El Modelo Policial Hegemónico en América Latina
El Modelo Policial Hegemónico en América Latina
El Modelo Policial Hegemónico en América Latina
I. Introducción.
El tema que trataremos merece un adecuado tratamiento, habida cuenta de la notable liviandad y
banalidad con que se viene abordando el tema policial, preponderantemente desgastado por
quienes poco saben o directamente nada se sabe, o que en el mejor de los casos asocian
diferentes disciplinas para su abordaje.
No podemos analizar la relación Policía y Comunidad, sin considerar e incorporar
necesariamente al Estado en sus relaciones con ambas. Esto conforma una trilogía, donde
históricamente la agencia policial, fue deliberadamente obligada a ocupar un lugar nada
conveniente y de intermediaria, con dedicación casi exclusiva en la regulación social, desvirtuando
sistemáticamente su misión institucional.
II. La realidad policial.
Comenzaremos reconociendo los diferentes factores que conforman y condicionan la realidad
policial. Para arribar a este objetivo, imprescindible para formular las consideraciones necesarias y
válidas para un cambio futuro; realizamos una lectura en su aquí y ahora como de su devenir
histórico en cuanto a su pertenencia Estatal, a sus relaciones con la Comunidad y las actividades
realizadas en contra de la delincuencia.
Consecuentemente, identificamos y citamos a continuación, una serie de presupuestos que en
más o en menos, subdivididos o agrupados diferentemente, básicamente representan los más
importantes y que necesariamente deben ser analizados en su conjunto.
• Conflictos con la comunidad. Distanciamiento.
• Desempeño exclusivo de tareas operativas. Eliminación de oportunidades y otras supletorias.
• Descontrol del accionar de la delincuencia. Desprotección.
• Casos de violaciones a los derechos humanos y de corrupción.
• Inadecuada estructura institucional. Disfuncionamiento.
• Precaria e inadecuada capacitación profesional.
• Pérdida de identidad.
• Influencia política.
• Falta de recursos financieros que atiendan debidamente a los funcionarios policiales en sus
necesidades y decoro personales.
• Idem sistemas y medios logísticos para cumplir acabadamente su misión específica.
La Policía tiene conflictos con su comunidad, desde el preciso instante de su creación, lo cual
tiene mucho que ver con los aspectos y características de la misión a cumplir como de la
metodología tradicionalmente empleada para llevarla a cabo, aunque más adelante veremos la
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A modo de ejemplo, una tradicional medida, fue siempre estructurar grandes despliegues de
policías y patrulleros en su ámbito de responsabilidad como mega operativos puntuales y
coyunturales; pero, si bien eliminaron muchas posibilidades de delinquir, en los lugares donde
fueron fijados sus asientos; no le han asegurado el control de la delincuencia; es más, le producen
el desconcierto de comprobar su aumento, muchas veces tildándolo de inexplicable, derivando en
su fracaso institucional. Esta clase de esquemas preventivos, en el mejor de los casos, reacciona
positivamente después de la comisión del delito y trabajando en sus efectos, pero con poca
incidencia para evitarlo, aunque la realidad también nos demuestra que ni aún después, cumple
acabadamente con su misión por la carencia de Planeamiento e Inteligencia como de personal, de
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medios y sistemas logísticos con los cuales responder, degenerando así en impunidad,
desconcierto, reproche y desprotección social.
Y en este punto, nos apartamos de la doctrina del Derecho por cuanto el concepto de impunidad,
desde la óptica del ciudadano común, que con sus impuestos sostiene un sistema que no le sirve,
no lo asegura ni le brinda protección; comprende y se explica a través de la falta de calidad y
cantidad de funcionarios, recursos y métodos para su contención personal y represión delictual,
imputándosele al gobierno y preponderantemente a la Policía, una pasividad o actividad ineficaz
contra el delito y no haber llegado a tiempo y dejarlo ser víctima.
Esta situación, se agudiza al absorber funciones supletorias que importan tareas que no le
corresponde hacer y normadas en otros instrumentos jurídicos, pero convenientemente
incorporadas por Ley como cuestiones de auxiliaridad para con otros organismos a la vez que
demostrando, una clara falencia del Estado que llega a provocar la pérdida de identidad de sus
miembros, los cuales constantemente se preguntan si en realidad son funcionarios policiales o
custodios de detenidos, vigiladores y guardadores de vehículos automotores secuestrados, o
empleados a pleno de los otros poderes del Estado. Así es, los detenidos en dependencias
policiales como la custodia de secuestros producto de ilícitos, las notificaciones judiciales y otros
trámites de efecto privado, son en realidad una deliberada y perversa delegación de funciones
enmascarada en la auxiliaridad, distorsionando la misión policial y haciendo peligrar la seguridad
ciudadana.
La ciudadanía entonces, se siente desprotegida y enfadada con la policía pues la obligan a
ubicarse en primera fila de una obra de teatro en la cual observan como la delincuencia triunfa. El
funcionario de policía por su parte, se siente también defraudado por el Estado, pues a diario
observan, cuánto dedican en recursos y esfuerzos a otras tareas distintas a la policial, en
desmedro de aquélla que le corresponde por mandato comunitario.
En la generalidad, el poder político demuestra una influencia perjudicial, avanzando sobre la
institución policial con designios ideológicos, partidistas y coyunturales como en términos
electoralistas, que nada tiene que ver con su misión, o teniéndola, la obligan a cumplir
estrictamente sus órdenes, sin posibilidad de revisión e inspección, pero en cambio sí, a hacerse
cargo de las responsabilidades emergentes de los futuros fracasos. Esto produce un
condicionamiento que vulnera muy fuertemente su normal desempeño, pues el pretendido, es que
el poder político, debe ser consecuente con las relaciones interinstitucionales y referidas
estrictamente a la dependencia estructural, fijando los lineamientos gubernamentales para la
Seguridad Ciudadana como de los sistemas de verificación o control. Evitará extralimitarse en sus
atribuciones e incidir negativamente en la labor cotidiana de los cuerpos policiales, comprobándose
que en muchas ocasiones, su perjudicial influencia ha llegado hasta niveles mínimos y primarios de
neto corte policial, tales como ordenar traslados y designaciones de personal, servicios policiales,
ubicación de patrulleros, formas de llevar a cabo procedimientos, custodias o paradas policiales,
etc., desestimando la autoridad y disciplina internas, sin el pleno y necesario conocimiento
profesional para ello.
