Las Murallas de Jericó

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LAS MURALLAS DE JERICÓ

EL DERRUMBE DE LAS MURALLAS DE JERICÓ: ¿FUERZA DIVINA O SOFISTICADAS ARMAS?


El relato de Josué cuenta cómo los israelitas conquistaron la ciudad de Jericó al llegar a la Tierra Prometida
después de caminar por el desierto durante cuarenta años. Una conquista que se llevó a cabo apenas sin
oposición y donde el sonido de los instrumentos, el grito de guerra de los judíos y el Arca de la Alianza
jugaron un extraño papel que vamos a tratar de analizar.

La primera excavación importante que se realizó en el lugar donde se cree se encontraba el emplazamiento
de Jericó se desarrolló en la parte sur del Valle del Jordán entre 1907 y 1909 y estuvo a cargo de un equipo
alemán. Los arqueólogos encontraron montones de ladrillos de barro en la base de la colina sobre la cual se
cree que había estado construida la ciudad. Sin embargo, habría que esperar hasta los 1950s para que estas
muestras pudieran ser analizadas con nuevas técnicas. Así fue como la arqueóloga británica Kathleen
Kenyon confirmó que los ladrillos procedían de las murallas de la ciudad y que se habían derrumbado poco
antes de su destrucción. El relato bíblico dice que, al desplomarse las murallas, los hijos de Israel entraron en
la ciudad, incendiándola. Así lo refiere Josué en 6, 24: “Después quemaron la ciudad y todo lo que había en
ella, a excepción de la plata, el oro y los objetos de bronce y de hierro, que se depositaron en el tesoro de la
casa de Yahvé”. Y, efectivamente, Kenyon encontró evidencias de una masiva destrucción por el fuego. En su
informe sobre las excavaciones de Jericó, escribió: “La destrucción fue total. Las paredes y suelos estaban
ennegrecidos o enrojecidos por el incendio y cada habitación estaba llena de ladrillos caídos, maderas y
utensilios caseros. En la mayoría de las habitaciones, los objetos encontrados estaban completamente
abrasados”.

 POLÉMICA EN TORNO A JERICÓ


En general, los historiadores sitúan la conquista de la Tierra Prometida por Josué hacía el siglo XIII a.C. Sin
embargo, Kathleen Kenyon no estaba de acuerdo con esa data, ya que —según ella— no encontró
evidencias de que la destrucción de la ciudad se produjera en esas fechas. Es más, quien fuera el director del
instituto que conserva los Manuscritos del Mar Muerto, el Dr. Broshi, afirmó que la ciudad de Jericó y toda
el área circundante eran desierto entre los siglos XV y XI a.C. Por tanto, los israelitas no tuvieron que matar
rivales y quemar ciudades para poder asentarse. Asimismo, el arqueólogo hebreo Israel Finkelstein de la
Universidad de Tel-Aviv, cree que la colonización de la Tierra Prometida fue un proceso gradual que tuvo
lugar durante el período largo y en el que participaron gente de Canaán y otros lugares.

Aunque la mayoría de los estudiosos no aceptan la guerra de conquista de Josué como un hecho histórico.
Por un lado, varios expertos dicen que no hay pruebas de la destrucción de Hai (otra y urbe cananea cercana
a Jericó), porque la ciudad estaba en otro sitio hace 3.000 años. Por el otro, investigadores como el
norteamericano Bryant Wood, director de Pro-Bible Associates for Biblical Research, insisten en que sus
propias investigaciones apoyan el asalto a Jericó y opinan que Kathleen Kenyon se equivocó respecto a las
fechas. Pero si aceptamos la versión de Wood, es decir, el relato bíblico literal, deberíamos analizar qué fue
lo que realmente provocó la caída de las murallas.

 TERREMOTO
Aunque el hecho de que sólo afectara de manera selectiva a ciertas partes de la muralla (la zona norte
quedó en pie) hace pensar en otra posibilidad. Precisamente en el área norte de la ciudad vivía Rahat, la
prostituta que ocultó a varios espías israelitas mientras hacían un reconocimiento previo de Jericó y cuya
casa se apoyaba en la muralla. Antes de regresar al campamento israelí, los espías aconsejaron a Rahat que
llevara a su casa a toda la familia porque allí nada les pasaría. «Premonición» que también queda reflejada
en la Biblia (Josué 6, 17): «La ciudad será dada por anatema a Yahvé con todo lo que en ella se encuentra;
solamente quedará con vida Rahat, la meretriz, y todos los que estén con ella en su casa, porque escondió a
los exploradores que habíamos enviado». La voz del profeta relata en los versículos siguientes: «Josué dijo a
los dos hombres que habían explorado la tierra: “Entrad en la casa de la meretriz y sacadla fuera con todos
los suyos, como se lo habéis jurado”. Aquellos jóvenes exploradores entraron y sacaron a Rahat, a su padre,
a su madre y a sus hermanos con todo lo suyo. Hicieron salir a toda la parentela y los colocaron fuera del
campamento de Israel». Y esto fue exactamente lo que los arqueólogos se encontraron: las murallas
conservadas en el lado norte de la ciudad con todas las casas apoyadas en ellas. De ahí que la hipótesis del
terremoto no resulte convincente para explicar lo que realmente sucedió. Además, los autores bíblicos
dejaron bien claro que todo fue obra de Yahvé como premio a la gran fe de los israelitas.

