Poste-
riormente, como se detallará más adelante, realizaron labores de investigación de este
tipo de delitos y de coordinación con otras fuerzas policiales a petición judicial.
Como puede observarse, la situación en la que se encontraban los diversos Cuerpos y
Fuerzas de Seguridad no era la idónea para hacer frente al fenómeno del tráfico ilícito de
drogas: quienes disponían de mayor experiencia y medios para perseguir delitos (Policía
Nacional y Guardia Civil), estaban más centrados en la lucha contra ETA y no contaban
con el apoyo de la población en general. La Ertzaintza era un cuerpo policial que no
estaba desplegada en la mayoría del territorio de Gipuzkoa y, las Policías Municipales,
con su falta de medios, de preparación y de competencias, les impedían desarrollar sus
labores fuera de su territorialidad. Asimismo, la coordinación entre los diversos cuerpos
policiales, sobre todo en la primera mitad de la década, era prácticamente inexistente o,
por lo menos, ostensiblemente mejorable. La sentencia 350/87, donde se recogen hechos
ocurridos en marzo de 1986, resalta –como se ha citado más arriba– la «perfecta labor de
colaboración entre el Grupo de Estupefacientes y la Policía Municipal de Rentería, coor-
dinación que por lo todavía infrecuente es más necesario alabar».
El proceso penal no se caracteriza precisamente porque las personas implicadas en
hechos delictivos se dirigen de manera espontánea y directa ante el juez. Las fuerzas
policiales juegan «un papel decisivo» en la instrucción de los procesos penales
(MUÑAGORRI 1983:153), realidad acentuada en los delitos contra la salud pública,
donde la labor policial es esencial en la mayoría de los casos. Para desarrollar dicho
cometido, la policía «requiere y obtiene dos instrumentos esenciales: el uso de la violen-
cia física, y lo que podemos denominar como plus de poder» (RECASENS 1996:94-97).
Según este autor, la policía, es decir, quien tiene la potestad legal de ejercer la violencia
física, es el brazo de la justicia, aporta a ésta los sujetos, las pruebas y, sobre todo, le
proporciona una versión de los hechos. Además, al disponer de ese plus de poder añadido
para definir y elegir sus objetivos, no al margen sino en paralelo con el marco legal, «el
aparato policial reclama la capacidad de poder seleccionar a los sujetos que son suscepti-
268
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_QjzKL94s397MASZnF-8QbOgXqR2KIBSDEfD3yc1P1g_ S99QP0C3JDI8odHRUBmyIhRg!!/delta/
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Despliegue_erzaintza_es
167
bles de generar peligro, en una palabra, reclama la capacidad de definir los estereotipos
de la peligrosidad social y, vincula a ella, la capacidad de acumular información, a lo que
hay que acceder si no se quiere caer en una evidente incongruencia con la función que se
le ha asignado. Pero a partir de ese momento, información y poder de definición se con-
vierten en el citado plus de poder».
La actuación de los diversos Cuerpos y Fuerzas de Seguridad relacionas con el tráfico
ilícito de drogas, en el ámbito del Territorio Histórico de Gipuzkoa, estuvo condicionado
por el lugar geográfico donde se encuentra ubicado y por su situación política. Gipuzkoa
es un territorio fronterizo entre el estado español y el estado francés, con algunas decenas
de kilómetros de costa. Por este motivo, no es de extrañar el número de sentencias rela-
cionadas con aprehensiones de estupefacientes en los controles fronterizos. De igual modo,
por la peculiar situación política eran relativamente frecuentes controles de carretera con
el objetivo de impedir la comisión de actos delictivos por parte de ETA. En este contexto,
algunas de las personas juzgadas por delitos contra la salud pública, fueron detenidas y
puestas a disposición judicial a raíz de registros de sus vehículos y encontrar en ellos
alguna sustancia de las denominadas estupefacientes.
Aunque estas cuestiones van a ser desarrolladas en el capítulo siguiente, al analizar los
discursos sobre los hechos como fuente de aproximación a la realidad judicial del tráfico
ilegal de estupefacientes en el Territorio Histórico de Gipuzkoa, un aspecto fundamental
de la actuación policial en la época analizada consistió en el férreo control social formal
ejercido sobre personas consumidoras de las drogas incluidas en los Convenios Interna-
cionales sobre estupefacientes. En ocasiones las labores preventivas de la policía iban
más allá de la persecución del tráfico ilícito de algunas drogas e intervenían en casos de
consumos de estas sustancias y de tenencia para dichos consumos. Así, la sentencia 164/
86 recoge como hechos probados la detención por parte de la Policía Municipal de una
persona drogodependiente cuando procedía a inyectarse una dosis de heroína en los bajos
del ambulatorio del barrio donostiarra de Altza269. En la sentencia 74/87, se aprecia otro
claro ejemplo de la misma situación: persona drogodependiente acompañada de otro amigo
que, tras salir de una farmacia, entra en un portal «lo que hizo sospechar a dos Inspectores
del Cuerpo Superior de Policía que procedieron a la detención de los mismos, ocupándosele
al procesado una papelina de heroína de 570 miligramos que el procesado había adquiri-
do anteriormente para su propio consumo, dada su adicción a la referida droga tóxica»270.
269
Según se cita en esta sentencia, al susodicho «le ocuparon ocho papelinas de heroína con un peso total de
doscientos cincuenta miligramos que llevaba en el bolsillo de su camisa, droga que el procesado tenía para su
propio consumo y que no pudo inyectarse ante la rápida intervención de la Policía municipal». Posteriormente,
la sentencia absuelve a dicha persona porque «es evidente que ante la falta de prueba que permita afirmar la
participación del procesado en un delito contra la salud pública, procede la libre absolución».
270
Otro ejemplo, se puede observar en la sentencia 96/88: «El día 7 de febrero de 1985, fue sorprendido en la
Plaza de la Trinidad de esta Ciudad, por dos policías nacionales, cuando se hallaba preparando una papelina
de heroína, para consumo propio, arrojando al suelo también, un pequeño paquete conteniendo 8 papelinas
de la misma droga, con un peso total de 250 miligramos y un análisis cuantitativo de 5,5% de morfina y
15,90% de heroína, que el procesado destinaba también a su autoconsumo».
168 Drogas, legislaciones y alternativas.
Una gran parte de las personas que se inyectaban heroína en la calle, se encontraban
en situación de gran precariedad personal y social, eran fácilmente identificables (extre-
mada delgadez, desaliñadas, vestimenta poco cuidada,…), no solamente para la policía
sino también para la mayoría de la ciudadanía. Al analizar las sentencias se observan
casos en los que la policía detiene a personas que portaban sustancias estupefacientes,
pero donde no se acreditó suficientemente que las sustancias estaban destinadas al tráfi-
co. Así, según reza la sentencia 354bis/84, el acusado «fue detenido por la Policía Muni-
cipal de San Sebastián en la Plaza de la Constitución de esta ciudad encontrándosele tres
papelinas de cocaína con un peso total de 0,3 gramos, sin que se acreditase su intención
de transmitirlas lucrativamente a terceras personas»271.
En este tipo de sentencias, la cantidad de sustancias denominadas estupefacientes era
mínima y el control social formal se focalizaba en personas drogodependientes. El propio
Fiscal Jefe, en la Memoria del año 1985, era plenamente consciente de la situación: «la
actuación policial no es todo lo eficaz que debería ser. Detrás de esta actividad delictiva
se encuentra una criminalidad fuertemente organizada, con diversos escalones, desde el
gran traficante (que raramente es aprehendido) hasta el traficante ocasional o el trafican-
te-drogadicto que trata de vender pequeñas cantidades en zonas localizadas de la ciudad.
Dada la magnitud del problema, y con el fin de hacer más efectiva la lucha contra la
droga, es absolutamente imprescindible la creación de órganos judiciales específicos que
dirijan y coordinen la labor de los distintos cuerpos que integran la Policía Judicial y que
están encargados de tal función»272.
En los hechos de la sentencia 201/84, se agrupan una serie de circunstancias dignas de
reflexión. Según se relata, una persona detenida «por sospechas de que pudiera estar
relacionado con bandas armadas, luego no confirmadas, declaró mientras se encontraba
incomunicado en las dependencias policiales que unos años antes –en mil novecientos
setenta y nueve– y en diversos viajes realizados a Barcelona adquirió hachís para reven-
derlo, hecho que negó en el juicio oral y que no se ha confirmado». Es decir, una persona
detenida por sospechas de pertenecer a banda armada, bajo el régimen severo de incomu-
nicación, declaró unos hechos para nada relacionados con los motivos de su detención.
En ningún momento se demostró su partencia a banda armada, pero sí fue procesado por
un delito contra la salud pública, del que salió absuelto.
En alguna ocasión, se llegó a producir una situación un tanto paradójica: según consta
en los hechos probados273, el procesado, con motivo de una actividad laboral que tenía
contratada en Mauritania como mecánico de barcos, ideó adquirir para su consumo algu-
na cantidad de speed aprovechando un viaje de turismo que iba a realizar con la persona
271
En la misma línea, la sentencia 208/90 (dependiente de heroína que fue sorprendida por Agentes de
Policía cuando portaba dos papelinas de heroína, con un peso aproximado de 0,38 gramos) y la sentencia
209/90 (drogodependiente detenido por la Policía Municipal, hallándose en su poder tres papelinas de heroína
con un peso total de 0,12 gramos, así como 35.500 de las antiguas pesetas en metálico). Ambos acusados
fueron absueltos.
272
Memoria del Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de San Sebastián (1985:7).
273
Sentencia 352/89.
169
que convive a Ámsterdam donde adquirió 92,10 gramos de dicha sustancia. Cuando vol-
vían del viaje, fueron descubiertos, en el paso fronterizo de Irún, por miembros del Grupo
de Estupefacientes destinados en dicho lugar. El procesado anteriormente había sido adicto
a la heroína y adquirió el speed como estimulante para su exclusivo consumo, pagó por él
unas 80.000 de las antiguas pesetas, mitad de precio de lo que le hubiera costado aquí. El
Ministerio Fiscal solicitó una pena de 2 años de prisión por dichos hechos. Entre los
argumentos utilizados en la sentencia, además de la cantidad de sustancia, el reconoci-
miento por parte del acusado de haber sido dependiente de la heroína y que compró el
speed como estimulante ante el trabajo que iba a realizar en Mauritania, el carecer de
antecedentes por tráfico de drogas, se hace mención a otro argumento significativo que,
según la sentencia (352/89) «resulta especialmente relevante»: el testimonio de un ins-
pector de policía «en su doble condición de miembro del Cuerpo de la Policía y de Jefe
del Grupo de Estupefacientes de la Brigada de Policía Judicial que afirma conocer ante-
riormente al procesado, conocer su dependencia a la heroína, conocer su trabajo en
Mauritania y conocer que carecía de todo tipo de sospechas de dedicarse al tráfico de
drogas». Todos estos actos unidos a la cantidad poseída y calculando un consumo aproxi-
mado de 1 gramo al día, equivale a la de un consumidor entre moderado y alto, de acuer-
do con el cuadro elaborado por el Consejo General del Colegio Oficial de Farmacéuticos,
«se estima desde esa perspectiva razonable, y por tanto sin que se aprecie ni se pueda
deducir una vocación de tráfico». El acusado, nacido y con domicilio en Canarias, salió
absuelto del delito contra la salud pública, y fue condenado por un delito de contrabando.
Por los datos recogidos en la sentencia, no se puede deducir por qué motivo el Jefe del
Grupo de Estupefacientes conocía al acusado –persona nacida y con domicilio en Cana-
rias–, su anterior dependencia a la heroína, su contrato de trabajo en Mauritania y, sobre
todo, «que carecía de todo tipo de sospechas de dedicarse al tráfico de drogas», cuando
fue detenido en el puesto fronterizo con más de 90 gramos de speed y el Ministerio Fiscal
solicitó pena de cárcel. Más allá de las hipótesis que se pueden plantear en un caso como
éste (familiaridad, amistad, confidente,...), seguramente hubo otros casos análogos –traer
ciertas cantidades de sustancias estupefacientes, a precio más barato, para consumo pro-
pio y no para traficar–, donde ningún miembro de los Cuerpos de Seguridad atestiguó a
favor de la persona acusada. La respuesta a estos interrogantes no se obtiene de los datos
existentes en la sentencia.
Otros aspectos que dieron lugar a más de una reflexión, fueron la utilización de perso-
nas consumidoras como confidentes, el cambiar las sustancias denominadas estupefa-
cientes por información y los diversos niveles de corrupción entre miembros de los Cuer-
pos de Seguridad encargados de perseguir el tráfico de drogas. Cuando hemos hecho
referencia al control social formal sobre personas consumidoras de estas sustancias, he-
mos mencionado el caso de una mujer, consumidora habitual de estas sustancias, a la que
en la comisaría de policía le enseñan fotografías de archivo para que identifique a perso-
nas que se dedicaban al tráfico de drogas274. Tras la pregunta retórica, «¿Qué da la policía
274
Sentencia 329/83.
170 Drogas, legislaciones y alternativas.
ción profundizó al año siguiente: «Es evidente que para una eficaz lucha contra esta
criminal actividad, es necesario perfeccionar las investigaciones policiales y judiciales,
fundamentalmente encaminándose a determinar y descubrir los auténticos medios de for-
tuna de los traficantes, siendo harto frecuente que los procesados aparezcan casi siempre
como insolventes cuando en ocasiones las investigaciones han conducido a demostrar
que la mayoría de ellos eran titulares de importantes bienes inmuebles y automóviles. Es
en este campo donde se hace notar con mayor fuerza la inexistencia de una Policía Judi-
cial especializada, capaz de profundizar en los entresijos de este criminal tráfico ponién-
dose de relieve la desigualdad de fuerzas en la que las Instituciones del Estado, frente a la
abundancia de medios materiales y técnicos con que cuentan los grandes traficantes, que
mediante un habilidoso abuso de los derechos y libertades que les concede nuestro siste-
ma democrático, consiguen entorpecer, cuando no eludir la eficaz acción de la Justi-
cia»278.
La demanda, por parte del Fiscal Jefe de la Audiencia de San Sebastián, de una Policía
Judicial especializada preparada para hacer frente a los aspectos más relevantes del delito
de tráfico ilícito de drogas, evidencia la ausencia de una Policía Judicial con tales carac-
terísticas. Si a esta circunstancia le añadimos las situaciones particulares, relatadas ante-
riormente, que padecían cada una de los policías en el Territorio Histórico de Gipuzkoa,
no es de extrañar que en el momento de definir y elegir sus objetivos, así como a la hora
de dar la versión de los hechos, las diversas policías amplificaran la tendencia de reprimir
a aquellas personas que eran «socialmente más vulnerables», motivo por el cual, como
reconoce esta autora, «se ha llegado incluso a sugerir que la represión en el campo de las
drogas es un problema político» (DEL OLMO 1985:54). Por tanto, tampoco sorprenden
las críticas llevadas a cabo desde la Audiencia Provincial de San Sebastián a determina-
das actuaciones policiales, como se ha recogido anteriormente, por las irregularidades
empleadas o por la insuficiencia de datos aportados.
Con la «fijación de estereotipos en la retina policial», la policía se convierte, no sólo
en receptora de las imágenes sociales de alarma –no por ello tiene que coincidir la alarma
engendrada con la gravedad penal del hecho ni con su coste social–, sino también en caja
de resonancia de esa alarma «generándose así una interacción permanente y retroalimen-
tadola entre los estereotipos policiales y las imágenes de alarma social. Y, lo que es más,
el aparato policial, como corporación, es susceptible de adquirir hábitos o ‘instintos de
venganza’ vinculados a su propia generación de estereotipos, que sumados al sentimiento
de incomprensión que creen ver en la administración de justicia, lo pueden llevar al uso
de su poder no ya como facultad delegada, sino como imposición anticipada de una pena
(mediante el uso de detenciones improcedentes, la prolongación al máximo del tiempo de
permanencia en dependencias policiales, el exceso en el uso de la violencia, etc.), lo cual
desvirtúa de raíz el sentido de la justicia/venganza y genera más violencia indiferenciada»
(RECASENS 1996:97).
278
Memoria del Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de San Sebastián (1988:5).
173
4. Personas acusadas
El número de personas acusadas de delitos contra la salud pública en los diez años anali-
zados fue de 679. En el primer periodo, 99 personas, entre reformas, la cifra ascendió a
349 y, en el tercer período, 231 fueron las personas juzgadas por este tipo de delitos. El
número total de casos279 fue de 758, repartidos de la siguiente manera: 121 en el primer
período, 393 entre reformas y, en el tercer período, 244 casos.
ríodo anterior: aun siendo los derivados del cannabis donde mayormente se centró la
represión jurídico-penal del tráfico ilícito de drogas, se constata en éstos una tendencia a
la disminución de los casos (12,48%) y, por contra, un aumento entre los derivados de
opiáceos de un 18,3%.
Desde la reforma del Artículo 344 del Código penal de 1983 hasta la reforma de 1988
se produjo un fuerte aumento en el consumo y tráfico de derivados de coca-cocaína y de
anfetaminas280. Sin embargo, esos aumentos en el tráfico de las sustancias citadas no
aparecen reflejados en los porcentajes de casos analizados. Así, no llega a uno de cada
diez (8,65%) los casos de derivados de coca-cocaína y no superan el 3% los casos de
anfetaminas (2,54%) y psicotrópicos (0,25%). Ello evidencia un menor control jurídico-
penal, cuando no cierta permisibilidad, hacia quienes comercializaban estas sustancias,
sobre todo, de los derivados de la coca-cocaína. Los ácidos, fundamentalmente L.S.D.,
tuvieron una leve disminución en el porcentaje de casos, pasando del 8,26% en el primer
período, a un 6,36% en el segundo.
De las sentencias analizadas en este último período se percibe que el control jurídico-
penal del tráfico ilícito de drogas recayó básicamente sobre dos sustancias: derivados
opiáceos y derivados de cannabis. Casi uno de cada dos casos (48,36%) estaba relaciona-
do con los derivados de opiáceos, mientas que uno de cada cuatro (25%) se refería a
derivados de cannabis. Los casos de anfetaminas superan uno de cada diez (11,7%), el
mismo porcentaje que experimentan los casos de derivados de coca-cocaína. Al cotejar
este período con el anterior, se percibe un aumento (13,5%) de los casos de derivados de
opiáceos y una disminución significativa (22,34%) de los casos de cannabis. También se
observa una subida de los casos de anfetaminas de un 8,53% y una disminución (5,96%)
de los casos de ácidos. Los casos por tráfico ilícito de derivados de coca-cocaína, experi-
mentan un leve ascenso (2,42%), cuestión que contrasta, como se ha señalado, con el
aumento de los consumos de estas sustancias, como reconoce la propia Memoria del
Fiscal Jefe de 1990 al afirmar que «aumenta notablemente el [consumo] de cocaína»281.
En la totalidad de la década, dos sustancias focalizaron algo más de tres de cada cuatro
casos (78,23%) del control jurídico-penal: los derivados del cannabis –algo más de dos
de cada cinco casos (41,95%) y, en algo menor medida, los derivados de opiáceos –algo
más de uno de cada tres casos y, sin embargo, la evolución de cada una de este tipo de
sustancias fue completamente distinta: mientras que los casos de derivados de cannabis
fueron de más –sobre todo en el primer período (58,68%) y, en menor medida en el
segundo período (47,34%)– a menos (25% en el último período), los casos de derivados
de opiáceos registraron un progresivo aumento, hasta llegar casi a la mitad de los casos
(48,36%) en el último período.
280
En la Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián del año 1987, el fiscal-jefe L.
NAVAJAS afirma que aumentó «de forma considerable el tráfico de cocaína y habiendo hecho aparición con
espectacularidad el consumo y tráfico de la sustancia conocida como Speed (sulfato de anfetamina) consumo
y tráfico que está prácticamente circunscrito a la provincia de Guipúzcoa en donde se han realizado el 95%
de las incautaciones llevadas a cabo en el País Vasco», p. 11.
281
Memoria del Fiscal Jefe de la Fiscalía de San Sebastián (1990-3).
175
Los derivados de la coca, estuvieron presentes en algo más de uno de cada diez casos
(10,69%) y, pese al aumento de los consumos en los dos últimos períodos, este aumento
no se reflejó prácticamente en los dos últimos períodos. En el período entre reformas,
hubo un descenso de casi la mitad de los casos (7,88%), respecto al primer período (16,53%)
y, en el último período, apenas superó uno de cada diez casos (11,07%).
Las anfetaminas (4,88%) y los ácidos (4,75%), dentro de su escasa representación –la
suma de casos de estas sustancias no llegaron a uno de cada diez casos (9,63%)– también
experimentaron tendencias inversas: mientras que las anfetaminas en el primer período
no se dio ningún caso y muy pocos en el período entre reformas, en el último período
supusieron algo más de uno de cada diez casos (11,07%). Por el contrario los ácidos
pasaron de ser, en el primer período algo menos que uno de cada diez casos (8,26%), al
6,36% en el período entre reformas y a un escaso 0,40% en el último período.
4.2. EDAD
La evolución de la variable edad es altamente esclarecedora para poder evaluar la
criminalización de jóvenes, sobre todo hasta la reforma de 1983 (CUADRO Nº 2): duran-
te este primer período, en algo más de dos de cada tres casos (66,7%) se juzgó a menores
de 25 años y, en algo más de uno de cada tres de los casos (34,4%), los acusados eran
menores de 21 años. Si nos centramos solamente en las sentencias relacionadas con los
derivados del cannabis (ARANA 1996:200-201), todavía son más esclarecedores los da-
tos hasta la reforma de 1983: casi la mitad de las personas (45,1%), tenía menos de 21
años y eran algo más de cuatro de cada cinco personas (81,7%) quienes tenían menos de
25 años. Como puede observarse, hasta la reforma de 1983 la selección del control poli-
cial y judicial se centró mayoritariamente en los derivados del cannabis (58,68%) y en
menores de 25 años (66,7%), conclusión a la que ya habían llegado los miembros del
Grupo IGIA en el libro Repensar las drogas (1989:113): «el peso de la actuación policial
recae sobre las ‘drogas blandas’ y los pequeños traficantes o sujetos que están al final de
la cadena de tráfico, existiendo preocupantes lagunas de impunidad en el ámbito de las
176 Drogas, legislaciones y alternativas.
‘drogas duras’ y el tráfico organizado, especialmente entre los organizadores del tráfico a
gran escala, que sólo excepcionalmente caen en las redes policiales» .
Entre reformas, el control jurídico-penal continuó centrándose en gran medida con
jóvenes varones. Algo más de dos de cada cinco casos de delitos contra la salud pública
(44,8%) eran menores de 25 años y casi de uno de cada cinco (17,5%) eran menores de 21
años, sin embargo, se advierte un aumento en la edad de las personas acusadas si las
comparamos con las del período anterior: un 22,2% menos de casos de menores de 25
años y un 16,9% de casos de menores de 21 años.
El control jurídico-penal experimentó en el último periodo un cambio significativo
relacionado con la edad. En algo más de la mitad de los casos (54,4%) las personas juzga-
das tenían entre 25 y 39 años. Casi uno de cada tres casos (30,7%) estaba relacionado con
personas de 30 a 39 años y, en el 16,5% de los casos, las personas juzgadas eran mayores
de 40 años. Si confrontamos estos datos con el período entre reformas, se evidencia un
fuerte descenso (24,2%) de las personas menores de 25 años y, por el contrario, un consi-
derable aumento (21,4%) de los casos en los que están implicadas personas mayores de
30 años.
Globalmente, en los diez años analizados, casi cuatro de cada diez personas (39,7%),
tenían menos de 25 años en el momento de la comisión de los actos que dieron lugar al
juicio. No llegó a una de cada diez personas (8,8%) las que superaban los 40 años. Si nos
centramos solamente en las sentencias relacionadas con los derivados del cannabis (ARA-
NA 1996:200-201), más de la mitad de las personas juzgadas (53,3%), en la década eran
menores de 25 años, de las cuales, casi la mitad (24,4%) eran menores de 21 años. Desde
el primer hasta el tercer período analizado se aprecia un aumento significativo en la edad
de las personas juzgadas: en el primer período, las personas comprendidas entre 18 y 25
años eran casi tres de cada cinco (59,6%), mientras que en el período entre reformas, más
de la mitad (54,8%) eran personas que tenían entre 21 y 30 años. En el tercer período, más
de la mitad (55,4%) de las personas tenían una edad comprendida entre los 25 y los 39
años.
4.3. SEXO
En el primer período, los varones fueron algo más de nueve de cada diez (91,9%) (CUA-
DRO Nº 3). Según va avanzando la década, se aprecia una mayor presencia de la mujer en
este tipo de delitos: hasta la reforma de 1983, apenas era del 8,1%, entre reformas, llegó
al 12,3% y, en el tercer período, la mujer representaba un porcentaje que doblaba el del
177
primer período (17,7%). Los delitos contra la salud pública juzgados en la Audiencia
Provincial de San Sebastián, en la década de los años ochenta, fueron llevados a cabo
mayoritariamente por hombres (86,5%).
Globalmente, algo más de tres de cada cuatro personas (76,00%) eran residentes en la
Comunidad Autónoma de Euskadi, mientras que los residentes fuera esta comunidad eran
de un 16,40%, en el resto de España y un 4,10% en el extranjero. Del primer al último
período se aprecia un aumento de las personas que residían en el extranjero.
Globalmente, en la década analizada, casi tres de cada cinco personas (58,9%) estaban
solteras y, algo más de una de cada cuatro (27,2%) estaban casadas. Como se ha indicado
en el párrafo anterior, a medida que transcurrían los períodos, aumentaba el porcentaje de
personas casadas.
179
personas no consta esta variable, y en algo más de una de cada cinco personas (20,8%)
disponían de una situación socio-económica media, seguida de las personas que tenían
una situación baja (13%).
Globalmente, desde enero de 1981 hasta diciembre de 1990, además de lo señalado
anteriormente –en casi una de cada tres personas no consta su situación–, algo más de una
de cada cuatro personas (28,4%) eran asalariadas de estatus medio, seguidas de las de
estatus bajo (16,6%). Las personas con situación económica alta, fueron muy pocas (1,8%).
4.8. SOLVENCIA
En la variable solvencia también nos topamos con la dificultad de que, en más de la mitad
de los casos (52,1%) (CUADRO Nº 8), no consta si los individuos eran solventes o no,
siendo ésta una constante prácticamente de la totalidad de los periodos. Normalmente
ello está motivado por la peculiaridad de este tipo de delitos contra la salud pública,
denominados también delitos sin víctima, donde –como hemos visto– rara vez existe la
acusación particular, con lo cual, al no haber presencia de letrado que indague sobre la
solvencia de la persona acusada, no se investiga de oficio esta circunstancia, algo que
fundamentalmente lo debería realizar el Ministerio Fiscal que, como consta en la Memo-
ria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián, es consciente del inadecua-
do seguimiento realizado respecto a la solvencia de determinados procesados: «..., siendo
harto frecuente que los procesados aparezcan casi siempre como insolventes, cuando en
ocasiones las investigaciones han conducido a demostrar que la mayoría de ellos eran
titulares de importantes bienes inmuebles y automóviles»282.
282
NAVAJAS RAMOS, L.: «Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián», elaborada
en 1989, referente a 1988, p. 5.
181
En la década de los ochenta casi una de cada cinco personas procesadas era depen-
diente de opiáceos (18,1%), a ello es preciso añadir el porcentaje de personas que tenían
alguna dependencia sin especificar porque generalmente eran también dependientes de
opiáceos (2,7%).
287
Al analizar anteriormente otros delitos relacionados con el art. 344 Código penal, hemos indicado la
escasa relevancia de los mismos, tanto cuantitativa como cualitativamente.
288
Así, la sentencia 53/83 señala que el acusado fue detenido en su domicilio «(...), por resultar sospechoso
a la policía de haber participado en diversos atracos a entidades bancarias (...)».
183
5. Defensa
Las referencias realizadas a los miembros de la Abogacía en las sentencias, generalmente
se limitaban a lo solicitado en las conclusiones definitivas y a alguna sucinta mención de
las estrategias empleadas por los letrados en el momento del juicio. Sin embargo, también
se cita la presencia y asistencia de los abogados en comisaría o en los juzgados ante las
declaraciones correspondientes289.
Como se deduce del análisis de los datos sobre las personas acusadas, la peculiar
situación de vulnerabilidad y marginalidad de gran parte de las personas consumidoras de
las sustancias denominadas estupefacientes en la década analizada, supuso que una parte
considerable de las mismas no dispusiera de recursos suficientes para contratar los servi-
cios de un letrado y, por tanto, tuvieran que recurrir al abogado de oficio. En los años
ochenta, se dieron casos donde la relación entre el letrado y la persona acusada de delitos
contra la propiedad o contra la salud pública, se limitaba a un breve contacto previo al
comienzo del juicio y poco más, es decir, se cumplía el trámite exigido por la legislación
pero el derecho a la defensa de estas personas quedaba sensiblemente menguado. Aunque
esta cuestión ha mejorado, un informe de la UNAD (2006:43) sobre la situación en el
estado español de las personas drogodependientes que se encuentran en prisión, recono-
cía que el 70% de las mismas tenía abogados de oficio y que el 62% estaba insatisfecha de
los servicios prestados por los abogados. Por ello, la UNAD era partidaria de poner estos
datos «en conocimiento del Consejo General de la Abogacía Española» porque «hablan
por sí solos de la necesidad de mejorar los servicios de los letrados y de asegurar que las
personas presas en España cuenten con la asistencia jurídica adecuada».
Las estrategias utilizadas por las diversas defensas fueron de lo más variado, tanto en
el ámbito de los aspectos penales sustantivos como en el de los aspectos procesales pena-
les. Aunque estas cuestiones van a ser analizadas más tarde, al hacer referencia al discur-
so técnico-jurídico, en el momento actual se mencionarán algunos de los recursos legales
empleados por las defensas: mayoritariamente solicitaban la libre absolución,290 entre
otros motivos porque la tenencia de las sustancias estaban destinadas al autoconsumo.291
289
Entre otras, puede verse en las siguientes sentencias: 215/84; 16/85; 318/86; 50/88; 58/88, y 503/88.
290
Sentencia 34/89 (2ª).
185
7. Testigos
Los testigos tienen una importancia sustancial en el devenir de un juicio, no tanto por su
ausencia o no en el Juicio Oral, sino por lo relevante o irrelevante de sus declaraciones.
La no presencia de un testigo en el Acto del Juicio, no equivale a la invalidez de su
declaración. Así, unas veces se tiene en cuenta la declaración de un testigo que no ha
asistido al juicio porque no se pudieron reproducir, tras el fallecimiento del testigo303, sus
declaraciones; otras veces, el Tribunal tiene en cuenta la declaración de este tipo de testi-
gos porque «al apreciar según su conciencia las pruebas desarrolladas en el juicio, no
debe desconocer las diligencias sumariales»304. Sin embargo, en otro caso, el Tribunal
actúa en sentido contrario: «En primer lugar, para dejar constancia de que la Sala no ha
valorado los testimonios de los testigos de la acusación que no acudieron al acto del juicio
y cuyas declaraciones pretendieron reproducirse como prueba documental»305.
En los casos en que el testigo acude a la Vista Oral, unas veces se tiene en cuenta sus
declaraciones, por ejemplo, testigos policiales que ratificaron durante la vista tener cono-
cimiento de los hechos306; en otros casos, pese a la presencia de los testigos, no se tiene en
cuenta testimonio porque «apenas dieron noticia alguna en el acto del juicio de su cono-
cimiento de los hechos, alegando el olvido la mayor parte de las veces o incurriendo en
flagrante contradicción con lo anteriormente declarado ante el Juez Instructor»307.
Una de las mayores dificultades con las que se encuentran las personas que testifican
en los delitos de tráfico ilícito de sustancias estupefacientes, son las presiones y amenazas
a las que son sometidas por parte de quienes están inculpadas y/o de su entorno familiar y
social. En uno de los casos, el Tribunal tiene especialmente en cuenta la declaración de un
testigo, «a la vista de las circunstancias concurrentes en este caso y de las peculiaridades
relaciones que constituyen el entramado del mundo de la droga en la que el silencio o el
olvido constituyen la ley no escrita pero siempre obedecida, desde cuya perspectiva co-
bra especial relieve la valentía del indicado testigo»308. De igual modo, además de algún
302
Sentencia 350/87. En la misma línea, la sentencia 23/90, donde se contextualiza que dichas denuncias,
deben de situarse «dentro del irrenunciable respeto a las garantías procesales».
303
Sentencia 35/88.
304
Sentencia 478/88. En la misma línea sentencia 539/88.
305
Sentencia 135/89.
306
Sentencia 503/88.
307
Sentencia 135/89.
308
Sentencia 340/86.
187
caso ya recogido anteriormente, se dieron casos donde los testigos fueron abordados y
obligados, bajo amenazas y algún golpe, a que cambiaran las declaraciones. En este caso,
los procesados –que conocían a los testigos– les llegaron a acompañar al Juzgado «y
habían permanecido en las dependencias judiciales mientras duró su declaración
intimidándoles con su presencia y oyendo lo que declaraban»309.
309
Sentencia 503/88.
310
Entre otras, sentencias 208/82 y 210/90 (2ª).
311
Entre otras, sentencias 50/88 y 270/90 (2ª).
312
Sentencia 215/84.
313
Sentencia 493/87.
314
Sentencia 310/87.
315
Sentencia 410/87.
316
Sentencia 270/90 (2ª).
188 Drogas, legislaciones y alternativas.
Conclusiones
* El análisis de los discursos de las sentencias nos permite adentrarnos en un tipo de
prácticas sociales –las prácticas judiciales– en relación al fenómeno del tráfico ilegal
de sustancias estupefacientes. Sin embargo, es preciso distinguir entre las tres verda-
des presentes en todo enjuiciamiento penal: la verdad real (aquello que aconteció
realmente), la verdad policial o de la acusación (interpretación realizada por la policía
o por la parte acusatoria) y la verdad judicial (objetivada en el relato de los hechos
fijados por el Tribunal tras la constatación y valoración crítica de las pruebas de cargo
y de descargo).
* La inmensa mayoría de las personas que ejercieron la labor de magistrado en las sen-
tencias analizadas, fueron hombres. Igualmente, mayoritariamente fueron varones
quienes ejercieron de magistrados ponente. Durante la década de los años ochenta, se
evidenció la existencia de cierta provisionalidad en las plazas de magistrado. Seis de
cada diez magistrados permanecieron sólo uno de los períodos analizados
* Cada uno de los miembros del Tribunal, con amplia formación en el campo jurídico y,
a su vez, con experiencia en la labor a desarrollar en un órgano colegiado, tiene dife-
rentes formas de ser y de pensar, con esquemas culturales y con figuras esquemáticas
particulares relacionadas, entre otras cuestiones, con el fenómeno social de las drogas.
* Es significativo el contraste existente por parte del Tribunal, entre la depurada preci-
sión técnica, cuando se analizan cuestiones dogmático-jurídicas, y la falta de rigor en
determinados aspectos relacionadas con las drogas (semántica empleada, apreciacio-
nes subjetivas, etc.). Cuando este tipo de creencias y valoraciones aparecen recogidas
en los textos de las sentencias, se convierten en Verdad de la Ley y, de esa manera,
contribuyen a mantener el status quo de la política prohibicionista.
* Los miembros del Tribunal tuvieron que hacer su labor entre una fuerte exigencia
social y mediática de demanda de medidas altamente represivas contra los traficantes.
No obstante, una parte significativa de las personas juzgadas por delitos contra el
tráfico ilícito de drogas, estaba más necesitada de recursos terapéuticos y sociales, que
de la sanción penal.
* Se aprecia una autonomía de los miembros del Tribunal, tanto para alabar como para
criticar, determinados aspectos relacionados con el proceso: modo de actuar del Mi-
nisterio Fiscal, de la Defensa, de las personas inculpadas, y de quienes realizaban
labores de peritaje.
* En los casos en los que estaban implicados miembros de los Cuerpos de Seguridad del
Estado en delitos contra la salud pública, tanto las peticiones del Ministerio Fiscal
como el fallo del Tribunal, no se caracterizaron por la aplicación de penas severas.
* Una parte de los datos que aportaba la policía al Ministerio Fiscal, no fueron lo sufi-
cientemente sólidos para destruir la presunción de inocencia de la que gozan las perso-
nas acusadas. Por este motivo, la Fiscalía recurrió a modificar e, incluso, a retirar a
veces las acusaciones.
189
VI
Reconstrucción de los discursos sobre los hechos: la
descripción de los hechos como fuente de
aproximación a la realidad judicial del tráfico ilegal
de drogas en el Territorio Histórico de Gipuzkoa
en el espectacular aumento de los delitos correspondientes con el Artículo 344 del Código
penal, más bien dicho crecimiento fue parejo al registrado por el resto de los delitos
sentenciados en la Audiencia Provincial de San Sebastián.
Antes de adentrarnos en la segunda hipótesis, conviene matizar la existencia de dos
delitos que con relativa frecuencia suelen estar relacionados al delito de tráfico ilícito de
drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas: el delito de contrabando y, en
mucha menor medida, el delito de receptación. Sin embargo, por sus propias característi-
cas –política criminal y discusión dogmática–, serán examinados más adelante, dedicán-
doles un apartado especial para poder analizar con mayor detenimiento sus peculiarida-
des. Por el momento haremos referencia a todos los demás delitos, es decir, exceptuando
los delitos de contrabando y receptación, que aparecen unidos con los delitos del Artículo
344 del Código penal en las sentencias de la Audiencia Provincial de San Sebastián. Una
primera aproximación nos indica que solamente en 30 sentencias (6,97% del total), se
juzgaron otro tipo de delitos. Fue el delito de tenencia ilícita de armas el más asiduo,
estando presente en 7 sentencias (1,6% del total)317, seguido de conducción ilegal318, fal-
sificación de documento público319, falsificación de Documento Nacional de Identidad320,
delito contra la Administración de Justicia321, robo322, estafa323, hurto324, desacato a la
autoridad325, atentado326, lesiones327, abusos deshonestos328, prevaricación,329 y un homi-
cidio330. Si exceptuamos los delitos de contrabando, el delito de tráfico ilícito de drogas
317
Sentencias 20/84, 314 bis/84, 40/88, 450/88, 539/88, 34/89 Sala 2ª y 100/90. En dos sentencias el Tribunal
dictó la absolución, en otras dos falló prisión menor en grado mínimo, y en el resto, la pena fue de arresto
mayor.
318
Sentencias 294/82, 32/83 y 86/86. En los tres casos la sanción impuesta fue una multa.
319
Sentencias 348/82, 79/89 y 10/90. La pena en las tres sentencias fue de arresto mayor.
320
Sentencias 243/88, 338/88 y 34/89 Sala 2ª. Las penas impuestas fueron de arresto mayor.
321
Sentencias 503/88 y 273/89. Las penas fueron de prisión menor, una en grado mínimo y otra en grado
máximo.
322
Sentencias 116/85, 526/88, 100/90. El Tribunal falló en un caso a arresto mayor, y en los otros dos a
prisión menor en grado mínimo.
323
Sentencias 49/89 y 10/90. En un caso el Tribunal absolvió, y en otro condenó a una pena de arresto mayor.
324
Sentencia 10/90, el Tribunal absolvió a la persona acusada del delito de hurto.
325
Sentencia 478/88, el Tribunal condenó a una pena de arresto mayor.
326
Sentencia 298/82, el Tribunal falló condenatoriamente, imponiendo la pena de arresto mayor.
327
Sentencia 116/85, el Tribunal falló condenatoriamente e impuso una pena de arresto mayor.
328
Sentencia 100/90. El Tribunal absolvió al acusado de dicho delito.
329
Sentencia 290/84, donde el Tribunal condena a los acusados a ocho años de inhabilitación especial.
330
Sentencia 116/85, el Tribunal impuso una pena de prisión mayor en grado mínimo. Del análisis de los
hechos de este delito, se observa que el homicidio fue fruto de un cúmulo de casualidades: Dos individuos
intentaron robar a otro una bola de hachís en un portal, poniéndole uno de ellos una navaja de gran tamaño en
el cuello. Se apagó la luz del portal, por lo cual, el individuo agredido intentó arrebatar la navaja a su agresor.
Cuando volvió a encenderse la luz ambos estaban en el suelo peleándose, teniendo el agredido la navaja,
ocasionándole al agresor una herida. Los dos individuos que fueron a robarle la bola de hachís salieron
corriendo del portal, siendo perseguidos por el tercer individuo que reclamaba se le devolviera la bola de
hachís. Hubo otra riña a escasos metros del portal, y como consecuencia de la misma, el propietario de la
bola de hachís asestó una puñalada a quien no intervino en la primera pelea, el cual murió desangrado poco
después de ingresar en la casa de socorro.
193
drogas –todavía más acentuada respecto a las drogas ilegalizadas–, no existía conciencia
social sobre lo que realmente estaba pasando. En Euskadi hubo una falta de información
de datos reales sobre la incidencia de las sustancias ilegalizadas. El Centro de Coordina-
ción de las Drogodependencias (DAK), perteneciente al Departamento de Sanidad y Se-
guridad Social del Gobierno Vasco, cifraba el consumo de heroína en Euskadi entre los
más altos de Europa, dando una cifra aproximativa de 11.000 heroinómanos332. En este
contexto, el Fiscal Jefe de la Audiencia de San Sebastián, afirmaba «sin temor a equivo-
carnos», que en Gipuzkoa se cifraban en miles de personas los adictos a la heroína, «dro-
ga dura por excelencia»333. Unos años después se desmintieron rotundamente estos da-
tos334, reduciéndolos como mucho a cinco mil o seis mil heroinómanos en toda la Comu-
nidad Autónoma Vasca335.
Ante el reinante clima de desconcierto, en noviembre de 1981, una locutora de un
medio radiofónico donostiarra realizó, durante dos semanas, varios programas sobre la
droga, contando para ello con la presencia de diversas personas que por un motivo u otro
estaban relacionadas o sensibilizadas (consumidores, familiares, psiquiatras, psicólogos,
abogados, trabajadores sociales, policías, funcionarios de instituciones penitenciarias,...,)
con aquella situación. Posteriormente, un sector importante de aquellas personas comen-
zó a reunirse semanalmente en el Ayuntamiento de Donostia, convirtiéndose así en una de
las primeras cunas de movimiento social de lucha contra las drogodependencias en Eus-
kadi. Inicialmente hubo una fuerte representación de familiares de jóvenes consumido-
res, fuertemente angustiados por el drama individual y familiar, y por la falta de respues-
tas precisas desde las instituciones en relación a sus demandas principales: algún tipo de
alternativa para situaciones de drogodependencia336 (especialmente en situaciones de sín-
drome de abstinencia) y para los problemas legales a los que solían hacer frente con
asiduidad.
La situación fue desbordante y, desde un incipiente movimiento social en materia de
drogas, se hizo frente a los diversos campos que abarca el fenómeno social de las drogas,
332
El DAK fue creado en 1981 y se incorporó en octubre de 1986 a Osakidetza. El dato referido, así como las
siguientes particularidades, han sido obtenidos de un tríptico elaborado por el DAK titulado La prevención
de las drogodependencias. No consta el año de su edición. El número de consumidores de otras drogas se
señalaba que era: 176.332 Bebedores excesivos; 40.817 Sospechosos alcohólicos; 96.319 Consumidores
habituales de cannabis; 42.450 Consumidores habituales de alucinógenos; 6.531 Consumidores habituales
de cocaína.
333
Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián, año 1984, referente a la situación del
año anterior, realizada por J.A. ZARAGOZA AGUADO, p. 58.
334
Antonio BERISTAIN afirmaba en El Diario Vasco (06/03/1986:12) que «no se puede comparar el índice
de consumo de droga en el País Vasco con el de otros países, porque, en principio las estadísticas que a este
respecto se han realizado en España no son fiables».
335
J. ELZO: «La investigación epidemiológica y sociológica de la drogadicción en Euskadi (1978-1986)»,
en Libro Blanco de las Drogodependencias en Euskadi, 1987. Serv. Publicaciones Gobierno Vasco. Gasteiz,
p. 84.
336
En julio de 1982 la Diputación de Gipuzkoa creó el Servicio de Salud Mental que, en un primer momento,
fue insuficiente para dar respuesta a todas las demandas solicitadas, como lo evidenció las largas listas de
espera existentes durante la primera época.
195
gran cantidad de las veces con mucho más voluntarismo que conocimientos y medios
para dar respuesta a toda aquella realidad. De ese modo, se realizaron labores informati-
vas y preventivas337, de terapia338, y de ayuda y asesoramiento a jóvenes drogodependientes
en relación a su situación jurídico-penal. Pocos años después fue plenamente reconocida
la labor realizada por el movimiento social en materia de drogodependencias, tanto en el
ámbito de la prevención339 como en el de la asistencia340, donde llegó a ser un polo de
referencia obligado respecto al fenómeno social de las drogas. De igual modo, es de
destacar el trabajo efectuado por este movimiento social en el campo jurídico-penal: por
un lado, reuniones con jueces, fiscales, abogados,..., para exponer la calamitosa situación
en que se encontraban las personas consumidoras de sustancias ilegales dentro de las
comisarías y cárceles; de otro lado, la constante presencia en el Palacio de Justicia, ente-
rándose de los horarios de los juicios, denunciando los nada infrecuentes casos donde el
abogado de oficio conocía a su cliente unos minutos antes del inicio del juicio, llegándo-
se, en más de una ocasión, a suspender el juicio por la denuncia y presión ejercidas.
El movimiento social en drogodependencias desarrolló, desde el inicio de los años
ochenta, una tarea fundamental de sensibilización, concienciación y denuncia sobre la
necesidad de medidas preventivas y otro tipo de alternativas diferentes a las meramente
represivas para los consumidores de drogas ilegalizadas. Quizá ésta sea una de las claves
para poder entender la sensibilidad de la sociedad en general –y de los jueces y fiscales en
particular– respecto a los drogodependientes acusados de cometer algún delito para hacer
frente a su dependencia.
En este primer período, las condiciones en que se encontraba la Audiencia Provincial
de San Sebastián y la Fiscalía de la misma, eran realmente preocupantes porque no con-
taban con medios –humanos y materiales– suficientes para hacer frente a todo el trabajo
337
Comenzaron a realizarse cursillos especializados, llevados a cabo por grupos de profesionales, acompañados
de padres, jóvenes consumidores, y otros que ya no consumían. Fue un primer intento de dar respuesta a las
numerosas demandas realizadas por responsables de centros de enseñanza y Asociaciones de Padres de
Alumnos.
338
Se comienza una labor de ayuda y asesoramiento a un grupo de jóvenes que intentaban desengancharse de
la heroína. Inicialmente estuvieron en una casa de arbitrios semidestruida, perteneciente a la Diputación de
Gipuzkoa en la carretera de Berastegi a Leitza. Debido a la falta de condiciones se buscó una borda habitable
en el monte Jaizkibel y, más tarde, un caserío en Aya-Orio.
