Anima y Animus

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Anima y Animus.

No todo va bien en el matrimonio de Animus y Anima, del espíritu y del


alma. Ha pasado ya mucho tiempo desde la luna de miel, cuando Anima
podía hablar a su antojo y Animus la escuchaba con deleite. Después de
todo ¿no fue Anima la que aportó la dote y mantiene el matrimonio? Pero
Animus no se dejó reducir por mucho tiempo a esa posición subalterna y
pronto reveló su verdadera naturaleza, vanidosa, pedante y tiránica.

Anima es una ignorante y una tonta, nunca fue a la escuela, mientras que
Animus sabe muchas cosas, ha leído muchos libros, aprendió a hablar con
una piedrita en la boca y ahora, cuando habla, habla tan bien que todos
sus amigos dicen que no se puede hablar mejor de lo que él habla. Nunca
se deja de escucharlo. Ahora Anima no tiene derecho de decir ni una
palabra. Él le quita, como se dice, las palabras de la boca, él sabe mejor
que ella lo que ella quiere decir y, por medio de sus teorías y
reminiscencias, todo lo resuelve, todo lo arregla tan bien, que la pobre
tonta ya no entiende nada…

Él inventa cosas para hacerla sufrir y para ver lo que ella dirá, y por la
tarde les cuenta todo eso a sus amigos en el café. Mientras tanto ella se
queda en casa, en silencio, prepara la comida y limpia lo mejor que
puede…

Un día que Animus regresó de improviso, o quizás mientras dormitaba


después de cenar, o quizás mientras estaba absorto en su trabajo,
escuchó a Anima cantando sola, detrás de una puerta cerrada: era una
curiosa canción, algo que él no conocía, no había manera de encontrar las
notas o las palabras, o la clave; una extraña y maravillosa canción. Desde
entonces él ha tratado socarronamente de que ella la repita, pero Anima
se hace la desentendida. Ella calla cuando él la mira.

El alma calla cuando el espíritu la mira.

Paul Claudel, Parabole d´Animus et d´Anima

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