 ¿FUERZA DIVINA O SOFISTICADAS ARMAS?


Se ha planteado en anteriores ocasiones la posibilidad de que el Arca de la Alianza, lejos de ser una simple
caja diseñada para albergar las Tablas de la Ley, fuera en realidad un arma sofisticada. En ese caso, ¿no
podría haber sido utilizada para hacer caer, selectivamente, las murallas de Jericó?

Además, en esta ocasión el Arca iba escoltada por los sacerdotes, que tocaban las trompetas mientras
rodeaban la ciudad. Estas vibraciones, unidas al estruendo de las pisadas de miles de personas y los gritos
del séptimo día, podrían haber propiciado las condiciones necesarias para el «terremoto» provocado.

Hoy se sabe que los ultrasonidos pueden desintegrar hasta las piedras más densas. Sin embargo, en los
restos arqueológicos hallados por Kathleen Kenyon a mediados del siglo pasado no había ninguna señal de
este tipo de desintegración. Por el contrario, los ladrillos encontrados estaban enteros, haciendo suponer
que cayeron desde cierta altura, como si la caída hubiera sido provocada por algún tipo de vibración
procedente del mismo suelo. Luego pudo tratarse de un «terremoto» artificial, quizá debido a ondas
sonoras de baja frecuencia o bien consecuencia de las trompetas tocadas por los sacerdotes. Sucediendo
así:

-El primer día, la multitud sólo habría dado una vuelta, suficiente, tal vez; para que los cimientos se
resintieran debido a la resonancia de las notas producidas. El segundo día, pudo acentuarse el efecto
anterior hasta el punto de que los cimientos podrían haber comenzado a moverse. Y así sucesivamente,
hasta que al séptimo día los cimientos se encontrarían tan dañados que necesitaron muy poco para
desplomarse. En ese momento, la combinación de los sonidos de las trompetas con el grito de la multitud
pudo haber creado una onda capaz de hacer vibrar toda la muralla, excepto la parte en que se encontraban
apoyadas algunas casas, hasta que aquélla terminó por desplomarse. La función del Arca en este caso no
está clara, pero bien podría haber actuado como un escudo, protegiendo a los israelitas de los infrasonidos.
La Biblia no menciona la posible defensa de la ciudad por los soldados de Jericó, algo que resulta realmente
extraño si se da crédito al relato histórico. Este aparente desinterés por defender su ciudad, ¿podría haberse
debido a una enfermedad capaz de debilitarles hasta el punto de que no pudieron reaccionar? Fue el
investigador francés Vladimir Gavreau quien descubrió la capacidad de los infrasonidos para producir
malestar fisiológico. Parece ser que estimulan el desequilibrio del oído central, provocando náuseas que se
prolongan durante varias horas, incluso días. Si la exposición es suave, el individuo enferma, pero si es
intensa y continuada, sobreviene la muerte. Datos que nos permiten interpretar los sucesos de Jericó desde
otro punto de vista. Así, habría podido suceder que las vibraciones, de intensidad creciente día a día, fueran
suficientes para neutralizar la defensa militar de la ciudad y, de paso, hacer caer sus muros. Gavreau
descubrió que una frecuencia de 7 ciclos por segundo (cps) es mortal y las comprendidas entre 1 y 10 cps.
producen efectos terroríficos. Aumentando ligeramente la amplitud, se afecta al comportamiento: primero
se inhibe la actividad intelectual, luego se bloquea y, finalmente, se destruye.
Pero los ataques con infrasonidos —cuyo éxito se debe a su propiedad de «agarrarse» al suelo— tienen
también otras consecuencias, ya que hacen vibrar todo lo que se asienta sobre el suelo, es importante
indicar que, antes de llevar a cabo la estrategia de caminar alrededor de la ciudad, Josué había enviado unos
exploradores para reconocer el territorio. Probablemente su misión fuera informar no sólo sobre la
distribución de las casas, sino también acerca del emplazamiento de cuevas, corredores y otras cavidades
naturales dentro de la colina. Bajo ciertas condiciones, estos lugares pueden actuar como «cajas de
resonancia», amplificando el poder de los infrasonidos y proyectándolo directamente sobre el objetivo
deseado, en esta ocasión las murallas.

