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BROWN UNIVERSITY LIBRARY

M^Jfw^íTUv'í'ri'.v;!*
3 1236 07283 9361
.

THE LIBRARY
OF

BROWN UNIVERSITY
I

librar^ 3fun^

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X'&.'IQ^
—r ^. rT
EDITORIAL-AMÉRICA
Director y propietario: R. BLANCO -FOMBONA
Apartado de Correos 117. Madrid (España).

PUBLICACIONES DE LA CASA:
I

Biblioteca Andrés Bello (literatura)


ÍI

Biblioteca Ayacucho (historia).


III

Biblioteca de Ciencias políticas y so-


ciales.
IV
Biblioteca de la Juventud hispano-
americana.
V
Biblioteca de obras varias (españoles e
hispano-americanos).
VI
Biblioteca de historia colonial de Anié-
rica.
VII
Biblioteca de autores célebres ^ T^ran-
jeros).
VIII

Biblioteca Porvenir.
De venta en todas las buenas librerías de España y América

Imprenta de Juan Pueyo, Luna, 29. —Teléf. 14-30.— Madrid


LECTURAS AMEBICANAS

BIBLIOTECA DE AUTORES VARlOb


(españoles y americanos)

Últimos tomos publicados:


V.— Pedro de Réfide: Liys espejos de Cito.
Precio: 3,50 pesetas.

VI.— Antonio Mañero: México y la solidaridad ameri-


cana.
Precio; 3,50 pesetas.

Vil.— Edmundo González-Blanco: Voltaire. (Su biogra-


íía. —
Su característica.— Su labor.)
Precio: 4,50 pesetas.

VIII. —E. Gómez Carrillo: Tierras mártires.


Precio: 3 pesetas.

IXí Manuel Machado: Sevilla y oíros poemas.


Precio 2,50 pesetas.
X. —Emilio Castelar: Vida de Lord Byron.
Precio: 3 pesetas.

XI.— R. Cansinos- Assens: Focias y prosistas del nove-


cientos. (España y América.)
Precio: 4 pesetas.

XII. — R. Blanco-Fombona: Pequeña Opera lírica. — Tro-


vadores y Trovas.
Precio: 3,50 pesetas.

XIII. — Rafael Lasso de la Vega: El corazón iluminado


y Oíros poemas.
Precio: 3,50 pesetas.

XIV.—José Sánchez Eojas: Paisajes y cosas de Castilla.


Precio: 3,50 pesetas.

XV.— Emilio Castelar: Recuerdos de Italia.


Precio: 4 pesetas.

XVI.— Pedro de Répide: La lámpara de la fama.


Precio: 3,50 pesetas.

XVII.— R. Cansinos- Assens: Salomé en la literatura.


Precio: 4 pesetas.

XVIIl.— José Camino Nessi: Hogueras en la noche.


Precio: 3 pesetas.

XIX.—J. Deleito y Piñuela: Lecturas Americanas.


1
/ 1

J. DELEITO Y PIÑUELA

LECTOlíAS AMEÍllCiN

I. LITERATURA DE HISPANO AMERICA. -

II.AMERICA VISTA POR LOS ESPAÑO-


LES.-IIL LA EMANCIPACIÓN DE AMERICA
VISTA POR LOS COETÁNEOS. -IV. DIVER-
SOS LIBROS AMERICANOS

EDITORIAL AMÉRICA
MADRID
1920

GONCRtlONARIA BXCLUHVA TA^.k. LA VBN7A:

SOCIEDAD ESPAÑOLA DE LIBRERÍA


•> í R n A 7, 21
Reúno en este volumen, y bajo el título genérico
de Lecturas Amebicanas, los trabajos que, du-
rante varios años, he venido escribiendo y publi-

cando principalmente en La Lectura, de Ma-
drid —sobre autores y lih'os americanos o autores
y libi'os españoles o de otro país que traten de
América.
J. D. P.
Madrid, 1920.
PRIMERA PARTE
LITERATURA DE HISPANO-AMERICA
RUFINO BLANCO-FOMBONA

Y ALGUNOS DE SUS LIBROS

«La lámpara de Aladino.»— Notículas.

Bajo el nombre de notículas, explicado en


digresión filológica, ha reunido el brillante
escritor venezolano Sr. Blanco-Fombona un
copioso caudal de impresiones, lecturas y
recuerdos personales suyos, formados en di-
versos tiempos, con los más variados motivos
y diseminados, al ver la primera luz, en muy
distintas publicaciones. Es un mosaico mul-
tiforme, polícromo, iluminado a veces por la
luz tenue y sedante del alba, y a veces por
los cárdenos y cegadores reflejos de la tem-
pestad eco de un alma inquieta, tumultuosa,
;

contradictoria, pasional, vibrante, brava,


proteica y sensitiva.
¿Por qué estas crónicas, estos apuntes, de-
liberadamente desordenados y pocas veces
conexos entre sí, se enlazan bajo un título
12 J. DELEITO Y PIÑUELA

común de leyenda oriental, La lámpara de


Aladino? Esa lámpara, responde el cálido
poeta venezolano, es la Imaginación. "Uno
frota su lámpara cuando la tiene, y ya cielo
y tierra son suyos. Con la lámpara de Ala-
dino al alcance uno revive las horas pasadas.
La lámpara de Aladino no es enemiga de la
Verdad. ¿No recordáis a Shakespeare? La
realidad es el hilo con que se tejen los sue-
ños." "Al rozar el instrumento maravilloso,
la maravilla se produce y surgen de la nie-
bla mujeres que amamos, paisajes que entre-
vieron nuestros ojos, pueblos que abrieron
sus puertas a nuestra curiosidad. No es to-
do; surgen el poema de embriaguez que res-
piró nuestra adolescencia, el cuadro maestro
que nos enfermó de belleza y la hora de di-
cha efímera, y la palabra de áloe, y la gota
de ajenjo."
El autor, dueño del mágico talismán, le
hace revivir espléndidas perspectivas de Na-
turaleza y de Arte, accidentados y dramáti-
cos sucesos de su tumultuoso vivir personal,
imágenes pintorescas de hombres, mujeres o
cosas que han perdurado en aquél con huella
palpitante; observaciones y apostillas anota-
das al margen de los sucesos y al caudaloso
de su existencia.
fluir
No busquéis en él una lógica rectilínea,
una consecuencia inflexible, ni mucho menos
LECTURAS AMEBICANAS 13

orden y compostura académicos. Renuncia a


alio por indeclinable propensión de su espíri-

tu, que le impulsa sólo a buscar la verdad y


a, reflejarla con su pluma tal como al través

de su temperamento se proyecta. Y así lo


declara paladinamente: "¿Que lo que miro
dentro de mí y la manera como miro lo am-
biente difieren de un día para otro? ¡No im-
porta! ¿Que carecen de mis ojos? ¡No
lógica
importa Yo sé que obedecen a una lógica su-
!

perior. Sólo puede exigirse la sinceridad men-


tal y sentimental del momento."

De modo que busca, no la verdad, sino síi


verdad. Pero en el fondo verdades nuestras
ion las que todos buscamos y expresamos,
aunque tengamos la pretensión de proclamar-
las doctoralmente verdades universales.
Este personalismo del Sr. Blanco-Fombo-
na, que no teme la contradicción ni la diso-
nancia, en nada amengua el interés del li-
bro, por ser el autor un exquisito poeta, cu-
yos estados de alma, aunque mudables, tie-
nen una comunicativa fuerza de emoción o de
convicción, y se traducen en ingeniosidades
dialécticas, en relampagueos de juicios pro-
pios, de observaciones agudas, de frases bri-

1 antes.
El autor ha vivido mucho y muy de pri-
sa. Hay en él un ansia loca por asonarse a

todos los miradores que la vida pueda ofre-


14 J. DELEITO Y PIÑUELA

cer (panoramas de todas las latitudes del


planeta, almas de mujeres o de artistas, fon-
dos de libros, corrientes de ideas) y por con-
.arnos lo que ha visto o sentido, y qué im-
presión han dejado las cosas en él, cuáles han
sido las vicisitudes de su existencia: aven-
turas, duelos, lances amorosos, desavenencias
con colegas de profesión literaria, veleidades
de fortuna, que le llevan desde el cargo di-
plomático o el gobierno de provincia hasta la
cárcel.
Las perspectivas que nos ofrece son varia-
dísimas. Hasta donde cabe clasificar el hete-
rogéneo contenido de sus crónicas pueden
considerarse en el libro siete partes : I. Nom-
bres. II. Pensares y sentires. III. Cmdades y
panoramas. IV. Italia, 1903. V. Viaje al Alto
Orinoco, 1005. VI. Comentarios. VIL Confe-
siones. Entre los Nombres se barajan Mae-
terlinck, Loti, Gogol, Isidora Dunkan (la dan-
zarina famosa), Ibsen, Garófalo, France, Ru-
siñol, Bourget, Nordau, Juan Ramón Jimé-
nez, Unamuno y otros más de Europa y
América. Entre las Ciudades y panoramas,
Aquisgrán, Delf, Tours, Pisa, Sorrento,
Roma, París, la Guaira, Toledo, Pancorbo,
etcétera.Pero ni sobre aquellos escritores ni
sobre estas ciudades se ha de buscar ningún
estudio objetivo sólo una impresión particu-
;

lar y rapidísima, ..n aspecto minúsculo, a ve-


LECTURAS AMERICANAS 16

ees el asidero o punto de partida para una


grata divagación.
Mayor multiplicidad ofrecen las partes
Pensares sentires y Comentarios. Son su-
tiles y leves crónicas, donde se hace crítica
rápida de todo lo humano y algo de lo divi-
no. Allí hay consideraciones políticas, socia-
les, artísticas, literarias, morales, religiosas
(o más bien antirreligiosas).
Los relatos que ofrecen mayor continuidad
e interés narrativo son los de Italia y el Alto
Orinoco. El primero es una vibrante evoca-
ción de la tierra del arte por un artista de
corazón, que entrevera travesuras de viaje
con bellos cuadros de Capri, Sorrento, el Ve-
subio, Florencia, etc. El segundo es la rela-
ción dramática de un viaje del autor a pose-
sionarse del gobierno de una provincia de
Venezuela, atravesando extensa zona de Amé-
rica tropical, casi tan salvaje como en los
tiempos del descubrimiento, entre los peli-
gros, las privaciones y las zozobras de la
selva inmensa, sin humana habitación, po-
blada de alimañas peligrosas, surcada por
ríos invadeables, azotada por diluvios y tor-
mentas horrísonas.
Blanco-Fombona unge todas las páginas
del libro con las esencias de su ética y su
mentalidad, resueltamente paganas. Sólo lo
fuerte y lo bello le parecen con derecho a
16 J. DELEITO Y PIÑUELA

vivir. Le encantan todo gesto audaz, toda vo-


luntad firme y poderosa, toda rebelión contra
las pautas de la rutina o del vivir cotidiano

y gris. Las normas sociales, y hasta las le-


yes positivas para asegurar el orden y la par-
simonia en los pueblos, le parecen insufribles
grillos, que coartan el libre vuelo de la per-
sonalidad e impiden alcanzar su pleno des-
arrollo a los hombres superiores. Es, en suma,
un eco de Nietzsche. Aspira a poner al su-
perhombre más allá del bien y del mal. Pero
a fuerza por la fuerza, la fuerza mecaniza-
da le repugna. Lógico esta vez con su exal-
tado subjetivismo y con sus inclinaciones
de élite espiritual, odia la fuerza teutónica,
avasalladora del individuo ante el monstruo
bsorbente del Estado; no menos que la fucj-
za pecuniaria de la prosaica Yanquilandia,
formada por groseros mercaderes sin otro
ideal que el dólar.
Odia las democracias por lo que tienen de
prosaicas y niveladoras, y en su culto al
avisto, al que sabe imponerse a los demás,
llega, él, ex gobernador, ex represer.tante
del orden y la fuerza pública del Estado, a
hacer la apología del anarquismo, por lo que
tiene de idealista y viril, y a dudar que la
sociedad tenga más derecho a la vida del que
tiene a destruirla quien se halla incómodo en
su seno. El valor, la acción personal, el bello

LEOTUEAS AMERICANAS 17

gesto le inspiran un apasionado culto, muy


frecuente en los escritores hispanoamerica-
nos, donde bajo el refinamiento externo de
París, nutrix intelectual de casi todos ellos,
late la sangre bravia de los conquistadores
épicos de España, el alma impetuosa de la
América ancestral.
Por esa mezcla de íntima pasión y ex-
quisita forma, el autor ama sobre todas las
cosas Renacimiento italiano, paraíso de
el

los audaces, que tienen bula para todo, has-


ta para el crimen; época en que, incluso la
religión, toma en lienzos y mármoles em-
pujes y morbideces de paganía. Su héroe
representativo es Benvenuto CelUni, a quien
sus contemporáneos, Papas entre ellos, per-
donaron el ser un prodigioso forajido en
gracia a ser también el más prodigioso de
los artistas. Entiende justamente que los
presidios están llenos de héroes en flor, los
cuales en aquella propicia época hubieran
sido gloriosos conquistadores de Indias, y
hoy, por falta de adecuado ambiente, han
quedado en meros profesionales de la nava-
ja o la ganzúa. El Código —
dice en un ar-
tículo es enemigo del helio vivir. "Las ca-
denas legislativas, las preocupaciones, la
grotesca actual concepción de la vida impi-
den de los verdaderos hombres..."
la eclosión
"¿Qué Benvenuto va a salir de entre las pá-
2
18 J. DELEITO Y PIÑUELA

ginas del Código penal? ¿Qué Feríeles, de


esta Beocia? ¿Qué bello tirano, de esta de-
mocracia ?"
Si las trabas éticas o jurídicas sublevan
al Sr. Blanco-Fombona, figúrese el lector
hasta qué punto encalabrinarán sus nervios
las trabas gramaticales. Deliberadamente
salta sobre ellas, dándosele un ardite el

afrancesamiento de su sintaxis y el neologis-


mo de su léxico, habituales normas pecados —
o virtudes —
de los escritores hispanoameri-
canos. El autor convierte en principios su
anarquía gramatical y pone de oro y azul a
los puristas, a esos desdichados cazadores de
gazapos, estilo Valbuena, que se erigen en
pontífices de severos dogmas cerrados y tie-
nen, como la Iglesia, Inquisición, índice ex-
purgatorio y excomunión mayor para la con-
cordancia sospechosa, el trasconejado parti-
cipio o verbo de nuevo cuño colado de
el

matute. Blanco-Fombona, con la entereza de


un hereje que acepta la hoguera mejor que
la retractación de su credo, declara que an-
tes se dejaría aspar que consentir en trocar
el galicano guión con que separa sus apelli-

dos por la castizamente española copulati-


va y.
Parecerá esto una nimiedad; pero de ni-
miedades se teje todo carácter. El individua-
lismo, desde la concepción del cosmos hasta
LECTURAS AMERICANAS 19

la construcción de la cláusula, es el fondo de


esta obra. La finura de observación, el buen
gusto, el elegante arte de narrador esmal-
tan sus páginas todas y hacen gratísimo de-
leite su lectura.

«Cueníos americanos.»

Blanco-Fombona es uno de
mejores
los
cuentistas que escriben actualmente en len-
gua castellana. Posee todas las dotes de con-
centración y sobriedad que este género lite-
rario requiere. En pocas líneas, en trazos
breves y firmes, nos da una intensa impre-
sión de un paisaje, de un estado de alma,
de un carácter, de un medio social y a la vez
nos recrea con el interés y la emoción de
una sencilla fábula.
Estos Cuentos americanos reflejan muy
bien las múltiples facetas del espíritu de
América, observado en su cantera nativa, le-
jos de las lujosas urbes, borrosas en su uni-
formidad cosmopolita. Blanco-Fombona pre-
fiere atisbar la vida rural, donde late bra-
via y fuerte el alma india, llena de atavis-
mos ancestrales, sin la cascara de civiliza-
ción europea que sirve de disfraz en las
grandes poblaciones.
Es la heredad solitaria en los inmensos
20 J. DELEITO Y PIÑUELA

llanos, donde viven señores y iabiiegos como


en los tiempos feudales; es el rancho, donde
vegetan los peones en su labor de bestias;
es la aldea sórdida, hundida en todas las
miserias físicas y morales, sin horizontes,
aislada del mundo exterior es la vida abrup-
;

ta y libre de las peñas andinas o de las már-


genes selváticas del Orinoco. Y en todos la-

dos, pasiones primitivas y tumultuosas, re-


beliones endémicas, odios, egoísmos, lujurias,
crueldad, caudillaje, servidumbre, ignoran-
cia, Los cuentos transpiran
superstición.
realismo y humanidad; pero ¡qué humani-
dad tan triste es la suya! Cada uno encie-
rra un drama, bien de los que se desenlazan
en escenas de sangre y muerte y tienen por
epílogo el presidio, bien de los que surgen
calladamente en el fondo de las almas y se
resuelven en torturas íntimas, en derrumba-
mientos sentimentales, en amargas decep-
ciones.
Algunos de estos dramas van velados por
una ironía y un humorismo sutiles. Otros
estallan bruscamente, secos y explosivos, y
producen el efecto de un escopetazo. Casi
todos ellos nos abruman con lecciones de mal-
dad humana.
Una pobre vieja agoniza de hambre en
una cueva abandonada. Nadie le da una miga
de pan. Pero nadie lanza una maldición de
LECTURAS AMERICANAS 21

muerte, que la casualidad hace cumplir. JjSl

vieja se convierte en bruja para el sentir


popular, y todo el mundo, temiendo sus ma-

leficios, colma de presentes. La infeliz,


la
que no pudo explotar la compasión, empie-
za a explotar el miedo.
Un pobre indio, manso y bonachón, que
adoraba a su mujer, es escarnecido por ella
y convertido en ludibrio público. Un día le
ciega un vértigo de sangre; mata una y mu-
chas veces. Desde entonc^^s es una hiena, y
convertido en guardián del presidio, agota
todos los refinamientos sádicos para tortu-
rar a los presos que están bajo su custodia.
Un hombre que ha muerto tenía dos aman-
tes hermosas y jóvenes. Las dos cuidan su
tumba y la cubren de flores. Un día el cadáver
desaparece de la sepultura. Es que una de
ellas le ha robado por celos de las ofrendas
postumas de su rival.
En un pueblo americano se celebran elec-
'ones. Un mozo rústico, a quienhan azuza-
do contra el bando contrario, encuentra una
noche a un pobre viejo, indefenso, pertene-
ciente a él y, sin mediar ofensa alguna, le
mata. Cuando los suyos le prenden y la po-
licía le persigue el muchacho se asombra.

¿Pues no ha cumplido con su deber? ¿No


era el muerto un enemirto?
Un pobre aguador, proverbialrnente devo-
22 J. DELEITO Y PIÑUELA

to,ha perdido su burra y se encomienda a


San Antonio para que se la devuelva. Tozu-
damente menudea las oraciones y consume
poco a poco en ofrendas para el santo to-

dos sus ahorros, que sobrarían para comprar


otra burra. Pero el milagro no se hace.
Cuando pierde el último céntimo sin que el

animal parezca su devoción se trueca en ren-


cor, en odio a aquel San Antonio o San Dia-
blo, como él dice, que le ha arruinado y chas-
queado.
Un día entra cauteloso en su capilla y de
un machetazo rebana la cabeza a la imagen
del santo. Mientras dos beatas chillan des-
pavoridas, él sale con aire de venganza sa-

tisfecha, diciendo: Bien sabe Dios que te lo


merecías por canalla.
Un rico pero rudo venezolano tuvo amo-
res con una aventurera, ave de paso, de los
cuales nació un hijo. El muchacho vivió fe-

liz en el regalo del hogar, ignorando quién


fué su madre. Su padre le lleva a un colegio
aristocrático, soñando hacer de él un perso-
naje. Un malintencionado, de estu-
rival
dios, le echa un día en rostro públicamente
el oprobio de su nacimiento. El adolescente
golpea a su ofensor; pero desde entonces
una nube de dolor sombrea su alma ingenua
y confiada.
Así son todos los cuentos del volumen; de
LECTURAS AMEBICANAS 23

todos emerge una decepción o un dolor, que


estalla tumultuoso o se deshace en callada y
honda melancolía. Pero hay uno, un cuento
parisino, que es obra maestra de ironía pun-
zante y desolada. Juan Crepet tenía altos
ideales de erudito y escritor. Había escrito
hasta seis tomos con el título El alma griega
sobre las distintas manifestaciones de la
energía helénica. Sólo llegó a publicar un
volumen, que fué un fracaso. El crítico más
en boga le flageló sin piedad; los editores le
volvieron la espalda. Crepet tuvo que renun-
ciar a su vocación y someterse a la prosa de
la vida, aceptando un empleo en un Banco
de París. Transcurrieron los años. Crepet se
casó, tuvo una hija, que embelleció su ho-
gar, y vivió con holgura en una linda casita
con jardín de las afueras de París. La feli-

cidad parecía sonreirle; pero él añoraba sus


nostalgias de gloria literaria, y no era di-
choso. Un día su hija desapareció del hogar.
La hallaron estrangulada y mancillada bajo
un puente del Sena. El repugnante crimen
fué semanas enteras la preocupación de
todo París. Los reporteros visitaban frecuen-
temente la casa de Crepet, lo fotografiaban
todo, preguntaban todo. Crepet, por su
lo

infortunio, se hizo popular en pocos días.


Entonces un editor quiso explotar la actua-
lidad y publicó El alma griega y la obra se
24 J. DELEITO Y PIÑUELA

vendió y Crepet, ¡a qué costa!, saboreó las


mieles de la celebridad, tanto tiempo ensoña-
das. El pobre empleado, fluctuando entre tan
encontradas emociones y con la esperanza
de otra paternidad en perspectiva, acabó por
ponreir al destino.
Los cuentos de Blanco-Fombona, pedazos
de vida palpi^nte y atormentada, compues-
tos en estilo llano, pero vivo, caliente y vi-
goroso, dejan en nuestro espíritu la impre-
sión agridulce del dolor hecho arte y arran-
can a nuestros labios una triste sonrisa.

«El hombre de oro.»

Blanco-Fombona es un incansable publi-


cista. Su pluma fecunda no conoce el repo-
so. Cuentos, novelas, crónicas, historia, psi-
cología, asuntos sociales; todo lo aborda con
actividad entusiasta y gentil desembarazo.
Esta plétora de producción, sus indiscuti-
y el vigor y el nervio
bles dotes literarias
que pone en todos sus escritos explican su
rápido afianzamiento entre nosotros. Apenas
llegado de sus peregrinaciones por América
y Europa a este Madrid, centro del hogar
solariego de su raza, vio y venció, conquis-
tándose un señalado puesto en nuestro mun-
do literario, al que ilustra constantemente
LECTURAS AMERICANAS 26

con las tres Bibliotecas que constituyen la


Editorial América, de su dirección.
El hombre de oro, última producción de
Blanco-Fombona, es una tremenda sátira po-
lítica y social, revestida con ropajes noveles-

cos, contra el Gobierno y las clases directivas


de su país, Venezuela, como tipo representati-
vo de un orden de Repúblicas americanas. El
autor no vela sus propósitos. "Hilos diversos
de diversas vidas —dice—tejen la trama del
presente novelín. Esas vidas diversas desem-
bocan en este novelín como ríos que alimen-
tan un lago." Y se defiende y justifica brio-
samente contra lo que un eufemismo encu-
bridor pudiera tildar de antipatriótico. "¿ Por
qué no iba a decir la verdad a mi pueblo?
¿Era más patriótico el adulterio de la reali-
dad? ¿Debí poner una sonrisa sobre la mue-
ca y espolvorear sobre la úlcera diez quinta-
les de veloutine? El cuerpo, florido de pústu-
las, ¿debí cubrirlo con impoluto y mentiroso
manto de armiño?
"No. Que se miren en este espejo mi país
y otras barbarocracias, donde triunfan y pe-
lechan el usurero sin escrúpulos, el general
sin campañas, el periodista sin vergüenza, la
mujer sin pudor, los Irurtia, los Chicharra,
los Rata, los Emerich."
Fiel a este criterio, que es norma de un
temperamento de escritor, lejos de adulterar
26 J. DELEITO Y PIÑUELA

la verdad, la ofrece con sus más negras tin-


tas y la impone el correctivo de un léxico
duro, que no se detiene ante la estridencia
de algún adjetivo. En vez de empolvar la úl-
cera, la aplica la sonda y el cauterio para
mostrar su profundidad y la urgencia del fue-
go, que sana y purifica. Bien distante de dis-
frazar con armiño las pústulas del cuerpo,
arranca a éste hasta su camisa pingajosa y
ofrece el desnudo morboso a la curiosidad
ávida del lector.
El cuadro es acerbo. Pero sus escándalos y
sus miserias morales, retratadas a lo vivo,
sangrantes y purulentas, no lo están al modo
solemne y científico de un Zola, sino en la
forma sarcástica y zumbona de un Aristófa-
nes,un Luciano o un Rabelais, salvando las
naturales distancias.
Como en la antigua comedia griega, se ex-
ponen crudamente las trapacerías y míalas
artes del gobernante explotador, advenedizo
c inmoral, y poco para que se señale a
falta
los personajes por sus nombres mismos, como
en el escenario ateniense. A lo sumo, un
transparente cambio de letras en algunos de
sus nombres.
Todo en la obra, tipos, escenas y ambien-
te, lleva el sello de un exacto realismo y de
una observación feliz. Son hombres y muje-
res de carne y hueso, que nos dan la impre-
LECTUEAS AMERICANAS 27

sión de seres reales conocidos por nosotros,


y que no concebiríamos como mera ficción
poética.
El usurero Camilo Irurtia, a quien cono-
cemos en su antro de Harpagón tropical, cé-
libe, casto, casi haraposo, alimentado con so-
pas de ajo y fréjoles, inculto, ajeno a cuanto
no sea explotar infelices y robarles, primero
ochavos, luego millones; pasando de un salto
a desempeñar el ministerio de Hacienda,
donde aumentarán su peculio filtraciones de
fondos del Estado. Aquiles Chicharra, gene-
ral de opereta, fauno grotesco y panzudo,
que sólo despliega sus dotes de conquista-
dor con doncellas impúberes, y cuyo histo-
rial militar está formado por fugas a la des-
bandada ante el enemigo, telegrafiadas pom-
posamente al Gobierno como gloriosas victo-
más ideales que
rias; político chupóptero, sin
losque puede contener su abultado abdomen,
y que por eso mismo lo ha sido, como él dice,
todo en Venezuela, únenos arzohis'po y presi-
dente; oligarca reclutador de pobres diablos
que le aupan como caudillo liberal; lebrel que
afila los dientes dispuestos a hincarse en el

presupuesto con banales proclamas de retó-


rica manida de Comité, y no vacila, ante el
alejamiento de las prebendas, en refinar sus
artes celestinescas para encandilar al sátiro
que rige la presidencia de la República, obte-
28 J. DEf.KITO Y PIÑUELA

niendo una cartera de ministro a cambio de


una orgiástica qiiadrille organizada en honor
de la lascivia presidencial. El efebo Alcánta-
ra, llamado por su vileza Alcantarilla, rival
de Chicharra en recursos de galeoto por dis-
putarse ambos el favor del presidente.
El propio jefe del Estado Juan Bisonte, —
como el autor le —
bárbaro de la sel-
llama ,

va, hombre de presa, advenedizo encumbra-


do por el valor personal, monomaniaco por
la danza, cazador de mujeres en sus excur-
siones de sport por el país, y aprobador de
un plan severo de economías en el Tesoro pú-
blico para llevar a su bolsa lo que pudiera
dilapidarse en hacer ferrocarriles y escuelas,
sostener el comercio, las comunicaciones in-
ternacionales y el crédito del país. Andrés
Rata, el negroide, hijo de mulata, lacayo por
nativo instinto ancestral, periodista asalaria-
do, turiferario del Gobierno, flexible, escu-
rridizo y exento de epidermis moral, mudo
ante los flirts de su esposa, Olga Emmerich,
rubia y fornida hembra, de origen teutón,
calculadora y viciosa, explotadora de la bon-
dad abúlica de sus maternales tías; cómplice
del general Chicharra en sus bajos manejos,
unida sin amor a Rata, a quien domina y
pone en ridículo con sus liviandades, prime-
ro como novio, luego como marido, y que
termina su galante odisea fugándose con un

LECTURAS AMERICANAS 29

torero español, el Ferico. Rata, resignándose


a su desgracia y explotándola después, jus-
tifica esta frase,cáustica y rabelaisiana, que
cierra el libro: "Si de algún escritor vene-
zolano puede decirse que ha vivido de su ca-
beza es de Andrés Rata."
Tales son los héroes de El hombre de oro.

¿Y no habrá en la obra dirá el lector
nada sino fango y escoria? ¿No se hallará al-
gún espíritu noble, algún corazón sano? Sin
duda. El autor los contrapone como estela de
luz en este panorama de sombras. Son los hu-
mildes, como el rústico Cirilo Matamoros,
que vive en comunión ardorosa con la Natu-
raleza para arrancarla, sin ciencia doctoril,
las secretas virtudes curativas de sus hierbas
y de sus piedras, y que practica el arte tera-

péutico por puro amor ingenuamente vani-
doso —hacia sus semejantes, sin deseo ni es-
peranza de lucro ninguno. Es la criada To-
masa, esclava doméstica del sórdido Irurtia,
sin más horizonte que la cueva del usurero,
el amo y el ídolo para ella. Son también los

altos caídos de su esplendor y que viven en


señorial y altivo apartamiento del mundo de
logreros y bribones, sanguijuelas del país,
encaramados por artes de adulación a todas
las prebendas. Aquella noble casta la perso-
en las hermanas Agualonga,
nifica el autor
cuya antigua estirpe resume la historia de
30 J. DELEITO Y PIÑUELA

Venezuela. Mudas y resignadas ante el des-


moronamiento del linaje, con sus secuelas la
pobreza y el olvido, se ocultan y recluyen en
la casa solariega de sus antepasados, cuyo es-
píritu parece acompañarlas, anidando en los
viejos muebles, objetos y enseres domésticos,
que los siglos deslustraron con el moho y la
carcoma. Singularmente delicado es el tipo de
aquella Rosaura, siempre dispuesta a la re-
nuncia y el sacrificio por los suyos; belleza
madura, que tiene la suave y melancólica poe-
sía de un ocaso.
Aquel capítulo en que las nobles damas
abandonan el santuario doméstico, vendido al
usurero a cambio de una dote para la sobri-
na ingrata y disoluta, es de una exquisita
fragancia, que alivia el espíritu de la terri-
ble causticidad que relampaguea en la ma-
yoría de las narraciones, probando que la
pluma del autor mojada en vinagre y Yd^l
cuando lo requieie el asunto, si sabe restallar
como arrancando túrdigas de piel a
el látigo,

toda la bellaquería andante y triunfante,


también sabe acariciar con blanduras d ter- :;

ciopelo.
No espesimismo deliberado el suyo: es
fina sensibilidad moral, que no se amolda a
lacorrupción y a la concupiscencia, erigidos
en sistema de gobierno; que prefiere la ex-
patriación, y quiere escupir su ira y su des-
LECTURAS AMERICANAS 91

precio sobre los oligarcas audaces, explotado-


res y embrutecedores de la patria lejana.
Pero fía en el pueblo, en su despertar, en la
acción inexorablemente progresiva del tiem-
po. Su labor de crítica social es honda, in-
tensa, audaz y trascendente (por lo mismo es
presumible que se acumulen odios y acaso
persecuciones por parte de los adeptos a la
dictadura fustigada por él) El panorama de
.

la sociedad y el Gobierno están sobria y vi-


gorosamente trazados.
Como novela tiene el relato interés en la
acción, sencilla pero animada con vivos inci-
dentes; verismo y relieve en la psicología de
los personajes, fuerte color local en las des-
cripciones, viveza y propiedad en el diálogo.
Curándose en salud contra los ataques del

casticismo léxico-lógico lo que él llama la
bestia ciiaternaria — , alardea el autor de sus
"arcaísmos, galicismos y otros ismos que es-
peluznan a los más espeluznantes puristas".
No hay, pues, sinc tomarle o dejarle, a gus-
to del lector peninsular.
Pero quien posea el suficiente eclecticismo
para comprender la renovación del castellano
en América y la dificultad para aquellos li-
teratos de saltar sobre la exuberante ñora-
ción del habla popular y de sustraerse al in-
flujode lecturas exóticas europeas; quien,
curado de espanto en materia de herejías
32 J. DELEITO Y PIÑUELA

gramaticales académicas, aborde la lectura


de este libro recio y jugoso, saboreará pági-
nas frescas, pletóricas de vida real, docu-
mentos humanos de un pedazo de historia
contemporánea; hallará grato deleite en sus
primores descriptivos, en sus pintorescos di-
seños, en sus ingeniosos comentarios y sus
punzantes ironías. Hará justicia, sobre todo,
a la recta intención,, al elevado ideal, al va-
lor cívico de este venezolano errante, que,
encarándose con gallardía ante los poderosos
de su país, puede decirles, como Quevedo ante
los desmanes del Conde-duque:

«No he de callar, por más que con el dedo,


ya tocando la boca o j'^a la frente,
silencio avises o amenaces miedo.»

«Grandes escritores de América.— (Siglo xix.)»

Pocos publicistas entre cuantos hoy escri-


ben en lengua castellana darán tanto queha-
cer a las prensas como el culto literato ve-
nezolano Rufino Blanco-Fombona. Y con ra-
zón Andrés González Blanco, al hacer en li-
bro reciente el balance de los escritores re-
presentativos de América, le incluía como el
polígrafo. Porque, no sólo escribe mucho,
sino que lo hace sobre variadísimas cuestio-
nes. No le basta prologar o anotar la mayo-
LECTURAS AMERICANAS 33

ría de las obras que continuamente da a la


estampa en su Editorial América, con profu-
sión y rapidez que contrastan con la cautela
y parsimonia de la mayoría de las Casas edi-
toriales, cohibidas por las circunstancias de
la guerra. Además, da a luz continuamente,
en la propia o en ajenas Bibliotecas, novelas
y crónicas, historia y crítica.
Su trabajo último, publicado por Renaci-
miento, participa de estas dos materias, pues
contiene estudio do varios literatos y pen-
el

sadores americanos, que personifican fases de


la historia intelectual, y a veces de la historia
política, de sus pueblos respectivos. Son éstos
el venezolano Andrés Bello, el argentino Sar-
miento, el portorriqueño Hostos, el ecuatoria-
no Juan Montalvo y el peruano Manuel Gon-
zález Prada.
El autor, en el prólogo, hace reiteradas
protestas de no ser crítico profesional ni pre-
tender enjuiciar, sino dar a conocer al lector

a americanos eminentes tratados en el li-


los
bro. Nada, sin embargo, más lejos de la ver-
dad. El temperamento esencialmente crítico
de Blanco-Fombona, que da tono a sus obras
de más opuesta índole, no le permitiría abor-
dar esa ni otra realidad alguna sin proyectar
sobre ella su propio yo personal y vigoro'^'.o.
Como Ovidio juraba en verso no comp mor
versos jamás, Blanco-Fombona asegura f.'^r-
3

34 J. DELEITO Y PIÑUELA

malmente no hacer crítica ai irence dn cuatro


estudios críticos suyos, que acaso sean los me-
jores entre los salidos de su pluma.
Es un americano americanizante. Nadie
más severo y cruel para poner en la picota la
barbarie, la incultura, la ignorancia, el arri-

bismo, la desorganización, los vicios ancestra-


les de muchas Repúblicas de América, mal
encubiertos por el barniz europeo y democrá-
tico; pero nadie más entusiasta para amar y
loar en frase férvida las glorias del Nuevo
Mundo, nadie más celoso de su divulgación y
de su debida valoración en el mundo viejo.
Y a tal fin encamina el presente libro.