En este mismo contexto y primando la necesidad de satisfacer meros intereses particulares y/o
partidistas, se han generado megas estructuras organizativas y se han elegido funcionarios, en
algunas agencias policiales con anterioridad a la creación de los cargos para ejercerlos, en
contradicción con la doctrina más elemental y tradicional del Derecho como de la Organización, o
caracterizándose por la falta de idoneidad y capacidad para asumirlos. Esto ha conducido a un
generalizado disfuncionamiento y falta de control institucional, que en lo interno convergen en
burocracia y en el relajamiento integral de la administración, y en lo externo, posibilitando
diferentes situaciones que incluyen sistemáticas violaciones a los derechos humanos, actos de
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corrupción y de libre albedrío, incluyéndose el desamparo del trabajador policial y la negación y/o
incumplimiento de sus derechos.
Entonces, nada nos sorprende si por regular de esta manera la vida de la comunidad, se
produzca el distanciamiento y recelo de ella, a la vez que el descontrol en su lucha contra el delito.
Pero esto no es todo, le debemos sumar el hecho de que nunca fue tratada como un área
profesional, de la misma forma que fueron la salud, justicia o educación, entre otras. Siempre la
Policía fue destinada a prestar un servicio, primero a la institución Estado y en segundo término a
la Comunidad y en donde, la autoridad moral y técnica, rarísimas veces se concilió con la autoridad
formal, tanto en las designaciones como en el ejercicio funcional. A modo de ejemplo, ningún
gobierno designaría al frente del área de Salud a un abogado o en el área de Arquitectura y
Urbanismo a un Odontólogo; menos aún para el área de Justicia, a quien no posea título de
abogado, pero en cambio el área policial, fue siempre permeable para coronar a ciertos
profesionales como abogados o integrantes de las Fuerzas Armadas, en franco desconocimiento y
negación de la carrera policial. Pero esto no es casual, advirtiéndose en algunas agencias,
precariedad o falta de una política de personal que conlleve a una buena selección y un soporte
académico que los aparte de meras técnicas investigativas y del manejo de algunas armas como
del seguimiento profesional de los funcionarios policiales para reaseguro de la Comunidad, de la
Institución y de ellos mismos, ante la posibilidad de cualquier práctica inconstitucional. Volveremos
sobre esta cuestión más adelante.
Un tema importantísimo es el salario de los funcionarios policiales, que representa un gran
problema de Estado por resolver. ¿Hasta dónde se pretende explotar la lírica de la vocación de
servicio, de la integridad, de la moral y de las buenas costumbres?; ¿Cómo puede exigírseles
conductas poco menos que excepcionales y anticorruptas, a quienes en muchísimas ocasiones, no
tienen para comer o se presentan al servicio dejando a sus familias sin dinero y además, bajo
condiciones laborales deplorables?. Tengamos presente que el trabajo policial es riesgoso e
insalubre, por lo que una jornada de labor mínima de conformidad a los contenidos de las
legislaciones nacionales y además bien paga, es la adecuada, debida y aconsejada.
Las situaciones dramáticas propias de la función y vividas a diario por los agentes policiales,
importan la necesidad de un seguimiento y apoyo psicológico que en la generalidad no se cumple
(por no decir que no existe), generándose una falta de contención y atención que pueden derivar
en peligrosas patologías, muchas veces exteriorizadas y canalizadas a través de sí mismo, de la
comunidad en general, de los imputados en particular como del grupo familiar al cual deterioran y/o
destruyen.
Por otra parte, la Policía es y funciona gracias al esfuerzo y patrimonio personal, tanto espiritual
como pecuniario de sus trabajadores policiales; de lo cual, el Estado, se beneficia continua y
cotidianamente, a la vez que le resulta vital para el sostenimiento del sistema imperante por cuanto
funciona carente de toda clase de recursos oficiales. De igual manera y a escala institucional de las
diferentes dependencias, que autofinancian su misión, en el mejor y lícito de los casos, con la
colaboración de la comunidad.
Entonces, esta realidad no es peor, gracias a las personas de los funcionarios policiales
encargados de hacer cumplir la ley que nunca han bajado sus brazos y siempre, todos los días, se
enfrentan contra el delito en defensa de la Comunidad, muy a pesar de sus vidas y de sus afectos
y dentro de un esquema laboral, donde sus derechos como trabajadores so pretexto de la vocación
de servicio, pocas veces o nunca, se han tenido o se tienen en cuenta.
III. Modelo policial hegemónico (MPH).
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Como hemos visto, surge de la realidad policial, una serie de presupuestos que interactúan entre
sí y dentro de un círculo vicioso, retroalimentado y conformando una problemática estructural y
sistemática, como de carácter histórico.
Veamos a continuación, sus aspectos constructivos y de sostenimiento, que se corresponden
con:
Relación Estado-Sociedad.
Respeto y acatamiento irrestricto -y hasta ciego- para con el Estado.
Marco jurídico inadecuado y tendencioso. Legislaciones convenientemente orientadas
hacia un fuerte control y disciplinamiento social.
Metodología. Corte represivo. Efectos del delito.
Estructura organizativa y funcional. Militarismo.
Corrupción.
La problemática policial en la República Argentina como en toda América Latina, tiene que ver
con la respuesta histórica de la Institución Policial, a un modelo utilitarista y hegemónico, que no es
fortuito o espontáneo, sino deliberado y cuya génesis, se pierde con los años.
Con esto no estamos afirmando que fueran los conquistadores, quienes nos regalaran un modelo
policial, de ninguna manera, aunque muchas características clásicas de tiempos coloniales aún
persisten en la actualidad.
