Hemapotoyesis

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2.

1 INTRODUCCIÓN
El Sistema inmune consta de una serie de órganos, tejidos y
células ampliamente repartidos por todo el cuerpo.
Funcionalmente, los órganos se clasifican
en primarios y secundarios. Los primeros suministran el
microambiente para la maduración de los linfocitos, mientras
que los segundos se encargan de capturar el microorganismo o
antígeno, suministrando el entorno adecuado para que los
linfocitos interactúen con él.

Los distintos órganos linfoides están interconectados por vasos


sanguíneos y vasos linfáticos, de modo que se constituye un
sistema unitario, entrelazado y bien comunicado. Estos vasos
transportan células del sistema inmune, de las cuales el tipo
central es el linfocito.
Algunos datos:

Los linfocitos constituyen el 25% de los leucocitos sanguíneos, y el 99% de las células linfáticas.
Existen unos 10 billones de linfocitos en el cuerpo humano, que equivalen a la masa del cerebro.

Aunque en la respuesta inmune intervienen varios tipos de


leucocitos, sólo los linfocitos presentan las siguientes
características:

Especificidad
Variedad (diversidad)
Memoria inmunológica
Reconocimiento de lo propio y lo ajeno

2.2 HEMATOPOYESIS
La hematopoyesis consiste en la formación y desarrollo de
células sanguíneas a partir de la célula madre
pluripotencial (stem cell).
Durante las primeras semanas embrionarias se encuentran células
madres en el saco vitelino, las cuales van diferenciándose en células
eritroides, provistas de hemoglobina embrionaria.
Desde el tercer mes hasta el séptimo de embarazo, las células madre
migran, primero al hígado fetal, y después al bazo fetal, donde
sigue la heamtopoyesis.
Desde el séptimo mes, va disminuyendo la hematopoyesis en el
hígado y bazo, hasta que desaparece para la época del nacimiento, y
va adquiriendo preeminencia el papel de la médula ósea.

Todas las células sanguíneas proceden de la citada célula madre


pluripotencial. En la médula ósea sólo hay una de tales células
por cada 10.000 totales. Son células capaces de
autorregeneración, de modo que durante la vida adulta se
mantienen homeostáticamente. En circunstancias de alta
demanda de células sanguíneas aumenta la capacidad
proliferativa de la célula madre.
Ejemplo:

Un ratón irradiado con rayos X (950 rad) moriría al cabo de unos 10 días; pero si le infundimos sólo
diez mil o cien mil células de médula ósea de un ratón singénico, se reconstituye todo su sistema
hematopoyético.

Como se puede ver, tanto en el linaje linfoide como en el


mieloide, los progenitores quedan "comprometidos" o
determinados a seguir una determinada ruta de diferenciación;
ello se debe a que adquieren la capacidad de responder a
determinados factores de crecimiento. En la médula ósea
adulta, las células de la línea hematopoyética van madurando y
diferenciándose en el interior de un estroma compuesto por
células no hematopoyéticas (células grasas, endoteliales,
fibroblastos, etc.). La maduración se debe al microambiente
suministrado por la matriz celular del estroma junto con factores
difusibles o no difusibles. Entre los difusibles se encuentran
diversos factores de crecimiento.

Las células ya diferenciadas adquieren deformabilidad de


membranas, lo cual les permite pasar a través de la pared
sinusoidal, a los senos de la medula ósea, desde donde
acceden a la circulación general.
2.2.1 Factores hematopoyéticos de
crecimiento
Las células hematopoyéticas requieren factores de crecimiento
se requieren para:

Supervivencia
Multiplicación
Diferenciación
Maduración

Hay varios tipos de factores:

1. Factores estimuladores de formación de colonias (CSF),


pertenecientes a la familia de las glucoproteínas ácidas.
Ejemplos: multi-CSF (también llamado IL3, es un factor
multilinaje; GM-CSF (estimulador de la línea granulocito-
macrófago); M-CSF (de la línea que conduce al monocito-
macrófago); G-CSF (de la línea que desemboca en los
granulocitos).
2. Eritropoyetina (EPO), que se produce en el riñón, y que
estimula la línea que, vía progenitor eritroide conduce a los
eritrocitos.
3. Otros factores: principalmente las interleuquinas IL-4 a IL-
9, segregadas por células estromales, macrófagos
activados, etc.