339
J.A. PEREZ DE ARROSPIDE manifiesta cómo al inicio de los años ochenta «nace un fuerte movimiento
ciudadano que, además de presionar a la Administración y a los profesionales para la búsqueda de soluciones,
se convierte en protagonista activo de la lucha. En Euskadi florecieron numerosos colectivos y asociaciones
que, mediante actividades propias, son una referencia y una realidad en la lucha contra las drogodependencias»:
«La prevención de las drogodependencias en Euskadi», en Libro Blanco de las Drogodependencias en Euskadi,
1987. Serv. Central de Publicaciones Gobierno Vasco. Gasteiz. 1987, p. 143.
340
J. AGUIRRE BILBAO considera que «al margen de las Instituciones Públicas comienza, en la Comunidad
Autónoma Vasca, un movimiento social de preocupación e intentos de respuesta, fundamentalmente en el
ámbito de la Asistencia al Toxicómano. Este movimiento está promovido por algunos profesionales,
especialmente del ámbito de la Psiquiatría, y otros colectivos sociales en torno a los afectados». «La
intervención de las instituciones públicas en la lucha contra la drogodependencia en la Comunidad Autónoma
Vasca», en Libro Blanco de las Drogodependencias en Euskadi, 1987. Serv. Central Publicaciones Gobierno
Vasco. Gasteiz. 1987, p. 63.
196 Drogas, legislaciones y alternativas.
zada por ser los propios consumidores los que plantaban el cannabis342, o ellos mismos se
desplazaban al sur a por dichas sustancias343, o bien, consumidores de opiáceos realiza-
341
Alejandro DEL TORO MARZAL, al describir la situación de la década de los años setenta (gran parte de
los hechos que se juzgaron en el período comprendido desde enero de 1981 hasta junio de 1983 fueron
realizados a finales de los años setenta) advierte que «si en los años setenta, la Fiscalía y los Tribunales se
hallaban impreparados para abordar el crimen organizado, el del comercio y consumo heroínico carecía de
previsiones tácticas para punir a los traficantes y proteger a los heroinómanos». «La imputación del
heroinómano». Drogas, aspectos jurídicos y médico legales, p. 195.
342
Según la sentencia 129/82, en el domicilio del acusado hallaron «(...) 450 gramos de plantas de cannabis
índica, 6 gramos de semillas de plantas cannabináceas y 0,80 gramos de hojas secas de plantas de la misma
especie sin que conste que el acusado realice actos de tráfico de aquéllas ni se haya lucrado con su comercio».
Otro ejemplo que evidencia más claramente el cultivo para propio consumo es la sentencia 27/83 donde al
procesado se le requisan «(...) 3,8 gramos de hachís, que él mismo había obtenido, previa trituración y
presado, de una única planta de ‘cannabis sutiba’, que él mismo cultivaba en un tiesto en su domicilio, cuyo
producto destinaba el procesado para su propio consumo, pues en aquella época era adicto y habitual
consumidor de dicha droga».
197
ban viajes al extranjero –normalmente a los Países Bajos– para adquirir derivados de
opiáceos. En estos dos últimos casos, una parte se guardaban para consumo propio y, otra
parte, la destinaban a la venta para sufragar los gastos ocasionados en el desplazamiento.
Era un tráfico básicamente doméstico, en gran medida incipiente, donde primaba más la
necesidad de avituallamiento de las sustancias que la cuestión económica. Este tipo de
tráfico ilícito se llevaba a cabo, generalmente, a título personal, o bien en grupo, cuando
se trataba de conseguir sustancias para consumirlas en una determinada fiesta344. También
fueron detectadas pequeñas cantidades de hachís que, amigos de personas presas, preten-
dían introducir en prisión345.
La segunda fase estuvo caracterizada, en el ámbito local, por el inicio de una rudimen-
taria estructura donde la cuestión económica comenzó a tener más importancia346 –inclu-
so con la implicación de algún industrial347–, y se comienza a utilizar personas drogodepen-
dientes348 o con problemas económicos para realizar labores de intermediario349 o de co-
343
Eran típicos los viajes de consumidores de derivados del cannabis al norte de África o al sur de la península
ibérica. Así, en la sentencia 53/82 se relata que «(...) portaba en el bolsillo interior de su cazadora cuatro
planchas de hachís de un peso total de 68,5 gramos, que el procesado había adquirido en la ciudad de Málaga
y que destinaba para consumo propio, durante los días que iba a permanecer en esta ciudad, a donde se había
trasladado desde Málaga con el propósito de cobrar el seguro de desempleo. El procesado es habitual
consumidor de dicha droga cuyo hábito adquirió durante su permanencia en el servicio militar en la Legión».
344
La sentencia 185/82 indica que «(...) el procesado P.L.P.A, como desease adquirir una partida de hachís
para destinar a su propio consumo y a repartirlo entre sus amistades, consiguiendo reunir la cantidad de
ciento sesenta mil pesetas, que aquellos aportaron a tal fin, (...)». En ese mismo sentido se observa en la
sentencia 227/82: «(...) adquirió en la parte vieja de esta Capital, una plancha del estupefaciente conocido
como ‘hachís’, de doscientos gramos de peso, por el precio de treinta mil pesetas, la que a su vez, entregó al
también procesado F.J.G.G, mayor de edad penal y sin antecedentes penales, para que la guardara, a fin de
distribuirla ellos a terceras personas, amigos de los procesados, con ocasión de la fiesta de fin de año, sin que
conste que aquellos le hubieran hecho tal encargo, si bien el propósito era que aquellos contribuyesen
equitativamente a satisfacer el importe a lo que había ascendido la compra de tal estupefaciente, una vez se
efectuara el reparto».
345
La sentencia 296/82 narra cómo el acusado «(...) envió por correo por encargo de otros amigos cuya
identidad se desconoce, a su amigo M.A.G.M. que se encontraba en la Prisión Provincial de Las Palmas de
Gran Canaria, un paquete conteniendo diversos comestibles entre los cuales se encontraba un bote de leche
condensada marca ‘La Lechera’ que en su interior llevaba un pequeño envoltorio de papel de plata que
contenía diez gramos de hachís, cuestión que ignoraba dicho procesado». Igualmente, en la sentencia 294/82
el procesado «(...) fue sorprendido por la Guardia Civil de vigilancia de la Prisión de Martutene de esta
Capital cuando trataba de pasar 16 gramos de hachís a un amigo que se encontraba internado en dicha
Prisión, y que llevaba ocultos dentro del tacón de una de las zapatillas que calzaba, (...)».
346
Un ejemplo lo tenemos en la sentencia 273/82: «(...), el día 9 de octubre de 1979 adquirió en la calle San
Jerónimo de esta Ciudad de un individuo no identificado, 20 gramos aproximadamente de la droga
estupefaciente conocida como ‘hachís’ por la cantidad de ocho mil pesetas, con el propósito de revenderla a
mayor precio para obtener así un lucro pecuniario; a tal fin troceó la citada sustancia, formando doce barras
o ‘talegos’, (...)».
347
La policía encontró en el domicilio del industrial 345 grs. de cocaína y 7 decigramos de heroína (Sentencia
73/82).
348
La sentencia 81/81 reza que «(...) con el fin de obtener dinero que necesitaba para adquirir heroína a cuyo
consumo era adicto, se dedicó durante varios años a la venta de pequeñas cantidades de ‘hachís’ que obtenía
de un desconocido apodado ‘el pulpo’, quien lo empleaba como distribuidor». También a los procesados .../
198 Drogas, legislaciones y alternativas.
rreo350 que podrían suponer un mayor peligro. En algunas ocasiones es el propio consu-
midor quien asume el riesgo y se traslada a otro Estado para comprar allí las drogas
ilegalizadas, transportarlas y, posteriormente venderlas con el objetivo de sacar dinero
para mantener su drogodependencia351. Igualmente se observa el inicio de labores de
distribución de una manera más organizada, por medio de contacto telefónico y utilizan-
do posteriormente a un individuo, que había sido condenado por delito contra la salud
pública, para el contacto y la venta de derivados cannábicos y de coca-cocaína352. Desde
una perspectiva más amplia que la local, se advierte mayor organización para las labores
de tráfico entre quienes son detenidos en controles fronterizos353.
La represión del tráfico ilícito de drogas estuvo igualmente caracterizada por el lugar
geográfico donde se sitúa Gipuzkoa y por la particular situación política: Gipuzkoa posee
varios pasos fronterizos entre el estado español y el estado francés. La detención de algu-
nas de las personas que fueron juzgadas en la Audiencia Provincial de San Sebastián por
delitos relacionados con la salud pública, se llevó a cabo en los centros fronterizos354.
Unas veces, era gente que vivía en el Territorio Histórico de Gipuzkoa siendo detenida al
tratar de introducir las sustancias ilegalizadas en Gipuzkoa o al pretender llevarlas al otro
lado de la frontera355; otras veces, eran personas de paso por Gipuzkoa que cuando preten-
/... de la sentencia 86/83, ambos drogodependientes, (...) se les ocupó cuatro kilogramos de hachís que uno de
los cuales había recibido «de un individuo denominado ‘El Moro’ no identificado, al objeto de que ambos
procesados procedieran a la distribución y venta de la cantidad aprehendida y así conseguir algunos beneficios».
349
Según consta en la sentencia 170/82 «J.C.B.R., mayor de edad y sin antecedentes penales, vendió a
J.J.I.E., también mayor de edad y sin antecedentes penales y al parecer a otro procesado no juzgado, cinco
barras de ‘Hachís’ por las que estos le pagarían cuatro mil ptas. una vez que consiguieran venderlas a su vez,
por el precio de mil ptas. la barra, obteniendo ellos una ganancia en su labor intermediaria de 1.000 ptas. y sin
que se haya podido averiguar a quién se las había comprado el primero».
350
El procesado «(...) recibió de una persona no identificada en Pamplona 125 gramos de cocaína en una
bolsa que debía entregar a otra persona en Zarauz, por el precio de 500.000 ptas. de las que 150.000 serían
para dicho procesado» (sentencia 57/82).
351
«Dicha heroína, de un valor superior al millón de pesetas en España, la había adquirido el procesado en
Burdeos al precio de cuatro mil pesetas gramo pretendiendo con ello obtener la consiguiente ganancia
económica que a su vez le serviría para mantener su adicción a la cocaína» (387/82). Del mismo modo, en la
sentencia 356/82, el acusado traía de Holanda heroína «(...), parte para consumo propio, pues era adicto a la
misma, y ya había estado sometido a tratamiento médico para desintoxicarse, el cual interrumpió por su
propia voluntad el día 14 de octubre de 1981, y la restante para ser vendida por él mismo en la calle a los
consumidores habituales de la misma».
352
Sentencia 298/82.
353
Así, en la sentencia 44/83, son detenidos en la frontera de Irún varias personas que habían realizado un
viaje desde Madrid hasta Ámsterdam para adquirir heroína y llevarla a Madrid. Hay quien pone el dinero
para realizar la operación y otros son los que corren con el riesgo de pasar las fronteras con la mencionada
mercancía. El viaje era conocido por parte del grupo anti-droga de la Policía Judicial de Madrid porque «(...)
venía vigilando desde tiempo atrás a R. y S. como posibles miembros de una red de traficantes y vendedores
de droga dura que actuaba en los barrios de San Blas y Canillejas de Madrid (...)».
354
Entre otras, puede verse las sentencias: 17/82, 356/82, 380/82, 387/82, 44/83, 61/83.
355
La sentencia 17/82 menciona que «(...) sobre las 0,30 horas del día 6 de octubre de 1980 fueron sorprendidos
en el puesto fronterizo de Irún, con intención de pasar la frontera, siéndoles ocupados por la policía, 22
gramos de Marihuana, 17 gramos de hachís y una dosis de L.S.D. que habían adquirido en España y tenían
el propósito de venderlas a unos amigos franceses por la cantidad de 11.500 ptas».
199
dían trasladar a otra parte del estado español dichas sustancias eran detenidas en la fron-
tera356. Es importante resaltar esta cuestión porque la totalidad de las drogas ilegales de-
comisadas en las diversas fronteras existentes en Gipuzkoa, no estaban destinadas al con-
sumo interno del Territorio Histórico. Gipuzkoa no sólo fue en este período un lugar de
consumo y de tráfico interno sino también un importante lugar de paso hacia el resto de
Europa (derivados del cannabis procedentes del norte de África y derivados de coca-
cocaína provenientes de Latinoamérica) y también desde otros lugares de Europa e inclu-
so de Asia hacia diferentes lugares del estado español (derivados de opiáceos y de coca-
cocaína, anfetaminas,...,).
En la época analizada los Cuerpos de Seguridad del Estado solían realizar con relativa
asiduidad controles de carretera por la peculiar situación política que se vivía. Conse-
cuencia de dicha situación y de la instalación de controles, fueron detenidas -y posterior-
mente juzgadas en la Audiencia de San Sebastián- personas relacionadas con el consumo,
pero no con el tráfico de este tipo de drogas357.
Como puede advertirse los criterios de actuación en las labores de represión del tráfico
ilícito quedaban en gran medida a discreción de los Cuerpos de Seguridad del Estado que
no se hallaban debidamente preparados para afrontar adecuadamente la persecución de
los delitos derivados del tráfico ilícito de drogas y centraron fundamentalmente su labor
de control en los derivados cannábicos y en los jóvenes, muchos de ellos consumidores
que eran detenidos cuando estaban fumando derivados cannábicos358 o inyectándose de-
356
En la sentencia 356/82 se juzga a una persona detenida en el puesto fronterizo de Irún que vive en Bizkaia,
lugar donde solía realizar las labores de tráfico de heroína. Las sentencias 380/82 y 44/83 hacen referencia a
viajes desde Madrid hasta los Países Bajos, compra de heroína en Ámsterdam para posteriormente venderla
en Madrid, siendo detenidos en la frontera al volver.
357
La sentencia 40/81 indica cómo los acusados «(...), se encontraban en unión de otros dos amigos y esperando
a un tercero, en el interior de un vehículo que les había sido prestado por el propietario, familiar de uno de
ellos, y que estaba aparcado en las proximidades del domicilio de un policía nacional, sospechando éste que
proyectaban realizar algún atentado contra el mismo, por lo que avisó a sus compañeros que detuvieron a
todos los ocupantes del vehículo. Practicadas las oportunas diligencias se comprobó que los detenidos no
tenían relación con bandas armadas ni preparaban atentado alguno, habiéndose encontrado durante el registro
que se practicó en el vehículo, una jeringuilla, dos barritas y dos ‘chinas’ de hachís con un peso total de 4,40
gramos, una ‘papelina ‘ conteniendo 0,04 gramos de heroína y cuatro librillos de papel de fumar, que tenían
los detenidos para su consumo, no constando que los acusados hayan realizado actos de transmisión a otras
personas de sustancias tóxicas estupefacientes» –el remarque con negrilla es nuestro.
Igualmente en la sentencia 27/83, la policía detiene en un control de tráfico al acusado y en el registro del
vehículo «(...) se le ocupó en la guantera del mismo, un envoltorio de papel, en cuyo interior guardaba el
procesado 3,8 gramos de hachís, que él mismo había obtenido, previa trituración y prensado, de una única
planta de ‘cannabis sutiba’, que él mismo cultivaba en un tiesto de su domicilio, cuyo producto destinaba el
procesado para su propio consumo, pues en aquella época era adicto y habitual consumidor de dicha droga».
En situaciones como las descritas en la sentencia 40/81, la policía dispone de capacidad y medios precisos
para realizar un proceso de criminalización secundaria hacia determinadas personas, no tanto por el delito
del que formalmente son acusadas –por la escasa cantidad de las sustancias era descartable cualquier otro
acto que no fuera el mero consumo–, sino más bien como castigo por la tensión sufrida ante la sensación que
un miembro de la policía pudiera ser víctima de una acción violenta.
200 Drogas, legislaciones y alternativas.
358
La sentencia 100/82 constata que «(...) en la madrugada del día veintisiete de enero de mil novecientos
ochenta y uno, encontrándose el procesado J.A.T.G. en compañía de cinco amigos, en el interior de un
turismo propiedad de uno de ellos, aparcado en el lugar conocido como ‘Peine de los Vientos’, en las
proximidades de la playa de Ondarreta de esta ciudad, distribuyó entre ellos una cantidad indeterminada del
estupefaciente conocido por ‘hachís’, que el procesado había adquirido previamente en la zona vieja de esta
capital, y con la citada sustancia confeccionaron varios cigarrillos ‘canutos’ que fumaron o consumieron
todos ellos, momento en que fueron sorprendidos por la Policía que le incautó dos gramos de hachís y
numerosas papelinas de heroína, si bien solamente siete de ellas contenían la citada droga en la cantidad de
treinta y cinco centigramos, pues el procesado ante tal eventualidad vació el contenido de las restantes; la
heroína incautada la había adquirido el procesado, cuya droga, en parte la pretendía destinar a consumo
propio y la restante distribuirla entre sus compañeros pues a dos de ellos en aquel mismo momento se les
ocupó una jeringuilla hipodérmica y una cucharilla, efectos que pertenecían al procesado, que a su vez tenía
en su poder otra jeringuilla de su pertenencia».
359
Sentencia 227/81: «Fue sorprendido el acusado J.M.O.Z., en el puente de hierro de esta Ciudad, cuando se
inyectaba sustancia estupefaciente, lo que también hacían C.E.E. y J.E.S.C., con droga que también les había
facilitado el acusado (...)».
360
Entre otras, pueden observarse las sentencias 142/81, 21/82, 130/83 y 209/83.
361
Posteriormente, debido a las protestas de los vecinos y a la imagen que se estaba dando en lugares concretos
de la Parte Vieja (Plaza Constitución y Plaza de la Trinidad) –muy poco acorde con una ciudad turística–, se
pusieron en marcha continuos controles policiales fundamentalmente dirigidos a consumidores y a pequeños
traficantes. Derivado del aumento del control social en la Parte Vieja, dicho tráfico fue desapareciendo de la
Parte Vieja y comenzó a realizarse en barrios periféricos de Donostia (Bidebieta, Altza,…)
362
Así, en la sentencia 81/81 se dice que el procesado «(...) se dedicó durante varios años a la venta de
pequeñas cantidades de ‘hachís’ que obtenía de un desconocido apodado ‘el pulpo’ quien lo empleaba como
distribuidor». Pese a utilizar a un dependiente de heroína durante varios años como distribuidor, «el pulpo»
no fue juzgado por la Audiencia Provincial de Donostia durante la década de los años ochenta.
Más sentencias en la misma línea: «(...), recibió de una persona no identificada en Pamplona 125 gramos de
cocaína en una bolsa que debía entregar a otra persona en Zarauz (...)» (sentencia 57/82); «(...) adquiriendo
en dicha localidad a una persona no identificada, (...)» (sentencia 208/82); «Dicha cantidad de hachís la había
recibido la procesada O.B. de un individuo denominado ‘el Moro’ no identificado (...)» (sentencia 86/83).
363
Las sospechas pueden ser «(...) por resultar sospechoso a la policía de haber participado en diversos
atracos a entidades bancarias» (sentencia 53/83), porque «(...) la Policía buscaba como sospechoso de un
atraco a la sucursal del Banco (...)» (sentencia 76/83).
201
364
«(...) el Grupo Anti Drogas de la Comandancia de la Guardia Civil de Guipúzcoa tuvo conocimiento, por
medio de una confidencia, de que en la cafetería ‘Txalaparta’ sita en la calle Isabel II de esta Capital, se iba
a presentar un individuo de 25 años, complexión normal, estatura media, pelo castaño, vestido con pantalón
y jersey gris, llamado ‘José Mari’, que portaría en una cartera de mano negra una cantidad de droga» (sentencia
139/82).
365
Puede observarse en la sentencia 296/82: «La Policía, ese mismo día practicó una diligencia de entrada y
registro en el domicilio del procesado en la que no observó todos los requisitos legales (...)
(...) procede decretar la libre absolución del procesado, fundándose la Sala en dos consideraciones: la irregular
o incompleta forma en cómo se llevó a cabo la instrucción sumarial en sus dos fases, de diligencias previas
o instrucción policial y la fase sumarial judicial propiamente dicha, pues en la primera de ellas, se observa
que en la diligencia de entrada y registro llevada a cabo por la policía se efectuó en base a lo dispuesto en el
art. 553 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que permite a los agentes de policía proceder por propia
autoridad a efectuar el registro de lugar habitado, entre otro supuesto, en el caso de flagrante delito, hipótesis
que puede concurrir en el supuesto de autos, pues al procesado se le intervino una papelina de heroína, no
obstante de su propia redacción, no aparece claro que el procesado estuviera presente como exige el art. 569
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, y más bien parece que el procesado se limitó a firmar el acta
correspondiente, notándose la falta del requerimiento de la presencia de los dos testigos que exige el citado
precepto legal (...)».
366
En Gipuzkoa supuso la disminución a casi la tercera parte del número de presos preventivos de la prisión
de Martutene. A finales de diciembre del año 1982, el número de presos preventivos en Martutene era de 165,
disminuyendo hasta 57 en las mismas fechas del año 1983 (J.A. ZARAGOZA AGUADO, op. cit. p. 49).
202 Drogas, legislaciones y alternativas.
tardó más de tres años en fallar el Tribunal, no llegando a uno de cada cinco casos (16,4%)
donde se dictó sentencia antes del año. Por sustancias, fueron los derivados cannábicos
los que más tiempo tardaron en resolverse, por ser mayor el porcentaje de éstos y por el
interés de la Audiencia Provincial de intentar agilizar los procesos donde las sustancias
objeto del tráfico ilícito eran derivados de opiáceos o de coca-cocaína.
El período entre reformas contiene una combinación de aspectos continuistas con otros
que constituyen cambios sustanciales, cuando no novedades, en relación al período ante-
rior. Así, entre los aspectos continuistas, todavía se observan casos donde los propios
consumidores plantaban las semillas del cannabis para destinarlas a su propio consu-
mo370, o consumidores que dedicaban parte de las sustancias adquiridas a su propio con-
sumo y parte a la venta. En algunos casos, viajaban ellos mismos a otros Estados a por
derivados de opiáceos (Holanda, Tailandia) o a por derivados cannábicos (Marruecos); en
otros casos, simplemente eran meros distribuidores de la propia sustancia que consu-
mían371, o eran criminalizados por vender derivados cannábicos con los que sufragaban
los gastos del consumo de heroína372.
Tres son las circunstancias que experimentaron cambios sustanciales respecto al pe-
ríodo comprendido desde enero de 1981 hasta la reforma de 1983: la importancia que
adquiere la cuestión económica, una mayor organización en las labores de tráfico de
drogas y, finalmente, la implicación de números de Cuerpos de Seguridad del Estado.
Frecuentemente las dos primeras suelen ir unidas373, pero por sus peculiaridades las ana-
370
Sentencia 123/85: «(...), plantaron unas semillas de ‘cannabis indico’ en unas macetas, que tuvieron en
casa de A.M.L., y cuando perdieron tres de esas semillas, las llevaron a la casa forestal del Monte Aralar,
donde las pusieron en tres macetas para que crecieran. Pocos días antes del día uno de noviembre de mil
novecientos ochenta y dos A.M.L. cortó el tallo y las hojas de las plantas para que se fueran secando... El día
uno de noviembre metieron las plantas cortadas en una bolsa de papel y la introdujeron en una mochila,
viniendo seguidamente a San Sebastián en el vehículo NA-5229-F, siendo detenidos por miembros de la
Policía Nacional y encontrándose las plantas que arrojaron un peso de noventa gramos.
(...) no consta tuviese finalidad de dirigirla al tráfico sino a su propio consumo, finalidad que viene deducida
por el exiguo número de plantas existentes, así como el lugar de la plantación, siempre macetas, arrojando un
peso en gramos muy pequeño para que se pueda deducir con fundamento el destino de venta, ya que había
que deducir al mismo el peso de esos tallos y la pérdida de agua que en el secado se produce, razones éstas
que llevan al Tribunal al convencimiento de que la finalidad era de mero consumo propio, (...)».
371
Sentencia 206/84: «(...), cuando portaba en su haber seis con cinco gramos de hachís, que pensaba destinar,
en parte a su consumo y en parte a la venta onerosa y lucrativa con transmisión a terceros, hecho éste que
había repetido en ocasiones precedentes con finalidad de financiarse su propio autoconsumo».
372
Sentencia 415/87: «(...) M.E.M.G. y D.F.R., ambos mayores de edad y sin antecedentes penales computables
a los efectos de esta causa, casados entre sí, y consumidores habituales desde hacía tiempo no determinado
de la sustancia estupefaciente conocida como ‘heroína’, se venían dedicando con anterioridad al 21 de Mayo
de 1986, durante periodo de tiempo no exactamente determinado, a la venta a terceras personas de la sustancia
conocida como hachís en esta Ciudad, obteniendo de esta forma ingresos para su sustento y el de una hija de
ambos y para la adquisición de la ‘heroína’ que consumían;».
373
Reflejo de esa unión es la sentencia 4/85: «Las conductas relatadas en el resultado fáctico integran un
delito continuado de tráfico de drogas, ya que se han realizado actividades de adquisición, transporte,
elaboración o manipulación para aumentar la cantidad y con ello el beneficio, distribución y venta, existiendo
una cadena que va desde la financiación inicial por L.A., el desplazamiento del ahora enjuiciado E.R. para la
adquisición de la heroína ‘al por mayor’ en su punto de origen, el transporte e introducción en España .../
204 Drogas, legislaciones y alternativas.
/... por el mismo acusado E.R. utilizando sofisticados medios para su ocultación, la ‘mezcla’ aprovechando la
pureza del producto obtenido en Thailandia para multiplicar los beneficios, la distribución y por fin la venta
del producto al pequeño consumidor, utilizando como intermediarios a personas que por ser también adictos
se prestan con facilidad a realizar dicha labor para conseguir medios con los que procurarse nuevas dosis».
374
El consumidor «(...), convino en fecha que no consta con un individuo llamado François, cuyas demás
señas de identidad se desconocen por ahora, la realización de un viaje hasta la localidad holandesa de
Amsterdam para recoger allí una cierta cantidad de droga de la denominada heroína que éste tenía ya encargada
y su traslado a España, a cambio de lo cual habría de percibir 300.000 pesetas en metálico y 10 ó 15 gramos
de dicha sustancia para su consumo, que realizaba con habitualidad;(...)» (sentencia 139/87).
375
Sentencia 133/87: «(...) la procesada M.M.C.S., mayor de edad y sin antecedentes penales, que se encontraba
en apuros económicos, se puso en contacto con el también procesado, J.L.M.C., mayor de edad y sin
antecedentes penales, con la finalidad de ganar dinero, por lo que éste le propuso realizar un viaje a Amsterdam
para adquirir heroína, pensando con ello obtener un elevado beneficio económico después de su venta en
España, (...)».
376
Sentencia 310/87: «El día 1 de julio de 1986 el procesado acompañado de su esposa salió de la localidad
de Carmona (Sevilla) llegando a la ciudad de Amsterdam el día 3 de julio del mismo año, y una vez en dicha
ciudad adquirió a un turco llamado ‘Ali’ y del que no constan más datos de identidad los 50 gramos de
heroína previstos inicialmente, pero el referido turco le ofreció la posibilidad de llevar a España y más
concretamente a Sevilla tres Kilogramos de heroína, pagándole dicho transporte con 50 gramos de heroína,
droga que se le entregaría en Sevilla por la persona que fuese a recoger los 3 Kgs. de heroína. El procesado
aceptó la operación y entregó el Renault-5 al turco para ocultar en él los 3 Kgs. de droga».
377
380/87: «El procesado I.B., mayor de edad penal, sin antecedentes penales y de nacionalidad marroquí, el
día 9 de Septiembre de 1986 transportaba en su vehículo Peugeot 504 matrícula de Holanda 44-MJ-22 dos
Kilos y setecientos gramos de heroína con una concentración de 34,8 que persona no identificada le había
entregado en Holanda recibiéndolas el procesado con cabal conocimiento de la naturaleza de la mercancía y
que debía entregar a tercera o terceras personas para la venta en Tánger.
La detención del procesado se produjo en el Restop de Ariceta situado en el Km. 26 de la Autopista Bilbao-
Behobia, de esta jurisdicción a consecuencia de informes confidenciales que había recibido la policía.
Al procesado se le ocupó en una bolsa dos millones de pesetas en moneda española, que nada más cruzar la
frontera le había entregado, según lo previamente convenido, persona no identificada como precio del transporte
de heroína». Según se recoge en la sentencia el procesado necesitaba el dinero para el pago de una casa.
378
Un claro ejemplo, entre otros, lo tenemos en la sentencia 257/84: «Dicho paquete lo había recibido A. de
un individuo desconocido con la misión de entregarlo en aquella plaza a otra persona tampoco identificada a
cambio de la entrega de cuatrocientas setenta y cinco mil pesetas, de las que recibiría una parte en concepto
de comisión;».
205
379
Dentro del discurso económico profundizaremos más detalladamente en este aspecto. En este instante, a
modo de ejemplo, citamos la sentencia 290/85: «(...); asimismo el procesado entregaba droga a cambio de
objetos procedentes de delitos contra la propiedad, habiéndose hallado en su domicilio numerosas joyas,
veinticinco relojes, cinco cámaras fotográficas, etc.,(...)».
380
Sentencia 438/85.
381
La sentencia 131/85 recoge el caso de un camionero que «(...), realizó un viaje a la localidad de Alcazarquivir
(Marruecos) con el camión remolque matrícula SS-86703 y Z-1505-R, donde procedió a la compra de cinco
kilogramos de hachís que le había encargado un súbdito holandés no identificado, así como de diecisiete con
cinco kilogramos de la misma sustancia estupefaciente que le habían encargado los otros procesados (...)».
382
Sentencia 428/85.
383
La sentencia 446/84 relata el caso de un empresario que «(...) salió de San Sebastián para realizar un viaje
a Thailandia, y una vez que llegó a la nación citada se dirigió a la ciudad de Chian-Mai donde adquirió
quinientos gramos de heroína, pagando por ella ochocientas cincuenta mil pesetas, droga que posteriormente
introdujo en España en el interior de una maleta trucada con la intención de comerciar con ella y obtener un
beneficio económico, valiéndose para su distribución y colocación en la ciudad de San Sebastián de la
procesada A.E.Y.R.J., mayor de edad, y sin antecedentes penales y adicta a la heroína y su novio J.M.G.T.
que falleció el veintitrés de mayo de mil novecientos ochenta y cuatro, a los que les suministró en cuatro
ocasiones lotes de veinticinco gramos de heroína a dieciocho mil pesetas el gramo, y estos últimos los
revendían a veinte mil pesetas el gramo después de haberlo mezclado con glucodulco,(...)».
384
Un ejemplo de empresario que financia un viaje a Tailandia, aparece recogido en la sentencia 327/85:
«(...), ideó en el mes de Noviembre de mil novecientos ochenta y tres la realización de un viaje a Thailandia
para adquirir un kilogramo de heroína con la finalidad de obtener un importante beneficio económico, viaje
presupuestado en cuatro millones de pesetas, y al no disponer del dinero expresado se puso en contacto con
los también procesados A.A.A., P.M.A.A. y J.I.S.M., todos ellos mayores de edad y sin antecedentes penales,
para que financiaran el viaje, lo que así hicieron, entregando A.A. un millón y medio de pesetas, y P.M.A. y
J.I.S. dos millones y medio de pesetas, para la adquisición de la citada droga, pensando con ello, tras venderla
en nuestro país, obtener un elevado beneficio económico. Que para la realización del viaje a Thailandia A.A.
comunicó a L.M.C. las personas que estarían dispuestas a realizarlo (...)».
385
La sentencia 60/84 relata el caso donde un empresario que pidió un préstamo a entidades bancarias y a
amigos con la finalidad de reunir 6 millones de pesetas para traer desde Sudamérica un barco cargado de
griffa.
206 Drogas, legislaciones y alternativas.
policial en cuanto que los correos no tienen relación con el mundo ni con la estructura de
poder que constituye el negocio de la droga».
Se advierte que las redes de distribución del tráfico ilícito de drogas tóxicas, estupefa-
cientes y sustancias psicotrópicas, debido a su estructura piramidal y a las ramificaciones
estancas, originaron una segmentación de tareas donde sólo los elementos que se encon-
traban en la cúspide de la pirámide eran capaces de organizar y controlar todo el proceso.
V. RUGGIERO (1996) ha relacionado este característico modo de actuar con el modelo
fordista, donde la capacidad de diseño e intervención de una determinada actividad se
centra en el nivel directivo –muy reducido– desde donde se planifica la organización del
trabajo independientemente de los sujetos que toman parte en el mismo. Estos sujetos son
eslabones de una no siempre regular cadena –entre sus ramificaciones estancas más bien
parece una red– donde, en la mayoría de los casos, precisamente por su peculiaridad,
desconocen tanto la forma global del trabajo como los otros componentes de la cadena.
En los no muy numerosos supuestos donde determinados conocimientos de algún indivi-
duo superaban los estrictamente necesarios para la realización de las labores encomenda-
das, entraban en funcionamiento el silencio y el olvido que «constituyen la ley no escrita
pero siempre obedecida»391.
En las tareas de distribución a las personas consumidoras también se observó una
mayor organización. Aunque todavía era dominante la figura del consumidor -que comer-
ciaba una parte de la sustancia para continuar sufragando sus gastos- o del traficante que
vendía en la calle o en locales públicos, empezó a abrirse camino una estrategia de venta
diferente, caracterizada por la implicación de varios miembros de una misma familia,
desde menores hasta ancianos, a veces de etnia gitana392, que realizaban las labores de
tráfico ilícito de drogas en un determinado inmueble conocido por los consumidores –no
sólo los del lugar sino también los de territorios cercanos–, y se desplazaban al mismo
cuando tenían la necesidad de aprovisionarse393. Generalmente permanecían en el edifi-
cio el tiempo indispensable para depositar el dinero y recoger las sustancias prohibidas.
Algunas de las investigaciones por tráfico ilícito de drogas tuvieron su inicio a raíz de
las denuncias ciudadanas que sirvieron de notitia criminis a los Cuerpos y Fuerzas de
Seguridad del Estado. Sin embargo, la cuestión de las mencionadas denuncias creó un
391
Sentencia 340/86.
392
Las Memorias de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián de los años 1986 y 1987, en la
primera señalan cómo «(...) han surgido, también, pequeñas mafias que controlan el tráfico en zonas muy
localizadas, constituidas fundamentalmente por miembros de familias gitanas, que utilizan a sus mujeres y a
menores de edad penal para los actos específicos de venta a los toxicómanos» (p.11). La segunda afirma que
«(...) el comercio interior está en buena medida monopolizado por organizaciones constituidas en grupos
familiares, en muchas ocasiones gitanos, que llegan a utilizar todos los miembros del clan, (...)», (p. 10).
393
Una muestra de este nuevo tráfico de drogas aparece recogida en la sentencia 35/88, donde son juzgados
un señor de 73 años y una señora de 57 que convivían con otros familiares en un caserón medio ruinoso del
barrio irunés de San Miguel. En el juicio fueron acusados porque «(...) venían dedicándose hasta el mes de
Abril de 1987, en tiempo inmediatamente anterior no determinado y con asiduidad, a la venta de la sustancia
estupefaciente denominada ‘heroína’, hecho que era conocido entre los consumidores de esta sustancia de
toda la zona de Irún y sus alrededores incluso al otro lado de la frontera con Francia, que acudían a ellos a
proveerse de dicha sustancia para su consumo;»
208 Drogas, legislaciones y alternativas.
fuerte y acalorado debate. Desde amplios sectores populares de barrios de Donostia (Altza,
Bidebieta,...,) y de pueblos cercanos a la capital donostiarra (Andoain, Hernani, Lezo,
Pasajes, Rentería, Oiartzun), se denunció el poco interés y la falta de eficacia policial en
la persecución del tráfico ilícito de drogas, proponiendo la implicación municipal en ese
tipo de tareas mediante la persecución por parte de la Policía Municipal del delito men-
cionado y la presentación del Ayuntamiento como acusación particular en los juicios
contra traficantes. Un ejemplo significativo fueron los hechos acaecidos en los pueblos
de Lezo, Rentería y Oiartzun desde primeros de 1986 hasta finales de 1987: debido al
fuerte incremento del tráfico ilícito de drogas en la zona de Rentería y Lezo, se llegaron a
realizar en el segundo de estos pueblos diversas asambleas –inicialmente de padres de
alumnos preocupados por el aumento del tráfico de drogas– donde se ponía de manifiesto
la inoperancia y la impunidad policial hacia los traficantes. Las denuncias realizadas
desde las asambleas iban dirigidas hacia los traficantes –no contra los consumidores y/o
pequeños trapicheros– de heroína. Fruto de las denuncias anónimas de ciudadanos, di-
versos Cuerpos Policiales efectuaron labores de seguimiento a traficantes de heroína que
tenían, a mediados de marzo de 1986, su centro de operación en Rentería y Lezo394.
Las denuncias ciudadanas abarcaban desde meras sospechas hasta datos exhaustivos
sobre los individuos que realizaban el tráfico ilegal395. Los propios jueces, como hemos
394
Tal y como se recoge en la sentencia 350/87 «a consecuencia de un servicio establecido por el Grupo de
estupefacientes de la Policía Judicial en coordinación con la Policía Municipal de Rentería tendente a suprimir
la venta de estupefacientes en la localidad citada, se montó durante varios días una vigilancia sobre las
personas que visitaron la vivienda (...). Fruto de esta vigilancia, fue la localización de J.A.O.H. a las doce
horas quince minutos del día 17 de marzo de 1986, cuando tras permanecer pocos
minutos en la citada vivienda salió, siendo seguidamente detenido ocupándosele en el registro una papelina
de 0,15 gramos de heroína con una concentración de heroína de 29,02% y que había adquirido de los procesados
citados para su propio consumo.
A las doce treinta del mismo día se procedió a la detención de E.M.J.B. y de M.P.J., cuando salían del piso
indicado, tras permanecer pocos minutos en su interior, y ocupándoseles una papelina de heroína a cada uno
para su consumo. La de E. con peso de 0,90 gramos y una concentración del 28,9% y la de M.P. con un peso
de 0,31 y una concentración del 29,52%.
A las 14 horas del indicado día los procesados salieron del domicilio indicado y en vehículo se dirigieron a
Lezo, de donde regresaron al poco tiempo dirigiéndose de nuevo al domicilio, momento en que fueron
detenidos, ocupándosele a A.J.G. dos papelinas con un peso de 2,25 gramos y una concentración de heroína
de 33,15% que había obtenido en la indicada localidad de Lezo y que tenían destinadas, ambos procesados,
para la venta a toxicómanos, así como siete mil pts. (...)
Procede, pues, analizar el caso de autos desde la doctrina acabada de exponer, y en este sentido resulta
evidente constatar la existencia de prueba procesal de cargo contra los procesados que está constituida por la
declaración de los funcionarios de policía que en una perfecta labor de colaboración entre el Grupo de
Estupefacientes y la Policía Municipal de Rentería –coordinación que por lo todavía infrecuente es más
necesario alabar– montaron el servicio de vigilancia alrededor de la vivienda de los procesados y a la vista
–dato también importante– de unas denuncias anónimas de ciudadanos que no tuvieron otra finalidad que
hacer llegar la ‘notitia criminis’ a los funcionarios policiales.»
395
La sentencia 324/86 pone de relieve cómo «(...), se encontraba en las proximidades del ambulatorio de
Hernani portando quince papelinas de heroína que pensaba destinar a la venta para obtener un elevado
beneficio económico, momento en el que apareció en dicho lugar una pareja de la Policía Municipal que
había recibido una llamada anónima comunicándole que un individuo cuyas características coincidían con
las del procesado estaba vendiendo droga, por lo que procedieron a su detención (...)».
209
396
La sentencia 350/87 recoge algunos de los pros y de los contras de las denuncias ciudadanas: «Nada hay
que objetar a esta forma de proceder de los ciudadanos, ciertamente más adulto y más responsable hubiera
sido que el ciudadano efectúe la denuncia con sus nombres y apellidos, pero si esto es una actuación procesal
relevante, no se les puede privar de eficacia a los anónimos, táctica a veces utilizada ante el temor a represalias
o amenazas que a veces no carecen de fundamento. En la medida en que no hay una exigencia de heroísmo
demandable jurídicamente a la generalidad de la ciudadanía y de que cualquier medio por el que llegue la
‘notitia criminis’ sirve para el inicio de la investigación policial nada hay que objetar a tal actuación, que
supone una tímida pero eficaz colaboración ciudadana en la lucha contra la delincuencia y puede, tal vez,
constituir el inicio de un mayor protagonismo de la Sociedad en esta materia».
397
Op. cit., p. 7.
398
La sentencia 340/86 pone de manifiesto un hecho que concluyó con fallecimiento de un consumidor
motivado por sobredosis de opiáceos: «Con dicha sustancia en poder de ambos, se trasladaron al piso que los
padres de J.M. tienen en la calle Urbieta número 44-4º de esta Ciudad, donde auxiliados de los utensilios
necesarios utilizaron, aproximadamente un cuarto de gramo para inyectarse por vía intravenosa un ‘pico’
cada uno. Cuando despertó J.M., pasado un tiempo no determinado, vio que su amigo F.R.E. se encontraba
mal y tras auxiliarle y tratar de reanimarle practicándole la respiración ‘boca a boca’ y otros remedios, como
viera que no se recuperaba procedió a llamar a la Cruz Roja, personándose miembros de dicha organización
en el piso y al comprobar que era cadáver se procedió a dar parte al Juzgado de Guardia. El fallecimiento fue
a consecuencia de un para cardiaco subsiguiente a una sobredosis de opiáceos».
210 Drogas, legislaciones y alternativas.
Otro aspecto característico de la etapa analizada fueron los esfuerzos por introducir
sustancias prohibidas en la prisión de Martutene (unas veces era alguien de regreso a la
prisión tras disponer de un permiso420 y, otras veces, familiares directos con motivo de la
visita correspondiente en el interior de la prisión421) o dárselas a personas que habían sido
trasladadas de la prisión a la Audiencia Provincial para ser juzgadas422.
El control policial seguía detectando drogodependientes (mayoritariamente de deriva-
dos de opiáceos) acusados por la venta de derivados de cannábicos, si bien posteriormen-
te, en algunas sentencias se recoge que no consta que fuera destinado para el tráfico423.
Una parte de las intervenciones continuaban llevándose a cabo en la Parte Vieja de
Donostia424 y, generalmente se requisaban las sustancias que habían sido entregadas por
persona no identificada425. El modo de proceder policial parecía que estaba más preocu-
pado de decomisar cantidades de drogas ilegalizadas que de intentar desmantelar redes
organizadas. Como en la etapa anterior, parte de las actuaciones –26 sentencias426– fueron
fruto de la labor realizada en los controles fronterizos.
Una cuestión importante que aflora en el periodo entre reformas fue la implicación de
algunos miembros de los Cuerpos de Seguridad del Estado en delitos contra la salud
420
Sentencia 309/83 «cuando el procesado A.P.G. se reintegraba al Centro Penitenciario de Detención de esta
Ciudad, después de disfrutar de un permiso de siete días le fueron encontradas tres barritas y una bolsa de
plástico con haschis, con un peso de treinta y cinco gramos».
Del mismo modo, sentencia 200/84: «La hermana de una persona que se encontraba presa en Martutene,
aprovechando que tenía visita con su hermano, envió un paquete que, al ser registrado por los funcionarios de
prisiones, en un pantalón introdujo un pequeño envoltorio que contenía 2,7 gramos de hachís».
421
Sentencia 19/84: «La madre de V.R.B. que se encontraba en la prisión de Martutene, recibió la visita de un
amigo de éste quien le entregó para su hijo un paquete conteniendo unas botas camperas con el encargo de
que se las hiciera llegar a su hijo porque al día siguiente tenía visita. Al examinar las botas en las dependencias
del centro, se descubrió que una de las botas contenía en el tacón once con cuatro gramos de hachís».
422
Sentencia 568/84: «el procesado, encontrándose en los pasillos de esta Audiencia, entregó a A.P.I., que
había sido trasladado desde el Centro Penitenciario para comparecer en un juicio oral, una papelina de
heroína con un peso de treinta miligramos, maniobra que fue advertida por los miembros de la Policía
Nacional que custodiaban al preso, quienes procedieron a la detención del procesado». La sentencia 3/85
hace referencia a que un amigo pasó 3 gramos de hachís a otro cuando éste iba a ser juzgado.
423
Entre otras sentencias: 493/87 y 329/83. En esta última sentencia se puede apreciar cómo actuaban en
determinadas ocasiones los Cuerpos de Seguridad del Estado: «Como consecuencia de las indagaciones
practicadas sobre consumidores habituales de droga, por el Grupo Fiscal Antidroga de esta Capital, para la
identificación y detención de personas que se dedicaban al tráfico de Estupefacientes en el denominado
Casco Viejo de esta Ciudad, fue detenido el procesado E.A.L.G., mayor de edad y sin antecedentes penales,
a quien una de estas consumidoras habituales de droga había identificado a través de una fotografía de
archivo, que le fue exhibida en las dependencias de la Comisaría de Policía. No ha resultado suficientemente
acreditado que el procesado se dedicara al Tráfico de Drogas».
424
Entre otras sentencias: 175/84; 354 bis/84; 344/84; 266/84; 283/84; 301/84; 478/84; 4/85; 76/85; 78/85;
145/85; 171/85; 261/85; 261/85; 309/85; 49/86; 50/86; 282/86; 456/86; 21/87; 202/87; 209/87;
425
Puede observase este fenómeno en las siguientes sentencias: 60/84; 105/84; 212/84; 257/84; 458/84; 2/85;
35/85; 131/85; 183/85; 304/85; 364/85; 473/85; 484/85; 521/85; 41/86; 50/86; 346/86; 192/87; 245/87; 380/
87; 83/88;
426
Sentencias 323/84; 191/85; 304/85; 342/85; 428/85; 22/86; 77/86; 91/86; 158/86; 219/86; 242/86; 390/86;
402/86; 78/87; 133/87; 139/87; 145/87; 192/87; 248/87; 310/87; 320/87; 418/87; 453/87; 492/87; 513/87;
32/88.
213
pública. La sentencia 501/84 recoge como hechos probados que un policía nacional sumi-
nistró cantidades de heroína a dos personas «recibiendo a cambio de tal entrega, en pe-
queñas cantidades, dinero de ellos». En la sentencia 290/84, a la que ya hemos hecho
mención, se describe cómo los procesados estaban en los jardines del Palacio Miramar
fumando hachís cuando «se les acercó un individuo no identificado ofreciéndoles droga y
exhibiéndoles un paquete conteniendo aproximadamente ½ kilogramo de haschis, identi-
ficándose entonces los procesados como miembros de la Guardia Civil, mostrando sus
correspondientes carnés profesionales, y registrando una mochila que portaba el vende-
dor, encontrando en su interior otro paquete de droga del mismo peso que el que les
ofreció el individuo al que dejaron marchar sin cumplir con su obligación profesional de
detenerlo, apoderándose del kilo de droga que escondieron en un garaje. Posteriormente,
y con intención de obtener un beneficio económico, contactaron con el ya condenado
J.A.B.V. a quien conocían de comprar habitualmente droga, vendiéndole ½ kilo de dicha
sustancia por el precio de sesenta mil pesetas, reservándose los miembros de la Guardia
Civil el otro medio kilo para su propio consumo, del que se recuperaron ciento noventa
gramos cuando fueron detenidos». En la segunda quincena de junio de 1986, el Diario
Deia recogía una noticia donde se mencionaba la detención de un policía nacional en
Donostia junto con otras personas, y se les había decomisado 325 grs. de heroína pura,
tipo Brown Sugar, además de una importante cantidad de joyas y de dinero (URRUTIA
1986:28). La noticia lo presentaba como un «presunto integrante de una banda de narco-
tráfico» y hacía mención a una nota del Gobierno Civil donde se reconocía que se había
desarticulado «una importante red de presuntos traficantes de heroína». A pesar de estos
datos, en las sentencias contra la salud pública analizadas en la Audiencia Provincial de
San Sebastián, hasta finales del año 1990, no se juzgan estos hechos.
