Nostalgia Por Los Cosmopolitas - Andrea Enciso
Nostalgia Por Los Cosmopolitas - Andrea Enciso
Nostalgia Por Los Cosmopolitas - Andrea Enciso
Huellas
A
cabo de salir de una de mis tantas reuniones, y
entre las alarmas del teléfono, los mensajes so-
bre pagos, correos de tareas siempre urgentes y “Vida” 3.0, de Nico Bigotin, ilustración digital, 2017
las conversaciones de corredores, tengo la impresión
de que puedo pasar días completos sin musitar pala-
bra sustancial alguna, o al menos sin preguntarme
cuál y cómo es mi relación con el mundo circundan- se homogenizan, como sucede en nuestra generación
te y con los otros. Sé que no soy la única y lo reparo de consumidores de información compulsivos y viajes
con cierto horror cuando hablo con mis amigos o mis indiferenciados, la necesidad de preguntar por el otro
pares de generación. Pienso entonces que pertenezco se extingue, por lo tanto, el deseo de aprender y explo-
a una generación que, en su imposibilidad de ver al rar la diferencia de aquello que no soy yo, se vuelve un
otro, al que se escapa a la “selfie” o al narcicismo de placer obsoleto.
las redes sociales, ha perdido cierta capacidad para
preguntar. Y cuando me refiero a preguntar pienso en Hace unos meses conocí a un hombre, ya rozando los
la habilidad y el interés por aprender y saber sobre el cuarenta, muy “geek” él, tan ágil en los computadores
otro, por el otro y la otredad. que rara vez dejaba su casa. Era un corrector de estilo
independiente y sus trabajos, desde hacía más de una
Victor Segalen, ese maravilloso viajero francés de década, poco o nada le exigían salir de su casa. Cuan-
finales del siglo XIX, decía que la diversidad, esa fas- do le pregunté qué tipo de libros corregía, me contestó
cinación por la diferencia, por lo exótico, solo puede que en muchas ocasiones eran manuales o textos de
surgir cuando nos interesamos por aquello que no so- carácter técnico traducidos al español. No pude evitar
mos nosotros y aun así nos acerca de la manera más entonces preguntarle si tenía clientes de muchas par-
íntima, y en ocasiones inesperada, a nosotros mismos. tes del mundo, o si sus encargos venían exclusivamen-
Preguntar es una acción que debe surgir, imperativa- te del mundo hispano. Él me dijo que algunos trabajos
mente, de la curiosidad por aquello diverso, ajeno y a provenían de Hispanoamérica, pero la mayoría eran
veces extraño que no es abarcable a partir de la pre- pedidos del Asia, en especial de China, Japón y Corea
dictibilidad de la cotidianidad. Cuando las diferencias del Norte, donde por el volumen de producción nece-
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sitaban correcciones y trabajo de edición hecho por zarla por la sobresaturación de las noticias y los cortos
hispanohablantes nativos para sus manuales de usua- de YouTube que le dan la autoridad de hablar de casi
rio. En el culmen de mi curiosidad le pregunté si de todo y de nada al enfatizar, en su naturaleza bastante
vez en cuando no sentía curiosidad por hacer contacto solipsista, pero siempre bien informada. Este provin-
con sus clientes y viajar al otro lado del mundo. Su res- ciano, ese que preocupantemente comenzamos a car-
puesta fue sorpresiva para mí: afirmó que no era ne- gar todos nosotros, es una figura que, al carecer del
cesario, pues por YouTube, Google Earth, guías de via- valor de la diferencia, o mejor, al temerla, ha decidido
jeros como Lonely Travel, blogs, los documentales de acabar con el formato básico de la comunicación que
Netflix, The Guardian, BBC y National Geographic, tenía implica la pregunta y la respuesta, es decir, el diálogo
lo suficiente como para conocer el sudoeste asiático y como una manera de pensar y pensarse el mundo. Pa-
el mundo en general. No era necesario ir, viajar, pues samos de la premisa: “El diálogo todo lo puede arreglar
en la comodidad de su casa, podía saber todo lo que y se puede aprender de la diferencia”, a la de: “Con esta
quisiera saber sobre el mundo. Fue de esos momentos gente no se puede hablar, por lo tanto, siempre hay que
donde supe, a fuerza de mi sonrojo, que la conversa- actuar y demostrar”; lo que nos acerca de manera cada
ción había terminado. Quizá me sonrojé por cierta vez más vertiginosa a la hegemonía del totalitarismo
culposa imprudencia, por pena ajena, pero tengo que y los liderazgos de un sólo jefe carismático (llámese Le
admitir que en el fondo la emoción subyacente era el Pen, Uribe, Maduro, obviamente Trump, Putin, etc.) de
enojo. Enojo por recordarme que así como su actitud los que hablaba el sociólogo Weber, hace tanto tiempo
de total indiferencia frente a la posibilidad de explo- atrás.
