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1 Esta fe sufre rupturas periódicas en nuestra sociedad. Acontecimientos como el estudio sobre la
pacificación de las poblaciones rurales de América latina (Proyecto Camelot) o los informes científicos
del accidente nuclear de la Isla de las Tres Millas muestran la vulnerabilidad de estas profesiones.
Sin embargo, una vez calmada la indignación inicial, se llama a los expertos para que pongan
remedio a los entuertos provocados por sus acciones anteriores.
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analíticas. Aunque sus posiciones difieren en lo que respecta a cuáles son los “datos” básicos de la
experiencia humana, creo que ambos autores mantienen ciertos compromisos básicos que permiten
considerar coherentes entre sí las argumentaciones de ambos.
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sea posible describir y predecir los acontecimientos sociales— (véase, por ejemplo,
Snow, 1973). Los principios básicos o axiomas son abstractos y no dependen de
contextos sociales o históricos (por ejemplo, se intentan descubrir los principios que
relacionan la adquisición de conceptos con el tiempo dedicado a las tareas
académicas en la escuela, el tránsito a etapas superiores del razonamiento moral
con la instrucción en este campo, o el crecimiento intelectual del niño con el
tamaño de su familia y el puesto que ocupa en el orden de nacimientos). Cada una
de estas relaciones posee cualidades que parecen trascender cualquier tiempo o
contexto particulares. El objeto de los axiomas de la ciencia es predecir
condicionalmente el comportamiento, a semejanza de la ley de la gravitación
universal de Newton. Aunque tales modelos axiomáticos no se han desarrollado
aún, este hecho se atribuye al insuficiente grado de madurez de la ciencia social.
En segundo lugar, y relacionado con la universalidad de la teoría, está el
compromiso con la idea de que la ciencia es una actividad desinteresada. Se piensa
que los enunciados científicos son independientes de los fines y valores de los
individuos. Al eliminar los aspectos contextuales, la función de la ciencia se limita a
describir las relaciones entre “hechos”. Suppes (1974), por ejemplo, sostiene que la
ciencia de la educación es una tecnología cuyo objeto es conocer el funcionamiento
de aspectos específicos de los sistemas educativos. En tal sentido afirma que los
educadores “no necesitamos una sabiduría y una comprensión amplia de las
cuestiones que surgen ante nosotros. Lo que precisamos son teorías educativas
profundamente estructuradas que reduzcan drásticamente, e incluso eliminen, la
necesidad de dicha sabiduría”. La idea de desinterés presupone la distinción entre
teoría científica y teoría moral (para una exposición más detallada, véase Bernstein,
1976, I parte). La teoría empírica es una explicación de cómo funcionan las cosas, o
sea, de lo que es. Está al margen de los intereses de los individuos que actúan en
un contexto social y humano y se expresan mediante teorías morales o normativas
acerca del deber ser.
Tercero, se cree que el mundo social existe como un sistema de variables.
Estas variables son elementos distintos y analíticamente separables de un sistema
de interacciones. Las variables se estudian independientemente unas de otras
(véanse, por ejemplo, Easton, 1971; Rosenshine y Furst, 1973). De esta forma, la
enseñanza se reduce a variables específicas que pueden medirse con independencia
del resto de elementos del sistema. Por ejemplo, los elogios del profesor se aíslan de
todos los demás factores del aula o de la práctica docente y se relacionan con el
rendimiento con el fin de comprobar si influyen en los resultados de la escuela. Se
considera que, identificando las variables interrelacionadas, podrán conocerse las
causas del comportamiento dentro de un sistema.
La idea del sistema de variables determina un significado concreto de
causalidad, que es el vigente en las ciencias empírico-analíticas. Se entiende por
causa una relación entre variables empíricas que pueden ser explicadas o
manipuladas para producir resultados predecibles de modo condicional. La
definición habitual de causalidad es: “Si ocurre X, entonces tendrá el efecto Y”.
En cuarto lugar, está la creencia en el conocimiento formalizado, que exige
aclarar y precisar las variables antes de iniciar la investigación. Se deben
operacionalizar los conceptos y otorgarles una definición invariante para poder
verificar y comparar los datos. Un concepto (por ejemplo, inteligencia o rendimiento
académico) significa sólo y siempre lo que resulta de la realización de determinadas
operaciones. Esta concepción proviene de la física. Así, los conceptos sobre la
enseñanza se disponen en sistemas de variables con un significado invariante y que
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además sean susceptibles de medición rigurosa, como por ejemplo los tipos de
preguntas que se hacen en una clase, los elogios del profesor o el número de
respuestas de los alumnos.