Tras la reforma del 24 de marzo de 1988 del Artículo 344 del Código penal se observa
que en casi dos de cada cinco casos juzgados (38,6%) el tiempo transcurrido entre la
comisión del delito y el fallo de la sentencia, superaban los dos años y, en casi uno de cada
cinco casos (19,3%), este tiempo era superior a los tres años. En la sentencia 34/89 se
recoge un caso en el que transcurrieron casi nueve años428 desde la comisión del acto
ilegal hasta el momento del juicio: «Dado el dilatado período de tiempo transcurrido
desde la comisión del delito, se han sucedido en la configuración del mismo que el art.
344 efectúa, tres sucesivas modificaciones normativas; por lo cual, como más beneficio-
so para el acusado, ha de aplicarse, conforme a lo solicitado por el Ministerio Fiscal, la
penalidad correspondiente a la reforma efectuada por la Ley Orgánica 8/83 de 25 de
Junio». Sin embargo, casi uno de cada tres casos (30,3%) tardó menos de un año. Si
comparamos estos datos con el período entre reformas, se advierte que disminuyó en un
9,3% en número de casos que superaban los dos años y también aumentó en un 13,9% el
porcentaje de casos que no superaba el año. Una de las claves para poder comprender
estos cambios fue, como se ha señalado anteriormente, la creación de una segunda sec-
ción en la Audiencia Provincial de San Sebastián.
Al estudiar los hechos de este último período, se refleja un cierto paralelismo con
aspectos ya recogidos en los dos períodos anteriores y, también, novedades a las que
luego nos referiremos. Como en los períodos precedentes, está presente la figura de la
persona consumidora que hace viajes con el objeto de conseguir alguna de las sustancias
ilegales y dedica parte para su propio consumo y otra parte para la venta, a veces para
sufragar su propio consumo y los gastos de desplazamiento429. De igual modo, se hace
referencia a algún caso donde las personas consumidoras se desplazan a por la sustancia
para consumirlas en grupo en alguna fiesta430. No es extraño encontrarse con casos en el
427
En la Memoria del Fiscal Jefe de 1995 (146-147), se recoge el funcionamiento de este servicio. Por medio
de entrevistas con la persona interesada, los profesionales del servicio conocen sus demandas y se le orienta
según sus necesidades. De igual modo, el Servicio informa al Órgano Jurisdiccional de la evolución del
proceso y se trabaja también con el entorno familiar de la persona.
428
El hecho ilegal ocurrió el 30 de mayo de 1981 y fue juzgado el 25 de enero de 1989.Sentencia 226/90 (2ª):
«El procesado M.A.D.S., adicto a la heroína, venía adquiriéndola en Holanda y aparte de la que se inyectaba,
a través de no más de dos intermediarios la vendía en las localidades de Pasajes, Rentería y el Barrio de Alza
de San Sebastián…»
429
Sentencia 386/88: «(...), partió de San Sebastián con destino a Marruecos con intención de comprar en este
país la sustancia denominada ‘hachís’, en parte para consumir él personalmente, pues era adicto a ella, y
parte para entregársela a terceras personas;
(...) Con anterioridad y en fechas no concretadas, había realizado otros viajes a Marruecos con idéntica
finalidad, no constando las cantidades de hachís que adquiriese».
Sentencia 259/90 (2ª): «La acusada había adquirido la heroína en Arkale, Oyarzun, lugar al que solía ir
diariamente con dicha finalidad, y destinaba una parte a su distribución a terceras personas para financiar su
autoconsumo, ya que era toxicómana y carecía de todo tipo ingresos».
430
Sentencia 232/88: «…esa substancia la habían adquirido inmediatamente antes en Amsterdam, a donde se
desplazaron puestos de común acuerdo valiéndose del coche del indicado con esa finalidad, con el dinero
aportado por una gran cantidad de conocidos, unos noventa o cien, para ser consumida entre todos en una
fiesta que había de tener lugar en Irún el día Nochebuena y durante el resto de las Navidades».
215
que la persona consumidora realiza labores de tráfico para abastecerse de las dosis nece-
sarias con las que hacer frente a sus consumos: unas veces vendiendo derivados cannábicos
para sufragar los consumos de heroína431 y, en otras ocasiones, ofertando la misma sus-
tancia que consumía432.
Como en el período entre reformas la cuestión económica, junto con un mayor grado
de organización, adquiere un significativo protagonismo. Continúa la utilización de per-
sonas consumidoras para realizar labores de transporte y de venta. Asimismo, se puede
observar la utilización de personas con problemas económicos para este tipo de cuestio-
nes, unas veces consumidoras433, pero no siempre434. Incluso, se dio el caso de un drogo-
dependiente que utilizaba a otro drogodependiente afectado con una deficiencia mental
de carácter patológico435. La Sentencia 315/89 enmarca todos estos aspectos como «… un
ejemplo típico de explotación de la miseria y de la forma de actuar en el mundo de la
droga».
431
Sentencia 34/89: «(…) encontrando en poder del primero, junto con unas agujas hipodérmicas y una
cucharilla, una pequeña, si bien no exactamente determinada, cantidad de cannabis, que pretendía vender.
Dicho procesado hacía viajes a otras localidades para proveerse de droga que vendía luego con ánimo de
beneficiarse económicamente con ello».
432
Sentencia 135/89: «(...) asiduo consumidor de la sustancia estupefaciente denominada ‘heroína’ dedicándose
a su venta en pequeña escala en la zona de Rentería como medio para sufragar su propio consumo». De igual
modo, Sentencia 20/89: «El procesado a la sazón, era toxicómano, carecía de ingresos fijos y se abastecía de
heroína por el procedimiento de vender pequeñas cantidades y con el beneficio obtenido atender a su
dependencia».
433
Sentencia 315/89: «Aceptado el plan por A.U. impulsado por su condición de toxicómano sin medios
económicos».
Sentencia 387/88: «M.L.G.E, habló con C.T.G. que a la sazón atravesaba una época de penuria económica, la
posibilidad de hacer llegar a terceras personas la sustancia denominada heroína, que le sería facilitada por
ella o por un tercero (…), con lo que obtendría algún beneficio económico, a lo que esta última accedió,
recibiendo efectivamente de M.L. una pequeña cantidad de dicha sustancia, unos dos o tres gramos, que
vendió a J.M.A.Z., adicto a su consumo; con posterioridad, y en fecha no concretada del año 1984, la
mencionada C. recibió del hermano del yerno de M.L. otra pequeña cantidad de heroína, unos tres gramos,
que hizo llegar a unos gitanos cuya identidad se desconoce; y por último, en fecha 7 de septiembre de aquel
año, C. volvió a recibir del mismo otra entrega, esta vez de 24,18 gramos, que ella aceptó para entregar a los
mismos gitanos, pero como quiera que le pareció excesiva la cantidad trató de devolverla a aquél por conducto
de sus hijas, siendo éstas sorprendidas por miembros de la Policía cuando trasportaban esa sustancia distribuida
en seis paquetes de los conocidos como ‘papelinas’».
434
Sentencia 348/89: «El 8 de Octubre de 1988, el acusado G.G., de nacionalidad Iraní, entró en España,
viajando por Ferrocarril, procedente de París, a través del puesto fronterizo de Irún, llevando en una maleta,
entre su ropa y efectos personales en ella contenidos, cinco paquetes envueltos en cinta de papel adhesivo,
que contenían heroína, con un peso total de 5.402,30 gramos, con un grado de pureza, variable en los cinco
paquetes, de 46%, 23,15%, 47,01%, 72,13% y 53,81%.
(...) El acusado que carece de trabajo fijo, teniendo como único ingreso el subsidio de paro concedido por el
Estado Francés, aduce como motivo de su viaje desde París a Madrid la entrega, por encargo de un amigo, de
un documento judicial francés a un abogado que lo recogería del Hotel Plaza».
Sentencia 47/89, 2ª, médico indio que reconoce la introducción de más de 3 kilos de heroína en el estado
español. Motivo: «Conseguir dinero para salvar la vida de su hijo» (…), que «tenía una imperiosa necesidad
de obtener como fuere dinero y sufragar así una delicada operación quirúrgica a su hijo, que desgraciadamente
fallecería escaso tiempo antes de la celebración de la vista con un tumor cerebral»
216 Drogas, legislaciones y alternativas.
En algunos casos, incluso se llegó a encontrar anotaciones donde las personas dedica-
das al tráfico ilícito de sustancias anotaban los nombres de las personas a las que les
habían vendido las drogas así como la cantidad y el precio de venta. La sentencia 106/89
recoge un ejemplo: «Practicado un registro en el domicilio que ambos ocupaban (…) se
intervino un bloc de notas en el que los procesados hicieron algunas anotaciones de ope-
raciones de tráfico realizadas». Otro ejemplo aparece en la sentencia 242/90: al registrar
la policía el domicilio del acusado se le ocuparon, entre otras cosas, «dos hojas de cuader-
no, con anotaciones,…». El recurso a apuntar las actividades de compra-venta solía ser
bastante habitual en personas que disponían de una abundante clientela, para poder llevar
un control eficiente de la actividad.
Los empresarios implicados en este último período están relacionados con el transpor-
te (empresario holandés que era conocido en los círculos del tráfico ilícito de cannabis y
que contrata a otra persona para que, sin ésta saberlo, llevar en un doble fondo del camión
derivados cannábico [Sentencia 19/89, 2ª]) y, sobre todo, con negocios tipo pub, discote-
ca y hostelería. Unas veces es el empresario el que paga el viaje a Tailandia para traer la
heroína438 y, otras veces, es el empresario el que vende en su propio negocio439. En la
437
Javier Zaragoza: Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián 1987:3.
438
Sentencia 450/88: «(...), a los pocos días aquel mismo individuo volvió a proponerle que le dejara aquella
cantidad de dinero, ofreciéndole esta vez unos beneficios que doblarían la cantidad prestada, los que conseguiría
mediante la operación de comprar en Thailandia la sustancia denominada ‘heroína’ y venderla posteriormente
en España, de lo que se encargaría él mismo; J. aceptó esa propuesta y en ocasiones sucesivas hizo entrega a
aquel individuo de diversas cantidades de dinero, hasta un montante de un millón doscientas mil pesetas, del
que disponía por haberlo obtenido con anterioridad por la venta de un apartamento en la localidad de Zarauz
Con posterioridad, en los primeros días de septiembre del mismo año, ambos tuvieron una entrevista en la
discoteca MAHITUNA, que junto con otros era propietario de J., momento en que aquel individuo le hizo
entrega de cinco bolas conteniendo cada una aproximadamente treinta gramos de heroína, con la intención
de que J. las guardase hasta que él les pudiera ir dando salida en el mercado ilegal, ya que pensaba vender
aquella sustancia a razón de veintiocho mil pesetas el gramo.».
439
Sentencia 60/90: El día 19 de mayo de 1988, y fruto igualmente de una investigación policial al efecto, en
el registro en legal forma practicado en el domicilio de la procesada KCS sito en Fuenterrabía, se le ocuparon
en el salón, y en el dormitorio, ocupado por ella dentro de un paquete de «Camel» veintitrés papelinas de
diversos pesos, preparadas para la venta de speed con un peso total de 12,12 gramos, una dosis de LSD,
diversas partillas de compuestos farmacológicos de tilitrate y Alción; tres gramos y medio de haschis, siete
gramos y medio de marihuana, una balanza de precisión tipo pesacartas, así como diversos sobres conteniendo
dinero en efectivo, alguno de ellos en el dormitorio que accidentalmente ocupaba un amigo de ella, y por un
importe total de 423.000 pesetas así como 6.070 francos y 101 dólares, todo ello procedente de la venta de
sustancias estupefacientes a las que la procesada se dedicaba en el domicilio y en el bar Hamlet, de Fuenterrabía,
que ella regentaba, bar en el que al ser registrado se ocuparon cinco tubitos destinados para aspirar por la
nariz las referidas sustancias y que tenía la leyenda escrita a mano de «Que Ud. Lo esnife bien».
Asimismo, la Sentencia 5/90 2ª, se refiere a una persona que regentaba un hotel en un pueblo de la costa
Guipuzcoana, donde procedía a la venta del derivado cannábico: «…funcionarios de la Guardia Civil
encontraron en el caserío EZAMA de Regil 5.680 gramos de sustancia estupefaciente, concretamente ‘hachís’
que tenían allí guardada con ánimo de venta los procesados A.O. y T.P.
Tras posteriores investigaciones y declaraciones de T.P. sobre el suministro de la referida sustancia, le
encontraron al también procesado L.M.L. en el hotel París de Zarauz que regentaba 10.340 gramos de idéntica
sustancia en disposición de venta.»
218 Drogas, legislaciones y alternativas.
440
Cuando F. SISTIAGA (1987:10) pregunta a esta persona por qué van a Tailandia, le responde: «Por
encargo. Hay gentes con establecimientos públicos, unos cuantos dueños de conocidos pubs entre ellos, que
nos dan dinero para que les hagamos el trabajo. (…) te contactan porque saben que tú estás metido en el
mundo de la droga, que estás enganchado y que no tienes un duro. Te llaman discretamente y te proponen el
trabajo: normalmente te dan un millón de pesetas o algo más. Con eso tienes que irte en un coche alquilado
hasta Andorra y cambiar en un banco determinado el dinero en dólares. Allí, por supuesto, no te preguntan
nada. De ahí continúas a París, en donde coges el avión a Tailandia. En ese país tienes que ir a unas zonas
concretas en donde te haces con el material. A partir de ahí el riesgo es exclusivamente tuyo. Si te cogen las
autoridades locales con una cantidad que no llega ni siquiera a veinte gramos te condenan automáticamente
a cadena perpetua».
441
«Las acusadas, M.J.M.G. y M.J.U.E., (…) puestas de común acuerdo, entraron en contacto con la también
acusada J.M.C. (…), anterior amiga de M.J.U., vecina de la Línea de la concepción, con el fin de que ésta les
trajera a San Sebastián hachís para venderlo a terceras personas y así enriquecerse con su venta.
A tal fin, las dos primeras acusadas remitieron el dinero correspondiente a J.M. y ésta, el día 17 de enero del
presente, se presentó en esta Ciudad procedente de su domicilio en la Línea, y tras dejar el equipaje en el
Hostal Comercio, se dirigió al establecimiento de ropa llamado ‘Copain’ sito en la calle San Martín de esta
Ciudad, del que era arrendataria M.J.U. Una vez allí, y según lo convenido, dejó en la parte alta del
establecimiento, en el interior de una bolsa de plástico, dieciséis pastillas de hachís con un peso total de
cuatro kilos trescientos cincuenta y un gramos y cuarenta y dos miligramos –4.351,42 gramos– con una
riqueza del 8,68% de tetraidrocannobinol y se fue con M.J.U. a tomar café, momento en el que fueron
detenidas las tres por fuerzas de la policía que tenían sospechas de la operación expuesta.
El hachís estaba destinado por mitades a las dos primeras inculpadas que iban a dedicarlo a la venta.
M.J.M., al tiempo de estos hechos, tenía adicción al consumo de cocaína (…)
En el domicilio de M.J.U. y en el interior de una bolsa tipo neceser de viaje que había en su dormitorio, se
ocuparon en efectivo y en billetes de mil, dos mil y cinco mil pesetas, un total de un millón doscientas cinco
mil pesetas, producto de ventas anteriores de hachís».
442
«(…) ocultaron en una chabola situada en Lasarte a 500 metros aproximadamente del domicilio de ambos
(…), heroína y diversas básculas de precisión, que utilizaban para la venta de dicha sustancia.Así, la Guardia
Civil, en la noche del dos al tres de marzo en el momento de su detención en la chabola les ocupó un paquete
envuelto en una bolsa de plástico que contenía 250 gr. de heroína de un 44,76% de pureza, dos básculas de
precisión, y bajo tierra y en un lugar cercano un saco de plástico con un tarro de cristal con 450 grs. de un
47,71% de pureza.También se encontró en su poder 174 grs. de glucodulco sustancia utilizada para adulterar
la droga.En el domicilio se encontraron 2.110.000 pesetas y 3.000 francos franceses, procedentes de su ilegal
actividad».
219
443
Sentencia 267/90: Tres industriales, uno de ellos en el ramo de la construcción, y un conductor de vehículo
«se habían concertado entre ellos (…) para adquirir hachís y venderlo seguidamente, participando en ello los
tres primeros con su actividad profesional y aportación de medios económicos y L. transportando la droga».
444
Sentencia 60/90: «Con los beneficios que esta actividad le reportaba a J.C.R.M. obtuvo siete millones de
pesetas que su esposa, la también procesada A.M.O. le entregó a finales del año 1987 a J.M.E.A., industrial,
a fin de que los invirtiera en negocios abonándole los intereses correspondientes y cuyo recibo fue ocupado
en el registro del domicilio de J.C.R. De dicha cantidad aquél le devolvió tres millones seiscientas treinta mil
pesetas el 30 de noviembre de 1988, adeudándole la diferencia que la tiene invertida en el negocio inmobiliario
al que J.M. se dedica».
445
Sentencia 228/88: «A consecuencia de la vigilancia efectuada y que se centró en un paraje rústico sito en
la cercanía del campo de fútbol en el barrio de Arragoa de la localidad de Rentería, en donde existe una
chabola y un gallinero de animales de J.M. en la mañana del día 19 de Diciembre de 1986 se pudo comprobar
que los procesados A. y J.L.A. cogían una bolsa de un lugar oculto próximo al riachuelo, que se entregaba a
J.M. el cual estaba dentro del gallinero y al cabo de un rato la volvían a dejar, este trasiego también fue
presenciado en días anteriores.
Tras la actuación de la Policía se procedió a buscar en el sitio exacto donde se había cogido la bolsa,
encontrándose oculta entre piedras tres frascos, dos de ellos conteniendo polvo blanco inocuo, glucosa, y el
tercero heroína con un peso de 177,52 gramos y un grado de concentración del 11,46%, que los procesados
tenían destinados a la venta a terceras personas.»
La utilización de una chabola como recurso para guardar la heroína también aparece recogida en la Sentencia
48/89.
446
Sentencia 252/88: Los procesados se desplazaron en una furgoneta, «a una cantera abandonada, próxima
a la N-1 a la derecha de la calzada, en dirección a Irún, y en el paraje conocido por Ganchurizqueta, adentrándose
en el referido lugar, hasta quedar a una distancia indeterminada de la carretera, tras lo cual se detuvieron los
procesados, dirigiéndose P.M. a un punto del suelo, donde levantó una piedra y sacó una bolsa oscura que
contenía una caja de leche vacía manipulando en su interior y dirigiéndose a la furgoneta, en cuyo momento
fueron detenidos ambos».
447
Sentencia 429/88: «… consta acreditado y reconocido que tal sustancia [heroína] era poseída precisamente
para ser entregada a algunas de las personas que le esperaban a la entrada del Cementerio de Polloe donde fue
detenido.»
448
Sentencia 4/89(2ª).
220 Drogas, legislaciones y alternativas.
demanda por teléfono449 para el suministro de este tipo de sustancias. En la década de los
años ochenta las llamadas telefónicas se realizan desde telefonía fija. Posteriormente, con
la popularización de los teléfonos móviles, éstos se convirtieron en un recurso muy utili-
zado para las actividades de compra y venta de sustancias declaradas ilícitas.
La venta de las sustancias en el domicilio de las personas inculpadas también experi-
menta cambios sustanciales que exigen de los cuerpos y miembros de la seguridad del
Estado otros recursos de intervención. Aunque posteriormente analizaremos más detalla-
damente el Caso de la Pura, es significativa la manera de actuar de esta persona y quienes
con ella realizaban las labores de venta de heroína. Tras un seguimiento realizado por la
policía a personas que salían de su domicilio con heroína, registraron la vivienda pero no
encontraron heroína porque «tenían adoptado en su domicilio un sistema de venta de
heroína donde participaban los familiares pequeños de las mismas, suministrando la dro-
ga a cuantos adictos a la misma acudían con la finalidad, y siguiendo un sistema de
precauciones tales, que imposibilitaba detectar dentro de la vivienda cantidad alguna de
droga, como ocurrió con el registro practicado»450. Entre las estratagemas utilizadas des-
tacan la manera de comunicarse entre las personas que estaban dentro de la vivienda y
quienes querían acceder desde el exterior a por la heroína. Una prenda de un determinado
color colgada en el tendedero era la contraseña para saber si se disponía de la sustancia o
no. Cuando dicha prenda estaba visible, las personas consumidoras se acercaban a la
vivienda en busca del material. A veces, la heroína estaba en la propia vivienda y, en otras
ocasiones, se ubicaba repartida en pequeñas cantidades en alguna otra familia del inmue-
ble.
Otros casos significativos de la venta en domicilio de las sustancias ilegalizadas, apa-
recen citadas en las sentencias 503/88 y 539/88. En ambos casos la investigación parte de
denuncias realizadas por particulares –director de un colegio y denuncias anónimas–, a
raíz de las cuales la policía establece un dispositivo de vigilancia y observa la presencia
de un número considerable de personas jóvenes que se acercan a los domicilios de forma
individualizada para poder comprar heroína. Según recoge la sentencia 503/88, ya citada,
la policía montó en el colegio de Lezo, con el correspondiente permiso de la dirección, un
puesto de observación desde donde, además de fotografiar a las personas que acceden al
caserío para comprar la heroína, señalaban las características de éstas y de los vehículos
utilizados y las comunicaban por radio a otros compañeros que procedían a la correspon-
diente identificación. Mediante este recurso consiguen la detención de 19 personas pro-
venientes de diferentes municipios de la zona (Rentería, Irún, Fuenterrabía), e incluso,
desde el otro lado de la frontera (Hendaia). Analizadas las sustancias requisadas, ninguna
superaba el 5% de pureza. En este último período analizado, como recoge entre otras la
Sentencia 503/88, no era infrecuente encontrar personas provenientes del Estado francés
que cruzaban la frontera para conseguir, con mayor facilidad y a precios más económicos,
fundamentalmente derivados de cannabis y, también, derivados del opio.
449
Sentencia 528/88.
450
Sentencia 478/88.
221
Los casos de venta a domicilio descritos en estos dos últimos párrafos, estaban susten-
tados en clanes familiares donde una persona –generalmente mujer– detentaba el poder.
Cuando lo consideraban necesario no dudaban en recurrir a las amenazas para que no
declararan en su contra. Un ejemplo aparece recogido en la sentencia 273/89, según la
cual «El día 15 de Noviembre de 1988, P.L., y al día siguiente su hija Y., llamaron por
teléfono a I.C., madre de A.U., que conocía a aquéllas, llamada que P. repitió luego varias
veces, conminándola, al no poder hablar con su hijo, como pretendía, por no estar enton-
ces éste en la casa, para que A.U. retirase o cambiase la denuncia que en su momento
respecto a P. había presentado, manifestando que en caso contrario ‘le iban a hacer algo’;
lo cual produjo en A.U. tal temor que inmediatamente se marchó a Zaragoza».451 Otra
sentencia (539/88) anterior, hace mención a la no comparecencia de algunos testigos
sumariales al juicio oral «probablemente por miedo a represalias (…), realidad social que
en la línea de lo prevenido en el artículo 3-1º del Código Civil452 no puede soslayarse en
según qué tipo de delitos en los que el temor de las víctimas a encontrarse con sus agreso-
res no es infundado».
Más de una vez estos clanes familiares dedicados a la venta de sustancias ilegalizadas,
experimentaban en algunos de sus miembros fuertes consumos –generalmente de heroí-
na453, entre otros motivos, por la facilidad de acceso a la sustancia. La sentencia 23/90
afirma que «La droga y los demás productos ocupados, además de a satisfacer el consu-
mo de alguno de los miembros de la familia, estaban destinados primordialmente para la
venta a terceros». En esta misma sentencia, la mujer –condenada por un delito contra la
salud pública– que llevaba en el interior de un estuche de carrete de fotos la heroína,
alegó en el acto del juicio que la sustancia «se la había quitado a sus hijos para que no se
pincharan porque está en contra de la droga». También se dio el caso de un individuo no
consumidor que se desplazaba a Bilbao para conseguir heroína y, posteriormente, em-
pleaba a sus dos hermanos y su hermana, los tres drogodependientes para venderla. Su
esposa, conocedora de la actividad del marido y de sus cuñados, era quien administraba
los beneficios que los ingresaba en varias cuentas y depósitos bancarios (Sentencia 91/
90, 2ª).
Generalmente, la mayoría las personas pertenecientes a estas familias, no disponían
de trabajo estable y la venta de las drogas ilegalizadas era el recurso utilizado para vivir.
Todos los miembros de la familia –desde personas menores de edad hasta ancianas– for-
451
Otra mención a las amenazas, se citan en las Sentencias 503/88: «Los dos testigos víctimas de los hechos
enjuiciados afirmaron rotundamente que el día 20-4-85 fueron abordados en Rentería y obligados bajo
amenazas a declarar en el Juzgado que habían sido forzados por la Policía, que incluso les golpeó, a declarar
falsamente que los gitanos detenidos les habían vendido droga, y que los tres procesados, a los que conocían
de antes, les habían acompañado al Juzgado y habían permanecido en las dependencias judiciales mientras
duró su declaración intimidándoles con su presencia y oyendo lo que declaraban»
452
Artículo 3.1 Código Civil: Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación
con el contexto, los antecedentes históricos y legislativo y la realidad social del tiempo en que han de ser
aplicadas atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas.
453
Sentencia 478/88: «Uno de los hijos de P., el también procesado J.H., que convive con ella, es adicto a la
heroína».
222 Drogas, legislaciones y alternativas.
maban parte de la estructura necesaria para comercializar las sustancias sin ser detenidos
por las fuerzas de seguridad. En algún caso, incluso, alguna de las personas recibía ayuda
económica de Cáritas porque manifestaba no disponer de recursos suficientes para vivir:
«Ni la procesada ni sus hijos procesados, cuñada, ni O. tenían al tiempo de los hechos
descritos ingresos regulares mínimamente suficientes para adquirir y pagar los bienes
reseñados procedentes de rentas del trabajo o de capital alegado incluso F. beneficiarse de
una ayuda económica que le entregaba Cáritas» (Sentencia 539/88).
Durante la segunda quincena de abril de 1988, en la zona fronteriza de Irún y
Hondarribia, se produjo la aprehensión de dos alijos que significó un importante salto
cualitativo a la hora de desarrollar el tráfico ilícito de las sustancias ilegalizadas en el
Territorio Histórico de Gipuzkoa: el 23 de abril, la Guardia Civil desmantela una opera-
ción en la que se trasportaban más de una tonelada (1.188,55 kilogramos) de hachís. Seis
días más tarde, la Policía decomisó cocaína, «con un peso aproximado de 900 kilogra-
mos», aspecto éste que se tratará con mayor profundidad posteriormente. El Fiscal Jefe
de la Audiencia Provincial calificó el hecho de singular importancia porque supuso en su
día «la aprehensión del mayor alijo de cocaína en el continente europeo»454.
Aunque el alijo de hachís fue juzgado por la Audiencia Provincial al inicio de la déca-
da de los años noventa, por tanto, fuera del ámbito temporal de la presente investigación,
hacemos mención aquí a dicha aprehensión porque tiene un grado de afinidad significati-
va con el denominado popularmente como caso de la coca de Irún. Según se recoge en
las Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián –años 1989 y
1990–, la operación trataba de transportar desde el norte de Marruecos hasta el Benelux
1.188,55 kilos de hachís, valorados en 297.137.500 pesetas. El responsable principal de
la operación, L.F.P., alias Falconetti, vecino de Villagarcía de Arosa e industrial de pro-
mociones inmobiliarias y conocido en tierras gallegas «como uno de los más importantes
jefes del contrabando reconvertido a traficante de droga» (INTXAUSTI 1991), decidió
llevar a cabo el transporte de hachís desde Marruecos hasta algún puerto de Euskadi para
poderlo trasladar posteriormente por carretera hasta algún país centroeuropeo. Por medio
de su sobrino conectó con un pescador de Hondarribia, propietario de un barco y buen
conocedor de la parte este de la costa cantábrica455. Éste se encargo de coordinar la infra-
estructura de apoyo necesaria para el transporte del hachís desde el barco que lo transpor-
taba en aguas internacionales hasta otro barco más pequeño que lo llevaría a las cercanías
del puerto de Hondarribia y, posteriormente, lo desplazara a una nave lonja donde iba a
454
Memoria de la Fiscalía de la Audiencia de Provincial de San Sebastián (1990:20).
455
Según manifestaron los Cuerpos de Seguridad que intervinieron en la operación, el comienzo de la misma
estuvo relacionada con una investigación sobre ciertas personas porque sus ingresos económicos eran muy
superiores a lo que podían ingresar por sus respectivos trabajos. Inicialmente sospecharon que podrían estar
implicados en alguna operación de contrabando de tabaco. (El Diario Vasco, País Vasco, domingo 24/04/
1988, primera página, «Doce detenidos y más de mil kilos de hachís incautados en una amplia operación
antidroga realizada en Hondarribia».
En la misma noticia, citando fuentes del Gobierno Civil, se señala que el 60% del material incautado iba a ser
destinado a los Países Bajos y el 40% restante, unos 400 kilos, en el País Vasco.
223
ser cargado en un camión de doble fondo con matrícula belga, para su posterior distribu-
ción en el Benelux. El principal acusado L.F.P., junto con su sobrino, se desplazaron hasta
Hondarribia para supervisar personalmente toda la operación. El Fiscal Jefe de la Audien-
cia consideró este caso como «uno de los procedimientos de más interés en lo relativo al
tráfico de drogas y estupefacientes, no sólo por la cuantía del alijo intervenido, sino por-
que la investigación llevada a cabo ha puesto de relieve la conexión existente entre las
diversas organizaciones que a nivel de todo el Estado se dedican habitualmente a estas
criminales actividades»456.
A principios de 1988 se desarrolló desde Colombia una importante operación con el
propósito de introducir por vía marítima gran cantidad de cocaína en las costas guipuz-
coanas, para abastecer el mercado europeo. Las fechas previstas oscilaban entre abril o
mayo del citado año. La organización de Cali disponía de contactos con el ciudadano
español J.T.J., residente en Espelette –localidad situada en el departamento de los Piri-
neos Atlánticos–, a escasos kilómetros de la Frontera con Hendaia. J.T.J., por su profe-
sión, constructor de barcos de pequeño tonelaje, había realizado varios viajes a
Latinoamérica desde finales de los años setenta, entre otros países, a Colombia, donde
conectó, en la ciudad de Cali, con una de las organizaciones dedicadas asiduamente al
tráfico ilícito de cocaína. A J.T.J., perfecto conocedor de la costa guipuzcoana, se le en-
cargó la preparación de la infraestructura necesaria para proceder al desembarco de la
mercancía desde un barco de mayor tonelaje hasta la costa y su posterior traslado a una
lonja para su almacenamiento. J.T.J. contactó con J.M.L., agente de aduanas en la ciudad
fronteriza, con la finalidad de alquilar el citado local. El ciudadano caleño J.G.M., con
antecedentes por tráfico de cocaína en Estados Unidos, se trasladó desde Colombia hasta
Gipuzkoa con el objetivo de supervisar personalmente la operación y también de hacerse
cargo de la cocaína una vez desembarcada.
Tras disponer de la infraestructura pertinente, se llevó a cabo la descarga de la cocaína
desde un buque desconocido, por medio de una embarcación tipo zodiac, hasta la costa.
En las labores de descarga intervinieron, además de los tripulantes del barco desconoci-
do, J.T.J. y J.G.M. Estos individuos fueron también los encargados de cargar la cocaína en
una furgoneta que J.G.M. había alquilado para transportarla hasta la lonja correspondien-
te. La cocaína tenía una pureza del 88% y fue valorada en nueve mil novecientos sesenta
y nueve millones, doscientas cincuenta y dos mil pesetas. La investigación policial co-
menzó cuando se detectó la presencia del súbdito colombiano y por los continuos contac-
tos que mantenía con J.T.J., por estos motivos se realizó un riguroso control sobre ambos
ante la sospecha de que pudieran estar implicados en actividades delictivas.
En torno al conocido popularmente como caso de la coca de Irún, discurrieron diver-
sas cuestiones dignas de mención y de análisis: a) peso de la cocaína decomisada; b) el
denominado caso del horno crematorio donde se incineraban las sustancias incautadas y,
c) denuncia de la presunta sustracción y posterior venta de parte de la cocaína incautada
por miembros de la policía.
456
Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián (1989:17-19).
224 Drogas, legislaciones y alternativas.
porque era quien se reservaba, entre otras cuestiones, el despacho de «los asuntos espe-
cialmente complejos» (Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián
1988:44 y 77)– y de la Audiencia –en dos sentencias diferentes–, no sólo no coincidan,
sino que exterioricen diferencias tan abrumadoras, sobre todo, en un contexto donde no
pocas personas fueron condenadas a años de prisión por la tenencia de unos pocos gra-
mos de cocaína o de otras sustancias.
Una de las personas juzgadas en el conocido como caso de la coca de Irún, J.M.L.,
preguntó durante el juicio «por los 150 kilos que habían quedado como diferencia entre
los dos pesajes»461. Cuatro meses más tarde, el Fiscal Jefe de la Audiencia de San Sebastián,
decidió la apertura de diligencias informativas. En octubre de 1990, dos de los condena-
dos, J.M.L. y J.T.M., denunciaron que «la operación policial que dio como resultado la
incautación de la droga era un montaje» y que «un conocido traficante, junto a miembros
de una supuesta mafia policial, habían desviado una parte del alijo»462. Anteriormente, a
460
«Detenido en San Sebastián un responsable de quemar droga incautada por la Policía». El Diario Vasco,
31/12/1988, p. 10.
461
«El Juez archiva el caso de la presunta desaparición de la cocaína de Irún». El Diario Vasco, 10/01/1995, p.12.
462
«El Juez archiva el caso de la presunta desaparición de la cocaína de Irún». El Diario Vasco, 10/01/1995, p.12.
226 Drogas, legislaciones y alternativas.
tórico se convirtió por aquellos años en uno de los puntos preferidos por parte de organi-
zaciones para la introducción de sustancias ilegalizadas. La Memoria de la Fiscalía de la
Audiencia (1990:72), recoge con nitidez la cuestión: «se aprecia cada vez con más fuerza
una mayor interconexión entre las diversas organizaciones, nacionales e internacionales,
que se dedican a estas criminales actividades, aprovechándose del entramado que cada
una pueda tener establecido en un punto concreto así como que es cada vez más frecuente
apreciar que las organizaciones dedicadas al tráfico de drogas y estupefacientes suelen
explotar las infraestructuras que habían sido establecidas con anterioridad por los que se
dedicaban a la también ilícita del contrabando, lo que ha hecho más fácil y segura la
introducción de importantes cantidades de aquellas sustancias». En el caso del alijo de
hachís, tanto el responsable de la organización en Galicia como la persona con la que
contactan en Euskadi, disponían de gran experiencia en labores de contrabando de tabaco.
Dentro del estado español un sector de personas que querían adquirir heroína se des-
plazaban a Madrid464 y a Valencia465. En el ámbito de la Comunidad Autónoma del País
Vasco, era bastante frecuente desplazarse hasta Bilbo para conseguir el derivado del opio466.
Por aquella época, cuando escaseaba la heroína en Gipuzkoa, uno de los recursos más
habituales era el traslado hasta Bilbo para adquirir dicha sustancia aunque, en la mayoría
de las ocasiones con escasa pureza. Los derivados del cannabis procedían del norte de
África467 y del sur de la península, fundamentalmente de Andalucía468. Para la adquisición
de cocaína, Madrid era uno de los lugares donde se solía recurrir469. Los medios utilizados
para desplazarse a otros lugares eran de lo más variado: en gran parte de los casos se
utilizaba el propio automóvil470 o un taxi471, otras veces el autobús de línea472 o el tren473,
y también el avión474.
Este último período no recoge ningún caso de desplazamiento a Tailandia para adqui-
rir heroína, ni a Latinoamérica con el fin de conseguir cocaína. A finales de los años
ochenta ya no era necesario viajar fuera de Europa para disponer de heroína o cocaína y,
mucho menos, de cannabis. El mercado de las tres sustancias declaradas ilícitas comenza-
ba a consolidarse en Europa: la heroína –en Holanda y Bélgica–, la cocaína en el estado
español y los derivados del cannabis en Holanda y en España. Salir de Europa para buscar
estas sustancias suponía asumir muchos más riesgos, sobre todo en un contexto donde
464
Sentencia 85/89(2ª) y 23/90(2ª).
465
Sentencia 34/90(2ª).
466
La sentencia 91/90(2ª) reconoce que A.M. «se desplazaba en el citado vehículo hasta Bilbao donde adquiría
heroína que entrega a sus hermanos para su consumo y venta». Según se recoge en la sentencia 275/90(2ª),
las personas acusadas fueron detenidas cuando venía de Bilbao con 45 gramos de heroína. De igual modo, la
sentencia 63/89 hace referencia a un viaje a Bilbo para agenciar heroína.
467
Sentencia 386/88.
468
Desde Almería (Sentencia 421/89), o desde la Línea de la Concepción (Sentencia 156/90).
469
Sentencia 23/90(2ª).
470
Entre otras, sentencias 68/89, 101/89, 81/90(2ª), 91/90(2ª).
471
Utiliza un taxi para pasar la frontera (sentencia 315/89).
472
La persona es detenida al bajar del autobús, en la estación de autobuses (sentencia 23/90(2ª).
473
Sentencia 403/89.
474
Sentencia 156/90.
229
dan que tal necesaria colaboración que se pide de los ciudadanos, no se vuelva en contra
de ellos en forma de represalias o amenazas de los denunciados pues no hay una exigen-
cia de heroísmo demandable jurídicamente a la generalidad de la ciudadanía». Como se
puede percibir, el Tribunal hace hincapié en la necesidad de guardar las garantías proce-
sales para que, entre otras cuestiones, la denuncia no suponga efectos negativos en forma
de represalias o amenazas.
El síndrome de abstinencia se recoge en varias de las sentencias de este período: consu-
midores de drogas que presentaban síntomas de dicho síndrome en una Comisaría485 o
cuando son presentados ante el Juez Instructor y cuando ingresan en prisión486. La senten-
cia 100/90 es un claro ejemplo de los efectos perversos de la política prohibicionista
sobre las personas consumidoras de algunas sustancias ilegalizadas: una persona consu-
midora le comenta a su amigo que estaba «con un fuerte síndrome de abstinencia», y éste
le propuso ir a un domicilio cercano para adquirir heroína como lo habían hecho otras
veces. De camino al citado domicilio pasaron por su casa donde recogieron una escopeta
de cañones recortados, según se recoge en la sentencia, «por si le interesaba adquirirla o
tenerla en prenda a cambio de la heroína». Al llegar al domicilio para conseguir el opiáceo,
se produce una discusión y un posterior forcejeo donde una de las personas que vivía en
dicho domicilio intentó arrebatar la escopeta a quien la empuñaba. Como consecuencia
de dicha acción, se disparó la escopeta e hirió a uno de los individuos. «Una vez que
obtuvieron de los ocupantes de la casa heroína en cantidad aproximadamente de un gra-
mo, de inmediato A. M. se la inyectó, quedando inconsciente por efecto de la sobredosis
con posterior diagnóstico de coma profundo».
Al analizar el período entre Reformas ya hemos hecho mención al fenómeno del con-
sumo de heroína por cierto sector de mujeres jóvenes que ejercían la prostitución para
poder hacer frente a los altos precios de dicha sustancia. La sentencia 236/90 recoge los
hechos que ocurrieron cerca del Club Tifón, en el Paseo de la Zurriola de Donostia, cuan-
do el acusado llegó en su vehículo y se dirigió a varias de las mujeres que ejercían la
prostitución en la puerta de dicho Club. El acusado tenía la heroína «para venderla a las
mujeres que se dedicaban a la prostitución en los alrededores del Tifón».
La actuación de los Cuerpos de Seguridad del Estado respecto a los delitos contra la
salud pública se puede considerar en gran medida continuación de los dos períodos ante-
riores: una parte de su labor y control, como ya hemos mencionado, se realizaba en los
puestos fronterizos, en controles de carretera487 y, en mucha menor medida, en la Parte
Vieja de Donostia488.
En este período de tiempo, por lo menos en 22 sentencias489 se llevaron a cabo las
detenciones en los puestos fronterizos del Territorio Histórico de Gipuzkoa. Casi la mitad
485
Sentencia 503/88: «Las declaraciones de la testigo fueron practicadas en Comisaría a presencia de Letrado
quien incluso hizo constar el inicio de síntomas evidentes de un síndrome de abstinencia y ratificadas ante el
juzgado en lo fundamental (...)».
486
Sentencia 346/88.
487
Entre otras, sentencia 81/90.
488
Entre otras, sentencia 228/88.
231
de los casos estuvieron relacionados con personas que habían adquirido las sustancias
ilegalizadas en Holanda. Mayoritariamente transportaban heroína490, aunque también se
dieron casos de speed491, LSD492, cannabis493, e incluso más de una sustancia a la vez494.
Otros lugares de donde procedía la heroína fueron desde Bruselas495 y también desde
París496. Solamente se recoge en una sentencia la interceptación de cocaína en la frontera
de Gipuzkoa: dos personas no consumidoras de cocaína, de nacionalidad Norteamérica
(un jubilado y una camarera) fueron interceptados en el puesto fronterizo de la estación
de ferrocarril de Irún con 4.155,5 gramos de cocaína497.
Gran parte de las veces las intervenciones en los puestos fronterizos estaban relacio-
nadas con la introducción de sustancias ilegalizadas en el estado español, pero no siem-
pre. A veces ocurría al revés, es decir, personas que eran detenidas por intentar transportar
drogas ilegalizadas –generalmente algún derivado cannábico– hacia otros puntos de Eu-
ropa. La sentencia 81/90(2ª), recoge el caso de una persona de nacionalidad inglesa, con
residencia en Fuengirola desde hacía tres años y que, en ocasiones, se dedicaba a llevar
automóviles de turistas ingleses a Gran Bretaña porque éstos preferían hacer el viaje de
regreso en avión. La Comisaría de Policía de Irún recibió un telegrama donde se ordenaba
el control de un automóvil con los datos del citado individuo y de «una joven rubia». La
intercepción del vehículo se llevó a cabo en el puesto fronterizo de Biriatou y, tras el
correspondiente registro, encontraron en diversos compartimentos del vehículo 141 pas-
tillas de hachís.
Habitualmente las personas detenidas por este tipo de delitos no denunciaban a los
individuos de quien habían recibido las sustancias498 y, en bastantes de los casos, la labor
policial concluía con la detención y la incautación de las sustancias. La sentencia 468/88
señala con acierto los criterios preferentes que se deberían aplicar: «no se debe olvidar,
que más importante que tal ocupación, que a lo más puede provocar un desabastecimiento
del ‘mercado’ más o menos momentáneo, la investigación debe dirigirse a desmontar una
red de distribución, y preferentemente en sus eslabones más altos, lo que evidentemente
no ocurre en los procesados que sin duda se encontraban en los últimos peldaños de la red
de distribución…».
Varias sentencias señalan el motivo concreto por el que empiezan las investigaciones
policiales: constancia del aumento del consumo de una determinada sustancia ilegalizada499,
489
Sentencias: 202/88, 232/88, 234/88, 341/88, 370/88, 415/88, 68/89, 101/89, 194/89, 348/89, 352/89, 403/
89, 19/89(2ª), 47/89(2ª), 54/89(2ª), 20/90, 137/90, 229/90, 78/90(2ª), 81/90(2ª), 205/90(2ª), 260/90(2ª).
490
Sentencias: 341/88; 415/88; 10/89, 315/89, 229/90, 78/90(2ª).
491
Sentencias 69/89 y 268/90.
492
Sentencia 194/89.
493
Sentencia 137/90.
494
La sentencia 205/90(2ª), hace referencia a la posesión de 24 gramos de heroína, 12,81 gramos de anfetaminas
y 1,29 gramos de marihuana.
495
Sentencias 101/89 y 260/90(2ª).
496
Sentencia 54/89(2ª).
497
Sentencia 403/89.
498
Varias sentencias (79/89, 348/89, 403/89, 20/90) hacen referencia a que la sustancia la adquirieron de
«persona no identificada».
232 Drogas, legislaciones y alternativas.
sentencia que no fue posible dictarla dentro del plazo legal por «la excesiva acumulación
de asuntos de la Audiencia», tanto los hechos probados como otros aspectos de la misma
son demasiado genéricos510 y, por tanto, no prestan gran ayuda para conocer un caso
donde el implicado es un policía nacional. Llama poderosamente la atención que a un
funcionario público, donde en la sentencia no aparece referencia alguna a una pena de
inhabilitación especial, se le declare insolvente para afrontar el pago de 500.000 de las
antiguas pesetas de multa.
510
Sentencia 114/90(2ª): Hechos probados: al procesado J.M.C.C. que venía siendo controlado en sus
movimientos dentro del campo y actividad del tráfico de drogas, en el año 1986 se le ocuparon cuatro
paquetes envueltos en plástico con cinta aislante marrón, conteniendo sustancia (95,040 gramos) que tras su
análisis resultó ser cocaína en un 5,7% con heroína con una pureza del 38,4%.
El Ministerio Fiscal, en sus conclusiones definitivas retiró la acusación para dos de los tres procesados
manteniéndola respecto al tercero, J.M.C.C., en base fundamentalmente a habérsele encontrado cuatro bolsas
o paquetes conteniendo heroína, dando con ello lugar a que el respectivo letrado defensor tratara de desvirtuar
de una u otra forma, y con un verdadero alarde de conocimientos procesales y penales la principal baza de la
acusación…debiendo señalar el Tribunal en cuanto a la no presencia en la Sala de los cuatro envoltorios de
plástico que contenían droga, constitutivo a juicio del Letrado de una clara infracción del artículo 688 de la
Ley de Enjuiciamiento Criminal, que tratándose de simples envoltorios cerrados con cinta aislante,
perfectamente apreciables en las fotografías obrantes en el sumario, para nada podrían ser consideradas
como piezas de convicción, y sí en cambio su contenido, que como es sabido, ya durante la fase de instrucción
se dispone lo necesario para su destrucción previa obtención de las pertinentes muestras, y buena prueba de
cuanto decimos es, que al mostrársele los paquetes al propio procesado éste admitió que por su aspecto
externo eran similares a los que él tenía, muestra de que por fuera no presentaban signo especial alguno que
facilitara su distinción, siguiendo así las pautas marcadas por nuestro más Alto Tribunal.
(…) Sentado lo anterior, del detenido examen de los autos y pruebas celebradas en la vista oral se desprende,
la clara tenencia por parte de J.M.C.C. de cuatro paquetes o bolsas conteniendo heroína con un peso total de
95,040 gramos con una pureza de 5,7% de cocaína y 38,40 de heroína, y las claras contradicciones de sus
declaraciones, al carecer de sentido la clara ocultación de las bolsas cuando según sus manifestaciones
trataba de devolverlas, el tan pronto indicar que no las había abierto como el reconocer que sí, asustándose al
saber lo que llevaba y admitir que de haberlo sabido no habría permitido que se las dejaran, el pensar en ir a
Comisaría, como policía que era, y entregarlas, para permanecer con las mismas después de quince días, el
querer librarse de ellas cuanto antes, y no aprovechar el viaje que hizo a Santander para dárselas a quien,
según sus manifestaciones se las había dejado, etc… procediendo entender los hechos expuestos, a saber, la
tenencia de las mismas no siendo drogadicto, constitutivos de un delito contra la salud pública, en cantidad
que no constituye notoria importancia y gravemente nociva par la salud…
(…) Fallamos: Que debemos condenar y condenamos al procesado J.M.C.C. como autor responsable de un
delito contra la salud pública del artículo 344 párrafos 1º y 2º del Código Penal, sin la concurrencia de
circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal a las penas de CUATRO AÑOS, DOS MESES Y
UN DÍA DE PRISIÓN MENOR Y QUINIENTAS MIL (500.000 pesetas) DE MULTA con arresto sustitutorio
de UN DÍA por cada DIEZ MIL PESETAS, a las accesorias de suspensión de todo cargo público y del
derecho de sufragio durante el tiempo de la condena y al pago de las costas procesales.
