Ensayo Pensamiento Estrategico Geraldine Bustos
Ensayo Pensamiento Estrategico Geraldine Bustos
Ensayo Pensamiento Estrategico Geraldine Bustos
En este orden de ideas, ¿qué es lo que hace que algunas organizaciones enfrenten los
cambios con energía y vitalidad mientras que otras se paralicen por el miedo que les produce
enfrentarlos? La diferencia entre una organización más competitiva y otra radica en la
capacidad de las personas que la componen, a interpretar estos nuevos valores, a ser capaces
de salir de la zona de confort mental y adoptar una visión de cambio continua.
Para ello, se debe cuestionar si debe ser la dirección de la organización el “único ente
pensante” o debería dar paso a una dirección basada en la participación, trabajo de equipo y
en una visión multidireccional para la toma de decisiones. Lo anterior, bajo el supuesto que,
dentro de un nuevo enfoque de cambio, las estructuras rígidas y verticales han perdido
relevancia para la permanencia en el mercado y logro de la competitividad.
Pues el valor de un directivo esta dado por este último aspecto, las preguntas que hace
mas que por las respuestas que da, de ahí que el cuestionamiento es el motor permanente de
la actividad estratégica. Por ende, la alta dirección está en constante búsqueda de fuentes de
información e ideas que permitan formar sus propios modelos mentales del entorno. Tal
como lo expone Mintzberg (1986) los gerentes como corazones de la organización deben
combinar dentro de sus actividades rutinarias papeles administrativos, interpersonales,
informativos y decisivos.
Por ello, no hay patrones de uso de tiempo, sino que deben estar a la disposición de
responder a las necesidades y presiones del momento, es decir, estar permanentemente
orientados a la acción. De ahí, que surge el dilema constante de la delegación, pues dentro de
la alta dirección siempre hay una mezcla de dos elementos: el control y el aprendizaje. Y son
los buenos estrategas quienes utilizan ambas, según las cartas que quieran jugar y según su
capacidad de predicción y la necesidad de responder a imprevistos (Mintzberg,1986).
Lo cual en su mayoría de veces no depende de los conocimientos sistemáticos,
reflexivos y analíticos adquiridos por una profesión sino es la experiencia gerencial, la
intuición e incluso los instintos que se integran de forma complementaria a la racionalidad,
el conocimiento académico y los análisis robustos de información durante los procesos de
pensamiento estratégico.
Por tal razón, dicha capacidad estratégica no es innata de los líderes, es una habilidad
personal que se afianza, entrena y cultiva a medida que se aprende a observar y evaluar
objetivamente la variabilidad de las situaciones, se impulsa los procesos creativos para evitar
cometer errores del pasado y viabilizar soluciones a los retos del futuro. Por ello, para quien
lidere una organización le demanda enriquecerse de contenido, experiencia e intuición para
mejorar la capacidad de análisis, síntesis y posibilidad de avanzar hacia el futuro de manera
satisfactoria.
Además, la alta dirección cuenta con ventajas comparativas como lo son sus
actividades, responsabilidades y relaciones interpersonales que fortalece su capacidad de
pensar estratégicamente al tener acceso fácil y formal a su staff e información suficiente y
actualizada de su entorno que le permite construir opciones, convivir armónicamente con la
incertidumbre, idear caminos factibles e imaginar sus resultados posibles y anticipar de
manera lógica y educada reacciones y consecuencias; habilidades que están fuera del alcance
para delegar porque es en los altos mandos que confluyen las condiciones pertinentes,
presiones externas y aparición de nuevos desafíos que demandan perfeccionar la habilidad
gerencial.
Por ello, autores como Astigarraga y Mojica (2006) afirman que “el futuro no se
predice sino se construye” al suministrar a los actores de información relevante, comprensible
y a tiempo respecto al entorno que junto a la voluntad personal dan la posibilidad de construir
futuros posibles, escoger el más conveniente y tratar de ser construido estratégicamente
mediante un conjunto de acciones consensuadas que responda a las tendencias futuras y
alineamiento de los diversos intereses de los actores pero sin perder el rumbo y/o objetivo
organizacional.
Ante dicho reto la alta dirección puede adoptar diferentes actitudes posibles para
afrontar el futuro que de acuerdo a autores como Godet (2011) y Guillermina Baena (2012)
clasifican como:
Después de ver todas las actitudes hacia el futuro, lo normal en la alta gerencia es
inclinarse por las dos últimas. Es decir, tener una actitud dirigida a anticipar las amenazas y
las oportunidades que se anuncian en el horizonte con el fin de corregir la ruta sin abandonar
el rumbo como organización. Por esto, Godet menciona el triángulo griego de la prospectiva
en el que se conjugan los conceptos de anticipación, apropiación y acción, y que son
ampliados al cuadrilátero por el término de “aprendizaje” como valor añadido en la
aplicación de la prospectiva (Mojica, 2007).
En este orden de ideas, la prospectiva debe reflejar las aspiraciones y valores de una
organización sin dejar de lado la acción fundamentada en el pasado y presente para que con
ello se proyecten futuros que racionalmente tienen probabilidad de presentarse, es decir, no
es en vano soñar si se construyen bases solidas y realistas frente a los peligros y oportunidades
que como organización se enfrenta.
Ogilvy, J., & Schwartz, P. Plotting Your Scenarios. Global Business Network. Disonible en:
http://adaptknowledge.com/wpcontent/uploads/rapidintake/PI_CL/media/gbn_Plotti
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Shoemaker, P. (1995). Scenario planning: a tool for strategic thinking. Sloan Manamagent
Review. Winter. Disponible en: https://sloanreview.mit.edu/article/scenario-
planning-a-tool-for-strategic-thinking/