2.2.2 Regulación de la hematopoyesis


La hematopoyesis se mantiene durante toda la vida del
individuo, de modo que el número de células nuevas equilibra al
de células que se pierden o mueren.
Cada tipo celular tiene una vida media más o menos característica:

los eritrocitos viven unos 120 días, al cabo de los cuales son
fagocitados por los macrófagos del bazo
los neutrófilos duran unos pocos días
algunos linfocitos T duran más de 30 años.
El cuerpo humano produce unos 400 000 millones de células de
la línea hematopoyética cada día.

La hematopoyesis está regulada de forma muy fina, de modo


que cada tipo celular tiene un control diferente, pero además,
esta regulación es lo suficientemente flexible para permitir
incrementos de 10 o 20 veces ante una infección o una
hemorragia.

La regulación de fase estacionaria (en ausencia de infección o de


hemorragia) se logra por la producción controlada de citoquinas por
parte de las células estromales de la médula ósea.
Ante una infección o hemorragia se produce una hematopoyesis
inducible (incrementada), por la acción de citoquinas segregadas por
macrófagos y linfocitos TH: se incrementa la cantidad de células
específicas de la médula ósea, que al madurar tenderán a migrar al
foco de infección o lesión.

2.2.3 Muerte celular programada


Como ya dijimos, en cada linaje hematopoyético existe un
equilibrio entre la producción de células nuevas y la destrucción
de células adultas. Esta destrucción ocurre por la llamada
muerte celular programada o apoptosis:

la célula disminuye de tamaño (se encoge);


se modifica su citoesqueleto, lo cual se refleja en que la membrana
celular se arruga;
la cromatina se condensa en varias zonas del núcleo (fenómeno
de picnosis);
el ADN se fragmenta en múltiplos de unos 200 pb, el equivalente al
que existe en cada nucleosoma, debido a la acción de nucleasas, que
cortan por la región internuclesómica (ello se ve bien por el patrón
"en escalera" del ADN sometido a electroforesis en gel de agarosa);
los núcleos se fragmentan.
Al final, la célula se descompone en varios trozos, los
llamados cuerpos apoptósicos, que rodeados de membrana,
pueden contener orgánulos intactos.
Los fagocitos profesionales (macrófagos y leucocitos
polimorfonucleares) finalmente fagocitan y degradan los cuerpos
apoptósicos: de esta forma se logra que el contenido de las células
viejas no se libere al exterior, con lo que se evita la respuesta
inflamatoria.

Este mecanismo de muerte celular programada se opone al


fenómeno de la necrosis (por ejemplo, la que se genera por
algún daño tisular). En la necrosis las células se hinchan y
terminan estallando, liberando sus contenidos al exterior, lo cual
produce efectos citotóxicos en otras células, desarrollándose
una inflamación junto con destrucción de tejido.

¿Qué hace que una célula moribunda o un cuerpo apoptósico


sea reconocido por los fagocitos para su ingestión y destrucción
intracelular? Al parecer, existe una serie de cambios en su
superficie que permiten ese reconocimiento:

la célula pierde ácido siálico, de modo que quedan expuestos los


azúcares de la membrana, los cuales son reconocidos por lectinas de
los fagocitos;
los fagocitos liberan la trombospondina, que sirve de puente entre el
fagocito y la célula moribunda (tiene un sitio de unión que reconoce
un receptor de la célula apoptósica, y otro sitio que se engarza con
integrinas del fagocito);
se exponen al exterior cadenas de fosfatidil-serina de la célula a
eliminar, que son reconocidos por un receptor de los fagocitos.

La apoptosis posee un claro sentido evolutivo y adaptativo:

evita daños inflamatorios de la necrosis;


el suicidio ("altruismo citológico") de las células es beneficioso para el
individuo. Esto es especialmente cierto para los linfocitos, que
tienen per se una gran capacidad proliferativa, y que están casi en el
límite de su "potencial cancerígeno".