"Se cree, se dice en Europa afirma él
que la América no posee más que riquezas
naturales y coroneles y generales de revolu-
ción. El autor de esta obra opina que en Amé-
rica, durante el siglo XIX, han vivido y lu-
chado por ideales generosos personajes de
mucha cuenta; que al lado de los generales
hubo los pensadores y los artistas, y que por
encima de las crestas andinas se levantan
algunas cabezas."
Como hijo a quien ofenden y encolerizan
los reproches que se dirijan a sus padres,
aunque él señale sin eufemismos ni veladuras
sus defectos, Blanco-Fombona arremete con-
tra los europeos que, burlones y compasivos,
desdeñan en bloque todos los productos men-
LECTUHAS AMERICANAS 36

tales de tierra americana, sin estudiarlos ni


aun conocerlos. Y madre, el
es ésta la idea
leitmotiv del libro, que aspira a llamar la
atención de Europa, y especialmente de Es-
paña, sobre americanos ilustres, r 3teridos
injustamente por el público cosmopolita.
El primero de estos autores, Andrés Be-
llo, no necesita, en rigor, gran vindicación,

porque su fama de hablista, de maestro en la


lengua castellana, corre por el mundo espa-
ñol, y aun extrapeninsular, como el de un clá-
sico y un consagrado. Pero el autor no le es-
tudia sólo como gramático y filólogo, sino
también como poeta, erudito, filósofo, trata-
dista de Derecho internacional, legislador, di-
plomático, educador de pueblos, y también
como hombre, aportando datos curiosos al
conocimiento de la emigración española en
Londres bajo Fernando VII, en la que a Be-
llo correspondió un señalado papel; ponien-

do de relieve sus méritos de iniciador cien-


tífico en América y haciendo constar que,

aun fuera de ésta, fué el primero que des-


cubrió los orígenes del romance castellano,
restauró el Poema del Cid y legisló sobre
nuestra lengua, sin considerar como único
centro de la misma a España, ni creerla asi-
milable al latín por su estructura grama-
tical.
En los estudios siguientes nos pinta hom-
'06 J. DEI.EITO Y PIÑUELA

bres de acción poderosa, luchadores políticos


(a la vez que pensadores y escritores), auda-
ces energéticos, que, en defensa de desinte-
resados ideales, alzaron sobre la resignada o
envilecida estolidez de sus compatriotas su
voz tonante, su candente prosa y su airado
ademán, como leones que rugen y erizan su
melena, afirmando su garra entre amedren-
tados carneros.
Tal fué Sarmiento, el más ilustre literato
argentino, que en su Facundo trazó con ras-
gos indelebles el cuadro de la pampa, ensan-
grentada por el caudillismo y la anarquía;
que derribó al tirano Rosas y echó los cimien-
tos de la regeneración argentina (aunque el
autor no disimule sus errores y defectos).
Tal fué el antillano Eugenio María de Hos-
tos, sociólogo, jurisperito, moralista, maes-
tro, literato, agudo crítico de Shakespeare,
filántropo, que en plena juventud de lujo y
placer escribe la Peregrinación de Bayoán
para pintar las penalidades de los colonos es-
pañoles de las Antillas y que, agasajado por
España, sacrifica fortuna y porvenir para
consagrarse al ideal de la emancipación de su
patria contra el dominio español.
Así es Montalvo, anticlerical y filósofo cris-
tiano, políglota y enciclopedista por autodi-
dactismo, batallador incansable y audaz, que
sufrió impasible riesgos, persecuciones y des-
LECTURAS AMERICANAS 37

tierros por combatir sin tregua al omnipoten-


te y temible déspota del Ecuador García Mo-
reno, obsesión perenne de su vida.
Así fué González Prada, apóstol del Perú

de 1886 decadente, exánime y vencido por
Chile —
y a quien el autor considera como
,

el Joaquín Costa peruano; clarividente pen-


sador y fogoso tribuno, que aplica el hierro
candente de Isaías a los vicios de la sociedad
en que vive y aspira con sus tremendos apos-
trofes a vigorizarla y ennoblecerla.
Blanco-Fombona diseña esos cinco grandes
personajes, eligiéndolos a la ventura entre
otros muchos que cree dignos de preeminen-
te lugar en una galería de americanos con-
temporáneos ilustres, y lo hace orgulloso de
consagrar su pluma tan sólo a los que "son
o fueron espíritus y hombres libres".
Al interpretar sus ideas o glosar sus fra-
ses lo realiza con su pluma cálida y vibrante
peculiar, procurando adentrarse en sus espí-
ritus, compartir en cierto modo sus ansias,
sus ideales y sus entusiasmos comprenderlos
;

y reavivarlos, en suma, con crítica cordial y


efusiva, donde hay más emoción que precep-
tismo, y con un léxico enérgico y elegante,
preciso y jugoso, lleno de nervio y moderni-
dad, no exento de americanismos y giros an-
ticasticistas, que harían estremecer a un aca-
démico de la Lengua. En trazos breves y cor-
38 J. DELEITO Y PIÑUELA.

tantes retrata a un pensador o a un estilo.


Dice, por ejemplo, hablando del Costa perua-
no "... todo lo inútil y baldío desaparece en
:

González Prada. Queda el nervio: lo que vi-


bra; la concisión: lo que hiere; la idea: lo
que ilumina; la imagen: lo que deslumbra."
Blanco-Fombona presta
Indudablemente,
un gran no sólo a la causa ameri-
servicio,
cana, sino también a la cultura europea, al
divulgar entre nosotros la obra, el pensa-
miento y Ib, vida de estas personalidades su-
periores del Nuevo Mundo, mal conocidas en
el Viejo, y que tanto laboraron por la liber-
tad, la ilustración y el ennoblecimiento de
América.

«(.íartas de Bolívar (1799 a 1822)."

La tendencia creciente a estudiar la His-


toria en su aspecto íntimo, tanto al menos
como en su manifestación exterior y oficial,

se traduce en el interés con que se recogen


y publican las cartas de los personajes céle-
bres. Ellas contienen lo más vivo, lo más per-
sonal de los hombres que fueron ; lasmás re-
cónditas esencias de su pensamiento y de su
vida. Nos permiten asomarnos a su espíritu
sin el intermediario de biógrafos y comenta-
ristas, los cuales sólo pueden transmitirnos
apagados ecos, versiones subjetivas e incom-
;

LECTURAS AMERICANAS 39

pletas de esas almas-cumbres, que desde su


altura vislumbran y marcan a la Humani-
dad nuevos derroteros; de esos hombres gi-
gantes, que tuercen el curso de la Historia
con su garra de león.
De especie tan privilegiada fué Simón Bo-
lívar, el de la independencia de
caudillo
América, padre de 18 pueblos, que le con-
el

sideran como el Libertador por antonomasia


tan grande como Napoleón por su genio mi-
litar y muy superior a él por la trascenden-
ciay consolidación de su obra.
El notable escritor Sr. Blanco-Fombona,
cuya ágil pluma lo mismo traza bellos rela-
tos de fantasía que doctos y documentados

estudios de Historia siempre dentro del
campo americano —
ha tenido un gran acier-
,

to al reunir la correspondencia del héroe.


Para su mejor comprensión, ilustra las car-
tas con largas notas explicativas del asunto
a que aquéllas se refieren y de la situación
de Bolívar y de las personas a quienes él se
dirige o alude en cada uno de dichos escri-
tos. Estos van además formando grupos,

precedido cada uno por una introducción re-


ferente a la materia que en él se contiene, o
sea una fase culminante de la azarosa vida
del caudillo. De suerte que entre todas esas
introducciones integran su biografía, hecha
en rápidos trazos.
40 J. DELEITO Y PIÑUELA

Para completarla y ayudar a la compren-


sión del personaje acompaña a la obra un
prólogo de D. José Enrique Rodó, verdadero
canto apologético en honor de Bolívar, escri-
to en vibrante y cálido estilo. El prologuista,
lleno de férvido entusiasmo, loa las glorias
como hombre símbolo de toda
del caudillo,
una epopeya de emancipadores, y va trans-
cribiendo los más geniales rasgos de su vo-
cación consciente y su temple hercúleo al se-
guir su vuelo de águila. Corroboración de tan
altas dotes son las cartas que el libro trans-
cribe (una de ellas autógrafa de Bolívar a fi,u
amigo Revenga).
Son éstas variadísimas. Las hay dirigidas
a jefes militares de su bando, a generales es-
pañoles enemigos, a subordinados y a com-
pañeros de armas, a los presidentes de las
nuevas Repúblicas forjadas por su acero, a
eclesiásticos, marinos, hombres civiles, da-
mas elegantes; recorren desde el Rey Fer-
nando VII hasta un simple criado.
Al través de ellas seguimos las vicisitudes
de una vida tempestuosa, fecunda en triun-
fos de armas y de amor, en que Cupido con-
solaba al héroe en los momentáneos eclipses
de su estrella en los dominios de Marte. En
esas cartas resplandece siempre el espíritu
indomable del que pudiéramos llamar profe-
sor de energía, seguro de su fortuna y su
LECTURAS AMERICANAS 41

fuerza, alentando a los remisos, despidiendo


altivamente a los descontentos, improvisando
recursos, desarrollando planes, sacrificando
su propio peculio en aras del ideal o acudien-
do al socorro de la amistad con demandas
pecuniarias en momentos de agobio o de cri-
sis para la causa; tratando de potencia a
potencia con las autoridades españolas cuan-
do éstas miraban aún a los americanos como
insurrectos, y dirigiéndose en 1821 al Rey
de las Españas para invitarle a una paz que
sancionara la libertad de Colombia, recién
conquistada reconociendo con franca entere-
;

za ante sus jefes o amigos sus parciales fra-


casos, con seguridad de ponerlos remedio;
aguzando en el destierro y la adversidad las
armas, si no vencidas, fatigadas de un rudo
batallar, y solazando sus forzados ocios con
la plática amistosa, la aventura galante y la

vida mundana de arbitro de la moda en Pa-


rís; volviendo luego con mayores bríos a la
lucha de América, contra España, primero;
contra la anarquía de las jóvenes Repúblicas,
después.
De las cartas surge un Bolívar siempre
fuerte, animoso, dueño de sí, magnánimo o
cruel,según las circunstancias; un hombre
de acción, que se cree instrumento de una
idea grande y está resuelto a triunfar de
todo y contra todos. "Si la Naturaleza se
42 J. DELEITO Y PIÑUELA

opone a nuestros planes, lucharemos contra


ella y la venceremos", llega a decir.
Para España, si en estas reconstrucciones
del pasado fueran lícitos resquemores nacio-
nales, no serían gratas muchas páginas de
la obra. España constituía para Bolívar el
mundo viejo, que era forzoso destruir para
forjar el nuevo en las tierras de América, y
nos ve siempre como enemigos, tiranos y
opresores, dignos de exterminio, contra quie-
nes cree político lanzar su famosa proclama
de guerra a muerte. Eran las circunstancias
de su vida y sus empresas las que le forza-
ban a tales extremos.
Visto a distancia Bolívar, de abolengo es-
pañol, es un continuador de laepopeya espa-
ñola en América, que cierra la serie de los
Cortés, Pizarro, Orellana, Solís, Alvarado, Al-
magro, etc. una gloria de nuestra raza, aun-
;

que su nombre señale un enorme desgarra-


miento de nuestra nacionalidad y la ruina de
nuestro imperio transoceánico.
Al interés que posee toda correspondencia
de un hombre ilustre se une en este caso el
valor literario. Bolívar era escritor, además
de ser político y guerrero. Manejaba la plu-
ma casi con igual soltura que la espada, y sus
cartas, como sus proclamas, cautivan por su
elocuencia natural, abundando en pensamien-
tos altos, frases felices y rotundas.
LECTURAS AMERICANAS 43

El Sr. Blanco-Fombona, con esta exhuma-


ción glosada del epistolario boliviano, da a
conocer mejor al héroe que los innúmeros vo-
lúmenes dedicados a su estudio y homenaje
con motivo del centenario de la independen-
cia americana.

«Cancionero del amor infeliz.»

Si el Amor fué siempre el numen poético


por excelencia, lo fué raras veces el amor fe-

lizy muchas el amor infortunado. Los tor-


mentos de los grandes amadores, sus obsesio-
nantes problemas psicológicos, sus nostal-
gias, ausencias, inquietudes, celos, traiciones,
amarguras, desencantos, desesperanzas y
hastíos; las barreras que la sociedad, la mo-
ral, la religión, el deber, la pobreza o la

muerte opusieron a la realización de los sue-


ños amorosos en parejas humanas que pudie-
ron saborear la dicha han sido el leitmotiv
perdurable de la literatura erótica universal
desde Safo hasta Shakespeare, desde Abe-
lardo hasta D'Annunzio. Los amores fáciles
y de voluptuosidad risueña cantados por Ca-
tulo y Boccacio, el Aretino y nuestro Arci-
preste de Hita no tienen la grandeza lírica
que el suicidio de la poetisa de Lesbos o el
de Werther, la muerte de los amantes de Ve-
rona o de los amantes de Teruel. Lo más
44 J. DELEITO Y PIÑUELA

hondo de nuestra lírica contemporánea son


acaso las rimas de Bécquer, inspiradas por
el amor imposible. El Amor, el Dolor y la

Muerte son eternamente la trinidad insepa-


rable de donde brota a raudales la más alta
inspiración poética.
Por eso, aun los escritores que no son pro-
fesional, sino circunstancialmente poetas, re-
velan tesoros de oculta inspiración cuando
esa inquietante trimurti les sale al paso. Re-
cuérdese, en ejemplo español y próximo, el
caso de Federico Balart, cuya pluma, que
siempre fué escalpelo, trocóse en lira ante el

cadáver de la mujer amada. Sus lágrimas,


como él mismo dijo, se convirtieron en ver-
sos y surgió el poema Dolores,
Análogo caso es el del brillante polígrafo
venezolano Rufino Blanco -Fombona. Sus pri-
meras efusiones poéticas, ahogadas en él por
el crítico, el novelista, el historiador, el so-
ciólogo o el cronista de viajes y sucesos ac-
tuales, renacen bajo el golpe rudo de un
amor truncado por la muerte, y dedica un
volumen a la compañera de ilusión, fundien-
do en él los versos que le inspiró en diversos
momentos de vida y arrostrando, altanero
la
e impávido, la sonrisa despectiva y escéptica
"de berroqueños, charlatanes e incomprensi-
vos", como él dice.

El autor agrupa sus estrofas bajo epígra-


LECTURAS AMERICANAS 46

fes generales, que condensan una situación o


estado de espíritu. Tales son Inquietudes del
alma sola, Amanecer de amor, Separados por
las rejas de la prisión, Separados por el des-
tierro,La reunión, Marchando juntos. La
muerte, La nueva soledad. El destino in-
justo.
En ellas va mostrando la huella sentimen-
tal proyectada por una figura femenina, des-
de la pubertad, en la vida tormentosa del in-
quieto luchador, alternativamente encumbra-
do y proscripto en Venezuela, errante por
París, y que al fin detuvo su vuelo en la ca-
pital de España como en retiro de paz, ane-
gando su actividad entre libros.
Nada de retórica exuberante y de hoja-
rasca lírica. Sentimientos exquisitos, delica-
dos y sutiles se cincelan en composiciones
breves, frases cortadas, palabras sencillas y
sobrias. La poda de toda superñuidad o di-
gresión concentra la intensidad expresiva de
los versos, que rememoran anhelos de juven-
tud, ansias indefinidas, torturas de ausencia,
apartamientos por el tráfago del vivir mun-
dano, aproximaciones y riñas, la formación
delhogar feliz y su derrumbamiento, la di-
cha de la posesión y el vacío de la pérdida
definitiva.
La inspiración poética de Blanco-Fombo-
na, acrisolada por el dolor, que es el fuego
46 J. DELEITO Y PIÑUELA

purificador de las almas, resplandece sobre


sobre todo en las composiciones donde vibra
la elegía : La casa triste, Romancillo de la in-
trusa, El último beso. El destino del romero
y La fuga imposible, una de las más caracte-
rísticas, que termina así:

«Cobarde, astuto, el egoísmo busca


desmemoriarse, huir lejos, muy lejos...

¡En balde! Ya el dolor mordió en mi espíritu


y clavó su garra de acero...
¿Huir? ¿Adonde? ¿Para qué? De Norte
a Sur en vano cruzaré universos...
¿Cómo huir de mi propio? ¿Cómo libre
estaré jamás del recuerdo?»

Este homenaje postumo a su muerta nos


descubre, en el complejo y multiforme espíri-

tu de Blanco-Fombona, una faceta inespera-


da, rica en fuerza emocional y en ritmos ex-
presivos.
»

GONZALO ZALDUMBIDE

«La evolución de Gabriel d'Annunzio.

Es ésta una obra que se recomienda ya


por el título antes de que el contenido la re-
comiende. Al interés que presenta un estudio
sobre D'Annunzio para cualquier mediano
amador de las letras contemporáneas, por el
relieve mundial del fecundo y discutido vate
italiano, se une el acierto de considerarle en
la modalidad más saliente de su espíritu mul-
tiforme la transformación gradual, el conti-
:

nuo devenir.
Nuestra época, inquieta y agitada por el
continuo vaivén de ideas, sensaciones, for-
mas y colores que se entrecruzan, se suceden
y pasan en carrera febril y vertiginosa, per-
mite difícilmente que un literato adopte una
postura definitiva y cristalice en determinado
ideal estético.
Pero si la musa Diversidad es la inspira-
dora de nuestro artista, acaso sea su más fiel
48 J. DELEITO Y PIÑUELA

intéi^prete Gabriel d'Annunzio. Otros poetas,


noveladores y dramaturgos de la edad pre-
sente, aun caminando por tanteos en su arte
y ofreciendo diversas maneras, llegaron a ser
encarnación de un ideal, acaso de una escue-
la literaria. Hugo, Zola, Tolstoi, Ibsen, Ver-

laine, Baudelaire, Maeterlinck acuden a la


mente de todos, corroborando este aserto.
Pero ¿quién podrá clasificar y encasillar a
D'Annunzio? ¿Quién poner a su arte rótulo
y etiqueta? ¿Quién señalarle derrotero fijo y
aprisionarle en los límites de una fórmula?
Justamente lo peculiar en él es el odio a la
línea recta; el curioso mariposeo que persi-
gue todas las ideas y direcciones artísticas,
sin detenerse demasiado en ninguna; el or-
gulloso empeño de renovarse siempre la re- ;

beldía a toda subordinación que le hipoteque


el porvenir; el proteísmo literario, en una

palabra.
Aspira principalmente a exaltar su perso-
nalidad por encima de todo credo colectivo,
a ser siempre el mismo y siempre vario,
"cambiante como la ola" que trueca su figura
sin cesar.
Por eso el libro de Gonzalo Zaldumbide
Evolución de Gabriel d'Annunzio recoge la
esencia, la flor del espíritu d'annunziano,
como no podría hacerlo una obra en que se
examinaran aisladamente todos los poemas
:

LECTURAS AMERICANAS 49

del escritor ilustre, sin observar su relación,


cual estaciones diversas de una larga tra-
vesía.
La simple enumeración de las principales
partes que comprende este estudio crítico r?-
vela las diferentes etapas que descubre el au-
tor en la producción de D'Annunzio.
Son éstas
Los comienzos, El realismo, La vena líri-
ca, El ciclo de la sensualidad. El conato hu-
manitario y la inquietud moral, La voluntad
de dominio. El canto de triunfo, El teatro.
Empieza Zaldumbide con
el Sr. el naci-
miento de su héroe en 1864, a bordo del ber-
gantín Irene, en pleno mar Adriático, y, si-

guiendo las noticias autobiográficas de aquél,


refiere su niñez precoz y sus primicias li-
terarias con el Primo Veré, poema compuesto
a los quince años, que no era la obra tímida
y candida de la adolescencia, sino un canto
audaz de ansiosa inmersión en la vida, de
pagana y alegre fusión con la Naturaleza, de
exuberancia juvenil, vibrante sensibilidad y
ardor insaciado por sentirlo todo y gozarlo
todo: mar, cielo, campo, amor...
Se revelaba entonces ya en D'Annunzio el
imagen plástica que había de acom-
culto a la
pañar a sus futuras peregrinaciones litera-
rias.
En el mismo capítulo de Los comienzos in-
4
50 J. DELEITO Y PIÑUELA

cluye el autor además Canto nuevo, Terra


vergine e Intermezzo, poemas donde el natu-
ralismo de su autor se desborda en anhelo
panteísta de comunión con todo lo creado en;

culto al mar, su cuna y su pasión de toda la


vida, al que llama con palabra de los dioses
¡Thalasa, Thalasa! para invocarle dignamen-
te; en sombrías imágenes de las rudas tie-
rras de Pescara en sensualidad insaciable y
;

tumultuosa, que hace del Intermezzo el bre-


viario de todas las voluptuosidades, mezcla
del ingenuo impudor del Aretino y el satáni-
co sadismo de Las flores del mal.
Después de sentir el influjo de Carducci,
con sus metros bárbaros, en Primo veré, re-
cibía en Terra vergine la influencia de Mau-
passant y seguía en Intermezzo di rime la
enervante huella de Baudelaire, como sería
imitador de Peladan en su estetismo, de
Bourget en sus exquisiteces de psicología
amorosa y de Flaubert en la pureza diaman-
tina y la sonoridad del lenguaje.
Bajo el ciclo del Realismo agrupa el señor
Zaldumbide las novelas cortas, como II libro
delle vergine, San Pantaleone y demás rela-
tos reunidos en el volumen Cuentos de la
Pescara, donde D'Annunzio, siguiendo a los
veristas italianos
y a los naturalistas france-
ses, y tomando por escenario el violento
Abruzzo, observa el lado sombrío de la rea-
LECTURAS AMERICANAS 61

lidad cotidiana y la fuerza impulsiva y trá-


gica de las pasiones, aunque sin el fondo de
las ideas sociológicas y tendencias humani-
tarias que ennoblecen al naturalismo francés.
La vena lírica refiérese a las producciones
rimadas que, paralelamente con los prosas
realistas, escribió D'Annunzio en su segunda
fase poética, cuando, tras la crisis sensual
del hitermezzo —eco de su vida orgiástica
en Roma — , tornó el poeta al mar nativo y
refrigerante y al país agreste de su infancia.
Los poemas de este lapso, en que el vate cin-
cela el oro de la antigua lengua maestra y
talla piedras muy
raras y preciosas, cual or-
febre alejandrino, según frase de su comen-
tarista, o reflejan y exprimen la amarga ex-
periencia de los antiguos placeres gustados
{La chimera. Elegías romanas), o hacen re-
el culto a
sucitar las elegantes exquisiteces y
la pura forma artística del Renacimiento
(Trionfo disolta) o expresan el hastío de la
,

carne fatigada, el desencanto, la melancolía,


la nostalgia del hogar y de los afectos tier-
nos y sencillos {Poema paradisíaco).
Aunque la sensualidad, latente o activa,
con intermitencias de exaltación y cansancio,
acompaña a D'Annunzio como la sombra al
cuerpo, llama Zaldumbide ciclo de la sensua-
lidad en su producción al que comprende las
Novelas de la rosa, cuyo fondo, de algún
62 J. DELEITO Y PIÑUELA

autoanálisis, es —dice bien el autor — "el eter-


no drama de la carne, que triunfa del espí-
ritu, pero sangra desgarrada por el dolor de

la lucha y por el remordimiento de la victo-

ria". Figuran en este grup^ II piacere, L'ino-


cente, II trionfo della morte, novelas de ero-
tismo lúgubre y desolado, en que se repro-
duce el eterno consorcio de la Lujuria y el
Dolor, el Amor y la Muerte.

El tedio del placer animal y el cansancio


de la vida interior solitaria, juntamente con
las lecturas de Tolstoi y Dostoievski, lleva-
ron a D'Annunzio a la más desusada y breve
etapa de su evolución: al deseo de compren-
der y compartir el dolor ajeno, a la inclina-
ción fraternal y altruista, al interés por los
problemas éticos y sociales; todo lo cual se
traduce en sus narraciones Juan Episcopo y
Julio Hermü, que el autor reúne bajo el títu-
lo El conato humanitario y la inquietud
moral.
Mas la filosofía eslava de humanitarismo y
renunciación no podía ser sino cosa pegadiza,
exótica, superficial y pasajera en el espíritu
egolátrico y edonista del poeta italiano. La
reacción fué enérgica y pronta, y D'Annun-
zio pasó de Tolstoi a su antípoda Nietzsche,
que, siendo el filósofo individualista por ex-
celencia, es quien podía armonizar con el or-
LECTURAS AMERICANAS '53

gulloso y despiadado egocentrisnio del hijo


del Adriático.
Ya en el Canto novo, de su juventud, se ad-
vierten anticipaciones del terrible paradojista
alemán pero ; la influencia de los aforismos de
Zaratustra, la cruel moral de los fuertes y
los dominadores y la teoría del siq^erhomo
hacen plena irrupción en D'Annunzio desde
II trionfo della morte, y son especialmente
ideas cardinales en Le vergine delle rorce,
primera parte, simbólica e idealista, de las
Novelas del lirio, destinadas a contrastar por
su pureza con las lúbricas Novelas de la rosa,
y en II fuoco, referencia autobiográfica de sus
amores con la Duse, obras ambas que integran
la fase llamada por Zaldumbide La voluntad
del dominio.
La creciente exaltación de la personalidad
en D'Annunzio lleva a éste en sus Landi (loo-
res del cielo, del mar, de la tierra y de los hé-
roes) , en Lans Vitre, E ledra
y Alción poe- —
mas inspirados por la décima musa, protecto-
ra del esfuerzo, la musa Energeia a reanu- —
dar con más ímpetu y seguridad de sí la ala-
banza a la vida universal, la exaltación dioni-
síaca de las fuerzas cósmicas, que ya inició en
su juvenil Canto novo; pero depuradas aho-
ra, fortalecidas por la experiencia y el dolor
y libres de la obsesión lasciva que absorbió el

vigor de su mocedad. Estas obras constituyen


'64 J. DELEITO Y PiSUELA

el ciclo que llama el autor El canto del triunfo.


Agotada la introspección, estéril ya el estu-
dio constante de sí mismo, de su cara áni-

ma, verdadero leitmotiv de sus poemas y no-


velas, quiso D'Aniíunzio salir al exterior y
conquistar muchedumbres, y para ello con-
sagró su pluma al teatro. Pero no se resig-
nó a seguir la ruta consagrada: copiar un
pedazo de vida palpitante o tejer una intri-
ga embrollada y sensacional. Quiso dar a la
dramaturgia un ambiente de alta poesía y
revestirla de forma suntuosa y refinada,
apartándola de la realidad vulgar, y para ello
se remontó a la difícil aspiración de restau-
rar la tragedia griega, con sus pasiones y
luchas grandiosas y terribles, con sus fuer-
zas gigantes y ciegas, impulsoras de los des-
tinos humanos.
A nueva y última fase. El teatro, co-
esta
rresponden Sogno d'un mattino di primave-
ra, II sogno d'un tramonto d'autumio, La cittá
morta, inspirada en la horrenda tradición he-
lénica de los Atridas; La Gioconda, La glo-
ria, Francesca da Rimini, La figlia di Jorio,
La fiaccola sotto il nioggio (La antorcha bajo
el almud) Piú che Vamore, desenfrenada apo-
,

logía del héroe contra la sociedad, que pro-


dujo en el público indignación o burla, aumen-
tada por el prólogo fanfarrón de D'Annunzio,
llamando vil canizzi gazzetante a sus impug-
LECTURAS AMERICANAS 65

nadores; y, finalmente, La nave, en donde


reaparece su antiguo culto al mar, obra con
que el poeta ha querido hacer el drama na-
cional de su país, cantando la futura gran-
deza de Italia por las conquistas navales, y
que le ha valido recuperar el favor de la mul-
titud.
Tal es la última y hasta hoy nueva fase de
la evolución —
admirablemente estudiada en
este libro —
que hace a D'Annunzio compar-
,

tir con Maeterlinck el cetro de la dramatur-

gia idealista contemporánea.


Para coronar su muy completa labor sobre
el vate de la Italia nueva dedica dos capítu-

los el Sr. Zaldumbide a estos extremos Cua- :

lidades y defectos característicos. Sigriifica-


ción actual del espíritu d'annunziano.
Considera a D'Annunzio como personifica-
ción del artista a la manera del Renacimien-
to, apasionado de la perfección estética en

la forma, con la cual pretende ennoblecer to-


da aberración de ideas, sentimientos o sen-
saciones,aun el vicio y el crimen. (Fué
D'Annunzio quien pretendió hacerse elegir
diputado por la belleza.)
Reputa como distintivos
del vate la extre-
ma voluptuosidad de todas sus concepciones
y el sentimiento de la Naturaleza, que vibra
en él aun en sus más tenues matices.
Hace observar que, si su arte nos fascina
66 J. DELEITO Y PIÑUELA

de momento, más tarde deja en nosotros hue-


llas de fatiga y malestar, pues hallamos arti-
ficio y monotonía en la brillantez magni-

fícente de su estilo, ausencia de un pensa-


miento trascendental, falta de variedad y de
vida en sus creaciones y orgullo satánico,
molesto a veces para el lector. Pero reconoce
su influencia cosmopolita y su elevado pro-
pósito de renovar con un soplo de aristocrá-
tico arte puro la lírica, la novela y el teatro,

marcando rumbo nuevo a la literatura de su


país.
Como idea madre del espíritu d'annunzia-
no actual señala acertadamente el autor la
influencia de Nietzsche, que sistematizó su
amor a y su desprecio a la masa
los fuertes
de esclavos. Las concepciones del filósofo se
hicieron carne en los personajes del poeta,
llegando a su manifestación sobreaguda con
el Corrado Brando de Piú che l'amore, a

cuyo capricho de héroe justifica el dramatur-


go la sumisión del amor, el honor, la amis-
tad y la dicha de cuantos le rodean.
"D'Annunzio —dice el comentarista — es un
Nietzsche sensual. Es Nietzsche, menos la in-

teligencia", pero con la voluntad del dominio,


y combate su ideal de despotismo estético y
heroico por incompatible con la sociedad
y con los ideales superiores de humanidad y
justicia, acusándole de heroniano y algo his-
LECTURAS AMERICAIIAS 67

trión en sus líricas efusiones. Concluye el


juicio sobre D'Annunzio afirmando que su
obra es rica de belleza y pobre de espíritu.
El libro de Zaldumbide, además de reve-
lar a un crítico de orientación moderna, am-
plia cultura y juicio sintético y penetrante,
que desdeña lo accesorio para fijarse en lo
principal, está hecho con alma de poeta, vi-
bración de nervios, sensibilidad delicada, ele-
gancia de frase. Y esto aumenta su valor,
porque sólo un poeta puede hacer comprender
a otro poeta.
Respeto la crítica sabia y erudita; pero
no puedo impedir una impresión triste cuan-
do veo a un disector, ajeno a toda emoción
artística, que desmenuza una obra literaria

y pasa revista a sus elementos componentes


con la frialdad y la preocupación de lo exte-
rior con que un entomólogo cuenta las patas
de un insecto, dejando evaporar en sus ma-
nos, sin que trascienda al lector, el espíritu
de la obra, lo que la da fragancia de arte.
Es sensible que el autor incurra en un de-
fecto general a sus congéneres de la Améri-
ca española, pero extremado en él hasta los
más abusivos límites. Me refiero al desprecio
absoluto de toda ley o conveniencia en el em-
pleo del castellano. Estoy muy lejos de ser
un purista, y me
hacen sonreír los inquisido-
res del idioma, como Valbuena, que imagi-
68 J. DELEITO Y PIÑUELA

nan destruir la más firme reputación litera-


ria cuando, entre sutilezas y retorcimientos,
sacan a luz el uso inadecuado de un pronom-
bre o el régimen defectuoso de una preposi-
ción. Pero de tales remilgos al libertinaje
gramatical del autor media un mundo. Su li-
bro, impreso en París, conserva la sintaxis
francesa, inventa o modifica vocablos, ni úti-
les ni armoniosos, y algunos de un gusto de-
testable. A seguir de ese modo, no podremos
gloriarnos de que en el nuevo continente se
use el habla de Castilla.
El lenguaje del Sr. Zaldumbide es una jer-
ga pintoresca e ininteligible a ratos, con que
estropea la belleza de sus pensamientos y el
elevado tono de su obra. Voces como sonam-
húlico, jubilante, nobüitado, visaje unimis-
man, incitamento, meridiante, ecuóreo y otras
cien parecen reunidas por broma para una
segunda edición del Tenorio modernista.

José Enrique Rodó.»

