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Mensaje de La Humildad y Mansedumbre

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La Confrontación

Dios está con nosotros y vamos a vencer cualquier obstáculo, porque para Dios no hay
nada imposible. Y si para Él no hay nada imposible, si El va con usted, si el tiene el
control de su vida, entonces para usted también está la oportunidad de vencer
cualquier cosa. No se desanime, no se eche para atrás, no desmaye, porque estoy
seguro que todos o casi todos están muy cerca de vencer ese obstáculo. Cada día que
pasa está más cerca, aunque cada día que está venciendo el obstáculo, duele un poco
más. Pero cuando sentimos eso, no es sino la señal que vamos por un buen camino.

El tema que quiero tratar hoy lleva como título: “La confrontación”. ¿Por qué la
confrontación? No estoy hablando de la confrontación de unos con otros, sino de la
confrontación con uno mismo. ¿La confrontación es mala? No, es buena y necesaria. A
ninguno nos gusta que nos digan las cosas que no están bien de nosotros, que el
espejo nos diga que somos personas con un mal carácter, que nos digan “esto no está
bien”. En algunos casos, cuando viene alguien y dice: “Yo creo que deberías de hacer
esto”. Muchas veces, nos negamos a eso. Pero Dios utiliza su Espíritu para hablarle, su
Palabra y a la gente que está a su alrededor para confirmarle ese mismo mensaje.
Usted necesita del prójimo para ser formado en una mejor persona.

Proverbios 25:28
Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda.

Este es el hombre que no tiene límites, que no sabe identificar en su vida los riesgos
que corre al hacer ciertas cosas. Mientras esa persona viva así, no va a lograr nada,
siempre está peligrando su vida, y a veces, la vida de los demás.

Proverbios 15:1
La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor.

Verso 14
El corazón entendido busca la sabiduría; Mas la boca de los necios se alimenta de
necedades.

18 El hombre iracundo promueve contiendas, mas el que tarda en airarse apacigua la


rencilla.

28-32 El corazón del justo piensa para responder; Mas la boca de los impíos derrama
malas cosas. Jehová está lejos de los impíos; Pero él oye la oración de los justos. La
luz de los ojos alegra el corazón, Y la buena nueva conforta los huesos. El oído que
escucha las amonestaciones de la vida, Entre los sabios morará. El que tiene en poco
la disciplina menosprecia su alma; Mas el que escucha la corrección tiene
entendimiento.

El verso 32 tiene que ver con el verso 10 de este mismo capítulo: La reconvención es
molesta al que deja el camino; La corrección es parte de la confrontación que Dios
quiere darnos. Él quiere hacer reconocer nuestra debilidad, hacer una transformación
de nuestro carácter.

El que aborrece la corrección morirá.


Jeremías 7:23
Mas esto les mandé, diciendo: Escuchad mi voz, y seré a vosotros por Dios, y vosotros
me seréis por pueblo; y andad en todo camino que os mande, para que os vaya bien. Y
no oyeron ni inclinaron su oído; antes caminaron en sus propios consejos, en la dureza
de su corazón malvado, y fueron hacia atrás y no hacia adelante, desde el día que
vuestros padres salieron de la tierra de Egipto hasta hoy. Y os envié todos los profetas
mis siervos, enviándolos desde temprano y sin cesar; pero no me oyeron ni inclinaron
su oído, sino que endurecieron su cerviz, e hicieron peor que sus padres. Tú, pues, les
dirás todas estas palabras, pero no te oirán; los llamarás, y no te responderán. Les
dirás, por tanto: Esta es la nación que no escuchó la voz de Jehová su Dios, ni admitió
corrección; pereció la verdad, y de la boca de ellos fue cortada.

¿Está dispuesto a la confrontación? ¿Está abierto a eso? ¿Usted es accesible a eso?

Hebreos 11 habla de fe. Dios empieza a hablar de fe y luego cómo obrar por fe. En el
capítulo 12, empieza a hablar de la corrección, porque ésta le va a dar un sentido de
identidad que todo hijo necesita.

Hebreos 12:3-9
Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para
que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta
la sangre, combatiendo contra el pecado; y habéis ya olvidado la exhortación que
como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del
Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama,
disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a
hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin
disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.

Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los
venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y
viviremos?

Cada disciplina tiene su fruto, este proceso tiene un resultado y Dios lo ve como
necesario.

Hay personas que se amargan y se niegan a la disciplina. He conocido a gente que


está peleando con Dios, porque querían que Él hiciera algo como ellos querían, y al no
recibirlo, se amargaron. ¿Podrá el hombre contender contra su hacedor? ¿Podrá
pelear contra el que hizo la tierra y todo lo que en ella hay? Nos cuesta aceptar la
corrección porque nos trataron mal de pequeños, muchas veces. A mí no me gustaba,
me negaba, pero entendí que era la única forma que iba a sobrepasar esos temores
que había en mi vida. Al día de hoy, sigue habiendo gente que me sigue corrigiendo.