Al menos en algunos casos, la apoptosis es una muerte


celular programada genéticamente, que forma parte del
repertorio de respuestas adaptativas de la célula ante ciertos
estímulos o ante la ausencia de otros. Existen dos clases
principales de genes implicados:

myc, p53: inductores de la apoptosis en ausencia de ciertas señales


de supervivencia;
bcl2 y otros: inhibidores de apoptosis en presencia de ciertas señales
de "rescate"

2.3 MARCADORES DE
SUPERFICIE DE LEUCOCITOS
Los linfocitos y otros leucocitos, así como sus precursores
hematopoyéticos, presentan patrones característicos de
moléculas de superficie, que pueden ser aprovechadas como
marcadores para distinguir y caracterizar distintas poblaciones
celulares.

Esta caracterización se realiza mediante anticuerpos


monoclonales (AcMo); cada anticuerpo monoclonal distingue un
solo tipo de molécula, e incluso partes específicas y variantes de
cada tipo de molécula. Durante varios años, cada grupo de
investigación bautizaba a las moléculas según su propia
nomenclatura, lo que creó un auténtico galimatías de
denominaciones sinónimas de las mismas moléculas.
Afortunadamente, en 1982 se celebró un "Taller de antígenos de
diferenciación de leucocitos humanos" que llegó a una
nomenclatura unificada así como a normas para la aceptación y
denominación de nuevos marcadores. Dicha nomenclatura se
basa en los llamados grupos de diferenciación (CD, "cluster
of differentiation"): consisten en todos los AcMo que
reconocen una determinada molécula de membrana leucocitaria.
En la práctica, se concede la denominación de "CDx" (siendo "x"
un guarismo árabe determinado) a cada molécula de superficie
caracterizada por ese conjunto de anticuerpos monoclonales.

Podemos considerar varias clases de marcadores:

de linaje (p. ej., el CD3 sólo existe en el linaje que conduce a los
linfocitos T);
de maduración (ej.: el CD1 sólo aparece en las fases madurativas de
células T en el timo);
de activación (p. ej., el CD25 es el receptor de la citoquina IL-2, y
sólo se expresa en aquellas células T estimuladas previamente por el
antígeno).

Como veremos oportunamente, a pesar de la gran diversidad de


CDs, muchas de ellas presentan homologías mutuas,
pudiéndose agrupar en familias e incluso superfamilias que
comparten un origen evolutivo común, por medio de los
mecanismos de duplicación de algún gen ancestral, con ulterior
divergencia de secuencias de cada copia.
A título ilustrativo, veamos algunas familias de marcadores:

Superfamilia de las inmunoglobulinas , donde se incluyen CD2,


CD3, CD4, CD8.
Familia de las integrinas: cada miembro de esta familia consta de
dos cadenas,  y  . Se distinguen distintas subfamilias, dependiendo
del tipo de cadena ß.
Selectinas (que tienen especificidad de lectinas).
Proteoglucanos (como el CD44), que se unen a componentes de la matriz extracelular.

2.4 CÉLULAS LINFOIDES


Los linfocitos T y B son los responsables de la respuesta inmune
específica.

Se producen en los órganos linfoides primarios a razón de 1000


millones al día, y de allí migran a órganos linfoides secundarios y a
espacios tisulares.
En el adulto existe un billón de linfocitos, equivalentes a un 2% del
peso corporal.
Suponen del 20 al 40% de los leucocitos totales.
Existen tres poblaciones de linfocitos funcionalmente distintas,
caracterizada cada una por un juego de marcadores, pero son difíciles
de reconocer morfológicamente entre sí:

1. células T
2. células B
3. células NK
Los linfocitos T y B vírgenes (no cebados) son pequeños
(unas 6  m de diámetro), con poco citoplasma, que forma un
estrecho anillo alrededor del núcleo. Poseen cromosomas
condensados, con abundante heterocromatina; albergan pocas
mitocondrias, y apenas nada de retículo endoplásmico ni de
complejo de Golgi.

