Dogmas Marianos

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XIV.

DOGMAS MARIANOS
Con relación a la Virgen, los dogmas[1] de FE definidos por la
Iglesia a lo largo de la historia son cuatro:

1. LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA


Se definió del dogma en el Concilio de Éfeso, celebrado el 22 de
junio del 431, bajo el pontificado del Papa Celestino I.

2. LA VIRGINIDAD PERPETUA DE LA MADRE DE DIOS


Se definió el dogma en el Concilio de Letrán, celebrado en el 649,
bajo el pontificado del Papa San Martín I.

3. LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Lo proclamó el Papa Pío IX en la plaza de San Pedro 8 de
diciembre de 1854.

4. LA ASUNCIÓN A LOS CIELOS


Lo proclamó el Papa Pío XII en la plaza de San Pedro el 15 de
agosto de 1950.

1. LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA

Instalado el Concilio de Éfeso el primer día de reuniones (22 de


junio 431) se leyó la carta doctrinal escrita por San Cirilo de
Alejandría, dirigida a Nestorio, que aprobada unánimemente
definió a la Theotókos. La parte principal de la declaración fue
dada en estos términos:
“No decimos que la naturaleza del Verbo, transformada se hizo carne; ni
tampoco que se transmutó en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo;
afirmamos, más bien, que el Verbo, habiendo unido consigo, según hipóstasis
o persona, la carne animada del alma racional, se hizo hombre de modo
inefable e incomprensible y fue llamado Hijo del hombre, no por sola voluntad
o por la sola asunción de persona. Y aunque las naturalezas sean diversas,
juntándose en verdadera unión, hicieron un sólo Cristo e hijo, no porque la
diferencia de naturalezas fuese suprimida por la unión, sino porque la
divinidad y humanidad, por misteriosa e inefable unión en una sola persona,
constituyeron un solo Jesucristo e Hijo. Porque no nació primeramente un
hombre cualquiera de la Virgen María, sobre el cual descendiera después el
Verbo, sino que, unido a la carne en el mismo seno materno, se dice
engendrado según la carne, en cuanto que vindicó para sí como propia la
generación de su carne... Por eso (los santos Padres) no dudaron en llamar
Madre de Dios a la Santísima Virgen”.
(Theotókos D III a)
El Papa Pío XI, en 1931, al conmemorarse el XV Centenario del
Concilio de Éfeso instituyó en su honor la fiesta de María, Madre
de Dios y determinó que su celebración sea el 11 de octubre [2].

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2. LA VIRGINIDAD PERPETUA DE LA MADRE DE DIOS

En el Concilio de Letrán celebrado en el año 649 se efectuó la


solemne definición dogmática de la VIRGINIDAD PERPETUA DE
LA MADRE DE DIOS. Los Padres del Concilio inspirados por el
Espíritu Santo compusieron el canon tercero que declaraba este
dogma:

“Si alguno, de acuerdo con los Santos Padres, no confiesa que María
Inmaculada es real y verdaderamente Madre de Dios y siempre Virgen, en
cuanto concibió al que es Dios único y verdadero -el Verbo engendrado por
Dios Padre desde toda la eternidad- en estos últimos tiempos, sin semilla
humana y nacido sin corrupción de su virginidad, que permaneció intacta
después de su nacimiento, sea anatema”.

Hay un personaje que resaltar y hacer justicia respecto a esta


definición. Se trata de Máximo de Turín, obispo de Turín ya en el
año 398, (se cree que murió entre el 408 y el 423). Fue uno de los
que prácticamente se anticipó a la definición del dogma de la
Perpetua Virginidad. En uno de sus sermones (5: PL 57, 235) se
expresó en estos términos:
“La Virgen concibe sin la intervención de varón; el vientre se llena sin el
contacto de ningún abrazo; y el casto seno se acogió al Espíritu Santo, que los
miembros puros custodiaron y el cuerpo inocente albergó. Contemplad el
milagro de la Madre del Señor: es virgen cuando concibe, virgen cuando da a
luz, virgen después del parto. ¡Gloriosa virginidad y preclara fecundidad!”.

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3. LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Es uno de los excelsos privilegios que Dios ha concedido a la


Virgen Santísima.
El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, en la Bula Ineffabilis
Deus, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción de María.
En su parte medular manifiesta lo siguiente:
“... Para honor de la santa e indivisa Trinidad, para gloria y ornamento de la
Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y acrecentamiento de la
religión cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los
bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra declaramos,
proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen
María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer
instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios
omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género
humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente
creída por todos los fieles”.

Anteriormente el Papa Alejandro VII en la Bula Sollicitudo omnium


Eccl., del 8 de diciembre de 1661, dejó consignado lo siguiente:
(§ 1) Existe un antiguo y piadoso sentir de los fieles de Cristo hacia su madre
beatísima, la Virgen María, según el cual el alma de ella fue preservada
inmune de la mancha del pecado original en el primer instante de su creación
e infusión en el cuerpo, por especial gracia y privilegio de Dios, en vista de los
méritos de Jesucristo Hijo suyo, Redentor del género humano, y en este
sentido dan culto y celebran con solemne rito la festividad de su concepción; y
el número de ellos ha crecido [siguen las Constituciones de Sixto V, renovadas
por el Concilio de Trento 734 s y 792] … de suerte que… ya casi todos los
católicos la abrazan...