Al utilizar unidades de análisis invariantes, el investigador puede generar
variables “independientes” y “dependientes” mediante las que determinar cómo una
unidad influye en las demás y cómo la manipulación de una variable puede tener
“efectos” sobre otras variables. Por ejemplo, se intenta determinar la relación entre
los elogios del profesor y el rendimiento de los alumnos. La comparación y
manipulación de las variables debe confirmar o refutar hipótesis que a su vez se
relacionan con el desarrollo de la teoría. La operacionalización de las variables y la
fiabilidad de las mediciones son importantes para delimitar el ámbito de una teoría
empírico-analítica. Los conceptos y generalizaciones sólo deben basarse en
unidades de análisis que sean operacionales.
Por último, la búsqueda de un conocimiento formal y desinteresado genera un
clima de confianza en torno a las matemáticas a la hora de elaborar una teoría. La
cuantificación de las variables permite a los investigadores reducir o eliminar
ambigüedades y contradicciones. Al mismo tiempo, se emprende la construcción de
una estructura lógico-deductiva del conocimiento mediante la cual se comprueban
las hipótesis y se perfecciona la teoría. “Los modelos matemáticos son herramientas
muy poderosas, no sólo para sistematizar la investigación según formulaciones
teóricas específicas, sino también para controlar las comparaciones entre
formulaciones rivales” (Snow, 1973: 96).
El uso de las matemáticas como instrumento puede considerarse en relación
con las creencias de la tradición empírico-analítica en la existencia de una teoría
universal, una ciencia desinteresada, los sistemas de variables y las definiciones
operacionales. Aunque los modelos matemáticos y la lógica formal se utilizan
también en otros paradigmas, en las ciencias empírico-analíticas ocupan una
posición privilegiada. No obstante, el objetivo de crear modelos matemáticos es a
veces malinterpretado, cuando se entiende que todos los datos han de ser
cuantificados y que la única información fiable es la que se puede reducir a cifras.
Gran parte de las investigaciones sobre la enseñanza pertenecen a la tradición
empírico-analítica. A este respecto, merecen citarse los estudios sobre la relación
entre las preguntas del profesor y el rendimiento de los alumnos (véase Winne,
1979). En dichos estudios se trata de manipular las preguntas que hace el profesor
en el aula para investigar sus efectos sobre la capacidad o el rendimiento de los
alumnos. El procedimiento habitual es comparar dos grupos de alumnos: a uno le
enseña un profesor que utiliza casi siempre preguntas fácticas (convergentes o de
bajo nivel cognitivo); el profesor a cargo del segundo grupo hace preguntas
divergentes o de un nivel cognitivo superior. La variable independiente puede estar
constituida por programas de formación sobre técnicas para hacer preguntas; otras
veces, el experimentador prescribe el tipo de preguntas que hará el docente durante
una clase, que a su vez se divide en secuencias temporales. El propósito de la
investigación consiste en elaborar una teoría de la enseñanza que ofrezca un
conjunto de proposiciones específicas que describan y prescriban la práctica
docente en un ámbito dado. Las relaciones causales descubiertas deberán
expresarse formalmente y también poder aplicarse deductivamente a todas las
situaciones de enseñanza.
Numerosos investigadores de la tradición empírico-analítica reconocen que, en
determinadas fases de un estudio, cuantificar prematuramente las variables puede
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4 Louis Smith (1981) reflexiona sobre cómo este supuesto influyó en sus primeras investigaciones y
sobre el modo en que ha evolucionado su trabajo desde entonces.
5 Para argumentos sobre esta distinción, cf. Easton (1971) y Shaver (1979).
6 El problema de la reforma mediante la ciencia social se comenta con más detalle en los capítulos V-
VIII.
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7 Para algunas exposiciones sobre las ciencias simbólicas, véanse Winch (1971), Schutz (1973),
Luckmann (1977) y Cicourel (1969).