Declaramos la insolvencia de J.M.C.C. aprobando el auto que a este fin dictó el Juzgado Instructor, y por
último, para el cumplimiento de la pena personal le abonamos todo el tiempo de privación de libertad sufrida
por razón de esta causa.
234 Drogas, legislaciones y alternativas.
Conclusiones
* En la época de los años ochenta, no se corresponde con la realidad la afirmación que
los delitos contra el tráfico ilícito de sustancias ilegalizadas habían experimentado un
gran aumento en el Territorio Histórico de Gipuzkoa. La evolución fue pareja al resto
de los delitos sentenciados en la Audiencia Provincial de San Sebastián.
* Si exceptuamos los delitos de contrabando, la incidencia de otro tipo de delitos al
analizar los relacionados con el tráfico de las sustancias denominadas estupefaciente,
es francamente pequeña. El aumento de los delitos atribuidos al denominado proble-
ma droga (delitos contra la propiedad y/o contra las personas), estaban mayoritariamente
conectados con la política criminal prohibicionista, es decir, eran consecuencia directa
de los efectos secundarios derivados de la ilegalidad de dichas sustancias.
* En los inicios de los años ochenta hubo una gran desorientación sobre lo que realmen-
te estaba pasando relacionado con el fenómeno de las drogas ilegalizadas: falta de
datos reales, de preparación en los diferentes ámbitos profesionales y, también, de
recursos socio-sanitarios para dar respuesta a dicha realidad.
* En el Territorio Histórico de Gipuzkoa existió un fuerte movimiento social que intentó
dar respuestas, a veces con más voluntarismo que conocimientos y medios para afron-
tar aquella situación. Su labor ha sido reconocida desde diferentes ámbitos y, es de
destacar, el trabajo que realizó para sensibilizar a diferentes operarios jurídicos sobre
la complicada situación en que se encontraban las personas consumidoras que habían
cometido delitos y sus familias.
* Las condiciones en que se encontraba la Audiencia Provincial de San Sebastián en los
primeros años de la década de los ochenta era altamente preocupante: faltaban medios
humanos y materiales para afrontar la gran carga de trabajo que tenían acumulado.
Aunque esta situación fue mejorando con los años –se notó especialmente los medios
aportados desde el Gobierno Vasco a final de la década–, los tiempos entre la comisión
de los actos denunciados y el momento del juicio, se alargaron bastante más de lo
deseable (dos de cada cinco casos tardaron más de dos años en resolverse y, casi uno
de cada cinco casos (19,1%), más de tres años).
* La represión del tráfico ilícito de drogas sirvió fundamentalmente para criminalizar a
personas jóvenes, consumidoras de cannabis y de heroína, con situación socio-econó-
mica media o baja. No fue eficaz para controlar el denominado blanqueo de dinero
procedente del tráfico ilegal.
* Gipuzkoa, en la época analizada, por su enclave geográfico y por su situación socio-
política se convirtió en un lugar estratégico de transporte, venta y consumo de las
sustancias denominadas estupefacientes: territorio fronterizo entre los estados español
y francés, con kilómetros de costa y con cierta tradición de contrabando –de tabaco y
de otras sustancias–, paso obligado hacia otros espacios de Europa.
* Una parte significativa de las aprehensiones de este tipo de sustancias se llevaron a
cabo en los puestos fronterizos que tiene el Territorio Histórico de Gipuzkoa. Ello no
quiere decir que todas esas sustancias fueran a venderse o consumirse en Gipuzkoa.
235
VII
Discurso jurídico-político
tos: nulla poena sine lege scripta (los delitos y las penas sólo pueden crearse por ley),
nulla poena sine lege stricta (implica exigencia de taxatividad, la ley penal debe ser
estricta o cierta), nulla poena sine lege previa (irretroactividad de la ley). Además, este
autor remarca que el principio de legalidad «se fundamenta también en los principios
político-criminales materiales que limitan la intervención del Estado»512.
GIMENO SENDRA (2007:77) entiende el principio de legalidad como «el derecho de
toda persona a no ser condenado a una pena privativa de libertad, que no se encuentre
prevista en una norma con rango de Ley Orgánica, anterior a la comisión del hecho puni-
ble o, en su caso, posterior, pero más favorable y que reúna la predeterminación suficiente
de la conducta ilícita y de la sanción aplicable para poder ser conocida por el autor».
En el ámbito de los delitos contra la salud pública, BOIX REIG (2000:390-392) afir-
ma cómo «el principio de legalidad se resiente claramente con la regulación que estudia-
mos, generando márgenes de inseguridad jurídica no soportables en un Estado de Dere-
cho» y señala concretamente tres aspectos: la incriminación abierta del art. 368 Código
penal513 «o de otro modo favorezcan o faciliten», el concepto de droga tóxica no es defi-
nido en términos típicos, y finalmente, la existencia de tipos agravados de contenido
valorativo (notoria importancia). El autor muestra su preocupación y las repercusiones
que puede tener este último aspecto: «en todo caso, la posibilidad de recorrer tres grados
de penas confiando en la labor judicial de integración de elementos típicos valorativos, es
cuestionable desde la perspectiva del principio de legalidad».
A juicio de GONZÁLEZ ZORRILLA (1991:164), la «protección penal, en un Estado
democrático de derecho», se tiene que basar, por lo menos, en tres principios fundamen-
tales: principio de intervención mínima, principio de legalidad y principio de proporcio-
nalidad. Tras esta enumeración sentenciaba: «todos estos principios están puestos en duda
con la actual política criminalizadora». Más allá de la declaración formal de estos princi-
pios constitucionales, de las sentencias analizadas se desprenden unas prácticas que po-
nen de manifiesto el enorme trecho existente entre las declaraciones de principios y su
aplicación en el día a día, sobre todo a un sector de personas más vulnerables por su
condición económica, de drogodependencia de opiáceos o de otras sustancias, o por am-
bas cuestiones.
512
Para una mayor profundización en el principio de legalidad, pueden verse, entre otros: MIR, S. (2009):
Derecho penal. Parte General, pp. 104-115; MUÑOZ CONDE, F.; GARCÍA ARÁN, M. (2007): Derecho
Penal. Parte General, pp. 97-118; QUINTERO OLIVARES, G. (2000): Manual de Derecho Penal. Parte
General, 66-86.
513
En la misma línea LAURENZO (1995:12), porque el principio de legalidad «exige que la ley penal se
abstenga de describir las conductas prohibidas mediante términos absolutamente vagos y difusos que en la
práctica sólo adquieren sustantividad cuando su contenido es definido por los jueces».
240 Drogas, legislaciones y alternativas.
de juicio, sino como verdadero eje del sistema» (ANDRÉS IBÁÑEZ 1992:134). Desde la
Sentencia del Tribunal Constitucional 31/81, de 28 de julio, donde se asocia, «el principio
al derecho fundamental, al afirmar que ‘una vez consagrada constitucionalmente, la pre-
sunción de inocencia ha dejado de ser un principio general del derecho que ha de infor-
mar la actividad judicial (in dubio pro reo) para convertirse en un derecho fundamental
que vincula a todos los poderes públicos y es de aplicación inmediata»514 (MARTÍNEZ
ARRIETA 1993:68-70). El principio de presunción de inocencia presente en el art. 24.2
Constitución Española, además de ser un derecho fundamental, está «reconocido en los
más caracterizados Tratados Internacionales, como la Declaración Universal de los Dere-
chos Humanos de 1948, el Convenio Europeo de 24 de noviembre de 1950 (art. 6), el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 19.12.1966 (art. 14) o la Carta de
Derechos Fundamentales de la Unión Europea (art. 48)», y ha sido objeto de una elabora-
ción significativa tanto por el Tribunal Constitucional como por el Tribunal Supremo
(CHOCLÁN 2004:627-629).
Tras la citada sentencia de 1981, el Tribunal Constitucional continuó profundizando
sobre la cuestión y estableció que la presunción de inocencia sólo se puede destruir «en
base a la existencia en el proceso de una ‘mínima actividad probatoria producida con
todas las garantías y que pueda considerarse de cargo’» (REY HUIDOBRO 1990:107-
108). Para este autor, de esta tesis se extraen «dos importantísimas consecuencias que han
supuesto una modificación importante en nuestro sistema procesal penal y que revisten
gran trascendencia» para los delitos relacionados con el tráfico ilícito de este tipo de
sustancias: «primera, que la emisión de una sentencia condenatoria precisa la existencia
de una mínima actividad probatoria, es decir, requiere la concurrencia de un elemento de
prueba que, además, se ha de haber producido con las debidas garantías; y segunda, que
dicha actividad probatoria ha de ser de cargo, esto es, capaz de conducir, mediante un
razonamiento lógico, al Juez, a través de su valoración, de acuerdo con las reglas del
saber humano, a una convicción acerca de la culpabilidad del sujeto pasivo del proceso».
No es de extrañar que la sentencia 419/87 considere el principio de presunción de inocen-
cia «como derecho fundamental de todo ciudadano y piedra angular de todo el régimen
de libertades propio del sistema democrático».
El principio de presunción de inocencia, con la interpretación llevada a cabo por el
Tribunal Constitucional, tiene clara repercusión en otro principio (libre valoración de la
prueba) y, por tanto, la apreciación en conciencia de la prueba –art. 741 Ley Enjuicia-
miento Criminal– «ha de recaer de un lado en auténticas pruebas y, de otro, dichas prue-
bas han de haberse practicado en el juicio oral» (RUÍZ VADILLO 1993:108). Ello conlle-
514
En parecidos términos aparece recogida en diversas sentencias de la Audiencia Provincial de San Sebastián:
«la presunción de inocencia del artículo 24.2 de la Constitución Española ha dejado de ser un principio
general de Derecho reiteradamente aplicado por los Tribunales antes de la Constitución bajo la denominación
‘in dubio pro reo’, para convertirse en un verdadero derecho subjetivo de carácter material con rango
constitucional, de suerte que la apreciación en conciencia que en todo caso el Tribunal debe realizar (artículo
741 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal) debe venir basada en pruebas legalmente habilitadas…» (sentencia
185/85). La sentencia 74/87 señala que «la aludida presunción se erige en derecho fundamental del ciudadano,
vinculante, cual se ha dicho, para todos los poderes públicos».
241
VARRO (2001:60), cuando resaltan que «un sector doctrinal y la doctrina mayoritaria del
Tribunal Supremo sostienen que el entendimiento del delito de tráfico de estupefacientes
como un delito de peligro abstracto, en sentido puro, llevaría a configurar este delito
como un delito de mera actividad, de desobediencia formal a la norma, que sería contrario
al principio de culpabilidad y que, en suma, vulneraría el derecho constitucional a la
presunción de inocencia».
520
En la misma línea, las sentencias 380/87, 255/88, y 539/88.
243
521
Como recoge la sentencia del Tribunal Supremo, de 3 de mayo de 1988, no es suficiente ser drogodependiente
para que a una personas se le aplique una disminución de responsabilidad, es decir «las toxicomanías, por sí
mismas, no entrañan una patente de impunidad, pues ello pugnaría con el principio de igualdad que proclama
el artículo 14 de la Constitución Española» (REY HUIDORO 1990:227).
A juicio de GONZÁLEZ ZORRILLA (1990:16), aunque la ley consagre la remisión condicional –recogida
en el art. 93 bis del Código penal antiguo-, «además de violar materialmente el principio constitucional de la
igualdad ante la ley, estaría contribuyendo a agravar las condiciones sociales de los más débiles».
522
LAURENZO (1995:14) critica a la legislación en materia de drogas porque con la excusa de luchar
duramente contra el llamado narcotráfico, «no establece las diferenciaciones de tratamiento que serían de
exigir en un ordenamiento respetuoso del principio de igualdad, una de cuyas manifestaciones reside,
precisamente, en la necesidad de no tratar como iguales a quienes están muy lejos de serlo». Por ello, discrepa
del sistema de cuantías de las penas de multa en este tipo de delitos.
523
A LAURENZO (1995:15) le preocupaba «desde el punto de vista del principio de igualdad, (…) la amenaza
que pende de la legislación española de extender la figura del ‘arrepentido’, hoy vigente para delitos de
terrorismo al ámbito del tráfico de drogas». Actualmente, la delación aparece recogida en el art. 376 Código
penal
524
A finales de la década de los años ochenta, DE LA CUESTA (1989:229) criticaba los diferentes criterios
empleados entre las diversas Audiencias de cara a la cuestión concursal. Pese a la correspondiente Consulta
y Circular de la Fiscalía General del Estado «no se ha alcanzado en los Tribunales una solución unitaria de
este importante problema. Una situación tal de inseguridad, gravemente atentatoria al principio de igualdad
y de seguridad jurídica» requeriría una intervención clarificadora por parte del poder legislativo.
525
AA.VV. (1989): Repensar las drogas, p. 62.
526
La sentencia 415/87 de la Audiencia Provincial de San Sebastián hace mención a la finalidad de este art.:
«y en afán de esta Sala de no entorpecer ese tratamiento que posibilita su rehabilitación, fin último a que ha
de aspirar toda pena a tenor del artículo 25 de nuestra Constitución, procede fijar en un año la pena a imponer,
con vistas bien a la concesión de la remisión condicional de la pena, bien a decretar el internamiento de
ambos en un centro rehabilitador de las características del que ahora se encuentran, extremos éstos que serán
decididos en ejecución de esta resolución».
244 Drogas, legislaciones y alternativas.
527
Los datos que a continuación se aportan se han recogido del Grupo «Otro Derecho penal es posible»,
concretamente, del documento «Desenmascarando mitos que sostienen el sistema penal». Para una mayor
profundización, ver: www.otroderechopenal.aldeasocial.org
528
En menos de 30 años, desde el año 1980 hasta 2009, se ha cuadriplicado la población penitenciaria
española, al pasar de 18.583 personas a 76.771 (noviembre de 2009). A juicio de MIR (1994:148), «En
realidad, en España se hace muy poco para conseguir la reinserción postulada por la Constitución. Ni siquiera
se intenta seriamente una mejora de los establecimientos penitenciarios para paliar los efectos desocializadores
del hacinamiento».
529
Según datos de la Secretaría General de Instituciones penitenciarias recogidas por el Grupo «Otro Derecho
penal es posible», en la tipología de hombres que están cumpliendo pena de prisión (no se tiene en cuenta a
los preventivos) según el Código penal vigente, aproximadamente dos de cada tres (66%) los están por
delitos contra el patrimonio (39,9%) y por delitos contra la salud pública (26,1%).
En el caso de las mujeres, algo más de cuatro de cada cinco (80,94%), lo está por delitos contra el patrimonio
(32,77%) y por delitos contra la salud pública (48,17%).
530
En el año 2008 la muerte por suicidio en prisión descendió pero, por el contrario, aumentaron las muertes
naturales por sida y hubo un repunte de las muertes por sobredosis, cuestión que evidencia la necesidad de
seguir con programas concretos para conseguir la correspondiente rehabilitación.
531
Se observa una clara relación entre exclusión social y control penal: un sector de las personas más vulnerables
de la sociedad, tiene un mayor riesgo de acabar en prisión. Actualmente casi 10.000 personas que están en
prisión tienen antecedentes psiquiátricos.
245
2007:70). En virtud del principio de intervención mínima es de desear que «el legislador
sólo utilice el Derecho penal para proteger bienes jurídicos verdaderamente importantes
y tipifique aquellos comportamientos verdaderamente lesivos o peligrosos para esos bie-
nes jurídicos. Pero esto es un desideratum que no siempre se cumple. De ahí la necesidad
de tener presente siempre una actitud crítica tanto frente a bienes jurídicos protegidos
como a la forma de protegerlos penalmente» (MUÑOZ CONDE 1991:56). Según
FERRAJOLI (1995:104), el derecho penal mínimo, «condicionado y limitado al máxi-
mo, corresponde no sólo al máximo grado de tutela de las libertades de los ciudadanos
respecto del arbitrio punitivo, sino también a un ideal de racionalidad y de certeza. Con
ello resulta excluida de hecho la responsabilidad penal todas las veces que sean inciertos
o indeterminados sus presupuestos».
BARATA (1987:623-647), en un intento de llevar a cabo «una articulación programática
de la idea de la mínima intervención penal como idea-guía para una política penal a corto
y medio plazo», ha desarrollado los principios del derecho penal mínimo, basándose en
los Derechos Humanos como objetivo y límite de la legislación penal. Recurre al concep-
to de Derechos Humanos en una doble función: función negativa «concerniente a los
límites de la intervención penal» y, función positiva «respecto de la definición del objeto,
posible pero no necesario, de la tutela por medio del derecho penal». Posteriormente este
autor desmenuza los principios de una política de mínima intervención en la criminalización
primaria: desde un punto de vista interno y desde un punto de vista externo.
Dentro del punto de vista interno, distingue entre principios extrasistémicos y princi-
pios intrasistémicos. Entre los primeros menciona los principios extrasistémicos de descri-
minalización (principio de la no intervención útil, principio de la privatización de los
conflictos, principio de politización de los conflictos y principio de preservación de ga-
rantías formales) y los principios metodológicos de construcción alternativa de los con-
flictos y problemas sociales (principio de la sustracción metodológica de los conceptos
de criminalidad y pena, principio de especificación de los conflictos y de los problemas,
principio general de prevención y principio de la articulación autónoma de los conflictos
y de las necesidades reales). En el ámbito de los principios intrasistémicos, señala el
principio de limitación formal (principio de legalidad, principio de taxatividad, principio
de irretroactividad, principio de primado de la ley penal sustancial, y principio de repre-
sentación popular), el principio de limitación funcional (principio de respuesta no contin-
gente, principio de proporcionalidad, principio de idoneidad, principio de subsidiariedad,
principio de proporcionalidad, principio de implementariedad administrativa de la ley,
principio de respeto por las autonomías culturales y, finalmente, principio del primado de
la víctima) y el principio de limitación personal. A juicio de BARATTA (1987:647), estos
principios-guía son la base «para la trasformación y la superación del sistema penal tradi-
cional hacia un sistema de defensa y garantía de los derechos humanos».
Cuando se hace referencia a la legislación en materia de tráfico ilícito de este tipo de
sustancias533, la frecuente alusión «al escrupuloso respeto al principio de intervención
247
VES ANTÓN 1986:274): se tiene que proteger obligatoriamente bienes jurídicos consti-
tucionalmente legítimos, ha de hacerse de manera adecuada para protegerlos de manera
efectiva y, debe existir, en sentido estricto, proporción con el mal que la infracción contiene.
Aunque el llevar este principio al ámbito penal suponga que «las penas deber ser
proporcionadas a la entidad del delito cometido o que éstos no pueden ser reprimidos con
penas más graves que la propia entidad del daño causado por el delito» (MUÑOZ CON-
DE, GARCÍA ARÁN 2007:83), en la elaboración del Capítulo IV de la presente investi-
gación, hemos constatado que un sector significativo de la doctrina –y también del ámbi-
to judicial– han señalado claramente los quebrantamientos del principio de proporciona-
lidad tanto en la reforma de 1988534, como con la entrada en vigor del Código penal
actual535.
Al resguardo de la actual situación internacional, a juicio de MUÑOZ CONDE
(2005:168-169), «se está legitimando la creación a nivel nacional de una legislación ex-
cepcional en materia de terrorismo, lucha contra la criminalidad organizada, narcotráfico,
inmigración ilegal, etc., que no respeta las garantías y derechos fundamentales reconoci-
dos a nivel constitucional y que constituyen las bases del Derecho penal del Estado de
Derecho». Este autor, advierte del peligro existente «de generalizarse y de convertirse en
la regla que inspire la actuación de los órganos encargados en la aplicación del Derecho
penal (policías, jueces), provocando también un proceso de ‘fascistización’ social de las
masas, más propio de dictaduras que de democracias participativas y respetuosa con las
minorías, con la discrepancia pacífica y el legítimo pluralismo de todas las culturas e
ideologías que respeten el marco básico de los derechos fundamentales». En este contex-
to, conviene recordar, como reconoce SOTO NIETO (1992:124-125), este principio de
proporcionalidad «compete en primer término al legislador» y, en segundo lugar, a «los
534
LAURENZO (1995:12-15) ha puesto de manifiesto el «serio revés» sufrido por el principio de
proporcionalidad tras la reforma de 1988 en ámbitos tan diferentes como los actos preparatorios, el comiso,
la multa y la graduación de la pena. Este último aspecto también ha sido criticado, entre otros, por DE LA
CUESTA (1989:233) el aumento de las penas previstas suponen una «grave violación del principio de
proporcionalidad», por QUINTERO OLIVARES (1992:64) «llegando a extremos punitivos que ponen en
entredicho el respeto al principio de proporcionalidad», y por DÍEZ RIPOLLÉS (1989:100-101) «participo
de la opinión de la generalidad de la doctrina que estima que el extraordinario endurecimiento registrado
viola claramente el principio de proporcionalidad de las sanciones penales, al poderse imponer por ejemplo
penas de prisión superiores a las del delito de homicidio, algo fuera de lugar para lo que se considera como
un delito de peligro abstracto para la salud pública».
535
Donde «sigue vigente (…) la difícil convivencia del diseño del tipo básico del delito de tráfico de drogas
con las exigencias de la vigencia de los principios de taxatividad, ofensividad y proporcionalidad» (SUBIJANA
2004:66-67). Recientemente GIMBERNAT (2009:211-212), tras poner dos ejemplos donde las penas pueden
superar los nueve años de prisión –madre que entrega a su hijo drogadicto que se encuentra en prisión una
cantidad de sustancia estupefaciente valorada en 72 euros, o mula latinoamericana que para intentar salir de
su mísera situación económica, mediante la introducción en el estado español de un kilo de cocaína que lleva
en su estómago-, sostiene que las «disparatadas penas previstas en el CP obedecen a que, en la lucha contra
el tráfico de drogas, el legislador no ha sabido y no ha querido distinguir, a la hora de establecer las penas –
porque la presión mediática no toleraba ninguna clase de matización–, entre las conductas que se llevan a
cabo por los responsables de la criminalidad organizada y las de simple menudeo».
249
Jueces y Tribunales»536, y por tanto, debe ser uno de los referentes fundamentales a la
hora de elaborar leyes y de aplicarlas.
536
En la misma línea la sentencia del Tribunal Supremo, de 1 de diciembre de 1997, donde se recoge que el
principio de proporcionalidad «no solamente se dirige al legislador, sino también al intérprete de la ley»
(BOIX REIG 2000:392-395).
537
La sentencia 503/88 señala: «Una vez constatada la existencia de esta prueba el Tribunal debe proceder, de
acuerdo con lo dispuesto en los arts. 117.3 de la Constitución Española [«El ejercicio de la potestad
jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado corresponde exclusivamente
a los Juzgados y Tribunales determinados por las leyes, según las normas de competencia y procedimiento
que las mismas establezcan»] y 741 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal a su valoración con arreglo a los
criterios de la crítica racional para formar su ‘íntima convicción’ que en el caso de una sentencia condenatoria
ha de consistir en la certeza de culpabilidad».
538
La sentencia 23/90 enmarca dentro del art. 118 Constitución Española [«Es obligado cumplir las sentencias
y demás resoluciones firmes de los Jueces y Tribunales, así como prestar la colaboración requerida por éstos
en el curso del proceso y en la ejecución de lo resulto»], «el deber de colaboración en lo que interese a los
fines de la justicia», por parte de las autoridades y funcionarios públicos.
539
Como se recoge en las sentencias 350/87, 380/87 y 539/88, en virtud del art. 120.3 Constitución Española,
«las sentencias serán motivadas». Esta cuestión, mencionada ya en la parte relacionada con la metodología
de la presente investigación, va a ser motivo de un tratamiento más detallado en el Capítulo XII, sobre los
discursos de las motivaciones y de las argumentaciones.
540
La sentencia 304/85 se refiere a «disposiciones extrapenales derivadas de los Tratados suscritos por el
Estado Español y que por su ratificación y publicación adquieren fuerza obligatoria de conformidad con el
artículo 96-1 de la Constitución y con el artículo 1-5º del Código Civil, cuales son las Listas Anexas del
Convenio Único de Estupefacientes de las Naciones Unidas». De igual modo, la sentencia 242/90 menciona
al «criterio que por otra parte está en línea con los Convenios Internacionales vigentes en esta materia de los
que el Convenio de Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes y substancias psicotrópicas
hecho en Viena el 20 de diciembre de 1988 y ratificado por España, publicado en el BOE de 10 de noviembre
de 1990, y como tal integrado en el derecho interno español, del que forma parte de manera relevante, de
acuerdo con el artículo 96.1º de la Constitución, califica como hacen los anteriores tratados, la posesión
como delito,…».
541
El art. 96.1 de la Constitución Española recoge expresamente: «Los tratados internacionales válidamente
celebrados una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno. Sus
disposiciones sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios
tratados o de acuerdo con las normas generales del Derecho Internacional».
542
En la misma línea, entre otros, LLORENS BORRAS (1986), MAGRO SERVET (2004), SOTO NIETO
(1992), e ÍÑIGO y RUÍZ DE ERENCHUN (2007).
250 Drogas, legislaciones y alternativas.
A lo largo del Capítulo I hemos puesto de manifiesto cómo, según los conocimientos
científicos actuales, los Convenios Internacionales en los que se cimienta la política
prohibicionista sobre algunas sustancias, se han basado, entre otras cuestiones, en mitos
no ciertos, en una concepción etnocéntrica del fenómeno social de las drogas y en una
terminología ambigua y acientífica. Todos estos aspectos han permitido, por un lado, la
criminalización de prácticamente todo el ciclo relacionado con las denominadas drogas
tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas, y la excesiva utilización de un Dere-
cho penal en clave de restricción de derechos y de garantías constitucionales y, por otro
lado, la inclusión de esos principios en los ordenamientos internos de los países firmantes.
El organismo internacional a quien se le atribuye la aplicación de los Convenios Inter-
nacionales en materia de estas sustancias (Junta Internacional de Fiscalización de Estupe-
facientes), no se caracteriza precisamente por basarse en la evidencia científica, ni por la
defensa de los Derechos Humanos544, sino más bien «por la cultura de secretismo y la
falta de transparencia» (BLICKMAN 2008:33-34545). Sin embargo, dispone de poder su-
ficiente para exigir a los diferentes gobiernos, prácticas que pueden estar en contradic-
ción con algunos de sus principios546. La filosofía recogida en los Convenios Internacio-
nales citados, junto con los recursos jurídicos disponibles en los mismos para obligar a las
Partes firmantes a adecuar su ordenamiento jurídico interno a las exigencias derivadas de
dichos Convenios, se convierten en una especie de caballo de Troya con vocación de socavar
las garantías constitucionales existentes en el Estado social y democrático de Derecho.
544
Una editorial de la revista The Lancet criticaba a este organismo por felicitar «a aquellos países que han
reforzado su lucha contra la droga pero a base de prácticas represivas, que incluso, van en contra de los
derechos humanos» (LANTIGUA 2008).
545
A juicio de este autor, la JIFE ha interpretado los diversos Convenios de manera «muy estricta y se ha
excedido sistemáticamente en su mandato al condenar las políticas nacionales». La JIFE ha criticado la
política holandesa relacionada con el cannabis, las salas de consumo higiénico y, también la decisión de Gran
Bretaña al modificar en el año 2003 la política sobre el cannabis. La respuesta del Gobierno británico no se
hizo esperar: «protestó por las palabras alarmistas utilizadas, la ausencia de toda referencia a las pruebas
científicas en las que se basaba dicha decisión y la forma engañosa en que la JIFE presentó la noticia ante los
medios».
546
Este mismo organismo ha solicitado recientemente al Gobierno de Bolivia que enseñe a su ciudadanía a no
masticar coca. La intromisión de la JIFE en la soberanía de determinados Estados no es algo novedoso. Hace
casi veinte años, el mismo día (15 de mayo de 1992), en el mismo periódico (El Diario Vasco), y en la misma
página (24), se recogían dos titulares relacionados con la coca: el primer titular decía: «La Reina tomó té de
coca para el ‘mal de altura’ al llegar a Bolivia (Le fue ofrecido por el vicepresidente Ossio en el aeropuerto
de La Paz)». En el texto de la noticia se podía leer: «el mate de coca es una infusión elaborada con la hoja de
coca, que se consume con profusión en Bolivia y se ofrece a los recién llegados a La Paz» para combatir el
denominado mal de altura.
El segundo, titulado «La coca en la Expo», hacía mención a la prohibición realizada «por las autoridades
españolas, por instrucciones de la JIFE de acuerdo a lo establecido en la Conferencia de Viena de 1988». Esta
noticia no sentó nada bien en Bolivia y se llegó a barajar la posibilidad de retirar el pabellón de este país en
el Exposición Universal de Sevilla si no se permitía enseñar dicha sustancia.
Mientras que en otros pabellones se promocionaban, por ejemplo, las excelencias de los vinos con
denominación de origen, «por instrucciones de la JIFE», se prohibía a la representación de Bolivia la oferta
de hoja de coca y la elaboración de mate con tal sustancias. No hablamos de cocaína, sino de la hoja del
arbusto de coca y de su uso tradicional milenario.
252 Drogas, legislaciones y alternativas.
Conclusiones
* El discurso jurídico-político presente en las sentencias analizadas, se enmarca en las
referencias que se hacen a determinados artículos de la Constitución Española, y a los
diversos Convenios Internacionales en materia de sustancias denominadas drogas tóxi-
cas, estupefacientes o psicotrópicos.
* La mención explícita a un Derecho penal situado en un Estado social y democrático de
Derecho tiene fundamental importancia porque supone la elaboración de leyes y su
aplicación –también en delitos relacionados con la salud pública– de manera coheren-
te con el rol garantista del derecho.
* Los límites a la intervención del Estado, el respeto por parte de éste de los Derechos
Humanos y de los principios en los que se basan los derechos fundamentales y las
libertades básicas recogidas en la Constitución, se sintetizan en los siguientes princi-
pios, que son referente y guía para su puesta en práctica:
1. Principio de legalidad: se puede resumir en que sólo los delitos y las penas se
pueden crear por ley, ésta debe ser estricta o cierta y no puede tener efectos retroac-
tivos negativos para las personas. En el ámbito de los delitos por tráfico ilícito de
sustancias denominadas drogas tóxicas, estupefacientes y psicotrópicos, su incri-
minación abierta («o de otro modo favorezcan o faciliten»), la no definición de
términos típicos del concepto de droga tóxica y, la presencia de tipos agravados de
contenido valorativo (notoria importancia), generan serios márgenes de inseguri-
dad jurídica contrarios este principio.
2. Principio de presunción de inocencia: reconocido no sólo en la Constitución Espa-
ñola, sino también en diversos Tratados Internacionales, es un derecho fundamen-
tal que, junto con el principio de intervención mínima, conforman los ejes del
sistema. Es el principio que más veces aparece recogido en las sentencias analiza-
das y, generalmente, ha servido –aunque no siempre, porque admite prueba en
contrario–, para la absolución de las personas acusadas. Este principio debe estar
presente en todo el proceso pero, sobre todo, en la fase instructora para evitar
253
VIII
Discurso técnico-jurídico
Preámbulo del Convenio Único de 1961); b); la libertad (en la pérdida de libertad); c)
intereses fiscales (al relacionarlo con la Ley de Contrabando de 1982); d) moral o integra-
ción social (la prohibición obedeció, por lo menos en un primer momento, no a la protec-
ción de la salud o de la libertad, sino al rechazo de un estilo de vida diferente al imperante
en la sociedad548); e) seguridad colectiva (se incrimina el tráfico porque su consumo y uso
abusivo pueden crear situaciones de riesgo para la comunidad); f) intereses económicos
(sobre todo los ocultos, consecuencia del tráfico ilícito); f) diversos bienes jurídicos (de-
lito pluriofensivo, suma de varios de ellos: salud individual, salud colectiva, etc.); g)
ausencia de bien jurídico (es un conjunto de cuestiones político-criminales las que llevan
al legislador a criminalizar el tráfico ilícito, sin tener una singular entidad para ser el
específico del bien jurídico).
JOSHI (1999:39-41), llega a la conclusión, como la mayoría de la doctrina, que el bien
jurídico protegido es «la salud pública en sentido jurídico», es decir, «se trata de un con-
cepto jurídico de salud pública». También afirma que «la protección penal de bienes
jurídicos debe respetar los principios de fragmentariedad, insignificancia, adecuación
social, proporcionalidad y última ratio». Desde los datos recogidos y expuestos en la
presente investigación, no consideramos que se han respetado los principios de propor-
cionalidad ni de ultima ratio, como hemos señalado en el Capítulo VII. En la segunda
mitad de los años ochenta, DÍEZ RIPOLLÉS (1987:391) aun reconociendo que «la opi-
nión más extendida [era] que se protege especialmente la salud pública», se mostraba a
favor de su reconsideración.
BUSTOS (1990:95-98) tras señalar que «el único bien jurídico autónomo que se pue-
de encontrar en estos delitos de drogas es el de la salud pública», se pregunta «si realmen-
te se puede justificar que está protegiendo la salud pública». De entrada, reconoce que la
justificación es al menos contradictoria y concluye que «no hay argumento para justificar
la función declarada (protección de la salud pública) de la ley penal, pues no se protege
frente a toda droga la salud pública y, por otra parte, tampoco las drogas ilegalizadas
aparecen como aquellas con una mayor dañosidad social, sino todo lo contrario, aquellas
permitidas». A juicio de este autor «el consumo de droga entre adultos no se puede prohi-
bir (…) [por tanto] si el consumo no puede prohibirse, tampoco lógicamente se puede
prohibir su venta (sería un contrasentido)» (BUSTOS 1986:277-278).
Si realmente se hubiera querido proteger la salud pública, se hubieran puesto en mar-
cha mucho antes los programas de reducción de daños (por ejemplo, el reparto de preser-
vativos y jeringuillas esterilizadas en las prisiones). Por tanto, es conveniente analizar
«en qué medida la criminalización responde a la finalidad de tutelar bienes jurídicos,
como continuadamente proclama el poder, o si, por el contrario, busca objetivos distintos,
como pueden ser la definición de un tipo de individuos como autores, la consolidación de
548
Desde esta perspectiva PRIETO RODRÍGUEZ (1986:170) opina que «cabe preguntarse, por ello, si lo
que realmente se protege con la incriminación del tráfico de drogas –en especial el referido a sustancias de
muy leves consecuencias lesivas– es la moral social impuesta –despreciadora de unas drogas y vinculada a
otras– convirtiendo en pretendida moral pública (bien jurídico) la de la clase social dominante».
257
1.2. TIPICIDAD
1.2.1. Elemento objetivo
A) Concepto de droga
Aspecto no exento de polémica551, que JOSHI (1999:60-61) lo sintetiza en la no existen-
cia de una ley penal en blanco (como ha señalado el Tribunal Constitucional), en la obli-
gación de incluir las sustancias incluidas en los tratados internacionales firmados por el
estado español y, finalmente, respecto a la legislación no penal dictada dentro del país,
«entendemos que los Tribunales no están en absoluto vinculados, lo que ocurre es que
pueden acudir a la misma como medio de interpretar un concepto normativo, siempre y
cuando se respeten los principios generales y ello se lleve a cabo dentro del marco básico
de lo que debe ser un concepto penal de droga tóxica, estupefaciente o sustancia psico-
trópica».
Del análisis de las sentencias en la Audiencia Provincial de San Sebastián se despren-
de que generalmente se tiene en cuenta, aunque no exclusivamente, si una determinada
sustancia está contenida en las Listas de los Convenios Internacionales. Así, por ejemplo,
la sentencia 53/81 señala: «respecto a una sustancia que merece el calificativo de droga,
de acuerdo con la ley de 8 de abril de 1967, por estar incluida en las listas anexas al
Convenio Único de las Naciones Unidas de 1961»552.
B) Conductas delictivas
La sentencia 50/88, recoge los elementos que integran el delito de tráfico ilícito de dro-
gas, «según reiterada jurisprudencia, por la concurrencia de los siguientes elementos: a)
la ejecución consciente de su ilicitud, de alguno de los actos que constituyen el ciclo
productivo o de comercialización que minuciosamente se describe al principio del artícu-
lo; b) que tales actos estén encaminados a facilitar, estimular, o extender el consumo por
terceros, de tales sustancias, y c) que se trate de drogas tóxicas o estupefacientes, concep-
to que el Código no define y para el que hay que remitirse al Convenio Único de las
Naciones Unidas de 30 de marzo de 1961, ratificado por España el 3 de febrero de 1966».
a) Tráfico: transporte, venta, donación,…
551
Para una mayor profundización sobre esta cuestión, ver: LORENZO SALGADO (1983), BERISTAIN
(1985), REY HUIDOBRO (1990), BOIX REIG y JAREÑO LEAL (1996).
552
La sentencia 208/82, referida al hachís, recoge: «resina de la cannabis expresamente incluida como producto
estupefaciente en la Lista IV de la Convención Única de Ginebra de 1961, ratificada por España el 4 de Enero
de 1977». Otra sentencia indica: «que se trate de drogas tóxicas o estupefacientes, concepto que el Código no
define y para el que hay que remitirse al Convenio Único de las Naciones Unidas de 30 de marzo de 1961,
ratificado por España el 3 de febrero de 1966" (sentencia 50/88).
259
553
La inmensa mayoría de las sentencia hacen referencia al tráfico: entre otras:
32/83; 155/83; 166/83; 77/84; 175/84; 354/84; 440/84; 4/85; 16/85; 161/85; 473/85; 558/85; 41/86; 49/86;
50/86; 174/86; 373/86; 145/87; 202/87; 209/87; 248/87; 297/87; 310/87; 312/87; 415/87; 419/87; 25/88;
148/88; 159/88; 315/88; 319/88; 338/88; 346/88; 386/88; 528/88; 20/89; 29/89; 34/89; 63/89; 324/89; 388/
89; 421/89; 85/89(2ª) (distinción entre simple traficante del trapichero); 87/89(2ª); 92/89(2ª); 23/90; 60/90;
100/90; 161/90; 251/90; 253/90.
554
Así, la sentencia 53/88 recoge: «por lo demás, es claro que el transporte de dicha sustancia en tanto iba
destinada a ser transmitida a terceras personas, y así lo revela tanto su cantidad como el pacto habido con
quien la entregó, es un típico acto de tráfico y como tal contemplado en el citado precepto». Otras sentencias
en la misma línea, 20/81, 168/82, 380/82, 348/82, etc.
555
Entre otras, la sentencia 188/81, donde al procesado «le fue ocupada en su domicilio una respetable
cantidad de estupefaciente denominado ‘hachís’ con instrumentación para su distribución en pequeñas
cantidades partidas que por mediación de la venta destinaba a terceras personas». De igual modo, sentencias
273/82, 32/83, 109/89, etc.
556
Según la sentencia 208/82, «las conductas típicas realizadas por el acusado R.A., en tenencia para el
tráfico y donación las de A.D.B.S., y en reiteradas donaciones y en consecuencia favorecimiento y promoción
del uso, las de A.O., todo ello ilegítimamente pues carecían de autorización u otro motivo que legitimase su
manejo de estupefacientes«. Otras sentencias que afrontan la donación son: 18082, 104/84, 445/87, 285/88,
80/87, y 7/90 (2ª).
557
La sentencia 27/83 manifiesta: «el autoconsumo, al quedar fuera de aquel ánimo tendencial, constituye
una actividad atípica e impune (Sentencia del Tribunal Supremo de 22 de marzo de 1982, entre otras)
558
RAFOLS (1992:328-334), al analizar las «consideraciones Jurisprudenciales», también recoge cuestiones
de gran interés como la cantidad de sustancia, la drogodependencia o no de la persona, la pureza de la
sustancia, los adulterantes empleados, los instrumentos auxiliares utilizados, el dinero ocupado, el lugar de
ocultación, etc.
260 Drogas, legislaciones y alternativas.
práctica de la Audiencia Provincial de San Sebastián, desde el año 1981, como recoge la
sentencia 171/85: «El acusado se inició joven en el consumo de heroína, habiendo llega-
do a una situación de dependencia de la misma (…), toxicomanía que le impulsaba a
realizar la acción objeto de enjuiciamiento con sus facultades intelectivas y volitivas con-
siderablemente disminuidas por su ansiedad de conseguir dinero para adquirir la droga de
la que dependía y por el serio temor a las consecuencias psíquicas y físicas que la absti-
nencia de droga le reportaba.
... Considerando que en la realización del expresado delito concurre la eximente in-
completa de toxicomanía considerada como enfermedad mental que limita el conoci-
miento y voluntad, previsto en el párrafo 1º del artículo 9º en relación con el artículo 8º-
1º, ya que el acusado había llegado a convertirse en adicto a un opiáceo (la heroína o
diacotil morfina) que crea rápidamente un estado de sumisión física y dependencia síquica
en quienes lo absorben periódicamente, impulsándoles imperiosamente a continuar con-
sumiéndolo y afectando a sus funciones superiores, disminuyendo su inteligencia y sobre
todo reduciendo considerablemente el dominio o control ejercido sobre las resoluciones
de su voluntad, lo que implica una atenuación de su responsabilidad, aunque sin llegar a
la exención por no aparecer como totalmente anulados su conocimiento y voluntad, por
lo que de acuerdo con el criterio iniciado por esta Sala en su sentencia catorce de julio de
mil novecientos ochenta y uno, y reiterado posteriormente en las de diecisiete de julio,
dieciséis, veintiuno y veintiocho de Septiembre del mismo año, etc., también aceptado
por el Tribunal Supremo (Sentencias de la Sala Segunda de diez y veinticuatro de Mayo
de mil novecientos ochenta y dos y tres de Mayo de mil novecientos ochenta y tres, entre
otras), procede apreciar la concurrencia de la referida circunstancia aminorativa de la
responsabilidad criminal como eximente incompleta, viniendo determinada la penalidad
por lo dispuesto en la regla 2ª del artículo 56 del Código Penal en relación con el 506-4º.
No cabe apreciar dicha circunstancia como eximente completa, como se hizo en otras
sentencias referidas a otra época anterior de la vida del procesado, dado que con posterio-
ridad fue ingresado en un Centro de rehabilitación, del que voluntariamente se ausentó
cuando ya se encontraba en mejor estado, cometiendo estos delitos poco después, en una
situación no asimilable a la que tenía en la época a que se refieren que lo declararon
exento de responsabilidad»564.
La sentencia 145/87 recoge un caso de atenuante analógica de enajenación mental por
toxicomanía: «En la realización de dicho delito concurre en los dos procesados la ate-
/... Parece por ello que de manera tan cautelosa como individualizada, sin aprioris jurídicos ni lógicos, y en
aras a la obtención de un juicio de justicia, se examine con prudencia tales circunstancias para en caso de
acreditarse el nexo de causalidad entre la dependencia psíquica que produce la droga y el hecho enjuiciado en
los autos –se le dé la relevancia correspondiente, bien como eximente o como atenuante analógica, pues la
desestructuración que produce la toxicomanía lo es del individuo como tal, y por lo tanto, en sede teórica,
puede tener una conexión con cualquier tipo de delito, al margen de la prueba concreta que la evidencia en
cada caso–. En este sentido, el propio Tribunal Supremo en algunas sentencias viene admitiendo la posibilidad
de concurrencia de la eximente incompleta o de la atenuante analógica de toxicomanía en delitos de tráfico
de drogas (Sentencia de 3 de Enero de 1988 R.A. 217)« (sentencia 20/89).
564
En la misma línea la sentencia 438/85.
263
nuante analógica de enajenación mental por toxicomanía del artículo 9-10º en relación
con los artículos 9-1º y 8-1º, todos del Código Penal, pues ha quedado acreditado que en
la actuación de los procesados tuvo notoria influencia su adicción al LSD, realizando el
viaje con la intención de obtener droga para satisfacer su drogadicción, si bien la influen-
cia de ésta no lo es en la medida suficiente para poder apreciar la eximente solicitada por
la defensa de los procesados, debiendo señalarse además que la toxicomanía sólo cabe
apreciarla a través del artículo 8-1º y nunca a través del artículo 8-7º pues siempre el mal
que se causa es mayor que el que se trata de evitar».
Recientemente, con motivo de las Jornadas conmemorativas del 25º Aniversario del
Proyecto Hombre en Gipuzkoa565, un Magistrado que en la década analizada formaba
parte de la Audiencia Provincial de San Sebastián y, actualmente, Magistrado de la Sala II
del Tribunal Supremo, describió claramente la situación en la que se encontraban los
Tribunales de la Comunidad Autónoma de Euskadi y las aportaciones realizadas por éstos
respecto a la cuestión que estamos analizando. En un contexto donde el Código penal de
1973 «ignoraba la realidad del toxicodependiente y de la específica delincuencia funcio-
nal que él generaba, (…) fue precisamente en esos primeros años de la década de los
ochenta, cuando los Tribunales del País Vasco se vieron sorprendidos con la realidad de
una nueva delincuencia provocada por la necesidad de abastecerse de droga de los auto-
res de delitos contra la propiedad (…). El problema se encontraba en relación a los delitos
cometidos por el adicto tras la ingesta y antes del síndrome, pero actuando forzado por la
necesidad de mantener los consumos para evitar el síndrome. Se decía que en tal situa-
ción no había ni existía déficit en las facultades intelecto-volitivas, y el problema se
agravaba porque era, precisamente, en ese periodo donde se cometían la mayoría de los
delitos.
No por casualidad, por las razones expuestas, el cambio de enfoque fue propiciado,
casi simultáneamente por diversas resoluciones de las Audiencias Provinciales de Bilbao
y San Sebastián. De la primera se pueden citar las Sentencias de 7 de Marzo de 1981 y 22
de Abril de 1981 y de la segunda de 16 de Julio de 1981 y 16 de Enero de 1982.
Es muy relevante la de 16 de Julio de 1981 de la Audiencia Provincial de San Sebastián
porque fue recurrida por el Ministerio Fiscal y la Sala II del Tribunal Supremo en senten-
cia de 16 de Septiembre de 1982 por primera vez aceptó una imputabilidad disminuida en
dos jóvenes adictos a la heroína que cometieron un atraco en la sucursal de la Caja de
Ahorros Laboral de Pasajes … porque cometieron el hecho, no en síndrome de abstinen-
cia o en trastorno mental transitorio, sino «… impulsados por la necesidad de conseguir
dinero que les permitiera la obtención de droga que ansiaban imperiosamente...».
Se estaba definiendo y reconociendo por primera vez por el Tribunal Supremo un
típico caso de delincuencia funcional.
A partir de esta sentencia quedaba abierta la vía de la disminución de la facultad volitiva
ante la ejecución de hechos delictivos cuya naturaleza delictiva no era desconocida para
sus autores, pero éstos carecían de la suficiente fuerza para apartarse de esa actividad a
565
Celebrado en el Kursaal de Donostia, los días 4 y 5 de febrero de 2010.