(§ 4) Renovamos las constituciones y decretos… publicados por los Romanos


Pontífices en favor de la sentencia que afirma que el alma de la
bienaventurada Virgen María en su creación e infusión en el cuerpo fue
dotada de la gracia del Espíritu Santo y preservada del pecado original…

Las Santas Escrituras lo señalan:


“Toda hermosa eres, amada mía, no hay tacha en ti”. (Ct 4, 7)

“Es un hábito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del
omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla”. (Sb 5, 25)

“Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil,
perspicaz, inmaculado,...”. (Sb 7, 22)

En la Anunciación, cuando el ángel San Gabriel enviado por el


Altísimo saluda a la Virgen de parte del Señor:

“Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor esta contigo”.


(Lc 1, 28)[3]
Desde los comienzos de la Iglesia, los Santos Padres se
pronunciaron sobre tan admirable privilegio. Citemos algunos:

San Efrén y San Basilio fueron los primeros en llamarla con el


título de “Virgen siempre pura, siempre inmaculada”.
“Inmaculada e inviolada, incorrupta y totalmente púdica alejada del todo de la
corrupción y mancha del pecado”. (San Efrén)

“Virgen preservada por gracia de toda mancha de pecado”. (San Ambrosio)

“Se la llama Inmaculada porque no sufrió corrupción alguna”. (San Jerónimo)

“En lugar de Eva, instrumento de muerte, se eligió a una virgen agradable a


Dios y llena de su gracia, como instrumento de vida. Una Virgen parecida en
todo a las demás mujeres pero sin participar en sus defectos: inmaculada,
libre de culpa, limpísima, sin mancilla, santa en cuerpo y alma, una azucena
entre espinas”. (Teodoto de Oriente † 430)

“Santa, Inmaculada de alma y cuerpo y libre completamente de todo


contagio”. (San Sofronio)

“Inmune de toda mancha y caída, la única inmaculada, toda sin mancha, sola
sin mancha alguna”. (San José el Himnógrafo)

“Desde su concepción fue prevenida en bendiciones de dulzura y ajena al


decreto o escritura de condenación. Era totalmente inmune de la corrupción
de la carne y extraña también a toda mancha de pecado”. (San Lorenzo
Justiniano)

“Era necesario que la Madre de Dios fuese también purísima, sin mancha, sin
pecado. Y así, no sólo de doncella, sino también de niña fue santísima, y
santísima en el seno de su madre, y santísima en su concepción; pues no
convenía que el santuario de Dios, la mansión de la Sabiduría, el relicario del
Espíritu Santo, la urna del maná celestial, tuviera en sí la más mínima tacha.
Por aquel alma santísima, fue completamente purificada la carne hasta del
residuo de toda mancha, y así, al ser infundida el alma, ni heredó ni contrajo
por la carne mancha alguna de pecado, como está escrito: “Fijó su habitación
en la paz” (Sal 75, 3), es decir, la mansión de la divina sabiduría fue
construida sin el fomes del pecado”. (Santo Tomás de Villanueva)

FRUTOS DEL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

El Papa San Pío X con motivo del 50º Aniversario del Dogma de la
Inmaculada Concepción (1904) escribió la Encíclica “AD DIEM
ILLUM LAETISSIMUN” y proclamó un Jubileo extraordinario por
este hecho. En esta Encíclica afirmó el Papa que “el dogma de la
Concepción Inmaculada ayuda a conservar y aumentar las
virtudes”, y más adelante: “por la Concepción Inmaculada se
confirma la fe, se excitan la esperanza y la caridad”.

BEATO JUAN DUNS ESCOTO: EL ADALID DE LA INMACULADA

Finalmente hay que destacar que el gran defensor y propagador de


la Concepción Inmaculada de María, que facilitó la definición del
Dogma, fue el Beato Juan Duns Escoto, Doctor Sutil, llamado
también Doctor Mariano, Doctor de la Inmaculada.

Su célebre argumento se resume en tres palabras: PUDO,


CONVENÍA, LUEGO LO HIZO:
“PUDO Dios preservar a la Virgen de contraer la mancha original, porque es
omnipotente.
CONVENÍA que lo hiciera, pues se trataba de la excelsa dignidad de su Madre.
LUEGO LO HIZO, pues Dios hace siempre lo más conveniente”.

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4. LA ASUNCIÓN A LOS CIELOS[4]

El 1 de noviembre de 1950[5], día de todos los Santos, en la Plaza


de San Pedro en Roma, el Papa Pío XII, mediante la constitución
apostólica “Munificentissi Deus”, hizo la proclamación dogmática
de LA ASUNCIÓN A LOS CIELOS con estas emotivas palabras:
“PROCLAMAMOS, DECLARAMOS Y DEFINIMOS SER
DOGMA DIVINAMENTE REVELADO QUE LA
INMACULADA MADRE DE DIOS, SIEMPRE VIRGEN
MARÍA, ACABADO EL CURSO DE SU VIDA TERRENA,
FUE ASUNTA[6] EN CUERPO Y ALMA A LA GLORIA
CELESTIAL”.

De todo lo que se ha escrito sobre la Asunción de la Virgen a los


cielos, antes de la proclamación del dogma, impresiona leer un
párrafo de San Antonio de Padua, en un sermón que dirige en la
festividad de la Asunción. Guiado por el Espíritu Santo, con un
discernimiento asombroso y apoyado en las Escrituras, manifiesta
con autoridad reverente:
“la Bienaventurada Virgen María fue asunta con el cuerpo que había sido
tabernáculo del Señor. Por eso dice el salmista: ¨Ven, Señor a tu reposo. Tú y el
Arca de tu santificación¨. Como Jesucristo resurgió de la muerte de la muerte
vencida y subió a la diestra del Padre, así también resurgió el arca de su
santificación, porque en este día la Virgen Madre fue asunta al tálamo
celestial”

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