rar, o mejor, preguntar a ese otro, su grado de miopía
voluntaria hacía tangible un rasgo preocupante de Desde ese ángulo, me da miedo pensar que pertenezco
muchos de mis conocidos y coetáneos: no importa a una generación que en su extirpación de la pregunta
cuántos kilómetros acumulemos, en cuántos lugares ha hecho al Otro innecesario, por tanto, en su tenden-
hayamos hecho check-in para las memorias de nues- cia al monólogo, ha transformado la diferencia en un
tro Facebook, nuestro interés por la diferencia se ha problema y una amenaza al ideal de la aldea global
reducido simplemente a la cómoda homogenización que hemos alimentado como el gran paradigma de
del mundo y a la lectura que hacemos de este, a partir nuestra adultez. No solo no preguntamos, tememos
de la eliminación de la diferencia que ha implicado las preguntar, pues la diferencia se nos ha trasformado
estandarizaciones del consumo cultural y simbólico en un error local de fábrica que nos hace temblar al
global. empujarnos a pensar en la particularidad: esa terrible
característica que nos lleva a necesitar al otro como
Hemos logrado, como dice Rafael Argullol, hacer rei- complemento a nuestra consustancial soledad origi-
nar al provinciano global y, con este, a la abolición de naria.
las preguntas como vía para habitar el mundo. Para
Argullol, en contraposición al cosmopolita, ese cami- Coda
nante abierto a ser moldeado y afectado por la diferen-
No sin sentirme algo anacrónica, comienzo a sentir
cia, aquel sujeto lleno de preguntas y siempre abierto
nostalgia por las charlas con los viejos, como mi padre
a aprender de la diferencia como Gautama Buda, Flora
que, aunque nunca tuvieron la oportunidad de viajar
Tristán, José Juan Tablada o Lafcadio Hearn, el provin-
tanto como nosotros o acceder a las fuentes de infor-
ciano global es un personaje que aspira a recorrer el
mación del mundo, sí tenían la admirable capacidad
mundo en el mismo registro. En vez de buscar acer-
de preguntarse por el afuera y, lo más importante, de
carse al otro, pedir por la pieza de información perdi-
asombrarse con todo aquello que no eran. Ellos, la
da que hace de la pregunta siempre un puente hacia
generación de los lectores de Thomas Mann, Stefan
el afuera, este aspira a llegar a los mismos hoteles y
Zweig, Anatole France y Teilhard de Chardin. Creo que
los mismos cafés ya sea en Cali como en Estambul,
ellos fueron los últimos cosmopolitas, los grandes via-
sin nunca perder la conexión a wifi, exigiendo que el
jeros sin grandes distancias recorridas, que siempre
mundo siempre responda a sus demandas en la mis-
abrazaron la diferencia como ese vasto territorio im-
ma clave, en el mismo registro político, cultural o eco-
perfecto al que valía la pena arrojarse. Aunque siem-
nómico.
pre admiraron la capacidad de nosotros, sus hijos y
sus nietos, para desplazarnos por el mundo, creo que
Es el mismo que ha perdido el placer de la lectura len-
nunca imaginaron en qué nos convertiríamos…
ta de los libros, el teatro y las películas, para reempla-
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