La gran figura literaria del uruguayo José


Enrique Rodó, muerto en Palermo dos años
ha, en plena madurez de vida y de produc-
ción, es estudiada en este trabajo bajo sus
fases y aspectos múltiples y desentrañada
íntimamente, con sagaz penetración psicoló-

LECTURAS AMERICANAS 69

gica, por el culto y brillante escritor hispano-


americano Sr. Gonzalo Zaldumbide.
Rodó, pensador sereno, de amplios y no-
el

bles horizontes; el artista exquisito, de sen-


sibilidad vibrante a la más tenue emoción de
belleza; el hablista diáfano, de pura é impe-
cable dicción y párrafos cincelados y esta-
tuarios; el hombre recto y justo, que buscó
siempre las normas de la vida en el espec-
táculo de la Naturaleza y en el severo impe-
rativo del yo interior, se alza ya ante las
generaciones de escritores que le proclama-
ron maestro con el prestigio de un clásico.
Clásico fué en todos los sentidos. Sustra-
yéndose, aun en los años de mocedad, al trá-
fago vertiginoso de las sucesivas modas lite-
rarias estridentes (naturalismo, decadentis-
mo, simbolismo) llegadas de París a Améri-
ca, como obligados figurines con que debían
disfrazarse escritores y escritorzuelos que en
algo estimaran la nota de elegantes y comm'il
faut, Rodó aprendió precozmente a seguir las
vías eternas —
Naturaleza, verdad, sencillez
por donde caminaron desde Homero hasta
hoy cuantos supieron dar obras ingentes y
definitivas al arte universal.
Su espíritu, todo el orden, armonía, ecua-
nimidad, ponderación, ritmo estético, fuerza
lógica y discursiva, parecía el de un griego,

y le imaginamos, más que entre el bullicio


60 J. DELEITO Y PIÑUELA

contemporáneo y cosmopolita, paseando bajo


los pórticos atenienses en recogida medita-
ción o adoctrinando a discípulos fervorosos
en plática de religiosa e íntima unción a la
sombra de los jardines de Academos.
El Sr. Zaldumbide trata de Rodó, no como
panegirista, sino como crítico, no de modo
minucioso y analítico, sino más bien en com-
prensiva síntesis, que permite evocar la si-
lueta del escritor, abarcando toda la polifo-
nía y la policromía de aquel espíritu tan rico
en matices, esencias y tonos.
Lo primero que hace es mostrar su rela-
ción con el medio intelectual americano para

definir su enhiesta personalidad. "Surgió de


pronto —dice— , y ahí se está solitario y casi
inexplicable, dentro de su horizonte, este es-
píritu tan poco singular empero, tan huma-
no y tan universal. Ni le preparan antece-
sores ni le rodean semejantes en la literatura
de su país."
Con Rodó aparece "realizado casi de re-
pente el tipo de escritor perfecto, y al pro-
pio tiempo la mente más civilizada, la más
discreta sensibilidad'' ; el artista disciplinado
y dueño de sí, "tan responsable de cuanto
dice como de cuanto calla, género el más raro
y el más necesario en países donde la falta
de tradición clásica deja a cada uno entre-
gado a la viciosa espontaneidad nativa".
LECTURAS AMERICANAS 61

Es una confesión plausible en quien


ésta
procede de ese terreno, abonado para todas
las extraviadas exuberancias.
Separadamente estudia después el señor
Zaldumbide en Rodó la formación intelectual
(mezcla de moderna francesa y castiza espa-
ñola, modelando su fondo indígena america-
no), la obra, el escritor y el espíritu, y da
la nota bibliográfica de sus producciones y
un ligero apunte para su biografía.
Zaldumbide estudia a Rodó como un ar-
tista a otro de jerarquía superior, pero de
análoga progenie, no examinándole como
cosa ajena, sino sintiendo con él, en armo-
nía o en disonancia. La admiración al maes-
tro no le impide señalar los puntos en que
de él Amicus Plato... Y le acusa de
discrepa.
prolijo, de redundante, de excesiva rotundi-
dez, de poca originalidad, de nimio a veces
para demostrar lo evidente y hasta, ¡quién
lo creyera!, de demasiado equilibrio, dema-

siada perfección y demasiada claridad, que


hacen las cumbres de su pensamiento accesi-
bles a cualquier profano chisgarabís.
Por por demasiado impecable y flau-
eso,
hertiano, deun estilo "dorado a fuego lento",
y por superabundancia de materia, le pare-
ce aquel admirable Motivos de Proteo, que
Rodó consideró su mejor libro, inferior a
obras menos sazonadas, aunque en su opi-
62 J. DELEITO Y PIÑUELA

nión más geniales, como Ariel y El mirador


de Próspero.
Pero, compartiendo o no todas las opinio-
nes del comentarista, es fuerza reconocer que
éste ha estudiado a fondo, comprendido con
acierto y reflejado con arte, fidelidad, juicio
propio y elegante léxico la personalidad glo-
riosa del más grande escritor americano que
ha manejado en nuestro tiempo la lengua de
Castilla.
SEGUNDA PARTE
AMERICA VISTA POR LOS ESPAÑOLES
RAFAEL ALTAMIRA

«España en América.*

Bajo este amplio título ha reunido el autor


multitud de trabajos suyos heterogéneos,
inéditos algunos y publicados antes los más.
Entre ellos hay discursos que pronunció el
Sr. Altamira en Universidad de Oviedo y
la
en algún otro informes que presentó al
sitio,

Congreso Hispanoamericano y artículos in-


sertos en la revista España, de Buenos Aires,
y en otras publicaciones periódicas.
Comprende la obra dos partes. En la pri-
mera, "Relaciones hispanoamericanas", se
agrupan varios estudios sobre los lazos exis-
tentes entre España y América y sobre la
necesidad y los medios de hacerlos más ínti-
mos y permanentes. En la parte segunda,
"Crónicas de España", reúnense artículos di-
versos referentes a los problemas políticos y
sociales de nuestro país.
Hay, pues, una marcada separación entre
5
66 J. DELEITO Y PIÑUELA

ambas partes, que bien pudieran formar li-

bros distintos, puesto que la última, limita-


da exclusivamente a cuestiones españolas,
sólo tiene como nexo con la anterior, para
estar comprendidas ambas en la denomina-
ción común de "España en América", la
circunstancia de comprender trabajos que en
su mayoría vieron la luz en el Nuevo Mun-
do y fueron dirigidos a un público america-
no con el fin de iniciarle en la marcha de su
antigua metrópoli; pero sin referirse a las
relaciones de ésta con sus hijas emanci-
padas.
Se trata, pues, de una recopilación, un mo-
saico, cuyas piezas aparecen unidas por há-
bil ensambladura y en todas las cuales se

observan las dotes privilegiadas del autor.


Es Altamira uno de nuestros intelectuales
más "europeos", en la más alta acepción de
esta palabra. No sólo porque su justo re-
nombre ha salvado los ámbitos de España,
asociándole a la labor de revistas o enciclo-
pedias extranjeras y de Congresos interna-
cionales, sino también por su cultura cosmo-
polita y por la dirección de su pensamiento,
familiarizado con todas las doctrinas y mé-
todos científicos de autoridad en Europa.
Por eso, si como historiador de nuestro
pueblo ha realizado Altamira una labor de
divulgación sin precedentes en cuanto a núes-
LECTURAS AMERICANAS 67

tra historia interna, conquistando una popu-


laridad que rara vez alcanzan en España los
exploradores del pasado, no es un especia-
lista a la alemana, aunque él haya preconi-
zado tantas veces la excelencia científica do
los métodos germánicos rigurosos. Junta-
mente con el historiador hay en él un lite-
rato, contenido por la sobriedad didáctica
más severa; un crítico, un periodista, un so-
ciólogo, atento a todas las transformaciones
sociales; un pedagogo, en quien se advierte
la huella de D. Francisco Giner, el apóstol
y patriarca de la moderna pedagogía espa-
ñola, y también un político, no a la manera
borreguil, sometida a cuadrícula y casillero,
de quienes hipotecan sus convicciones e ini-
ciativas, reclutándose en cualquier partido o
grupo cerrado, con credo obligatorio y jefe
dogmatizador, sino en la forma libre del ciu-
dadano reflexivo, patriota sin patriotería, que
se interesa por los problemas nacionales y
aspira al mejoramiento de su país.
Altamira, como todos los hombres forma-
dos en la rígida disciplina ética y mental de
la Institución Libre de Enseñanza, es un
espíritu equilibrado y sereno, que más bien
parece inglés que español, libre de paradojis-
mos, retóricas y arrebatos, comedido en los
juicios, prudente hasta la timidez en las ge-
neralizaciones, analizador del pro y el contra.
^S J. DELEITO Y PIÑUELA

objetivo y desapasionado en cuanto es posi-


ble serlo.
Todas estas peculiaridades de su persona-
lidad y de su escuela se exteriorizan en su
libro último. La parte más interesante de
élacaso y la que más estrecha relación guar-
da con el título de la obra total es la refe-
rente a las relaciones hispanoamericanas, en
la que el autor acredita ser un "americanis-
ta" de buena cepa, no de los declamadores,
que almacenan tópicos vulgares y efectis-
mos baratos sobre la abstracta y consabida
fraternidad entre España y la América es-
pañola, sino de los que saben desentrañar
los factores materiales e ideales que existen
o pueden ponerse en acción para realizar esa
compenetración moral entre aquellos países
y el nuestro, la medida y la sazón oportuna
en que se debe aspirar a tal fin, los obstácu-
los que pueden dificultarle, los medios más
útiles y positivos para él y en qué proporción
es éste factible o empresa utópica de idealis-
tas y soñadores.
Comienza la obra con una ojeada rapidí-
sima a la situación actual de España, mar-
cando el contraste entre el estancamiento de-
cadente de nuestra vida pública y las fuerzas
vitales que van desenvolviéndose en la esfe-
ra privada, "empujando lentamente el pro-
greso del país", como dice el autor, y cons-
LBCTÜBAS AMERICANAS 69

tituyen, a juicio del mismo, la más positiva


esperanza de esa "regeneración" por que ve-
nimos suspirando vagamente desde la catás-
trofe del 98. La mayor y más intensa aten-
ción que la masa del país concede al proble-
ma de la enseñanza y el haberse abierto in-

cluso las ciases conservadoras a ciertas re-


formas obreras parecen al Sr. Altamira sa-
ludables síntomas de un nuevo y provechoso
orden de cosas.
Entre las influencias de América que más
favorecen a España examina el autor dete-
nidamente el tipo del emigrante español, que
busca en América porvenir y fortuna. En
las Repúblicas hispanoamericanas agrúpase
aquél con sus congéneres en colonias, que po-
drían convertirse en fuertes núcleos de es-
pañolismo y poderosos agentes de nuestra
penetración moral en América. Cuando el ex-
patriado vuelve a la Península convertido en
"indiano" rico su larga estancia en países
más libres, opulentos y de más intensa vida
económica produce en él todo un mundo de
ideas expansivas, necesidades nuevas de con-
fort y bienestar, y ello se traduce en inicia-
tivas mercantiles e industriales, en funda-
ciones benéficas o docentes, que transforman
en ocasiones, sacándole de la miseria, la ig-
norancia y la ruina, al pueblo natal del es-
pañol americanizado,
70 J. DELEITO Y PIÑUELA

Altamira ve en estos emigrantes una de-


mostración de las energías latentes de la raza
española, que si en colectividad, como pue-
blo, no puede competir con otros mejor or-
ganizados en la concurrencia mundial, aisla-
damente es la que mejor pelea y se abre paso
en la lucha económica apenas haya medio
propicio. Varios extranjeros ilustres han ob-
servado este enérgico individualismo español,
que supera al inglés, considerándonos en tal
punto superiores a todos los pueblos. El autor
puntualiza la fuerza enorme de acción hispá-
nica que podrían realizar en América esü.5
elementos diseminados por aquellas Repúbli-
cas si cuidaran de encauzarlos y atenderlos
los gobernantes españoles, indecisos y des-
orientados en cuanto se refiere al desarrollo
de nuestros intereses en el Nuevo Mundo.
Muy interesantes son los capítulos dedica-
dos a la influencia intelectual española en
América. Muerta y enterrada nuestra domi-
nación material en la tierra que descubri-
mos, guardábamos, como despojo glorioso ác
una gran herencia, la hegemonía espiritual,
mantenida con el predominio del castellano;
el poder de toda una civilización y una mo-

dalidad del alma, vaciadas en los moldes de


nuestro idioma. Hoy se halla éste en grave
peligro de desaparecer allí, y con él están ?n
crisis nuestra literatura y nuestra ciem'Ja,

I<ECTURAS AMEEIOANAS 71

arrolladas cada vez más por los franceses


que con sus escuelas modernistas fueron la
última palabra del buen gusto para el sno-
bismo americano —
por el avance de la len-
;

gua inglesa, que nos suplanta en Cuba y otros


países, y por la penetración intelectual que
realizan italianos, alemanes y yanquis con
viajes propagandistas de sus profesores, li-

teratos y científicos.
Altamira señala ese riesgo, explica la for-
ma y el alcance de esa prop^aganda extran-
jera y se fija en las vicisitudes que sufrió
el fracasado plan de Universidad hispano-

americana, con el que se pretendió afianzar


los vínculos intelectuales entre España y la
América española. Sin que esa Universidad
sea un modelo pedagógico y reúna las emi-
nencias de nuestro profesorado sin que su-;

pere en valor a las Universidades del ex-



tranjero opina atinadamente el autor no — ,

podrá evitarse la peregrinación de la juven-


tud americana por los centros docentes de
Europa que más horizontes puedan ofrecer a
su curiosidad científica.
Con esta ocasión diserta sobre las preocu-
paciones religiosas que gravitan aún sobre
nuestra enseñanza oficial y tanto nos descon-
ceptúan ante América, y sobre la constitu-
ción casi forzada de los tribunales de oposi-
ciones a cátedras con jueces en su mayoría
72 J. DELEITO Y PIÑUELA

de ultramontanismo intolerante, cuya consig-


na es poner el veto a todo opositor de ideas
liberales y lanzar anatema contra quien hue-
laa krausista o positivista. Así son nuestras
Universidades planteles de reaccionarios y
de hecho resulta ineficaz la libertad de la
cátedra.
Somos muchos los que hemos sufrido des-
calabraduras de tal índole. Bien se ve que el
autor es del oficio y ha tocado de cerca esos
procedimientos sectarios que denuncia.
Sin embargo de este y de otros males ana-
crónicos, no desconfía Altamira de que la
Universidad española, con la minoría de ele-
mentos valiosos que posee, realizará una ac-
ción fecunda, capaz de vencer el recelo des-*
pectivo que a veces, con notoria injusticia,
distancia a los americanos de la tutela cien-
tífica española. El autor demuestra que Es-
paña ha hecho muy poco en América desde
que dejó de gobernarla, y puede hacer mu-
cho, utilizando las ventajas de la emigración
y el idioma; componiendo textos ad hoc, en
castellano, sin nuestros prejuicios confesiona-
les, para las escuelas de América ; creando el

intercambio de profesores y las visitas de


nuestros universitarios e intelectuales a los
países de América, medio este último más
eficaz que las gestiones protocolescas de los
Gobiernos, para avivar los lazos de afecto y
LECTURAS AMERICANAS 73

comprensión recíprocos. Y nadie puede ha-


blar de este asunto con más autoridad que
Altamira, quien predica con el ejemplo y se
halla actualmente en Hispanoamérica difun-
diendo la buena nueva del hispanismo como
primer embajador de la España universita-
ria, al modo que Blasco Ibáñez realiza aná-
loga labor y Salvador Rueda se dispone a
realizarla como emisarios de la España ar-
tística.
Otra de las materias más importantes del
libro es la referente a la colonización espa-
ñola en América, respecto a la cual plantea
Altamira el problema de la necesaria revi-
sión crítica para rectificar errores e imputa-
ciones calumniosas y legendarias, que han
revestido nuestro nombre con siniestra aureo-
la en cuanto concierne a nuestra acción co-
lonial.
Limítase por el momento a señalar la cues-
tión,indicando opiniones y obras modernas
de extranjeros favorables a nuestra antigua
empresa ultramarina; pero apunta en esque-
ma lo que muy bien pudiera convertirse en
libro histórico de los más jugosos y trascen-
dentales que el autor pudiera escribir.
La segunda parte contiene toda la polifor-
me variedad de la crónica periodística; pero
no es la crónica frivola y mariposeadora, que
persigue la belleza emocional del párrafo so-
74 J. DELEITO Y PIÑUELA

noro, el artificio de la frase, la pirotecnia del


estilo ; es la obra del pensador que desentra-
ña en la soledad del gabinete los problemas
de su país y los rasgos psicológicos del medio
social en que vive; que cala hondo en cuan-
to hace materia de examen y que discurre so-
segadamente, con clara y serena visión de la
realidad, sabiendo descubrir los múltiples as-
pectos y las variadísimas facetas de las cosas.
Recuerda algo la mmiera de su gran ami-
go Alfredo Calderón, aunque no posea la bri-
llantez y el humorismo de aquel excelso pe-
riodista.
No es posible en esta ya larga enumera-
ción descender a nuevos detalles. Citemos so-
lamente los nombres de cada artículo o gru-
po de artículos sobre tema análogo: El pro-
blema nacional, Nuestra europeización, Psi-
cología española. Nuestros hombres de cien-
cia, Nuestra enseñanza. Nuestra economía.

Nuestra política y otros extremos, para dar


idea del interés que tendrá su contenido.
Sobresalen, por lo sustanciosos, entre di-
chos trabajos los de re pedagógica, donde se
estudia la situación de nuestras Universida-
des; la preocupación fetichista del material
de enseñanza, que se sobrepone a la más im-
portante del maestro; el estado de nuestra
extensión universitaria y otros puntos de no
menos valor. También son interesantísimos
LECTURAS AMERICANAS 75'

los artículosde política. Desmenúzase allí el


estado de nuestros partidos, sus armonías y
oposiciones, el peligro que para la España
progresiva supone la cohesión actual de las
derechas, la crisis y nueva orientación del
liberalismo, que en toda Europa abandona sus
antiguas fórmulas abstractas para adoptar
nuevas posiciones en sentido de avance; la
necesidad de no limitar la autonomía a los
grupos colectivos, región, provincia o Ayun-
tamiento, y el deber de hacerla extensiva a

la persona humana, a la que hoy se quiere


sacar de la tiranía centralista para dejarla a
merced de la tiranía local y caciquil.
Sería imposible apuntar todas las observa-
ciones certeras y los pensamientos agudos que
esmaltan la obra. Acabada su lectura, senti-
mos que ha despertado en nosotros ideas nue-
vas, fortificando opiniones indecisas, alum-
brando con nueva luz problemas graves, en
los que está la esencia del vivir nacional, y
agradecemos la acción bienhechora de un li-
bro que, si enseña mucho, sugiere más toda-
vía, removiendo para la aprobación o la con-
troversia los más complejos factores que han
de formar la España futura.
76 J, DELEITO Y PIÑUELA

«Mi viaje a América», libro de documentos.

Empresa tan trascendental para la expan-


sión de la cultura española como el viaje a
las Repúblicas hispanoamericanas realizado
en 1909 por D. Rafael Altamira no era posi-
ble que pasara sin otro comentario que el
efusivo y entusiasta, a la verdad, pero forzo-
samente ligero, de la gran Prensa. Esta,
echando a vuelo las campanas de sus fondos
encomiásticos y dando todo el justo relieve a
la peregrinación de nuestro esclarecido maes-
tro por tierras trasatlánticas, en noble cruza-
da de altísimo ideal, se dio exacta cuenta de
que las batallas actuales se ganan en el cam-
po del pensamiento, y comprendió que el pro-
fesor español iniciaba nada menos que la re-
conquista de América para España en la
medida y en la forma que hoy puede hacer-
se: sustituyendo a las hazañas, ya heroicas,
ya brutales, de los antiguos aventureros los
medios de atracción y la siembra de simpa-
tías en los espíritus; dejando a la palabra y
a la ciencia la intervención decisiva, que an-
tes monopolizó la espada. Pero, con todo, era
menester una reseña de viaje tan memora-
ble, y para facilitar la obra y hacer públicos
antecedentes y pormenores que sólo el intere-
sado podría puntualizar, el mismo Altamira
LECTURAS AMERICANAS 77

ha publicado un trabajo con el título Mi via-


je a América {Libro de documentos) que es,
,

como dice el autor, "el libro rojo de aquella


labor americanista que en algún modo pue-
de asimilarse a una misión diplomática".
Ya este subtítulo indica el punto de vista
en que se coloca el narrador para compagi-
nar discretamente su deber de informar a
todos sobre los resultados de su embajada
patriótica representando a España y su mo-
destia característica y habitual.
Altamira, que como historiador ha proba-
do ser acaso el escritor más objetivo que po-
seemos, salva el difícil escollo del personalis-
mo, limitándose a reseñar sobriamente cómo
nació y tomó cuerpo la idea del viaje, inicia-
do por la Universidad de Oviedo, la cual le
confirió su representación; el recibimiento
que le dispensaron las diferentes Repúblicas
por él visitadas y la acogida que a su regre-
so le hizo la opinión de España, interesán-
dose por problema americano, puesto con
el

tal oportunidad sobre el tapete.


Dedica la casi totalidad del libro a repro-
ducir informes y comunicaciones oficiales de
Corporaciones y Gobiernos alocuciones y dis-
;

cursos de autoridades, profesores, estudian-


tes o suyos propios, cambiados en recepcio-
nes públicas de los países visitados, y lleva
tan allá su empeño en sustraer su propia
78 J. DELEITO Y PIÑUELA

persona a cuanto pudiera parecer exhibicio-


nismo, ocultándola tras la obra a él confia-
da, que en cuantos documentos inserta don-
de se le tributan merecidas frases de elogio
borra éstas sistemáticamente, sustituyéndo-
las por líneas de puntos.
El libro comprende ocho capítulos, de los
cuales el primero se refiere a la preparación
del viaje; los seis siguientes, a cada una de
las seis Repúblicas visitadas: la Argentina,
el Uruguay, Chile, el Perú, México y Cuba,
y el último, a los efectos de la expedición en
España. Le precede una dedicatoria al rector
de la Universidad de Oviedo, D. Fermín Ca-
nella, organizador del viaje, y un prólogo ex-
plicativo de las materias que el libro contie-
ne, y ponen término a él varios apéndices de
documentos y un breve epílogo.
La impresión que su lectura produce es op-
timista y confortadora. Revela en la Univer-
sidad de Oviedo, por tantos títulos ilustre,
una admirable elevación de miras y una per-
fecta cohesión en empeños desinteresados de
trascendencia cultural y patriótica. Patentiza
en España una opinión americanista, aletar-
gada por nuestra típica modorra, pero laten-
tey pronta a manifestarse, de la cual son tes-
timonio el apoyo que El Impar cial prestó al
viaje en sus comienzos, la protección especia-
lísima de Vigo, el conato de suscripción que
LECTURAS AMJSfilCANAS 79

inició la espontánea dádiva de D. Segismun-


do Moret, la adhesión de la Real Academia
de Ciencias Morales y Políticas, que dio su
delegación al Sr. Altamira; la acogida entu-
siasta dispensada a éste cuando regresó a Es-
paña en todas las poblaciones de su tránsito,
la atención que a la obra posible de nuestra
nación en América concedieron con tal moti-
vo personalidades y corporaciones, trascen-
diendo a los Gobiernos y al mismo jefe de
Estado, y traduciéndose en proposiciones con-
cretas, elevadas por la Universidad de Ovie-
do al ministro de Instrucción pública y al
Monarca español, para estrechar los lazos con
la América latina, y en algunas disposiciones
ministeriales encaminadas a dar satisfacción
a las necesidades descubiertas por el viaje
del delegado ovetense.
Entre los proyectos presentados a los Po-
deres públicos figuran : crédito especial para
intercambio de profesores con las Universi-
dades hispanoamericanas, creación en Oviedo
(por ser la Universidad que de antiguo viene
relacionándose con las Universidades de Amé-
rica) de una sección americanista, creación
en Asturias de una escuela modelo para emi-
grantes, franquicia de Aduanas para los en-
víos de libros y material de enseñanza de los
centros docentes hispanoamericanos, inter-
cambio de trabajos escolares y material de
80 J. DELEITO Y PIÑUELA

enseñanza, envío de pensionados para estu-


diar los diferentes aspectos de la vida so-
ñal, económica e intelectual de América;
mejoramiento del Archivo de Indias en re-
lación con los proyectados Institutos históri-
cos americanistas y establecimiento en Ma-
drid de un centro oficial de relaciones hispa-
noamericanas.
Tales aspiraciones han empezado a llevarse
a efecto con la cooperación oficial. Por lo
pronto, la Junta para la ampliación de estu-
dios e investigaciones científicos ha acorda-
do ya otorgar pensiones a estudiantes ame-
ricanos que quieran venir a estudiar nuestros
productos científicos y se propone enviar pen-
sionados españoles a América y fomentar,
con sólidas garantías, el intercambio de pro-
fesores y estudiantes, todo lo cual lleva el
encargo de hacer viable D. Adolfo Posada,
representante de esa Junta y continuador
de la misión de Altamira en América.
Además, el Centro de Estudios históricos,
creado por el conde de Romanones en su re-
ciente paso por el ministerio de Instrucción,
sobre dar facilidades de acceso a los estu-
diantes americanos, promoverá las investiga-
ciones en el Archivo de Indias, situado en

Sevilla, que es un filón casi virgen para la


historia de América.
Y, finalmente, por Real orden del propio

LECTURAS AMERICANAS 81

ministerio, el Museo Pedagógico Nacional


en el que alienta el mismo elevado espíritu
que en la Universidad de Oviedo y se perci-
be la noble huella de Giner de los Ríos, maes-
tro de todos —
será el órgano de intercambio
de trabajos escolares y material entre Espa-
ña y América.
En cuanto a americanos, la im-
los pueblos
presión que el produce es todavía más
libro
grata. Aquellas Repúblicas promovieron con
su inicitiva o secundaron con entusiasmo el
viaje del Sr. Altamira, el cual se realizó por
la hospitalidad y el auxilio pecuniario que le
facilitaron los Gobiernos y Universidades? de
aquellos países y las colonias de españoles
allí establecidos. Gobiernos, pueblos y cen-
tros de enseñanza agasajaron efusivamente
al Sr. Altamira, como portador de la buena
nueva del españolismo; asociáronle a sus ta-
reas, le inscribieron en sus claustros, crea-
ron cátedras bajo su dirección, acudieron con
avidez a oir sus lecciones, celebraron solem-
nidades en su honor, a las que se asoció la
masa escolar con la ingenua efusión propia
de la juventud ; secundaron sus iniciativas y
planes de compenetración intelectual y mo-
ral. Y en toda esa explosión de cordialidad y

afecto, aparte el natural tributo rendido a


tan ilustre emisario, palpita un simpático sen-
timiento de amor a España, un olvido gene-
6
82 J. DELEITO Y PIÑUELA

roso de antiguas discordias, aun donde, como


en Cuba, están recientes las heridas, y un
deseo de acercarse a nosotros, de aprender
lo que de estimable podamos ofrecerles, de
poner a nuestro servicio lo que nos sea útil;
un resurgimiento de puros vínculos ideales,
que es como la voz de la raza, alzándose por
encima de cuatro siglos de recelos y odios.
Esto, cuando tan inminente era el peligro
de la absorción moral de aquellas Repúblicas
por los Estados Unidos y Francia y cuando
hasta el castellano parecía en riesgo grave de
eclipsarse allí, según denunció Altamira en
su penúltimo libro, España en América, es
cosa para nosotros harto consoladora y hala-
güeña.
La exploración del docto maestro revela
que la tierra americana está abonada y en sa-
zón para que depositemos la semilla de nues-
tra influencia y podamos en plazo breve re-
coger el fruto.
A los Gobiernos toca aprovechar la lección.
En cuanto a la acción personal del sabio his-
toriador en su delicadísima embajada, la mis-
ma fuerza de los hechos pregona su excelen-
cia,contra sus deseos de esconderse y difu-
minarse tras la obra que se le confió.
El Sr. Altamira ha elevado su misión cuan-
to era posible; ha sabido siempre darle ca-
rácter nacional, apartándola de todo encasi-
LECTURAS AMERICANAS 83

llamiento político o de grupo en cualquier for-


ma. Ha prescindido de toda manifestación de
opiniones personales, manteniéndose en un
terreno de absoluta neutralidad, para que pu-
dieran asociarse a su empresa cooperadores
de todos los campos se ha presentado estric-
;

tamente con el carácter de delegado de la


Universidad de Oviedo, hablando siempre en
nombre de ella y de España. Sin dejar de rea-
lizar una labor patriótica, en el más noble

y puro sentido, ha des^npeñado una misión


de paz, de armonía y de amplio sentido hu-
mano y universal, sin exclusivismos de fron-
tera. Se ha despojado de toda hojarasca re-
tórica para decir la verdad sobre España y lo
que de ella pueden esperar los americanos,
sin desalientos ni ficciones de oropel. Ha he-
cho patente la aspiración desinteresada, pu-
ramente ideal, que impulsaba a sus manda-
irios y a él propio. Ha realizado un formi-
dable derroche de energías físicas y menta-
les, pronunciando innumerables discursos y

llevando su actuación a cuantos actos se le


requería. Ha llevado a cabo, en fin, una labor
seria de españolismo no patriotero, ofrecien-
do a americanos el ejemplo de un espa-
los
ñol de espíritu moderno y flexible, honda cul-
tura y fácil palabra, connaturalizado en to-
dos los países de Europa, conocedor de todos
los problemas intelectuales, ejemplo eficaz
é4 J. DELEITO Y PIÑUELA

para disipar sus prejuicios de tipo ibero ar-


caico y fósil.
Todo esto, quiera o no el autor, se ve en
el libro. Y para apreciar la importancia ex-
cepcional del viaje y deducir las consecuen
cias apuntadas tienen más valor esos docu-
mentos, sobriamente comentados, que la na-
rración más pomposa y prolija.

«Para la juventud», con-


ferencias y pensamientos.

Los libros, como los hombres, no sólo son


buenos o malos, vacos o doctos, sino que son
también simpáticos o adustos, fríos o afec-
tuosos; nos inspiran reserva o confianza.
Este libro último de D. Rafael Altamira
es la mano amiga que nos estrecha cordial-
mente, rostro hermano que nos alienta con
el

r.onrisa animadora en nuestras empresas di-


fíciles; el espíritu maestro que poco a poco,
suavemente, cariñosamente, va insinuándose
en nuestro espíritu, trazándole normas idea-
les, reprendiéndole sin aspereza sus defectos
y adiestrándole en el modo de corregirlos, re-
ñnando sus sentimientos, fortificando su vo-
luntad, haciendomás sensibles y delicados su
corazón y su conciencia, despertando o vivi-
LECTURAS AMERICANAS 85

ficando adormecidas nociones de justicia,


responsabilidad, derecho, deber, altruismo,
horror a la violencia, solidaridad humana por
encima de las fronteras nacionales en suma, ;

enseñándonos a dignificar y ennoblecer la


vida, pero sin ceño de dómine, ni trascenden-
talismos de apóstol, ni austeridades de ceno-
bita; ingenua, alegre y naturalmente, como
los griegos filosofaban en los pórticos o ha-
cían ejercicios en la palestra.
El retrato del autor (que no los prodiga en
sus obras) al frente de este libro contribuye
a tal impresión alentadora con su semblante
de hombre fuerte y equilibrado, su amplia
frente serena, sus ojos inteligentes y escru-
tadores, que saben ver y penetrar en las co-
sas; su barba paternal, precozmente nevada
por la meditación y el estudio antes que por
los años.
La obra de Altamira, dedicada a la juven-
tud, especialmente a la hispanoamericana, en
cuyo contacto vivió aquél durante su memo-
rable viaje a América de 1909-1910, es no
sólo obra de altas enseñanzas (pues el autor
transpira en todos sus trabajos su vocación
docente), sinoun libro jugoso, vivo, fresco,
optimista un libro que deben leer diariamen-
;

te como un breviario nuestros jóvenes, por-


que es un tónico fortificador de almas vaci-
lantes y enfermizas, porque tiende a combatir
86 J. DELEITO Y PIÑUELA

todos los achaques ordinarios de nuestra ju-


ventud: el desaliento, el escepticismo, la me-
galomanía, la verborrea, el pedantismo, el ico-

noclastismo, la misantropía, la pereza, la abu-


lia, la desorientación,romanticismo sensi-
el

blero y enervante, el deseo de llegar pronto,


cualquiera que sea el medio para ello; el in-
dividualismo egoísta, desdeñador de toda ac-
ción social; el dandysmo aristocrático, que
i-eputa de mal tono acercarse al obrero o al

menesteroso ; el arrivismo, el efectismo, el cul-

to al éxito, legítimo o no el deslumbramiento


;

por la fuerza, por lo que triunfa, por lo que


brilla.
Altamira disculpa, trata de explicar, con
paternal benevolencia, esos errores o extra-
víos al dirigirse a sus auditorios juveniles;
pero no los encubre, no adula, como es uso
nefasto en los oradores que se dirigen a un
público escolar, pintándole como trasunto de
todas las virtudes y excelencias. Señala y
diagnostica esos males con entera claridad
para buscarles el remedio y evoca en las al-
mas jóvenes gratos panoramas, no en misio
nes trascendentales y de excepción, sino en
empresas modestas, pero nobles y bienhecho-
ras. Que cada uno desarrolle plenamente sus
energías, pocas o muchas, las encauce bien y
las utilicehábilmente en provecho propio y
beneficio de los demás; que nadie se eneas-
LKCTUBAS AMERICANAS 87

tille en su torre de marfil... o de barro para


alquitarar exquisiteces o saborear egoísmos,
sino que todo hombre se sienta miembro de
la gran familia humana y acuda con su gra-
no de arena a la gran empresa social de la
cooperación y la cultura, por pequeñas que
sus fuerzas sean que todos demos una razón
;

de ser a nuestra vida y nos tracemos un ideal,


un rumbo y una obra en armonía con nues-
tros medios de acción, grandes o pequeños:
que seamos comprensivos y tolerantes con laá
ideas ajenas; que una perenne juventud flo-
rezca en nuestra alma, manteniéndola flexi-
ble, abierta a todos los vientos, propicia a
todas las rectificaciones necesarias, sin pre-
juicios ni acartonamientos en el pensar o en
el sentir; que amemos verdad y el bien, la
la
ciencia y la belleza por encima de toda ven-
taja personal, de todo credo o convenciona
lismo de grupo, de partido, de religión o de
frontera; que coordinemos y subordinemos
aspiraciones y deberes dentro de su natural
jerarquía: formar hombres en bien de cada
patria; pero formar patrias, no fuera, sino
dentro del cuadro armónico de la Huma-
nidad.
¡Qué necesaria lección en estos días de
chauvinismos estrechos, de odios ancestrales,
de crisis rudísima para todo sentimiento de
humanidad e internacionalismo, de juventu-
88 J. DELEITO Y PIÑUELA

des germano filas, no por amor al contenido


ideológico de la cultura alemana, sino por
puro culto a la fuerza!
Componen de Altamira, en su ma-
el libro

yor parte, conferencias dadas en América a


estudiantes de aquellos países: a la Federa-
ción universitaria de Buenos Aires, a los
alumnos de Derecho de la misma capital, a
los de la Universidad de Lima, a los de la
Universidad de la Habana. El resto son con-
ferencias dadas a los estudiantes de Oviedo
o pronunciadas en el Centro de Cultura His-
panoamericana, pensamientos y artículos in-
sertos en publicaciones escolares, algún tra-
bajo inédito complementario; pero todos uni-
dos por el nexo de los problemas fundamen-
tales de vida para la juventud, especialmente
para la juventud americana y española, y de
modo más señalado en cuanto al asunto de
sus relaciones trasoceánicas y su colaboración
en la empresa de la común cultura.
Como apéndices reproduce Fragmentos del
informe presentado al ministro de Instruc-
ción pública por el Claustro de la Universi-
dad de Oviedo en Mayo de 1910 (sobre au-
xilios a las delegaciones escolares para asistir
a los Congresos de estudios hispanoamerica-
nos), y la Real orden, gestionada por el au-
tor (e incumplida hasta la fecha), sobre el
envío de pensionados para estudiar los dife-
LECTURAS AMEBICANAS 89

rentes aspectos de la vida social, económica


e intelectual deAmérica.
Fuera volumen quedan otras conferen-
del
cias dadas por el Sr. Altamira en México a
los alumnos de la Universidad, a los de la
Escuela nacional preparatoria y a los de la
Escuela o Academia militar de Chapultepec,
y en Santiago de Chile, en el Centro de es-
tudiantes chilenos. De todas estas diserta-
ciones no se conservan notas ni extractos ta-
quigráficos que permitan reconstruirlas.
Viene a ser este libro un complemento del
que con el título Mi viaje a América publicó
el autor al regreso de aquella excursión in-

olvidable, que hizo por la aproximación his-


panoamericana más que cien libros y doscien-
tos proyectos de ley. En aquél se reprodu-
cían los textos oficiales, disposiciones, discur-
sos, etc., que fueron parte solemne del
la
viaje, la relacionada con Gobiernos y Claus-
tros universitarios en éste se recoge la nota
;

más íntima, fresca y vibrante del mismo, la


comunión espiritual con la juventud de aque-
llos países, nota quizás de más interés y tras-

cendencia que la anterior, porque mira al


porvenir, porque tiende a preparar a las ge-
neraciones jóvenes que mañana regirán los
destinos de América en el amor y el interés
hacia España, en la cooperación ideal con
nuestro pueblo.

