Chile Tecnobarroco
Chile Tecnobarroco
Chile Tecnobarroco
La biblioteca, la universidad, el
museo y el archivo han venido
poblando y clasificando al mundo
con intensidades diferentes pero
tendiendo a un sistema de categorías
“científicas” hipotéticamente
universales. La ideología que soporta
su poder de enunciación ha sido
enmascarada por las tecnologías de
la modernidad al ser presentadas
como instituciones especializadas en
la custodia del saber y la historia. En
su versión colonial española, esta
máscara adopta una disposición
barroca afable y transhistórica, como
bien han demostrado Jorge Luis
Marzo y Tere Badía con la exposición
El D_efecto barroco. Políticas de la
imagen hispana (Centre de Cultura
Contemporània de Barcelona, 2010).
Los dispositivos de acumulación de conocimientos han sido los aparatos
de invención y promoción de un sistema de poder/saber que ha
construido las normas del Estado-nación, la economía, la medicina y otras
formas de normalización modernas. El archivo ha sido el menos visible de
estos dispositivos de acumulación, operando como lugar de almacenaje y
clasificación de los residuos de las historias que no merecen ser puestas
en público. Sus mecanismos de clasificación han sido selectivos, y con su
orden, han sido puestos en espacios subterráneos, llenos de ratas de
archivo.
3
← Un archivo homosexual. Caja de luz, 100 x 65 cm., 2014 (imagen de portada)
← Un archivo homosexual. Puzzle, dimensiones variables, 2015
↑ Atlas: la interface de G@y. Boceto, 2015
El trabajo con archivos recuperados, ausentes o inventados ha sido un
elemento recurrente dentro de las prácticas críticas del arte, la curaduría
y la “nueva institucionalidad” de los últimos treinta años. En mayor o
menor medida, éstas han intentado reparar heridas coloniales de historias
situadas. Artistas como Fred Wilson, Giuseppe Campuzano, Rogelio López
Cuenca, Pedro G. Romero, Daniela Ortiz, Pedro Lasch, Alberto Baraya,
Catarina Simão, Brook Andrew y Paco Cao, entre muchos otros, han
utilizado los archivos históricos como elementos estructuradores de su
trabajo. En términos curatoriales, apuestas como las realizadas por la Red
de Conceptualismos del Sur –con
quienes Felipe Rivas San Martín
colaboró como investigador para la
muestra Perder la forma humana
(MNCARS, 2013)– resultan ser un
caso paradigmático de activación
colectiva de la memoria.
4
5
Se debe mencionar que, antes de estudiar Artes Visuales, Felipe estudio Derecho y Ciencias exactas,
disciplinas fundantes de los sistemas de clasificación y ordenación.
Carrillo, Jesús, Naturaleza e Imperio: La representación del mundo natural en la Historia general y
natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Ovideo, Madrid, Fundación Carolina, 2005
6
7
Deleuze, Gilles, Qu’est-ce que la philosophie?, Paris, Minuit, 1991, p.159
tàÄtá äxzxàtÄxá
El abuso de la visualidad en la obra de Felipe revela su condición de mapa
invertido que pervierte la sistematización científica del atlas en cuanto
“forma visual del saber”2, o del archivo en cuanto dispositivo moderno de
“represión de las culturas”3 y “habla de la ley”4, escapando de la idea del
archivo como espacio de ocultamiento. Sus trabajos recientes proponen
atlas de asociaciones insólitas que activan saberes en los que se
entrecruzan el cuerpo con la invención de la botánica, la nación y la
historia5. Esto queda evidenciado en trabajos presentes en la exposición
chile tecnobarroco incluida en los SoloProjects de ARCOMadrid 2015 como
La taxonomía de Gay (2011).
8 ↑ Inscripción de código. Tatuaje de código QR sobre el cuerpo del artista, realizado para la muestra de
performance La Marca, UNIAC, 8 de enero de 2015. Foto: Manuel Bruit
→ Sex Machine. Óleo y acrílico sobre lienzo, 120 x 200 cm., 2011
Ver también: Rivas San Martín, Felipe, “Diga “queer” con la lengua afuera: sobre las confusiones del
debate latinoamericano”, en: CUDS, Por un feminismo sin mujeres, Santiago, Territorios sexuales
8
El devenir loca o marica se articula con el devenir rara. Con este apelativo
Felipe nombró en 2009 un trabajo donde resignificaba paródicamente el
giro neocolonial de empresas multinacionales españolas, como Zara, en
América Latina. Siendo en el Estado español una marca de consumo
masivo de ciertas clases medias, en las ex colonias Zara se ha convertido
en una figura de estatus y consumo internacional que disfruta con
desenfado la normalización homosexual. Rara sería la opción desviada de
no asumir esa norma arribista, que Felipe parodia a través de la imitación
de la bolsa de la tienda en versión Rara, que utiliza de forma normalizada
en una sucursal del Centro Comercial Costanera Center en la capital
chilena. Sin duda esta propuesta de activar lo raro entronca con el
colectivo madrileño Las raras, formado en mayo de 2013. Las raras se
propone como una plataforma común de debate e identidad performativa
de cuerpos no normados, aquellos que no entrarían dentro del canon de
belleza y normalidad que Zara y compañía proponen, por ejemplo, sobre
la masculinidad. Las raras son maricas, transexuales y tullidos que
proponen formas descentradas y móviles de identidad y sexualidad.
aparatos tecnobarrocos
Si bien la visualidad mimética de las propuestas de Felipe invita a pensar
en una fidelidad al poder de las imágenes, el develamiento de la interfaz y
el hipervínculo que muchas de las propuestas incluyen, denota una
desconfianza en la supuesta transparencia referencial de la imagen y una
vocación de apropiación performativa de los llamados nuevos medios. De
forma evidente funcionan así los trabajos con códigos QR, cuya visualidad
abstracta o inserción en una trama de sentido –como la bandera chilena,
una fotografía antropológica o el propio cuerpo del artista– genera una
torsión a la representación al permitir acceder a través del código a lo
virtual. Por otro lado, la explicitación de las interfaces del sistema digital
en cuanto escenas del crimen, permite al artista evidenciar a la tecnología
como sistema de producción de subjetividad. En este sentido funciona
también la serie Atlas: La interfase de G@y (2015), en donde se ponen en
relación pantallas de internet disímiles en un modelo de catalogación
neobarroco que sería el opuesto a la jerarquía de la matrioska. En los
“pantallazos” pintados se proponen además guiños sexualizados y
deseantes de documentos históricos, asumiendo la imposibilidad de
lectura unidireccional u objetiva de cualquier atlas.