264 Drogas, legislaciones y alternativas.
causa de su drogodependencia, y todo ello con apoyo en el art. 8-1º que se refería a la
enfermedad mental y acordaba un internamiento «…en uno de los establecimientos desti-
nados a los enfermos de aquella clase…», con lo que de un lado, se podría graduar la
entidad del déficit volitivo que podía ir desde la exención completa, a la eximente incom-
pleta o atenuante; y de otra parte se posibilitaba un tratamiento alternativo al exclusiva-
mente carcelario» (GIMÉNEZ GARCÍA 2010:53-54).
El Código penal actual tiene presente a la persona drogodependiente que ha cometido
un delito y «ha incluido en su articulado una referencia concreta a su situación, perfeccio-
nando los criterios doctrinales y jurisprudenciales que habían tratado de suplir el vacío
legislativo sobre la materia» (MAGRO SERVET 2004:233). Para este autor, «el Código
Penal admite la influencia de la toxicomanía en la imputabilidad por los siguientes me-
dios, en atención al grado de deterioro físico y psíquico que padece el sujeto del delito: a)
como eximente completa (art. 20.2); b) como eximente incompleta (art. 21.1, en relación
con el art. 20.2); c) como atenuante analógica simple (art. 21.2): También puede ser intro-
ducida por otros medios accesorios de esta última, que se pueden diferenciar por sus
efectos penológicos o por la especialidad de su aceptación, como son: d) como atenuante
muy cualificada (art. 20.2, en relación con el art. 66.4ª) y e) como atenuante analógica
(art. 21.6, en relación con el art. 21.2)»566.
Ya hemos señalado en el Capítulo IV cómo una de las novedades de la reforma de
1988 fue la inclusión del art. 93 bis Código penal, y también hemos recordado las críticas
de la doctrina y su limitado recorrido. Esas críticas también son avaladas por los datos de
la presente investigación. Sólo en unas pocas sentencias se hace uso del artículo citado:
así, a petición de la defensa, el Tribunal entiende que «concurre la eximente 1ª del art. 9º
del Código Penal, en relación con el art. 93 bis) del mismo Código» (sentencia 106/89).
En la misma línea, la sentencia 163/90, tras hacer referencia a la exigencia del propio
sistema de Justicia Penal del Estado social y democrático de Derecho que «exige inexcu-
sablemente que las penas no incrementen los grados de marginación de los que delin-
quen, sino que por el contrario y, como recuerda el artículo 25 de la Constitución, aque-
llas penas privativas de libertad deben tener una vocación resocializadora», concluye: «es
por ello que la concurrencia de la eximente que se ha constatado permitió al Tribunal
como ya se adelantó in voce al dictar sentencia adoptar una medida alternativa a la prisión
como ha sido la sumisión a tratamiento ambulatorio del inculpado en el mismo Proyecto
Hombre, el que deberá informar bimensualmente, con suspensión del ingreso en prisión
durante 2 años, es decir el mismo tiempo en el que se acuerda la sumisión a tratamiento
ambulatorio, todo ello de conformidad con lo previsto en el artículo 93 y 93 bis)».
566
Para una mayor profundización sobre estas cuestiones, ver CASTELLÓ (1997).
265
unos hechos (indicios) que no son los constitutivos de delito, pero de los que se pueden
inferir éstos y la participación del acusado por medio de un razonamiento basado en el
nexo causal y lógico existente entre los hechos probados y los que se trata de probar»569.
En base a esta sentencia y otras en la misma línea, la sentencia 197/89 de la Audiencia
Provincial de San Sebastián, recoge un caso donde no existe una prueba directa, pero sí
llega al fallo por medio de una prueba indirecta: «Ante esta inexistencia de una prueba
directa que acredite que el procesado destinaba las sustancias estupefacientes a una acti-
vidad de tráfico es necesario determinar si tal destino está o no acreditado por una prueba
indirecta o indiciaria, entendiendo por tal aquella prueba encaminada a acreditar unos
hechos distintos de los directamente constitutivos del delito pero de tal modo encadena-
dos con ellos que por deducción lógica, haya de concluirse que dados unos hechos se han
dado también los otros.
El Tribunal Constitucional en tres importantes y conocidas sentencias de 16 y 17/12/
85 ha reconocido expresamente la admisibilidad dentro del proceso penal de la prueba
indirecta, señalando las características que la misma ha de reunir para que pueda ser
considerada como tal prueba.
Los requisitos que debe cumplir una prueba indirecta para ser válida son: 1º) Que el
hecho indiciario base resulte plenamente acreditado por ‘pruebas directas’; 2º) que el
hecho sea efectivamente indiciario, es decir, periférico de los hechos delictivos y la diná-
mica comisiva de los mismos, debiendo estar concatenado a los hechos típicos por una
valoración material y directa; 3º) Que el hecho indiciario no sea un dato fáctico aislado
sino que se trate de una pluralidad, un conjunto de hechos interrelacionados, concomitan-
tes, coherentes y armónicos entre sí, y con el contexto de la situación, y 4º) Que entre el
hecho indiciario base y el hecho típico o la participación en el mismo del acusado existe
un enlace preciso y directo humano, que, habrá que razonarse en la sentencia»570.
3. Fallo judicial
Algo más de uno de cada cuatro casos (25,6%) de los delitos contra la salud pública
juzgados por la Audiencia Provincial de San Sebastián, en la década de los años ochenta
fueron absueltos. Algo más de uno de cada dos casos (51,1%) fueron sancionados con
pena de prisión menor (desde 6 mes y un día hasta seis años), de los cuales el 32,8%
fueron en su grado mínimo. Sólo un 6,6% de los fallos judiciales superaron los seis años
y un día, es decir, la prisión mayor. Un análisis de los períodos analizados, evidencia una
evolución –desde la reforma de 1983 hasta la de 1988– de aumento de las absoluciones y
de las penas de arresto menor y una disminución de las penas de prisión menor y prisión
mayor. Tras la reforma de 1988, se observa una disminución de las absoluciones y de las
penas de arresto mayor, un aumento de la prisión menor y un porcentaje de casos (1,3%)
de reclusión mayor.
569
Sentencia Tribunal Constitucional 174/85, de 16 de diciembre, recogida por RAFOLS (1992).
570
Otras sentencias donde se recurre a la prueba indiciaria son: 372/86, 234/88, 49/89, 243/89, 379/89, 84/89
(2ª) y 260/90 (2ª).
267
Como puede apreciarse, más de dos de cada cinco casos (42,2%) fueron de absolución
(25,6%) o se les sancionó con una pena que no superaba los seis meses de prisión (arresto
menor [16,6%]). Por el contrario, sólo un 0,4% del total de los casos fueron condenados
a penas de reclusión mayor. El porcentaje de absoluciones evidencia que el Tribunal
estimó que la cantidad de sustancia aprehendida era para el propio consumo y no para
traficar o, bien no aportaron pruebas suficientes para dictar sentencia condenatoria. Si a
esta cuestión le añadimos el alto porcentaje de penas de arresto menor, podemos concluir
que, por un lado, durante el período analizado, se utilizó excesivamente la maquinaria del
Derecho penal sin tener suficientemente presente los principios de proporcionalidad y de
ultima ratio; por otro, que a quienes se les aplicó este tipo de sanciones eran en gran
medida las personas más vulnerables, las denominadas último eslabón de la cadena.
En muchas sentencias, la pena de prisión va acompañada de multa que, generalmente,
tiene en cuenta la cantidad de sustancias aprehendidas y el precio que pudieran tener en el
mercado. Por ejemplo, la sentencia 348/89, recoge el caso de una persona a la que se
requisa en la frontera de Irún, 5.402,30 gramos de heroína, con diferentes grados de pure-
za. Por ello se le condenó a una multa de ciento cinco millones de las antiguas pesetas.
Una de las estrategias empleadas por las personas que eran condenadas a pagar multas,
como se ha mencionado en el Capítulo V, fue la de declararse insolventes, pese a tener
medios suficientes. Sin embargo, en diferentes sentencias se revoca la insolvencia por-
que, en un caso, el industrial juzgado disponía de bienes (sentencia 450/88) y, en otro
caso, el procesado disponía de trabajo remunerado y poseía un camión (sentencia 468/88).
Los fallos de las sentencias también recogen la pérdida de los efectos o instrumentos
del delito. Unas veces el chalet y un coche (sentencia 539/88), otras veces cierta cantidad
de dinero (sentencias 40/89, 60/90571 y 226/90[2ª]), un vehículo (sentencia 63/89). E in-
cluso, el cierre temporal, durante medio año, de un pub en Hondarribia (sentencia 60/90).
Finalmente, en la mayoría de las sentencias condenatoria se hace una referencia gené-
rica al pago de las costas judiciales y a la responsabilidad civil (por ejemplo, sentencias
485 y 282/86).
571
«Declaramos el comiso de todas las sustancias, objetos y dinero aprehendido al que se le dará el destino
legal».
268 Drogas, legislaciones y alternativas.
572
A juicio de LORENZO SALGADO (1983:209), esta ley «puede conducir (…) a estimar como infracción
punible determinadas conductas referidas a drogas tóxicas y estupefacientes que, por su insignificante entidad,
no parecen merecedoras de reproche penal».
573
Donde la opinión dominante consideraba que «lo correcto es optar en todo caso de conflicto por la existencia
de un concurso de leyes y aplicar, en consecuencia, las reglas de preferencia para evitar la duplicidad de
sanciones a favor del Código Penal, verdadera ley especial en la materia» (DE LA CUESTA 1987:404-405).
Para este sector, existía una «duplicidad de sanciones contraria al principio general del derecho non bis in
idem en los supuestos de concurrencia de delitos de contrabando y delito de tráfico de drogas» (ARGULLÓ
1987:92).
574
En opinión de ARROYO ZAPATERO (1984:24), «no resulta satisfactoria».
269
575
En la misma línea, la sentencia 242/86 («Los hechos declarados probados son también legalmente
constitutivos de un delito de contrabando del artículo uno, 1, 4º y 3, 1º y del artículo 2, 1º de la Ley Orgánica
7/82 de fecha 13 de julio de 1982, por haber efectuado el procesado un acto que implica la importación de
géneros prohibidos, con el consiguiente perjuicio económico para los intereses del Estado, estando este
delito en concurso ideal con el anteriormente descrito del artículo 344 del Código Penal, por lo que se debe
aplicar lo dispuesto en el artículo 71 del mismo cuerpo legal«) y la sentencias 390/86 («Los hechos que se
declaran probados no pueden ser reputados a efectos penales como delito de contrabando, ya que tras la
reforma operada por la Ley Orgánica 7/82 de 13 de Julio de 1982, ya no se trata de imponer una doble
sanción, –penal y administrativa–, fundada en un único y mismo hecho, sino de la doble sanción a título de
pena por una idéntica conducta descrita en los tipos delictivos: La tenencia de drogas tóxicas, estupefacientes
o substancias psicotrópicas con vocación de tráfico, –artículo 344 del Código Penal–, y al mismo tiempo esa
tenencia como constitutiva del delito de contrabando.
Esa situación concursal pueda ser solucionada de dos formas a saber, o bien considerar la existencia de un
concurso de leyes a resolver por las reglas del artículo 68 del Código Penal, para lo que no puede ser obstáculo
que se trata de dos preceptos, uno del Código Penal y otro de una ley especial, o bien la del concurso ideal de
delitos a resolver por las reglas del artículo 71 del expresado Código.
Y sin desconocer que pueden existir argumentos para sostener la tesis del concurso ideal de delitos, entiende
esta Sala, y así lo ha declarado ya en varias resoluciones y más recientemente en su sentencia de 3 de Octubre
de 1986, que en el supuesto analizado se da una absoluta y plena identidad de los tipos delictivos, hasta tal
punto que sólo surge la incriminación vía contrabando cuando la tenencia es constitutiva de delito, a lo que
se une una identidad de acción y de conductas y, en definitiva, de bien jurídico protegido, porque en definitiva
la importación en España de objetos sea prohibida, además de delictiva, evidencia el interés del Estado en
impedir el tráfico de los mismos por particulares, no tanto por atender al orden socio-económico del país,
cuando por el peligro potencial para la salud pública (drogas), la seguridad (armas y explosivos), la propiedad
(tenencia de útiles para el robo), etc., que son los mismos supuestos previstos en los respectivos artículos del
Código Penal, lo que lleva a la conclusión de que se está ante una doble valoración jurídica del mismo hecho
que debe resolverse por el principio de alternatitividad y atendiendo a cuál sea la norma básica, que
evidentemente está representada, en cuanto a las drogas se refiere, por el delito contra la salud pública, sobre
el que incide tangencialmente, como norma de referencia, la Ley de Contrabando, solución que tiene a su
favor el de ser respetuosa con el principio non bis in idem que quedaría violentado con la tesis del concurso
ideal de delitos, por lo que en definitiva ha de concluirse con la declaración de que no hay delito de contrabando
y debe absolverse de él al procesado»).
270 Drogas, legislaciones y alternativas.
mero, número uno párrafo 4º y número tres párrafo primero y artículo 2-1º de la Ley de
Contrabando 7/82 de 13 de Julio. Se plantea una vez más el espinoso tema de la doble
incriminación penal del tráfico de drogas en virtud de la doble tipificación actualmente
existente entre el Código Penal en el artículo 344 ya citado y la Ley de Contrabando.
Sabido es que la anterior Ley de Contrabando aprobada por Decreto de 16 de Julio de
1964 optó por una persecución exclusivamente administrativa de las acciones que san-
cionaba pero con la posibilidad de imponer auténticas penas de tipo pecuniario pero que
se convertían en prisión subsidiaria en caso de impago, de hasta cuatro años, sistema
que permitía la doble incriminación –cuando se trataba de drogas– vía sanción adminis-
trativa a través de los antiguos Tribunales Administrativos de Contrabando y Defrauda-
ción y vía sanción penal por la Jurisdicción ordinaria cuando, además, la conducta inte-
graba la figura del artículo 344 del Código Penal, posibilidad que expresamente estaba
reconocida en el artículo 33 de la Ley de 8 de Abril de 1967, lo que no dejaba de ofrecer
suspicacias a diversos sectores de la doctrina en la medida que ello pudiera constituir
una conculcación del principio ‘non bis in idem’ aunque formalmente no existía duplici-
dad de pena sino acumulación entre una sanción administrativa y una pena y en este
sentido fue unánime la doctrina del Tribunal Supremo al compatibilizar ambas sanciones
administrativa y penal –Sentencia del 20 de Enero de 1982 entre las últimas–. El artículo
25-3º de la Constitución al impedir a la Administración la imposición de prisión subsi-
diaria en caso de impago de multa, privó de efectividad real a la Ley de Contrabando,
haciéndose ineludible una nueva normativa que con el rango de Orgánica está represen-
tada por la Ley 7/82 de 13 de Julio que vuelve al sistema binario de delitos e infracciones
administrativas, pero atribuyendo a los Juzgados y Tribunales ordinarios el conocimien-
to y fallo de los delitos que prevé esta ley poniendo fin a los antiguos Tribunales de
Contrabando y Defraudación y reservando a los Administradores de Aduanas el conoci-
miento de las infracciones administrativas. Esta situación, vuelve a presentar el tema del
‘non bis in idem’ en relación a los productos prohibidos cuya tenencia sea además, cons-
titutiva de delito, pero ahora en toda su crudeza porque ya no se trata como antes de una
doble sanción penal y administrativa fundada en un único y mismo hecho, sino una doble
sanción a título de pena por una e idéntica conducta descrita en dos cuerpos legales: el
Código Penal y la Ley de Contrabando en relación a la tenencia de drogas con vocación
de tráfico. En sede teórica de dos maneras puede solucionarse esta situación concursal.
O bien considerar que existe un concurso de leyes a resolver por las reglas del artículo
68 del Código Penal, sin que ello sea obstáculo el que esta doble incriminación aparezca
en el Código Penal y en una Ley Penal especial, o bien por la estimación de la existencia
de un concurso ideal de delitos. Evidentemente no desconoce la Sala la doctrina
jurisprudencial que de alguna manera es una continuación de la mantenida en la época
anterior, y que por tanto supone la legitimidad de la doble y simultánea incriminación
vía Código Penal y vía Ley de Contrabando por encontrar en la introducción subrepticia
de drogas tóxicas procedentes del extranjero bajo cualquiera de las modalidades del
artículo 1 de la Ley de Contrabando un ‘aliud’ añadido al delito sanitario ‘strictu sensu’
del artículo 344 que justifica la doble incriminación sin riesgo de rozar el principio del
271
‘non bis in idem’. En este sentido Sentencias de 11 de Julio de 1986 y 15 de octubre del
mismo año entre otras, que resaltan el carácter de doble criminalidad de los actos de
importación ilegítima de drogas y la consiguiente aplicación de las normas del concurso
ideal en su modalidad pluriofensiva. Ahora bien, esta solución no puede olvidar como
hecho capital que los delitos de contrabando pese a su carácter pluriofensivo tienen un
denominador común que como se afirma en la sentencia 11 de Julio ya citada, que los
adscribe al título de los delitos contra el orden económico ya que en definitiva el bien
jurídico protegido es el patrimonio de la Hacienda Pública, convirtiéndose este fin, en la
razón de ser de la ley y por lo tanto superior a la defensa de cualesquiera otros fines o
móviles político-criminales que están situados en un plano estimativamente inferior; es
por ello que desde esta perspectiva puede llegarse a otra solución distinta para el con-
flicto que se comenta pues de la comparación de ambos textos penales se constata la
absoluta y plena identidad de ambos tipos delictivos hasta el punto de que la incrimina-
ción vía contrabando solo surge cuando la tenencia es constitutiva de delito, es decir,
cuando la tenencia lo es con vocación de tráfico; en definitiva hay que concluir que el
contrabando –acción esencialmente itinerante– es una forma de tráfico y por lo tanto
aunque idealmente se produce una lesión a la facultad de control de la administración
respecto de los productos importados a la salud pública, en la medida en que la lesión a
aquella facultad de control solo tiene relevancia en relación con el ataque a la salud
pública, debe ser el delito de tráfico de drogas el que comprenda a aquél de contrabando
con la consecuencia lógica de permanecer extramuros tanto del Código Penal como de
la Ley de Contrabando la tenencia de drogas importadas subrepticiamente del extranje-
ro cuando sean para el propio consumo del sujeto, y por tanto, la traducción legal debe
venir por la aplicación del principio de alternatividad y su específica manifestación con-
tenida en el artículo 68 del Código Penal y no por la tesis del concurso ideal en opinión,
ciertamente mayoritaria que no unánime de esta Sala, solución que se propugna y que
tiene, además, a su favor la de ser más respetuosa con el principio del ‘non bis in idem’,
por lo que en definitiva, procede absolver al procesado del delito de contrabando de que
venía siendo acusado».
No había transcurrido un año y en las sentencias de la Audiencia Provincial de San
Sebastián, la tesis mantenida por el Tribunal Supremo volvió a implantarse576, ya sin
votos particulares, como se recoge en la sentencia 14/88: «Ciertamente que en algunas
ocasiones esta Audiencia –que no esta Sala–, acogió la tesis de la existencia de un concur-
so legal o de normas entre las reguladoras de este delito de contrabando y el artículo 344
del Código Penal, pero este criterio no puede hoy día sostenerse, como ya reconoció la
Sentencia de esta Audiencia de 14 de Diciembre de 1987, ante la clara, firme y constante
doctrina del Tribunal Supremo acerca de la cuestión, que ha venido a establecer de forma
indudable la relación de concurso ideal que existe entre ambos delitos por la diferencia de
bien jurídico protegido por una y otras normas. En el presente caso, el mandato del artícu-
lo 71 del Código Penal obliga a penar cada delito por separado».
576
Entre otras cuestiones por las desventajas que una situación así suponía para las propias personas condenadas.
272 Drogas, legislaciones y alternativas.
Al poco tiempo de la entrada en vigor del Código penal vigente y de la actual Ley
Orgánica 12/1995, de 12 de diciembre, sobre la represión del contrabando, la jurispru-
dencia «considera como un concurso de normas y no de delitos, como se venía entendien-
do con anterioridad» (ORTS 2008:581). Por medio de un acuerdo de la Sala Penal del
Tribunal Supremo577 se consiguió un giro en la doctrina anterior del Tribunal Supremo
que consideraba la relación entre ambas figuras como un concurso de delitos. A partir del
Acuerdo se califica como un concurso de normas» (ÍÑIGO y RUÍZ DE ERENCHUN
2007:76). Posteriormente, diversas sentencias578, han asentado este importante cambio
jurisprudencial argumentando que «el bien jurídico protegido por ambos delitos es el
mismo, esto es la salud pública, por tanto la doble punibilidad de ambos delitos llevaría a
una notoria trasgresión del principio non bis in ídem». (ROMERO ESCABIAS 2000:307-
311)
Se da la circunstancia que el Magistrado que redactó los votos particulares en la Au-
diencia Provincial de San Sebastián relacionados con el delito de tráfico ilícito de drogas
y los delitos de contrabando, actualmente es uno de los Magistrados del Tribunal Supre-
mo. Sus postulados respecto a estas cuestiones, minoritarios por aquél entonces, hoy son
jurisprudencia asentada en el Tribunal Supremo.
Ahora bien, como también ha señalado ORTS (2008:581), tras la reforma llevada a
cabo por la Ley Orgánica 15/2003, en virtud de la circunstancia 10ª del art. 369 Código
penal, «puede imponerse la pena superior en grado a la prevista en el art. 368, con lo que
se consigue un endurecimiento de la pena superior al que comportaba la apreciación de
un concurso ideal de delitos». Sin embargo, con la entrada en vigor de la reforma de junio
2010 (Ley Orgánica 5/2010), se ha eliminado esta agravante y, por tanto, sería conve-
niente «volver al consenso anterior, plasmado ya en el Acuerdo del Pleno no Jurisdiccio-
nal de la Sala Segunda de 24 de noviembre de 1997, que estimó que la duplicidad de
sanciones (por tráfico de drogas y contrabando) infringe el principio non bis in idem, por
lo que la conducta de contrabando debe considerarse consumida en la más amplia del
tráfico de drogas y el concurso de normas resultante ha de resolverse conforme al art. 8.3
CP.». (PEDREIRA 2010:422-423).
579
Sentencias 200/87, 274/87 y 290/85. En esta última el Tribunal señala: «igualmente se constata la comisión
del delito de receptación por el hallazgo dentro de su domicilio, y con el lógico conocimiento de su existencia
y disponibilidad, de las cantidades importantes de joyas, relojes, cámaras, etc., cuya posesión le es plenamente
imputable sin que pueda desvirtuarla su alegación de haber sido todos aquellos dejados por dos individuos a
los que concedió hospedaje durante varios días, sin dato alguno sobre su identidad, y con el apoyo inculpatorio
categórico de corresponder parte de aquellas al botín de robos ya denunciados».
580
«El delito de receptación del artículo 546 bis f), tipo penal introducido por la Ley Orgánica 1/88, de 24 de
marzo, que publicada en el BOE el día 26 de marzo entró en vigor veinte días después. Dicha figura ha
nacido con la vocación de incriminar las conductas de blanqueo de dinero procedente de la droga, cubriendo
un evidente vacío que existía en la legislación, no es este el momento de poner de relieve los defectos de la
técnica legislativa empleada, baste a los efectos del presente enjuiciamiento que de conformidad con el
artículo 25 de la Constitución, no se pueden aplicar las Leyes penales retroactivamente, es preciso que el
hecho enjuiciado esté considerado como delictivo por Ley anterior a su ejecución. En la medida que en el de
autos, el Ministerio Fiscal vertebra su acusación en el hallazgo de un recibo de siete millones de pesetas
entregado por A.M. a J.M.E. el 31 de marzo de 1988 –folio 48– es evidente que tal conducta no puede
constituir la figura delictiva de la receptación del artículo 546 bis f) porque la misma sólo estuvo en vigor a
partir del 15 de abril de 1988, aunque más propiamente, según la declaración de J.M.E., la entrega debe
situarse a finales del año 1987 (…) todo ello impide que pueda prosperar la tesis del Ministerio Fiscal de la
receptación, por valoración del principio de Legalidad, fundamental en un Estado de Derecho, con la
consecuencia de absolver a A.M.» (sentencia 60/90).
274 Drogas, legislaciones y alternativas.
Conclusiones
* El bien jurídico protegido de los delitos contra el tráfico ilícito, según la mayoría de la
doctrina y la jurisprudencia, es la salud pública. Sin embargo, desde sectores de la
doctrina se observan serias contradicciones (no se defiende la salud pública de igual
mantera ante todas las drogas y, algunas de las drogas que generan un mayor daño
para la salud pública no están incluidas) y, por tanto, se propone su reconsideración
cuando la venta de estas sustancias se hace entre personas adultas y con plena capaci-
dad de obrar.
* En un Estado social y democrático de Derecho es especialmente preocupante, que el
objeto de protección, en los delitos contra el tráfico ilícito de drogas sea, como ha
reconocido el Tribunal Supremo, «especialmente inconcreto» y que haya sido el legis-
lador quien ha entendido que el consumo ilegal de este tipo de sustancias –y no de
otras– es negativo para la indemnidad del bien jurídico y ha acordado su prohibición.
Esta falta de concreción y la opción política por parte del legislador de perseguir este
tipo de acciones, puede ser la causa de antinomia existente entre los derechos y liber-
tades reconocidos en la Constitución y los compromisos adquiridos por el estado es-
pañol en los Convenios Internacionales.
* Aunque el Código penal de 1973 no hacía mención expresa a la drogodependencia
como motivo de la modificación de responsabilidad de las personas drogodependientes,
desde principios de la década de los años ochenta, en la Audiencia Provincial de San
Sebastián se fallaron sentencias donde se admitía como eximente incompleta y como
eximente analógica. Una sentencia de la Audiencia Provincial de San Sebastián sobre
la cuestión, recurrida por el Ministerio Fiscal, supuso que el Tribunal Supremo acep-
tara por primera vez la imputabilidad disminuida de dos drogodependientes de heroí-
na. El Código penal actual contempla la drogodependencia como eximente completa
(art. 20.2 Código penal), como eximente incompleta (art. 21.1 Código penal), como
atenuante analógica simple (art. 21.2 Código Penal), y como atenuante muy cualifica-
da (art. 21.6 Código penal).
* En el período comprendido desde la reforma de 1988 hasta diciembre de 1990, la
aplicación del art. 93 bis Código penal fue muy escasa, cuestión que ya se puso de
manifiesto por la doctrina cuando, al analizar las condiciones de su aplicación, consta-
tó su escasa posibilidad de aplicación.
* En más de uno de cada cuatro casos (25,6%), el Tribunal declaró su absolución. Sólo
en el 6,6% de los casos las personas condenadas lo fueron a una pena superior a los
seis años y un día (prisión mayor). En algo más de uno de cada dos casos (51,1%), se
sancionaron con pena de prisión menor, de 6 meses y un día hasta 6 años, de los cuales
el 32,8 % fueron en grado mínimo.
* El porcentaje de absoluciones evidencia que el Tribunal estimó que la cantidad de
sustancia aprehendida era para el propio consumo y no para traficar o, bien no se
aportaron pruebas suficientes para dictar sentencia condenatoria. Si a esta cuestión le
añadimos el alto porcentaje de penas de arresto menor, podemos concluir que, por un
275
IX
Discurso económico581
Algunos autores han descrito el proceso experimentado por la mayoría de las sustancias
que actualmente se cobijan bajo el amparo del término droga, cuando pasaron de ser un
valor de uso, a un valor de cambio: «a medida que avanza el capitalismo, las drogas,
como todo lo demás, se convierten en mercancías. Al convertirse en mercancías se hace
necesario la creación y desarrollo de mercados y, por lo tanto, la producción, distribución,
etc., adquieren características de empresa. Sin embargo, son empresas legales mientras
explotan mercados extranjeros no capitalistas y pasan a ser ilegales en el momento en que
intentan crear y explotar un mercado metropolitano» (DEL OLMO 1985:38).
Las drogas y las industrias relacionadas con estas sustancias, desde un punto de vista
económico, han generado y generan «grandes beneficios económicos, directos e indirec-
tos de una importancia crucial en la economía mundial» (ROMANÍ 1999:69-70). Este
autor tras incluir en este ámbito, desde las pequeñas y medianas empresas, hasta las
transnacionales de la farmacia, el tabaco, el alcohol y, también, del tráfico ilegal de dro-
gas, evidencia el poder y los intereses existentes tras esta realidad. Todo ello, sin olvidar
también la cuestión económica –pero no sólo– de lo generado en torno a profesiones
relacionadas con «la cultura de la droga» en sentido amplio: personas que desempeñan su
labor profesional en la policía, la abogacía, la judicatura, la salud, la investigación, etc.
La perspectiva económica del fenómeno social de las drogas, ha tenido –y tiene– gran
importancia, incluso más que la perspectiva sanitaria o de control social. BERISTAIN
(1986:160-170), tras analizar históricamente los beneficios obtenidos por Gran Bretaña
en China, Francia en Indochina y España en Latinoamérica, reconoce que «en tiempos
pasados la dimensión económica ha sido la más influyente para decidir la legalidad o
ilegalidad del uso (y del abuso) del tráfico de drogas, aun de las que actualmente se
consideran como las más peligrosas». En la Europa del siglo XIX ya se sabían los efectos
de determinadas sustancias sobre la salud de las personas, sin embargo, se siguió con ese
tipo de comercio, sobre todo por los beneficios económicos que aportaban.
A la hora de contextualizar el Capítulo I de la primera parte de la presente investiga-
ción, nos hemos referido a las serias dificultades que atravesaba Estados Unidos en el
581
En lo relativo a los discursos sobre los hechos, recogido en el Capítulo VI de la segunda parte, ya hemos
hecho mención a algunas de las cuestiones relacionadas con el discurso económico que, en este capítulo
también mencionamos y contextualizamos.
278 Drogas, legislaciones y alternativas.
ámbito del tráfico ilícito de drogas y de diversas Directivas comunitarias para afrontar
algunas cuestiones relacionadas con el fenómeno económico de este tráfico ilícito.
Asimismo, hemos recogido en el Capítulo IV de la primera parte, referente a la políti-
ca criminal española en materia de drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psico-
trópicas, cómo está presente el discurso económico, desde los primeros años de la década
con la ley de contrabando582, con las correspondientes penas de multa583 y, sobre todo, tras
la reforma de 1988 hasta la actualidad, con la continua adaptación de la legislación espa-
ñola a las exigencias de los Convenios Internacionales en este tipo de sustancias y de la
Unión Europea.
NÚÑEZ PAZ (2002:157-159), al analizar la situación actual de la delincuencia orga-
nizada en España584, reconoce que «la actividad delictiva mayormente practicada por los
grupos criminales organizados en España es el tráfico ilegal de drogas», y reconoce la
implantación en los últimos años, «de forma progresiva y preocupante» de organizacio-
nes cuya actividad ilegal gira fundamentalmente en torno al tráfico ilegal de estas sustan-
cias y al denominado blanqueo de dinero procedente de ese tipo de actividades «que
también se ha desarrollado muy significativamente». Bastantes años antes, a mediados de
los años ochenta, la propia Memoria del Fiscal del Estado (1985:90-91), ya citada previa-
mente, achaca a «la misma existencia de la droga ilegal como mercancía superlativamente
deseada y valorada determina la aparición de esa forma de criminalidad organizada».
Para hacernos una pequeña idea de la cantidad estimada que mueve el tráfico ilícito de
este tipo de sustancias, en el año 2003, Naciones Unidas estimaba en unos 400.000 millo-
nes de dólares, cuantía que «excede la del PNB del 90% de los países que integran Nacio-
nes Unidas» HUSAK (2003:178-179)585. Según recoge este autor, en México, «el valor
de la economía de la droga es casi dos veces mayor que el de las exportaciones de petró-
leo, la industria legítima más importante del país». A finales de la década de los años
ochenta y principios de los noventa, los mayores traficantes de cocaína de Colombia se
comprometieron a «pagar la deuda nacional del país y retirarse de la cocaína, a cambio de
la amnistía y la legitimidad» (NEUMAN 1991:99-100). Sin embargo, la inmensa mayo-
ría de las personas que participan en este negocio ilegal, obtienen ganancias muy modes-
tas y de manera desigual. Mientras la gran mayoría de los costos en las tareas de distribu-
ción se va en los pagos a quien distribuye y a los grandes traficantes de los países consu-
582
Como se recoge en el voto particular de la sentencia 78/87, aunque los delitos de contrabando tienen
carácter pluriofensivo, poseen «un denominador común (…) que los adscribe al título de los delitos contra el
orden económico ya que en definitiva el bien jurídico protegido es el patrimonio de la Hacienda Pública».
583
El actual art. 377 Código penal señala que «para la determinación de la cuantía de las multas que se
impongan en aplicación de los artículos 368 al 372, el valor de la droga objeto del delito, o de los géneros o
efectos intervenidos será el precio final del producto o, en su caso, la recompensa o ganancia obtenida por el
reo, o que hubiera podido obtener».
584
Para un mayor acercamiento a la criminalidad organizada y las acciones emprendidas tanto en el ámbito
mundial, de la Unión Europea o del estado español, puede verse: BUENO ARÚS, F. (1999): «Política judicial
común en la lucha contra la criminalidad organizada», 59-83.
585
REUTER y TRAUTMANN (2009), según el cálculo llevado a cabo por ONUDD en 2002-2003, creen
que no llegan a los 285.000 millones de euros anuales.
280 Drogas, legislaciones y alternativas.
586
Este autor hace también mención al precio de la cocaína en los principios de la década de los años ochenta:
entre 8.000 y 10.000 de las antiguas pesetas.·
281
Desde el punto de vista de la oferta y la demanda, quien provee a las personas consu-
midoras, aunque no fija arbitrariamente los precios, sí pone un precio lo suficientemente
alto como para cubrir los riesgos de detención y pérdida de la mercancía, el costo de
distribución llevada a cabo de manera que se pueda proteger a los sectores más altos de la
pirámide, el pago de sobornos, las deudas contraídas por determinadas personas consu-
midoras, y también, los costos y riesgos del contrabando de drogas (DEL OLMO 1985).
En toda esta cuestión «la ilegalidad equivale a un impuesto cobrado por cada transacción
de un artículo, pues la probabilidad de un arresto aumenta con el número de transacciones
efectuadas. Por tanto, parte del precio de la transacción consiste en una prima por riesgo»
(MICHAELS 1991:334-336).
Sin embargo, el proceso generado para la distribución al detalle y su relación con
quienes llevan a cabo labores de distribución al por mayor, es un fenómeno complejo
porque «no es fácil crear una red tupida de contactos y relaciones en un negocio que
requiere bastantes muestras de confianza» (USÓ 1996:335). A juicio de este autor, «todo
parece indicar» que el ya presente mercado al por menor de cannabis fue utilizado para la
venta al por menor de la heroína. Un sector de las personas que se dedicaban al menudeo
de los derivados del cannabis, optó por la venta de heroína porque «era mejor negocio, ya
que ofrecía mayores ventajas: precio más elevado, menor volumen, menor número de
clientes, transacciones más privadas, etcétera».
Dentro de la perspectiva de la economía sumergida el tráfico ilícito, además de dar
«enormes oportunidades para la delincuencia organizada», con las ganancias desproporcio-
nadas ha hecho «casi inevitable la corrupción» (HUSAK 2001:90). Nos encontramos
ante un negocio ilegal, con algunas características propias de cualquier negocio, y con las
peculiaridades derivadas de su ilegalidad.
1.2. CONTABILIDAD
Todo negocio necesita de un control de los ingresos y los gastos. En el ámbito del tráfico
ilícito de este tipo de sustancias, se observa la existencia no sólo de una contabilidad muy
589
El acusado compraba hachís a un determinado precio, «con el propósito de revenderlo a mayor precio para
obtener así un lucro pecuniario; a tal fin troceó la citada sustancia, formando doce barras o ‘talegos’» (sentencia
273/82).
590
Por ejemplo, en la sentencia 257/84, el acusado recibió el paquete «de un individuo desconocido con la
misión de entregarlo en aquella plaza a otra personas tampoco identificada a cambio de la entrega de
cuatrocientas setenta y cinco mil pesetas, de las que recibiría una parte en concepto de comisión».
591
La sentencia 81/81 reconoce que una persona «con el fin de obtener dinero que necesitaba para adquirir
heroína a cuyo consumo era adicto, se dedicó durante varios años a la venta de pequeñas cantidades de hachís
que obtenía de un desconocido».
592
El acusado, «asiduo vendedor de la sustancia estupefaciente denominada heroína, venía dedicándose a su
venta en pequeña escala en la Zona de Rentería como medio para sufragar su propio consumo» (sentencia
135/89). De igual modo, en la sentencia 226/90 2ª, se señala cómo el acusado, «adicto a la heroína, venía
adquiriendo en Holanda y aparte de la que se inyectaba, a través de no más de dos intermediarios la vendía
en las localidades (…), obteniendo pingües beneficios».
593
Por las declaraciones realizadas por el Policía Nacional que llevó a cabo la detención, el acusado le
manifestó «que ya no consumía droga pero que la necesitaba para poder vivir por no tener trabajo fijo»
(sentencia 161/85).
594
«El procesado «había procedido a la venta de cantidades de heroína que le habían proporcionado pingües
beneficios, con las que adquiría más drogas, parte de la cual se dirigía a su propio consumo, pero también
dirigidos los beneficios a la atención de sus necesidades familiares de vestido y alimentación, de suerte que
se creaba un círculo en que el sujeto activo, pese a su condición de heroinómano, hacía de la venta de heroína
su principal medio de vida».
595
La sentencia 539/88, menciona el caso de una señora que adquiría heroína, no sólo para el consumo de sus
hijos, sino también para la venta a terceras personas. Tanto esta persona, como sus hijos y su cuñada, no
tenían ingresos regulares suficientes para llegar a fin de mes y, por tanto, recibían ayuda económica de
Cáritas. Sin embargo, en esta sentencia se reconoce que un coche, un chalet en Torrevieja y una cantidad
considerable de aparatos electrónicos, «fueron adquiridos con los beneficios que le proporcionaba la venta
de heroína». El tribunal sentenció que «se está en presencia de una unidad de distribución formada por
miembros de una misma familia, con incidencia apreciable en la zona…».
De igual modo, según se recoge en la sentencia 91/90, 2ª, un miembro de la familia se desplazaba a Bilbo
para conseguir heroína y, posteriormente, las entregaba a sus hermanos para su consumo y venta.
283
1.3. INVERSIONES
Fueron varios los intentos para invertir en este negocio con el objetivo de lograr benefi-
cios considerables. En la frontera detuvieron a varias personas que se habían desplazado
desde Madrid a Ámsterdam para conseguir heroína y llevarla a Madrid. La sentencia 44/
83, alude al caso donde «hay quien pone el dinero para realizar la operación y otros son
los que corren con el riesgo de pasar las fronteras con la mencionada mercancía». Otra
sentencia (4/85), relata la existencia de una cadena «que va desde la financiación inicial»
realizado por uno de los juzgados, hasta la utilización de intermediarios al final de esa
cadena y cómo «el acusado destinaba a su consumo parte de la droga que se quedaba para
sí después de entregar la que se había comprometido a dar a los financiadores del viaje y
traficaba con el resto».
A veces, son empresarios quienes realizan las labores de financiar viajes, a modo de
inversión: desde el empresario consumidor de cocaína que contacta con traficantes co-
lombianos para la venta de esa sustancia en los entornos de la capital donostiarra (senten-
cia 438/85), hasta industriales que entendían el tráfico ilícito de estas sustancias como
una mera actividad más de comercio: bien sea el propietario de un camión que iba hasta
Marruecos y traía derivados cannábicos (sentencia 131/85), u otros industriales que se
desplazaban a Bélgica –para traer una mezcla de heroína y cocaína (sentencia 428/85)–, o
a Tailandia –para invertir en heroína (sentencia 446/84). En algún caso, el empresario
ideó la realización del viaje, buscó la financiación para conseguir un kilo de heroína en
Tailandia y, además, a la persona que hizo el viaje le explicó con todo detalle los contac-
tos a realizar en ese país (sentencia 327/85).
Para llevar a cabo las correspondientes inversiones necesarias, hubo personas que
recurrieron a préstamos –uno de los procesados llevaba 500.000 de las antiguas pesetas
que la víspera de la partida las había conseguido «mediante un préstamo, para adquirir la
droga (sentencia 32/88)– e incluso quien hipotecó su vivienda para financiarse un viaje a
Tailandia: «la hipoteca establecida por el procesado sobre la vivienda de su propiedad
[sirvió] para conseguir la cantidad de 995.000 pesetas que, convertida aproximadamente
en 4.000 dólares, sirvió para financiarse el viaje a Thailandia (…)» (sentencia 66/88).
284 Drogas, legislaciones y alternativas.
2.2. LA ADULTERACIÓN DE LAS SUSTANCIAS COMO PARTE DEL AUMENTO DEL RENDIMIENTO DEL
NEGOCIO
Una de las características del mercado ilegal de estas sustancias es su falta de control de
calidad. En un mercado no regulado, es muy difícil encontrar la sustancia pura, general-
mente ésta suele estar mezclada598 con diferentes componente (glucosa, etc.), sobre todo,
según se va acercando el producto a la persona consumidora final. En la medida en que
una sustancia de este tipo pasa por diversas manos, existe una mayor probabilidad de
pérdida de pureza de la misma por los cortes continuos efectuados, cuestión ésta que
suele suponer un serio riesgo para la salud de las personas consumidoras. La sentencia
323/84 hace mención a una disminución de la pureza de la sustancia cercana al 10%
cuando llega a manos de las personas consumidoras, «dado que la heroína suele adulterarse
de modo que un gramo de sustancia pura, con el notable grado de pureza de la producida
en la zona donde fue adquirida [Tailandia], puede llegar a convertirse, al llegar al adicto
en diez gramos…», con las consecuencias que puede acarrear para las personas consumi-
doras.
596
El conocido como caso del encargado del horno crematorio de la Residencia (sentencia 230/89), es un
claro ejemplo de una rápida manera de ganar dinero. Como era en ese lugar donde se llevaba a cabo la quema
de las sustancias decomisadas, la no combustión total de éstas, y su posterior vuelta al mercado ilegal, supuso
una forma relativamente fácil de acceder a una entrada de dinero con la pretensión de «mejorar su nivel de
vida».
597
«Adquirió en Francia a un bajo precio, pretendía distribuir en España a terceros con el consiguiente lucro
económico» (sentencia 387/82).
598
La sentencia 215/84, pone de manifiesto esta realidad: la sustancia, «que había venido adulterada con la
consiguiente ganancia económica que a su vez le servía para mantener su adicción a la droga dada su condición
de toxicómano».
285
A finales de la década de los años ochenta ya había datos más que suficientes sobre
estimaciones del denominado blanqueo de dinero procedente del tráfico ilícito de drogas
y de algunas de sus consecuencias. Según recoge GARCÍA VALDÉS (1993:570), «se
calcula que el importe de los capitales procedentes del mercado de estupefacientes en
Estados Unidos y en Europa asciende, anualmente, a la cantidad de 122.000 millones de
dólares, y que una cantidad que oscila entre el 50 y 70 por 100 de aquélla es objeto de
blanqueo». En el año 1989, ARROYO ZAPATERO (1989:82-84) realizó un análisis cer-
tero sobre el éxito logrado por las organizaciones de traficantes en la creación del merca-
do y de la distribución de las sustancias y, sobre todo, cómo «los traficantes de drogas se
convierten en un poder financiero que requiere connivencias en los sistemas policiales y
599
La sentencia 133/87 recoge el caso de una persona, «sin antecedentes penales, que se encontraba en
apuros económicos» y que otra persona «le propuso realizar un viaje a Ámsterdam para adquirir heroína,
pensando con ello obtener un elevado beneficio económico después de su venta en España».
600
La sentencia 315/89 recoge el caso de una persona que acepta el plan de vender la sustancia «impulsado
por su condición de toxicómano sin medios económicos». En otra sentencia (387/88), el acusado habló con
otra persona «que a la sazón atravesaba una época de penuria económica, con la posibilidad de hacer llegar
a terceras personas la sustancia denominada heroína, que le sería facilitada por ella o por un tercero (…), con
lo que obtendría algún beneficio económico, a lo que ésta accedió…».
601
Utilización de una discoteca en Tolosa para hacer «entrega de cinco bolas conteniendo cada una
aproximadamente treinta gramos de heroína…» (sentencia 450/88).
602
Utilización de un pub, en Hondarribia, donde la procesada vendía estas sustancias (sentencia 60/90).
286 Drogas, legislaciones y alternativas.
603
«Garzón: ‘La ley Corcuera no sirve para combatir el tráfico de droga’». El Diario Vasco, 29/10/1991, p. 3.
287
vivienda no para especular sino para vivir en ella. Como puede observarse, en este tipo de
negocios, el dinero de la economía sumergida está en movimiento para dar respuestas a
las necesidades de hacer negocios en condiciones claramente beneficiosas para quien
detenta dinero fuera de los cauces legales.
de dicha sustancia y 5.000 pesetas a cambio de dos pulseras de oro; posteriormente, am-
bos entregaron también un collar de oro a cambio de otro medio gramo de heroína y diez
mil pesetas, comprometiéndose J. a entregárselos, aunque en definitiva no lo hizo».
En una reciente confesión de SUÁREZ TRASHORRAS, ex minero asturiano conde-
nado a 34.715 años de cárcel por facilitar explosivos para el denominado caso del 11-M,
reconoce que además de dinero, se empleó alguna sustancia de las denominadas estupefa-
cientes en el pago de los explosivos y detonadores empleados en los atentados: «el acuer-
do [al] que mi cuñado llegó con El Chino consistía en que se le entregarían 200 kilos de
explosivo y abonaría 6.000 euros por bolsa, cinco kilos de explosivo cada una. De ahí se
descontaría la deuda pendiente al hachís y el resto se abonaría en dinero o en cocaína»605.
607
Entrevista realizada por Quino PETIT (2010:32-40) a Antonio María COSTA
290 Drogas, legislaciones y alternativas.
inversiones relacionadas con los negocios inmobiliarios, las acciones u otros negocios
legales.
En el año 2000, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, remarcaba
cómo la globalización del blanqueo de dinero era posible «en parte a los consejos de
estos profesionales y al acceso creciente a la información y a la tecnología progresiva».
BROCHU y ZAMBRANA (2005:17-18), tras recoger la afirmación de FABRE: «lejos de
ser una perversión del capitalismo, el tráfico de estupefacientes y el blanqueo de dinero
sucio puede considerarse como la prolongación del reino liberal de la maximización de
los beneficios, a la hora de la universalización de los intercambios», concluyen con el
siguiente resumen: «con la liberalización de los movimientos de capitales, la multiplica-
ción de las filiales en el extranjero, la desregulación, la utilización de instituciones finan-
cieras no bancarias, la ética de `secreto de los asuntos` y la creación de sociedades panta-
lla, el blanqueo de dinero no es más que una extensión natural y ‘lógica’ de la globalización
criminal».
Desde esta perspectiva, la globalización de la política prohibicionista en materia de
drogas, proporciona un buen caldo de cultivo para la globalización de la corrupción. Los
sobornos, la seducción y/o la perversión, los daños y los beneficios a gran escala, encuen-
tran en la globalización económica y en la globalización de las políticas de drogas, un
marco idóneo para proporcionar grandes rentabilidades –económicas y políticas–, donde
se legitima el poderío de los grupos que controlan la internacionalización de la economía
y dejan al margen derechos políticos y sociales de muchos seres humanos.