90 J. DELEITO Y PIÑUELA

Y grande fué el éxito de Altamira con


si

aquellos Gobiernos y aquellas Universidades,


como lo patentizan los títulos honoríficos, las
proposiciones ventajosas, los encargos honro-
sos de que fué materialmente colmado; tan
grande o acaso mayor fué su influencia en
la masa escolar, viva y entusiasta, a quien
habló en lenguaje sencillo, sin empaque doc-
toral alguno, mezclándose entre ella como un
compañero más, pero sabiendo remover en su
espíritu todas las fibras delicadas, todos los
resortes de idealidad exquisita.
Y es que Altamira es ante todo, sobre el

historiador, sobre el científico, un maestro,


maestro moderno y por antonomasia, que
lleva a su labor docente, no sólo ciencia, sino
amor, efusión, cordialidad que en cada ense-
;

íianza concreta de una lección sabe poner un


temblor de vida, una enseñanza de humani-
dad, una norma en la dirección de almas ju-
veniles.
Altamira tiene fe en la juventud, como
cantera única de donde han de salir las gran-
des renovaciones futuras, y aspira a influir
en ella para contribuir al renacimiento ético
e ideológico de patria, de raza, de huma-
nidad.
En estos trabajos diserta el autor sobre
todo cuanto puede interesar a los jóvenes
a los jóvenes capaces de interesarse por algo
LECTURAS AMERICANAS 91

más que los toros, la dote de la heredera rica


o el acta de diputado cunero — : modos de es-

tablecer la cooperación escolar, diferentes


tentativas y tipos ya creados de asociaciones
estudiantiles; misión y tendencias renovado-
ras de la Universidad, papel que en ello co-

rresponde a la juventud que cursa en las


aulas, instituciones postescolares, normas de
vida individual y colectiva para la juventud,
misión social que ésta realiza en algunos
países (benéfica y docente para el proletaria-
do) y formas distintas en que se manifies-
ta, ideal que ha de realizar el estudiante
dentro de la carrera a que está consagrado
en esta gradación creciente: profesional, pa-
triota,hombre.
El libro aborda otras muchas materias la :

conquista de la personalidad (cosa muy dis-


tinta del orgullo exhibicionista y con manía
de contradicción), la liberación del espíritu,
la honradez científica para respetar las opi-
niones más adversas y utilizar de éstas lo
que tengan de aprovechable, la necesidad de
objetivar nuestra obra, poniendo por delante,
no el rendimiento personal que ha de gran-
jearnos, sino la utilidad y el bien que re-
porte a los demás; el amor al esfuerzo pro-
pio, sin acobardarnos por su pequenez posi-
ble, sabiendo que lo importante es que sea
sincero y bien orientado, y que tan benemé-
92 J. DELEITO Y PIÑUELA

rita es la labor del obrero modesto que se


esfuerza por cumplir concienzudamente su
labor del día, como el trabajo del genio que
en tiempo análogo realiza un descubrimien-
to de resonancia universal. Será diversa la
apreciación objetiva, no la subjetiva, que se
estima por su intención, no por sus resulta-
dos. Altamira enseña, finalmente, a ser se-
renos y fuertes ante el ataque injusto, an'.e
el fracaso momentáneo, ante los pinchazos

de la envidia; a huir del exclusivismo nacio-


nal y patriotero para unir nuestro esfuerzo
al de los hombres de buena voluntad que en
todos los países trabajan por la civilización
humana.
He aquí un sumarísimo apunte que no
puede dar sino ligera e imperfecta idea de la
obra. Lo principal de ella no es el cuánto,
sino el cómo, y sólo da pálida idea de una
labor personal, de alta y noble sugestión dig-
nificadora, en que un espíritu experto quie-
re levantar a los espíritus que empiezan a
formarse hasta las más puras regiones del
ideal.
Frente a los millares de libros deprimen-
tes que a diario ven la luz, el libro de Alta-
mira es como una ráfaga de aire puro oxige-
nado, que conforta los pulmones y tonifica el
espíritu.
LECTURAS AMERICANAS 93

«España y el programa americanista.»

Muy acertadamente ha incluido la "Edi-


torial América" en su Biblioteca de autores
varios este libro, que, por su asunto y por su

autor uno de nuestros pocos americanistas
serios y gratos en América —
encaja perfec-
,

tamente en los fines y en el público de esa


Sociedad editorial.
En la compleja y multiforme personalidad
científica de D. Rafael Altamira es el ame-
ricanismo la nota que, con la función educa-
triz y con la historiografía, se disputa la di-
rección cardinal de su espíritu. Las obras en
que ha agitado el problema de nuestra acción
en la América española, concretando sus po-
sibilidades prácticas y marcando en él nue-
vos aspectos y orientaciones, forman ya nu-
trida serie. Empiezan con España en Amé-
rica,que preludió su viaje a aquel continen-
te; continúan con el libro en que reseñó su
excursión memorabilísima y trascendental
para nuestro porvenir en aquellos países, y
terminan con la serie de artículos, folletos,
prólogos y discursos posteriores, pronuncia-
dos ante distintas Corporaciones europeas y
americanas.
España y el programa americanista no es
sino un eslabón en esa cadena. Su novedad
94 J. DELEITO Y PIÑUELA

radica en referirse a la situación actual, en


estudiar las especiales circunstancias crea-
das por la espantosa guerra presente para
nuestra actuación en América, así como la
campaña que sobre el particular se ha efec-
tuado en estos últimos tiempos, y en reco-
ger todas las notas recientes del progreso es-
pañol, artístico o industrial, en las costum-
bres o en las ideas, en los libros o en las con-
diciones generales de la vida, y ofrecerlo a
los lectores americanos —principal público a
quien el trabajo va dirigido —para ayudar
a disipar los prejuicios que la incompren-
sión, el desconocimiento o el examen precipi-
tado de nuestras cosas hacen formar con
harta frecuencia a los extranjeros, con men-
gua de nuestros intereses, contribuyendo a
sostener entre ellos el viejo cliché anties-
pañol.
Pocos españoles, en verdad, han contribuí-
do modernamente tanto como el Sr. Altami-
ra a romper este cliché, ya difundiendo per-
sonalmente por Europa y América el cono-
cimiento de nuestras aportaciones útiles, pre
téritas y actual j?, al acervo común de la cul-
tura humana, ya en sus libros de restaura-
dor de la Historia española rebatiendo las
leyendas que forjó la hispanofobia extranje-
ra o reduciéndolas a justos límites dentro de
la perspectiva moral de cada época. Recuér-
LECTURAS AMERICANAS 96

dése que su voz fué la primera que surgió


en el campo de las izquierdas —sin los extre-
mos contraproducentes de las reivindicacio-
nes tradicionalistas -en defensa de la obra
colonial de España en el Nuevo Mundo, jus-
tificada ya hoy aun por autores norteameri-
canos, como Lummis. Y todo ello sin un ápi-
ce de retórica ni chauvinismo, sin esgrimir
los tópicos patrióticos al uso: serenamente,
reposadamente, no fantaseando a lo mar- —

qués de Dosfuentes que somos el pueblo se-
lecto y único, sino probando lo que tuvo y
tiene de provechoso el producto de nuestra
actividad (sin desconocer lo que tuviese de
nocivo) y pretendiendo que aquello sea reco-
nocido y estimado en la medida de lo que
valga.
Tal es el espíritu informador del libro que
motiva estas líneas. Comprende dos partes:
primera. El 'programa; segunda. Lo que 69
España.
Examina detenidamente cuanto afecta al
elemento emigrante, las diversas aspiracio-
nes locales de los distintos grupos de colo-
nias españolas diseminadas por los países
americanos y la necesidad de unificar sus
propósitos y su acción como medio único de
que sean factores aprovechables. Insiste en lo
que podría hacer España en esta hora crítica,
sustituyendo a las naciones beligerantes en
96 J. DELEITO Y PIÑUELA

América respecto a suministro de productos


elaborados, libros, capitales, líneas de comu-
nicación, etc. Recoge sobre el particular opi-
niones autorizadísimas, como las de Azcárate
y Labra, y la labor de los parlamentarios en
las Cortes últimas. Pone de manifiesto la ur-
gencia de renovar nuestro personal diplo-
mático, especializándole en cosas americanas,
y de modificar nuestras prácticas mercanti-
les, llevando allá comisionistas y productos,

intensificando los medios de anuncio e infor-


mación, reformando el crédito y las relacio-
nes bancarias. Expresa la urgencia de crear
escuelas e institutos españoles o cátedras
nuestras en establecimientos americanos y de
reorganizar el Archivo de Indias, tesoro im-
ponderable para la formación de la Histo-
ria, no sólo hispanoamericana, sino aun de
aquellos pueblos de la América inglesa, como
California, ligados un tiempo estrechamente
a nosotros, y que han pensado ya crear allí
Centros de investigación histórica. De igual
modo exhorta a mejorar las condiciones pre-
vias y las leyes positivas que dirigen la emi-
gración, a regular la situación militar y po-
lítica del emigrante, a facilitar las comuni-
caciones y el intercambio intelectual con en-
víos mutuos de profesores, jóvenes pensiona-
dos y material docente y con reciprocidad
de títulos académicos. Hace un llamamien-
LECTURAS AMERICANAS 9'7'

lo para la defensa de nuestro idioma caste-


llano en América, como verbo de la raza es-
pañola, que afirma y distingue a ésta en el
mundo, y que importa, por tanto, vigorizar,
reconociendo el hecho consumado de que las
otras lenguas peninsulares, exaltadas con ex-
ceso por un regionalismo romántico, no ca-
ben dentro de la unidad España sino como
expansiones familiares o literarias, circuns-
critas a la intimidad del terruño.
En capítulo especial estudia "las posibili-
dades de España" en estos instantes, deta-
llando los campos que se abren a nuestra
acción, no sólo en América, sino entre los
judíos sefarditas y en varias naciones euro-
peas, interesadas de modo creciente en las
cosas hispánicas, como lo acreditan sus crea-
clones de cátedras sobre Lengua, Historia y
Literatura españolas, y las recientes misio-
nes extranjeras científicas y económicas a
nuestro país.
Pero deslinda el campo en que nos pode-
mos mover de aquel otro en que la concu-
rrencia con los Estados Unidos esterilizaría
forzosamente nuestro esfuerzo.
La parte segunda, ajena al programa ame-
ricanista en sí, es un balance de los elemen-
tos útiles que existen o van formándose en
nuestra vida nacional, ofrecido a América
como aviso de aquellos puntos en que puede
7
98 J. DELEITO Y PIÑUELA

provechosamente tornar acá la vista, en vez


de hacerlo a otras naciones.
En capítulos sustanciosos y del mayor in-
terés va exponiendo lo que es el carácter es-
pañol, lo que fueron Historia y la civiliza-
la
ción españolas en sus líneas directoras y los
recientes adelantos (bibliotecas populares,
educación obrera, etc.), incluso en nuestra
tolerancia religiosa, expresada no ha mucho
por el nombramiento de un judío, el sabio
doctor Yahuda, para una cátedra de nuestra
Universidad Central, realizado por un Go-
bierno conservador. Incluye entre estos pro-
gresos nuestras recientes empresas editoria-
les de libros escolares y de divulgación, hon-
rando con su elogio a los de esta índole que
está publicando La Lectura. Desmenuza y
fustiga el pesimismo de los españoles detrac-
tores sistemáticos de España; señala los ras-
gos sintomáticos de un nuevo patriotismo se-
rio y sin estridencias, basado en el estudio,
el trabajo y el aprovisionamiento de las ener-

gías latentes del país, que empieza a surgir y


a manifestarse acá y allá.
Su conclusión es optimista y conforta-
dora, como la de todos sus libros, que, tan-
to como obras sólidas de doctrina, son siem-
pre revulsivos y tónicos para el espíritu na-
cional.
En estos días de convulsiones y desalientos.
LECTURAS AMERICANAS 99

de horizontes sombríos en el exterior y de


crisis agudas internas, hacen falta libros
así, que den alientos y esperanzas y dejen
entrever días más dichosos para la vida es-
pañola.
ANDRÉS GONZÁLEZ BLANCO

«Escritores representativos de Amé-


rica.» — Editorial-América. Madrid.

Andrés González Blanco, el más joven y


prolífico de nuestros críticos militantes, des-
pués de escribir de omni re scibile en mate-
ria de literatura contemporánea peninsular,
aborda el vedado (vedado para la mayoría de
cuantos escriben aquí sobre libros) de la
producción literaria de Hispanoamérica, juz-
gando, como dice bien en su prólogo, "que
tan hermanos espirituales nuestros son los
que han nacido en Medellín de Colombia co-
mo los nacidos en Medeilín de Extremadu-
ra; los hijos de Córdoba de la Argentina
como los hijos de Córdoba de Andalucía; los
nativos de León de Nicaragua como los nati-
vos de León de España".
Aparte de lo que lleva escrito sobre publi-
cistas trasatlánticos, anuncia una nueva se-
LECTUEAS AMERICANAS 101

ríe de volúmenes sobre ellos, el primero de


los cuales es el que motiva estas líneas.
Comprende cinco estudios distintos, que
agrupa con el nexo de Escritores representar
tivos de América, y están, respectivamente,
dedicados a José Enrique Rodó (el critico),
Rufino Blanco-Fombona (eL polígrafo), Car-
los Arturo Torres (el ensayista), Carlos Oc-
tavio Bunge (el sociólogo) y José Santos Cho-
cano (el poeta).
Reúne, pues, una élite de escritores ameri-
canos, escritores-cumbres dentro del cuadro
de las letras de la América española, aun-
que haya, naturalmente, algo de subjetivo en
el justiprecio de valores para encarnar cada

fase literaria en uno de esos meritísimos au-


tores mejor que en otros.
La obra tiene la marca de fábrica de los
demás trabajos críticos de González Blanco.
Está hecha en el tono férvido, nervioso, cá-
lido, apasionado (usando de esta voz en su
mejor sentido), briosamente juvenil.
Es para él dogna (en el cual comulgo), re-
petido en este libro como en otros anterio-
res, que la crítica impasible y yerta, que
anatomiza la obra de arte sin sentir la me-
nor vibración emocional, es crítica antipáti-
ca y estéril, por seca, por incomprensiva.
Enteramente conformes. Un profesional
del escalpelo que reduzca a cánones geomé-
102 J. DELEITO Y PIÑUELA

trieos SU examen de un lienzo, una estatua o


un edificio, ciñéndose a compulsar líneas, pro-
porciones y perspectivas, o que no vea la
obra literaria sino al través de graves féru-
las filológicas, retóricas o gramaticales, no
comprenderá ni hará comprender la obra ana-
lizada. El espíritu, el soplo vivo de creación
estará ausente; la flor tendrá todas sus ho-
jas, su cáliz, sus estambres y sus pistilos;
pero estará clavada en el cartón del colec-
cionista, sin la tersura ni la fragancia con
que la ungió el beso del sol.
Como siempre también, muéstrase Gonzá-
lez Blanco digresivo. Es éste pecado capital

y proverbial suyo, que él reconoce, y que es


inevitable achaque de su fiebre devoradora
de libros. El enorme caudal de sus lecturas,
siempre renovadas, desbórdase tumultuoso
por las puntas de su pluma, y no siempre
es dueño el autor de contenerle dentro de los
cauces prefijados. Pero, digámoslo con igual
franqueza, sus digresiones, eruditas muchas
veces, ingeniosas y humorísticas otras, de-
masiado personales algunas en la defensa o
en el ataque, por el escozor de las pequeñas
escaramuzas literarias, poseen siempre ame-
nidad y savoir faire y se leen sin la fatiga
menor. En ocasiones nos sentimos lejos del
punto de partida y tentados de preguntar bá
autor adonde nos lleva; peix) siempre vamos
LECTURAS AMERICANAS 103

a gusto a SU lado y no pensamos recriminar-


le porque nos aleje del camino.

Dada heterogeneidad de los estudios con-


la
tenidos en esta obra, es consiguiente su des-
igual extensión e importancia. El autor lo
confiesa y reconoce haber puesto mayor amo-
re en el consagrado a Blanco-Fombona. Así
es, ciertamente; pero creo que al lado de

aquél merece mencionarse el que dedica a San-


tos Chocano, donde el crítico sabe ponerse
a tono con el poeta, sentir y expresar la mu-
sicalidad rotunda de sus estrofas, descubrir
la nota lírica, íntima y delicada de sus ver-
sos, frente a los que se obstinan en recluirle
en de la épica broncínea, torren-
el casillero

cial y espumosa, y a la vez percibir y desen-


trañar la majestad y el ímpetu fragoroso
de esta épica, lo mismo en las alucinantes y
onomatopéyicas evocaciones de la selva tro-
pical que en el canto a la ancestral América
de indígenas y conquistadores bravios.
Con singular y merecido cariño detiénese
en la figura de Rufino Blanco-Fombona, ha-
ciendo destacar con firmes trazos todas las
facetas de esta personalidad compleja y poli-
forme.
En él estudia separadamente al hombre, al
poeta, al crítico, al historiador, al novelista,
al polemista y al ideólogo. Detiénese en su

biografía considerando esta vida como una
104 J. DELEITO Y PIÑUELA


obra de arte y nos muestra zin hombre del
Renacimiento, anarquista injerto en gran se-
ñor, artista, galante y aventurero, exaltada
y pasional; individualidad recia y selecta-
mente aristocrática, aunque defienda la cau-
sa del demos, y reñida con todo lo plebeyo,
lo mediocre y lo opresor. Como escritor ve en
Blanco-Fombona, por encima de todo, al crí-
y social, cuyas novelas son
tico psicológico
también pinturas y sátiras acerbas de me-
dios sociales viciados o defectuosos (tal su
libro catapulta El hombre de oro contra la
política reinante en Venezuela) y también ve
,

al polemista acerado, incisivo y temible, cuya


pluma restalla como un látigo; al entusiasta
americanista, no exento de sano españolismo,
que acude a la Historia para labrar el pe-
destal del redentor de la América libre: Bo-
lívar.
Menos relieve y amplitud ofrecen los res-
tantes trabajos del tomo, hechos más a la li-

gera. No obstante, el dedicado al critico (Ro-


dó) da ocasión para echar una rápida y
le

curiosa ojeada sobre la crítica en nuestro


país durante estos últimos años, singular-
mente desde la muerte de Clarín.
El libro de González Blanco, mostrándonos
en pocas páginas la quintaesencia de la flo-
ración literaria americana, en sus represen-
tantes más genuinos, ayudai'á a difundir en-
LECTURAS AMERICANAS 1 5

tre nosotros el conocimiento y el amor hacia


los hermanos en letras, en habla y en espí-
ritu del otro lado del Océano, rompiendo el

hielo que injustamente ha dificultado tantas


veces —con daño de todos—nuestra compren-
sión de las cosas de América.
VICENTE BLASCO IBAÑEZ

«Argentina y sus grandezas.»— La Edi-


torial —
Española Americana. Madrid.

De la reciente excursión realizada por


Blasco Ibáñez a la Argentina esperábamos
todos una novela de costumbres o acaso una
serie de novelas.
La enorme facultad asimiladora y la plas-
ticidad prodigiosa del gran escritor levan-
tino, después de vaciar la vida presente de
su Valencia en novelas de fama mundial,
necesitó residir sólo unos cuantos días en
Toledo, en Bilbao, en Jerez, en Ibiza, en Gi-
braltar para apropiarse el espíritu, el am-
biente, el pasado, los problemas actuales, la
fisonomía física y social de estos lugares y
de reflejar admirablemente todo ello en Ld
La bodega, Los muertos
catedral, El intruso,
mandan y Luna Benamor.
De sus correrías por Italia, si no una no-
LECTURAS AMERICANAS 107

vela completa, dejó recuerdos valiosos en


Entre naranjos y en La maja desnuda.
Era, pues, naturalísimo presumir que este
viaje por un medio exótico y pintoresco, en-
tre exuberancias tropicales, pampas de ex-
tensión infinita, contrastes violentos de ur-
bes espléndidas con selvas o páramos de vida
primitiva y rudimentaria, había de inflamar
su imaginación meridional, dándonos la no-
vela argentina en alguno de sus aspectos,
como antes nos dio la novela de la Albufera
en Cañas y barro; la de la huerta vaTencia-
na, en La barraca; la de la plebe marítim^i
del Cabañal, en Flor de Mayo; la de los su-
burbios de Madrid, en La horda, y la del
mundo taurino, madrileño y andaluz, en San-
gre y areno..
Creo que las novelas argentinas vendrán,
pues la tierra del Plata es para Blasco un
filón estético, que su intuición no puede in-
advertir. Y como los lectores de novelas son
más numerosos que los de obras didácticas,

popularizaría así aquél en España y acaso

más allá de los Pirineos el conocimiento del
país argentino, del modo que últimamente
nos descubrió la isla de Ibiza, tan próxima
como ignorada, con sus costumbres patriar-
cales y sus atavismos de la Edad Media.
Pero Blasco ha querido contanios primero
directamente sus impresiones de allá, sin en-
108 J. DELEITO Y PIÑUELA

treverarlas con personajes y dramas imagi-


nativos, procedimiento no desusado tampoco
en este infatigable turista, que deja hechas
primorosas narraciones de sus viajes a Italia
y a Constantinopla con los títulos de En el
país del arte y Oriente.
Algo más que eso es La Argentina y sus
grandezas. En esta obra ha querido volcar
Blasco cuanto de la tierra del Plata creía que
era posible saber y decir su pasado, su vida
:

actual, su mañana presunto.


Es un libro de viajes con el carácter per-
sonal, ameno y vivido de estas obras; pero
es también un libro de Historia, de Geogra-
fía en todas sus ramas, con la^ consiguientes
incursiones en los campos de la Sociología
y las Ciencias naturales ;un trabajo grave y
docto, en fin, lleno do números, estadísticas
y datos científicos.
Con un orden rigurosamente didáctico di-
vide la obra en cinco partes: I. El país ar-
gentino, donde estudia separadamente la na-
turaleza y extensión del territorio, montañas,
lagos y ríos, clima, fauna y flora, agricultu-
ra, ganadería y comercio, etc. II. La Argén-
tina de ayer, donde examina el descubrimien-
to del país, las empresas de nuestros coloni-
zadores y conquistadores, el régimen colo-
nial, la independencia y las luchas civi-
les subsiguientes. III. La Argentina de
LECTURAS AMERICANAS 109

hoy, en que reseña la constitución defini-


tiva de esa nacionalidad, la política, el
Ejército y la Marina, la educación, las

Ciencias, Letras y Artes, la Prensa, el ca-


rácter argentino, la Beneficencia, la rique-
za del país, la colonización, los extranje-
ros, etc. IV. La Argentina de mañana, visión
prof ética de lo que -podrá ser este pueblo en
el plazo de un siglo. V. La capital federal,
donde describe las magnificencias urbanas de
la suntuosa Buenos Aires. VL Las provincias
argentinas. VIL Los territorios nacionales.
Por esta rápida enumeración puede cole-
girse el amplio panorama que la pluma de

Blasco ha recorrido.
Nada se echa de menos allí en cuanto a la
Argentina atañe, ni lo oficial y exterior ni
lo íntimo y pintoresco. Se ve que el autor,
además de estudiar en el terreno, ha estu-
diado en los libros, entremezclando las ense-
ñanzas ya hechas con las observaciones agu-
das de su espíritu penetrante y vivaz, siem-
pre en acecho, como cumple a un profesio-
nal novelador, acostumbrado a descubrir con
una ojeada la realidad más compleja. Ade-
más, se halla exornado el conjunto con las
imágenes luminosas que sabe sorprender y
reproducir como ningún literato español este
pictórico artífice de formas y colores.
Para completar la información y lograr
lio J. DELEITO Y PIÑUELA

que penetre por los ojos del lector la vida


argentina en todos sus aspectos, pudiendo ad-
mirarse singularmente todas sus grandezas,
disemina por las páginas del libro con ex-
traordinaria prodigalidad retratos de seres
y lugares, planos, mapas, tipos étnicos de las
diversas regiones, con su indumentaria pe-
culiar; personajes conocidos (políticos, mili-
tares, intelectuales, publicistas) de las mo-
dernas clases directoras del país ; animales y
vegetales típicos de las zonas más diferentes,
montes y ríos, característicos paisajes, desde
la cálida y enmarañada selva del Norte has-
ta la fría y árida estepa del suelo patagón;
armas, uniformes, barcos, escenas de costum-
bres, estampas históricas del antiguo virrei-
nato, campiñas y pueblos perdidos en la so-
ledad de la Pampa, calles, avenidas, jardi-
nes, edificios, palacios y el puerto enorme de
su gran metrópoli cosmopolita; fábricas, al-
macenes, muestras de productos industriales,
cartas comparativas de extensión territorial,
monumentos, estatuas, variados tipos de vi-
viendas, cuadros y personajes históricos, etc.,
etcétera. Todo ello con magníficas láminas y
fotografías, polícromas algunas, hechas en
excelente papel conché, impresión esmeradí-
sima, grandes caracteres tipográficos y de-
talles en la presentación propios de una edi-
ción hecha con lujo y a todo coste.
LECTURAS AMERICANAS 111

Se ve que en esta parte material de la


obra ha puesto Blasco (autor y editor en mu-
chos casos) tanto empeño como en su mismo
contenido. Diríase que el gran escritor que—
conoce de sobra nuestro mercado literario pa-

ra no forjarse demasiadas ilusiones o quien
haya sufragado los gastos cuantiosos de la
edición hizo ésta con el pensamiento en los
bolsillos de los ricos americanos e imaginan-
do un gran negocio de librería, que, según
rumores, no se ha realizado.
La Argentina y sus grandezas es una obra
doctrinal y de conjunto, en que el autor, re-
cibido y agasajado regiamente, como corres-
pondía a su alta estirpe intelectual, por el
pueblo argentino, salda con él su deuda de
gratitud, constituyéndose en propagador de
las glorias de esta nación joven, describién-
dola y estudiándola con documentación de
científicoy corazón de poeta, llevando ecos
de su despertar vigoroso y progresivo a to-
dos los ámbitos del viejo continente, donde
la pluma maestra del autor de La barraca
pueda labrar algún surco.
Blasco es un creyente fervoroso en el por-
venir de la Argentina, la cual se le figura el
país destinado a recoger el cetro de la civi-
lización en plazo no lejano. No desnatura-
liza su estado actual con hipérboles ni disi-
mula sus lunares; pero sí los describe con
112 J. DELEITO Y PIÑUELA

encarecimiento de devoto. Y de esta fe son


testimonio su instalación definitiva en aquel
pueblo y su reciente llamamiento a los obre-
ros valencianos para colonizar aquellas férti-
les tierras, abandonadas y sedientas de cul-
tivo.
Blasco al escribir sobre la Argentina no lo
ha hecho como hombre de partido, que ex-
pone libremente sus ideas. Ha tenido pre-
sente su condición de extranjero allí para

guardar respecos inalterables a los Poderes


constituidos, instituciones y costumbres, man-
teniéndose neutral en sus divisiones políticas
o sociales. Tampoco ha olvidado que, aparte
su representación personal en relación con
la Argentina, debía ostentar su condición de
español, y así, al narrar la obra de nuestros
conquistadores, el régimen colonial, la hue-

lla de España en su antigua colonia y las


luchas de ambas por la emancipación, ha
puesto un amplio espíritu de tolerancia y ar-
monía, una comprensión benévola, a un tiem-
po para las durezas de nuestro pasado colo-
nizador y para las ansias libertadoras del
país americano. Dentro de un sentido gene-
ral progresivo y moderno, por su mesurado
tono y su ausencia de radicalismos disonan-
tes, la obra revela a un Blasco que se sabe
colocar por encima de fronteras y banderías
o acaso un Blasco voluntariamente desterra-
LECTURAS AMERICANAS 113

do de la candente lucha, en que un tiempo


fué tribuno y caudillo.
La Argentina y sus grandezas, además de
ser un trabajo de información sobre aquel
país, es una excelente producción literaria,

como de su autor era obligado esperar. La


varilla de oro del gran artista esparce lu^í-,
vida, color y movimiento por todas las pá-
ginas. El libro, pese a la forzada aridez de
alguna de sus materias, se lee con placer des-
de el principio al fin, sin que la atención de-
caiga un punto.
La intuición del novelista le hace aprove-
char hábilmente los elementos utilizables pa-
ra su arte: tragedias terribles de la explo-
ración y la conquista españolas, poéticas le-
yendas de la Pampa, curiosas costumbres d¿
indígenas mansos o bravios y de rudos es-
tancieros, anécdotas de hombres célebres,
magTiíficos panoramas del mar, la llanura, la
selva, los Andes o la capital populosa y re-
finada.Hay en la obra cuadros soberbios de
plena naturaleza, en que Blasco ha puesto a
contribución su innegable potencia descrip-
tiva; siluetas vigorosas de tipos generales
del país, como
gaucho intrépido y agreste,
el

y audaz, señor
caballista incar. sable, belicoso
de la pampa inmensa, hermano del bandido
andaluz; perfiles bien delineados de persona-
jes auté"t'cos, como el bardo Guido Spano,

8
114 J. DELEITO Y PIÑUISLA

patriarca ingenuo e infantil, soñador y ale-


gre, que, tendido enel lecho por la parálisis,

vive feliz, rodeado de chicuelos y cantando


sus ilusiones en rimas sonoras.
Estos trazos psicológicos y estos primores
plásticos parecen un pedazo de novela del
autor. Más especialmente puede decirse lo
propio del primer capítulo, el titulado Con
rumbo a la esperanza, en que se pinta ma-
gistralmente una travesía por el Atlántico
hacia Buenos Aires. Vemos el hacinamiento
cosmopolita de emigrantes, náufragos de la
vida; el hervor de multitud, que alternati-
vamente canta o riñe, se entrega al aplana-
miento de la adversidad o a la sonrisa dt
la ilusión, según las pasajeras impresiones
del camino.
Una novela sin ficciones imaginarias es la
obra, que une al encanto del arte el atractivo
adoctrinador de una realidad positiva.
SEGUNDO DE ISPIZUA.

«Los vascos en América. Historia


de América.— Lope de Aguirre.»

La hÍKstoria de los vascos en América, qu*^;

'Con empeño y tenacidad verdaderamente vas-


cos está componiendo hace años el hijo de
íiquella región D. Segundo de Ispizua, conti-
núa ensanchando su horizonte con nuevas
perspectivas a cada tomo que ve la luz. Este
último, quinto de la serie, está consagrado
todo él a uno de los más singulares y estu-

pendos aventureros de los que ilustraron con


sus hazañas el período épico de nuestra con-
quista de América. Tal fué D. Lope de Agui-
rre, "de medianos padres..., hijodalgo, natu-
ral vascongado, en los reinos de España, ve-
cino de Oñate (Guipúzcoa) ", como él escribía
al Rey Felipe II definiendo su personalidad.
La segunda mitad del siglo XVI, en que le
tocó vivir, ofrecía a los españoles de ánimo
intrépido y fuerte brazo el señuelo deslum-
brador de las riquezas maravillosas en la
116 J. DELEITO Y PIÑUELA

América inexplorada. Corría como verídica


la leyenda de El Dorado —
la tierra de pro-
misión de oro que modernizaba el mito del
rey Midas — Y allá fué Aguirre, el cual du-
.

rante veinticuatro años militó bajo las ban-


deras reales en el Perú, quedando medio cojo
de dos balazos que recibió en una pierna du-
rante la batalla de Chuquinga, librada contra
el rebelde Francisco Hernández Girón, que

fué adversa a las tropas del Rey. Alistóse


más tarde enla expedición que dirigió en 1560
el navarro Pedro de Ursúa para buscar la
fantástica región de El Dorado. Tras mil
dramáticos lances, los expedicionarios dieron
muerte a Ursúa, y entonces Aguirre los com-
prometió en la más temeraria empresa nada :

menos que desnaturalizarse de España, ne-


gar obediencia al Rey Felipe y constituir un

Estado americano independiente el de los
Marañones, como ellos se apellidaban —
nom- ,

brando príncipe soberano a un joven de ilus-


tre abolengo, pero de escasa experiencia, don
Fernando de Guzmán, que formaba parte de
la excursión. Fué éste víctima propiciatoria
de la ambición de Aguirre y escabel para
su encumbramiento. Aquella sombra de ma-
jestad, a quien llamabanpomposamente PrÍ7¡-
cipe delPerú y Tierra Firme, era en breve
asesinado por el propio D, Lope de Aguirre,
que se alzaba como absoluto señor de lo'í
LECTURAS AMERICANAS 117

Marañones, aunque, en su irónico desprecio


a las fórmulas y los símbolos, no aceptara
honores ni títulos reales.
Entonces, de 1560 a 1561, al frente de
los que quisieron seguirle, emprendió en bus-
ca de El Dorado aquella expedición, la más
extraordinaria quizás que la historia ameri-
cana registra, en la cual recorrió más de
7.000 kilómetros por los ríos Marañón, Ama-
zonas, Negro, Casiquiare y Orinoco.