El modelo policial hegemónico, ya tiene más de cien años y aún se sostiene, pese a las fuertes
pseudo reformas de corte gatopardista que se le han practicado. Un punto de partida posible para
nuestro análisis, sería la conformación de los Estados en América Latina que en la generalidad y
respetando las particularidades de los diferentes países involucrados, se producen a fines del siglo
XIX con características muy similares.
Entonces, recordemos en principio, la constitución de los Estados Nacionales, emparentados con
las institucionalizaciones de los Ejércitos Nacionales, habida cuenta de la necesidad, además de
limitar sus fronteras, de impartir orden y poseer, a la vez que ejercer, el poder político interno.
Pero esta necesidad, iniciada con un marcado y enmascarado absolutismo, se legitimará sobre la
base de la razón del Estado para el orden y el bien común en sus relaciones con la Sociedad.
En este cuadro de situación, sus primeras medidas estuvieron orientadas a su constitución y
modernización, preponderando el fortalecimiento de la justicia, del ejército y de la policía e
imponiéndoles, supletoriamente, una doctrina de alto potencial filosófico, donde su actuación, en
pro del proceso de organización nacional, se emparentaba igualitariamente con lo patriótico.
Debe quedar bien en claro, que el modelo de Estado Nacional no fue meramente un conjunto de
medidas orientadas hacia una meta; representó toda una ideología que derivara en una nueva
cultura impuesta por la clase dirigente, poseedora del poder político y económico hacia el resto de
la población, actora pasiva de su propio devenir histórico. Se sentaron las bases jurídicas para una
sociedad violenta, donde unos pocos satisfacían sus intereses a expensas del resto de la
población. El protagonismo oligárquico en este proceso, construyó primero y se valió después, de
una serie de estructuras, entre las que se ubicó nuestro modelo policial, como también el de la
instrucción pública, el modelo de salud, el de una justicia corporativa, lamentablemente aún
vigentes; generando y tolerando la coexistencia de dos países en un mismo territorio, el legal y el
ilegal; respetando la Ley pero con muchas excepciones. Prostitución-antiprostitución, aborto-
antiaborto, matrimonio-concubinato, juego oficial-juego clandestino, etc., representan las
controversias más claras y demostrativas de esta construcción; pero para todo caso, países con
seguridad insegura, sin estructuras dirigidas hacia el bienestar social, particularmente referidas a la
prevención del delito a la vez que altamente permisivos al avance del Estado sobre los derechos
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de las personas y con los reaseguros brindados por un sistema jurídico corporativista, por cierto
injusto, reaccionando eficazmente ante cualquier reproche individual.
En este contexto, las condiciones de exclusión social que trajo aparejado las políticas impuestas,
deliberadas por cierto, y la necesidad de contención de las masas reclamantes por parte del
Estado, determinaron la necesidad de constituir un verdadero sistema de dominación por encima y
a expensas de lo prevencional en materia delictual, en el cual la policía, fue siempre uno de sus
soportes fundacionales y fundamentales, desarrollando notablemente, un fuerte y excesivo control
y disciplinamiento social, desvirtuando su razón de ser.
Al modelo de Estado Nacional, sostenido hasta muy avanzado el siglo XX, le sigue el Benefactor,
verificado en la década del ´40 y reeditado en los años ´70, el cual se caracterizó por orientar el
ejercicio del poder político hacia el espectro social. Si bien constituyó un modelo de inclusión social
que comprendió y movilizó a amplios sectores de la población, la metodología empleada lo llevó a
situaciones comprometidas y reñidas con los aspectos básicos de toda democrática como la falta
de representatividad de las minorías, derivando lógicamente, en reiterados reclamos y conflictos
sociales.
Por su parte, el aparato policial, intacto y con la doctrina del modelo anterior, paradójicamente
sedujo al modelo Benefactor, resultándole apto y muy conveniente para responder y aplacar estos
reclamos y/o contener los conflictos suscitados, apoyándose en un vigente corporativismo jurídico
dogmático, también heredado y permitiéndole continuar con un control y disciplinamiento, acordes
al grado de conflictividad social emergente.
Un aspecto estructural y común de ambos modelos de Estado, fue el despliegue operativo cada
vez mayor de personal y medios de la Policía, sobre todo en la vía pública de las ciudades, lo cual
permitía la observación y control directo de la población, a la vez que lo propio para con la
delincuencia. Esta situación generada, muy conveniente e importante, además de neutralizar en
cierta medida el accionar delictivo, disimulaba perfectamente al modelo policial hegemónico,
enmascarando el seguimiento ciudadano so pretexto de la investigación predelictual y descartando
toda posibilidad de aislamiento, a la vez que aplacar considerablemente, un directo y permanente
cuestionamiento a su organización.
Paradójica y felizmente, la Institución Policial fortaleció su condición de agencia social referencial
por cuanto al existir un contacto e interacción cotidiana entre la gente y sus funcionarios policiales,
tanto en las calles como en sus dependencias, encontró su verdadera identidad y cumplir con su
verdadera misión que no es otra que contener y proteger a los habitantes y colaborar
denodadamente en el desarrollo social, a la vez que lograr la resolución de muchos y variados
problemas relacionados específicamente a la seguridad comunitaria.
El modelo que sigue es el denominado Burocrático-Autoritario que hace su aparición en las
décadas de los ´60 y ´70 aproximadamente, siendo una mezcla perversa de intereses financieros
internacionales con un alto grado de intelectualidad mecanizada pero con una propuesta concreta
y necesaria para su puesta en marcha y mantenimiento: la contención y la represión popular.
Para ello, una estrategia basada en llevar una voz de mando a todos los niveles de la Comunidad
y donde lo social, responda a postulados técnicos y formulaciones matemáticas, sin posibilidad
alguna de intromisión perjudicial desde las ciencias sociales; fue su característica más evidente y
la ejecutara, iniciándola con un potente shock social, de la magnitud que únicamente lo producen
los golpes de Estado, y sustentándola continuadamente a través de un fuerte y excesivo control y
disciplinamiento de la población, sin disimular la ilegitimidad e ilegalidad de su existencia, de su
permanencia en el poder como de las medidas para destrabar los conflictos sociales emergentes.
