El Estres
El Estres
El Estres
La palabra estrés es la traducción española del término original inglés “stress” que significa
constricción, fuerza impulsora o esfuerzo y demanda de energía. Este idioma lo ha tomado
del latín “strictiare”, que significa estrechar o constreñir (Cía, 2002).
Por su parte, Vásquez (2012), refiere que el estrés es una reacción que puede causar
problemas de salud graves como trastornos psicosomáticos y de salud mental que incluyen
problemas cardíacos, ansiedad, depresión, que están estrechamente relacionados con el
estrés.
Benjamín (2006), indica que el estrés es causado por el instinto del cuerpo de protegerse a
sí mismo. Este instinto es bueno en emergencias, por ejemplo: salirse del camino si viene
un carro a velocidad. Pero éste puede causar síntomas físicos si continúa por mucho tiempo,
así como una respuesta a los retos de la vida diaria y los cambios.
El estrés, se entiende como aquella situación en la cual las demandas externas (sociales) o
las demandas internas (psicológicas) superan nuestra capacidad de respuesta produciendo
un desequilibrio psicofísico y la consiguiente aparición de la enfermedad.
El estrés es externo al individuo, por tanto sus causas están fuera y en cuan/o se desvanecen
lo mismo sucede con él, pero si se extralimitan, los daños pueden/ser permanentes
(Llontop, 2016).
Según las definiciones anteriormente expuestas, se puede inferir que el termino estrés
estaría descrito por aquellas situaciones internas o externas según la percepción o
valoración de amenaza que exceda a los recursos del sujeto creando un desequilibrio en el
bienestar del psicológico, físico y conductual de los seres humanos cuando está bajo los
efectos del estrés.
Luego se definió la palabra load como una fuerza externa; stress hace referencia a la fuerza
generada en el interior del cuerpo como consecuencia de la acción de una fuerza extera
load, que tiende a distorsionarlo, y a la deformación o distorsión sufrida por el objeto se le
denomino strain.
Vásquez (2012), indica que en la Edad Media ya se utilizaba para describir un sin fin de
experiencias negativas. Pero es en el siglo XVIII cuando el concepto se extiende entre
ingenieros y físicos con el objetivo de describir ciertas características de los cuerpos
sólidos.
Dicha característica hace referencia a la fuerza interna presente en un área concreta sobre la
que actúa una fuerza externa que puede alterar ese estado sólido, una definición que a priori
no tiene nada que ver con el actual concepto de estrés.
Para la década de 1920, el reconocido doctor Hans Seyle introdujo el término en las
ciencias de la salud para referirse a una respuesta global de nuestro cuerpo hacia una
situación que crea angustia.
Pero no siempre el estrés tiene que ser algo nocivo, pues existe el estrés positivo que es
aquel que ayuda a enfrentar un cometido con todas las fuerzas (un estrés adaptativo, muy
presente
en los animales incluido el ser humano). No obstante, cuando esa emoción agota a las
personas, aparte de tener consecuencias psíquicas y físicas notables, no ayuda a enfrentar a
esa labor estresante (párr. 3).
En la actualidad, Bonfill et al. (2010), plantean que existe un paralelismo entre esta
consideración y el concepto actual de la enfermedad, la enfermedad no es vista como una
consecuencia única de un agente externo, sino que exige la participación del organismo en
cuanto a vulnerabilidad se refiere.
Para el año 1978, la OMS define la salud como un estado de completo bienestar físico,
mental y social, y no como la mera ausencia de enfermedad. Hoy en día, este término es
considerado como un proceso que permitirá a la persona adaptarse desde el punto de vista
físico, psíquico y social, y consecuentemente intentar variar el medio externo e interno
(Guerrero, citado por Bonfill, et al., 2010).
Desde un punto de vista más integrador, es posible concluir que el estrés para el ser
humano es un fenómeno multidimensional que se caracteriza por incluir un estímulo
significativo (estresor) capaz de activar la respuesta de estrés, la cual media tanto en el
desarrollo de una personalidad sana como en la génesis de varias disfunciones
psicobiológicas (enfermedades psicosomáticas, trastornos mentales) y enfermedades
orgánicas, según sean las diferentes vulnerabilidades y recursos adaptativos individuales.