En sí mismos, en ausencia del Ag específico, tienen vida corta (de


unos días a unas pocas semanas), y fácilmente sufren muerte celular
programada.
En cambio, si entran en contacto con el Ag a partir de sus receptores
específicos, sales de la fase G0 y entran en el ciclo celular (G0  G1 -
 S  G2  M). En la fase G2 corresponden a linfoblastos:
aumentan su tamaño (15  m), aumenta algo la eucromatina,
aparece un nucleolo patente y aumenta la proporción del citoplasma,
donde se puede observar un A. de D. bien desarrollado. Estos
linfoblastos proliferan y finalmente se diferencian en dos
subpoblaciones:

1. células efectoras, de vida corta, con REr bien


desarrollado en capas concéntricas, y vesículas de A.
de G.
2. células de memoria, que están en G0, con vida
larga (algunas duran toda la vida del individuo).

2.4.1 Linfocitos B
En los mamíferos, los linfocitos B se diferencian en la médula ósea,
mientras que en las aves lo hacen en la bursa o bolsa de Fabricio.
Constituyen del 5 al 15% de los linfocitos circulantes.
Reconocen al antígeno en forma soluble, por medio de sus
inmunoglobulinas de membrana (mIg), que forman parte del
complejo receptor de las células B (BCR). En cada linfocito hay unas
150.000 moléculas de mIg (de las clases M y D), que han sido
sintetizadas por él. Todas estas moléculas poseen la misma
especificidad antigénica. Acompañando a cada mIg, unidas no
covalentemente con ésta, existen dos tipos de cadenas
acompañantes, llamadas Ig e Ig , que son invariantes.
Otros marcadores de superficie:
MHC II
receptores para el complemento: CD35 (=CR1) y CD21 (=CR2)
receptor para IgG exógena: CD32 (=FcRII), que juega un papel en las
señales negativas para el linfocito B

En ausencia de estímulo antigénico, estos linfocitos B maduros


vírgenes mueren por apoptosis al cabo de unos pocos días. Si,
en cambio, se une por su BCR al Ag complementario específico
(y con la ayuda de señales de macrófagos y células T), se pone
en marcha la selección y proliferación clonal, que termina (al
cabo de 4-5 días) con la diferenciación de dos subpoblaciones:
una de células plasmáticas secretoras de Ac, y otra de células B
de memoria (cebadas).

Las células plasmáticas poseen las siguientes características:

carecen de Ig de membrana.
Son mayores y con más proporción de citoplasma que las B de las
que proceden.
Su RE está muy desarrollado. Esto explica la gran cantidad de Ac
secretados que producen; esos anticuerpos poseen la misma
especificidad antigénica que la de las mIg de la célula B original.
No circulan por la sangre ni por los vasos linfáticos, sino que se
localizan en los órganos linfoides secundarios y los lugares de la
respuesta inmunológica.
Viven unos pocos días; al ser células en fase de diferenciación
terminal, carecen de capacidad mitótica, y mueren por apoptosis.

Los linfocitos B cebados de memoria, en cambio, pueden


vivir en reposo durante largos períodos (más de 20 o 30 años).
Cuando se exponen al Ag específico, dan una respuesta
inmunitaria más rápida, más intensa, y con mayor afinidad. Su
aspecto es similar al de los linfocitos B vírgenes.

2.4.2 Linfocitos T
Durante la infancia, se diferencian en el timo, pero al llegar la
adolescencia, el timo regresiona, y entonces la diferenciación ocurre
sobre todo en la piel y mucosa intestinal.
Poseen un receptor de membrana (TCR) asociado no covalentemente
al llamado complejo CD3, lo que conjuntamente se denomina
complejo receptor de las células T.
Aunque el TCR es diferente estructuralmente a las Ig, posee zonas
homólogas. Una diferencia importante del modo de reconocimiento
antigénico del TCR respecto del BCR es que aquél sólo interacciona
con el Ag dispuesto en la superficie de células del propio organismo
(de hecho, el antígeno procede de procesamiento proteolítico, y le es
"enseñado" al linfocito T asociado a moléculas de MHC).
Existen dos tipos de TCR, que definen dos poblaciones diferentes de
linfocitos T:
TCR2
TCR1
La mayoría (85%) de las células T poseen el TCR2, y a su vez
se pueden dividir en dos tipos:
Las TCR2 CD4+ funcionan como células cooperadoras (TH): reconocen
el Ag expuesto por el MHC-II propio de células presentadoras de Ag
(APC), y al hacerlo, se activan y expanden clonalmente, secretando
citoquinas que juegan un papel clave en la activación de otras células
(B, T, etc.). A microscopio, la mayoría muestran el llamado
corpúsculo de Gall (un grupo de lisosomas primario junto con gotitas
de lípidos).
Las TCR2 CD8+ generalmente funcionan como células T citotóxicas o
matadoras (Tc). Un 65% de ellas poseen cuerpo de Gall. Reconocen
el Ag expuesto en moléculas MHC-I de células propias infectadas con
virus o cancerosas, lo cual, junto con las señales adecuadas de
citoquinas, provoca la activación y proliferación clonal, con
diferenciación a linfocitos T citolíticos (CTL), que matan
extracelularmente a las células propias enfermas.