"Era su plan escribe el autor —una vez
,

salido al Atlántico, después de su épica ex-


pedición porel Amazonas, apoderarse de al-

gunos navios en las costas de Venezuela,


caer de improviso con ellos sobre la ciudad
de Nombre de Dios, situada en la costa atlán-
tica del istmo de Panamá, cerca del actual
puerto de Colón; declarar libres a los escla-
vos negros para formar con ellos tropas espe-
ciales; llamar a sus filas a todos los soldados
descontentos y deseosos de aventuras, que
entonces abundaban; marchar sobre Pana-
má, requisar lasmercancías y objetos de va-
lor que hallase en aquel paso interoceánico
y caer sobre el Perú y engrosar sus fuerzas
<;on los núcleos de soldados pobres y desespe-
rados que abundaban allí, dispuestos a seguir
cualquier bandera. ¿Qué le movía a Lope de
Aguirre en esta empresa? La liberación de
las tierras americanas de la opresión en que.
118 J. DELEITO Y PIÑUELA

según él..., las tenían "sus tiránicos gober-


nantes, sus corrompidos jueces y sus belico-
sos y epicúreos frailes".
El plan, que llegó a poner en conmoción a
las autoridades españolas de toda la Améri-
ca del Sur, fracasó por el sistema terrorista
que usaba Aguirre para imponerse a su gen-
te y por defección de la soldadesca mer-
cenaria que le seguía. Abandonado por los
suyos a las tropas del Rey, murió a sus ma-
nos sin pensar abdicar un punto en sus con-
vicciones y propósitos y matando él mismo
por sus manos a su hija para que no fuese
deshonrado trofeo de sus enemigos. La ca-
beza del traidor Aguirre fué expuesta duran-
te años a la multitud en una jaula de hierro.
Que tales eran entonces entre unos y otros,
bandos las justicias y las venganzas.
Fué, pues, D. Lope de Aguirre el precur-
sor del separatismo americano tres siglos an-
tes de que viniese al mundo Simón Bolívar,
y esta idea de emancipar América de la Co-
rona española constituyó su profesión de fe
tan ahincada y resuelta, que no vaciló el cau-
dillo en escribir a Felipe II una famosa y


arrogante carta reproducida por el presente
libro — donde le echa en cara su ingratitud
,

y deslealtad para con sus más fieles servido-


res y el "quebrantamiento de su fe y pala-
bra"; declara haber alzado el pendón de la

LECTUBAS AMERICANAS 11'^

rebeldía "por no poder sufrir más las cruel-


dades que usan tus oidores e visorrey e go-
bernadores"; le amenaza con "la más cruel
guerra que nuestras fuerzas pudieren susten-
tar e sufrir", y se jacta de las muertes que
su propia mano ha inferido y de las ejecu-
ciones numerosas hechas por su mandato
para imponer el orden y la obediencia entre

los suyos.
Su fama de hombre temible quedó como
proverbio en toda América y dio a su per-
sona siniestra y legendaria aureola. Apenas
muerto Aguirre forjóse un romance popular
con las tremendas proezas que se le atri-
buían. Diversos accidentes o pasos peligrosos
de la América meridional conservan aún en-
tre el vulgo su nombre o su recuerdo, y to-

davía en ciertos rincones de la costa venezo-


lana los campesinos toman medrosamente los
fuegos fatuos que agita el viento en noches
obscuras por "el alma errante del tirana
Aguirre, que no encuentra dicha ni reposo
sobre la tierra".
El Sr. Ispizua ha hecho un concienzudo
estudio sobre tan extraordinario personaje
menos conocido entre nosotros que otros mu-
chos caudillos inferiores en mérito—, sobre
las empresas del rebelde y audaz explorador,
que fué el primero en descubrir la comuni-
cación entre las cuencas hidrográficas del
120 J. DELEITO Y PIÑUIÍLA

Amazonas y el Orinoco y sobre el ambiente


natural y social en que realizó su obra. Ilus-
tra el viaje memorable con un mapa deta-
llado do su ruta y puntos más salientes d^
las andanzas de Aguirre; examina la figura
de ésto fría y serenamente, al través de los
documentos; depura los testimonios acumu-
lados en su desdoro por sus contemporáneos
para probar los errores en que abundan, y
reconstituye su accidentada vida y trágica
muerte, sin encubrir sus faltas y crímenes
(comunes a los hombres de presa como él en
tan borrascoso siglo), pero rindiendo justicia
a la férrea personalidad del avasallador de
muchedumbres, al espíritu alto e indomable,
al explorador valeroso y afortunado que en-
sanchó los dominios de la geografía y al po-
lítico de vuelo aguileno, que se atrevió a mi-
rar de frente al dueño de modio mundo y se
adelantó trescientos años a su siglo en el

ideal de la América libre.


JORGE JUAN Y ANTONIO DE ÜLLOA

«Noticias secretas de América (siglo XVIII).»


De la Biblioiect Ayacucho. — Madrid.

Para el estudio de la historia colonial es-


pañola tiene este libro el carácter de clásico.
Los datos e informes que en él se contienen
fueron recogidos por los ilustres españoles
Jorge Juan y Antonio de UUoa con motivo
de la célebre expedición científica que reali-
zaron en 1735, en compañía de los astróno-
mos franceses MM. Bouger y La Con-
(íodin,
damine, para puntualizar el alcance de" un
grado terrestre sobre el Ecuador.
El Gobierno de España les había confiado
además la misión de investigar el estado mi-
litar, político y moral del Perú y provincias

de Nueva Granada y Chile, y ellos cumplie-


ron a conciencia su cometido, recorriendo los
pueblos, prodigando requisitorias y pesqui-
sas, interrogando a las personas más capa-
citadas o veraces y observando por sí cuan-
122 J. DELEITO Y PIÑUELA

to pudiera ser materia de inspección per-^


sonal.
De ese modo pudieron reunir un volumi-
noso estudio, dividido en dos partes: la pri-
mera, sobre el estado militar y político de las
costas del 7nar Pacífico; la segunda, sobre el
gobierno, administración de justicia, estado
del clero y costumbres entre los indios del in-
terior. Detalladamente consignan la relación
y condiciones de los puertos, apostaderos na-
vales, arsenales, astilleros, personal, material
y funcionamiento de los servicios marítimos,
equipo y abastecimiento de los buques y co-
mercio de contrabando.
En cuanto al régimen interno del país,
pintan con negras tintas el gobierno tiráni-
co de los corregidores, la opresión y misera-
ble vida de los indios, despojados de sus tie-
rras, sometidos a crueles vejámenes, desaten-
didos sistemáticamente en sus justas deman-
das. De modo especial acusan a los eclesiás-
ticos, frailes o clérigos, por su vida escanda-
losa y nada ejemplar y por sus graves abu-
sos con la sufrida población indígena. La-
mentan el desbarajuste dominante en el Perú

por la división en bandos hostiles de euro-


peos y criollos, la inútil profusión de cargos
burocráticos y la frecuente incompatibilidad
entre los jueces y la justicia, y señalan la
extraordinaria riqueza natural que ofrece
LECTURAS AMERICANAS 125

aquel espléndido país en metales preciosos,


pedrería, plantas y frutos.
Sinceridad y gallardía para censurar los
males, sin la gasa del eufemismo ordinario
en los que con carácter oficial informan a los
gobernantes, son los rasgos que en la obra
campean. El desorden de nuestra administra-
ción y el fracaso de las misiones reli.?;iosas

en aquellas tierras aparecen patentes. El ca-


pítulo Sobre la conducta del estado erJ es ¿cís-
tico en todo el Peni es acerbo; pero le es-
maltan rasgos fidedignos de observación per-
sonal. Nos presentan los autores, no como ex-
cepción, sino como norma corriente, a reli-
giosos amancebados, viviendo con sus con-
cubinas dentro de las celdas o en casas par-
ticulares, con absoluto desprecio de las re-
glas monásticas, y haciendo ostentación de
esa vida irregular, incluso en viajes y en
donde se muestran con mujeres y
capítulos,
prole. Citar' casos de monasterios converti-
dos en verdaderos burdeles, aun para los fo-
rasteros laicos de fandangos licenciosísimos
;

organizados por los frailes y sus mancebas,


incluso para solemnizar las tomas de hábito
y la primera misa cantada, y afirman que
los eclesiásticos exceden en disipación a los se-
glares más desarreglados, siendo lo más sin-
gular que escándalo no escandalice a na-
el

die y que las queridas y los hijos sacrilegos


124 J. DKLKITJ Y PIÑUK:.A

de las autoridades eclesiásticas, priores, guar-


dianes, provinciales, etc., tengan a honor su

procedencia y por ella disfruten de jerarquía


social especialmente elevada.
Se duelen del exceso de mal empleados
bienes que los eclesiásticos disfrutan y de la
superficialidad con que ejercen su misión re-
ligiosa. Para todo aducen ejemplos y datos
concretos.
Las Noticias secretas de América son, en
suma, un documento candente y sangrante
para la historia de las colonias españolas.
Escritas por encargo del marqués de la En-
senada y presentadas en informe secreto a
Fernando VII, fueron publicadas en Londres
por David Barry el año 1826, como arma
de combate contra la política de España en
Ultramar, explicable en los días en que éste
acababa de ser emancipado.
La Biblioteca Ayacucho las reproduce aho-
ra, y realmente encajan en la índole de esta
publicación. Seguramente serán uno de los
libros más sugestivos de ella. No puede de-
cirse que sea decisivo para resolver el plei-

to,renovado hoy, de la colonización española


en América; pero sí que entre las aportacio-
nes de cargo es éste uno de los testimonios
de más valor.
TERCERA PARTE
LA EMANCIPACIÓN DE AMERICA VISTA POR
LOS COETÁNEOS

bolívar y la emancipación
de sur-america

Memorias del general O'Leary,


traducidas del inglés por su hijo
Simón B. O'Leary (1783-1819).—
Déla BibliotecaAyacucho. Madrid

Es muy natural que de existir una biblio-


teca rotulada conel nombre del memorable

combate que decidió y simbolizó la emanci-


pación de la América continental española
aunque tal nombre haya suscitado reparos en
algún crítico por razón de susceptibilidades
patrióticas — , se inserten en tal colección las
obras referentes a la lucha de aquellas an-
tiguas colonias por conquistar su indepen-
dencia y a la personalidad de los grandes
caudillos que realizaron el movimiento eman-
cipador.
Y a ninguno le corresponde más legítima-
mente un puesto en esa biblioteca que a Bo-
lívar, el Libertador, el héroe de la causa na-
cional americana.
128 J. BEIKITO Y PIÑUELA

El Sr. Blanco-Fombona, aunque severísimo


censor de los vicios y lacerias de su país,
como lo revela su reciente novela de tremen-

da sátira social El hoinhre de oro, es un ame-


ricano entusiasta, apasionado de las legíti-
mas glorias de la tierra en que vio la luz, y
muy singularmente de Bolívar, su gran com-
patriota, el Napoleón venezolano.
Al esclarecimiento de su vida y su obra vie-
ne consagrando gran parte de su actividad,
ya sacando a luz olvidadas Memorias como
ésta, editada por la biblioteca que él dirige,
ya consagrándole artículos, prólogos de li-
bros referentes a él o estudios originales,
como el que prepara sobre la psicología de-
famoso guerrero.
Como preliminar a las Memorias de O'Lea-
ry, Blanco-Fombona inserta una disertación
suya sobre el autor y su libro, sin omitir las
deficiencias de éste, tales como la falta de sín-
tesis y líneas generales, el exceso de minu-
ciosidad, la enorme extensión y falta de sub-
divisiones y títulos explicativos de cada ca-
pítulo en su prístina edición castellana.
Estos defectos son corregidos en la edición
de ahora con resúmenes de las campañas,
nombres y fechas a cada capítulo y división
de él en partes separadas, con subtítulos res-
pectivos. También el título harto vago de Na-
rraciones con que primero se bautizó el libro
;

LECTURAS AMEBICANAS 129

cambiase en el más concreto de Bolívar y la


emancipación de Sur-América, que es real-
mente su contenido.
El general Daniel Florencio O'Learj^ ir-
landés, de prosapia militar, como descendien-
te de O'Connell, llegó en 1818 a la capital ve-
nezolana Angostura, formando parte de la le-
gión británica que estuvo en América a las
órdenes de Bolívar. Ganó en aquélla todos
sus grados militares, desde alférez a general
asistió a las más resonantes batallas, desem-
peñó altos cargos militares y diplomáticos,
entre ellos los de secretario y edecán del Li-
bertador, ministro del Perú en Chile y err.-
bajador de Inglaterra. Bolívar le dispensó su
mayor confianza, haciéndole portador de los
planos que prepararon el famoso combate de
Ayacucho, y designándole para una misión
cerca del Emperador del Brasil. Se halló,
pues, en condiciones para observar de cerca
y en posición favorable a la observacito los
trascendentales sucesos que había de narrar
en sus Memorias, teniendo por eje de ellas
a Simón Bolívar, a quien el procer irlandés
siguió en vida y en muerte, pues las cenizas
de ambos reposan juntas en el panteón de
Caracas.
Tan íntima y asidua convivencia con el hé-
roe, unida a la sinceridad, recto carácter y
talento no común de O'Leary, hace de sus Me-

9

130 J. DELEITO Y PIÍrifELA

morías una de las más sólidas y valiosas fuen-


tes para el estudio de la liberación de la Amé-
rica española.
"En ningún pueblo, respecto a ninguna

época y a ningún personaje escribe Blanco-
Fombona en su Introducción preliminar
existe obra superior a ésta en cuanto a do-
cumentación. ¿Por qué? Porque los dos to-
mos de narración que se refieren a la gue-
rra de América y a su figura central y direc-
tora apóyanse, como sobre granito secular,
sobre treinta volúmenes de documentos...
Esos treinta volúmenes de documentos en
que se apoyan las Memorias de O'Leary son
el más precioso archivo de historia ameri-
cana y constituyen, junto con los catorce
gruesos volúmenes de los Sres. Blanco y Az-
purúa, Docume7itos para la historia de la
vida pública del Libertador, el más sólido mo-
numento erigido hasta el presente a la glo-
ria de Bolívar." Pero mientras la colección
de aquéllos se compone en su mayor parte de
documentos públicos, siempre aparatosos y
amañados, las Memorias de O'Leary abun-
dan en cartas privadas, sobre todo corres-
pondencia de Bolívar, órdenes militares, co-
piadores íntegros de Secretaría, el archivo
del Libertador, "la campaña, la administra-
ción, la vida privada; todo materia de pri-
mer orden, todo materia que revela el drama
LECTURAS AMKEICANAS 131

tras de las bambalinas, lo más íntimo, lo más


sincero, la verdad sin velos, la verdad ver-
dadera". Tuvo O'Leary la fortuna de reunir
datos y papeles, recogidos por él mismo des-
de su llegada a América, del propio Bolívar,
de sus albaceas y amigos y aun del general
español D. Pablo Morillo, a quien O'Leary
visitó en La Coruña el año 1835, acabada y¿i,
totalmente la guerra.
Las Memorias propiamente dichas, es de-
parte personal y algo autobiográfica,
cir, la
formada con recuerdos e impresiones direc-
tas del autor, comienza a principios de 1818,
cuando O'Leary desembarcó en Venezuela;
pero el relato del caudillo irlandés empieza

antes arranca desde el descubrimiento y la


;

conquista, examinando de modo sumarísimo


este punto y la organización colonial de la
América española, para estudiar más deteni-
damente (como historiógrafo, no como ob-
servador) los preliminares de la revolución
en los países hispanoamericanos a partir á*i
las postrimerías del siglo XVIIL
Pero el centro de este estudio es Bolívar.
El autor le sigue desde su nacimiento, y na-
rra por menudo su niñez, su educación, sus
amores, sus bodas, sus viajes, su iniciación
política, la consolidación de su ideal emanci-
pador de América en el célebre juramento
del Aventino, su retorno a tierra americana
132 2. DELEITO Y PIÑUELA

para emprender su campaña de agitador re-


volucionario, de caudillo y estadista, demo-
ledor y renovador en ambos respectos; sus
negociaciones diplomáticas y sus campañas
militares brillantísimas; sus discursos, ma-
nifiestos y proclamas; sus trabajos de orga-
nización, sus inteligencias y desacuerdos con
otros caudillos o Juntas, fomentadores de la
lucha contra la metrópoli; sus continuas co-
rrerías, aventurasy vicisitudes, ya triunfan-
te,ya en el drstierro; todo el poderoso her-
vor de aquella vida tormentosa, pictórica de
energías, ideales y entusiasmos, indomable
por la adversidad, inaccesible a la fatiga y
al desaliento. Y en torno del protagonista, los
más señalados sucesos de la revolución: ba-
tallas como la de Araure, Garabobo, La Puer-
ta y Lx)s Llanos; asambleas como los Con-
gresos de Caracas y Angostura hombres se-
;

ñalados del bando americano y del español,


como Boves, Páez, Miranda, Morillo, etc. Ter-
mina el tomo con el paso de los Andes por
Bolívar en 1819, superior al paso de los Al-
pes por Aníbal y Bonaparte, para llamar a
la libertad a sus hermanos de la América
trasandina.
El libro de O'Leary, rebosante de docu-
mentación, hasta hacerse de fatigosa lectura
en ocasiones, es un archivo completísimo d3
la emancipación de América bajo la direc-
LECTURAS AMERICANAS 133

ción de Bolívar. Sobrio de estilo y exento de


aliño retórico, según cumple a Memorias pre-
ferentemente militares, hace destacar los al-
tos hechos del caudillo venezolano, disculpán-
dole, en su culto hacia él, aun de actos tan
duros como la famosa proclama de guerra a
muerte contra los españoles. En cambio,
muéstrase en general severo en sus cargos
contra éstos.
Naturalmente, la diversidad de posición en-
tonces entre americanos y españoles, ya que
los primeros se presentaban como víctimas
de la opresión de los segundos, y el hecho
de militar el autor en el bando de la revo-
lución, ha de inclinar fatalmente sus simpa-
tías del lado de este grupo beligerante, si
bien es justo reconocer que no ennegrece de-
masiado el cuadro secular de la tiranía espor-
ñola, clásico cliché —
en cuanto tiene de cier-

to y de extremoso que empiezan ahora a
romper críticos de una y otra parte del
Atlántico.
ÚLTIMOS AÑOS DE LA VIDA PUBLICA
DE bolívar

Memorias del general ' -'Leary.


Tomo ap<5ndi<!0 (1826-1829). -Pró-
logo de R. Blanco-Fombona. —
De la Biblioteca Ayac.ucho. Edi-
torial-Amí^rica. Madrid.

Con este tomo se pone término a las mo-


numentales Memorias del general irlandés
Daniel Florencio 'Leary, jefe en la legión
británica que militó a las órdenes de Bolívar
en la guerra de liberación de la' América
española contra nuestro país. De tales Me-
morias, publicadas por la Biblioteca Ayacu-
cho con el título de Bolívar y la emancipa-
ción de Sur-América, tiene ya conocimiento
el lector.
El presente volumen, apéndice de la.^ Me-
morias mencionadas, añade a su interés his-
tórico el de haber sido hasta aquí una cu-
riosidad bibliográfica. Fué formado por el

hijo de O'Learj- con papeles de su padre y


LECTURAS AMERICANAS 135

abarca desde 1826 a 1829, es decir, casi has-


ta la muerte de Bolívar. Dióse primeraiinen-
te a luz en 1883 en Venezuela, cuando era
presidente de aquella República el general
Guzmán Blanco, quien, con verdadero trop
de zéle por la memoria de Bolívar, creyendo
que pudiera serle nocivo exhumar ciertas in-
timidades amorosas del héroe, y quizás para
evitar la divulgación de algunos conceptos
de aquel, molestos para Antonio L. Guzmái),
padre del presidente, hizo secuestrar dicho
tomo, incautándose de los pliegos impresos.
Pero algunos ejemplares, casualmente es-
capados a la proscripción, burlaron a los in-
qiüsidores y permitieron a la posteridad sa-
borear íntegra la obra, siii mutilaciones ni
lagunas.
En 1914, el Gobierno venezolano, con más
amplio y liberal criterio, autorizó la circu-
lación de los ejemplares conservados. La ex-
pectación por conocer el volumen fué tan
grande que en el mismo año se hizo otra edi-
ción en Bogotá por un nieto de O'Leary.
y
actualmente la Biblioteca Ayacucho da a la
estampa la tercera.
Las Memorias de O'Leary son la más am-
plia colección de documentos y datos verídi-
cos sobre la vida y hazañas de Bolívar. Su
valor histórico en ese punto, inapreciable.
El tomo apéndice no decae en interés resr
136 .T. nKI.KITO Y PTSUEI.A

pecto a lo demás de la obra. Comienza con


ei viaje de O'Leary a Venezuela en 1826 y
relata los sucesos del Gobierno y de la polí-

tica en aquel año y los siguientes, presen-


ciados por él unos, conocidos muy de cerca
ios más y realizados bastantes con su con-
curso, por sus estrechas conexiones con el
Libertador, en torno del cual giraba entonces
toda la vida de la América meridional.
Entre estos acaecimientos se destacan la
Convención de Ocaña, a la que O'Leary asis-
tió como portador de un mensaje de Bolí-
var; la misión de O'Leary cerca del Gobier-
no del Perú y al sur de Colombia (ambos
en 1828), y más que ninguno, la conjura-
ción del 25 de Septiembre, donde peligró la
vida del caudillo, de la que nos ofrece la obra
ei relato de un testigo presencial.

Proponíanse los conjurados destruir el Go-


bierno de Bolívar, calificado de tiránica dic-
tadura, dando muerte al caudillo y a sus co-
laboradores, y restablecer la. Constitución
de 1811.
Sobre tal punto no tiene precio la carta
dte D.* Manuela Sáenz, amante de Bolívar,
al general O'Leary. Refiere éste detalles pin-

torescos que parecieron pecaminosos sobre —
aquella apasionadísima dama, la cual, no obs-
tante ser esposa de un hombre de bien, ena-
moradísimo de ella hasta el punto de perdo-
LECTUBA8 AMERICANAS lar

narle sus infidelidades, puso sobre todas las


cosas su amor, grande, desinteresado y ad-
mirativo, rayano en culto, al héroe, al semi-
diós,sugestionador de mujeres, como era
dominador de hombres y escultor de pueblos.
Manolita Sdenz, como familiarmente la lla-
maron sus contemporáneos, despreciando el
concepto corriente del honor y la vida fácil
de un casero bienestar, escribía a su mari-
do, con bello gesto de arrogante impudor,
qae para ella ser la que, ida de Bolívar era
título más mujer del Por-
glorioso que ser la
dre, del Hijo y delEspWitu Santo.
El general, que no vaciló ante España,
ante ios Andes, ante la revolución y ante la
anarquía, parecía menos resuelto que su
amada en aquella aventura tempestuosa.
"No sé — la escribe —cómo hacer para con-
ciliar mi dicha y tuya con tu deber y el
la
mío; no sé cortar este nudo, que Alejandro,
con su espada, no haría más que intrincar..."
Refiere la dama cómo la noche del 25 de
Septiembre, que pasó al lado de Bolívar, sin
que éste tomara otra precaución sino la de
su espada y sus pistolas, no obstante los ru-
mores alarmistas que circulaban, fué asalta-
da su cámara por los conjurados y que los
disparos homicidas causaron varias víctimas
entre los guai-diane? y amigos del general,
mientras éste, ayudado por su fiel amiga, lo-
138 J. DELEl-lO Y F1ÑUE.-A

graba evadirse por una ventana, justifican-


do ei dicho posterior de aquél cuando pasó
el peligro:
Tú has sido la libertadora del Liber-
tador.
Fracasado el complot, fué severamente cas-
tigado por la implacable justicia de Urdane-
ta. Manolita Sáenz nos refiere lo alta que
brilló entonces la clemencia de Bolívar, obli-
gándola a ella ir»cluso a declarar en falso

ante los jueces para salvar a algunos de los

acusados.
Además de las cartas y nari-aciones de
O'Leary, avaloran el volumen multitud de
cartas del propio Bolívar, que tan prodigio-
sa actividad desplegó con la pluma como con
la espada. La que envió a su lugarteniente
Sucre en Octubre de 1828, delegando en él
sus poderes, y la que envió a O'Leary en
13 de Septiembre de 1828, expresando el ago-
tamiento de sus fuerzas, su decisión de aban-
donar el Gobierno, sus convicciones republi-
canas, democráticas y civilistas — él, profe-
sional del Ejército — , sus previsiones sobre
la imposibilidad de la Monarquía en Améri-
sa y sobre la dificultad de mantener ligadas
a Venezuela y Colombia, proclaman muy alta
la elevación y generosidad de miras de quien
había renunciado un trono, su clarividencia,
su patriotismo, su desinterés, su sentido de
LECTURAS AMERICANAS 139'

la realidad. ¿Cómo han de empañarse tales


dotes ni la gloria militar y política del for-
jador de la libre América por debilidades de
la carne o del corazón? Estas sirven para
marcar con sello humano al que, entrevisto
sólo en la lejanía de los combates, pudo pa-
recer más bien gigante de acero.
-

MEMORIAS DE ÜRQÜINAONA

(Comisionado de la Regencia
española para la pacificacióa
del Nuevo Reino de üranada). —
Biblioteca Ayacucho. Editorial
América. Madrid.

La mayoría de las Memorias, copioaamente


editadas por la Biblioteca Ayacucho, concer-
nientes al movimiento emancipador de las an-
tiguas colonias españolas de América, corres-
ponde al bando separatista.
No Don Pedro de Ur-
así el libro presente.
quinaona y Pardo, burócrata español, fué
enviado a Ultramar por la Regencia de Es*
paña en 1812, durante la invasión francesa,
con el título de comisario, para pacificar el
reino de Nueva Granada. Urquinaona se tras-
ladó a Venezuela, donde residió bastante
tiempo, y desde allí envió al Gobierno penin-
sular un detallado informe para juzgar la
situación de los países sublevados y los me-
LECTURAS AMERICANAS 141

dios para remediar sus males, restablecien-


do allí la paz y el orden.
Insertaba en él noticias de observación di-
recta sobre la revolución y sus causas, acom-
pañándolas de nutrida documentación, por
todo lo cual constituyó el informe no sólo un
aviso provechoso para el Gobierno español,
sino una fuente histórica inapreciable i)ara
reconstituir en lo futuro aquel magno su-
ceso.
Publicóse el trabajo en 1820, con largo y
enrevesado título, y de aquella edición la ha
tomado ahora la Ayacucho para
Biblioteca
reproducirla en forma más moderna y acce-
sible, con separaciones de epígrafes y bajo
el más breve título de Memorias de Urqui-
ncLona.
Comienza el libro con la revolución de Ca-
racas, en Abril de 1810, exornada con disqui-
siciones retrospectivas sobre alzamientos en
distintasépocas históricas. Estudia aquel
movimiento insurreccional y las violencias
que le acompañaron; pero, no obstante su
criterio español, reconoce y censura los abu-
sos de algunos funcionarios y gobernantes
de la metrópoli, como las duras e impolíticas
represiones con que nuestro generalísimo
Monteverde echó leña al fuego americano,
contribuyendo a fomentar la odiosidad con-
tra el Gobierno que representaba.
142 J. DELEITO Y PIÑUELA.

Expresa los errores que presidieron la con-


ducta de los encargados de restituir a la so-
beranía española aquella provincia subleva-
da, y cita hechos tan característicos como el
de que "con 130 hombres indisciplinados se
ganó la provincia en el año 1812 y con 23.495
soldados aguerridos y en posesión de todas
las plazas y fortalezas se perdió después todo
b ganado".
Como resumen de su juicio, cree Urqui-
naona que la sedición de Venezuela en Abril
de 1810 no puede compararse a la de los Es-
tados Unidos de la América del Norte, como
erróneamente se hizo, pues no concurrieron
en la primera "!a gravosa y repentina in-
novación de las leyes y costumbres", "las per-
secuciones y atropellamientos del Poder arbi-
trario" ni las "temeridades para sostener el

despotismo ministerial" que determinaron el


estallido de la segunda.
Urquinaona no cree que haya parangón po-
sible "entre las justísimas causas, entre los
medios legales y decorosos, entre la opinión
de las personas y cuerpos que excitaron y
sostuvieron la revolución de la América in-
glesa y los fraudes, seducciones, bajezas e in-
moralidad de los que intentaron llevar a efec-
to la de Caracas". De aquí deduce el autor
las distintas consecuencias de ambas insu-
rrecciones. Mientras toda la América ingle-
LKCTUBAS AMERICANAS 143

sa se solidarizaba contra la presión del Reino


Unido, las provincias venezolanas abandona-
ban a la capital en su rebelión, "y los lla-
mados patriotas de Caracas contribuyeron a
destruirla, dilapidando los fondos públicos en
bailes y defraudando al Erario en los sables o
machetes, que se vendían al Gobierno a pre-
cio triple del corriente en los almacenes del
comercio". Emplearon como instrumento de
propaganda "groseras imposturas", *ia más
irritante arbitrariedad", "la más insoporta-
ble tiranía", y así aquella revolución "se rea-
lizó por la sorpresa, se sostuvo por
el fraude

y se disipó por desengaño".


la luz del
Tales opiniones, naturales en un pacifica-
dor, que sólo veía el problema por el lado
peninsular, podía sustentarlas Urquinaona
en 1813, cuando las chispas revolucionarias,
surgiendo acá y allá y fácilmente sofocables,
liohabían producido aún el incendio que con-
umió el imperio colonial español.

Aún no había surgido Bolívar, que iba a


imprimir su garra poderosa de león en la
historia del Nuevo Mundo.

MEMORIAS DE LORD COCHRANE

De la Biblioteca Ayacucho. — Madrid,

La Biblioteca Ayacucho, que tan atinada-


mente dirige el notable escritor venezolano
D. Rufino Blanco-Fombona, sigue con incan-
sable actividad dando a las prensas Memo-
rias coetáneas sobre la emancipación de los
pueblos hispanoamericanos.
Este género de fuente histórica, de jugo-
sas y vivas enseñanzas, tan cultivado y sa-
boreado por ingleses y franceses, y tan es-
casamente representado en nuestra historio-

grafía nacional a lo que se debe en gran
parte su sequedad y sus lagunas en punto a
costumbres e intimidades de personajes
constituye un copioso arsenal bibliográfico
para estudiar el origen de la América inde-
pendiente, a juzgar por las exhumaciones de
textos que va realizando la expresada Bi-
blioteca, en las que figuran ya las Memorias
de O'Leary, O'Connor, José Antonio Páez,
LECTURAS AMERICANAS 145

Eafael Sevilla, García Camba, Heredia, Ur-


daneta, María Graham y Cochrane.
Las Memorias de Cochrane, a que ahora
nos vamos a referir, fueron publicadas en
Londres por su autor, el lord inglés de ese
apellido, hacia 1859, para dar a conocer la
intervención del noble británico en laS cam-
pañas americanas sobre la emancipación de
Chile, el Perú y el Brasil. La parte referen-
te a aquellos dos primeros pueblos fué pues-
ta en lengua castellana y publicada en Val-
paraíso primeramente, luego en París y aho-
ra en Madrid por la Biblioteca Ayacucho.
Cochrane, "el mayor de los héroes navales
del Pacífico durante la guerra de emancipa-
ción americana", como dice el prologuista,
refleja en susMemorias su carácter fogoso y
exaltado y también su ojeriza al ilustre San
Martín, el libertador de Chile, cuyo genio
prudente y ponderado armonizaba mal con
las estridencias del impetuoso lord.

"San Martín, por desgracia continúa el
prólogo— ,no tuvo el don de imperio ni el
don de seducción". Desacatado por sus prin-
cipales subordinados, fué objeto de manifies-
ta hostilidad por parte de los extranjeros que
peleaban junto a él. Cochrane se distinguió
entre todos por sus inventivas, y esa pre-
vención personal ha de tenerse muy en cuen-
ca al apreciar la obra."

10
146 J. DELEITO Y PIÑUELA

Comienza ésta en el momento en que se


ofrece a lord Cochrane asumir el mando de
la Marina chilena y prosigue con su llegada
a Valparaíso y su inmediata expedición al
Perú, capturando barcos españoles cargados
de metales preciosos.
Reseña sus campañas marítimas, las to-
mas de Pisco y Valdivia, el ataque a Chi-
loe, el entusiasmo que despiertan sus éxitos
al regresar a Valparaíso, los premios que se
le ofrecen y que su desinterés le hace rehu-

sar. Nos cuenta la situación del país, sus re-


cursos económicos, las dificultades de orga-
nización de sus fuerzas, los antagonismos y
ambiciones personales que jugaban en aque-
llas luchas, a la vez que el heroísmo y los al-
tos ideales, dificultando la obra de éstos; los
excesos de la guerra, fijándose tanto en los
que realizaban los españoles como en el duro
trato que los mismos recibían al caer en ma-
nos americanas.
Cochrane se supone víctima de manejos de
envidiosos, y muy especialmente de la mal-
querencia de San Martín, que hizo contra él
diversas acusaciones, y se alaba de haber des-
mentido todas ellas y de haber rechazado
varias veces el mando, aceptándole sólo ante
la insistencia de los chilenos.
Con ocasión de la toma de Lima formula
graves cargos contra aquel gran caudillo por
I<ECTUBAS AMERICANAS 147

imprevisor y vacilante y por usurpador des-


pótico de la autoridad suprema, publicando
la correspondencia que con él tuvo, donde
re-

prochaba su conducta y protestaba contra el


abandono en que se tenía a la Marina cHle-
na. Cochrane llegó al punto de apoderarse del
Tesoro público para conseguir el pago de los
marinos a sus órdenes, a quienes el descon-
tento empujó a la sedición, lo cual originó
violentas campañas contra él, hasta promo-
ver, tras varios incidentes, su destitución de
la jefatura marítima.
Cochrane, desacatando a San Martín y lle-
vándose la escuadra chilena que dirigía, aca-
bó por ponerse al servicio del Brasil.
El estilo del libro es sencillo, sin adornos
literarios; el correspondiente al hombre de
acción que anota al día los sucesos o los re-
cuerda después sumariamente. La obra, por el
papel relevante que desempeñó su autor en el
movimiento marítimo americano, convergente
con el que Bolívar y San Martín realizaban
por tierra, y no obstante el apasionamiento
y el personalismo excesivos del narrador, po-
see el interés consiguiente a todo relato de
sucesos históricos trascendentales, realizado
por quien fué en ellos protagonista unas ve-
ces y testigo inteligente otras.
,

MEMORIAS DEL GENERAL URDANETA

Prólogo de R. Blanco-Fombona.— De la
Biblioteca Ayacucho. Editorial-América.
Madrid.