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Entonces y lamentablemente, necesitó de una corporación que lleve a cabo estos preceptos; y
qué mejor que la policía, otrora creada para fines similares y formando parte de ese Estado que se
pretende imponer para transformar la vida ciudadana. Pero la realidad sociopolítica, sobre todo a
partir de la década de los años ´70, modificó la operatividad policial, verificándose un absoluto
repliegue de personal y recursos logísticos hacia sus dependencias, provocando la pérdida del
contacto diario con la gente, su aislamiento y el descontrol ciudadano a la vez que una cuota muy
significativa en el fracaso de su lucha contra la delincuencia. Sus acciones, condicionadas
ideológicamente desde el gobierno que usurpaba el Estado, para dar una respuesta armada hacia
los movimientos terroristas, se hicieron cada vez más agresivas y represivas a la vez que
indiscriminadas, llegando hasta niveles de crisis institucional inmanejables y con marcado
desconocimiento funcional, lográndose para todo caso, la victimización de grandes y diversos
sectores de la población como periódicas ocupaciones territoriales.
Finalmente llegamos al actual modelo, que intenta construir un Nuevo Estado sobre la base de
racionalizaciones y profundas transformaciones. Se advierte que pretende cumplir con la premisa
democrática de la representatividad, mas tiene serios inconvenientes con la participación integral
de la población. Efectivamente, los fuertes y continuos ajustes en el plano económico, basados en
la cara oscura de un neoliberalismo perverso y con influencia en todas las áreas de la vida
comunitaria; construyen y sostienen un modelo de exclusión que abarca a grandes y diversos
sectores de la población, derivándose inevitablemente, en conflictos sociales.
Y esto lo notamos a diario con la simple lectura de un periódico o la escucha de un noticiero,
reproduciendo sucesos acaecidos en cualquier parte del mundo y especialmente en Latinoamérica;
comprobándose como denominador común, que la respuesta primaria, dada por los gobiernos ante
los diversos reclamos formulados por amplios sectores de la comunidad (estudiantiles, obreros,
desocupados, jubilados, etc), se corresponde con la acción policial, muchas veces inusual,
incontrolada y brutal.
No cabe la menor duda que la orientación de este nuevo Estado es el ansiado Estado de
Derecho, pero las sucesivas etapas que debe sortear para su meta, traen consigo una
radicalización de la marginalidad, conformando una plataforma permeable al conflicto social
violento y que conlleva al escape delictual, situación que se ha verificado y es una constante en el
tiempo, a la vez que también lo fue y es, la utilización del aparato policial con fines de aplacar la
conflictividad social pero de neto corte represivo. Se pretende un esquema operativo y una
apertura policial hacia la Comunidad como forma de revertir lo sucedido en la etapa anterior a la
vez que disminuir y controlar el accionar de la delincuencia, lo cual implica una fuerte inversión
espiritual y material para su puesta en marcha y sostenimiento, donde la vigencia del modelo
hegemónico es el principal factor negativo.
Vemos entonces cómo el Modelo Policial Hegemónico, tiene su génesis en común con la
formación de los primeros Estados en Latinoamérica, que no precisamente respondiera
exclusivamente, a proteger al habitante de la delincuencia. Se construyó y sostuvo un aparato, al
cual le fijaron una ideología preponderantemente represiva que condicionó su práctica policial
hasta nuestros días, aunque en algunos casos, notablemente modificado y disimulado. De esta
manera, se lograría la resolución de problemas tras la imposición de aquellas políticas oficiales que
provoquen reclamos y conflictos por parte de la población; abordándolos sistemáticamente,
mediante la fácil y rápida, aunque nada democrática, solución policial.
Esto no descarta, de ninguna manera, que este modelo haya tomado y sostenido como ya
dijéramos, viejas características y doctrinas policiales de tiempos anteriores a su conformación y
que datan desde la época misma de la Colonia. Tampoco representa una plantilla rígida que
involucra a todas las fuerzas policiales de la Región, muchas de las cuales pueden haber tenido un
devenir histórico-institucional distinto; pero sí responde, a una generalidad muy aproximada.
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La fuerza policial, en el marco de su modelo hegemónico, fue creada para ser violenta y
responder así, a una también creada sociedad violenta; operando inmersa en la violencia con
violencia. Esta relación lograda por el Estado para con su Sociedad y en donde la Policía ocupara
históricamente una posición intermedia, necesitó de un marco legal adecuado y conveniente que le
fijara una organización perfectamente diseñada y una metodología funcional que respondiera con
este modelo y sus fines. Este diseño institucional, poco refleja el sentir comunitario, asignándole
deliberadamente una perjudicial estructura organizativa y funcional, de notable
sobredimensionamiento a la vez que burocratizada, e impidiéndole promover o participar, en todas
las acciones dirigidas a adelantarse a la comisión del delito.
Las legislaciones policiales, desde los tiempos mismos de su creación, no son el fiel reflejo de las
expectativas de la comunidad. No existe en sus letras, una interpretación adecuada de la
verdadera misión de la Policía como agente de control social, dedicada a la protección comunitaria
y que la obligue a trabajar en todas las formas y niveles de la prevención. Y en esto, mucho tiene
que ver el sostenimiento de políticas de gobierno por sobre las de Estado o existiendo éstas, su
falta de sustentabilidad y la errónea consideración de separar aquéllas de corte social, económico
y cultural con de las de orden criminológico; determinando un abordaje fragmentado de la
problemática delictual desde lo ocasional y a través de un sistema que no le permitió combatirla
correctamente sino provocar su descontrol. Por otra parte, la persistencia o reincidencia delictual,
fue interpreta y afrontada de la misma forma, aportando así, una considerable cuota al fracaso
policial.
