Doe Run Perú
Doe Run Perú
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El caso Doe Run es un caso emblemático por las consecuencias que tiene en el intento de
fortalecer la gestión ambiental minera en el país.
Ello no sólo por el descrédito que ha significado para el PAMA como instrumento de adecuación,
convirtiéndolo en un instrumento incapaz de hacer exigibles las obligaciones de los operadores.
Ello se confirma ante la imposibilidad del propio OSINERGMIN de hacer pagar las multas
impuestas a la empresa.
Además, porque en el caso de la Fundición de La Oroya, operada por la referida empresa, está en
juego la salud y la vida de las personas, especialmente de niños con alto contenido de plomo en la
sangre. Ni siquiera el inicio de un proceso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
parece haber dinamizado la voluntad del Estado para darle una solución a dicho problema.
En el caso de Doe Run además, se ha puesto en juego la credibilidad del sistema de garantías
exigidas para hacer las obligaciones ambientales exigibles. Recordemos que, cuando se aprobó el
decreto supremo del año 2004 que permitió la presentación de solicitudes de prórroga excepcional
del cumplimiento del PAMA, cuando posteriormente se autorizó a Doe Run postergar el mismo, se
hizo bajo la exigencia de la constitución de una carta fianza y un fideicomiso, amen de otras
obligaciones, orientadas a que no pudiera existir nueva excusa para el incumplimiento, o en todo
caso, en ejecución de las garantías, el Estado pudiera hacerse cargo de dichas obligaciones. La
realidad actual muestra que el Estado peruano actuó con displicencia, e incluso negligentemente
en relación a ello, por cuanto estas no se constituyeron en la manera como se había dispuesto en
las normas que autorizaron la prórroga.
Ello ha generado que la empresa llegue a niveles en donde se «burla» del propio Estado a partir de
nuevas exigencias de facilidades y excepciones.
Pocos han reparado en que el sistema de garantías, es la base central del denominado «plan de
cierre de minas» y que en ese sentido este antecedente es pésimo para la credibilidad del sistema.
El caso de Doe Run, en La Oroya, es mundialmente conocido. Es la quinta más contaminada del
mundo, según el Ministerio de Salud, el 99,1% de los niños oroínos tienen promedios altos de
plomo en sangre, 33,6 ug/dl (microgramos por decilitro), lo que sobrepasa los límites máximos
permisibles de la Organización Mundial de la Salud: 10 ug/dl.
La primera impresión que se tiene al llegar a la ciudad de La Oroya es que se trata de un pueblo
fantasma. Uno no puede dejar de observar que la fundición está ahora inactiva y que la ciudad parece
extinguirse lentamente. Y es que hace ya dos años que se inició el conflicto entre la empresa Doe
Run y el gobierno del presidente Alan García.
La empresa pedía al gobierno una nueva ampliación del plazo del Programa de Adecuación y Manejo
Ambiental (PAMA) y un salvataje económico de más de 150 millones de dólares para continuar con
sus operaciones; de lo contrario cesaría sus actividades y dejaría sin trabajo a 3.500 obreros de su
planilla y a otros 6.000 cuyo trabajo dependía indirectamente del complejo metalúrgico.
El gobierno de García decidió no renovarle la licencia y someter el complejo metalúrgico a un proceso
concursal ante INDECOPI. La interesada en adquirir la fundición fue la empresa Cormin, parte de la
corporación Trafigura, que mantiene hasta hoy una disputa legal con Doe Run.
Todo esto trajo consigo una serie de medidas de fuerza —movilizaciones, bloqueos de pistas,
marchas de sacrifico, paros regionales— realizadas por los trabajadores de la empresa y las
organizaciones sociales locales para exigirle al gobierno pronta solución al problema. El pico más
alto de estas acciones fue el 2009.
Los antecedentes del conflicto se remontan al año 1997, cuando el gobierno de Alberto Fujimori
privatizó el complejo metalúrgico, antes propiedad de la empresa nacional CentrominPerú. El
multimillonario estadounidense Ira Rennert, dueño del grupo transnacional Renco, adquirió el
complejo y estableció la empresa Doe Run Perú, que opera en Cobriza y La Oroya.