Son Memorias de Urdaneta un pilar


las
más de los que el Sr. Blanco-Fombona está
acumulando para erigir nuevo pedestal que
sostenga la gloria de Bolívar. El Napoleón
americano es el eje de la "Biblioteca Aya-
cucho", y esta exhumación sistemática de las
copiosas Memorias e impresiones que lega-
ron sus amigos, tenientes y compañeros de
armas, a la vez que va descubriendo todas
las facetas, matices y puntos de vista de los
diversos pueblos y personalidades beligeran-
tes en la epoi>eya de la liberación america-
na —
la mayor acaso que conoció el mundo
hasta la conflagración universal presente —
sirve de piedra de toque para analizar y
quintaesenciar la figura excelsa de Bolívar,
LECTURAS AMERICANAS 149

el héroe, el representative man de la cicló-


pea hazaña.

"El general Rafael Urdaneta nos dice el

prologuista fué uno de los personajes más
conspicuos y espectables de la Gran Colom-
bia. En días de guerra contribuyó a crear la
República por medio de la espada en días de;

paz la sirvió como legislador y como magis-


trado, y hasta llegó a merecer el honor de
sentarse en aquella curul de presidente, de
la que Bolívar, restituido por propia volun-
tad a la categoría de simple ciudadano, aca-
baba de retirarse."
Urdaneta, de noble abolengo español, ccb-
ballero sin miedo y sin tacha, tan valeroso
como hidalgo, elegante de maneras y delica-
do de espíritu, es el cumplimiento del deber
ecuánime y sereno, aun en los mayores peli-
gros y borrascas; el hombre que llegará al
sacrificio, pero naturalmente, sin darle im-
portancia alguna, sin un gesto, sin un acalo-
ramiento, sin una estridencia.
Cercado en Valencia por el general espa-
ñol Boves, y con orden de defenderla hasta
morir, dispónese a cumplir estoicameníe la
orden, y hubiera sucumbido en la demanda
sin repentino auxilio de Bolívar.
el

Cuando
éste, en 1828, está a punto de ser
víctima de un complot criminal, Urdaneta,
investido en funciones de magistrado, es el
160 J. DELEITO Y PIÑUELA

Único que no se intimida ante presiones ni


amenazas para echar el peso de la ley sobre
los culpables.
Cuando el general Páez forma el plan de
coronar al Libertador como soberano de Co-
lombia, Urdaneta, su admirador entusiasta,
y discípulo y colaborador leal, tiene arrestos y
franqueza para oponerse al proyecto halaga-
dor, en bien de Colombia y en bien del pro-
pio Bolívar.
Enfermo y sin otros estímulos que la glo-
ria, patriotismo y la adhesión al Liber-
el

tador, luchó sin descanso en las campañas de


emancipación, como teniente de aquél, en el

Norte de la América meridional, sublevada,


así como Sucre lo hacía en el Sur; libró 20
batallas campales e intervino en nueve ase-
dios y cuatro asaltos.

Oigamos al prologuista a la vez brillante
y biógrafo de Urdaneta
crítico "... los ser- — :

vicios guerreros del general Urdaneta, aun-


que sin la trascendencia de batallas decisi-
vas de la libertad, contribuyeron a ella y fue-
ron ininterrumpidos desde 1810 hasta 1823...,
y su hoja de servicios durante esos trece
años carece de fechas en blanco... En nues-
tra guerra de independencia americana se
produjeron tres tipos de jefes el caudillo po- :

pular, el jefe organizador con criterio euro-


peo y el militar a las órdenes del Gobierno
LECTURAS AMERICANAS 151

constituido." De los últimos fué Urdaneta, "y


entre de
ios ese número fué uno de los me-
jores, tanto por su bravura como por su ca-
pacidad, su discreción, su espíritu de orden
y de sacrificio".
Desterrado de Colombia a la muerte de
Bolívar por leal a su memoria, y luego mi-
nistro de Guerra y Marina, tras múltiples
vicisitudes; mantenedor esforzado de la uni-
dad nacional del país, cuando la lucha de
facciones le desgarraba, coronó su noble y
cristiana vida cuando iba a ser nombrado
presidente de la República venezolana con un
rasgo espartano: enviado en 1845 como ple-
nipotenciario a España, se puso en marcha
con premura, poco después de un grave acci-
dente, desoyendo a los médicos, y por servir
a su patria anticipó su muerte, dejando sólo
"una viuda y once hijos en la pobreza", a los
que ordenó devolver el dinero de su misión,
no terminada de cumplir.
Las Memorms de Urdaneta, escritas por él
con el título de Apuntamientos, para servir

de información y comprobante a las monu-


mentales Memorias del general O'Leary, fue-
ron publicadas en 1888 por los hijos de aquél,
con ocasión de su centenario, con adiciones e
interpolación de documentos que vinieron a
desnaturalizarlas. Esta edición de la "Biblio-
teca Ayacucho" restituye la obra a su primi-
152 J. DELEITO Y PIÑUELA

tivo estado, la abrevia, simplifica y clasifica^


numerando, fechando y rotulando los capítu-
los para su más fácil manejo.
Comprende el libro desde 1813 a 1830, y
dentro de la uniformidad forzosa de unos
anales detallados, de índole preferentemente
militar, y de la sencilla sobriedad de un re-
lato, compuesto por un hombre de acción, que
no era, naturalmente, un profesional de las le-
tras, ni aspiraba sino a reflejar datos e im-
presiones personales, es una obra de no me-
nos valor histórico que las demás fuentes coe-
táneas publicadas sobre el mismo período

por la "Biblioteca Ayacucho".


Los lectores no americanistas podrán ha-
llarlas algo fatigosas; pero para el investi-
gador o el simple aficionado ofrecen una can-
tera inagotable de datos, sugestiones y ense-
ñanzas.

MEMORIAS DE UN OFICIAL DE LA LE-


GIÓN BRITÁNICA

Campañas y cruceros durantela guerra


de emancipación hispano-americana.
Editorial-América. Madrid.

Entre las muchas obras referentes a la


emancipación de los países hispanoamerica-
nos por Bolívar que está publicando la "Bi-
blioteca Ayacucho", bajo la experta dirección
de D. Rufino Blanco-Fombona, es la que mo-
tiva estas líneas una de las más interesantes
y sugestivas.
Y no en verdad por su trascendencia his-
tórica,por la elevación de sus puntos de vis-
ta, por la plena visión que ofrece sobreseí
problema de la epopeya libertadora de un
mundo, bien por el lado del ataque america-
no, bien por el de la resistencia española, es-
forzados ambos.
Su especial atractivo reside en el mismo
154 J. DELEITO Y PIÑUELA

aspecto de observación personal y particula-


rista en que el autor se coloca.
Ignoramos quién fué éste y cómo se llamó.
O por modestia excesiva o por escepticismo,
como sospecha el prologuista quizás por filo-
;

sóficodesdén hacia la parte de gloria postuma


que su relato pudiera acarrearle, o por otras
razones difíciles de conjeturar, el narrador
ce ha ocultado tras el anónimo. Sólo sabemos
que fué un oficial de la legión británica, uno
de aquellos ingleses voluntarios que pelearon
en servicio de la causa de América libre a
principios del siglo XIX.
Y quizás el avisado lector lo adivinara,
aunque obra no lo declarase. Su condición
la
de europeo se denota por el espacio que de-
dica a reflejar paisajes y costumbres ameri-
canos, demostrando que son para él cosa nue-
va y nueva también para los lectores a quie-
nes se dirige. Pero su idiosincrasia de inglés
traslúcese por la impavidez con que refiere
los propios y ajenos riesgos y penalidades, el
aire sencillo con que relata luchas terribles,
escenas truculentas, sacrificios heroicos, sin
un adjetivo ni un comentario, sin levantar
una vez el tono de voz y el estilo, sin que ja-
más se advierta la emoción del recuerdo,
como si refiriera sólo cosas llanas, corrientes
y molientes.
Quienquiei-a que haya sido el tal oficial,
;

LECTURAS AMERICANAS 155

poseyó ciertamente un esprit fort. ¿Y cómo,


por otra parte, sin él se hubiera aventurado,
por defender una causa y una patria ajenas,
en lance tan descomunal de lucha, no sólo
contra ejércitos aguerridos, sino contra to-
das las fuerzas de la naturaleza americana,
furiosa, abrumadora y hostil, lo mismo en
sus energías majestuosas y gigantes que en
sus agentes microscópicos e invisibles?
Si la guerra enorme y sin precedentes que
hoy hace trepidar el mundo no fuera curán-

donos el espíritu de asombros y sorpresas,


nos parecería raza de titanes la de aquellos
contendientes de ambos bandos, que vivían
días y noches en selvas vírgenes, hirvientes
de alimañas voraces, abriéndose camino en-
tre la maleza a fuerza de machete y pernoc-
tando entre cenagales pestíferos; que pasa-
ban sin transición de la planicie tropical ar-
diente a la nevada cumbre andina, de la inun-
dación arrolladora a la total ausencia de
agua que vadeaban ríos colosales, bordeaban
;

abismos, torrentes, cataratas escalaban mon-


;

tes de escarpe vertical, cuya cima superaba


las nubes, como si poseyeran alas de cóndor
que eran constantemente acechados por el
fantasma de la muerte, surgiendo, cuando no
en las balas enemigas, en la Naturaleza des-
encadenada, en los miasmas letales con que
se bebía en la atmósfera la enfermedad, en
156 J. DELEITO Y PIÑUELA

la fauna, complejísima y mortífera, siempre


en acecho del hombre; fieras, variadísimos
cuadrúpedos y reptiles, emboscados en la es-
pesura el caimán, oculto entre las frondosas
;

márgenes del río; miríadas de insectos pon-


zoñosos, peces y crustáceos, más peligrosos
por su invisible pequenez, que mordían mor-
talmente los pies descalzos del viajero en su&
penosas travesías al través de arroyos, lagu-
nas, herbazales o desfiladeros sorprendían su
;

sueño entre el húmedo follaje y penetraban


en su cuerpo, dejando en él incubaciones gan-
grenosas.
Esta impresión de asombro es la que, en
primer término, nos transmite el libro, a pe-
sar de la ecuanimidad imperturbable y la na-
rración sencilla del autor.
Este, que sirvió en el primer regimiento
de lanceros venezolanos en la legión británi-
ca de Bolívar, y que luchó sucesivamente a
las órdenes de dicho general, de Valdés y de
Sucre, no se siente tocado del menor frascen-
dentalismo político ni militar, ni aun se cui-
da de determinar el alcance estratégico de
los movimientos en que él propio interviene.
Menos se ocupa en puntualizar planes y lí-
neas generales de la campaña, ni en realizar
estudios de sus caudillos. Diríase —
de no ar-
güir en contra su concurso personal que la —
empresa en sí, su finalidad, sus medios tácti-
,

LECTURAS AMERICANAS 157

eos, SUS directores y sus enemigos le intere-


san escasamente y que toda su atención se
concentra en los lugares, tipos y usos que a
su paso va descubriendo. Para éstos es todo
ojos y oídos. Su relación no va más allá de su
horizonte visible pero sabe observar y reco-
;

ger fiel y minuciosamente cuanto cae bajo su


campo visual.Su relato, circunstanciado y
detallista, —
aunque sin afeites narración de
viajero, que cuenta las cosas como las ve —
tiene un aire convincente de certidumbre
(aparte algún error de hechos, que el traduc-
tor corrige con discreción) y da al lector una
impresión viva y plástica que difícilmente
dan otras obras históricas, donde, al revés
que en ésta, la acción es lo principal y las
circunstancias ambientes lo accesorio.
Las Memorias comienzan con la salida del
autor desde Inglaterra, a las órdenes del co-
ronel Mac-Donald, y su arribo a la isla dane-
sa de Santo Tomás, sufriendo varias vicisi-
tudes y riesgos de naufragio, y terminan
cuando aquél, postrado por un doloroso reu-
matismo, deja Venezuela para ponerse al ser-
vicio de Chile.
Rápidamente va describiendo cuantas al-
deas, ciudades, bosques, montañas, ríos, ani-
males y plantas surgen ante sus extrañados
ojos de europeo el género de vida de los ex-
;

pedicionarios, sus recursos para evitar o cu-


158 J. DELEITO Y PIÑUELA.

rar los ataques de los animales y los riesgos


del terreno, la manera de atravesar los pasos
difíciles entre las montañas y los cursos de
agua, los medios para mitigar, resistir o en-
gañar el hambre y la sed, soportar la fatiga
y utilizar a las bestias para la carga, la do-
mesticidad y la alimentación; las singulares
formas de transporte, salvando precipicios a
lomo de animales exóticos o atado el viajero
a las espaldas de algún guía del país.
Pasa rápida revista a las poblaciones es-
pañolas que, por suerte, alguna vez ofrecían
a los expedicionarios un remanso de reposo,
y a los ranchos o caseríos de los indígenas,
detallando sus hábitos y sus fiestas. Mucho
le sirve para el conocimiento de la naturale-

za, fauna y flora del país el tiempo en que


este intrépido e incógnito oficial vaga perdi-
do por de un combate in-
la selva, fugitivo
fortunado, viviendo solo y de sus propios
recursos, como un nuevo Robinsón.
Y juntamente con el espléndido escenario
en que la guerra se desenvuelve, transcribe
el cronista incidentes y expansiones de la

vida de campaña y curiosos episodios mili-


tares, como aquel en que Páez, sugestionado
por Bolívar, hace que una partida de 50 hom-
bres,nadando a caballo, conquisten barcos es-
pañoles armados de cañones y gentes de gue-
rra, y aquel otro en quo la vida de los deser-
LECTURAS AMERICANAS 15&

tores es jugada por éstos a los dados. Pero


nada supera en belleza a la descripción del
paso de los Andes por el ejército de Bolívar,
relato que, sin asomo de retórica, pero con
detalles vividos de quien fué en él actor, cau-
sa verdadero escalofrío.
La obra, que vio la luz primeramente en
inglés y luego se tradujo al francés, ha sido
puesta en castellano ahora por el distinguido
escritor D. Luis de Terán, que, a una versión
pulcra, fiel y literaria, ha unido alguna nota
y rectificación al libro original, reveladoras de
un perfecto conocimiento sobre el país y los
hechos descritos por el oficial británico.
.

MEMORIAS DEL GENERAL aAROIA


CAMBA

Para la historia de las armas españolas



en el Perú. Uos tomos de la Biblioteca
Ayacucho

Entre la serie inagotable de Memorias, dia-


rios, cartas y demás fuentes coetáneas de la
emancipación de la América española que está
exhumando el Sr. Blanco-Fombona en su Bi-
blioteca americanista "Ayacucho", dominan
las escritas por plumas pertenecientes al cam-
po de la insurrección, americanos o ingleses al
servicio de América pero hay también obras
;

de españoles, testigos de los sucesos, y que,


naturalmente, los observan y juzgan desde el
punto de vista español. El director de esta
Biblioteca no duda en insertarlas al lado de
las otras, como muestra de imparcialidad
histórica y como elemento de juicio para po-
der apreciar debidamente, oyendo opiniones
— ,

LECTURAS AMERICANAS 161

encontradas, el alcance, carácter, génesis r


desarrollo verdaderos de aquel movimiento
generador de la independencia americana.
Entre este grupo de Memorias españolis-
tas ocupan señalado lugar, por su importan-
cia y su extensión, las del general D. An-
drés García Camba, que defendió esforzada-
mente causa de la metrópoli en el Perú,
la

y dedicó este libro a vindicar a sus compa-


triotas contra las acusacioní^s que so les di-
rigieron en España al volver a ésta venci-
dos, después de la batalla de Ayacucho, que
representa la ruina definitiva del poderío es-
pañol en el continente americano y ha ve-
nido a ser símbolo de esta ruina. Los ayacu-
chos se llamaba aquí, despectivamente, a los
bravos soldados que, en un medio hostil
hostil por la Naturaleza y por los hombres —
cortos en número, mal dirigidos y organiza-
dos, pues eran aquéllos los aciagos días del
trastorno general de la Península, originado
por la guerra de la Independencia 3^ la sub-
siguiente ignominiosa política de Fernan-
do VII, aislados y a enorme distancia de su
país, frente a un mundo nuevo, que surgía
pujante de ,uios y entusiasmos, y al conju-
ro de aquel rayo de la guerra que se llp.mó
Bolívar, aún luchaban denodadamente diez y
seis años, obtonían parciales victorias y ple-
gaban con honor su bandera, mereciendo el
II
162 J. DELEITO Y PIÑUELA

respeto del adversario. Y eran políticos ser-


viles y camaleónicos, arribistas y explotado-
res, quienes les echaban en rostro tal dic-
tado, que quería dar patente de cobardía y
venalidad.
Dos gruesos y macizos volúmenes, que su-
marán en total cerca de 1.200 páginas, de-
dica García Camba
a esta justificación de sus
compatriotas, reseñando las vicisitudes de

la guerra en el Perú desde 1809 a 1825, y


haciéndonos ver qué titánicos esfuerzos, qué
"prodigios de audacia, de inteligencia, de ac-
tividad y de patriotismo" —como escribe el
prologuista Blanco-Fombona —tuvieron que
realizar los generales españoles para mante-
ner hasta 1823, entre los vaivenes de la vol-
taria fortuna, su predorainio en todo aquel
país, salvo en Lima y otros puntos costa-
neros.
Pero el huracán antiespañol soplaba irre-
sistible. El general San Martín, que dirigía
la revolución peruana, no pudiendo con sus
recursos arrollar a los españoles, se embarcó
para Guayaquil a solicitar el concurso de
Bolívar, que acababa de conquistar Nueva
Granada, Venezuela y El Ecua:!..r, forman-
do con los tres países la gran República de
Colombia.
La llegada de Bolívar al Perú en 1823, sus
victorias de Junín y Ayacucho, la ocupación

LECTUBAS AMERICANAS 16^

del Alto Perú, con muerte del general penin-

sular Olañeta, que le defendía, y la toma del


Callao por tropas del Libertador causaron el
derrumbamiento de nuestro poder en la re-
gión del Pacífico meridionas, y con él, en todo
el continente, aunque, según reconoce el pro-
loguista, "los españoles se defendieron como
leones, con una energía y una inteligencia
insospechables".
Entre aquellos esforzados, aunque infruc-
tuosos paladines de nuestra integridad colo-
nial, que hace dosliiar por su relato García
Camba, figuran personalidades tan señaladas
más tarde, sobre todo en el reinado de Isa-
bel II, como Canterac, gobernador militar de
Madrid; Rodil, presidente del Consejo de
ministros; Maroto, alma de la causa carlis-
ta en los últimos tiempos de la guerra civil
que precedieron al abrazo de Vergara, y so-
bre todo. Espartero, el ídolo y el símbolo
del liberalismo español, que años más tarde,
en los tormentosos días de 1840, cuando él
ocupaba la Regencia del reino, veía alzarse
en su contra a media España—unidos los
progresistas a los moderados en híbrida y
suicida mixtura de odios y ambiciones, que
acarrearon dictadura de Narváez
al fin Ja

y era arrojado Poder precisamente por


del
ayacucho. Tal era, al menos, la consigna de
la campaña calumniosa que contra Esparte-
164: J, BELEITO Y PIÑUELA

ro se hizo, y que se desbordó incluso en pro-


caces pasquines y coplas callejeras.
García Camba hace, naturalmente, obra
de partido, o más bien de nación, en pro de
España y en contra de la América rebelde.
Próximamente lo mismo, aunque invertidos

los términos, que efectúan ios autores de


otras Memorias de autores separatistas edi-
tadas por esta Biblioteca. Pero aduce datos,
informaciones, juicios, puntos de vista y do-
cumentos del mayor interés, y, dentro de la
aKcesiva amplitud y forzosa monotonía de un
prolijo relato militar, especializado a una co-
marca, ofrece sumo valor histórico para re-
construir la última página de nuestra domi-
nación en e] continente americano.
MEMORIAS DE FRAY :5ERVAND0 TE-
RESA DE LIÍER

Prólogo de ú. Atíonso Reyes.— De la Bi-


biioleca Ayacucho. Editorial-Amtfi^ica.
Alairid.

Entre Jas variadas especíeá de hombres de


acción —americanos o españoles —relaciona-
dos con e! movimiento seL)aratista de la Amé-
rica que habla la lengua castellana y de loe
cuales exhuma la "Bibiiotoca Ayacucho" re-
cuerdos, Memorias y andanzas, tiene un ca-
rácter singular este fraile andariego, més-
ela de teólogo y revolucionario, eternamente
perseguido, que conoció privaciones, miserias
y cárceles en ambos continentes; que viajó
por España, Francia, Italia, Inglaterra, lis-
tados Unidos y la América española, siempre
fugitivo, siempre mezclado en complots sospe-
chosos con americanos insurgentes, con eiiai-
grados españoles, como Blanco White, tanih
166 J. DELEITO Y PIÑUELA

bien sacerdote, cuya amistad cultivó en Lon-


dres, y como Mina, el Mozo, a quien acompa-
ñó en la expedición fracasada para libertar a
ilAéxico del dominio hispano siempre poseído
;

<fe una febril e irredimible inquietud.


Fray Servando Teresa de Mier, natural
de México, de noble alcurnia, religioso do-
minico, doctor en Teología a los veintisiete
años, con fama de gran predicador, comenzó
antes de los treinta su era de infoi-tunios
por la prisión que le impuso un arzobispo a
consecuencia de un célebre sermón sobre la
Virgen de Guadalupe, el cual le valió más
tarde su destierro a la Península por diez
años y reclusión en varios conventos. Pero
no había para él encierro seguro. De los mu-
chos que el Destino le hizo sufrir supo fugar-
se a las primeras de cambio, como un fan-
tasma dotado de mágico poder. Caer hoy en
las garras de sus perseguidores, escaparse
mañana, ser cogido de nuevo; tal fué el
círculo bien ingrato en que se desenvolvió
toda su vida.
Una de sus evasiones le lleva a Bayona,
donde conoce a D. Simón Rodríguez, el fa-
moso maestro de Bolívar, y. asociado a él,
abre en París una academia de español, tra-
duce y escribe libros. Su ingenio y su cul-
tura le atraen altas protecciones eclesiásti-
cas, incluso un beneficio del Pontífice. Créese
LECTURAS AMEBICANAS 167

dueño de la situación, y retorna a España,


que es retornar a la boca del lobo, pues su
espíritu cáustico y batallador llévale a com-
poner cierta sátira americanista, que da con
sus huesos en la cárcel.
Prófugo en Portugal, cura castrense en
España durante la guerra deIndependen-
la

cia, prisionero de pensionado


los franceses,
por la Regencia de Cádiz, laborista en Lon-
dres de los planes que sustentaba el cura Hi-
dalgo pura promover la independencia de
México, recluido por la Inquisición en la ca-
pital mexicana al fracasar la expedición li-
bertadora, escapado a los Estados Unidos
hasta la completa liberación de México
en 1822, no terminó con ello su destino de
hombre encadenado. Aún, al regresar a su
patria, quedó cautivo de un general español,
y, hecho libre por el primer Congreso consti-
tuyente de la nación mexicana, que le llevó a
su seno, tuvo poco después que sufrir nueva
prisión por haberse opuesto al entroniza-
miento imperial de Itúrbide.
Fueron precisas la caída de aquel Imperio
relámpago y la instauración de la República
para que los sacrificios de fray Servando a
la causa nacional se estimaran y recompen-
saran. Hospedado en el palacio presidencial
los cuatro años que aún sobrevivió, conoció
honores y popularidad en sus postrimerías,

168 J. DELEITO Y PIÑUELA

y SU muerte tuvo cierto carácter de apo-


teosis-
Orador, polemista, escritor político, epis-
tolar, religioso y satírico, sufrió el vértigo
de aquellos días calenturientos del alborear
el siglo XIX, en que ideas e instituciones su-

frían hondas mudanzas, y la crisis de los


espíritus, en el hervor de la lucha, no concre-
taba aún definidamente los ideales nuevo*
ante la polvareda cegadora formada por
los escombros del antiguo régimen, que se
hundía.
Las Memorias del padre Mier, escritas con
nervioso estilo y gráfica frase, dan curiosas
impresiones sobre lugares, hombres y cosas,
animadas e interesantes siempre, aunque no
siempre imparciales, pues no había de dar a
su pluma un ritmo de regularidad, orden
y desapasionamiento quien no supo dársele a
su vida.
Por ejemplo, sus recuerdos de España, que
no podían serle gratos, no ya por su áñties-
pañolismo, sino por las penalidades que su-
frió aquí, le hacen trazar cuadros pintores-
cos del Madrid tortuoso, antiestético, sucio y
devoto de tiempo de Carlos IV, donde vivió
a salto de mata, acosado por sabuesos y co-
vachuelistas. Ni de Aran juez o
los jardines
La Granja grandeza de El Escorial
ni la
donde ve simplemente un amontonamiento
LECTURAS AMERICANAS 16&

de piedras — le hacen desarrugar su ceño dis-


plicente.
Como recuerdo de las vicisitudes que en
Europa y América sufrían entonces los es-
pañoles rebeldes, en su conexión con los nú-
cleos emigrados o separatistas del extranje-
ro, el libro de fray Servando Teresa de Mier,
no obstante su autenticidad, parece un tomo
más de la serie de novelas históricas que la
fértil fantasía de Baroja va componiendo
bajo el título de Memorias de un hombre de
acción.
MEMORIAS DEL REGENTE HEREDIA.

(¿.e lasReales Audiencias de Caracas y


divididas en cuatro épocas: Mon-
J^íéxico),
teverde, Bolívar, Boves, Morillo.— De la
Biblioteca Ayacucho. Editorial-América.
Madrid.

Entre ia larguísima serie de Memorias coe-


táneas sobre la emancipación de la América
española que está publicando la "Biblioteca
Ayacucho", con profusión y rapidez desusa-
das, ocupan lugar preferente las de ame-
ricanos o adictos a la causa americana ;
pero
también se incluyen las de personajes espa-
ñoles que presenciaron los sucesos e inter-
vinieron en los mismos, juzgándolos, natu-
ralmente, desde un punto de vista favorable
a España. A este grupo corresponden las
Memorias del regente Heredia, que aparecen
ahora en la citada colección, por cierto sin
los prólogos, advertencias, datos biográficos

y comentarios que en ella suelen acompañar


LECTUKAS AMERICANAS 171

a publicaciones análogas para guía e ilustra-


ción del lector, cosa útil siempre tratándose
de escritos y autores de hace más de un si-
glo, no muy conocidos generalmente de nues-
tro público, y cuyo relato, en su mayoría mi-
litar, ha de adolecer, por fuerza, de aridez y

uniformismo.
Refiérese él a los sucesos de Venezuela des-
de 1810 hasta 1815, abarcando las vicisitu-
des promovidas por el espíritu revoluciona-
rio y por la acción represiva de las armas
españolas, influidos ambos por los sucesos
contradictorios, revueltos y emocionantes de
la Península desde la ocupación francesa,
pasando por la renuncia de los Borbones al
trono en Bayona, la guerra de la Indepen-
dencia, el advenimiento de José Bonaparte,
el Gobierno nacional de la Junta Suprema,

las Cortes y la Constitución gaditanas y el

retorno de Fernando VII.


En tres partes o capítulos se divide la
obra: el primero comprende "desde la for-
mación de la Junta, el Jueves Santo, 19 de
Abril de 1808, hasta la ocupación de la pro-
vincia por las armas del Rey, ál mando de
D. Domingo de Monteverde"; el segundo,
*'desde la entrada de D. Domingo de Monte-
verde en Caracas, en 26 de Julio de 1812,
hasta la del llan;ado Libertador Simón Bolí-
var, en 6 de Agosto de 1813"; el tercero,
172 J. DELEITO Y PIÑUELA

"desde la ocupación de las provincias por Bo-


lívar hasta su expulsión de Caracas por Bo-
ves, en Julio de 1814" el cuarto, "desde la
;

entrada de D. José Tomás Boves en Caracas


hasta la llegada del ejército expedicionario,
al mando del general D. Pablo Morillo, en
Abril de 1815".
Empieza el relato con el nombramiento de
Heredia para el cargo de oidor de Caraca»
por la Junta Central, en Octubre de 1809,
pensando que su calidad de criollo serviría
de sedante para suavizar asperezas en el
país venezolano, agitado ya por la revuelta
contra España. Las consideraciones de He-
redia son las de un patriota español templa-
do y reflexivo, que no disimula las torpezas
de su Gobierno y que busca en recursos con-
ciliatorios la pacificación de las colonias re-
beldes. Partidario del justo medio — tal como
le podía entender un funcionario público de
principios del siglo XIX — , rechazaba las
coacciones despóticas del Poder; pero tam-
bién era desafecto a las reformas liberales
de que considera-
los legisladores gaditanos,
ba mudanzas peligrosas. Tacha de "casa de
locos" a la Sociedad patriótica venezolana,
por intentar "dar a Venezuela, casi en la in-
fancia de la civilización y poblada de escla-
vos y tantas castas heterogéneas y opuestas
entre sí, las instituciones republicanas, que

LECTURAS AMERICANAS 173

no había podido sufrir la ilustrada Francia".


Pero también culpa general español Mon-
al

teverde, "por el espíritu receloso y persegui-


dor que lo animaba", y censura con acritud
sus fechorías y 'las de los jefes españoles,
que creyeron someter a los rebeldes más fá-
cilmente por el sistema del terror, logrando
sólo enconar los odios y provocar bárbaras
represalias. Refiere, por ejemplo, que él
poco antes de entrar Bolívar victorioso en

Caracas estuvo a punto de ser asesinado por
cuadrillas de realistas furiosos, que le tilda-
ban de español tibio, y poco después, por im-
putación contraria, corrió el riesgo de pere-
cer a manos de los insurgentes.
Censura por igual la ferocidad de ambos
bandos y de sus jefes respectivos, tachando
a los patriotas americanos de haber confun-
dido en igual condenación al Gobierno y le-
yes de la metrópoli con los abusos de ciertos
gobernantes, y les dice que "cuando creyeron
libertarse de la opresión trajeron a su pa-
tria la feroz anarquía, y casi todos perecie-
ron después infelizmente a manos del sangui-
nario Boves, fiera desencadenada por las
crueldades de Bolívar".
Son interesantes las Memorias de Here-
dia — escritas con sencillez y al margen de
los sucesos por él presenciados por la — ,

ponderación y ecuanimidad de su autor


j
174 J. DELEITO T PIÑUELA

por la parte eficaz que tomó en las jornadas


que narra. Naturalmente, no puede haber en
su relato las perspectivas históricas de hoy.
La represión de Boves, con que termina, le
parece al autor el desenlace del drama,
cuando no fué sino el prólogo. Pero en la

obra abundan datos copiosos documentados

algunos para reconstruir la historia de la.
liberación de Venezuela.
MEMORIAS DEL GENERAL MILLER

al serviciode la República del Perú, escri-


tasen inglés por Mr. John Miller y tradu-
cidas al castellano por el general Torri-
jos.— Dos tomos. De la Biblioteca Ayacu*
cho. Editorial-América. Madrid.

El general Miller fué uno de aquellos ague«


rridos militares británicos que pusieron su
espada de la emancipación de las
al servicio
colonias españolas de América en los prime-
ros años del siglo XIX. Uno más en la bri-
llante falange de los O'Connor, O'Leary,
Cochrane, Stevenson, Mac Gregor, etc.
De todos ellos quedan Memorias, que, una
tras otra, van siendo reproducidas en el co-
pioso archivo de la "Biblioteca Ayacucho";
pero las de Miller no las formó el general,
sino su hermano John, reuniendo cartas, dia-
rios y anotaciones de aquél y sus propias
noticias e impresiones.
Las Memorias de Miller tienen más carác-
176 J. DELEITO Y PIÑUELA

ter biográfxCO que otras de la colección. Allí


sólo se habla de lo que el general vio, de los

hechos en que intervino, de los lugares que


frecuentó, de los hombres con quienes tuvo
trato. Esto, que quita a la obra el carácter
sistemático de una historia de conjunto, le
da el valor de la observación personal. La
visión se reduce, pero se intensifica hasta el
máximo.
Miller, bravo y aventurero, de espíritu fir-
me y voluntad obstinada, marchó a la Amé-
rica española, sin conocer a nadie, ni llevar
recomendación alguna, ni hablar siquiera con
mediana corrección el castellano. Pronto fué
nombrado capitán al servicio de Buenos
Aires, y su feliz intervención en la batalla de
Cancharayada le dio notoriedad y protección
de sus jefes, entre ellos de su compatriota
Cochrane, abriéndole el camino de una ca-
rrera militar brillante, aunque azarosa y
arriesgada. Herido muchas veces y atacado
de graves dolencias, Miller combatió siem-
pre en los puestos de más peligro, acosando
implacable por todos los medios a las tropas
españolas; pero sin que el encono de la lu-
cha le hiciera, como a tantos jefes de los dos
bandos, degenerar el ardimiento bélico en
fiera crueldad. Lejos de eso, Miller supo ser
humano y generoso, sin ser débil, y no e»
ese poco título de honor en aquellos días de

LECTUBAS AMERICANAS 177

fiebre sanguinaria, que convertía en bandas


de tigres igual a las legiones metropolitanas
que a las coloniales. En todas las ramas de
la milicia ejerció mandos. Comenzó sirvien-
do en Artillería. Estuvo después al frente
de la escuadra chilena en peligrosas expedi-
ciones. Más tarde, como jefe de la caballería
peruana, contribuyó a los éxitos de Junín y
Ayacucho. Intervino, en suma, en los mo-
mentos culminantes de la em.ancipación ame-
ricana.
"Diestro en todas las armas —dice el tra-

ductor — prudente y decidido en el consejo,


,

incansable en el servicio y ajeno de las caba-

las e intrigas de partido, que se mezclan ge-


neralmente en las deliberaciones y conducta
de un Gobierno nuevo y mal seguro, Miller
sirvió siempre a la patria que había adop-
tado, haciendo, como debía, abstracción de
personas y partidos."
Terminada la guerra, y tras diez años de
residencia en América, tornó a sus lares na-
tivos y alternó su actividad entre viajes
y
estudios, siendo uno de los hombres más
apreciados en la buena sociedad de la Gran
Bretaña.
Las Memorias escritas por John Miller
como éste dice bien en su prefacio— "ofre-
cen materiales abundantísimos para la rela-
ción de las operaciones de la guerra de la

12
178 J. DELEITO Y PIÑUELA
j

Independencia en las provincias del Río de


la Plata, Chile y Perú, y contienen descrip-
ciones y observaciones sobre aquellos dilata-
dos países, con incidentes y anécdotas que
ilustran acerca del carácter, maneras y cos-
tumbres de sus habitantes."
Precisamente estas descripciones de tipos,
lugares y usos, vida colonial e indígena,
agreste y urbana, en que se complace el ge-

neral Miller como otros ingleses que deja-
ron Memorias de su residencia en América

por aquellos días es la parte más grata y
acaso la más interesante del relato. El autor,
como extranjero, anota, a título de curiosi-
dades, rasgos del vivir cotidiano de aquella
sociedad, que para los naturales, y aun para
habituados a ella, no ofrecerían
los españoles
novedad, y contribuye así a salvarlos del
olvido.
Las Memorias presentan lunares a la con-
sideración moderna de americanos y espa-
ñoles. Para los primeros, el general inglés
es algo reacio a consagrar la gloria de Bolí-
var, por su amktad estrecha y personal de-
voción hacia general San Martín, émulo
el

del Libertador, y a cuyas inspiraciones se


atuvo a veces la pluma de Miller. Para los
segundos es éste recusable acaso de una his-
panofobia, que se explica por hallarse en el
ambiente americano de la época. Ya el tra-
LECTURAS AMERICANAS 179

ductor, ilustre Torrijos, unido a Miller por


el

antigua amistad y comunidad de orientacio-


nes liberales, pone sobre el particular las co-
sas en su punto, considerando los vicios de
nuestra colonización como parte de un siste-
ma general de política errónea, padecida
igualmente por españoles y americanos.
Aparte estos prejuicios de Miller, sus Me-
morias, trazadas con imparcialidad, sencillez
y atinados juicios, son documentos valiosos
para ilustrar la situación de la América es-
pañola en los días que forjaron su indepen-
dencia.
MARÍA GRAHAM

Diario de su residencia en Chile (1822) y


de su viaje al Brasil (1823).— San Martín,
Cochrane, O'Higgins. Frólogo de D. Juan
Conchas.— Editorial-América. Madrid.