En este contexto, la necesidad de funcionarios policiales con permeables personalidades, tal vez
aquéllas de mentes empíricas y de moral utilitaria, se hacen imprescindibles para la sustentabilidad
del Modelo. Normalmente y salvo excepciones, se recurre a un conservadorismo generacional que
se refleja en la tendencia hacia quienes son adultos maduros en franca negación de los
funcionarios jóvenes o de las nuevas generaciones, como del temor a sus potencialidades; salvo
que éstas, aseguren con una labor obediente, la continuidad del sistema y el acatamiento irrestricto
a las directivas oficiales en materia de control social. Es que el Modelo Policial, nunca deseó
funcionarios de buen nivel cultural para ocupar cargos de conducción por el temor a que sean o se
conviertan en inmanejables, para lo cual primó, una mala o improvisada selección y propiciando
una carrera policial de resistencia personal y no de calidad profesional. A esta altura, dos preguntas
se hacen interesantes:
¿Está preparado un gobierno para poseer una agencia policial que verdaderamente lo asesore
profesionalmente en materia de protección ciudadana?.
¿Están preparados los gobiernos o mejor dicho, los gobernantes de turno, a que su agencia
policial les manifieste que tal o cual medida o acción que la involucre, no pueda realizarse por
causas técnicamente justificables o por qué constituye una violación a los derechos humanos?.
Personalmente creo que no; no está el gobernante de turno preparado para escuchar realmente
un informe asesor; quiere escuchar que todo lo que ordene se cumpla; quiere escuchar palabras
mágicas como: sí, se puede, o déjelo en mis manos, o yo me ocupo, o quédese tranquilo que me
hago cargo.
Entonces, esto requiere y hace, a un acatamiento ciego a las directivas gubernamentales, donde
lo legal o ilegal, legítimo o ilegítimo, está determinado por el funcionario político del momento y
donde los funcionarios policiales, son sustraídos o deliberadamente se sustraen ellos mismos de
todo razonamiento, revisión o inspección de lo ordenado; quizás por temor, conveniencia o
necesidad. Por ello, el ejercicio del mando, su verticalidad y autoridad, fueron convenientemente
utilizados para permitir que muchos funcionarios policiales, algunos sin saberlo, otros por temor y
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el resto, felizmente los menos, plenamente conscientes, cumplieran ordenes que derivaran en
delitos.
Pero no se quiere decir o pensar, en una policía deliberativa que no acate las órdenes oficiales
del gobierno; de ninguna manera, el pretendido es deliberar para el correcto y democrático
desempeño de sus funciones y la debida interpretación -a ultranza- de la Obediencia Debida o
Deber de Obediencia, evitando hacer o dejar de hacer todo aquello que se le ordene y sea o
represente groseramente, la comisión de un delito o falta administrativa.
La metodología empleada tradicionalmente por la policía genera conflictos, pero no es
caprichosa y tiene su razón de ser, en las propias relaciones que el Estado promueve y sostiene
con la Sociedad. En los niveles cotidianos de su trabajo contra la delincuencia, esta metodología le
impone una prevención por eliminación de oportunidades que no es otra cosa que evitar que ¨la
ocasión haga al ladrón¨; frase doméstica, a partir de la cual, se orienta su despliegue operativo con
acciones para que el delito no se suceda y por ende, la delincuencia no prolifere; lo cual en
principio, sería lo más lógico e importante y la comunidad se sentiría segura; pero
lamentablemente, eliminando las oportunidades delictuales, no se elimina la existencia misma de la
delincuencia ni se reduce su accionar, por el contrario, aumenta, pues sus exponentes se
mantienen activos y fortalecidos, en permanente acecho y en procura de esa oportunidad, que les
permita cometer delitos.
Esta forma de prevención, la lleva a cabo a través de una saturación de objetivos y de técnicas
de investigación criminal, mediante tradicionales estrategias que implican tácticas de presencia
policial real y efectiva en todos aquellos lugares susceptibles y posibles de comisión del delito
como de indagaciones predelictuales. Nuevamente sería lo ideal, pero el delincuente que observa
esa presencia, ese objetivo saturado, recurrirá a otro lugar en donde no se encuentre y pueda
delinquir. De esta manera, se produce una movilización horizontal de la delincuencia de un
territorio a otro (transdistritalización, transprovincialización y/o transnacionalización o
internacionalización del delito). Por otra parte, las citadas investigaciones, ante la falta de eficaces
y efectivos controles institucionales, tal vez inadecuados o tendenciosos, dieron lugar a la reunión
de información que no fue empleada para una debida saturación de estos objetivos, sino para el
seguimiento ideológico de las personas como a la manipulación o regulación de la propia
delincuencia, en beneficio corporativo y personal.
Un esquema de estas características, además de ser económicamente insostenible para las
comunidades, por cuanto se alimenta constantemente de más y más funcionarios policiales,
recursos financieros y logísticos; genera una permeabilidad hacia la corruptela y no tiene
incidencia, como señaláramos, en la disminución del delito, cuyas causas, si bien conocidas no son
atendidas o neutralizadas; mientras que la delincuencia permanece activa y aún creciendo.
En el mejor de los casos, el éxito de estos sistemas, implica mayor infraestructura en materia
judicial y penitenciaria, traduciéndose nuevamente en una cuestión de finanzas que la comunidad
sostendrá a base de sus impuestos. Reiteramos entonces que únicamente se estaría evitando la
producción delictual, que como ya dijéramos, si bien sería lo ideal no siempre es efectiva ni es
lograda, muy a pesar de esta trilogía: policía-justicia-penitenciaría, sin olvidar que quien necesita
y/o quiera delinquir, por las causas que fuesen, perfeccionará sus métodos para el cometido, tales
como organizarse y aún llevar a cabo, tareas de inteligencia que le permitan planificar su
producción ilícita.
La necesidad de contar con funcionarios para cumplir las tareas de presencia real en la vía
pública e investigativas, que este modelo preventivo le impone; empeora aún más la situación
institucional de la Policía, pues la condiciona negativamente, obligándola a subordinar, la calidad a
la cantidad, y resultándole por demás impropio, toda exhaustiva selección unida a una profunda
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Toda reforma, además de contar con un importante cuerpo axiológico del cual se emanan sus
políticas; se sustenta sobre una serie de pilares o ejes principales a cuyo alrededor, giran las
estrategias y tácticas que se pondrán en marcha.