Desde que se instaló en La Oroya, Doe Run ha tratado de evadir, mediante postergación, sus
compromisos ambientales: ha solicitado varias veces la extensión del plazo del cumplimiento del
PAMA. Su única oposición ha sido un grupo de ONG agrupadas en el Consorcio Unión para el
Desarrollo Sustentable de la Provincia de Yauli, La Oroya (UNES), que fundaría el Movimiento por
la Salud de La Oroya (MOSAO) con algunos pobladores.
Los gobiernos que sucedieron al de Fujimori le permitieron a Doe Run seguir funcionando a pesar
de que la contaminación que producía sobrepasaba los límites máximos permisibles (LMP). Pese a
la oposición de las ONG y el MOSAO, en el 2006 la empresa logró que el gobierno de Alejandro
Toledo le concediera la ampliación del PAMA hasta el 2009. Este último año, el gobierno de García
cuestionó la renovación de la licencia a Doe Run. Pero todo indica que no fue precisamente por su
gran vocación ambientalista —recordemos las tesis del “perro del hortelano” —, sino porque habría
de por medio el interés de favorecer a la empresa Cormin, si nos atenemos a las versiones de los
voceros de Doe Run, los trabajadores y representantes de la sociedad civil de La Oroya.
Para entender por qué los pobladores de La Oroya cierran los ojos ante un problema objetivo como
la contaminación, resulta pertinente citar el testimonio del periodista Mario Huarcaya, publicado el 3
de junio de este año en Correo Huancayo: “De niño escuchaba decir a mi abuelo: ‘El día que deje
de salir humo de las chimeneas de la fundición, la ciudad desaparecerá’”.
Para el abuelo de Huarcaya la fundición era la ciudad. Es decir, el complejo metalúrgico es lo que le
da sentido e identidad a La Oroya. Ésta es exactamente la misma percepción que tienen los
pobladores entrevistados. Para ellos, La Oroya es tal porque existe el complejo metalúrgico. Sin éste,
la ciudad simplemente desaparecería. Y si bien esto tiene una explicación material —el complejo
metalúrgico ha sido y es hoy la fuente de subsistencia de los trabajadores y comerciantes que habitan
en La Oroya—, también estructura la identidad de los oroínos. Así, el complejo es mencionado
siempre por los programas de las radios locales como el “orgullo de La Oroya y de la región Junín”.
El complejo metalúrgico, desde que se fundó en 1922 con la empresa Cerro de Pasco, hasta que se
nacionalizó con CentrominPerú en los 70 y se volvió a privatizar con Doe Run en los 90, ha
contaminado permanentemente el medio ambiente. La única diferencia es que antes de los 90 no
existía una normatividad ambiental. Es decir, durante casi 70 años el complejo y las empresas a su
cargo han contaminado La Oroya sin que nadie les diga nada.
La contaminación es así, para los oroínos, invisible. Porque es normal. El humo de las chimeneas
siempre ha estado ahí como parte de la vida de los pobladores. Lo raro, lo anormal, es que no haya
humo.
La necesidad económica de los pobladores y este elemento identitario han sido muy bien
aprovechados por Doe Run, que ha ofrecido mantener el puesto de trabajo de todos los trabajadores
de su planilla y garantizar la estabilidad económica de la ciudad, con lo que ha aislado a las ONG y
la Iglesia y su discurso ambientalista.
De hecho, la incidencia sobre el tema ambiental realizada por las ONG y cierto sector de la Iglesia
católica no articuló el plano laboral y económico. En cambio, Doe Run lo hizo en todo momento,
apareciendo como la representante no solo de sus intereses como empresa, sino también de los
intereses de toda La Oroya, al ser la que tiene en su poder el complejo metalúrgico, fuente de trabajo
y a la vez elemento constitutivo de la identidad oroína.