Para yo poder corregir a mi hijo, tuve que pasar antes yo con mi padre para que Él me
corrigiera. No voy a poder enseñar corrección si yo no me dejo. Yo le abrí mi corazón a
Dios, me enseñaron que desde ese momento, yo era hijo. Todo hijo que tiene fe es
tratado por un proceso de corrección para que la fe siempre lo acompañe. Aquí hay
personas que tienen únicamente un Dios, pero no un padre. Todos buscamos a Dios,
pero no todos vemos a un padre.
¿Quién lo formó? Usted necesita un encuentro con su Padre, porque conoce de Jesús
por su perdón, sanidad; conoce el Espíritu Santo, por su unción; pero ¿qué conoce de
su Padre? Él es quien da la corrección. ¿A quién buscan los hijos cuando tienen miedo?
¿A quién le piden cuando tienen necesidad? ¿A quién le van a llorar cuando están
enfermos? Cuando usted frecuente, cuando se mantenga, cuando viva encontrándose
con su Padre, se va a dar cuenta cada día, cómo es usted, para qué está aquí. Aquellas
cosas que siempre ha querido, ahí está Él. Hay cosas en la vida en las que no lo ha
hecho parte a El, usted lo hace solo, pero El está dispuesto a hacer muchas cosas por
usted.
MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN

Mateo 11:29-30

MANSEDUMBRE: Dentro de la teología cristiana, la mansedumbre es parte del


Fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22) Este fruto es el beneficio espiritual de la
comunión con Dios. Mansedumbre es la virtud que modera la ira y sus efectos
desordenados.

Como mansedumbre se denomina la condición de manso. Se refiere a


la docilidad, suavidad o benignidad en el carácter o en el trato. La palabra,
como tal, proviene del latín mansuetūdo, mansuetudĭnis.
La mansedumbre es un valor altamente apreciado para quienes se someten a
la disciplina, pues implica una gran humildad y autocontrol, así como una gran
obediencia y una rígida observancia a las normas.
La mansedumbre, confundida a veces con debilidad, supone una gran fuerza
interior y una enorme convicción para enfrentar situaciones difíciles o adversas sin
recurrir a la violencia o caer presa de sentimientos de cólera y rencor.

En las sagradas escrituras, la mansedumbre es una cualidad presente


fundamentalmente en Moisés y en Jesús. Jesús, por ejemplo, dispuesto a
aceptar la voluntad de Dios, reacciona con mansedumbre ante su destino, y
acepta su calvario y muerte: se sacrifica para salvar la humanidad, por amor y por
obediencia. De hecho, refiere esta cualidad en su sermón de la montaña:
“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo,
5:5).
La mansedumbre cristiana a veces se confunde con debilidad o cobardía, pero no
es así. La mansedumbre implica una gran fuerza interior capaz de controlar los
impulsos más elementales del ser humano, como la violencia, el egoísmo o la
arrogancia. Así, la mansedumbre es más bien una actitud de obediencia y amor
hacia Dios y hacia el prójimo.

HUMILDAD

La humildad es una virtud humana atribuida a quien ha desarrollado conciencia de


sus propias limitaciones y debilidades, y obra en consecuencia. Como tal, la
palabra proviene etimológicamente del latín humilĭtas, que a su vez proviene de la
raíz humus, que quiere decir 'tierra'.

Según la doctrina cristiana, la humildad es la actitud virtuosa que se debe observar


ante a Dios, ante su superioridad y perfección, y en plena conciencia de que ha
sido Él quien nos ha concedido la gracia de la existencia. En este sentido, la Biblia
aconseja:
“Revestíos de humildad hacia los demás, porque Dios resiste a los
soberbios y da gracia a los humildes”

I Pedro 5, 5.

La humildad, pues, llama a la conciencia de entender que los seres humanos


somos todos iguales ante los ojos de Dios. De hecho, el mayor ejemplo de
humildad en la doctrina cristiana lo constituye la figura de Jesucristo, a este
respecto dice la Biblia:

“Haya, pues, en vosotros, este sentir que hubo también en Jesucristo,


quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a
que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se
hizo semejante a los hombres. Más aún, hallándose en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y
muerte de cruz”

Filipenses 2, 5-8.

Una persona que actúa con humildad no tiene complejos de superioridad, ni tiene
la necesidad de estar recordándoles constantemente a los demás sus éxitos y
logros; mucho menos los usa para pisotear a las personas de su entorno. En este
sentido, la humildad es un valor opuesto a la soberbia.

Finalmente, la humildad es también la actitud de quien se somete o rinde a la


autoridad de una instancia superior. En las religiones, por ejemplo, la sumisión
está asociada al temor de Dios. No obstante, comportarse con humildad implica
también evitar actitudes de prepotencia ante un jefe o una autoridad policial y, más
bien, optar por el acatamiento.

Una persona que actúa con humildad no tiene complejos de superioridad, ni tiene
la necesidad de estar recordándoles constantemente a los demás sus éxitos y
logros; mucho menos los usa para pisotear a las personas de su entorno. En este
sentido, la humildad es un valor opuesto a la soberbia.