La orientación basada en el estímulo es la que más se parece a la idea popular del estrés,
donde suelen cobrar mayor relevancia los hechos, situaciones o acontecimientos a los que
las personas tienden a atribuir la causa de su malestar.
Entre los enfoques centrados en la respuesta y el estímulo, “están las más recientes y
prometedoras teorías interaccionistas o transaccionales del estrés, que vienen a conectar
ambas dimensiones del fenómeno introduciendo factores psicológicos de carácter cognitivo
que median entre los estímulos o estresores y las respuestas fisiológicas y conductuales”
(Prada, 2014, párr. 11).
El autor indica que al final, el estímulo se lleva al interior del cuerpo, donde provoca los
cambios del medio interno, en mayor o menor medida, lo cual depende del tipo de estrés
que sufre el individuo y en que intensidad. También influirá su estado de salud anterior y la
tendencia genética de padecer más cierto tipo de estrés.
De igual manera se debe tener en cuenta que el estado mental de una persona puede
provocar estos cambios, pero también las influencias externas, así como los componentes
químicos (toxinas), influencias físicas (radiación UV, ionizante, etc.) y la irritación
repetitiva mecánica.
Fases en el estrés
Fetterro (2005), menciona que el estrés puede dividirse en tres fases:
Fase 1: Se da una reacción de alarma en respuesta a un factor de tensión que activa el
sistema nervioso autónomo.
Fase 2: Es la fase de resistencia que ocurre mientras el cuerpo se aclimata y se ajusta al
factor de estrés.
Fase 3: Comprende la fase de fatiga que se da si la tensión persiste por mucho tiempo,
agregándose factores residuales que pueden llevar a la enfermedad y hasta la muerte.
Mientras que Yourcenar (citado por Vásquez, 2012), explica que conocer bien las cosas es
liberarse de ellas. Asimismo se entiende que los síntomas del estrés y las consecuencias, se
refieren a varios aspectos de un mismo concepto. El estrés se entiende como síndrome
general de adaptación, que incluye tres:
De alarma.
De resistencia o adaptación del organismo.
De agotamiento
En 1956, Seyle (citado por Vásquez (2012), teoriza que la respuesta de estrés consta de tres
fases distintas:
Alarma de reacción: Empieza justo después de ser detectada la amenaza. En esta fase
aparecen algunos síntomas como baja temperatura corporal o un incremento de la
frecuencia cardíaca.
Resistencia: El organismo se adapta a la situación pero continúa la activación aunque en
menor medida respecto la etapa anterior. Si la situación estresante se mantiene en el tiempo,
la activación acaba por sucumbir porque se consumen recursos a una velocidad mayor de la
que se generan.
Agotamiento: El cuerpo acaba por agotar recursos y pierde gradualmente la capacidad
adaptativa de la anterior fase.
Rodríguez (2016), planta que el estrés se ha clasificado en base a determinados criterios. A
continuación se exponen los tipos en función de la utilidad que tienen, su mantenimiento y
duración.
En base a su duración
Estrés agudo
Según Santamd (2011), el estrés agudo es el producto de una agresión intensa, ya sea física
o emocional, limitada en el tiempo pero que supere el umbral del individuo, da lugar a una
respuesta también intensa, rápida y en la mayoría de las veces violenta.
Cuando el estrés agudo se presenta se llega a una respuesta en la que se pueden producir
úlceras hemorrágicas de estómago como así también trastornos cardiovasculares. En
personas con factores de riesgo altos, pueden tener un infarto ante situaciones de este tipo.
Es el estrés que más personas experimentan y es causa de las exigencias que se impone a sí
mismos o hacia los demás. Estas exigencias son alimentadas respecto un pasado reciente, o
en anticipaciones de un futuro próximo. En pequeñas dosis puede ser positivo pero en dosis
más elevadas puede acabar por agotar al individuo, con severas consecuencias en la salud
mental y física (Fiz, 2017).