8 Para apreciar de qué modo distintos supuestos paradigmáticos conducen a diferencias de énfasis,
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que una teoría social ha de dar cuenta de los dos tipos de causalidad para explicar
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Winch (1971) examina el papel de las razones y motivos en los fenómenos
sociales utilizando el siguiente ejemplo: se puede mencionar el hecho de que una
persona vota en unas elecciones, lo que puede concebirse en términos de conducta
observable. Sin embargo, ello no basta para comprender ese comportamiento. Votar
es votar por un candidato, lo que supone razonar acerca del significado de esta
acción en la sociedad, así como comprender que el acto de depositar el voto se
relaciona con ciertas normas sociales vigentes, considerándose un acto racional por
la existencia de determinadas normas culturales en cuyo marco tiene lugar dicho
comportamiento. Una teoría sobre lo humano que no examine los motivos y razones
de los comportamientos será siempre inadecuada.
Para ilustrar las implicaciones de la ciencia simbólica comentaremos el estudio
de Barnes (1975) sobre las pautas comunicativas en el aula. En dicho estudio se
considera la interacción personal y comunicativa que tiene lugar en las aulas como
el modo en que se materializa el currículum y se produce el aprendizaje. En la clase,
la comunicación se basa en una serie de acuerdos tácitos entre el profesor y los
alumnos “sobre quién escribe, dónde, de qué manera, sobre qué materia y para
quién”, y sobre quién habla con quién, cuándo y dónde. Estas pautas
comunicativas proporcionan a los alumnos ciertas expectativas sobre cómo
interpretar los comentarios del profesor y las experiencias que viven en clase. Los
procesos lingüísticos del aula tienen otra función importante en el aprendizaje:
permiten que el conocimiento y los procesos de pensamiento sean objeto de
introspección y revisión. De esta manera, la vida comunicativa del aula tiene un
lado activo y otro pasivo; los significados quedan abiertos a la interpretación y el
cambio.
Utilizando transcripciones de las conversaciones observadas en varias aulas,
Barnes analizó las funciones del discurso que proporcionan definiciones
contextuales amplias del aprendizaje y del currículum. Por ejemplo, examinó las
interacciones en pequeños grupos para ilustrar cómo los niños elaboran sus
interpretaciones a través de la conversación y de qué forma se desarrollan las
estrategias lingüísticas que les permiten responsabilizarse de la formulación de
hipótesis explicativas y de su evaluación.
Barnes consideró el discurso de otras dos formas complementarias: por una
parte, estableció una distinción entre las formas de control del conocimiento; por
otra, estudió los aspectos del discurso que controlan el orden social en el aula. En
una investigación sobre las actitudes de los profesores de enseñanza secundaria
hacia el trabajo escrito de sus alumnos, identificó en dichas actividades dos
categorías de conocimiento: los profesores que consideraban la enseñanza como
una transmisión, registro y adquisición de información, y los que la veían como
interpretación, insistiendo en el desarrollo cognitivo y personal. Barnes señala la
existencia de una relación entre la concepción del profesor acerca de su propio rol y
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10Véase el capítulo IV para un estudio de las concepciones políticas que subyacen a los enfoques
simbólicos de la investigación de campo.
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13 Para las dimensiones políticas de la argumentación de Berger, véase Berger y Neuhaus (1977).
14 En este capítulo, la perspectiva cognitiva (understanding) se asimila a la ciencia social simbólica, y
la lógica (explanation) a las ciencias empírico-analíticas.
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crisis fiscal del estado y las contradicciones estructurales que surgen con más
claridad en los períodos de tensiones sociales.
Análogamente a lo que sucede en la sociedad, en la ciencia coexisten distintas
concepciones y métodos. Dichos métodos y concepciones se encuentran
profundamente enraizados en las contradicciones y transformaciones sociales. Los
distintos paradigmas ofrecen una respuesta institucional a los problemas no
resueltos de la vida cotidiana y a los intentos de los individuos por ubicarse en la
sociedad. También en otras estructuras institucionales se dan conflictos básicos
semejantes cuando los individuos definen la sociedad, a sí mismos y la interrelación
de ambos. Además de constituir una dinámica social particular, la ciencia forma
parte de la historia y es expresión de sus luchas y conflictos.
ALGUNAS CONCLUSIONES
Con la identificación de los tres paradigmas de la investigación educativa se ha
mostrado cómo ciertos valores, finalidades y compromisos en competencia mutua se
introducen en las definiciones del conocimiento y del método. Las distintas
definiciones de lo que se entiende por conocimiento adecuado predisponen en
diferentes sentidos la forma, tanto de pensar las condiciones e instituciones
sociales, como de cuestionarlas e intentar su transformación. Cada uno de los
paradigmas ofrece su visión de la “naturaleza” y las “causas” de nuestra situación
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