Doe Run consolida su poder teniendo como principales aliados a los dirigentes de los sindicatos,
organizaciones sociales y un sector de la población, que, como se ha visto, reproducen su
discurso, ya que para ellos La Oroya es el complejo metalúrgico y el complejo metalúrgico es Doe
Run.
Hasta el momento el conflicto sigue activo, ya que la situación de Doe Run es aún incierta. La
empresa ha presentado una propuesta de reestructuración que incluye a todos sus trabajadores en
planilla. Por su parte, según las declaraciones del presidente Ollanta Humala, el Gobierno
pareciera querer darle una solución al conflicto. Sin embargo, la propuesta de solución aún no está
clara, ya que más allá de decir que “deben seguir laborando los trabajadores” y que “tiene que
resolverse el problema medioambiental”, no dice cómo lo va a hacer.
Sin duda, la solución al conflicto debe ser integral y articular la demanda del respeto al trabajo y la
vigencia de La Oroya con el respeto a la vida, la salud y el medio ambiente. Doe Run debe cumplir
con sus compromisos ambientales. A su vez, el Gobierno está en la obligación de hacer valer la
legislación ambiental vigente.
Generar nuevos sentidos comunes que valoren y defiendan la vida, la salud, el medio ambiente y el
trabajo digno para las personas, que se materialicen en políticas concretas de desarrollo para La
Oroya, es la ardua tarea que tiene el nuevo Gobierno de la mano con las organizaciones de la
sociedad civil. El reto está planteado.
Antecedentes
de la
problemática
de Doe Run.
Reciente Problemas en
propuesta de el proceso de
Pedro Pablo liquidación de
Kuczysnki. la empresa.
Argumentos
Intentos del
de los
gobierno por
trabajadores
mantener la
y sus
operación.
reclamos.
1. ANTECEDENTES DE LA PROBLEMÁTICA DE DOE RUN:
De acuerdo con los trabajadores de Doe Run, el complejo hasta ahora no es subastado
porque la legislación ambiental nacional es muy estricta. Según ellos, esto impediría que
nuevos postores quieran invertir.
En el Perú los estándares de calidad del aire exigen emisiones de dióxido de azufre por
debajo de 20 microgramos por metro cúbico. Los trabajadores dicen que en Chile este
valor es de 250.
En agosto del año pasado los empleados iniciaron una huelga que dejó un muerto y 60
heridos. Entre sus reclamos se encuentran flexibilizar la legislación ambiental y que el
Gobierno se interese en la reactivación del complejo metalúrgico paralizado.
El ministro del Ambiente, Manuel Pulgar-Vidal, ha declarado en reiteradas oportunidades
que los estándares de calidad ambiental no se modificarán.
Según la antigua ley concursal, la junta de acreedores podía liquidar una empresa en
marcha por un plazo de seis meses prorrogables por seis meses más.
No obstante, a poco tiempo de que se venza el plazo para la liquidación en marcha de
Doe Run, el gobierno de Ollanta Humala, en virtud de una delegación de facultades,
emitió un decreto legislativo por el cual prorrogó este período por un año adicional.
El nuevo plazo para liquidar Doe Run vence el próximo mes de agosto. Hasta la fecha no
hay compradores.
5. RECIENTE PROPUESTA DE PEDRO PABLO KUCZYSNKI:
En su reciente visita a la ciudad de La Oroya, PPK subrayó que la fecha límite para
liquidar en marcha Doe Run se acerca y dijo que era necesario emitir antes de fin de
agosto una prórroga adicional. Para ello ofreció “sacar” del Congreso poderes delegados o
una ley.
Si es que vence el referido plazo, los activos de la empresa no podrán ser liquidados en
marcha y se estima que perderían valor al tener que ser vendidos por separado. Las
operaciones se paralizarían y terminarían los vínculos laborales.
La propuesta de PPK ha sido criticada por diversos especialistas, ya que ni el presidente
de la República ni el Congreso, pueden emitir normas por intereses o casos particulares.
Además, porque no se debe intervenir en asuntos de una empresa privada.