Por supuesto, en cada uno de estos casos de activación,


proliferación y diferenciación, se genera paralelamente una
subpoblación de linfocitos de memoria.

Durante mucho tiempo se habló de una tercera categoría de


linfocitos T, los llamados supresores (Ts), pero su existencia
como población diferenciada parece estar descartada.

Los linfocitos TCR1 se descubrieron hace poco. Suponen sólo el 15%


de los T totales, pero no son circulantes, sino que se localizan en
ciertos epitelios (por ejemplo, los linfocitos intraepiteliales del
intestino). Parece que están especializados en reconocer ciertos
patógenos (por ejemplo, micobacterias), que tienden a entrar por las
mucosas.

2.4.3 Células agresoras naturales (NK)


A diferencia de otros linfocitos, carecen de especificidad y de
memoria, por lo que forman parte del sistema de inmunidad natural o
inespecífico.
Representan el 15-20% de los linfocitos sanguíneos.
Sus marcadores distintivos son CD16 y CD57, pero carecen de
marcadores de los linfocitos del sistema específico.
Su maduración es extratímica.
La mayoría (no todos) son linfocitos granulares grandes (LGL), con
mayor proporción de citoplasma que los linfocitos T o B.
Poseen mitocondrias y ribosomas libres, pero poco REr. Exhiben gran
A. de G. Lo que más destaca a microscopio es la existencia de unos
gránulos azurófilos densos a los electrones, delimitados por
membrana.
Poseen dos tipos de funciones:
acción citotóxica
acción reguladora del sistema inmune a través de las citoquinas que
producen.

Como células citotóxicas, su papel fisiológico se está empezando


a comprender sólo recientemente: existen buenos indicios de
que eliminan por inducción de apoptosis a células propias
infectadas con virus o células tumorales. Ello lo realizan porque
reconocen células propias enfermas en base a que éstas poseen
menos moléculas MHC-I. También pueden desarrollar
citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos (ADCC).

2.5 CÉLULAS MIELOIDES


Las células mieloides son:

Fagocitos: leucocitos polimorfonucleares neutrófilos (PMN) y


monocitos, que a su vez se diferencian a macrófagos.
Células dendríticas.
Eosinófilos
Basófilos
Mastocitos

2.5.1 Los fagocitos


Los granulocitos neutrófilos y los monocitos/macrófagos poseen
un origen común. Su antecesor ontogenético es la célula
pruripotencial mielo-monocítica (CFU-GM), que se diferencia en
dos líneas.

2.5.1.1 Polimorfonucleares neutrófilos

Constituyen más del 90% de los granulocitos (polimorfonucleares)


Son de vida corta (2-3 días), y se producen en la médula ósea a
razón de unos cien mil millones al día.
Son circulantes, salvo cuando son reclutados a tejidos en inflamación.
Su núcleo es multilobulado (de 2 a 5 lóbulos).
Posee gránulos citoplásmicos de dos tipos: los azurófilos (primarios) y
los específicos (secundarios).
Tras salir de la médula ósea, circulan por la sangre durante 7-10
horas, y luego pasan a tejidos, donde mueren a los 2-3 días.
Cuando hay infección, la médula ósea produce más cantidad de
neutrófilos (la leucocitosis de neutrófilos es un indicio clínico de
infección).
Son los primeros fagocitos en llegar a la zona de infección, atraídos
por quimiotaxis debida a sustancias liberadas en el foco de la
infección.
Al llegar al foco, actúan como fagocitos: ingieren la partícula extraña,
incluyéndola en un fagosoma, al que fusionan sus gránulos:
Gránulos azurófilos (primarios): son mayores y más densos, con típica
morfología de lisosoma. Contienen mieloperoxidasa y agentes
antimicrobianos no oxidantes (defensinas, catepsina G y algo de
lisozima).
Gránulos específicos (secundarios): son más pequeños y menos
densos a los electrones; contienen la mayor parte de la lisozima de la
célula, así como lactoferrina y fosfatasa alcalina.