Entre Memorias coetáneas co-


la serie de
rrespondientes período
al de emancipación de
la América española que está publicando la
^'Biblioteca Ayacucho" yo he de confesar que
tienen para mí mayor interés las de ciertos
europeos que, llegados al nuevo continente
con ocasión de la guerra, no se limitan a
referir las vicisitudes de la misma, como los
americanos, sino que son todo ojos para exa-
minar aquellas tierras exóticas, y nos dejan
relatos minuciosísimos de paisajes, tipos y
costumbres, que los naturales, por no ser no-
vedad alguna para ellos, no se ocupan, natu-
ralmente, en consignar. Su valor histórico,
en cuanto a sucesos, será menor; pero como
fuente para reconstituir el escenario y la fiso-
LECTURAS AMERICANAS 181

nomía social de América en el momento de


sacudir el dominio español son infinitamen-
te más valiosas.
A este tipo pertenecen las Memorias de un
oficial de la legión reseñadas
británica,
ya, y de análoga índole es el Diario de
María Graham, aunque más circunscrito en
sus datos, puesto que la autora no presenció
las campañas de emancipación sino muy de
lejos, y sólo de tarde en tarde se refiere a
las mismas.
Se trata de una dama inglesa, viuda de
un comandante de navio, muerto en aguas
suramericanas, que, al perder a su esposo en
la travesía marítima a que le acompaña, de-
tiénese en Valparaíso para reparar sus que-
brantadas fuerzas. Reside en Chile desde
mediados de 1822 a primeros de 1823, rela-
cionándose allí con las personalidades más
salientes y con el elemento oficial, que la
atiende y la agasaja con la mayor cortesía.
Traba conocimiento con hombres notables:
lord Cochrane, Higgins, Centeno y el ilus-
tre San Martín. Viaja, observa, investiga.
Trasládase después en 1823, donde
al Brasil
sirve de institutriz a la princesa doña Ma-
ría, futura reina de Portugal. Tratárase de
una viajera del montón, una de tantas abu-
rridas ladies que recorren el mundo por tu-
rismo, y todo ello no tendría importancia al-
;

182 J. DELEITO Y PIÑUELA

guna. Pero María Graham poseía una inteli-


gencia superior y un espíritu siempre alerta
era una escritora distinguida, que había pu-
blicado varios trabajos históricos y litera-
rios—y señaladamente relaciones de sus via-
jes por América y India — Y esta su
la . cir-
cunstancial estancia en el sur de América
vino a enriquecer la bibliografía de Chile con
datos muy interesantes sobre su estado ín-
timo a primeros del siglo pasado.
El tomo, además de un prólogo explicativo
de D. Juan Concha y otro del traductor, don
José Valenzuela, comprende un breve prefa-
cio de la autora, un rápido bosquejo suj^o de
la historia de Chile hasta 1822 y su Diario
de viaje desde 27 de Abril de dicho año has-
ta 13 de Marzo de 1823.
María Graham une a su cultura, a su buen
estilo literario y a su costumbre de recorrer
países y tratar gentes, una finísima sensibi-
lidad, curiosidad enteramente femenina, y el

sentido del detalle, también propio de su sexo.


Sabe ver Y sabe referir lo que ve, desde lo
más alto a lo más nimio. Igual soi*prende la
psicología de Higgins, Cochrane o San Mar-
tín,y traza de ellos un precioso retrato a
base de un par de entrevistas, como descri-
be minuciosamente los enseres de una vi-
vienda india o criolla, el color del vestido de
las damas, la composición y el condimento
,

LECTURAS AMERICANAS 183

de manjares, la disposición de las casas,


los
las singularidades de la etiqueta, no siempre
distinguidas ni siquiera limpias; los prelu-
dios y desoladores efectos del terremoto, las
bellezas alpinistas de la excursión, la pobre-
za de ranchos, aldeas y caseríos; el aspecto
de las ciudades, las fiestas populares, rudas
e ingenuas, sin omitir la copia de sus can-
tos, henchidos de prístinos y naturales sen-
timientos, sus danzas arcaicas y sus devotas
romerías.
María Graham atiende poco a los cambios
políticos y a las ideas, aunque también co-
mente el régimen de la antigua colonia con
criterio muy desafecto a España. Su visión
es predominantemente exterior, pero com-
prensiva y libre de muchos prejuicios, cual
lo revela en sus críticas sobre la mojigatería
y la educación clerical dominantes en el
país.
En ciertos detalles —promiscuidad de ha-
bitaciones, escasez de instrumentos de aseo,
uso de una cuchara en común para varias
personas, obsequios al invitado con pedazos
de comida del mismo plato del anfitrión —
tan chocantes para la pulcritud de una se-
ñora inglesa, y que se refieren a una élite
chilena con pretensiones de elegante y refi-
nada, se nos revela una sociedad confusa y
en formación que, bajo el barniz europeo y
184 J. DELEITO Y PIÑUELA

el figuriu de París o Londres, está salpicada


aún de atavismos indígenas. Como documen-
to de historia social chilena en los princi-
pios del siglo XIX no tiene precio el Diario
de María Graham.
CARTAS DE SUCRE AL LIBERTADOR

Coleccionadas por Daniel F. O'Leary(1820-


1830).— De la Biblioteca Ayacucho. Edito-
rial-América. Madrid.

La importancia documental de estas car-


tas para conocer en sus más vivas fuentes
la guerra por la emancipación de la Améri-
ca española durante su época de apogeo has-
ta la total liberación de nuestras antiguas
colonias no ha menester encarecimiento. Su-
cre, el segundo de Bolívar, el caudillo de su
confianza, el héroe de Ayacucho, la perso-
nalidad que tan relevante papel desempeñó
en la guerra como en la paz respecto a las
nacientes Repúblicas sudamericanas, deja en
estas epístolas, de distintos estilos y dimen-
siones, un arsenal inestimable de datos y
recuerdos.
Así lo comprendió el general irlandés
O'Leary, el más ilustre de los auxiliares ex-
tranjeros que sirvieron la causa americana.
186 J. DELEITO Y PIÑUELA

el cual, no sólo tuvo en aquellas luchas al


lado de Bolívar una señalada actuación, sino
que, con tenacidad propia de su raza, fué
reuniendo desde su llegada a América en 1818
materiales para historiar la epopeya ultra-
marina de la emancipación. Parte de ellos
son sus notables Memorias, ya reseñadas
aquí, que constituyen la historia más fide-
digna y entusiasta de Bolívar y su obra.
Durante las campañas de Venezuela, Nue-
va Granada, Quito y el Perú, ayudado por
sus colegas americanos, recogió gran núme-
ro de documentos, alguTios de los cuales se
extraviaron en aquellas penosas marchas. Y
más adelante se retiró a Jamaica para or-
denar sus papeles y redactar sus libros. La
principal documentación de ellos la forman
las cartas escritas por Bolívar o dirigidas a
él. Parte de esas colecciones epistolares son

las debidas a la pluma de Sucre. Se publi-


caron oficialmente en Venezuela el año 1879,
y ahora las reproduce, en dos sendos y nu-
tridos volúmenes, la "Biblioteca Ayacucho",
que, por su índole, tenía forzosamente que
recogerlas.
Casi todas ellas van dirigidas al Liberta-
dor; pero también las hay dedicadas a otros
•generales y caudillos, incluso al propio
O'Leary. Son de importancia desigual. Tri-
viales unas, esencialísimas otras para cono-
LECTURAS AMERICANAS 187

cer la situación de América en el primer


tercio del siglo XIX. Las de más interés son
las cartas a Bolívar, que contienen informes
precisos de las operaciones militares en que
fué protagonista el mismo Sucre; peticiones
tie consejo o socorro, noticias sobre armis-
ticios, convenios, Congresos, Asambleas c*3ns-

tituyentes, organización de Estados embrio-


narios, conjuras, sediciones; en suma, toda
la vida pública de los pueblos americanos del
Sur en aquellos días decisivos, y a la vez,
quejas, admoniciones, réplicas o consejos ca-
riñosos al jefe y maestro venerado; es de-
cir, el lado íntimo y personal de aquellas
expansiones.
El estilo de tales cartas es siempre llano;
a veces, dentro del respeto jerárquico, fa-
miliar y aun desenfadado. Los términos vi-
vos con que expresa su enojo contra quie-
nes le importunan o crean conflictos no son
siempre académicos. Se ve que quien las es-
cribió no contaba con la publicidad. Pero
en todas resplandece un espíritu desintere-
sado y puro, ajeno a la envidia y al rencor,
lleno de entusiasmo, abnegación y fe para
la causa patriótica a que se ha consagrado.
A el tono se eleva cuando se dirige a
veces
los soldados en férvidas proclamas, resu-
miendo en frases concisas la labor realizada
y la que urge realizar para asegurar contra
188 J. DELEITO Y PIÑUELA

la anarquía la fuerza del Gobierno, de la.


ley y de la unión.
Y así escribe en Enero de 1829, después
de enumerar los combates en que se paseó
victoriosa la enseña republicana "Cien cam-
:

pos de batalla y tres Repúblicas redimidas


por vuestro valor en una carrera de triun-
fos del Orinoco al Potosí os recuerdan en
este momento vuestros deberes con la pa-
tria, con vuestras glorias y con Bolívar."
SAN MARTIN

Su correspondencia (1823-1850).— De la
Biblioteca Ayacucho. — Editorial-América.
Madrid.

La correspondencia particular de un per-


sonaje es uno de los elementos más íntimos,
directos y valiosos para conocerle en los más
peculiares aspectos de su vida privada y pe-
netrar en las reconditeces de su espíritu, so-
bre todo si se trata de cartas escritas espon-
táneamente, sin fines de publicidad, pues
ofrecen entonces menos aliño y artificio que
las Memorias, diarios y autobiografías. Y si
el personaje tiene tan excepcional relieve his-

tórico como el general San Martín, el se-


gundo entre emancipadores de la Améri-
los
ca española —ya que el primer puesto entre
los caudillos de la guerra libertadora no pue-
de discutirse a Bolívar —
se comprenderá
,

que las cartas publicadas ahora por la "Bi-


blioteca Ayacucho" son una de las fuentes
190 J. DELEITO Y PIÑUELA

más interesantes de cuantas se han exhu-


mado hasta hoy sobre aquel período.
Refiérense todas al ocaso de la vida de San
Martín. Ha vencido ya en Chacabuco, May-
pú, pasado los Andes y rescatado la provin-
cia de Chile al dominio español. Su carrera
militar ha terminado. La lucha de facciones
en la Argentina, su país, y las convulsiones
consiguientes a la formación de Estados

nuevos embrionarios, tiernos y movedizos
por acabar de romper el cordón umbilical
que los ligaba con la madre patria españo-

la determinan a San Martín, juntamente
con la hostilidad de los andinos, a expa-
triarse voluntariamente a Europa, recha-
zando toda intervención política en tierras-
americanas para atender tan sólo a la edu-
cación de su hija y al restablecimiento de su
quebrantada salud. Pero la revolución, que
repugna a su espíritu moderado y parsimo-
nioso, le persigue en el Viejo Mundo como
en el Nuevo. Establécese primero en Bélgi-
ca; mas el alzamiento de 1830 le hace aban-
donar el país y refugiarse en Francia. Allí,
en su casita de Grand Bourg, ve pasar los
años en voluntaria obscuridad, haciendo sólo
tal que otro viaje por el Mediodía francés o
por Italia para buscar aguas o clima favo-
rables a sus achaques crecientes, y sin acep-
tar la representación diplomática que el Go-
;

LECTURAS AMERICANAS 191

bierno argentino le ofrece, ni las solicitacio-


nes de sus adeptos o admiradores para que
vuelva a la vida de acción en la Argentina.
La revolución de 1848
hace partir de:
le

Francia, temiendo los desmanes del comunis-


mo saintsimoniano, y le hace buscar asilo en.
Inglaterra, ya valetudinario y ciego.
Durante el destierro voluntario recibe car-
tas llenas de consideración y respeto de los
hombres que dirigen Gobierno y la mili-
el

cia argentinos —
émulos o adversarios suyos
algunos — ,como el presidente de la Repú-
blica, Rosas, y Laf uente, presidente del Perú
sostiene correspondencia asidua sobre asuntos
americanos y sobre el curso de su vida pri-
vada con antiguos compañeros de armas,
deudos, subordinados y amigos confidencia-
les, como los generales Bernardo O'Higgins

y Guillermo Miller, Salvador Iglesias, José


Rivadeneyra, y otros menos asiduos.
Proyéctase en esas páginas gran parte de
la vida pública de América en el cuarto de
siglo que siguió a su constitución en Repú-
blicas independientes, observada con ojos
desalentados de hombres que buscan inútil-
mente el orden y la paz. San Martín apare-
ce interesado en cuanto al progreso y al ho-
nor de su patria atañe, siguiendo con afán
el curso de las relaciones con Inglaterra y

Francia, con las cuales llegó en Argentina a


192 J. DELEITO Y PIÑUELA

temerse un rompimiento. Las cartas revelan


en el ilustre expatriado despego hacia el Po-
der, juntamente con el convencimiento algo
altivo de haberle merecido y podido alcan-
zar. Revelan también marcada prevención
contra Bolívar, su émulo, ya muerto, y su
antípoda en algunas modalidades de espíri-
tu, y aversión implacable a los factores de
disturbios y guerras civiles. Como tal con-
sidera a Riva Agüero, jefe político del Perú,
a quien directamente escribe San Martín,
llamándole de modo literal canalla, malvado,
perpetrador de crímenes y promotor de la
desgracia de su país. No es menos destem-
plado su tono contra otros elementos que le
desagradan. Estúpidos y malvados llama a
los españoles.
También revela sus nada
ideales políticos,
radicales, sino propicios a una Monarquía
templada. "El mejor Gobierno — dice, repi-
tiendo en esto, como en muchas otras ocasio-
nes, palabras y pensamientos de Bolívar
no es el más que hace más
liberal, sino el
felicesa los pueblos." Cuando la experiencia
de su ancianidad le muestra que las jóvenes
Repúblicas americanas se sostienen, confiesa
no haber creído nunca que el régimen repu-
blicano fuese compatible con los países de
lengua española.
Y juntamente con sucesos de América y

LECTURAS AMElllCANAS 193

juicios propios vemos en sus cartas los in-


cidentes de su vida particular; su viudez, la
boda de su hija, los honores que a su yerno
otorga el Gobierno argentino; reveses econó-
micos, retrasos en percibir pagas, fuga de
su administrador con sumas respetables; in-
trigas y asechanzas de espionaje con que sus
enemigos le persiguen; todo, grande o pe-
queño, loque en veinticinco años de expa-
triación en Europa llenó el pensamiento y
la acción del honorable ciudadano, patriota
ejemplar y gran guerrero que se llamó don
José de San Martín, cuyo enorme relieve en
la historia americana no palidece ante la
figura de Sucre, y a quien hoy contraponen

algunos aunque más por espíritu de parti-
do que por espíritu de justicia y equidad
al genio maravilloso y a la fulgente gloria
de Bolívar.

13
CUARTA PARTE
DIVERSOS LIBROS AMERICANOS
SANTIAGO DE LINIERS, CONDE
DE BUENOS AIRES

Por Paul Groussac— Un volumen de 4dí)



páginas. Buenos Aires, 1907.

Paul Groussac, reputado historiador y


culto literato de la República Argentina, ha
tenido la excelente idea de reunir en un vo-
lumen diversos trabajos preinsertos en la
revista científica La Biblioteca, que él fun-
dó y dirige, concernientes al noble y esfor-
zado varón D. Santiago de Liniers, heroico
salvador de Buenos Aires cuando en 1806
fué presa aquella ciudad de la rapiña britá-
nica.
El autor, de abolengo francés y argenti-
no de nacimiento, es muj- lógico que haya
consagrado sus amores de historiador al es-
tudio de una ilustre figura francohispano-
americana: el francés Liniers, hijo adopti-

198 J. DELEITO y PrÑÜELA

vo de España y connaturalizado en Amé-


rica.
Groussac ha añadido una página brillante
a la historiografía de su país, copiosa en
relatos sobre aquel tempestuoso período —
tal vez el más crítico en la vida de nuestras
antiguas colonias — en el que, entre el fra-
,

gor de la lucha contra los enemigos de la


metrópoli, había de irse forjando lentamen-
te la nacionalidad argentina.
El propósito del autor es trazar una bio-
grafía de Liniers; pero siendo éste un hom-
bre representativo que, en parte por sus mé-
ritos,en parte por azares de la suerte, per-
sonificó en la América del Sur todo un or-
den de cosas, no podía Groussac bosquejar la
simple silueta de su biografiado, recortándo-
la caprichosamente del cuadro donde se des-
taca en primer lugar. Además, no son yf
posibles aquellas antiguas biografías mer?
mente externas, en que el héroe aparece ei\.

pleno monólogo, desglosado de toda la reali-


dad ambiente y siendo eje único de su pro-
pio vivir.La Historia no puede sintetizarse
hoy, como en tiempos de Plutarco, en unas
cuantas vidas de personajes famosos. Taine
probó hasta la saciedad que no es ya cosa
hacedera comprender al individuo sin estu-
diar el medio físico y social que le envuel-
ve y condiciona, imponiéndole sus impera-
LECTURAS AMERICANAS 199

tivos irremisibles. Después, sociólogos y na-


turalistas han demostrado la concatenación
de pequeñas fuerzas que producen las gran-
des transformaciones. De energías sociales
minúsculas agrupadas son, en último térmi-
no, resultante y expresión aun aquellas figu-
ras históricas de más intensa y robusta in-
dividualidad .

Por eso, los únicos estudios biográficos


que nos ofrecen interés son los que colocan
al personaje escogido en el medio donde real-
mente vivió y analizan la recíproca relación
de aquél con éste, tomando al individuo
como punto para enfocar el cuadro de una
época y obtener una clara visión de un mo-
mento histórico, de suerte que el biografia-
do sea sí el protagonista, pero no el único
actor, y aparezca con el justo relieve y la
debida proporción dentro del círculo en que
se movió su vida. Esto, que algunos llaman
historia de tal personaje y su tiempo, aun-
que no corresponda siempre la calidad del
contenido a la pretensión del nombre, es lo
que ha realizado en muy amplia esfera el
Sr. Groussac sin anunciarlo en el modesto
título de su obra, la cual, más que un estu-
dio particular de Liniers, es una historia
completa de la Argentina (al menos de su
estado político y social) en la primera dé-
cada del siglo XIX.
200 J. DELEITO Y PIÑUELA

Divídese en dos paites: primera, Las in-


vasiones inglesas (subdividida en los capí-
tulos Orígenes y juventud, La toma de Bue-
nos Aires, la reconquista y la defensa), y
segunda, El virreinato de la, revolución (que
comprende estos puntos: El virreinato. El
conflicto colonial,La revolución y la catás-
trofe). Preceden al libro un prefacio y un
retrato al aguafuerte de Liniers, y le ter-
mina un excelente plano de Buenos Aires
en 1807, con el que se pueden seguir prác-
ticamente los movimientos político-milita-
res de la ciudad, y un apéndice que con-
tiene los artículos de polémica publicados
en la Prensa bonaerense por el general Mi-
tre contra la versión de Croussac respecto al
asalto de aquella plaza por los ingleses y la
respuesta del aludido a su impugnador.
Empieza la obra tratando de la ilustre es-
tirpe de Liniers y de los primeros años de
éste, segundón que buscó en el apoyo de su
espada el único recurso para salir de la obs-
cura medianía de su antiguo linaje, venido
a menos. Refiere la incorporación del joven
al servicio de España, atraído por los bé-
licos aprestos del tercer Carlos contra in-
gleses y berberiscos; su intervención en
nuestras principales jornadas militares, co-
mo la expedición de O'Reílly al África, la
toma de Menorca y el sitio de Gibraltar;
LBCTUBAS AMERICANAS 201

SUS dos matrimonios y su vida anónima y


prosaica como capitán de navio, condenado
a vegetar en las colonias españolas.
Empezaba Liniers a doblar la cumbre de
los años, cincuenta y tres inviernos había
cumplido ya, cuando llegó su hora épica," el
momento, algo tardío en verdad, como dice
su biógrafo, de des-posarse con ki gloria.
Tal fué la toma de Buenos Aires, sorpren-
dida por la flota inglesa de lord Paphau
en plena paz y con medios suficientes de de-
fensa. Rendida la plaza por la poquedad de
ánimo del virrey, marqués de Sobremonte,
reaccionó el pueblo bonaerense contra aque-
lla vergüenza. Entonces surgió en Liniers el
héroe, tanto años adormecido, realizando la
gloriosa hazaña que sacó su nombre de la
penumbra en que yacía y le hizo imperece-
dero: la reconquista de Buenos Aires para
España, obra de su iniciativa, su intrepidez
y sus dotes de estratégico y organizador.
En los dos capítulos que narran la con-
quista y la recuperación de la ciudad revé-
lase el autor como historiador y crítico mi-
litar experto, sólido y documentado. A par-
tir de aquel primer punto el relato se en-
sancha hasta abarcar el cuadro completo de
la acción histórica en sus más leves porme-
nores.
Sigue el Sr. Groussac refiriendo las agita-
202 J. DELEITO Y PIÑUELA

das vicisitudes de la Argentina al través de


la persona de Liniers: la elevación de éste
al virreinato por aclamación popular, pr'-
mero, y sanción regia, después, en premio
de su heroísmo; el nuevo éxito del pundono-
roso general rechazando la segunda expedi-
ción inglesa, que dirigía V/hitelocke la fide-
;

lidad de Liniers al Poder constituido en Es-


paña, fuese cual fuese, y su oposición con-
tra los argentinos, que explotaban los tras-
tornos de la Península, el cautiverio de Fer-
nando VII en Francia y la guerra de la In-
dependencia española para aspirar, más o
menos disimuladamente, a romper todo
vínculo de unión con la metrópoli. Relata lue-
^o la destitución de Liniers, transformado
de ídolo popular en gabacho traidor a cau-
sa de haberse vuelto contra Francia a par-
tir del 2 de Mayo de 1808; la odiosidad que
España y América tuvieron poco antes con-
tra los ingleses, el triunfo de la revolución
separatista en Buenos Aires, la vida retira-
da de Liniers en Córdoba y, finalmente, su
nueva aventura, abandonando su retiro con
el fin de salvar la soberanía de su patria

adoptiva en la Argentina y sucumbiendo víc-


tima de su españolismo en una asechanza
vulgar, fusilado impíamente y en montón
por los revolucionarios, después de sufrir
los ultrajes de cruel cautiverio como enemi-
LECTUKAá AMEKICANAS 203

go público, aclamado antes como liber-


él,

tador por masas ebrias de entusiasmo en los


propios lugares que presenciaron su injusto
suplicio.
Groussac ha sorteado hábilmente el prin-
cipal escollo de ias biografías: la disculpa-
ble tendencia al apasionamiento en favor del
personaje con quienel autor ha convivido es-

piritualmente,;consagrándole sus afanes.


Groussac no ha incurrido en tal debilidad;
no ha hecho un panegírico ni un ditirambo;
no ha magnificado con hipérboles a Liniers,
presentándole como un ser excepcional, todo
luz y grandeza. Más que cantarle como a un
héroe, ha querido estudiarle como a un hom-
bre, analizando, como experto psicólogo, los
altibajos y recodos de su espíritu, la com-
pleja urdimbre de sublimidad y peque-
neces, ideales altosy pasiones vulgares, que
fueron tejiendo la vida del héroe, no menos
frágil ni más rectilínea que cuajquier otra.
Groussac, con muy buen sentido, no gusta
de hacer sonar la trompa épica, pero sí de
manejar sutilmente el escalpelo. No teme sa-
car a luz las debilidades secretas del héroe,
como lo muestra la pintoresca narración de
su aventura de cadete en la Perichona, en
plena apoteosis de grave caudillo.
Tanto como reflejar el panorama exterior
de sus glorias ostensibles ha sabido el autor
204 J. DELEITO Y PIÑUELA

adentrarse en las intimidades de su alma y


sorprender los dramas interiores, los con-
flictos dolorosos de su conciencia, como la
lucha de sus sentimientos de francés y sol-
dado de estirpe entre la lealtad de su señor
el Rey de España y su entusiasmo por las
glorias guerreras del coloso Napoleón, su
compatriota, cuyos triunfos en nuestra Pen-
ínsula, secretamente admirados por él, te-
nía como virrey español que anunciar oficial-
mente como desgracia.
También está bien observada la actitud
de Liniers, realista, caballeroso y castizo,
ante la ebullición de ideas nuevas en la Ar-
gentina, que transforman en actividad re-
volucionaria la típica modorra secular del
país. El honorable caudillo, a quien las con-
vulsiones de Europa y América no han lo-
grado hacer vacilar en su acendrado culto a
los principios tradicionales, da en holocaus-
to de ellos la propia vida,

"Santiago Liniers dice Groussac no fué —
por cierto un Washington ni un Bonaparte;
pero no es discutible que durante tres años
completos y decisivos... presidió en este vi-
rreinato al obscuro proceso germinativo y a.
la evolución iniciativa de la nacionalidad. Es
el factor principal de la gran olimpiada que
se abre con la reconquista y se cierra con la
revolución." Y más adelante añade: "A des-
LKCTUBAS AMERICANAS 205

pecho de su larga carrera española, Liniers


nunca se despojó del hombre viejo, el cual
era esencialmente un hombre francés del an-
tiguo régimen. Alegre, intrépido, ligero, pró-
digo de su sangre y de su bolsa, sincero has-
ta la imprudencia, y bueno hasta la debili-
dad, repentista incurable, coronel eximio y
mediocre general, capaz de volver a ganar
con su arrojo la batalla perdida con su irre-
flexión; devoto del rosario y amigo de ga-
lanteos, no destituido de talento y lecturas,
un tanto pagado de su elegancia y nobleza,
pero con un don de simpatía irresistible, y
asentando todas estas prendas amables so-
bre un fondo inconmovible de honor y pro-
bidad... Nacido para ser un brillante oficial
de Conde, tocóle tramitar expedientes colo-
niales,entre capitulares y togados, que le
entendían a medias, y a quienes él no en-
tendía mucho más, (juedando siempre un
tanto facticio en su papel oficial y exótico
en su patria adoptiva."
El retrato no puede ser más exacto ni más
feliz su ejecución.
Pero más que el estudio de un personaje,
con estar hecho de mano maestra, me atrae
en esta obra la pintura del ambiente, del
medio, de la psicología peculiar del pueblo
argentino en los sucesivos momentos del re-
lato.
206 J. DELEITO Y PIÑUELA

La finura exquisita de los análisis, el re-


lieve y plasticidad de las descripciones,
la
la fuerza evocadora de los cuadros coloris-
tas, la observación de estados de alma indi-
viduales o colectivos, el acierto para sorpren-
der, aun en las figuras secundarias, los ras-
gos que esquematizan su carácter funda-
mental, todo esto implica aptitudes excep-
cionales, que no suelen, desgraciadamente,
poseer los historiadores, y medios de expo-
sición relegados hasta aquí a los nove-
listas.
La zozobra y movilidad constantes de opi-
niones en América en los agitados días del
año ocho, rene jo de las trepidaciones políti-
cas de España, se hallan expresadas gráfi-
ca y donosamente en esta forma: "Al com-
pás de las cosas de España llevaban... Na-
die sabía al amanecer con qué opiniones se
acostaría a la noche... Vivíase en continuo
sobresalto,no habiendo arribada de bergan-
tín de Cádiz o Vigo sin su correspondiente
vuelta de casaca. Don Carlos, D. Fernando,
Godoy, Napoleón, los ingleses, los portugue-
ses, los amigos de ayer, hoy enemigos, y vi-
ceversa. ¡Viva Francia! ¡Mueran los gahcu-
chos !... De veras que faltaba tiempo para sa-
ber de corrido a quién se debía adorar o abo-
rrecer. Y todo ello de oídas y por cuenta
ajena."
,

LECTUBAS AMERICANAS 207

Hay en el libro páginas palpitantes de vida


y color, como la representación de El sí de
las niñas ante la sociedad dorada de Buenos
Aires, bajo el virreinato de Sobremonte,
cuando —entre el general descuido —inva-
dían los ingleses la ciudad; la deseada pro-
clamación del deseado Fernando durante el
gobierno de Liniers, entre el frenético en-
tusiasmo del pueblo, "niño colosal que... se
labra un fetiche simbólico con la primera
materia que a la mano le viene, ya sea el
bronce de un Napoleón, ya el barro vil de
un Femando VII" la llegada a América de
;

la familia real portuguesa, trashumante y


degenerada, y las pretensiones a la Regen-
cia de la histérica y escandalosa infanta
Carlota, "augusto mamarracho, mezcla de
mesalina y maritornes", como dice Groussac
con frase lapidaria; el retiro sedante de Li-
niers en la apacible y pintoresca soledad de
la Córdoba argentina, y, finalmente, la con-
movedora tragedia que pone fin a la vida del
héroe.
Uno de los mejores capítulos del libro es,
a mi entender, la descripción de Buenos
Aires —:omo teatro de la acción histórica —
que sirve de preliminar, y más aún que la
descripción material del casco urbano y su
aspecto externo, el de la fisonomía social y
moral que aquella plaza presenta.
,

208 J. DELEITO Y PIÑUELA

En forma animada y viva, prodigando


rasgos pintorescos y observaciones agudas,
traza un bellísimo panorama de la sociedad
bonaerense al comenzar el siglo pasado, so-
ciedad plácida y reposada de buenos bur-
gueses, juiciosos y comedidos, "que trabaja-
ban algo, comían bien y dormían mejor",
ajenos a preocupaciones y lecturas, retirán-
dose, farol en mano, a las diez de la noche;
de comerciantes que cerraban sus estable-
cimientos en las horas de siesta y al toque
de oración ;de hueros organisnios burocrá-
ticos — como los Cabildos y Audiencias —
mantenedores solemnes de etiquetas y jerar-
quías; de niñas modosas y caseras, que no
leen nada por prudente prescripción del
confesor; de gentes ociosas, que pasan el
tiempo en la tertulia del boticario vecino o
de los cafés de Malleo y musm Raymond,
donde afluyen las novedades y los chismes
del día, como la llegada de un buque de
España con noticias de allá; las minucias lo-
cales, los trapícheos de la criolla aventure-
ra, el desafío del coronel bravucón, los con-
entre jurisdicción y autoridades, tal
flictos
enredo o cual escándalo; todo lo q :o sirve
de comidilla a la murmuración y salpimen-
ta aquel vegetar acompasado y monorrít-
mico.
El cuadro nos da una honda impresión de
LECTÜBAS AMKBICANAS 209

vida inerte, soñolienta, rudimentaria, comi-


nera y tediosa, especie de nirvana donde
languidece un pueblo inconsciente, cuyo es-
píritu no ha empezado aún a desperezarse
de su sueño secular. Pero ya rompe su gris
monotonía la nota de color de una pléyade
juvenil, inteligente, culta, entusiasta y apa-
sionada, atenta a las convulsiones revolucio-
narias de la vieja Europa, aleccionada por
las mismaslecciones liberales de Carlos III,
sedienta de progreso y libertad, y que, vuel-
tos los ojos al porvenir, empieza a tener
conciencia de los destinos de América y a
vislumbrar obscuramente ideales de reden-
ción, no concretos aún en forma de visión
clara y anhelo positivo.
Como se ve, en la obra de Groussac la eru-
dición es lo de menos, aunque su trabajo está
hecho sobre un material histórico abundan-
te, bien conocido e inteiT)retado pero el
;

autor ha querido hacer, en primer término,


un libro de historia psicológico, sociológico
y literario. En este último punto especial-
mente marca una tendencia que juzgo feli-
císima: asociar en ma i: ida je íntimo la ver-
dad rigurosa y críticamente depurada, como
aimple a la austeridad de la ciencia, con los
procedimientos del novelador, animando el
relato con descripciones de hombres y luga-
res, dando relieve y movimiento a las figu-

14
210 J. DELEITO Y PIÑUELA

ras, que se alzan como seres de carne y hue-


so a nuestros ojos; reconstruyendo escenas
y diálogos, buscando el interés dramático de
la acción, no impidiendo a veces que la fan-
tasía altere o poetice algún pormenor si se
da una evocación fiel y a la vez plena y ar-
tística del conjunto, que no lograría un ári-
do y minucioso inventario de erudito.
En Groussac el literato pone al servicio del
historiador sus elegancias de estilista, su
verbo cálido, fluido, luminoso, familiar y
pintoresco a veces, irónico en ocasiones, bri-
llante siempre (aunque le manche en tal cual
página algún galicismo innecesario, que no
agrega al lenguaje ningún matiz ni belleza
alguna) su costumbre de observar tipos y
;

de caracterizarlos agudamente y su fuerza


plástica, capaz de concebir imágenes —a lo

poeta —con la corporeidad y el color de lo


realmente vivido. '••

Recuerda en este respecto —aunque en in-


ferior escala — el estudio magistral y defini-
tivo sobre Cervantes que escribió el malo-
grado Navarro Ledesma, marcando una reac-
ción contra nuestra historia al uso, descar-
nada y antiliteraria, y abriendo un nuevo ca-
mino. La muerte de tan selecto ingenio dejó
aquella labor sin proseguir.
Por eso veo en Groussac una orientación
LECTURAS AMERICANAS 211

saludable, que debiera servir de ejemplo y


aun formar escuela.
¿Nos vendrá de las pampas americanas el

aire purificador? No sé; pero en nuestro ho-


rror a las antiguas divagaciones novelescas,
hemos hecho de la Historia una cosa triste
y desapacible, que cada vez repele más a la
masa pública. Es preciso que deje de ser
fría disección de realidades muertas para
conquistar la estimación y el interés de to-
dos. Hay que infundirla, por conjuros de
arte, una vida y un alma.
LA monarquía en AMERICA

Bolivar y el general San Martin, por Car-


los A. Villauueva.— Paul OUendoríf. Taris.