De los datos aportados en el presente capítulo sobre la situación vivida en Estados
Unidos en la década de los años ochenta (grandes fugas de capital hacia cuentas bancarias
situadas en otros países, con la colaboración de un sector de las entidades bancarias), en
México (la economía proveniente del tráfico ilícito era casi dos veces mayor que las
exportaciones de petróleo) y en Colombia (propuesta, por parte de los traficantes de co-
caína, de pagar la deuda externa), así como de las recientes manifestaciones de COSTA
(donde una parte del sector bancario busca el dinero de las mafias), se desprende la exis-
tencia de una acumulación ilegal-legal de capital con gran capacidad de maniobra al
margen del Estado. En este contexto, aunque esta cuestión será tratada con mayor profun-
didad en la última parte de la presente investigación, no podemos dejar de preguntarnos
cómo desde Naciones Unidas, mantienen y potencian sistemas prohibicionistas capaces
de generar este tipo de consecuencias, y, sobre todo, ¿qué funcionalidad tiene la circula-
ción ilegal de capital para el sistema económico político? No cabe la menor duda que el
tráfico ilícito de este tipo de sustancias es un recurso financiero de primer orden. Estos
datos económicos evidencian que el tráfico ilícito de drogas puede ser un importantísimo
competidor en recursos financieros del Estado, con clara utilidad para un sistema finan-
ciero en situación de dominio globalizador con la correlativa descapitalización de los
recursos estatales.
291
Conclusiones
* Históricamente las drogas han pasado de ser un valor de uso a un valor de cambio. Se
han convertido en mercancías y, por tanto, tras la creación y desarrollo de mercados,
son actualmente un mercado muy rentable que genera grandes beneficios económicos.
Esta rentabilidad se constata tanto en períodos históricos donde forman parte de la
economía legal, como cuando son desterradas a la economía sumergida.
* Aunque existen referencias al discurso económico en el Preámbulo de la Convención
de Viena de 1961, no fue hasta la Convención de Viena de 1988 cuando los aspectos
económicos adquieren un mayor protagonismo por medio de la tipificación del deno-
minado blanqueo de dinero y con el recurso de poder decomisar o incautar productos
derivados de los delitos, de los bienes equivalentes a dichos productos, a las sustancias
y, de igual modo, los materiales, equipos u otros instrumentos empleados para la rea-
lización de este tipo de delitos. Estados Unidos, en un intento de tratar de controlar la
economía ilegal procedente del tráfico de las denominadas drogas tóxicas, estupefa-
cientes y sustancias psicotrópicas, fue uno de los impulsores fundamentales para la
introducción del discurso jurídico transnacional en la Convención de Viena de 1988.
* En el ámbito de la Unión Europea, sobre todo, tras la desaparición de las fronteras
interiores, además de manifestar su preocupación por los aspectos económicos del
tráfico ilícito de drogas, dispone de la Decisión Marco relativa al establecimiento de
disposiciones mínimas a los elementos constitutivos de delitos y las penas aplicables
en el ámbito del tráfico ilícito de drogas, y de diversas Directivas comunitarias para
hacer frente a algunas cuestiones relacionadas con el fenómeno económico derivado
del tráfico ilícito.
* De igual modo, en la legislación española sobre este tipo de sustancias está presente el
discurso económico, bien sea por referencia a Ley de Contrabando –cuyo bien jurídi-
co protegido es el patrimonio de la Hacienda Pública–, por las penas de multa –en
parte dependientes de la posibilidad de generar o no mayores ganancias económicas-
y, sobre todo, tras la reforma de 1988 hasta la actualidad, con la continua adaptación
de la legislación estatal a las exigencias de los Convenios Internacionales y de la
Unión Europea en este tipo de sustancias.
* Actualmente la actividad delictiva que más se lleva a cabo en el estado español por
parte de la delincuencia organizada, está relacionada con el tráfico ilegal de drogas y
con el denominado blanqueo de dinero procedente de dicha labor. Sin embargo, este
fenómeno no es nuevo: desde mediados de los años ochenta, según la Memoria de la
Fiscalía General del Estado, ya existían asentamientos, en la costa mediterránea, de
personas extranjeras vinculadas a la mafia, al tráfico ilícito de estas sustancias y al
llamado blanqueo de dinero procedente de este tipo de negocios.
* El discurso económico, al aparecer claramente entroncado en los Convenios Interna-
cionales relativos a drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas, en la
legislación europea y, también en la legislación española, es uno de los hilos conduc-
tores presente en gran parte de las sentencias relacionadas con el tráfico ilícito de estas
292 Drogas, legislaciones y alternativas.
sustancias, desde la persona consumidora que trae una parte de la sustancia para su
propio consumo y otra para sufragar con los gastos, hasta el desembarco de más de
varios cientos de kilos de cocaína.
* El tráfico ilícito de estas sustancias es un negocio descomunal caracterizado por gene-
rar al año casi 285.000 millones de euros libres de impuestos. El precio final del pro-
ducto no guarda ningún tipo de relación con el coste de la sustancia, sino más bien, por
los riesgos asumidos por tratarse de un producto cuyo comercio está prohibido. Los
precios en la década de los años ochenta -sobre todo de la heroína y de la cocaína-,
eran exorbitantes y, por tanto, estaban al alcance de muy pocas personas.
* Las sustancias que aparecen mencionadas en las Listas de los diversos Convenios
Internacionales sobre estupefacientes y sustancias psicotrópicas, además de regirse
por las leyes económicas de la ley de la oferta y la demanda, también forman parte de
la economía sumergida, es decir, de la economía que está fuera de control.
* Nos encontramos ante un negocio ilegal: como cualquier otro negocio, trata de:
1. Buscar el lucro económico, por medio de la venta de este tipo de sustancias, o por
las comisiones recibidas al desempeñar determinadas funciones. Desde el ámbito
estrictamente personal (con la finalidad de costearse parte del viaje o el propio
consumo), pasando por clanes familiares (donde algunos de sus miembros eran
consumidores de heroína), y finalmente, mediante organización (el denominado
caso de la coca de Irún y el caso del horno crematorio), se observan diversos
niveles de lucro económico –a veces puntual, otras veces, se convierte en un modo
de vida–, y de organización.
2. Llevar su propia contabilidad: toda empresa lleva el control de sus ingresos y de
sus gastos. Entre las sentencias analizadas se han recogido casos donde estas cues-
tiones, unas veces, se controlaban mediante bloc de notas o cuaderno de anotacio-
nes (con los nombres de las personas a las que se les había vendido la mercancía,
cantidad vendida y precio pagado) y, otras veces, se llevaba a cabo una labor con-
table mucho más profesional (administrando los ingresos obtenidos e ingresando
éstos en diversas cuentas bancarias).
3. Realizar inversiones, con el objetivo de obtener mayores rentabilidades: mediante
la puesta de dinero para llevar a cabo la operación –donde un sector de empresarios
halló en el tráfico ilícito de estas sustancias una expectativa de negocio para poste-
riormente invertir las ganancias en otros sectores de la economía legal, sobre todo
inmobiliarios–, o pedir préstamos personales e hipotecar la vivienda para poder
financiar el correspondiente viaje para traer una determinada cantidad de estas
sustancias.
* Al ser ilegal, esta actividad tiene sus propias características:
1. Posibilidad de ganar grandes cantidades de dinero en breve espacio de tiempo,
bien sea por comprar a precio muy económico en otros países, por la cantidad de
sustancia transportada, o por ambas cuestiones.
2. Adulteración de las sustancias como parte del aumento del rendimiento del nego-
cio: en un mercado ilegal, donde no se controla la calidad de las sustancias, la
293
X
Discurso médico
En las Memorias del Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de San Sebastián, se men-
ciona expresamente que «el toxicómano, antes que delincuente, es un enfermo; de ahí que
los establecimientos penitenciarios ordinarios no sean centros adecuados para corregir y
solucionar su problema» (1985: 8-9). No obstante, en la Memoria (1984: 7) del año ante-
rior, aun mostrándose de acuerdo sobre que el drogodependiente es un enfermo, reconoce
que no es un enfermo más o como los demás: «Perseguir, sí, penalmente al traficante.
Pero tratar al drogadicto como un enfermo que es, tan peligroso para la Sociedad como
para los ciudadanos». Desde la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San Sebastián, se
produce una estigmatización de las personas drogodependientes en el ámbito de la peli-
grosidad, coincidente, en parte, con uno de los reconocimientos recogidos en el Preámbu-
lo de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961, donde se señala que «la toxi-
comanía constituye un mal grave para el individuo y entraña un peligro social y económi-
co para la humanidad».
El Preámbulo de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961 reconoce que la
toxicomanía «constituye un mal grave para el individuo y entraña un peligro social y
económico para la humanidad» y, por tanto, son «conscientes de su obligación de preve-
nir y combatir ese mal». Al mencionar la toxicomanía, por influencia del discurso médi-
co, se hace continuas referencias en el ámbito jurídico a la dependencia –tanto física
como psíquica– y a la tolerancia.
VIVES ANTÓN (1986:264-266) al reflexionar sobre lo que supone el Derecho penal
en un Estado Social de Derecho, como reconoce el art. 1 de la Constitución Española,
menciona «un nuevo Derecho penal (…) que analice la realidad de las situaciones en las
que se produce el castigo y que, por lo tanto, lo adecue a ellas». Este autor es consciente
de «que la caída del individuo en la dependencia de la droga no se produce porque exista
nada semejante a una innata inclinación al vicio sino que obedece a un conjunto de facto-
res» como, por ejemplo, las dificultades en el proceso de socialización, la propia persona-
lidad de algunos sujetos y algunas cuestiones no muy confortantes de la propia sociedad.
De igual modo, reconoce las limitaciones del Derecho penal de cara al castigo de determi-
nados comportamientos y es partidario de que «antes de castigar, y después de castigar
los poderes públicos disminuyan, en la medida de lo posible, los riesgos de caída en la
droga, sobre todo respecto de aquellos grupos sociales más expuestos al peligro».
Sin embargo, para VIVES ANTÓN, «el factor decisivo»612 por el que se castigan los
delitos contra la salud pública «es la dependencia que el consumo de drogas produce», es
decir, la criminalización de ese tipo de conductas está basada en argumentos del discurso
médico: «y ello es así, en primer lugar porque en esa producción de dependencia radica el
daño inmediato que la droga comporta; en segundo lugar, porque es esa situación la que
confiere al tráfico de droga su enorme fuerza expansiva; y, finalmente, porque los males
mediatos que la problemática de la droga conlleva se hallan también en relación directa
612
DÍEZ RIPOLLÉS (1987:373) ha puesto de manifiesto cómo, «desde una perspectiva conceptual hay
acuerdo en la doctrina respecto a que la nota de la dependencia que origina el consumo de drogas es el
elemento decisivo». La doctrina suele argumentar esta cuestión, en base a los criterios aportados por la OMS.
298 Drogas, legislaciones y alternativas.
con esa situación». No cabe duda, como reconoce ROMANÍ (1999:58-68), que «cuando,
en determinados contextos, se habla de la dependencia o de la adicción, se hace de tal
manera que parece claro que se trata de un fenómeno intrínsecamente perverso», no obs-
tante, este autor cree que tanto desde la coherencia teórica como desde la experiencia
clínica de las distintas dependencias, se puede plantear la cuestión de otra manera. Mu-
chas personas hemos vivido en primera persona, o en personas cercanas, diferentes tipos
de dependencias al café, al tabaco, a los fármacos, etc. En una parte significativa de los
casos, los beneficios de esas dependencias superan con creces al daño inmediato –y no
inmediato– que puede ocurrir. A principios de la década de los años noventa, DEL OLMO
(1992:114) constataba que «el abuso y la dependencia son fenómenos muy complejos
que tienen que ver con la dosis, la calidad de la sustancia, la forma de ingerirla, la proble-
mática anterior del consumidor y el contexto social».
La evidencia científica demuestra que no todas las sustancias de las Listas de Estupe-
facientes crean dependencia (por ejemplo el LSD), y que algunas sustancias no incluidas
generan mucha dependencia (por ejemplo el tabaco). Si analizamos el caso del cannabis,
LAPORTE (2001:916-917), en su comparecencia en la Comisión Mixta de las Cortes
Generales para el estudio del problema de las drogas, afirma que «la dependencia produ-
cida por la marihuana es real, como la de cualquier droga; es de un índice parecido (…) al
que puede producir la cafeína». Si se compara la dependencia de los derivados cannábicos
con otras sustancias que también crean dependencia, tanto IVERSEN (2001) como SWIF
(2003) recogen los mismos datos: un 9% de las personas que habían probado alguna vez
cannabis eran dependientes (según los criterios existentes en el DSM-IV), mientras que
en el caso del tabaco era del 32%, de la heroína el 23%, de la cocaína el 17%, y del
alcohol el 15%.
Por tanto, la diferenciación entre sustancias que causan dependencia y las que no
producen, no coinciden con los criterios de las legislaciones en materia de las denomina-
dos drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas. Como ha sentenciado DÍEZ
RIPOLLÉS (1987:374) «de un modo u otro, se es consciente de que la distinción entre
drogas legales e ilegales no tiene nada que ver con su potencialidad adictiva». Si nos
centramos en los datos aportados en el Capítulo V de la presente investigación, algo más
de dos de cada cinco casos (41,95%) sentenciados en la Audiencia Provincial de San
Sebastián, estaban relacionados con derivados cannábicos, es decir, con una sustancia
que puede crear dependencia, pero en mucha menor medida que otras –como el tabaco o
el alcohol– con una regulación totalmente diferente.
Diversos autores han puesto de manifiesto cuál ha sido el papel jugado por el discurso
médico en el ámbito de las políticas prohibicionistas en materia de este tipo de sustancias:
a juicio de NEUMAN (1991:8) «el criterio médico (…) sirvió, en su momento, para
avalar aspectos políticos y económicos sobre la base de la licitud o ilicitud de determina-
das drogas. Y, más precisamente, para establecer el diagrama del control sobre cuál es el
ámbito de legalidad-ilegalidad». En la misma línea, ROMANÍ (1999:47-49) considera
que «una de las principales funciones que ha cumplido (…) ha sido la de legitimar cien-
tíficamente las orientaciones» del modelo penal. Estas orientaciones se pueden sintetizar
299
en: a) aportar criterios para introducir determinadas sustancias en diversas Listas de sus-
tancias denominadas estupefacientes; b) auxiliar, sobre todo, al Derecho penal a criminalizar
conductas relacionadas con algunas de las sustancias que pueden llegar a producir depen-
dencia; y, c) proporcionar argumentos al Derecho penal para ampliar las circunstancias
de exención y atenuación de la responsabilidad criminal, así como, de las formas sustitutivas
de la ejecución de las penas privativas de libertad.
Conclusiones
* El discurso médico ha tenido una función esencial tanto en la gestación como en la
consolidación de la política prohibicionista en materia de las denominadas drogas
tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas, sobre todo, en la medida que la
corporación médica va adquiriendo un mayor protagonismo en el control de las sus-
tancias recogidas en la farmacopea.
* En los últimos años del siglo XIX y hasta el final de la primera parte del siglo XX, se
observa una evolución del discurso médico centrado inicialmente en grandes dosis de
moralidad y, con posterioridad, dando cobertura «científica», a la potenciación de
determinados estereotipos de las personas consumidoras de determinadas sustancias,
algunas de ellas –pero no todas– capaces de producir dependencia.
* El Preámbulo de la Convención Única de Estupefacientes de 1961 sintetiza –al hacer
referencia a que «las Partes, preocupadas por la salud física y moral de la humani-
dad…»– la fusión entre el discurso médico y el discurso moral. En este Preámbulo se
reconoce expresamente el uso médico de los estupefacientes como algo indispensable
para mitigar el dolor, y limita el uso de estas sustancias a los fines médicos y científi-
cos. Del mismo modo, también se hace mención a la toxicomanía como «un mal grave
para el individuo y entraña un peligro social y económico para la humanidad». Mien-
tras que en el Preámbulo el discurso médico está fuertemente asentado, en el resto del
texto de la Convención opera de manera secundaria y complementaria al discurso
jurídico prohibicionista.
* Una cuestión relacionada con el discurso médico, la dependencia que crean algunas
de las sustancias incluidas en las diversas Listas de sustancias denominadas estupefa-
cientes, en base a una parte de los criterios aportados por la OMS, ha servido a la
doctrina del ámbito jurídico como elemento decisivo para, desde una perspectiva con-
ceptual, justificar la intervención penal en este tipo de materia.
* Sin embargo, la dependencia es un fenómeno complejo que está relacionado con la
cantidad, calidad y forma de ingerir una determinada sustancia, además de la situación
personal y social de la persona consumidora. Por tanto, la dependencia o adicción a
sustancias no tiene por qué ser un fenómeno intrínsecamente perverso. Existen depen-
dencias a sustancias que producen mayor número de ventajas que de inconvenientes
para quien las consume.
* Algunas sustancias incluidas en las Listas no crean dependencia y otras, crean menos
que determinadas sustancias con un régimen de regulación mucho más abierto (taba-
300 Drogas, legislaciones y alternativas.
XI
Discurso ideológico
El consumo de drogas no es nada nuevo, «todas las culturas conocidas disponen de algún
tipo de producto euforizante o alucinante, cuyo uso está regulado socialmente» (LAMO
DE ESPINOSA 1989:91). Es más, el uso de este tipo de sustancia no ha sido –ni es–
exclusivo del ser humano, también otros animales las han utilizado a lo largo de la histo-
ria (SAMORINI 2003). Desde la antigüedad hasta la actualidad, en la inmensa mayoría
de sociedades, las drogas han sido utilizadas en diferentes usos (religioso, gastronómico,
terapéutico, creativo, artístico,…) y, en torno a las mismas, se han generado diversos
tipos de control.
Con la irrupción de las drogas como mercancía y, sobre todo posteriormente, desde la
gestación de la política prohibicionista en materia de estas sustancias –a finales del siglo
XIX y principios del siglo XX– hasta la actualidad, se puede observar «la formación de
(…) determinados dominios de saber a partir de relaciones de fuerza y relaciones políti-
cas en la sociedad» (FOUCAULT 1991:31) que son necesarios desmenuzar para tratar de
comprender «el proceso político e histórico» existente en «la conversión de una conducta
en problema social». A juicio de GAMELLA (2003:78) «es político, pues depende del
poder de los diversos agentes sociales concurrentes para definir como importantes sus
intereses, definiciones y prioridades. Es histórico, pues lo que hoy es un problema depen-
de en gran manera de lo que ayer nos preocupó y ocupó, aunque sea por oposición».
1.1. PARCIALIDAD
El localismo globalizado al que hemos hecho mención en el Capítulo I, donde una deter-
minada concepción de cómo afrontar el fenómeno de las drogas (caracterizada por su
302 Drogas, legislaciones y alternativas.
puritanismo, por su etnocentrismo, por una aversión a las sustancias capaces de modificar
determinados comportamientos humanos y también hacia las personas que las consumen,
y basada en algunos mitos que no se ajustan a la evidencia científica) se impone en Estados
Unidos y cuando este país, a lo largo del siglo XX, va asentando su hegemonía en el ámbito
mundial, consolida dicha política en los organismos internacionales y, desde éstos, se ponen
las bases para su implantación en la prácticamente totalidad de los Estados del mundo.
Hace aproximadamente tres lustros compilé, junto con Rosa DEL OLMO, una publi-
cación que titulamos Normas y culturas en la construcción de la «Cuestión Droga»613
donde, en la contraportada, hacíamos mención a la construcción como «ordenamiento y
enlace de diversas palabras para proyectar determinadas concepciones ideológicas de –y
sobre– las drogas». Como hemos recogido en los capítulos anteriores de la presente in-
vestigación, en torno a la puesta en marcha y aplicación de la Convención Única de 1961
sobre Estupefacientes, el Convenio de 1971 sobre sustancias psicotrópicas y la Conven-
ción contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas de 1988, se han
construido unos discursos614 que han contribuido a asentar una visión del fenómeno de las
drogas caracterizada por su parcialidad dicotómica, capaz de engendrar una estructura
para asentar su protagonismo y –sobre todo– su influencia en la mayoría de los diversos
ámbitos existentes (político, económico, salud, control social,…), a escala mundial.
Decimos parcialidad dicotómica porque, como ha quedado recogido en el Capítulo I
y en el capítulo anterior, la división entre sustancias incluidas en unas Listas y las exclui-
das –cuestión que «no tiene nada que ver con la extensión o intensidad de su(s) efecto(s)»
(IBÁÑEZ 1993:127)–, condiciona totalmente la situación de esas sustancias, de su acce-
so, disfrute y, del mismo modo, la situación de las personas consumidoras que quieran
adquirirlas, o quienes tengan algún tipo de relación con las mismas. El ya mencionado
Preámbulo de la Convención Única de 1961, donde parece que sólo existe espacio para el
uso médico o para la toxicomanía, cuando se hace referencia a las sustancias que forman
parte de las Listas de los denominados estupefacientes, oculta la experiencia milenaria
sobre la posibilidad de llevar a cabo usos responsables de algunas de las sustancias inclui-
das, por ejemplo, con la hoja de coca y con los derivados cannábicos. Como oportuna-
mente ha puesto de manifiesto HUSAK (2001:87), «mucha de nuestra política sobre el
consumo de las drogas ilícitas se basa en una generalización de los peores escenarios, que
no coinciden con la realidad del consumo de las drogas».
El enfoque parcial en torno a la política y a las prácticas prohibicionistas ha creado un
lenguaje propio, presente en los diversos Convenios Internacionales en la materia, que va
mucho más allá de éstos. Ya hemos hecho mención anteriormente al enfoque parcial,
dicotómico y etnocéntrico, donde los equívocos semánticos se fomentan desde diversas
instituciones científicas del ámbito internacional. Según ARNAO (1990:22-23), la base
conceptual de la política prohibicionista está en la identificación de una serie de sustan-
613
Fruto del workshop celebrado en el Instituto Internacional de Sociología Jurídica de Oñati, en junio de
1994: (ARANA, DEL OLMO 1996).
614
Para una mayor profundización sobre los discursos creados en torno a este fenómeno social, ver: DEL
OLMO (1996) y (2002).
303
cias cuya cualidad son intrínsecamente diversas unas de otras, pero son introducidas en
las diversas Listas existentes, por medio de instituciones médicas y burocráticas a través
de un sistema terminológico que se caracteriza por la utilización de una terminología que
pertenece al ámbito científico (salud pública, toxicomanía,…), con unos criterios de de-
finición poco claros (preocupados por la salud física y moral de la humanidad, uso inde-
bido,...), que consigue en la opinión pública un resultado con una connotación profunda-
mente negativa. Para este autor, estas características están presenten en multitud de docu-
mentos oficiales desde lo que denomina «texto base del prohibicionismo», la Convención
Única de 1961, hasta la actualidad615.
El enfoque parcial –donde los prejuicios y los perjuicios están presentes- permite el
empleo de un «lenguaje estereotipado, imperativo, espartano, propio del ámbito militar616
a la vida cotidiana. Se trata de un lenguaje que no admite la duda, la interpretación», en un
contexto donde se manejan los símbolos verbales del orden básico, por ejemplo la salud
pública, «como si fueran saber garantizado, y derivar de ellos, como principios aparente-
mente seguros, frases rigurosamente metódicas que exigen validez, por haberse derivado
a priori, rigurosa y metódicamente, de conceptos y principios (dogmatismo)» (ROMA-
NO 2007:156-157).
Para ilustrar el significado la palabra droga, DEL OLMO (1987:23-25) recurre a la
pregunta que un joven le realizó a su padre, famoso toxicólogo inglés:
«–Papá, ¿qué es una droga?
–Una droga, hijo mío, es una sustancia que inyectada en un perro produce un trabajo
de investigación».
A juicio de esta autora, «el propio concepto de ‘Droga’ ha cambiado su significado»
(DEL OLMO 1985:18-19), según se acuda al diccionario o a la definición de la OMS. El
primer significado del término droga en el Diccionario de la Real Academia Española es:
«Sustancia mineral, vegetal o animal, que se emplea en la medicina, en la industria o en
las bellas artes». Sin embargo, la OMS la define como «toda sustancia natural o sintética,
capaz de producir, en dosis variables, los fenómenos de dependencia psicológica o de-
pendencia orgánica». Aunque en el ámbito de esta definición podrían incluirse hasta sus-
tancias consideradas alimentos, hay un plus más, «en el sentido de que la definición real
de droga actualmente equivale a ‘toda sustancia prohibida’». El término droga «no puede
definirse correctamente porque se utiliza de manera genérica para incluir toda una serie
de sustancias muy distintas (…) que tienen en común exclusivamente el haber sido prohi-
bidas». Para DEL OLMO (1987:24), «lo importante (…) no parece ser ni la sustancia ni
su definición, y mucho menos su capacidad o no de alterar de algún modo al ser humano,
sino más bien el discurso que se crea en torno a ella. De ahí que se hable de LA DROGA,
615
GAMELLA y MARTÍN (1992) nos recuerdan cómo algunas de las definiciones en las que se basa el
discurso prohibicionista (uso, abuso, dependencia) estaban ya presentes en el Informe del Comité Filipino
para investigar la situación legal del opio en determinados países de Asia, con el objetivo de proponer
alternativas a la situación de Filipinas. El secretario de dicho Comité fue el obispo Brent.
616
Por ejemplo, utilización de la siguiente terminología: necesidad de combatir este mal, enemigo interior,
enemigo exterior, guerra a la droga, lucha contra la droga,...
304 Drogas, legislaciones y alternativas.
1.2. EXCLUSIÓN
Ha observado JERVIS (1977:33-40) en la política prohibicionista sobre estas sustancias,
la combinación de un aspecto de «rechazo irracional y virtuoso, es decir, el aspecto de
agresividad, de pura intolerancia frente a la imagen del drogas», entremezclado «con otro
componente psicológico, aparentemente más liberal y tolerante, pero que, en realidad,
desemboca en los mismos resultados: los del paternalismo humanitario». El rechazo irra-
cional y virtuoso, lo contextualiza en un ámbito caracterizado, por un lado, por la influen-
cia en la política actual en materia de drogas, de aquellas personas que no han consumido
droga y que no consideran droga el alcohol ni, en muchos casos, los psicofármacos; por
otro lado, por la creación y difusión de «una imagen particular del ‘drogado’», totalmente
estereotipada, relacionada con una persona joven, desaliñada y, en muchos casos vulnera-
ble, donde se centra –en gran medida– la labor represiva de los diversos Cuerpos de
Seguridad del Estado. Este rechazo a la droga va íntimamente ligado a «la idea de conta-
gio»620, señalada por ARNAO y recogida por JERVIS (1977:36-37), donde este último
autor reconoce que, en este contexto, «la ‘droga’ no es, de hecho reducible a un conjunto
de sustancias químicas: es más bien un virus, una infección contagiosa; a veces, más que
esto, un estado de posesión». JERVIS observa en el concepto de posesión demoníaca del
occidente cristiano, «el precedente histórico más significativo de la actual ideología de la
droga porque «era extremadamente contagiosa (…), considerada como resultado de una
elección personal, pecaminosamente libre». De alguna manera, quien experimenta la po-
sesión demoníaca o el consumo de este tipo de sustancias, tiene muchas probabilidades
620
En el lenguaje periodístico –y en el político–, se suele hacer referencia a «la epidemia de la droga».
306 Drogas, legislaciones y alternativas.
621
Según afirma YOUNG, recogido por JERVIS (1977:39), «la indignación moral en el momento en que
supone una intervención en los asuntos de los demás, sobre la base de que nosotros los consideramos perversos,
no tiene otra salida más que recurrir al humanitarismo. Este último, que emplea el lenguaje de la terapia,
interviene en defensa de los intereses que considera los mejores y del bienestar de los sujetos interesados. La
herejía y la impiedad se convierten en patología personal y social. Teniendo esto presente, el espíritu humanitario
justifica la propia postura invocando la idea de una especie de mecanismo automático justiciero que, incluido
en la naturaleza y en el destino del sujeto culpable, inevitablemente tiende a castigarle por sus errores».
307
sos Convenios Internacionales622– como «alguien que ha de ser defendido contra sí mis-
mo» ha servido para que determinados países impongan tratamiento obligatorio a quien
consume este tipo de sustancias623.
La intolerancia y el paternalismo en el ámbito del fenómeno que venimos analizando,
también lo ha puesto en evidencia NEUMAN (1991:164-165) al afirmar que «la persecu-
ción contra la droga proviene de una traslación de la intolerancia religiosa: hoy la salud
física es el sustituto laico de la salvación espiritual. (…) Estamos privados de opción
porque ha sido más importante –y la ética dominante lo confirma– el paternalismo médi-
co y el ‘proteccionismo’ estatal, que la disposición a obtener y utilizar las drogas según
nuestro deseo y nuestra libertad». Otro autor (NEWCOMBE 1995:25), sitúa la teoría de
la abstinencia (encaminada a que las personas consumidoras dejen de consumir por com-
pleto una o varias sustancias) «en el modelo punitivo de aplicación de la ley y en el
paternalismo médico y religioso». Como puede observarse, elementos consustanciales a
las prácticas y persecuciones inquisitoriales (intolerancia ante otras maneras diferentes
de ver un determinado fenómeno, respuestas irracionalmente sancionadoras, obligación
de sometimiento a la única alternativa terapéutico posible –la abstinencia–,…) están pre-
sentes desde los inicios del prohibicionismo actual en materia de sustancias denominadas
drogas tóxicas, estupefacientes y psicotrópicos.
La exclusión en el ámbito de la política prohibicionista, ha tenido consecuencias se-
rias, en aquellos países que utilizaban la hoja de coca, los derivados de la adormidera y
también de los derivados del cannabis, en usos tradicionales y terapéuticos. Un sector de
la población, sobre todo en determinados lugares de Latinoamérica y Asia, ha recurrido
durante muchos siglos a estas sustancias con fines alimenticios y terapéuticos. La irrup-
ción de la política prohibicionista ha supuesto, en algunos casos, una mayor dificultad
para adquirir este tipo de sustancias y, por tanto, han optado por recurrir a los mercados
ilegales para su abastecimiento.
622
Una escena de la película de Woody ALLEN Un final made in Hollywood, es un ejemplo de la diferente
sensibilidad existente de cara a lo que un padre y un hijo consideran como droga. El suceso se desarrolla
cuando el padre, director de cine y consumidor de todo tipo de drogas –de las denominadas legales–, sobre
todo ante situaciones de tensión, va donde su hijo (punki, con pelo verde) al que lleva dos años sin verle y se
establece el siguiente diálogo:
«– No me preguntes por qué he venido.
– No lo he hecho.
– ¿Y no sientes curiosidad después de los dos últimos años?
– ¿Vas a repudiarme oficialmente?
– No, he venido para todo lo contrario. Quiero que seamos amigos.
– Nunca me enfadé contigo.
– ¿Cómo puedes decir eso? Me tiraste escaleras abajo.
– Iba colocado, en aquella época tomaba drogas, tomaba ácido, tomaba mescalina...
– ¿Dónde aprendiste a tomar drogas?
– De ti, tú tomabas todos aquellos tranquilizantes y estimulantes.
– Hay una gran diferencia entre esto y robar en una tienda para poder comprar hachís.
– Aquella época tan tonta ya pasó.
– Oye, ¿qué fue lo que nos pasó?, ¿por qué nos distanciamos tanto?... antes hacíamos cosas juntos…».
308 Drogas, legislaciones y alternativas.
Una de las maneras más brutales de excluir es por medio de la erradicación (arrancar
o cortar de raíz), muchas veces defendida por Estados Unidos para evitar el cultivo de la
hoja de coca. Entre los recursos promocionados desde este país está el uso de un pesticida
–glifosato– para tales efectos. Sin embargo, el empleo de dicho pesticida también tiene un
uso selectivo. Ha sido muy utilizado en Colombia pero Estados Unidos, se niega a utilizar
este recurso en su país para acabar con el floreciente cultivo de marihuana que posee624.
La exclusión propiciada desde este prohibicionismo también ha servido para rechazar
o negar la posibilidad de usos terapéuticos relacionados con algunas de estas sustancias625
y, por tanto, con el condicionamiento de llevar a cabo investigaciones que, desde la evi-
dencia científica, corroboren o no esas realidades. En 1995, cuando la OMS ordenó llevar
a cabo un informe científico sobre las experiencias con el uso de la cocaína, los científi-
cos aseveraron «que había bastante evidencia de que la hoja de coca podría aprovecharse
para aplicaciones alimentarias y terapéuticas, sugiriendo más investigaciones para acla-
rar el asunto» (OOMEN 2002:120) Éstas no se realizaron porque, según afirma este au-
tor, el embajador de Estados Unidos amenazó con cancelar la financiación de su país a la
OMS, si se decidían a publicar dicha conclusión como punto de vista oficial de la OMS.
Finalmente, otro aspecto relacionado con la exclusión, es la incompatibilidad. Duran-
te la década de los años ochenta, gran parte de las personas drogodependientes de este
tipo de sustancias sólo pudieron acceder a programas denominados libres de drogas626.
La incompatibilidad entre terapia y consumo de estupefacientes o sustancias psicotrópicas
daba lugar a la expulsión de la persona usuaria del ámbito terapéutico. Sin embargo, las
personas que tenían colesterol alto, cuando abusaban de embutidos o de mantequillas, o
dulces donde se emplean este tipo de alimentos, no eran expulsados por una temporada de
la terapia, en todo caso, se exponían a una pequeña reprimenda del profesional de la salud
para que adquiriera hábitos de vida más saludables. En la segunda mitad de los años
ochenta se comprueba que un sector de las personas dependientes de la heroína «no evo-
lucionan favorablemente» en este tipo de recursos, ello unido a «la pandemia del VIH/
SIDA ha sido, por su dimensión como fenómeno de salud pública, el factor que ha ejerci-
do una mayor influencia sobre la implementación de políticas y estrategias destinadas a
aquellos usuarios que no pueden o no quieren abandonar el consumo de drogas inyectables»
(SORIANO 2001:34).
Esta incompatibilidad, cuya ideología subyace en una determinada concepción moral
inmersa en los Convenios Internacionales, se ha expandido al ámbito de la terapia, de la
prevención –con el Di NO a las drogas,…–, y a otros ámbitos627, no «en función de las
624
Un estudio sobre la producción de marihuana en suelo estadounidense ha evidenciado que el país gasta
anualmente 10.000 millones de dólares «en el esfuerzo por erradicar la droga en el interior del país, pero se
niega a fumigar con glifosato como recomienda en América Latina» (BARÓN 2007).
625
En el caso de los derivados del cannabis, considerados en los Convenios Internacionales como narcóticos
peligrosos a los que «no se le(s) reconoce utilidad terapéutica alguna (…) ha condicionado los criterios
terapéuticos y de investigación de determinados profesionales de la salud» (ARANA, GERMÁN 2005:20)
626
Decimos denominados libres de drogas porque en muchos de ellos se permitía fumar cigarrillos y también
se solían prescribir fármacos.
309
1.3. DOGMATISMO
El enfoque parcial y de exclusión en torno al fenómeno social de las drogas es posible
porque está férreamente asentado en un dogmatismo que obliga a las Partes firmantes. En
la década de los años ochenta, según recoge LARRAURI (1991:194) «se vivían cruzadas
morales, el enemigo principal era la droga, droga-sida-delincuencia se presentaba como
una relación más allá de toda discusión, y bajo la ‘guerra a la droga’ se amparaba una
nueva moral, que rescataba valores tradicionales, la salud, las relaciones monogámicas,
el trabajo individual, y una intromisión en los derechos individuales excusada por la
gravedad de la situación».
Este dogmatismo está hoy en día liderado por la JIFE, quien considera sus informes
como verdades inconcusas y, por tanto, de necesario y obligatorio cumplimiento. Sin
embargo, ya hemos recogido en el Capítulo VII algunas de las críticas realizadas a este
organismo, por su intromisión en la soberanía de algunos Estados. Más recientemente
BARRET et al. (2008:3, 22 y 54) han evidenciado las contradicciones existentes entre
este organismo y los compromisos adquiridos en los que se tienen que basar todas las
actuaciones de Naciones Unidas. Según estos autores, su labor se circunscribe básica-
mente al monitoreo de la producción y fabricación de drogas ilegales y el tráfico de estas
sustancias y, también a asegurar el acceso a los opiáceos con fines medicinales. No obs-
tante la labor de la JIFE «se ha inclinado desproporcionadamente a favor de la primera.
Esta tendencia refleja las maniobras políticas detrás de las convenciones y ha supuesto un
desequilibrio en el trabajo de la JIFE». Otra crítica a este organismo viene motivada
porque «las opiniones y recomendaciones de la JIFE tampoco son acordes con la política
y las mejores prácticas de la ONU sobre cuestiones de importancia mundial, como la
prevención del VIH y los derechos humanos». De igual manera otros autores (ROMANÍ,
TERRILE, ZINO 2003:234-235) han criticado a la JIFE porque «intentan mantener con
toda su pureza y vigor el modelo prohibicionista, amenazando incluso, en sus últimos
informes anuales, derechos fundamentales como el de expresión o información, y pro-
nunciándose explícitamente contra algunos aspectos de las políticas de reducción de da-
ños».
627
En la Sesión Especial de la Asamblea General de Naciones Unidas (UNGASS) sobre el problema mundial
de las drogas, celebrada bajo el lema Un mundo libre de drogas, ¡podemos hacerlo!, COSTA –Director
Ejecutivo de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC)–, llevó a cabo una declaración
política donde se instaba a «eliminar o reducir considerablemente el cultivo ilícito de arbusto de coca, la
planta de cannabis y la adormidera para el año 2008». Tras concluir ese año, ha vuelto a realizar unas
declaraciones donde reconoce que «en el mejor de los casos, se había contenido y que algunos de los objetivos
más ambiciosos marcados en el UNGASS de 1998 siguen siendo difíciles de alcanzar» (ARANA, AZPIROZ
2009:94).
310 Drogas, legislaciones y alternativas.
1.4. AMENAZA
El consumo de drogas o de estupefacientes aparece descrito en la literatura política, y
también científica, como amenaza, es decir, se da a entender la existencia de indicios de
estar ante algo malo o desagradable. A juicio de COMAS (1986:57), esta literatura «res-
ponde al modelo de transmisión de una moralidad que se supone debe impedir el ‘Consu-
mo de Drogas’ entendiendo como una transgresión radical, una contaminación pecami-
nosa, que amenaza el orden e incluso la entropía del sistema».
MAYOR OREJA (1997:7), cuando era ministro del Interior, afirmaba que «el consu-
mo de drogas y las consecuencias de todo tipo que conlleva representa, sin duda, uno de
los temas que más preocupan a los ciudadanos y una seria amenaza para la convivencia
social». REY HUIDOBRO (1990:391) señalaba: «en la medida en que los seres humanos
se sienten amenazados por la droga y por los delitos relacionados con ella, es comprensi-
ble que la legislación penal sea invocada como mecanismo psicológico para defender la
propia seguridad, tratando de prevenir de este modo el peligro que supone su difusión
entre la sociedad»628.
LEVINE (2003:70-71) ha realizado una síntesis muy adecuada en torno a la amenaza
de la droga y a sus réditos políticos: «las ‘drogas’ constituyen peligrosos enemigos. Las
‘drogas’ son consideradas malignas, horribles, amenazadoras y muy adictivas. Los políti-
cos y los gobiernos organizan cruzadas contra ellas, les declaran la guerra y les culpan de
numerosas condiciones y sucesos desgraciados. Las cruzadas antidroga, así como las
campañas de miedo frente a las drogas, divulgan imágenes de las ‘drogas’ como males
invasores terriblemente contagiosos. Palabras como plaga, epidemia, azote y pestilencia
se utilizan para describir las sustancias psicoactivas, el consumo de drogas y a los consu-
midores recreativos moderados.
Los enemigos descritos en el lenguaje de la satanización de las drogas resultan muy
útiles para los gobiernos y los políticos. A estos enemigos se les puede culpar de proble-
mas que vienen de largo, de los problemas recientes, y del empeoramiento de práctica-
mente todo. Los robos, los asaltos, las violaciones, el absentismo laboral, el fraude, la
corrupción, la violencia física, la falta de respeto, la delincuencia juvenil, la pereza, la
628
Seguidamente este autor hace referencia al art. 1º de la Constitución Española porque una de las finalidades
del Estado social y democrático «debe ser el combatir con medidas eficaces este tipo de criminalidad sumamente
peligrosa en nuestros días».
311
Humanos,…), sobre todo, en los colectivos sociales más vulnerables. Al analizar la histo-
ria de la guerra a las drogas, entre las discontinuidades en las estrategias existentes, DA
AGRA (2003:201-202) menciona a la «ingeniería de la química psicotrópica»630, donde
«la intervención, en esta estrategia, se divide en dos sub-estrategias, según un criterio
inspirado en el mundo de las drogas: una estrategia dura para el tráfico, una estrategia
blanda para el consumo. La primera mantiene los principios del ‘terror intervencionista’:
tiene al enemigo como ‘alienus’ y lo excluye agonísticamente hacia el exterior; la segun-
da, mantiene esos principios en la forma pero los altera en el contenido: transmutando lo
‘alienus’ (el consumidor de drogas y el consumidor-traficante) en un enfermo-delincuen-
te lo excluye hacia el interior, a través de los dispositivos médico-psicológicos y jurídico-
penales. El principio de la erradicación se desplaza del plano social (una sociedad sin
droga) hacia el plano individual (el ideal de una ‘vida sin drogas’). El principio del ‘todo
vale’ en el ámbito del tratamiento y la prevención se disimula con un lenguaje técnico y
proto-científico, como por ejemplo las nociones ‘inter’, ‘multi’, ‘pluri’, ‘trans’ disciplinarie-
dad aplicadas a las tradicionales divisiones técnicas de intervención: la prevención, el
tratamiento, la reinserción. O sea, todos los medios y todos los actores son valorados para
lograr el estado de ascesis que supone una vida individual sin drogas, siempre que estén
coordinados por el poder-saber técnico, surgido de las ingenierías médica, psicológica,
social y penal».
Para enfatizar más en la droga como amenaza, se ha llevado a cabo un proceso de
personificación de las sustancias donde, sobre todo en medios de comunicación, se le
atribuye a la droga –en abstracto–, o a alguna sustancia en particular, cualidades propias
de las personas. Frases como «la droga mata» (USÓ 1996:327), «la cocaína no da tregua»
(PÉREZ ABELLÁN 2010 a]:50), «los crímenes que trajo la cocaína» (PÉREZ ABELLÁN
2010 b];98), o «la droga avanza»631, relacionan la droga a muerte, a crímenes y a un
lenguaje militar que justifica la necesidad de intervención para proteger a la sociedad de
todos estos males.
1.5. AISLAMIENTO
Desde hace bastantes años socialmente se ha manifestado la importancia de reinsertar o
de insertar a las personas drogodependientes en la sociedad. Sin embargo, muchas de las
prácticas de la política prohibicionista, tanto en el ámbito de la salud como en el ámbito
legislativo, han contribuido en gran medida a generar un aislamiento que crea márgenes,
es decir, que crea marginación. Todo este proceso de parcialidad, exclusión, dogmatismo
630
Este autor considera que el «terror intervencionista» tiene cuatro principios: a) principio del ‘alienus’ (el
fenómeno de la droga –y sus actores– es ajeno a la sociedad y a su enemigo); b) principio de la agonística (la
acción que se adopta con relación al fenómeno –extraño enemigo– es de naturaleza bélica, donde la intervención
se sitúa bajo el signo del combate); c) principio de la erradicación (la lucha contra la droga tiene como ideal
una sociedad sin droga, por tanto la lucha va dirigida a la erradicación del fenómeno); y, d) principio del
‘todo vale’ (todas las formas de lucha son legítimas y, el buen ciudadano tiene que ser un buen luchador).
631
Editorial de La Vanguardia, 14/03/2005.
313
párrafos, que desde el poder legislativo –con una visión tan ideológica del fenómeno
social de las drogas– se considere la difusión de estas sustancias como «una práctica
social peligrosa», lo que llama significativamente la atención es que el Tribunal Supremo
reconozca que sea por «el deterioro que puede causar en la población», es decir, nos
encontramos ante una posibilidad, no ante una relación causal. Por tanto, desde el debate
parlamentario donde se hacía mención a que el uso y el consumo de la droga es algo
peligrosísimo y que produce efectos nocivos, la interpretación que hace el Tribunal Su-
premo es que puede causar, dicho de otro modo, también puede no causar deterioro en la
población. Ahora bien, no es el consumo de cualquier droga lo que puede causar dichos
efectos nocivos, sino que es «el consumo ilegal de drogas tóxicas, estupefacientes o sus-
tancias psicotrópicas» porque el legislador ha entendido «que es negativo para la indem-
nidad del bien jurídico, y ha acordado su prohibición».
Si analizamos las diversas Memorias de la Fiscalía de la Audiencia de San Sebastián,
se observa una semántica que no hace sino reproducir la imagen que se tiene del término
droga, como algo equiparado solamente a las sustancias denominadas ilegales: «aunque
sabemos que, científica y gramaticalmente, son distintos conceptos la droga y el estupe-
faciente, como penalmente son idénticos, cuando nos referimos a la droga englobamos en
la misma al concepto de estupefaciente» (Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provin-
cial de San Sebastián 1982:5).
Aunque en diferentes Memorias se hace referencia a que «el toxicómano, antes que
delincuente, es un enfermo (Memoria de la Fiscalía de la Audiencia Provincial de San
Sebastián 1985:8-9), en la Memoria del año 1984, se recoge la necesidad de «tratar al
drogadicto como un enfermo que es, tan peligroso para la Sociedad como para los ciuda-
danos». Posteriormente afirma que «la meta de todo drogadicto, al final, es acabar reali-
zando comportamientos tipificados en la Ley Penal». El objetivo final de la inmensa
mayoría de las personas dependientes de una sustancia es el tratar de conseguir la sustan-
cia y no «acabar realizando comportamientos tipificados en la Ley Penal». Por ejemplo,
personas dependientes con recursos económicos suficientes para poder acceder a este
tipo de sustancias, utilizaban su dinero o vendían objetos de valor propios para adquirir
esas drogas. De igual modo, sobre todo entre un sector de mujeres jóvenes, la prostitución
fue un recurso utilizado para adquirir el dinero con el cual poderse financiar la dosis
requerida. E incluso, se han dado casos donde las personas consumidoras de cannabis,
plantaban cáñamo para propio consumo, aspecto éste no sancionado en la legislación
penal española. ROMO y POO (2007:160) al distinguir entre los tipos de cotidianidades
existentes en cuanto a la vida cotidiana en los inicios del consumo de heroína en el ensayo
clínico con heroína (PEPSA)632, hacen referencia a un sector de personas «con una vida
cotidiana pudiente, acomodada en las que la heroína cuando se introduce en sus vidas no
supone grandes problemas económicos ni legales. Vivían y trabajaban en ambientes bo-
632
Por medio de este ensayo clínico se intentó demostrar los efectos terapéuticos de la heroína en sujetos
dependientes de opiáceos, policonsumidores muy vulnerables por su estado de salud y por los riesgos evidentes
de exclusión social que fracasaron previamente en, por lo menos, dos tratamientos convencionales.
317
hemios y relacionados con el arte». Por tanto, la afirmación realizada al respecto por el
Fiscal Jefe de la Audiencia de San Sebastián, además de no ajustarse a la verdad, proyecta
una visión ideologizada –por su parcialidad y su capacidad de estigmatizar– sobre las
personas drogodependientes.
Una aseveración que aparece recogida en la mayoría de las Memorias de la Fiscalía de
la Audiencia Provincial de San Sebastián, es la presentación, unas veces, del consumo633
y, otras veces, del consumo y tráfico634, como factores criminógenos de primer orden.