En este sentido, y reconociendo a todos los trabajadores como los actores fundamentales, y el
potencial más valioso de cualquier empresa o corporación; el eje director de cualquier reforma
policial que se denomine como tal; tendrá entonces como protagonistas y sin lugar a dudas, a los
funcionarios policiales encargados de hacer cumplir la ley como sus condiciones de seguridad e
higiene en el trabajo, en el concepto más amplio posible: selección, formación, salario, salud y
bienestar, capacitación y actualización, seguimiento del desenvolvimiento profesional como todo
otro aspecto que haga a la defensa de sus derechos en complementación con su servicio
comunitario.
Con relación al cuerpo axiológico que guiará a la empresa, determinándole su futuro perfil
institucional, comprenderá y fijará claramente que el propósito fundamental del trabajo policial, es
la prevención del delito y la protección de la vida comunitaria. Para ello, ejecutará un accionar
sistemático, intercolegiado y multisectorial, a la vez que orientado hacia los niveles pertinentes de
la prevención, ya sea en la eliminación de oportunidades como en la observación y reconocimiento
de las causas culturales, sociales y económicas determinantes para la producción delictual, en
coordinación con todos los organismos oficiales y privados comprometidos en la modificación del
panorama social y aún más, con una respuesta profesional que permita indicar la oportunidad y
grado de responsabilidad que éstos deban asumir.
Entonces, la Policía es un agente de control social de contacto y referencial, en lo externo y en el
ámbito colectivo, importante y necesario, cuyas incumbencias van más allá de la preservación del
orden público, la seguridad pública y la investigación de hechos delictivos, sino también, la
determinación de sus causas generadoras, colaborando para mejorar la calidad de vida de la
comunidad, virtud a una coordinación con todos los actores sociales. Volveremos en el tópico
siguiente a tratar sobre la Policía y la Comunidad.
Esta coordinación se logrará a través del planeamiento policial que le permite un trabajo eficaz y
eficiente ante los requerimientos de seguridad, asegurándole la correcta asignación y desempeño
de sus funcionarios en tareas que le son específicas, a la vez que el buen uso de los recursos y de
una adecuada estructura organizativa y funcional. De esta manera, se estaría ratificando lo dicho
sobre la plena y necesaria consideración de sus funcionarios y sus condiciones generales de labor
como de los sistemas y medios logísticos y financieros disponibles para que éstos, puedan cumplir
con el mandado de la comunidad, expresado en términos de Ley.
Se comienza entonces con la producción de un diagnóstico de la realidad policial, imprescindible
y pretendiendo definir un universo compuesto por todas las variables ordenadas conforme sus
características y efectos (identificando particularmente las negativas) y agrupadas en:
independientes, interdependientes y dependientes, permitiéndonos a partir de allí, producir un plan
integral que establezca objetivos generales y operacionales como las políticas, estrategias y
tácticas, necesarias para la puesta en marcha de una reforma policial sustentable.
Al decir diagnóstico, nos estamos refiriendo a la fase del proceso planificador donde se lleva a
cabo la observación, selección y análisis de los signos (lo que se ve; lo objetivo) y los síntomas (lo
que se siente; lo subjetivo) de la realidad a tratar. Esto hace necesario determinar una situación
que será analizada integralmente para responder a preguntas tales como: ¿Dónde se está?.
¿Cómo se está?. ¿Qué se tiene?. ¿Dónde se quiere ir?. ¿Qué se necesita? y ¿Cómo se hace para
llegar a la meta?.
En este contexto, está comprendida la realidad criminológica territorial donde la Policía lleva a
cabo su misión; por ello, contará con los necesarios estudios de victimización y tendencias
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áreas de staff o planeamiento, so pretexto de fortalecer las operativas, en el marco de una realidad
criminológica descontrolada y desbordante, que los superaba.
Desde la óptica estrictamente técnica y organizacional, en toda estructura policial, deberá
verificarse la existencia primero, y sus efectos después, de todos los elementos que hagan a una
organización administrativa inequívocamente democrática. La cuantificación y cualificación de
estos componentes, varía conforme con el criterio de análisis empleado, no obstante lo cual,
podemos considerar que en la generalidad, deben estar presentes, el elemento activo de toda
organización, representado por las personas y sus actos, el vínculo asociativo, la coordinación, el
elemento finalista como así también, los aspectos relacionados al tipo de organización, a la
horizontalidad y la división del trabajo, la verticalidad, responsabilidad, autoridad y jerarquía, la
consultoría y la auxiliaridad, el control de gestión y la capacitación interna.
En principio, debe reconocerse e identificarse, correcta y adecuadamente la condición de
organización compleja de todo sistema policial que se pretenda instaurar y/o reformar.
Seguidamente y como ya expresáramos, el punto de partida esencial y principal, son las personas
que integran la organización policial, y preponderantemente los actos que éstos realizan dentro, y
para la misma.
Contendrá además, un potenciado vínculo asociativo, producto de la previsión de mecanismos
para las relaciones internas y ejecutados conforme a una coordinación racional y sistemática.
Hablar del elemento finalista, sobre la base de lo dicho precedentemente, quiere decir que las
acciones llevadas a cabo en la organización por el personal policial, están dirigidas a la realización
del propósito fundamental de la misma, que en nuestro caso, es la Seguridad Pública de los
habitantes.
Las cuestiones de horizontalidad y distribución del trabajo, deben encontrarse igualmente
previstas, mediante la existencia de espacios institucionales propicios para la especialización
policial como la existencia de una escala jerárquica, y la necesaria subordinación de quienes son
los ejecutores del trabajo propiamente dicho para con aquellos que constituyen el centro de
coordinación o vértice piramidal de la conducción; o dicho de otra manera, entre los que operan de
los que piensan. Debe verificarse también, la debida aplicación de principios de unicidad y
uniformidad, característicos en toda organización, sobre todo en las policiales, en el marco de la
correcta división del trabajo, evitándose así, la sobrestructuración y clonación funcional.