Ambos tipos de gránulos se fusionan con el fagosoma, para


digerir y eliminar la partícula extraña, con mecanismos
dependientes de oxígeno más potentes que los del macrófago.

Estas células constituyen una buena barrera defensiva frente


a bacterias piogénicas.

2.5.1.2 Fagocitos mononucleares


El sistema fagocítico mononuclear (SFM) está constituido por los
monocitos circulantes y los macrófagos tisulares. Los
promonocitos de la médula ósea, al madurar salen de ella,
diferenciándose en monocitos circulantes, que al cabo de unas 8
horas emigran a distintos tejidos, donde se convierten en
macrófagos.

1) Monocitos

Son células de unos 10-18  m de diámetro, con núcleo en forma de


herradura o de pera.
Su membrana, vista al microscopio electrónico, aparece con finas
rugosidades.
Su citoplasma posee gránulos azurófilos, que al microscopio
electrónico son densos y homogéneos. Dichos gránulos son lisosomas
que contienen peroxidasa e hidrolasas ácidas importantes para el
mecanismo de muerte intracelular de microorganismos.
El aparato de Golgi está bien desarrollado, y se observan
mitocondrias.

2) Macrófagos

Como ya dijimos, al cabo de unas 8 horas de su salida de la


médula, los monocitos migran a tejidos y se diferencian a
macrófagos. Los macrófagos pueden ser residentes (fijos en
tejidos) o libres.

residentes: cumplen misiones concretas en cada uno de los tejidos,


pudiendo recibir, en su caso, denominaciones peculiares. Por ejemplo:
células de Kupffer, en las paredes vasculares de los sinusoides
hepáticos
células mesangiales de los glomérulos renales
macrófagos alveolares de los pulmones
macrófagos de las serosas (p. ej., de la cavidad peritoneal)
células de la microglía del cerebro
osteoclastos de los huesos
histiocitos del tejido conjuntivo
libres: están estratégicamente situados para atrapar
material extraño en órganos linfoides secundarios:
macrófagos de los sinusoides esplénicos (en el bazo)
macrófagos de los senos medulares (en los ganglios linfáticos)

Características principales:
Los macrófagos son células de vida más larga que los neutrófilos
(meses e incluso años).
Poseen un núcleo en herradura.
En su citoplasma se ve un abundante retículo endoplásmico rugoso y
gran número de mitocondrias.
Están especialmente adaptados a luchar contra virus, bacterias y
protozoos intracelulares.

Los fagocitos mononucleares constituyen el mejor ejemplo de


células que, siendo en principio del S.I. natural, en el curso de
la evolución se han adaptado a jugar papeles centrales en el S.I.
adaptativo:

A) En la respuesta inmune natural: los fagocitos presentan


dos tipos de actividades:

como tales fagocitos


como productores de citoquinas

1) Actividad fagocítica:

Los fagocitos engullen (fagocitan) partículas extrañas


(microorganismos y macromoléculas extrañas), células propias
lesionadas o muertas y restos celulares.

El fagocito se ve atraído por quimiotaxis, se adhiere por


receptores al microorganismo o partícula extraña, con lo que se
activa la membrana del fagocito, emitiendo pseudópodos
(basados en el sistema contráctil de actina-miosina), que
finalmente se fusionan, cerrándose y creándose una vesícula
membranosa que engloba al antígeno, denominada fagosoma.

La destrucción intracelular de la partícula extraña comienza con


la entrada del fagosoma en la ruta endocítica: el fagosoma se
fusiona con los gránulos, para formar el fagolisosoma.

