Poesía de Héctor Carreto
Poesía de Héctor Carreto
Poesía de Héctor Carreto
La oveja descarriada
…………Señor:
Déjame besar los labios de esa joven romana.
…………Señor
El vino de consagrar es exquisito
pero el que brota
de sus intimidades
me abre las puertas del cielo.
…………Señor:
Déjame palpar su húmeda belleza,
lamer los pies de esa criatura
que triunfal ensaliva mi cuerpo.
…………Señor:
No soy tu cordero más blanco,
no soy tu daga más pulcra,
pero deja que ponga mi pez en esa boca.
Cierra los ojos, Señor,
…………………………….y por piedad
déjame besar los labios de esa joven romana.
No importa:
Homero fundó el mito de Occidente
sin haber visto jamás las murallas de Troya.
(Con ojos sellados presenció el descenso de los dioses.)
Mal de amor
En la tumba de Helena
Entiendo que existen varias formas de relojes: el de Haydn, por ejemplo, es una cajita
musical guardada en el estuche del oído; el de Gómez de la Serna, una flor de metal; el de
Proust, para volver a Ítaca, recogerá cada instante sembrado en el viaje. A la inversa, el
reloj de Ray Bradbury marca las horas del futuro. Hay también relojes secretos: el del
doctor Freud se ocultaba en el bolsillo del deseo fijado.
Los hay también un tanto fláccidos (Dalí les ha quitado el sostén). Y hay, por qué no,
relojes perfectos, como los muslos de Isadora Duncan.
Pero si usted no tiene reloj, no se asuste: los relojes son espejos que nos degüellan de
frente: así, los burgueses descubrieron su perdición en el reloj de Marx, y a Cortázar le
regalaron un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire.
Pies
A Margo Glantz
Cuidemos nuestros pies: ellos son algo más que animales amaestrados: revelan nuestra
casta, entre otras cosas; por eso las chinas esconden sus pies al hacer el amor y yo me
ahogo en un mar de baba al contemplar tu pie, nadando en peceras de charol.
Los pies de Ulises calzaron, durante diez años, sandalias de otro, equivocadamente. Los de
Aldous Huxley cruzaron las puertas de la percepción y Karl Marx cubría sus pies con
calcetines tejidos por las masas. ¡Ah!, pero son también las armas secretas de las diosas:
para hechizar manojos de falos, Marilyn calzaba zapatillas de labios abiertos, exhibiendo
las sonrientes uñas. Y habrá que recordar a Cenicienta: sus pies la rescataron de bosques
grises.
Por otro lado, si usted los lleva de paseo al pasado, vístalos con borceguíes y polainas; si
los lleva al paraíso, consiga coturnos; si va al infierno, botas de bombero.
Pero señor, señora o señorita, trate con amor a sus pies: son de piel legítima. Acarícielos,
Mercurio se lo agradecerá.
Broche de tinta negra