Para corroborar dicha afirmación se hacían referencias al porcentaje de personas
drogodependientes condenadas por la Audiencia por delitos contra la propiedad. Sin em-
bargo, en ningún momento se menciona a la política prohibicionista como factor
criminógeno importante. Aunque en la Parte Tercera de la presente investigación se lle-
vará a cabo un análisis más detallado de los efectos primarios (los producidos por el
consumo de una sustancia determinada) y los efectos secundarios (consecuencia de la
política prohibicionista), en el momento actual es pertinente analizar si el consumo de las
sustancias denominadas ilegales son un factor criminógeno de primer orden o no. Como
ya hemos señalado anteriormente en el Capítulo V, la mayoría de los casos juzgados en la
década analizada están relacionados con dos sustancias: los derivados de cannabis y los
derivados de opiáceos, sustancias éstas que no se caracterizan precisamente por potenciar
la agresividad de las personas consumidoras sino por todo lo contrario. Por tanto, el con-
sumo de estas sustancias no puede ser considerado un factor criminógeno de primer or-
den. Otra cuestión muy diferente son los recursos empleados para acceder al consumo de
las sustancias denominadas estupefacientes o psicotrópicas en un régimen prohibicionista
donde por la peculiar situación –prácticamente imposibilidad de adquisición de las sus-
tancias en una relación de calidad-precio como cualquier otra droga de uso legal–, un
sector de las personas consumidoras recurren a actos que están tipificados en la legislación.
La Memoria de la Fiscalía General del Estado (1985:88-91) al hacer referencia a la
«fuerza criminógena de las drogas», relaciona drogodependencia, muertes «a causa de la
heroína» y perturbación del orden social: «Con independencia de la sensible disminución
e incluso completa anulación de la libertad personal que la dependencia supone, con ella
se pone en marcha todo un proceso de morbilidad cuasicontagiosa, tanto orgánica como
psíquica, de extensión e intensidad crecientes, aparece un riesgo de mortalidad, del que la
‘cifra oficial’ de 170 muertos a causa de la heroína en 1984 es sólo una pálida muestra, se
633
«Estrecha relación entre estos delitos [contra la propiedad] y el consumo de drogas no admite discusión;
la droga, y en particular la heroína, constituyen el factor criminógeno por excelencia…» (1985:6); «ya
decíamos en Memorias anteriores que el consumo de drogas es un factor criminógeno de extraordinaria
influencia en el continuo aumento de la delincuencia» (1986:11-14); «evidentemente el consumo de drogas
es un factor criminógeno de primer orden y de extraordinaria importancia a la hora de provocar la aparición
de otras figuras delictivas» (1987:12) y en parecidos términos en los dos años siguientes (1988:16) y (1989:2-
3). La Memoria del año 1990 recoge la siguiente expresión: «Directamente enraizada con el consumo de
droga y estupefacientes, al ser éste un fenómeno criminógeno de primer orden, aparece otra serie de conductas
delictivas que suelen causar honda preocupación en el contorno ciudadano» (1990:74).
634
«Evidentemente el tráfico y consumo de drogas y estupefacientes es un factor criminógeno de primer
orden y de extraordinaria importancia a la hora de provocar la aparición de otras figuras delictivas» (1988:5).
318 Drogas, legislaciones y alternativas.
los mismos y se dicta la sentencia. No se necesita una mayor argumentación por la fuerte
carga ideológica existente. Las sentencias más largas estuvieron motivadas por la necesi-
dad de explicar los hechos (descripción del seguimiento policial)635, cuando existen votos
particulares (los ya señalados en el Capítulo VIII, respecto al delito de contrabando)636,
cuando se observaron evidentes contradicciones entre los peritos presentes en el juicio637,
o en los casos de prueba indiciaria638.
Otro fenómeno digno de mencionar dentro del discurso ideológico de las sentencias,
son los casos donde se producen sentencias con fuerte carga moral, pero luego se produce
la absolución por falta de pruebas, o una pena de las denominadas cortas. Entre las prime-
ras destaca la sentencia 346/88, donde se señala: «El delito de tráfico de droga, por ser
especialmente perjudicial para la sociedad por los males de todo orden que acarrea espe-
cialmente sobre la juventud, requiere sin duda un denodado esfuerzo por parte de los
Agentes de Policía y demás autoridades a quienes compete, para su persecución y casti-
go, pues sus variopintas formas comitivas y su especial naturaleza, con su peculiar consu-
mación anticipada por la mera tenencia con vocación de tráfico, hacen difícil y espinosa
la acumulación de pruebas contra sus autores. Pero este Tribunal no puede por menos que
dejar nuevamente claro y bien sentado que por más odioso y execrable que sea ese delito
y difícil su persecución, quienes son traídos ante él acusados de haberlo cometido, gozan
de iguales derechos y garantías que los acusados por cualquier otro, y que la ausencia de
pruebas de cargo suficientes a destruir el derecho a la presunción de inocencia de que
aquellos vienen revestidos gracias al artículo 24 de nuestra Constitución ha de conducir
inexorablemente a un pronunciamiento absolutorio, por grandes y vehementes que sean
las sospechas acerca de su verdadera culpabilidad».
Entre las segundas, destacamos la sentencia 215/84, donde se juzgaba a una persona
drogodependiente que destinaba parte de la sustancia para su propio consumo y otra parte
para la venta. El Tribunal, tras hacer las siguientes afirmaciones «Considerando que los
hechos declarados probados son legalmente constitutivos de un delito contra la salud
pública comprendido en el artículo 344 del Código Penal delito de riesgo contra la salud
colectiva que se integra y consuma por la realización consciente y voluntaria por parte del
agente de cualquiera de las actividades que enumera el citado precepto tendentes a pro-
mover o facilitar el consumo de aquellos productos que tan funestos639 resultados produce
no sólo en los consumidores sino en la sociedad en general que se ve afectada cada vez en
mayor medida por innumerables ataques contra la propiedad de aquéllos, en su afán de
conseguir la droga, cometen para adquirirla, razones por las que la ley Penal sanciona
más severamente la difusión de sustancias que causan grave daño a la salud, entre las que
635
Por ejemplo, la sentencia 252/88, recoge el seguimiento policial realizado a quien escondía la heroína en
una caja de leche de una cantera abandonada.
636
Entre otras, sentencias 78/87 y la 80/87.
637
Sentencia 60/90.
638
Entre otras, las sentencias 49/89 y 197/89.
639
En el Capítulo V, al hacer analizar las cuestiones relacionadas con los Miembros del Tribunal, hemos
mencionado cómo esta expresión también aparece recogida en otras sentencias.
320 Drogas, legislaciones y alternativas.
se encuentra la heroína (…) considerada como muy peligrosa, que ya desde las primeras
ingestiones crea una dependencia sicológica intensa y también física capaz de producir la
muerte por coma o demencia progresiva», condena a la persona con una pena corta.
El discurso ideológico se construye también en torno a derivados del cannabis, como
se recoge en la sentencia 83/82 donde se hace mención al «delito de riesgo contra la salud
colectiva por las perniciosas consecuencias que el uso de la droga genera en las personas
física y psíquicamente, que integra por los actos de venta de la sustancia tóxica denomi-
nada hachís a que con cierta asiduidad se dedicaba el procesado». Aunque para ello se
tenga que llevar la argumentación hasta un extremo tal que también sirve para una parte
significativa de los alimentos que ingerimos y, por supuesto, del alcohol, tabaco, fármacos,
café, etc.: «el aceite de hachís (…), si bien en una concentración ordinariamente DÍEZ
veces superior a la concentración en el hachís, e incluso más, dependiendo de la calidad
del hachís, y es una sustancia estupefaciente que no causa grave daño a la salud al no
producir ordinariamente adicción psíquica ni física, aún cuando su consumo continuado
por largo espacio de tiempo y en gran cantidad pueda producir graves daños a la salud»
(sentencia 223/84).
La semántica empleada en algunas de las sentencias evidencia una actitud de valora-
ción subjetiva y de reproche por parte del Tribunal hacia las personas juzgadas, que po-
dría ir más allá de su cometido. Según la sentencia 49/85, el procesado «para satisfacer su
propio consumo, vende parte de la droga que tiene en su poder para de esa manera, adqui-
rir más y continuar el ciclo, realizando actividades de tráfico en menor escala, pero pro-
moviendo y facilitando el consumo de esta droga ‘dura’, explotando lucrativamente el
vicio de los demás, prescindiendo del daño causado». Más adelante la sentencia vuelve a
insistir que el consumo de estupefacientes «constituye vicio». También existen senten-
cias del Tribunal Supremo donde al hacer referencia a la donación, lo recoge como «un
acto expresamente previsto en aquél [art. 344 Código penal antiguo] como de tráfico,
difusión y circulación, debiendo ser estimado peligroso, ya que con ello se propicia y
logra la propagación y mantenimiento del vicio sea cualquiera la cantidad donada, abrién-
dose con tal procedimiento un amenazante portillo legal» (SOTO NIETO 1992:101).
Aunque la palabra vicio es polisémica, y puede señalar –según recoge el Diccionario de la
Real Academia Española de la Lengua– tanto la «falta de rectitud o defecto moral en las
acciones», como el «gusto especial o demasiado apetito de algo, que incita a usarlo fre-
cuentemente y con exceso», cuando va unido al consumo de los denominados estupefa-
cientes, adquiere cierta connotación negativa porque el consumo de estas sustancias se ha
visto por un sector de la población «como un vicio que sumía al individuo en la degene-
ración» (ALONSO TORRENS 2000:51).
Ya hemos hecho mención en diversos lugares de la investigación que los derivados del
cannabis no son una causa–efecto para pasar de los consumos de estas sustancias a otras.
Sin embargo, tanto en la década de los años ochenta –pero no solo– como posteriormente,
desde la doctrina y desde la judicatura se ha afirmado esa posibilidad. Así, a juicio de
LUZÓN PEÑA (1982:67) «una droga pretendidamente poco peligrosa como la griffa
suele ser el primer paso obligado en la escalada hacia drogas más peligrosas». De igual
321
Conclusiones
* Los consumos de drogas son una realidad desde hace miles de años y en la inmensa
mayoría de las culturas se han utilizado con diferentes usos (religioso, gastronómico,
terapéutico, creativo, artístico, etc.). Aunque históricamente en torno a dichos usos se
han generado diversos tipos de control social (formal e informal), una de las cuestio-
nes que más ha influido sobre estas estrategias de control ha sido la política
prohibicionista en materia de sustancias denominadas drogas tóxicas, estupefacientes
y psicotrópicos que tuvo su génesis hace algo más de cien años.
* El localismo globalizado de la política en materia de drogas (caracterizado por estar
basado en una concepción puritana y etnocéntrica –influenciada por ciertos mitos que
no se ajustan a la evidencia científica–, junto con una fuerte aversión a las sustancias
con capacidad de modificar comportamientos, y a las personas consumidoras de di-
chas sustancias), en la medida que Estados Unidos va asentando su hegemonía en el
322 Drogas, legislaciones y alternativas.
ámbito mundial, consolida esa política en los organismos internacionales y desde és-
tos se ponen los medios para su implantación en la mayoría de los países. El análisis
de este proceso político e histórico es fundamental para poder comprender la forma-
ción de dominios de saber a partir de relaciones de fuerza y relaciones políticas en la
sociedad, en torno al fenómeno social de las drogas.
* El denominado Círculo vicioso del reduccionismo (ACEVEDO 2010) –donde están
presentes la parcialidad, la exclusión, el dogmatismo, la amenaza y el aislamiento-
aplicado al fenómeno social de las drogas, aporta elementos fundamentales para com-
prender la construcción ideológica existente tras este fenómeno social.
1. Parcialidad: la división entre sustancias denominadas drogas tóxicas, estupefa-
cientes y psicotrópicos, y otro tipo drogas (alcohol, tabaco, café, etc.) –no en virtud
de evidencias científicas sino como fruto de intereses políticos y económicos–,
además de condicionar la situación de ese tipo de sustancias, sobre todo ha reper-
cutido en las personas que las usan. Esta parcialidad dicotómica, donde unas sus-
tancias son promocionadas tanto desde el sector privado como desde el público,
mientras que las otras sólo son admitidas –teóricamente– para usos médicos o cien-
tíficos, ha creado un marco de actuación y un lenguaje en base a prejuicios y per-
juicios, donde con el paso del tiempo esta parcialidad se ha convertido en totali-
dad y, por tanto, en la única forma posible de presentar la realidad. Los efectos de
la parcialidad totalizada, a la vez que se asientan, condicionan los diversos cam-
pos relacionados con este fenómeno (prevención, terapia, asistencia, reducción de
daños, etc.).
2. Exclusión: fruto de la parcialidad se inician procesos de exclusión centrados en la
maldad de la droga y, por tanto, extensible a quien la consume. Una maldad con
similitudes al concepto de posesión demoníaca –algo fuertemente contagioso, fru-
to de una elección personal, conducta pecaminosa, etc.– donde las propias sustan-
cias y un sector de las personas usuarias de las mismas –sobre todo las más vulne-
rables– tienen grandes probabilidades de convertirse en chivos expiatorios desde
la perspectiva moralista y también desde la sanción jurídica. En torno a este proce-
so que, con frecuencia, impide un análisis racional de la situación, se consiguen
consensos políticos –incluso entre ideologías diferentes– capaces de cimentar el
status quo, y de potenciar políticas represivas y de marginación, tanto hacia un
sector de personas usuarias de drogas –obligadas a un tipo de terapia donde predo-
minaban los programas denominados libres de drogas y con serias dificultades
para poder acceder a los diversos programas de reducción de daños– como hacia
países donde utilizaban la hoja de coca, los derivados de la adormidera o los deri-
vados del cannabis en usos tradicionales y también terapéuticos. Otro aspecto rela-
cionado con la exclusión –fomentada por la política prohibicionista en materia de
este tipo de sustancias–, es la incompatibilidad que está presente en la concepción
moral inmersa en los Convenios Internacionales en la materia, unas veces median-
te la intolerancia y, otras veces, por medio de un paternalismo que exige hasta la
necesidad de que alguien sea defendido incluso contra sí mismo.
323
3. Dogmatismo: que obliga a las Partes fidelidad a los compromisos adquiridos con la
firma de los diversos Convenios Internacionales sobre drogas tóxicas, estupefa-
cientes y sustancias psicotrópicas, y con la interpretación que hace de los mismos
la JIFE, aunque dicha interpretación sea contraria a la evidencia científica, y a
otras prácticas promovidas por Naciones Unidas, relativas a la reducción de daños,
a la participación de la sociedad civil, a la no subordinación de la objetividad cien-
tífica a los intereses políticos y, sobre todo, al respeto de los Derechos Humanos.
Todos estos aspectos evidencian la necesidad de una reforma integral en este orga-
nismo para que supere su dogmatismo, en base al respeto a los Derechos Humanos,
a la evidencia científica y a la participación de la sociedad civil.
4. Amenaza: la droga, a veces en abstracto, otras veces su consumo, y otras su tráfico,
aparece descrita en una parte de la literatura científica –y también política– como
amenaza de la que es necesario defenderse. La construcción de la droga como
amenaza –por su malignidad, su capacidad de crear adicción, etc.– se ha converti-
do en un buen caldo de cultivo para potenciar cruzadas antidroga donde, en nom-
bre de la prevención o de la defensa de la seguridad –convenientemente asociada
en cada momento histórico a diferentes colectivos (inmigrantes, extranjeros, jóve-
nes, enfermos, delincuentes, etc.)– se han forjado estereotipos en torno a estos
tipos de colectivos donde la droga llega a representar una doble amenaza: la ame-
naza de la contaminación (unida al VHI, a hepatitis, etc.) y la amenaza de delito.
Desde esta perspectiva, la creación de la droga como amenaza también ha sido
utilizada para fortalecer el establecimiento de una estrategia bélica (guerra a las
drogas) contra un enemigo ficticio –unas veces enemigo interior, y otras enemigo
exterior– que ha producido daños reales, sobre todo, en un sector de los colectivos
más vulnerables de la sociedad.
5. Aislamiento: a pesar de la intención manifestada desde diversas instituciones sobre
la necesidad de insertar a las personas drogodependientes en la sociedad, el proce-
so descrito –parcialidad, exclusión, dogmatismo, y amenaza–, ha posibilitado la
separación de un sector significativo de las personas usuarias de drogas considera-
das hoy en día ilegales, para identificarlas y/o analizarlas. Por medio del aislamien-
to se les ha puesto márgenes que han contribuido a su marginación.
* Todo este círculo vicioso del reduccionismo no funciona de manera espontánea, sino
que responde a estrategias de poder donde las relaciones jerárquicas impuestas desde
los Convenios Internacionales se hacen realidad, se asumen sin excesivas críticas por
parte de amplios sectores parlamentarios y del estamento judicial. Unas estrategias de
poder y relaciones jerárquicas generadoras de estigma, violencia, y sufrimiento en
algunas de las capas más vulnerables de la sociedad.
* La terminología empleada en el ámbito parlamentario, donde las drogas se asocian a
problema, mal social, lacra, etc., junto con una proyección donde se hace hincapié
fundamentalmente en los aspectos negativos del consumo de droga, ha servido para
potenciar una visión parcial –por tanto tendenciosa– del fenómeno social de las dro-
gas, que ha sentado las bases para un mayor control social en la sociedad.
324 Drogas, legislaciones y alternativas.
PARTE TERCERA
La Parte Tercera de esta investigación consta de dos capítulos: el primero, hace referen-
cia a los efectos primarios y –sobre todo– secundarios relacionados con el fenómeno
social de las drogas. En el segundo, se aportan las bases para una política alternativa en
clave de normalización de este fenómeno social. Ambos capítulos son, en gran medida,
una síntesis –de las conclusiones llevadas a cabo en los capítulos anteriores– y una pro-
puesta encaminada a sentar las bases de las políticas sobre el fenómeno social de las
drogas en un Estado social y democrático de Derecho. Y, por tanto, se convierten en las
conclusiones de la presente investigación.
XII
Efectos primarios y secundarios relacionados con el
fenómeno social de las drogas
1. Efectos primarios
Los efectos primarios, «los que se relacionan con las moléculas químicas y las conse-
cuencias físicas y psíquicas que conllevan» (MARTÍ 1997:135), hacen referencia a la
acción de las drogas en el cuerpo humano, cuestión analizada por la farmacología. Los
consumos de cualquier droga (café, alcohol, tabaco, fármacos, cannabis, cocaína, heroí-
na,…), pueden producir placer, calmar dolores, sanar, etc., pero también pueden producir
daños en las personas consumidoras, como bien se conoce socialmente, por ejemplo,
relacionados con el consumo de alcohol o el consumo de tabaco.
Esta realidad conviene no perderla de vista. Pueden producir, según qué cantidades,
según en qué contextos y según en qué situaciones personales. Fundamentalmente por
medio de la educación, la prevención, etc., se pueden trabajar todos estos factores para
que quien no quiera consumir, no consuma, y para que quien quiera consumir, lo haga de
la manera que no le genere especialmente daños a su salud.
2. Efectos secundarios
Se denominan efectos secundarios aquéllos que son consecuencia de la política prohibicio-
nista en materia de este tipo de sustancias. A juicio de WODAK (1995:89), «actualmente
la mayor parte de los problemas relacionados con las drogas son secundarios a la política
328 Drogas, legislaciones y alternativas.
zadas por el Instituto Nacional de Toxicología, entre septiembre de 1985 y mayo de 1987,
«los resultados indicaron que el 91,8% de las muestras contenían heroína con una pureza
del 21% al 60%, mientras que un 2,4% tenía una pureza inferior al 1%»641.
Sin embargo, varias sentencias de la década analizada en la Audiencia Provincial de
San Sebastián, hacen referencia a un 90% de adulteración: según la sentencia 323/84 «la
heroína suele adulterarse de modo que un gramo de sustancia pura, con notable grado de
59,3%, heroína que el procesado había adquirido para su propio consumo» (sentencia 21/87); persona a la
que en el paso fronterizo le encuentran en su ropa interior 15,50 gramos de heroína, con una pureza del
93,30% y, en el interior del extintor de su vehículo, 410 gramos de la misma sustancia, con una pureza de
38,8% (sentencia 78/87); «3,3 gramos con una pureza del 13%» (sentencia 121/87); «recibió 222 gramos de
heroína con una pureza del 20,9%» (sentencia 113/87); «la cantidad de 234 gramos de heroína con un grado
de pureza del 20,9%» (sentencia 139/87); «220 miligramos de heroína con una concentración del 41,1%»
(sentencia 209/87); «3,150 Kgs. de heroína con una pureza del 36,15%» (sentencia 310/87); «0,15 gramos de
heroína con una concentración de heroína de 29,02% y que había adquirido de los procesados citados para su
propio consumo» (sentencias 350/87); «2,700 Kgs. de heroína con una concentración de 34,8% (sentencia
380/87); «212,61 gramos de heroína con una concentración de 34,8%» (sentencia 415/87); «600 gramos de
heroína en una pureza del 55%» (sentencia 418/87); «30,3 gramos de heroína con un índice de pureza del
21,5%» (sentencia 419/87); «205,05 gramos de heroína con un índice de pureza del 19%» (sentencia 492/
87); «con 4,10 gramos de (…) heroína, del tipo ‘Braun sugar’ con una pureza del 10%» (sentencia 19/88);
«98,36 gramos de heroína de pureza media de 18,49%» (sentencia 32/88); «54,960 gramos con un 20,5% de
heroína» (sentencia 50/88); «4 papelinas de heroína con un peso de 210 miligramos en total y una concentración
del 25,9%» (sentencia 74/88); «6,79 gramos con una concentración de heroína base del 43,6%» (sentencia
148/88); «84,81 gramos de heroína con una pureza del 56,7% (sentencia 202/88); «1,56 gramos de heroína
con un índice de pureza de 14,14%» (sentencia 228/88); «100,9 gramos de heroína con un 77,2% de pureza»
(sentencia 234/88); «heroína con un peso de 177,52 gramos y un grado de concentración del 11,46%» (sentencia
255/88); «heroína en cantidad de ocho gramos, que los oportunos análisis dieron como resultado una pureza
del 25,1%» (sentencia 272/88); «17,80 gramos de heroína de una grado de pureza del 6,3%» (sentencia 315/
88); «5,600 gramos, con un 9,60% de pureza» (sentencia 326/88); «204,82 gramos de heroína de una pureza
del 42,18%» (sentencia 341/88); «79,100 gramos de heroína de una pureza del 26,3%» (sentencia 415/88);
«heroína que contenían en total 1,23 gramos de dicha sustancia con un grado de pureza de 22,49%» (sentencia
429/88); «5,12 gramos de dicha sustancia, con un índice de pureza del 4%» (sentencia 528/88); «14,66
gramos de heroína, de una pureza de 7,1%» (sentencia 29/89); «103,48 gramos de heroína con un porcentaje
de riqueza del 14,74%» (sentencia 63/89); «49,79 gramos de heroína de 15,97% de pureza» (sentencia 126/
89); «En Ámsterdam adquirió 75,70 gramos de heroína con una concentración del 30,99%» (sentencia 315/
89); la sentencia 348/89 hace referencia a 5.402,30 gramos de heroína «con un grado de pureza, variable en
los cinco paquetes, de 46%, 23,15%, 47,01%, 72,13% y 53,81%».
Cocaína: «700 gramos de cocaína con una pureza del 80,7% (…) y una bolsa de cocaína con un peso total de
15,110 gramos y con una pureza del 100%» (sentencia 80/87); «494,990 gramos de cocaína del 96% de
pureza» (sentencia 192/87) ; «ocupándosele un total de un kilo y cien gramos de cocaína con una fuerza de
29,10%» (sentencia 245/87); «2,70 gramos de cocaína con un grado de pureza del 100%»; «y 0,5 gramos de
cocaína con 99,7% de pureza» (sentencia 234/88); «3,86 gramos de cocaína con una concentración del
31,61%» (sentencia 40/89); «92,45 gramos de cocaína de 38,7% de pureza» (sentencia 131/89); «13,30
gramos de cocaína con una pureza de 72,39%; otra con 6,99 gramos de cocaína con 72,48% de pureza»
(sentencia 243/89). En general, se observa una mayor pureza de la cocaína respecto a la heroína.
Speed: «40 gramos (…) con una riqueza del 61,40%» (sentencia 65/89); «314,49 gramos de la sustancia
psicotrópica anfetamina, vulgarmente conocida por ‘Speed’, con un contenido de anfetamina del 15% en
principio activo» (sentencia 101/89).
641
GÓMEZ, J.; RODRÍGUEZ, A. (1989): «Evaluación de los resultados de un análisis de muestras de drogas».
Boletín de Estupefacientes XLI 1 y 2, citado por HIDALGO (2007:158)
330 Drogas, legislaciones y alternativas.
cafeína. Las asociaciones más habituales fueron cafeína y procaína, cafeína, procaína y
fenobarbital y cafeína, procaína y metacualona. Los autores señalan que no encontraron
estricnina656 ni quinina en ninguna de las muestras (…). Además, los análisis evidencia-
ron que un 72,5% de las muestras contenían diluyentes, principalmente glucosa, lactosa y
manitol. En una se detectó silicato alumínico magnésico, es decir, talco».
Como puede observarse, el empleo de sustancias para adulterar las drogas del merca-
do ilegal fue una práctica habitual en la década de los años ochenta. En el Territorio
Histórico de Gipuzkoa la sustancia más empleada para estos menesteres fue la glucosa,
seguida de diversas benzodiacepinas (rophinol, tranxilium, halcion y trankimazin) –mu-
chas veces obtenidas por prescripción facultativa– que las propias personas consumido-
ras de heroína lo incorporaban al mercado ilegal. De igual modo, el tilitrate –ampliamen-
te utilizado por un psiquiatra en la capital donostiarra–, formó parte de los materiales
empleados para la adulteración de las drogas.
Tras una revisión de los datos existentes sobre adulteración en el ámbito estatal, HI-
DALGO (2007:190-191) llega a la conclusión de que «en líneas generales, su consumo
no supone un riesgo reseñable para la salud del usuario. Puede afirmarse, en consecuen-
cia, que las probabilidades de sufrir una reacción adversa asociada al consumo de drogas
guardan más relación con las propiedades tóxicas de las drogas (o con la variabilidad en
la pureza de las mismas) que con los productos de corte que las suelen acompañar». Tras
esta afirmación el autor es consciente de que nos encontramos ante un mercado caracteri-
zado por su capacidad de cambio y de introducción de todo tipo de sorpresas que, en más
de una ocasión han provocado efectos perversos en las personas consumidoras de heroína
«unas veces porque contienen cantidades demasiado elevadas de los mismos adulterantes
que suelen utilizarse de forma habitual y otras porque llevan consigo productos mucho
menos habituales pero bastante más tóxicos». Finalmente, aporta una solución para que
esta problemática desaparezca en gran medida: el control, por parte del Estado, de la
composición de este tipo de sustancias usadas por una parte de la población. No obstante,
HIDALGO es consciente de que en un futuro cercano esta cuestión no se va a dar y, entre
los escasos recursos que les queda a las personas consumidoras, se encuentran el recurrir
a «buenos camellos» y a los servicios de testado de sustancias donde, tras su correspon-
diente análisis pueden comprobar el porcentaje de pureza de un determinado elemento y
sus posibles productos adulterantes657.
Aunque, como ha recogido HIDALGO, el consumo de las sustancias empleadas para
la adulteración no ha supuesto, por lo general, un riesgo reseñable para la salud de las
personas consumidoras de drogas denominadas ilegales, otro autor MARTÍ (1995:23-
27), tras analizar los agentes físicos (temperatura, humedad,…), químicos (azúcares, tal-
656
Sustancia (tras ser utilizada como medicina, posteriormente se abandonó para usarla como matar roedores)
que consta su presencia en varios estudios de la década de los años setenta y los años ochenta (HIDALGO
2007).
657
Para una mayor profundización en los programas de testado de sustancias, ver: ARANA, X.; GERMÁN,
I. (2002): «Programas de testado de sustancias: intervención en reducción de riesgos y daños como estrategia
de prevención en materia de drogas» En Eguzkilore. Cuaderno del Instituto Vasco de Criminología 16, 153-
195.
332 Drogas, legislaciones y alternativas.
co, estearato de zinc, bicarbonato sódico, aspirina, estricnina, etc.) y biológicos (hongo
de la cándida658 y sida) en el proceso de adulteración de las drogas denominadas ilegales,
concluye que, en el caso de la heroína «se dan todas las desdichas juntas, no solamente
desde el punto de vista social e ideológico, sino también desde el punto de vista farmacológi-
co y toxicológico». Durante la época analizada, gran parte de los consumos de heroína se
llevaban a cabo por vía endovenosa, es decir, iban directamente a la sangre y, por tanto,
también se absorbían los tóxicos colaterales. Sustancias como los azúcares que no son
directamente tóxicos, en determinadas condiciones de humedad y temperatura pueden ser
un buen caldo de cultivo para muchos microbios. A juicio de este autor «las condiciones
de ilegalidad», «las condiciones de precariedad personal» de un sector importante de las
personas consumidoras de heroína y «las variadísimas infecciones por virus (hepatitis y
sida)» han influido decisivamente en el deterioro de la salud de muchas personas usuarias
de drogas denominadas ilegales. Asimismo, (WODAK 1995:88) reprocha a la política
prohibicionista una responsabilidad directa en cuestiones relacionadas con la adultera-
ción y sobredosis: «la contaminación química y macrobiótica se origina por la adultera-
ción de las drogas, ya que pasan a través del sistema de distribución ilegal. Por tanto, los
problemas de sobredosis y adulteración deberían entenderse como un resultado directo de
la ilegalidad más que como consecuencia de su farmacología. La transmisión de la infec-
ción por VIH entre (UDPV659) puede añadirse a la lista de problemas de salud que resul-
tan de los intentos de disminuir el consumo de drogas ilegales».
En un contexto donde, por lo menos hasta principios de los años 90, «todos660 los
esfuerzos económicos y asistenciales se encaminaban a los programas libres de drogas»,
el VIH, la hepatitis B y C, la tuberculosis, y otras enfermedades «hacían estragos» en el
colectivo de personas consumidoras de drogas inyectadas, fundamentalmente heroína
(MONTALVO 2001:73). El Director del Plan del Sida del País Vasco, doctor ZULAIKA,
recordaba que en Euskadi, «en los peores años de la epidemia [del VIH], cuando el desco-
nocimiento y la falta de prevención corrían a lomos del ‘caballo’, se llegó a una tasa del
70% de los heroinómanos infectados». De igual modo reconocía que «esa imagen está
ahora totalmente desterrada gracias al esfuerzo que hicimos. Fuimos pioneros en los pro-
gramas de intercambio de jeringuillas. En 1986, en una ONG; en 1997, en la cárcel de
Basauri y, finalmente, en las farmacias en 2002» (DOMÍNGUEZ 2010:46).
658
En junio de 1996, el DAK (Centro Coordinador de Drogodependencias) del Gobierno Vasco alertó en
Bizkaia sobre el ingreso en centros hospitalarios de personas jóvenes consumidoras de heroína con infección
por el hongo Cándida, que habían adquirido en las zonas de Las Cortes y Rekalde, advirtiendo de los riesgos
para la salud (pérdida de la visión) si no son tratados adecuadamente: ver: «Consumidores de heroína con
infecciones por ‘cándida’» (Egin, 23/06/1986, p. 8). «Doce heroinómanos se encuentran hospitalizados en
Vizcaya, afectados por el hongo ‘Cándida’» (Deia, 24/06/1986, p. 22).
659
Usuarios de Drogas por Vía Parenteral.
660
Sería más adecuado hacer mención a la inmensa mayoría de los esfuerzos, en vez de todos los esfuerzos
porque, en la década de los años ochenta, tanto en la Comunidad Autónoma de Euskadi como en otras
Comunidades Autónomas, existieron, entre otros, programas de mantenimiento con metadona, e incluso,
programas de intercambio de jeringuillas.
333
Si «minimizar los daños relacionados con la salud puede ser difícil cuando hay fuertes
controles legales y sanciones por utilizar drogas» (STIMSON 1995:69), todavía es más
complicado en los casos de las personas consumidoras que permanecieron durante diver-
sos períodos de tiempo –a veces años– prisionizadas. En diversas partes de la presente
investigación hemos mencionado cómo, muchas de las personas juzgadas por delitos
contra la salud pública, estaban más necesitadas de recursos terapéuticos y sociales que
de sanción penal (Capítulo V). De igual modo, hemos reseñado la importante presencia
de personas drogodependientes en prisión –a pesar de los recursos legales existentes para
su no ingreso si se someten a terapia– (Capítulo III). El proceso de marginación que
sufrieron estas personas consumidoras –al hacer referencia a los costos sociales de la
criminalización de este fenómeno social, BARATA (1989:80-82) subraya que «la mayo-
ría de los efectos más graves de la droga sobre la salud y el estatus social del drogadicto
dependen de las condiciones en las que el consumo de la droga ilícita se realiza en un
régimen de prohibición»–, junto con la no puesta en práctica de suficientes programas de
reducción de daños, tuvo consecuencias nefastas para la salud de las personas consumi-
doras (Capítulo IV).
Como hemos recogido en el Capítulo V, un sector de las personas que fueron absueltas
por la Audiencia Provincial de San Sebastián en relación a delitos contra la salud pública,
estuvo en prisión preventiva durante días –e incluso meses–. Debido a las condiciones
existentes en las prisiones –hacinamiento, malas condiciones de higiene, imposibilidad
de acceder a jeringuillas esterilizadas,…–, algunas de esas personas se infectaron el VIH,
la tuberculosis, la hepatitis y otras enfermedades tras una estancia en prisión preventiva,
que finalmente acabó en sentencia absolutoria.
Los efectos negativos para la salud de las personas consumidoras provocados por la
política prohibicionista, no es una realidad que se ciñe exclusivamente a la década de los
años ochenta. En esta década se dieron las condiciones para su surgimiento y asentamien-
to, pero todavía hoy están presentes. Recientemente diversos expertos de Naciones Uni-
das han evidenciado los efectos que tienen las prisiones en un importante sector de las
personas presas661. Así, BELL, del departamento de VIH de la OMS, «aseguró que las
prisiones acogen a personas que por su situación personal, ya sea por la marginación o su
exposición a las drogas, tienen ‘un riesgo especial de tener sida, tuberculosis o hepatitis’,
pero frecuentemente carecen de la apropiada atención sanitaria en los centros penitencia-
rios». Otro experto de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD),
KROLL, reconoció que «las prisiones también actúan como un mecanismo que bombea
sida y tuberculosis a la sociedad (…) ya que muchos convictos, una vez que han salido de
las cárceles, tienen comportamientos que aumentan los riesgos de infección».
661
«Las cárceles son verdaderas incubadoras del sida y la tuberculosis». ElConfidencial.com, salud, [en
línea] 2010 [citado julio 2010] viernes, 23/07/2010. Disponible en http://www.drogomedia.com/hemeroteka/
archivos/201007233.pdf
334 Drogas, legislaciones y alternativas.
665
Desde hace más de una decena de años, un asociación de mujeres con cáncer de mama, en el marco del
Grupo Ágata, empezaron a reivindicar el uso terapéutico del cannabis para poder acceder a los beneficios
terapéuticos de esta sustancia (disminución de vómitos y náuseas como consecuencia de la quimioterapia,
etc.) sin tener que recurrir al mercado ilegal. En el ámbito político y social se generó un debate social, entre
otras cuestiones, supuso que el Parlament encargara al Gobierno de la Generalitat un estudio sobre el uso
terapéutico del cannabis y, entre otras iniciativas, supuso la puesta en marcha de un ensayo clínico sobre la
cuestión. Para una mayor profundización sobre estas cuestiones ver: URÍOS, C. (2005): «Algunas prácticas
en torno al uso terapéutico del cannabis en Catalunya». En Revista Española de Drogodependencias 30, 1 y
2, 72-86.
666
«Vergonzante regreso del cannabis a las farmacias»: la aprobación del derivado cannábico Sativex es un
paso importante pero absolutamente insuficiente para resolver la cuestión del cannabis medicinal. El Sativex
cuesta entre 12 y 50 veces más caro que la marihuana. Julio de 2010. Federación de Asociaciones Cannábicas
(FAC). www.fac.cc.
337
política sobre el cannabis «para que las personas adultas que desean utilizarla con cual-
quier fin, especialmente el terapéutico, puedan acceder a ella legalmente y con garantías
de calidad». Desde esta perspectiva consideran «modélico el ejemplo de Canadá» (donde
se permite también el cultivo y la posesión para uso propio de esta sustancia a pacientes)
y les parece «muy interesante el modelo californiano (que posibilita a los pacientes, si
disponen de volante médico donde se considera indicado el uso de cannabis, puedan ir a
un club cannábico autorizado para poder acceder a dicha sustancia)».
(sin contar las que están en cárceles municipales) condenadas por delitos relacionados
con las drogas» (MOON 2000:307), la inmensa mayoría por mero consumo o por tenen-
cia de pequeñas cantidades.
Diversos autores coinciden en los efectos nefastos que tiene el proceso de criminaliza-
ción de personas consumidoras. BECKER, al analizar los casos de las personas fumado-
ras de marihuana en Estados Unidos, demostró «que la más importante consecuencia de
la aplicación de sanciones consiste en un cambio decisivo de identidad social del indivi-
duo; un cambio que tiene lugar en el momento en que se le introduce en el estatus de
desviado» (BARATTA 1989 a]:88). Del mismo modo, LAMO DE ESPINOSA (1989:117-
122) ha resumido, el proceso de estigmatización –«esta dinámica ha sido estudiada
exhaustivamente por la criminología moderna»– en las siguientes fases: «1ª La califica-
ción legal de toxicómano funciona socialmente como un estigma que produce una degra-
dación del estatus de ‘peligroso’ condenado; 2ª El resultado es una unidimensionalización
de su personalidad pública, que pasa a ser interpretada a través del filtro deformante del
estigma; 3ª El centro de rehabilitación genera una asociación diferencial de drogadictos
entre sí y con delincuentes, separándolos de la gente ‘normal’. Ello refuerza sus estigmas
particulares, estableciendo entre ellos jerarquías (anti-estatus) en base a la gravedad del
estigma; 4ª El resultado es una reconstrucción de la identidad del peligroso que internaliza
el estigma y pasa a autodefinirse del modo en que es públicamente definido: como ‘dro-
gadicto’. Este paso es crucial, pues transforma la delincuencia o desviación primaria (me-
ramente externa y conductual) en secundaria, es decir, caracteriológica; 5ª Los individuos
así marcados con la nueva identidad son segregados de la sociedad y se agrupan entre sí,
dando lugar a subculturas que de nuevo refuerzan sus actitudes, ofreciendo, además apo-
yo, legitimación y estrategias para lidiar con la justicia».
Pero el proceso de estigmatización, no sólo afecta al control formal, es decir, el reali-
zado por medio de la policía, la administración de justicia y el ámbito penitenciario, sino
que también tiene sus efectos negativos en cuestiones relacionadas con el control infor-
mal, como por ejemplo, la prevención, el tratamiento y el proceso de inserción. Autores
como RAMÍREZ et al (1988:165) lo han manifestado claramente: «todo lo que estigma-
tiza, segrega o encubre, no es adecuado y beneficioso para prevenir». En la misma línea,
DRUCKER (1995:118) también aprecia serios obstáculos para la prevención y el trata-
miento en un contexto prohibicionista: «hay una íntima relación entre una política de
drogas basada en la prohibición y la penalización del uso de drogas, y las dificultades en
el desarrollo de propuestas efectivas de prevención y tratamiento». Se han dado incluso
casos donde, en nombre de la prevención, se ha potenciado la estigmatización de perso-
nas y de minorías. Así, tras un análisis de una tercera parte del material (vídeos, folletos,
anuncios, etc.) patrocinado por la organización Partnership for a Drug-Free America,
dicho material «nunca representa a los hombres blancos como vendedores de drogas o
adictos a las drogas, y (…) la inmensa mayoría de imágenes acerca de los consumidores
de drogas son negros o hispanos» (MOON 2000:327-328).
339
667
Algunos datos sobre Colombia y México se ofrecen más adelante, al hacer referencia a la denominada
guerra a las drogas.
340 Drogas, legislaciones y alternativas.
habían compartido un cigarrillo de hachís a las cuatro de la mañana en una discoteca. Los
hechos, como hemos recogido en el párrafo anterior, concluyen con un joven tiroteado a
quemarropa, con extirpación parcial de uno de sus riñones y otras consecuencias graves
para su salud. La gravedad de los hechos contrasta con la condena impuesta al funciona-
rio policial, alguien que no puede beber alcohol en horas de servicio.
del fenómeno de las drogas (a imagen de lo demandado por los organismos internaciona-
les en la materia, por Estados Unidos –y otros países europeos–, y con claro interés electora-
lista), donde se propagaron discursos y prácticas empleados en diversos ámbitos del con-
trol formal e informal (policial, judicial, salud, medios de comunicación, y profesionales
diversos relacionados con las drogas), que sirvieron para imponer criterios de resolución
de cuestiones sociales, donde los aspectos represivos, primaron sobre los de salud pública.
En este contexto, es necesario hacer una distinción de la seguridad, como un bien o
interés público, o como bien o interés privado. En el primer supuesto, es un deber funda-
mental del Estado, garantizar, tutelar y desarrollar el ejercicio de derechos y libertades
para todas las personas aunque, paradójicamente, esta tutela y gestión desde el Estado de
derechos y libertades, puede implicar una mayor ampliación de los espacios y situaciones
de riesgo.
En el segundo supuesto, la seguridad como interés privado, en aras a la misma, se
asientan las bases para suprimir derechos y libertades, teóricamente para garantizar la
seguridad. En este supuesto, la seguridad aparece planteada como un problema no proce-
dente del ejercicio de derechos y libertades, sino de las condiciones estructurales de de-
terminados fenómenos sociales (relaciones de dominio, crisis del Estado del bienestar,
desinversiones, aumento significativo de la flexibilidad y la precariedad laboral, dificul-
tades para asentar contratos indefinidos, etc.). Estas cuestiones de precariedad y vulnera-
bilidad crean inseguridad, sin embargo, contrariamente a lo que se pudiera pensar, las
políticas dirigidas a abordar estos aspectos mediante la reducción de libertades, no sola-
mente no aseguran una seguridad, sino que fomentan, en la medida que no modifican las
razones estructurales de inseguridad, una cultura punitiva, como ha ocurrido –y está ocu-
rriendo– con el fenómeno social de las drogas.
Según INNERARITY (2003:26) «la reivindicación de seguridad viene a realizarse en
un momento en el que se cuestiona abiertamente el reparto de riesgos que fundó el Estado
de Bienestar». Para este autor, la demanda de seguridad «es la que pone al poder público
en mayores aprietos. Es una demanda que se plantea cuando y porque han fallado buena
parte de los sistemas tradicionales de protección (…), [y] es un problema que pone al
descubierto una de las paradojas de nuestra situación histórica: la demanda de seguridad
se dirige a los Estados en un momento en el que éstos ven cómo disminuye su competen-
cia y experimentan a diario su incapacidad en muchas dimensiones de la vida social. Tal
vez se trate de un típico fenómeno compensatorio: después de haber mostrado su debili-
dad en los campos económico y social, el Estado trata de recuperar la confianza de los
ciudadanos en el terreno de la seguridad, intenta compensar su incierto papel en otros
campos. La seguridad es el nuevo aglutinante ideológico de un mundo cuyo destino ya no
está en manos de los Estados nacionales». Lo ocurrido en torno al fenómeno social de las
drogas (elaboración de los Convenios Internacionales en la materia y la puesta en práctica
de políticas prohibicionistas), ha supuesto que las cuestiones relacionadas con la seguri-
dad, desde una perspectiva internacional, han condicionado –cuando no frustrado– las
políticas sociales y de salud.
342 Drogas, legislaciones y alternativas.
ciones». Otro autor, HUSAK (2001:95), tras considerar que «entre los efectos más graves
de la prohibición está la discriminación contra los pobres», ofrece los siguientes datos
sobre el estado de Nueva York en el año 1987: el 66,6% de las personas consumidoras de
drogas denominadas ilegales fueron blancos, sin embargo más de nueve de cada diez
personas (91%) detenidas y condenadas por delitos contra la salud pública fueron negros
o hispanos. Por el contrario, el tratamiento médico se daba fundamentalmente a personas
consumidoras de clases medias y altas, mientras que la prisión era el «tratamiento» prefe-
rido para los desfavorecidos. Datos más recientes, aportados por LEVINE (2003:67-68),
tras afirmar que existen aproximadamente medio millón de personas encarceladas en
prisiones de Estados Unidos por tenencia de este tipo de sustancias, concluye que «la
prohibición punitiva de las drogas, utiliza las leyes, la policía y el encarcelamiento para
castigar a personas que consumen sustancias psicoactivas específicas, aunque sea en can-
tidades mínimas».
Las referencias a las personas consumidoras de drogas como chivos expiatorios han
sido recogidas en el Capítulo XI, dentro del denominado Círculo vicioso del reduccionismo,
de igual modo IBÁÑEZ (1993:129) se ha referido a la cuestión en los siguientes térmi-
nos: «la percusión de un chivo expiatorio es la coartada que sostiene el andamiaje del
poder represivo (…). Los ‘drogadictos’ han asumido su función de cocos. Hay que produ-
cirlos, cultivarlos y conservarlos como sea».
Hace un lustro, el Partido Conservador británico propuso, en caso de acceder al poder,
someter «a análisis para detectar el sida, la tuberculosis y la hepatitis B a todos los
inmigrantes que pidan permiso para residir más de un año en el Reino Unido. Quienes
den resultado positivo en tuberculosis serán rechazados de inmediato. En el caso del sida
y la hepatitis B, los expedientes serán estudiados caso por caso para asegurarse de que no
constituyen un riesgo para la salud pública ni una carga desmesurada para el contribuyen-
te»670.
organizada, está relacionada con este tráfico ilegal de drogas y con el denominado blan-
queo de dinero procedente de dicha labor. Estas enormes cantidades de dinero, libres de
impuestos, son utilizadas tanto por personas como por organizaciones para minar las
reglas de juego del Estado social y democrático de Derecho. La necesidad de introducir
en los circuitos legales la acumulación de este capital, evidencia que, más que una línea
divisoria entre la economía legal y la economía sumergida, existen prácticas (negocios
tapaderas, negocios que compran y/o transforman objetos provenientes de robos, los de-
nominados paraísos fiscales, asesorías especializadas en superar los obstáculos legales,
encubrir el origen de determinadas cantidades de dinero y, al mismo tiempo, introducirlo
en los circuitos legales), que hacen de vasos comunicantes entre esos dos tipos de econo-
mías, de manera complementaria. Además, en el proceso de globalización en el que esta-
mos inmersos –caracterizado por la fuerte desregulación existente, las amplísimas posibi-
lidades de desplazar el capital a través de entidades financieras, y otros recursos ampara-
dos por el secreto bancario, etc.– el tráfico ilícito de drogas y la introducción en los
circuitos legales de los beneficios obtenidos, disponen de grandes oportunidades y mayo-
res recursos para su desarrollo y consolidación. Desde esta perspectiva, la globalización
de la política prohibicionista proporciona un buen caldo de cultivo para la globalización
de la circulación ilegal financiera del capital globalizado y las sucesivas ilegalidades que
genera (el denominado blanqueo de dinero, la corrupción, la desregulación, etc.).
