Afectividad
Afectividad
Afectividad
• Más bien hay que decir que el fenómeno afectivo posee una dimensión somática de
un hecho psíquico al que llamamos emoción.
• Los afectos no sólo suponen una valoración de la realidad, sino que además son una
valoración de las mismas operaciones humanas.
• a) Objeto desencadenante
• b) Perturbación anímica
• d) Conducta práctica
• Sólo después de analizar en cada caso todos estos elementos podremos llegar
a identificar, definir y entender correctamente de qué sentimiento se trata.
2. Emociones y sentimientos
• Por eso se puede decir que la emoción está fuera del dominio de la
voluntad, al menos parcialmente.
• Si resulta difícil la determinación de qué son los afectos, más complejo todavía
parece ser la clasificación de los mismos.
• Son posibles muchos criterios clasificatorios y por eso se puede decir que no existe
una única clasificación de las emociones y sentimientos.
• Así, cuando la sangre se retira del rostro (lo que explica la palidez y la
sensación de «quedarse helado») y fluye a los músculos de las piernas para
favorecer la huida, se dice que tenemos miedo; o cuando arqueamos las cejas
aumentando el campo visual para que penetre más luz en la retina (lo cual
nos proporciona más información sobre el acontecimiento inesperado)
decimos que tenemos una sorpresa, etc.
• Sin embargo, «no cabe duda de que esta lista no resuelve todos los problemas
que conlleva el intento de categorizar las emociones.
• ¿Qué ocurre, por ejemplo, con los celos, una variante de la ira que
también combina tristeza y miedo? (...)
• Desde este punto de vista, las emociones no son más que pasiones: pasividad
que genera una respuesta en el sujeto.
• Más que «estados del yo» son «modos de ser» del sujeto que
penetran todos los contenidos de la conciencia, como son los
sentimientos de felicidad, paz, melancolía, etc.
• A veces, en efecto, estamos alegres por una buena noticia y esto repercute en
la sensación de bienestar corporal; otras veces sucede que el cansancio o la
enfermedad corporal provocan la melancolía o tristeza del espíritu.
• El estado de ánimo es, pues, más perdurable que las emociones, aunque no es tan
profundo como ellas.
• Es extraño que uno esté furioso todo un día, pero no lo es tanto permanecer
en un estado de ánimo malhumorado e irritable que facilita las alteraciones
furiosas.
• a) Temperamento
• b) Carácter
• c) Personalidad
• La educación de los afectos es una de las primeras tareas que toda persona humana
debe realizar, para que sus sentimientos sean los adecuados.
• En ese sentido, se podría decir que la tristeza («dolor del alma») actúa como
un «mecanismo de defensa» de la persona que la mueve constantemente a la
búsqueda de la felicidad perdida.
• Pero como la posesión plena del bien no es posible en esta vida, estamos
siempre insatisfechos con los bienes alcanzados:
• Sólo la posesión total, eterna y perfecta, del mayor Bien, es decir, Dios, es
capaz de apagar el deseo de felicidad humana.
• Ésta constituye una de las vías antropológicas del acceso del hombre a Dios,
como expresó de manera inolvidable San Agustín: «porque nos has hecho
para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descanse en
ti» (Confesiones, Libro I, c. 1, n. 1. ).
• Pues bien, el centro productor de placer puede ser estimulado de dos modos.
• Así pues, los afectos me informan de la realidad desde una perspectiva subjetiva, al
tiempo que informan al sujeto acerca de la consecución lograda o no de bien.
• Se habla a veces de «intuición» para referirse a estos hechos que han sido
abordados también por la fenomenología contemporánea.
• Según Edith Stein, la empatía lleva a cabo un efecto existencial por el que
tenemos la experiencia de sujetos distintos de nosotros, y de sus vivencias.
• Sin embargo, esta tesis debe ser matizada porque en caso contrario esta
actitud conduciría directamente al subjetivismo y al relativismo moral.
• Las dos tesis son falsas» (VICENTE ARREGUI y JACINTO CHOZA, Filosofía del
hombre, op. cit., p. 258).
• Podemos advertir alegría en nuestro interior ante un mal ajeno casi como
un impulso no deliberado; pero está en nuestra mano asumir
deliberadamente o no ese sentimiento.
• Por eso la perfección moral no consiste en hacer el bien sin pasión, porque
faltaría un rasgo esencial de la perfección del actuar moral: la
connaturalirad afectiva con el bien, que consiste en tender al bien con todas
las potencias y capacidades de la persona.
• Esta idea estaba presente en la tradición clásica desde Aristóteles para quien
«las virtudes son disposiciones no sólo para actuar de maneras particulares,
sino para sentir de maneras particulares.
• Actuar virtuosamente no es, como Kant pensaría más tarde, actuar contra la
inclinación; es actuar desde una inclinación formada por el cultivo de las
virtudes.
• En todo caso, cabe dar a los afectos una relevancia moral indirecta, en cuanto que
actúan como motivos de las decisiones voluntarias.
• «La sensibilidad es, sin duda alguna, una ventaja valiosa de la psique
humana; pero para comprender su valor real debemos tener en
cuenta el grado en que se deja impregnar por la veracidad» (KAROL
WOJTYLA, Persona y acción, p. 273).
Fuente de información:
José Ángel García Cuadrado. (2011). (5ª ed.). Antropología filosófica: Una introducción a la
filosofía del hombre. Pamplona: Eunsa.