Cabe destacar que, este tipo de estrés es de corta duración por lo general, no deja secuelas,
aparte de ser de fácil curación. Las principales señales del estrés agudo son:
Dolores musculares: Suelen aparecer dolores de cabeza, espalda y contracturas entre otras
afecciones.
Emociones negativas: Depresión, ansiedad, miedo, frustración, etc.
Problemas gástricos: El estrés puede causar una gran oscilación en los síntomas
estomacales; estreñimiento, acidez, diarrea, dolor abdominal, etc.
Sobreexcitación del sistema nervioso: causa síntomas como aumento de la presión
sanguínea, taquicardia, palpitaciones, náuseas, sudoración excesiva y ataques de migraña.
“Son personas que se muestran irritadas y beligerantes, aparte de tener una angustia
permanentes a causa de que no pueden controlar todas las variables que les exigidas. Otro
síntoma de las personas que sufren estrés agudo episódico es que siempre están
preocupados por el porvenir” (Rodríguez, 2016, párr. 10). También los individuos suelen
mostrarse hostiles son difíciles de tratar a no ser que acudan a un especialista y reciban
tratamiento.
Estrés crónico
Según Joseba (2004), cuando el estrés se presenta en forma crónica, prolongado en el
tiempo, continúo, no necesariamente intenso, pero si exige una adaptación permanente, se
llega a sobrepasar el umbral de resistencia del sujeto para provocar las llamadas
enfermedades de adaptación. Es decir que cuando el organismo se encuentra estimulado,
agotando las normas fisiológicas del individuo, el estrés se convierte en distares.
Este estrés lo padecen los individuos que están en prisiones, guerras o en situaciones de
pobreza extrema, situaciones en lo que se debe estar continuamente en alerta. Esta clase de
estrés también puede venir de un trauma vivido en la niñez. Al causar una gran
desesperanza, puede modificar las creencias y la escala de valores del individuo que lo
padece.
Sin lugar a dudas es el tipo de estrés es el más grave, con unos resultados destructivos
severos para la salud psicológica de la persona que lo padece. Las personas que lo sufren
diariamente presentan un desgaste mental y físico que puede dejar secuelas durante toda la
vida. La persona no puede cambiar la situación estresante, pero tampoco puede huir,
sencillamente no puede hacer nada (Rodríguez, 2016).
La persona que tiene este tipo de estrés muchas veces no es consciente de ello, pues lleva
tanto tiempo con ese sufrimiento que ya se ha acostumbrado. Incluso les puede que les
guste ya que es lo único que han conocido y no saben o no pueden hacer frente a la
situación de otra forma, a causa de esto es normal que rechacen la posibilidad de
tratamiento pues se sienten tan identificados con el estrés que creen que ya forma parte de
ellos.
Timidez: Algunos estudios indican que las personas introvertidas son más sensibles ante
una situación estresante y sufren más presión que las personas altamente sociables al
encerrarse en sí mismas y no hacer frente a una situación determinada.
La contradicción del conflicto: Es una confusión mental que produce que nuestro equilibrio
interno se vaya al traste, produciendo un caos en nuestra mente. Volver a establecer el
orden que había antes del caos requiere que la persona utilice todas las herramientas de las
que dispone, produciendo de este modo una notable fatiga mental. Por ejemplo, sufrir una
grave enfermedad.
El desamparo ante lo inamovible: En este contexto la persona no puede hacer nada ya que
las circunstancias superan los recursos de los que dispone la persona. Por ejemplo, la
muerte de un familiar (párr. 19).
Una ele las definiciones más recientes de estrés ha sido planteada por Bruce Me Aven
(2000): ‘"El estrés puede ser definido como una amenaza real o supuesta a la integridad
fisiológica y/o conductual. En medicina el estrés es referido como una situación en la cual
los niveles de glucocorticoides y catecolaminas en circulación se elevan.
Según la definición de Chrousos y Gold (1992) “se puede definir al estrés como falta de
armonía o una amenaza a la homeostasis. La respuesta adaptativa puede generalizada y no
específica. Así, una perturbación en la homeostasis resulta en respuestas fisiológicas y
comportamentales a fin de restaurar el balance homeostático ideal”.