Eclesiastés 10:4 Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar;
porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas.

Ahí empezamos a reconocer qué es una persona de un corazón manso y humilde.


Quiero tocar estas dos palabras porque sé lo que va a lograr cuando sea una virtud
que mantenga todo el tiempo en su vida. Porque mientras me escucha, todos parecen
personas mansas y humildes, pero basta que alguien encienda el enojo, la ira, la
desesperación, cómo es que usted reacciona, porque la humildad tiene el poder de
abrirle puertas, el orgullo se las cierra. La humildad tiene el poder de hacerlo llegar
delante de Dios, el orgullo hace que El se aleje de usted.

Tito 3:1-2 Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que


obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no
sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los
hombres.

Esta parte, señala que una de las virtudes del manso y humilde, es el que sabe seguir
instrucciones y corresponder a la dirección que se le dé. Es esa persona que siempre
está dispuesta a hacer lo que le piden, no importando cómo se lo pidan ni cuándo; no
importando lo que tenga que dejar de hacer para cumplirlo. Toda persona que se
quiera ejercitar en eso es la que logra ser mansa y humilde para con los que ve, y
seguramente, podrá serlo para con el que no ve. El problema es que estos valores se
van perdiendo mientras nuestro ego toma el control de nuestro corazón y éstos
desaparecen. Puede llegar el momento que Dios nos cierra las puertas donde
necesitamos que las abra.

I Pedro 3:10-15 Porque: El que quiere amar la vida Y ver días buenos, Refrene su
lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño; Apártese del mal, y haga el bien;
Busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos
atentos a sus oraciones; Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos
atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el
mal. ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Mas
también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por
tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el
Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con
mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que
hay en vosotros;

Quise leer esta parte, porque mansedumbre no es quedarse callado aguantando lo que
le están tirando a uno. Mansedumbre es aprender a responder, es tener respuestas
correctas en el momento preciso. Es tomar dominio sobre nuestro ego, nuestro orgullo
y presentar una respuesta correcta en el momento preciso. No es quedarse callado.
Eso se llama mudez, porque no habló. Se denota en la forma en que usted arregla las
cosas, en que llega a resolver los asuntos de su vida; se nota cuando en medio de un
conflicto conyugal, siempre tiene las palabras correctas para corregir lo que hay que
corregir. Mansedumbre no es responder o tener una respuesta ofensiva en el momento
de un conflicto. La mansedumbre y humildad abre puertas, el orgullo las cierra. ¿Se
necesita humildad para perdonar? Si no tiene mansedumbre, no va a poder dirigir.
Trate de dirigir a alguno que no sea manso. ¿Cómo pretende uno trabajar en un lugar
donde no se dejan dirigir, donde no le pueden decir cómo hacer las cosas? La persona
que no se deja dirigir es porque piensa que la está menospreciando y no es así.

Salmo 25:9 Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su
carrera.

Una persona con humildad y mansedumbre, se va a dejar dirigir por Dios, sabe cómo
Dios lo va a establecer.

Salmo 138:6 Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, Mas al altivo mira de
lejos.
Isaías 57:15 Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo
nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y
humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el
corazón de los quebrantados.

En la Biblia se marcan todos aquellos hombres que con el orgullo lo llevaron a la


perdición. La humildad tiene el poder de abrirle puertas. Y la más importante que se
puede abrir en la vida es la del trono de Dios. Para transformar de un corazón
orgulloso a un humilde, hay un proceso. Le voy a contar la historia de un hombre que
fue pasado por el horno para crear dentro de él un corazón con humildad, un corazón
manso para ser posicionado donde pudiera soportar cualquier cosa. Uno de los riesgos
más grandes es cuando el corazón se enorgullece. Dios le recalcó a su pueblo: “no te
olvides de donde te saqué”. Tuvieron que pasar un proceso donde el corazón tenía que
ser probado, sólo así estuvieron listos para conquistar una tierra, porque el corazón
necesitaba un nivel diferente.

El corazón suyo tiene mucho poder para hallar gracia o para que Dios lo vea de lejos.
Tiene la capacidad de volvernos personas que todo el tiempo estamos buscando que
nadie se aproveche de nosotros. No estoy hablando de gente que hace con nosotros lo
que quiere, sino de personas que se saben comportar y tienen las palabras correctas
para que sepan responder en el momento adecuado. Estoy diciendo que guarde su
corazón y sepa responder. Porque mientras la humildad y mansedumbre reinen en su
corazón, siempre va a tener una palabra adecuada para responder y va a ganar
cualquier conflicto que se le presente. Imite la actitud de Jesús; a José que a pesar de
la adversidad, pudo mantenerse de una forma correcta, porque supo que estaba
siendo preparado para un momento de exaltación. Hay cosas que no han llegado a
nuestra vida porque no hemos permitido que la humildad se quede.

Es necesaria la adversidad para mantener un corazón manso y humilde. La adversidad


sólo es una preparación y de ahí, van a surgir los valores que nos mantendrán. Dios
puede exaltar a aquellos corazones que sabe cómo van a reaccionar en las alturas.

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