Al examinar una obra se siente uno, en


primer término, curioso por averiguar quién
es el autor. Y en el caso actual no es posi-
ble satisfacer tal deseo. El Sr. Villanueva
nos dice en la portada de su libro que per-
tenece a la Academia Nacional de la Histo-
ria; pero nada hallamos para conjeturar la
nacionalidad de esa Academia y de tal aca-
démico. La obra está fechada y editada en
París, patria común de casi todas las puhíi-
caciones hispanoamericanas. Por esto, poi-
el asunto, por ciertas peculiaridades de es-
tilo y léxico, lenguaje y nombre del
por el

autor, no hay duda de que éste pertenece a


la América española. Pero no llegan a más
los conocimientos que del tomo puede infe-
rir quien no tenga datos por otro medio.
El Sr. Villanueva estudia un tema histó-
rico muy interesante y casi nuevo como
LECTÜBA8 AMERICANAS 213

asunto de investigación especial: las tenta-


tivas realizadas para establecer el régimen
monárquico en América desde que nuestras
antiguas colonias resolvieron hacerse inde-
pendientes.
Comienza señalando los planes para resu-
citar el viejo imperio de los Incas en el si-
glo XVIII y para coronar a la Infanta Car-
lota en Buenos Aires en la primera década
del XIX.
Reseña después las negociaciones encami-
nadas a poner la Argentina bajo el protec-
torado del imperio del Brasil, el intento de
formar en la América española un reino para
los parientes de Bonaparte —
su hermano
José o el Príncipe Eugenio de Beauhar-
nais — por manejos del francés Puyrredon;
,

los ensayos de su compatriota el duque de


Richelieu, encaminados a formar una Mo-
narquía borbónica en el Río de la Plata y
otra en México, con vastagos de Carlos IV
de España. Estudia seguidamente las nue-
vas tentativas de Puyrredon para sentar en
el trono argentino al duque Luis Felipe de

Orleáns, futuroRey de Francia. Pasa luego


reseña a candidatura del duque de Lúea,
la
apoyado por el Gobierno francés, para la
corona argentina. Detiénese a referir la
anarquía desatada en la América del Sur,
los esfuerzos del general San Martín en pro
214 J. DELEITO Y PlSrUELA

de la paz y el orden, su dictadura militar


en el Perú y sus ensayos diplomáticos para
buscar un príncipe europeo a quien ceñir la
diadema de Atahualpa.
La parte última del libro, Conferencias de
Guayaquil, refiere emancipación de Méxi-
la
co durante ia regencia de Iturbide, las ten-
tativas para poner el nuevo imperio mexi-
cano bajo el cetro de Fernando VII o de un
infante de su estirpe, y presenta frente a
frente a Bolívar y San Martín, los dos gran-
des caudillos de la liberación americana, di-
lucidando los auxilios que Colombia podía
proporcionar al Perú y debatiendo la ardua
cuestión de si los Estados de América re-
cién nacidos habían de regirse por un Go-
bierno monárquico, como pretendía San Mar-
tín, o republicano, según reclamaba Bolívar,

sin que ambos llegaran a entenderse.


Con tal motivo traza la silueta de los dos
libertadores, oponiendo a la infjenuidad el
carácter duro y seco y las reminiscencias
del hombre antiguo —al fin, español —
en San
Martín, la diplomacia, el ardiente patriotis-
mo americano, el desinterés de Bolívar, que
pudo ceñirse la corona imperial de Colom-
bia y de los Andes y prefirió ser simple ciu-
dadano de una democracia.
En la obra, engranados con la idea ma-
dre del monarquismo en América su eje —
LECTURAS AMEEICANAS 216

central —
aparecen los esfuerzos de las
,

emancipadas colonias por organizarse con


estabilidad; las luchas de principios políti-
cos, que pugnan por presidir a la constitu-
ción de los nuevos Estados; los hombres de
la revolución y la independencia, con sus
ideales altos y sus pequeñas pasiones, sus he-
chos heroicos y sus rivalidades personales;
la intervenciónde Europa, ya conjuntamen-
te, como Santa Alianza, ya en sus países
la

más interesados Francia e Inglaterra ya — ,

en los más hábiles individuos de su diplo-


macia, para resolver el problema america-
co armónicamente con las aspiraciones crio-
llas y los derechos seculares españoles. Y
frente a tales esfuerzos álzase la intransi-
gencia suicida, obtusa, ciega y arrogante de
nuestra metrópoli, bajo el ignominioso y fu-
nestísimo Fernando VII, negándose a toda
transacción de reformas constitucionales,
primero; de reinos independientes, bajo
príncipes españoles de sangre real, después,
queriendo detener temerariamente el curso
de la Historia y aferrado a la fórmula todo
o nada, para perderlo todo.
Es, pues, un libro de sólida e instructiva
doctrina y de relativa novedad.
Pero con todo, y aun siendo obra de per-
sonal investigación, no luce ésta cuanto de-
biera por la brevedad del volumen en re-
ÍÍ16 J. DELEITO Y PlSüRLA

] ación a la tarea que el autor nos dice haber


practicado. Diez años de estudio, examen de-
tenido de los archivos diplomáticos de Fran-
cia e Inglaterra, vencimiento de innúmeras
dificultades y concurso de personajes múl-
tiples nos cuenta el Sr. Villanueva en el

prólogo que ha tenido que poner a contribu-


ción, y con todo ello el libro trata superfi-
cialmente las cuestiones, como si fuese el re-
sumen de una obra previa; no tiene apén-
dice de documentos, y los citados en las no-
tas lo son de un modo bastante vago, que
impide formar juicio referente al
al lector
exacto contenido y valor de cada uno y so-
bre la depuración crítica que de ellos dice
haber realizado el narrador.
Un mayor examen de fuentes y un más
amplio desarrollo requería el trabajo para
ser, como pretende, una nueva y origi-»".íjii

construcción histórica. Y
aunque el Sr. Vi-
llanueva hace referencia a tomos futuros, no
nos dice que éste sea el primero de una obra
en varios volúmenes.
Hay, pues, una nota de vaguedad desde
el autor al libro y que, a mi entender, va en
perjuicio de éste. Y es que los americanos
flotan aún entre los antiguos sistemas y los
modernos para componer historia, sin tener
sobre tal ciencia concepto y aspiración pre-
cisos.
LECTURAS AMERICANAS 217

Fernando Vil y los nuevos Estados, por


Carlos A. Villanueva. —
Taris. Un toIu-
men de 291 páginas.

Es éste el segundo de Jos volúmenes que


el historiador argentino D. Carlos A. Villa-
nueva consagra a la muy interesante y casi
inexplorada materia de la implantación del
régimen monárquico en el Nuevo Mundo al
hacerse éste independiente del Poder eu-
ropeo.
El autor, para componer el ciclo históri-
co La Mo7iarquia en América, a que viene
dedicando años de esfuerzo perseverante, no
sigue el natural método sucesivo, bien por

etapas cronológicas, bien por materias, que


se adopta comúnmente en las obras histó-
ricas, y aun en las que se escriben por se-
ries acerca de otras disciplinas científicas;
es decir, que no expone separada e íntegra-
mente cada tema de su estudio; antes bien,
los esboza primero, para volver después so-
bre algunos de ellos en ampliaciones suce-
sivas.
Así, en el tomo primero de su obra, arran-
caba de los planes monárquicos para resu-
citar el imperio de los Incas, elaborados
en el siglo XVIII, terminando con la breve
Monarquía de Iturbide en México y la in-
218 J. DELEITO Y PIÑUELA

tervención de los dos magnos libertadores,


Bolívar y San Martín, en la organización
política de la América española. En este vo-
lumen segundo nada se dice ya del si-
glo XVIII; pero se retrotrae la cuestión a
principios del XIX, empezando con el gene-
ral Morillo y su reconocimiento de Colom-
ia como Estado libre. De nuevo aparece la
'

figura de Iturbide —
Agustín I —
resucitan-
,

do fugazmente el imperio de Moctezuma,


con oropeles napoleónicos, para dar al pun-
to en tierra, entre la chacota general, con
su ridicula Monarquía agustina de opereta.
Otra vez se muestra en acción el glorioso Bo-
lívar, alma, brazo, cabeza y verbo de la eman-
cipación americana.
Pasa el autor revista a todos los aborta-
dos intentos para llegar a una conciliación
entre la metrópoli y sus colonias, bien por
Gobiernos automáticos que asegurasen a és-
tas un régimen expansivo, bien creando en
ellas varios reinos, bajo el cetro de prínci-
pes pertenecientes a la dinastía borbónica es-
pañola. Vemos el curso de estas negociacio-
nes durante primer cuarto del pasado si-
el

glo, singularmente en el período constitucio-


nal del 20 al 23; asistimos a las sesiones de
Cortes, y nos produce asombro que la cálida
oratoria de los vibrantes oradores doceañis-
tas, siempre enamorados de altos y libres
LECTURAS AMERICANAS 219

ideales, se muestre aferrada a la misma tra-


dicional intransigencia que el tortuoso Fer-
nando VII, su ignorante ministro canónigo
Sáez y los demás hombres obtusos de su ram-
plón absolutismo.
Es una triste enseñanza de política colo-
nial española, siempre ciega, siempre hincha-
da, patriotera y retórica, de espaldas a la
realidad y al porvenir. Rememora luctuosos
y cercanos días, los precursores del desas-
tre, aquellos del último hor^ihre y la última
peseta, en que el furor popular perseguía con
odios y anatemas de antipatriotas a nuestros
contadísimos defensores de la autonomía an-
tillana. Para nuestra palabrería parlamenta-
ria y la miopía de nuestros estadistas no
pasan años ni aprovechan lecciones his-
los
tóricas ni decepciones y catástrofes. Los
hombres de 1815 y 1820 que perdieron la
América continental eran los mismos, aun-
que con distintos nombres, que quienes en
1898 provocaron la separación de Cuba,
Puerto Rico y Filipinas; los mismos que en
nombre del honor patrio enajenarían hoy
cualquier patrimonio colonial si de él queda-
ra alguna sombra. Torquemada, de sotana o
de trusa, de casaca o de frac, preside, vigi-
lante e inmutable, la evolución de nuestra
Historia.
Es curioso, frente a nuestra suicida nega-
220 J. DELEITO Y PINCELA

tiva a toda decorosa transacción, ver los ím-


probos esfuerzos para lograrla realizados por
las demás potencias —
^naturalmente, más por
su interés comercial comprometido que por
filantropía pura — , las tentativas del Congre-
so de Verona por una armónica so-
llegar a
lución, las fracasadas gestiones de Luis XVIII
con su pariente Fernando VII, el plan de
Chateaubriand para establecer Monarquías
constitucionales independientes en América,
la actitud de la Santa Alianza, propicia a
las aspiraciones coloniales de España, en
oposición a la política de Inglaterra y los
Estados Unidos, favorables a la completa li-

beración de toda influencia hispana por par-


te de nuestras colonias rebeldes.
El Sr. Villanueva continuará probable-
mente en tomos sucesivos el estudio de los
ensa3'^os monárquicos en América, sobre los
cuales su trabajo tiene el valor de la nove-
dad y la trascendencia históricas.
Realmente presta un servicio señalado a
la historiografía americana y de rechazo
aclara muchas páginas de nuestro pasado na-
cional, que en estos días de renacimiento co-
lonizador tienen para nosotros innegable ac-
tualidad y muy sustanciosa enjundia polí-
tica.
LECTURAS AMERICANAS 221

La Santa Alianza, por Carlos A. Villanue-


va— París, OUendorff, 1913.

El Sr. Villanueva ha emprendido una la-


bor digna de encomio y que será tan bien
recibida en España como en América: la de
aclarar los sucesos imperfectamente conoci-
dos que precedieron y siguieron a la inde-
pendencia de la América española. Este acon-
tecimiento, como más tarde la pérdida de
Cuba y Filipinas, fué tan desagradable para
los españoles que antes quisieron olvidarlo
que analizar sus causas.
Así resulta que la historia íntima de tan
memorables sucesos es desconocida o poco
menos. El Sr. Villanueva la expone en los
estudios que lleva publicados con el título ge-
neral de La Monarquía en América y los
subtítulos, correspondientes cada uno a un
tomo, de Bolívar y el general San Martín,
Fernando VII y los nuevos Estados y La.
Santa Alianza.
El único que ha llegado a nuestras ma-
nos es éste, y vamos a extractar rápidamente
su contenido.
Está dedicado el libro a estudiar la acti-

tud adoptada por las potencias que forma-


ban la Santa Alianza con respecto al recono-
cimiento de la independencia de América.
222 J. DELEITO Y PIÑUELA

España, debilitada por la guerra, por las in-


trigas políticas y por la inestabilidad de su
forma de gobierno, no podía hacer frente a
las pretensiones de sus amigas las potencias
de Europa, ni tampoco apelar a las armas
para someter a sus rebeldes colonias.
Fernando VII se oponía tenazmente a todo
lo que significase un reconocimiento de la

independencia de éstas, incluso al envío, pro-


puesto por Francia, de Infantes que, con
cualquier título, ostentasen en cierto modo su
representación en los nuevos Estados y los
mantuviesen ligados a España. En 1824, el
representante de Francia en España, Talaru,
escribía a Chateaubriand: "Yo he querido
hacer considerar el envío de los Infantes
como cosa que compensaría la pérdida de las
colonias al asegurarse los tronos de ellas en
la casa de Borbón. Pero mucho dudo que esta
consideración tenga suficiente influencia en
el espíritu del Rey, pues aquí no hay quien
pueda acostumbrarse a la idea de la pérdida
de persuadida como está la gen-
las colonias,
te de que el partido español es siempre muy
fuerte en América; que las unen grandes la-
zos con la metrópoli; que en ellas no puede
establecerse un Gobierno republicano o re-
gular que pueden presentarse disturbios que,
;

tarde o temprano, obligarán a ponerles un


término, uniéndolas nuevamente con la ma-
LECTURAS AMERICANÍ.S 223

dre patria. Estas son las ilusiones que do-


minan el espíritu de los españoles, aun de los
más razonables, y que les im.piden tomar el
camino impuesto por las circunstancias."
En otro despacho añadía Talaru: "Vol-
viendo a la cuestión de enviar los Infantes a
América, diré que no cabe dudar que la acep-
tación de este proyecto es la única 'medida
que puede resolver de manera favorable para
los intereses del mundo entero el gran pro-
blema de las colonias. Esta solución es la sola
que uniría a América con Europa, asegura-
ría el triunfo de los principios monárquicos,
destruiría los gérmenes democráticos y des-
organizadores, que de otra manera vendrían
a perturbar el orden del viejo mundo, y en
cuanto a nosotros, ganaríamos un trono más
para la casa de los Borbones. Esta última
consideración sería por cierto muy poderosa
para corazones franceses; pero no produci-
ría igual impresión en los españoles... En
cuanto a las otras consideraciones generales,
tales como el interés de Europa y el triunfo
de los principios monárquicos, diré que los
españoles no han llegado todavía a conside-
rarla desde este punto de vista elevado, pues
ellos no se ocupan de sus colonias sino como
cuestión de interés particular, conservando
siempre la esperanza de reconquistarlas tar-
de o temprano. Para esto cuentan especial-
224 J. DELEITO Y PIÑUKfiA

mente con desorden y la anarquía que rei-


el

nan en ellas y que hacen imposible la fun-


dación de un orden de cosas regular. Mien-
tras más se les hable de la necesidad de en-
viar los Infantes a América como único me-,
dio de restablecer la calma y la felicidad en
aquellas regiones, menos convendrán en la
medida. Yo nunca la adoptarían
creo que
para aquellas provincias donde todo lo han
perdido, pues siempre esperan recuperarlas,
aunque sin hacer nada para lograrlo, y mu-
cho menos lo harían con Perú y México, don-
de consideran contar con una gran mayo-
ría, según informan las últimas noticias re-
cibidas.
Mientras Fernando VII y sus buenos vasa-
llos soñaban con una imposible reacción es-
pañola en las perdidas colonias y, alentados
por esta esperanza, se negaban incluso a re-
conocer la libertad del comercio en territo-
rios que ya de hecho no eran suyos, Ingla-
terra y la misma Francia enviaban agentes
a América para ponerse al habla con los re-
volucionarios y conseguir ventajas comercia-
les. Mentira parece que los hombres de Es-

tado españoles confiasen un momento en el


auxilio extranjero para la reconquista de las
colonias y que, cerrando los ojos a la reali-
dad, rechazasen el envío de los Infantes a
América, que era, al fin y al cabo, un me-
LECTURAS AMERICANAS 225

dio de no romper del todo el lazo entre las


colonias y la metrópoli.
A fines de 1824 Canning reconoció la in-
dependencia de México, de Colombia y de
Buenos Aires, iniciando los tratos comer-
ciales con sus Gobiernos respectivos, y Fran-
cia aconsejó a España "que mostrase ante el
golpe que le daba Inglaterra mucha dignidad
y mucha calma, pero sin dejar traslucir
amargura ni irritación, pues una ruptura
podría ocasionar las más graves consecuen-
cias", y se apresuró a pensar en su porvenir
en América.
El efecto producido por la actitud de
Canning fué desagradable en las potencias
de la Santa Alianza; pero no pasó de ahí.
La nota española en respuesta a la de Can-
ning la redactó Cea Bermúdez, bajo la ins-
piración del encargado de los negocios de
Francia, y fué tan moderada como conve-
nía al mantenimiento de la paz. No obstan-
te estos fracasos de nuestra política, la ven-
da que cubría los ojos de nuestros ministros
no cayó tan pronto, y en 1825, hablando
Cea Bermúdez con el 7epresentante de los
Estados Unidos, Everett, le manifestó que
"era resolución inalterable del Rey no aban-
donar jamás sus derechos y rechazar toda
oferta de mediación o intervención amisto-
sa para el reconocimiento de los nuevos Es-
15
226 J. DELEITO Y PIÑUELA

tados; que el Gobierno español deseaba y


había deseado de muy buen grado cuales-
quiera propuesta en sentido de mediación, o
para entrar en arreglo directamente con las
colonias, sobre la base previa de la sumi-
sión de éstas al Poder soberano del Rey de
España; que nunca se accedería a exigen-
cias que se fundasen en tal sumisión; qua
el Rey, al llegar este caso, estaría sin duda

dispuesto a conceder a sus subditos america-


nos toda clase de mercedes que ellos llegasen
a impetrar en la esfera de lo posible; pero
que para alcanzar este resultado debían los
americanos empezar por dar pruebas de su
lealtad y de su confianza en los buenos pro-
pósitos y en la justicia que caracterizab.-i
a S. M..."; y añadió aún más: que "el único
camino de salvación que quedaba a los ame-
ricanos era confiar de manera absoluta en
las notorias buenas intenciones de que esta-
ba poseído el Rey".
Este lenguaje se empleaba cuando hasta
las potencias más amigas, Francia y Rusia,
aconsejaban la transigencia y se carecía de
los recursos más indispensables, no ya para
una guerra en América, sino para la defensa
del mismo teriitorio nacional. En muchas
cosas recuerdan estos episodios otros más re-
cientes de nuestras guerras coloniales.
El representante de Francia, marqués de
LECTURAS AMERICANAS 227

Moiistier, escribía en 1826 palabras que pa-


recen sintetizar la situación y el sentir de
España en 1897 y 98 "Ahora empieza a sen-
:

tirse en España que en el marasmo en que


ha caído no puede ya someter a sus colo-
nias. La gente se ríe de las enfáticas ilusio-
nes de la Gaceta de Madrid; pero esta son-
risa,no hay que engañarnos, es el efecto de
un amargo despecho, pues todos los corazo-
nes españoles, sin distinción de opiniones,
consideran la pérdida de las colonias como
la última de las desgracias y el golpe de gra-
cia para la Península, sin detenerse a pensar
en las compensaciones más o menos reales
que ciertos publicistas extranjeros quisieron
hacerles apreciar en el grande acto del reco-
nocimiento. Sólo por la violencia y la fuerza
van desprendiéndose poco a poco de la idea
de recuperar sus colonias pero la esperanza
;

volvería de nuevo a encender sus corazones


ante el menor indicio de éxito t[ue pudiera
presentarse o de una insurrección cualquiera
en las nuevas Repúblicas, sea cual fuese su
seriedad y tendencias. Y si un ministro se
atreve a declarar que tiene la fuetiza de
él
hacer admitir la terriblepalabra de recono-
cimiento, el sentimiento de orgullo patriótico
y de interés nacional, profundamente herido,
y sin saber a quién hacer responsable, se
arrojará con ímpetu contra el hombre que
228 J. DELEITO Y PIÑUELA

se haya hecho órgano de la necesidad..." ¿No


se echa de ver aquí lo ocurrido en España
setenta años después?
Las gestiones combinadas de Francia y de
Inglaterra para lograr un armisticio, ya que
no un reconocimiento de la independencia
americana, fracasaron lastimosamente. Se-
gún el Infante D. Carlos, la palabra recono-

cimiento no debía ensuciar la boca de ningún


buen español.
Aquí termina el libro del Sr. Villanueva,
y es de esperar que su continuación, El im-
perio de los Andes, sea tan atractiva, tan im-
parcial y tan interesante como éste que aca-
bamos de extractar. Sólo echamos de menos
en estos estudios, en que abundan los docu-
mentos americanos, ingleses y franceses, el
dato español, que tan fácil hubiera sido pro-
porcionarse en nuestros archivos, y que da-
ría una nota de sumo interés a todos estos
relatos.
EL GENERAL SUCRE

Por Carlos Pereyra. ün tomo de 203 pá-


ginas.De la «Biblioteca de la Juventud

hispanoamericana ». Editorial - América.
Madrid.

Una de las últimas ramas en ese tronco


prolífico de la divulgación americanista, ele-
vado por el Sr. Blanco-Fombona con su "Edi-
torial América", es la "Biblioteca de la Ju-
ventud hispanoamericana".
Proveedor de la misma viene siendo hasta
ahora el culto literato D. Carlos Pereyra,
que ha publicado interesantes trabajos so-
bre Hernán Cortés y la epopeya del Anahuac,
Francisco Pizarro y el tesoro de Atahualr)a
y Humboldt en América, temas todos nllos
del más alto relieve y verdaderamente re-
presentativos en la historia americana, muy
hábilmente elegidos para extender el gusto
y el conocimiento de tal historia entre jó-
venes lectores de la América latina.
280 J. DELEITO Y PIÑUELA


Naturalmente, esta Biblioteca que hasta
ahora lleva una orientación esencialmente

histórica había también de incluir entre
sus páginas algo concerniente a la emanci-
pación de los países de hispánico abolengo, y
el tomo que representa esa etapa —
obra tam-

bién del Sr. Pereyra es El general Siicre.
Sorprende a primera vista que este volu-
men no haya sido dedicado a Simón Bolívar,
héroe más genial y representativo de la li-
beración de América que Sucre, aunque aca-
so aquella Biblioteca reserve otro volumen al
Libertador,
Quizás la preferencia proviene del bello
carácter moral de Sucre, menos glorioso que
su jefe, pero más ecuánime, dulce y reposa-
do. "Sucre —
dice el autor —
es el copo de nie-
ve sobre la charca de sangre. Su origen, su
vida y su desaparición lo elevan como un tipo
de pureza inviolada en un medio de violencia
homicida. Por su carácter inalterable, lleno
de magnificencia patricia, se dice que era un
romano; muchos llamaban en su tiempo
le

el soldado Guerrero místico de la


filósofo...

libertad, le atormentaban las nostalgias poé-


ticas de un Caballero del Cisne. Quiere col-
gar su espada vencedora en la rama de un
sauce y realizar el ensueño casto del amor
legítimo. Sus héroes ideales son San Luis y
Bayardo. Quien le ve pasar por los círculos
LECTURAS AMERICANAS 231

de bronce de las luchas americanas siente


la emoción del que contempla en la penum-
bra de un museo las imágenes orantes de los
donadores o esos reyes magos que cabalgan
apaciblemente contemplando una imagen
ideal, sin que sus ojos revelen torturas inte-
riores de avidez, o de ambición, o de impu-
ros deseos."
El Sr. Pereyra sigue a Sucre en su aza-
rosa vida, desde su nacimiento y su hogar
paterno hasta su asesinato en obscura ase-
chanza de un camino cuando resplandecían
en él la juventud y el vigor. Pero, a la vez
que va tejiendo la corona de su gloria con el
relato de sus hazañas guerreras y sus mag-
nanimidades sublimes, forma también el pro-
ceso de la emancipación de la América es-
pañola, historiada en su génesis, en su ca-
rácter y en sus momentos más trascendenta-
les y decisivos.
Los gérmenes de las ideas libertadoras,
importados de Francia, se ven en los capítu-
los Los discípiílos de Rousseau y Sin liber-
tad no hay patria. El ímpetu enconado y fe-
roz de la lucha entre americanos y españo-
les, popularizado en canciones y versos san-
guinarios, refléjanse en Comienza la barba-
rie, El pendón de la muerte, Las canciones
del odio y El totuyno de Cervériz.
El Sr. Pereyra examina imparcial y seré-
232 J. DELEITO Y PIÑUELA

ñámente aquel rudo combatir y sus causas,


y deslinda lo bueno de lo malo en la coloni-
zación española. "La guerra dice es un — —
duelo entre criollos del Nuevo Mundo y es-
pañoles del Viejo Mundo avecindados en el

Nuevo; una guerra doméstica en el sentido


más literal una guerra de padres contra hi-
;

jos, de hermanos contra hermanos, en que


se desgarra lo más íntimo de las relaciones
sociales de la clase directora." El elemento
criollo, sin medios normales de desenvolvi-
miento político, oscilaba entre "la concesión
solicitada de rodillas o la insurrección abier-
ta". El levantamiento en las clases inferio-
res era "una irrupción sangrienta de barba-
rie". La defensa del Poder constituido redu-
cíase a "actos de crueldad repulsiva: des-
cuartizamientos, suplicios morales infligidos
a la infancia y al sexo débil, exhibición de ca-
bezas humanas en picotas, etc.".
Por el libro desfilan todas las batallas me-
morables de emancipación: Carabobo, Pi-
la
chincha, Junín, Ayacucho las personalidades
;

culminantes de la epopeya, con Bolívar, Su-


cre y San Martín al frente, y los episodios
de la historia militar, política y doméstica
de Sucre, coadyuvando a las victorias ame-
ricanas en primera línea, decidiendo la de-
cisiva de Ayacucho (página última del do-
minio español en aquel continente), elevado
LBGTUBAS AMBBICANAS 23^

a la dictadura por sus dotes superiores. En


la cúspide del poder y la gloria, no pudo
disfrutar una hora de paz, entre combates y;
asechanzas, que él despreciaba, perdonando
siempre a sus fracasados asesinos, ni logró
sino llevar a los labios las mieles de la feli-
cidad doméstica, tanto tiempo anhelada, arre-
batado bruscamente de los brazos de su es-
posa, y dejando a su hija en la cuna para se-
guir su destino azaroso, que iba a ser cortado
por el plomo homicida a tiempo para librar-
le de presenciar el desgarramiento de Co-

lombia.
Por su asunto y su tono, este libro de la
'"Biblioteca de la Juventud hispanoamerica-
na" es parejo de los publicados profusamente
por su hermana la "Biblioteca Ayacucho",
aunque no tenga su carácter de fuente di-
recta y archivo documental, sino el de libro
de divulgación más de conjunto y de sín-
tesis.
Creo que cuando "Editorial América" lle-
gue al término de sus publicaciones va a ser
poco menos que imposible escribir nada más,
ni en exhumación de fuentes ni en compen-
dios, sobre la emancipación de la América es-
pañola y sus hombres, vista por el lado ame-
ricano.
índice

PRIMERA PARTE
LITERATURA DE HISPANO-AMÉRICA

Rufino Blanco-Fombona y algunos de sus libros:


La lámpara de Aladino 11
— Cuentos americanos 19
— El hombre de oro 24
— Grandes escritores de América 32
— Cartas de Bolívar (1799 a 1822) 38
— Cancionero del a mor infeliz 43
Gonzalo Zaldumbide: La evolución de Gabriel
d'Annunzio 47
— José Enrique Rodó 58

SEGUNDA PARTE
AMÉRICA VISTA POR LOS ESPAÑOLES

Rafael Altamira: España en América 65


— Mi viaje a América 76
— Para la juventud 84
— España y el programa americanista 93
236 Índice

Págs.

Andrés González Blanco: Escritores representati-


vos de América lOC
Vicente Blasco Ibáñez: Argentina y sus gran-
dezas 106
Segundo de Los vascos en América. His-
Ispizua:
toria de América. —
Lope de Aguirre . . . 115
Jorge Juan y Antonio de Ulloa: Noticias secre-
tas de América 121

TERCERA PARTE
LA EMANCIPACIÓN DE AMÉRICA VISTA POR LOS COETÁNEOS

Bolívar y la emancipación de Sur-América: Me-


morias del general O'Leary, traducidas
del inglés por su hijo Simón B. O'Leary
(1783-1819) 127
Últimos años de la vida pública de Bolívar: Me-
morias del general O'Leary. Tomo apén-
dice (1826-1829) 134
Memorias de Urquinaona (Comisionado de la Re-
gencia española para la pacificación del
Nuevo Reino de Granada) 140
Memorias de Lord Cocliraae 144
Memorias del general Urdaneta 148
Memorias de un oficial de la legión británica:
Campañas y cruceros durante la guerra
de emancipación bispano-americana. ... 1B3
Memorias del general Garcia Camba: Para la his-
toria de las armas españolas en el Perú , 160
Memorias de Fi-ay Servando Teresa de Mier .... 165
Memorias del Regente Heredia (De las Reales
Audiencias de Caracas y México) 170
ÍNDICE 237

Págs.

Memorias del general Miller, al servicio de la Re-


pública del Perú 175
María Graham: Diai'io de su residencia en Chile
(1822) y de su viaje al Brasil (1823) 180
Cartas de Sucre al Libertador, coleccionadas por
Daniel F. O'Leary (1820-1830) 185
San Martín: Su correspondencia (1823-1850) .... 189

CUARTA PARTE
DIVERSOS LTBROS AMERICANOS

Santiago de Liniers, conde de Buenos Aires, por


Paul Groussac 197
La Monarquía en América: Bolívar j el general
San Martín, por Carlos A. Villanueva.. . 212
— Fernando VII y los nuevos Estados, por
Carlos A. Villanueva 217
— La Santa Alianza, por Carlos A. Villa-
nueva 221
El general Sucre, por Carlos Pereyra 229
— — ,

Publicaciones de la EDITORIAL-AMÉRICA

BIBLIOTECA DE LA JUVENTUD RISP ANO-AMERICANA

SE HAN PUBLICADO:

I. —Hernán Cortés y la epopeya del Ánáhuac,


por Carlos Pereyra. — 3^60 pesetas.
— Francisco Fizar r o y tesoro de
II. el Atahuah
pa, por Carlos Pereyra. — 3 pesetas.
JJI.-^Humboldt en América, por Carlos Perey-
— 3,50 pesetas.
ra.

IV. — El general Sucre, por Carlos Pereyra,


3,50 pesetas.

V. La entremsta de Guayaquil, por Ernesto
de la Cruz, J. M. Goenaga, B. Mitre, Carlos A,
Villanueva. Prólogo de R. Blanco-Fombona.
3,50 pesetas,
VI. Tejas. La primera desmembración de Mé-
jico, —
por Carlos Pereyra. 3,50 pesetas.

VII. Ayacuclio en Buenos Aires y Frevarica-
ción de Rivadavia, por Gabriel Reuó-Moreno,
4 pesetas.
VIII. — Apostillas a la Historia colombiana^
por Eduardo Posada. — 3,50 pesetas.
TX. —El Washington del Sur. Cuadros de la
vida del Mariscal Antonio José de Sucre, por B

Vicuña Mackenna. 4 pesetas.

X. Leyendas del tiempo heroico. Episodios de
la guerra de la independencia americana, por

MaDuel J. Calle. 4 pesetas.

XI, Los tUtimos virreyes de Nueva Granada-

(Relación de mando del virrey don Francisco ilfon-


lalvo y Noticias del virrey Sdmano sobre la pérdi'
da del Reino), por Francisco Monta! vo y Juan

Sámano. 3,60 pesetas.

XII. El almirante don Manuel Blanco Enca-
lada. —
Correspondencia de Blanco Encalada y
otros chilenos eminentes con el Libertador, por

Benjamín Vicuña Mackenna. 3,50 pesetas.

XIII. Junín y Ayacucho, por Daniel Flo-
rencio O'Leary. — 4 pesetas.
XIV. —Franciseo Solano López
y la Guerra
del Paraguay, porCarlosPereyra. —
3,50 pesetas.

XV. Rosas y Thiers. [La diplomacia europea
en el Rio de la Plata), por Carlos Peroyra.
3,50 pesetas.
XVI. —Bolívar y las repúblicas del Sur, por
Daniel Florencio 0''Leary. — 3,50 pesetas.

XVII. Diario de un tipógrafo yanqui en Chile
y Perú durante la guerra de la independencia,
por S&muel Jolmston. (Introducción de Arman-

do Donoso.) 3,60 pesetas.

XVIII. Gran Colombia y España, por Da-
niel Florencio O'Leary. —
4 pesetas.
XIX. — Capítulos do la Historia colonial de
Venezuela, por Arístides Rojas.
^m

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