 ¿UN CAMPO ANTI-GRAVITACIONAL?


Al tratar de analizar las posibles causas del derrumbamiento de las murallas de Jericó, convendría tener
presente la curiosa experiencia vivida por un médico sueco, el doctor Jarl. Éste, en compañía de un amigo
tibetano que había conocido en la Universidad de Oxford, viajó al Tíbet en 1939 para hablar con el lama jefe
del monasterio. Un día, ambos amigos fueron testigos de algo realmente asombroso, al presenciar el
extraño «método» utilizado por los lamas para transportar unas grandes losas de piedra hacia una cueva
pequeña, situada a 250 metros de altura desde el pie de un acantilado. En medio del prado, a otros 250
metros del acantilado, se podía distinguir una losa que recordaba a un barreño, ya que contenía una cavidad
central de 1 m. de diámetro y 15 cms. de profundidad. Hasta ella fue arrastrado por bueyes otro bloque de
piedra cuyas dimensiones eran de 1 m. de ancho y 1,5 m. de largo. Posteriormente, y a una distancia de 63
m. de la losa, los lamas colocaron diecinueve instrumentos musicales trece tambores y seis trompetas que
formaban un arco de 90 grados. Ocho de los tambores tenían un diámetro de 1 m. y una longitud de 1,5 m.;
otros cuatro tenían 0,7 m. de diámetro y 1 m. de largo, y el más pequeño, 0,2 m. de diámetro y 0,3 m. de
longitud. Todas las trompetas eran del mismo tamaño: 3,12 m. de largo y una abertura de 0,3 m. Los
tambores grandes y las trompetas se colocaron sobre unos soportes ajustados, mediante bastones, a la losa
de piedra, situándose una fila de monjes detrás de los instrumentos. Cuando la piedra estaba en posición, el
monje que se encontraba tras el tambor pequeño dio una señal para que comenzara el concierto. El tambor
pequeño provocaba un sonido muy agudo y podía oírse incluso entre la cacofonía generada por los demás
instrumentos. Los monjes, paralelamente, entonaban un mantra cuya intensidad aumentaba al unísono con
tambores y trompetas. Durante los primeros cuatro minutos no pasó nada, pero a medida que la velocidad
de los sonidos aumentaba junto con el ruido general, la gran losa de piedra empezó a moverse y a
columpiarse hasta que, de repente, se suspendió en el aire, ganando paulatinamente velocidad en dirección
a la pequeña cueva. En tres minutos salvó una altura de 250 metros y «aterrizó» justo delante de la gruta.
Por el mismo procedimiento, los lamas izaron seis rocas en poco más de una hora. El Dr. Jarl fue el primer
occidental en presenciar un acontecimiento de esta índole, y también en registrarlo, pues, después de
vencer su estupor inicial, logró sacar dos películas fotográficas del suceso. Un método de transporte
ciertamente extraordinario que, según el investigador neozelandés Bruce Cathie, tiene su explicación. Este
estudioso asegura que los monjes tibetanos conocen las leyes que gobiernan la estructura de la materia
hasta el punto de que —según los cálculos de Cathie—, el secreto de la elevación de las piedras depende de
la colocación geométrica de los instrumentos musicales en relación con las losas que van a ser levantadas y
de la sintonización armónica de tambores y trompetas. Sumado lo anterior a los cantos de los monjes
específicamente entrenados en el dominio de tonos y ritmos, fue como se consiguió el efecto descrito
anteriormente. Las ondas sonoras generadas fueron proyectadas de tal manera que se creó un efecto anti-
gravitacional en el centro del foco (la posición de las piedras) y alrededor de la periferia —o arco— por el
cual se movían las piedras. En el caso de Jericó, tenemos también círculos (las vueltas que daban alrededor
de la ciudad) y trompetas. Podría haberse dado un fenómeno parecido al de los lamas, que habría sido
provocado por el griterío de la multitud, los sonidos de las trompetas y la alta carga de electricidad estática
producida alrededor del Arca, después de haber sido transportada siete veces alrededor de la ciudad en
siete días. Esta combinación podría haber creado anomalías gravitacionales en los ya debilitados cimientos
de las murallas de Jericó precipitando así su derrumbe. ¿Fue esto lo que sucedió realmente?

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