La primera orden religiosa en llegar al Perú fue la orden dominica. Las principales órdenes que llegaron fueron los dominicos, franciscanos, agustinos y jesuitas, cada una con un enfoque diferente en la evangelización pero centradas en la educación y conversión de los indígenas. Las órdenes construyeron iglesias, monasterios y universidades por todo el virreinato y desempeñaron un papel fundamental en la colonización del Perú.
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La primera orden religiosa en llegar al Perú fue la orden dominica. Las principales órdenes que llegaron fueron los dominicos, franciscanos, agustinos y jesuitas, cada una con un enfoque diferente en la evangelización pero centradas en la educación y conversión de los indígenas. Las órdenes construyeron iglesias, monasterios y universidades por todo el virreinato y desempeñaron un papel fundamental en la colonización del Perú.
La primera orden religiosa en llegar al Perú fue la orden dominica. Las principales órdenes que llegaron fueron los dominicos, franciscanos, agustinos y jesuitas, cada una con un enfoque diferente en la evangelización pero centradas en la educación y conversión de los indígenas. Las órdenes construyeron iglesias, monasterios y universidades por todo el virreinato y desempeñaron un papel fundamental en la colonización del Perú.
La primera orden religiosa en llegar al Perú fue la orden dominica. Las principales órdenes que llegaron fueron los dominicos, franciscanos, agustinos y jesuitas, cada una con un enfoque diferente en la evangelización pero centradas en la educación y conversión de los indígenas. Las órdenes construyeron iglesias, monasterios y universidades por todo el virreinato y desempeñaron un papel fundamental en la colonización del Perú.
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La llegada de las órdenes religiosas
La primera orden religiosa en llegar al Perú fue la orden
dominica. Durante el proceso inicial de la conquista, la orden de los Predicadores o de Santo Domingo se encontró representaba por Fray Vicente Valverde, aquel religioso que hiciera el requerimiento al inca Atahualpa y que posteriormente fuera obispo de Cuzco y Protector de Indios frente a los abusos españoles. Fueron dominicos también, Juan de Olías, Jerónimo de Loayza (arzobispo de Lima) y Gaspar de Carbajal, religioso que acompañó a Francisco de Orellana en el descubrimiento del Amazonas en 1542.
Las órdenes religiosas que llegaron al Perú tuvieron
diferentes métodos para evangelizar a los indígenas:
Los dominicos se caracterizaron por difundir las
enseñanzas escolásticas, centrando la difusión del evangelio a través de colegios y centros superiores de enseñanza. Uno de los más grandes logros de esta orden fue la creación de la Universidad de San Marcos en 1551 por Fray Tomas de San Martín. Los dominicos también pusieron énfasis en el conocimiento de las leguas autóctonas y de las costumbres locales para una adecuada evangelización. Fruto de esta preocupación fue el "Lexicon o Vocabulario general del Peru llamado quechua", de fray Domingo de Santo Tomas publicado en 1560. Esta obra fue un aporte importantísimo pues ayudó al entendimiento de las formas gramaticales y conceptuales de los indígenas.
Los dominicos rápidamente erigieron monasterios por
todo el territorio del virreinato peruano, aunque siempre mantuvieron su línea educativa dedicándose durante todo el virreinato a la enseñanza de la fe católica. Otra importante orden religiosa que llegó en los primeros años de la conquista fue la franciscana. La orden llega al Perú recién en 1542. Esta orden destacó entre las demás por su vocación misionera. Los franciscanos llegaron hasta los lugares más recónditos del virreinato con la finaliad de llevar la palabra de Dios a todos los indígenas, ya que no se conformaban con los centros de enseñanza ubicados en las parroquias o en las reducciones. La labor franciscana no se centró solo en la evangelización, sino también en la enseñanza de labores agrícolas y al aprendizaje del castellano.
La orden agustina arribó al Perú en 1551. Su rápido
desenvolvimiento le permitió crecer rápidamente, es por ello que en menos de diez años tuvo iglesias y conventos en las principales regiones del virreinato. Abocada al igual que sus pares a la evangelización indígena, tuvo un papel preponderante en la conversión de los curacas y hombres principales de los ayllus descendientes de los incas. Uno de los principales representantes de la orden es sin duda Fray Antonio de Calancha, autor de una extensa crónica sobre las acciones agustinianas en el virreinato peruano. Los agustinos fueron una de las órdenes que más se dedicaron a la extirpación de idolatrías en los Andes. Sobresale en esta labor Alonso Ramos Gavilán, quien realizó una exhaustiva búsqueda de información sobre los cultos locales y manifestaciones religiosas andinas.