El contenido vertido de los gránulos, junto con otras actividades


del macrófago, supone una batería de mecanismos microbicidas
y microbiostáticos, además de enzimas hidrolíticas que digieren
las macromoléculas. El material de desecho se elimina por
exocitosis.

Este sería el mecanismo fagocítico básico (muy similar al ya


existente en protozoos amebianos), pero dicho mecanismo
primitivo se ve mejorado (unas 4.000 veces) por medio de otros
componentes del sistema inmune: se trata de un conjunto de
moléculas, denominadas opsoninas, que recubren al
microorganismo, y que sirven de vínculo de unión entre la
partícula invasora y el fagocito. Como ejemplo de opsoninas se
cuentan la IgG (para la que el fagocito posee el receptor Fc R)
y el componente C3b del complemento (para el que el fagocito
dispone del receptor CR1).

Las actividades antimicrobianas serán estudiadas en detalle en


un capítulo posterior (veáse 13.2). Aquí sólo daremos una
clasificación de las mismas:

I. mecanismos dependientes de oxígeno:


A. intermediarios reactivos de oxígeno (ROI)
B. intermediarios reactivos de nitrógeno (RNI)
II. mecanismos independientes de oxígeno: proteínas
antimicrobianas preformadas:
A. péptidos catiónicos como las defensinas
B. catepsina G (proteinasa neutra)
C. lisozima
D. lactoferrina (secuestra Fe y altera las proteínas de
FeS

2) Producción de citoquinas: Los macrófagos producen


citoquinas que atraen a otras células, sobre todo a PMN
neutrófilos. Como veremos, dichas citoquinas son las
responsables de muchos de los efectos sistémicos de la
inflamación (p. ej., la fiebre). También producen factores para
fibroblastos y células endoteliales, que promueven la reparación
de los tejidos dañados.
B) Papel de los fagocitos como células accesorias en las
respuestas inmunes específicas

1. Como células presentadoras de antígeno (APC): Como


dijimos, no todo el Ag se degrada totalmente en la ruta
endocítica. Como veremos oportunamente, quedan
péptidos de unos 10 aminoácidos de longitud, que se
asocian dentro del endosoma con moléculas MHC de tipo
II. Los complejos {MHC-II + péptido} de la vesícula
emigran a la membrana citoplásmica, con lo que quedan
expuestos en la superficie del macrófago, listos para ser
reconocidos por los linfocitos TH específicos, para su
activación.
2. Los macrófagos son activados por los linfocitos THLos
linfocitos TH activados tras su contacto con las células
presentadoras secretan a su vez citoquinas que activan a
los macrófagos, con lo que éstos mejoran sus capacidades
fagocíticas y destructivas. De esta forma, los macrófagos
activados por citoquinas sirven como células efectoras de
la inmunidad celular.
3. Los macrófagos activados son a menudo los efectores
finales de las respuestas humoralesConforme avanza la
respuesta inmune, se produce IgG y se activa el
complemento, los cuales sirven como opsoninas que
ayudan al macrófago a sus funciones fagocíticas y
citotóxicas (mejoras en un factor de 4.000). Por ello, el
macrófago es frecuentemente en encargado final de
eliminar al microorganismo en la rama humoral de la
inmunidad.

En resumen, el macrófago cumple un papel central en el sistema


inmune, participando tanto en la fase de reconocimiento como
en la de presentación del Ag y en la efectora.

2.5.2 Células dendríticas

Son células con morfologías características: del cuerpo celular


salen unas prolongaciones alargadas, lo que le da aspecto
parecidos a los de las células dendríticas nerviosas. Existen dos
tipos de células dendríticas, con funciones y propiedades
diferentes, aunque ninguna presenta una actividad fagocítica
importante.

2.5.2.1 Células dendríticas interdigitantes

Aparentemente derivan de precursores mieloides de la médula


ósea, quizá como un rama "hermana" de las células del SFM.

Están presentes en los intersticios de la mayor parte de los


órganos (corazón, pulmón, hígado, riñón, tracto
gastrointestinal).