Surge así un concepto que es importante definir: homeostasis. La idea es que el cuerpo
posee un nivel ideal de oxígeno en sangre, lo mismo que una acidez y temperatura corporal,
entre otras tantas variables. Todas estas se mantienen en esos valores a través de un balance
homeostático, estado en el cual todos los valores se mantienen dentro de los rangos
óptimos. El cerebro ha evolucionado mecanismos para mantener la homeostasis. Según
Robert Sapolsky (2004) un estresor es cualquier cosa del mundo externo que nos aleja del
balance homeostático, la respuesta al estrés es lo que hace nuestro cuerpo para restablecer
la homeostasis.
Una de las primeras definiciones de homeostasis fue ideada por Walter B. Cannon
(fisiólogo norteamericano, 1871 - 1945): “Las reacciones fisiológicas coordinadas que
mantienen en equilibrio la mayoría de los estados en el cuerpo son tan complejas y
particulares de los organismos vivos que se debe utilizar una definición específica para este
estado: homeostasis”. En su definición señaló el importante papel que cumple el sistema
nervioso autónomo en el mantenimiento de la homeostasis. En un primer momento se lo
pensó como un mecanismo de reacción de emergencia del cuerpo hacia circunstancias
externas amenazantes, luego Cannon le agregó significado fisiológico. Identificó la
actividad simpática, acoplada coa las secreciones de la médula de la glándula adrenal, como
los encargados de mantener constantes las condiciones de medio interno.
1. Demandas psicosociales
Este factor se refiere a los estresores ambientales externos, tanto los naturales (por ejemplo,
la temperatura) como los artificiales (contaminación) y también los psicosociales
(relaciones interpersonales). Sobre este último fenómeno se ha observado que su asociación
a un estatus socioeconómico bajo puede comportar la experiencia de menor apoyo social.
2. Evaluación cognitiva
La valoración cognitiva de la situación que hace la persona también influye en la reacción
de estrés. En concreto, habitualmente son cinco aspectos situacionales los que se evalúan
cuando una persona se encuentra ante un acontecimiento estresante:
El tipo de amenaza que supone la demanda: pérdida, peligro o desafío.
La valencia que otorga la persona a la amenaza: la valoración como algo positivo o
negativo.
Cambios fisiológicos
Aumento de la frecuencia cardíaca y la presión sanguínea.
Aumento de la respiración.
Tensión muscular.
Secreción de glúcidos y lípidos torrente sanguíneo.
Aumento de la transpiración. Liberación de factores de coagulación.
Retardo de la digestión.
Beneficios
Se bombea más sangre al cerebro, pulmones, brazos y piernas, aportando más combustible
al cerebro.
La respiración se hace más profunda y rápida para suministrar más oxígeno a los músculos.
Los músculos se tensan, preparándose para la acción, al Aporta combustible para disponer
rápidamente de energía.
Refrigera el exceso de calor muscular.
Coagulación más rápida de las heridas, que produce la pérdida de sangre.
Mayor suministro de sangre al cerebro y a los músculos.
Por otra parte, de forma simultánea, también ocurren ciertas modificaciones en la persona a
nivel emocional. En primer lugar, aparece una sensación de malestar emocional que se
denomina distrés, la cual consiste básicamente en un conjunto de emociones de carácter
negativo como ansiedad, ira, miedo, etc.
4. Afrontamiento
A nivel práctico, es uno de los elementos más importantes del esquema, puesto que
dependerá del estilo de afrontamiento que se ponga en marcha el hecho que se pueda
disminuir el malestar tanto cognitivo como emocional producido por el estresor externo.
El estilo de afrontamiento se refiere a la forma general de pensar y actuar de la persona de
manera más o menos estable ante las diversas situaciones estresantes de su vida cotidiana.
El afrontamiento depende de la creencia que tiene la persona sobre si puede hacer algo o no
para cambiar la situación.