En cuanto a la verticalidad como las cuestiones inherentes a la responsabilidad, autoridad y
jerarquía, igualmente estarán comprendidas, al reconocerse inequívocamente, un tipo de
organización que concilie la jerarquía de mando con la supervisión doble y múltiple, o dicho de otra
forma, de línea y staff, compatible y aconsejada en virtud de la condición de compleja y formal que
tienen los sistemas policiales en general, permitiendo cumplirse simultáneamente, con los aspectos
relacionados a la disciplina y la autoridad pero con asesoramiento y supervisión, desde y entre los
diferentes niveles, y a través de canales técnicos. En este mismo contexto, estará bien
determinado, el orden de prelación de los elementos que componen la estructura del sistema
policial, lo cual, además de especificar los diferentes niveles de responsabilidad de la conducción,
cumple con la verticalidad de la línea de la orden, en sentido descendente de arriba hacia abajo y
por ende, la consecuente respuesta inversa, de abajo hacia arriba. Además, en cada unidad
orgánica determinada en todo anteproyecto, se especificará su rango y misión, cumpliéndose de
esta manera con la doctrina tradicional del derecho y la organización, en cuanto a la anterioridad
del cargo al funcionario que ha de ocuparlo y de todo aquello que la Ley pretende que éste último,
ejecute en su nombre. Esto hace a la autoridad formal necesaria dentro de la organización, para
disponer el cumplimiento de todas las acciones tendientes al logro de los fines policiales, y que se
complementará con la legislación vigente en materia de personal.
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Con relación a la función consultiva y auxiliar, representada a través de los organismos de staff,
esto se cumplirá plenamente a la luz del tipo de organización elegido. Efectivamente, dentro de la
estructura policial, quedarán establecidas convenientemente dos áreas ocupadas respectivamente
por la consultoría y la auxiliaridad. En la primera, se contemplan fundamentalmente, dos unidades
tradicionales para el asesoramiento de la conducción, y con sus funciones bien delimitadas para la
operatoria policial como son, la jurídica y la técnica. En la segunda, la auxiliaridad estará
reconocida mediante la determinación de unidades orgánicas características para el cumplimiento
de funciones como las de Personal, Logística, Comunicaciones, Informática, Administración,
Sanidad, etc, que serán agrupadas convenientemente. Sin perjuicio de ello, la génesis y espíritu de
la norma legal que formalice la estructura policial, obligará también a todos los diferentes
elementos especializados que integran la organización del sistema policial, a aportar su cuota de
asesoramiento y auxiliaridad.
Un tema medular, es el control de gestión interno que necesariamente debe existir en todas las
estructuras organizativas y funcionales democráticas, con su base filosófica orientada a ese
propósito y contando con los mecanismos de sustento para la prevención, mediante la detección,
identificación y neutralización, a través de actos ejecutivos, de cualquier situación de carácter
organizacional y/o jurídica que condicione o posibilite el fracaso de la labor operativa policial. En
este sentido, todo anteproyecto ofrecerá el espacio institucional interno, adecuado para cumplir con
este ineludible requisito de toda buena administración, sin perjuicio de otros sistemas estatales
provinciales, previstos para el acceso externo y fluido, hacia la organización policial, con propósitos
similares.
De corolario, todo futuro sistema policial, dentro de uno mayor que es el de la Seguridad
Ciudadana, cumplirá con las exigencias y formalidades técnicas, inherentes a una organización
administrativa democrática, permitiendo una correcta operatoria en un Estado de Derecho, tanto en
lo interno, externo, discrecional, como del control de gestión.
No falta quienes, por interés, utilitarismo, desconocimiento o convicción, confunden al sistema de
organización policial mixto como perteneciente a un militarismo perjudicial, lo cual es incorrecto,
pues si bien se reconocen aspectos tradicionales de clara doctrina militar, de ninguna manera debe
tildárselo de inadecuado o antidemocrático, y si está aplicado a pleno, se concilian perfectamente
todos los aspectos relacionados con el ejercicio libre de la profesión policial en materia de
protección ciudadana, a la vez que aportando conocimientos especializados, originalidad y
creatividad para el asesoramiento de los diferentes elementos con tareas operativas, sobre la
mejor manera de llevarlas a cabo y en un ámbito donde debe existir necesariamente, la unidad de
mando, la autoridad, la disciplina y la estabilidad. Estamos convencidos que coadyuvará a la
generación de una democrática cultura policial sustentable, y con esto lamentamos muchísimo
alarmar a quienes inequívocamente confunden autoridad y disciplina, con autoritarismo o
militarismo perjudicial; únicamente pretendemos que aprendan sobre instituciones policiales. Si
durante mucho tiempo, gracias al Modelo Policial imperante, autoridad más obediencia haya sido
igual a delito e impunidad, gracias a los intereses inconfesables de unos pocos, felizmente muy
pocos; no podemos ni debemos permitirlo más y decir basta. Las instituciones como dijimos, no
son las corruptas sino los hombres; obediencia más autoridad, a los fines del trabajo policial, no
son malas palabras sino condiciones de ética profesional que conllevan a la protección de la vida
de las personas. En este mismo contexto, desde un punto de vista académico y teórico, el sistema
de organización mixto, por sí solo, no implica un perverso militarismo; a esta ideología, lo llevaron
aquellos funcionarios, partidarios del Modelo Hegemónico, que por otra parte, les resultaba
altamente beneficioso en lo personal. De igual forma, tampoco lo estrictamente militar implica
militarismo perjudicial o totalitarismo, sino que son los hombres que la dirigen, que promueven
prácticas antidemocráticas; aunque no obstante ello, sea incorrecto y nada ideal su aplicación en
las agencias policiales, pues lo militar es de génesis diferente a lo policial.