La orden de la Compañía de Jesús o Jesuita llegó al
virreinato peruano en 1568. Desde su arribo defendió con energía a los indígenas, obteniendo por ello grandes pleitos con la administración local. Su labor evangelizadora no solo se centró en los indios del común, sino también en los descendientes de los principales curacas incaicos. Es por ello que fundaron en Lima y Cuzco los Colegios Mayores para la educación de la nobleza andina. Para los jesuitas era importante la educación de los españoles. Tanto en Lima como en Cuzco fundaron colegios, y en la ciudad imperial, una universidad.
La lengua nativa no escapó al conocimiento de los
jesuitas. Estudiaron a fondo el quechua y el aymara. Fruto de ello fue el diccionario de la lengua quechua de Diego Gonzales Holguín, escrito en 1608 y el "Vocabulario de la lengua aymara" de Ludovico Bertonio, impreso en 1608. Estos textos fueron de vital importancia para la labor evangelizadora pues otorgaban herramientas indispensables para el conocimiento de la lengua local, así como para la correcta interpretación de las tradiciones orales andinas.
A lo largo de los años la orden jesuita amasó una gran
fortuna debido al usufructo de sus haciendas, estancias y a los préstamos que hacían a particulares. Su poder y vínculo con la santa sede inquietó a la corona a tal punto que ésta ordenó la expulsión de la orden en todo el imperio español en 1767. La orden jesuita regresó al Perú recién en 1871.
La orden mercedaria arribó al virreinato peruano en el
temprano año de 1534, sin embargo el número de miembros de la orden no fue significativo en comparación con el número de las otras órdenes religiosas. Su carácter misionero hizo que la orden mercedaria llegara a las altas cumbres cordilleranas en búsqueda de indios para evangelizar. Fueron mercedarios Fray Martín de Murúa, cronista que se dedicó a la recopilación de la historia del Tahuantinsuyo y autor de la crónica "Origen y Descendencia de los Incas" y Fray Diego de Porres, misionero dedicado a la enseñanza de la fe católica, apoyándose en instrumentos nativos como el quipu.
Arquitectura
Si bien la arquitectura colonial peruana nació a partir de
modelos peninsulares y europeos, con el devenir de los años logró afirmarse como una arquitectura con personalidad propia, única en América.
La fundación de ciudades españolas fue el inicio de la
ocupación del territorio andino. Sobre las antiguas ciudades prehispánicas se asentaron los primeros poblados españoles y en ellas plasmaron su ideario del mundo conocido. Sus reglas definieron la configuración de la ciudad pues de acuerdo a la posición en el plano se sabia la condición de la persona. Las primeras construcciones en edificarse fueron el cabildo, la catedral y las casas alrededor de la plaza mayor. Las construcciones más cercanas a la plaza eran propiedad de los vecinos más prominentes de la ciudad, es decir, aquellos que habían sobresalido en las empresas de conquista. Sin embargo, son pocos los ejemplos de arquitectura del siglo XVI. Tan solo algunas casas o patios ubicados en Lima o Cuzco o algunas iglesias en provincia son la única muestra de las construcciones de aquella época, pues los terremotos de 1687, 1746 y las obras edilicias del siglo XX, fueron los principales agentes de destrucción de dichos monumentos. Del siglo XVI destacan: la casa de Jerónimo de Aliaga (Lima), La Merced (Ayacucho), Iglesia de San Jerónimo (Cuzco) y la Asunción (Juli, Puno).
La mayoría de las iglesias de fines del siglo XVI poseían planta
gótica-isabelina con nave alargada y separada por presbiterio o capilla mayor por un gran arco denominado triunfal.(Wuffarden, 2004: 76).
Las portadas de las iglesias conservaron las formas clásicas
italianas, a pesar de que los alarifes tuvieron gran libertad para interpretarlas, haciendo hincapié en un sentido bastante decorativo. Como indica Antonio San Cristóbal, acaso el estudioso más importante de la arquitectura virreinal peruana, la portada lateral de la iglesia limeña de San Agustín es una de las poquísimas portadas existentes de Francisco Morales (alarife) que muestra en todo su esplendor sus formas clásicas, propias del renacimiento tardío.