Dimensión
Confrontación
Alejamiento
Autocontrol
Búsqueda de apoyo social
Aceptación de la responsabilidad
Huida o evitación
Planificación de solución de problemas
Reevaluación positiva
Descripción
Acciones directas dirigidas hacia la situación, por ejemplo, expresar ira hacia la persona
causante del problema.
Tratar de olvidarse del problema, negarse a tomarlo en serio. Guardar los problemas para
un mismo.
Pedir consejo o ayuda a un amigo, hablar con alguien que puede hacer algo en concreto.
Disculparse, criticarse a sí mismo.
Esperar al hecho que ocurra un milagro, evitar el contacto con la gente.
Establecer un plan de acción y seguirlo.
Asignar un significado más positivo a la situación, por ejemplo: «La experiencia enseña,
hay gente buena”, etc.
Estos autores han clasificado estos estilos de afrontamiento en dos categorías: estilo
orientado al problema (Confrontación y Planificación de Solución de Problemas) y estilo
orientado a la emoción los seis tipos restantes). En varios estudios se ha observado que
personas con mayores índices de depresión, ansiedad y malestar emocional suelen poner en
práctica los estilos orientados a la emoción.
Así, se concluye que, a nivel emocional, estos últimos no devienen formas adaptativas y
satisfactorias en el afrontamiento del estrés. Por contra, parece demostrarse que el
establecimiento de un plan de acción fundamentado y la realización posterior de todos los
pasos que lo componen es una metodología más eficaz de afrontamiento psicológico
personal.
Los expertos han observado que determinados rasgos de personalidad pueden influir en el
tipo de reacción que expresa a persona frente al estrés.
Hardiness
Kobasa ha descrito el concepto de Hardiness (“resistencia" o "dureza”) como factor
protector ante el estrés. El Hardiness se compone de tres elementos: el compromiso (creer y
reconocer los propios valores), el desafío (valorar las situaciones como un desafío en lugar,
por ejemplo, de como una amenaza) y el control (sensación de control de la situación).
Sentido de la coherencia
Antonovsky, de forma similar a Kobasa, ha definido este fenómeno como una disposición
estable de personalidad que sirve como recurso de afrontamiento al estrés, como factor
protector de la persona. Se compone de comprensibilidad (control cognitivo sobre el
medio), el manejo (en qué grado la persona considera que dispone de recursos para afrontar
la situación) y la significatividad (evaluación de la situación como un reto y de si merece la
pena afrontarlo).
Las personas con tendencia neurótica (ansiosas e inestables emocionalmente) suelen valorar
la situación de forma más amenazante que otros colectivos de funcionamiento emocional
menos variable.
Las personas con nivel elevado de hostilidad tienden a experimentar con una frecuencia
muy superior al resto de la población ira y elevada reactividad cardiovascular.
Las personas con estilo represor pueden presentar inhibición de su respuesta inmunológica.
Las personas optimistas, con alta autoestima, locus de control interno (elevada percepción
que tiene la persona sobre la capacidad que tiene la persona de controlar el ambiente) y el
Hardiness se asocian a un estilo de afrontament adecuado u “orientado al problema”.
Trastorno o enfermedad
Propensión al cáncer: Dependencia conformista, inhibición para establecer intimidad
interpersonal.
Propensión a la cardiopatía coronaria: Reacciones de ira, agresión de irritación crónica.
Hiperexcitación.
Histérico: Protección contra 1 y 2. Expresión de respuestas alternas entre 1 y 2.
Saludable: Protector ante enfermedades en general. Comportamiento autónomo.
Afrontamiento apropiado y realista.
Racional/Antiemocional: Propensión a la depresión y al cáncer. Supresión de la expresión
emocional.
Antisocial: Perfil psicopático. Propensión a la adicción a drogas.
Uno de los elementos principales que relaciona las características sociales y la respuesta de
estrés es el apoyo social. De manera más concreta, se ha estudiado la evidencia de la
influencia de variables de este fenómeno, como por ejemplo la dirección (si es aportado o
recibido), la disposición (cantidad y calidad), la descripción/evaluación que realiza la
persona del apoyo percibido, el contenido (emocional, instrumental, informativo o
valorativo) y las redes sociales como fuente de apoyo social.