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Podemos avanzar un poco más, considerando que toda agencia policial, debajo de su nivel más
alto de conducción (Jefe policial de carrera), necesariamente conformará su Plana Mayor, en
función de mínimos organismos superiores para atender integralmente las áreas de: Prevención
del Delito y Protección Ciudadana, Planificación, Control de Gestión y Opinión Pública. La primera,
dedicada a lo explicitado en su misma denominación y es la que desarrollará el trabajo operativo
proyectado para la tutela de la comunidad. La segunda, fijará la más amplia doctrina institucional
en función de las políticas de seguridad formuladas por la autoridad de gobierno. La tercera,
dedicada a detectar, corregir y/o neutralizar situaciones psicosociales conflictivas y/o delictivas
dentro de la organización, y la cuarta, con incumbencias en las relaciones con la comunidad en el
concepto más amplio posible, desde la publicidad de los actos institucionales para conocimiento de
la población, hasta responder concretamente a la necesidad que ésta, participe e interactúe en la
formulación de propuestas públicas para su propia seguridad. Algunos ordenamientos jurídicos,
determinan funciones judiciales a la Policía, en consecuencia, nada impide que sean intercalados
los estamentos necesarios para el cometido. Por otra parte, este esquema general, debe
desarrollarse convenientemente, estableciéndose los mecanismos de comunicación y coordinación
para responder al sistema de prevención elegido.
Otro eje fundamental en todo proceso de reforma, lo constituye la determinación de una Carrera
Policial que haga posible y sea el soporte académico-profesional de esa transformación cultural.
En cuanto a su ubicación en el espectro gubernamental, entendemos que debe poseer la
vinculación más directa posible con el poder político, evitando innecesarias intermediaciones y con
ello, no aportamos nada nuevo al reconocer que toda agencia policial por su devenir,
características, amplitud y calidad de su misión, debe conformar un organismo con rango de
Secretaría de Estado.
Los funcionarios designados para la conducción de una nueva Policía, serán funcionarios de
carrera, exhaustivamente seleccionados, exigiéndoles la idoneidad y el conocimiento suficientes
para ocupar sus cargos en cuanto a la función y tareas a desarrollar; lo cual quiere decir que
además de la autoridad formal, posean autoridad técnica o moral, evitando lamentables
improvisaciones a expensas de los contribuyentes, quienes tendrían que subvencionar a
funcionarios con notable desconocimiento sobre como brindarles seguridad y protección, o que
éstos, pretendan aprender o llevar a cabo un postgrado académico desde tales cargos, para todo
caso no es posible permitir que se ¨aprenda sobre la marcha¨. En este mismo contexto, la
estructura determinará el mecanismo de relación con los funcionarios policiales en situación de
retiro, a los fines de mantenerlos informados sobre el devenir institucional, como si es voluntad de
éstos, y salvo que expresamente no estuviera normado en los respectivos regímenes locales de
personal, se constituyan de manera individual o grupal, en fuentes permanentes de asesoramiento
integral.
La Inteligencia Policial, está convocada a desarrollar un papel de significativa importancia en la
determinación de la realidad criminológica del ámbito de responsabilidad territorial donde se ejerza
la misión policial. Debe trabajar también, en la investigación criminal mediante la reunión y análisis
de toda la información correspondiente, a las sucesivas etapas del ¨iter criminis¨, preponderando
las predelictuales, y consecuentemente la postdelictual. Así también conocer al oponente,
determinar su modo de operar para adelantarse a sus acciones y neutralizarlo. Su producción
laboral, tendrá incidencia directa en el despliegue operativo y metodológico policial con el propósito
de lograr una saturación de verdaderos y potenciales objetivos para la delincuencia, accionando
para evitar su proliferación, adelantándose a la comisión del delito y/o neutralizar su producción.
Pero la falta de ésta, conlleva, en el mejor de los casos, a un trabajo improvisado y a ciegas,
realizando una saturación indiscriminada y desesperada de objetivos, que torna insostenible todo
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La Policía entonces está obligada a responder ante estas situaciones por los canales
establecidos porque de esta manera responderá a su compromiso con el orden democrático. Vale
aclarar que no es nuestra misión proponer leyes, eso es inequívoco de la Legislatura quien detenta
el "poder de policía" pero sí, su repaso y alertar sobre consecuencias injustas que su aplicación
pueda ocasionar.
Vean como la selección de personas para ser Policías como su capacitación y formación para la
función y el seguimiento personal, revisten carácter de excelencia. Por que cada policía formado y
egresado de los correspondientes institutos, es quien deberá discernir en el aquí y ahora de una
calle cualesquiera de nuestra Patria, virtud a mérito, oportunidad y conveniencia y con la autoridad
que emana de la Ley qué conducta adoptar frente a determinada situación en la que esté
involucrado un cohabitante, incluyendo la factibilidad de regular sus derechos constitucionales.
Es por ello que tratándose de Agencias Policiales no sería inadecuado hablar de Aplicación de la
Ley para los Derechos Humanos con lo cual sentenciaríamos que ninguna Policía como alguno de
sus integrantes, pretenda ubicarse por encima o más allá de la Ley.
La Institución Policial o alguno de sus integrantes que sustente una cultura que importe Aplicar la
Ley a expensas de la comisión de algunos delitos, en realidad además de no estar aplicándola, la
está violando mediante la adopción de conductas ilícitas o mafiosas.
Dicho esto, debemos reconocer a la Institución Policial como la Defensora Oficial de los
Derechos Humanos de los habitantes de su Comunidad y consecuentemente llevar a cabo todas
las acciones orientadas a la generación de una nueva cultura donde Aplicar la Ley por parte de la
Policía sea ni más ni menos la respuesta a una estrategia y tácticas de respecto a los Derechos
Humanos. Si no fuera así, tendríamos cualquier cuerpo, formación o banda, pero nunca una
Policía.
Para ello y como dijimos, es imprescindible generar una nueva cultura policial, es decir un
cambio filosófico que se traduzca en mentalidad y metodología diferentes, donde el habitante se
sienta protegido como regla general y no como suceso extraordinario.
Pero además, Aplicar la Ley en el marco de respeto y protección de los Derechos Humanos, es
también velar por las condiciones de seguridad e higiene en el trabajo donde cada funcionario
policial se sienta plenamente protegido por el Estado en su condición de tal.
Esto significa entonces, el inexcusable compromiso estatal de sustentar en adelante una
conducta policial de transparente constitucionalidad y de protección laboral de sus trabajadores.
Referencia Bibliográfica.
Cheves, Raúl Marcelo; "Policía en naciones Unidas II", Segunda Edición Actualizada (2000)
Raúl Marcelo Cheves