Otros efectos secundarios conectados también con el ámbito económico son la proli-
feración y consolidación de organizaciones criminales y el costo de la represión. En rela-
ción al primer aspecto, BRU DE SALA (2001:26) considera que «gracias a la prohibición
se consigue proporcionar a las mafias una autopista por la que adentrarse en la sociedad,
infiltrando la economía, corrompiendo a las administraciones, creando injusticia e inse-
guridad». SAGOBAL, citado por VELASQUEZ (1989:444-445), cree que el comercio
de este tipo de organizaciones «no sólo hace fortunas, sino que deja importantes secuelas
en los países donde opera: socava las instituciones económicas y políticas; financia al
contrabando de armas, la difusión de la violencia, causa pérdidas en la productividad,
incrementa los costos sanitarios, impone una importante carga a los organismos policiales,
sobrecarga el sistema judicial y penal y demanda enormes gastos para los proyectos de
rehabilitación».
A todas estas cuestiones, es necesario añadir los desmesurados costes financieros des-
tinados desde las organizaciones internacionales hasta los municipios pequeños a la re-
presión y al control del tráfico ilícito de drogas. En las denominadas «políticas antidroga»,
Estados Unidos invierte al año 40.000 millones de dólares y la Unión Europea 34.000
millones de euros. De estas cantidades «sólo uno de cada cuatro euros se destina a la
prevención del consumo, mientras que el resto se invierte en represión criminal» (PEI-
NADO 2009:34-35). Aunque muchas veces no se suele tener en cuenta, también convie-
ne recordar «la relación entre las políticas de drogas prohibicionistas y la propagación del
SIDA [cuestión ésta que] ha sido casi ignorada por los economistas de las políticas de
drogas convencionales» (DAVIES 1995:103) y los costes que ha supuesto socialmente.
345
671
Se refiere a Juan Carlos USÓ (1996).
347
cado ilegal de algunas drogas, los hechos ocurridos en el denominado caso de la coca de
Irún y en otros, evidencian que tales hechos sólo pueden ocurrir en un contexto de co-
rrupción. En la última parte del Capítulo VI, relacionado con la reconstrucción de los
discursos sobre los hechos, del período que comprende desde la reforma de 1988 hasta
diciembre de 1990, al hacer alusión a la denuncia de la presunta sustracción y posterior
venta de parte de la cocaína incautada en el caso de la coca de Irún por miembros de la
policía, advertíamos sobre las declaraciones de dos de los condenados por dicho caso
donde denunciaban que la operación policial fue un montaje y que un conocido trafican-
te, junto con miembros de una supuesta mafia policial, desviaron parte del alijo.
En los últimos meses del año 1988 un capitán y otro miembro de la Unidad de Servi-
cios Especiales del Servicio Central de Información de la Guardia Civil comunicaron al
Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de San Sebastián, Luis NAVAJAS, «sobre la posi-
ble existencia de una red de narcocontrabandistas formada por paisanos y mandos del
Cuerpo (Guardia Civil) y de la Policía»672. La Revista Crisis publicó en su primer número
documentación oficial interna de la Guardia Civil donde se remite «información relativa
al foco de corrupción interna detectada en la Comandancia de Guipúzcoa». En la misma
se señalan, entre otras, las siguientes cuestiones:
— Examinada la información actualmente disponible se observa que, desde un punto de
vista judicial, la misma, carece en estos momentos de valor probatorio, por cuyo mo-
tivo se estima más conveniente ponerla a disposición del Ilmo. Sr. Fiscal de la Audien-
cia Provincial.
— Reunión con el citado Fiscal, Sr. NAVAJAS, 21 de diciembre de 1988: se le informa
de las sospechas e informes que dispone el Cuerpo sobre la existencia de un probable
foco de corrupción interno en la provincia de Guipúzcoa. El Fiscal manifestó que
tenía ya conocimiento por distintas fuentes (Autoridades Judiciales y Fiscales, miem-
bros de Cuerpos Policiales, detenidos y confidentes), de la existencia de una asentada
corrupción del Cuerpo en Guipúzcoa).
— Reunión del día 19 de enero de 1989: El Fiscal les comunica que, según sus noticias el
por entonces Teniente Coronel D. Enrique RODRÍGUEZ GALINDO, al parecer dis-
ponía de bienes inmuebles que estaban por encima de sus posibilidades, por cuyo
motivo consideró que debía investigarse todo su patrimonio. De igual modo les hizo
saber su deseo de mantener una entrevista con el Fiscal General del Estado y solicita
autorización para llevar a cabo la investigación en todo el ámbito estatal, y no sólo
circunscrito al Territorio Histórico de Gipuzkoa.
Los datos que aparecen en el informe realizado por un capitán de la Guardia Civil se
obtuvieron preferentemente de las siguientes personas:
— Un miembro de la Guardia Civil perteneciente a la 513ª Comandancia (Gipuzkoa),
infiltrado en las organizaciones contrabandistas vascas como agente encubierto. Esta
persona recibió importantes cantidades de dinero en distintas partidas abonadas direc-
tamente por miembros de la organización contrabandista673.
672
EQUIPO CRISIS (1993): «La verdad del ‘caso Galindo’». Crisis, 1, 7-19.
348 Drogas, legislaciones y alternativas.
Estado al Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de San Sebastián sobre las actuaciones
llevadas por el juez del Juzgado de Instrucción nº 2 de San Sebastián, en las diligencias
896/1990 –relacionadas con la presunta desaparición de 150 kilos de cocaína–, Luis NA-
VAJAS le responde por escrito que estima que «la conexión puede surgir en cualquier
momento en cuanto que algunos de los funcionarios policiales que aparecen relacionados
en las diligencias 1/1989 –las del denominado Informe Navajas– fueron precisamente los
encargados de la custodia de la cocaína aprehendida en Irún». En la misma comparecen-
cia del Fiscal General del Estado en la Comisión de Justicia e Interior, celebrada el 17 de
abril de 1991, éste adelantaba que «probablemente se producirán resultados importantes
en las próximas semanas. De manera que les pido que acepten que no pueda anticiparles
detalles, en aras del éxito de esa investigación y de la actividad judicial». Sin embargo, ni
en los próximos meses ni años se produjeron «resultados importantes» relacionados con
estas cuestiones.
Aunque el diputado AZKARRAGA, afirmó en su intervención que no se trataba ni de
desprestigiar a nadie, ni de crear ninguna caza de brujas, sino simplemente de «un intento
de clarificar una situación que a todos nos debe preocupar», Leopoldo TORRES conclu-
yó la primera de sus intervenciones, «como consideración general (…) sobre el asunto,
quisiera hacer llegar a través de SS. SS. a la opinión pública que es grave introducir de
cara a la misma dudas o sospechas sobre la honorabilidad de quienes tienen por misión
luchar contra el terrorismo. Hay que mantener, por virtud de la presunción de inocencia y
de los derechos que goza cualquier ciudadano, incluso si es teniente coronel de la Guardia
Civil, que la sociedad está correctamente defendida frente al narcotráfico y al terrorismo
por quienes tienen encomendada esa misión, y que incluso cuando se producen desvia-
ciones y conductas incorrectas en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, como
estamos viendo en otros puntos de la geografía nacional, y podrá verse en el País Vasco
en las próximas semanas, tenemos capacidad y voluntad de corregirlas, y quien gratuita-
mente atente al honor, al buen nombre de cualquier ciudadano, también de los servidores
públicos, faltando a la verdad, recibirá la respuesta adecuada conforme a la legalidad
vigente».
MOSCOSO, Fiscal General del Estado, a quien el Fiscal Jefe de la Audiencia Provin-
cial de San Sebastián, Luis NAVAJAS, le entregó el informe, «nunca dio entrada oficial al
informe». Cuando se solicitó el citado informe por un Juzgado de Tafalla, el 18 de no-
viembre de 1993, desde la Fiscalía General del Estado se respondió: «Examinados los
libros-registro de esta Fiscalía General del Estado, no consta la existencia de las diligen-
676
Las actuaciones citadas son:
–Diligencias de investigación nº 1/1989, de la Fiscalía de San Sebastián, a la que corresponde el informe en
cuestión.
–Diligencias de investigación 10/1990, de la Fiscalía Especial Antidroga, incoadas el 19 de febrero de 1990.
–Diligencias previas 896/1990, del Juzgado de Instrucción nº 2 de San Sebastián, donde se investigaba la
supuesta desaparición de 150 kilos de cocaína, segregada del alijo del denominado caso de la coca de Irún.
–Diligencias previas 2257/1990, del Juzgado de Instrucción nº 1 de Irún.
–Y, «de alguna manera», el sumario 13/1990, del Juzgado Central de Instrucción de la Audiencia Nacional nº
5, conocido como Operación Nécora.
350 Drogas, legislaciones y alternativas.
juez que estuvo varios años en Donostia, llegó a definir la situación del cuartel de la
Guardia Civil de Intxaurrondo con las siguientes palabras: «Era notorio en Donostia que
en Intxaurrondo se ejercía el narcotráfico y la distribución de droga y se llegaba a organi-
zar atracos» (NAVARRO 2001:210).
Aunque desde un punto de vista cuantitativo no es muy significante el número de
miembros de la Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en el tráfico ilícito de drogas,
sí son muy preocupantes los datos recogidos desde diversos documentos oficiales donde,
por ejemplo, el contenido del Informe Navajas, «con resonancias de escándalo político,
fue ocultado y cercenado para la investigación desde su nacimiento»680. En una memoria
del Fiscal General del Estado de la década analizada, situaba a la corrupción policial
como «el efecto más grave desde el punto de vista de la criminalidad» (GONZÁLEZ
ZORRILLA 1991:167). No es extraño que a finales de la década de los años ochenta, en
la cumbre sobre la lucha contra el narcotráfico, la delegación española propuso el estudio
de la corrupción de funcionarios policiales relacionados con el tráfico de drogas681. La
política prohibicionista en materia de algunas drogas, en su afán de una supuesta eficacia,
genera ambientes donde se potencian hechos como el pago a confidentes con drogas, la
implicación de agentes encubiertos, diversas tramas de corrupción, donde se observa cierta
intercambiabilidad «entre las funciones de los que están a uno y otro lado de las barreras
legales» (…) y es relativamente sencillo atravesar «las fronteras que separan lo legal de lo
delictivo» (IBÁÑEZ 1993:137).
En resumen, la corrupción –en sus diferentes aspectos (individual, estructural y gene-
ralizada)– «funciona como un mecanismo de protección y regulación del negocio, e
involucra en mayor o menor medida a prácticamente todos los organismos del poder
ejecutivo, legislativo y judicial (…) [y además] altos niveles de corrupción generan al
mismo tiempo impunidad selectiva de los actores más poderosos y criminalización exa-
cerbada de los individuos más vulnerables» (ZAITCH 2008:102-103). En contra de lo
que pudiera parecer, la corrupción no sólo se da en países donde existe un Estado débil,
también está presente en países de los considerados de larga trayectoria democrática.
682
Por todos, VARGAS (1999).
353
persona que tenga una enfermedad crónica, por ello, reclamaban del sistema público «que
les trate ‘con equidad’, que les ofrezca y garantice las mismas prestaciones que a cual-
quier paciente, asuma el coste y deje de limitar el acceso a los tratamientos más
innovadores» (LORENCI 2009).
Los datos de México también son muy preocupantes: desde que el Gobierno Federal
lanzó una guerra contra el narcotráfico, se constatan las siguientes consecuencias: de
1.000 ejecutados (homicidios dolosos entre cárteles de la droga o entre éstos y las fuerzas
armadas) al año en todo el país –en la administración precedente (2000-2006)–, se ha
pasado –en los dos primeros años del actual mandato– a 4.000 ejecutados y, en el último
año, a 12.000. Se incrementaron las quejas ante la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos en un 600% sólo en los lugares en donde intervinieron las fuerzas armadas.
Únicamente en Ciudad Juárez (ciudad fronteriza del estado de Chihuahua) el año 2009
reportó 2.500 ejecuciones. Esta guerra contra las drogas ha generado otras consecuen-
cias: aumento de la tasa de encarcelamiento683 sin que el perfil de éste cambie, una cada
vez mayor dependencia de la economía formal a la informal, incremento de corrupción,
etc.684 Todo ello en un país donde la inmensa mayoría de los crímenes –el 95%– quedan
impunes (ORDAZ 2010). Esta persona, se hace eco de la «gravedad del momento», seña-
lada por varios periódicos de México, tras el asesinato del candidato del Partido Revolu-
cionario Institucional (PRI) al Gobierno de Tamaulipas. Así, una editorial del diario Re-
forma, afirma que este asesinato «trasciende por mucho las fronteras de Tamaulipas. Evi-
dencia que hay una clara complicidad entre políticos y carteles. Las elecciones están
perdiendo sentido por el dinero sucio que las financia. El violento voto del narco coloca
en un predicamento los comicios: ¿tendrá sentido celebrar elecciones cuando hay un po-
der de facto que impone su voluntad por encima de la voluntad ciudadana?». Otro perió-
dico, El Universal, denunciaba que en Tamaulipas, «12.000 interventores han rechazado
participar y las mujeres de Ciudad Juárez han dicho que no irán a votar por ‘el elevado
índice de violaciones, asaltos y asesinatos’».
Desde el punto de vista interno, «la guerra contra las drogas, particularmente la pena-
lización del consumo de drogas, ha llevado al encarcelamiento de un inmenso número de
personas, algunas veces por largos períodos, y ha forzado a un número aún mayor a vivir
de una manera que es empobrecedora y a menudo degradante, sólo porque una actividad
central de sus vidas envuelve el uso de sustancias ilegales» (MOON 2000:310). JENSEN
(2003:145-147), después de describir la influencia de la guerra contra las drogas en el
sistema de justicia penal de Estados Unidos (fuerte aumento de las detenciones, de las
penas mínimas obligatorias, de la duración de las penas, del encarcelamiento, de los gas-
tos judiciales y penitenciarios, concluye: «a pesar de que los efectos perniciosos de la
guerra contra las drogas –que afectan al sistema judicial, a los presos por delitos de dro-
gas, y al gasto gubernamental– han sido objeto de una gran atención en los últimos años,
sólo recientemente han comenzado a estudiarse sus consecuencias sociales y sanitarias».
A juicio de DRUCKER (1995:109) «el aspecto racial y de clase de esta guerra no debe
olvidarse. La población objetivo son jóvenes de los barrios céntricos de la ciudad, mino-
rías y grupos con escasa educación, salud y apoyo social. Sus patrones de uso de drogas
683
Pero no sólo en Latinoamérica. A juicio de CHRISTIE (2007:72), «gran parte del incremento increíblemente
veloz de la población carcelaria de los Estados Unidos» y de la «presión que soportan las cárceles europeas»
están originadas por la denominada guerra contra las drogas.
684
Información aportada por el profesor Fernando TENORIO, en correo personalizado (06/08/2010).
355
son los más visibles y destructivos y son fáciles de acorralar». Según este autor, a media-
dos de los años noventa, «más de una cuarta parte de todos los hombres negros de Estados
Unidos, entre veinte y treinta años han sido arrestados y condenados por un delito. Tien-
den a permanecer bajo el control del sistema de justicia penal, o en prisión, en libertad
vigilada o libertad condicional, con proporciones de reincidencia del 80 por ciento». Otro
autor CONNOLLY (2000:375-376), tras señalar que «la guerra contra las drogas organi-
zada alrededor de la intervención militar, los prolongados términos de prisión, la pena
capital, la moralidad como una cruzada y los intelectuales moralmente en bancarrota
suministran por un tiempo una efectiva configuración de los símbolos nacionales y de las
formas de la acción del Estado», considera que «la guerra contra las drogas ha desempe-
ñado un papel significativo en la campaña de renacionalización de los Estados Unidos».
No nos llevemos a engaño, «esta guerra no es una guerra convencional, aunque se le
quiera dar tal carácter, es la guerra interna, la guerra contra los propios ciudadanos, es una
guerra sucia. Dentro de esta perspectiva, se explica que cualquier medio sea lícito, con lo
cual se termina con las garantías y los derechos humanos» (BUSTOS 1990:118-134).
Para este autor «no es posible una guerra convencional contra el narcotráfico» porque,
entre otras cuestiones «pondría en peligro los derechos de los ciudadanos de los países
desarrollados y del estado de Derecho de éstos, pues son ciudadanos de estos países los
consumidores de drogas». Por tanto, este tipo de guerra «tiene necesariamente entonces
sus límites y esos mismos límites provocan la inviabilidad de su éxito».
XIII
Bases para una política alternativa en clave de
normalización
1. Evidencias
En un informe reciente, encargado por la Comisión Europea (REUTER y TRAUTMANN
2009), se recogen, entre otras, las siguientes conclusiones:
* No hay pruebas de que el denominado problema mundial relacionado con los estupe-
facientes se haya reducido desde 1998 y 2007. Como se recordará, en el año 1988 se
celebró en Nueva York la Asamblea General de Naciones Unidas sobre drogas
(UNGASS)685, donde se hicieron propuestas para conseguir una fuerte reducción de la
producción de las denominadas drogas ilícitas para el año 2008, por medio de la co-
operación internacional y diversas medidas respecto a la reducción de la oferta y la
demanda de estas sustancias. El denominado problema de las drogas, desde una pers-
pectiva general, se ha aliviado en los países con más recursos y se ha exacerbado en
algunos de los otros países.
* El consumo de cannabis se ha convertido en parte del desarrollo de los adolescentes
en muchos países de los que más recursos tienen, sin embargo, muchos de esos consu-
mos no continúan más allá de los primeros años de la edad adulta.
* Sólo una minoría, relativamente pequeña, tiene acceso a los ingentes beneficios pro-
venientes del tráfico ilícito de estas sustancias.
685
Para una mayor profundización sobre las resoluciones aprobadas en UNGASS, ver:
http://www.tni.org//archives/act/17993
358 Drogas, legislaciones y alternativas.
* No hay pruebas que corroboren que la fiscalización pueda reducir la producción mun-
dial de las denominadas drogas ilegales ni su tráfico. Sin embargo, las políticas res-
pecto a los vendedores y traficantes se han endurecido.
* La reducción de la demanda recibe un acento cada vez mayor.
* Uno de los principales obstáculos para la descripción de los problemas y las políticas
relacionadas con el denominado problema mundial de las drogas, así como para la
evaluación de la eficacia de dichas políticas, se encuentra en la debilidad de los datos
existentes y la falta de información pertinente.
De la experiencia acumulada en las últimas décadas, disponemos de certezas claras y
manifiestas que pueden ser de gran ayuda a la hora de reflexionar y aportar criterios que
nos ayuden a sentar las bases de una política diferente a la actual:
* Las drogas y sus diversos usos y consumos, son una parte importante de la humani-
dad. No se puede acabar con las drogas.
* Las drogas no son dañinas de por sí (depende de la cantidad, del uso que se haga, de la
situación personal de quien consume y, también, del contexto en el que se consuma,
pueden tener efectos beneficiosos o perjudiciales). Su uso no implica necesariamente
problemas (COMAS 1985), más bien, determinados consumos pueden suponer ries-
gos que sectores diversos de la población (no únicamente los jóvenes) desean experi-
mentar.
* Las drogas también aportan aspectos positivos que necesariamente se debe tener en
cuenta (GAMELLA y JIMÉNEZ 2003) (BERISTAIN 1990). No es posible hacer una
política sobre drogas donde básicamente se tengan en cuenta los aspectos más negati-
vos de una serie –que no de todas– de drogas.
* Nuestros hábitos sociales, culturales y económicos están inmersos en una sociedad de
consumo donde, gran parte de los estímulos se destinan a crear la necesidad de consu-
mir todo tipo de productos –también algunas drogas (alcohol, tabaco, café,
fármacos,…)–. Como señala BURROUGHS, en «una sociedad de ‘adultos adictos al
consumo’» (GARREAUD 2009), la política prohibicionista trata de imponer el NO a
las drogas, sin embargo dicha imposición no va dirigida a todas las drogas sino a las
sustancias incluidas en las Listas de sustancias estupefacientes de los Convenios Inter-
nacionales.
* Según los datos que actualmente disponemos, la situación actual es altamente clarifi-
cadora:
o Con la política prohibicionista, incluso en espacios cerrados y fuertemente custo-
diados (prisiones, etc.), las personas que quieren consumir este tipo de sustancia, si
tienen recursos económicos, la prohibición no es un obstáculo para su obtención y
consumo686. Incluso, cuando esta política se lleva hasta extremos insospechados
–por ejemplo, en Estados Unidos– «nos permite observar (…) [su] ineficacia polí-
tica» (LEVINE 2003:74). Por tanto, «la prohibición legal no logra disminuir y
686
Pese a la actual prohibición «nadie que desee el consumo de las tres principales especialidades –marihuana,
heroína y la reciente expansión de la cocaína–, más los medicamentos o productos químicos alucinógenos,
puede tener verdaderas dificultades en su suministro» (El País, Editorial, 22/05/1988, p.10).
359
nismo, sobre todo, cuando esta política era un serio impedimento para desarrollar políti-
cas de salud pública (reparto de jeringuillas esterilizadas, impedimento para llevar a cabo
usos terapéuticos, etc.). De igual modo, en la medida en que se conoce a quién se aplica
las largas condenas por tráfico de drogas, y la situación carcelaria en la que se encuen-
tran687, las críticas a la política prohibicionista aumentan. Según LEVINE (2003:77) «la
reducción de daños ha sido el primer movimiento internacional popular en retar a la
demonización de las drogas, así como a las formas más punitivas de la prohibición».
La política prohibicionista en torno al cannabis tiene sus profundas contradicciones y
ha colaborado en el aumento de la crisis. Ya hemos hecho mención, en diversos capítulos
la presente investigación, al papel que le ha sido asignado al cannabis en la construcción
del problema droga: droga cuyo consumo tenía capacidad para potenciar la violencia, la
comisión de actos delictivos, o como puerta de entrada hacia otras sustancias más peli-
grosas (teoría de la escalada). Las evidencias científicas (IVERSEN 2001) y de muchas
personas consumidoras han demostrado que dichas afirmaciones no se ajustan a la reali-
dad. Al principio de este capítulo, hemos hecho mención al informe encargado por la
Comisión Europea (REUTER y TRAUTMANN 2009) donde, entre sus conclusiones, se
hacía mención a lo normalizado que está el uso de cannabis, como parte del desarrollo de
las personas adolescentes en muchos países de la Unión Europea y de otros lugares del
mundo y cómo, pasados unos años, dejan de consumir esa sustancia.
Los últimos datos disponibles en el estado español688 evidencian que, todavía hoy en
día, gran parte del control social formal llevado a cabo por el Cuerpo Nacional de Policía
y la Guardia Civil689 se lleva a cabo por la tenencia o el consumo en público de derivados
del cáñamo, según el art. 25 de la Ley Orgánica 1/1992 de Protección de la Seguridad
Ciudadana. El aumento de denuncias por dicho art. ha sido espectacular desde el año
2000 (81.302), hasta el año 2009 (351.927). En estos diez años, las denuncias han supe-
rado en más de cuatro veces. En el año 2005, el 78,17% del total de las denuncias estaban
relacionadas con los derivados del cannabis, mientras que en el año 2009, fueron el 82,81%,
es decir más de cuatro de cada cinco denuncias. Desde el año 2008 al 2009, aumentaron
un 23,32% debido «en gran medida a los Planes Operativos de respuesta policial al tráfi-
co minorista de drogas, puestos en marcha a primeros de 2006 en los ‘centros educativos
y sus entornos’ y en las ‘zonas de ocio’». Estos datos ponen de manifiesto que, aunque
687
Según recientes datos del último Anuario Estadístico del Ministerio del Interior (2010:212), de las 76.079
personas ingresadas en prisiones españolas, a 31 de diciembre de 2009, en el caso de los varones (92,01% del
total de la población carcelaria), el 28% cumple condena por delitos contra la salud pública y el 39,5% por
delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico. Entre ambos delitos suponen el 67,5%. En el caso de
las mujeres (7,99% del total de la población carcelaria), más de la mitad (51,3%) están en prisión por delitos
contra la salud pública y el 30,7% por delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico. Estos delitos,
en el caso de las mujeres, supone más de cuatro de cada cinco casos (82%). Gran parte de estas mujeres
proceden de Latinoamérica y han arriesgado hasta sus vidas haciendo de mulas, a veces llevaban las sustancias
–generalmente cocaína– bajo sus ropas pero, otras veces, las habían ingerido.
688
Anuario Estadístico del Ministerio del Interior (2010:199-204).
689
No se tiene en cuenta las denuncias llevadas a cabo por otras Policías Autonómicas (Ertzaintza y Mossos
d’esquadra), ni Municipales.
361
locos, irresponsables o sospechosos. Sin embargo, el discurso poco a poco ha ido evolu-
cionando. Cada vez sectores más amplios de la sociedad, ven la necesidad de realizar
cambios significativos en las políticas sobre el fenómeno social de las drogas pero, como
recogía un Editorial del International Journal of Drug Policy695, «la cuestión ahora es qué
podemos hacer, cómo podemos hacerlo, cuál es el mecanismo apropiado para el cambio».
Desde mediados de los años ochenta hasta la actualidad se han llevado a cabo pro-
puestas concretas de regulación que no se han puesto en marcha. Entre las respuestas
legislativas concretas desde la segunda década en los años ochenta y primeros de la si-
guiente década destacan la Propuesta suiza, de JOSET-ALBRECHT, la Propuesta de Ley
del Partido Radical italiano y el denominado Manifiesto de Málaga, donde destacados
profesionales del ámbito jurídico, aprobaron en febrero de 1991 una Propuesta alternati-
va a la actual política sobre drogas696. El objetivo de este Manifiesto era «junto a con-
cienciar acerca de los negativos efectos de la actual política criminal y criticar la postura
oficial española ciegamente represiva, fijar los puntos esenciales de debate para la elabo-
ración de una alternativa despenalizadora, centrada en la renuncia al Derecho Penal como
instrumento de política preventiva del consumo –que debe hacerse mediante mecanismos
de educación sanitaria y de asistencia– y patrocinadora de la liberalización del tráfico de
drogas entre adultos (sin perjuicio del control de su producción y venta). Al Derecho
Penal habría de corresponder, según el Manifiesto, el castigo de las conductas más graves
de infracción de los controles administrativos, así como la protección de los menores de
edad y la acción contra las organizaciones de narcotraficantes en el marco de la regula-
ción de los delitos contra el orden socioeconómico» (DE LA CUESTA 1992:37-42).
Desde ese período hasta la actualidad, se han realizado diversas aportaciones en la
misma dirección. En el año 2004, como consecuencia del workshop sobre el cannabis697,
celebrado en el Instituto Internacional de Sociología Jurídica de Oñati (IISJO), se
consensuó un acuerdo de mínimos que pudiera servir de referencia para las personas que
apoyan una política diferente en relación al cannabis, desde el punto de vista de la norma-
lización698. Fruto de las aportaciones realizadas en el proceso citado se publicó el Mani-
fiesto de bases para un consenso social sobre el fenómeno del cannabis, en clave de
normalización, más conocido como Manifiesto de Oñati (ARANA y MARKEZ 2006:319-
321). Es una apuesta por un discurso diferente, respetuoso con los derechos y las liberta-
des de las personas, que pretende sustentarse en una información objetiva, verídica y
clara acerca de la sustancia, las personas que la consumen, los tipos de consumos y los
contextos donde se llevan a cabo. Las cuestiones y los principios del Manifiesto de Oñati
están en armonía con la Recomendación del Parlamento Europeo destinada al Consejo y
695
Editorial (2003): «Prohibition, pragmatism and drug policy repatriation». International Journal of Drug
Policy 14, 141-143.
696
Tanto el Manifiesto de Málaga como la Propuesta alternativa a la actual política criminal sobre drogas,
están recogidos en GRUPO DE ESTUDIOS DE POLÍTICA CRIMINAL (1992).
697
Para una mayor profundización sobre las ponencias, debates y proceso de creación del denominado
Manifiesto de Oñati, ver: (ARANA y MARKEZ 2006).
698
Aspecto sobre el que profundizaremos más adelante en este mismo Capítulo.
365
titulado «La legalización de la droga», constataba cómo desde diferentes países desarro-
llados «comienzan a surgir voces nada sospechosas pidiendo un debate serio sobre la
eventualidad de una legalización del consumo de esas sustancias, como paso, probable-
mente necesario, para acabar con una lacra cuyo potencial destructor de países y socieda-
des es mayor que el del terrorismo, que tanto preocupa a las buenas conciencias, y con
toda razón, del mundo occidental». En aquella época, caracterizada por una «política de
represión sin matices» llevada a cabo por la Administración REAGAN, desde un sector
del ámbito universitario y de los medios de comunicación, se apoyaba un nuevo enfoque
sobre este fenómeno social. Sin embargo, como reconoce este mismo Editorial, «el Go-
bierno español, en tanto, se ha sumado a los países prohibicionistas de la línea más dura y
ni siquiera intenta abrir el debate; las personas que opinan a favor de la legalización son
acalladas». Hace ya más de veinte años el Editorial, tras afirmar que «una cosa sí es
segura: lo de ahora es insostenible», abogaba por «abrir un profundo debate» porque «no
abrir ese imprescindible debate equivale, en las actuales circunstancias, a cerrar los ojos
ante una realidad dominada por el aumento de la criminalidad, el crecimiento de adictos,
las muertes por adulteración y la consolidación de un inmenso poder mafioso de incalcu-
lables consecuencias».
Durante la década de los años ochenta, en el Congreso de los Diputados también se
llevó a cabo alguna demanda sobre la necesidad de poner en marcha un debate relaciona-
do con este fenómeno social. El primer día de octubre de 1987, el diputado de Euskadiko
Ezkerra, BANDRÉS (1987:3878 y ss.), en su enmienda a la totalidad sobre el Proyecto de
Ley Orgánica de reforma del Código penal en materia de tráfico ilegal de drogas701, insis-
tió en la necesidad de crear un debate, entre otras razones, porque la legislación que
estaba vigente en aquella época y la propuesta de reforma estaban reforzando «un Dere-
cho Penal de clase», donde sólo iban a prisión las personas que no tuvieran recursos
económicos para pagarse el alto precio de las sustancias denominadas ilegales. Para este
diputado uno de los aspectos más preocupantes de la política prohibicionista era la «la
existencia de ese gran negocio económico detrás del tráfico de las drogas» y manifestó
claramente que no estaba «decididamente pidiendo la legalización de la droga, sino (…)
intentando provocar una reflexión». Por tanto, su enmienda a la totalidad fue interpuesta
«con ánimo de que se inicie, se provoque en este momento un debate…».
A pesar del esfuerzo de la ideología del prohibicionismo por cancelar «el debate sobre
los hechos» (BONINO y PANNELLA 2010:32), cada cierto tiempo se suele apelar, sobre
todo en los medios de comunicación, a la necesidad de cambiar la actual política prohibi-
701
Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Pleno y Diputación Permanente, III Legislatura, núm.
65, jueves, 01/10/1987:3878-3897. Unos años antes, en abril de 1983, este mismo diputado reclamó una
regulación diferente para los derivados del cannabis, por medio del siguiente párrafo: «No será de aplicación
el presente artículo [artículo 344 del Código penal antiguo, referente a los delitos contra la salud pública]
cuando la droga, el estupefaciente o la sustancia psicotrópica sea de nocividad igual o inferior al tabaco y
bebidas alcohólicas de uso corriente y autorizado». Por medio de este párrafo trataba «de acabar, con, o al
menos poner de relieve aquí –porque sé que la enmienda no va a prosperar– una grave falacia social, una
grave hipocresía social» (BANDRÉS 1983:2003).
367
con todos los medios necesarios para prevenir y solucionar los problemas sanitarios y
la exclusión social que ocasiona a las personas (Considerando A).
* La política nacional sobre la droga ha de basarse en conocimientos científicos relati-
vos a los distintos tipos de drogas y no en impulsos emocionales, dado que cada uno
de los problemas relacionados con las drogas exige un enfoque específico (Conside-
rando J).
* Sobre la base de análisis y evaluaciones se emprenda un proceso de revisión de las
políticas relativas a los estupefacientes, con el fin de aumentar su eficacia y eficiencia
en relación con los objetivos que se han de alcanzar, dedicando especial atención a las
políticas alternativas que ya hoy en día logran mejores resultados en muchos Estados
miembros, entre éstos la disminución de los fallecimientos por consumo de estupefa-
cientes, la protección de la salud y la reinserción social y económica de los drogodepen-
dientes, (Considerando K)
* Redefinir la cooperación europea en el ámbito de la política sobre la droga orientada a
poner coto al tráfico de drogas transfronterizo y a gran escala, de tal forma que se
aborde el problema desde todos sus puntos de vista, basándose en un enfoque científi-
co y en el respeto de los derechos civiles y políticos, en la protección de la vida y de la
salud de las personas; (Recomendación a)
* Basar en mayor medida la nueva Estrategia en investigaciones científicas y en una
concertación pormenorizada y estructural con las personas que operan sobre el terreno
en los Estados miembros (Recomendación e).
* Incrementar la investigación social y científica de las sustancias ilícitas con los fines
médicos y sociales pertinentes (Recomendación g).
* Proponer unos medios totalmente distintos de los indicados para conseguir el objetivo
general del proyecto de la Estrategia antidroga de la Unión, dando la prioridad a la
protección de la vida y de la salud de los consumidores de sustancias ilícitas, a la
mejora de su bienestar y protección, con un planteamiento equilibrado e integrado del
problema, ya que los propuestos son inadecuados (Recomendación m).
* Hacer hincapié en el refuerzo de las medidas de información, que deben basarse en
los conocimientos científicos, acerca de las consecuencias del consumo de distintos
tipos de drogas (sobre todo las sintéticas), a fin de poder prevenir a todo el mundo de
manera clara a la par que enérgica (Recomendación w).
* Definir y reforzar de forma exponencial la participación e implicación de los
drogodependientes y de los consumidores de sustancias ilícitas, de la sociedad civil,
de las ONG, del voluntariado y de la opinión pública en la resolución de los proble-
mas relacionados con la droga, en particular, mediante una mayor participación de las
organizaciones que operan sobre el terreno en las actividades del Grupo Horizontal
Droga y la organización de una iniciativa europea anual en materia de prevención,
mediante la creación, a modo experimental, de centros de bajo umbral para la reduc-
ción del daño y para la estrategia antiprohibicionista (Recomendación x)
Un debate y unas prácticas, dentro de la Unión Europea, con los criterios aportados
por este Informe pueden ayudar a exigir desde el viejo continente que se revisen los
372 Drogas, legislaciones y alternativas.
postulados en los que se basan los Convenios Internacionales sobre drogas tóxicas, estu-
pefacientes y sustancias psicotrópicas.
En el campo legislativo, los cambios para la normalización del cannabis deberían girar
sobre los siguientes aspectos:
* Derogar y/o modificar las disposiciones penales que impiden la producción y
comercialización del cannabis y sus derivados entre personas mayores de edad: art.
368 Código penal y siguientes.
* Derogar y/o modificar la legislación administrativa que impide la producción y
comercialización del cannabis y sus derivados entre personas mayores de edad: a) art.
22 de la Ley 17/67 de Estupefacientes; b) arts. 23 y 25 de la Ley Orgánica 1/92 de
Protección de la Seguridad Ciudadana; c) Orden del ministerio de Sanidad y Consumo
190/2004, donde se establece la lista de plantas cuya venta al público queda prohibida
o restringida por razón de su toxicidad.
* Condonar las multas relacionadas con los artículos citados.
* Regular el uso terapéutico del cannabis, mediante la eliminación de cualquier impedi-
mento que pueda obstaculizar la profundización en dichos usos terapéuticos.
* Regular la producción, comercialización y consumo del cannabis y sus derivados, con
las garantías sanitarias que actualmente gozan otras sustancias análogas.
* Regular los clubes privados de consumidores.
Respecto a este último aspecto, desde hace ya años, diversos colectivos en torno a la
Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC), no sólo han propuesto, sino que han puesto
en práctica los denominados Clubs Sociales de Cannabis, donde personas adultas consumi-
doras de cannabis se asocian para autoproducir y autodistribuir esta sustancia entre sus so-
cios, con el objetivo de reducir riesgos asociados al consumo y prevenir posibles daños705.
nios Internacionales cuando el abismo entre las políticas de facto y de jure sean
indefendibles» (WODAK 2003:221-223). Hay quien cree que, tras el primer paso dado
por las autoridades locales en relación a la reducción de riesgos, éstas «darán el segundo
paso hacia la regulación legal de las drogas. La descentralización –o sea el traslado de la
competencia en la política de drogas del nivel internacional al local– es la llave para
obtener el espacio para nuevas políticas de intervención. Con una simple modificación de
algunas partes esenciales de las Convenciones de Drogas de la ONU, las autoridades
nacionales y regionales podrían empezar a diseñar e implementar las políticas que sirvan
específicamente a sus necesidades y tradiciones, sin tener que recurrir a la prohibición
como la sola respuesta a los problemas de drogas» (OOMEN 2005:57). Desde esta pers-
pectiva, la transmisión objetiva de información, la potenciación del debate social y, por
qué no decirlo, la presión ejercida desde diferentes ámbitos sociales (personas consumi-
doras y/o sensibilizadas con la actual situación, corporaciones locales, etc.), van a ser –en
los próximos años– de gran trascendencia.
Al comenzar este último punto, hacíamos mención a una serie de autores que, desde
perspectivas ideológicas muy diferentes, coincidían en la crítica al prohibicionismo, pero
no así en las propuestas alternativas. En este contexto, nos parece oportuno manifestar
nuestra opinión sobre cómo entendemos la propuesta alternativa: primeramente, nuestra
propuesta es totalmente diferente a cualquier tipo de corriente neoliberal, caracterizada
por la desregulación y el laissez faire. Por tanto, optamos por una regulación estatal dife-
rente a la actual, con los criterios que expondremos en los siguientes párrafos, partiendo
de los principios recogidos en el presente capítulo.
Desde principios de los años noventa, el autor de la presente investigación, se ha
posicionado a favor de una política normalizadora, o en clave de normalización, relacio-
nada con el fenómeno social de las drogas. Normalizar no es sinónimo de no regulación
ni de promoción de cualquier tipo de sustancias. Por tanto, discrepamos totalmente de
una política neoliberal, caracterizada por la desregulación y el laissez faire, y optamos
por una regulación estatal diferente a la actual. Nuestra propuesta normalizadora es per-
fectamente compatible con sanciones administrativas y/o penales en casos de corrupción
y del denominado blanqueo de dinero proveniente del tráfico ilícito de drogas.
Entendemos por normalización del fenómeno social de las drogas, un proceso de de-
bate racional y de praxis que ayude a modificar, por un lado, la actual percepción social
que se tiene de las drogas y de las personas consumidoras, y por otro lado, a regular la
actual legislación (comenzando por el cannabis y sus derivados) en base a criterios dife-
rentes a los establecidos, con el objetivo de que puedan salir de la clandestinidad las
sustancias y las personas consumidoras, mediante la apertura de mayores espacios de
aceptación social y respeto a opciones de vida diferentes. Un proceso de debate racional
y de praxis es algo dinámico, que va incorporando al mismo los diagnósticos, las evalua-
ciones y las aportaciones que desde el campo teórico y práctico se realizan, donde están
presentes los derechos –junto con las obligaciones– de todas las personas, y se cuenta con
las personas consumidoras como una parte esencial, precisamente por su propia experiencia.
375
dicha política a toda la población, no sólo a personas incapaces, sino también a personas
dependientes, personas inmaduras y, sobre todo, a personas maduras. El prohibicionismo
crea espacios donde se interaccionan estrategias paternalistas (Di NO a la droga) con
estrategias de exclusión (castigos por consumir, permanencia en prisión por vender, etc.),
para controlar a amplios sectores de la población, según criterios políticos, muy alejados
de los Derechos Humanos y de los derechos y libertades fundamentales de las personas.
Sin embargo, la política normalizadora se basa en una concepción del ser humano como
persona madura (GRÁFICO Nº 5), es decir, con libertad y responsabilidad (como se
regula actualmente la relación con otras drogas, por ejemplo, alcohol, café, tabaco, etc.),
y desde ese marco afronta las cuestiones de personas inmaduras, dependientes o incapa-
ces respecto a los consumos de drogas.
En aproximadamente un siglo de prohibicionismo moderno, en torno a éste se ha
generado una gran inercia –en el amplio sentido de la palabra– para que la política
prohibicionista se imponga. No es cuestión sencilla cambiar una cultura que ha interiorizado
el dogma del prohibicionismo. Por tanto, la normalización en las políticas de drogas tam-
bién la entendemos como un proceso de cambio en la inercia actual prohibicionista hacia
una inercia normalizadora donde los principios expuestos primen sobre las políticas re-
376 Drogas, legislaciones y alternativas.
presivas y se considere a las personas como seres maduros y, por tanto, con la facultad o
el derecho para poder usar las drogas de acuerdo al respeto al libre desarrollo de la perso-
nalidad707.
Pero que nadie piense que con la propuesta de normalización planteada van a desapa-
recer todos los problemas relacionados con este tipo de sustancias, de la misma manera
que actualmente ocurre con el alcohol, el tabaco o los fármacos. La propuesta es un paso
decisivo para que desaparezcan la mayoría de los efectos secundarios –los producidos
por la actual política (adulteración, control social formal a amplias capas de la población
con riesgo de inicio en conductas delictuales, el denominado blanqueo de dinero, etc.)–,
pero también van ser necesarias campañas de información, de prevención y programas
para reducir riesgos y evitar daños con determinado tipo de consumos. No desde la mora-
lidad sino desde la evidencia científica, desde los derechos, libertades y responsabilida-
des que tenemos las personas.
Y finalmente, ir hacia la normalización del fenómeno social de las drogas implica
replantearse las bases de la relación económica –y política– entre los países del planeta, y
la labor que han jugado –juegan y jugarán– tanto Naciones Unidas como los países más
poderosos, en una redistribución de todo tipo de recursos.
En poco más de un año, desde octubre de 2011 hasta noviembre de 2012, se han
producido diversos acontecimientos relacionados con una política diferente en materia de
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«Doce detenidos y más de mil kilos de hachís incautados en una amplia operación antidroga
realizada en Hondarribia». El Diario Vasco, País Vasco, 24/04/1988, primera página.
«La legalización de la droga». El País, Editorial, 22/05/1988, p. 10.
«Barrionuevo asegura que no se ha podido demostrar que ETA tenga relación con el
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«García Vargas: todos los drogodependientes están gravemente amenazados del SIDA».
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«Los presos recibirán lejía para desinfectar jeringuillas». El País, 27/07/1988, p. 15.
«Aumento alarmante de enfermos de sida entre los drogadictos». El Diario Vasco, 16/08/
1988.
«El porcentaje de SIDA en la CAV es tres veces mayor que en el Estado». Egin 18/10/
1988.
«El País Vasco tiene el mayor índice de enfermos de SIDA y la mitad de ellos se encuen-
tran en Guipúzcoa». El Correo Español – El Pueblo Vasco, 18/10/1988.
«El tabaquismo causa 40.000 muertes anuales en España y medio millón en Europa». El
Diario Vasco, lunes, 31/10/1988, p. 10.
«Dieciséis millones de españoles están sufriendo en su hogar las consecuencias del alco-
holismo». El Diario Vasco, 07/11/1988, p. 8.
«Empleado de Renfe muerto, al parecer por sobredosis en Irún». El Diario Vasco, 13/11/
1988, p. 13.
708
En este espacio se recogen las noticas de prensa citadas en la presente investigación donde no constan los
nombres de las personas que han escrito dichos artículos. Los artículos de prensa con nombres y apellidos
aparecen citados en la bibliografía.
406 Drogas, legislaciones y alternativas.
«Otro muerto en Barcelona por sobredosis de heroína pura». El Diario Vasco, 19/11/
1988, p. 29.
«Un joven de 23 años hallado muerto por sobredosis de droga en San Sebastián». El
Diario Vasco, 11/12/1988, p.11.
«Este año han muerto 250 personas en toda España a causa de la heroína». Diario 16,
nacional, 21/12/1988.
«Detenido en San Sebastián un responsable de quemar droga incautada por la Policía».
El Diario Vasco, 31/12/1988, p. 10.
«España, EE.UU. e Italia preparan en Madrid la lucha contra el narcotráfico». El País 14/
06/1989, p. 26.
«España, Italia, y EE.UU. diseñan una estrategia común contra la cocaína». Diario Egin,
21/06/1989, p. 24.
«El cambiazo de cocaína por harina en San Sebastián fue antes de la quema». El Diario
Vasco, 08/07/1990, p. 32.
«Garzón: ‘La ley Corcuera no sirve para combatir el tráfico de droga’». El Diario Vasco,
29/10/1991, p. 3.
«Debate menguante», El País, Editorial, 28/11/1991, p. 16.
«La Fiscalía antidroga reprocha al Gobierno la falta de medios para perseguir el blanqueo
de dinero». El País, 14/02/1992, 16.
«Fiscal poco especial». El País, 14/08/1992, 8.
«El inspector jefe de la Comisaría de Donostia declaró en el juicio contra la operación
Nécora». Egin 01/12/1993, p. 24.
«El Juez archiva el caso de la presunta desaparición de la cocaína de Irún». El Diario
Vasco, 10/01/1995, p. 12.
«Desaparece oficialmente el informe que implicaba al coronel Galindo de narcotráfico».
Diario El Mundo del País Vasco, 06/04/1995, pp. 1, 6 y 7.
«El teniente coronel Blanco cobró de los ‘narcos’ 1,6 millones». El Mundo, jueves, 05/
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«Los ‘tories’ británicos proponen pruebas de sida a los inmigrantes. El plan incluye la
tuberculosis y la hepatitis B». El País, Internacional, miércoles, 16/02/2005, p. 7.
«La droga avanza». La Vanguardia, Editorial, 14/03/2005.
«El Chino se pudo llevar de Mina Conchita 600 kilos de explosivos, eso descarta a ETA».
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«Muchos países deben tomar ejemplo de Euskadi en la lucha contra el sida» (Daniel
Zulaika, Director del Plan del Sida del País Vasco). El Correo, Cultura y Sociedad,
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www.drogomedia.com/hemeroteka/archivos/201007233.pdf
407
408 Drogas, legislaciones y alternativas.
La presente obra realiza un profundo análisis de los discursos
de los textos y los contextos en la creación y el desarrollo de
las políticas y legislaciones (internacionales y estatales) en
materia del tráfico ilícito de estupefacientes, así como de su
aplicación y sus consecuencias en la década de los años
ochenta donde la droga ocupaba el primer lugar de los
problemas sociales en el estado español. Se enmarca dentro
de las demandas realizadas por diversas instituciones
europeas que vienen exigiendo la puesta en práctica de
investigaciones para examinar los efectos de la legislación
penal en materia de estupefacientes y sustancias psico-
trópicas.
Basada en el Análisis de Contenido, el corpus de la obra es
la totalidad de las sentencias del tráfico ilícito de drogas en
la Audiencia Provincial de San Sebastián en la década
señalada. Consta de tres partes claramente diferenciadas:
· Análisis, en materia de estupefacientes, de las Conven-
ciones internacionales, ámbito europeo, políticas y legis-
laciones comparadas (Alemania, Holanda e Italia) y la
política criminal española.
· (Re)construcción de los discursos de las sentencias:
personajes de la enunciación, discursos sobre los hechos y
otros discursos: jurídico-político, técnico-jurídico, econó-
mico, médico, e ideológico.
· Análisis de los efectos primarios y secundarios de las
políticas prohibicionistas, y una propuesta de bases para una S A R E A K
política alternativa en clave de normalización.
Está dirigido tanto a un sector especializado relacionado
con el fenómeno social de las drogas, como a un público más
amplio interesado por conocer o profundizar en algunas de
las claves del denominado fenómeno social de las drogas.