Estatus de salud
La mayoría de factores que se han mostrado hasta ahora (la evaluación cognitiva de la
situación, el estilo de afrontamiento, las características personales, etc.) también se
relacionan con el estatus de salud físico de la persona.
Por suerte este tipo de estrés no dura mucho por lo que no deja secuelas, aparte de ser de
fácil curación. Las principales señales del estrés agudo son:
1. Dolores musculares: Suelen aparecer dolores de cabeza, espalda y contracturas entre
otras afecciones.
2. Emociones negativas: Depresión, ansiedad, miedo, frustración, etc.
3. Problemas gástricos: El estrés puede causar una gran oscilación en los síntomas
estomacales; estreñimiento, acidez, diarrea, dolor abdominal, etc.
4. Sobreexcitación del sistema nervioso: causa síntomas como aumento de la presión
sanguínea, taquicardia, palpitaciones, náuseas, sudoración excesiva y ataques de migraña.
Son personas que se muestran irritadas y beligerantes, aparte de tener una angustia
permanentes a causa de que no pueden controlar todas las variables que les exigidas. Otro
síntoma de las personas que sufren estrés agudo episódico es que siempre están
preocupados por el porvenir. Al mostrarse hostiles son difíciles de tratar a no ser que
acudan a un especialista y reciban tratamiento.
Estrés crónico
Es el estrés qué aparece en prisiones, guerras o en situaciones de pobreza extrema,
situaciones en lo que se debe estar continuamente en alerta. Esta clase de estrés también
puede venir de un trauma vivido en la niñez. Al causar una gran desesperanza, puede
modificar las creencias y la escala de valores del individuo que lo padece.
Sin lugar a dudas es el tipo de estrés es el más grave, con unos resultados destructivos
severos para la salud psicológica de la persona que lo padece. Las personas que lo sufren
diariamente presentan un desgaste mental y físico que puede dejar secuelas durante toda la
vida. La persona no puede cambiar la situación estresante, pero tampoco puede huir,
sencillamente no puede hacer nada.
La persona que tiene este tipo de estrés muchas veces no es consciente de ello, pues lleva
tanto tiempo con ese sufrimiento que ya se ha acostumbrado. Incluso les puede que les
guste ya que es lo único que han conocido y no saben o no pueden hacer frente a la
situación de otra forma, a causa de esto es normal que rechacen la posibilidad de
tratamiento pues se sienten tan identificados con el estrés que creen que ya forma parte de
ellos.
Hay estudios que demuestran la relación entre el estrés con enfermedades del aparato
digestivo, cáncer, enfermedades cutáneas y problemas cardíacos.
Con el estrés aparece a menudo la inseguridad y el sentimiento de indefensión (siempre
tiran la toalla puesto que creen, o realmente no puede, hacer nada).
El estrés puede producir ansiedad y depresión.
Padecer ansiedad aumenta el riesgo de suicidio.
Para volver al estado de balance homeostático tenemos una respuesta al estrés. Según
Andréw Steptoe (2000) esa respuesta al estrés se manifiesta en 4 dominios: la fisiología, el
comportamiento, la experiencia subjetiva y la función cognitiva.
Para que las modificaciones inducidas por estrés tengan relevancia evolutiva tienen que ser
heredables y persistir en un número suficiente de individuos dentro de una población. Esto
requiere que el organismo sobreviva al estresor y se reproduzca al menos una vez; así, la
variación inducida por el estrés tiene que ser incorporada por el organismo sin reducir su
funcionalidad.
El estrés ocurre cuando los cambios en el medio estrés o interno son interpretados por el
organismo como una amenaza a su homeostasis. La habilidad del organismo de ejecutar la
respuesta apropiada a cambios ambientales potencialmente estresantes requiere del correcto
reconocimiento del cambio ambiental y la activación de la respuesta de estrés.
Podemos, entonces, definir a un estresor como cualquier cosa que nos aleje a nuestro
cuerpo del estado de balance homeostático y la respuesta al estrés es el intento de nuestro
cuerpo por restablecerlo. ¿Cómo se logra esto? Mediante la secreción de algunas hormonas,
la inhibición de otras y la activación de ciertas estructuras del sistema nervioso.