El siglo XVII estuvo marcado por la llegada del barroco. Este
estilo arribó al Perú en un momento de gran madurez artística de los alarifes afincados en el Perú. La reinterpretación del estilo y su adaptación al medio local hicieron que el virreinato del Perú se conviertiera en la expresión del barroco americano. Y es que la riqueza del barroco peruano radica en la diversidad de interpretaciones, pues se adaptó y aprehendió elementos de las principales ciudades del virreinato (Lima, Cuzco, Trujillo, Puno, Arequipa, Cajamarca, etc.), pero también tuvo que adaptarse a una serie de factores que lo condicionaron (principalmente de índole económico).
Mientras el barroco se afianzaba, en el Perú hubo un cambio
en la construcción y diseño de las naves. Las iglesias dejarían las plantas isabelinas y se adaptaron a la cruz latina con bóveda de cañón y cúpulas en el crucero. No hay que olvidar que todos estos cambios son producto de las acciones que la Contrarreforma Católica tomó para afianzar la simbolización del culto católico. Son ejemplo del barroco: San Francisco el viejo, iglesia de las Trinitarias, La Merced, San Pedro, la Portada del Perdón de la Catedral (Lima); La Merced, Santo Domingo, San Francisco, Santa Catalina (Cuzco) etc.
La iglesia fue la propulsora de una arquitectura monumental.
Conventos y monasterios fueron los edificios más grandes y bellos durante todo el virreinato. Destacan por su tamaño: Santa Catalina (Arequipa), San Francisco el viejo, La Merced (Lima), Santo Domingo (Trujillo).
Como se mencionó líneas arriba, en el siglo XVII hubo un
transito de la planta isabelina a la cruz latina. No obstante, las catedrales de Lima y Cuzco escapan a esta clasificación. Las dos fueron construidas sobre una planta procesional de tres naves con capillas laterales y coro de canónigos colocado en medio de la nave central (García Bryce, 1995: 368). Son del tipo hallenkirche o iglesia salón con las bóvedas a la misma altura. Lo que llama la atención en ambas es que si bien poseen una misma planta, fueron construidas con materiales completamente diferentes, pues siguieron la tradición constructiva de su respectiva región (Lima-costa, Cuzco- sierra).
Las iglesias del siglo XVII destacaron también por la
construcción de portadas-retablo en sus fachadas. Construidas principalmente en piedra, tuvieron un papel simbólico y evangelizador, ya que anunciaban a los transeúntes la importancia de la iglesia, su carácter monumental e invitaban a su contemplación.
El virreinato peruano tuvo una diversidad de centros
arquitectónicos importantes. Las tradiciones y elementos regionales permitieron el desarrollo de escuelas y de áreas de influencia. Cuzco, Arequipa y Puno fueron las difusoras de las principales técnicas constructivas locales. En estas ciudades hubo una búsqueda de lenguajes propios alejados del barroco y de su realismo, experimentando en muchos casos con la naturaleza y los elementos bucólicos andinos. Un buen ejemplo sería la portada de La Compañía, en la ciudad de Arequipa.
En las ciudades, la vivienda colonial tuvo una fuerte influencia
peninsular, especialmente andaluza. Fueron casas de uno o dos pisos, con un zaguán que permitía el ingreso. Usualmente, este zaguán permanecía abierto todo el día pues a él llegaban los vendedores ambulantes o las visitas. Un bello patio dominaba el ingreso rodeado de los dormitorios y habitaciones principales. En el primer piso se encontraba la sala que usualmente conectaba a otro patio (traspatio) y finalmente a la cocina. Muchas casas en Lima tuvieron huertas en las que cultivaban productos de panllevar.
Las casas de dos pisos tuvieron usualmente un balcón cerrado
por donde se podía observar la calle. En el siglo XVI y XVII estos balcones poseían celosías, a fines del XVIII y principios del XIX se construyeron bajo los cánones del neoclasicismo y del estilo imperio, imponiéndose el uso de ventanas de guillotina. Los balcones le confirieron a Lima una personalidad propia, ya que en ninguna ciudad americana existieron tantos balcones como en la capital del virreinato peruano.