El prototipo es la célula de Langerhans de la piel, muy rica en


MHC-II. Cuando entran en contacto con un Ag, migran como
células "a vela" por los vasos linfáticos aferentes hasta llegar a
la paracorteza de los ganglios linfáticos regionales, donde se
convierten en células dendríticas interdigitantes. Allí
presentan el Ag a los linfocitos TH, para que se inicie la
respuesta inmune. Parece ser que las células de Langerhans son
también las precursoras de las células dendríticas interdigitantes
de los órganos citados anteriormente, y de las de las áreas ricas
en células T del bazo y del timo.

Estas células dendríticas son las más potentes inductoras de


respuestas inmunes restringidas por MHC-II.

Además, son mejores que otras células presentadoras en la


misión de presentar autoepitopos procesados a las células T
restringidas por MHC-II, por lo que juegan un papel importante
en la autotolerancia.

2.5.2.2 Células dendríticas foliculares

No derivan de la médula ósea, y no parece que tengan que ver con


las dendríticas interdigitantes.
Están presentes en los folículos secundarios de las áreas ricas en
células B de los ganglios y del bazo, así como en los folículos linfoides
asociados a mucosas.
No tienen moléculas MHC-II en su superdicie, pero presentan gran
cantidad de receptores para el complemento (CR1 y CR2) y para las
IgG (el Fc R). Los inmunocomplejos (complejos Ag-Ac) llegan a las
áreas de células B de estos órganos linfoides secundarios, y allí
quedan retenidos un cierto tiempo: se unen a los receptores para Fc
de estas células, que son muy abundantes en sus "perlas"
(engrosamientos esféricos espaciados regularmente a lo largo de sus
prolongaciones).
Parece que estas células desempeñan un papel esencial en el
desarrollo de las células B de memoria.

2.5.3 Eosinófilos

Son granulocitos (es decir, PMN) presentes en sangre y tejidos, y


constituyen del 1 al 3% de los leucocitos del individuo sano.
Poseen núcleo bilobulado, citoplasma con abundantes gránulos de
contenido básico, por lo que se tiñen regularmente con colorantes
ácidos como la eosina. Estos gránulos están rodeados de membrana,
pero al microscopio electrónico muestran en su interior unos
cristaloides.
Son células móviles que pueden migrar desde la sangre a los tejidos,
atraídas por factores quimiotácticos (como el ECF-A)
Aunque tienen algún papel fagocítico, éste es mucho menos
importante que en los neutrófilos. Su función principal es la defensa
inespecífica frente a grandes parásitos, como helmintos: se unen a las
larvas esquistosómulas de helmintos previamente recubiertas por IgE
o IgG, y entonces se degranulan, vertiendo una toxina (proteína
básica) y enzimas que controlan la respuesta inflamatoria,
hidrolizando factores anafilácticos liberados por los mastocitos.

2.5.4 Basófilos y mastocitos

Constituyen menos del 1% de los leucocitos.


Su núcleo es bi- o multilobulado (basófilo) o redondeado (mastocito).
Poseen abundantea gránulos azul-violeta, densos a los electrones.
Carecen de función fagocítica.
Parece que los mastocitos derivan de la misma rama que los
basófilos, pero mientras estos últimos son circulantes, los mastocitos
residen en los tejidos.
Ambos poseen abundantes receptores Fc RI
Papel central en la hipersensibilidad inmediata (llamada de tipo I, que
incluye las alergias): el entrecruzamiento de alergeno con dos o más
moléculas de IgE unidas a la célula provoca la rápida y total
desgranulación, con lo que se liberan sustancias farmacológicamente
activas, incluyendo la histamina, que es la responsable principal de
los síntomas alérgicos.
A pesar de este papel "negativo", su misión natural positiva estriba en
proporcionar protección frente a parásitos multicelulares.

2.5.5 Plaquetas

Son células anucleadas, que derivan de los megacariocitos de la


médula ósea.
Su papel no inmune consiste en colaborar en la coagulación de la
sangre.
Su papel inmune se centra en los fenómenos de inflamación: cuando
existe daño a las células endoteliales, las plaquetas se adhieren al
tejido lesionado y se agregan, liberando sustancias que incrementan
la permeabilidad, y factores que activan el complemento, con lo que
logran atraer a leucocitos.

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