Independientemente de cual sea el estresor -una lesión, hambre, demasiado calor, mucho
frió o un estresor psicológico- se activa la misma respuesta al estrés.
Resulta difícil comprender esta generalidad... ¿cómo puede ser que nuestro cuerpo responda
de la misma manera ante el frió intenso o si estamos expuestos a mucho calor?... ¿no
tendrían que ser respuestas totalmente opuestas?... ¿cómo se explica esto? En los humanos,
como parte de los vertebrados, la respuesta al estrés está basada en la preparación de
nuestros músculos para la acción, brindándoles energía.
Además de estos cambios, nuestra percepción del dolor se altera, al igual que nuestras
habilidades cognitivas.
El agotamiento de estos opioides es el limitante que marca que el efecto de esta analgesia
inducida por estrés es un fenómeno a corto plazo, no aplicable a casos de estrés crónico.
Es llamativo el valor adaptativo de este efecto analgésico, ya que en una situación de un
pico de estrés (estrés agudo) permite afrontar la amenaza y salvar la vida pasando por alto
pequeñas lesiones ocasionadas en el momento (poder luchar o huir sin sentir dolor). Así,
una lastimadura durante una pelea comenzará a doler cuando la pelea ya haya pasado sin
interferir en el desempeño y cuando la vida ya no esté en juego.
Estrés y Memoria
Todos hemos tenido momentos para recordar: un beso, una boda, el día que te ascendieron
o el día que te asaltaron, momentos emocionantes que no se olvidan. El estrés puede
mejorar nuestra memoria. Pero al mismo tiempo todos hemos tenido la experiencia opuesta:
una laguna mental durante un examen u olvidarnos el nombre de una persona importante
que tenemos que saludar en una reunión. De manera que el estrés puede funcionar también
interfiriendo con la memoria.
3. Los niveles de glucosa circulante descienden durante los períodos prolongados de estrés,
especialmente en el hipocampo. Se ha registrado hasta un 25% o menos de glucosa
disponible en neuronas hipocampales durante períodos de estrés prolongados, generando
muerte neuronal en los casos más extremos.
Estrés y Sueño
Existe una relación muy estrecha ente la memoria y el sueño, la exposición a mucha
información novedosa durante el día está correlacionada con más tiempo de sueño REM
durante la noche (el sueño se divide en No REM y REM, en esta segunda fase el cerebro
está muy activo). Esta mayor cantidad de sueño REM predice una mayor consolidación de
información del día anterior. Esto se debe a la activación de ciertos genes, en particular en
neuronas hipocampales, implicados en la formación de nuevas sinapsis. Durante estos
períodos de sueño el metabolismo celular (indicador de nivel de activación) registrado en el
hipocampo es sorprendentemente alto.
Para entrar en un este tipo de sueño el sistema nervioso simpático se inactiva, dando lugar a
funciones más vegetativas y calmas a cargo del sistema parasimpático. Los niveles de
glucocorticoides en circulación disminuyen.
Una hora antes de despertamos los niveles de CRH, ACTH y glucocorticoides comienzan a
aumentar con el fin de movilizar energía para levantarse (i.e., afrontar este hecho como un
pequeño estresor); además, estas hormonas tienen una función importante para terminar el
sueño y despertamos.
Durante la exposición a un estresor la activación del sistema simpático hace que sea difícil
de conciliar el sueño, generando patrones de sueño fragmentado. No sólo se afecta la
cantidad de sueño sino también la calidad, predominando el sueño ligero.
Cuando estamos privados de sueño los niveles de estas hormonas del estrés (eje HPA) se
mantienen elevados, aumentando mucho los niveles de glucocorticoides en circulación, con
las consecuencias que ya conocemos.
Estrés y Depresión
Existe una relación cercana entre el estrés y la depresión: las personas que sufren una vida
con alto nivel de estrés tienen una mayor probabilidad de sucumbir* a una depresión, y las
personas que caen en su primer episodio de depresión probablemente hayan sufrido un
evento estresante significativo recientemente.
Varios estudios de laboratorio vinculan al estrés con los síntomas de la depresión. Una rata
estresada se torna anhedónica (incapaz de experimentar placer). Esto significa que se
necesita una mayor corriente eléctrica para activar las vías neurales vinculadas con el
placer. El umbral para percibir placer se eleva, al igual que en los pacientes depresivos.
Sorprendentemente, los glucocorticoides pueden hacer lo mismo. El estrés, generando altos
niveles de glucocorticoides en circulación puede predisponer a una persona a padecer
depresión. No nos sorprende entonces que los niveles de glucocorticoides estén por encima
de lo normal en pacientes con depresión. Estos altos niveles se deben a una gran señal del
hipotálamo (una gran señal de estrés desencadenada en el cerebro) sumado a una falla en la
retroalimentación. En otras palabras: el cerebro libera mucho CRH y se vuelve insensible a
los glucocorticoides circulantes, por lo que sigue liberando CRH.
Este sistema se regula por retroalimentación negativa, lo que significa que el cortisol
circulante se une a receptores en hipotálamo e hipófisis frenando la liberación de CRF,
AVP y ACTH, volviendo al organismo al estado basal.
Además, durante la respuesta al estrés el páncreas es estimulado para que libere una
hormona llamada glucagon. Los glucocorticoides, el glucagon y el sistema nervioso
simpático elevan los niveles circulantes de glucosa (azúcar), aumentando la energía
disponible. También se activan otras hormonas: la hipófisis libera prolactina (que, entre
otros efectos, cumple la función de inhibir la reproducción) y vasopresina (hormona
antidiurética implicada en la respuesta cardiovascular).
Así como algunos sistemas se activan otros se inhiben durante la respuesta al estrés. Un
ejemplo es la secreción de varias hormonas reproductivas como el estrógeno, la
progesterona y la testosterona. Las hormonas relacionadas con el crecimiento (como la
hormona de crecimiento) también se encuentran inhibidas, lo mismo que la hormona
pancreática de almacenamiento de energía: la insulina.
Estrés y dolor
La sensación de dolor se origina en receptores localizados en todo nuestro cuerpo. Algunos
se hallan en la profundidad registrando dolor muscular, daño a algún órgano, o incluso
cuando nuestra vejiga está llena. Otros receptores en nuestra piel responden al daño local de
tejidos. El daño del tejido también genera la concentración de células del sistema inmune y
de inflamación en el área. Las células responsables de la respuesta inflamatoria son capaces
de liberar sustancias que aumentan la sensibilidad de los receptores de dolor (sustancias
algógenas), haciendo que el área duela mucho. Existe el fenómeno de analgesia (falta de
dolor) inducida por el estrés. Esta inhibición del dolor se debe a la presencia de sustancias
químicas de estructura similar a las drogas opiáceas, llamadas “la morfina endógena": las
endorfínas. Sintetizadas y liberadas en zonas del cerebro relacionadas con la percepción del
dolor, estas sustancias hacen que las neuronas que disparan las señales de dolor se exciten
con menos facilidad. En particular, la liberación de beta-endorfinas por la hipófisis sería la
responsable de este fenómeno.
Así, se puede diferenciar entre una respuesta de estrés puntual o positivo (que es adaptativa
y permite afrontar las posibles adversidades de la vida cotidiana) y una respuesta de estrés
crónica (que es la causante de determinadas alteraciones en el organismo, tanto física como
psicológica). Veamos cuáles son los fundamentos de este fenómeno
.
Explicando el estrés
Muy diversos han sido los intentos para dar una explicación teórica del concepto de estrés.
A continuación se presenta el más aceptado y el que ofrece una explicación más completa
en la actualidad: el Modelo Procesual del Estrés.
Este modelo integrador pone de relieve la enorme complejidad del concepto de estrés,
defendiendo que son múltiples las variables que se relacionan entre sí en la respuesta que
emite el organismo. Tal y como se refleja en las siguientes líneas, se pueden diferenciar
hasta siete tipos de factores que inciden en la forma en que emiten las personas este tipo de
respuesta.
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